La Parroquia Pastoreña
LA PARROQUIA PASTOREÑA
Estudio histórico, artístico y devocional de la Iglesia Parroquial de Cantillana
Luis Manuel López Hernández Francisco Manuel Duran Gallardo Antonio López Hernández
2 Estudio histórico, artístico y devocional de la Iglesia Parroquial de Cantillana
La Parroquia Pastoreña
Índice
Introducción Capítulo I (Orígenes históricos) Capítulo II (La Construcción de un gran templo) Capítulo III (El siglo de oro de la Parroquia Pastoreña) Capítulo IV (El inicio de una rivalidad en el seno de La Parroquia cantillanera) Capítulo V (Pleitos, suspensiones y auges rosarieros) Capítulo VI (Un camarín para culminarla, una noche para destruirla ) Capítulo VII (La reposición del patrimonio parroquial en los duros años de la posguerra) Capítulo VIII (La consolidación de las Fiestas Mayores y la última gran restauración) Capítulo IX (Miserias y esplendores de la historia reciente) Capítulo X (Epílogo) Bibliografía General Anexo
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Introducción
“Un templo majestuoso, consagrado y dedicado a María, su verdadera dueña, a la que alberga con orgullo desde hace casi tres siglos en su advocación de Pastora de las almas. Así es nuestra iglesia parroquial: mariana desde sus más remotos cimientos; pastoreña hasta la punta de la cruz que corona su torre”.
Antes de comenzar hemos de tener en cuenta que a la parroquia de Cantillana no la hemos apellidado así por mera casualidad, ni por capricho nuestro, ni por intencionada retórica. Es un calificativo del que la historia, los sucesos acaecidos a lo Largo de estos tres últimos siglos, hacen merecedora a la iglesia de nuestro pueblo. Sabido es por todos que, desde que en el año de 1720 el V. P. fray Isidoro de Sevilla fundara en ella la Hermandad del Santo Rosario de la Divina Pastora de las Almas, ha sido la cuna y principal centro de la devoción pastoreña en Cantillana. La parroquia ha sido testigo fiel de todos los actos de devoción y culto que los hijos de este pueblo han tributado a su Pastora. Desde nuestra parroquia han salido todos los Rosarios públicos pastoreños para recorrer las calles de la villa y todas las procesiones de la Divina Pastora; en ella se ha venerado continuamente su peregrina imagen, siempre la misma, que desde los mismos inicios de la hermandad permanece entre nosotros, siendo hoy la de mayor antigüedad que conserva este templo, la de mayor devoción también; y el orgullo y la fama, el gozo y la gloria de la parroquia, de su hermandad y de Cantillana entera. Es la casa de la Divina Pastora, y su camarín, como el sagrario, el lugar más privilegiado del templo, donde la Virgen no deja de escuchar las súplicas de sus hijos cantillaneros. Por todo esto y por muchísimas más razones debemos apellidarla con el adjetivo PASTOREÑA, con lo que estamos haciendo una afirmación categórica. El nombre, como la mayoría de los nombres, no es claramente identificativo, lo comparte con otras muchas iglesias. Los apellidos, en cambio, añaden a la indeterminada información del nombre las claves para la total identificación, recurriendo a las características y peculiaridades más significativas, agentes, sin duda, de la singularidad. La parroquia pastoreña o de la Pastora solo puede ser la de Cantillana y viceversa, eso mismo entienden muchos de los forasteros que nos visitan para asistir a
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cualquier ceremonia religiosa en la parroquia y le preguntan a algún vecino: ¿por donde se va a la iglesia de la Pastora?... Vamos a elaborar a través de esta redacción un recorrido desde los orígenes de nuestra parroquia hasta el presente, con el fin de dar a conocer una historia completa sobre la misma con la recopilación de todos los datos fidedignos que se han encontrado, y que en los sucesivos capítulos iremos divulgando. Se trata, en definitiva, de intentar contar la verdad con los pocos datos ciertos que se conocen, que ya muchas veces se ha hablado de nuestra iglesia parroquial y no siempre desde el rigor histórico y desde el mínimo razonamiento o sentido común. Mucha absurda especulación y ridículas hipótesis rodean a la historia, edificio, contenido y significación de la iglesia mayor de Cantillana, principal edificio de la localidad y marco protagonista en los días de las fiestas mayores. Aclarar equívocos, desmentir falsas afirmaciones y ayudar a conocer datos y aspectos rigurosos y fiables, desde los inciertos orígenes hasta la actualidad, están en el propósito de este trabajo.
El templo parroquial es el elemento más característico de Cantillana, su inconfundible silueta coronada por su esbelta torre neoclásica configura la imagen visual más representativa de nuestro pueblo, en la fotografía vemos la Parroquia representada en los frescos del camarín de la Divina Pastora, obras de José María Labrador que tras los daños que sufrió en la guerra civil las originales de López Cabrera tuvo que intervenir en este conjunto que sirve de fondo a la entrañable Imagen de la Virgen que mas devoción despierta entre los cantillaneros, devoción tan arraigada que sirve de apelativo al templo parroquial donde se venera desde el siglo XVIII.
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Capítulo I Orígenes Históricos Para comenzar hemos de hacerlo remontándonos a la Época musulmana, a partir del siglo VIII. Con la invasión árabe Cantillana entró a formar parte del mundo andalusí y con ello convertida al islamismo, desapareciendo así las posibles manifestaciones artísticas y litúrgicas del culto cristiano de tiempos godos. Fue en 1247, según la Crónica General, cuando el rey castellano-leones Fernando III, el Santo, reconquista Cantillana por la fuerza, debido a la resistencia ofrecida por sus habitantes musulmanes y termina con el dominio islámico de la población. Tras su reconquista, unos meses más tarde, el 11 de enero de 1248 el Rey la concedió en donadío a la Orden de Santiago, la cual la posee hasta el 20 de mayo de ese mismo año, pues el Rey Fernando cambia Cantillana a la Orden de Santiago por la alquería de Niebla, Montemolín y Moguer. La razón de este trueque hay que buscarla en que el Rey, debido a la importancia estratégica de Cantillana en momentos tan críticos como los del asedio de Sevilla, pudo haber decidido reintegrarla a la Corona y administrar la villa directamente. Una vez conquistada Sevilla el 23 de noviembre de 1248, el Rey otorga a su hermano don Remondo, que fue nombrado Arzobispo de Sevilla, algunas tierras en Cantillana. Un año y medio más tarde, el 20 de marzo de 1252, San Fernando comienza la dotación de la iglesia de Sevilla precisamente concediéndole la villa de Cantillana y se inicia así lo que será el largo periodo del señorío eclesiástico de la villa. No se tiene constancia por documento alguno de la existencia de una antigua mezquita islámica, ni de su cristianización por San Fernando, ni la construcción de ningún templo para culto cristiano en estos años. Es lógico pensar que en esos tiempos de continuos cambios de propietarios de la villa a ninguno le diese lugar a realizar una obra de tal envergadura, teniendo en cuenta además el estado en el que quedaría la villa después de su dura reconquista, probablemente devastada y totalmente despoblada. En este sentido afirma el historiador Jesús López Alfonso que “la mayoría de las iglesias e imágenes antiguas y patronas que reciben culto en Andalucía occidental pertenecen al periodo de Alfonso X, el Sabio, que es quien realmente se ocupa de la repoblación de estas tierras ya que Fernando III muere poco después de la reconquista. Por ello carece del más mínimo fundamento histórico y veracidad la vinculación que se ha pretendido hacer algunas veces del Rey Fernando con el origen, creación e incluso denominación de la parroquia de Cantillana, y que últimamente se ha podido leer incluso en alguna que otra publicación. Esto suele ocurrir siempre que alguien no tiene reparos, ni siquiera pudor, a la hora imaginar a toda costa, un origen y antigüedad inexistentes y de más abolengo del que realmente se tiene. Ciertamente, con algunos datos en la mano, sí sabemos que en 1261 ya estaba la villa repoblándose, con lo cual debió de ser por esa fecha cuando comenzó la re-cristianización y restablecimiento del culto católico en Cantillana.
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El 24 de mayo de 1285 se produce una separación entre los bienes del cabildo de la catedral y del arzobispo de Sevilla, pasando la villa de Cantillana a ser propiedad exclusiva del arzobispo y continuando, por tanto, el señorío eclesiástico, ahora con rango arzobispal. Sabemos también que en 1307 ya existía Concejo en Cantillana, por lo que probablemente fueran los arzobispos sevillanos los auténticos impulsores de la definitiva re-cristianización y ordenamiento administrativo de su villa, y además los promotores y benefactores a la hora de la construcción de la parroquia cantillanera, que en algunas fuentes documentales posteriores se la denomina como la iglesia de los arzobispos. Durante el siglo XV muchos arzobispos sevillanos visitaron la villa donde tenían casas-palacio para su propia estancia y recreo junto a la parroquia. Algunos de ellos murieron en sus casas arzobispales de Cantillana, como por ejemplo don Gonzalo de Mena, que huyendo de una epidemia se refugió en su señorío y aquí murió. También lo hizo don Diego de Anaya en 1437.
La gran mole del templo parroquial en lo más alto del barranco del Guadalquivir, junto al mismo los restos del Palacio Ducal. Fotografía de la primera mitad del siglo XX.
Pero, si de ser rigurosos se trata, hemos de tener en cuenta que desde el punto de vista de la historia, el primer dato que se tiene sobre la existencia de un templo parroquial ya construido es del año 1476, más de dos siglos después de la reconquista. En el documento se dice que don Alonso Pérez de Guzmán fue absuelto en la iglesia parroquial de Cantillana de las censuras eclesiásticas pronunciadas contra él.
Es en este momento, en el que ya sabemos de la existencia real de la iglesia mayor de Cantillana, cuando no podemos pasar por alto su dedicación y primitiva denominación, de las que, si bien no se tienen datos históricos, todo hace pensar tendrían como referente a la Santísima Virgen: Santa María, siguiendo la costumbre cristiana generalizada en todo el mundo de poner bajo la protección de la Madre de Dios la iglesia principal del lugar. Así la denominación antigua del templo Santa María, contemplada en el misterio de su Asunción al cielo, se mantendría, como recomienda el derecho de la iglesia, a la hora de dedicar el nuevo edificio parroquial, la nueva iglesia mayor, que habría de ser construida y que hoy se conserva. En la primera mitad del siglo XVI se arruina la antigua iglesia mayor de los arzobispos por una crecida grande del río Guadalquivir. La fisonomía y el lugar donde se encontraba ubicada la antigua parroquia se desconoce, aunque todo induce a pensar que pudo estar donde la actual, cuyas obras comenzaron en 1555 siendo todavía dueños de la villa los arzobispos. Tras quedar paralizadas, se reanudaron en 1619 cuando Cantillana era ya señorío secular, propiedad de los Corzos Vicentelo de Leca, auténticos mecenas, junto al Concejo de la villa, de la construcción del nuevo templo. De toda esta interesante trayectoria histórica, hasta la situación de la iglesia parroquial a principios del siglo XVIII cuando comienza en ella el culto a la Divina Pastora,
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daremos cuenta, siempre dentro de las coordenadas que nos marcan los escasos datos que se conocen, bajo el siguiente epígrafe.
El Guadalquivir, tan ligado a la historia de la Villa de Cantillana, por su antiguo cauce, discurre a los pies de la Iglesia Parroquial. Fotografía de mediados del siglo XX tomada desde el campanario de la Torre.
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Capítulo II La construcción de un gran templo En la primera mitad del XVI, debido a una de las muchas crecidas grandes del Guadalquivir, que pasaba justo a las espaldas del núcleo urbano, se arruina el antiguo edificio de la parroquia y comienza a construirse el nuevo templo. Documentalmente sabemos que el maestro albañil Juan Pérez Caravallo quedaba obligado en 1555 a ejecutar obras de su oficio en la tribuna que se construía por entonces. Labrados los cimientos, debieron paralizarse las obras durante algunos años. En 1574, por bula del Papa, el rey Felipe II vende numerosos señoríos de la Iglesia. Entre estos territorios, y como primera venta, se encontraba Cantillana que fue adquirida por el rico comerciante corzo Juan Antonio Vicentelo de Leca. Esto supone el fin del señorío eclesiástico arzobispal de la villa y el comienzo del señorío secular. El cambio de propietarios de Cantillana y la fundación del mayorazgo de los Vicentelo de Leca harán que también las obras de la nueva iglesia cambien su fuente de financiación y se reanuden gracias al mecenazgo de los corzos y del Concejo de la población. Entramos en el siglo XVII, en el que a partir de 1611 dará comienzo el periodo del Condado de Cantillana, gracias a la merced de Felipe III para con el nieto de los primeros corzos señores de la villa. Este será el siglo en el que se realizarán las obras definitivas de la actual fábrica, a excepción de la robusta torre que se construiría un siglo después.
Planta de la nueva iglesia, construida entre 1619 y 1660 aprox. por el maestro Leonardo de Navas.
Sabemos que en 1597 don Juan Vicentelo, conocido por el Derrochón, hijo del primer corzo y el Concejo de la Villa de Cantillana, firman un acuerdo por el que se comprometen a pagar 10.000 ducados cada uno para la construcción de la nueva iglesia mayor, eximiendo de la obligación que tenían de reedificarla al arzobispo, al deán y al Cabildo Catedral por los frutos decimales que se llevan de la dicha villa. Don Juan Vicentelo, que por el acuerdo incluía entre los privilegios de su mayorazgo el patronato de la capilla mayor del templo, daba cumplimiento de esta forma a la cláusula testamentaria de sus padres, don Juan Antonio y doña Brígida Vicentelo, que habían dispuesto que el sucesor de su casa hiciese capilla o iglesia para su entierro y fundase en ella cinco capellanías.
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Así, el 18 de agosto de 1619 se reanudan las obras a cargo de Leonardo de Navas según el diseño del arquitecto protobarroco y maestro mayor de fábrica del Arzobispado de Sevilla Diego López Bueno. El edificio, de planta basilical, consta de tres naves. Según el profesor Hernández Díaz se proyectó la edificación del templo con una sola nave, cambiándose luego de criterio para hacerlo de tres. Es un interesantísimo y espacioso edificio, cubierta su nave central por un bello alfarge de principios del siglo XVII y las laterales por vigas de madera a un agua. Debemos llamar la atención sobre la belleza del referido alfarge —constituido por una notable tracería, formado por lazos de a doce y dieciséis, y piñas de mocárabes— que recuerda vivamente los del famoso carpintero de lo blanco Diego López de Arenas. La capilla mayor se cierra por bóveda baída que muestra un diseño de herrajes de tipo flamenco, notable por su complejidad y su armonioso diseño curvilíneo y en la que figuran los escudos de los apellidos Vicentelo de Leca y Toledo, propios del primer conde, y por ello de la casa, y leyendas alusivas a su patronato sobre esta capilla. Las cabeceras de las naves laterales están cubiertas por bóvedas de cañón con lunetos. Las naves están separadas por tres grandes arcos de medio punto a cada lado, soportados por robustos pilares. En la segunda mitad del siglo XVII se hallan concluidas las obras, aunque el templo carece aún de torre y retablos en sus altares. Según un informe de visita pastoral realizado por el visitador general del Arzobispado, don Alonso de Quintanilla Deza, en 1674, el altar mayor no tenía retablo, sino unas pinturas en la pared —de las que aún hoy pueden verse algunos restos detrás del actual retablo— e imágenes de talla de señora Santa Ana, San Roque y otras que lo adornan.
Virgen de la Granada, imagen del principios del siglo XVI atribuida a Jorge Fernández Alemán, que se veneró en el altar mayor de la parroquia de Cantillana.
Entre estas imágenes debió estar el bellísimo icono de Nuestra Señora de la Granada, una imagen de la Virgen con el Niño tallada en madera, estofada y policromada, que el profesor José Hernández Díaz fecha en el segundo cuarto del siglo XVI, atribuida a Jorge Fernández Alemán autor a quien se atribuyen también imágenes tan conocidas como la Virgen de la Bella de Lepe (Huelva), la del Pino patrona de Gran Canaria, o recientemente la propia Virgen del Rocío de Almonte, por lo que podríamos estar ante la imagen de la Virgen que presidió esta iglesia durante varios siglos. Según consta documentalmente, recibió culto en el retablo mayor y, posteriormente, a partir de 1850, en un retablo neoclásico a los pies del templo, altar que fue destruido por completo incluida esta imagen durante el saqueo de la parroquia de 1936.
El informe del visitador de 1682 vuelve a delatar la carencia, en la capilla y altar mayor, de retablo, que no comenzaría a ser construido hasta el 7 de enero de 1687. En esta fecha se contrató su ejecución con el ensamblador Bernardo Simón de Pineda. En 1698 una nueva visita pastoral da fe de la conclusión de las obras del nuevo retablo, nuevo 10 Estudio histórico, artístico y devocional de la Iglesia Parroquial de Cantillana
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y primorosamente labrado —que costó 3100 reales— a expensas de las limosnas de los vecinos. Nueve años más tarde se nos dice que la capilla mayor tiene un retablo nuevo, con tres cuerpos, en el último de los cuales aparece un relieve con la historia de la Asunción de media talla, pero que estaba sin dorar excepto el interior del Sagrario. De esta forma permanecerá durante todo el siglo XVIII pues el dorado completo del retablo mayor no se efectuará hasta 1790. Conocemos por las descripciones de los informes de las visitas pastorales, los inventarios y las fotografías posteriores, cómo fue este retablo mayor que no ha llegado hasta nuestros días por haber sido destruido también en los tristes sucesos de 1936. Se trataba de un retablo de grandes dimensiones, aunque algo más pequeño que el actual. Sus tres cuerpos estaban sostenidos por columnas salomónicas con decoración de racimos de uvas, que lo dividían en tres calles, con tres nichos cada una de las laterales, albergando éstos diferentes imágenes de talla, entre ellas una de las más antiguas, la de Santa Ana. En la calle central se ubicaban el bellísimo sagrario, un manifestador de gran tamaño, sobre él, una hornacina y en el ático, un relieve con el misterio de la Asunción de la Virgen que si se conserva actualmente. En la citada hornacina, de reducidas dimensiones, según todos los indicios sería colocada la ya referida Virgen de la Granada. Imagen que, como se ha apuntado, fue desplazada de este lugar y llevada a un altar moderno, situado a los pies de la parroquia —más concretamente donde hoy se ubica el altar de Santa Teresa- en una fecha relativamente reciente, sobre 1850 aproximadamente, cuando se coloca, de forma un tanto forzada, en aquel huequecito del retablo mayor otra imagen mariana de la que hablaremos más adelante. Por estas fechas de principios del siglo XVIII —aparte del culto generalizado al Santísimo Sacramento y a las Ánimas del purgatorio- las principales imágenes y advocaciones del templo parroquial, que acaparaban la devoción de los cantillaneros, eran la del Señor de la Humildad y Santo Cristo del Hospital, la de la Concepción y la de la Virgen del Rosario, con sus respectivas cofradías y otras como, San Benito, Santa Ana y la Virgen de Aguas Santas, que aún hoy se conserva y se venera, como entonces, en el retablo del Sagrario. Pronto, muy pronto, a todas estas devociones de los cantillaneros en la parroquia se uniría una nueva, singular y encantadora advocación mariana: la Divina Pastora, que con el paso de los años llegaría a convertirse en la más importante y célebre, no sólo de la parroquia sino también del pueblo. Al capuchino fray Isidoro de Sevilla, mentor de la Virgen como Pastora de las Almas, y a sus parientes, los Condes de Cantillana benefactores de la parroquia y patronos de la capilla mayor, se les tiene como los verdaderos impulsores del culto y la devoción a la Divina Pastora en Cantillana y concretamente en este templo. En él se custodian y veneran, desde esta lejana época, la bellísima y peregrina imagen de la Divina Pastora, talla barroca ricamente estofada y policromada, atribuida a Ruiz Gijón y fechada en el primer cuarto del siglo XVIII, y su primitivo Simpecado. Con él fue establecido su Rosario y hermandad fundada, según José Alonso Morgado, en 1720 por el mismo fray Isidoro de Sevilla. De la situación de nuestra parroquia desde esta fecha hasta principios del XIX trataremos, siempre dentro del límite que marca el rigor de los datos históricos y de la objetividad que caracteriza al que nada teme del pasado —ni del presente— en el próximo capítulo.
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Capítulo III EL siglo XVIII: EL siglo de oro de la Parroquia Pastoreña.
En el primer tercio del XVIII tiene lugar un hecho histórico que influirá de manera decisiva y marcará hasta nuestros días el devenir del pueblo y su parroquia: el inicio de la devoción a la Divina Pastora y la fundación en ella de su rosario o hermandad. Cantillana tuvo la suerte inmensa de ser uno de los pueblos o ciudades que primero abrazó esta nueva advocación de la Virgen, nacida en 1703 en Sevilla. En documentos oficiales de 1805 y 1806 que recogen testimonios de los entonces párroco y alcalde de Cantillana, se constata que "el establecimiento del rosario de la Pastora en la parroquia es de tiempo inmemorial y que no hay en Cantillana quien se acuerde o hubiere conocido el principio del mismo" y "que se haya establecido de mucho tiempo a esta parte en este pueblo, sosteniendo esta devoción a expensas de su vecindario". Habría que remontarse entonces más de 60 ó 70 años atrás para singular el nacimiento de la hermandad Pastoreña de esta villa y el origen del culto a su titular, hechos que se consideran paralelos. Por La Divina Pastora, imagen con mayor ello resulta totalmente verosímil la aportación antigüedad y devoción en la parroquia de que en este sentido realiza el sacerdote Cantillana, donde ininterrumpidamente recibe cronista Alonso Morgado cuando refiere, culto en su altar desde principios del siglo XVIII. hablando de las primeras fundaciones de hermandades pastoreñas del venerable padre Isidoro, que "no menos célebre fue la de la villa de Cantillana por los años de 1720". Ésta es la fecha que también avala la secular tradición oral y que la iglesia reconoce oficialmente como la de erección canónica de la hermandad, porque ningún dato la puso nunca en entredicho, sino todo lo contrario. Es más, se puede verificar físicamente -como expusimos en el capítulo anterior- en las dos reliquias que se conservan, custodian y veneran desde la época fundacional en el interior del templo: la peregrina Imagen de la Divina Pastora y su primitivo simpecado, obras que, sin lugar a dudas, los estudiosos siempre han reconocido como propias del primer cuarto del siglo XVIII, evidencias tan claras que no cabe, ante ellas, sino rendirse. Pero, quizá, lo que sí cabría preguntarse ahora, conociendo la situación de Cantillana en esa época -una pequeña villa de no más de mil habitantes- es por que decide el padre Isidoro establecer en ella el culto a la Divina Pastora fundando en su parroquia la hermandad, cuando sus objetivos a la hora de propagar esa nueva advocación venían siendo núcleos urbanos más 12 Estudio histórico, artístico y devocional de la Iglesia Parroquial de Cantillana
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grandes e importantes (Sevilla, Carmona, Écija, Utrera, Jerez de la Frontera, Aracena. Ronda, Cádiz...) Y cómo, dada la encases de habitantes y recursos con que contaba nuestro pueblo y el desconocimiento y desarraigo aún por parte de la masa popular del nuevo título mariano, pudo adquirirse con tanta celeridad una imagen de tan alta calidad y mérito artístico, construirle su altar en la parroquia y confeccionar con ricos materiales los demás objetos para su decoro y culto, ante los que destacar el báculo y la diadema de plata y el interesante simpecado de apliques del mismo metal y pintura atribuida a Germán Llorente para el rosario. Se ha apuntado por diversos autores, y parece obvio, que lo que trae a fray Isidoro a Cantillana es su parentesco, por línea paterna, con los condes y señores de la villa, a la sazón mecenas de la parroquia. Por ello es muy probable que fueran los Vicentelo de Leca -concretamente Manuel de Baeza Vicentelo de Leca y Silva, que ostentó hasta mediados del siglo XVIII el título de 4º Conde de Cantillana, heredado de su padre que fue alcaide de los Reales Alcázares de Sevilla- los que propiciaron que este pueblo y parroquia fueran objetivo misional de fray Isidoro y a ellos, a su mecenazgo y patrocinio, y a la labor apostólica de su pariente capuchino, se les deba, y haya que agradecerles eternamente, el que Cantillana sea ante todo pastoreña y en su iglesia mayor se erigiera una de las más célebres y fervorosas hermandades de la Divina Pastora. Del culto a la Pastora durante el siglo XVIII conocemos poco más que lo que se puede deducir de aquellos documentos de principios del siglo XIX a los que antes hacíamos alusión. Sabemos que su "peregrina imagen estaba colocada en su altar con bastante decencia en la iglesia parroquial" y que tenía "dotada su fiesta el día del Patrocinio" por la hermandad Sacramental, que pagaba "anualmente 24 reales para la Función", cuyo sermón estaba en cambio "costeado por la que era directora del rosario". El rezo público de éste era precisamente la actividad más asidua y arraigada en la hermandad y sería ya común por esos años la estampa del rosario femenino de la Pastora "el único que ha habido en Cantillana" según testimonio de 1805, saliendo de la parroquia y recorriendo todos los domingos y días de fiesta "y en las aflicciones y calamidades públicas" las calles de Cantillana, como lo hizo en 1800. La cruz de madera dorada que aparece en el inventario de 1807, los viejos faroles de latón y el simpecado fundacional de terciopelo carmesí, galón de oro y apliques de plata superpuestos incluso a la pintura o estampa de la Divina Pastora, atribuida a Germán Llórente, se guardaban en el templo "en tres estantes situados en la capilla bautismal". El lugar que ocupaba el altar con la imagen de la Pastora, atribuida a Gijón, se desconoce, como también las características de su primer retablo, aunque podríamos identificarlo con el retablito de principios del siglo XVIII, que acoge actualmente a la imagen de Nuestra Señora del Pilar, que en 1937, tras la Guerra Civil, fue llevado desde la ermita de la Misericordia a la parroquia, que pudo ser su emplazamiento original. Según escribió Pineda Novo "En la hornacina de este retablo se ven unas sencillas pero curiosas pinturas que representan unos ángeles en círculo -siete querubines sobre un fondo o paisaje con una ovejuela y san miguel- que nos indican que en él recibió culto la peregrina imagen de la Divina Pastora en el siglo XVIII. Se da además la casualidad de que en el mismo retablo, en el interior del medio punto que forma la hornacina, se aprecian pintados, en cuatro casetones o cartelas, los mismos emblemas marianos: sol, luna, palmera y ciprés, que posee el primitivo simpecado de la Divina Pastora. Esto nos da pie a afirmar, como afirmaba Pastora 13 Estudio histórico, artístico y devocional de la Iglesia Parroquial de Cantillana
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Solís Rivas, camarera de la Pastora, que a su vez lo había oído de su tía Pastora Solís Villalobos, que la relación de la imagen de la Pastora con este retablo no es accidental y que lo podríamos considerar el primero en el que esta imagen recibió culto en la parroquia, antes de ser trasladado a la vieja ermita de la Misericordia, hecho que podría haber acaecido sobre 18xx, cuando a la hermandad de la Pastora se le concede un retablo de mayores dimensiones, proveniente del extinguido convento franciscano de Aguas Santas de Villaverde, como se verá en un próximo capítulo. Según la descripción del visitador del arzobispado de 1707 sabemos que el templo "de arquitectura y fábrica moderna, tiene cubierta de enmaderado de lazos en su nave central, las laterales de enmaderado simple decente y la capilla mayor abovedada y otra capilla, la del Sagrario que está a su lado derecho. El retablo del altar mayor es decente, pero no está dorado por falta de medios y se hizo a expensas de las limosnas de los vecinos y se hubiera dorado a expensas de los mismos de no haber sido el tiempo tan calamitoso. La falta grande que tiene esta iglesia y de que se siguen gravísimos inconvenientes es carecer de torre, por cuya razón y estar las campanas más bajas que la altura de la iglesia no se oyen en la mayor parte del lugar". Durante bastantes años iba a continuar la parroquia Torre neoclásica de la iglesia parroquial con esa “falta grande” que le suponía carecer de de Cantillana, emblema e icono de la torre, que se hallaba desde mediados del siglo XVII sin villa, trazada por el arquitecto Diego acabar no teniendo “más de la mitad hecha”. Habría Antonio Díaz sobre 1784. que esperar hasta finales de la centuria que nos ocupa para que, en el transcurso de unas importantes obras de restauración, ampliación y ornamentación del edificio parroquial, fuese culminada la sólida y elegante torre cuadrada que remataría un campanario ochavado con cuatro huecos para campanas y chapitel, según diseño del arquitecto Diego Antonio Díaz, claro exponente de la arquitectura religiosa neoclásica imperante en la Sevilla de la época. Se sabe que estas obras, ejecutadas en 1784, sufragadas por el cardenal Solís y dirigidas por el maestro mayor del Arzobispado José Álvarez le supusieron al templo un cambio de imagen que lo adaptaba más a la estética de esos años. La profusa decoración de molduras de yeso, las bóvedas de las capillas colaterales de la cabecera, la construcción de la sacristía y la ejecución de varios retablos fueron proyectos emprendidos aprovechando las obras de restauración y de la torre. Es muy probable que en el transcurso de estas grandes obras de remodelación y enriquecimiento, fuera acometida también la importante empresa del dorado del retablo del altar mayor, que desde su ejecución sobre 1700 había permanecido en madera, teniendo sólo dorados el sagrario y el manifestador. El dorado completo no se finalizaría hasta 1790 y en él
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intervinieron el maestro dorador Diego Rodríguez y el tallista Manuel Cayetano Ruiz, según recoge en su obra el historiador Francisco Herrera García. La magnitud de las obras emprendidas en la parroquia en estos años de finales del XVIII, que hizo que cronistas como Morgado y Matute exageraran hasta el punto de afirmar que el cardenal Solís "reedificó desde los cimientos las iglesias de Brenes, Villaverde y Cantillana, lugares de la dignidad en que gastó 239.740 reales de vellón", debió provocar irremediablemente el cierre del templo al culto durante el periodo (de unos cinco años aproximadamente) en que se prolongaron las mismas. Puede que durante esos años ejercieran de parroquia otros templos de la villa, como la ermita de San Bartolomé que ya "sirvió de parroquia antiguamente en el ínterin que se fabricó la iglesia nueva que hoy es parroquia" o la de la Misericordia, en la que, por su cercanía, pudo recibir culto durante el tiempo de las obras la venerada imagen de la Divina Pastora. Terminadas las obras, el templo volvería a abrirse al culto con más esplendor que nunca, concluida definidamente su traza actual y ciertamente remozado y enriquecido en sus interiores y retablos. De esta forma acogería excepcionalmente y durante algunos años a la devota imagen de nuestra patrona, la Virgen de la Soledad, que mientras se construyó su nueva ermita neoclásica, finalizada en 1792, recibió la veneración de los cantillaneros en la parroquial. La Divina Pastora continuaría recibiendo en su casa el culto que “desde antiguo” se le venía tributando y su rosario o hermandad, al gobierno entonces de doña Elena de la Barrera y Morales, continuaría ejecutando con devoción sus prácticas fundacionales, consagrando a su titular su Función principal el día del Patrocinio, sacando el rosario e instalando ya en sus cultos principales el aparatoso y simpar Risco, del que se tienen las primeras referencias escritas en 1807 cuando ya era habitual su montaje. Llegamos a 1800, el año de la célebre epidemia de fiebre amarilla que excitó aún más la devoción a la Divina Pastora. De la parroquia, en el periodo comprendido desde ese año crucial hasta la mitad del siglo XIX, versará el siguiente capítulo de esta historia.
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Capítulo IV El inicio de una rivalidad en el marco y seno de La Parroquia cantillanera
Retomamos el relato en el año crucial para la historia de nuestra parroquia que fue 1800. La situación del templo en esta fecha era, como se ha ido contando, la de un edificio restaurado y enriquecido años antes, al que se le había añadido la robusta torre campanario y cuyo interior presentaba el aspecto más suntuoso y barroco que jamás había tenido, con varios retablos nuevos y el del altar mayor completamente terminado en la talla, imaginería y dorados. Consta documentalmente que en 1790 se había concluido la parte superior o cerramiento del retablo mayor y su dorado íntegro. Se cambió de lugar el manifestador y se le añadieron tres nuevas imágenes para los dos nichos superiores: una de San Juan Bautista y las otras dos formando el grupo de los niños Santos Justo y Pastor. Era Párroco y arcipreste de Cantillana en esa fecha Justo Pastor Sierra, lo que justifica la incorporaron de estas últimas imágenes.
El Simpecado primitivo o fundacional de la Divina Pastora, obra del primer tercio del siglo XVIII, que salió en rogativas desde la parroquia, ante la amenaza de la epidemia en 1800.
Pero el nuevo siglo volverá a traer consigo cambios y adquisiciones tanto de imágenes como de retablos que harán que varíe al poco la fisonomía interior que la parroquia presentaba en esa fecha de inicio del siglo XIX, a partir de la cual todo cambiaría no sólo en nuestra iglesia mayor sino también en Cantillana.
Como la célebre epidemia de fiebre amarilla que azotó en 1800 las provincias de Cádiz y Sevilla excitó más la devoción a la Divina Pastora y la concurrencia a su Rosario, el único de mujeres que existía, para implorar la protección divina ante tal calamidad y como en Cantillana, en contra de lo previsto, poco se notaron las terribles consecuencias de la epidemia, la mejor forma que encontraron de agradecer a la Virgen esa incuestionable protección suya, fue confeccionar un nuevo Simpecado para el rosario pastoreño cuya ejecución se prolongó varios años. También sería constituida el año de la epidemia, en el que la difícil situación produjo un resurgimiento de la piedad y devociones populares, una cofradía o hermandad para dar culto a San Roque, abogado contra las epidemias, cuya notable efigie se veneraba desde antiguo en el retablo mayor de la parroquial. Las reglas de esta nueva congregación, erigida en este templo, fueron aprobadas en 1801 y establecían que su fiesta principal se celebrase cada año el 16 de Agosto, día del santo, con función solemne en el altar mayor, procesión, y posterior novena. 16 Estudio histórico, artístico y devocional de la Iglesia Parroquial de Cantillana
La Parroquia Pastoreña
Por suerte se ha conservado el interesante libro de reglas original de la cofradía –hoy extinguida- que posee bellas pastas de piel gravadas en oro. En 1804 estaba ya terminado el nuevo Simpecado de la Pastora anteriormente referido. En el seno de su rosario, carente por entonces de reglas o estatuto escritos, se produjo en esa fecha un enfrentamiento a razón del nuevo Simpecado, entre la mayordoma Elena de la Barrera y Morales y otra de las dirigentes, María Cozar que terminará provocando un autentico cisma en la hermandad pastoreña y ocasionando una escisión de la misma que al poco tiempo daría lugar a la creación de otra nueva y similar congragación mariana. La persona que mejor ha estudiado estos hechos, el catedrático de historia y antropólogo Antonio García Benítez, ve en este enfrentamiento entre la entonces mayordoma y María Cozar, en sus antecedentes y consecuencias, la lucha de poder entre la clase alta o aristócrata decadente, pero aún con gran influencia y posicionamiento, representada aquí por Elena de la Barrera y la nueva burguesía El antiguo retablo del altar mayor, obra de finales del siglo XVII que se terminó de adinerada, clase emergente de nuevos ricos, a la que tallar y fue dorado completamente en pertenecía su rival. Así fue como María Cozar y otras 1790, y al que se le añadió en 1850 una dos consortes abandonan el rosario de la Pastora y imagen de la Asunción que fue colocada apoderándose del nuevo Simpecado, al que le en la hornacina que ocupó la Virgen de la Granada. Fue parcialmente destruido el retiraron la pintura de la Pastora, fundan otra congregación o rosario para el que eligen como titular 26 de julio de 1936. el misterio de la Asunción de la Virgen, al que ya estaba dedicada la parroquia, por ser su aspiración establecerse allí, aunque la autoridad eclesiástica superior se oponga a ello y determine erigirla desde un primer momento en la ermita de San Bartolomé, entonces a extramuros de esta villa. Éste es el inicio histórico de las rencillas y pleitos que desde esos primeros años del siglo XIX hasta nuestros días mantienen las dos hermandades, origen para cuyo conocimiento en profundidad remito a los lectores al libro Los manuscritos perdidas y hallados en Palacio, del referido profesor García Benítez, y al artículo que sobre este particular publicó el periodista José María de la Hera en el número 5 (septiembre de 2000) de la revista anual Cantillana y su Pastora. Ni que decir tiene que el escenario de la mayoría de estos hechos fue la iglesia parroquial, donde continuó establecido canónicamente, tras la aprobación de sus primeras reglas en abril de 1805, el Rosario de la Pastora que, se había fundado en este templo en 1720. El patrimonio artístico atesorado en la parroquia se verá incrementado en estas primeras fechas del siglo XIX con la adquisición en 1805 del nuevo y rico Simpecado de tisú de plata bordado en oro para el Rosario de la Divina Pastora -el de esa promesa por la protección en la epidemia, que no se había llevado a efecto por haberse apropiado el otro nuevo rosario del 17 Estudio histórico, artístico y devocional de la Iglesia Parroquial de Cantillana
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ejecutado en 1804- y otros enseres, como varas de plata para los faroles y la magnífica cruz de guía, también de plata, realizada en 1816 siendo mayordoma pastoreña Antonia de Solís y Cisneros. A todo ello habrá que sumarle la adquisición que hace también la Hermandad de la Pastora en 1842 de un nuevo retablo para su imagen titular, que sustituiría al antiguo en el que estuvo colocada durante el siglo XVIII y la primera mitad del XIX. Se trata del retablo de San Antonio traído del convento franciscano de Nuestra Señora de Aguas Santas de Villaverde del Río, clausurado tras la exclaustración de 1835. El gobernador del Arzobispado otorga el permiso para que se conceda a la hermandad el referido altar de San Antonio, pero finalmente por petición del párroco don José López Ortega se trajeron además otros dos retablos, el del Cristo de la Buena Muerte y el célebre retablo mayor de aquel convento con los siete lienzos que representaban la aparición y milagros de Ntra. Sra. de Aguas Santas. Parece que fueron tres, por tanto, los retablos incorporados a nuestro templo parroquial, en estos años, aunque desconocemos la ubicación en la parroquia de estos dos últimos. A mediados de siglo, Sobre 1848, y siendo párroco y arcipreste Antonio Rodríguez Zapata y por tanto bajo su autoridad, se volvió a incrementar el El altar que ocupó la Divina Pastora entre patrimonio de la parroquia, con la llegada de otra 1842 y 1901, año que se inauguro el imagen de talla, representando a la Virgen Asunta camarín. Este altar, llamado de San que fue colocada en el hueco del antiguo Antonio, perteneció al convento de Aguas Santas de Villaverde del Rio, y le fue manifestador del retablo mayor, como ya dejamos concedido a la hermandad pastoreña por la apuntado en un anterior capítulo. Como dijimos, autoridad eclesiástica tras la exclaustración esta imagen de la Virgen desplazó a la que allí se de 1835. encontraba, que no debió ser otra que la célebre talla de Ntra. Sra. de la Granada, por aquellos años reubicada en otro lugar del templo, a los pies concretamente, donde se le construyó un retablo de estética neoclásica, diseñado por el artista de Villaverde del Río Antonio Torres. En el retablo del altar mayor, junto a las antiguas imágenes de Santa Ana, San Roque, San Benito y Santa Catalina y — junto al relieve de la Asunción de la Virgen y a las nuevas imágenes de San Juan y los santos Justo y Pastor, quedaría incorporada a mediados del siglo XIX esta otra imagen de la Asunción, cuya aparición no sería ajena a la creación, unos cuarenta años antes, del rosario de señoras de este mismo título. El catedrático de Historia del Arte José Hernández Díaz afirmó de esta imagen que es obra del siglo XVIII, y según le oímos contar directamente al periodista local Manuel Naranjo Ríos, provenía de Carmona y pudo pertenecer al altorrelieve un retablo de la iglesia jesuita de San Teodomiro que tras la expulsión de los jesuitas, se convirtió en sede de la parroquia del Divino Salvador de esa ciudad, cuyo anterior templo estaba en ruinas. Otra versión de la procedencia de esta nueva imagen, según fuentes de la propia hermandad que actualmente le da culto, es la que la considera procedente de la iglesia 18 Estudio histórico, artístico y devocional de la Iglesia Parroquial de Cantillana
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de Regina de Sevilla, suponemos se refiere a la del antiguo convento dominico de ese nombre, extinguido con la desamortización de Mendizábal, demolido posteriormente y que estuvo ubicado en el enorme solar del Mercado de la Encarnación donde hoy se erige el polémico Metrosol Parasol. Detenemos esta crónica en 1850. Del estado de nuestra parroquia y de algunos hechos acaecidos en la segunda mitad del siglo XIX, relacionados con la misma, tratará la siguiente parte.
Reglas de la Cofradía de San Roque, fundada el año de la epidemia en la parroquia. Su imagen se veneraba en una hornacina del altar mayor y sus cultos empezaban el 16 de agosto, con función y procesión, para concluir el día 25.
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Capítulo V Pleitos, suspensiones y auges rosarieros Continuamos la crónica de nuestra parroquia, ocupándonos en éste capítulo de su situación en la segunda mitad del siglo XIX. El año 1850 será testigo de incidentes y pleitos entre los dos rosarios femeninos: el más antiguo, el de la parroquia o de la Pastora, y el que, hacía ya cuarenta y tres años, se había fundado en la iglesia de San Bartolomé, titulado de la Asunción. La prioridad de paso por las calles cuando coincidían ambos rosarios, que entonces procesionaban todos los domingos y demás solemnidades, y la aspiración del más reciente por realizar sus funciones en la iglesia parroquial ante la negativa del de la Pastora, estarán principalmente entre los motivos de estos célebres enfrentamientos que aún se recuerdan en Cantillana. Las propias autoridades civiles y eclesiásticas tuvieron que tomar parte en el asunto y adoptar medidas tan drásticas como la de suspender a las dos congregaciones que llevaban algún tiempo "atajando" sus diferencias a farolazo limpio. Años antes, el Cardenal Cienfuegos había ordenado que cada rosario saliese acompañado de su respectivo capellán para mantener el orden, y que no saliesen simultáneamente sino que guardasen el turno más estricto. Estas medidas pacificaron los ánimos algún tiempo, y tanto, que los dos rosarios, habiendo calmado la animosidad, suplicaron al mismo Sr. Cardenal que les permitiese salir como antes, a lo que accedió, pero la paz fue momentánea y de nuevo creció tanto la enemistad que faltó poco para causar escándalo gravísimo. El cardenal Romo, habiendo tenido noticias de que, en los días 15 de agosto y 8 de septiembre, en los que celebran sus fiestas principales los dos rosarios de mujeres establecidos en esta villa, acompañan músicos al coro de aquéllas y que el regreso de los mismos rosarios a sus respectivas iglesias se verifica entrada ya la noche, mandó en El Rosario de la Divina Pastora, primer rosario publico de Señoras abril de 1850, para evitar los que se instituyó en la Villa de Cantillana. desordenes que ocasionó la afluencia de gente (a estos rosarios) con motivo de la música y recorrer parte de la estación de noche, que en lo sucesivo se abstuviesen de regresar después del toque del Ave María y de acompañar con músicos al coro de mujeres. No debió solucionar mucho la disposición pues al poco estos y aquellos desórdenes llegaron a más, hasta el punto que Palacio ordenó ese año la suspensión total de los rosarios, situación que se prolongaría durante 10 años.
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No impediría en cambio esta medida, que llegado el 8 de septiembre, fiesta principal de la Divina Pastora, los cantillaneros pudieran celebrarla como siempre o si cabe más que nunca, pues aquel año y durante los restantes en que estuvo suspendida su hermandad, la imagen de la Pastora venerada desde el siglo XVIII en nuestra parroquia, sí saldría en procesión triunfal, recorriendo con un inusitado fervor las calles de su pueblo, tal como lo ha venido haciendo, sin interrupción alguna, desde aquella lejana fecha hasta hoy. Sin insignias ni cortejo ni orden aparente, que con toda propiedad se puede afirmar aquí que la sacó el pueblo, no una determinada institución, de ahí sus peculiares características luego adoptadas por otras procesiones locales. Se constata por tanto, que el periodo de suspensión de los rosarios no afectó negativamente a la arraigada devoción pastoreña de Cantillana, sino más bien todo lo contrario. Esta anómala situación, la consolidaría aún más -así ocurrió con la fiesta mayor del día 8-, de ahí que no extrañe que pasados nueve años desde la prohibición del cardenal, fueran la mayordoma y hermanas del rosario de la Pastora, las primeras que solicitasen de la autoridad eclesiástica el levantamiento de la suspensión y el restablecimiento de esta antigua devoción de acompañar a la Divina Pastora en el rosario. Después de la autorización para hacerlo se verificaron dos salidas, muy edificantes, pues que a su gran concurrencia, de 300 ó 400 personas, acompañó el mayor orden, compostura y devoción. Pronto, las hermanas de la otra congregación suspendida requerirían lo propio. El prestigioso y letrado Antonio Rodríguez Zapata, por aquel entonces arcipreste y párroco de Cantillana, como vimos en el capítulo anterior, informará a palacio a finales de 1858, de la situación de los dos rosarios de señoras mujeres de la villa, y del deseo de ambos por volver a procesionar, a lo que el Sr. Cardenal accede con la precisa e indispensable condición de que en un mismo día no han de salir los dos. Por ello autoriza al arcipreste y párroco para que, de acuerdo con las personas que representan las dos congregaciones, señale definitivamente los días en que cada una debe salir.
La Divina Pastora en su paso, preparada para su procesión la noche del 8 de Septiembre, Su procesión sin insignias ni cortejo fue modelo para otras corporaciones locales.
El 23 de marzo de 1859 se notifica el auto por el cual, el arcipreste Rodríguez Zapata, después de entrevistarse con las representantes de los rosarios, señala para su salida en el discurso del año, una semana a cada cual, turnando entre sí; y que, mediante a ser la señora mayordoma, y hermanas de la Divina Pastora las que han solicitado y obtenido la autorización, estas empezaran desde luego el turno establecido.
No terminaron con esto, ni mucho menos, los escándalos y disgustos, y dos años después, en diciembre de 1860, volvieron a ser suspendidos los rosarios, esta vez por cuatro años y a
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instancias del poder civil, por petición expresa del alcalde de Cantillana al gobernador eclesiástico. Ya por estos años se habían extinguido algunas de las otras cofradías y hermandades establecidas en la parroquia, como la antigua de Nuestra Señora del Rosario, o la de San Roque. Continuaban, pero no con el mismo esplendor de otras épocas, la Cofradía Sacramental y la de Ánimas. La hermandad de la Divina Pastora, en cambio, era definida entonces -1882- por el conocido cronista sevillano Alonso Morgado, como de las más célebres, fundada en 1720 y señalándose desde su instalación hasta nuestros días por su fervor y entusiasmo religioso de entre todas las demás que hay noticias. Esto se cumplía no solo con respecto a las demás hermandades Pastoreñas, sino también con el resto de hermandades locales, establecidas o no en la Iglesia Mayor, tales eran el florecimiento, actividad e influencia del rosario y devoción de la Pastora. El propio arzobispo de Sevilla, el cardenal fray Joaquín Lluch y Garriga, se inscribió en la hermandad, le concedió indulgencias, y fue nombrado por esta, Hermano Mayor Honorario en 1882. Se conserva un inventario de 1884 en el que se describe la situación de los retablos, imágenes, cuadros, y ornamentos del templo parroquial y del que extraemos algunos datos curiosos como la ingente cantidad de pinturas en lienzo que atiborraban sus paredes o el ajuar del antiguo retablo de la Divina Pastora, traído, como vimos, desde el Convento de Aguas-Santas de Villaverde -tenía ara, lienzo, mantel y ules; seis candeleros grandes, cruz, atriles; dos candeleros más pequeños de metal, cuatro de hierro; dos lámparas de metal blanco, dos arañas de cristal, y cinco cuadros de indulgencias. Llama también nuestra atención la descripción de los estantes situados en la capilla bautismal donde se guardan los faroles y otros objetos pertenecientes a la asociación de la Divina Pastora. Posteriormente este anaquel, reformado y con acceso por la zona del coro, seguiría durante todo el siglo XX albergando las insignias pastoreñas, que actualmente pueden contemplarse en el mismo lugar gracias a la puerta acristalada y moldurón de caoba que se le colocó en 1998. Entre los aumentos del patrimonio artístico y litúrgico de la parroquia, en esta época, cabe citar la adquisición de una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, con diadema de plata, que se colocó en el retablito neoclásico -construido sobre 1850-, de Ntra. Sra. de la Granada, pasando esta de nuevo al retablo del Altar Mayor, pero ahora a la hornacina lateral que ocupaba la imagen de San Benito, y éste a un hueco que había en el altar de San Pedro. También fue colocada en la torre una nueva campana que pesó 380 kilos, fundida en Valverde del Camino por don Julián Ruiz Lavín, con licencia del Excmo. Sr. Arzobispo y que se bendijo y colocó el 16 de diciembre de 1890. El inicio del nuevo siglo traería consigo una visita muy especial a nuestra parroquia y algunos cambios en la distribución de retablos, motivados por la construcción del camarín de la Divina Pastora en 1901. De ello y del trágico episodio de la profanación, saqueo y quema del templo aquel tristísimo 26 de julio de 1936, se ocupará entre otras cosas la próxima parte de este relato sobre la iglesia pastoreña.
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Capítulo VI Un camarín para culminarla, una noche para destruirla
La Divina Pastora en su camarín, construido a comienzos del siglo XX y que vino a culminar el patrimonio artístico y espiritual de la Parroquia.
Esta séptima parte va a tratar los acontecimientos más destacados en la parroquia de Cantillana durante el primer tercio del siglo XX. El de 1900 será también un año especial en la historia de nuestro templo. Recibe la visita insigne de un arzobispo hispalense, hecho poco común en la época, pues seguramente habría que remontarse muchos años atrás, incluso siglos, para tener constancia de la presencia en Cantillana de un prelado. Se trata de la célebre visita de don Marcelo Spínola y Maestre a las fiestas mayores de la Divina Pastora, a las que fue invitado por su hermandad, muy querida y estimada siempre por los arzobispos de Sevilla. De los pormenores de la presencia de Spínola en nuestro pueblo los días 7, 8 y 9 de septiembre de aquel año, ya se ha informado detalladamente en otras ocasiones (véanse el opúsculo La Divina Pastora y el Cardenal Spínola, editado por la hermandad de la Pastora en 1987 y el artículo en la revista Cantillana y su Pastora, nº 5 de septiembre de 2000) De esta visita inusual -máxime si se tiene en cuenta la categoría del personaje, que alcanzó la gloria de los altares al ser beatificado en 1987- y que supone una de las páginas de oro de la 23 Estudio histórico, artístico y devocional de la Iglesia Parroquial de Cantillana
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historia de la hermandad pastoreña, nos interesan especialmente en esta ocasión, al hilo de nuestro relato, las consecuencias derivadas de ella, algunas bastante relevantes. Por un lado, se reforzaron aún más los vínculos de la hermandad con la autoridad eclesiástica y especialmente con la sede arzobispal con la que siempre mantuvo buenas relaciones. Cabe destacar que Spínola fue nombrado, como había ocurrido con el cardenal Lluch Garriga en 1882, Hermano Mayor Perpetuo, ejerciendo el cargo efectivamente, firmando y autorizando los acuerdos y las cuentas y demostrando una verdadera solicitud y paternal amparo a la institución. Por otro lado, y como consecuencia de esto, la hermandad recibió la autorización del prelado para la construcción en la parroquia de un camarín y nuevo retablo en el que colocar la imagen peregrina de la Divina Pastora con mayor decoro y esplendor. De todo este interesante proceso y de sus artífices pueden encontrar los lectores información detallada y rigurosa en el artículo de Francisco Manuel Duran Gallardo titulado Para que perpetuamente esté en él la Divina Pastora. El legado de Spínola y de la familia Palazuelos-Morillas, publicado en el número 6 de la revista Cantillana y su Pastora, en septiembre de 2001.
Imagen de San José, destruida durante la guerra civil y que presidia su propio retablo en el lugar que actualmente ocupa María Auxiliadora.
Para la construcción del camarín en 1901 fueron precisas obras y cambios de retablos y elementos del templo parroquial que detallamos a continuación: El lugar elegido para la edificación de la nueva capillacamarín fue el que ocupaba un edificio o dependencia anexa a la iglesia situada a la izquierda de la puerta del Palacio, que pertenecía a la Hermandad Sacramental, y donde se guardaban el monumento y otros enseres de esta cofradía. En el interior, este tugar se correspondía con el espacio que ocupaba el retablo de las Ánimas Benditas, que aparece ya documentado en este sitio en los libros de visitas del siglo XVII. Estaba formado por un gran lienzo pintado al óleo con el tema de las Ánimas del Purgatorio suplicando la Misericordia Divina, y se enmarcaba en un artístico marco barroco tallado y dorado. Hubo entonces que demoler la sala contigua de la Sacramental ya referida y, para abrir el hueco o vano en la pared del templo, desmontar la mayor parte del retablo de Ánimas, cuyo marco permaneció en el mismo lugar reaprovechándose para retablo del camarín, mientras que el
La Imagen de la Virgen de la Granada que hasta 1848 presidio la Parroquia, atribuida a Jorge Fernández Alemán y también destruida en el 36.
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lienzo fue trasladado al testero que ocupaba el retablo de la Virgen del Rosario, detrás de la tribuna del órgano parroquial, justo en el sitio que hoy ocupa el altar del Crucificado de la Misericordia. La mencionada Virgen del Rosario, por su parte, sería colocada en el retablo que había ocupado hasta ese momento la Divina Pastora, del que ya hablamos en su momento, pasando la Pastora al nuevo y precioso camarín que fue enmarcado por un retablo formado por el antiguo marco de las Ánimas y otros elementos arquitectónicos añadidos de madera tallada y dorada. El interior del camarín fue decorado con las pinturas del ilustre Ricardo López Cabrera, quien recreó el paisaje local rodeando la imagen de la Virgen e integrándola perfectamente junto al pequeño risco donde se eleva. Parece que estas novedades y cambios, pero seguramente mucho más, la cierta sensación de privilegio de la hermandad Pastoreña con respecto a otras y de su influencia en Palacio, no debieron gustar mucho a las componentes del rosario y hermandad de la Asunción, dada la notoria rivalidad entre ambas congregaciones, y según se pone de manifiesto en documentos posteriores. Un posible complejo de inferioridad en unas y una actitud altiva y orgullosa en otras, hicieron que pasados algunos años la enemistad creciera tanto y se enrarecieran los ánimos hasta el punto de registrarse enfrentamientos por pleitos que nos recuerdan a los históricos de principios del XIX, cuando surge la hermandad de la Asunción, y los que se produjeron en torno a 1850. Una nueva suspensión de ambas congregaciones y la prohibición expresa de realizar cultos durante algunos meses volvió a imponerse como medida correctiva de la autoridad eclesiástica.
La Imagen de la Inmaculada Concepción también fue pasto de las llamas, presidia un gran retablo frente al de la Divina Pastora y fue titular de una cofradía.
La preciosa Imagen de la Virgen del Carmen también fue destruida, fechada a finales del siglo XVIII era atribuida a Bautista Patronne.
La mecha la encendió el cierre de San Bartolomé por obras en 1907. El rosario de la Asunción solicitó el 11 de noviembre celebrar su novena de ánimas en la parroquia, a lo que Palacio accedió con la condición de que las insignias abandonaran el templo inmediatamente finalizada la misma. Fue orden superior dada por el arzobispo, que el señor cura párroco anunció desde el púlpito y que las asuncionistas, como en otros casos, no cumplieron, pues terminada la novena en sufragio de sus difuntos ni han salido como de costumbre ni han retirado sus insignias, a pesar de mis insistentes ruegos, dirá el párroco, Pedro Daniel Gallardo, en una carta fechada el 25 de noviembre de aquel año. Los ánimos están excitadísimos de una y otra parte, dirá en la misma carta, hecho que es fácil constatar porque, fechadas cinco días 25 Estudio histórico, artístico y devocional de la Iglesia Parroquial de Cantillana
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después, existen en el archivo de Palacio otras dos cartas extensas, una de la hermandad de la Pastora quejándose de que hacía ya muchos días que las insignias de la Asunción seguían en la parroquia con gran escándalo del pueblo fiel y que la orden tan rectamente dada por el Arzobispado no se había cumplido, y otra de la parte contraria, en la que se denunciaban las postergaciones y vejámenes que, resignadas, venían sufriendo por los señores curas impuestas por presión de las hermanas de la Divina Pastora y suplicaban a S.E.R. se dignara a disponer que las insignias de la Asunción se custodiasen en la iglesia parroquial y no se les prohibieran [allí] los actos de culto a su titular. En otra desesperada carta de la mayordoma de la Asunción a Palacio fechada a primeros de diciembre de ese 1907 llegamos a leer cosas tales como que en la iglesia todos, desde el cura hasta el monaguillo, son de la Pastora... o que las de la Pastora tienen casa alta con los curas porque son ricas. Entre otras temerarias expresiones.
Estado en que quedó, tras el saqueo, el relieve del Misterio que da título a la parroquia, situado en la parte superior del retablo mayor.
Lo cierto es que poco tiempo después, Palacio dispone que ambas hermandades se abstengan de realizar acto alguno de culto. Prohibición que se prolonga varios meses, hasta octubre de 1908, afectando a las fiestas principales de cada una, que ese año quedaron suspendidas -aunque no del todo, porque veamos lo que ocurrió...
A finales de agosto, ante la ausencia de cultos en la festividad de la Asunción, los pastoreños, la mayoría de los vecinos de esta villa, temiéndose lo peor, se dirigen en manifestación al Ayuntamiento para solicitar que, a pesar de la prohibición sobre la hermandad, se autorizase sacar en procesión la imagen de la Divina Pastora como desde tiempo inmemorial venía haciéndose la tarde del 8 de septiembre. Es lo que leemos en el documento remitido el 25 de agosto por el alcalde de Cantillana, Antonio Pérez, al gobernador eclesiástico de Sevilla. Algunos días más tarde, un grupo de comerciantes cantillaneros vuelve a solicitar del arzobispo les autorice para salir en procesión con tan venerada imagen en dicho día 8 con independencia absoluta de la hermandad de señoras a que Aquélla pertenece. Es de suponer que, aun habiendo pasado su fecha, los asuncionistas, teniendo noticia de estas peticiones se animaran a solicitar también la procesión con su imagen, que por aquel entonces era la de vestir actualmente expuesta en San Bartolomé, puesto que tras algunas gestiones realizadas personalmente y sobre el terreno por el vicario general, el arzobispo decreta el 6 de septiembre una pintoresca resolución que hoy se nos antoja imposible: se autoriza la procesión de la Divina Pastora el 8 de septiembre como siempre, pero además se autoriza también una procesión con la referida imagen de la Asunción para la que determinó como fecha el 7 de septiembre, víspera de la Pastora...
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Con los ánimos algo más apaciguados continúa el siglo XX en la parroquia. Se colocarán dos nuevos altares, el del Corazón de Jesús y el de María Auxiliadora, según se desprende de un inventario fechado en 1922 y que es una copia actualizada del inventario parroquial realizado en 1890. Esta extensa relación de altares, imágenes, cuadros, ornamentos, etcétera nos da idea del inmenso y rico patrimonio de nuestra iglesia mayor, atesorado durante siglos y costeado por la devoción del pueblo y el mecenazgo de la aristocracia de Cantillana. Un valioso patrimonio, artístico y espiritual, que pronto estaba predestinado a perecer destruido pasto de las llamas del odio, la incultura y la barbarie, alentadas por las injusticias sociales de la época. Se trata del más triste y negro episodio de la historia de la parroquia pastoreña: el saqueo y profanación de la que fue objeto en 1936, en el contexto de la Guerra Civil, por parte de un grupo de exaltados y anticlericales, la mayoría de ellos forasteros. Para describir lo ocurrido la trágica noche del 26 de julio de aquel año copiaré las palabras usadas para hacerlo del periodista local Manuel Naranjo Ríos, ya fallecido, y que conoció los hechos de primera mano. [...] La campana de la torre parroquial sonó de un modo siniestro. No era el tañer familiar de la misa primera pues estaba prohibido el toque de campanas y todo culto por el Gobierno sectario del Frente Popular. Ni siquiera estaba el Señor en el tabernáculo, que una familia piadosa había trasladado a su casa con gravísimo riesgo. Al filo de las tres de la madrugada, un tumultuoso grupo de hombres arrebató al sacristán las llaves del templo y abrió sus puertas de paren par y con furia iconoclasta, satánica, se dedicó a destruir los tesoros y objetos de culto acumulados por la piedad del pueblo durante varios siglos.
Aspecto del interior del templo parroquial totalmente desalojado de retablos, imágenes y demás elementos suntuarios.
En España había muchas destrucciones de templos. Pero pocas tan refinadas como la de Cantillana. De los 18 retablos existentes no quedó un solo rastro en pie; sólo las paredes desnudas y descarnadas. Más de 50 imágenes de talla fueron pasto del fuego y ardieron en aquella horrible noche de estío en el barranco cercano, a la puerta meridional llamada del Palacio. Las esculturas o retablos que no se quemaron fueron arrastradas por el río. El maravilloso retablo del altar mayor fue desmontado pedazo a pedazo con cuerda y picos en un trabajo agotador de muchas horas digno de mejor empleo. [...] Perecieron muchas obras de arte que
Otro aspecto del interior de la Parroquia tras el saqueo, se observa la anterior ubicación de la tribuna del coro.
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eran orgullo y ornato de la hermosa fábrica parroquial. Algunas de ellas desaparecieron sin dejar rastro alguno. Tal fueron la custodia, de plata cincelada, y las insignias de la Hermandad Sacramental. [...] Todo el templo quedó convertido en un informe montón de escombros, astillas, trozos de hierro... y de los más diversos y sacros objetos mutilados que hacían intransitables las espaciosas naves durante siglos acogedoras sólo de la oración y de los cultos sagrados. De providencial se debe calificar el hecho de que la imagen de la Virgen más venerada en Cantillana, la Divina Pastora, no fuera destruida ni profanada gracias al celo de su hermandad y a la prudente actuación del sacristán de la parroquia, Francisco Rivas Pérez, su hijo Cándido y Manuel Núñez El Borro, los tres destacados pastoreños. Estos, durante una madrugada del mes de febrero, la retiraron providencialmente, sacándola de su camarín junto a su fiel oveja y depositándola en una casa en el hueco de una chimenea, que provisionalmente le sirviera de hornacina, quedando tapado hasta que las circunstancias permitieran poder presentarla nuevamente a sus devotos. El domicilio en cuestión era el de las hermanas Rivas, parte en la actualidad de la casa de hermandad. También se salvó de la furia iconoclasta otra imagen de la Virgen que con el título de Nuestra Señora de la Asunción se hallaba, desde 1845 aprox. en una hornacina del altar mayor como ya vimos en su día. Fue igualmente sacada del templo unos meses antes de la catástrofe por José Arias Olavarrieta, quien la trasladó a su domicilio de Sevilla, aprovechando esta circunstancia para someterla a la primera fase de una profunda remodelación que tendría otras fases al cabo de los años, fruto de las cuales es su aspecto actual. De cómo fueron devueltas al culto ambas imágenes y de la restauración del templo y reposición de altares y ornamentos, así como de su reapertura, su situación y acontecimientos acaecidos en el mismo desde finales de los años 30 hasta 1990, versará la próxima entrega de esta crónica.
La Parroquia desde la Plaza del Palacio, lugar donde las imágenes y retablos de la Iglesia fueron pasto de las llamas.
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Capítulo VII La reposición del patrimonio parroquial en los duros años de la posguerra Deteníamos la sexta parte de esta serie de artículos en la fecha fatal del 26 de julio de 1936, cuando un grupo de exaltados anticlericales profanaron nuestro templo parroquial y destruyeron sus valiosas imágenes sagradas, retablos, cuadros y ornamentos, en el que sin duda ha sido uno de los días más tristes en toda la vida de este pueblo.
La devota Imagen de la Divina Pastora en el retablo provisional construido tras la guerra civil y que actualmente se encuentra en la Ermita de los Pajares.
Recordábamos también cómo, gracias a Dios, ni el Santísimo Sacramento, ni la imagen veneradísima de la Divina Pastora fueron objeto del odio y la incultura de aquellos bárbaros, ya que fueron retirados prudentemente del culto y escondidos con antelación. Ocurrió lo mismo con otras de las imágenes del templo, como la de la Asunción, cuyo culto empezaba a formalizarse por aquellos años y hoy encauza la devoción de la hermandad del mismo título. Más adelante nos detendremos en la remodelación de la que fue objeto esta imagen después de la guerra, y que le otorgó en gran medida el aspecto que ahora presenta. También las insignias históricas y valiosas del Rosario de la Pastora: Simpecados, Cruces de Guía y faroles, que se guardan desde la fundación en la parroquia, se salvaron de la destrucción al haber sido retirados de ella con suficiente antelación y ocultados en la casa de doña Pastora Solís, camarera de la Virgen.
Retomamos el relato y nos situamos en el verano de aquel trágico año, con la parroquia arrasada, y arrasadas también muchas familias. En este contexto, el día después de que las tropas del Movimiento Nacional tomaran la población, concretamente el 31 de julio, en la casa número 4 de la actual plaza del Corazón de Jesús, ante la emoción y el llanto de muchos cantillaneros, fue extraída del hueco de chimenea donde se ocultaba, la imagen bellísima de nuestra Pastora y presentada a sus devotos, desarrollándose escenas impresionantes y desfilando todo su pueblo, sin distinción de clases ni ideas políticas, tan exacerbadas en aquellos angustiosos momentos, rindiéndosele el homenaje de amor más profundo que se haya visto, besándole la mano y expresando los más sinceros sentimientos de gratitud y perdón, pidiendo por los muertos y los desaparecidos, los que aún luchaban y por la patria entera, sumida en una guerra entre hermanos. Refieren las crónicas de aquel día, que un lazo con los colores nacionales fue colocado en las manos de la Virgen como símbolo elocuente y lleno de esperanza y que las tropas nacionales al
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mando del Capitán Gonzalo Briones, con él a la cabeza, participaron en este espontaneo besamanos. La Divina Pastora fue llevada posteriormente a la iglesia de la Misericordia y devuelta allí al culto. La parroquia presentaba un aspecto desolador: el suelo plagado de trozos de retablos, imágenes y demás; las paredes, desnudas; los enterramientos, profanados; y en el camarín de la Pastora, joyel de la devoción mariana de este pueblo, pintadas sacrílegas sobre el bellísimo paisaje de López Cabrera. Con este panorama llegan las fiestas. Las de agosto apenas se celebraron -el día 15 sólo salió el rosario de la Asunción desde la iglesia del antiguo convento-, y las de la Pastora, en septiembre, se nos antojan las más tristes de toda la historia. Aspecto del interior de la Parroquia en 1938
La novena pastoreña se celebró en la tras su restauración, destaca en el coro bajo la Misericordia, colocándose un pequeño dosel sillería que vino de Carmona, actualmente desaparecida así como el pulpito y su tornavoz celeste para la imagen, de allí salió también el barroco. rosario, pero llegado el día grande, el 8, su fiesta principal, y aún estando desmantelado el templo parroquial la hermandad no dejó por eso su fe y tradición y acordó sacar en procesión a su Divina Pastora, que salió por la tarde y de la Iglesia, en donde fue llevado su paso, bendiciéndose el sitio que ocupaba por el Sr. Cura D. Jerónimo Ramos Feria. Su recorrido fue de verdadero fervor y de penitencia, porque la tragedia que se cernía sobre nuestra Patria era desconsoladora, regresando a la Iglesia y llevada nuevamente a la Misericordia, siendo acompañada en su procesión por la Banda de Música de Villanueva del rio y Minas.(Cantillana, a 16 de septiembre de 1936. Extraído del libro de cuentas de la hermandad). Como podemos constatar la Virgen, puntual a su cita anual, salió en procesión, como siempre, de la parroquia, para recorrer con más emoción y fervor, si cabe, que nunca las calles de un pueblo deprimido que ponía en ella toda su ilusión. Días después, el periódico narraba cómo fue aquella procesión insólita y desgarradora: Este año ha salido la Pastora de una manera anormal; lo ha hecho a media tarde para poderla recoger antes de que llegasen las negruras de la noche; las campanas de su torre no han podido repicar; sus escoltas han sido boinas rojas y gorros azules, amapolas de la fe en el campo celeste de los victoriosos falangistas españoles; las coplas que se entonaban durante la procesión eran himnos guerreros. La Virgen llevaba en la mano derecha, como única alhaja, una cinta con los colores benditos de la bandera española. La Patria en manos de la Virgen, así debió ser siempre y se hubiera evitado la tragedia. La emoción este año ha sido diferente de los años anteriores; se conmovían las personas al encontrarse sus miradas; quien no lloraba era porque ya no le quedaban lágrimas; se confundían el sentimiento de la Patria con el de la fe, y como expresión de un solo sentir se gritaba: ¡Viva España de la Pastora Divina! ¡Viva la Pastora divina de España! (ABC de Sevilla, 29-10-1936).
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La elocuencia de estas palabras y los hechos que las justifican nos demuestran una vez más que la Divina Pastora es la gran devoción mariana de esta villa, su imagen, la más venerada y también, tras el saqueo de la parroquia, la más antigua que recibe culto en este templo mayor de Cantillana. Para devolverla a su camarín de la parroquia fue necesario adecentar las semidestruidas pinturas de Ricardo López Cabrera, labor que hizo en 1937 el notable pintor José María Labrador, incorporando un nuevo paisaje de Cantillana semejante al anterior y respetando el cielo y gloria de ángeles originales. El camarín se enmarcó con un retablo provisional confeccionado con trozos de otros retablos y un pabellón con telas encoladas. Es muy interesante una octavilla conservada en el archivo de la hermandad de la Pastora y que editó la parroquia en julio de 1937 justo al año de la profanación del templo, en la que se convoca al pueblo de Cantillana a desagraviar los horribles sacrilegios cometidos, con diversos actos de culto como la exposición del Santísimo Sacramento durante 24 horas, procesión eucarística al amanecer, Santa Misa durante los momentos en los que se llevó a cabo el saqueo, y para finalizar rezo de la Estación y del Santo Rosario, canto del Trisagio, Bendición y Reserva. Ello nos da idea de que comenzó sin demora la ardua tarea de la reconstrucción y la reapertura al culto de la iglesia. Además de las dos imágenes de la Virgen mencionadas, se pudo salvar muy poco: el relieve descuartizado del último cuerpo del anterior retablo mayor, un crucificado denominado de las Misericordias del retablo de la Inmaculada y, eso sí, muchos pedazos de imágenes y retablos. Por ello, con autorización del Arzobispado, se trajeron desde Carmona, desde la iglesia de Santa Ana del ex convento dominico y del Salvador, dos valiosos retablos, el del altar mayor y el del Sagrario respectivamente, este último con restos en su parte central de un importante retablo de Jerónimo Hernández. Asimismo, se trajeron de allí imágenes (la de la Inmaculada, entre ellas o las de los tristemente famosos ángeles lampareros del altar mayor), un órgano, una sillería de coro y otros objetos para reponer en parte cuanto se había destruido. Entre las personas que más contribuyeron a esta causa estaban el párroco, Jerónimo Ramos Feria, el académico de Bellas Artes y miembro de la Comisión Diocesana de Arte Sacro, José Hernández Díaz y su amigo el cantillanero José Arias Olavarrieta, gran amante del arte, quien tras su matrimonio con Rosario Solís, había visto incrementado su limitado patrimonio con parte del importante capital de la familia Solís, otrora en manos de Pastora Solís, esa pastoreña histórica y ejemplar que murió sin descendencia. Con parte de ese dinero y con las numerosas aportaciones en metálico y en oro de todo el pueblo, y sobre todo de las familias más pudientes, se acometieron estos trabajos de traslado, reposición, restauración y embellecimiento de retablos, altares e imágenes en aquellos difíciles años inmediatos a la guerra.
El traslado del retablo mayor de Santa Ana de Carmona fue solicitado primeramente por una hermandad, la de la Asunción, que aunque no reside en la parroquial ha deseado siempre adquirir terreno y vínculo con ella con el pretexto del título. A la hermandad le fue denegado por el Arzobispado que, en cambio, sí autorizó el traslado cuando lo requirió el párroco en 1937. Por ello, causa cierto estupor y no hace honor a la verdad histórica el hecho de que haya 31 Estudio histórico, artístico y devocional de la Iglesia Parroquial de Cantillana
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todavía quien sin escrúpulos, incluso a la hora de adulterar documentos, como la falsificada memoria de don Jerónimo Ramos, adscriban la obra a sus expensas -“dada la penuria económica de aquellos años de posguerra”- y a su nombre y pretendan hacer propio lo que entonces fue obra colectiva y hoy patrimonio de todos. Lo deja claro el decreto del vicario general del 8 de julio de 1999: No se puede aceptar la petición [de la Hermandad de la Asunción] de reconocimiento de la propiedad sobre el retablo mayor de Nuestra Señora de la Asunción y otros elementos ubicados en el templo, porque no tiene fundamento jurídico cierto. El retablo no se puede decir que sea propiedad de la hermandad, porque el vicario general que autoriza el traslado desde la iglesia de Santo Domingo de Carmona no podía disponer de la propiedad del mismo. Lo que hizo fue depositarlo y trasladarlo a la iglesia parroquial de Cantillana […]
Aspecto del actual retablo mayor cuando se encontraba en la Iglesia de Santa Ana de Carmona y actualmente en su ubicación definitiva.
Algunos años tardaría el templo en recobrar algo de su antiguo esplendor, causa a la que también contribuyó el traslado desde la iglesia del extinguido convento de San Francisco de Cantillana, sito en la calle de su nombre, de todos sus retablos e imágenes, proceso que culminó en 1955 con el traslado, restauración y ampliación del retablo mayor del referido convento, que provenía a su vez del histórico convento franciscano de San Francisco del Monte y que fue colocado en la parroquia para enmarcar definitivamente el altar y camarín de la Divina Pastora. Los demás retablos traídos del convento fueron el de la Inmaculada de los franciscanos, hoy colocado en la nave del evangelio, frente al altar de la Pastora; el de San José, con su imagen de talla, que quedó ubicado en la cabecera de la nave de la epístola; el altar de san Antonio de Padua, colocado a los pies del templo con la imagen de Santa Teresa y el del Santo Cristo de la Caridad, un retablito instalado a la izquierda de la puerta del Palacio, y cuya imagen titular es el pequeño crucificado de pasta, muy antiguo, que hoy se expone en el altar de San José. 32 Estudio histórico, artístico y devocional de la Iglesia Parroquial de Cantillana
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Como curiosidad, no queremos pasar por alto aquí a otra de las imágenes veneradas en la antigua iglesia de los franciscanos de Cantillana, concretamente la del devoto Cristo de la Agonía que si bien no fue trasladada a la parroquia sino a la ermita de la Soledad, posee una gran importancia por su devoción y culto -vinculado a las rogativas- y por su enorme antigüedad. Se trata actualmente de la imagen más antigua de Cantillana, fechable en el siglo XV o primer tercio del XVI y constituye un valioso ejemplar, de los pocos que se conservan, de los denominados Cristos de pasta de maíz, de probable ascendencia hispanoamericana, fruto franciscano de la Evangelización y de la fusión de culturas española e indígenas, así como del intercambio comercial con las indias. En relación a la imagen de la Asunción de la parroquia cabe destacar, como adelantábamos, que fue sometida en los años 40 a una profunda remodelación, llevada a cabo en Sevilla por el imaginero José Ribera, consecuencia de la cual es, en esencia, el aspecto con el que la conocemos: en genuflexión y con un minucioso y rico estofado en los ropajes. Así fue devuelta al culto y colocada en el nuevo retablo mayor, el traído desde Santa Ana de Carmona, reformado y agrandado con piezas del antiguo destruido. En la parte central se construyó una gran hornacina para colocar la referida imagen de manera más suntuosa que como estaba en el anterior retablo mayor, en el que ocupaba un pequeño hueco a gran altura desde mediados del siglo XIX, como explicamos en su día. En el ático del nuevo retablo se ubicó, no obstante, el antiguo relieve restaurado de la Asunción de María con los Apóstoles, perteneciente al anterior retablo destruido.
El retablo de la capilla del Sagrario también procede de Carmona, su parte central es de Jerónimo Hernández.
Aunque, muchas piezas de la importante platería de la Parroquia fueron destruidas o saqueadas en julio del 36, por suerte otras muchas fueron ocultadas, se salvaron y se conservan, tal es el caso de las cruces parroquiales, varios cálices y copones y otros enseres como los antiguos ciriales, hoy en paradero desconocido. Un juego de seis candelabros grandes y las sacras de plata del Altar Mayor, son otras piezas del patrimonio parroquial que fueron sustraídas en unas fechas determinadas e inexplicablemente se hallan hoy en manos particulares, siendo propiedad de la Iglesia Cantillanera, por lo que esperamos sean repuestas a sus verdaderos propietarios y a su correspondiente lugar de custodia y uso. Esta colección parroquial de platería fue incrementada con otros objetos de metales nobles pertenecientes al convento franciscano y algunos traídos desde Carmona, y completada con la donación a la Hermandad Sacramental de una valiosa custodia procesional de plata, de dos cuerpos por parte de Ana Solís Olavarrieta obra de Gabriel de Medina en 1950.
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Capítulo VIII La consolidación de las Fiestas Mayores y la última gran restauración En 1944 se establece en la iglesia parroquial el Redil Eucarístico de la Divina Pastora, promovido por el recordado capuchino fray Claudio de Trigueros, que tantas veces predicó desde el púlpito de este templo. Se agregó a la hermandad de la Pastora permitiendo el ingreso, por primera vez, de los varones como hermanos en la congregación. Su finalidad era la del fomento y culto de la Eucaristía en el marco de la devoción pastoreña. El Redil Eucarístico reavivó cultos pastoreños ya existentes como el triduo y función de la Madre del Buen Pastor en la Pascua, hoy en mayo, el Rosario de la Aurora y la Procesión Eucarística de la última noche de novena. Así mismo introdujo otros nuevos cultos, como la desaparecida Procesión Eucarística de Impedidos, en el triduo, o las primeras comuniones en el altar de la Pastora; y la ofrenda floral de los niños de primera comunión y de los niños vestidos de pastorcitos, que sí se mantienen. La década de los 50 traerá distintos acontecimientos de importancia para nuestra parroquia. En 1950, Pío XII proclamó como dogma el misterio de la Asunción de María, hecho que llenó de entusiasmo a todos los católicos y especialmente a los devotos de la Virgen. El Papa envió a la hermandad pastoreña una especial bendición apostólica con motivo de este especial año Santo Mariano y todo el pueblo celebró con entusiasmo esa proclamación en honor y gloria de Nuestra Señora.
El 30 de Septiembre de 1960, la Imagen de la Divina Pastora sale del templo parroquial para dirigirse en romerían al pago de los Pajares donde se bendice su santuario, levantado por todos los pastoreños.
Un año después, el 8 de septiembre, durante la Función Principal en la parroquial, esta hermandad hizo solemnemente protestación de fe en el credo y dogmas de la Iglesia y primera renovación del voto de creer y defender la Realeza Universal de la Santísima Virgen así como su Mediación en todas las Gracias, juramento que desde entonces vienen renovando cada año los varones de la hermandad, según la bella fórmula literaria que escribiera aquel 1951 el canónigo de Sevilla don José Sebastián y Bandarán.
El 30 de septiembre 1952 es una de la fechas más emblemáticas de la historia local y de esta parroquia, porque ese día sería punto de arranque de una fiesta que, pasados los años, se convertiría en la manifestación de religiosidad y devoción pastoreña más popular, multitudinaria y conocida de cuantas celebra Cantillana: la gran romería en honor de la Divina Pastora, que pone broche a sus Fiestas Mayores. La romería pastoreña no tardaría mucho tiempo en competir en importancia con la propia Fiesta Mayor del día 8 y las principales romerías andaluzas. La parroquial estaba llamada a ser, por supuesto, escenario destacado de esta nueva celebración; desde nuestro templo parte, y a él regresa, la triunfal 34 Estudio histórico, artístico y devocional de la Iglesia Parroquial de Cantillana
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comitiva romera que peregrina con la Divina Pastora al sitio de Los Pajares, cada último fin de semana de septiembre. En 1955, como ya se apuntó en el capítulo anterior, se bendice el nuevo retablo de la Pastora, confeccionado a partir del retablo mayor del ex convento franciscano de Cantillana y se trasladan a la parroquia, para inhumarlos ante esta peregrina imagen, los venerables restos del célebre místico franciscano Bernardino de Laredo, prestigioso farmacéutico del siglo XVI, custodiados hasta entonces en el antiguo convento. El Arzobispado de Sevilla concedió a la Hermandad de la Pastora la custodia de los huesos de tan insigne personaje.
Durante el triduo conmemorativo del CCL aniversario en mayo de 1970, la Divina Pastora fue expuesta en el Altar Mayor de la Parroquia en su carreta de plata.
La jurisdicción de la parroquia cantillanera contará a partir de 1960 con un nuevo templo adscrito, alzado en honor de la Divina Pastora: la ermita de los Pajares, bendecida en la romería de aquel año por el obispo José María Cirarda Lachiondo. El nuevo templo fue erigido durante cuatro años gracias a la piedad, devoción y aportaciones materiales de los cantillaneros, sus trazas se deben al arquitecto sevillano Aurelio Gómez Millán y para su bendición fue llevada, por primera vez, la imagen misma de la Divina Pastora en carreta de plata, lo que se viene haciendo cada cinco años desde aquella fecha. Llegamos así al año jubilar que en la hermandad pastoreña supuso 1970, al cumplirse y celebrarse por todo lo alto el 250 aniversario de su fundación. La parroquia estaba de fiesta y la Divina Pastora se colocó de forma extraordinaria en la capilla mayor para el triduo celebrado en mayo, causando verdadera admiración en un templete formado con su carreta de plata. Asistieron a estos cultos los obispos de Huelva y Jerez, el provincial de los Capuchinos, y el canónigo de Sevilla y Capellán Real José Sebastián y Bandarán. La función principal del 8 de septiembre la presidió el cardenal de Sevilla, José María Bueno Monreal, y los entonces Príncipes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía, recibieron en el Palacio de la Zarzuela a una representación de esta Real Hermandad y aceptaron los cargos honorarios de Hermano Mayor y Camarera de la Virgen. El estado ruinoso presentado por parte de la techumbre de la iglesia y el deterioro general del edificio hicieron que en 1989 el párroco, Manuel González Martín, y la junta pastoral decidieran cerrarlo al culto y emprender unas importantes obras de restauración que se prolongaron casi dos años. Para ello las que fue necesario trasladar todas las imágenes y enseres a los restantes templos de la localidad. La ermita de la Soledad, la Patrona, acogió a la parroquia en este periodo y allí fueron llevadas, en traslado privado, las imágenes de la Pastora y de la Asunción, y colocadas en altares portátiles en el crucero, a ambos lados del 35 Estudio histórico, artístico y devocional de la Iglesia Parroquial de Cantillana
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presbiterio. La Divina Pastora fue la última en abandonar la parroquia y la primera en regresar cuando, concluidas las obras, se ultimaba la preparación del templo para su reapertura solemne el 2 de junio de 1991, solemnidad del Corpus Christi. Al atardecer de ese día y con la asistencia de Carlos Amigo Vallejo, arzobispo de Sevilla, se celebró la procesión con el Santísimo Sacramento saliendo desde la Soledad y entrando en el remozado templo parroquial, donde llegada la Custodia, se procedió a la apertura y encendido y se desarrolló un acto en el que se explicó el proceso de las obras. Digna de elogio en muchos sentidos, fue la labor del referido párroco, Manuel González, que falleció en 2006 y que fue ejemplar en algunos aspectos, principalmente en la defensa del ámbito parroquial y su patrimonio frente a quienes pretenden continuamente monopolizarlo. Estos han puesto en boca de un ex párroco lo que nunca dijo; nosotros, en cambio, ponemos en boca de don Manuel unas frases que sí les repitió muchas veces: “el que manda en la parroquia soy yo; ustedes aquí no tenéis nada”, de las que fuimos testigo. Nuestra casa y nuestra parroquia iniciaba otra etapa de su larga vida, la que la sitúa en el nuevo siglo y milenio, y en la que profundizaremos en las siguientes partes de la historia de la parroquia pastoreña.
Durante las obras de la parroquia, la Imagen de la Divina Pastora fue venerada en la Ermita de la Virgen de la Soledad. En la fotografía, la vemos presidiendo su novena en 1990, ante la Imagen de la Patrona.
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Capítulo IX Miserias y esplendores de la historia reciente La última etapa de las que hemos decidido dividir el extenso relato de la historia de nuestra parroquia, abarca los años comprendidos entre la reapertura del templo tras su restauración en 1990 hasta la fecha emblemática de 2003 cuando la hermandad, pero también la parroquia y la villa pastoreñas, estaban de enhorabuena por la celebración del tercer centenario de la advocación de la Divina Pastora. Otras efemérides y aniversarios, así como acontecimientos de no tan grata memoria, han marcado este periodo reciente de 13 años, de gran intensidad en la vida de la parroquia Pastoreña. Comenzaremos por describir, grosso modo, el estado actual del templo y la situación de retablos, imágenes y ornamentos sagrados después de esta gran ultima restauraciónreforma acaecida entre 1990 y 1991.
Fray Carlos Amigo Vallejo, arzobispo de Sevilla, en la función conmemorativa del 275 aniversario de la fundación de la hermandad.
En esta ocasión, la intervención principal tuvo como objeto las techumbres que presentaban anteriormente un estado crítico. La construcción de un forjado de hierro, rasillones y hormigón armado sobre el antiguo forjado de madera, y la reposición, nuevamente, de las tejas, fue lo más destacado de la obra que también incluía el remozamiento de las tres portadas neoclásicas de la iglesia.
La situación interior del templo tras estas importantes reformas y su aspecto actual, con leves cambios respecto a aquella, la describimos a continuación:
En la Capilla Mayor se restauraron y doraron la mesa-altar mayor y el ambón. Así mismo se restauró la Cruz Parroquial de 1735 obra del platero Mesa. Se retiraron del culto en la parroquia diversas imágenes modernas de dudosa calidad artística, entre ellas la de la Virgen de Fátima, la Milagrosa, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, el Niño Jesús de Praga y san Antonio, todas de pasta, producidas en las fábricas catalanas de Olot. -- Se eliminaron varios cuadros pictóricos con el argumento de falta de mérito artístico. A pesar de ello si se mantuvo, inexplicablemente, un cuadrito situado a la izquierda del altar mayor en el que se lee: Altar Privilegiado Perpetuo, privilegio este relacionado con la indulgencia de ánimas en las misas que se celebren en ese altar –el altar es la mesa, no el retablo, ni el sitio. Estos dudosos privilegios de ánimas fueron relegados por la reforma conciliar del Vaticano II por lo que resulta extravagante, la reciente aplicación que de ellos, o mejor dicho de su nombre, hace la ignorancia de algunos,
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que desconociendo su verdadero significado lo consideran credencial para confirmar sus delirios de grandeza.
Se colocó un cancel nuevo, de madera de pino y casetones de DM, en la puerta de la calle Iglesia que sustituyó al antiguo. Se efectuó una nueva instalación e iluminación eléctrica de todo el edificio incluido los retablos. Se remodelaron y reedificaron las dependencias parroquiales y se adecentó la sacristía a la que también se dotó de un impersonal zócalo de cerámica industrial impropio de este recinto. Se recuperaron para el culto dos antiguas imágenes, bastante interesantes desde el punto de vista artístico e incluso histórico. En el altarcito de la virgen de Fátima se colocó el torso de la imagen de vestir de una inmaculada datada en los últimos años del siglo XVI traída, probablemente, desde el convento de San francisco del Monte al de Cantillana en 1795. Después de cerrar al culto el convento de Cantillana en 1940, fue llevada a la capilla de la Misericordia donde se mostraba de manera indecorosa y en un estado lamentable de conservación. Retirada del culto, inició un periplo por distintos desvanes particulares hasta que remató en el de la sacristía, lleno de humedades y bichos de donde fue recuperada, cuando la obra de la iglesia, para adecentarla y volverla a exponer. Hoy, reintegrado su candelero, la inmaculada de los franciscanos se halla colocada en el que fuera su retablo y altar en otros tiempos, el de La Purísima, frente al de la Pastora. La otra imagen es la del Señor atado a la columna, preciosa escultura de tamaño académico de trazos manieristas que pudo haber sido ejecuta a principios del siglo XVII. Se hallaba también en una casa particular. Otra nueva incorporación al repertorio iconográfico parroquial fue la del óvalo de lienzo pintado al óleo, representando a la Virgen de Belén, que perteneció al simpecado del rosario masculino de este título establecido hasta el siglo XIX en la Misericordia. Con marco octogonal fue colocado en el retablito lateral situado en la capilla del Sagrario. Así mismo fue expuesta también en otro de los retablos secundarios de la parroquia la bellísima cruz de guía del citado rosario de Belén conocida por la de los espejitos, magnífica obra rocalla de finales del siglo XVIII.
El 21 de Mayo de 1995, la Divina Pastora recibe la primera medalla de oro de la Villa de Cantillana.
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Continuidad y punto álgido de este ardor restaurador es la importante e histórica restauración a la que fue sometida la venerada imagen de la Divina Pastora por el prestigioso catedrático de la universidad sevillana Francisco Arquillo de la Torre. Dos años después de la reapertura de la parroquia, ante los síntomas cada vez más evidentes del paso de los siglos y de la no muy afortunada intervención sobre la imagen, en 1978, del que fuera conservador del Alcázar de Sevilla, Francisco Peláez del Espino, ya se planteó la necesidad de una restauración adecuada y con las mayores garantías. Por ello el cabildo general de la hermandad pastoreña autorizó la intervención propuesta por Arquillo y el 20 enero de 1995 la imagen bendita de la Pastora fue trasladada a su estudio privado donde sería sometida durante tres meses, a unas rigurosas y casi médicas limpieza, fijación y reintegración que le devolvieron el máximo esplendor a la policromía. Así, radiante, llegó la peregrina imagen a Cantillana, a su Parroquia, el 23 de abril, celebrándose para recibirla la más multitudinaria función de cuantas tengamos noticia en este templo. Fue colocada en la capilla mayor y tras la Misa de Acción de Gracias todo el pueblo desfiló ante ella en emotivo besamanos que culminó con el traslado de la Virgen en procesión claustral hasta su camarín. Con el templo parroquial renovado y la imagen de la Pastora esplendorosa, se preparaba Cantillana para un acontecimiento especial que tenía como fecha esa de 1995. Se cumplían 275 años de la fundación de la hermandad pastoreña y para festejarlo bien, se desarrollaron a lo largo del resto del año y hasta mayo del 96 numerosos y brillantes actos y cultos entre los que destacaron el Pregón pronunciado en la parroquia el 14 de Mayo por el poeta sevillano Aurelio Verde Carmona, el pontifical solemne conmemorativo, presidido por el Arzobispo de Sevilla el día 20, la procesión extraordinaria con la Divina Pastora para la imposición de la primera Medalla de oro de la Villa aquel memorable domingo 21, la El 8 de Septiembre de 2003, trescientos función principal y procesión del 8 de años después de ser presentada la devoción septiembre y la romería, que contó con la pastoreña al pueblo de Sevilla por el V. P. presencia de la imagen de la Virgen en el Isidoro, la Divina Pastora recibe en la plaza Santuario y la del obispo de Córdoba, el del Llano un cayado de oro, ofrecido por sus hijos, bajo un monumental arco fallecido Infantes florido, que presidió la Misa triunfal. de Romeros. Después de 12 meses de conmemoración tuvo lugar la clausura en la función del triduo del siguiente año, presidida por el arzobispo emérito de Pamplona José María Cirarda Lachiondo, de grato recuerdo en la historia de la hermandad. Y no precisamente grato es el recuerdo que guardan los cantillaneros de los hechos acaecidos en el templo parroquial la madrugada del 14 de agosto de 1999 y que tuvieron su continuidad durante la mañana de ese día. Pusieron de relieve, una vez más, las graves desavenencias entre las dos hermandades de gloria en litigio durante doscientos años. En esta 39 Estudio histórico, artístico y devocional de la Iglesia Parroquial de Cantillana
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ocasión se trataba de nuevo del espinoso asunto del paso que, a pesar de ello, sigue sin solución. La ubicación del paso vacío de la Asunción delante del altar y camarín de la Pastora, ocultando su imagen, es un dudoso privilegio que se atribuye la hermandad asuncionista con argumentos inermes y escuetos de antigüedad. Ya, en varias ocasiones, el lógico desagrado de los pastoreños –el templo parroquial posee al menos cinco lugares expeditos para la colocación de un paso- y la obstinada actitud de la otra parte, ha dado pie a desagradables conflictos locales, sobre todo con ocasión de procesiones extraordinarias o cuando la autoridad eclesiástica ha decretado, alarmada por el gesto, algún cambio de la polémica e insolente ubicación del paso, como es el caso que nos ocupa. Días antes de su colocación aquel año, una comisión de la hermandad de la Pastora, animada por ciertos cambios en los usos y costumbres de las fiestas autorizados recientemente por Palacio, se dirigió al Vicario General, entonces Antonio Domingo Valverde (Q.E.P.D.), y le expusieron la ya centenaria problemática, solicitándole una solución a la colocación del paso que, aunque modificara puntualmente los usos y costumbres, como si se acababa de hacer a favor de la hermandad de la Asunción, evitara, en cambio, los futuros enfrentamientos, y la nada edificante situación que se vive cada año en el interior de la parroquia, por este motivo. El vicario comprendiendo las razones argüidas, estableció con el párroco, una medida que consistía en una mayor separación del paso con respecto al altar de la Pastora. La Divina Pastora en su camarín, donde recibe el Comunicada la medida a la junta culto y la veneración de su pueblo. asuncionista llegó el momento de la colocación del paso, era la madrugada del día 14 de agosto y para verificar que se cumplía lo estipulado estaban presentes el párroco, Fernando I. García Álvarez-Remetería, y como testigos el párroco de Brenes y otro sacerdote. Por boca de los tres conocemos de primera mano los hechos lamentables e impropios del lugar, que se produjeron aquella noche cuando la hermandad de la Asunción se negó a llevar a cabo la medida señalada en un claro desprecio de la autoridad eclesiástica que, representada por estos tres sacerdotes, recibió claras muestras de desprecio, insultos y agresiones. Lo sucedido durante la mañana ya es bien sabido: la junta de la Pastora se trasladó a Sevilla para comunicar al Sr. Arzobispo y al Vicario General lo ocurrido y pedir que se tomaran medidas; numerosos pastoreños acudieron alarmados al templo para comprobar in situ el incumplimiento y pedir explicaciones al párroco; y otos tantos de la asunción se concentraron a las puertas y en la sacristía temiéndose lo peor... Un largo intercambió de 40 Estudio histórico, artístico y devocional de la Iglesia Parroquial de Cantillana
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insultos, ataques verbales y no tan verbales, cruce de acusaciones, etc. motivaron incluso la intervención de la fuerza del orden y la difusión del triste espectáculo en los medios de comunicación. Aunque se consiguieron apaciguar algo los ánimos, fue a pesar de la falta de solución al conflicto por parte de la autoridad eclesiástica. Por eso, el motivo de la discordia continua, año tras año, manteniendo viva la polémica, mientras oculta gravemente tras de sí mucho más que la arrogancia de unos y la ineptitud de otros... El año santo 2000, nos dejó, en cambio, numerosos acontecimientos y conmemoraciones de feliz memoria. Este año en que el los cristianos celebrábamos los dos milenios del nacimiento de Cristo y la iglesia declaraba año jubilar, se cumplían también los aniversarios de varios hechos históricos relacionados con la Parroquia, la villa de Cantillana y especialmente con la hermandad pastoreña. Hacía 250 años de la muerte de Fray Isidoro de Sevilla, el capuchino emparentado con los Condes de Cantillana que fundó la hermanad; 200 de la epidemia de fiebre amarilla ante cuya amenaza imploraron los cantillaneros la intercesión y el patrocinio de la Divina Pastora avivándose más su devoción; 100 de la célebre visita del cardenal Spínola a las fiestas pastoreñas; cincuenta de la definición dogmática de la Asunción de la Virgen por Pío XII y del voto y juramento de los pastoreños en pro de la Realeza Universal de la Señora. A todo ello, se sumaron la conmemoración del V aniversario de la imposición a la Pastora de aquella Primera Medalla de Oro de Cantillana y el siempre excepcional acontecimiento que supone, cada cinco años, el traslado de esta imagen en romería, desde la parroquia hasta su ermita en Los Pajares. La celebración de todas estas efemérides se tradujo en un apretado programa desarrollado durante doce meses, que incluyó actos y cultos, procesiones, conciertos, conferencias, exposiciones y colocación de lápidas y cerámicas conmemorativas. El inédito Besapiés al Divino Pastor en el Santuario, clausuró, al igual que en la apertura, el año del jubileo en Cantillana. Y para júbilo, el que nos han causado recientemente dos años históricos y estelares en la historia de la hermandad de la Divina Pastora y, por consecuente, y debido a la altura de los hechos, también de la parroquia y del pueblo cantillanero. 2002 y 2003, son dos de esas fechas gozosamente inolvidables que suponen un punto de referencia en la vida de nuestra comunidad. El tan celebrado 50 aniversario de la popular y emblemática romería de la Divina Pastora, ha dejado en las retinas y en los archivos, acontecimientos tan señeros como la gran exposición en Sevilla, el pregón a cargo de los ocho pregoneros, la romería extraordinaria de Mayo, y la romería anual de ese 2002 con la presencia extraordinaria de la imagen de la Virgen como clausura del aniversario y el pontifical conmemorativo presidido nuevamente por el Arzobispo de Sevilla, en la explanada del santuario, ante la presencia de numerosos sacerdotes, el provincial de los Capuchinos de Andalucía, el presidente de la Diputación Provincial, el delegado de la Consejería de Turismo y otras autoridades y representaciones. Más de 30 hermandades y miles de fieles, abarrotaron el recinto. En 2003 la advocación tricentenaria de la Divina Pastora nacida en Sevilla en 1703, cumplía este gran aniversario que no podía pasar por alto en el pueblo más pastoreño del mundo. Para su celebración no escatimaron los cantillaneros lo más mínimo. Hasta tal punto, que al día de hoy no ha habido conmemoración en la villa de acontecimiento alguno que haya 41 Estudio histórico, artístico y devocional de la Iglesia Parroquial de Cantillana
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igualado, ni siquiera por asomo, la magnitud de unas celebraciones señaladas con oro, con oro sí, en las más emotivas páginas de nuestra historia. La donación, por sus devotos, de cinco kilos de oro y la confección con ellos del nuevo cayado para la Virgen, emblema de esta singular efemérides; la erección del gran arco triunfal y monumento efímero en la plaza del llano; el acto multitudinario de imposición del cayado; la función principal del ocho de septiembre presidida por el vicario General por delegación del Arzobispo; el asombroso Rosario Magno de la víspera y la gran procesión eucarística del último día de la novena; los cultos extraordinarios del 24 de Junio; el pregón del tercer centenario; las exposiciones; las conferencias; los actos en la capital… son los referentes y los hitos de una brillante celebración, coronada, nada menos que, con la declaración de Interés Turístico Nacional de Andalucía, otorgada a las fiestas y romería de la Divina Pastora de Cantillana por la Consejería de Turismo de la Junta. Su propio delegado provincial vino a hacer entrega del decreto, con motivo de la romería de ese año inolvidable. Las fiestas mayores de 2006 quedaron ensombrecidas, en cambio, por algunos episodios lamentables. Conocidas por todos son las tristes hazañas que protagonizaron aquel verano los miembros de esa hermandad, que sin haber residido nunca en la parroquia, presumen contradictoriamente de la propiedad de parte de su patrimonio. Todos saben ya de quienes hablamos, y que una vez más Intentaron hacer creer con la fuerza lo que es verdaderamente increíble en los documentos y en la historia: Secuestro de ángeles, aportación de pretendidos justificantes sin fundamento jurídico cierto y firmados por curas veinte años después de la ficticia adquisición, implantación de circuito de videocámaras ocultas, repolicromía en plan manualidades de las piezas sustraídas... En fin, otro hito para su ya repleto expediente. Cantillana asistió atónita a este bochornoso La torre Parroquial engalana para las fiestas espectáculo, el culmen del surrealismo, pero principales de la Villa que fueron declaradas de también, como hemos ido viendo a través de interés turístico en el año 2003. estas publicaciones, una trágica consecuencia de la peculiar historia de la parroquia pastoreña durante los últimos 200 años. Pero la autoridad eclesiástica, que en esta ocasión no permaneció ajena a los hechos y tomo parte activa en la defensa del patrimonio parroquial y en contra de las escandalosas acciones llevadas a cabo por los de siempre, quiso premiar a los pastoreños y resarcir en parte el malestar que estos hechos provocaron durante las fiestas mayores de 2006. De esta forma, autorizó la salida extraordinaria de la imagen de la Divina Pastora en su carreta para la romería, acontecimiento que llenó de alegría al pueblo, nubló por completo estos episodios y supuso un brillante boche de oro al mes grande de este pueblo. Se cumplían 50 años de la colocación de la primera piedra de la ermita; del año anterior quedó la espinita de no poder 42 Estudio histórico, artístico y devocional de la Iglesia Parroquial de Cantillana
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verse la estampa de la Virgen en la carreta a causa de la falta de bueyes por la lengua azul, pero ninguna de estas justificaciones tuvo más peso que la de premiar la paciencia de los pastoreños y su hermandad ante las continuas provocaciones de los últimos años. Concluimos aquí el relato de la historia secular, patrimonio y curiosidades de nuestra querida parroquia, con sus luces y sus sombras, y a través, siempre, del prisma que supone su rasgo más característico y universal: ser un centro y baluarte de la devoción a la Divina Pastora de las almas. Una realidad que la hace merecedora, con creces, de un calificativo; “pastoreña” que, no el que escribe, sino las evidencias de los hechos y la preferencia mariana de tres cuartas partes de sus feligreses, le otorgan y por el que justamente se conoce.
La Imagen de la Divina Pastora, principal referente devocional de la Parroquia y del pueblo de Cantillana, venerada desde 1720 en el templo parroquial.
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Capítulo X Epílogo Cuando nos propusieron la publicación en la revista de las fiestas mayores, de una serie de artículos en los que se narraran la historia, el patrimonio y las anécdotas más destacadas sobre la parroquia de Cantillana, por ser origen y epicentro de nuestras más señeras fiestas, elegimos un título que define a la perfección no solo nuestras intenciones sino la realidad de la que derivan. La parroquia pastoreña no sólo es una cadena de crónicas que desglosan hechos históricos, datos reales e inventarios artísticos sobre “la parroquia más pastoreña del mundo”, como bien decía el que fuera uno de sus párrocos, Enrique Carrasco Zamudio, sino que es la definición más contundente, la más precisa que se nos ocurre para distinguir a la iglesia mayor de esta villa. El templo y la sede parroquial a la que acoge, tienen de entre todas sus características una, tan destacada que nubla cualquier otra: ser centro y baluarte de la devoción a la Divina Pastora y de todos los acontecimientos que en torno a Ella se han sucedido en los tres últimos siglos. En la parroquia se inició y perpetuó el culto y devoción a la Pastora, se fundó su hermandad, se custodian y veneran, desde el principio, su peregrina imagen y las históricas insignias, allí se originan y desarrollan las célebres fiestas orgullo de este pueblo, y fue el marco y referente en la escisión que se produjo en el rosario de la Pastora y que origino la fundación de otra hermandad iniciándose así una rivalidad que cambiaria y ha marcado durante siglos la vida de la parroquia y del pueblo… ¿Cabe mayor pastoreñismo? Todos estos aspectos y muchos más, así como algunos momentos álgidos de esa rivalidad Pastora-Asunción que ha tenido como protagonista, en la mayor parte de ocasiones, a la parroquia y templo parroquial, reivindicada por unos y anhelada por otros, son los que se han ido desarrollando a lo largo de 10 capítulos que han logrado reabrir un debate interesante. Muchos de los tabúes de la historia devocional de Cantillana se han roto y puesto sobre la mesa para que se puedan seguir estudiando con más profundidad y con el rigor y seriedad que requieren, sin el ocultismo y la deformación histórica que hasta ahora los había acompañado y de los que tristemente hacen gala aún algunos desorientados y foráneos carentes de formación y experiencia al respecto. Para hablar de la parroquia de Cantillana hay necesariamente que hablar de la Pastora y para hablar con propiedad de la Pastora y de todo lo que aquí la rodea, hay necesariamente, si se quiere ser riguroso, que hablar de otras muchas cosas, que han emanado de la Pastora y se han desarrollado a la par o cuyas consecuencias le afectan directamente. Nos gustará más o menos, pero ha habido que referirse a ellas en estos artículos con nombre y apellidos, más por deseo expreso de la historia que de los autores. En definitiva se trataba de combatir algunas ideas y afirmaciones erróneas, que incluso se han publicado y que no se ajustaban a la realidad histórica; se trataba de reunir todos los datos que se tienen y configurar un relato ameno y claro. Había quienes tenían una versión de la historia de nuestra iglesia adulterada por sus propios intereses, había quienes desconocían hasta lo más primordial, había también, quienes no sabían del tema más que lo que determinados irresponsables, les han estado contando, sin el más mínimo rigor y ni tan siquiera verosimilitud. A todos ellos iba dirigida nuestra historia y me consta gratamente que a ninguno ha dejado indiferente.
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Como resumen y conclusión hemos elaborado un eje cronológico con los acontecimientos y fechas más destacadas acompañados de la bibliografía y documentación y, finalmente, se añade la reproducción de algunas partes significativas del último gran decreto del Arzobispado de Sevilla sobre la parroquia de Cantillana, zanjando a petición de las hermandades afectadas distintos temas que se han tratado aquí durante los últimos capítulos.
Eje cronológico de las fechas más importantes de nuestra parroquia: 1247. Las tropas de Fernando III, el Santo, conquistan la Villa a los moros, y el rey la entrega la villa a la orden de Santiago primero y más tarde al Arzobispado de Sevilla. 1252. La villa de Cantillana es la primera propiedad con la que la corona dota a la iglesia Hispalense. 1261. La villa está ya repoblada. 1285. El reparto de bienes entre el cabildo de la catedral y el arzobispo otorga a este la villa de Cantillana. Los arzobispos sevillanos serán los señores de la Villa hasta el tercer cuarto del siglo XVI. Es de suponer que en estos momentos se establece con normalidad el culto cristiano y se erige el primer templo al que en documentos posteriores se le denomina iglesia de los arzobispos. 1476. De esta fecha es el primer dato histórico que conocemos sobre la parroquia de Cantillana. En el documento se dice que Alonso Pérez de Guzmán fue absuelto en la parroquia de Cantillana de unas censuras eclesiásticas pronunciadas contra él.
1520. Aproximadamente en esta fecha se arruina la antigua iglesia de los arzobispos por un corrimiento de tierras debido a una crecida del Guadalquivir.
1555. Comienzan las obras para la construcción de un nuevo templo parroquial. Quedaron paralizadas durante años, debido principalmente al cambio de dueño de la Villa.
1574. Una Bula Papal permite a Felipe II vender algunos señoríos de la Iglesia entre ellos Cantillana. El rico comerciante corzo, Juan Antonio Vicentelo de Leca, compra la villa y se convierte en su nuevo señor, finalizando el señorío eclesiástico. Los Vicentelo serán desde este momento los verdaderos mecenas de la construcción del nuevo templo.
1611. Un nieto del corzo, Juan Vicentelo de Leca y Toledo, recibe el título de Conde de Cantillana por merced de Felipe II. Su escudo de armas decorará la bóveda de la capilla mayor de la parroquia de la que serían patronos los condes.
1619. Se reanudan las obras según el proyecto del maestro mayor del arzobispado Diego López Bueno. Planta basilical con tres naves separadas por grandes arcos de medio punto.
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1650. Sobre esta fecha las obras de la iglesia se hallan concluidas a falta de la torre. Aún no tiene retablos ni siquiera el altar mayor, que se decora con pinturas murales y algunas imágenes. Entre ellas encajamos a la famosa Virgen de la Granada, datada en el segundo cuarto del siglo XVI por el profesor Hernández Díaz.
1687. Se comienza a construir a expensas de los vecinos el antiguo retablo mayor, obra de Bernardo Simón de Pineda, que sería destruido casi por completo en 1936.
1698. Se concluye la obra del retablo mayor, aunque tardará un siglo en dorarse.
1720. Se establece en la parroquia el culto a la Divina Pastora de las Almas y se funda su hermandad o rosario por Fray Isidoro de Sevilla, capuchino pariente de los Condes de Cantillana, impulsores igualmente de esta nueva devoción. De esta fecha son la bella imagen atribuida certeramente a la gubia de Ruiz Gijón y el Simpecado fundacional, que desde entonces se custodian y veneran en este mismo lugar.
1784. Comienzan importantes obras en la parroquia sufragadas por el cardenal Solís. Se construye la torre de traza neoclásica por el arquitecto Diego Antonio Díaz.
1790. Finalizan las obras y se termina el dorado completo del retablo mayor por el maestro dorador Diego Rodríguez.
1800. La amenaza de la célebre epidemia de fiebre amarilla que azotó Cádiz y Sevilla hizo que se organizaran rogativas y saliese de su parroquia el rosario de la Pastora implorando la mediación de la Stma. Virgen. Cantillana se libró y en agradecimiento se inicia la confección de un nuevo Simpecado de la Divina Pastora para el rosario, por estar ya muy deteriorada la insignia fundacional.
1801. Se funda en la parroquia una cofradía de San Roque, cuya imagen se veneraba en el altar mayor, con su fiesta el 16 de agosto y posterior novena.
1804. A razón de la confección del nuevo Simpecado de la Pastora se produce en el seno del rosario pastoreño una controversia que acabará produciendo la escisión de algunas hermanas, que apoderándose del nuevo Simpecado, fundan otro rosario similar bajo el título de la Asunción con la intención de erigirse en la parroquia. La autoridad eclesiástica se lo denegó, estableciéndolo en San Bartolomé.
1805. Se inician los trámites para la aprobación de las reglas de los rosarios de la Pastora y la Asunción. La tradición y costumbre habían regido hasta ese momento el antiguo rosario pastoreño.
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1807. Se produce la definitiva aprobación de las reglas de ambas corporaciones, primero la de la Pastora, el 11 de abril y varios meses después las del segundo rosario.
1848. Por esta fecha llega a la parroquia la imagen de la Asunción, que fue colocada en el retablo mayor en una pequeña hornacina situada encima del manifestador o trono del Stmo. Sacramento (Su Divina Majestad), que hasta entonces había ocupado la imagen de la Virgen de la Granada (relegada entonces a un pequeño retablo a los pies del templo). Según testimonios del periodista local Manuel Naranjo la imagen de la Virgen asunta procedía de Carmona y perteneció a una iglesia jesuita donde formaba parte del alto relieve de un retablo. Otra versión la considera procedente de la Iglesia dominica de Regina, de Sevilla.
1850. Se producen graves incidentes entre las hermandades de la Pastora y Asunción llegando el arzobispado a suspender ambos rosarios durante 10 años. Ya por estas fechas se efectuaba la procesión con la imagen de la Divina Pastora el día 8 de septiembre que nunca se suspendió.
1900. El arzobispo de Sevilla, Marcelo Spínola, asiste a las fiestas pastoreñas los días 7,8 y 9 de septiembre y preside la función principal. Tras la visita, autoriza la construcción del camarín de la Pastora y la Hermandad lo nombra Hermano Mayor Perpetuo cargo que ejerció efectivamente hasta su muerte.
1936. Fecha negra en la historia de la Parroquia Pastoreña. En el contexto de la guerra civil el templo fue saqueado y profanado por republicanos y revolucionarios anticlericales, se perdió la mayor parte del patrimonio artístico y devocional atesorado durante siglos. Se salvaron providencialmente el Stmo. Sacramento y las imágenes de la Pastora y la Asunción que fueron ocultadas prudentemente. Fiel a su cita anual del 8 de septiembre, la Divina Pastora sería aquel verano la única que salió en procesión.
1937. Comienza la restauración del templo y reposición de altares. El arzobispado autoriza el traslado de varias piezas desde Carmona entre ellas el retablo mayor y cuatro ángeles lampareros de la iglesia de Santa Ana para sustituir al destruido aquí. También se traen de esa ciudad, el retablo del sagrario, un órgano, una Inmaculada y algunos objetos más. Actúa de delegado parroquial para la supervisión y trámites del traslado y montaje José Arias Olavarrieta, siempre en nombre de la iglesia, que es quien lo autoriza, nunca en nombre de ninguna hermandad como se ha pretendido hacer ver a posteriori. Históricamente podemos corroborar que no se compró ni se vendió nada. Por pura lógica, la Iglesia, propietaria universal de todos estos bienes, sólo autorizó su traslado de un sitio a otro. También se trasladarían para reponer la parroquia todos los retablos del extinguido convento de San Francisco, de Cantillana.
1938. Para devolver al culto a la Divina Pastora se restauran las pinturas del camarín y se construye un retablo provisional.
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1940. En esta década la imagen de la Asunción es sometida a una profunda remodelación fruto de la cual es el aspecto general que presenta en la actualidad, con una policromía nueva muy rica.
1944. Se funda en la parroquia el Redil Eucarístico de la Divina Pastora, apéndice de la antigua hermandad de señoras, que permitirá la incorporación de los varones a la congregación.
1955. Culmina el proceso de restitución de retablos con la colocación en el camarín de la Pastora del antiguo retablo, restaurado y ampliado, del convento de San Francisco de Cantillana, obra en torno a 1600 del círculo de Felipe de Rivas, otorgado a la hermandad por el arzobispado.
1970. En la parroquia se celebran brillantes actos conmemorativos del 250 aniversario de la hermandad pastoreña, con asistencia de varios prelados, entre ellos Bueno Monreal, Cardenal de Sevilla, el 8 de septiembre.
1990. Terminan las importantes obras de restauración de las cubiertas de la iglesia que obligaron a cerrar el templo durante algo más de un año. La ermita de la Soledad, patrona de Cantillana, fue la sede de la parroquia en ese intervalo. Era párroco entonces Manuel González Martín, fallecido en 2006, que fue ejemplar en muchos aspectos, principalmente en la defensa del ámbito parroquial y su patrimonio frente a quienes pretenden continuamente monopolizarlo.
1995. El catedrático de restauración de la universidad de Sevilla, Francisco Arquillo, restaura la imagen de la Divina Pastora. Se celebra ese año el 275 aniversario fundacional de su hermandad. El Arzobispo de Sevilla preside la función conmemorativa. Otros prelados, como en 1970, participan en la efemérides.
1999. El 14 de agosto se volvieron a producir graves y sonoros incidentes por la polémica colocación del paso de la Asunción delante del altar de la Pastora. El motivo de la discordia, a pesar de lo ocurrido, continúa, poniendo en evidencia a sus responsables.
2003. Se celebró por todo lo alto en la parroquia y en la localidad el tricentenario de la advocación de la Divina Pastora. El Arzobispo de Sevilla envió al Vicario General en representación suya a oficiar la solemne función principal del 8 de septiembre.
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Bibliografía general -Archivo general del Arzobispado de Sevilla. Sección de hermandades y cofradías. -Archivo de la hermandad de la Divina Pastora de Cantillana. -Archivo Municipal de Cantillana. -Archivo fototeca de la Universidad de Sevilla. -GARCÍA BENÍTEZ, ANTONIO. Los manuscritos perdidos y hallados en Palacio. Sevilla 1984. -HERNÁNDEZ DÍAZ, JOSÉ Y SANCHO CORBACHO, ANTONIO. Edificios religiosos y objetos de culto saqueados y destruidos por los marxistas en los pueblos de la provincia de Sevilla. Junta de cultura histórica y tesoro artístico, 1937, Sevilla. -NARANJO RÍOS, MANUEL. La Asunción de Cantillana. Sevilla 1984. -CARRERES, JOAN. Santuarios Marianos de Andalucía Occidental. Encuentro Ediciones. Madrid, 1992. -VARIOS. Selecciones... Patronas de España en blanco y negro (XXVI). Artículo de la web La Hornacina. -PINEDA NOVO, DANIEL. Historia del Condado de Cantillana y de la Hermandad de la Divina Pastora. Sevilla 1970. -DE LA HERA SÁNCHEZ, JOSÉ MARÍA. De la historia de la Hermandad. Cantillana y su Pastora, revista anual de sus fiestas mayores. Nº 3 al 11. -DURÁN GALLARDO, FRANCISCO MANUEL. Para que perpetuamente esté en él la Divina Pastora. Cantillana y su Pastora, revista anual de sus fiestas mayores. Nº 6. -VARIOS. Arte Hispalense: revista histórica, literaria y artística. Sevilla Diputación Provincial de Sevilla. nº 237. Año 1995. -VARIOS. Cantillana. Cuadernos de historia local. Ayuntamiento de Cantillana. Números 1-3. Años 1993,1996 y 1997.
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Anexo Ante algunos acontecimientos ocurridos recientemente en el contexto de nuestra parroquia y para arrojar luz sobre algunas cuestiones puntuales, que parecen ofrecer dudas a determinadas personas y, en todo caso, para aquellas otras que desconozcan lo regulado sobre las mismas y las disposiciones en vigor, publicamos textualmente parte de la Disposición del Vicario General del Arzobispado de Sevilla, don Antonio Domínguez Valverde, de fecha 8 de julio de 1999, que no ha sufrido ninguna modificación posterior y que al respecto dice así: (...)
3.8. Retablo Mayor. No se puede aceptar la petición de reconocimiento de la propiedad sobre el retablo mayor de Ntra. Sra. de la Asunción y otros elementos ubicados en el templo, porque no tiene fundamento jurídico cierto. El retablo no se puede decir que sea propiedad de la hermandad (de la Asunción), porque el Vicario General que autoriza el traslado desde la iglesia de Santo Domingo de Carmona no podía disponer de la propiedad del mismo. Lo que hizo fue depositarlo y trasladarlo a la iglesia parroquial de Cantillana, atribuyendo el uso, que sí entraba en sus facultades. (...) 3.9. Imagen de Ntra. Sra. de la Asunción. Como en el caso anterior es este un tema que no se puede tocar sino mediante un juicio con trámite contradictorio. (...) En inventarios parroquiales aparece claramente como bien y propiedad de la parroquia.
4.1. Titularidad de la Parroquia. La titularidad de la Parroquia corresponde a un Misterio de la Virgen: La Asunción a los Cielos, y por tanto no va unida en absoluto a una imagen, o efigie o cuadro especial, sino al misterio que representa. (...)
En el mismo documento se ordena se dé traslado de estas disposiciones al Sr. Cura Párroco y a los Sres. Hermanos Mayores de ambas hermandades. A los mismos remitimos a todas aquellas personas que quieran recabar más información sobre alguno de estos puntos.
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