UNA VIDA EN LA MONTAÑA El día que los relatos de Carlos Soria nos trasladaron a cumbres imaginadas
2018
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De doctores y abrazos
Alfombra roja en el Sputnik
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Tenemos una cita bien temprano. A esas horas que no se sabe si han puesto las calles y resulta que ya está abierto el Sputnik. Carlos Soria se ha citado con Emilio para hablar de la vida a los 85. Y Emilio sabe que estaríamos dispuestas a montarle el club de fans y nos ha “colao” en la comitiva. Es el día en el que vamos a sacar al niño o a la niña que llevamos dentro y parecería que en el rocódromo, como en la montaña, no hay edad. Y nos subimos por las paredes y admiramos a Carlos desde primera hora. Y, como dice Pedro, hay veces que Carlos dice
una frase y ya no hay nada más que añadir. Un equivalente al “ya estaría “ de Kica, pero en Carlos Soria. Y comienzan las anécdotas, y vemos sus fotos en la exposición sobre el club Peñalara, sus pantalones de bávaro, esas fotos con esa cara de niño que aún conserva. Cara un poco seria porque, como nos aclararía más tarde, para sonreír necesita una causa. Pero este día en que le acompañamos no paró de sonreír. Se suma al Reto desde el primer momento y hasta le liamos para hacer un vídeo animando a las mujeres a presentar su candidatura. Carlos
sabe bien de qué va esto de la tenacidad y la superación. Él dice que tiene suerte. Yo creo que su forma de ser y cómo parece haber vivido son las razones de que a él le pasen cosas buenas. Acepta de buen grado nuestro colgante “Pelayas” y nos rma a Laura y a mí su biografía. Le queremos ya de socio de honor en nuestro grupo de Montañas de vida. Tras un ratito de escalada y un rico café con tertulia, ponemos rumbo a Moral. Allí, muy cerca de la rotonda que lleva su nombre, vive él con Cristina desde su jubilación.
SPUTNIK EL TEMPLO
CUANDO MADRUGAR NO CUESTA
CANTO A LA VIDA Y ahí, frente a la Pedriza con la que Carlos tuvo un amor a primera vista a los catorce años, Emilio y Carlos bordan una entrevista que verá la luz el día de su 85 cumpleaños. Laura está encargada de dar apoyo de técnico de luces y yo escucho la entrevista desde la distancia, deleitándome con las preguntas y respuestas y deseando estirar el momento. Y no haré spoiler de la entrevista, pero me quedo con la primera de sus cordadas perfectas, que está claramente llena de amor. Y ahora ya solo pienso en saber más de Carlos y Cristina y de su familia, y aprovecho la mínima para preguntarle cómo se conocieron y no podía ser de otra manera. Ellos se conocieron en La Pedriza.
Y muy despacito, Carlos nos va regalando sus ideas, su visión de la vida a los 85 tras su accidente de mayo. Fascina que mantiene la misma ilusión por seguir subiendo montañas. Y unas cuantas veces nos repite lo maravilloso de la vida a partir de la jubilación, cuando puedes entregarte del todo al disfrute de la vida. Esta mañana Carlos nos ha hablado de su infancia, de su adolescencia, de su edad adulta, de la familia que formó, de su increíble mujer, de sus cuatro hijas, todas mujeres intrépidas como él y como Cristina. Pero, sobre todo, nos ha deleitado con un canto a la vida y a su amor por la montaña y por la naturaleza, que es el hilo conductor de toda su vida.
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AMIGOS: ALPINISTA Y PERIODISTA Son Carlos y Emilio un bonito tándem. Nos habló Emilio de Carlos cuando estábamos en La Patagonia, de su expedición épica de hace diez años. Tan buen recuerdo guardaba que desempolvó las botas con las que se fue a Nepal sin considerar la vida útil de los materiales… Anécdota para el recuerdo del Reto y lección aprendida, Emilio… No es que la lección sea que la suela no dura, la lección es que tienes que venirte ya a la montaña con nosotras y con Carlos para darle vidilla a esas suelas. Y de la amistad del alpinista y el periodista dimos fe los que escuchamos la entrevista, porque aquello uía como el agua del deshielo. Y ahí, con la vista puesta en el Yelmo y el oído en la entrevista, pasamos unas horas mágicas, cargaditas de emoción y aún quedaba más… Nos esperaba Cristina
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LA PEDRIZA
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En su biografía, Carlos habla de ese primer verano en La Pedriza con catorce años y su amigo Antonio Riaño. Qué no daría yo por poder mirar por un agujerito y ver a esos dos adolescentes de la edad de mi hijo Ciro, llegando a La Pedriza con una tienda cosida por ellos mismos, alejados de un Madrid que debía ser hostil y disfrutando de dos semanas de pura vida.Sus ochomiles son un reto, pero el reto que debió suponer explorar La Pedriza en los años cincuenta me parece mucho más increíble que cualquier cumbre, de esas estratosféricas. Yo me acerqué a la montaña a
El sitio de mi recreo
una edad adulta y me pasa como con saber tocar el piano…siempre pienso que habría sido un lujo aprender y conocer siendo niña o joven. Pero, al mismo tiempo, la montaña nos devuelve al niño o a la niña que fuimos. En la Patagonia fuimos cinco niñas exploradoras. Sí, habíamos superado un cáncer y mandábamos un mensaje de esperanza, pero el mejor mensaje es el de recuperar o incluso acrecentar la ilusión por vivir cada día intensamente y haciendo lo que nos da felicidad. Como decía mi amiga María la semana pasada, el tiempo se estira cuando pruebas cosas nuevas.
Y veo a Carlos que nos cuenta su historia del accidente y nos veo re ejadas en lo que dice y en cómo lo cuenta y en la ilusión por seguir sumando momentos felices, haciendo lo que más le gusta y con sus cordadas perfectas. Qué suerte que Carlos y Antonio se fueran de excursión a La Pedriza aquel verano. Porque gracias a esa excursión, Carlos ha disfrutado de una vida que parecen mil vidas y nos puede regalar a todos sus historias y sus aprendizajes. Vaya lujo compartir un día con Carlos.
CRISTINA Y si la mañana había sido perfecta, aún quedaba más para convertir el encuentro en un día redondo. Y es que Carlos llamó a Cristina. Y nos fuimos todos juntos a comer. Ya lo siento por su hija a la que dieron un poco de esquinazo para apuntarse al plan. Que no se enfade, que era por una buena causa… E intento pensar y le pregunto sobre cómo debía ser eso de ser mujer en la montaña. Y no me vale eso de que “detrás de cada gran hombre hay una gran mujer”. Tengo muy claro que Cristina no estaba detrás, estaba al lado, subiendo, escalando, coronando…Qué genialidad de mujer es Cristina. Sentido del humor brillante, inteligente, valiente e
intrépida. Para estar al lado de Carlos estaba claro que Cristina tenía que ser una mujer bien especial. Y oye… que ese medallero de casa también tiene las medallas de Cristina, que aún trayendo al mundo a cuatro niñas, era capaz de subirse al Cervino como quien sube las escaleras de casa. Y sí, ella no se lanzó a los ochomiles, pero viendo su carácter y la poca importancia que le daba a todos sus logros, me quedo con la impresión de que perfectamente habría podido sumarse a las expediciones de Carlos y coronar lo que le pusieran por delante (o por encima). Y qué decir de esos viajes a esquiar
sin niñas ni marido. Una adelantada a su tiempo, sin duda, es Cristina. Y pregunté a Cristina por qué dejó de subir a la montaña y me dijo “quizás me hice mayor”… pues quizás le pudieron algunas responsabilidades, pero me encanta que se apunte a pilates y lo que haga falta y quién sabe si igual le puede dar por sumarse a esos paseos con Carlos para su rehabilitación y el Dhaulagiri resulta que les está esperando a los dos.
CRISTINA Y CARLOS Y claro estaba que Cristina se merecía nuestro colgante de Las Pelayas tanto como Carlos. Así que hicimos entrega del segundo colgante del día. Y nos invitaron a su casa y allí nos regalaron amapolas y edelweiss de ganchillo hechos por Cristina. Y pulseras y pendientes que también ha hecho ella..
Feliz vida a los dos
Y vimos los trofeos, los medalleros… Vamos, que nos abrieron las puertas de su casa y las de sus corazones y nos obsequiaron con grandes dosis de cariño. Los queremos a los dos de socios de honor de Montañas de Vida. Ya están tardando en sumarse a la siguiente salida… TEXT Gracias Cristina y Carlos por este gran día.
Gracias Emilio por incluirnos a Laura y a mí en este día lleno de emociones y gracias Laura por venirte desde Teruel para poder disfrutar juntas de estos regalos. Día para recordar, día para repetir. Feliz cumpleaños, Carlos.