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Qué hace un editor? La visión de una diseñadora que quería hacer libros
Selma Isabel Jaber de Lima
Diseñadora, correctora y editora
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¿Qué hace un editor?
La visión de una diseñadora que quería hacer libros
Para el profesor Cirano Reyes García
Los libros se hacen, no solo se escriben. Es algo que suele pasar inadvertido hasta que te encuentras un libro muy mal hecho aunque esté bien escrito. En cambio, cuando ves un libro bien hecho, puede ser un objeto mágico, aunque no puedas explicar el porqué.
Crecí entre libros y autores, familiares dedicados a escribir libros y con un nombre que hace homenaje a la primera mujer en ganar el Premio Nobel de Literatura. Desde mi infancia temprana estuve rodeada de libros que me cautivaban no solo por sus textos e ilustraciones, sino porque eran objetos mágicos, por eso, cuando debí decidir qué estudiar, pensé que me gustaría dedicarme hacer esos objetos maravillosos. No quería escribir libros —de esos hay muchos—, lo que deseaba era hacerlos y, según me contaron, los libros los hacían los diseñadores editoriales, y estudié diseño.
Así empezó mi historia con la edición. En ese momento no tenía idea de lo me que faltaba transitar por el mundo editorial. Para empezar, descubrí que hacer libros y diagramar libros no es lo mismo. Que el diseñador diseña, diagrama, maqueta y da forma a una idea que, en muchos casos, no es propia. Que ajustar cajas de texto en InDesign, seleccionar tipografías y lograr que el libro cierre en pliegos para que no haya merma de papel no es hacer un libro, sino
No quería escribir libros, deseaba hacerlos y, según me contaron, los libros los hacían los diseñadores editoriales, y estudié diseño.
Descubrí que el diseñador diseña, diagrama, maqueta y da forma a una idea que, en muchos casos, no es propia. que es solo una pequeña parte de un proceso mucho más amplio.
Comprendí entonces que lo que quería era dedicarme al proceso completo: el proceso editorial, aunque aún no sabía cómo. Recuerdo una cita de un libro de Gerardo Kloss que hizo que “me cayera el veinte”:
Una vieja historia cuenta que había una vez tres hombres picando piedra a la orilla de un camino. Un viajero se detuvo a preguntarles qué estaban haciendo y he aquí lo que cada uno respondió:
—Aquí, sobándonos el lomo, como usted ve —dijo el primero. —Pues nada, picando estas malditas piedras —dijo el segundo. —Estamos construyendo una catedral, pero es solo la primera etapa —dijo el tercero. ¡Ese tercer hombre, el único que tenía conciencia del proceso total, pudo haber sido un editor! Decenas de personas participan en una edición desde la perspectiva de distintos oficios y especialidades y, sin embargo, nadie se responsabiliza del resultado porque todos se conforman con “picar su parte de la piedra”.1
1 Gerardo Kloss, Entre el diseño y la edición. Tradición cultural e innovación tecnológica en el diseño editorial, uam, México, 2002, p. 121. En esta edición la historia no tiene referencia. Sin embargo, por afán de pulcritud editorial, cito otro libro posterior de Gerardo Kloss, Entre el oficio y el beneficio: el papel del editor. Práctica social, normatividad y producción editorial, Editorial Universitaria udg-Altexto, Guadalajara, 2007, p. 11, donde aparece la historia con algunas modificaciones y su cita a Hernando Pacheco, a su vez tomada de Edmundo Valadés, El libro de la imaginación, México, fce, 1997, p.56:
Un hombre, al pasar frente a una cantera, vio a tres operarios labrando piedra. Preguntó al primero: —¿Qué hace? —Ya ve, cortando estas piedras. El segundo dijo: “Preparo una piedra angular”. El tercero se limitó a decir impávido: “Construyo una catedral”.
Entonces entendí: los libros los hacen los editores. Pero no hay carrera para ser editor ¿o sí? No importaba mucho. Estaba en el camino correcto, porque con todos y cada uno de los conocimientos sobre planeación, corrección, cuidado editorial, papeles, tipografías, formatos, diagramación, preprensa, prensa, distribución y otros más que llevaba en la carrera, aprendía a ver el proceso completo y no solo la parte de picar piedra que me tocaba.
Mi primera idea de lo que hace un editor quedó plasmada en mi trabajo final de maestría, donde explicaba que la edición es “una actividad de creación cultural que coordina diferentes procesos de carácter intelectual y artístico y que, a su vez, depende de procesos industriales de producción y reproducción”.2 En aquel momento hablaba ya con soltura del proceso y sus fases y explicaba qué pasaba si fallaba algo en cada una. Aún no sabía lo que me esperaba años después.
Desde entonces he pasado por varios proyectos que, de una forma u otra, se han relacionado con el quehacer editorial. A veces soy diseñadora y me olvido de todo lo demás; a veces corrijo redacción, ortografía y ortotipografía y no veo nada de diseño; a veces redacto todo y otro me corrige; a veces le digo al autor que su texto no tiene pies ni cabeza; y a veces hago un diagrama extenso, decido los capítulos, hago un índice y coordino todo porque, al final, hay que hacer un libro.
Todavía no me llamaría editora a mí misma. No sé en qué momento las personas se asumen como tal, pero sé que cada vez soy más consciente del proceso y de detalles y matices que antes no consideraba.
Entiendo que los libros, las revistas y cualquier producto editorial no se hace solo. Requiere de la aportación de diferentes personas: alguien que escriba y alguien que vea
2 Selma Jaber, Herramientas de retórica para la evaluación de la producción editorial. Estudio de caso: revista Diseño en Síntesis, idónea comunicación de resultados para obtener el grado de maestra en Ciencias y Artes para el Diseño, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Xochimilco, 2008. La edición es una actividad de creación cultural que coordina procesos intelectuales y artísticos y que depende de procesos industriales de producción y reproducción.
A veces corrijo redacción, ortografía y ortotipografía y no veo nada de diseño; a veces redacto todo y otro me corrige.
Es esa suma de trabajos y conocimientos lo que construye cada producto editorial.
Hay que conocer, además, del manejo de recursos humanos para elegir al equipo adecuado según el proyecto. que lo que está escrito está bien escrito, alguien que valore si eso que está escrito vale la pena ser publicado, alguien que le dé formato y decida sobre la manera de presentarlo a los lectores, alguien que vuelva a revisar que esa puesta en página no tenga errores, alguien que lo imprima o lo “suba” a la red. Y así, la lista de personas puede ampliarse dependiendo del tema y complejidad del texto en cuestión.
Es esa suma de trabajos y conocimientos —con nombres de autores, correctores, lectores, dictaminadores, diseñadores y prensistas entre otros— lo que construye cada producto editorial. Cada uno es una pieza vital e indispensable. Pero también he aprendido que en esa suma de voluntades puede prevalecer el caos. Varias cabezas —y cada cabeza es un mundo— que actúan desde su saber y perspectiva. Cada uno concentrado en su parte del proceso. Por eso es indispensable que exista un editor.
Puedo rememorar los momentos en que me he dado cuenta de que sé cosas que antes no sabía, o que debo saber cosas que no había contemplado. Por ejemplo, ahora hay que saber de marketing y algo de sociología: ¿para quién es el producto editorial, cómo es ese público, qué espera, qué le gusta, qué lo motiva? Pero también hay que saber de economía por aquello de los costos y presupuestos (que no te enseñan en la carrera), y algo de leyes y cosas de abogados, porque hay que saber tramitar derechos —o coordinar que alguien lo haga—. Hay que conocer, además, del manejo de recursos humanos para elegir al equipo adecuado según el proyecto, pues el proceso editorial, al igual que el proceso de diseño, es un wicked problem, 3 que varía perversamente según el contexto y situación y hay que estar preparado para atender cualquier sorpresa.
La flexibilidad del pensamiento me parece crucial para un editor, ser creativo y encontrar las soluciones adecuadas, aunque no sean las más ortodoxas. También hay
3 Retomo el concepto de Richard Buchanan, “Wicked Problems in Design Thinking”, en Design Issues, vol. 8, núm. 2, primavera, mit Press, Cambridge, 1992, pp. 5-21.
que desarrollar habilidades personales, como la capacidad de delegar responsabilidades y acompañar tareas, lo cual no siempre es fácil. Hay que aprender a ensamblar las partes del proceso, que no suelen ser tan ordenadas y lineales como uno quisiera, y eso implica generar soluciones prácticas y humanas en una cronología única, que dicta el proceso editorial y que cambia según las particularidades del proyecto.
Quien trabaja de editor debe saber qué tiene que hacer cada una de las personas involucradas y controlar que lo haga bien. Visualizar el producto final y asegurarse de que se logre aun después de pasar por las manos —y cabezas— de cada uno de los diferentes agentes involucrados. El editor es quien se hace responsable de llevar a buen puerto la idea original y se asegura de que la idea no se pierda. Esa persona con toda la conciencia del proceso global de creación editorial es el editor.
Además, hay diferentes tipos de editor, que personas con mucho más experiencia que yo han definido. Aquí solo intento contar mi visión, aún en formación, de lo que hace un editor y mi proceso de aprendizaje.
No soy editora —aunque a veces sí lo soy—. Hago un poco de todo, pero mucho de edición, aunque a veces “solo” me dedico a ciertas partes del proceso de producción editorial y, lo más importante, cada vez que participo en la creación de un libro o revista aprendo del proceso.
Soy diseñadora editorial, lo cual significa que sé de cosas que mis compañeros en el proceso editorial no saben. Trabajo de la mano con personas que son muy buenas en redactar y citar datos, fechas y fuentes de manera impecable, pero que, por ejemplo, no saben de tipografía, o cómo pedir una cotización a la imprenta. Creo que es una ventaja, pues veo todos los detalles en conjunto: desde que el texto esté bien redactado —redacción, corrección y cuidado editorial—, que la puesta en página sea la adecuada —coordinar y supervisar a los diseñadores… y de vez en cuando arreglar algo en InDesign— y, a veces, ir a la imprenta a ver las pruebas y hablarle al impresor con algo de conocimiento porque de eso sí me hablaron en la carrera.
Quien trabaja de editor debe saber lo que hace cada una de las personas involucradas y controlar que lo haga bien.
Hago un poco de todo, pero mucho de edición, aunque a veces “solo” me dedico a ciertas partes del proceso de producción editorial.
Con los años he aprendido a entender el proceso y a verlo como un conjunto, sin perder atención al detalle, porque es eso lo que se requiere para hacer libros.
No hay dos productos iguales, aunque se parezcan, ni siquiera dos números consecutivos de la misma revista.
He aprendido a ver las publicaciones como un todo: a asegurarme que se exprese lo que el autor realmente quiere decir, así signifique reacomodar su obra o replantear el orden de los capítulos; corregirlo para que tenga coherencia, vigilar el texto; que la puesta en página sea la adecuada para su público específico; que la impresión esté a tiempo y se pueda distribuir sin retardos.
También he aprendido que el proceso editorial incluye mucho más que redacción y ortografía. Que hay que ver una publicación como un conjunto y que se debe cuidar y defender, que requiere tiempo y que hay que entablar relaciones con los demás involucrados —desde el autor hasta el librero—. Con los años he aprendido a entender el proceso y a verlo como un conjunto, sin perder atención al detalle, porque es justo eso lo que se requiere para hacer libros.
Así, he podido sortear y aprender de los más diversos proyectos: desde libros de texto de primaria, hasta libros de cocina fit, pasando por libros de historia y de preservación de la memoria oral. He trabajado para editoriales, instituciones gubernamentales, organismos descentralizados, festivales, ferias del libro, universidades, autores independientes, museos, organizaciones internacionales, centros de salvaguardia del patrimonio y empresas de diversos ámbitos.
Mi afán de entender el proceso me ha permitido participar en diferentes funciones, en proyectos que implican productos editoriales tan diversos como libros, revistas, mantas, programas de mano, folletos, carteles, artículos de papelería, textos para redes sociales, publicaciones electrónicas y una larga lista de etcéteras.
En cada proyecto confirmo que no hay dos productos iguales, aunque se parezcan, incluso dos números consecutivos de la misma revista, pues cada proyecto es diferente y requiere soluciones particulares. Por eso, en este proceso me esfuerzo por tener una visión editorial desde las diferentes áreas, independientemente de mi papel en esa publicación.
Además, el mundo avanza y la era digital nos alcanzó. Ahora también hay que conocer el proceso de producción
digital. ¿ePub? ¿Mobi? ¿Maquetación fija? ¿Maquetación fluida? ¿Metadatos? ¿Dublin Core? ¿Onix? ¿Cómo que ya no importa dejar viudas y las huérfanas en un libro? ¡Si llevo años haciéndolo así!
Cada proyecto es diferente y cada vez se hace más complejo. La pandemia del covid-19 parece haber acelerado el interés por la edición digital.4 Ahora el editor deberá saber algo de html y librerías electrónicas. Deberá estar consciente de que el diseñador controlará ciertos aspectos de la puesta en página si es para impresión y otros diferentes si es para salida digital. Aprender también que la distribución es diferente y que la preservación de datos no funciona igual.
Así pues, el editor es la persona que ve el todo en su conjunto. Es el director de la orquesta. Es el responsable de todo y de todos. Por eso es una labor que requiere más conocimientos, habilidades y creatividad que cualquiera otra, porque al final es el que hace del libro un objeto mágico.
La del editor es una labor que requiere más conocimientos, habilidades y creatividad que cualquiera otra, porque es el que hace del libro un objeto mágico.
4 No tengo pruebas, pero tampoco dudas. Lo digo únicamente basada en el aumento en la cantidad de veces que me han preguntado por cotizaciones de publicaciones electrónicas en 2020 en relación con años anteriores.