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Editorial
Cartas de afirmación y negociaciones mediáticas C
ada seis años, diversos y similares intelectuales meten, afanosos, su cuchara en el proceso político para medir y ser medidos en su temperatura en el sistema oficial, pues curiosamente los caudillos en estas sentencias epistolares —exigiendo justicia y diafanidad en los comportamientos públicos— son casi los mismos beneficiados posteriormente —ya acomodados ideológicamente en la siguiente administración federal— de los recursos económicos provenientes de la publicidad institucional. No extraña por ello que la reciente carta remitida, a los cuatro vientos, al mandatario Enrique Peña Nieto —pidiéndole no manipular los procedimientos electorales— posea una redacción peculiar, distinguida sobre todo por la monotonía y el laureado clamor de su pluralizado discurso, replicada e insistente, y victoriosamente acuñada en su marco teórico: “México es una democracia joven con instituciones débiles”, la persecución del Ministerio Público a candidatos opositores “erosiona las instituciones que encarnan la autoridad del Estado mexicano”, “el uso de la pgr para perseguir a un líder de la oposición pone a México junto a países con regímenes autoritarios, democracias totalmente disfuncionales”, “la decisión de quién será el próximo presidente de México le corresponde exclusivamente a las y los ciudadanos mexicanos”, etc., usando por supuesto el lenguaje apropiado para las ocasiones solemnes en las que debe imperar la equidad de género y otras pertinencias. La cuestión, como en cada nuevo sexenio, es mostrarse oportunamente: mírennos, aquí estamos, aunque en distintos grupos culturales somos los mismos aquilatadores y evaluadores de las contiendas y las conciencias sociales. Porque las cartas colectivas de la masa intelectual en busca de algún reclamo social son ya, comprobadamente, una suerte de afirmación y de constatación de sí misma ante el principado. De otra manera, ¿cómo hacerse presente en la corte? En un lustro, cuatro mexicanos han ganado el Óscar en la categoría de mejor director cinematográfico en la esfera estadunidense, lo que a las claras indica, sin duda alguna, que las películas en esa nación, la más poderosa del mundo, están regidas bajo la égida de la creatividad inmigrante. Esto resulta, en este caso para México, en un mérito insospechado, justo en momentos en que este país —para el presidente Donald Trump en su característica deformidad cultural que con prontitud se ha metamorfoseado en natural infamia discriminatoria— es una minucia, un sucio patio trasero habitado por violadores y criminales, y al que desea —con su alma supremacista— ocultar a los ojos de sus compatriotas, al grado de prometer a sus votantes desvanecerlo levantando un “bello” muro, como el que separa en Irlanda del Norte a los protestantes y a los católicos, o como el que dividió en Alemania a los comunistas de los que profesaban el capitalismo; o como ese muro que separaba musicalmente a blancos y negros y que derribaron, de modo simbólico, en 1988, Run DMC y Aerosmith al grabar, insólitamente, con la concepción creativa de Rick Rubin, un álbum juntos. Lecciones de la historia que de nada sirven cuando el empecinamiento ignaro está por encima de la ilustración humana. No en balde Trump asegura en sus tuits (manera política de hacer “periodismo” de los que desconfían de la libertad de prensa) que el Óscar va disminuyendo cada vez más en su perfil fílmico. ¿Qué puede decir, si no, alguien que desprecia el trabajo ajeno, alguien que está seguro de que la mejor raza del planeta es la estadunidense, alguien que trata de “mierda” a un país que no es el suyo? Pero también el asunto del Óscar se está volviendo, si no es que se ha vuelto ya, un acto de ensoñación espectacular para la industria mediática, sobre todo porque, con la entrega de esta codiciada estatuilla, los que reciben la distinción automáticamente adquieren trascendencia y grandilocuentes repercusiones económicas que los sitúan de inmediato en un estatus de inobjetable fama, que causa furor en los medios acostumbrados al oropel y al brillo áureo. Las televisoras mexicanas, por ejemplo, cedieron —otra vez, como cada año que un mexicano gana un Óscar— más de quince minutos ininterrumpidos en sus noticiarios a la información de esta fiesta exclusivamente estadunidense, tal como lo hacen para la Fórmula Uno o el Super Bowl o, cada cuatro años, tanto para los Juegos Olímpicos como para el Mundial de Futbol. Y, ya lo sabemos, el cine, a diferencia de otros aspectos de la cultura, es ya una controversia de los espectáculos, rubro que sí deja dinero a las empresas mediáticas, no así la danza, ni la música clásica, ni la literatura. Sin embargo, el Óscar, como se dice en el ámbito mercadotécnico, sí tiene anunciantes, y lo mismo que para un Super Bowl, las empresas también están dispuestas a comprar millonarios espacios televisivos para realzar un espectáculo fílmico como el Óscar con la seguridad de que toda la televisión hará sus comentarios, y hasta sus quinielas (como en el futbol o en el box) durante varios meses antes y después de la entrega de los premios de la Academia Cinematográfica de Estados Unidos. El negocio es el negocio, así tenga algo de rostro cultural.
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Índice
REVISTA INTERNACIONAL DE LITERATURA, CULTURA VISUAL Y EROS / ARGENTINA – COLOMBIA – ESPAÑA – MÉXICO-PERÚ
RANSGRESIONES
Con frecuencia somos esclavos de nuestra percepción: Kapuscinski Gilberto Meza
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Kapuscinski de cuerpo entero Alberto Zuckermann
Director fundador Gustavo Sainz† (1940-2015)
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La soberbia de los patrones mediáticos Víctor Roura
Director general Víctor Roura
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Narrativas
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Director editorial Alejandro Zenker
Tzimis Panousis (1954-2018) Guadalupe Flores Liera
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Poéticamente
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Jefatura de redacción Elizabeth González Arte y diseño Fernando Castillo Juárez
Crónica de la batalla de Zacatecas José David Cano
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La publicidad oficial, un lastre para el pluralismo informativo: Ana Cristina Ruelas Rossi Blengio
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Webmaster Yair Lira
Contribuciones de la guerra: gloria y miseria Eduardo Monteverde
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Directora de comercialización Rossi Blengio
Pudor y desnudez entre los nahuas prehispánicos José Sobrevilla
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Una educación sensorial
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Subdirector de mercados Javier Flores Carranza
Fragmentario: una novela de Malú Huacuja del Toro
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Lo que tanto aprecias se encuentra amenazado por alguien muy cercano: Steven Wilson Lillian van den Broeck
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Rock progresivo: el regreso de un género vilipendiado Gabriel Trujillo Muñoz
58
Los hechos violentos, cicatrices de una ciudad Juan José Flores Nava
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Nuestro historietismo moderno Víctor del Real
64
Almanaque de las letras
66
El fotógrafo del deseo Felipe Sánchez Reyes
70
Literatura para niños Luis Arturo Ramos
74
Las hijas de Romualdo el Rengo Francisco Gabilondo Soler
77
En pocas ocasiones el ilustrador es reconocido como creador: Irma Bastida
79
La Ilustración
81
Higinio Esparza Ramírez / 7 Juan Domingo Argüelles / 10 Eduardo Villegas Guevara / 11 Agustín Ramos / 21 Vicente Francisco Torres / 27 José de Jesús Sampedro / 35 Pablo Fernández Christlieb / 40 Mariana Bernárdez / 41 Federico Arana / 57 Cosme Lavariegos / 63 José Noé Mercado / 73 Carlos Herrera de la Fuente / 76
Articulistas
Artistas visuales
Alarcón Gabriela Bautista Pascual Borzelli Iglesias Gretta Hernández Luis Fernando Antonio Luquín Manjarrez Héctor Medina Norma Patiño Román Rivas Melissa Roura Mariana Salido Alejandro Zenker
Consejo editorial Federico Arana / Jorge Ayala Blanco / Alberto Chimal / Fernando de Ita / Juan Domingo Argüelles / Pablo Fernández Christlieb / Armando González Torres / Ethel Krauze / Roberto López Moreno / Eduardo Monteverde / Humberto Musacchio / Agustín Ramos / José de Jesús Sampedro/ Alberto Zuckermann Transgresiones, fundada en 2003 y renacida el 2 de octubre de 2017. Año 1, nueva época. Este número 4 fue impreso en abril de 2018 con un tiraje de 5 000 ejemplares. Es una publicación bimestral editada y distribuida por Solar, Servicios Editoriales, S. A. de C. V./Ediciones del Ermitaño, con dirección en Calle 2 número 21, San Pedro de los Pinos, Delegación Benito Juárez, C.P. 03800, Ciudad de México, teléfono 5515-1657, correo electrónico: alejandro. zenker@solareditores.com. Editor responsable: Alejandro Zenker. Reservas de derechos al uso exclusivo número 04-2018-011612060800-102, otorgado por el Instituto Nacional de Derechos de Autor. Certificado de Licitud y Contenido número 17124 otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. ISSN: en trámite. Impresa por Solar, Servicios Editoriales, S. A. de C. V. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos escritos y de las imágenes de la publicación sin previa autorización del editor responsable. No nos hacemos responsables por textos e imágenes no solicitados.
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Kapuscinski: San Jorge y el dragón
“Con frecuencia somos esclavos de nuestra percepción” Gilberto Meza
Un poco antes de su muerte, ocurrida el 23 de enero de 2007, Ryszard Kapuscinski había sonado, por primera vez, como uno de los probables acreedores al Nobel de Literatura, el cual habría merecido sin duda. Nacido en 1932 en Bielorrusia, este polaco ha dejado una huella profunda en la literatura mediante su oficio periodístico. A prácticamente una década de su partida, lo recordamos hoy a propósito de la salida al mercado del libro Kapuscinski / San Jorge y el dragón (Editorial Luna Media, colección Kiosco, México, 2017), de donde hemos tomado la siguiente conversación.
E
ran los últimos días de enero y llevábamos enormes chaquetones, guantes y bufanda. Habíamos quedado de vernos para almorzar (quería mostrarle uno de mis sitios favoritos, donde estudió Oscar Wilde) y pasear un poco por los jardines. El Magdalen queda justo enfrente del Jardín Botánico, pero ese día no teníamos mucho tiempo y decidimos posponer la visita para otra ocasión. El río Cherwell, uno de los afluentes del Támesis que bañaba el jardín, era el mismo que teníamos a unos cuantos pasos, justo en uno de los costados del célebre college que visitábamos, lo que hacía el paseo todavía más intenso. Hablamos de sus libros, de su obsesión por dar con la palabra justa, por construir un texto que pueda sostenerse por sí mismo. —En mis años de corresponsal en África y América Latina —recuerda junto a la enorme arcada que rodea el jardín principal— a lo más que podía aspirar era a un télex. Verlo encenderse en medio de la noche, en la más absoluta soledad, podía llevarme al éxtasis. Las comunicaciones eran una gran dificultad, pero, igual que ahora, eran superables. Lo importante era la información que transmitías desde el último rincón del mundo. Mi pelea no era con el télex; era, igual que ahora, con el lenguaje, con sus enormes limitaciones. Debía explicarlo todo con un puñado de palabras, las que eran siempre insuficientes. E igual que ahora, debía ser de inmediato. La noticia no podía esperar. Todo lo que vivía se concentraba entonces en ese instante, frente al télex, en los escasos minutos que tenía para dar cuenta de los hechos. Y siempre eran insuficientes tanto el tiempo como el lenguaje. Nos habíamos conocido dos semanas antes, lo había entrevistado y, desde entonces, empezamos a compartir cierta curiosidad por temas que no suelen abrirse fácilmente. Era 1985 y para entonces contaba con una
Kapuscinski. Foto Reuters.
6 notoria fama, dueño de una obra sólida y reconocida en Occidente. Era, pues, un autor célebre que se hallaba en Oxford invitado por el Consejo Británico a una estancia de seis meses para investigar en sus bien surtidas bibliotecas en torno a un tema pendiente que este quería zanjar. Yo era también becario, pero de la Fundación Reuters, hecho que me permitió vivir casi un año en esa pequeña población estudiantil. Había llegado a principios de mes a Oxford, una ciudad maravillosa donde intempestivamente todo el mundo puede sentirse solo, de manera muy particular los extranjeros. Quizá por eso disfrutábamos juntos nuestro tiempo libre, tal vez porque simple y sencillamente nos simpatizábamos y gustábamos de compartir nuestras preocupaciones. Comprender lo que miras Aparentemente no teníamos mucho en común, excepto, desde luego, que yo provenía de un país en el que Kapu había vivido 13 años atrás y el hecho de que compartíamos idéntica pasión por la literatura y el periodismo. Yo tenía 30 años y él 53. Pese a tal diferencia de edades, desde el primer día se estableció entre nosotros una corriente de simpatía. Era un hombre cálido que además no tenía empacho en mostrar su afecto, su interés en otras personas, aunque pudiera ser al mismo Foto de Alejandro Zenker.
tiempo reservado y hasta arisco con quien no le interesaba. Era, indudablemente, un solitario. Entablaba con facilidad ese tipo de relaciones “profesionales” que tan bien conocemos los latinoamericanos. Pero evadía la cercanía. —Se escribe —prosiguió Ryszard— para ordenar la realidad, para darle sentido. Por eso es preciso reinterpretar los hechos vistos, vividos, conocidos, y pasarlos una y otra vez por el tamiz de la escritura para que alcancen su verdadera dimensión. A veces lo que ves no es la realidad, o por lo menos no en su primera impresión. Puedes estar equivocado —advierte—. Debes por ello estudiar los hechos, reinterpretar, explicar… —dice convencido mientras se abre ante nosotros, magnífica, la capilla. “Este era el college de Wilde”, recordé en voz alta. —Con frecuencia somos esclavos de nuestra percepción. Es necesario darnos tiempo para que las cosas adquieran una nueva dimensión, su carácter único. Esa es, por lo menos, mi manera de abordar la realidad. No puedes fiarte solo de lo que miras. Debes tratar de comprender —dice mientras tomamos la salida y nos protegemos del viento frío que cubre la ciudad. Lo había invitado a almorzar a un pequeño restaurante cubierto de grandes vidrieras que él todavía no conocía y que era uno de mis sitios favoritos.
Todavía no terminábamos el almuerzo cuando dejó los cubiertos y me dijo, concentrando su mirada, como si quisiera doblar los míos: —Por eso la verdad, los hechos, son solo un ingrediente más del texto. A veces eres testigo de una situación que consideras relevante, pero eres incapaz de interpretarla, ya sea porque no tienes el contexto, porque no entiendes la cultura en que se origina, o porque desconoces el lenguaje o porque estás tan condicionado por tu propio medio que eres incapaz de sentir empatía. El mundo puede ser engañoso. Por eso insisto en que hace falta reinterpretar la realidad. De ahí que sea tan difícil decidirse por algún tema. Cuando por fin te decides y lo haces, ya estás escribiendo de otra cosa. Le había preguntado cómo decidía sus temas, cómo armaba sus libros. Las lenguas eran muy importantes para él. —Cuando construyo un reportaje trabajo sobre la historia, pero también sobre la compasión, algo que solo puedo lograr de manera cabal si puedo entender la lengua de la gente con la que hablo, si puedo preguntar en su lengua, sin intérpretes, sin traducciones, sin mirar el diccionario. “Porque cada cultura y cada hombre tienen una forma propia de expresión. Hablarle a un hombre en su lengua,
7 es decir, en una lengua que no es la tuya, tiene de entrada ese reconocimiento que el otro aprecia, “me habla en mi lengua; de ahí, entonces, debe considerarme importante si se ha tomado la molestia de aprenderla”, o algo así. “Y cómo puedes consolarlo, entenderlo o felicitarlo, en sus peores o sus mejores momentos, si no comprendes el significado de sus gritos, sus interjecciones, sus suspiros o movimientos de cabeza. “Me hubiera gustado poder aprender todas las lenguas locales de África. En cambio, solo pude aprender el suajili, que es una especie de inglés en ese continente; es decir, es como era el inglés en la India, una lengua franca, un hilo de unión en medio de esa enorme profusión, de esa riqueza lingüística que resulta abrumadora para los extranjeros y de manera muy particular para los europeos. “Por supuesto, conocer su lengua tampoco es suficiente. Debes aprender de sus creencias, su religión; en pocas palabras, de su historia. Solo así estarás en capacidad de conversar con ellos de igual a igual, y solo entonces, cuando vean que sabes de lo que estás hablando, serás aceptado. Y ser aceptado es la primera condición para que te cuenten lo que viven. “La lengua, claro, es lo primero. Es como la mano con que tomas el pan, con la que pagas los saludos, la amabilidad, pero también es tu manto de protección. Cuando estás en riesgo puedes pedir ayuda, y cuando estás en peligro explicarles que tú no eres el enemigo. No pocas veces eso me salvó: poder explicarme en una lengua que los otros entendían, o por lo menos reconocían como local. Si alguien podía expresarse en una lengua nativa, ese alguien no podía ser tan malo, pensaban”. —Pero me gustaría agregar —le dije— que para mí lo importante es el hombre que se esconde detrás de las palabras. —O el que se revela. —Sí. Yo le llamo la sabiduría de las cosas sencillas. —Pero la verdad es que nunca es sencillo, que hay que esforzarse. Y esa complejidad es la que te permite formarte una idea más completa de las cosas.
“Se escribe para ordenar la realidad, para darle sentido; por eso es preciso reinterpretar los hechos vistos, vividos, conocidos, y pasarlos una y otra vez por el tamiz de la escritura para que alcancen su verdadera dimensión” El disfraz de la objetividad Hacía ya más de diez años que había dejado las redacciones y actuaba casi de manera independiente, aunque tenía compromisos con pap, la agencia para la que había trabajado y que pagaba parcialmente sus viajes, y con la revista Kultura, lo que le permitía completar su financiamiento y disfrutar de una libertad que antes no tuvo. De este modo sus desplazamientos se hicieron más frecuentes y diversos: Medio Oriente en 1973, India y Sudamérica en 1974, Angola en 1975 y de nuevo Medio Oriente y Portugal, y los años siguientes otra vez África (Etiopía, Eritrea y Ogadén) y en 1979 Irán y su revolución, siempre en un ritmo de trabajo agotador. De los largos reportajes escritos para Kultura y pap, recuperó solo una parte en sus libros, aunque a veces los llegó a mezclar con otros más lejanos. Podía, pues, darse el lujo de experimentar, como lo había hecho en sus últimos dos títulos. —Lo importante es lo que el lector ve en ellos, lo que encuentra. La objetividad, que es un disfraz con el que se quiere esconder la realidad, no puede ser suficiente si queremos contar lo que hay en el fondo de los hechos que narramos. Hay que arriesgar. —A mí en lo personal —aclaré—, me parecía que la llamada objetividad, en la que insistían no pocos periodistas y medios occidentales, tenía un sesgo de conservadurismo, era una especie de barrera purista que se intentaba oponer al mestizaje y experimentación que trajeron consigo el fin de la guerra y el llamado “nuevo periodismo” estadunidense de los años sesenta. La pureza era un mito. —Por eso la objetividad tampoco puede ser el eje de mi trabajo. Por lo menos no solo esa verdad —corrigió—,
que incluso puede parecer inverosímil. Lo importante es ese maridaje que nos permite expresar la realidad de una manera novedosa, reveladora, en donde la verdad que transmite es solo un elemento más. “Porque el texto crea una sola verdad posible. El secreto es que no contradiga la realidad; que sea, más que creíble, posible. Y eso solo se puede lograr si está, el texto, firmemente enclavado en la realidad. Un escrito fracasa cuando no logra crear un lenguaje propio; es decir, lo importante no solo es aquello que se cuenta, sino la manera en que se hace. Se trata de una verdad evidente entre escritores y poetas, para quienes el lenguaje no solo es el vehículo sino también el fin, es decir, un objetivo que es una realidad en sí misma. El texto es, en sí mismo, su única verdad. Porque no intenta probar, sino que es autosuficiente, incontrovertible. Por lo menos eso es lo que intento con mis textos, a los que no llamo reportajes ni de ninguna otra manera: solo textos. “Por eso insisto en que el texto fracasa cuando no es creíble —prosigue mientras otea el humo de mi cigarrillo—. Parte del problema con el periodismo, en contraposición a la literatura, es que esta ve el texto de manera independiente, es decir, como una obra, mientras aquel espera siempre la obtención de un beneficio inmediato, sea este información, intención, propaganda, ideología… Pero los textos periodísticos o literarios se enriquecen cuando se confrontan, cuando encuentran líneas de contacto”. Me dice que él se ha guiado siempre por sus intuiciones, que no tenía modelos ni podía tenerlos porque vivía inmerso en un mundo donde la censura limitaba las posibilidades del periodismo y, para colmo, tampoco
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“Cuando construyo un reportaje trabajo sobre la historia, pero también sobre la compasión, algo que solo puedo lograr de manera cabal si puedo entender la lengua de la gente con la que hablo, si puedo preguntar en su lengua, sin intérpretes, sin traducciones, sin mirar el diccionario” tenía acceso a las grandes fuentes de la literatura, principalmente europea, pero también estadunidense. —Hay que apostar al tono que sea capaz a un tiempo de describir y transmitir y de impactarnos de tal modo que quedemos anonadados ante la obra —insiste—. Apelar más a los sentidos que a la razón. Solo de esta forma podemos penetrar en el alma del lector. Es a lo que aspiran todos los poetas, ¿cierto? Foto de Gretta Hernández.
—Cierto —respondía yo. —Pero eso no tiene nada que ver con escribir bien, sino con que logremos sacarle a las palabras el brillo que esconden, opacado por el uso; que podamos presentarlas como nuevas, relucientes, novedosas, es decir, con un nuevo sentido, o con su sentido original que el uso ha desvirtuado. Al fin y al cabo es una cuestión de estilo, algo que se puede forjar. Y continúa:
—El lector debe mirar lo que tú miras, lo que quieres que vea. Que no se pierda en la apariencia, en el follaje, que mire el árbol que quieres mostrarle. Y sí, claro, asentía yo, justo de eso se trata la gran literatura… Todo esto me recuerda, le digo, Un día más con vida. Es una narración desbocada, casi sin pausa, como un thriller intenso que apenas nos da tiempo para respirar. En él destaca la cuidadosa selección del vocabulario que emplea. Es un lenguaje exacto, sin hipérbole, ceñido a las realidades narrativas. Un lenguaje contenido, justo el que se necesita para narrar una guerra. Es el lenguaje del reportaje moderno, digo. Uno que sobrepasa siempre los límites convencionales. Pero Ryszard era consciente de estos límites. Sabía que el autor, en la medida en que se aleja del reportaje periodístico, avanza en la confección de algo más ambicioso que pertenece hoy al ámbito del escritor: la visión personal. El reportaje se construye de manera colectiva, el libro, la literatura, es una labor solitaria.
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Sequía
A misa desde la cantina Higinio Esparza Ramírez
A
quel lejano año la sequía llevaba ya más de trece meses castigando a la Comarca Lagunera. Los cultivos se perdían y el intenso calor agobiaba a los habitantes del sector urbano que, si se movían, se caían a causa de la deshidratación provocada por la resolana. Los recién nacidos, por lo mismo, tampoco gateaban. Un sol inclemente, con sus reverberos en el pavimento, desdibujaba el horizonte y la gente que se exponía a sus rigores sudaba copiosamente y sufría quemaduras en la piel. El obispo de Torreón no se cruzó de brazos ni tampoco salió a la calle. Desde el púlpito, y a través de los periódicos, la televisión y la radio, convocó a una misa de rogativas en el lecho del río Nazas… ¡a las seis de la mañana!, y a una peregrinación por las tres ciudades. Don Antonio de Juambelz y Bracho, director de El Siglo de Torreón, respondió de inmediato al llamado de colaboración. Ordenó a su fotógrafo consentido, Ramón Sotomayor Woessner —el compañero siempre presumió ante los amigotes su presunta ascendencia germana—, que imprimiera gráficas de los eventos y se llevara a dos reporteros como voluntarios forzados.
—Higinio y Rodrigo están disponibles, don Antonio —dijo insidiosamente. —Que vayan, pues —contestó el director y selló nuestro rumbo en aquella jornada religiosa. Ramón fue el primero en aclarar las cosas la noche anterior: —Si nos vamos a casa a dormir, yo no voy a despertar ni a las cinco, ni a las seis, ni a las siete de la mañana. Tampoco a las ocho y las nueve. ¿Y ustedes podrán hacerlo? Si despiertan antes, me llaman; no sean gachos. —Estamos en iguales circunstancias. Generalmente abrimos los ojos al nuevo día a las ocho y media de la mañana y las madrugadas solo las conocemos al salir de la cantina. —¡Esa es la solución! —saltó un alegre Sotomayor—. Buscaremos un bar cercano y ahí esperaremos a que den las seis de la mañana. A medianoche y con previa cita, nos anclamos en La Capital, una cantina de la extinta zona de tolerancia que nos permitía observar desde puertas y ventanas el árido cauce del Nazas, particularmente el lugar donde ya se levantaba el altar para celebrar el oficio religioso. Entre brindis y gracejadas, trazamos el trabajo a desarrollar.
—Tú te encargas de la misa y tú de la marcha, yo los cubro a los dos —ordenó el estratega periodístico. —Pide las otras, el reloj avanza —le advertimos. Y llegaron otras tres rondas sucesivas de cerveza y tequila con limón. Los primeros rayos de un sol rojizo entraron por la ventana y entonces nos dimos cuenta del porqué nos hallábamos en ese lugar. —¡Cinco para las seis! —gritó Ramón; tiramos sillas y damiselas sentadas en nuestras rodillas y salimos corriendo al cumplimiento puntual de nuestras obligaciones. Por las prisas no le pagamos la cuenta a don Fernando del Moral, el propietario del establecimiento. La cobertura de las plegarias a Dios para que hiciera llover en la región no tuvo fallas de origen etílico. Por el contrario, el profesionalismo se impuso y don Antonio nos felicitó. Ese día y los subsiguientes no llovió ni gota, pero las reuniones en La Capital se hicieron más frecuentes. El pretexto: rehidratarnos con cheve a fin de atenuar más cerca del Nazas los efectos de la larga sequía. Don Fernando, un clarinetista excepcional, amenizaba las tertulias que, como la misa en el río, atrajeron a más adeptos agobiados por la resaca ambiental.
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Sin ficciones
Kapuscinski de cuerpo entero
Alberto Zuckermann
Una visión sobre el Kapuscinski que agigantaba a sus personajes de acuerdo con los libros que escribía, según su biógrafo Domoslawski, que no logra, finalmente, oscurecerlo…
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onocí al reportero Ryszard Kapuscinski a mediados de los ochenta. Por ese entonces yo radicaba en Varsovia trabajando como agregado cultural de la embajada de México en Polonia. Si no recuerdo mal, fue en la embajada de Cuba en una recepción. Ahí alguien me lo presentó. Él, al escuchar que yo era de la embajada mexicana, se interesó. Me dijo que había vivido en nuestro país como corresponsal de la agencia polaca de prensa a finales de los sesenta. Su español era fluido, aunque le fallaban algunos tiempos verbales. Para ese entonces ya era una “estrella” en su país y empezaba a serlo en el resto del mundo gracias a las traducciones de su vasta obra. Lo vi dos o tres veces más durante mi estancia en su país, siempre interesado en saber cómo iban las cosas en México. Con los libros que había leído de él y haberlo tratado un poco creí tener una idea de quién era. Y no me equivocaba, pese a la lectura de un libro que a continuación paso a relatar.
¿Mito de sí mismo? Hace poco conseguí el libro Kapuscinski non fiction, de su paisano el también reportero Artur Domoslawski (Editorial Círculo de Lectores), en el cual aparece este gran reportero en casi todos sus detalles, blancos y negros. Así vemos cómo pasó sus primeros años en un apartado lugar de la Polonia oriental de 35 000 habitantes llamado Pinsk, donde el polaco era la lengua de la minoría, ya que dos terceras partes de sus habitantes eran judíos y el resto ucranianos y bielorrusos. De ahí que él mismo dijera ser un hombre de los confines, un hombre intercultural. Sus padres se dedicaban al magisterio y eran asalariados modestos, si bien tenían lo suficiente para irla pasando con altiva regularidad. El libro va siguiendo la trayectoria de Kapuscinski por etapas, como los difíciles años de su niñez en medio de la Segunda Guerra Mundial y, más tarde, su llegada a Varsovia cuando ha pasado lo peor. Su formación como periodista y sus inicios románticos con la poesía, en la que no llegó muy lejos.
“Ayer publicamos que el cura de la parroquia de Pocón había violado a una niña de seis años. Pedimos disculpas por este error. Se trata en realidad del cura de la parroquia de Colón…”
El libro, como dice el autor, no pretende hacer una hagiografía sino mostrarlo a cabalidad. De ahí que con frecuencia aparezcan citas y opiniones de sus amigos y colegas, las cuales a veces ponen en duda varias de las afirmaciones del gran reportero sobre su vida y obra. Como aquella de que estuvo a punto de ser fusilado en varias ocasiones en África. Según algunas aseveraciones, esto era parte del mito que él mismo se construyó. El Imparcial El libro muestra cómo supo maniobrar hábilmente en los pasillos del poder durante el periodo comunista, haciendo amistad con funcionarios muy influyentes. En su entorno privado fue, asimismo, un hombre de una vida familiar fracturada debido, por supuesto, a sus continuos viajes y por darle preeminencia a su vida profesional. Su vida transcurrió por periodos de gran trascendencia para su país y para los países por los que se interesó, tanto de África como de América Latina. A lo largo de su obra transmitió sus observaciones con singular maestría narrativa, al grado de que elevó, como muy pocos, el reportaje a la categoría literaria. Fue un hombre que diseccionó con habilidad de gran cirujano los mecanismos del poder y de la ambición política. Fue un convencido de que el socialismo, a pesar de sus defectos, es un sistema más justo que el capitalismo, aun cuando a partir de 1989 su país virara paulatinamente hacia la derecha más recalcitrante.
11 Uno de sus grandes temas fue la lucha de los humildes y ofendidos por una vida digna, por salir de su condición de dominados y oprimidos. En el libro, en el capítulo “El reportero corrige la realidad”, el autor señala cómo, en algunas ocasiones, Kapuscinski, al relatar ciertos hechos, no era tan preciso o le ponía de su cosecha, según Domoslawski. Entre los ejemplos citados está el siguiente, referido a una familia boliviana de apellido Peredo: “La familia de los Peredo es tema para una novela. El padre de nuestro líder Rómulo Peredo editaba en Cochabamba, la segunda ciudad de Bolivia después de La Paz, un diario amarillista, El Imparcial. Él solo escribía todo el periódico. Además bebía mucho. En el periódico aparecía en grandes titulares la noticia: ‘¡El cura de la parroquia de Pocón violó a una niña de seis años!’. Al día siguiente llegaba a Cochabamba el aludido, enojado y asustado. ¿Yo, señor Peredo? ¿A una niña de seis años? Peredo se mostraba preocupado, como si buscara la forma de ayudar al párroco. —El problema es difícil —decía—, lo único que se puede hacer ahora es publicar una nota aclaratoria, pero le costará a usted cien pesos… Lo que significaba un gran dineral. El sacerdote pagaba, y al día siguiente El Imparcial insertaba la siguiente noticia: ‘Ayer publicamos que Foto de Alejandro Zenker.
el cura de la parroquia de Pocón había violado a una niña de seis años. Pedimos disculpas por este error. Se trata en realidad del cura de la parroquia de Colón…’ y…”, etcétera. Kapuscinski relata a continuación que, dado que algunos de los aludidos optaron por reclamar y amenazar al editor, este contrató al famoso boxeador Ernesto Aldunate para que golpeara a los atrevidos, cesando así las reclamaciones. El fin Cuando Domoslawski le cita esto a Peredo, hijo del citado Rómulo, le dice: “Vaya fantasía. Esto es una novela, cuenta con gran colorido, eso sí, pero no hay nada cierto, bueno, casi nada”. Kapuscinski, de acuerdo con el biógrafo, opta por darle fuerza y amenidad a sus reportajes con detalles como estos para acentuar los rasgos de los personajes que retrata. Así, por ejemplo, en su libro sobre el emperador etiope Haile Selassie cuenta cómo este tenía un perrito que lo seguía por todas partes al cual le era permitido todo, hasta orinar sobre los zapatos de los cortesanos. El hecho lo pone en duda una galerista polaca casada con un famoso pintor etiope, favorito de Selassie. Haya sido cierto o no lo del perro, el detalle resalta la sumisión a la que estaban sujetos los
súbditos del emperador que gobernara por tanto tiempo. La biografía de Domoslawski refleja algunas grietas o fisuras, si bien literariamente no son concebidas como tales, en las que incurriera Kapuscinski seguramente consciente de las permisividades que se podía tomar un escritor de libertades amplias como él. Lo que exhibe Domoslawski como debilidades no hace desmerecer, en lo absoluto, el trabajo tan lleno de valoraciones certeras del cual aflora una visión rica y colorida de aquellos países y personajes que observó y describió Kapuscinski con maestría. A inicios de este siglo, empezó el declive físico de Kapuscinski, entre otros males por sus dolencias de cadera, que lo afligieron mucho, ya que se preguntaba: “¿Un reportero sin piernas? Es el fin”. El periodista colombiano Óscar Escamilla, quien asistió a uno de los varios talleres que ofreció en Cartagena para la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, hace eco de una de las enseñanzas de Kapuscinski acerca de construir grandes imágenes a partir de los detalles y lo pone en práctica al describirlo: “Me fijé en sus pequeños pies. Y no fui el único. Alguien me diría después que no había imaginado que un hombre cuya vida transcurrió en su mayor parte caminando el mundo tuviera unos pies tan pequeños”.
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Las fiestas del libro Juan Domingo Argüelles
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ada año voy a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, no tanto a presentar algún libro mío sino a participar en los encuentros de promoción y fomento de la lectura con maestros, padres de familia y promotores. Pero, en los últimos años, cada vez que regreso me queda una enorme desazón, una frustración inequívoca. Es maravilloso que los espacios donde se fraterniza en torno a la lectura y el mundo editorial sean tan animados y tan plurales, tan diversos y tan antisolemnes, pero lo que no resulta maravilloso es que, cada vez, todo lo arrolle el boato y el espectáculo. La seriedad, como responsabilidad, se ha perdido. El hecho de que las cosas cada vez vayan más hacia el espectáculo, y el libro sea cada vez más tan solo un pretexto, descorazona a quienes entendemos la lectura como un proceso cultural de desarrollo intelectual y sensible. Lo que prevalece en los últimos años en la fil de Guadalajara (y no solo allá, sino en casi todas las ferias del libro) es el espectáculo, la hinchazón de vanidades y el alto consumo de cosas que son libros nada más porque tienen la forma de libros, pero cuyo contenido es similar al que se puede hallar en YouTube o en Instagram. Los espacios realmente de reflexión nada pueden ante la marabunta de frivolidad y banalidad. Al principio pensé que solo era yo: que me estaba convirtiendo en el ogro de las ferias del libro y del ámbito del espectáculo en torno a la lectura. Pero he visto que no soy el único, y entonces esto me pone sobre aviso. Hay algo en toda esta fiesta y algarabía en torno al libro y a la lectura que está dejando de lado lo más importante del oficio de leer: la formación cultural. Lo adjetivo ha pasado a ser lo sustantivo, ahí donde
lo que más desean los organizadores es romper, cada año, récord de ventas y asistentes. “¿No te parece magnífico —me dice mi presentadora en la fil de Guadalajara— que los promotores de la lectura tengamos también un espacio en esta fiesta?”. “Sí —le respondo—, ¿para qué negarlo? Es magnífico. Pero tengo la impresión de que salvo a los maestros y promotores de la lectura, a nadie más le interesa lo que digamos en el Encuentro de Promotores de Lectura. Menos aún a los periodistas que andan correteando a celebridades literarias y subliterarias y a ‘personalidades’ políticas para saber qué opinan sobre esto y lo otro. Acerca de la lectura, lo que hablemos aquí lo hablamos entre nosotros, y entre nosotros se queda”. Me mira con sorpresa. Quizá he sido indelicado, pero no insincero. Y como ya lo dije, y como desde hace tiempo no hablo ni escribo para quedar bien con nadie, agrego que todavía hay algo peor: incluso el discurso y las maneras de la promoción y el fomento de la lectura se han contaminado de este vacío cultural y se han contagiado de frivolidad, banalidad y vanidad. Llenas las bocas de lugares comunes y de boberías sobre cómo se hace un lector y de cómo el que habla se convirtió en figura pública de la lectura, los promotores y fomentadores del libro tratan de consentir a los lectores de libros huecos, y hay algunos que hasta se fingen adolescentes (se aniñan y se añoñan) para caer bien y echarse al bolsillo a esos lectores semialfabetizados. No es difícil. Consentir al público, decir maravillas de él en medio de chascarrillos y simplezas es de lo más fácil. Lo realmente patético es hacerlo. No es que uno carezca de humor, no es que sea incapaz de sonreír o de
Pensándolo bien... reír y hasta de echar carcajadas. Pero ya todo se ha vuelto tan frívolo que la seriedad (es decir, la responsabilidad) se ve mal en estos ambientes. Los escritores de feria siempre están echando chistes ante “su” público. Y “su” público espera esto de ellos. Incluso viejos promotores de lectura (que son también escritores) le han entrado al nuevo oficio tratando de competir con los comediantes de la televisión y de YouTube. La consigna parece ser: ¡Hay que hacer reír al público, pues para eso pagó su boleto! Da grima, de veras, estar en ese ambiente de banalidad, vanidad y frivolidad donde no hay asidero para lo importante. Hoy, en casi todas las ferias del libro (incluso si son o pregonan ser universitarias), el espectáculo y la banalización han usurpado el lugar del libro, el lector y las actividades culturales. Lo importante son los cantantes, los actores, los políticos y las personalidades mediáticas que las visitan, y, por supuesto, los autores de éxitos editoriales renombrados que pueden ser lo mismo La guía del ligue que Los secretos de Yuya. Por otra parte, si en México el éxito de las ferias libreras nacionales e internacionales se sustenta año tras año en romper el récord de asistencia de visitantes, es obvio que no modificarán sus mecanismos de acarreo escolar y de atracción mediante el principio del espectáculo. Pensándolo bien, no tendríamos que esperar demasiado de las ferias del libro: son fiestas (puesto que son “ferias”) donde el libro y la lectura, con un sentido cultural, son parte de la nostalgia de quienes alguna vez vimos en estos espacios una terca posibilidad de formar buenos públicos lectores y, con ello, elevar y dignificar la cultura. Y, como cada quien habla de acuerdo a como le fue en la feria, pensándolo bien, quienes nos metemos a las ferias del libro con este tipo de ideas formativas, somos los advenedizos, los que estamos de más, los que sobramos.
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Julio César Chamorro Rosero
Entre la prosa y el proselitismo cultural Eduardo Villegas Guevara
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a literatura de Julio César Chamorro Rosero se construye y se nutre del sur colombiano, esa magnífica región que conocemos como Pasto-Nariño. Un río majestuoso nos obliga a circular por los grandes senderos de ese territorio poblado de nubes verdes: el Guáitara, como se le conoce del lado colombiano. Ahí sí se requieren de buenos ojos, porque los atardeceres parecen despegar de las montañas más que del cielo. Las serranías se asemejan a esas viejas colchas hilvanadas por la abuela; son los sembradíos que conservan muchas tonalidades de verdes. Pero hay otras montañas que viven a su manera; con el fuego y el temblor: hablo del volcán Galeras, que siempre está dialogando con el volcán Chiles, ahí muy a la vista, pero en territorio ecuatoriano. En fin, muchos paisajes inolvidables son los que encontramos en el Nudo de los Pastos, esa zona andina que ha sido cantada por diversos poetas cuyos versos se han vuelto perennes, como el legado de Aurelio Arturo (1906-1974) en su poemario Morada al sur. Las obras de Julio César Chamorro Rosero se nutren de esta zona conformada por la ciudad de Tulcán, Ecuador, con su magnífico cementerio, y la ciudad de Ipiales, la ciudad de las nubes verdes, del lado colombiano, cuya referencia literaria se
encuentra en los escritos de Juan Montalvo. Julio César sabe mucho de Juan Montalvo, no en balde dirige la Casa que lleva tan insigne nombre, y se dedica a rendir homenaje a este ilustre pensador que los ipialeños consideran como uno de sus hijos adoptivos más ilustres. Montalvo vivió en Ipiales durante tres de sus exilios y, hasta la fecha, los visitantes podemos ubicar una de sus viviendas convertida en tienda comercial. Sin embargo, podemos imaginarlo viviendo en aquella tranquila ciudad, la Ipiales de 18711875, donde escribió la mayor parte de sus obras. Amó tanto a Ipiales que la llamó “la Ciudad de las Nubes Verdes”, así la conocemos los nuevos visitantes. Ahí, durante su primer destierro, se dio tiempo para escribir sus Siete tratados y sus sesenta Capítulos cervantinos, sin contar algunos otros ensayos. Desde hace cinco años, aunque su labor cultural arranca mucho antes, Julio César Chamorro Rosero se ha dado a la tarea de organizar el Encuentro Itinerante de Poetas de América. Los actos se celebran cada año, tanto en Ecuador como en Colombia, y asisten poetas de al menos quince países de América Latina. Los asistentes cantan a los cuatro vientos y al final de sus sesiones les brinda el reconocimiento que ha instituido en homenaje a Montalvo: la
Presea Nubes Verdes. El poeta nos entrega el micrófono y se guarda sus poemas para leerlos en otra parte y en otra ocasión. Me parece que en Julio César tenemos la voz de un poeta mayor que odia la palabra “consagrado”. Sin embargo, yo no quiero olvidar que, además de su prosa y de su gran activismo cultural, se ha dedicado a hermanar a distintos poetas de la América Latina y que en el último viaje que realicé el año pasado me entregó una de sus novelas más queridas, misma que cuenta con varias reediciones. Por esa razón me gustaría compartir algunas de sus intenciones. Una buena historia debe contarse lentamente, dice la abuela que aparece en Las mujeres que amé (Colectivo Cultural Cincel, 2016), de Julio César Chamorro Rosero. El autor ha narrado su novela con calma y con tanta habilidad que nos estremece en cada episodio y terminamos admirando a esos personajes femeninos que embellecen sus páginas: Malena y el ambiente guerrillero colombiaFoto de Alejandro Zenker.
no, Macab y el golpe militar en Chile y muchos otros que van por la vida recibiendo besos y balazos. Historia llena de historias, donde los lectores somos puestos ante los temores del abuelo, a los desquiciantes males de la locura. Se nos aclara también que la mayor tragedia del amor es la imposibilidad de consumarse… En fin, son muchos temas los que se abordan en sus páginas, pero debo resaltar que la novela retrata una ciudad que nos seduce por sus paisajes y por la calidez de sus habitantes. Julio César nos confirma —con singular prosa— que resulta imposible decirle adiós a la ciudad de Ipiales, y en consecuencia esta novela estará por siempre en nuestra memoria y nosotros estaremos estrechando por siempre la mano de su autor. Chamorro Rosero, querido y admirado por propios y extraños, reconoce entre su gran abrazo de amistad la diversidad y fuerza de los cantos americanos que se escuchan desde el sur de nuestro continente.
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El Lapidarium de Kapuscinski (1932-2007)
La soberbia de los patrones mediáticos Víctor Roura
Kapuscinski, cuatro años antes de su muerte, escribió en un libro que las cosas estaban radicalmente cambiando para los buenos periodistas…
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n Lapidarium IV (Anagrama), que reúne un conjunto de breves crónicas e impresiones, Ryszard Kapuscinski vuelve a internarse en el mundo de los medios de comunicación para nuevamente cuestionar su hoy descarado papel empresarial, cada vez más distanciado de su objetivo democratizador informativo. “Llama la atención la soberbia con que los líderes de los medios hablan de su imperio —dice el polaco—. Menospreciando los hechos, no paran de repetir que todo el mundo vive de lo que le proporcionan los medios. ¡Menuda exageración! Aun si convenimos que un acontecimiento como la inauguración de unos Juegos Olímpicos, por ejemplo, lo ven dos mil millones de personas, tal número no corresponde más que a un tercio de la humanidad. Incluso las transmisiones televisivas de acontecimientos mundiales de suma importancia no las ve más que un 10 o un 20 por ciento de los habitantes de nuestro planeta. Por supuesto no es poco, pero seguro que no es todo el mundo”. Sobrada razón tenía Kapuscinski, mas veamos quién es el osado en convencer de su errado discurso triunfalista a, digamos, Azcárraga Jean, que nada sabe efectivamente de comunicación humana, si bien negocia millonariamente con asuntos de comunicación digital. “Y es que, en realidad, cientos de millones de personas viven sin tener ningún contacto con los medios o se topan con ellos solo muy esporádicamente. No hace mucho yo mismo viví —decía Kapuscinski— en bastantes lugares de África donde no había ni televisión, ni radio, ni periódicos. En muchos países del mundo la televisión funciona solo durante dos o cuatro horas al día.
En grandes extensiones de Asia, sobre todo central y del norte, a pesar de que existen, aquí y allá, emisoras de televisión, los equipos técnicos de que disponen sus trabajadores son tan malos que la recepción a menudo se vuelve imposible”. La última asamblea periodística Por estas razones, no todos los habitantes del mundo (“al contrario de lo que afirman muchos moralistas”) están preocupados porque los medios “los manipulen o porque las series de televisión llenas de violencia eduquen a sus hijos en el espíritu de la agresión”. Kapuscinski ya no pudo ver la tragedia de San Valentín en una secundaria estadunidense el pasado 14 de febrero, pero la masacre es, fue, parte de esa violencia electrónica justificada, ahora, con insalubridad mental. Kapuscinski hablaba de televisión, pero si viviera hoy estuviera refiriéndose a los medios digitales (que ya los vivía, pero se fue de este mundo antes del reinado, pleno y gozoso, de la denominada Generación Y), además de los discursos de odio políticos, como los de Donald Trump, ídolo del asesino de los estudiantes de la masacre de San Valentín. Prosigue el periodista polaco: “En muchos países la televisión es considerada, en definitiva, exclusivamente una fuente de juego y diversión, por lo cual sus pantallas se instalan sobre todo en bares, restaurantes y fondas. Entra alguien en un bar para tomarse una cerveza y de paso lanza una mirada hacia la pequeña pantalla. A nadie se le pasa por la cabeza esperar de la televisión algo serio, que este medio eduque, informe o explique el mundo, como no esperamos ninguna de estas cosas cuando vamos al circo”.
Muy cierto: hoy, los supuestos informadores de la televisión son sobre todo comediantes al servicio no de la sociedad civil, sino de su correspondiente patrono. “La revolución electrónica auténtica, esa inmensa revolución que ha afectado la técnica y la cultura, se ha producido apenas ayer, en las últimas décadas del siglo xx. ¡Cuántas cosas han cambiado y cuán deprisa! Sobre todo ha cambiado el mundo periodístico. Recuerdo la primera conferencia de jefes de Estado africanos, celebrada en Addis Abeba en mayo de 1963”. A ella acudieron periodistas de todo el mundo. “Éramos 200 o 300: enviados especiales de los grandes periódicos, corresponsales de agencias de prensa, comentaristas radiofónicos. También estuvieron allí operadores de noticiarios documentales cinematográficos, pero no recuerdo ningún equipo de televisión. Todos nos conocíamos y muchos éramos amigos. También conocíamos la obra de nuestros colegas. Muchos eran auténticos maestros de la pluma, profesionales magníficos, especialistas en distintos países o continentes. Hoy me da la impresión de que aquella fue la última asamblea de reporteros del mundo, la clausura de una época en que el periodismo era considerado una profesión magistral, una vocación orgullosa a la que estábamos dispuestos a entregarnos en cuerpo y alma y para toda la vida”. Sin embargo, a partir de aquel momento todo empezó a cambiar radicalmente, según Kapuscinski, y, por supuesto, hoy podemos constatarlo —acaso enmudecidos porque la cuestión nos parece muy normal— con nuestros propios ojos: “Recoger y redactar la información se ha convertido en una ocupación de masas llevada a cabo por
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“Antes, el periodismo era una carrera soñada, incluso deseada con auténtica ansia, una especie de misión de gran relevancia y distinción. Ahora, por el contrario, muchos de estos nuevos adeptos tratan su trabajo en los medios solo como una ocupación temporal, hallada por casualidad, y no como base de un ambicioso plan para el futuro. Hoy son periodistas, mañana trabajan en una agencia de publicidad y pasado mañana finalmente se convierten en corredores de bolsa” miles y miles de personas. Se han multiplicado las escuelas de periodismo, que cada año licencian a un número ingente de nuevos adeptos a este oficio. Y, no obstante, hay una importante diferencia de fondo: antes, el periodismo era una carrera soñada, incluso deseada con auténtica ansia, una especie de misión de gran relevancia y distinción. Ahora, por el contrario, muchos de estos nuevos adeptos tratan su trabajo en los medios solo como una ocupación temporal, hallada por casualidad, y no como base de un ambicioso plan para el futuro. Hoy son periodistas, mañana trabajan en una agencia de publicidad y pasado mañana finalmente se convierten en corredores de bolsa”. Pero la información, en efecto, con la llegada de los medios electrónicos (digitales, donde cualquiera puede trabajar de periodista no siéndolo), de pronto se descubrió que era un excelente negocio, que causaba un enorme flujo Foto de Alejandro Zenker.
de grandes capitales hacia el imperio de los medios. Desde el momento en que la información comenzó a proporcionar suculentos beneficios, “dejó de estar sujeta a los criterios tradicionales de la verdad y la mentira para empezar a someterse a otras leyes, del todo distintas, a saber: las del mercado, con su aspiración al monopolio y a unas ganancias cada vez mayores. No solo ha cambiado el criterio de lo que es información. También han cambiado las personas que trabajan en este ámbito. El lugar de los gigantes del periodismo de antaño se ha visto ocupado por una masa enorme, y que no para de crecer, de empleados anónimos de los medios. Tal cosa se refleja incluso en la terminología norteamericana, en la cual la calificación de journalist se ve a menudo sustituida por la expresión media worker”. Ahora, los hombres de negocios ejercen sus poderes en el mundo mediático sin tener una sola maldita idea de lo
que es el periodismo. Así, vemos cómo los políticos y los empresarios que deciden el orden social se inclinan para saludar a los magnates de los medios, cuyo conocimiento de la realidad se basa únicamente en los millones de dólares que llevan en la chequera, a un ladito de su influyente gafete que los identifica como poderosos hombres de la comunicación. Hoy, un periodista que quiera serlo a lo largo de su vida quizá cause conmiseración (¿condolencia?, ¿incluso algunos gramos de ternura?), pero muy rara vez será comprendido, a menos que, con trapacerías y simulada mezquindad, pueda ascender con rapidez en los escalones del prestigio financiero... aunque no haya aprendido nunca a escribir correctamente. Después de todo, ahora para redactar su nota periodística solo tiene que leer los tuits que escriben los políticos y las personalidades del espectáculo. Y hace su nota, además, desde su casa.
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Narrativas Luis Tovar (Ciudad de México, 1967), jefe de redacción de las páginas culturales del suplemento de La Jornada, donde ha estado desde los tiempos en que lo dirigía el poeta Hugo Gutiérrez Vega, nos entrega un relato inédito, lo mismo que el autor de más de cuarenta libros, Rogelio Guedea (Colima, 1974) que, después de vivir académicamente varios años en Nueva Zelanda, ha regresado a su país para volver a instalarse en su ciudad natal, pero ha retornado con un vigor literario que sopesa entereza y conocimiento afianzados en su oficio. Una fábula de Salvador Mendiola (Ciudad de México, 1952), con rasgos periodísticos, cierra esta trilogía. Profesor universitario, Mendiola es poeta y conocedor de los recovecos de la cultura popular.
De líquido silencio Luis Tovar
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lla nunca fue de muchas palabras, pero el silencio de las últimas horas juntos nada tenía que ver con aquel otro, anuente y terso, con el que habían aprendido a entenderse y que, tantas veces, les permitiera salvar sin daño los escollos de algún desacuerdo que así, calladamente, para fortuna de ambos nacía muerto: ella tenía una manera de cambiar los alegatos por una mirada que valía por todas las sonrisas, que a él le suprimía la necesidad de chapalear en explicaciones que, como en el fondo sabían ambos, no servirían de nada porque nada iban a cambiar. El alto precio de la maravilla era tenerla, vivirla en un secreto sin fisuras, como si se tratara de un acto clandestino. Renunciar a esa dilatación del privilegio que consiste en darlo a conocer no le había costado ni dolido al principio, como sucede cuando el placer empata con el egoísmo, pero no transcurrió mucho tiempo para que otras cuestiones irrumpieran en ese pequeño edén puertas adentro: ella comprendía
las razones de su encierro, no solo por la dificultad estrictamente física de su desplazamiento sino, sobre todo, por las implicadas en su aparición pública. Las comprendía, pero a cada tanto le sentaba peor el confinamiento, la inmovilidad; literalmente, el estancamiento. Después de todo, y como cualquier sirena, ella tenía sus necesidades, entre las cuales la de moverse no era la menor. Empero, pudo soportar las horas de larga soledad cuando él debía salir de casa. Muchas veces le bastó con escucharlo entrar y verlo aproximarse para sentir la alegría bulléndole hasta la coleta. Entonces todo se olvidaba y ambos, sirena y hombre, inauguraban formas nuevas para refrendarse perteneciente al otro. Se dieron cuenta al mismo tiempo: como porque sí, a ella comenzaron a brotarle más escamas que subían, ganándole palmos al torso de perfecta piel humana. Al sentir que rebasaban el ombligo —qué pérdida, qué tristeza
inmensurable— entendieron que debían hacer algo. Fueron a la misma playa virgen donde él la había encontrado, y sucedió lo que deseaban pero al mismo tiempo temían: al contacto con el mar ella era de nuevo del todo una sirena, las escamas en su sitio, ni una más. Volvieron a casa, pero sabiendo que solo postergaban lo que ya era inevitable. Reacios a perderse, dejaron que el empezamiento alcanzara la base de los senos, hasta que una tarde cualquiera él volvió del trabajo para encontrarse con una perfecta carpa en el estanque. No dijo nada; naturalmente, ella tampoco. Así la trasladó de nuevo hasta la playa y, junto al risco del primer encuentro, la depositó en el agua. Por completo pez la vio alejarse mar adentro, y quién sabe si fue verdad o el espejismo que le inauguraba la nostalgia, la ya distante ondulación que allá, sobre una alta ola, tenía más aspecto de cabellera que de dorada espuma.
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Susy
Rogelio Guedea
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erminó de delinearse los labios de rojo y, luego de aplanarse el pelo hacia un lado, introdujo el labial en una de las bolsas del saco. En la entrevista le habían dicho que, junto con el uniforme, tenía que llevar también un saco oscuro del que solo podría deshacerse en casos de fuerza mayor (una avería en el aire acondicionado que deviniera en calor insoportable, un café derramado sobre una manga o pechera, etc.). Los zapatos no eran nuevos, pero cumplían su cometido: negros, brillantes de boleados, con un tacón apenas una pulgada por encima del suelo. El pelo tendría que ir obligadamente recogido, no importa si resuelto en un chongo o atenazado a un moño, pero descubriendo orejas y frente. Y ella así lo hizo desde el primer momento, al fin que de niña su madre solía enviarla con el pelo engominado y una liga de seis vueltas sujetando su cola de caballo, despejando incluso su nuca. Salió de su habitación y fue a la cocina, luego de haber atravesado la sala, donde estaba el Chirris, en calzoncillos y mangas de camisa, mirando el televisor, ebrio que daba tumbos con el mando a distancia. Habría querido despedirse de su madre, recibir la bendición, un consejo nuevo para su nuevo trabajo, pero su madre había tenido que trabajar doble turno otra vez en la Terminal y no se asomaría por ahí hasta el siguiente día. ¡Susana! El Chirris le gritó mientras ella abría la alacena en busca de un pan duro al menos, que no encontró. En el frigorífico, vacío desde hacía semanas, se erguía solitaria una cebolla y un pedazo de jitomate, y en el fregadero los platos sucios se apilaban como muertos, una taza con restos de café de hace tres días yacía rota del asa contra la tarja. Encontró dos galletas en el interior de un paquete abierto sobre el pretil y las engulló de un bocado, cualquier cosa
que le cayera en la panza era mejor que nada. ¡Susana! Insistía el Chirris, sin buscarle la mirada, pero ella ni siquiera se tomó la molestia de contestar, no escuchaba su nombre o actuaba como si estuviera en realidad sola en casa. Antes de cerrar la puerta tras de sí, se estiró la falda y se cercioró, contra el cristal del marco que parecía un espejo, de que su pelo siguiera en el mismo sitio, aplanado hacia un costado, sus manos huesudas y pecosas la avergonzaban. Caminó hasta la parada de autobús y, luego de contar las monedas justas (no le quedaría ya ni para el desayuno), le alzó la mano a la Ruta 10, que la dejaría justo en la esquina del Office Depot, lugar en el cual empezaría a trabajar. En realidad no trabajaría propiamente en Office Depot, sino en el estanco de Banamex, había sido contratada para vender tarjetas de crédito, con un pago mensual condicionado a metas de ventas muy ambiciosas que, de no cumplirlas, la obligarían a regresar por donde vino. Las comisiones, le explicaron, eran un plus que no podía perder y, viéndolo bien, eran ellas las que le asegurarían su permanencia. Lo bueno de ese primer día es que, con los nervios, no tuvo hambre en toda la jornada, cosa que por la noche, de vuelta a casa, agradecería, pues no traía dinero para comer, se había tenido que volver a pie porque tampoco para la ruta ajustaba, cinco kilómetros o poco más (era cruzar toda la ciudad de una orilla a la otra), y las fuerzas le menguaron las corvas. Isabel, su compañera, le había explicado cómo abordar a los clientes, con qué palabras presentarse, cómo rematar la oferta, los beneficios de las tarjetas de crédito eran incontables, además se accedía fácilmente a ellos, lo más difícil era decidirse, todo lo demás venía como la lluvia, ¿me entiendes, Susy? Un aguacero de beneficios. Susy
no entendía nada. En el cuarto día se dio cuenta de que haber sido la vendedora del año en Bimbo no era lo mismo que conseguirlo en Banamex, allá logró poner cajas enteras no de barras de pan (que se venden solas), sino de panquecitos de chocolate, rollos de chocolate, dulces de chocolate, aquí no había forma de conseguirlo, una sola tarjeta no había logrado vender en todos estos días, había enflacado y le costaba cada vez más trabajo sonreír, a su risa natural la terció un rictus; además, por estar de pie, le dolía un esguince aparecido meses antes por subir y bajar cajas de confitería en el almacén de la empresa panadera. Me hice la valiente, Isabel, dijo, y a los pocos días no podía ni inclinarme del dolor. Ya para entonces le había confiado todo a Isabel: lo del esguince era lo de menos, aunque podía costarle el trabajo. Por eso se iba a los pasillos donde se asomaba la gente poco, donde no llegaba el ojo de las cámaras, ni los guardias rondaban, y se recargaba sobre los restiradores, uno o dos minutos, con la espalda recta, se sacaba un poco las zapatillas que, aunque casi a ras de suelo, la cansaban un montón, terminaban sus piecitos adoloridos y ampollados de un juanete que empezaba a aparecerle en el pie izquierdo. No sabe si haber mentido en la entrevista fue lo mejor. Puso un “no” rotundo donde decía “¿alguna discapacidad?”, o algo así. Porque de otra forma no me hubieran contratado, Chabe, ¿no? Isabel la miraba con el ojo del párpado caído, un rayo de luz que penetraba sus huesos, ladeando un poco la cabeza, como las aves de corral. Ocho horas al día caminaba los cinco pasillos de la tienda, ida y vuelta, vuelta e ida, acechando clientes que la evadían con movimientos amables de cabeza, sonrisas o gestos de la cara, sin tomarse la molestia de que Susy les diera porme-
18 nores de la hermosa aventura en la que se iban a embarcar, pagos a plazos de seis o tres meses, nulos intereses, descuentos del 15 al 20% en compras mayores a mil pesos, etcétera. Ni siquiera el folletín bancario tenían la amabilidad de aceptarle, por eso o volvía a guardárselo en la bolsa del saco o lo metía entreverado entre paquetes de hojas blancas de apartadas estanterías, al menos así justificaría que por ella no quedó. De no haber sido por su optimismo, cosa que sus anteriores patrones le aplaudían, se habría quitado la camiseta al segundo día, pero no: pasaron casi dos meses antes de que, en uno de sus extravíos, se topara con un antiguo amigo del barrio que la vio recargada en uno de los restiradores, con las zapatillas medio salidas, compungida del dolor. Se dieron un abrazo y, ante la mirada impávida de él, ella no tardó en desengañarlo: no estaba Foto de Pascual Borzelli Iglesias.
de compras, trabajaba ahí. ¿De verdad? Y es que con ese saco y ese moño sujetándole el pelo y esos labios tan bien pintados nadie lo habría imaginado. Que qué andaba haciendo, fue lo que le preguntó Susy, y él que venía por unos marcadores y unos compases, ah, trabajaba en un despacho de arquitectos, no era en realidad arquitecto, solo encargado de llevarle a los arquitectos lo que se ofreciera: ocupaban una secretaria, por cierto, le dijo, nomás por decirle algo, o tal vez viéndola así lo hizo imaginar cosas. Los ojos de Susy, de pronto, chispearon. Ella alguna vez había sido cajera en una abarrotera, la más eficiente, seguro no había mucha diferencia. Le pidió su teléfono, él se lo dio: que lo llamara mañana temprano, se comprometió a hablar con el arquitecto, tendría un escritorio y una computadora para ella sola, prestaciones y derecho a Infonavit, claro. Susy
no quiso contarle nada a Chabe esta vez. De la alegría hasta el hambre se le quitó. Estuvo dando vueltas por los pasillos de Office Depot sin interceptar clientes, solo sonreía con diligencia, con una certidumbre indoblegable entre manos, el sartén de la vida por la mano. Luego, al salir de su estricto horario, a nadie profirió su “bonito resto del día” acostumbrado. Sintió en el umbral de la puerta el aire fresco de la noche, más fresco que nunca. Recorrió la avenida oscura, de regreso a casa, con ganas de que fuera mañana temprano, empuñaba contra el pecho el papelito con el teléfono que le había dado aquella mano amiga, recuerda —ahora sentada frente a su nuevo escritorio— que los autos pasaban por su costado a velocidad, una pareja de enamorados se besaba recargada en un árbol, un policía de tránsito, con una mano alzada, le cedía por fin el paso a ella sola, y a nadie más.
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Un cebollazo de película
Salvador Mendiola
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ran otros tiempos. La información no estaba en internet. Había que moverse de un lado para otro para conseguir información fidedigna y poder estar al día en el tema que fuera. El teléfono, que entonces no era celular, resultaba lento y complicado. Se acercaba la entrega de los premios Óscar de Hollywood. El director y el productor del noticiero de radio se entrevistaron con el crítico de cine. Querían hacer algo especial. Un arriesgue. La mañana previa a la entrega de los premios el crítico daría su predicción sobre los principales. Sería el plato fuerte del noticiero y serviría para hacer dos notas sobre la entrega del Óscar: una en la mañana de las predicciones y otra al día siguiente para comentar el resultado. Como era de suponer, el crítico de cine no vivía al tanto de todo lo que fuera cine de Hollywood. Varias de las películas nominadas ni siquiera habían sido estrenadas en México y no eran tiempos donde todo el cine circulaba en forma digital. En esa época el cine de estreno había que verlo en las salas de cine. Pero al crítico le pareció interesante la idea. No era un periodista bisoño y menos en cosas de cine. El cine era su pasión existencial. Si de verdad entendía de películas, le podía atinar siquiera a cuatro de ocho intentos. Y si fallaba con todas sus predicciones, quedaría reprobado como entendedor de cine
y no seguiría haciendo crítica en el noticiero. —Ya van —les dijo, y le entró al arriesgue. Tenía cuatro días para preparar su propuesta. Salió corriendo a investigar por todos lados sobre esa entrega de los Óscar. Fue al cuec y al ccc, consiguió diarios y revistas, habló con sus maestros y amigos críticos. Revisó la opinión de los especialistas, igual de los del lado culto anti-Hollywood que de los superficialotes al servicio orgánico de la institución. Se agobió descifrando la “lógica” de la Academia, que no es la cuestión estética ni la excelencia espiritual, sino, más bien, la taquilla y la técnica de costos industriales. Nervioso, adrenalinado, la mañana de la entrega de los Óscar, el crítico de cine tuvo tres minutos del noticiero para argumentar su propuesta sobre los ocho premios principales: mejor película, dirección, fotografía, película extranjera, actor, actriz, actor de reparto y actriz de reparto. Le dijeron que, para la emisión del día siguiente, podría ocupar el doble de tiempo. Si fallaba en más de la mitad de sus proposiciones, para que explicara ese supuesto fallo. Nadie esperaba que acertara en más de tres de los Óscar. Pero ocurrió que el crítico acertó en todas sus prospecciones. Ni una de las ocho le falló. El crítico se sintió satisfecho de su trabajo. Sabía que nada fue por azar. Se
había propuesto comprender el cine de Hollywood, según el parámetro de los Óscar de la Academia. Lo consiguió. En tiempos donde reunir la información para lograrlo no era algo fácil como ahora. Cuando llegó la otra mañana a la estación de radio para la emisión del noticiero, todos sus compañeros y compañeras se pusieron de pie y le aplaudieron. El director y el productor lo esperaban de verdad emocionados y contentos por el acierto periodístico, le dijeron que luego del noticiero lo invitaban a almorzar donde quisiera y le anunciaron el pago triple de las dos notas. Su presentación de esa mañana consistió en una entrevista que le hizo el director del noticiero, donde quedó confirmado que el crítico era un profesional de la materia y que el noticiero lo hacían profesionales y especialistas. Su pasión tenía sentido. El crítico de cine esa vez se sintió personaje de película del neorrealismo italiano entrando al cielo de la nueva ola francesa. Remember Ettore Scola, remember Jean-Luc Godard. Esa vivencia le condujo a escribir el Manual de apreciación cinematográfica que tanto le enorgullece. No se necesita hacer cine para practicar la crítica periodística de las películas. Pero sí es necesario saber de cine para hacer películas y criticarlas bien. En ningún caso predominan como autoridad los burros que tocan la flauta.
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Tzimis Panousis (1954-2018)
“Quien se mete contra la sátira lleva las de perder”
Guadalupe Flores Liera
“No tenemos reflejos ante la crueldad de la realidad porque somos sus protagonistas”, decía este poeta, actor, roquero y frecuente visitador de los juzgados por las demandas que recibía por su trabajo satírico y denunciador.
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zimis Panousis, tal vez el más importante representante de la sátira griega actual, murió de un infarto a los 64 años el pasado 13 de enero. Difícil retratar en unas líneas a quien en vida fue inencasillable. Afirmó siempre que para el arte no hay barreras y que solo creaba para personas libres. Esta convicción lo llevó a ser citado más de un centenar de veces en los tribunales, a donde era conducido por los personajes de la vida pública griega que se sentían aludidos u ofendidos por su punzante verbo. Tzimis Panousis nació el 12 de febrero de 1954 en Atenas, de padres refugiados, expulsados de Asia Menor. Realizó sus primeras presentaciones en los escenarios en 1972, en la Asociación Cultural de Holargós, el barrio donde creció, con el grupo teatral que fundó él mismo. Siendo estudiante de derecho comenzó a trabajar en el Banco Nacional de Grecia, al que renunció poco tiempo después, tras escribir esta carta: “A pesar de que soy un actor talentoso, me niego a continuar representando el papel de empleado en el gran amigo del pueblo griego, el Banco Nacional (tanto como decir, por ejemplo, el Teatro Nacional, la Pinacoteca Nacional, el Nacionalsocialismo, etc.)… Mi hasta ahora privilegiado empleo en la administración del Banco Nacional no era sino un papel de comparsa en la bien montada representación de los grandes accionistas capitalistas sobre las espaldas del pueblo griego... No se imaginan cuánto lamentaré dejar mi trabajo... desafortunadamente me falta el atributo mayor
de un empleado bancario... Me niego a ser un esclavo a sueldo. Respetuosamente. D[imitrios] Panousis”. Roquero, actor y escritor En los setenta creó el grupo Brigadas Musicales que revolucionó con sus letras y su música el rock griego; de forma autodidacta aprendió a componer y a tocar varios instrumentos. Algunos de los títulos de sus discos son: Brigadas Musicales (1982), Si mi abuela tuviera roulement (1984), Hard Core (1985). En 1986 disolvió el grupo y continuó por su cuenta: Rejas en todas partes (1986), The Greateast Kitch Live! (1990), Robin de los Bobos (1992), Vivere pericolosamente (1993), Próximamente búlgaras (1993), Me llamo Popi (2000), Obi, obi, obi (2013). Con el nombre de “Alamana’s Bridge”, que usó solo una vez para no violar el contrato con su compañía discográfica, participó en el volumen I de la colección de rock griego Made in Greece (1985).
Produjo y participó en programas de radio, Sonido de Troya. Historias de imaginación radiofónica, que gozó de una gran audiencia gracias a un agudo ingenio que no reculaba ante nada a la hora de comentar la actualidad. Como actor cinematográfico participó en El Drácula de Exargia de Nikos Zervoú (1981), El auriga de Alexis Damianós (1995), Protector familiar de Nikos Perakis (1997) y Safe Sex de M. Reppas y Th. Papathanasiou (1999). Publicó también cuatro libros. Su sátira, que rayaba en la procacidad y no dejaba aspecto de la vida pública sin comentar, lo llevó a enfrentarse repetidas veces con la justicia; en muchas ocasiones fue detenido en flagrante por el delito de ultrajar a las autoridades, blasfemar contra la divinidad, emplear palabras soeces, pronunciar frases incalificables contra autoridades, instituciones, personalidades o símbolos patrios o sacros, violar las leyes de la decencia, agraviar al público a través de sus can-
“Calificado de performer, de showman, de anarquista del humor, de cómico subversivo, lo cierto es que el también cantante, roquero, compositor, poeta, dramaturgo, comediante, músico, coreógrafo y productor se autodefinía como simplemente un artista que defendía a ultranza su derecho a crear sin límites a través de la palabra”
21 ciones, sus comentarios o sus representaciones en foros, escenarios teatrales o durante sus múltiples conciertos. Conseguía volver a su vida en los escenarios incólume después de defender que sus parlamentos solo reflejaban la realidad, aunque de forma un poco exagerada, y que una cosa es la persona como tal y otra el papel que representa en la sociedad, así como la incidencia de los actos en la comunidad. Insistió siempre en que para los asuntos públicos no hay límites en la sátira, que no se puede ocultar la verdad porque disguste a algunos y que no se puede encarcelar entre límites estrechos el pensamiento y la expresión artística. Cabe señalar que personalidades de la talla del compositor Manos Hatzidakis o del estudioso y crítico de teatro Kostas Georgousópoulos se apresuraron a acudir como testigos de la defensa. Derecho de expresión Famosa fue su disputa con el reconocido cantante Giorgos Dalaras, quien lo llevó a los tribunales repetidas veces por difamación y por comentarios que, a su parecer, atentaban contra su honor y su calidad profesional. Panousis replicaba diciendo que si una persona al sentirse ofendida por sus palabras acudiera a charlar con él y le explicara su posición, probablemente dejaría de ocuparse de ella, pero quien ponía en tela de juicio el derecho de un artista a expresarse y reclamaba jugosa indemnización, además de pretender imponer censura amparado en los jueces, no conseguiría hacerlo cambiar de opinión, como lo demostró al continuar convirtiendo al popular cantante en material de su sátira. Calificado de performer, de showman, de anarquista del humor, de cómico subversivo, lo cierto es que el también cantante, roquero, compositor, poeta, dramaturgo, comediante, músico, coreógrafo y productor se autodefinía como simplemente un artista que defendía a ultranza su derecho a crear sin límites a través de la palabra. Famosa era su sentencia: “La gente vive cotidianamente sometida a peores humillaciones y no reacciona como lo hacen algunos personajes ante unas frases”. “Soy un artista, no un malhechor” y “En el arte los límites los pone el público y solo este me puede juzgar”, se atrevió a pronunciar ante los jueces al realizar su defensa. Como escribió
Como escribió la revista Dolce Vita en 1998, para Panousis “su objetivo eran todos los protagonistas de la vida pública (que convierten la vida en invivible)” la revista Dolce Vita en 1998, para Panousis “su objetivo eran todos los protagonistas de la vida pública (que convierten la vida en invivible)”. Su arte se basaba en los juegos de palabras, en las atrevidas improvisaciones, en el uso simbólico del lenguaje, los equívocos, los retruécanos, la yuxtaposición original, las paráfrasis de aforismos y refranes archiconocidos que, deformados, destacaban los absurdos y los contrasentidos que rodean la vida del ciudadano promedio. Al vivir en la época del consumismo, creaba consignas publicistas que reflejaban la realidad mercantilizada, por eso era acérrimo enemigo de los conciertos filantrópicos “a donde las señoras ricas y los cantantes populares extienden sus carísimos modelitos para que se mojen en las lágrimas de los pobres y los hambrientos”, así como de los promotores de buena voluntad que medran a costa del trabajo ajeno. Entre el arte y la provocación Panousis no dudó siquiera en medirse contra los medios de comunicación, criticó acerbamente a la prensa que se identifica con los grupos de poder y a los lectores y espectadores felizmente castrados por ese tipo de prensa y por la programación basura. Su trayectoria como creador, se dijo acertadamente, osciló entre el arte y la provocación. Tzimis Panousis hace falta ya en los escenarios de Grecia, no solo era enormemente carismático y su arte irreductible, irrepetible e inclasificable; su ingenio trabajaba incansablemente y sus dardos daban siempre en el blanco; no le importaba incomodar a los puritanos ni a los hipócritas. Solo que lo verdaderamente importante era el debate público que se abría a colación de sus encuentros con las leyes o a raíz de las críticas de sus enemigos acérrimos, que no le perdonaban ni la popularidad ni la productividad. Por días se discutía a propósito de los límites de la sátira,
sobre la libertad de criticar, sobre el derecho a censurar, sobre la libertad de expresión, sobre si había personajes públicos intocables; pero si bien era deliberadamente provocador, tampoco dejó de fustigarse a sí mismo, porque lo que le interesaba poner en primer plano eran los síntomas que produce el cuerpo de una sociedad incapaz de enfrentar su imagen, una sociedad que no se sorprende de sus entuertos pero se siente ofendida por las palabras, pues, al parecer, tienen la culpa estas y no los protagonistas de los hechos; lo sublevaba la hipocresía victoriana que finge que si no se habla de las cosas es como si no hubieran sucedido: “No tenemos reflejos ante la crueldad de la realidad —decía—, porque somos sus protagonistas”; pero “quien se mete contra la sátira lleva las de perder”. Para Panousis la sátira es por naturaleza enemiga del poder: “La democracia presupone la igualdad del político y del ciudadano ante la ley, pero esto no ocurre en la realidad, luego entonces lo que hay es una dictadura”. Su contribución al mundo del arte no fueron tanto los incontables momentos de risa que ofreció, sino el diálogo que se abría en cada ocasión para tratar asuntos que conciernen a las libertades irrenunciables en una sociedad que pretende llamarse democrática. Sufrió un primer infarto en 1998, un amago de embolia en 2014, un segundo infarto a principios del pasado diciembre en el escenario, y entonces escribió en su página web desde el hospital: “Fui por tercera vez al otro mundo y no me gustó nada; sin escenografía, una soledad infinita y apestaba a grifa albanesa. Estuve sentado un cuarto de hora y, ¡pies para qué os quiero!, ¡¡¡en diez días regreso a los escenarios!!! (Primero el médico)”. Desafortunadamente, el 13 de enero, pocos días después de haber sido dado de alta, “el artista que rebasaba todos los límites” abandonó el mejor de todos los escenarios.
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La fauna de Alarcรณn
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Diccionario de delicias Agustín Ramos
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l polígrafo Víctor Roura, mi hermano a mucha honra, agrega a su más de medio centenar de títulos uno insólito Atípico abecedario abrasivo. Insólito tanto dentro de su producción como en el panorama general de una literatura producida casi toda sobre pedido; es decir, comercial, fácil de entender y de seguir por consumidores más que por lectores. Ahora bien, como en este nuevo libro el autor rehúsa tales andares consabidos y se mete en berenjenales retóricos, resulta pertinente aclarar que cuando encuentro tal alarde de recursos —metagrafías, glosolalias, lipogramas, anagramas, palíndromas, aliteraciones, etc.—, prefiero aquellos que, además de cumplir con las reglas del juego —chanceando, divirtiendo—, enseñan víscera, aportan miradas nuevas y provocan a repensar la condición humana.
Foto de Alejandro Zenker.
Lecciones de la historia
Atípico abecedario abrasivo es un libro de creación literaria dispuesto en formas llenas de gracia y rigor. Los dos párrafos siguientes pretenden ambientar esta fiesta de sentidos y sonidos, hacerse eco de su música y dibujar a lápiz su claridad, para convidarles aunque sea un poquito de la riqueza y ricura de sus ritmos y minutas. La forma de este libro es graciosa porque en él se juega con las palabras y se les deja sueltas en la página pura para que planeen en el no menos inmaculado e inmenso firmamento de la imaginación. Así, conforme se va explorando, la estructuración del libro va aumentando el disfrute de cada texto. Como en un acto de magia, por contagio, las palabras se renuevan, forman temas y tematizan formas que el lector va descubriendo como quien paladea una especia apenas sugerida en la materia central de un platillo. El juego consiste en alinear temas de cajón —amor, muerte, vida, fuegos, vacíos—, al igual que en tematizar las formas de los géneros literarios,
líricos, órficos, dramáticos, dialogados, épicos, narrativos, oratorios, discursivos, lexicales para, entre otras cosas, renovar significados y significantes que de tanto trasiego han perdido brillo, sonoridad, limpieza. Asimismo Atípico abecedario abrasivo presenta un gran rigor. Cada apartado se compone de palabras cuya inicial será, exclusivamente, la letra del alfabeto en orden progresivo, a, b, c, d… De ese pie forzado con todas las trazas del caos, de ese lecho jitanjafórico desconcertante, irá manando una estructura sólida, flexible y firme, tersa y untuosa, que se adecuará sin renuncias ni renuencias, página a página, al tacto del lector y al desafío representado por los temas y las formas. En suma, Atípico abecedario abrasivo, florilegio de descripciones, puede describirse como un entretenido diccionario de delicias: expresión cabal del amor sensual e intelectual de Víctor Roura por todo aquello que suena y significa: música, voz, energías.
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Poéticamente Laura Navarrete (Ciudad de México, 1995), en su primera incursión en los medios literarios, nos ofrece la visión de una soledad ansiosamente amorosa. Eduardo Mosches, el escritor mexicano nacido en Buenos Aires en 1944, director de la revista literaria Blanco Móvil, entrega a Transgresiones seis poemas inéditos referidos a la instantaneidad corporal, y el griego Tzimis Panousis (1954-2018) termina esta trilogía poética con un puñado de versos (vertidos directamente del griego al castellano por Guadalupe Flores Liera), que lo caracteriza como el gran crítico social que fue toda su vida.
Poemas de una noche triste
Laura Navarrete
Cenizas de muertes pasadas Los viejos morirán de enfermedad. Los jóvenes serán víctimas de peripecias que los harán agonizar. Seremos corroídos por los que nos digan cómo y cuándo vivir. Los gusanos esperan, … siempre esperarán.
Demonio Eres el ser maligno que cada noche provoco entre las sábanas vacías.
Nuestras cenizas no valen nada, ni nuestros huesos, ni nuestras lenguas carcomidas por la tierra. Las manos que alguien ha cobijado y sostenido anteriormente, enjutas son ahora, y reposan estéticamente junto al cuerpo inanimado De quien alguna vez fue un amigo, una madre, un enemigo.
Parecemos ser la extraña sombra de lo que fuimos, el fuego que por amores pasados se propaga. Lucifer, con ternura, nos envuelve en su manto que se vuelve luna en cada uno de nuestros consuelos. Eres y soy: Eros y Sol...
El olor penetrante e insufrible, que tienta a la muerte, me envuelve una vez más, como si se apropiara de mi propia carne: la saliva se torna amarga. Todo el dolor no físico que llevo años cargando me desgasta, me sofoca. Amortajado, me lleva consigo. Morimos cuando nacemos, vivimos para morir de nuevo. De hecho, la muerte es otra forma de vida. Presencia y olvido, la vida a través de los siglos.
Lisonjero, vienes a envenenarme con palabras al ritmo de las caricias y la mirada que me seduce. No me sorprende, y a ti nada te arrebata nadie. Así somos. Sin embargo, a veces rezo con fuerza para que un día dejemos de ser lo que somos. Pero, pese a todo, no me hallo en el placer ni en el suplicio. No sé si me gusta o no padecerte. Y aún no sé qué me depara la noche siguiente.
25 Sol(edad) En aquella soledad de mis soles he querido llamar al viento para que satisfaga mi pecho. En esa soledad, temida por los cobardes, he vislumbrado olas jugueteando. En estos soles desventurados, en esta marea de rojo querer, me he perdido por mil días y mil noches. El sol que nos quebranta y nos ahuyenta, el sol que en la cúspide ha de brillar, en ese sol, que nos seca gota a gota, me he de envenenar.
Cuerpos Eduardo Mosches
Crecen a pesar de nosotros Las uñas crecen con la precisión que el tiempo otorga las podemos roer si cierto instante de angustia nos invade pueden romperse en algún movimiento un tanto brusco también pueden comenzar a cantar en la piel del otro en ese instante en que el cuerpo los cuerpos se atraen giran susurran entre gotas que nacen de los propios ríos surgiendo de las fuentes que el deseo hacia el placer formula avanzan las uñas pintan un nuevo mapa que se extiende lento entre los omóplatos crea círculos íntimos discurre el movimiento sobre esa columna formada de pequeños huesos promontorios de sensaciones que han sido la base de hacernos bípedos los muslos se empapan de uñas que se aplacan para transformarse en dedos circulantes acariciantes pintan en un viaje de color blanco intenso murales musicales el sonido y susurro de los cuerpos el seno acaricia los labios en esa danza de lo meticuloso el pene se convierte en vigía aventurado viajero de lo que acontecerá la lengua no discurre sólo canta sobre el clítoris mientras el fuego nacido de leve chispa agita alza su cabellera se desparrama con el girar húmedo como peces que salpican alegría eslabones eléctricos sacuden los cuerpos envueltos en su piel únicamente torneados como recién nacidos a veces flota la carne hay arrugas el tiempo ha pasado y nos vuelve más cómplices. Los cuerpos descansan para seguir desnudos las uñas siguen creciendo a pesar de nosotros.
Faro En el faro de luz brillaban tus ojos junto a las estrellas. Tus ojos lloraban sin derramar lágrima alguna. Los ojos que alguna vez tu dulce amante aduló permanecían tristes bajo la luna llena.
Ese mar… Ese mar observaba mi azotea un sol dedicado parsimoniosamente a transformar en miel el alquitrán del techo. La brisa mediterránea se reía declarándonos su amor mientras apaciguaba con levedad las ráfagas de calor. Nuestros cuerpos se tendieron desnudos para incrementar la torridez jugaron a hervir al sol dando suaves movimientos las caderas dejamos a la guerra olvidada en la temperatura de los sexos. Después de bañarnos en sudor penetramos al mar.
Pájaros y lunares El otoño marca ternuras en sus lunares observo sus formas los dedos escalan en la calidez de su piel levedad mi lengua se entretiene en percibir sabor en el mareo de los giros como el de este planeta el sol del pubis tibieza en mis dedos lago calmo al inicio del viaje los lunares entretejen melodía en mis ojos valle del descanso empujo mi persona en su persona ahondo ahonda miel de noche de otoño en las gotas de este verano interior. Los pájaros picotean los granos más allá de la ventana.
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La cantante muda Al inicio fue el cuerpo que cose hilo a hilo la piel sudorosa desorientada y tersa en su juventud las arrugas serán urdimbre caída acumulada de granos de arena la respiración se hace angustia duros latidos espasmos cubren de nube los ojos cargados de azul cielo en penumbras observan detenidos en la trampa la mirada busca inquieta más allá de aquellos que la rodean. Una mancha de humedad destruye la monotonía clavada en el techo ¿las lágrimas vuelan? El hueso del recuerdo es roído por el azul doloroso. La música le susurra teje su aroma mueve su paso joven hacia otras caderas el pie engarza pasos que desliza sensualidad de diferentes cuerpos se desgranan junto al bandoneón su propia voz enlaza palabras sobrevuelan para anidarse en versos sencillos que animan sus mañanas y muy pocas noches mientras el caballito de los sueños gira animado a colores de golpes de hadas bastante callejeras ciudad y puerto envuelta en palabras de vidente la isla queda atrás de las muescas (piel hecha nudos en las nubes petrificadas) la rodea el agua profunda de los viajes sin realizar. La mancha húmeda se abre corola en primavera agiganta mientras el dolor prendido a sus corvas estalla destila luz como alcohol en la lengua prendido angustia y espasmo cuece sus muslos duele iluminar la sonrisa la umbría cueva está por parir otros sonidos carne tibia y piel ensangrentada. La mancha disminuye ante la luz del dolor.
Se han separado los cuerpos Intensa reminiscencia de la tibieza muslos envían oleadas de calor piel murmuran el aroma los cuerpos extravían sus sonrisas el recuerdo se hace nube deambula por todo un territorio conocido granos de arena logran el abandono del reloj para dispersarse en los montes con relámpagos sobre un portón negro que se abre para recibir sensualidad por imágenes en tanto río de hechos que tatuaron las risas Vagan algunos muertos por las hendiduras de nuestras frentes musicales caderas crean sonidos en las manos se mueven arremolinadas las manos buscan aprisionan el vacío el tiempo volatiza lo transcurrido queda pegado en la entraña más profunda de nuestros huesos Los dedos se convierten en pañuelos de despedida zarpa el barco deja un puerto rumbo al deseo a cristalizar amorosa extrañeza la tierra conocida transmite las tonalidades que en el espejo de los recuerdos presenta venas que arden abiertas... El color azul oscuro de la tristeza se diluye con el aroma de la lluvia caída.
Cierta torpeza Los cuerpos esperan agazapados tensos sus músculos arando lento en la madeja olorosa de cada nervadura en la piel La conversación es ya perfume cargado rancio animalesco somos odres de aceite mojamos la calma intenta nadar ahoga en olas la espalda se curva en una forma arquitectónica totalmente momentánea. Las uñas zarpan en busca del lago círculos se van ampliando meteoros cruzan entre los párpados el acero hirviendo silba con el líquido tropezones entre las cuestas cierta torpeza de ardilla en el desierto gorrión sobre el mar de nosotros corretear husmeando este iniciado intento amoroso. Los cuerpos dejarán de tratarse de usted.
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Poemas
Tzimis Panousis / traducción del griego de Guadalupe Flores Liera (Sin título) A pesar de que la ciencia se da por vencida, el poeta está seguro de que el estremecimiento que muchos sienten al ser izada o arriada la bandera es la causa del cáncer. (Sin título) He aprendido a la perfección la fábula del poder. En las próximas elecciones votaré por los otros. Las cuentas claras y los perros quietos La pobreza exige revolución. Cuando vayas camino a Míkonos ¿A dónde vas, desgraciado hombrecillo, con tu bárbara organización social? La belleza antigua se volvió masculina y brota en tus pies y en tu cabeza. Fíjate en las hormigas, fíjate en las abejas, no desataste el nudo gordiano. El mundo vive y reina cegando las fibras ópticas de los zánganos digitales. Materialismo histérico No sé muchas cosas de los indios. Sin embargo, he oído repetidamente de la pipa de la Paz. Para que sea tan famosa todavía hasta hoy, ha de haber sido muy buena haciendo pipas la tal Paz. Fashion victims! No son suficientes nuestros problemas nacionales, encima tenemos los problemas de nuestros socios de sangre azul. Estefanía de Mónaco espera (tuvo) un hijo fuera de matrimonio con su fortachón gorila, mientras hasta el momento Diana de Inglaterra ha realizado cinco intentos de suicidio. En consecuencia, el dinero no trae la felicidad, ¡pero está bien tenerlo!
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Humor blanco... y negro
La metamorfosis
Romรกn Rivas
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Miguel Ángel Flores (1948 – 2018) Vicente Francisco Torres
P
oesía, traducción literaria, ensayo y crónica fueron las tareas intelectuales que, en orden de importancia, ocuparon los días de Miguel Ángel Flores. Docencia e investigación resultaron actividades paralelas que desarrolló en la Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco (uam-a). La luz de su cubículo permanecía encendida hasta las nueve de la noche, hora en que salía para encaminarse al paradero del Metrobús. Uno sabía que estaba allí solo por la luz; siempre fue celoso de su intimidad y cubría los cristales con unas grandes hojas de papel blanco, quizá para que los curiosos no interrumpieran el trabajo que hacía con disciplina. Su permanencia en el cubículo le obligaba a observar un horario riguroso. Mientras él terminaba un libro tras otro, algunos colegas vivían en el campus intrigando y buscando los bonos que da la alta y mediana burocracia. Recuerdo los días en que un oscuro burócrata nos tuvo hacinados en un cubículo a Miguel Ángel, a Alejandro Ortiz Bulle Goyri, a José Francisco Conde Ortega y a mí. Para tomar las cosas con filosofía, dimos en llamar el apando a aquel ergástulo. A lo largo de los treinta años en que conviví con Miguel Ángel en la uam advertí que esperaba con ansia la fecha en que podría disfrutar un periodo sabático, porque otra de sus grandes pasiones eran los viajes. Pero no los de turismo académico, sino aquellos que le procurarían las obras para un nuevo proyecto de traducción. La lengua portuguesa fue uno de sus grandes amores. De aquí que viajara frecuentemente a Brasil y a Portugal,
y que de este segundo país surgiera su excepcional traducción de la poesía completa de Fernando Pessoa, con sus heterónimos, misma que fue apareciendo poco a poco, en diversos volúmenes. Así como la lengua portuguesa fue la que estuvo más cerca de sus intereses, Praga fue su ciudad favorita. Lo sedujeron su atmósfera misteriosa, su arquitectura ornada por el barroco, el gótico y el art noveau, así como su río Vltava y las montañas que rodean la ciudad. Sobra destacar la devoción profesada no solo a Kafka, sino al prosista Jan Neruda, de quien Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto tomaría el seudónimo que lo hizo mundialmente famoso: Pablo Neruda. Fruto de su amor e interés artístico por Praga son dos pequeños volúmenes —por cierto los últimos de sus libros que me regaló—: Praga en el sueño. Escritores mexicanos en la ciudad de Franz Kafka y Praga en el sueño, editados bajo el sello de la uam Azcapotzalco y, al parecer, publicados en 2013, porque solo el primero tiene colofón. El primer volumen entrega una revisión valorativa y anecdótica de escritores mexicanos que estuvieron y escribieron en Praga. El primero de quien tuvo noticia fue Efraín Huerta, seguido por los periodistas José Natividad Rosales y Luis Suárez. Luego llegaron Fernando Benítez, Jorge Arturo Ojeda, Óscar Mata, Gaspar Aguilera, Hugo Gutiérrez Vega, Xavier Velasco y el profesor Germán Dehesa. El recuerdo de los escritos de estos autores estuvo salpimentado con las historias del Golem y la evocación del cementerio judío, el más antiguo de su tipo en Europa.
Tentativas
Sergio Pitol es el escritor mexicano que más tiempo permaneció en Praga y el que, extrañamente, menos escribió sobre la ciudad. Leamos al mismo Miguel Ángel, Premio Nacional de Poesía Aguascalientes de 1980: “Pasó seis años en Praga. Se esperaría que su estancia, debido a sus conocimientos de un idioma eslavo, hubiera sido más fructífera en cuanto a páginas inspiradas por la ciudad, pero no fue así. El balance es más bien pobre. Aunque en su libro El viaje dedica algunas páginas a la ciudad de Kafka, estas parecen más de circunstancia que una honda meditación sobre lo que la ciudad ha significado para el pueblo checo”. Junto a los mexicanos mencionados, Flores evoca figuras para quienes Praga fue importante: Chateubriand y Camus. Luego aparecen los poetas checos Rilke y Vitezslav Nezval, de quien el autor incluye un poema para cerrar este primer volumen. Sobre estas páginas gravita la figura de Pierre Loti, por quien Miguel Ángel siente un interés particular dado su gusto por los viajes a geografías exóticas. Fiel a la etimología, el segundo de estos volúmenes contiene fotografías de los lugares mencionados en el primero. Para Miguel Ángel, fotografiar es escribir con luz. Dicho de otra manera, con sus fotografías recopiladas en el segundo libro, Miguel Ángel vuelve a escribir lo que nos dijo en el primero, pero ahora enriquece las ilustraciones con las palabras de Rilke, Chateubriand, Leo Perutz, Johanes Urzidil, Ernst Weiss y Max Brod. Disfrutemos estos libros escritos con tinta y con luz, como le hubiera gustado a Miguel Ángel Flores.
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Un llamado a todos los poetas
Crónica de la batalla de Zacatecas
José David Cano
Bob Dylan ha escrito en una de sus canciones: “Hay una batalla ahí afuera, y se está recrudeciendo…” Así que el cronista preguna dónde están en este momento los poetas, y son los propios poetas los que responden…
E
ra miércoles. Estábamos en Zacatecas. La tarde colorada había cedido, así que la noche se había apoderado de todo alrededor. Alcé la vista: miles de puntitos brillantes tapizaban el cielo oscuro y despejado. Reunidos en una terraza de nombre El Pulgatorio, unas cuarenta personas escuchábamos atentos la lectura de la poeta Leticia Luna. Particularmente, uno de sus poemas nos había dejado sin aliento a nosotros, y había dejado en silencio el lugar. (Un silencio que había sido interrumpido apenas por el rumor de los autos, o el pitido de algún claxon, que, de manera impune, trepaba y se filtraba desde las calles de abajo.) El poema comenzaba así: Esta noche hay un olor fétido en el aire sin duda es el olor de un país que muere como en aquellos años de la corrupción cuando mi infancia era una parvada de golondrinas y mi padre enfermo ya nunca fue el mismo Hoy persiste ese olor tan fétido en el aire y mi padre no está aquí para limpiarlo Aquel día la lectura me hizo recordar lo que alguna vez dijo Juan Gelman: “La poesía es palabra, es resistencia contra estos tiempos mezquinos y abre sendas para transitarlos”. Porque “la poesía está cargada de vida, da claridad a estos tiempos de penuria”.
Zacatecas nos había recibido con los brazos abiertos, pero también con dos advertencias: la confirmación de que bajaría la temperatura y la posibilidad de que nevara. Era la segunda semana de diciembre, y aquel pronóstico auguraba con echar a perder la fiesta… Mejor aclaro: no era una fiesta propiamente dicha, desde luego. Si he dicho fiesta es por el carácter festivo que ha tenido desde su inicio el encuentro literario más longevo de esta ciudad —y que lleva por título el nombre del poeta más querido e importante del estado, y que es también uno de los más queridos e importantes de nuestro país—: sí, hablamos del Festival Internacional de Poesía Ramón López Velarde. Celebrado por primera vez hacia diciembre de 1982, el festival —que está auspiciado por la Universidad Autónoma de Zacatecas, y es dirigido y comandado por el poeta bretoniano José de Jesús Sampedro— estaba festejando su edición 35. Procedentes de las cuatro esquinas de México, pero también desde otros territorios y latitudes, hasta aquí había llegado una treintena de poetas para leer, recitar, convivir, dialogar, reflexionar, en torno de la poesía, en torno de la realidad, en torno de la vida misma. Así, durante cuatro días, una cofradía de poetas —de diversas generaciones, de diferentes familias poéticas, de todo tipo y condición— compartieron sus rimas, sonetos y versos. Hubo revoloteo de ideas, festines de imágenes, aleteo de palabras que volaban libres de
una imaginativa idea a otra. Hubo odas. Hubo elegías. Hubo cantos. Hubo ruegos. Hubo evocaciones. Entonces escuchamos poesía erótica, poesía amorosa, poesía subversiva, poesía tradicional, poesía heterodoxa, poesía críptica, poesía social… Sobre todo eso: mucha poesía social. Un ejemplo: nacida en España, pero radica en México desde 1986, Carmen Nozal, con su poesía clara y cruda, nos hizo vibrar con uno de sus poemas. A mí todavía me siguen resonando dentro. Leamos un fragmento: Ahí están, dicen las moscas, absortas en su danza prehispánica. Ahí están, insisten murmurando con un zumbido incesante. Ahí están, apuntan las moscas como plañideras: adentro del espanto de esa noche, adentro del monte arriba por el que algún día corrieron cuando eran niños. Ahí están: los sueños torturados, los pantalones rotos, un tenis, cuatro plumas, dos carcajadas, los vestidos desgarrados, una libreta. Las novias que siguen esperando se preguntan: ¿dónde están? Ahí están, responden las moscas sobrevolando los huesos, el hedor penetrante de los días, la esperanza mutilada, el silencio que gime como un viento desollado.
31 José de Jesús Sampedro. Foto de Pascual Borzelli Iglesias.
Aunque los poetas tuvieron a su cargo la selección de cada uno de los poemas que leyeron, en gran parte se sintieron inclinados a navegar por un mismo río, si bien ancho, en el que la poesía habló de los conflictos que afectan a todos, una poesía conectada con la realidad. Es un hecho: la idea de que los poetas viven en una burbuja desde donde miran la realidad y la vida se ha desmoronado. Porque desde el primer día, desde la primera mesa de lectura, desde las primeras palabras poéticas pronunciadas en Zacatecas, se hizo evocación a nuestra realidad como país. Nos faltan 43, sentenció una poeta. De hecho, varias de las lecturas, varios de los poemas aquí recitados, tuvieron y reflejaron entre sus líneas la oscuridad del ser humano, la bestialidad de la que es capaz la humanidad. “Son más pero sumé 43”, del escritor y músico Alain Derbez, fue un ejemplo de esto. Escuchémoslo, su soneto estuvo cargado de ruido y furia: Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete Ocho, nueve, diez, once, doce, trece Catorce, quince, “¡corre, huye, vete!” Dieciséis...¡Jálele, cabrón, ni rece! ¡Toma! ¡Perdí la cuenta! ¡Escuincle ojete! Veintiuno, veintidós, ¿contaste a ese? ¡Monta también a aquél! ¿A qué se mete? ¡Dizque venía al futbol!... ¡No me parece! Ya diles que se apuren: tengo fiesta ¡Y tú acaba la cuenta de una vez! ¿Alguien quiere entonarse? ¡Ora, presta! ¿Qué? ¡Vamos a esperarnos todo el mes! ¡Teniente a este pendejo me lo arresta! Son más pero sumé cuarenta y tres.
No sé si soy un romántico o un utópico, pero estoy convencido de que no es posible un mundo sin poesía. Ya lo dijo el poeta francés Yves Bonnefoy: es el fundamento de la vida en la sociedad. “Comprendemos que la sociedad sucumbirá si la poesía se extingue poco a poco en nuestra relación con el mundo”. Así que, ¿para qué sirve la poesía? La pregunta puede ser provocadora, pero no es en absoluto inapropiada. No pocos se dicen y lo dicen, ¿para qué sirve? Lo cierto
32 es que es una cuestión que atormenta a los poetas en tiempos recientes, y más todavía en este mundo globalizado en el que las subjetividades están cada vez más signadas por los valores mercantiles. De hecho, buena parte de la poesía del siglo xx ha reflexionado —y sigue reflexionando aún hoy— sobre ello. Cuando se lo preguntaron a Borges, respondió con otra pregunta: “¿Para qué sirven los amaneceres?”. Lawrence Ferlinghetti, por otra parte, fue más allá: “¿Para qué sirven los poetas en una era semejante? ¿Cuál es el uso de la poesía? Si quieres ser poeta, crea obras capaces de responder al desafío de tiempos apocalípticos, incluso si ello significa que suenes dantesco. Tienes que decidir si los gritos de los pájaros son gritos de éxtasis o gritos de desesperación, y al hacerlo sabrás si eres un poeta trágico o lírico. Concibe el amor más allá del sexo. Sé subversivo cuestionando constantemente la realidad y el statu quo. Esfuérzate por cambiar el mundo de tal manera que no haya más necesidad de ser disidente. Lee entre las vidas y escribe entre las líneas. Comprométete con algo que esté más allá de ti mismo. Sé apasionado al hacerlo. Pero no destruyas el mundo, a menos que tengas algo mejor para poner en su lugar”. Está claro: en estos tiempos de incertidumbre y turbulencia necesitamos más que nunca el poder de la poesía. La pregunta surge, entonces: ¿y los poetas? En una de las nuevas canciones del grupo Foster The People hay una frase muy bella y poderosa que lo sintetiza todo: “Llamando a todos los poetas a la batalla…” Precisamente la frase me sirvió de preámbulo para indagar más al respecto, porque, como advirtió ya Bob Dylan: “Hay una batalla ahí afuera, y se está recrudeciendo…” Así que, en este momento convulso en el que el mundo no muestra su mejor rostro, ¿dónde están los poetas?, ¿dónde deben estar?
Es más: ¿están preparados para la batalla (desde luego, metafóricamente hablando)? —Lo están. Yo creo que sí están listos. Eso me dijo el poeta zacatecano Gustavo de la Rosa Muruato, enfatizando cada una de sus palabras. Luego, añadió: —El poeta está listo de manera permanente. Y su único modo de hacer presencia en esa batalla es su poesía. No puede ser de otra forma. Y como su actitud poética lo precede, precede a su escritura, el poeta no solamente está preparado sino que está presente y está actuando en este mundo que tú dices convulso, deprimente en muchos aspectos, aterrorizante en otros… En ese sentido, por cierto, Stephen Hawking no está muy desencaminado cuando dice que todo esto puede acabar en una enorme bola de fuego. Y esto ratifica, desde mi punto de vista, la pertinencia de los poetas y de la poesía en todas sus manifestaciones, en todas sus intensidades. Algo es cierto: el mensaje de los poetas, a menudo testigos de excepción de las profundas transformaciones políticas y sociales de la historia, hoy se ha vuelto imperecedero. Así lo ve el poeta peruano Miguel Ángel Zapata: —Creo que los poetas deben estar destruyendo muros; pero, también, construyendo metáforas que sean tan luminosas que puedan mostrar el camino del viajero común, del viandante común, del pensador común... líneas, versos, metáforas que puedan hacernos entender el día a día de lo que está sucediendo en este mundo. Hay maneras de decirlo, hay maneras de expresarlo. Por supuesto, tiene que ser con un lenguaje elevado, pero que, al mismo tiempo, la gente pueda comprender. Ya lo dijo un líder de izquierda: hay que tener astucia para decir la verdad. Pero no solamente es eso: —La batalla de los poetas es una batalla de resistencia. La sentencia la pronunció Antonio Deltoro. Después, con esa bondad que le caracteriza, agregó:
La poesía es palabra, es resistencia contra estos tiempos mezquinos y abre sendas para transitarlos… la poesía está cargada de vida, da claridad a estos tiempos de penuria: Juan Gelman
—Me refiero a resistencia contra el tiempo dominante de nuestra época, que es un tiempo rápido, vertiginoso, en el que es muy fácil perderse. Entonces, la poesía de nuestros días tendría que ser una poesía para oponer ese tiempo rápido a uno más lento, un tiempo donde hubiera reflexión, un lugar para saborear justamente la vida y pensar en los demás. Lo que hace que un poema sea un poema es un espacio, un lugar en donde se puede vivir un poco al margen del ritmo dominante, en un ritmo más profundo, más humano, más reflexivo, más solidario. Tiene razón, me dijo, por su parte, el poeta zacatecano José de Jesús Sampedro. Evocando a uno de sus guías, profundizó más: —Hay una frase de André Breton que siempre me encanta recordar y recrear, que dice: “Vivir y dejar vivir son soluciones imaginarias. La vida está en otra parte”. Yo creo que el poeta, y por lo tanto la poesía, debe estar siempre en esa otra vida, en la búsqueda de esa otra vida, en la que él llamaba la vida ausente, que es la vida posible pero no en este momento. Si no tuviera yo también esa certeza, todo esto sería en vano. Yo creo que el buen poeta y la buena poesía están siempre en la insinuación de esa otra vida, que en algún momento será totalmente real, y totalmente próxima, y totalmente nuestra. Antes de que me diera una respuesta, la poeta ecuatoriana Margarita Laso repitió la pregunta, como para sí: ¿están listos los poetas para la batalla? Se quedó pensativa... —¿Sabes? —dijo al cabo de unos segundos—, la primera idea que me asalta es el recuerdo de la canción de Silvio: “Compañeros poetas, tomando en cuenta los últimos sucesos…” Lo cierto es que, en algunos casos, hay poetas dentro de la militancia; en otros casos, están los que logran expresar esta angustia colectiva por medio de la belleza. Y, de igual forma, en otros casos hay simplemente poetas desesperados ante lo que ven… Margarita, entonces, hizo una pausa. Luego, cambiando de tono —de modo que quedaran remarcadas sus palabras—, dijo:
33 —Yo no soy la que debe decir dónde deben estar los poetas. A veces creo que todos deberíamos empezar por pequeños detalles, como cuidar el agua, cuidar de nuestros niños, combatir la violencia, ser feministas… Después de todo, es muy difícil no ser un escritor que viva los problemas de su tiempo. Lo mismo pensó el poeta mexicano Norberto de la Torre: —La cuestión, de entrada, es que dices “los poetas”. Ciertamente son muchos poetas, y los hay de muchas corrientes, de muchos colores; vivimos en una época de pluralidad… Ahora bien, lo que sí me queda claro es que la lucha contra el autoritarismo y la violencia es fundamental. Siempre se debe luchar contra ellos. Eso no tiene vuelta de hoja. No hay justificación para que haya un muerto… ¡Un solo muerto es mucho! Aquí el asunto es que el ser humano, no solo el poeta, debe estar listo para la batalla. ¿Para cuál? Para la batalla por la paz. Y eso es verdad, me dijo en otro momento el poeta marroquí Mohamed Ahmed Bennis: —Estamos viviendo una situación muy grave en todo el mundo: muchas guerras, muchos conflictos. Así que los poetas pueden jugar un papel muy importante a través de la palabra… Porque esta, la palabra, puede ser un medio para luchar por la belleza, por la paz, por la estabilidad social. Por supuesto, por un mundo donde se pueda vivir en fraternidad, juntos, con todas las culturas unidas… Eso sí: la poeta dominicana María Farazdel quiso matizar un poco las cosas: —¿Qué debe estar haciendo el poeta ahora? Eso es algo muy individual: a unos les toca el llamado del amor, otros del desamor por experiencia, otros tienen el llamado social, de denuncia. Pero, ojo: no todos saben denunciar y no todos deben denunciar, porque algunos están dotados y otros no. Lo que es cierto es que sí hace falta una poesía que, como mínimo, no le dé la espalda a la degradación de las sociedades en las que vivimos y en las que los poderosos nos engañan y se reparten el mundo, tal como ahora mismo está sucediendo… Pero hay también otras batallas, aunque estas son, más bien, de carácter estético; al menos así me lo puntualizó la poeta regiomontana Minerva
“Es un hecho: la idea de que los poetas viven en una burbuja desde donde miran la realidad y la vida se ha desmoronado. Porque desde el primer día, desde la primera mesa de lectura, desde las primeras palabras poéticas pronunciadas en Zacatecas, se hizo evocación a nuestra realidad como país. Nos faltan 43, sentenció una poeta” Margarita Villarreal. En un momento dado, me dijo: —Por supuesto que estamos dando la batalla. Sin embargo, es importante señalar algo: hasta hace poco era muy fácil confundir la voz de la poesía. Muchos la habían abaratado a base de simplificar el lenguaje, reducir los argumentos del poema a simples consignas y desdeñar su parte artística en beneficio de su parte ideológica. Entonces, en lo personal, la batalla implica una defensa de la voz, de la voz de la poesía. Al hablar de ello, Minerva quiso matizar aún más: —El proceso de ensoñación y de contemplación es sumamente necesario y vital para que se geste la expresión poética. Y eso debe defender el poeta. Es decir, el arte tiene que ser una defensa de la expresión y una lucha por la expresión... Una batalla por la expresión, que es lo único que nos puede contagiar. El arte tiene que contagiarte para poder reconocer una realidad; en el caso de nuestro país, una realidad muy muy trágica…
Libertad, yo escribo tu nombre, dejó escrito el poeta francés Paul Éluard. En este lado del mundo, en Argentina, el bardo Roberto Juarroz escribió: la poesía os hará libres. Dejémoslo claro: la poesía es tan antigua como el lenguaje, y en los periodos turbulentos es más necesaria que nunca, ya que es portadora de un hálito de libertad y dignidad. La pregunta es válida: ¿la poesía nos hará libres?, ¿sigue vigente esta sentencia?
Cuando le pregunté a Gustavo de la Rosa Muruato ni lo pensó: “Desde luego. Estoy convencido de que los jóvenes y la gente que vive o se acerca a la poesía conquista grandes territorios de libertad”. Minerva Margarita Villarreal le secundó: “Elena Garro decía: el yo lírico es el yo verdadero. Entonces, por supuesto que nos hará libres y nos hace libres”. Miguel Ángel Zapata se fue al pasado: “Yo creo que ese apotegma viene desde la época de Horacio y Homero. A Juarroz le funcionó muy bien de la manera en la que lo retomó. Y es cierto: la poesía nos ha hecho libres desde la época de Homero, desde la época de Horacio, de Dante, de Petrarca, y así hasta nuestros días…”. Minerva amplió su mirada: “Varios de los mayores poemas de la literatura, como el Cántico de San Juan de la Cruz, se escribieron en la cárcel. El Quijote, que para mí es un poema (yo defiendo que Cervantes es un poeta mayor), se escribió en la cárcel. Entonces, para un poeta la libertad no significa que estemos defendiendo románticamente, como en los años sesenta, lo que pensamos, o que nos estemos encuerando en público y ‘peace and love’, o fumando mariguana. No. La libertad significa para un poeta la posibilidad de abrirte, en todos los sentidos, para, justamente, gestar esa expresión. La libertad es muy íntima, es un viaje hacia la interioridad del ser”. María Farazdel también lo vio desde ese punto de vista, desde la introspección: “La sentencia de Juarroz sigue siendo válida, por supuesto. Porque donde te hace libre es dentro de ti, es tu libertad personal”.
34 Mohamed Ahmed Bennis fue más lejos aún, sobre todo pensando en su realidad: “La poesía se encuentra, digamos, alejada de los círculos de los que están moviendo los hilos del mundo. Así que los poetas y los escritores tienen que luchar más y más para poder llegar en el futuro a un mundo más pacífico, a un mundo donde se pueda vivir pacíficamente”. Desde luego, también hubo matices. Margarita Laso, por ejemplo, puso su distancia: “No puedo decir si está vigente o no lo que dijo Juarroz porque, para mí, sería calificar a la poesía como si fuera una poción, y no lo es. Todos tenemos distintas paradas ante la vida, y la poesía debe estar al servicio de eso. Como todos los instrumentos humanos, creo que también puede ser un artefacto para volar, navegar, conocer, para la serenidad… Es una línea recta hacia la emoción...”. Norberto de la Torre quiso quitarle presión al tema: “A mí me gusta escribir poesía, leo mucha poesía, trato de hacerla lo mejor que pueda, pero no me gusta darle esa solemnidad de decir: ‘Yo, por ser poeta, tengo la obligación de salvar al mundo’. Como diría Vicente Fox: ‘¿Y yo por qué?’. Claro, veo el mundo, vivo en el mundo, señalo las cosas que me parecen que son violentas, que me parece que deben terFoto de Melissa Roura.
minar, propongo en algún momento vías hacia algo que me parece que es deseable, pero no como una especie de deber moral. Así de simple”.
Shakespeare lo dejó escrito en El sueño de una noche de verano hace más o menos 450 años: “El ojo del poeta, en divino frenesí, mira del cielo a la tierra, de la tierra al cielo y, mientras su imaginación va dando cuerpo a objetos desconocidos, su pluma los convierte en formas y da a la nada impalpable un nombre y un espacio de existencia”. Luego fue Goethe quien dijo que el mundo es tan rico y profundo y la vida tan diversa que nunca faltan ocasiones para escribir poemas. Después, Federico García Lorca escribió aquello de “la poesía no quiere adeptos, quiere amantes”, invitándonos a abrazar de manera incondicional la búsqueda de la belleza. Porque la poesía es todo lo que nos rodea, incluso las partes oscuras que nos circundan. Tratando de hallar una definición, nuestro José Gorostiza dijo: “La poesía, para mí, es una investigación de ciertas esencias —el amor, la vida, la muerte, Dios— que se produce en un esfuerzo por quebrantar el lenguaje de tal manera que, haciéndolo más transparente, se
pueda ver a través de él dentro de esas esencias”. Desde su sabiduría, el prestigioso escritor francés Roland Barthes apuntó: “La poesía es para nosotros el significante de lo difuso, de lo inefable, de lo sensible, es la clasificación de las impresiones inclasificables”. Incluso desde la cultura pop, el Dr. Otto Octavius le dice a un perplejo y mozalbete Peter Parker en Spider-Man: “T. S. Eliot es más complicado que las ciencias. Si quieres que una mujer se enamore de ti, dale poesía. Jamás falla”. Antes de partir a otros mundos posibles, el querido Juan Gelman lo dijo y lo repitió: “Sigo creyendo que el único tema de la poesía es la poesía misma y que por eso puede hablar de todo, de política, de revolución, amor, abandonos, mientras sea poesía”. La pregunta es: ¿hay temas fundamentales en la poesía?, ¿la época impone unos temas y desecha otros?, ¿o todo puede ser cantado? —Yo creo que se le puede cantar a todo —me dijo Margarita Laso—. A mí siempre me maravilla ver la poesía como la expresión de la diversidad humana y la forma en cómo nos paramos frente a la vida. —Así que, sí, todos los temas son posibles para un poema —añadió Mohamed Ahmed Bennis—. En este sentido,
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“En una de las nuevas canciones del grupo Foster The People hay una frase muy bella y poderosa que lo sintetiza todo: Llamando a todos los poetas a la batalla…” a mí me gusta dar vida a lo que siempre está olvidado, marginado. —Además, como dicen: cada cabeza es un mundo —agregó, por su parte, Minerva Margarita Villarreal—. Entonces, pienso que no hay tema que no pueda ser cantado. Eso es lo maravilloso. A mí me pasó, por ejemplo, con Santa Teresa. Yo siempre la eludí, la evadí en mis clases de renacentistas y barrocos. Nunca le presté la suficiente atención hasta que, un buen día, alguien me invitó a trabajar un poema sobre ella. Entonces entré en un mundo fascinante; jamás me imaginé que se convertiría en un tema para mí… Y he aquí un punto importante: “La poesía le puede cantar a todo, de lo contrario quedaría encasillada”. Eso me dijo María Farazdel, y luego puntualizó: “En el festival hemos tenido alrededor de seis mesas de lecturas, y se ha notado una gama muy variada… Claro, por estar en México parece que la mayoría se ha concentrado en lo social, porque es lo que están viviendo. Escuché varios poemas acerca de Ayotzinapa, acerca de los 43 alumnos desaparecidos… Son heridas muy frescas en México”. Antonio Deltoro fue más específico: —Todos los temas son poéticos, pero los temas son fundamentalmente los de siempre: el amor, la muerte, el desamor, la paternidad… Sin embargo, la manera en la que los hacemos depende del tiempo que vivimos en ese momento. Lo cierto es que las cosas se nos meten a los poetas porque estamos muchas veces más sensibles que los demás. En efecto, el ejemplo más claro es este festival: ¿cuántos poemas se han hecho a los 43? Entonces, independientemente de lo que queramos o no queramos hacer, las circunstancia se nos meten. Todo puede ser cantado. Y en este tiempo afortunadamente conviven verso libre, verso medido… vaya, las diferentes formas poéticas. Al final, Gustavo de la Rosa Muruato redondeó el asunto: —El tema de la poesía es la vida. Y eso es inabarcable, inagotable, y las
facetas de la vida son desde lo maravilloso hasta lo aburrido, y de ahí hasta lo retrógrado o lo inhumano. Todo eso puede entrar en la poesía… Claro, no de manera tan fácil y de manera tan directa. Como dijo Bukowski que dijo Dios: “Veo que he creado muchos poetas, pero muy poca poesía”. ¿Qué quiero decir con esto? Que vivimos también ese momento donde hay mucha gente que escribe poesía, o decimos ser poetas, pero ese aliento vital, ese halo maravilloso que trae la poesía, no sé si lo estemos realmente proyectando y lo estemos compartiendo no con los lectores, porque los lectores es solo un ámbito muy reducido para la poesía, sino con toda la gente que de alguna manera directa o indirecta se expone a este resplandor poético y que le ayuda a vivir, a sobrevivir...
Me lo dijo, en un momento dado, Miguel Ángel Zapata: “La poesía nunca ha pasado de moda. Es el género más antiguo de la humanidad. Lo que pasa es que, como no hay tanto dinero de por medio, por eso, aparentemente, la poesía está escondida en los túneles de la historia y en los túneles del presente. Pero insisto: nunca ha pasado de moda”. Y tiene razón. Un ejemplo es precisamente el Festival Internacional Ramón López Velarde (el cual, en esta edición, festejó al poeta español Luis García Montero). José de Jesús Sampedro, el artífice de todo, fue muy claro: —Afortunadamente, la Universidad Autónoma de Zacatecas tiene conciencia de la importancia histórica de este festival, el cual ha cumplido 35 años. El festival creo que ha formado un público, ha creado una tradición, se ha instituido como una referencia entre los lectores zacatecanos, y se ha constituido como una referencia para los poetas mexicanos. Por si fuera poco, desde 2007 en él se otorgan dos premios de poesía: el Premio Nacional para obra
inédita, y el Premio Internacional para el conjunto de una obra. Eso ha sido un rasgo muy distintivo a nivel de los festivales que se realizan en México, sobre todo en los últimos años. Todo esto le ha dado en síntesis un contexto referencial interesante al festival, me explicó Sampedro. Y añadió: —Hoy, lo que me anima de manera muy especial es que, lentamente, estoy acercándome a un objetivo que siempre había pensado posible, y que era hacer del festival un hecho socialmente comunitario, válido, que le interesara a un amplio segmento de la población, que se identificara con él, que lo siguiera, que lo defendiera, que ayudara a que se preservara tal y como está, con todas sus vertientes… Por supuesto que está el tema financiero, que siempre es el aspecto central. Sin embargo, con algo de imaginación, con algo de voluntad, creo que el festival en su formato actual es totalmente factible, y sobre todo muy viable en términos económicos.
No tengo la menor duda: la poesía sabe más de nosotros que nosotros mismos: descubre a quien la lee, a quien la escucha, algunos territorios que ignoraba tener. Escribo estas líneas pensando, desde luego, en el Festival Internacional de Poesía Ramón López Velarde. Mis percepciones, mi mente y mi corazón fueron puestos patas arriba durante los cuatro días del encuentro, en los cuales las voces de los poetas desafiaron el frío. Eso sí: no solo hubo elegías, también se le cantó a los placeres mundanos, al amor, a la vejez, al erotismo… Porque el festival es ante todo una fiesta: de la palabra, del espíritu, de la vida… Y sí: vi a un poeta bailando en una plaza pública, al ritmo de tambora, en plena madrugada. Vi a una poetisa besando una efigie de Ramón Lopez Velarde. Vi a un poeta convertirse en cantinero por unos instantes. Vi a un periodista embriagarse de poesía y de jarritos de mezcal (que, lo juro, milagrosamente volvían a llenarse). Lo dijo Margarita Laso mientras interrumpía nuestra charla para contemplar su alrededor: “Hay que agradecer el color y la luz de esta tarde, que es de una gran belleza”. En efecto: Zacatecas sigue siendo una ciudad de gran belleza. Doy fe de ello.
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En Petra Foto de Norma PatiĂąo.
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Paul Delvaux: los maniquíes, las doncellas José de Jesús Sampedro
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upla aún, recuerdo. Contiguo aun ahora a nada, recuerdo. Y había en la asaz aldea Zacatecas de comienzos justo de 1970, 1971, una muy selecta serie de (y acudo irremisiblemente aquí a la acepción entonces en boga) boutiques, de comerciales firmas cuya muy selecta Trama ofertaba (o a extremo, a fondo) casi también el heterogéneo (o a extremo, a fondo) atuendo típico femenino: o el corsé o la blusa fasta, de seda o el canesú o la esclavina capa andaluza o el sastre traje completo o la aova pieza de alta costura (y agréguense a esto luego o el adorno y el accesorio: o la faralá y la sombrilla, y etcétera, es decir, de preferencia exclusivamente el atuendo típico femenino), todo esto entremezclado en amplios aparadores, pulcros, límpidos, donde bellisisísimos maniquíes (y donde el mesurable apoyo de artilugios siempre prácticos entre ellos) idealizaban a la Ideal Mujer en probabilidades
Foto de Alejandro Zenker.
reales de transmutarse en Mujer Real (a semejanza siempre de la ordinaria magia que mi intuitivo yo constatara de improviso en el cine, en la novela, y que incorporara de cuando en cuando a su ámbito para o entenderlo o trascenderlo) y de instaurarse en la Oculta Vida que lo soez tecnócrata y lo ruin remplazaban. Debo entonces a los aparadores de específicas boutiques del nimio centro apenas de la asaz aldea Zacatecas de comienzos justo de 1970, 1971, una anhelosa poetización de mi pueril engreído entorno de joven. Me ejemplifico al explayarlo: venía e iba en arrodeo noctívago y en alguno que otro arrodeo me agradaba imaginar cómo un bellisisísimo maniquí–mujer abandonaba solo su circunstancia inerme de maniquí–mujer y venía o iba solo a mi encuentro, feliz: discreta, solícita. Y entra a la zacatecana escena exactamente entonces también Paul Delvaux, quien en virtud de lo
CronoGrafías modélico de su obra gráfica habrá de darle una insignia inmune a la minucia metafísica de mi circunscrita física a un conciso espacio, y habrá de darle (en cambio, en recíproco beneficio del beneficio único de lo Insólito) un aforo al margen de lo geográfico ínfimo donde lo mismo cruza el tren insomne de Dios que el sonámbulo pasajero del Diablo (y preludia arriba de una Exedra acaso la inmersa Luna el laúd, más amarillenta o más pardusca que un florín, que una rupia), y donde o al pasajero o al tren los contemplan o los ignoran contemplándolos simplemente las doncellas auras de las almortas de las doncellas que poseen la clave última del Enigma que las reúne o que las desune (a perpetuidad, como la perpetua lluvia que acaba) en una mutua calle o furtiva espera en un mutuo andén, y que insinúan o lo alterno torvo acaso o lo fútil que implica (o que urde, modificándose) en su feraz decurso en curso la clave última del Enigma. Porque antepondría de cabo a rabo su paraboloide curva en Paul Delvaux el Azar (materializado en su libertina norma en cautos realces o en volúmenes o en yuxtaposiciones o en cautas pátinas) y porque el Azar antepondría su Loable Ley y transfundiría mis maniquíes, sus doncellas.
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Diaria escritura Ana Cristina Ruelas, directora en México de Artículo 19
“La publicidad oficial, un lastre para el pluralismo informativo” Rossi Blengio
¿Por qué se reparte dinero a unos medios y a otros no?, ¿qué hace que una publicación reciba millones de pesos y otra sea ignorada olímpicamente?, ¿por qué en la televisión la propaganda se inmiscuye como opinión propia? Artículo 19 se encargará de despejarnos estas dudas.
A
rtículo 19 es una organización internacional fundada en 1987, pero en México cumple su primera década de actividades durante este año. Su directora en nuestro país y en Centroamérica, la maestra en administración pública y políticas públicas Ana Cristina Ruelas, nos recibe para hablar de las vías por las que lograron que la Suprema Corte de Justicia de la Nación aprobara el proyecto que ordena al Congreso emitir una ley para regular la publicidad oficial antes del 30 de abril de 2018. Más flujos de información —Artículo 19 decide llegar a México porque vio una oportunidad de insertar los derechos democratizadores (que son la libertad de expresión e información) en la que se pensaba iba a ser la transición del pri-pan —dice Ana Cristina Ruelas—. Comenzó trabajando para que se adoptaran leyes de acceso a la información y para que hubiera estándares básicos para garantizar el ejercicio de la libertad de expresión para las y los periodistas, sabiendo que de alguna manera el gobierno de Vicente Fox se había comprometido a impulsar la transparencia y el derecho a la información. Al mismo tiempo buscamos que hubiera mayores flujos de información ante la total cooptación del Estado. A lo largo de estos diez años hemos participado de manera muy abierta y directa en los procesos de configuración
de políticas públicas para garantizar la libertad de expresión e información; también hemos trabajado directamente con las víctimas de la violencia contra la libertad de expresión con la intención de que las políticas que se impulsen no lo hagan en el vacío. Porque si nunca has hecho una solicitud de información, será muy difícil impulsar una ley de transparencia, o si nunca has escuchado la historia de un periodista que se ha enfrentado a la violencia, es muy difícil que hables de cómo debería funcionar el mecanismo para su protección. —La historia sobre lo ocurrido en noviembre de 2017, cuando la Suprema Corte ordena al Congreso de México la regulación del dinero público asignado a comunicación social, ¿cómo se inició? —Empezamos a trabajar con Fundar para, primero, identificar la magni-
tud del problema, ya que, por un lado, Fundar veía un uso arbitrario, en total opacidad, de los recursos a los medios de comunicación; luego, Artículo 19 veía que esos recursos estaban afectando, en la precariedad laboral, a los periodistas y las líneas informativas de los medios. Así que decidimos hacer un proyecto conjunto que iniciamos con la elaboración de un índice de acceso a la información en publicidad oficial para tener elementos objetivos que nos dieran pauta a decir “esto es lo que genera esto” y, al mismo tiempo, documentar casos en los cuales los propios medios de comunicación nos dijeran que les estaban condicionando su línea informativa a través del dinero que entra para promoción personalizada de los gobiernos. En 2007, después de “picar piedra”, y tras la reforma político electoral, y de
“La publicidad oficial genera un efecto inhibidor en aquel que busca publicar, porque tú, al momento en que sabes que no puedes publicar sobre una persona que te está pagando, estás inhibiendo tu capacidad creativa de escribir”
39 haberse adicionado un párrafo al artículo 134 en el que se decía que la publicidad oficial o gubernamental no podía ser utilizada para fines propagandísticos sino para fines informativos de protección civil, educativos, culturales y sociales; y que no se podían ver caras de funcionarios públicos, ni voces ni colores de partidos políticos, Artículo 19 se percató de que esta situación era contraria a la realidad. —Y el problema es que esta adición al artículo constitucional nunca fue regulada —dice Ana Cristina Ruelas—. Después, tras el impulso a nuestro trabajo sobre los elementos objetivos que Fundar y Artículo 19 empezamos a emitir, volvió a ponerse en el radar de la esfera pública el tema de la publicidad oficial cuando Peña Nieto le dice a López Obrador: “Si la televisión hiciera presidentes, usted sería presidente”, y López Obrador le contesta: “En un año como gobernador del Estado de México usted gastó en este rubro mil millones de pesos”. Entonces el otro le replica con las mismas cifras, las cuales Fundar y Artículo 19 ya habíamos recabado en este proceso. En ese momento, Peña Nieto se compromete a regular la publicidad oficial a través de un órgano autónomo constitucional que determine la asignación de la pauta. Esta promesa se traduce en el compromiso 95 del Pacto por México que nunca se cumplió. Al final, la manera como se salieron de la vía fue diciendo: “Vamos a poner un artículo transitorio en la reforma político electoral de 2014”; pero también planearon: “En este artículo transitorio diremos que se tiene que sacar la ley, mas nunca la haremos”. Cuando emiten este transitorio y no se cumple el 30 de abril de 2014, Artículo 19 inicia una acción de amparo ante la omisión del Congreso de regular la publicidad oficial con base en dos argumentos: ya había iniciativas presentadas, pero nunca discutidas (“por lo tanto le llamábamos una parálisis legislativa”) y la omisión per se de no haber cumplido con el tercero transitorio de la reforma política electoral. —La realidad, y por lo que se vuelve histórico, es porque nunca antes había habido una resolución del Poder Judicial en la cual reconociera que el amparo procedía en contra de una omisión del Congreso al legislar —dice
“El problema es que nos dicen que es un medio independiente y recibimos información oficial. Tampoco está mal tener intereses o tener una posición partidista si eres un medio de comunicación, el problema, o lo que está mal, es que nos digas que eres imparcial y objetivo cuando no lo eres” Ruelas—, y el Congreso llevaba una larga lista de legislaciones que, por mera conveniencia, no regulaba. Así, la Corte le dice por primera vez al Congreso: “Tú no estás por encima de la Constitución, tú pusiste un transitorio en la Constitución y tú incumpliste con él. Y nadie está por encima de la Constitución”. El segundo mensaje es: “El hecho de que tú omitas regular está afectando tanto el derecho a la información como el derecho a la libertad de expresión, pero el efecto colectivo que tienen ambos derechos hace que el impacto de la falta de regulación de la publicidad gubernamental sea mucho más amplio”. Porque, al final, la gente al recibir información sesgada de los medios de comunicación termina tomando decisiones desinformadas. Hay otra cuestión que es muy clara en la sentencia: la publicidad oficial genera un efecto inhibidor en aquel que busca publicar, porque tú, al momento en que sabes que no puedes publicar sobre una persona que te está pagando, estás inhibiendo tu capacidad creativa de escribir. Todo es muy interesante, porque finalmente el Congreso está en la posibilidad de acabar con este uso arbitrario y discrecional de la pauta oficial que termina siendo objeto de un mecanismo de control de las líneas informativas de los medios de comunicación. Estamos hablando de que el gobierno de Peña Nieto ha gastado alre-dedor de 38 000 millones de pesos hasta el primer semestre de 2017. Los medios idóneos —A partir de la regulación de la publicidad oficial, ¿podría por fin pensarse
en el inicio de una prensa democrática en México? —Si llegamos a tener una buena ley y se implementa… Porque también hay que considerar que en México tenemos muy buenas leyes, pero inútiles en el sentido de una falta total de Estado de derecho; sin embargo, creo que si se adopta esta regulación, sí será el inicio de una verdadera pluralidad y una democratización de los medios. Desde Artículo 19 creemos que la publicidad oficial es un lastre para la democracia, un lastre en el sentido de que sí debe existir, pero no como está siendo utilizada, pues es como si trajera un grillete que no le permite avanzar hacia el pluralismo informativo y hacia el debate público plural. —Con la ventilación del financiamiento económico de la publicidad gubernamental se puede apreciar el favoritismo político, pero también la desmitificación periodística, como la supuesta crisis del periódico La Jornada, en la que fue beneficiado por el sistema. —Nosotros decimos que la publicidad oficial sí o sí debe de existir, es un medio de comunicación entre el gobierno y los ciudadanos, pero el problema es lo que se está comunicando. Y esa comunicación entre el gobierno y los ciudadanos es para hablar de una buena gestión o para rendir cuentas. O sea, no se trata de convencerme a mí de que estás haciendo un buen gobierno, sino de permitirme cuestionarte qué tan buen gobierno estás haciendo… Hablamos de ese tipo de cosas, y también de cambiar conductas, de comportamiento, de cultura. La buena pu-
40 Foto de Alejandro Zenker.
blicidad oficial, las buenas campañas pueden llegar a cambiar los comportamientos de los ciudadanos a largo plazo, cambiar las narrativas puede impactar en la forma en que concebimos la seguridad y vemos la impunidad. Si a través de las campañas consiguieran indignarnos ante la impunidad, que reaccionáramos ante la corrupción, el resultado de ese cambio de narrativas podría generar más denuncias y, al mismo tiempo, más exigencia hacia los poderes sancionadores para que, efectivamente, se castigue a los corruptos y a los violadores de los derechos humanos. Y, definitivamente, dice Ana Cristina Ruelas, si todo el ingreso depende del dinero público, entonces “eres un medio oficial y tendrías que decirlo. Y no está mal que lo seas, tenemos la bbc en Londres que tiene muchísimos contenidos maravillosos y es un medio público, pero con contenidos plurales. El problema aquí es que nos dicen que es un medio independiente y recibimos información oficial. Tampoco está mal tener intereses o tener una posición partidista si eres un medio de comunicación, el problema, o lo que está mal, es que nos digas que eres imparcial y objetivo cuando no lo eres”. —Días después del destape de José Antonio Meade como candidato del pri a la Presidencia de la república, el gobierno entregó, por ejemplo, al periódico El Universal alrededor de 30 millones de pesos. Un medio como Transgresiones se podría sostener por tres décadas con esa cantidad. ¿De qué manera actuará Artículo 19 ante este tipo de irregularidades, como observador o activamente? —Pues vamos a activar una campaña a la que esperamos se unan muchos medios de comunicación y también la sociedad civil y la academia, que han luchado constantemente por este tema, no solo desde el punto de vista de la libertad de expresión, sino también desde los temas de la corrupción y el ejercicio del gasto público. También vamos a plantear ante el Congreso unas propuestas de mínimos que tendría que contener la ley, principalmente para garantizar que sea una ley general que permee a todos los estados de la república y que no haya asimetrías legislativas entre un estado y otro, porque necesitamos que sea algo que abarque
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“El hecho de que toda tu actividad periodística esté financiada por el Estado de alguna manera te sujeta al control institucional, porque te deja de dar dinero y tú desapareces” a toda la nación. Por otro lado, creemos que es importantísimo definir criterios de asignación de la pauta a través de un órgano que sea el que defina cómo se van a dar estos criterios que no solamente estén orientados a asignar el financiamiento por el rating o la penetración del medio, sino también por idoneidad, es decir, si quiero promover una campaña de registro civil en la zona mazateca de Oaxaca, probablemente en esa zona no llegue Televisa, pero llega una radio comunitaria que les habla en mazateco, por lo que ese medio tendría que ser el beneficiario de ese recurso. Entonces, lo que debe haber son criterios claros para la asignación de pautas y muchísima transparencia en cómo se asigna, por qué se asigna y para qué se asigna. Otro de los temas importantes que Artículo 19 desea impulsar es el de la claridad de los contenidos pagados, “porque actualmente tú ves en La Rosa de Guadalupe o en cualquier telenovela que el actor principal dice cosas como: “—No estamos tan mal esta vez con el gobierno… “O: “—La gasolina no está tan cara… “O: “—Se construyó este puente y es hermoso… “El hecho es que hay muchas personas que lo ven y no saben que hay un guion detrás de estos parlamentos y lo toman como si fuera la opinión del actor. La idea es que claramente se pueda definir esto y que no haya contenidos pervertidos que, al final, te vendan información como opinión cuando realmente es propaganda”. —¿Hay alguna normatividad sobre los contenidos para publicidad? —Hubo un intento. No sé si recuerdes que hubo una contrarreforma de los
derechos de las audiencias en la cual se trató de que los medios diferenciaran entre opiniones y posiciones pagadas, y lo que ocurrió fue un gran revuelo por parte de los medios con el argumento de que los estaban queriendo censurar. Esto es algo que había impulsado el Ifetel y que, al final, terminó perdiendo, pero es algo muy necesario. Asignaciones incontroladas —Los funcionarios insisten en que la cultura distancia a la gente de la violencia, pero en la práctica solo favorecen y protegen a dos grupos reconocidos en el ámbito cultural. ¿Cree usted que se tenga que ser parte orgánica del sistema para resultar beneficiario de su presupuesto? —Lo que nosotros creemos es que tiene que haber un Padrón de Medios en el que haya claridad sobre los alcances, los niveles de audiencias, cuál es la audiencia a la que llega, etc., y que haya criterios claros para la asignación. No significa que porque eres un medio preponderante vas a recibir todo el dinero, significa que debe haber claridad en los porcentajes; en cuánto le tiene que dar a la televisión, cuánto a la prensa, a internet, a los espectaculares. El 100% se debe destinar equitativamente, y si a la televisión le corresponde 30%, este 30 no puede destinarse a un solo medio, y tampoco el porcentaje que se le da al medio debe representarle 100% de sus ingresos. Como bien dices, a lo mejor con 30 millones de pesos podrían solucionar la vida a Transgresiones, porque quizá para ti un millón de pesos signifique el 100% de tus ingresos de un año. Y eso tampoco está bien, pues el hecho de que toda tu actividad periodística esté financiada por el Estado de alguna manera te sujeta al
control institucional, porque te deja de dar dinero y tú desapareces. —Si se aprueba esta ley que regulará el equilibrio en el sistema monetario de la publicidad oficial, ¿considera que el gobierno mirará finalmente a la prensa crítica e independiente? —Lo que nosotros creemos, y que realmente es lo más importante, es que la asignación de la pauta ya no dependa de la Secretaría de Gobernación. Ya no puede ser esta dependencia la que determine quién recibe y quién no; porque al final es un control político, pues se trata de un órgano político del Estado y es el que ve todas las cuestiones internas y, hoy por hoy, el que asigna la pauta. Entonces, para efectos de que el dinero de la publicidad oficial pierda el tinte político, no tiene ya que autorizarse desde la Secretaría de Gobernación. Es deseable crear un órgano o asignar esta tarea a otros órganos que no tengan esta carga política. —Hasta hoy, las pautas publicitarias pueden otorgarse o retirarse de acuerdo con los criterios de cada dependencia gubernamental. —Todo está relacionado con que no existen criterios para regular, cualquier motivo puede ser una causa para dar o retirar publicidad. Dar mucho o quitar mucho, pero eso no puede pasar con el dinero público, porque este dinero tiene que tener un control y estar regulado para su asignación, de lo contrario es totalmente arbitrario. Las únicas justificaciones que puede dar un ente público para retirar la pauta es que hubo recorte del gasto público o que el impacto de la publicación no está cumpliendo con el objetivo del gasto público. Por ejemplo, si tus lectores son gente que ha estudiado más allá de la licenciatura, etc., y el objetivo es llegar a los niños, probablemente ya no te van a dar a ti la pauta. Esa es una justificación clara y real, el problema es la ausencia de criterios para determinar que eso puede suceder o no. Hoy por hoy ese gasto no tiene ningún control, entonces, de acuerdo con la persona que está a cargo del dinero, te puede decir que no le gusta tu revista y no te va a dar la pauta porque no hay nada que le diga que no lo haga. Eso es lo que intenta la ley de publicidad oficial, que haya controles para que eso no suceda.
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El espíritu inútil
Literatura Pablo Fernández Christlieb
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efinición de literatura: aquello que está escrito para ser leído. Se supondría que todo lo que se escribe es para que se lea; pero, además de que no daría tiempo, eso es solo una pretensión de los que escriben y tal vez de los que leen y, sin embargo, lo que es la literatura no depende de la opinión de los escribientes ni de los lectores, sino de ella misma, y se nota que es literatura cuando uno empieza a leer algo que no tiene ni por qué ni para qué leer y que no le interesa ni remotamente, como la crónica de un partido de ping-pong y, no obstante, le sigue y lo termina porque no pudo parar, pero no es que lo jale el tema sino su lectura en sí misma, por sí sola y para nada, excepto para leer. Los memorándums, las notas de remisión, el padrón de electores no están escritos para leerse. Las definiciones estipulan sobre todo lo que no entra en ellas, lo que excluyen, y la de aquí sirve para saber qué no es literatura. Los directorios telefónicos nunca estuvieron escritos para ser leídos, tampoco los diccionarios varios, que nada más están para ser consultados. La Biblia, que se usa para jurar sobre ella, para ponerla en los cuartos de los hoteles para evitar suicidios, para enseñar como gafete por la calle para mostrar que se es pastor evangelista, no es literatura, como tampoco ningún otro archivo o registro de los sucesos de un pueblo, que sirven para sacar datos, pero no pueden caer en la categoría de literatura. Tampoco informes, organigramas, contratos, garantías, legislaciones, letras chiquitas, ni las instrucciones de los aparatos, que serían muy útiles para echarlos a andar, si alguien los leyera, pero todos prefieren la literatura.
Todos los artículos científicos sobre las enzimas biliáticas del leopardo hembra y temas así, definitivamente no son literatura, porque a menudo no fueron leídos ni por el que los escribió, aunque actualmente se produzcan en cantidades industriales que nunca jamás nadie leerá porque, digamos, estas unidades sirven para ser contabilizadas, puntuadas, citadas, cacareadas, consignadas en el curriculum vitae —otra cosa que tampoco es literatura—, pero no para ser leídas. Lo escabroso del asunto es que los científicos los llaman precisamente “literatura”, justo de lo que nunca han tenido el gusto (de hecho, también hablan de “el estado del arte”, que no saben ni con qué se come). Otros paquetes a los que también se les pone el nombre de literatura, y que tampoco lo son, son las novelas de las mesas de novedades, que ya nada más se escriben para ganar premios, becas, ventas, que sirven para producir autores que luego ya nadie sabe cómo quitárselos de encima; se sabe cuáles son estas novelas porque luego luego reaparecen en las librerías de viejo, ya que nadie quiere tener una cosa de esas en su casa, que hasta vergüenza dan. Dan ganas de dar ejemplos, pero, dada la reverencia existente por los premios, las ventas y los autores, a lo mejor se le faltaría el respeto a la fe del carbonero de muchas gentes buenas que creen que están ante una obra de literatura, la cual, no obstante, no leyeron por alguna razón, que es la de que no fueron escritas para eso. Hay, en cambio, otros ejemplos de literatura que tampoco lo son, pero que son más interesantes, como todo aquello que se escribe no para leerse, sino para experimentar con las posibilidades del lenguaje o los límites de la escritura o descaradamente para ver qué pasa, y cuyo ejemplo sorprendente sería la novela de Gertrude Stein Ser norteamericanos, de la cual se cuenta que ni siquiera el traductor fue capaz de
terminarla, por lo que se cree que las últimas páginas todavía están en inglés, aunque nadie ha llegado tan lejos para corroborarlo. Y, en cambio, hay periódicos que contienen literatura además de información, donde uno lee unas noticias que no le importan nada más por el gusto que da leerlas, aunque haya otros que no tienen literatura ni en su arrinconada paginita de cultura, con noticias infumables sobre “la literatura”. Hay también literatura en los anuncios espectaculares de las calles, los grafitis de las paredes, los recaditos pegados en el refrigerador y que todos los que pasan leen aunque no sean para ellos, o en las frases impresas en las camisetas que hacen que la portadora se sienta ofendida porque algún lector se le quedó viendo a la altura del texto. La definición de literatura tiene que incluir necesariamente los dos primeros renglones de sea lo que sea, porque son con los que uno se entera de si eso que está escrito es para leerse o no, y que uno lee obligadamente incluso antes de darse cuenta. Las entradas de los diccionarios son como de dos renglones y por eso da tiempo de leerlas aunque sean para otra cosa. Hay trucos tramposos extraliterarios para convertir algo a fuerzas en literatura, como encerrar a alguien en un calabozo o, en su defecto, en una sala de espera, y darle a leer: así cualquiera lee con fruición los avisos notariales, pero la cláusula de los dos renglones permite asimismo el truco tramposo totalmente literario de la publicidad mentirosa de los libros, que en el cintillo que les ponen por fuera, en dos renglones obligan al que los lee a creer que eso sí es bueno, y comprarlo con fe de carbonero, porque dicen “novela imprescindible”, “uno de los textos cardinales”, “deslumbrante, sobrecogedora, intimista”; y el libro está envuelto en plástico para que no se pueda ver el tercer renglón.
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La creciente del miedo
Llenarse los ojos de más luz Mariana Bernárdez
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l lenguaje pierde gravitar y deja de ser alumbramiento, troza su raíz cuando, embelesado por el vacío del siseo, confunde las coordenadas del viento. Así, si se dice una cosa será para entender otra, y entre equívoco y equívoco se va a trompicones sin salvar las distancias, y sin saber para qué lograr altura, ¿para qué buscar horizonte si la inmediatez y la premura gobiernan cada minuto de la existencia? La vida se pasma y, atribulada, confunde el deseo con el azar, ese animal que no está en el fondo sino en acecho tras la sombra. Rei-
no del hambre y la desproporción, nada en su dominio habrá de saciar ni ser caudal venturoso. No hay sosiego. No hay respirar acompasado que escuche el latido. Barullo, ruido, retahíla de un balbuceo que poco dice y en el que ningún sentido se adivina, hambre y más hambre…, la vida se torna bajo sus fauces un mísero mendrugo. Difícil entonces evitar recordar que, en algún momento, la esfera de lo vital albergaba la risa, esa ligereza que brindaba la carcajada y que provocaba la certeza de que se estaba en el mundo para enaltecer la simpleza
Foto de Pascual Borzelli Iglesias.
de lo extraordinario, ese gesto mínimo del roce que afianza el sernos unos tan de otros, el asombro ante una lagartija o la iridiscencia de la luz en su tránsito por el arrebolar de las nubes, el olor de la tierra cuando había llovido, o el rumor del mar, o el silbido del aire por los entresijos de las ventanas, el primer balbuceo, los primeros pasos, las tardes jugando en el jardín, la conmoción ante los labios que reconocían en las palabras el rostro de quien las pronunciaba. Van quedando atrás los días en su irse, y lo querido va borrándose con lo demás, un día el árbol emblemático de la infancia desaparece ante el trazo de una calle, y la calle se borra ante la desproporción de un edificio… obsesionados con no morir hemos acelerado la marcha de su señorío y no hay modo de resistir ni de vencer el inevitable desprenderse. En el pasar se va ganando ser a cambio de ir fracturando el cuerpo. La vida escribe la piel, va dejando su chasquido
y su mordedura, y quien se cree vencedor pronto habrá de saberse burlado… y quien cree haber ganado, a poco se da cuenta de que en la partida nunca fue considerado un jugador. ¿Cómo abandonar lo que justifica el caer de la piedra o lo que en su suave crueldad usurpa el nombre para convertirlo en número de control? Lo cierto es que abandonar los modos del vacío es tanto como irse a vivir de paria al margen, lejos del precipicio incitado por el impulso eléctrico. Inevitable sopesar la mesura y la proporción para llenarse los ojos de más luz. Y con los años sentir la creciente del miedo porque se van yendo los amigos, y la duda es más cruenta y mordaz. Recuerdo que de niña mi abuela le rezaba al “Cristo de la buena muerte”, ahora sé que al tenerse en claro la fragilidad que habitamos, no está nada mal anhelar morir también en alegría, con el nombre con el que hemos sido bautizados para echar a andar la ventura.
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Contribuciones de la guerra: gloria y miseria
“Aquí yace la muerte porque no escogimos la vida”
Eduardo Monteverde
Desde el primer hombre que arrojó una piedra en el rostro de otro hombre, hasta la invención de la bomba nuclear, el pensamiento de la violencia ha girado en nuestro mundo. La guerra, como los ácaros y los delirios, está en la almohada y el colchón, en las sábanas, en el cielo raso y en el de la atmósfera, en el librero. Uno Violencia, gran proveedora de la utilería en la funeraria del arte. De la historia de Gilgamesh, de La Ilíada a La balsa de la Medusa, al cine de Oliver Stone o Tarantino, hacia Auschwitz, hay un bajo continuo en una sinfonía que empezó a latir en el tam-tam africano. ¿Cien mil años atrás? Se fue desenvolviendo en los pasos más allá del vasto continente. El primer asesinato empezó cuando comenzó la historia. Hay contienda guerrera en la sinfonía Leningrado de Shostakovich y el arte se inflama con el pincel que le tributan las batallas. El pulso desbocado de Goya está en Los desastres de la guerra. Las dentelladas en carne de naufragio en la balsa de Géricault recreada con fragmentos de cadáveres. No hay recoveco de la humanidad, ni siquiera en las partes más pudorosas del cerebro, que esté a salvo de cantarle, escribir o pintar al exterminio. Estalla en la pantalla Noche y niebla, con el alambre de púas en un campo de concentración. Al hombre nuevo, de el Che, el de la contracultura que advertía estar en el preludio de la destrucción y evitarlo con amor y paz, lo han tomado por asalto las escenas de la guerra. La ira del Che es beatífica, ensalzada con plegarias: “San Ernesto de La Higuera” —donde lo capturan y asesinan— lo llaman los campesinos. El cadáver de Cristo muerto de Andrea Mantegna, siglo xv, con la palidez de la violencia luego del descenso de la cruz, es un lamento que recobra, por las semejanzas, el cuerpo del Che Guevara en la plancha andina de Bolivia. Violencia en la pintura de la perplejidad serena. John Berger ha ilustrado las se-
mejanzas de la pintura y la fotografía. La misma blancura desvaída, dentro de los cinco siglos que separan la violencia de al menos dos mil años. El hombre nuevo envejeció y de sus flores en la cabeza ha salido una maraña de espinas, la raíz del arte en el Árbol del Paraíso, el de los sumerios o el de los cristianos, el de lo hicsos o los musulmanes, no importa, lo que se pudre en el humus es el común denominador de toda cosa que tenga carbono, hidrógeno, nitrógeno y oxígeno, que pueda expresar y heredar. Las bacterias o los hongos hablan cuando infectan el pie de trinchera de las guerras. El frío detiene la circulación, los microbios aparecen, estalla la gangrena y un fotógrafo aliado toma al moribundo. Anónimos ambos, luego despertarán emociones de piedad en una galería moderna. En el ascenso del progreso todo cambia en la escena, lo que no se ha transformado es la costumbre del mal. La evolución de la ética ha quedado rezagada en las cavernas de la historia. Dos Por qué luchamos (Why we fight), serie de documentales para exaltar la guerra de los aliados, la supremacía bélica de Estados Unidos. La mayor parte de los capítulos se debe a Frank Capra, director virtuoso de comedias metido a lo grande en la propaganda de la guerra a favor de
los aliados. Los nazis y japoneses son horribles devoradores de sangre. En Band of Brothers, serie de televisión producida por Spielberg, los jóvenes reclutas de Estados Unidos se preguntan por qué combaten. En uno de los capítulos finales, llegan a un campo de concentración, ha sido liberado por los propios reos, los nazis huyeron, y los combatientes encuentran la respuesta. No hay más que lo que ven, ni siquiera miran, ni observan, y en el rabillo del ojo, en la pupila, todo es certeza. Y el adjetivo puesto en sus ojos explica algo de un casi todo. El arte se nutre de las turbulencias de lo que sobra, es el drenaje de la serenidad que se viste de enemigo. De un lado o del otro el artista es el mensajero de lo abyecto. Wilfred Owen, poeta inglés y recluta forzado en la Gran Guerra, hace versos dentro de la pasta de sangre que se amasa en las trincheras: “Aquí yace la muerte porque no escogimos la vida […] No estoy involucrado en la poesía. Mi tema es la guerra y la pena de la guerra es donde está la poesía”. Y, escribe Adorno, lapidario: “No se puede escribir poesía después de Auschwitz”. Poesía había sido la gloria de la más sangrienta de las guerras hasta entonces, antes de que se inventara la ética y el agathos era la norma de la buena conducta. Es el mote para el honrado y valiente, el que ama y destruye, el valiente hermoso de La Ilíada: “Las esclavas que
“En el ascenso del progreso todo cambia en la escena, lo que no se ha transformado es la costumbre del mal”
45 habían obtenido Aquiles y Patroclo como botín de guerra salieron gritando llenas de aflicción, y corrieron alrededor del intrépido Aquiles. Aquiles gimió en forma terrible y lo oyó su madre desde el fondo del mar”. “Hay que aprender a vivir con el arte”, referencia de Jorge Ayala Blanco a Sacrificio, la película de Tarkovsky con sombras de guerra que asombran la inmolación como una pesadilla necesaria. Tres Penetran el espacio las trompas de los aviones de guerra. Los bombarderos se pintan con el Nose Art. Se acomoda el erotismo en el fuselaje, el estilo de los afiches típicos del taller mecánico ahora lucen en el despegue y desparpajo guerrero en el aire. Homenaje a las novias de las tripulaciones que esperan en los pueblos pequeños de Estados Unidos. Arte que no se sabía si iba a aterrizar. En los recorridos del arte la paz se inmuta, se mueve y conmueve, por un instante quiere ser noble en el trasiego de la historia, convulsionar. Lo inmutable es la guerra. Guerra, palabra de etimología incierta. War!, grita el pacifista Bruce Springsteen. War!, responden a coro los espectadores, war, del vocablo indoeuropeo wers, de hará mil y cientos de años atrás para formar el español, el inglés, el sánscrito, el persa, el alemán. Wers, que cambia la w por guers, wers en los idiomas latinos. War, wer, wuerre¸ confusión, desorden, la misma raíz de basura, wesura, basura y barrer, con la escoba que usaron los romanos en Cartago, wers igual a verter, igual a guerra, igual a vertedero, inflexiones de una misma raíz: guerra y violencia, gemelas en espiral que a punto de llegar al cielo se desenredan y vuelcan hacia el infierno para volver a empezar. Desde que el hombre mató arrojando una piedra, hasta la bomba nuclear, las variaciones han sido de temperatura. A la paz se le llama “Guerra Fría” y el odio entre los humanos está tras la dentellada risueña. No ha cambiado otra cosa que la forma de matar. Como en un tema musical, varían los tiempos que se desprenden de una misma melodía. Todo el mundo lo entiende cuando la sentencia de la destrucción se cumple. War, guerra, gongomakaira, yaoyotl, yihad… la compulsión existe en todos los idiomas que enardecen el oído. Es probable que alguien que no ha-
“Desde que el hombre mató arrojando una piedra, hasta la bomba nuclear, las variaciones han sido de temperatura; a la paz se le llama “Guerra Fría” y el odio entre los humanos está tras la dentellada risueña: no ha cambiado otra cosa que la forma de matar” ble alguna lengua bantú no entienda la voz que se emplea para la guerra, pero difícilmente a un habitante de Nigeria no le dirá algo el sonido war con las mujeres violadas por Boko Haram. No es solo retórica. El bang es universal en el sonido y en el golpe. De ahí a la pincelada, el acorde o la frase hay abismos de guerra que se llenan con los despojos del creador, con la basura de las batallas imaginadas. Guerra, la voz más elocuente en cualquier lengua, la marea que arrastra a la intimidad en cualquier latitud. La sonoridad que domina en la antimateria del espacio sideral. La violencia se alimenta de lo más recóndito de la persona, aquello que dejó abierto se arranca con la garra del exceso. Vis, fuerza; olentus, abundancia: violencia, adjetivo femenino por la partícula tus. Vis, viris, que en principio es masculino, el género del hombre y su valor: viril, de donde deriva virtud y virtual, aquello que puede ser. Cuatro Ana Frank era virtuosa, padeció la abundancia de lo bruto en su escondite de Ámsterdam, un refugio que asordinaba el bang de la brutalidad aria contra el mundo. De esa intimidad salió una pequeña obra universal, un diario, simplemente de la decencia. Su escritura menuda se volvió estruendo en el campo de concentración de Bergen-Belsen. Su agonía fue la del silencio de su respiración asfixiada por el tifo con las complicidades de Occidente. A las notas de su diario las empujó la violencia. La tragedia está, estuvo, en la guerra que secuestró su intimidad. Vis, como war, tienen origen de trifulca. Semejante al vertedero de la voz guerra: we-en-to, viento, aventar, ventilar. El arte, de esta suerte, es una ventana a la guerra por la que se ventila la violencia. Voces indoeuropeas de
una cultura más añeja que la historia, cuando había asesinato mas no escritura para contarlo. Del neolítico a la Edad de Cobre habrá un tiempo entre 8 000 y 4 000 años. Pueblos de pastores nómadas en las estepas de Asia cambian el cayado y la oveja por la lanza y el caballo, con la violación en las pezuñas y la espuma de la ira en los belfos. Y la guerra suena. Whoosh!, sopla el viento airado en los misiles que lanza el avión y el wen, el viento se vuelve fuego en el Whaam!, cuando la ira alcanza al avión enemigo en el óleo de Roy Lichtenstein. El estruendo se deshilvana en centellas sonoras. La guerra tiene también intimidad. Soledad Bravo canta: “Hermano, voy a la guerra, me llevan muy obligado, / las cosas que dejé abiertas, recójalas con cuidado”. Canción anónima en la que un soldado anónimo quiere que, aunque la vida le corten, los interiores de su memoria queden indemnes. Líneas que remiten al Diario de Ana Frank y su universo en el que cabe toda la adversidad. En los renglones de lo opuesto, un poeta que no vivió ninguna guerra la sublima: “¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines, / la espada se anuncia con vivo reflejo; / ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines […] Se escucha el ruido que forman las armas de los caballeros, / los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra, / los cascos que hieren la tierra / y los timbaleros, / que el paso acompasan con ritmos marciales”. Rubén Darío es un fúnebre estridente. Cinco Se escucha la granada que estalla y fragmenta la intimidad, los trozos de metal son el paisaje de lo externo; fascinación, barullo bélico, marcha, paso de ganso nazi que zapatea en cortejo los horrores de la violencia. Y en otros lados aparecen Las
46 miserias de la guerra, serie de Jacques Callot, grabador y dibujante lorenés que estampa una de las más sangrientas guerras religiosas. La Guerra de Treinta Años. En 1633 el rey de Francia invade Lorena con un ejército de mercenarios. Saquean, violan, cuelgan una hilera de quince hombres en un roble. El pueblo llora humillado por los soldados de fortuna. En otra estampa, un verdugo apalea a un hombre atado a una mesa. Un cura bendice al moribundo, una muralla de soldados rodea el cadalso. El pueblo es un círculo impotente alrededor de la violencia. Goya se inspira en estos grabados para Los desastres de la guerra. Chién tranh, guerra en vietnamita, poco importa el sustantivo en un idioma extraño para Occidente. Apocalipsis Now lo revela todo en la película de Coppola que entiende todo el mundo en la plasticidad del horror. Al principio, un El grito, de Edvard Munch.
soldado invasor, blanco de Ohio, temperamental y con sentimientos encontrados de incordio, es un veterano de operaciones encubiertas y asesinatos. De sus muertos recuerda el aliento que les mira en el rostro. Ebrio, se prepara para una misión especial: matar a otro oficial de su país que enloqueció durante la guerra de Vietnam. En el preámbulo de su odisea, con su vida familiar destruida por las guerras del hogar, no le queda más que luchar por la patria. En un hotelucho de Saigón mira absorto las aspas de un ventilador. Se funden con las de los helicópteros en combate y los sonidos se diluyen en The End, la canción de The Doors. “Es el fin, mi único amigo, es el final… perdido en la multitud errante de todos los niños enloquecidos”. La guerra con genética de locura infantil, El corazón de las tinieblas puesto al día. Aspas, la hélice del ventilador
es un leit motiv con resonancia en los helicópteros. Coppola, pacifista y conocedor de la música, disuelve el sonido de los motores en la beligerante Cabalgata de las Valquirias, de Wagner, músico beligerante. La guerra es la dentellada del arte. Britten escribió el Réquiem de guerra, Gustav Holtz enrojece con Marte la partitura de Los planetas. Tchaikovsky empieza la Obertura 1812 con un himno religioso que avisa al pueblo que Francia invade a la gran patria rusa, es un lento andante al que sigue una Marsellesa que será después melodía derrotada. Suenan los cañones y la gran armada de Napoleón se retira. En la derrota. La música es el final de V por venganza. El héroe enmascarado que estalla el Parlamento inglés como el ajuste de cuentas contra un régimen fascista que surge de la voracidad de la industria farmacéutica. V, el personaje principal, está basado en Guy Fawkes, católico y fanático inglés. Peleó del lado del imperio español contra los protestantes de los Países Bajos. Participó en una conspiración para volar el Parlamento con explosivos y matar al rey. Fue capturado, bajo tortura denunció al resto de los conspiradores. El final del film es el Parlamento dinamitado con un cielo de fuegos artificiales y los cañones de la Obertura 1812. Apunta el melómano Eusebio Ruvalcaba: “La guerra en la música ha sido moda y los grandes músicos han escrito para ella, no por un acontecimiento en especial, lo hacían para celebrar las guardias particulares de sus mecenas”. La exquisitez mercenaria del artista, la complicidad creativa con la violencia, las marchas turcas de Mozart y Beethoven, la Militar de Schubert, los sermones melodiosos del cuarteto de Hayden que dio lugar al himno alemán, “Alemania por encima de todo” (Deutschland über alles). Bajo ese pentagrama y la letra murieron 60 millones de personas. Seis El doctor Guillotin inventó la máquina del degüello: la guillotina. Filántropo y humanista, la diseñó para causar el mínimo dolor al cercenar las cabezas. Los verdugos eran torpes con el manejo del hacha, mellada con frecuencia. Casi 40 años después de terminar el Terror, Terreur que degolló a miles durante la Revolución francesa, Eugène Delacroix pintó La libertad guiando al
47 pueblo. Francia, con Marianne, la mujer con la bandera, mira con desprecio a la burguesía, a sus pies yace la plebe moribunda. A la par de la pintura que reivindica la violencia, hubo escritores que daban cuenta de la crueldad de las ejecuciones. Alejandro Dumas cuenta en Los mil y un fantasmas el sufrimiento con las cestas destruidas por las últimas dentelladas de los degollados. En Los fusilamientos del 3 de mayo, Goya dirige la luz de los fusiles hacia los muertos de la invasión napoleónica a España. Atribuido al taller de Rembrandt, El hombre del yelmo de oro tiene la señal del maestro en la filigrana del casco y el ceño adusto del rostro. La guerra se viste de lujo y el metal vibra, envuelve y trepana al cerebro que piensa en la reyerta. La guerra en el arte es un estremecimiento fúnebre del cuerpo y de la mente, como las hojas de un cementerio en invierno que esperan la primavera. Hay flores de la guerra en la canción de Pete Seeger, van hacia los soldados, a las muchachas y al camposanto. Y son jóvenes los que entienden la guerra en la sorpresa del por qué ser de súbito guerrero. Un pobre guerrero, humilde, perplejo en la batalla de verdad atado a la piedra del sacrificio. En el arte, los muertos son parte de la decoración, artefactos con la vida del pintor, del músico, del que escribe y aun del que baila o canta. “O cállate o di algo mejor que el silencio”, es la inscripción en el autorretrato de Salvator Rosa, el pintor de la danza del cadáver que cuelga del árbol marchito. Un coro de brujas lo rodea indiferente. Prepara hechizos al ritmo paciente de los movimientos de la violencia serena por los encantamientos. Danza macabra que realiza un enorme esqueleto de pájaro, bufón de la danza en la trinchera del aquelarre. Hay trincheras de otras guerras que se cavan en la intimidad. “Hicimos una promesa / y juramos no dar marcha atrás y recordarla para siempre / sin que hubiera retirada, nena, sin capitular / como soldados en una noche de invierno / expresamos nuestra voluntad para defender un derecho. / Sin huir detrás de la retaguardia, sin rendirnos”, Not retreat, baby, no surrender. La guerra, como los ácaros y los delirios, está en la almohada y el colchón, en las sábanas, en el cielo raso y en el de la atmósfera, en el librero. ¿Quién tiraría Piloto de guerra? A un lado podría estar
“El doctor Guillotin inventó la máquina del degüello: la guillotina. Filántropo y humanista, la diseñó para causar el mínimo dolor al cercenar las cabezas” el dvd de La guerra de los Roses, Danny DeVito, 1989, esplendor de la rabia familiar. ¿Quién dejaría de ver Guernica? Lo pintó Picasso en 1937, luego del bombardeo de la pequeña ciudad por la Legión Cóndor de los nazis en apoyo a Franco. Pocos años después el pintor comía gigot d’agneau en Le Pré Catelan y saboreaba esa pierna de cordero asada lentamente. París estaba ocupada por los nazis, el carbón racionado, la libertad extinta y el pintor departía con los nazis de la ss. Los oficiales lucían el diseño de Hugo Boss, los uniformes de la muerte, otra contribución de la guerra al arte. El general Patton, guerrero implacable, aniquilador de nazis, amante de la historia, se vuelve poeta: “A través de las eras laboriosas / entre la pompa y los esfuerzos de la guerra / he peleado, me he esforzado y he perecido / las incontables veces encima de esta estrella”. ¿A quién sirve el arte en la guerra? A los fascistas también los inspiran las musas. “Cara al sol con la camisa nueva, / que tú bordaste en rojo ayer / me hallará la muerte si me lleva / y no te vuelvo a ver. / Formaré junto a mis compañeros / que hacen guardia junto a los luceros…”, himno de la Falange franquista. Leni Riefensthal, nazi irredenta, sigue irradiando inverecundia, con toda la palabreja, en el panteón del arte. Dos de sus obras, Olympia y El triunfo de la voluntad, han influido con vergüenza en el arte del cine. Hay una fotografía que violenta la tristeza de la guerra y vuelve a la infancia en una llaga. Es la del niño que se rinde, levanta sus manos pequeñas. Lo apunta el fusil de un oficial de las ss, a un lado salen mujeres rumbo al campo de concentración. Es el desalojo del gueto de Varsovia. Al fondo de la escena hay una puerta colmada de nazis. Fotografiado por otro nazi como un souvenir del despojo, el militar que acosa al niño fue identificado. Después de la guerra murió en la horca aliada. Arte involuntario, podrá ser, pero arte al fin y al cabo, arte horrible el de
los horrores de la guerra. Arte de estertor y conjeturas. Robert Capa fotografía mil y un combates de realismo brutal. Estremece la fotografía del miliciano en la guerra de España en el instante de la bala que lo aniquila. Años después se dijo que era un truco. ¿Importa? La fotografía es fabulosa en lo violento cuando se le mira con la distancia de una lente. Capa, veterano de Normandía, murió en 1956 en Indochina. Pisó una mina. La mueca de El grito, de Munch, es universal, en cualquier cultura conmueve a los impávidos ante el dolor, a quienes no han sentido más que un dolor de muelas. El gesto se repite en los dos niños que huyen de un bombardeo con napalm en Vietnam. La niña desnuda es la que más ha conmovido, sobre todo en Occidente, con secuelas de la desnudez bíblica. No conmociona a todo el mundo, hay una enfermedad extraña, aunque no muy rara, de ceguera emocional. La alexitimia es la incapacidad de sentir las emociones propias, pero sobre todo las ajenas. Esta gente aprende a simular la consternación, imitando a los demás. La fotografía de Nick Ut es el equivalente al grito y aun los insensibles han aprendido a emocionarse con la violencia que no han vivido en el arte de la simulación. Stardust Memories, Woody Allen, 1980. En su departamento aparece en la decoración la fotografía del militar que le vuela la cabeza a un guerrillero del vietcong. Mundialmente revulsiva, tiene un apartado poco conocido. Una imagen no vale más que mil palabras, y si la ejecución es Saigón es ya parte del horror colectivo, el fotógrafo Eddie Adams no agregó lo que le dijo Nguyen Ngoc, el general verdugo: “¿Qué hubieras hecho tú si en un día caluroso atraparas al maleante que unos días atrás asesinó a tres norteamericanos?”. Un buen acorde para la literatura y el arte en la enredadera sin fin. Restalla el gong en las primeras notas del Dies Irae de Cherubini y el coro entona con las trompetas y cuerdas: “¡Cuánto terror habrá en el futuro!”
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Pudor y desnudez entre los nahuas prehispánicos
Nezahualpilli solo alcanzó a procrear 144 hijos e hijas
José Sobrevilla
Es probable que Moctezuma haya tenido más mujeres para sí que el propio rey Salomón, según la historia de nuestro remoto pasado…
E
n cierta ocasión, los que inventaron el arte de hacer pulque, Tepuztecatl, Cuatlapanqui, Tlilhua, Papaiztac y Tzocaca llevaron a comer a los principales al monte Pozonaltepetl, y entre ellos iba Cuextecatl, que da su nombre al pueblo huasteco. Muy ordenados, todos tomaron cuatro veces sin embriagarse. Cuando el huasteco exigió la quinta ronda, emborrachándose y quitándose el maxtlatl (taparrabo) frente a los otros, la vergüenza por ese atrevimiento hizo que todos los hablantes de esa lengua decidieron regresar a Panotla, llamado también Pantla, ahora Pánuco, en Veracruz. A partir de ello, a los amo mozcalia, los que no entienden, se les decía: “Eres la imagen del Cuextecatl”, “¿Acaso has bebido cinco pulques?”, “¡Bebió cinco pulques!”, “Porque no solo tomó cuatro, sino se acabó cinco pulques”. Y por causa de esa embriaguez, cita Miriam López Hernández a López Austin, los cuextecas siempre andaban como si estuvieran comiendo mixitl, tlapatl, es decir, alterados por el consumo de plantas alucinógenas. Así, el cinco se convirtió en exhortación moral aludiendo al mito del exceso, prototipo de la intemperancia, la impudicia y el exceso para quienes tomaban de más o se mostraban hipersexuales, narra Miriam López Hernández, investigadora de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (enah), citando a Sahagún en Desnudez y pudor entre los nahuas prehispánicos, su reciente
libro editado por la Universidad Autónoma del Estado de México. Durante las fiestas de Ochpaniztli, deidad de las siembras, inicio de año y renovación, los cuextecas (se lee en la lámina 30 del Códice Borbónico) fecundaban a la diosa Toci con unos enormes falos de papel simbolizando el amor sexual, el acto carnal, la fecundidad. Las niñas de tres años, entre los nahuas prehispánicos, vestían un huipilli (camisola sin mangas); pero al cumplir cuatro agregaban una falda corta que iba aumentando mientras pasaban los años hasta llegar a los catorce, cuando ya podían vestir como sus mamás. Los niños, a los trece, usaban una manta, tilmatli, que anudaban en el hombro derecho, y un maxtlatl, taparrabo. Antes de los tres años ambos andaban desnudos, pero el pudor aumentaba conforme se acercaban a la edad de casarse.
Así, falda y taparrabo simbolizaron el pudor indígena; pero no todos vestían igual: los pipiltin, la nobleza, familias de gobernantes, con tierras y esclavos, no pagaban tributo y usaban ropa de algodón bordada, indumentaria prohibida a los macehualtin, clase social que estaba por encima de los esclavos y por debajo de los pipiltin. Ellos debían vestir prendas de ixtle (fibra de maguey). Senos descubiertos Con un carácter utilitario, los senos en la cultura nahua no tenían un significado sensual, eran utilizados únicamente para alimentar a los bebés. En algunas zonas donde hacía mucho calor, las mujeres andaban con el torso descubierto y se lo cubrían únicamente en lugares donde hacía mucho frío. No hay que olvidar que los nahuas prehispánicos estaban integrados por siete tribus que
“Como los nahuas nunca descubrían sus genitales, a los que por la fuerza eran privados de sus vestiduras los hacían perder su dignidad: era una sociedad que tenía una imagen negativa de los borrachos, la desnudez y el exceso sexual”
49 formaban una misma región: xochimilcas, chalcas, tepanecas, acolhuas, tlahuicas, tlaxcaltecas y aztecas (mexicas). Como los nahuas nunca descubrían sus genitales, a los que por la fuerza eran privados de sus vestiduras los hacían perder su dignidad. Era una sociedad que tenía una imagen negativa de los borrachos, la desnudez y el exceso sexual. La homosexualidad era calificada como amo tlacatl, amo tlacayotl, ayoc tlacayotl, que significaba “no humano”, “inhumanidad”, “ya no hay humanidad”. Usaban también la palabra cuiloni, que puede traducirse como “el que es tomado” o tecuilonti “el que lo hace a otro, pecando contra natura”. Cocoxqui significaba “enfermo, tullido, mustio, puto, afeminado”. Se dice que, en cierta ocasión, la hija de Huemac, soberano de Tula, llegó a ver a Tohueyo, un huasteco que desnudo vendía chiles, axi verde, en el mercado de esa ciudad, con su pene col gando, y se le despertó el deseo sexual. Su obsesión la hizo caer enferma y se le hinchó todo el cuerpo. Varios principales, por su hermosura, la habían solicitado en matrimonio; sin embargo, Huemac los había rechazado a todos. Al verla enferma y preguntar a las mujeres que la atendían cuál era el mal que padecía su hija, las interpeladas respondieron que era por haber visto el genital de Tohueyo, a quien de inmediato mandó traer. Cuando lo tuvo enfrente, Huemac le preguntó por qué no usaba maxtlatl, a lo que Tohueyo respondió que en su tierra guardaban la costumbre de andar desnudos. “Tú antojaste a mi hija y tú la vas a sanar”, le dijo Huemac, a lo cual Tohueyo se rehusó. El soberano lo amenazó y se vio obligado a obedecerlo. Después de haber dormido con ella, la jovencita amaneció curada, según relata Sahagún, citado por León-Portilla y retomada en la obra en comento. De acuerdo con los nahuas, los huastecos eran impúdicos, pero bien dotados en materia sexual. Su hipersexualidad era porque vivían al este, del lado del sol saliente, de la estrella matutina, y se vinculaban con el nacimiento, por lo que representaban origen, sexualidad y fecundación. Además de presentarse en el Ochpaniztli con los penes de papel para fertilizar a la diosa de la Tierra, los informantes de Sahagún decían que, en
Adolescente huasteco.
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“La hipersexualidad de los huastecos era porque vivían al este, del lado del sol saliente, de la estrella matutina, y se vinculaban con el nacimiento, por lo que representaban origen, sexualidad y fecundación” el templo de Huitzilopochtli, Toci ejecutaba un rito llamado macuexyecoaya (mocuexyecoaya) que se traduce como “ella tenía relaciones carnales con los huastecos”, o “ella se lo deja hacer por los huastecos” (yecoa significa tener relaciones sexuales con alguien). Moctezuma Xocoyotzin tenía de mil a tres mil mujeres entre esposas y concubinas, algunas poseían equipos de ayuda y compañía personales; otras, las más importantes, contaban con casas propias y vivían fuera del palacio; además, había trabajadoras domésticas, esclavas y libres. El origen era variado: hijas de grandes señores dadas para consolidar alianzas, hijas de comerciantes, mujeres comunes y esclavas salvadas del sacrificio por alguna destreza. En Texcoco, Nezahualpilli parece haber tenido más de dos mil concubinas contando a la esposa principal, aunque solo con cuarenta trató familiarmente y llegó a tener hijos. De todas ellas alcanzó a procrear ciento cuarenta y cuatro hijos e hijas. El adulterio y su castigo Los nahuas prehispánicos consideraban que la desnudez que se debía castigar era la pública, así como la asociada a
excesos como el alcoholismo, adulterio, escándalos, o la relacionada con su concepto de inmoralidad. Para que los demás escarmentaran, las ejecuciones por adulterio se hacían en público, mercados o tianguis. Los desnudaban para que el castigo comenzara por la vergüenza, después lanzaban sus cuerpos a ríos o eran sacados de la ciudad para alimentar a las fieras. A otros los arrastraban hasta un templo, probablemente el de Itztlacoliuhqui (deidad del pecado, el castigo y las miserias humanas), o bien los echaban a una barranca. Entre los pipiltin el castigo al adulterio era privado, en sus casas o en la cárcel con el ahorcamiento del transgresor, no sin antes emplumarles la cabeza. Con ello evitaban que los macehualtin los apedrearan. Desde niña, Chalchiuhnenetzin, hija de Axayacatzin, gobernante de México, fue casada con Nezahualpilli, pero la joven llegó a tener muchos amantes a los que mataba y mandaba hacer estatuas. Un día, cuando el tlatoani sospechó la traición, se dirigió al cuarto de la joven y la encontró con tres amantes. A los cuatro los condenaron a morir apaleados y sus cuerpos fueron quemados a la vista del pueblo.
La flor, para los nahuas, tenía diferentes significados: la sangre del sacrificio, lo bello y el placer; lo hermoso que contribuye al goce de la vida, las artes (habilidad artística, música, danza, poesía); el juego, el amor, la sexualidad y los placeres en general, siempre se asociaban a la imagen de una flor. Las deidades relacionadas con la flor eran Xochipilli y Xochiquetzal. De esta última, de su vulva, nacieron las flores; aunque también de las flores nacía la representación de la transgresión sexual. Para los nahuas de Mecayapan, Veracruz (zona olmeca al sureste del estado), por ejemplo, las convulsiones eran una enfermedad que se desata por contemplar desnuda a una persona del sexo opuesto; y si esta excitación no se satisfacía, podía venir un ataque que solo se podía curar haciendo siete veces el amor con la persona deseada. Sin embargo, para los nahuas de Xolotla, Puebla, las mujeres que sufrían constantemente fiebre solo podían curarse cuando se casaran, pues la relación sexual las desfogaba. El Códice Magliabechiano habla del semen producto de la masturbación de Quetzalcóatl que, al transformarse en murciélago, cortó un pedazo del interior de la vagina de Xochiquetzal. Esta porción fue lavada por los dioses y de ella nacieron flores apestosas; pero después, el animal llevó estas flores al Mictlan y las volvió a lavar, y de esta agua salieron flores olorosas. Aquí nace la concepción nahua de la vagina dentada, creencia muy difundida en distintas culturas en la que dicha dentadura podría mutilar el pene al momento del coito. Así, narraciones y datos extraordinarios podrán encontrar en Desnudez y pudor entre los nahuas prehispánicos. Publicado por la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de México. 2017, obra reciente de Miriam López Hernández.
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En el fondo del corredor Foto de Alejandro Zenker.
En el fondo del corredor se encuentra, serena, la mujer que me ama; ella entra en mi corazĂłn sin pedir permiso, como el silencio en vano compromiso. VĂctor Roura
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Una educación sensorial
La mirada directa de una mujer desnuda desafía al contemplador
Víctor Roura
Erotismo y pornografía son dos cosas distintas que, debido a moralidades diminutas o a ideologías dominadas por una educación atestada de prejuicios humanos, a menudo se suele entrelazar o confundir con fines manipuladores socialmente…
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ara elaborar su recuento personal del desnudo femenino en la pintura, el español Rafael Argullol (1949) se basó en el libro Historia del arte, del barcelonés Josep Pijoan (1880-1963), en el cual insertaba varias láminas a color de grandes obras maestras, sobre todo de escenas eróticas que, a la edad de 13 años, deslumbró al pequeño Argullol que, cuatro décadas después, por fin se sentó a escribir acerca de aquellas primeras impresiones ahora por supuesto maduradas con el paso del tiempo. El volumen, de casi 200 páginas y 69 ilustraciones, se intitula Una educación sensorial y obtuvo el primer Premio de Ensayo Casa de América / fce, misma editorial que publicó el texto galardonado hace ya tres lustros, lamentablemente con un sinfín de erratas en innumerables comas y acentos. “A mis 13 años —dice Argullol—, Tiziano era el maestro que me dictaba las mejores enseñanzas. Su Venus del duque de Urbino se asemejaba en algunos aspectos a la Venus de Giorgione, pero era más audaz, acaso porque había despertado y me miraba fijamente. Luego aprendí que la mirada directa de una mujer desnuda desafía al contemplador, desnudándolo a su vez, convirtiéndose a veces en un reto incomparablemente más violento que los torneos guerreros”. La belleza de Venus El autor, sin pretender ser un gran conocedor del arte, que no es ese el objetivo de su ensayo, se inmiscuye en cada una de las pinturas a las que hace re-
ferencia para no dejar de admirarse, y de hacernos asimismo partícipes de su entusiasmo, de los artistas que nos han ayudado, con sus óleos, a mirar de otra manera el mundo femenino. “Por aquel entonces, sin embargo —prosigue Argullol—, yo únicamente sentía, con cierta perplejidad, las poderosas diferencias entre ambas Venus, tan parejas en la primera apariencia. Me sentía más seguro con la de Giorgione, y además encontraba su cuerpo más perfecto, pero la sugestión erótica era mayor en el cuadro de Tiziano. A una la contemplaba sin peligro; a la otra me enfrentaba con timidez, pese a saber que solo se trataba de una mujer de papel que doblaba a una mujer pintada”. Por supuesto, no están todos los desnudos (vamos, no hallamos ni siquiera a Las bañistas de Renoir) sino solo los que tuvo a bien contemplar Pijoan (al que el ensayista menciona solo por sus siglas: JP), forzado, suponemos, a la necesaria arbitrariedad del antólogo. “No sé qué hubiera sucedido si JP hubiese incluido en su colección los desnudos realistas de Courbet —dice Argullol—. Probablemente hubieran acentuado todavía más, muchos de ellos,
el desafío de Goya, la provocación frontal, la coacción del espectador. El caso extremo planteado por Courbet es El origen del mundo, cuadro de vida clandestina que solo en tiempos recientes ha resurgido con normalidad: el sexo femenino como protagonista absoluto de la tela”. Pero dicho desnudo, según Argullol, y por lo mismo no exhibe la pintura en su libro, “ya no es un desnudo: Courbet plantea realmente una representación límite al pintar un sexo sin cuerpo, y da al mismo tiempo la pauta para reconocer las fronteras del erotismo, aunque estas obviamente sean siempre exquisitamente subjetivas. En el erotismo, la totalidad del cuerpo domina sobre el fragmento, de manera que este, por importante que sea, siempre está al servicio de aquélla. De ahí que el rostro, y su vida y sus movimientos, sean la vanguardia del placer”. El fragmento de Courbet Y, aquí, Argullol coincide con el planteamiento de Susan Sontag: “Cuando el absolutismo del fragmento anula la preeminencia del conjunto, negándolo incluso, el artista acaba siendo sustituido por la pornografía o, si se quiere,
“Me sentía más seguro con la Venus de Giorgione, y además encontraba su cuerpo más perfecto, pero la sugestión erótica era mayor en el cuadro de Tiziano”
53 por la ginecología. Courbet, pintor de admirables desnudos femeninos, pinta en El origen del mundo un sexo sin cuerpo, un fragmento sin totalidad, y convierte al espectador, probablemente con toda la intención, en un pornógrafo cohibido o un desconcertado ginecólogo”. Incluirla en su recuento personal, dice Argullol, “hubiera sido, por tanto, demasiado concreto, demasiado troceado, demasiado hiriente para un fiel seguidor de Venus renacentistas”. Por eso se recrea en los cuadros, digamos, clásicos, como los de Botticelli, los ya citados Giorgione y Tiziano, Manet, Cézanne, Magritte, Rubens, Ingres, Velázquez o Durero, de quien afirma que, junto con Da Vinci, son los dos grandes dibujantes de la figura humana. Todo cuanto hacían estos grandes maestros “estaba lleno de voluptuosidad —subraya Argullol—. No sospechaba, por supuesto, que los pintores se servían de los dioses paganos para desnudar aquella belleza del cuerpo que los hombres fingían no aprobar. Eran la excusa necesaria para el deseo vedado. Sin sombra de sospecha creía, pienso, que los artistas eran seguidores sinceros de aquellos dioses y, como tales, los grandes tentadores que al ofrecer el peligro del pecado nos ponían, a los incautos adolescentes cristianos, ante la terrible encrucijada de elegir entre la autoridad del alma y la del instinto”. Los desnudos, no mirados con ojos perversos ni con la frivolidad con la que, por ejemplo, hoy los adolescentes (innumerables, incontables y mayoritarios adolescentes con sus descargas digitales) miran las cuestiones sexuales (el albur se ha vuelto tan domesticadamente obsceno que las insinuaciones eróticas en la actualidad han perdido sus rasgos de íntima seducción para convertirse en vulgares juegos gráficamente pornos, tales como los apreciamos en todas esas series mecanicistas de los reality shows) como si hablaran de una telenovela aburrida, no mirados con esta trivializada costumbre, digo, los desnudos entonces adquieren una suprema relevancia: en realidad no hay nada más maravilloso que el cuerpo humano (“el seguimiento de la desnudez de Cristo a lo largo de los siglos —plantea Argullol— nos llevaría a la conclusión de que en el ámbito de la pintura su cuerpo es a la anatomía masculina lo que Afrodita es a la femenina”).
Aunque el rumor domine los pensamientos del ser humano a lo largo de su vida, dice Argullol —nostálgicamente impresionado por todo lo que percibió a los 13 años con solo haber mirado las obras de los grandes maestros de la pintura universal—, “nunca su dominio es tan grande como en la primera adolescencia ante aquella fuerza violenta, extraña e imbatible a la que denominamos sexo. El sexo era un hervidero de rumores, de insinuaciones, de historias veladas, de confesiones mentirosas, de miedo y hechizo al unísono: algo increíblemente decisivo sucedía más allá del muro de la ignorancia”. Por eso los cuadros representaban “una
ventana abierta en el muro”. Todas esas Venus, Afroditas, Ledas, Antíopes o Evas decían que, en el mundo, había algo más que un físico hermoso: la vida tenía sus secretos amorosos que solo el tiempo los sabría revelar. En su ensayo, Argullol incluye, en los últimos capítulos, a algunos pintores que Pijoan ya no pudo incorporar en aquella su Historia del arte, como Balthus (“el pintor más genuinamente erótico del siglo xx”) o Eric Fischl, cuyos cuadros son visualmente relampagueantes: “Quizá no hubiera resultado agradable —confiesa Argullol— ver reflejada sin velos la extrema codicia con que a cierta edad quisiéramos asaltarlo todo”.
María Magdalena (1515), de Leonardo da Vinci.
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Fragmentario Palabras envenenadas
Crueldad en subasta Malú Huacuja del Toro
Novelista aclamada (Un Dios para Cordelia, Crimen sin faltas de ortografía, El amor de tu vida, S.A. o La invención del enemigo), Malú Huacuja del Toro, nacida en la Ciudad de México en 1961 mas radicada en Nueva York desde hace ya varios años, nos ha autorizado un fragmento de su novela electrónica (Amazon) Crueldad en subasta, que publicara hace tres años, siendo la novela más reciente de esta siempre polémica escritora. Capítulo II ara él, cumplir cincuenta años solo constituía un registro del tiempo transcurrido en su presencia corporal. Nada más. Se aproximaba el cumpleaños del cuerpo de Daniel sin él adentro, lo que había generado más décadas de inmadurez que de vida. Se oía romántico pero era bastante vergonzoso: haber pasado por todo sin haberlo experimentado; haber besado a las mujeres más hermosas sin buscarlas, casi por efecto dominó; haber logrado la mejor vida en una de las ciudades más cosmopolitas sin saber exactamente cómo, nada más porque “tenía muy buen carácter”, decía la gente. No era competencia para nadie y todos lo querían. Daniel era una de esas personas en torno a las que resultaba imposible imaginar enemigos. En su rostro se reflejaba una juventud añeja y, aunque su cuerpo tenía el porte de soltero sexualmente activo pero bien plantado, de morena fortaleza y esbeltez —muy deseable para las cuarentonas—, algo no combinaba o pecaba de perfección. Su estilo de vida parecía película romántica de temporada navideña: encargado y casi dueño de un pequeño restaurante con una galería modesta pero de muy buen gusto, y de varias papelerías (sí, también: como en el libro que estaba leyendo con morboso interés), divorciado y con ciudadanía estadounidense, hijo de madre chilena y de padre puertorriqueño —por lo que resultaba un excelente catador
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de vino y buen bailarín, respectivamente—; magnífico cocinero, simpático, nada pendenciero, amiguero y con un gran corazón: durante largos años había dado albergue en su propia casa a muchos exiliados del Cono Sur que huían de las dictaduras, fue el administrador de la legendaria Peña Latina en el East Village, que dio a conocer la música latinoamericana con grupos como La Zampoña en una de las capitales culturales del mundo, y que brindó trabajo a una gran cantidad de artistas sudamericanos radicados en Estados Unidos. Nadie conocería nunca los motivos de su insatisfacción, y menos ahora que existía la comunicación cibernética, tenía blogs y podía fabricarse la vida que quisiera. Para coronar su intachable semblanza, Daniel vivía y administraba su negocio en Chelsea: la zona más divertida, culta y vanguardista del planeta. Todos los caminos del arte conducían a Chelsea. Toda aventura de libertad sexual terminaba o pasaba por Chelsea.
Toda leyenda del rock de los sesenta y todo poeta beat se había hospedado en el Hotel Chelsea. Y ahora no solo era su vecindario uno de los lugares más cotizados de Nueva York, cultural y artísticamente hablando, sino también uno de los más caros. Nadie que no fuera millonario podía comprar el lujo de sentirse bohemio en Chelsea. Para eso había sido todo el esfuerzo de artistas como William Burroughs y Janis Joplin sin querer: para subir el costo del impuesto predial en Nueva York y hacer sentir a los ricos un poco menos inflexibles de lo que realmente eran. Exactamente ahí vivía Daniel Urquiza desde hacía veinte años, lo que también a él lo convertía en una leyenda. De hecho, se había propuesto vivir ahí desde hacía décadas porque en algún momento quiso ser escritor. Quería tener primero el entorno, antes que la vocación lo eligiera a él. Con el tiempo, reconoció que podía cambiar de metas, pero no de vida. Como podría esperarse, como había ocurrido siempre y como se seguiría
“Nadie que no fuera millonario podía comprar el lujo de sentirse bohemio en Chelsea”
55 suponiendo de él, no pasaba ni un fin de semana solo. Las mujeres se peleaban por Daniel Urquiza. Su buena reputación de hombre dulce que jamás levantaba la voz y que practicaba el tai chi chan, pero que nunca se confundía sobre dónde poner la mano en el cuerpo de una mujer a la hora de bailar salsa, le añadía puntos como leyenda de Chelsea. Más bien su problema era deshacerse de las mujeres a las que ya no necesitaba, pues su política de no violencia requería no decir la verdad. Estaba en un mundo donde dividir a las mujeres era quedarse con todas. Las ponía a darse coraje y a odiarse entre ellas, pero no a él, lo que conducía a finales siempre melodramáticos o tragicómicos con grandes dosis de gritos y golpes. Tal había sido el caso de Lori, por ejemplo, así que a ratos no descartaba que fuera ella quien le hubiera mandado ese libro de Palabras envenenadas. La joven había jurado vengarse la última vez que lo vio. Sin embargo, las posibilidades de que Lori conociera algo de su vida cuando él administraba la Peña Latina eran tantas como las de encontrar vida en Venus. Ni siquiera hablaba español. Encima, por más neoyorquina que se comportara, Lori tenía un espíritu silvestre. Sus móviles eran básicos, reptílicos, nunca tan elaborados como para enviarle una novela en clave con referencias muy específicas a la época en la que se amanecía tocando la guitarra con los amigos del cantautor Joaquín Sabina en The Village. Lori estaba furiosa con Daniel porque quería el puesto gerencial del Marriot que él le había conseguido a Guadalupe; porque había ayudado a otra y no a ella, pero si Daniel movía sus influencias en el hotel para conseguirle un trabajo con algún título rimbombante como les gusta a las jóvenes inmaduras norteamericanas, Lori volvería a ser de inmediato la misma novia platicadora y dicharachera que lo llevaba al cine. A Lori no se le ocurriría mandarle recordatorios ma-
“Estaba en un mundo donde dividir a las mujeres era quedarse con todas. Las ponía a darse coraje y a odiarse entre ellas, pero no a él, lo que conducía a finales siempre melodramáticos o tragicómicos con grandes dosis de gritos y golpes” lignos de su pasado en sobres dorados sin remitente, que fue como se habían presentado en su vida las Palabras envenenadas. Casi la única probabilidad que cabía era que alguna otra expareja de hace mucho tiempo, interesada en hacerle daño, hubiera identificado el resentimiento de Lori respecto a lo del trabajo en el Marriot, usándola como vehículo para obtener información actualizada y saber a dónde mandarle ese libro que llegaba de muy lejos, no sólo porque había atravesado la frontera sino porque palpablemente había cruzado muchos años para encallar en sus manos. Muchos de los amigos de aquellos tiempos habían desaparecido de su vista. Bastantes de ellos lo detestaban por haberse acostado con sus mujeres. Era una perfecta roman à clef como las que le gustaban a Humberto, llena de corredores secretos solo para entendidos y que, al mismo tiempo, podía pasar por un libro completamente inofensivo, ajeno al tema y a su vida. De hecho, podía ser que ninguna de sus palabras fuera una alusión a lo que había pasado en la Peña Latina tantas noches, excepto porque llegó sin remitente y dirigido a él sin ninguna otra referencia: eso sí constituía todo un mensaje. Su recepcionista del turno matutino en el restaurante Candela dijo que un repartidor lo había llevado a su negocio. Otros dos meseros lo vieron. ¿Qué re-
partidor? Uno cualquiera, señor, una de esas almas olvidadas del mundo que se pueden intercambiar porque habla español y está indocumentada; tenía aspecto indígena, era muy bajo de estatura, muy delgado, con el pelo rapado al ras de las orejas como tantos otros, con un casco ridículo en forma de cabeza de insecto que le obligan a usar sus patrones para andar en bicicleta y un babero naranja para que no se confunda con la noche. Mexicano o guatemalteco: nadie preguntó, nadie pregunta esas cosas. ¿A quién le importan, o qué diferencia hay? Dijo que traía un regalo para el dueño. Llegan tantos regalos para el dueño, señor, paquetes y cartas al restaurante (muchas de ellas también sin remitente, por lo general de damiselas heridas o enamoradas, por cierto) que quién se iba a fijar. Daniel quería tomarlo a la ligera, pero a medida que avanzaba en su lectura el pecho se le llenaba de temores y obsesiones. Había pasado una semana desde que llegó y cada mañana despertaba jurándose que lo dejaría por la paz, al menos ese día, pero tan pronto terminaba de bañarse o le daba unos sorbos a su primer café, las preguntas lo atenazaban. Si el libro no tenía nada que ver, ¿por qué incluía tantas referencias a su pasado, por qué hablaban de la época de la Peña Latina y por qué la protagonista se llamaba Celeste, igual que su hija?
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Roquerías Steven Wilson
Lo que tanto aprecias se encuentra amenazado por alguien muy cercano versiones de Lillian van den Broeck
Nacido en Londres en 1967, Steven Wilson, en realidad un músico autodidacta que en la actualidad es admirado incluso por compositores de formación académica, se dio a conocer con la banda Porcupine Tree y ahora trabaja simultáneamente en distintos proyectos musicales, acaso por eso se entienda su vasta producción discográfica que alcanza, ya, el medio centenar de álbumes. De su nuevo disco como solista: Hasta el hueso (To the bone), reproducimos algunas de sus letras. Canción de lo no nacido No es lo que poseerás, es cómo vas a expresar tu esencia. No es el salario que ganas, es sobre las cosas que aprendes. Y el amor que sientes. No es lo que encubrirás, es todo lo que vas a revelar. Lo que te hará ser tú. El tú perfecto. Ahora las sombras son largas. Y las ciudades están perdidas en la lluvia. Y cuando despiertas cada día para encontrar que nada ha cambiado, y antes de que puedas hablar, sabrás que todo es lo mismo. Y los sueños que tendrás son de dominio público. Y los caminos del país están cubiertos de tiempos por venir. No son los años que dejas atrás, ahora las sombras son largas. Es sobre momentos que permanecen por siempre en ti. Ahora que el tiempo se ha ido, a nadie le importa. El mundo está exhausto y la destrucción está en todas partes, pero el ciclo de tu vida podría todavía ser profundo. No tengas miedo a morir, no tengas miedo a estar vivo. No temas.
Paria Estoy harto de la debilidad, harto de mis pies de lodo. Estoy harto de los días que vendrán. Estoy harto del ayer y de todas las cosas desgastadas que alguna vez dije. Ahora es demasiado tarde. Las palabras están en mi cabeza. Así que el día comenzará de nuevo. Halla consuelo en mí. Ahora depende de ti. Todavía estás aquí y atacarás de nuevo. Eso es consuelo para ti. Ahora depende de ti. Así que, paria, comenzarás de nuevo. Halla consuelo en mí. Y yo hallaré consuelo en ti. Estoy harto de Facebook, harto de mi salud deteriorada. Estoy harto de todos Y eso me incluye a mí. Estar solo ahora no me molesta, pero no saber si tú estás es, ha sido, un infierno, ¿lo sabes? No te preocupes. No te preocupes por nada. Porque nada realmente muere. Nada en realidad termina.
57 Refugio Aquí, entre los escombros, el invierno es duro. Me duermo con la misma ropa que arrastré en el lodo. Y si me preguntas, no ha cambiado nada. No hay otro lugar al que pueda ir. Entonces me quedo. Somos ratas que se retuercen. Hacemos camas en la paja. Luego construimos casas y pintamos nuestro nombre en las puertas. Y si de nuevo me preguntas: ¿Esto es vida? No veo que tenga opción, pero sonrío. E intento ganar tiempo. Yo, el que no tiene raíces ni a dónde ir. ¿Y sobre el futuro? Bueno, realmente no sé. Pero si me preguntas, asentiré. Pero si me preguntas... Heme aquí. Mi querida esposa y mis hijos de Dios, las fronteras ya estaban trazadas para nosotros. Aferrarse a la vida en este refugio de basura. Y buscar un lugar donde volver a respirar. No es un crimen. Me encantaría verte de nuevo. Muy pronto, pero ¿me vas a regresar lo que te robaste?
El mismo asilo de antes ¿Estás orgulloso de todos tus fracasos? ¿Estás arrastrando a la madre naturaleza hacia abajo? Crees que tienes el dominio, según tus patéticas opiniones. Y mi mente de cascarón. Despiértalo para ver a través de ti Todos desapareceremos en el mismo asilo de antes. Componlo, siempre lo haces. Es duro vivir aquí en el mismo asilo de antes. Tienes tu inspiración. Controlas en la dominación. Representas a la gente, pero no crees en el libre albedrío para mí. Y mi mente de cascarón. Despiértalo para ver a través de ti. Todos vamos a desaparecer en el mismo asilo de antes. Componlo, siempre lo haces. Es duro vivir aquí en el mismo asilo de antes.
Detonación Gran Dios, yo no creo en ti. Pero, aun así, haré lo que quieras que haga. Levántate y lucha en las calles de la ciudad. Esto es lo que sé. ¿Qué esperas de mí? Y a aquellos que se les ha dado todo: la belleza, la riqueza y el encanto y la inocencia, todos ellos caerán. Pero lo voy a recuperar. Dios pálido, tuve un sueño donde estabas. Y cómo respondes. Cuando te magullan el ego se ríen y burlan. Porque saben que eres débil, pero haré que paguen con una led. Y a los que se les ha dado todo (la belleza, la riqueza y el encanto y la inocencia), todos ellos caerán. Pero yo lo voy a recuperar. Dios gemebundo, ¿quién carajos eres? Detonación por el bien mayor, ven a nadar aquí, escucha mi corazón. Porque cuando el mundo se quiebre, sentirás el estallido.
58 La gente que come oscuridad Vivo en el departamento de al lado. Puedo escuchar cuando te coges a tu novia del otro lado de la pared. Pero la única cosa que compartimos es el breve cabeceo al cruzarnos por las escaleras. Detrás de las puertas cerradas las abejas zumbaban incitándome a la guerra. Tal vez seas un penitente y no es tu culpa que no puedas ver. A nosotros, que comemos oscuridad, saco la basura por la noche y los jueves voy a comprar provisiones. Llevo a mi hijo a la escuela a pie y parece que tengo tus mismos problemas, pero lo que tú podrás ver son los hilos de lo que quiero que creas, y todo lo que tanto aprecias se encuentra amenazado por alguien muy cercano. Nosotros, que comemos oscuridad. Bien, perdiste el control. Y tus hijos se confundieron entre los barriles de pólvora con nada que perder. Así que ahora regresan a cosechar lo que sembraron. ¿Crees que la lucha es real? ¿Puedes sentir que mis dientes te muerden los talones? Tú, que me dices cómo vivir y me nutres con tu veneno hasta enfermarme, haces de cuenta que no estamos aquí. Si miras al otro lado, desaparecemos. Queremos que ignores a la gente de al lado que come oscuridad. Nosotros, que nos comemos la oscuridad…
Canción de yo Realmente lo siento, pero esta es mi adicción. Estás muy dentro en mi sistema. Renuncié a todo. Yo renuncié para mostrarte que me importaba, para mostrarte que podía. Pero nunca me pidas que renuncie a ti. Renuncié a todas las noches avanzadas. Renuncié a la cacería de bares. Yo dejé de beber. Y de chocar todos los autos. Renuncié a todo. Dejé de apostar. Deje de buscar pleitos. Yo dejé de decir lo siento. Yo dejé de ser educado. Yo renuncié. Eres de mí. Yo lo dejé todo. Estás en mi mente. Yo lo dejé todo. Suicidio. Ellos no saben. Me rendí. Tú estás en mi mente.
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¡Cómo se arrastran!
Sobre el rock genuflexo Federico Arana
C
on perdón de gringos, ingleses y argentinos, la Meca del rock genuflexo está en México. Desde un Enrique Guzmán encantado de cantarle al Jolopo cuando andaba en campaña hasta un Javier Bátiz que levitaba de orgullo por haber tocado para varios peces gordos del pri. Claro que entre quienes, por desinformación e inconsciencia, se meten en aguas hediondas y quienes, hipócritamente, se dicen antisistema y luego se arrastran ante el poder, prefiero a los primeros. Pero vamos por partes. Celia Cruz: “Dónde estás, José” (pri sin número). Entiendo que Gustavo Pimentel, oportunista donde los haya, se prestara a este numerito, ¿pero Celia Cruz y Enrique Guzmán? Votaré, votaré votaré por ti porque soy, porque soy porque soy del pri por el pri votaré por López Portillo tú votarás y México progresará Enrique Guzmán: “Dónde estás, José” —se trata de López Portillo, háganme el cabrón favor— (pri sin número). Para que luego digan que el rock es una manera de vivir o que la juventud rebelde… ¡Ay! Dónde está José yo lo quiero ver con José, con José yo progresaré Control Machete: “Sí, señor” (Universal CDP 572-2). Si le añadimos el famoso “lo
que usted diga”, tendremos la primera lección aprendida por los priistas genuflexos. Tito: “Pecado y muerte”, “Cautiverio” (Tixbi TG 001). Tito compuso e interpretó las “rolas” (es un decir, hay quien sostiene que son pura pomadadelacampana variedad café) del disco Quetzalcoatl basado en la impresentable obra de quien el tal Tito denomina Ilustración de Manjarrez.
“Sr. D José López Portillo”. ¡Qué falta de respeto, le faltó lo de Lic.! Viernes Verde: “Como me arrastro” (91009). Pensarán que es “como, me arrastro”, nada raro habiendo tantos glotones, pero si se meten a YouTube verán que es “cómo me arrastro”. En otras palabras, no se comieron la coma, sino el acento: Y voy a seguir lamiendo tu rastro y vas a ver cómo me arrastro Atto: “A tus pies” (JM SSL 031-2). Arrastrarse por amor tampoco es excusa. Si me dejas te rajo la piel Si te alejas te parto en tres Te lo juro que no sé qué hacer
Estoy a tus pies Estoy a tus pies Estoy a tus pies The Monaguillo Boys: “La bamba” (Precampaña de Ricardo Anaya). En realidad ignoro su nombre, pero escojo este para vengarme por los malos ratos que me han hecho pasar con mis propios dineros llegados al pan gracias al ine. Por si alguien lo duda, me refiero a la bamba-paliza que nos puso ese señor con cara del monaguillo predilecto de Pío XII. ¿Pues no que somos rebeldes con causa y queremos que nos dejen vacilar sin ton ni son? Ya ven que, aunque escasos, no faltan ejemplos de rocanroleros capaces de llegar hasta la ignominia con tal de quedar bien con los precisos.
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Rock progresivo
El regreso de un género vilipendiado
Gabriel Trujillo Muñoz
Ayer era Yes, hoy es Steven Wilson. Como sea, el rock progresivo ahí está, sin temor a las confrontaciones sonoras que le dieron vida.
Es música inspiradora: te invita a crear tu propio mundo Steven Wilson Entre las muchas citas que contiene el libro The Show That Never Ends. The Rise and Fall of Prog Rock (2017), de David Weigel, hay una que explica cómo fue que el rock progresivo, que estuvo de moda una corta temporada en los años setenta del siglo pasado, llegó a crearse y a tomar por asalto la imaginación de tantos jóvenes alrededor del mundo. La cita es de Robert Fripp, el fundador de una de las bandas esenciales de este género musical: King Crimson, y también el pionero, junto con Brian Eno, de lo que hoy se llama música ambiental: “No se necesita creer en Dios, pero los músicos creen que la música es Dios”. Este sentido de trascendencia sobre las obras que hacían e interpretaban es lo que convirtió al rock progresivo en una cofradía mundial que buscaba superar las limitaciones de la música de su tiempo y esa fue, también, la causa de que a este tipo de rock se le considerara elitista, cerebral y pomposo. Y que fuera el hazmerreír de muchos artistas punk de su momento, para quienes el progresivo era un juego infantil, una fantasía sin asideros en la realidad. Complejidad y virtuosismo Los grupos que impulsaron el rock progresivo desde sus comienzos en 1967, como Procol Harum, Pink Floyd o The Moody Blues, hasta sus representantes supremos en sus años de auge (19691976), como Yes, ELP, Genesis, Rick
Wakeman, Can, Camel, Mike Oldfield, Tangerine Dream, Renaissance y King Crimson, entendían su trabajo creativo más como músicos formales que como sus colegas roqueros. Weigel dice que este género nació de las semillas de la psicodelia y tuvo como interés vital ofrecer formas más complejas de componer para el público en general. Las canciones dejaron el formato pop de los tres minutos de duración y se convirtieron en suites, sinfonías y rapsodias, en vastos reinos sonoros donde se podía experimentar, según los gustos de cada agrupación, en piezas que se extendían más allá de las estructuras comunes de la canción tradicional hecha para funcionar en la radio y hacer bailar a sus escuchas. Para algunos, experimentar era volver al pasado, recrear con instrumentos eléctricos piezas de Bach, Brahms o Beethoven, como lo hicieran Emerson, Lake and Palmer y Walter Carlos. Para otros era entrar en territorios inéditos gracias al poder de los sintetizadores,
creando una música que nunca antes había sido escuchada, siguiendo los pasos de compositores de la talla de Berio, Boulez, Stockhausen o Ligeti, como sucedió con King Crimson, Pink Floyd o Yes. Composiciones cada vez más largas y osadas que exploraban el futuro desde sus invenciones y distorsiones. Volviendo a Fripp, eran “jóvenes que no sabían lo que querían, pero estaban aptos para encontrarlo por su cuenta y riesgo”. Y que se esforzaron en conseguirlo con las nuevas herramientas a su disposición, sobre todo con el sintetizador Moog, pero también con su estudio tanto de aquellos músicos formales que habían sido pioneros de la música electrónica europea, como del jazz libre de reglas a lo Ornette Coleman. Lo cierto es que el rock progresivo, aunque gozó de amplia popularidad en su época, no tuvo el visto bueno de los críticos del rock. En sus años de auge se le consideró pretencioso y en sus años
“El arte, si uno confía en la opinión de Carl Jung, es un trabajo constante por educar al espíritu de la época, conjurando formas nuevas frente a las creencias de esa era”
61 de caída se le vio como anticuado. La llegada del punk y la disco en 1977 lo volvieron irrelevante a ojos de las nuevas generaciones. Pero los argumentos de Weigel al respecto lo reivindican como lo que siempre quiso ser: una forma de arte que no temía a lo complejo, que disfrutaba del virtuosismo y la maestría interpretativa, que representaba el anticonformismo ante la música de los grandes éxitos y las fáciles melodías: “Cuando estos músicos estaban en su apogeo escribieron música que te ponía la carne de gallina. Sus tropiezos fueron grandes tropiezos, sus épicas extrañas fueron las más raras y las más épicas. Enfatizamos demasiado sobre la sinceridad en la música y asumimos que las canciones crudas son automáticamente más sinceras que la música más intelectualmente compuesta. Yo no pienso que eso sea verdad. El arte, si uno confía en la opinión de Carl Jung, es un trabajo constante por educar al espíritu de la época, conjurando formas nuevas frente a las creencias de esa era. Esa es una descripción perfecta de lo que los músicos de rock progresivo intentaron hacer”. Y habría que agregar que fueron creadores que no aceptaron las convenciones imperantes, sino que impusieron sus propios paisajes musicales, sus temáticas futuristas o nostálgicas, sus pretensiones de hacer una obra que pudiera exponer que el rock ya era su propio laboratorio musical, la síntesis perfecta entre lo electrónico y lo cultural, entre los sonidos vanguardistas y el trance místico. Uno de los puntos que apenas toca nuestro autor es la relación de estos grupos no solo con la música clásica sino con la literatura. Muchas de las letras de sus composiciones abrevan en textos literarios como las Mil y una noches, las canciones de los trovadores medievales y la poesía visionaria de la escuela romántica (con William Blake a la cabeza), sin olvidar la influencia de la ciencia ficción (desde Julio Verne hasta George Orwell). Música que no se queda en la simple balada de amor, sino que ahonda en temas de viajes asombrosos, la alieneación mental, la crítica social y las especulaciones filosóficas. Por eso Weigel asegura que el rock progresivo no se desvaneció del todo: sigue vivo y progresando en todo el orbe. Sigue en pie con nuevas bandas cuyos
Steven Wilson, Foto de Naki Kouyioumtzis.
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No se necesita creer en Dios, pero los músicos creen que la música es Dios: Robert Fripp miembros ni siquiera habían nacido cuando este género estuvo de moda, sigue conquistando nuevos públicos, ganándose a las nuevas generaciones con una forma única de interpretar el mundo en que vivimos, la sociedad del cambio que hoy somos. Porque, en buena medida, el rock progresivo implicaba para sus creadores en un ir más allá de la canción agradable, del ritmo a imitar, y se tomaba la libertad de mostrar a su público que en el rock todo era posible, que, como en el jazz, podíamos viajar con estas composiciones a mundos más ambiciosos, más intrincados, más laboriosos. El renacimiento El libro de David Weingel termina en 2016 con la muerte, por suicidio, de Keith Emerson, el tecladista de ELP. Desde entonces otros muchos músicos de la época dorada del rock progresivo han muerto: John Wetton (Uriah Heep, King Crimson, UK, Asia), Greg Lake (King Crimson, ELP) y Chris Squire (Yes). Es obvio que el futuro de este género musical no está en la nostalgia por una era ya ida y que no volverá. Su porvenir se encuentra en todos esos músicos jóvenes que hoy en día, en pleno siglo xxi, están descubriendo esta clase de rock y haciéndolo suyo, que advierten que lo difícil recompensa, que la maestría es también una forma de enfrentar a una sociedad donde cualquiera se dice artista sin tener las capacidades y talentos para serlo. Hablo del renacimiento de una música que se crece ante la indiferencia de generaciones que han optado por el tecno, el trance, el britpop, el grunge, el hip hop y el pop en todas sus variantes actuales. Hablo de grupos que van desde Porcupine Tree hasta Dream Theater,
pasando por Opeth, Mars Volta, Cast, The Comet is Coming, Orchestra of Spheres, Josefin Ohrn+The Liberation y Once and Future Band, entre muchas otras agrupaciones que han tomado la bandera de lo progresivo en sus sonidos musicales, que lo han impulsado hacia el siglo xxi con gracia y talento indiscutibles. De ahí que hoy en día podamos decir de este género musical que, aunque muchos lo hayan dado ya por muerto, goza de cabal salud, sigue vivo y en marcha. Como Steven Wilson, el hermano mayor del rock progresivo actual, lo ha dicho: “Esa idea de no tener miedo a ser pretencioso, a ser pomposo, es importante. Es música que se reinventa a sí misma sin perder el contacto con su audiencia, que crea un vocabulario particular sin dejar de ser accesible”. En tal sentido, este libro, con sus historias y entrevistas, nos hace apreciar de nuevo una forma de ser músicos en la cultura popular, una manera de contribuir al horizonte de nuestros días con composiciones que desafían nuestras limitaciones como audiencia, que nos retan a explorar mundos inusitados, horizontes paradójicos, espacios donde todo es posible si contamos con la imaginación como guía y con el valor de no dar nada por sentado al escuchar esas ráfagas de belleza, esos sonidos provenientes de los orígenes del cosmos. El pulso del tiempo que carece de límites, de limitaciones. El ritmo sincopado del universo naciendo con su propio impulso. O como dijera la letra de una de las composiciones más famosas de Yes: “cerca de la orilla empieza la creación”. Esa que ya vive en nosotros mismos. Esa que nos invita a entrar por las puertas del delirio a las tierras del Sol. Esa que nos dice que la música
popular no es solo un ritmo machacón sino una exploración, un experimento, una travesía sin final a la vista. El viaje que no termina nunca hacia el país de lo ignoto, lo sorprendente, lo inesperado. Posdata personal Estaba sentado en el estadio Sports Arena en el puerto de San Diego, California. Era el verano de 1976. En el lejano escenario, lleno de luces multicolores, tocaba su guitarra acústica un hombre de cabello ensortijado: Donovan Leitch. Era el telonero de la atracción principal de esa noche: el grupo británico Yes. Yo estaba ahí para escuchar a esta agrupación, pero la presencia de Donovan me hizo inferir que el folk inglés estaba enlazado con el rock progresivo, que los vínculos entre los cantos rurales y las aventuras psicodélicas habían dado nuevos sonidos al mundo, como los de Yes. Entre mis discos favoritos de esta banda, a mis diecisiete años, estaban Fragile (1971) y Closet to the Edge (1972). Yes no me decepcionó. Dieron un concierto que mostraba el virtuosismo de sus integrantes, el dominio ejemplar de sus instrumentos: guitarra, bajo, batería, teclados y voz. No era el suyo un típico concierto de rock, donde el volumen era tan importante como la música, sino que yo atestiguaba un concierto al estilo clásico, de músicos metidos en su excelencia interpretativa, pero siempre apoyados en las tecnologías de aquella época. Era una suerte de encantamiento que nos transportaba, en parte gracias a la escenografía fantasiosa de Roger Dean, a otros mundos, a otras realidades. Cuando volví a mi ciudad, atravesando el desierto de noche, cruzando la frontera de madrugada, aquella música seguía resonando en mi cabeza. Era el heraldo de una visión singular que afirmaba que crear arte no estaba reñido con compartirlo con los demás, con vivirlo como una revelación, como una ceremonia iniciática, como un rito de paso. Música que trasciende, que transfigura. Que aun a tantos años de distancia conjura su propia travesía, su propio encantamiento.
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Me moría de ceros
Silencio absoluto Víctor Roura
S
é muy bien que las mujeres y los hombres somos diferentes incluso en el razonamiento de una misma situación, cuantimás en la apreciación del amor, pero lo que menos entiendo es su silencio, un silencio tan oscuro como gallardo, tan repentino como meditado, tan inesperado como predecible, tan incomprensible como lógico. Dijo que quería pasar su cumpleaños conmigo en un bar y luego que
Dibujo de Antonio Luquín.
Dios decidiera nuestro destino. Así fue. Una tras otra, las copas empezaron a surtir su agraciado efecto. Platicamos de Eros y de Tánatos, del atrevimiento y de la cohibición, de la emancipación y de la esclavitud. Después de la séptima ronda y de salir a los vientos de la madrugada, no recuerdo los sucesos. Únicamente me vuelvo a ver caminando solo, ya sin ella, y tomo mi celular y marco su número y el teléfono llama y llama y llama y nadie contesta, y llego a casa e insisto, pero nadie está del otro lado, y me quedo dormido. Lo primero que hago, al día siguiente, es buscarla para saber qué
fue lo que sucedió, cómo nos extraviamos, qué hice o hizo para perdernos de esa forma. Saber algún motivo de ese desencuentro. O conocer mi impertinencia, o la suya. Pero a partir de aquella noche jamás volví a saber de ella. Nada. Como si la tierra se la hubiera tragado. O, mejor, como si desde ese momento ella hubiera decidido borrarme del mapa por algún motivo, o más de uno, que solo ella se guardaría para sí. Quizás era el amor de mi vida, aunque uno siempre dice eso cuando la relación es absolutamente indescifrable.
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Circuito Interior Álamos, Sonora
Los hechos violentos, cicatrices de una ciudad Juan José Flores Nava
En Álamos una vez al año se festeja a la música y, de paso, se habla en torno de la cultura en todos sus aspectos.
S
olo dos cosas promete Álamos en estas fechas: el largo largo viaje de siempre para llegar hasta aquí, al centro de la región más estrecha del estado, en el sur de Sonora, y música, mucha música. Desde hace 34 años, a finales de enero, este pueblo (ahora de unos diez mil habitantes) ha mostrado que tiene palabra y ha cumplido las promesas “largo viaje” y “mucha música” durante la semana que dura el festival que rinde homenaje al médico y tenor Alfonso Ortiz Tirado (Álamos, Sonora, 1893 / Ciudad de México, 1960). Este 2018, no obstante, Álamos no se conformó con cumplir sus solemnes ofrecimientos, dejó también experiencias de intensos colores. Por ejemplo, el regaño de la cantante y compositora española Concha Buika o la espontánea reunión con nuevos amigos o un encuentro con el periodista Carlos René Padilla para hablar del libro que escribió con el fin de mitigar la tristeza por su decisión de no salir más a cazar noticias.
El regaño Sobre el escenario, Concha Buika (Palma de Mallorca, España, 1972) luce enorme. Es su poderosa voz de cante andaluz. Es su fortaleza de mujer negra la que provoca esa sensación de que no le tiene miedo a nada (creció y aprendió el flamenco jugando entre yonquis y prostitutas). Son su presen-
cia y su seguridad avasalladoras las que impresionan. Aun así, el reportero se atreve a hacerle una pregunta que, sospecha, la distraerá de la adulación que le profesan los colegas durante la rueda de prensa previa a su concierto en la Plaza de Armas de esta localidad. Hace algunos años, para una celebración, a Concha Buika le pidieron llevar puesta una joya. Y así lo hizo. Pero mientras el resto de los invitados llevaba piezas de elevado valor económico, ella optó por colgar en su pecho una medallita con la foto de Camarón de la Isla. “Ninguna joya tan valiosa como esta”, se dijo en aquella ocasión María Concepción Balboa Buika (Concha Buika). Con este antecedente entre sus notas, el reportero inquiere: “Hace 25 años murió el famoso cantaor gitano José Monje Cruz, Camarón de la Isla, ¿en qué le gustaría parecerse a él?”. Casi encimándose en la pregunta, Concha responde: “¡En nada! Primero porque es hombre y odiaría verme, ahí, una cosa colgando que no va conmigo. ¿Sabes qué pasa? Que no he nacido para comparaciones, amigo mío. Quiero soñar que somos seres únicos, que cada uno de nosotros no
podríamos haber sido mejor de lo que somos. Admiro a Camarón por su gran talento musical, que era fuera de este mundo. Las únicas cosas que, en todo caso, podría envidiar de alguien sería que tuviera unas tetas más grandes o que estuviera un poco más buena, ahí sí, coño, me gustaría parecerme un poquito a… Pero por el intelecto, ay amigo, me siento grandiosa en mi cabeza, me siento poderosa, siento que no podría ser más grande de lo que soy”. Los reporteros-fans aplauden, gritan, sonríen, celebran a Concha Buika. Los amigos A veces se pierde de vista que en Álamos, durante el Festival Alfonso Ortiz Tirado (faot), la gente, los habitantes de esta localidad, deben continuar con su vida ordinaria. Y sucede entonces que una tarde el reportero es convidado a palpar y compartir algo de esa vida ordinaria. Compartir un ceviche de camarón preparado por el doctor Cárdenas, quien tiene su consultorio a una calle del lugar en el que se ha juntado a conversar con amigos y a quien de pronto le llaman y se marcha para atender a un
Quiero soñar que somos seres únicos, que cada uno de nosotros no podríamos haber sido mejor de lo que somos: Buika
65 paciente y regresa a la mesa apenas ha terminado de despachar al enfermo. Compartir la cantada (emotiva, intensa) del comerciante de cerveza Balo Arroyo. Compartir el afecto y la generosidad que expresa en sus palabras y en su trato el odontólogo y político Chenene Álvarez. Compartir la calma y la experiencia, ese saber estar bien del locutor y productor radiofónico Rafael Rábago. Y compartir, por último, el gusto por las artes y la bohemia, la celebración de la amistad, de nuestro anfitrión Jorge Álvarez, compositor, escultor y comandante en jefe del hotel Posada de don Andrés. Todo acompañado con tragos de la mejor bacanora-lechuguilla, el mezcal de esta región. Para Cárdenas, Balo, el Chene y Jorge, residentes de Álamos, el faot significa la llegada, al menos una vez al año, no solo de la posibilidad de departir con amigos de aquí y de lugares lejanos, sino de gozar la belleza que trae consigo un festival de música (y artes) como este. El encuentro Entre la música y los escenarios, Carlos René Padilla (Agua Prieta, Sonora, 1977) estuvo en Álamos para presentar No toda la sangre es roja (Nitro Press / Instituto Sonorense de Cultura), ganador del Concurso del Libro Sonorense en el área de crónica, en 2016. Una obra con reminiscencias del reportero que Carlos pretende dejar atrás pero que, bien lo sabe ya, le resultará imposible mientras siga escribiendo, aunque ya no lleve consigo a sus fieles acompañantes Escáner Sánchez y El Negro, aquellos radios que lo orientaban para moverse entre las siempre oscuras novedades de la nota roja. Una obra, pues, hecha con sucesos reales que Carlos reporteaba para
medios locales en Hermosillo, circunstancia que, según él, confirma una vez más que la ficción nunca podrá superar la realidad: “Muchos dicen que la nota roja es la página de sociales de los pobres —cuenta Carlos René Padilla una mañana mientras tomamos café en un pomposo restaurante de Álamos—. Pero si algo me queda claro es que los crímenes los puede cometer cualquiera. El delito, el acto criminal, lo puede cometer tanto quien trabaja en una maquiladora y gana apenas lo suficiente para sobrevivir como el diputado o el político que gana millones de pesos. Siempre quise que mi trabajo como reportero no volviera a las víctimas de crímenes o accidentes una simple estadística. En cada una de las crónicas de No toda la sangre es roja hay un más allá de la simple nota periodística. A veces olvidamos que las personas que aparecen en la nota roja tienen familia, alguien les va a llorar, alguien va a echarlas de menos. El libro es una constatación de que los hechos violentos marcan mucho una ciudad. La gente se refiere a la época o el momento en que ocurrió tal asesinato o hubo tal matazón o sucedió aquel accidente. Porque los hechos violentos son las cicatrices de una ciudad. En el libro hay sucesos que vi hace 12 años, pero no pierden vigencia: los padres que matan a su propio hijo; el muerto al que confunden con un narcotraficante; la adolescente que le dice no a un muchacho de su edad y este, en represalia, la viola y la mata… No son crímenes que hayan ocurrido hace miles de años: mientras platicamos, uno de estos delitos está sucediendo aquí mismo o en el estado o en el país o en China. Las cosas son así, desgraciadamente”.
Poemas en los vinos
El efecto de los versos Cosme Lavariegos
U
no. Estando en ese centro comercial observé cómo, al pasar a mi lado, a algunas personas les agradaba verme escribir versos, con el manguillo y la plumilla, en las cajas de whisky. Se detuvo una señora para preguntarme cómo sabía yo que hay mujeres que caminan pidiendo amor. “No lo sé —respondí—, ¿a usted le molesta?”. No, respondió, ¿pero cómo sabe que piden amor?”, arremetió la señora. “Supongo que se sabe en su mirada; pero no lo sabe de cierto”, me refutó. Ciertamente yo no lo sabía. “¿Entonces por qué lo escribe?”, insistió. “Me agradó la frase, es todo; ¿le duele?”, pregunté. “No”, respondió ella, “¿pero cómo es que sabe que piden amor?”. No lo sé, volví a decir, “usted dígamelo”. El verso es de Víctor Roura. Sonrió, retirándose. Dos. Escribo en una caja otro verso de Víctor Roura: “Hay mujeres que no saben amar, pero besan como nadie”. Se acerca una pareja y él le dice a ella: “Ves, amor, porque aunque beses rico no es seguro que me ames”, y se alejan abrazados. Una de las demostradoras se acerca y me pregunta: “¿Cómo sabes que no te han amado? Por algo te han besado”, afirma. “¿Besar significa amar?”, le respondo con una pregunta. Sonríe y me mira desde su puesto. Se detiene una pequeña bandita de adolescentes en busca de botellas patonas, ven la frase escrita en la caja y, cuchicheando entre sí, llaman a sus compañeras, y dice uno de ellos: ya las conocen, cabronas, y siguen su rumbo entre carcajadas y palabras soeces. Ellas miran con insistencia las cajas. Un señor me pide le obsequie la caja en la que escribí que las mujeres piden amor en su caminar. Dice que él lo adivinó en los ojos de la que hoy es su mujer. Se la obsequio. Estoy rotulando una caja y ahí, en la mesa, tengo el poema de Juan Domingo Argüelles, ese que dice: “Por largo que sea el amor siempre acaba”; viene el supervisor de la marca para la que rotulo y lo lee; una u otra vez, dice qué bello. Escribo otro: “Amémonos”. Lee ambos, y como veo su entusiasmo, le digo que escoja cuál le gusta, que se la obsequio. Y se decide por el que sentencia que el amor acaba por largo que sea.
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Nuestro historietismo moderno
Criatura de las editoriales transnacionales Víctor del Real
No hay en México un concentrado de guionistas y dibujantes del historietismo con una tradición propia, sino todo proviene de la autoría globalizada…
N
o todo en el oficio historietístico es dibujo. Ciertamente, los dibujantes son parte estelar de este negocio, son los que dan la cara y, a la hora de los aplausos, casi siempre son los que recogen el reconocimiento de los lectores. Pero habría que consignar otros elementos que son determinantes para lograr una pieza que, a la víspera, podría ser considerada obra de arte. Entre los seguidores contemporáneos hay una panoplia de intereses. Como si estuvieran en un museo o en una galería, hay quienes concentran su juicio en la fuerza o en la soltura de un dibujo; reconocen la intención del artista a partir de la riqueza o sobriedad de su paleta cuando una pieza es realizada a color, y no omiten estimar la riqueza contenida en el fondeo, cuando se abre paso la vida cotidiana con su gama de escenas amplias, personajes múltiples con vestuarios ad hoc, y las perspectivas de las calles, el mobiliario, la tecnología, la naturaleza y los altos edificios. ¿Y en México? Existen lectores exquisitos que, en los últimos treinta o cuarenta años, desarrollaron su gusto mediante decenas de historietas producidas por auténticos titanes del dibujo de clase mundial; también hay quienes añadieron a sus afanes de coleccionista mucha erudición, sensibilidad y teorización. Saben periodizar la obra de, por ejemplo, Frank Frazetta, Alberto Breccia, Frank Miller o Dave McKean con la intimidad con que un connaisseur advierte modificaciones en el discurso plástico de un pintor genial. En México existen grupos de coleccionistas que saben todo acerca del historietismo moderno que se produce
en los países desarrollados, pero que, ¡oh fatalidad!, ignoran todo del historietismo nacional. Intiman con el trabajo de los grandes y consolidados que saben mimetizar la pintura o los multimedia como ingredientes ordinarios de una pieza historietística, pero carecen de entusiasmo para internarse en los montones de historia nacional que se acumulan en las revistas de cuentos generadas por el historietismo mexicano. ¿Cuántos de ellos han errado por la muestra expansiva de autores que aparecen en los tres hipertomos de Puros cuentos / Historia del historietismo mexicano de Armando Bartra y Juan Manuel Aurrecoechea? El fenómeno actual del historietismo que se lee en México tiene una naturaleza exógena. Llegó con el empuje depredador del mercado mundial, con los mitos de la globalización y, habría que consignarlo, con los planteamientos ideológicos envolventes del neoliberalismo. Por ello, creo prudente advertir que esta tormenta torrencial de historietas, cuyos antecedentes se remontan a países que cuentan con una educación vi-
sual sobresaliente, fruto de mucha disciplina y división del trabajo, llegaron para estimular a centenares de nuevos lectores con pretensiones intelectuales y a nuevos dibujantes sobresalientes, pero se abrió paso a un nuevo tema en México donde se empalmaron mecánicamente las novedades historietísticas globales, en detrimento de la creatividad local. Sopa de medianías En la actualidad solo contamos con un puñado de realizadores de categoría internacional; una mayoría busca fama y celebridad al contratarse para las compañías editoriales transnacionales, a la manera de un humilde maquilador, pero una minoría ve reducida su trinchera al producir historias que muestran la vida cotidiana local y nuestras infiltradas acechantes. Los más jóvenes, deseosos de alcanzar las cumbres inauditas de Neil Gaiman o Mike Mignola, imitan los trazos de los grandes en desdén de las tradiciones dibujísticas nacionales y la propia búsqueda interior y, al final, se despiden de las lides del dibujo con dos o tres piezas que, es seguro, no serán publicadas y se almacenarán en
“Las herramientas y concepciones teóricas con que los incipientes historietistas nacionales enfrentan su propia crisis no tienen personalidad: es difícil reconocer en ellos una señal o un símbolo que nos imbuya cercanía con el cuento que se cuenta”
67 el cajón de su buró para futuro testimonio con que impresionarán a sus nietos. En cuanto a dibujo nos abrimos a un nuevo capítulo del historietismo moderno con un cuerpo incompleto, estéticamente dependiente y desideologizado. Lo mismo pasa con los argumentos. Existen pocos testimonios de dibujantes locales que se asocian con un argumentista que ayude a proporcionar coherencia y belleza a una pieza específica. No se ha logrado enfatizar en las virtudes de la división del trabajo, tal vez por el carácter extremadamente solitario con que se desarrolla una historieta. Siempre es buena solución asociarse con un profesional de las letras. Pero en nuestro país aún no se prende el foco a favor de las sociedades artísticas que pueden trascender con obras de notable factura. En otros países, cuando se observa una tendencia decreciente en la calidad de los argumentos, siempre tienen en los autores clásicos de la literatura mundial a los aliados inmediatos; mediante un adaptador de guiones, siempre procedente del espacio de las letras, logran conjuntar argumentos de gran calidad artística y trascendencia intelectual. Pero en nuestro país, ¡oh, dolor!, los dibujantes desdeñan a RulDibujo de Mariana Salido.
fo, Martín Luis Guzmán, Julio Torri y Agustín Yáñez, entre otros. Las herramientas y concepciones teóricas con que los incipientes historietistas nacionales enfrentan su propia crisis no tienen personalidad: es difícil reconocer en ellos una señal o un símbolo que nos imbuya cercanía con el cuento que se cuenta. He aquí la cuestión estelar de esta sopa de medianías: ¿cuál es la trascendencia, más allá del asunto comercial, de las ferias de la historieta? Ahí existe un engaño: la venta se deriva de las fuentes editoriales poderosas del mundo, pero en ellas no existe la intención de diseñar una fiesta para estimular a la gente del medio local y hacer una reflexión crítica acerca de las realizaciones de los nuevos autores mexicanos. Frente a ello, nos tenemos que refugiar en la nostalgia saludable de Los Burrón, de Fantomas, Los Supersabios, Chanoc o el Memín, porque para el juicio acertado de los mexicanos esa es la historieta nacional. ¿Y los demás connacionales, los que producen historietas con el tratamiento típico y los paradigmas dictados por los grandes productores de comic-books?
Seguramente en ellos no hay tradiciones o categorías interesantes en lo realizado por muchas generaciones anteriores de historietistas nacionales. Para finalizar mi homilía, deseo compartir con ustedes el título de tres piezas historietísticas de largo aliento, dibujadas por historietistas mexicanos de reciente generación que, desde mi percepción, son únicas por su talento y brillante manera de abordar algunas aristas nacionales: Operación Bolívar, dibujo y argumento de Édgar Clément; En el nombre de la Rosa, dibujo de Ricardo Camacho y argumento de Mauricio Bares; Santa Madre, dibujo de Ricardo Peláez y argumento de Frik, todas ellas publicadas en la desaparecida revista de historietas Gallito Comics. Hay otras más, pero no me acuerdo en este momento de sus títulos. En ellas el lector enterado podrá entender cuál era la esencia de la búsqueda emprendida por el famoso Gallito, cuya perspectiva era distinta a las pretensiones colonialistas de los nuevos promotores del historietismo nacional. Esas piezas de autores en ciernes brillan en la memoria de los que saben; los demás, que con su Batman se lo coman.
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Almanaque de las letras Nicanor Parra (1914-2018)
Las nueve décadas de Amparo Dávila
Rubén Martínez Cisneros / Claudia Gutiérrez Rodríguez
Enero de 2018 La revista Rolling Stone fue puesta a la venta por su fundador Jann Wenner. La publicación, creada en 1967, se convirtió en un referente del periodismo musical y de la cultura pop. A raíz de la edición de un texto sobre una supuesta violación en la Universidad de Virginia que resultó falsa, sus ventas se vieron afectadas, y fueron obligados a pagar tres millones de dólares por la equivocada información. Wenner ha contado a varios medios —entre ellos The New York Times y la bbc londinense— que quiere realizar la operación de venta para conseguir “la mejor posición de la marca de cara al futuro”. • Fallece el periodista Regino Díaz Redondo en Madrid, España. Fue el artífice de lo que se ha dado en llamar el golpe a Excélsior, el 8 de julio de 1976, que derivó en la salida de Julio Scherer García de dicho diario. A partir de ese momento, Díaz Redondo se hizo cargo de la dirección de Excélsior por 24 años. • Este año estará dedicado al bailarín Marius Petipa, padre de la danza clásica. Rusia, Francia, Alemania y España se unen para festejar los 200 años del natalicio de este icónico coreógrafo de los ballets La bella durmiente, El lago de los cisnes y Don Quijote, entre otros.
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De acuerdo con un despacho de la agencia Notimex, la empresa Playboy Enterprises tiene contemplado dejar de editar la revista impresa y dirigir las baterías a El Mundo de Playboy, “que es mucho más grande que una pequeña publicación impresa heredada… Tenemos planeado dedicar 2018 a la transición de una empresa de medios a una compañía de marcas”, señaló Ben Kohn. Playboy surgió en 1953; en 1975 circulaban 5.6 millones de ejemplares. En la actualidad solo imprimen, de acuerdo con el socio mencionado líneas arriba, 500 000, lo que nos hace pensar, por supuesto, en un número mucho menor.
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El bailarín Jesús Romero, de origen venezolano y quien participara en el Ballet Nacional de México, falleció a los 67 años de edad víctima de neumonía.
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Guillermo del Toro obtiene un Globo de Oro como mejor director por su película La forma del agua. La presea es entregada por la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood.
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El cineasta español José María Berzosa, exiliado en París desde 1956, falleció a los 89 años de edad. Será recordado por su documental Pinochet y sus tres generales y su película Rafael Albeti.
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Se cumplen 200 años de la aparición del libro Frankenstein o el moderno Prometeo, escrito por Mary Shelley (1797-1851). Algunos autores apuntan que el primer día de enero se publicó, otros señalan que salió el 18 de marzo de 1818. Lo cierto es que es una de las novelas más leídas y con varias adaptaciones en el cine.
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Un despacho de la agencia Efe informa que el semanario español Interviú cerrará sus páginas después de 41 años de circulación. La revista llegó a vender un millón de ejemplares. Las razones, a decir de la editora Grupo Zeta, son las pérdidas “continuas”, que ascendieron en los últimos cinco años a siete millones de euros.
Alonso Escalante Mendiola es nombra- 11 Bajo el nombre del poeta Hugo Gutiérrez Vega fue inaugurada una do director de la Ópera de Bellas Artes librería del Fondo de Cultura Económica en la Facultad de Filosofía y en sustitución de Lourdes Ambriz, quien se Letras de la Universidad Autónoma de Querétaro. La apertura estuvo a cardesempeñaba en el cargo desde 2015. go del rector Gilberto Herrera y del director del fce: José Carreño Carlón.
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Enero de 2018 12
La investigadora de la unam Rosaura Martínez Ruiz recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en la categoría de Humanidades. El reconocimiento fue entregado por Enrique Peña Nieto. En el acto la investigadora portaba una playera con la leyenda “Nos faltan 43”.
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Fallece el escritor Miguel Ángel Flores a los 70 años de edad. Se inició desde muy joven en el periodismo cultural, colaboró en Excélsior, El Universal, La Jornada y El Financiero, entre otros medios; tradujo poemas de Fernando Pessoa, Paul Claudel y Wallace Stevens.
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La editorial francesa Gallimard dejó de publicar los panfletos antisemitas del escritor Louis Ferdinand Céline después de un debate sobre la conveniencia o no de editarlos. “En nombre de mi libertad de editor y de mi sensibilidad a mi época, suspendo este proyecto al juzgar que las condiciones metodológicas y memoriales no están reunidas para abordarlo serenamente”, indicó el presidente de la editorial, Antoine Gallimard, en un texto dirigido a afp. • “No los veo, no los veo”, bromeó el presidente Enrique Peña Nieto con los reporteros sobre la irritación de los ojos en su gira por Querétaro en la inauguración del 79 Batallón de Infantería. • Muere la cantante Dolores O’Riordan, inconfundible voz de la banda irlandesa The Cranberries, a los 46 años de edad. De acuerdo con el diario El Comercio, fue hallada muerta el lunes por la mañana en un hotel en Londres. La policía inicialmente dijo que el deceso era “inexplicable”, pero el martes dictaminó que no era sospechoso, lo que significaba que no se halló evidencia de crimen.
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Un día como hoy nació, hace 100 años, el escritor José Luis Martínez, considerado por el poeta Gabriel Zaid como el “curador de las letras mexicanas”; por su parte, el historiador Miguel León-Portilla consideró llamar al autor de Nezahualcóyotl “benemérito de la cultura”. José Luis Martínez fue motivo de numerosas conferencias y mesas redondas.
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Hoy cumpliría 90 años el escritor Jorge Ibargüengoitia, quien falleciera el 27 de noviembre de 1983 en un accidente aéreo. Autor de los libros Los pasos de López y Las muertas, entre otros. El diario Reforma publica un texto inédito denominado “Una biografía informal”. • La Gaceta oficial del gobierno capitalino publica la Ley de Derechos Culturales, la cual vigilará que no se realicen actos de discriminación contra personas o colectivos por su condición cultural expresada en su lengua, creación artística, ideas, prácticas rituales, etcétera. • Fallece la escritora estadunidense Úrsula Kroeber Le Guin en Oregon, a los 89 años de edad. Autora de relatos de ciencia ficción, entre ellos La mano izquierda.
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Fallece la poeta Claribel Alegría, de origen nicaragüense, a los 93 años de edad. En noviembre de 2017 recibió el Premio Iberoamericano de Poesía Reina Sofía. • A la escritora Elena Poniatowska le fue adjudicado el Premio Clementina Díaz y de Ovando que otorga la Federación Mexicana de Universitarias.
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El compositor, director de orquesta y pianista, Juan García Esquivel nació hace 100 años en Tampico, Tamaulipas. Se decía que su música era más reconocida en Estados Unidos que en México. Fue el creador del lounge.
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El antipoeta chileno Nicanor Parra murió a la edad de 103 años en la Isla Negra de su Chile natal. Escribió: “Ahora bien — ahora mal— ahora vélenme con los siguientes objetos: un par de zapatos de futbol, una bacinica floreada, mis gafas negras para manejar, un ejemplar de la Sagrada Biblia”. Premio Cervantes 2011.
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El coreógrafo Serafín Aponte recibió el Reconocimiento Danza unam 2017 en la Sala Covarrubias, del Centro Cultural Universitario, por su labor docente y su trayectoria de 35 años. • A los 90 años de edad falleció el director de orquesta Francisco Savín. “La música fue su razón de ser”, manifestó su hija María del Carmen. Dirigió más de 700 conciertos.
El escritor Alberto Ruy Sánchez fue distinguido con el Premio Mazatlán de Literatura 2018 por su libro Los sueños de la serpiente, editado por Alfaguara. La presea es otorgada por el Instituto Cultural de Mazatlán, la Universidad Autónoma de Sinaloa y el Carnaval de Mazatlán. • De acuerdo con la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los medios de comunicación no pueden negarse a publicar una réplica cuando su contenido sea ofensivo o contrario a las leyes. Lo anterior, luego que el prd, Morena y la cndh promovieran acciones de inconstitucionalidad contra la Ley de Derechos de Réplica.
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De acuerdo con Alfonso Miranda Guardiola, secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano, 1 800 templos católicos fueron dañados por los sismos de septiembre de 2017.
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Febrero 1
Jorge Volpi obtuvo el Premio Alfaguara con el texto Una novela criminal.
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El tercer Festival de Letras de Tepic fue dedicado al poeta Alí Chumacero (1918-2010) en el centenario de su nacimiento. En su “Poema de amorosa raíz” escribe: “Cuando aún no había flores en las sendas porque las sendas no eran ni las flores estaban; cuando azul no era el cielo ni rojas las hormigas, ya éramos tú y yo”. • Fallece la maestra María Alicia Martínez Medrano, quien con Cristina Payán fundó el Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena en 1983.
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A los 63 años de edad falleció el poeta y ensayista Carlos Santibáñez Andonegui. Ediciones Fósforo recientemente le había publicado Poemas de por vida.
Un día como hoy de hace 200 años nació Guillermo Prieto, autor del libro Memorias de mis tiempos. Salvó al presidente Benito Juárez al anteponerse a los soldados que pretendían fusilarlo por órdenes de Filomeno Bravo con la frase ya histórica: “Los valientes no asesinan”.
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El autor de Conjuros, Felipe Garrido, fue homenajeado en el Palacio de Bellas Artes en reconocimiento a su producción literaria; la sala Manuel M. Ponce fue testigo de las palabras expresadas por el autor de El buen lector se hace, no nace: “Mi preocupación más importante ha sido formar a los lectores; eso ha ocupado la mayor parte de mi vida. Nací en un hogar donde, por suerte, la lectura y la escritura eran cosas cotidianas”.
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Luisa Reyes Retana, editora del sello Sicomoro, obtuvo el Premio Mauricio Achar/Literatura Random House con la novela Arde Josefina.
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Hugo Villa Smythe fue nombrado director general de Actividades Cinematográficas (Filmoteca) de la unam en sustitución de Guadalupe Ferrer.
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Se llevó a cabo el festival Internacional de Escritores y Literatura en San Miguel de Allende, en el que participaron más de 100 autores nacionales y extranjeros.
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El Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2018 es otorgado al chiapaneco Balam Rodrigo por su obra Libro centroamericano de los muertos, cuyo eje es el éxodo de los migrantes por México desde el río Suchiate hasta el río Bravo.
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El Centro de Estudios, Biblioteca y Museo Fox Quesada, A.C., biblioteca privada con acceso al público y avalada por la shcp, propiedad de Vicente Fox, fue beneficiada en 2017 con 24 432 186 pesos por donantes de México y otros países.
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Día Internacional de la Lengua Materna. En México siguen vivas casi 70 lenguas originarias. Sin embargo, el español es el idioma puente para entenderse entre todos. • José del Val, director del Programa Universitario de Estudios de la Diversidad Cultural y la Interculturalidad de la unam, ha señalado: “Al no existir una política que asegure el desarrollo de las lenguas originarias, pues más que su rescate necesitamos que tengan un uso social, no simplemente pretender salvarlas de la extinción”. • La escritora mexicana Amparo Dávila, ganadora del premio Xavier Villaurrutia en 1977, fue homenajeada por su 90 aniversario en el Palacio de Bellas Artes. Autora de los libros de cuentos Tiempo destrozado (1959), Música concreta (1964), Árboles petrificados (1977) y Con los ojos abiertos (2008) dijo: “Con mucha emoción recibo este inesperado homenaje, nunca esperado ni pensado, puesto que soy una persona muy frágil y enfermiza que jamás creyó llegar a estos años. He vivido la literatura como una parte de mí misma, como una necesidad inherente a mi persona, como una forma ineludible de expresión y nunca como una profesión que busca un reconocimiento, una remuneración o alcanzar un puesto determinado, sino más bien como una vocación…”
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Se inicia la 39 edición de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería con la presencia de Campeche como estado invitado, en la que participaron 180 expositores y 600 sellos editoriales. Se dieron cita más de 800 autores • Se inician los festejos por el centenario del natalicio de Juan José Arreola. De acuerdo con una nota del diario Milenio, “la celebración durará todo 2018, que la unesco ha declarado Año Juan José Arreola, según informó Marina Núñez Bespalova, titular de la Dirección General de Publicaciones de la Secretaría de Cultura”. • Se cumplen 40 años del hallazgo de la Coyolxauhqui, la diosa lunar de los aztecas que había sido colocada al pie del templo de Huitzilopochtli en la época del tlatoani Axayácatl, entre 1469 y 1481, de acuerdo con el arqueólogo Raúl Arana.
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Febrero 24
En el marco del Día de la Bandera, el lábaro patrio fue izado con el escudo nacional mexicano al revés. Después de 15 minutos, fue izada nuevamente, pero ya de manera correcta. Diminutos asuntos de distracción cultural.
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Enrique Bátiz renuncia al emeritazgo de la Orquesta Sinfónica del Estado de México. Después de que la violinista suiza Silvia Crastan publicara que sufrió abuso sexual en 1996 por parte del director de orquesta. Crastan buscó mantenerse en contacto con Bátiz para obtener una disculpa, lo que no logró. Luego de que la información saliera a la luz, ocurrió la renuncia del músico. Beatriz del Carmen Bazán, viuda del escultor José Luis Cuevas, da a conocer la última voluntad del autor de La Giganta. Según la también pintora, Cuevas quería que sus cenizas fueran mezcladas con las de su esposa cuando ella fallezca, en la urna de Los siameses, y se depositaran en un nicho en la catedral metropolitana.
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A Juan Villoro le fue otorgado el doctorado honoris causa por la uam. • Desde Madrid, España, el nobel peruano Mario Vargas Llosa se dice preocupado por los comicios en México, pues “tengo la esperanza de que haya lucidez (ante) el populismo, la demagogia y las recetas fracasadas”, dicho lo cual pasó a presentar su nuevo libro de autobiografía intelectual La llamada de la tribu (Alfagura). • El actor y escultor aguascalentense Rogelio Guerra (Hildegardo Francisco Guerra Martínez) falleció a los 81 años de edad. Al día siguiente muere la tijuanense María Rubio, a los 83 años. Ambos representaban a diversos personajes en telenovelas. No de otra forma se adquiere la fama actoral en México.
Marzo 1
Fernando del Paso fue merecedor de la Presea Sor Juana Inés de la Cruz 2018 que otorga la Universidad del Claustro de Sor Juana. El autor de Noticias del Imperio afirmó: “No soy un experto, pero sí un enamorado de su poesía, esto me exime de opiniones comprometedoras y de hipótesis demasiado audaces sobre los complejos que, para no comprometerme, podría llamar freudianos y me dejan en libertad de disfrutar su obra de la manera más cándida posible”.
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Se realizó la nonagésima entrega de los premios Óscar, la máxima fiesta cinematográfica estadunidense que pareció, como la anterior ocasión, ser una áspera protesta a los decires y haceres de su presidente Donald Trump al reconocer la inmigración y a las personas que descodifican, de algún modo, la figura blanca “pura” de la que se enorgullece el mandatario norteamericano, que planea estrategias políticas racistas y violentas. De las trece nominaciones que tenía, la cinta La forma del agua obtuvo cuatro, dos de las cuales son las más importantes del año: mejor película y mejor dirección, galardonando al jalisciense Guillermo del Toro, avecindado en ese país, quien, una semana después, en su ciudad natal, inauguró durante la feria fílmica de Guadalajara la Cineteca que lleva su nombre.
Artistas, intelectuales y políticos, entre los que figuran Héctor Aguilar Camín, Enrique Krauze, Jorge Castañeda y Christopher Domínguez, entre otros, expresaron su malestar en una carta publicada en los portales de las revistas Nexos y Letras Libres por la embestida del gobierno federal en contra del candidato opositor Ricardo Anaya. En la carta aseguran: “México es una democracia joven con instituciones débiles. El uso del Ministerio Público federal para perjudicar al candidato presidencial del Frente por México, Ricardo Anaya, erosiona aún más las instituciones que encarnan la autoridad del Estado mexicano”. La carta es también avalada por, entre otros, Ángeles Mastretta, Héctor de Mauleón, Mauricio Merino, Macario Schettino y Guillermo Sheridan.
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JB en San Carlos
El fotógrafo del deseo Felipe Sánchez Reyes
La crónica de la certeza de un artista de la lente, de cómo la contemplación detallada consigue la percepción amplia y la convicción plena de un fotógrafo del desnudo femenino…
A
rriba a la habitación con su equipo. Lo recibe La domadora, una femme fatale, desnuda, con medias negras, cabellos rojos, sombrero canotier y un látigo entre sus manos. Con él dirige el movimiento perpetuo del cerdo que lleva en sus lomos un simio trepado, y con él lo hace girar en torno de ella y del árbol del paraíso, cercados en un bosque salvaje, circular. Observa detenidamente, primero, el cuadro pintado por Julio Ruelas en 1897; luego, la antesala del burdel. En ese momento recuerda haber visto en una exposición, durante su estancia en Italia, la pintura Pornócrates, dibujada en 1878 por Félicien Rops. Ella porta las armas de Afrodita: desnuda, voluptuosa, se pasea provocativa con zapatos y medias negros, venda azul en los ojos, ceñidor azul que resalta sus senos, sombrero y guantes negros, largos, en las manos, de cuya diestra pende un lazo que ata al cerdo y la conduce a la nada. Arriban las jóvenes pupilas alborozadas ante JB, joven de 37 años, cejas negras, ojos hundidos, piel blanca y porte aristocrático que desenfunda su arma. Mientras, piensa que al terminar la sesión de fotos saldrá del burdel, llegará a su casa en ruinas de Santa María la Ribera y entrará al cuarto oscuro con foco rojo. Verterá unos líquidos químicos en la tina de agua. Arrojará el papel a la tina. Agarrará sus guantes, introducirá una mano, luego la otra en ellos; con la derecha sujetará las pinzas y con la izquierda el papel, donde aparecerá una mancha negra que poco a poco reflejará el rostro y cuerpo de ella. La colgará en el lazo donde expone sus fotos nudistas ya secas, y la guardará en el baúl de latón de sus recuerdos.
Luego toma el artefacto entre sus manos, lo alza poco a poco hasta la altura de sus ojos y observa a las jóvenes hermosas, desnudas, como Afrodita en las aguas marinas. Ellas desempeñan la labor más antigua del mundo y están emocionadas, dispuestas a ser retratadas por él, el fotógrafo, quien piensa concentrarse en captar la imagen de una sola; luego, a las otras. Cubre su cabeza con el paño negro, cierra el ojo izquierdo y coloca su ojo derecho, excitado, en la mirilla de la cámara. Elige a una joven de veinticuatro años que lo cautiva con su cuerpo pródigo y mirada intensa que desea complacerlo, selecciona los escenarios y poses. Enseguida manipula la retina de la cámara Gaumont, admira su belleza y la observa no como la puta, la poza de agua negra, el agujero sin rostro que calma la sed viril, la herida que da placer, que no habla ni existe. Ni como la que trabaja con el delta de Venus anidado entre sus muslos, con su pubis y el sudor de su pelvis, con la miel de sus labios inferiores, con la brasa de su vagina y calidez de su esófago que alberga la ballesta viril, con la que atrapa y mitiga el ansia que arrastran hasta su lecho los hombres en su tirso y semillas, con la que los vence con su poder y “premia con altas dosis de humillación”, asevera Gaston Bachelard.
No, él no la ve así, él la admira como la primera mujer, como la belleza, sin principio ni fin y descubre algo que sus compañeros fotógrafos han ignorado: tras la lente las mujeres no tienen pasado ni futuro, se concentran en sí mismas y en su esencia. Solo falta aprender a verlas y captar su interior, porque su intensa mirada y su fuerza, como Medusa, amenaza y destruye al fotógrafo voyerista. Antes de encuadrar en la lente a la joven, llegan veloces, cual flashazos, los recuerdos que lo llevaron a convertirse en fotógrafo de putas. Primero Flash: él, bohemio voyerista, como Andreas Kartak, el bebedor indigente y honorable del cuento de Joseph Roth, o Jep Gambardella, personaje de la película La gran belleza de Paolo Sorrentino, vive por las noches, visita las pulquerías, las prostitutas de barriada, los rincones más sórdidos de la ciudad, y captura las emociones fugaces del nuevo siglo xx. Se comporta como sus coetáneos, los etílicos modernistas: Bernardo Couto, Jesús Urueta, Jesús Valenzuela, que morirán jóvenes, víctimas de “los ojos verdes de una hada verde”, asevera Manuel Gutiérrez Nájera. Estos morfinómanos y adoradores de Baco poseen el espíritu de la melancolía, el spleen y la muerte de fin del
“Luego toma el artefacto entre sus manos, lo alza poco a poco hasta la altura de sus ojos y observa a las jóvenes hermosas, desnudas, como Afrodita en las aguas marinas”
73 siglo xix europeo, representado por los poetas Verlaine, Rimbaud y Baudelaire. Él representa la antítesis de su familia de clase media de Santa María la Ribera: rechaza repetir la tradición profesional paterna, poseer un trabajo estable y lucrativo, casarse y formar una familia porque detesta ser semental. Es un fotógrafo idealista, solitario y adicto a la morfina, cuyos padres lo desprecian y desheredan hasta que se case ante el registro civil y muestre, por medio de un certificado médico, que dejó su adicción. Ante estas condiciones se aleja de ellos, toma las riendas de su vida, vive en la pobreza y padece dolores intensos por la falta de morfina, porque rehúye acumular riquezas y convivir con la vieja oligarquía, hipócrita y materialista. Como profesional, aborrece las órdenes de un superior y la falta de creatividad, la conducta acomodaticia e hipócrita de su grey que siempre lo molesta por experimentar con el desnudo denFoto de Gabriela Bautista.
tro del arte mexicano. Rehúsa ser un fotógrafo mediocre, “periodista gráfico”, no le importa que sus compañeros lo cataloguen como un anormal, “fotógrafo maldito” o fotógrafo de putas. Como artista, ansía la felicidad en su cámara Gaumont, la lente, el cuarto oscuro y los productos químicos que “manipula delicadamente durante el proceso fotográfico, con seriedad y profesionalismo”, y devela imágenes inéditas en su cámara. Busca lo inexplorado, lo podrido de la sociedad y se abisma en las imágenes sórdidas, luminosas del dolor y la muerte, captadas en la morgue, como una forma de detener el dolor del mundo, de expiar su culpa amorosa, de apaciguar su angustia existencial que desgarra sus entrañas como un lobo hambriento. Segundo Flash: él estudió el arte fotográfico en San Carlos y perfecciona sus conoci-
mientos en Europa. En 1894 viaja a Italia, allí conoce a una joven obrera, de cabello corto y castaño, boquilla entre sus labios y caderas de pera, aficionada a la fotografía. Tres años dura su estancia. Tres años largos, pasionales, insaciables en que se enamora intensamente, se regocija con su belleza y captura imágenes en placas de plata sobre gelatina, pero jamás del cuerpo ni rostro de ella. Tres años en que ella lo posee y muestra a las retinas del joven de veintiséis años, el mundo sórdido de las calles y cantinas escondidas, los puentes y aguas del Tíber. Tres años dura la pasión por ella y su deseo de atraparla. Ella, la nocturna liberada, dominante, dueña de su vida y de su sexo, confirma una noche a su pareja: solo existes entre mis piernas. Luego le mesa los cabellos, lo atrae y se mofa de su inocencia. Con ella experimenta su deseo con la falda a la cintura: el ángulo de sus muslos dorados, ardientes, al descubier-
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“Ahora sí, enfoca, dispara y la retrata. Ella luce púdica, satisfecha, desnudos sus senos y caderas, ofrece ante la cámara el deseo de su piel morena y su cuerpo prodigioso” to, sus manos se pierden entre el follaje oscuro, sus dedos acarician el musgo ensortijado cuyo sexo abierto palpita de placer a plena luz y se lo ofrenda al joven inexperto que pronto la abandona. Con ella descubre que al fundir su cuerpo ardiente en el de ella genera luz armónica del amor, creadora del ser humano y del universo. Alberta se entrega con pasión a su amante inseguro, temeroso, que desea convertirse en fotógrafo famoso y que, ante el miedo de ser devorado por ella, huye a México. Instala un estudio en las calles de San Francisco y Plateros, como Agustín Casasola y Enrique Díaz —fotorreporteros—, Julio, Guillermo y Ricardo Valleto —retratistas— y Guillermo Kahlo —fotógrafo de iglesias—, Agustín Jiménez Espinoza y Lupercio. Se reúne con sus compañeros de la Academia de San Carlos en cantinas, discuten entre copas de vino, bocanadas de pipa y cigarrillos, enumeran sus mejores herramientas: Graflex, Eastman, Dehel, Proritor II; y ellos lo nombran: fotógrafo de putas. A partir de su huida, ella le envía por correo sus fotos pornográficas de mujeres desnudas. En ellas él observa y descubre la luz dorada de la desnudez de ella y la mano que cubre su pubis para no enceguecerlo; los rincones luminosos y el sol incandescente de su sexo; la vagina húmeda que irradia la luz del deseo; los dedos masculinos que acarician su vientre voraz, que buscan ansiosos la luciérnaga brillante entre la seda de su vello endrino, mientras ella se estremece, se abre y ofrece su deseo: sus labios rosáceos gotean miel agridulce del placer que lo invitan a inmolarla. La joven violenta, pasional, descubre su destino en la fotografía, la pornografía y, ante la incomprensión del amante y la sociedad, se suicida en el río de luz del Tíber. Artista de Eros y Apolo Al perder la luz de su vida, él se sume en la sombra, en la soledad y en la mor-
fina que lo evade de su realidad, que le libera su fantasía y lo deja vagar en los meandros de su vida amorosa con ella. Italia parte su vida en dos: primero ella, después la morfina dulce, solitaria, que trae paz a su alma. A partir de las fotos pornográficas que ella le envía y que él ama, se descubre artista de Eros. Para 1905, cuando él se halla en México, algunos fotógrafos imitan los cristales de desnudos femeninos de los europeos Mante y Goldschmit, indagan sobre el erotismo, el cuerpo desnudo y lo convierten en arte. En la década de los veinte, unos experimentan el arte nudista con modelos cultas, sus parejas o amigas, como Edward Weston que captura con su lente el cuerpo venerado de su amante Tina Modotti y Anita Brenner; Antonio Garduño, el cuerpo afrodisiaco de Nahui Olin en las playas de Nautla, a mitad de los veinte. Otros retratan a las prostitutas, como el poblano Juan Crisóforo Méndez, y él, JB, que fotografía en 1908 a esta joven en la casa de citas La Modernidad, “ubicada hacia el rumbo del Salto del Agua, atendida por francesas”, en 1905. Estos desnudos con sus poses recuerdan a las bailarinas de prostíbulos y cabarets que fascinaron a los pintores Félicien Rops, Egon Schiele, Gustav Klimt, Amadeo Modigliani y Toulouse Lautrec. En ese momento, afirma Carlos Monsiváis, circulan las postales francesas y alemanas que inundan México en las últimas décadas del porfiriato: mujeres desnudas, seleccionadas, en su budoir o cama desarreglada, se abandonan a la cámara, la miran tan solo protegidas por sus medias y tocan un instrumento suavemente fálico. Antes de volver al presente, piensa evitar esos modelos y observa la sala de la casa de citas: ventanales altos; pieles de venado, de osos, cojines desperdigados sobre el piso de madera. Ahora sí, enfoca, dispara y la retrata. Ella luce púdica, satisfecha, desnudos sus senos y caderas, ofrece ante la
cámara el deseo de su piel morena y su cuerpo prodigioso. En una imagen posa desnuda con su cuerpo fresco de veinticuatro años, sentada sobre el taburete damasquino: rostro semiinclinado, como Afrodita de Botticelli, busto oculto por la mano abierta, vientre plano y caderas anchas. En otras, aparece recostada de perfil: su pierna, seno y brazo yacen sobre la mesa de mármol o en el sofá de piel. Él resalta su cadera ondulante y altiva, sus ojos radiantes miran directo a la cámara que enfoca el seno opulento, vientre, pubis semioculto y una pierna semidoblada sobre la otra. En otra, su cuerpo exulta su naturaleza paradisiaca: se sienta con el cuerpo de costado, cual trofeo en la mesa, la lente encuadra sus rodillas, el triángulo oscuro, los senos y el rostro radiante, cuya luz vivaz atrapa, deslumbra y enceguece al artista de luz y sombras.* Con estas imágenes, el artista de Eros y Apolo capta el misterio, la luz de su inteligencia y del sexo en su erotismo, así él encuentra un haz de luz en la belleza de su cuerpo y en el paso cimbreante de sus caderas. Más tarde, con el pausado y lento proceso de sus caricias sobre la piel de ella, entra en el templo sagrado, dormido entre los muslos de ella. Se baña en sus aguas profundas, sagradas, extrae su savia, descubre el placer de la música de su cuerpo y un perfume que se adentra profundo en su vida, pero también encuentra el dolor y el abandono. En ella conoce la luz, manifestación de la vida y del amor, de la divinidad y el intelecto que conjura las fuerzas oscuras; conoce el deseo y la pasión en su mirada que enceguece y arranca los ojos, como a Edipo. En ella, como las luciérnagas, persigue la luz y el deseo entre sus muslos y sexo, que se abren poco a poco e iluminan su vida y universo. En esta criatura captura con su lente el deseo y la dicha; con su cuerpo, la ternura y el amor; y con ella, la luz fugaz, inaprensible, que llena su vida. *La descripción de estas imágenes corresponden a la edición de Ava Vargas: La casa de citas en el Barrio Galante, pp. 44-46. Además, retomé algunos personajes y elementos de la novela de Cristina Rivera Garza: Nadie me verá llorar.
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Ready Player One
Vidas alternativas José Noé Mercado Nunca me sentí a gusto en el mundo real. No conectaba bien con su gente. Durante toda mi vida tuve miedo. Hasta el momento en que supe que llegaba a su fin. Fue entonces cuando me di cuenta de que, por más aterradora y dolorosa que pueda ser, también es el único lugar donde puede encontrarse la verdadera felicidad. James Donovan Halliday
E
l mundo, en ocasiones, puede parecer inhabitable. Los grandes mitos se han desgastado. Nadie espera del ámbito político, de sus protagonistas y partidos, soluciones para las desigualdades económicas, para la violencia descarnada, para la deshumanización. La batalla ideológica no impide el estancamiento o deterioro de las clases media y baja. Igual que los gobiernos corrompidos, la mayoría de las religiones ya no consuelan el espíritu porque, en ocasiones, sus ministros vulneran el credo y la integridad de sus feligreses; más bien, lo laceran. Hay poco atractivo en un mundo real así, en el que, además, la compañía parecería cada vez más sobrevalorada. El amor, de cierta forma, ya no redime y abundan los seres que no pueden conectar con sus pares. El ser humano debe nadar solo en su sombría sociedad. O evitarla. Aunque la actualidad no dista mucho de ese panorama indeseable y distópico, se trata más bien del punto de partida, el año 2044, planteado por Ready Player One (2011), la exitosa novela debut del escritor estadunidense Ernest Cline (1972), por lo que no sorprende que el resto de la hu-
manidad prefiera sumergirse en la realidad virtual de oasis (Ontologically Anthropocentric Sensory Immersive Simulation), un sistema operativo de inmersión sensorial masiva en línea donde existen todos los mundos imaginables. Un cosmos creado por el multimillonario programador, excéntrico y fan de la cultura de los años ochenta, James Donovan Halliday, quien al morir deja ocultos tres huevos de pascua en ese universo virtual infinito —al que se accede en forma gratuita con visor, traje y guantes hápticos—, con algunas cuantas pistas de la cultura pop para su localización. El ganador, aquel participante que sea capaz de encontrar esas llaves de los acertijos, no solo heredará la fortuna de Halliday sino el control mismo de oasis, que al menos hace el mundo virtual más vivible, esperanzador y equitativo para los desencantados de la cruda y monótona realidad sobrevivida en caravanas apiladas a guisa de edificios multifamiliares. Son millones los aspirantes a conquistar el premio mayor y único de la cacería, que sin otra actividad más atractiva en el mundo se ha convertido en el nuevo motor de la socie-
dad mundial. Los hay particulares (gunters, simplificación de eggs hunters), que incluso se organizan en clanes, lo que podría facilitar las pesquisas ante la demencial cantidad de información pop que puede conducir a los huevos; y los profesionales y mercenarios (sixers), empleados de la poderosa compañía Innovative Online Industries (ioi) liderada por el antagonista Nolan Sorrento, quien tiene la finalidad de apoderarse del sistema, de sus jugosas utilidades y, de hecho, cobrar por el uso de oasis para así multiplicar las ganancias. Ese sería un escenario doblemente distópico, ya que, sobre todo, arruinaría el espíritu lúdico de Halliday con el que enfrentó la aflicción de una sociedad grisácea y sin demasiadas ilusiones. Wade Owen Watts (Parzival en oasis) es el solitario y joven protagonista de la novela de Cline, quien encontrará en su camino virtual rumbo a los huevos de pascua a Art3mis, Hache, Daito y Shoto, así como al propio Nolan Sorrento y a Ogden Morrow, socio de Halliday y cofundador de su empresa Gregarious Simulation System. Cuando este personaje marginal, pero entrañable, resuelve el enigma de inicio y encuentra la primera llave gracias a sus conocimientos de la cultura pop, de la vida del creador del sistema, a sus agudas cavilaciones y habilidades de videojugador, él mismo (tanto Parzival como Wade) se vuelve blanco de la cacería. Es demasiado lo que está en juego y la compra o secuestro de su saber, o de plano su asesinato, son cartas que se ponen sobre la mesa. A Sorrento, a sus hordas de sixers y a la mayoría de gunters, no los van a detener los escrúpulos. La potencia de esa historia de inmersión total de Ernest Cline, ese futuro virtualizado en
el que están contenidos todos los mundos posibles como una multimedia absoluta y habitable, interesó al legendario director Steven Spielberg, referencia fílmica pop de aquellos años 80 que saltan desde las páginas del libro, quien decidió llevarla a la pantalla cinematográfica desde antes de que la novela se publicara. La leyó en manuscrito. La película, con guion de Zak Penn y el propio Cline, será estrenada este 29 de marzo de 2018 y contará con las actuaciones protagónicas de Tye Sheridan, Olivia Cooke, Ben Mendelsohn, Simon Pegg y Mark Rylance. En oasis se puede realizar cualquier actividad. Ir a la escuela, trabajar, mantener ratos de ocio, por ejemplo. Es posible sostener, de hecho, relaciones sentimentales entre avatares. Se aspira y no sin motivos estimulantes a ser mejor y más feliz en ese mundo de lo que se es en la realidad. Se tienen vidas alternativas. Esa traslación que logra Cline resulta inquietante y fascina al mismo tiempo. Y no solo por la avalancha de referencias —acaso excesivas, pero de abundancia tal que permite el encanto y conocimiento de una década y su impacto en las que vendrían— a películas, videojuegos, música, programas de televisión, literatura y todo aquello que da cuerpo a la cultura pop que, en rigor, las generaciones recientes llevan en su adn. O en sus computadoras o teléfonos celulares, que es casi lo mismo. Ready Player One no es la nostalgia de una época, sino la proyección de esa época hacia el futuro. Un tiempo sociopolítico, marcado por la distopía y la incertidumbre que quizás está por alcanzarnos. O en el que, de alguna manera enredada, ya estamos sumergidos e interconectados.
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Literatura para niños
?
Y luego qué…?
Luis Arturo Ramos
Una reflexión sobre el propio trabajo escritural en el campo específico de la narrativa para niños.
N
o quiero escribir literatura “infantil”, sino literatura para niños. El adjetivo se acerca peligrosamente a una idea de candor, simpleza e ingenuidad, y los niños están muy lejos de serlo, aunque así lo parezcan desde la óptica adulta. Los niños escuchan, leen y hasta escriben de manera distinta. Por tales subjetivas y personales razones, me considero un escritor de literatura para niños, aunque a veces mis editores califiquen mis textos de infantiles. Escribo bajo la premisa de que los niños no saben que leen como tales, sino que simplemente leen. Escribir para niños implica la certidumbre de hacerlo para un grupo-lector especial. La frase lector-niño señala una colectividad más compleja que la descrita por el binomio lector-adulto. No es lo mismo escribir para niños que ya saben leer por sí mismos que para aquellos que apenas empiezan a hacerlo. Los lectores de siete, de nueve o a punto de entrar en la adolescencia, aparecen condicionados por una psicología-biológica (perdón por el exceso) que determina sus preferencias. Si existe un público específico, y sobre todo especial, es el de los niños. Nadie, que yo sepa, escribe literatura para viejos o cuarentones. En mi caso particular, me dirijo a un lector de entre diez y trece años, aquel que ya no necesita la ilustración gráfica como apoyo semántico, aunque la valore como complemento estético. Creo en la lectura por el placer que esta conlleva y no como compromiso proselitista o estrategia didáctica; sin embargo, estoy consciente de que mi particular visión del mundo permea mis textos pese a mis esfuerzos por no volverlos ni un regaño paternal ni un discurso
moralista. Asumo sin prejuicios la obligación, jamás impuesta sino propuesta, de ofrecer los valores éticos y estéticos en los que creo y, por consiguiente, defiendo. Mis anécdotas filtran una cosmovisión que algunos lectores detectan, entienden y aun contradicen. La experiencia con niños me lo ha dejado en claro. Retruécanos y jitanjáforas Me interesa construir anécdotas significativas que superen la mera acumulación de acontecimientos. Historias protagonizadas por personajes tomados del imaginario colectivo y la realidad inmediata (unicornios, plumas solitarias, teléfonos, tucanes y pelícanos y, por supuesto, seres humanos) que permitan la identificación del presunto lector y la localización del sitio donde la anécdota sucede. Todo ello montado sobre una estructura abundante en peripecias concatenadas cronológicamente y que, por necesidad intrínseca, arriban a un remate plausible aunque no necesariamente previsible. El final siempre queda supeditado a los acontecimientos, y estos no pueden prolongarse ajenos a la resolución del problema o misterio al que se encaminan desde el principio. La causalidad rige mis anécdotas porque mediante tal secuencia lógica se significan y dignifican las vicisitudes que la componen. Entono y construyo mis tex-
tos sobre la pulsión de la interrogante “¿y luego qué…?”, frase que no solo crea una expectativa, sino que cumple la función de conducir y vertebrar la anécdota para con ello sostener y acrecentar el interés del lector y conducirlo hasta el final premeditado. El medio es el lenguaje, mas no el mensaje. Busco un estilo claro y ágil, respetuoso de la sintaxis tradicional, aunque esta pueda y hasta deba, si tal es el propósito, reconstruirse con neologismos, juegos de palabras, retruécanos y jitanjáforas a fin de transmitir y reflejar la proteica y transformadora maravilla del lenguaje. Muchos verbos y escasos aunque precisos adjetivos, analogías y metáforas. Cadencia musical o lúdica; pero todo ello sostenido por un vocabulario acorde con la edad lingüística de mis lectores. Pongo especial cuidado en el calibre y peso de sintaxis y terminología, y hago especial énfasis en los verbos como conductores de la historia, figura gramatical que soporta el suspenso obligado en textos como los que nos involucran. Insisto: el niño lee condicionado por la pregunta ¿y luego qué…? Me gusta y aspiro a mandar de vez en cuando a mi lector al diccionario en pos de una definición o a requerir ayuda para desentrañar el significado de una metáfora. Entiendo su curiosidad al res-
“Si existe un público específico y sobre todo especial, es el de los niños. Nadie, que yo sepa, escribe literatura para viejos o cuarentones”
77 pecto como la certeza de que aprecia mi texto. No obstante la convicción de que el lenguaje encauza, propicia y facilita la lectura, suele muchas veces obstaculizarla y hasta reprimirla. Un texto falla cuando no está en sintonía con la capacidad lingüística del lector-niño. La correspondencia entre lenguaje y lector resulta difícil de conseguir, pero me ayuda recordarme a mí mismo como lector, y no desperdicio la oportunidad de recurrir a la experiencia de los niños para alcanzar tal sintonía. Los temas para niños son abundantes, pero aparecen acotados por su edad. Hay temas o premisas literarias adecuados para deleitar y construir el gusto por la lectura, y otros orientados hacia un objetivo proselitista o didáctico. Yo opto por aquellos que propician el primer objetivo, aunque, como ya asenté al principio de estas líneas, me Ilustración de Irma Bastida.
“Asumo sin prejuicios la obligación, jamás impuesta sino propuesta, de ofrecer los valores éticos y estéticos en los que creo y, por consiguiente, defiendo” resulta casi imposible anular del todo la impronta de mi ideología. En mis textos no aparecen los finales felices o convencionales; prefiero aquellos que propician la reflexión y colocan al lector de cara a la realidad del entorno. Creo que el texto para niños es un magnífico recurso para ubicarlos en sintonía con la realidad existencial, no siempre grata y, sobre todo, ajena a una ineficiente cursilería protectora o a las falsas e hipócritas expectativas.
Rechazo el expediente del recurso mágico como solución inmediata y apelo a la inteligencia del protagonista para resolver el conflicto. Por mi parte, aspiro a contribuir a la “educación (ética y estética) sentimental” filtrada por los grandes textos literarios. Leer es un ejercicio de la inteligencia con repercusiones inmediatas y a largo plazo. Escribir para niños resulta un ejercicio de la voluntad no exento de responsabilidades.
78 Foto de Alejandro Zenker.
Excursos
El escritor y su paga Carlos Herrera de la Fuente
E
l escritor y el periodista dedicados a la actividad cultural en México saben, desde un comienzo, que su profesión no es la más lucrativa. Todo el mundo se los dice desde el momento en que anuncian –ya sea con timidez o con la típica euforia de los ingenuos– que se consagrarán al cultivo de las letras. Esas advertencias, sin embargo, sirven de poco cuando la vocación, y cierta fe heroica en el porvenir, se imponen. Nada detiene a un joven decidido a convertirse en escritor. No obstante, con el paso del tiempo se le va haciendo más claro el significado del adagio que recuerda que “nadie puede vivir solo del aire”. Si al principio es capaz de pagar para que publiquen sus textos, al cabo de unos años se empieza a preguntar si no podría recibir algo a cambio de ellos. Como no es hijo de ningún escritor ni parte de la élite cultural que vive de las becas del Estado, y los pocos ingresos los obtiene de dar clases, de traducir o de corregir textos, más temprano que tarde se encuentra fantaseando con recibir un ingreso constante por esos pequeños artículos que redacta con tanto empeño. En mi caso, solo una vez recibí un pago constante por mis colaboraciones periodísticas. No se trató de un
gran diario ni de un importante sitio en internet. Fue un pequeño periódico quincenal de provincia. El editor me había invitado a participar en una columna mensual sobre temas de filosofía, algo novedoso incluso a escala nacional. Lo acepté con gusto, sin pedir nada a cambio. Al cabo de un año y medio o dos tuve la oportunidad de volver a encontrarme directamente con el editor. Casualmente, en ese momento yo estaba interesado en contratar un paquete básico de televisión de paga y se lo comenté al paso, entre tantos otros temas de mayor relevancia. Nos despedimos y cada quien partió a sus respectivos hogares. A los pocos días, me llamó por teléfono anunciándome que se había aprobado un pago mensual para solventar mis gastos de televisión privada: ciento ochenta y dos pesos. Así se fijó el que hasta ahora ha sido mi único pago periódico por la redacción de una columna. Y nunca falló. Durante tres años más, cada que prendía la televisión le agradecía en mi interior a esa pequeña publicación provinciana que, en su aparente insignificancia, me otorgó la dignidad económica que otros diarios me habían negado, al solventar mensualmente algunos de mis ratos de ocio.
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Había una vez Ciento diez años de Cri-Cri
Las hijas de Romualdo el Rengo Francisco Gabilondo Soler
Aún está cumpliendo ciento diez años Cri-Cri. Nacido en la veracruzana Orizba el 6 octubre de 1907, “entre cerros, bosques y lluvias”, desde niño “le gustó aprender y estudiar pero no en la escuela, así que él solo exploró todos los libros que pudo. Ya de grande quiso ser boxeador y torero, pero le pegaban más de lo que le pagaban. Se aficionó por la astronomía y trabajó gratis en el Observatorio Nacional. Tiempo después se volvió compositor tocando el piano, de lo cual tampoco se come mucho, pero es más bonito. Al principio hizo canciones como los otros compositores, hasta que se acordó de su niñez y lo bien que la pasaba. Se puso duro y dale a hacer canciones para niños (que le salían muy bien), y ya metido en esas escribió algunos cuentos”, uno de los cuales reproducimos en estas páginas, el cual ha sido extraído, al igual que el prólogo que acabamos de presentar, del libro Las hijas de Romualdo el Rengo y otros cuentos (con ilustraciones de Irina Botcharova, de Rusia), coeditado en 1998 por Cidcli y el Conaculta. Francisco Gabilondo Soler “se fue a residir al País de los Sueños en 1991”.
P
ara comenzar debemos estar de acuerdo, tenemos que convenir en que historiadores y poetas cuentan las cosas que ya pasaron. Que profetas y astrólogos pretenden contar las cosas que pasarán. Y que entre ambos extremos los hombres prácticos, si algo cuentan, no son sino pesos. Dejándonos de videntes y monetizados, volvamos la hoja atrás para narrar un suceso poco histórico y, desde luego, nada poético: En un castillo feudal vivía el conde Romualdo, también llamado el Rengo... Eran tiempos de guerra, de zozobra, asaltos y sorpresas. Las murallas del castillo hormigueaban con vigías; la tropa estaba siempre alerta y el castellano, Romualdo el Rengo, no se quitaba la armadura ni de día ni de noche. Podría haber usado unas pijamas de hoja de lata, pero no: su ardor bélico le hacía conservar a toda hora su vestimenta de acero. Estando atareado con batallas, escaramuzas y huidas estratégicas, el conde no podía ocuparse de la educación de sus hijas. Tenía dos: Carracuca y Do-
dolinfa... Como en aquellas épocas no había cine ni revistas de monitos, la juventud se exponía a permanecer ignorante. Los años se iban deprisa y era una lástima que ambas niñas perdieran el tiempo mientras se iban tantas hojas del calendario. El conde Romualdo, el Rengo, aprovechando una tregua que firmó con sus enemigos (aunque ni él ni los otros sa bían escribir) buscó un maestro para sus dos hijas. Así fue como, a mediados de verano, llegó al castillo un ilustre sabio a bordo de una mula. El preceptor era miope (pero tenía las narices largas), sabía algunas cosas útiles, muchas inútiles y se llamaba Chichirimoche. Debía instruir a Carracuca y a Dodolinfa a toda prisa porque, como ya habían perdido tanto tiempo, estaban ambas que casi rebuznaban. Se comprende que la tarea del sabio Chichirimoche fue difícil. A las niñas les cayeron muy mal las letras; y los números, peor. Aprender latín lo consideraron inútil. En lo que toca a la historia tenían bastante con los chismes del castillo y, en cuanto a otras
ciencias, todavía no nacían los cien tíficos que habrían de iniciarlas. Así es que, ¿qué enseñarles a las muchachas? Chichirimoche se ingenió en darles un curso de estética revuelto con geografía. Comenzó por demostrarles la hermosura del elefante africano, menos esbelto que el elefante de la India, aunque más cerrado de caletre; ahora que un ricito bien peinado equivale, en un elefante, a una bella idea. Carracuca y Dodolinfa, las hijas de Romualdo el Rengo, estaban más locas que unas cabras. Se entusiasmaron tanto con eso del elefante peinado que le exigieron a su aguerrido padre una docena de paquidermos. Pero una docena para cada una, amén de veinticuatro peines y varias barricas de brillantina a fin de encargarse ellas mismas de embellecer a los elefantes. El señor feudal envió varias naves a África y felicitó a Chichirimoche por su primera lección, aunque diciéndole por lo bajo que en lo sucesivo hablara de animales más chicos. En efecto, los castillos feudales, a pesar de sus gruesos muros, tenían las
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“En efecto, los castillos feudales, a pesar de sus gruesos muros, tenían las habitaciones tan estrechas que esa exigüidad de espacio debía inspirar en el futuro el tamaño de los apartamentos modernos” habitaciones tan estrechas que esa exigüidad de espacio debía inspirar en el futuro el tamaño de los apartamentos modernos. Mientras fueron por los elefantes (que no es lo mismo que mandar traer bolillos), Chichirimoche tuvo que ha blar de otras cosas. Así supieron Carracuca y Dodolinfa que allá lejos, hasta la derecha del mapa, había un imperio inmenso. En él, los templos se llamaban pagodas; por doquiera se alzaban torres de porcelana con campanas de jade. Sus habitantes tenían los ojos oblicuos como almendritas y, al llegar la noche, encendían faroles de papel y comían arroz con palitos. ¡Pues nada! Va usted a saber lo que pasó: en cuanto las hijas del castellano fueron instruidas por el sabio Chichiri moche acerca del Celeste Imperio y de sus amarillentas costumbres, se encapricharon en que el conde Romualdo Ilustración de Irma Bastida.
les mandara comprar dos pagodas llenas de chinos. Romualdo el Rengo pegó un bufido, pero como padre cariñoso accedió al deseo de sus herederas e hizo lo necesario para complacerlas. A todo esto llegó la manada de elefantes africanos; pero como las dos niñas ahora solo pensaban en chinerías, ni siquiera quisieron verlos. Los elefantes fueron abandonados en las montañas, en pleno invierno; y resignados a morir, unos a otros se contaron chistes trompudos para tener el consuelo de morirse de risa. Tiempo después, cuando llegó el par de pagodas repletas de chinos, Carracuca y Dodolinfa discurrieron cambiarles la forma de los ojos y, en vez de alargados, hacérselos redondos. Era un atropello desde el punto de vista asiático; y Chichirimoche reprendió a sus discípulas por tal terquedad, comparable a la del burro del galleguito:
Pobre galleguito, ¡su borriquito no quiere andar! Se tendrán que quedar a dormir bajo las estrellas que en Galicia son bellas de ver en el cielo zafir. Mal hizo Chichirimoche en men cionar el borrico del gallego. Al momento, Carracuca y Dodolinfa olvidaron su intento de redondear los ojos de los chinos y se empeñaron en que el conde les comprara un par de burros echados y, claro, también dos noches estrelladas. Burros perezosos se consiguen, ¡pero vaya usted a comprar noches estrelladas! Ambas niñas lloraron, berrearon y amenazaron con arrojarse de la torre más alta del castillo, así se les estropeara el peinado. Romualdo el Rengo se enfureció con Chichirimoche y le advirtió que o lo sacaba del aprieto o lo mandaba al potro de tormento que apretara más. El sabio Chichirimoche (bueno, pues siempre tiene sus recursos eso de ser sabio) aconsejó mandar las naves hasta la costa de Sotavento a cazar cocuyos. Los cocuyos, vistos de noche, no serán estrellas pero lo parecen. Así se hizo: la expedición trajo cocuyos. Carracuca y Dodolinfa pudieron jugar a corretear estrellas y Chichirimoche se salvó de que le chichi rimocharan el buche.
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Los dibujos infantiles de Irma Bastida
“En pocas ocasiones el ilustrador es reconocido como creador” Víctor Roura
Irma Bastida es ya una dibujante con prestigio no solo en México, sino que ha sido galardonada con el Premio Golden Apple de la Bienal de Ilustración de Bratislava, nada menos. En este mes de abril, en el que se festeja el Día del Niño, presentamos una breve plática con ella y parte de su voluminosa obra.
I
rma Bastida Herrera, como ella misma dice, “siempre ha tenido ojos disparejos y orejas muy grandes”. En ellas, desde pequeña, guarda las historias que sus padres le cuentan; ahí también almacena las letras favoritas de escritores y músicos. Con el tiempo ha desarrollado “cierta” (la palabra es suya, aunque es palpable que, con el tiempo, ha desarrollado demasiada) habilidad que le permite traducir en imágenes las palabras de poetas, narradores y ensayistas que luego acomoda en libros para chicos y grandes. Cuentan por ahí que en 2013 recibió el reconocimiento Golden Apple de la Bienal de Ilustración de Bratislava por el libro La lectura / Elogio del libro y alabanza del placer de leer, de Juan Domingo Argüelles. Otros volúmenes que andan en las librerías son: La balada del niño reprobado, Gilberto Rendón Ortiz; Cuentos antiguos para niños modernos, Judy Goldman; Las vocales son las que cantan, Tematodehambre y las letras astutas, Las letranimales desafían a la ignorancia, Alma Velasco; Marín Marinero/Brujas en mi calcetín, Becky Rubinstein; Espantatíteres, Enrique Villada; En la aldea de Viceversa, Becky Rubinstein; Cuentocedario de bolsillo, Ricardo Chávez Castañeda; El libro de l@s niñ@s que usan gafas, Alexis Díaz-Pimienta; Lectura y futuro, José Ángel Leyva; El libro de los fantasmas, Andrés Acosta; La Casona, Miguel Ángel Contreras; Las onomatobellas, Ruth Kaufman; En la boca del
lobo, Juan Domingo Argüelles; La lotería de Metepec, Flor Cecilia Reyes; y #YoSoyBosco, Andrés Acosta. —De niña seguramente le leían libros, ¿qué autor o autores le han dejado huellas? —Los primeros libros que recuerdo eran los de texto de mis hermanos y otros que contenían compilaciones de cuentos de los hermanos Grimm, Hans Christian Andersen, Charles Perrault y, por supuesto, las maravillosas Las mil y una noches. Luego, poco a poco fueron llegando colecciones, como “Clásicos de Oro”, “Nuevos Horizontes”, “Biblioteca Junior de bolsillo”, que contaban con autores como Pearl S. Buck, Arthur Conan Doyle, Julio Verne y Antoine de Saint-Exupéry. —¿Sus estudios de diseño la acercaron, de algún modo, a su carrera de ilustradora gráfica? —No exactamente. La influencia no fue en la carrera sino de quienes impartían las clases. Ahí tuve la fortuna de conocer a Rosario Valderrama y
Gerardo Suzán. Y después asistí a cursos (que no formaron parte de la currícula), con maestros como Alejandro Magallanes, Gerardo Suzán, Benjamín Domínguez, Joel Rendón, Alejandro Villalbazo, Tere Dado, Javier Saez, Tania Rojas y Silvana Ávila. De los libros de texto a los pintores universales —Su acercamiento a la ilustración infantil, usted lo ha dicho, ha sido mediante las letras, ¿pero no fue motivada visualmente por algún artista plástico? —Sí que sí. Los libros de texto anteriores solían ir acompañados con imágenes de pintores (y también de grandes ilustradores) como Olga Costa, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Jorge González Camarena, y de ahí surge mi gusto más definido por artistas como Hieronymus Bosch, Pieter Brueghel el Viejo, Remedios Varo, Leonora Carrington, Gilberto Aceves Navarro, Pablo Picasso, Egon Schiele, Jean-Michel Basquiat, Gustav Klimt, Elena Schuma-
“Es probable que antes del primer libro ilustrado que realizara hubiera, más bien, ejercicios de escuela que optaba por resolver con ilustraciones en vez de fotografías, aplicándolas en cartel o revistas”
82 cher, Bill Traylor, Cecile Perra y Stroff Denis, entre muchos tantos. —¿Cómo fue su acercamiento a la construcción de los libros infantiles que ha creado? —Es probable que antes del primer libro ilustrado que realizara hubiera, más bien, ejercicios de escuela que optaba por resolver con ilustraciones en vez de fotografías aplicándolas en cartel o revistas. Y luego realicé unas pocas viñetas para revistas ya extintas. Entonces trabajé unos meses como ayudante de la ilustradora Rosario Valderrama, y entré a un proyecto de diseño editorial de monografías y recibí la invitación para ilustrar al alimón Cuentos de sol, de Adriana Menassé, editado por el imc. Mas el acercamiento para crear estos libros, sobre todo, siempre es de gozo. Disfruto el proceso más que el resultado. —Si bien sus ilustraciones conservan un estilo personal, ¿a qué dibujanIlustración de Irma Bastida.
tes admira en este ramo de las letras infantiles? —¡Uy, a un montón! Kveta Pacovská, Erlbruch Wolf, Kitty Crowther, Beatrice Alemagna, Rashin Kheiriyeh, Pablo Auladell, Lorenzo Saval, Sonia Pulido, Joanna Concejo, Ofra Amit, Pat Andrea, Dušan Kállay, Einar Turkowski, Mohammad Barrangi, Stasys Eidrigevicius, Marco Velasco, Artemio Rodríguez, Alejandro Magallanes, Jesús Cisneros, Antonio Santos, Roberto Innocenti y muchos, muchos más. —¿Es difícil hacerse de una identidad en esta profesión del dibujo infantil en México? —No, en México lo que más existe es la diversidad. Tenemos mucha riqueza y talento. Lo que resulta díficil es la oportunidad de llegar a ser visible en tan amplio espectro; además, en pocas ocasiones la labor del ilustrador es reconocido como trabajo de creador.
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Corolario visual
Los dibujos de Irma Bastida
Arte y figura D
e nacer en tiempos antiguos, antes de la llegada de los españoles, Irma Bastida podría haber sido una mujer tlacuilo. Indudablemente, las había… De seguro, para obtener papel de maguey para su obra, pondría a pudrir las hojas o pencas, tras lo cual lavaría el manojo de fibras o hilos resultante, luego las extendería para secarlas en forma de láminas delgadas, que después alisaría y bruñiría.* Luego, para animar las figuras creadas, se valdría de una vírgula: turquesa cuando el personaje hablaba la lengua preciosa, el náhuatl; si rojo encendido, denotaba enojo; si arenosa, se trataba de un extranjero que hablaba con dificultad la lengua.* Irma, evidentemente, no vio la luz primera en época de los y las tlacuilos, sin embargo continúa la tradición de eternizar historias, digamos, eternizables. Lejos de repetirse, Irma —más allá de premios y de fama —que los tiene, como el Golden Apple, otorgado en Bratislava— recrea no solo un mundo sino varios, y variopintos: jamás se repite, su arte es fruto de la búsqueda, del aprendizaje que no ceja. Quien se asoma a su arte, hallará diversos estilos a partir de la correcta lectura del texto inspirador gracias a su experiencia y estudios. Literalmente —tanto niños y adultos— se quedan con la boca abierta al mirar su trabajo, donde impone su huella. Siempre nos sorprende. En Adivina quién soy, el diseño y el arte van de la mano: ya sea con el suaje, que esconde el qué y el cómo de los personajes para sorpresa de los lectores. Porque además de ilustradora, diseña: la primera edición y la segunda, no son idénticas gracias “al juego”, al desafío. En el poemario Marín Marinero, las ilustraciones se visten de gala como en un Cirque du Soleil donde todo brilla y donde el brillo realza las imágenes cubriéndolas de magia. En el poemario Brujas en mi calcetín, la caricatura y las aplicaciones — telas disímbolas que recrean texturas— hacen de las suyas, como las brujas, los duendes, fantasmas… totalmente carnavalizados. En De brujas y trufas —al alimón con la no menos talentosa Rocío Solís Cuevas—, las brujas viven en carnaval eterno de acuerdo con el papel designado, virtud ejemplar. Irma, a veces, nos recuerda a Tim Burton con personajes como salidos del cuaderno de un niño aspirante a ilustrador, lo que para nada la devalúa: en dichos seres se adivina la frescura inicial y total de una experimenta-
da artista, como en De compras —libro álbum lleno de humor— y como en Pa’mamá que está contenta, donde los arrullos y las nanas prevalecen, así como los juegos digitales, magistralmente recreados con colores atractivos, deslumbrantes. La aldea de Viceversa, por su parte, nace del clasicismo: nos recuerda las ilustraciones europeas que llegaron para quedarse… ¡Un aplauso a Irma! ¡Un aplauso a su arte!
Becky Rubinstein F. *Boris Berenzon, Los señores del papel, escritura, papel y códices en Mesoamérica, primera reimpresión, Pangea Editores, 1996.
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Todas las ilustraciones son de Irma Bastida.
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