Colección de literatura coreana En busca del elefante
Lluvias
Monsil
minimalia Ediciones del Ermitaño Colección de literatura coreana
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Primera edición en MINIMALIA, octubre de 2007. Director de colección: Alejandro Zenker Coordinación técnica: Laura Rojo Cuidado editorial: Elizabeth González Coordinadora de producción: Beatriz Hernández Tipografía y formación: Leticia Pérez Reyes Viñeta de portada: Mauricio Morán
Esta colección se publica con el apoyo del Instituto de Traducción de Literatura Coreana (klti). © 2007, Solar, Servicios Editoriales, S.A. de C.V. Calle 2, número 21, San Pedro de los Pinos, México, D.F. Teléfonos y fax (conmutador): +52 (55) 55 15 16 57 Correo electrónico: solar@solareditores.com Página electrónica: www.solareditores.com
Impreso en México/Printed in Mexico
Índice
• Colección de literatura coreana en Minimalia • En busca del elefante • Lluvias • Monsil
Colección de literatura coreana en Minimalia
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urante mucho tiempo la literatura coreana permaneció relativamente oculta. Las guerras y sus secuelas mantuvieron a la nación centrada en sí misma. No ha sido sino en los últimos años cuando Corea abrió sus ojos al mundo, y los ojos del mundo voltearon hacia ese país dividido y convulsionado, pero también con un enorme dinamismo en todas las áreas. Y la literaria no es la excepción. En su poética, en su narrativa, emergen la variedad y la riqueza histórica del pensamiento, de la cosmovisión de ese país. Corea ha adquirido notoriedad por su auge económico en los últimos años. Sin embargo, no ha sucedido lo mismo con su cultura y literatura. Muchos creen erróneamente que la literatura coreana se deriva de la literatura china o japonesa y la escasez de traducciones ha contribuido a que esa idea se extienda. Ediciones del Ermitaño, consciente de la importancia y la riqueza que la literatura coreana nos ofrece, ha abierto una colección en Minimalia que refleja lo más representativo de su narrativa y su poesía contemporánea, emergida particularmente desde 1960 en adelante. Así, el lector hispanohablante tendrá la oportunidad de descubrir un universo literario de riqueza inconmensurable, en el que lo particular de un país se integra con los valores universales de un mundo cada vez más abierto y ávido de conocimiento.
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En busca del elefante
J
o Kyung-ran nació en Seúl en 1969 y es considerada como una de las más importantes autoras coreanas. Es egresada del departamento de Creación Literaria del Instituto de Artes de Seúl. En 1996 debutó en el mundo literario con su obra La óptica del francés, la cual fue seleccionada para su publicación por uno de los tres diarios coreanos más importantes, el Dong-A Ilbo. Entre sus obras figuran Mi sofá violeta, En busca del elefante, y obras más extensas, como La hora de hornear pan y El origen de la familia.
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Fragmentos Al mismo tiempo
E
l hombre que de ti se ha ido una vez, no podrá volver a ti y ser el mismo de antes. Lo triste no es que se hayan separado, sino que no lo reconocerás cuando vuelva. Él no te abandonará, ni tú puedes olvidarlo. Así como ese viento tiene fuerza para esparcir las semillas a lo lejos, Byongha vendrá a buscarte como si fuera una semilla diferente, pero tendrás que estar despierta.
Todos somos ángeles
E
l color blanco ante mis ojos me parece el límite entre tiempos y espacios distintos entre sí. Pasar de un color a otro ¿significará acaso cruzar una frontera?… Tengo que decir lo que pienso a como dé lugar: los colores que pensamos y los que vemos con nuestros ojos no existen en el mundo exterior… Es más bien nuestra propia reacción que surge del interior… ¡Ah!, estas palabras especialmente, a decir verdad… A mí no me gusta en absoluto el frío, yo… No me mande de inmediato a la cámara mortuoria, tan fría… Todavía me queda algo por decir… • El Último Sobreviviente www.solareditores.com
La lágrima que derramó Kim Yonghi
C
uando iba a volverme después de haber cerrado la puerta, de repente se me rodó una lágrima que fue a caerme en el dorso de la mano. Miré despreocupadamente la lágrima que allí me había caído. No se veía a nadie en el callejón. Cuando lo recorrí todo, vacilé un momento delante de la avenida. Respiré profundamente y caminé por la calle que va hacia la estación del metro. Iba pensando que cualquier lugar donde viven los seres humanos, cantan los pájaros, crecen los árboles y se visitan los amigos, eso es justamente una casa.
La casa de Mari
E
lla se paró frente a la pirámide humana de ébano, uno de los pasteles con más pisos en el mundo, formada por centenares de personas. Una persona agarra el tobillo de otra, y ésta coge una oreja de la que está al lado. Sobre la cabeza de ésta se pone de pie otra persona, la cual toma por el hombro a la de junto o muerde uno de sus dedos, tira de su cabello, muerde uno de los dedos del pie, la abraza por la cintura, lo agarra por el pene caído y por la lengua, etc. Pese a este jaleo de figuras humanas, otros tocan instrumentos musicales, muelen, comen, cantan y se pelean…
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En busca del elefante
E
stoy acostumbrada a despertarme con frecuencia en la madrugada. No puedo quitarme la sensación de que alguien está sentado o tumbado, hecho un ovillo a mis pies. Finalmente dormí con una cámara Polaroid en la mano… aguantando la respiración pulsé el botón de la cámara en un ataque sorpresa. Miré de soslayo la foto en que aparecía una figura bien trazada. No era mi abuela fallecida ni mi tía Yonsuk ni mi tío Dosong ni tampoco el mensajero de esta casa, sino un gran elefante el que estaba allí fotografiado.
Soy el peluquero de una aldea
E
l hecho de que Gaori estuviera a nuestro lado era buena suerte para él y para mí. Haber estado juntos no generó ningún problema. Cuando él empezaba a dormitar, yo pasaba el tiempo ayudándola a lavar los platos, y cuando veía un indicio de que él quería hacer el amor con ella, bastaba con que yo saliera sigilosamente del dormitorio. Pocas veces se daban casos de entablar una discusión o de que no nos pusiéramos de acuerdo. Si habría de darse algún problema, sería después de que él muriera.
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Casa modelo Ramer
S
í, quizá la gente no venga a ver la casa si no siente la atracción de los muebles que circundan el espacio y las instalaciones interiores. Aquí verdaderamente hay todo lo que tiene que haber. —Pero algo ha de faltar también, sólo que no se han dado cuenta… Aquí es como una casa de muñecas. Todas las personas que allí viven, ríen, cantan, se besan y toman vino parecen muñecas. La señorita Jin, con una copa de vino en la mano, miró el reloj de pulsera, pero no dijo nada porque la fiesta acabaría pronto.
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Lluvias
Y
un Heung-gil (1942) es quizá mejor conocido por su antología de cuentos The Man Who Was Left as Nine Pairs of Shoes, libro que muestra un retrato honesto y conmovedor de las relaciones humanas estropeadas por la rápida industrialización, lo que da como resultado la locura de la vida urbana. El emblemático título de la historia, que ganó el Premio de los escritores de literatura coreana, habla del intento fallido —y desesperado— de mantener la dignidad mientras la vida se desploma desde la respetabilidad burguesa hacia la pobreza y la desgracia. The Strainght and the Croked y The Pale Year of Middle Age, dan cuenta de la locura de la clase trabajadora urbana. Yun ha superado con éxito el legado de la guerra coreana, así como el efecto trágico de la división nacional entre familias comunes y corrientes. Lluvias es la historia de una familia dividida por diferencias ideológicas. Durante la guerra de Corea, un niño y sus dos abuelas, cada una en un bando diferente, se ven obligados a vivir • El Último Sobreviviente www.solareditores.com
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en la misma casa. La vida cotidiana se vuelve hostil cuando el tío del niño, un soldado de Corea del Sur, muere en combate. La comprensión imperfecta del niño acerca del conflicto ideológico subraya un absurdo fundamental y también funciona como herramienta eficaz para registrar los permanentes horrores de la guerra. El final de la historia muestra la posibilidad de que la curación puede encontrarse en la tradición y la cultura ancestral. Entre sus obras principales se encuentran: The Man Who Was Left as Nine Pairs of Shoes (1977); The House of Twilight (1976); The Sea of Revelation (1977); When Does the Rainbow Appear? (1979); The Spirit of Pure Silver (1980); The Armband (1983); The Idiot’s Moon (1985); Dreamers’ Los Angeles (1987).
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FRAGMENTOS Lluvias
A
costado en la habitación de mi abuela materna, sentía vagamente la lluvia que caía sin cesar. Llovía a ratos con furia, a ratos suavemente, era como si un algodón me escarbara las orejas tratando de asearlas. Luchaba con el sueño acumulado por el cansancio de esa noche y la lluvia parecía venir de un mundo lejano. Como tenía prohibido salir de casa, a veces pensaba que era un consuelo el que afuera lloviera tanto y tan seguido. Para mí, estar encerrado y aburrido en casa habría sido un gran suplicio si el sol brillase en los campos y colinas, y las cigarras cantaran alegremente en un frondoso árbol movido por el viento fresco. Sin embargo, a veces, cuando en las tardes dejaba de llover un rato, mis amigos del barrio formaban una banda y pasaban corriendo alborotados frente a la puerta de mi casa. Yo, desde mi habitación, los podía escuchar claramente. Cuando recordaba a los chicos que iban a pescar entusiasmados a los canales de regadío de los arrozales y en la pantanosa orilla del río, y luego me imaginaba los gordos peces saltando con sus brillantes escamas en los canastos, pensaba en la tristeza que • El Último Sobreviviente www.solareditores.com
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debían sentir los niños abandonados. Se habían olvidado completamente de mi existencia. Ni siquiera una vez, por cortesía, se pararon frente a mi casa para invitarme. Sentía mucha envidia de que fueran los dueños del mundo. Para calmar esa angustia, me puse a recoger las casi putrefactas flores de caqui que habían caído por la lluvia y las tiraba al lugar donde se hacía fertilizante. Así fue como a temprana edad aprendí lo que es la resignación. En ese entonces lo único que esperaba era el inicio de las clases, que estaban prontas a empezar, con lo cual el castigo de mi padre de no dejar me salir de casa se iría diluyendo y así terminaría esa terrible pesadilla. Cordero
L
a paz me duró poco, pues mi madre regresó diciendo: “¿Todavía no se muere ese maldito?” Un demonio de casi cuatro años. No sé desde cuándo, pero empezó a apoderarse de nosotros una extraña superstición. Era la única manera que teníamos de explicar todas las tragedias sucesivas que nos estaban ocurriendo, que siempre tenían una relación estrecha con mi hermano Yunbong. Ese pequeño demonio siempre estaba como la sombra de un fantasma acurrucado y escondido, esparciendo una por una las semillas del mal. Era mi hermano, el enviado del demonio, que estaba aquí para arruinar completamente a nuestra familia. Más allá de su idiota y pálido rostro, con su candorosa sonrisa, podíamos vislumbrar las negras alas del infierno. Dentro de su tartamudeo que imitaba algún discurso y canciones militares, 14
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era fácil vislumbrar su lengua como puñal que vibraba en el aire. Era nuestro pequeño demonio de casi cuatro años, Yunbong. […] Paseaba incesantemente de un lugar a otro de la habitación tratando de no pisar a mis otros hermanos. Mientras lo hacía, me imaginaba en detalle qué estaría haciendo mi madre a tan avanzadas horas de la noche. Fue entonces cuando la duda moral sobre mi madre apareció furtivamente en mi cabeza. Empecé a dudar mucho de ella. Probablemente quisiera dejarnos abandonados, o tal vez ya lo había hecho. Era obvio que lo pensara, al ver lo avanzado de la hora. La mamá de mi amigo Seungchan lo hizo así. Su padre también fue llevado a trabajos forzados durante unos días, y su madre fingió andar de vendedora con un bulto sobre la cabeza, pero luego desapareció y jamás regresó. Esa noche mi amigo vagabundeó llorando por todo el pueblo con su hermano que apenas había dejado de mamar. Lo cargó toda la noche. ¿Cómo era posible que mi madre, que había criticado duramente a esa mujer por abandonar a sus hijos, hiciera ahora lo mismo? Debido a eso, sería una pesadilla para mí tener que encontrarme mañana con mi amigo Seungchan. Era obvio que se burlaría de mí más y frente a más amigos de los que estaban cuando yo me burlé de él.
Lluvia de golpes
—Siempre que hay luz, hay sombra. Por supuesto, la
luz es preferible a la sombra, pero si en el mundo sólo hubiese luz, sería un gran problema. La gente estaría can• El Último Sobreviviente www.solareditores.com
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sada, como seca, no podría soportarlo. Es normal que después de la luz venga la sombra. Con mayor razón en las grandes ciudades. Por eso nuestra cafetería es una sombra. La única que queda en esta ciudad. Las personas que se han agotado por el duro trabajo diario con el sol abrasante, llegan rendidas a este lugar a descansar. Aquí no se necesita formalidad ni fama, y aunque alguien se comporte de manera fuera de lo común, nadie reclama. No se sienta incómodo porque no lo recibimos de etiqueta, creo que la ropa de trabajo es más cómoda y adecuada para revolcarse en un verde pastizal. […] A pesar de que el tiempo pasaba y el cocinero llevaba ya más de un mes, no se le había visto ni la punta de la nariz. Desde muy temprano en la mañana, hasta muy tarde en la noche, al cerrar la cafetería no era posible encontrarse con él, ni siquiera se le veía ir al baño. Ese brazo albo con aspecto femenino que aparecía de vez en cuando en la ventanilla despertaba aún más la curiosidad de los clientes. La mesera y la señora Son ahora estaban más unidas que antes, y parecía que hubiesen hecho un pacto férreo para no dar antecedentes del nuevo cocinero. Era muy extraño el comportamiento de ambas, siempre tensas, vigilando alternativamente que nadie se acercara inesperadamente a la ventanilla. A medida que pasaba el tiempo, el cocinero se fue transformando en un personaje misterioso. Como nunca habían oído su voz, corría el inocente rumor de que era mudo. También se corría otro: que era muy feo, como si tuviese quemaduras en el rostro, por eso no se dejaba ver.
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Alas o esposas
L
uego de separarse de sus compañeros de trabajo, Dosik Min se fue caminando por la calle llena de gente que iba y venía. Logró darse cuenta de que una gran proporción vestía uniforme, lo cual no dejó de sorprenderlo. Era como para confundirse que hasta entonces las calles no hubieran mostrado ese ambiente y, al día siguiente, hubieran cambiado su fisonomía viéndose atestadas de uniformes, excluyendo a los que siempre lo han llevado: militares, policías, estudiantes de escuela, voluntarios del orden del tránsito, taxistas, cuidadores de edificios y hoteles, funcionarios públicos uniformados, recolectores de basura, empleados de bares, vendedores de refrescos, de cosméticos, empleadas bancarias y oficinistas. Además de ellos, se veía gran cantidad de empleados de grandes empresas luciendo orgullosamente su uniforme. Justamente entonces, por casualidad, se cruzó con un joven que vestía el uniforme marrón de otra empresa textil, considerada por su gerente general como rival. Lo que más le sorprendió fue que incluso en el mundo de los jóvenes universitarios y de aquellos que intentan nuevamente reingresar a la universidad, el uso del uniforme había penetrado profundamente. No es el uniforme de los escolares para las prácticas militares, sino que usan las mismas telas, estampados y diseños, e incluso tienen la misma forma al caminar. Entre ellos había tres o cuatro jovencitas que llevaban ropa imitando el uniforme de los soldados americanos y, como si les pareciera poco, se habían colocado además un bordado que decía “U.S. ARMY”, y en la solapa unas barras con el grado militar y redes de camuflaje. Dosik Min se sintió atrapado por la sensación de que en
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sus oídos resonaban las trompetas que anunciaban el inicio de la época de una rígida “uniformación”. Finalmente logró llegar a casa después de haber sido ayudado, a empujones, a subir y bajar del autobús por la jovencita que recibía los boletos. Ella también estaba muy bien uniformada.
Leña
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vitando ser descubiertos por el vigilante forestal, nos fuimos por el lado opuesto y llegamos a una quebrada muy oculta, donde mi padre dejó el cargador y puso manos a la obra. Como no teníamos más que una guadaña, sólo él cortaba las ramas y yo me encargué de vigilar. No se veía a nadie, sólo se escuchaba el ruido de la guadaña. Era demasiado intenso, casi enloquecedor, y parecía cortar el viento en pedazos. Luego, este ruido comenzó a rebanar la ladera del monte de un lado hacia el otro, llegando finalmente a mi pecho, donde pulverizó el poco valor que me quedaba. Cada vez que caían al suelo las gimientes ramas de pino al ser cortadas por la guadaña, me estremecía. Mi padre se daba mucha prisa haciendo gran ruido, como si lo hiciese a propósito para ser descubierto. Parecía despertar al monte que dormía silenciosamente. Me quejaba de la torpeza de mi padre al cortar tan ruidosamente las ramas, como si con un cincel golpeara una piedra, y mientras esos golpes absorbían por completo mi atención, descuidé la vigilancia. —¡No te muevas! De repente mi padre fue sorprendido por un grito y la luz de una linterna. Mi padre se asustó tanto que pareció dar un salto, como un corzo al que le rozó una bala.
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Una flor silvestre en la memoria
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asaron los días y los meses, empezó a sentirse la brisa otoñal y corrían rumores de que los militares surcoreanos estaban provocando el retiro hacia el norte de las tropas comunistas. Mi madre empezó a impacientarse, porque los tíos de Myongseon podían aparecer sorpresivamente en el pueblo, en caso de que la guerra terminara antes de lo esperado. Yo les había contado a mis padres que ella no había sido abandonda por sus tíos, sino que Myongseon había huido de esa familia. Mi padre estaba decidido a usar todas las estrategias posibles para hacerla confesar el escondite de los anillos antes de que terminara la guerra. Ese día también había ido al puente con Myongseon. Ella gozaba de sus peligrosas acrobacias, ya había pasado la parte de concreto y se dirigía con mucho cuidado hacia el centro del infierno, pasando por los enmarañados fierros. Fue entonces cuando sobre nuestras cabezas se oyó un ruido ensordecedor que pareció dividir el cielo en dos. El azul firmamento servía de fondo al escuadrón de aviones de combate de los aliados australianos. Por ese ensordecedor ruido me fue imposible oír el grito entre los fierros retorcidos del puente. De repente me acordé de que esta chica de Seúl que no tenía miedo a nada, paradójicamente sólo le temía al ruido de los aviones. Dirigí la mirada hacia el puente donde hacía sus travesuras y sólo vi una pequeña flor, una enanita del sol que caía vertiginosamente hacia las aguas del río.
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Monsil
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won Jeong-saeng nació en Tokio (1937-2007) y tuvo una vida muy difícil. En su infancia sufrió privaciones y sólo terminó la escuela primaria. Vagó errante por todo el país, enfermó de tuberculosis y sobrevivió en el campanario de una pequeña iglesia rural. Aunque es autor de varios libros que han sido éxitos de librería, lleva una vida sencilla y humilde. Incursionó en el mundo literario en 1969 con el cuento Excremento de perro, uno de sus libros más representativos. En 1971 ganó el concurso de primavera del periódico Maeil con el cuento Cascabel de sombra de una ovejita, y en 1973, en la revista Chosun, con Cheogori de algodón y mamá. Es muy apreciado en Corea por niños y adultos que gustan de leer libros infantiles. Monsil, en particular, es una obra que tiene muchos seguidores y que ha marcado la vida de quienes la han leído.
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FRAGMENTOS —Mamá, tengo hambre —dijo Monsil con lágrimas en los ojos. La señora Milyang se acercó y la abrazó con pena. —Aguantemos un poco más. Jamás volverás a tener hambre. —¿A dónde vamos? —A la casa de tu nuevo padre. —¿Qué hacemos con mi padre que se fue para ganar dinero? —Ese padre ya no regresará. —¿Por qué? —Se fue por allí, muy lejos. —… Monsil calló. ¿El padre que salió de la casa peleando hace un mes ya no era el padre de Monsil? ¿De verdad ya no regresaría?
Con el tiempo, Monsil se acostumbró al pueblo de Detgol y fue olvidando la casa que había dejado. Olvidó al señor Chung, aunque insistía en que él era su verdadero padre; • El Último Sobreviviente www.solareditores.com
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desapareció de su memoria la palabra pobreza, los aciagos momentos en que no había comida y sólo tomaba una sopa de hierbas. Después de un año, Monsil era feliz.
—Tía, ¿por qué no vamos a Salgang? —preguntó Monsil. Quería ir rápidamente a Salgang para ver a su papá, a Hi-suk y a sus otros amigos. —Tu papá ya no vive en Salgang. ¿Crees que puede vivir allá, después de la vergüenza que le causó la huida de tu madre? ¿Cómo podría vivir en ese lugar? —Entonces, ¿se mudó a otro pueblo? —Sí, se fue a Norusil. Monsil pensó que ya no podría ver a Hi-suk y a sus amigos. En la oscuridad caminaban por la carretera y, al poco tiempo, pudo ver a un adulto que se acercaba a grandes pasos. Al aproximarse, vio a su padre Chung. “¡Papá!”, gritó Monsil por dentro, porque no pudo decir nada. De repente sintió un viento frío en el corazón y se le endureció la garganta. El señor Chung la abrazó fuertemente y gimió sin decir nada. Monsil pensó que su padre lloraba. Desconfiaba de él, le pareció que no era como antes.
Los niños hablaban en voz alta de los soldados comunistas de camino a la escuela, pero no alcanzaban a satisfacer su curiosidad. 22
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—Dicen que cuando los comunistas vienen a robar, se pintan las caras con tinta negra y las cubren con tela dejando ver sólo sus ojos. Por eso no podemos averiguar quiénes son. —En el Valle Rocoso de las Urracas, el joven de la casa que tiene el cerezal robó sacos de arroz. Al día siguiente su padre encontró una carta que dejó su hijo. —¿El hijo rojo escribió una carta y se fue?
Sí, escribió: “Perdóname, papá”, y puso su nombre. —¿Pues qué hizo? —La familia de la casa del cerezal cocinó pollo y preparó un pastel de arroz esperando que su hijo regresara. Ese día vino y se llevó la comida, como si lo hubiera sabido. Su padre fue arrestado por haber conspirado en secreto con su hijo.
Para ir al camino, cualquier persona debe saber si el destino es cercano o lejano y cómo es el camino. Después, tiene que preparar todo. Lo que vamos a aprender ahora es cómo debemos andar en el camino de nuestras vidas y conocerlo con exactitud. Hay que averiguar de antemano las dificultades de la vida personal, el futuro de nuestro pueblo y patria, y prepararnos sólidamente. Como ustedes bien saben, ya pasaron cinco años desde la Independencia, pero parece que todavía no hemos encontrado nuestro camino. La patria está dividida en dos y nos seguimos preguntando de qué lado se encuentra la razón. Tenemos que saber bien • El Último Sobreviviente www.solareditores.com
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cuál es el camino correcto y quién está en lo cierto. Los rumores dicen que no hay que creer a Estados Unidos, que Rusia nos engaña y que Japón se está levantando. Seguramente, es cierto. No tenemos que depender de la fuerza ajena, aunque sea grande. Si dependemos de Rusia, seremos su colonia, y si dependemos de Estados Unidos, resultaría igual. Los 36 años de dominación japonesa son resultado de lo que pensó la vieja generación, que se acogió al poderío del Japón y, finalmente, terminó por entregar la patria. El Tratado de Eulsa es, efectivamente, un compromiso tonto. El profesor Choi calló por un rato y suspiró. Los estudiantes lo escuchaban silenciosamente, como si alguien hubiese muerto.
A mediados de julio la señora Bukchon dio a luz. Era un tiempo muy difícil. Habían pasado veinte días desde que la guerra había empezado y todos los vecinos preparaban sus maletas para ir en busca de refugio. Hacía cuatro días que se habían llevado a los jóvenes al buque de guerra. Entre ellos había también algunos hombres mayores de treinta años. El señor Chung también fue a la guerra con ellos.
Monsil, con Nan-nam a cuestas, no podía ir a ningún lugar. A mediodía, con los rayos ardientes del sol, tenía que protegerla buscando la sombra de los aleros de las casas. Aunque masticaba arroz y con eso preparaba la papilla aguada, Nan24
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nam estaba molesta y lloraba continuamente. Sus manos pequeñas y huesudas parecían deditos de pollo. —Abuela Chang-gol, tal vez Nan-nam se muera —le llevó a la niña buscando ayuda. —Monsil, dame a Nan-nam. La abuela Chang-gol la abrazó y buscaron de casa en casa a alguien que tuviera un recién nacido. Primero fueron con la mamá de Chong-gu, de la casa que tenía un árbol de caqui. —¡Dios mío! ¡Qué pena que estés así por no tomar leche! —la mamá de Chong-gu abrazó a Nan-nam, sacó su pecho y se lo dio a Nan-nam. Nan-nam tomó el pezón y chupó concentrada, como si estuviera colgada.
El papá de Nam-ju, el señor Park, fue llevado a la fuerza a la oficina de la delegación de policía. Una tristeza más grande le esperaba todavía al pueblo que cambiaría de un día para otro. El señor Kim, de la casa que tenía el árbol hue, y el señor Yun, de la casa del techo de bambú, también fueron arrestados. Después de unos días todos los niños jugaban a algo muy raro. Decían: “¡Bang!, ¡ouch!”, sacaban la lengua, estiraban el cuello y hacían como si estuvieran muertos. Todo era porque los adultos que se llevaron fueron ajusticiados con rifles. El abuelo de la casa del cerezal del Valle Rocoso de las Urracas esta vez no regresaría. Lo que regresó fue su cadáver envuelto en una estera. • El Último Sobreviviente www.solareditores.com
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Monsil se marchó a Detgol para buscar a su mamá, a pesar de haberlo descartado al principio. Era la segunda noche desde que salió del pueblo del Valle de los Avellanos. Con dificultad tomó un tren de carga y, cuando bajó en la estación del pequeño pueblo, sintió el corazón extremadamente tranquilo. Aunque cojeaba, intentó caminar deprisa. Monsil vivía, por fin, con tranquilidad. La señora Milyang le hizo ropa nueva y le compró una manta acolchada nueva para la criatura. Su corazón sufría al ver que la hermana de Young-deuk, Young-sun, mamaba de los pechos de su madre y que Nan-nam seguía comiendo papilla. Su mamá la ignoraba siempre que podía.
“Cuando papá regrese, no va a dejar que me quede. En ese momento, regresaré a mi casa con Nan-nam. La abuela Chang-gol y la mamá de Nam-ju dijeron que me avisarían cuando papá regresara, pero parece que todavía no ha vuelto.” Así pensaba Monsil, mientras esperaba la noticia desde Norusil de que su papá había regresado. Lo mejor era vivir así, como hasta ese momento, pero eso sería temporal y algún día terminaría. Cuando regresara uno de sus dos padres, Monsil tendría que salir de la casa de su madre. Había pasado un año desde la llegada a la casa del señor Choi, cuando Nan-nam empezó a caminar. Nan-nam llegó con su hermana, que comenzaría a trabajar como cocinera. La familia del señor Choi tenía cinco miembros. El señor Choi, su esposa y tres hijos. 26
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La hija mayor estudiaba en la escuela preparatoria; el segundo hijo, en la escuela secundaria, y el tercero cursaba el sexto grado de primaria. El trabajo de Monsil era hacerse cargo de la casa del señor Choi todo el día con Nan-nam a su lado. Los señores Choi tenían una tienda de zapatos en el mercado de la alcaldía y trabajaban juntos. Ese año Monsil no había tenido que preocuparse por la comida, y su trabajo no era tan difícil. La familia del señor Choi trataba con amabilidad tanto a Monsil como a Nan-nam, quien por fin llevaba ropa limpia y comía adecuadamente.
Mientras Monsil y Nan-nam lavaban la ropa en el pozo, cuando alguien tocó a la puerta. Monsil corrió a abrir. —¡Monsil! —¡Dios mío! —Monsil retrocedió con paso vacilante y se detuvo asombrada. —Llegó tu padre. El hombre que llevaba puesto un uniforme militar estadunidense y que acompañaba a la abuela Chang-gol era el padre de Monsil, el señor Chung, a quien había esperado tanto tiempo. Monsil veía a muchos niños mendigos que pasaban con una lata por las calles de la alcaldía. La niña vendedora de flores podría decir que eso era malo, pero por ahora no había otro remedio. Monsil se mordió los labios. Sólo pensaba en que tenía que alimentar a Nan-nam. No podía esperar la ayuda de las personas del pueblo. Todos comían y vivían con dificultad. • El Último Sobreviviente www.solareditores.com
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Las personas que vivían en la retaguardia se sentían como tontos sin entender por qué había ocurrido la guerra ni tampoco por qué se había detenido. Perdieron sus pueblos, sus casas, sus familias y su salud. Aunque la guerra donde volaban las balas había terminado, la gente tenía que pelear otra guerra, la de la sobrevivencia.
El cadáver del señor Chung, como el de otras personas que habían muerto allí, fue envuelto en un saco de paja en presencia de un comisario de policía y movido por obreros en un camión. Lo incineraron en un crematorio y le dieron a Monsil una caja pequeña en la que pusieron sus huesos. Lo hicieron con rapidez, como si hubieran estado esperando que se muriera el señor Chung.
Monsil se levantó sin hacer ruido y miró a través de la ranura de la puerta corrediza. Se sorprendió mucho. El hombre que subía las escaleras que daban al segundo piso, tomado de la mano de Keum-nyun Seo, era un soldado negro con uniforme azul.
Monsil se dio cuenta de que no tenía a nadie con quien compartir su cariño, ni en Norusil ni en Detgol. Al tercer 28
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día regresó a la casa de Keum-nyun, pero tampoco había nadie que la recibiera calurosamente. Nan-nam empezó a hablar engreídamente al ver a Monsil. —Hermana, voy a vivir en una casa muy, muy rica como hija adoptiva.
Pasaron treinta años. Los tiempos llevaron a las personas azotándolas sin piedad. El otoño llegó a toda la península coreana como siempre. Una florería exhibía deslumbrantes crisantemos de la estación.
Siempre que caminaba, su cojera hacía que todo su cuerpo se inclinara. Así fue como llegó Monsil hasta aquí, desafiando el peligro. De igual manera lo había hecho cuando cruzaba el camino seco y empinado del cerro, cargando a sus pobres hermanos en la espalda.
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JO KYUNG-RAN En busca del elefante Traducci贸n
Chong Gu Sok y Armando Eduardo Ram铆rez
Índice del libro • Al mismo tiempo • Todos somos ángeles • La lágrima que derramó Kim Yonghi • La casa de Mari • En busca del elefante • Soy el peluquero de una aldea • Casa modelo Ramer
YUN HEUNG-GIL Lluvias Traducci贸n
Kim Uh-sung e Isabel Ishiharada de Lee
Índice del libro • Lluvias • Cordero • Lluvia de golpes • Alas o esposas • Leña • Una flor silvestre en la memoria
KWON JEONG-SAENG Monsil Traducciテウn
Sun-young Lee, テ]gela Pテゥrez Contreras y Alfredo Romero
Índice del libro Prefacio 1. La madre abandona al padre 2. Coja 3. Separada de su madre 4. La madrastra, la señora Bukchon 5. El anciano del Valle Rocoso de las Urracas 6. La vida 7. La tristeza de la madrastra 8. La hermana Nan-nam 9. Un raro soldado comunista 10. Buenas y malas personas 11. Dos madres en un mismo sueño 12. Visita al Valle Rocoso de los Avellanos 13. Nan-nam y Young-sun 14. Una nueva separación materna 15. Un bebé negro 16. Regresa el padre 17. Monsil mendiga 18. Young-deuk, Young-sun 19. Todos son mis hermanos 20. En busca del hospital de beneficencia 21. La muerte del padre 22. Todos se fueron 23. El empinado camino del cerro Monsil, una historia inconclusa
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minimalia Colección de literatura coreana
Títulos de próxima aparición
Razón de las sinrazones, Kim Chun-su
Los árboles en la cuesta, Hwang Sun-won
Cuando florece el alforfón, Lee Hyo-seok
Seguir soñando, Park Wan-suh
Calle 2 núm. 21, Col. San Pedro de los Pinos, 03800, México, D.F., Tel. +52 (55) 55 15 16 57 www.solareditores.com • solar@solareditores.com