LO QUE FUIMOS
Sin haber visto el documental, sumamos a esa “caída al vacío” a nuestras familias y amigos y confiamos. Personalmente, me sacaría de prácticamente todas esas escenas de la cena en Miraflores (dejaría alguna en la que hablaba de los guías) en las que me sentí bloqueada y yo no fluía en la conversación con cámaras en cada banda…Sin embargo, solo por vernos en La Patagonia, lo compro. Es verdad que pienso que de la montaña se baja, porque no nos recogieron en helicóptero y en mi casa casi mueren del susto por el orden ficcionado con el que contaron los acontecimientos de manera distinta a la realidad mientras sucedían los hechos, pero pienso que Voces en el Hielo, (sin duda el título tiene que ser homenaje a Kica, cuya voz es siempre protagonista sin quererlo), ha conseguido mostrarnos tal y como somos. El guión nos ha hecho un hueco para que se nos conozca y me parece que lograr que nos veamos representadas es maravilloso.
Y LO QUE VIMOS
Difícil la labor de los cámaras, la guionista, el director…difícil la labor de ejercer de actriz cuando no se es tal. Sigo pensando que el documental es solo una herramienta de difusión de un mensaje que va mucho más allá de esa pantalla o me gusta pensar que es lo que Raúl nos dijo en Calafate…un bonito recuerdo para nosotras. Porque es difícil transmitir la realidad de una expedición a través de una cámara, porque quizás dejamos de ser un poco como somos (o un mucho) cuando estamos condicionadas por un objetivo. Porque posar no es ser, pero a la vez, sí que éramos. Si sumamos a la coctelera la intranquilidad por lo que pueda resultar de horas y horas de metraje, incluida una cena muchos meses después, podemos decir que había inquietud en el ambiente por lo que íbamos a ver.
como la necesidad de resolar botas con el tiempo y abrazamos a aquellos con los que tanto nos apetecía compartir ese visionado y nos reímos, esta vez sin 18 kg a la espalda, sin frío, bien comidas, bien dormidas y sin gastroenteritis…y entendimos lo épico de la expedición, oyendo a Diego contar anécdotas previamente a la salida, a Rocío y a Vale, dando indicaciones, viendo las caritas de nuestros guías deidades, a cuál más bonito, y viendo la pendiente del Cerro con ojos de espectadoras. Y vimos cómo cinco mujeres que no eran alpinistas, se entregaban a la aventura de llegar juntas a cumbre y compartir un mensaje de esperanza. Ese mensaje que ya se encargó Enrique de recordarnos en medio de Mordor. Y disfruté oyéndonos decir tacos, porque nosotras somos muy perras y nos encanta cagarnos en todo todo el rato, así, sin censura. Y así, volando, pasaron los cincuenta y cuatro minutos de documental, agarrándole la manita a mi Kica que la tenía al lado y desternilladas de risa con los No te creo y los hola soy Kenny y viéndonos construir ese muro (gran formato de Sonia, jajajajaja) ,
la garganta, pero que no se nos cayó ni una lagrimita (ya lloraron todas las familias por nosotras) y quiero pensar que es esa manita apretada de Kica la que nos sostuvo a las dos con la sonrisa puesta, igual que sucedió en La Patagonia, donde su charla y sus chascarrillos nos mantenían despiertas y risueñas. Mostró la fortaleza del equipo, la dureza de llevar 21 kg y una pulka en la espalda en pasos que resbalan, como hizo Sonia, las ganas de empujar, como Laura que no quería soltar el trineo, la calma con la que lo encajaba Anna, que ni se despeinaba por la noche, las ganas de vivir y disfrutar de los regalos que nos ha hecho la vida, como dice siempre Kica, esta vez en forma de ascensión al Cerro de la Gorra Blanca, en un paisaje tan increíble que casi no parece real al verlo en el documental. Por ponerle un pero…nunca será desvelada la verdad sobre la gran duda de la expedición…¿me tiró Kica en el campo de hielo o nos caímos las dos?