2014 PARTICIPACIÓN CIUDADANA COMO MEDIO PARA CONSOLIDAR LA CULTURA DEMOCRÁTICA: UN COMPROMISO INSTITUCIONAL Y PERSONAL
POR: L.C.C. Yesenia Nava Manzano Vocal de Capacitación Electoral y Educación Cívica 28 JDE en el Estado de México Ing. Edgar Rodrigo Palma Montaño Vocal de Capacitación Electoral y Educación Cívica 17 JDE en el Estado de México Ing. José Mario González Hernandez Jefe de Oficina, Seguimiento y Análisis 05 JDE en el Estado de Hidalgo
FACILITADOR: Mtro. Claudio Roberto Vázquez Alfaro GRUPO: 9121 12/02/2014
Resumen ejecutivo
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Introducciรณn
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Desarrollo
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Conclusiรณn
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Referencias Bibliogrรกficas
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ร NDICE
PARTICIPACIÓN CIUDADANA COMO MEDIO PARA CONSOLIDAR LA CULTURA DEMOCRÁTICA: UN COMPROMISO INSTITUCIONAL Y PERSONAL L.C.C. Yesenia Nava Manzano Ing. Edgar Rodrigo Palma Montaño Ing. José Mario González Hernández Instituto Federal Electoral
RESUMEN EJECUTIVO Durante décadas nuestro país tuvo un sistema hegemónico, la transición al a democracia requirió del parteaguas que representó la famosa "caída del sistema" de 1988 y como consecuencia la creación del Instituto Federal Electoral (IFE) como órgano impulsor de la cultura democrática de México. En este trabajo se presenta una visión profesional y personal respecto al papel crucial que la participación ciudadana juega en la consolidación de la cultura democrática y por ende, de la democracia percibida como una forma de gobierno que otorga a la población garantías de bienestar político, pero sobretodo, social; se analiza la aportación que el IFE ha hecho a la edificación de la cultura democrática y la participación que en ello tenemos como funcionarios electorales y como ciudadanos. PALABRAS CLAVE: Democracia, cultura democrática, participación ciudadana, principios rectores, educación cívica.
I.- INTRODUCCIÓN
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La instauración de la democracia requiere entonces, la presencia y ejercicio de valores fundamentales como la igualdad, libertad, tolerancia y pluralismo; mismos que en conjunto formarán una cultura democrática sustentada y legitimada por toda la sociedad.
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Cuando hablamos de democracia, pensamos inevitablemente en una forma de gobierno, incluso nos remitimos a aquella definición etimológica aprendida desde la etapa escolar que sostiene que significa dḗmos, «pueblo» y krátos «poder», es decir, el poder en manos del pueblo. Sin embargo, en términos reales, la democracia va mucho más allá de una simple definición teórica y en la época moderna se concibe como la forma ideal de gobierno.
En el caso mexicano, se habla desde hace más de dos décadas de una democracia en construcción, con grandes avances pero en vías de consolidación, tópico en el que el Instituto Federal Electoral ha tenido un papel crucial. Si consideramos que todo gobierno es legitimado por la población, resulta necesario analizar el papel decisivo que la ciudadanía tiene en el desarrollo y consolidación de la cultura democrática, cómo toma parte en ella y la aportación que del órgano electoral a la edificación de la misma. A lo largo del presente trabajo abordaremos estos aspectos desde una doble perspectiva: la de funcionarios del Instituto Federal Electoral y la de ciudadanos que forman parte de la sociedad misma, con una autoconcepción de compromiso con la ciudadanía. Dar respuesta a algunas preguntas clave desde la óptica planteada, constituye el fin mismo de este trabajo, cuestionamos entonces ¿La consolidación de la cultura democrática es condición indispensable para que exista democracia?, ¿Cuál es la importancia de la participación ciudadana en el desarrollo de la cultura democrática? Como interrogante fundamental planteamos: ¿Cómo nosotros en el papel de funcionarios electorales y ciudadanos, aportamos al fortalecimiento de la participación ciudadana y la cultura democrática de México? Pretendemos demostrar que la participación ciudadana es indispensable para la consolidación de la cultura democrática y que con su efectivo ejercicio se puede lograr cambiar la percepción de que la democracia es un ente lejano, ajeno a la vida diaria y real de las y los mexicanos. II.- DESARROLLO Aproximándonos al primer cuestionamiento de este trabajo, y de manera particular para el caso de nuestro país, es importante recordar que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM) considera “la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”1, por tanto, podemos considerar que la democracia implica mucho más que elecciones libres y transición del poder pacífica.
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, Articulo 3°, párrafo II, inciso a) México (2012). 1
IFE,
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Para afirmar la existencia de una democracia de ciudadanía, debe existir respeto a la legalidad, calidad de vida de la población, ejercicio integral de los derechos,
cumplimiento de obligaciones ciudadanas, efectiva transparencia en las acciones de gobierno, contraloría social e involucramiento en los asuntos públicos. Aún desde una perspectiva ciudadana, podemos afirmar que los mexicanos nos sabemos poseedores de derechos, que existen leyes que regulan la convivencia social, sin embargo, percibimos también que nuestra democracia dista mucho de consolidarse y por tanto, no tenemos beneficios tangibles de ella en nuestra vida cotidiana. Durante las últimas décadas, se ha afirmado que nuestro país tiene una democracia en construcción y con ello, se ha limitado a un sistema político que garantiza la alternancia del poder, elecciones periódicas y pacíficas, concepción que pudiera encontrar origen en el larguísimo periodo en el que un solo partido ostentó el poder público, sin embargo, esta percepción se modifica paulatinamente. En este sentido, parte de las actividades que realizamos en el Instituto Federal Electoral (IFE) están encaminadas al fortalecimiento de la cultura democrática, con el fin de construir entre la ciudadanía una percepción de la democracia como una autentica forma de vida. Los esfuerzos encaminados a dicha construcción se fundamentan en el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE) en su artículo 105, en donde se establecen como fines del IFE: contribuir al desarrollo de la vida democrática, llevar a cabo la promoción del voto y coadyuvar a la difusión de la educación cívica y la cultura democrática. Así, institucionalmente, buscamos transitar hacia una concepción integral de la democracia, en la que se haga presente un componente fundamental: la cultura democrática, en este sentido, es necesario abordar algunas particularidades sobre esta última, partiendo del carácter político que posee.
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...De la misma manera, una población que comparte una cultura política democrática no solamente se relaciona con las instituciones que responden a las demandas de los ciudadanos formulando decretos, disposiciones o políticas que los afectan, sino también con aquellas que les dan proyección a través de la
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Almond y Verba se propusieron identificar la cultura política en la que la democracia liberal puede florecer y desarrollarse mejor. Para tal efecto se plantearon buscar una fórmula de clasificación de las culturas políticas nacionales, que resultó en una matriz que vincula las orientaciones hacia la política (relaciones y aspectos políticos que son internalizados) con lo que denominan los objetos políticos mismos (instituciones, actores y procedimientos políticos) hacia los que se dirigen dichas orientaciones....
organización social, es decir, tiene actitudes propositivas y no únicamente reactivas frente al desempeño gubernamental.... ...En cuanto a la percepción que se tiene de sí mismo, compartir una cultura política democrática implica concebirse como protagonista del devenir político, como miembro de una sociedad con capacidad para hacerse oír, organizarse y demandar bienes y servicios del gobierno, así como negociar condiciones de vida y de trabajo; en suma, incidir sobre las decisiones políticas y vigilar su proyección.... Para Jacqueline Peschard los componentes de una cultura política democrática son: la ciudadanía, la participación, la sociedad abierta, activa y deliberativa, la secularización, la competencia o eficacia cívica, la legalidad (universalidad en la aplicación de las normas), la pluralidad, la cooperación entre ciudadanos y una autoridad políticamente responsable. "Una cultura democrática se basa en principios jurídicos y políticos, entre los cuales están la pluralidad, las libertades (personal, de expresión, de asociación), la participación, la competencia, la legalidad, la cooperación entre ciudadanos y autoridades se finca en el respeto de las normas que regulan la convivencia sobre una base de igualdad para todos."2 Por lo anterior, para que exista una cultura democrática efectiva, es de vital importancia la participación ciudadana en todos los aspectos de la vida pública del país, pero también es sumamente importante la inclusión de los organismos encargados de crear las leyes y de ejecutar los programas sociales. Resulta evidente que para que exista democracia (entendida esta como una forma de vida) es necesaria la consolidación de la cultura democrática, pues aporta componentes significativos, que al integrarse con procedimientos electorales eficientes, la afianzan. Por supuesto, para lograr dicha consolidación, es necesaria la existencia de ciudadanos involucrados en los asuntos que les afectan, y es en ese sentido, el IFE ha atendido a través de la educación cívica, el fortalecimiento de la cultura democrática. Intentaremos entonces dar respuesta al segundo cuestionamiento de este trabajo.
2 Salazar Ugarte Pedro, Democracia y (cultura de la) Legalidad, 1a Ed. México, Instituto Federal Electoral, (2006), p. 20, 21, 22
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De acuerdo con la Estrategia Nacional de Educación Cívica para el Desarrollo de la Cultura Política Democrática en México 2011-2015 (ENEC 2011-2015):
...la cultura política democrática se conforma por el conjunto de representaciones, valoraciones, conocimientos, comportamientos y prácticas que regulan la convivencia pacífica en la sociedad plural los cuales deben de tener la característica de ser compatibles con el ejercicio de derechos humanos, la autonomía de los individuos y el logro del bien común en un marco de legalidad. Por otro lado, considerando que para su conformación, el Estado Mexicano adopta los elementos del Estado moderno y por lo tanto puede asumirse como "la sociedad humana, asentada de manera permanente en un territorio, sujeta a un poder soberano que crea, define y aplica un orden jurídico que estructura la sociedad estatal para obtener el bien público temporal de sus componentes y forma una institución con personalidad jurídica"3. Entonces, podemos afirmar que los ciudadanos son el sujeto fundamental, de las sociedades democráticas ya que a partir de las dos definiciones anteriores, son origen y fin del Estado moderno y por lo tanto su participación está intrínsecamente vinculada con las características de la cultura democrática. De hecho, el ejercicio de una plena ciudadanía carece de sentido si no existe la participación por parte de los sujetos que conforman la "sociedad democrática". La participación de los individuos en los debates y decisiones de la vida pública es lo que los transforma en ciudadanos. En el tiempo, ello significa que el individuo pierde la vieja condición de súbdito y se convierte en una especie de cliente que demanda más y mejores servicios de su gobierno y un desempeño más eficiente de sus funcionarios porque pagan impuestos, vota y está cada vez más consciente de los derechos que lo protegen4. Por lo tanto, ser ciudadano significa poseer una serie de derechos, pero al mismo tiempo implica reconocer una serie de obligaciones, es cierto, es una realidad que gracias al buen trabajo que han desarrollado diferentes actores del Estado Mexicano, como el Instituto Federal Electoral (IFE), que por cierto ganó mucha credibilidad ante la sociedad mexicana y la opinión pública a partir de su ciudadanización, ha crecido considerablemente el número de personas que participan al menos en la forma básica que tenemos los ciudadanos en nuestro país, nos referimos al voto. Sin embargo, pareciera también que hemos asumido a ésta, como la única forma de hacernos escuchar, en consecuencia las expectativas que se han generado en torno a Instituto Electoral del Estado de México, Programa General del Servicio Electoral Profesional 2004), 1a Ed., México, Instituto Electoral del Estado de México, (2004), Volumen 1, p. 55 Merino, Mauricio, La Participación Ciudadana en la Democracia, En Cuadernos de divulgación de la cultura democrática, 6a Ed., México, Instituto Federal Electoral, (2007), p. 43, 44
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la democracia han sido muy altas y en muchos de los casos de ese mismo tamaño ha sido la decepción. Más allá de los conceptos teóricos que envuelven al término y sus escenarios ideales; para entender las características de la participación ciudadana en nuestro país, es preciso tener en cuenta el contexto al que pertenecemos, es decir, debemos partir del entendido que el proceso de democratización en nuestro país a diferencia de otras naciones se realizó de manera paulatina y principalmente a través de una serie de reformas electorales que comenzaron en 1977 y que continúan hasta el día de hoy; y no a partir de rupturas o momentos fundacionales. Además, debemos reconocer las grandes consecuencias que durante varias décadas dejó el sistema de partido hegemónico, como la práctica del autoritarismo, clientelismo y el corporativismo que dicho sea de paso al día de hoy forman parte esencial no solo de nuestra cultura política sino como una forma de identidad social; precisamente en este escenario, la participación ciudadana es el elemento casi ausente. Los ciudadanos nos hemos olvidado de que para que nuestra democracia funcione, es necesario contar con una ciudadanía mucho más activa que se mantenga alerta y en determinados momentos actué para impedir que se tomen decisiones en contra del interés público. Debemos encauzar demandas justas que no son atendidas con la debida seriedad, proponer alternativas de solución a los problemas públicos, vigilar el desempeño de los órganos de gobierno y exigir que éstos rindan cuentas y no solamente adoptar el papel pasivo de espectador en donde solo se queda esperando a que las soluciones de carácter público lleguen únicamente de nuestros gobernantes. No obstante, la cultura democrática tiene muchas más aristas como virtudes y es en esta parte donde entramos quienes formamos parte del IFE, si bien, actualmente es muy complicado que los ciudadanos se interesen en todos los asuntos que afectan a una comunidad, el gran reto que tenemos es el de trabajar para contribuir para que el ciudadano recupere el aprecio por lo público.
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Con un panorama como este, resulta evidente que la participación ciudadana es fundamental para fortalecer la cultura democrática, y asumiendo que tenemos una doble responsabilidad: la de ciudadanos de a pie y la de funcionarios electorales nos surge la duda de hasta dónde incidimos en ello, tópico de nuestra interrogante fundamental.
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Para lograr lo anterior, debemos comenzar por ser congruentes en nuestro actuar respecto a los principios rectores, cada uno de nosotros desde nuestras áreas, trabajando en conjunto para alcanzar los fines de la institución, realizando un trabajo colaborativo.
Al día de hoy, el IFE tiene como mandato constitucional “atender de forma integral y directa la Educación Cívica del País” y esto es base para que uno de los fines del Instituto sea el fortalecimiento de la Cultura Democrática, así, resulta obvio que se instrumentan diversos proyectos para lograrlo. Basados en ello, podemos afirmar que el Instituto es un referente en la educación democrática del país, ya que cuenta con programas bien definidos para fomentar la educación política y cívica. Dichos programas además de ser mandados por la ley, están diseñados para influir en todos los sectores de la población, muchos de ellos con gran aceptación, por citar algunos, el Parlamento Infantil, la Iniciativa Jóvenes por México y los talleres las del Modelo Educativo para la Participación Ciudadana. De manera cotidiana, las Vocalías de Capacitación Electoral realizan cursos, talleres, actividades de difusión, ejercicios de participación y por supuesto promoción de participación ciudadana para cada Proceso Electoral, sin embargo, resulta necesario aceptar que estos esfuerzos parecen nulos en un país con más de 112 millones de habitantes. Son 300 vocales que con el apoyo de un asistente, instrumentan las actividades de Educación Cívica en cada Distrito Electoral, situación parecida experimentan los 32 vocales locales en las capitales de los estados y el Distrito Federal, por supuesto existen trabajos en este rubro en los que participa todo el personal de las Juntas, sin embargo, sigue pareciendo un esfuerzo muy pequeño. Además es justo aceptar que a estas alturas existen algunos funcionarios que siguen opinando, por citar un ejemplo, que la Educación Cívica es una tarea exclusiva del área de Capacitación, por lo que es necesario continuar fortaleciendo una cultura de trabajo en equipo.
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Entonces, como funcionarios electorales realizamos tareas que buscan el fortalecimiento de la cultura democrática de México, para ello, nuestro actuar profesional está basado en los principios rectores del IFE, cada actividad garantiza Certeza, Legalidad, Imparcialidad, Independencia y Objetividad, representando el eje de la función electoral, buscando integrar a todas las áreas para la consecución de este objetivo.
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Y si somos tan pocas personas enfocadas en esta tarea, es lógico que en más de una ocasión se cuestione, ¿en realidad vale la pena?, la respuesta es categórica: por supuesto que sí. La mejor manera de fortalecer la participación ciudadana es a través de la educación, pero obviamente, la educación da frutos a largo plazo, si logramos incidir en un pequeño de primaria, ¡eso hace que valga la pena!, pues tendremos un mejor ciudadano en unos años.
Considerando que dichos principios son base para nuestro desempeño laboral, sería muy complejo apegarse a ellos sólo en el ámbito profesional, pues se ha convertido en una forma de vida que nos exige ser congruentes en todas nuestras facetas, los principios rectores permean en todos los aspectos de nuestra vida y con ello, hemos asumido un papel de promotores de la cultura democrática, de manera cotidiana ejercemos la dualidad de compromiso y obligación para fortalecerla. A través de las actividades que realizamos en lo profesional y como ciudadano, los principios rectores que nos rigen se hacen presentes en la convivencia que tenemos con hijos, familiares, amigos, vecinos, a veces parece curioso darnos cuenta de que en nuestras charlas cotidianas seguimos haciendo educación cívica y con ello fortalecemos la participación ciudadana. Tenemos la convicción de que esta labor que parece incansable, representa la posibilidad de generar bienestar social, garantizar la convivencia pacífica y continuar avanzando hacia una democracia que trascienda las urnas para convertirse en una forma de vida para las y los mexicanos. III.- CONCLUSIÓN La consolidación de la cultura democrática en nuestro país exige el involucramiento de la ciudadanía, y por supuesto, desde el papel que tenemos como funcionarios electorales, el compromiso es mayúsculo y la aportación que institucional y personalmente hacemos a ello, demanda nuestro apego a los principios rectores que rigen la función electoral.
Otro aspecto digno de señalar en referencia al contexto mexicano, es la poca participación de la población de manera organizada en los asuntos de la vida pública, tal como lo demostró la Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (ENCUP), que en su última versión mostró una participación menor al 20% en la mayoría de sus indicadores. Lo anterior contrasta con la participación del 63.08% de votantes en el Proceso Electoral Federal 2011-2012, datos que confirman la percepción social de que participar es únicamente acudir a las urnas, esto refleja el reto que como institución y ciudadanos seguimos teniendo.
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Bajo esta perspectiva, es fundamental continuar fortaleciendo nuestro involucramiento en asuntos públicos, pues no serán jamás los gobernantes quienes “arreglen” o
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En nuestra experiencia como funcionarios del IFE, en diferentes ocasiones hemos reflexionado en torno al origen de las grandes diferencias que se dan en cuanto a la participación y como varía de una zona rural a una zona urbana, tal vez la respuesta tenga que ver con el contexto mexicano, y lo que señala Mauricio Merino en el sentido de que los ciudadanos de las urbes con mayor frecuencia exigen más de las autoridades con mayor conocimiento de causa y con mayores elementos para su valoración.
“solucionen” las necesidades del país, la verdadera posibilidad está en la participación de todas y todos los mexicanos, y por ende, en una cultura democrática consolidada, responsabilidad ineludible para toda la sociedad.
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Así y sólo así, podremos consolidar a la democracia como un régimen que otorgue beneficios tangibles para todas y todos, trascendiendo la concepción de que participar sólo es votar, haciendo de ella una forma de vida que permee todos los ámbitos en que nos desenvolvemos.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Córdova Vianello, Lorenzo, La reforma electoral y el cambio político en México, En Zobatto, Daniel y Orozco Henríquez, J. Jesús (Coords.), Reforma Política y Electoral en América Latina 1978 – 2007. UNAM – IDEA Internacional, México, 2008. 653-703 Espinoza Valle, Víctor Alejandro, Compromiso cívico y participación ciudadana en México, Una perspectiva nacional y regional, 6a Ed., México, Instituto Federal Electoral, (2007), p. 2 Merino, Mauricio, La Participación Ciudadana en la Democracia, en Cuadernos de divulgación de la cultura democrática, 6a Ed., México, Instituto Federal Electoral, (2007), p. 43, 44 Peschard, Jaqueline, La cultura política democrática, en Cuadernos de Divulgación de la Cultura Democrática 6a Ed., México, Instituto Federal Electoral, (2007), p. 5-7 Salazar Ugarte Pedro, Democracia y (cultura de la) Legalidad, 1a Ed. México, Instituto Federal Electoral, (2006), pp. 20, 21, 22 Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, IFE, México (2012). La Participación Ciudadana como derecho y eje del desarrollo humano, en Apuntes de la Democracia, Ciudad de México, Instituto Federal Electoral, (2010).
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Instituto Electoral del Estado de México, (Programa General del Servicio Electoral Profesional 2004), 1a Ed., México, Instituto Electoral del Estado de México, (2004), Volumen 1, p. 55