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OSARIUM
LICANOR
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Primera Edición 1996 Primera Publicación Electrónica 2011 © LICANOR ©YSSCDEA Copyleft Para Usos Personales El uso libre de la presente sustancia o ente cultural es posible, citando su fuente autoral y editorial. Está permitida la reproducción total o parcial de esta obra y su plena difusión cultural, siempre y cuando sea para el uso personal de los lectores y no con fines comerciales o ánimos de lucro. El conocimiento es patrimonio de la humanidad… Siempre lo fue. © Copyrigh Para Usos Comerciales o de Lucro La presente obra o parte de ella, no puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna, ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor y del autor. ISBN 970-91873-EPE-OSARIUM EDITORIAL EXTISPICIO
Esta es una publicación electrónica realizada por EDITORIAL EXTISPICIO, conteniendo fragmentos de la obra OSARIUM (1996) de YSSCDEA. La obra completa se produce de manera material solamente por demanda. No existen tirajes, solo realización de facsimilares. Para contacto con el autor o con la editorial escribir al mail: ysscdea@gmail.com o visitar la página https://sites.google.com/site/ysscdea/
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Estas letras exigen un tributo en dolor. Un sacrificio de momentánea cordura. [Sea, porque a la razón sólo la percibimos a través del efímero sueño, durante el cual se degusta el sufrimiento] Habitualmente, nuestro espacio es sólo aquel que ocupamos en un instante. En cuanto nos movemos, tomamos posesión y pensamiento del siguiente. Nada en el Universo queda vinculado a nuestra intimidad y existencia, como aquello que ciertamente hemos abandonado.
LICANOR 1996 - 1997
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... A la humanidad que agoniza
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AQUÍ SE CONMEMORA EL ORIGEN MINERAL DEL PENSAMIENTO…
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PRELUDIO La materia, inoculada por aquella su naturaleza incestuosamente telúrica, afecta y condiciona todas las formas sensibles dentro del concúbito silencioso entre la interioridad y la exterioridad. Si alguien deseara su franca reproducción, podría lograrlo gracias a una cualidad translúcida e inefable. Fenecer en las espirales digestivas de una cueva, cuya fértil obscuridad reduciría sus huesos a la complexión azul de un germen latente, enclavado en la rivalidad necesaria o complicidad flagrante de una cavidad hacia lo irrenunciable de su contenido; influenciando inmediatamente, luego de proclamar su diferencia oficiosa y absurda, todo aquello en donde florece insubstancialmente lo que le rodea. Si algo se gesta en una cueva es porque feneció en otra… Todo nace de una cueva viva, llámese piedra matriz o piedra sanguínea y de la concatenación, destilación y supuración vegetal, a través del hurto descarado de nutrientes verdes. No hay nacimiento si no hay agua… Este escrito, construido sobre una doliente y heredada organización vegetal, conmemora el origen mineral del pensamiento y la condición vital y acuática de los sintientes-sentidos-sentimientos [porque al animal que osa hollar se le recuerda tal condición cuando se le priva de estos en la medianía acústica y armónica del agua animada, y es que no solamente arredraría su audición telúrica-aquosa, también desprotegería la columna-construcción-ósea (cimentación breve de la testa generatriz) y la garganta (erección olvidada por el cuerpo geófago) hacia una muerte improvisada por su debilidad innata (obscuramente adquirida), es decir la fragilidad del contenedor al contener el contenido creciente, antaña evidencia de la estructura exterior del movimiento] y porque en el flujo puro de nuestros sentires reinan las afluencias, todas, y las semicircunferencias.
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Cierto es que todo nos nutre: lo vivo, lo muerto, lo visto, la proteĂna geodĂŠsica y el infinito cristal de sal. La crepuscular serenidad inmanente a todos los haberes y a todos los saberes‌
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Primer vestigio La magia solo da cabida a la locura. La razón no merece un lugar. Compartimos con la bestia el imperativo de afrontar el exhordio azul que recién hemos expulsado de nuestro cuerpo. La promesa del ojo, evitada por la cautela en la mano y la regencia absoluta otorgada a la modestia en la nariz... La iniciación del objeto mental, en la ceremonia de la degustación dentro del templo de la boca, devela el oculto inmediato. El envejecido tesoro del alimento. Las cerradas y legendarias sacralidades corporales. La excomunión nos regala con un cantar de gesta, que narra las aventuras, glorias, quebrantos y abandonos de nuestro ser. Es el oráculo, a través del cual, nuestra terrenalidad dicta sus sentencias. La expulsión es el tránsito entre el adentro y el afuera. Tiene como principio, la suprema saciedad interiorizada. Y como fin de brecha, el placer externado y cristalizado en un producto incondicionalmente amorfo respecto a su origen. Es la alquimia inversa, aunque resultante del fagos bucal. Enclave en donde formación y destrucción se confunden, ante la negación de los labios.
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Me he abandonado al vértigo instintivo de observarme, en la justa materialización de las sombras. Curvando mi espalda extraordinariamente, me impuse el punto ocular y armónico sobre dicho portento. la esfínge sobrestimulada por lo involuntario en los movimientos del intestino, no fugó desbordada, el habitual aunque incongruente obsequio. Convocando a un número insospechado de músculos particularizados, menos que inútiles para otras funciones, el noveno y más voluntariamente hermético de los orificios, dio inicio a la expulsión de la esfera viscosa... Un cuerpo perfecto. Consistente y fluido a la vista, asentó su redondez en el fondo acuoso del papel. hay una cripta felina en el altar del mundo. Al nacer vi y al ver morí. La delgada y transparente piel del esférico, mostraba en lo insólito de su interior, la pulsante concentración de infinitas partículas luminiscentes, rebosantes de vida y movimiento. Tal visión sedujo en mí, la evocación. El recuerdo inmediato sobre algún asesinato pretérito y extravagante. Y en mi discordante memoria, la presencia de alguna enfermedad. Acechante durante su gestación ritual. Terrible en el angustiante ahora. Tal vez, sobra escribir que al no encontrar causa material del fenómeno, mi ánimo se desquició en demasía y me precipité hacia las inmediaciones de una peculiar tristeza. Con expectación y sueño, estoy obligado a la iluminación del absurdo.
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Locura abierta por la sinfuerza de la sombra. la sombra azul que habita el papel... Transponer el sustantivo y convertirlo en adjetivo, es la suprema gracia de la perpetuación inmaterial, sobre la fragilidad del objeto. Y sin razonar demasiado e inútilmente, denominé al extraño cuerpo rotundo "El huevo de yo" A falta de una dilucidación mas precisa y puntual sobre su ascendencia y conclusión. Durante la noche, luego de hincharse hasta alcanzar un tamaño descomunal "El huevo del yo" extinguió su vida y movimiento, disolviéndose lentamente en el agua que le rodeaba.
-Debió haber sido un mal desove -Pensé. Me olvidé del suceso. Y el suceso se olvido de mí.
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Segundo vestigio A la bestia nada le es prohibido; y si le es prohibido, es porque le mata… Separaba nuestras aceras el imperdonable transitar de la gente, que sin importar la hora o el día, desgastaba en ires y venires el ancho suelo de la calle. A pesar de su infancia, había degustado ya el sabor de la condenación, hallándole en la maternización de su carne. En medio de minúsculas tormentas de polvo, se engendraba la tarde, y ella solía sentarse en el borde de la acera. Su sabiduría arraigaba en observar el fresco vagabundeo del tiempo. No me sorprendió que una noche, arrojada precozmente sobre nuestros ánimos, me hiciera un guiño diferente al de los otros días. Por lo que joven del cuerpo y hermoso de mente, aventuré mi paso hacia el bostezo y despertar del sexo. Fue sobre mi acera, y no sobre la suya, que hallé la invitación desde una entrada, que a otras horas invisible, se presumía ahora vistosa e imponente. Yo le había perseguido hasta muy cerca del acceso, huyendo también de las identidades, que se habían propuesto capturarme con la vista y la murmuración.
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Penetré a través de la rusticidad y aparente anonimato de la puerta, y caminé un largo pasillo, obscurecido por la mugre y una permanente humedad, lamida de los superficiales y rotos albañales, que corrían junto a la construcción. El maltratado andador me condujo, luego de transponer varias esquinas peortratadas, cuyos inexistentes filos habían sido ya estropeados, por el eterno errar de innumerables manos vulgarmente ociosas. Afronté una cortina asquerosa y púrpura, roída por el deslavar de los agrios sudores, emergidos del inmenso ocultamiento concupiscente. Luego de apartar la cortina y proseguir, me hallé repentinamente en una estancia, que con un techo cruelmente bajo, albergaba un jergón de cartones y trapos. Un jarrón, más rebosante de miasmas, que de agua, y una voz, cuyo origen permanecía velado por las sombras, que masticaba un canturreo popular. La escasa iluminación de aquel sitio, la regalaba la debilitada fosforescencia, que se filtraba por la vejez y los desgarres de la cortina. Una frágil silueta me abordó, rodeando con sus brazos mi cintura. Acto seguido, se tendió sobre el jergón maloliente y abriendo las piernas me ordenó suavemente: -Ven aquí-. Al tiempo que con sus dedos separaba sus labios vulvares. Me aproximé, sentándome primero en el jergón-piso, y pude observar, bajo la luz tenue y enfermiza, una cavidad núbil e insípida, carente de cualquier color o aroma excitante. En el momento, en el que me proponía desanudarme el cinto, inclinándome sobre aquel cuerpo amargo, se incorporó grácilmente y sonriendo me dijo: Primero paga…-. Y mientras yo le daba el billete impregnado con imaginaciones
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[Que antaño había robado arteramente, del collar de un gato, vecino de aquellos paisajes], y unas cuantas monedas más. Le solicité el fetiche, que en estos sitios solía darse, para prevenir a los asiduos, contra cualquier castigo para el espíritu o el cuerpo. Ella me ofertó el amuleto, que adornaba imperceptible su cuello, y yo lo guardé en algún rincón ansioso de mi camisa. No objetando la mínima cantidad en dineros volvió a recostarse sobre el jergón. Pocos momentos transcurrieron antes que desnudara mi virilidad, cuando un grito terrible y soezmente agresivo, interrumpió nuestra intención de cópula. La condenación de la intimidad, al apartarse la cortina, y la intrusión de la matronaza, fueron una cosa. Y es que este demonio, horrible e indomable, con blasfemia y lengua flagelante, gruñó a la joven. -¡Cerda, te he dicho que este lugar, no es para la necesidad! ¡Para eso están los cuartos!-
-Sí mamá.- Se limitó a balbucear la acusada. -¡Y tú!- Gritó fieramente, confrontándome. Y sentándose bruscamente en el piso continuó... -¿Cómo es posible, que prefieras eso? -Señaló la vulva de su hija… -A esto - Abrió las piernas y levantando su enagua exhibió un interior cavernoso y prensil, que con innobles estertores de oclusión y apertura, florecía de entre sus manos, las cuales habían logrado tirar hacia fuera de los descomunales y fláccidos labios vulvares. -¿Qué no ves, que esta enferma?, ¡Mírala! Ordenó la madre. Yo miré hacia la entrepierna de la joven petrificada y alcancé a percibir, ya advertido, sospechosos fluidos cerca del orificio sexual.
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-¡Además, tiene la asquerosa costumbre, de vomitar boca arriba!- Agregó sonriendo de una manera vacía y ausente. Al escuchar estas palabras, la joven se incorporó bruscamente e introdujo su cabeza, en una abertura, ahora iluminada, y hasta ese momento, inadvertida por mí, que se encontraba en el techo. Pude observar entonces, como ya erguida, regurgitaba [Supuse que en algún bacín hediondo, que pudiera encontrarse en el suelo de la recamara superior]. Sin embargo, todo el producto del vómito, se le retornaba por el rostro, y escurría por el cuello, bañando su cuerpo. La rapidez en sus actos, no había logrado vencer la precipitación y la confusión en sus ojos. Colérica la madre abandonó la estancia. Y yo me retiré melancólico. Libro que se rehusó a ser leído.
Durante los días siguientes, los rumores corrieron en desbandada, partiendo de orígenes, que no cimentaron ni mi indiscreción, ni mi lengua. Se escuchaba que a una de las ahijadas de la santa matronaza, la había matado a golpes el marido de la segunda, ya que le había negado las bendiciones de la perturbación. Que la hija de la celestina había muerto de algún lacerante e infeccioso mal y que el sacerdote, asiduo reptil al discurso de la contradicción, no consintió en exculpar, las pústulas sangrantes de la infeliz. Que la enfermedad de aquella dulce niña, se la había contagiado algún animal del circo, que por aquellos entonces se había asentado cerca del pueblo. [Porque el dueño; siniestro y obscuro perfil del ahorcamiento, solía otorgarle a sus virtuosos
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animales derechos similares a los de los hombres]. Que en cuanto a los frecuentes vómitos, los procreaba desde que una tarde, invadida por minúsculas tormentas de polvo; se había tragado el nombrE de un moribundo, al que ella, por una sublime caridad -In extremis mortis- Le había concedido la degustación del olvido… Fui yo, quien mudo legislador del estómago, atestiguó sobre su putrefacción. Y tras la ritual ingesta de sus recuerdos martirizados sobre la tierra. Emprendí ya virilizado, el libre camino hacia la claudicación de mi historia.
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Tercer vestigio ...Yo conozco tierras en cuyos mercados se ofrecen miembros de muchas formas; para que los viajeros que pasaren por ahí, pudiesen renovar aquellos que se hubieren quebrantado en el camino... Memoria, dulce y benigna memoria. Imperturbable durante la disipación del tiempo. Quebradiza en las diligencias del entendimiento... Historia que se rehusa a existir bajo la cínica escrituración de la mano. La evocación hecha jirones cabalga huyendo, Fingiendo perseguir a la púrpura línea del pensamiento. Soy investido con la ausencia, cuando todo es redención y siembra. Cuando todo espera, y complace a la quietud. Precedo cualquier acto… Cualquier pensamiento incendiario, malgastado por su artificiosidad y sus malas artes. Vosotros los hermanos libres. Quimeras del espíritu libre. Que invertís lo siniestro en la letra. Que accedéis a la libre réplica de la carne. Sabed que... Que la armonía de lo alterable y las ambiciones del reloj me han regalado la naturaleza del espectro. Que la fracción de mi espacio es ahora propiedad del polvo y los insectos. Del imperio en la búsqueda de la insatisfacción...
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Que se han desquiciado los postigos herrumbrosos. Guardianes violados, engañados… que exigían la extrema y prudente reverencia al pánico. Que he amparado mi salud en el encierro. En la promesa de la imaginación. En la negación del aire, la luz y la existencia material del prójimo... En la desfloración de la decencia. Inútil rudimento del semblante. Que se abrió el camino y nació un hombre. Uno que apenas si recuerda lo que sucedió, momentos antes del momento en el cual recuerda. Que esto es, como tan cierto es, que casi todas las dudas abrevan su natural insaciedad en los secretos. Que lo infecundo de la ciencia ofrendó los primogénitos y pérfidos frutos, que atentarían luego contra la voluptuosidad de Natura. Cuando el día abortaba exangüe, la indolencia y mezquindad de un paisaje en constantes erupciones de silencio. Cuando se profanó, el flujo más puro de la razón. Cuando se afrentó a los lánguidos cimientos del germen... Cuando la cercanía del solsticio, apremiaba las voluntades Capturadas por la extraña contemplación del hombre. Aquel que nada recordaba... Cuando se quiso encontrar respuestas ahí, y en ese momento.
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Para no buscarlas, ni en otro sitio ni en otro tiempo. Cuando la luz, aérea y frágil, invitaba a danzar en las trampas del recuerdo, mientras una mirada, enclavada en cualquiera de las incontables partículas de polvo que nos adornaban, se desgastaba durante la promulgación de la idea. Cuando se impuso la invisible e insana emasculación, como una reverencia al poder absurdo de los cíclopes a la supersticiosa obediencia de aquellos que no eran tuertos. Al reclamo enmudecido... Que un salto, y la ceguera del entendimiento triunfó sobre la conspiración de las formas... Cuando el sentido feneció a nuestros pies, y tuvo por testigos durante su ocaso a las resquebrajadas columnas de nuestras piernas. Que luego de la desmembración de aquel refectorio de odios, ha cobrado el extremo de alguna víscera, alargada por su premura y por su tacto. Posiblemente algún intestino, inmediato a la puerta que conducía hacia la sacralidad traicionada. Cuando se desató la peste genésica. Y la carne, herida en lo abismal del deseo, se tornó tributaria, leal y temerosa. Y sólo pudo legar a su descendencia la creciente putrefacción, presente en el avasallante sobrecogimiento. Que le he visto sujetar con ambas manos aquel extremo fláccido y negro a la comisura de sus labios. Que ha insuflado en aquel prodigio visceral, las peores obscenidades.
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Que ha otorgado al paisaje el consuelo en su danza. Hermosa e innegable alegoría de la libertad y la locura. Cuando su danza, era igualada tan sólo por las salpicaduras y los rugidos resoplantes de aquél sagrado aspersorio. Cuando se celebró la erección del hocico siniestro. Que con su cabellera, hirsuta de sangre, sudor, y tierra ofrendó su ritual, al señor-de-lasderivaciones-del-miedo... Cuando lo proclamó Amo absoluto y presente de todo el sentir ajeno.
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Cuarto vestigio No significa de ningún modo que al no predominar las sombras, existiese luz. Sencillamente las sombras eran engullidas, por aquella criatura; mitad prodigio hechiceril; mitad aliento luminoso... La significación tangible del cuerpo, convertido en ariete y vencido por la gravedad del Universo, se ha hundido en las vísceras de aquel otro cuerpo. Templo del agua y de la tierra. Cualquier emanación fue recibida con el placer que esgrime la ignorancia. No consistía en la iniciación propiamente. Pero sí en la cremación simbólica del presente. La negación del futuro de los recuerdos. Amaba los cimientos de aquel templo, De aquella construcción palpitante y creciente con adornos de piel y columnas de hueso. Pero la prohibición existió desde que se obsequiaron los ojos en las afueras del encierro... El graznido de un ave de mal agüero le había anunciado la cercanía luminosa de un día fertilizado por el sudor y las labores del hombre. Los trabajadores, anónimos padres de lo edificado, obligan a la escondida pulcritud, a emerger de entre la suciedad del establo.
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El amo le había enviado precisamente a él, su yerno desconocido, a limpiar el encierro. Cárcel majestuosa del gran toro. Semental orgulloso de su ascendencia. La compasión y el respeto le impulsan a transponer el pórtico, carcomido por la impaciencia y por el tiempo. La confrontación con la sustancia del miedo le ha hundido en su pensamiento... Y en un afligido lecho. Cimentación presente y única de su cuerpo. Cuerpo resquebrajado por el filo de las navajas de pelo y hueso, erectas sobre el encéfalo del gran toro. Semental resucitado por la invitación al combate. Para él; frágil tallo fracturado en su verdor, la luz estaba condenada a la inexistencia. No encontraba la posibilidad de huir, o al menos así lo pensó, Hasta que terminó de enrollar el canto, fino y plateado, única luminaria, dentro de la obscura caja musical de su cráneo. Y regresó a degustar el asombroso e insistente clamor del mundo. Se permitió el origen de la contemplación... Y ahí estaba ella. La hija del amo. Dueño del gran toro. Semental victorioso en su descendencia. Ahí estaba ella. Breve y furioso fruto de la tierra. Hablándole. Llorándole. Cantándole a la obscuridad en sus ojos. Tensando el extremo del cordel hacia la vigilia. Invocándo la vida en sus miembros muertos... Muertos, que hasta ese momento se rehusaban a despertar.
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Y ahí estaba él. Mitad carne insomne. Mitad voluntad enclaustrada. Detentando en el ignorado crispamiento de sus manos, el falo amputado al gran toro. Semental propiedad del gusano. Cimentando sobre su vientre, coagulado, muerto y frío. Cimentándole las imaginaciones a la hermanastra del gran toro... Semental perpetuado durante el sueño.
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Quinto vestigio Y he aquí, que conforme aquellas palabras eran pronunciadas tomaban forma y vida de quien las recitaba... Había algunas pequeñas y somnolientas, más también había otras, grandes y terribles. Se dice que alguna de esas palabras, devoró a quien la redimió del silencio La espiral del tiempo, simetría y condena de lo que se permite la existencia, sustenta el enigma de la ubicuidad y del temblor. [Mensaje aprisionado en las piedras]. La metamorfosis, transparente soplido helado dentro de mi cuerpo, ha gobernado la imaginación conduciéndole por el sitio en donde yacen [incipientes], las hogueras. [En donde se hace nacer al viento colorado]. En donde las cosas se doblan [En número] al partirse. En la cueva del sí y del no. He comido de las piedras verdes. Piedras sagradas. Mensajeras [Anónimas y silenciosas] de los montes. Plumas azules y verdinegras, enredadas en mis cabellos, brillan [Plumajes de aves hermosas]. He pintado mi rostro y mis brazos, sobre el cráneo descarnado, con las señales del dueño del cerca y del junto... [Con las franjas coloradas]. Las heridas de la luz sobre la tierra florecen en pétalos de sombra. [Carne de los dioses viejos, que no
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se ven ni solitarios, ni caminando con sus varas, por el monte]. El andar de los animales, marca nuestro rumbo. Las piedrecillas redondas hablan del cortamontes. [Puertas escondidas, por los animales] El comienzo está en el infinito. En las figuras que dibuja el viento. En el canto del barro que se está cociendo. En la muerte de las nubes. En el rostro de las nubes. En el maíz tierno... Que abrevó de nuestros abuelos. Ya soy el que se está inventando a sí mismo. Mi corazón conoce el rostro de las cosas. Mis oídos escuchan el canto y el habla de las cosas. El animal confía en mí sus secretos. De flores está lleno mi pensamiento. Ya soy el que se está haciendo a sí mismo con el pensamiento. Ya soy el dueño del cerca y del junto. [De lo que está adentro y est á afuera]. El movimiento, primer prodigio de lo que se está creando, me ha dicho [En la libación de las semillas] [En la ofrenda de los granos], que ya es tiempo propicio para la siembra de los mundos. Para la fecundación de la belleza, en la matriz de la verdad. Me ha dicho, que es el momento de hacer cantar al caracol de las aguas. Casa perpetua del viento. Casa perpetua del canto. Yo también soy la cuenta del tiempo. La cuenta de las piedras del monte. Yo, la cuenta larga. La cuenta vieja [Precedo la primera noche]. [La primera de las noches largas].
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Durante esta obscuridad Uno-Ocelote he dispuesto el espejo de obsidiana. Hueso pulido de piedra. [Rebosante de humo negro] [Humo de ocote]. Humo que advierte los sueños. He tendido el espejo-piedra, sobre el vientre de la tierra. Sobre la casa de Serpiente he quemado plumas de tecolote. La hoguera anudada, por el brillo de sus flores, alimenta el humo blanco [Humo de copal]. Humo que marcha a las estrellas. [Humo del que gustan los colibríes]. Humo que acompaña a los muertos. La primera noche. He punzado con espinas de maguey mi cuerpo. He punzado mi nariz y mis orejas. Mis brazos y muslos. [Con las sagradas espinas del maguey] La primera de las noches largas. La obscuridad Uno-Ocelote he dispuesto de mi semilla sobre el humo resplandeciente del espejopiedra. He creado la primer noche. Yo, el que se está inventando a sí mismo. El que penetró [Con su miembro] la piedra ahumada. El que se echó con la piedra. He creado la primera de todas las noches. Yo, que soy el dueño del cerca y del junto. En la obscuridad Uno-Ocelote; con la infinitud de mis semillas, he encendido las hogueras del firmamento. He abierto todos los huevos. He abierto todos los cráneos. He desatado los sueños.
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Yo, el dios Uno-Ocelote. Dueño del cerca y del junto. Señor del espejo que humea sangre. Señor del espejo que resplandece en la noche. Señor del espejo del agua que canta. Del espejo que hace caminar a las plantas. Señor que reblandece la piedra. He logrado el segundo prodigio. De mi semilla ha nacido el último y más grande prodigio. Porque no hay mentira en mi palabra y mi canto. Concedí a todo, el movimiento y la medida.
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Sexto vestigio El hombre se habituó a seguir las ordenanzas, y no conforme con aquellas que le eran impuestas por otros hombres, comenzó a imponérselas a sí mismo. No existía lo que estaba más allá de su contemplación. Más aún. No existía, lo que estaba más allá del roce de sus dedos. Por la mitad, había abierto el canto del ave. No mancilló el espejo, que le obsequiaba el charco. Los chapulines, furiosos y sanguinarios, habían traicionado su mudez y habían comenzado la danza dentro de su cabeza cuando niña. Y todavía era una niña. La desnudez de su pie, trazaba la tenue circunferencia de arcilla. No importaba cuántas veces su dígito osaba penetrar las fragilidades del muro inexistente. Su ojo, cazador de piedras, lograba flechar Al viento, mediador entre su ser y el de los dioses.
Serpiente-de-agua, le había conducido por el cerro, a través de las plantas, que le arrancaron con sus ramas la pesadumbre que da el sol. Le habían ofrendado el júbilo, con su color de jade. De su cuello, colgaba del cuello, lagartija.
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Sus muertos no le habían respondido, cuando les preguntó, si estaban muertos. Sus historias caminaban, por donde ella caminaba y el agua que cae, siempre le esculpía la risa. Sabía, lo que nunca se dirá. Lo que nunca se ha pensado. Era lo único que sabía. Andaba sobre los muertos. No la sentían los vivos. Holló sin querer el hormiguero, y para disculparse abandonó riéndose sobre sus caminos toda vestimenta que no fuera su piel y la tierra roja y hermosa con la abrió sus misterios. Porque sabía también, que ella era lo que bebía. Lo que robaba por todos los orificios de su cuerpo. Y también lo que tejía con el pensamiento. Y para entonces, ya se había olvidado del grande y generoso. Y de la fuerza de sus piernas. Que se quedaron secas e inmóviles junto a su lecho. Lo que tocaba, tenía la emanación de la ceniza y el viento de su irreverencia, transparentaba el color del sol. Cuando posaba sobre la inquietud del río, las aguas desviaban el cauce del fuego ardiente de sus manos. Plumas de colibrí, cubrían el suelo. Era dueña del vuelo y del fuego. Enemigo del cuerpo pesado. Renunció al miedo. A la persecución. Al crecimiento del vástago. Devoró sus entrañas, rompiendo con ello, el prodigio secreto del capullo. Había colgado el su cuerpo de un árbol viejo, que enseñó a sus ojos a despertar a Serpiente. Y ahora poseía la libertad, la Inmortalidad Y la herejía del axolote.
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Serpiente misma abría sus fauces, mordiendo su sombra. Y la ponzoña corría por el breve arroyo de sus miembros. Coyote gruñía ante su encuentro. Y la cueva tiraba de sus cabellos. Porque supo sangrar el canto, hincada en la tierra. Y amamantó las espinas del maguey indeseable. El que se niega a dar pulque. El que nada quiere dar. Lagartija le ofreció la lengua. Y ella la degustó, con la sensación del pie dentro del agujero.
Serpiente-de-agua le había augurado la ingestión del trueno, y ella decidió ignorar... Decidió vaciar sus ojos de cualquier imagen que le impidiera el vuelo. De ahí que no viera el filo de las flechas. Pico del ave de obsidiana. Ni el diente del polvo. Ni la regurgitación de Iguana. Nunca supo que el señalamiento de los hombres le hizo perdercamino. Perder aliento. La fulminación le olvidó, despedazada en el cerro. Ahí sobre el cerro, negro y solitario, se extraviaron sus huesos. Las hormigas robaron sus uñas. Con sus cabellos, los pájaros hicieron nidos. Sobre los árboles, durmió la caída del su fuego. El kibal 1 Serpiente-de-agua, secó sus piernas y durmió la forma animal, durante la extinción del Postome 2 1. Para los Tzotziles naturales de San Juan Chamula en Chiapas, República Mexicana, el Kibal es una de las últimas categorías del brujo o hechicero; dicho grado de perfección mágica polimórfica le permite retar omnipotente a cualquiera que se declare creador suyo. N. del E. 2. Bola de fuego. Manifestación Nagual del que posee conocimiento y capacidad de ubicuidad entre los naturales de América. N. del E.
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Séptimo vestigio No hay construcción, más portentosa y longeva, que una quimera Había forjado el cero, cuando le extendieron una jícara vacía. Y esto en flagrancia con su angustia al escalar, enfermo y frenético la infinita poesía del número. Y dibujó cuatrocientas veces el mismo códice, durante cuatrocientos días… A lo largo de la Serpiente hambrienta, había elegido su deambular. Su permanente somnolencia, le había evitado el influjo del terrible Mislúnaris, Sueño de dos vidas. Precedido por el pánico de hombres y bestias hacía todo lo que pudiera sugerir el advenimiento del infectante Mislúnaris. Y el pánico, que no hacía sino llamar con mayor fuerza al devastador sueño de dos vidas. De ahí que los suyos, los de por sus rumbos, creyeran en el poseer todas las respuestas. Y él, insano, innoble, inútil. Sabia poseer todas las preguntas. Era un degustador-de-estrellas. Hogueras del firmamento, que arden sin consumirse. Y no lo negó, cuando intentaron cerrarle los párpados. Cuando sumergieron su voluntad, en los temores del su pueblo.
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Cuando le imploraron al fuego, que torciera su pensamiento y debilitara su palabra. Cuando enfermaron su recuerdo. Porque a todos, débiles ideas de un pensamiento moribundo, se les ennegreció el nagual, al vislumbrar en su nacimiento, el temido sol de destrucción. Y aun cuando le traspasaron los ojos, para obtener de ellos, aquella sustancia estimulada por la contemplación de las hogueras del cielo, Flores abiertas Que vierten su vida, sobre lo que siempre ha existido. Y si le reventaron los ojos, fue para obtener de ellos, el secreto del giro. El porqué de la ondulación. La rodela de plumas contra la mordedura de la rueda de los días, que terminaría por engullir su historia envejecida al nacer el sol de la consumación. Las uñas y las arterias se les volvieron de agua, cuando reconocieron en su cara, el ciclo perfecto de las mutaciones. La repetición equivoca de los crecimientos y de los cambios. Porque si los ciclos adoraban el equívoco, era solamente para poder adelantarse en estos cambios y transformaciones, a los cambios y transformaciones de su tierra. y de no ser así se negaría la existencia a lo vivo, A lo pensante. La naturaleza del suelo [limpio e hiriente nido de crótalos] se enroscaba a sus pies, y le heredaba la movilidad de lo imaginado. Y esto sucedió cuando invocó el salto, y su abrió su negación al arañar y no poder transponer el límite pétreo de la tierra.
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Y aun así había pedido que sedente le enterraran con una semilla dentro del cráneo. Para que de él, nacieran los frutos de su razonamiento. Porque él ya había sido devorado, por la Serpiente de la sabiduría. De nada le había servido pensar y esconderse, en donde los caracoles duermen. En donde sueñan los colibríes. O acaso sentarse sobre la piedra, humedecida por el verdor obscuro y concentrado del musgo anfibio. O resquebrajar con sus dedos [barro mal cocido], un tallo cercano y masticarlo para cerciorarse de su estancia sobre veinte de sus tres mil sentidos. Porque si realmente contemplaba, era porque ejercitaba el pensamiento y otorgaba libres correrías a la imaginación. Poder de espectralización Que logró consumir cualquier secreto sobre su origen inconsistente. De ahí, que en aquella casa emergida de las aguas, en laque habían endurecido sus plantas, aquellos sus abuelos. Hacía poco tiempo, que por el principio y movimiento de la ondulación, el único dador del movimiento y la medida, con su ojo negro y gigantesco [Bóveda que cubre la historia de los hombres], herido por las punzantes miradas de los vigilantes acostados, había abierto, en cada punto observado y herido [A un mismo tiempo] una luminaria. Esperanza del germen, de las miles que le precedían y de las miles que de ella derivarían. Porque las estrellas son avisos. Promesas y recuerdos de otros fuegos.
Y esto lo supo, cuando como sembrador de mundos, eyaculó sobre la pelota de obsidiana, y supo que era huevo. Que era carne que flota, Sobre tierra que flota. Que el Universo contenía el elemento en el que navegaba el huevo de la tierra.
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Que el único dador del movimiento y la medida, había eyaculado y esparcido su germen sobre éste y todos los huevos dormidos. Y que la evidencia de su germen viajero, eran las piedras ardientes que continuamente surcan el cielo. Y que uno hermoso y gigantesco, había hecho emerger su casa de las aguas, con el rugido de un tambor gigantesco, que todavía podía ser escuchado a través de las noches más transparentes y anormales. Porque, desde hacía tiempo, que se esperaba la presencia de la oxidación. Del enrojecimiento de la sangre. De la respiración furtiva… De la tierra desmoronada. De ahí, que cuando la piedra germen trazó el cielo, perseguida por una Serpiente de fuego, supo que aquel grano, yacería y fertilizaría el suelo, buscando en su caída la raíz de la verdad. Porque cuando pidió que sedente, le enterraran con una semilla dentro del cráneo, para que de él nacieran los frutos de sus exactitudes. Así se hizo… Así se hizo, para poder atraer sobre sus restos, la caída de la piedra que surca los cielos, perseguida por la Serpiente de fuego. Y se desdijeron los vocablos para fundamentar las grietas en la piedra que arde. Para desgajar de ella los cuchillos ávidos de corazones. Para cercenarle los pies a la historia. Y sentenciaron los mayores, que el devorador de los astros, en su impulcritud, había emprendido la aventura y el camino hacia la confrontación con
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el ave de plumaje luminoso. Y tuvo siempre encima la maldición que declinaría finalmente la hechura de sus huesos. Muy tarde comprendió, que el canto había traicionado al sueño y supo al fin, al desencajar la flecha develadora, que la mudez de aquel animal muerto encerraba el canto prodigioso de aquel otro, que antaño había sido engullido. Y complacía la agonía de su antigua piel, con el más ardiente sonido de su perfección. Y es que el degustador de los astros había rehusado cimentar su salud y su vida en los hombres que, siendo fraguados según el arte de las leyendas y de las estrellas, eran vasijas de miembros e impurezas de sus padrastros. Indignos cúmulos de huesos, que si vivían, lo era para perpetuar a los imperfectos fundadores de su pueblo. Pueblo que en el esplendor de sus desalientos fecundaría al grano ardiente, que fuera llamado durante el advenimiento del Mislúnaris.
Temido sueño de dos vidas.
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ร ltimo vestigio La locura solo da cabida a la magia La razรณn no merece un lugar Compartimos la bestia La promesa del ojo. el oculto inmediato. el trรกnsito entre el adentro y el afuera. amorfo respecto a su origen. la alquimia inversa negaciรณn de los labios.
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he abandonado Vértigo instintivo. portento. la expulsión esfera Al nacer vi y al ver morí. partículas luminiscentes . sedujo en mí evocación las inmediaciones
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expectación sueño iluminación del absurdo Locura abierta por la sinfuerza . Transponer el sustantivo y convertirlo en adjetivo. suprema gracia de la perpetuación inmateral fragilidad "El huevo de yo" ascendencia. descomunal agua
desove suceso me olvidé del suceso.
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ARMONÍA
PRELUDIO PRIMER VESTIGIO SEGUNDO VESTIGIO TERCER VESTIGIO CUARTO VESTIGIO QUINTO VESTIGIO SEXTO VESTIGIO SEPTIMO VESTIGIO ÚLTIMO VESTIGIO
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OSARIUM LICANOR Publicado originalmente en el 1996 Ediciรณn a cargo de Carlos Umbral de Natura
Esta es una publicaciรณn parcial y electrรณnica de la obra (2011)
Para encargar bajo demanda la obra completa y en facsimilar Visitar la pรกgina https://sites.google.com/site/ysscdea/ mail: ysscdea@gmail.com
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