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Refugio: Asilo, resguardo. Esta es la historia de una revuelta. En un reto elegido, cinco mujeres, supervivientes de cáncer se embarcaron en una increíble expedición hacia el Campo de Hielo Sur en La Patagonia. Y el reto era exigente, midiendo nuestras fuerzas cada día de la expedición. Caminar durante horas, ascender y sortear los elementos con una gran mochila a la espalda. Pero estas mujeres se sentían ligeras en la aventura y cuidadas por deidades terrenales que velaban por su seguridad y su bienestar. Pero la tiranía de un guion preestablecido a veces convertía a esas mujeres de buen carácter en personas irascibles que llegaban a clamar por comenzar una revolución. ¡Abajo la dictadura! ¡Qué impere ya el sentido común!
En la montaña encontramos la esencia: la esencia de la grandeza de la naturaleza, la esencia de las personas, la esencia de las relaciones e incluso la esencia de la Arquitectura. Porque todo lo super uo se convierte en innecesario y es así que el refugio que nos da cobijo en la montaña es pura esencia. Es al pensar en ese refugio cuando más debemos buscar al genius loci, porque el refugio podría no estar y el lugar seguiría siendo pura magia. Pero allí, asomándose al Campo de Hielo Sur, unos chilenos tuvieron una visión maravillosa y nos regalaron un espacio a cubierto que nos arropara del frío de la noche helada. Y ahí se forjó la revuelta y se cambió el guion. Porque si alguien te regala un refugio, ninguna expedicionaria en su sano juicio decidiría dormir al raso.
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Y la revuelta tuvo éxito. Y así, en ese espacio al resguardo del frío, tuvieron lugar momentos inolvidables, con conversaciones que pudieron producirse, gracias al calor que nuestros cuerpos iban aportando, donde cabíamos todos. Y era un lugar mágico, liviano, con su fachada textil y sus tirantes vientos exteriores, su escalerilla de tramex, sus ventanitas con vistas a la magia, su solado de
madera y su carácter efímero y esencial. E hicimos del refugio un campo base único y maravilloso, de donde se parte a la cumbre y al que se regresa cansada, pero exultante. Y allí todo sabía mejor, incluso los lio lizados. Y las deidades argentinas obraban el milagro de los quesos y los panes. Y respirábamos felicidad. Y sí, el refugio tuvo mucho que ver en nuestra felicidad. Porque allí arriba, y
sin que nos diéramos cuenta, ese espacio que alguien ideó, nos ayudó a hacer equipo y a querernos un poco más, si eso era posible. Y ya quedarían las tiendas de tres para cuando fuera necesario, pero qué bello ese refugio Eduardo García Soto que se nos ofreció como un regalo que nos protegió del frío patagónico alguna noche y nos permitió reír y compartir en compañía..