Transgresiones No. 5

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12.05 – 09.09.2018 muac.unam.mx

Tania Bruguera, Escuela de Arte Útil, 2017–a la fecha. Vista de la instalación, Tania Bruguera: Talking to Power / Hablándole al Poder, Yerba Buena Center for the Arts, San Francisco, 2017. Cortesía Yerba Buena Center for the Arts. Fotografía: Charlie Villyard.


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Editorial

Es como si los diputados se denunciaran a sí mismos El 16 de mayo Margarita Zavala renunció a su candidatura independiente por la Presidencia de la República en una decisión, al parecer, muy personal si bien bastante tardía. No surtió, por supuesto, ningún efecto político, aunque sí constató un hecho ineludible: la televisión comercial como surtidora inevitable de confesiones masivas; es decir, como el único espacio posible donde las cosas no pueden ser contrastadas, no pueden ser llamadas a engaño, no tienen lugar a equívocos. El deslinde de sus responsabilidades lo dio a conocer frente a las cámaras de Televisa, razón por la cual esta empresa continúa siendo el escaparate consentido, e idóneo, de la política nacional y el medio mejor alimentado económicamente por el funcionariato tanto del Estado como de la iniciativa privada. Margarita Zavala no declinó a sus deberes políticos mediante las vías legales, sino a través de un micrófono de la familia de los Azcárraga para exhibir, como si a este emporio le hiciera falta, que en México el elemento que define a la nación acaso no sea la mexicanidad sino la mismísima televisión. Un acto de esta naturaleza confirma, una vez más, lo que todos los mexicanos saben pero temen acaso reconocer para no inquietar al intelecto patriótico: la televisión como instrumento oficial de los saberes de la ciudadanía. Por octava ocasión en la historia, seis de ellas por las dos guerras mundiales (1914, 1918, 1940, 1941, 1942 y 1943), el Premio Nobel de Literatura no se entregará este año debido al severo escándalo por acoso sexual en la Academia Sueca que ha turbado, y perturbado, a dicha institución que, en un afán de poder recuperar su agraviada credibilidad, que en estos momentos está por los suelos, decidió posponer este galardón para el siguiente año. Pues no sólo la indelicada acusación ha surgido entre sus pasillos, sino también una especie de tráfico de influencias que determinaba de antemano quién o quiénes podrían ser los ganadores de este prestigiado certamen. Ya hace diecisiete años, en su libro No logo, Naomi Klein plantea, por ejemplo, la posibilidad de acuerdos entre jueces con los escritores para pactar el Nobel, donde revela, con suma discreción, cómo Octavio Paz tenía magníficas relaciones con el entones juez encargado de nominar las ternas en el idioma español, amistad florecida gracias al trabajo diplomático del poeta mexicano que lo hacía viajar por el mundo afianzando sus crecientes y provechosas amistades en el orbe literario. Se dice que, justamente, por esa decisión del Nobel a Paz es que este poeta empezó a tener serias diferencias con Carlos Fuentes, encono que jamás repararon ni en la agonía de Octavio Paz. Así que la Academia Sueca por fin estalló en sus intestinos. Y por segunda vez (la otra fue en 1935), por causas de índole de insolvencia moral, no será entregado este preciado y ambicionado premio. Aunque no se habla mucho en torno de estos problemas, seguramente dentro de poco tiempo se dará la noticia de nuevos académicos y unas elecciones al margen de simpatías y compadrazgos. Para que se vea que hasta en los recintos del pensamiento hay también oscuridades y mezquindades. Que, por lo menos en este específico caso, no quedó en un rumor sino la negra luz fue revelada, y admitida, que eso es una, sin duda, honesta declaración de principios de una institución pública, pocas veces magnificada y dada a conocer por la propia comunidad que la solventa. Eso de reconocer que de la casi veintena de los miembros que conforman la Academia sólo trabajaba una decena, no sucede todos los días. Es como si la Cámara de Diputados en México admitiera, por fin, que casi nadie asiste a las asambleas, además de suscitarse tejemanejes inexorables e insolvencias morales dentro del palacio legislativo. Se necesitaría una insospechada capacidad de asombrosa ética laboral para difundir tal placentera vocación engañosa. De ahí la importancia, lamentablemente minimizada en los medios de comunicación en México, de la decisión de la Academia Sueca de informar, el pasado 4 de mayo, sobre su actual extravío ético. Los denominados “debates” presidenciales deberían llamarse, dadas las notorias fisuras de la inteligencia, “debacles” presidenciales. No sólo transparentarían mayor fidelidad a las rivalidades y enconos visibles entre los participantes, sino se ajustaría, el término —como encanta a los políticos y a los líderes sociales—, a un bonancible carácter de equidad de “género” al denostar el artículo masculino (el debate) por uno osadamente femenino (la debacle). El 23 de junio Canal 22 cumple su primer cuarto de siglo como la televisora cultural del Estado mexicano. Estimulante y admirable. Y estas Transgresiones —que llevan ya cinco números bimestrales, casi un año en rodar por la planicie cultural mexicana— se congratula por ello, aunque es hora de que Canal 22 aún no se entera de nuestra existencia. Riesgos de la sobrada pluralidad informativa, probablemente.


2 REVISTA INTERNACIONAL DE LITERATURA Y CULTURA VISUAL / ARGENTINA – COLOMBIA – ESPAÑA – MÉXICO-PERÚ

RANSGRESIONES

Índice

www.transgresiones.com

Director fundador Gustavo Sainz† (1940-2015)

Raúl Renán: a un año de su partida Eugenia Montalván Colón

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Erre con erre, poeta Raúl Renán Fernando de la Cruz

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Poemas y poetas Víctor Roura

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Narrativas

14

Luis García Montero, Premio Internacional López Velarde 2017 José David Cano

Arte y diseño Fernando Castillo Juárez

18

Poéticamente

26

Webmaster Yair Lira

Historia crítica del periodismo mexicano Rossi Blengio

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Directora de comercialización Rossi Blengio

No ha aparecido en realidad otro artista que me haga sombra: José Luis Cuevas Alejandro Alvarado 36 Cuevas, mi amigo Marco Antonio Campos

40

Dos décadas de la muerte de Manuel Blanco

42

Fútbol Eduardo Galeano

44

Las siete décadas de Nick Drake Lillian van den Broeck

48

El helenista Carlos García Gual en la Real Academia Española Guadalupe Flores Liera

52

“Un brujo se esconde en los espejos...” Juan José Flores Nava

56

Almanaque de las letras Rubén Martínez Cisneros

60

Sergio Pitol (1933-2018) Miguel Ángel Quemáin

66

Un renacentista en el siglo XX

72

Adjetivaciones y carcajadas

74

Manjarrez, nuevo secretario de los caricaturistas

78

La Ilustración

81

Juan Domingo Argüelles / 9 Federico Arana / 12 Armando González Torres / 24 José David Cano / 25 Felipe Sánchez Reyes / 31 Javier Gutiérrez Ruvalcaba / 39 Pablo Fernández Christlieb / 55 José de Jesús Sampedro / 58 José Sobrevilla / 71 Eduardo Villegas Guevara / 76 Vicente Francisco Torres / 77

Articulistas Artistas visuales

Alarcón Gabriela Bautista Pascual Borzelli Iglesias Luis Fernando Manjarrez Norma Patiño Melissa Roura Alejandro Zenker

Director general Víctor Roura Director editorial Alejandro Zenker

Subdirector de mercados Javier Flores Carranza Consejo editorial Federico Arana / Jorge Ayala Blanco / Alberto Chimal / Fernando de Ita / Juan Domingo Argüelles / Pablo Fernández Christlieb / Armando González Torres / Ethel Krauze / Roberto López Moreno / Eduardo Monteverde / Humberto Musacchio / Agustín Ramos / José de Jesús Sampedro/ Alberto Zuckermann Transgresiones, fundada en 2003 y renacida el 2 de octubre de 2017. Año 1, nueva época. Este número 5 fue impreso en junio de 2018 con un tiraje de 5 000 ejemplares. Es una publicación bimestral editada y distribuida por Solar, Servicios Editoriales, S. A. de C. V./Ediciones del Ermitaño, con dirección en Calle 2 número 21, San Pedro de los Pinos, Delegación Benito Juárez, C.P. 03800, Ciudad de México, teléfono 5515-1657, correo electrónico: alejandro. zenker@solareditores.com. Editor responsable: Alejandro Zenker. Reservas de derechos al uso exclusivo número 04-2018-011612060800-102, otorgado por el Instituto Nacional de Derechos de Autor. Certificado de Licitud y Contenido número 17124 otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. ISSN: en trámite. Impresa por Solar, Servicios Editoriales, S. A. de C. V. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos escritos y de las imágenes de la publicación sin previa autorización del editor responsable. No nos hacemos responsables por textos e imágenes no solicitados.


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Raúl Renán: a un año de su partida

“Nunca se tiene la mirada más cerca de la infancia que cuando se es mayor”

Eugenia Montalván Colón

Nacido en Mérida en 1928 (¿2 de marzo?, ¿2 de febrero?), Raúl Renán se hizo poeta en la Ciudad de México, donde residió la mayor parte de su vida. Célebre en Yucatán, no recibió, sin embargo, el honor que merecía en su tierra. Murió el 14 de junio de 2017.

L

a primera entrevista que le hice a Raúl Renán en 1994 develó para mí la vida de un gran personaje de la literatura mexicana, profundamente enamorado de la palabra escrita. Era el mes de septiembre, yo llevaba apenas seis años viviendo en Mérida, su tierra, y él ya llevaba un largo tiempo establecido en la Ciudad de México haciendo lo que siempre quiso: tener autonomía… producir… luchar… escribir poemas, innovar… Esa vez vino y se fue, como siempre, después de pasar unos días conversando con sus amigos, especialmente con el pintor Gabriel Ramírez, de sus más allegados. En julio de 1995 lo volví a entrevistar —también para la página cultural de Por Esto!—, y fue cuando me habló por primera ocasión de su adolescencia con cierta nostalgia, tomando café en el restaurante de su hotel. El Bachiller herido Me contó entonces cómo fue que uno de los compañeros de salón empezó a decirle “el Bachiller”: —Mi apodo data de los años cuarenta, mi época de secundaria, y surge porque desde niño me interesé por el lenguaje y su correcto uso. Siempre me gustó usar palabras diferentes o mayores en mi lenguaje cotidiano, y era aún más notable cuando hablaba con mis maestros. Me acuerdo que formaba mis parlamentos buscando palabras de poco uso en la vida cotidiana, lo que me distinguió en la primaria y culmina en la secundaria, donde el campo es más propicio para el lenguaje culterano. Raúl Renán nació en Mérida, Yucatán, en 1928; ya casi tenía 70 años cuando lo conocí, aunque no se le notaban, pues realmente tenía ese aire de “bachiller” enraizado. En los años noventa Mérida se distinguía por su gente conservadora; había menos librerías; el medio cultural en las artes visuales era vigoroso porque no se sujetaba, necesariamente, a los lineamientos del Estado; sin

​Raúl Renán. Foto de Pascual Borzelli Iglesias.​


4 embargo, en la literatura predominaba una visión corta del mundo. Estando en la preparatoria —o sea, siendo un bachiller real— Raúl Renán vivió lo que él llamó su “aparición en la letra impresa” a través de un periódico literario de la Federación Estudiantil Yucateca. No recuerdo si me contó los detalles de su contenido, el hecho es que así empezó su fascinación por escribir, corregir, diseñar, editar, publicar… Y con esa energía partió a la Ciudad de México después de haber intentado en Mérida estudiar leyes en la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY). Cuando vine a vivir a Mérida, ciertamente me sorprendió que se hiciera notar el título de bachiller en mi credencial de la UADY; ese título para mí era nuevo; o cuando menos en Durango, donde nací, no se usa, que yo sepa. Comprendo, sí, en qué consiste ese nimbo de “bachiller” que les da (o les daba) a los meridanos cierto aire de grandeza; por lo tanto… casi logro ver a Raúl Renán caminando por San Sebastián —su barrio— hecho todo un dandi, pues seguramente desde entonces —para contrarrestar la adversidad de su vida precaria— ya se distinguía por una presencia impecable. Mis conversaciones con el poeta, narrador y editor tan querido se remontan a la playa de Chelem, en alguno de sus viajes a Yucatán, y al espacio cultural Ule, en el Centro Histórico de Mérida, donde (acompañado por el poeta Fernando de la Cruz) el 25 de enero de 2012 leyó una obra inédita autobiográfica en la que por fin se libera un poco de la dolorosa infancia que vivió: “Herida a dos yoes”. 2 ´ 2 = 4 3 ´ 3 = 9 4 ´ 4 = 16 5 ´ 5 = 25 6 ´ 6 = 36 7 ´ 7 = 49 8 ´ 8 = 88 Una vara en la cabeza corrige el error 8x8x8x8x8x8x8 Las lágrimas opacan los números del cuaderno.

“La poesía es un pan que se obtiene con trabajos y penas. Nunca se está de acuerdo con lo que al final de cuentas se publica. No todo está expresado” El sol cae redondo —¿Qué le inspira el inexorable paso de los años, maestro? —le pregunté en 1994. —Se produce una gran preocupación por el tiempo. El escritor con más años tiende a regresar al origen, a buscar sus raíces. Nunca se tiene la mirada más cerca de la infancia que cuando se es mayor. La apreciación de los colores o el matiz de la luz va siendo también diferente. El amor por la vida también llega a tener un grado de perfectibilidad, y también llega una inclinación hacia explicarse mejor el fenómeno. La visión de la muerte es mucho más clara y más esperada. Eso influye mucho en la obra. —¿No concibe la muerte como algo doloroso? —No, nada. Todo está cargado de imaginación. Insisto: nada es gratuito. Uno imagina con fundamentos. Cada encuentro con Raúl Renán para mí significaba recibir de regalo un libro suyo; tengo muchos… Cito un fragmento de Pan de tribulaciones (Universidad Autónoma Metropolitana / Universidad Autónoma de Puebla, 1984): “La poesía es un pan que se obtiene con trabajos y penas. Nunca se está de acuerdo con lo que al final de cuentas se publica. No todo está expresado”. Y ahora un poema de su libro Viajero en sí mismo (UNAM, 1991): Pubis El musgo crece al pie de la estatua del amor. La estatua crece al pie del musgo del amor. Reverdece el vello de la colina y el sol cae redondo.

Fuera del terruño Raúl Renán venía a Mérida deseando que algo bueno sucediera en la literatura yucateca contemporánea, y lo dijo con las palabras exactas: “Salí a recoger divisas para este estado. Los que estamos fuera del medio local y hemos aprendido cosas, podemos venir en cualquier momento que nos hablen. Mis paisanos tienen muy mala memoria —dijo—, se olvidan de los que se van, los toman como traidores, como aquellos que abandonaron el terruño para que los demás se cuezan aquí bajo el sol; y nosotros, felices allá. Eso es absolutamente falso. El trabajo de abrirse paso en el centro del país es terriblemente fuerte. Evidentemente es más fácil quedarse en tu terruño y buscar la forma de editar o cómo te editen que llegar a un lugar donde hay miles como tú que están buscando lo mismo. Porque me da la impresión de que aquí están luchando entre sí para finalmente no lograr lo que desean hacer. Me gustaría que [en Mérida] hubiera una política editorial y cultural más organizada, y podrían aprovecharse de mi experiencia y la de [Raúl] Cáceres Carenzo, que está en el mismo caso. Sería muy benéfico. No tengan miedo”. En otra reflexión sobre el mismo tema, llegó a decirme: —La propia naturaleza del fin de siglo está precipitando la aparición de nuevos vehículos de difusión literaria para dar a conocer a los nuevos autores. Naturalmente se prepara una nueva manifestación cultural muy fuerte para el siglo XXI. En realidad, Raúl Renán no logró cuajar sus intenciones de hacer progresar al medio literario yucateco; fue tratado con respeto, sí, pero —obviamente— con el debido distanciamien-


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“Todo está cargado de imaginación. Hasta la muerte. Insisto: nada es gratuito. Uno imagina con fundamentos” to. No sirvió de nada que él viniera a decir públicamente cuánto le gustaría aportar sus conocimientos y experiencia también en el medio editorial: “Que Yucatán aproveche de mí todo lo que sé”. Y no, no sucedió. El maestro no se andaba por las ramas jamás: “Me gusta pensar en las formas editoriales tanto para revistas como para libros, esta es mi especialidad. He acompañado mi gusto artístico de una creatividad editorial o bibliográfica fuera de lo corriente porque soy muy inventivo en cuanto a las nuevas formas. Hay que atreverse a romper los cánones, pero con respeto y con aventura”. El maestro Raúl Renán siempre me habló de una de sus más queridas creaciones, la colección “Fósforos”, que consistió en la publicación de poemas en unas cajitas de cerillos, tal cual, dentro de las cuales venían los poemas en unas tarjetas acompañados de un prólogo doblado. Asimismo, el otro gran diamante en bruto en su recuento de obras publicadas siempre fue Los otros libros (Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial, 2009 [tercera edición]), que es —en sus palabras—todo el historial de las editoriales independientes, donde documenta la aparición, en 1976, de una editorial que él fundo con el maravilloso nombre de “La Máquina Eléctrica”. Ese libro que guardo autografiado recoge el panorama editorial independiente de 1976 a 1986 e incluye, retomando la voz del maestro, “el despunte y el clímax” de la labor editorial que, como nos consta a todos, crece a duras penas en el país pero de forma constante, como si siguiera una línea… Porque ya lo dijo el poeta: Una línea nunca cesa de ser línea, acontece siempre (Educación de la línea publicado por Versodestierro, 2007).

Foto de Pascual Borzelli Iglesias.


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Erre con erre, poeta Raúl Renán

Ciertamente, un renovador del lenguaje Fernando de la Cruz

El autor de este ensayo, poeta yucateco nacido en Monterrey, Nuevo León, es fundador de la Escuela de Creación Literaria del Centro Estatal de Bellas Artes, en Mérida. Fue muy cercano a Raúl Renán.

No soy dado a usar superlativos. El maestrísimo tampoco lo fue pero, al aprender los hechos más insólitos de sus inicios, de su infancia, de los porqués de su doble erre y su doble cumpleaños, de su vida sorprendente, nos dejan boquiabiertos y nos hacen quererlo y admirarlo más aún. Por ejemplo, saber que su primera lengua fue la maya y que, a pesar de haber sido un niño muy güerito, su madre era maya, y que ella lo inscribió en el registro civil tan sólo como un farragoso requisito para poder matricularlo en la escuela, y que fue a petición del director que el barbero le compró su primer par de zapatos, y que dicho barbero se volvió su tutor, y que éste le pedía que le leyera en voz alta pasajes de la Biblia a aquel Raúl lector de nueve años, y que le compró un diccionario para llenar sus crucigramas. Seguramente entre su hija menor y la mayor y la de en medio habrá alguna discrepancia en los pormenores de su biografía, pero entre erre y erre la poesía asoma. La Biblia y el diccionario Conocí estos detalles de su infancia, en una o dos versiones, durante los eventos promovidos por el Patronato ProHistoria Peninsular, con motivo de la develación de la placa con su nombre en su antigua primaria, la escuela Manuel Cepeda Peraza, un imponente edificio presumiblemente porfiriano en el anti-

guo barrio de San Sebastián, en Mérida. Ximena Renán, residente de la Ciudad Blanca y de muchos colores más, leyó una emotiva biografía intimista que yo acompañé con lecturas de poemas y minificciones de Raúl. Luego, en privado, su consuegro Wachy Bates relató otros pasajes anecdóticos, como el de la Biblia y el diccionario. Durante el evento de develación de placa, luego de cederles la palabra a Ximena y al actual director de la primaria, ya fuera del programa, la directora de ProHispen me pidió que leyera algunos textos de Raúl ante el público consistente en una docena de niños más algunos padres, periodistas, amigos y familia. Mi mensaje para los alumnos fue el de cómo un niño de los más pobres del rumbo, que conoció la escuela sin zapatos, llegó a ser un escritor tan leído y tan querido; les mostré la foto de Raúl que venía en la portada del cuadernillo que se repartió —el mismo que publicó la Feria Internacional de la Lectura Yucatán en 2013, cuando le fue dedicada

a Raúl Renán—, y procedí a hablarles de lo simpática que es la lectura de Don Quijote y de la metáfora de digerir una lectura, antes de compartir con ellos “De cómo una vaca pinta ocupa la cátedra de literatura en la universidad”. Desde tiempo atrás yo ya conocía el misterio de los dos cumpleaños de Raúl Renán. Ximena me había contado que a Raúl lo festejaron siempre los días 2 de febrero pero que, luego de mucho trámite, ella y sus hermanas finalmente habían dado con su acta de nacimiento que fijaba la fecha el 2 de marzo. La Candelaria parece ser la fecha en la que tradicionalmente se les festeja a aquellos de quienes se ignora la fecha de su nacimiento. Raúl nunca me platicó de su amistad con García Márquez ni con Álvaro Mutis ni con otras celebridades literarias con quienes trabajó en una agencia de publicidad. Si le hubiera preguntado, tal vez me habría llenado de anécdotas fascinantes, pero nuestras conversaciones nunca tomaron ese rumbo. Más

“Más que ostentar ese tipo de cosas (su amistad con García Márquez o Álvaro Mutis), a Raúl le interesaba actualizarse sobre sus amigos yucatecos”


7 que ostentar ese tipo de cosas, a Raúl le interesaba actualizarse sobre sus amigos yucatecos. Me preguntaba cómo estaban Lope Ávila o Jonathan Harrington —a quien una vez visitamos juntos en su hacienda del siglo XVIII, San Antonio Xpakay, en el Yucatán rural—, o si había visto a Feliciano Sánchez Chan y que, por favor, consultara con él si determinada palabra maya era correcta, o sobre qué pensaba de éste u otro título para su libro inédito. Una vez me platicó que había sido amigo de mi tío abuelo, un poeta establecido en el medio local en los años cuarenta. Genio incomprendido, el tío Ernesto pasaba algunas temporadas en el hospital psiquiátrico —hoy Centro Estatal de Bellas Artes, curiosamente— y, tras ser dado de alta, lo reasignaban en su cargo como director de la biblioteca Manuel Cepeda Peraza, hoy centenaria. “Voz agria, dolorosa” (según apunta Roldán Peniche Barrera, otro gran amigo de Raúl Renán), Albertos Tenorio ya tendría sus cincuenta años cuando el Raúl de dieciocho lo visitaba en el psiquiátrico; incluso una vez me mostró desde los barrotes de qué ventana conversaba con él, donde ahora es un salón de danza, del lado del actual estacionamiento de maestros. Me dijo que del tío Ernesto —así lo llama mi madre— aprendió a tratar bien a los jóvenes escritores que se le acercaran en busca de consejo y amistad. Más de un lector estará de acuerdo en que Raúl vivió a cabalidad esta enseñanza. Entre los poemas de Ernesto Albertos Tenorio, un soneto destaca por el filo de su lápiz, dedicado con nombre y apellido al fundador de la Revista de Yucatán (hoy Diario de Yucatán, entonces reaccionario, hoy moderado), que concluye con el terceto: “Y presumiendo de moralista / cada mañana con tu revista / desmoralizas a tu lector”. Las Voces Verdes Ya a los dieciocho, Raúl buscó proximidad con la poesía; pero su primer poemario lo publicó a los casi cincuenta, otra gran lección que aprenderle al maestro. Había publicado antes, ciertamente. En los años cincuenta formó parte del grupo Voces Verdes, en Mérida, en torno a la revista del mismo nombre. Y, en esa misma década, entiendo que, tras haberse graduado en la preparatoria de la Universidad del Su-

“Ya a los dieciocho, Raúl buscó proximidad con la poesía; pero su primer poemario lo publicó a los casi cincuenta, otra gran lección que aprenderle al maestro” reste —posteriormente Universidad de Yucatán, que hoy se anuncia como autónoma— se unió a la caravana de un grupo de teatro que emprendía el largo viaje por mar y tierra a la Ciudad de México. Una vez publicadas sus Lámparas oscuras (1976) y Catulinarias y sáficas (1979), no dejó de publicar año tras año, y Ximena relata cómo se pasó la infancia entre tertulias literarias y presentaciones de libro tras libro. Aún hoy queda cantidad de material inédito de Raúl (valga el yucatequismo), a resguardo de Ximena, Teresa y Constanza, supongo que para el editor que le entre en serio. A veces un tanto ingenuo como yo, Raúl me pidió que le escribiera un texto y que lo leyera durante la inauguración de la FILEY 2013. Lo escribí gustoso. Por supuesto, el protocolo no estaba bajo su control, y la organización no estaba dispuesta a darle el micrófono a un poeta no oficial que no fuera el propio Raúl en una ceremonia que contaba con la presencia de las máximas autoridades civiles, militares, académicas y quizás hasta religiosas. Fue un deleite ver, desde el público, cómo apapachaban a Raúl, a pesar de los veinte minutos que duró la lectura del documento que algún poetifuncionario le había preparado al entonces rector de la UADY, consistente en una retahíla de citas inconexas sobre la lectura, sin reflexión ni análisis (qué más puede esperarse de un veterinario). Luego fue insufrible —sobre todo para Ximena— ver cómo el gobernador llevaba a Raúl de un lado a otro durante horas sin concederle siquiera un descanso para comer, considerando que el homenajeado ya tenía ochenta y cinco años, aunque muy bien vividos. Lo importante es que fue apapachado. Además, el gobierno del estado de Yucatán publicó dos volúmenes de su poesía completa, además de darle su nombre al premio nacional de poesía experimental, al que convoca cada número indefinido de años.

No diré que Raúl haya sido el mejor ni el mayor ni el más esto ni lo otro porque Raúl no tiene punto de comparación. En su obra lírica y narrativa, abundante en juego verbal y con enorme carga emotiva y sentido lúdico, Raúl es Raúl. Mi propia obra y la de algunos que conozco se encuentra salpicada de su maravillosa influencia. Es el poeta de la erre con erre y de los dos cumpleaños, que nos deja una vasta y variada obra poética y narrativa. Experimentación formal Cierro, pues, este homenaje con el texto que escribí a petición suya, cuyo título reciclé para el presente artículo: Tener de amigo a Raúl Renán es verse a sí como un Tarzán en el abecedario. O todo lo contrario. Mato mi pavo. Para los neosonetos, el maestro. Pero mejor no trato de imitarlo sino, simplemente, lo disfruto. Con sus experimentos formales, Raúl Renán es ciertamente un renovador del lenguaje. En esta era posmoderna o post lo que sea, en que ha perdido validez universal cualquier definición o antidefinición de la fascinante construcción social que damos en llamar “poesía”, entre la amplísima gama de formas experimentales que, desde los concretistas, han prescindido de las figuras retóricas, del verso, de la palabra,


8 Foto de Alejandro Zenker.

de la sílaba, incluso de la grafía y del fonema como atributos esenciales de la poesía, Raúl Renán ha mantenido sus búsquedas formales dentro del lenguaje y, pese a la aparente paradoja, también dentro de la tradición clásica, la cual conoce muy bien (quizá más por diablo que por viejo). De ahí que, además de los deliciosos experimentos por los que muchos lectores lo conocen y celebran, también le disfrutamos poemas que nos acercan a esos clásicos como si fueran nuestros contemporáneos. Pero tampoco se queda en esa erudición: igual está el Raúl íntimo que recorre las realidades de amor, temor o júbilo que carga dentro de la piel y que hace nuestras, entrañables, en sus obras líricas. Vemos que no sólo desde el lenguaje es que escribe Raúl Renán; también aborda el poema desde la vida, como aconseja Rilke y, siguiendo a Frost, desde la emoción. El poeta se reinventa sin dejar de ser el mismo Raúl Renán con su voz cautivadora que nos lleva de la mano de la metapoesía a la metafísica, del ser al goce, de lo lúdico a lo contemplativo, de la prosa al caligrama y viceversa, con el encanto de su estilo y la tersura de sus líneas. Hace diez años presenté en Mérida su libro Parentescos. Fue mi primer encuentro con su poesía. Desde entonces Raúl Renán ha ejercido una influencia invaluable en mis propias búsquedas estéticas. De él aprendí que la aptitud es valiosa pero que la actitud también se agradece. Y adquirí sentido lúdico: si me divierto yo con las palabras, probablemente mi lector también lo hará. Es claro que mi Aliteletras / De la A a la que quieras tiene mucho de homenaje a la maravillosa Gramática fantástica de Raúl Renán, ya clásica. La poesía, en cualesquiera de sus infinitas formas y más allá del tema, tono, etcétera, está para gozarse. Hay mucho Raúl Renán para gozar. La FILEY es un buen comienzo y, para los iniciados lectores raulrenanianos, también es una estupenda oportunidad para recorrer los stands, pequeños y grandes de las editoriales locales y foráneas, que ponen a su alcance a nuestro querido poeta de la erre con erre, de los dos cumpleaños y de infinitos renacimientos y redescubrimientos: Raúl Renán.


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Hablar y escribir con las patas

Pensándolo bien...

Juan Domingo Argüelles Ha comenzado a circular mi libro Las malas lenguas (Océano, 2018), que tiene por subtítulo “Barbarismos, desbarres, palabros, redundancias, sinsentidos y demás barrabasadas”. Es continuación de Pelos en la lengua: Disparatorio esencial de la Real Academia Española (Ediciones del Ermitaño, 2013) y El libro de los disparates: 500 barbarismos y desbarres que decimos y escribimos en español (Ediciones B, 2016). Deseo que estos libros sean mi contribución al análisis de las mil y una tonterías que infestan el habla y la escritura de nuestro idioma. Aunque ya no deberíamos mostrar asombro, es asombrosa la cantidad de cosas que decimos y escribimos con las patas, esto es con patanería: sin saber realmente el significado de las palabras y sin importarnos en absoluto si llenamos el idioma de porquería. En su Diccionario de uso del español, María Moliner consigna y define la expresión “mala lengua”. Explica que “se dice de la lengua de la persona maldiciente y se aplica como expresión calificativa a esa persona”. También dice que “malas lenguas” se refiere a “la gente maldiciente o murmuradora”. Ejemplo: Según las malas lenguas o dicen las malas lenguas que... En nuestro libro escuchamos y volteamos a ver otro tipo de malas lenguas: a la gente que habla y escribe mal, desatinada y redundantemente, con barbarismos, desbarres, dislates, palabros, redundancias, sinsentidos y demás barrabasadas. En realidad, todos cabemos en este costal, pero algunos podemos y queremos salir de él, mientras que otros están ahí con despreocupación y hasta con necia arrogancia. Para los que quieren limpiar su lengua es este libro. En el ancho mundo de las malas lenguas, o de lo que dicen las malas len-

guas, algunos casos son tan absurdos que podría decirse, en un sentido figurado, que hay quienes hablan con faltas de ortografía: “Venistes”, “dejastes”, “comistes”, etcétera, pero hay errores menos evidentes que suelen cometer (incluso con la seguridad que da el prestigio profesional) personas ilustradas o al menos con formación académica que escriben como hablan: “Afiguraba”, “agarofobia”, “desfenestrar”, “disgresión”, “financía”, “juridicción”, “pederastía”, “resilencia” y miles de desbarres, disparates, vicios redundantes, pleonasmos ridículos y otras malas hierbas en el jardín de la lengua. Son abundantes y reveladores los casos de la poca importancia que se le da al idioma incluso en los escritos de personas que se dedican, justamente, al ejercicio profesional de la comunicación. Articulistas hay de indudable formación académica que escriben y publican cosas como “esporádica asiduidad”. ¿Puede ser “esporádica” (es decir, ocasional) la “asiduidad” (frecuencia, puntualidad o aplicación constante a algo)? Y, sin embargo, lo dicen, lo escriben y lo publican profesionales de la comunicación. Esto demuestra que todos podemos embarrar la lengua. Sumémosle a esto el desacertado uso de los desdoblamientos, las duplicaciones y los sinsentidos del denominado lenguaje “no sexista”, “incluyente” o “con perspectiva de género”, donde la fórmula “las/los” y la entremetida arroba (@), que no forma parte del abecedario español, hacen de las suyas, con el agravante de confundir “género” con “sexo”. ¡En español las palabras tienen “género” (masculino o femenino), y las personas, “sexo” (varón o mujer)!, pero hoy hasta en el gobierno existen manuales de uso de este recurso idiomático disparatado.

Cabe decir que en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (Querétaro, 31 de enero de 1917) se advierte, desde la primera línea, que esta ley rige para “todo individuo”. Luego de diversas reformas, en la redacción se afirma que ampara a “todas las personas”, pero en años recientes “las legisladoras y los legisladores” de la “Cámara de Diputados y Diputadas” y la “Cámara de Senadores y Senadoras” metieron en la máxima ley mexicana el siguiente despropósito: “Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social”, etcétera. ¡Pero no; no es el “género”: es el “sexo”! Pero, además (otro pero y otro además), la Real Academia Española (RAE) y sus hermanas o hermanastras de Hispanoamérica, Estados Unidos y Filipinas no ayudan mucho que digamos. Si el diccionario de la RAE, el famoso DRAE, ya tiene entradas para “almóndiga”, “almondiguilla”, “armatroste”, “amigovio”, “cagaprisas” y “papichulo”, entre otras lindezas de sumo trascendentales, parece que ya no hay impedimento para que una de las aportaciones de la Academia Mexicana de la Lengua al mamotreto de la RAE sea el rnexicanísimo mexicanismo “gamborimbo”. ¿Por qué no? Después de todo, cualquier cosa se puede echar en un bote de basura. En Las malas lenguas hago mías unas palabras de Émile Zola: “Solicito el perdón de las personas inteligentes que, para ver claro, no necesitan que les enciendan un farol en pleno día”. Pero, pensándolo bien... es obvio que, de vez en cuando, las personas inteligentes también se duermen en sus laureles y, quizá por excesiva confianza más que por ignorancia, meten la pata. Nadie esta exento de hablar y escribir con patanería.


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Poemas y poetas

La sirena está con la boca lista… Víctor Roura

Una mirada breve sobre ciertos poemas y poetas sólo para enaltecer a la poesía. No son todos los que están ni son todos los que son, obviamente. El pretexto es la lectura poética.

Foto de Alejandro Zenker.

Es la araña “Después de escribir lo que ni siquiera sabías”, dice David Huerta (Ciudad de México, 1949), “te llevaste las manos a la cara. ¿Cómo pudiste / hacer eso: poner sobre el papel / sobrios signos, caligrafías de medida exacta, / escrituras de firme pulso —sin saber lo que sucedía, / lo que te sucedía, lo que tu voluntad extraña armaba / sobre la superficie del cuaderno? / Sonríes y separas las manos de la cara: / manchas de tinta aparecen sobre tus mejillas, / letras de trazos irregulares / que nada significan. Pero no lo sabrás. / Luego caminarás por el departamento / y te habrá de llamar el espejo del baño. Frente a éste / verás el texto de tu cara / en esa otra página: el espejo”. ¿Qué es la poesía? Eso: escribir lo que ni siquiera se sabía. O como apuntara Alberto Blanco (Ciudad de México, 1951) en “El hilo de Ariadna”: —¿Qué es un verso? —Es una secreción orgánica, como el hilo en la tela de una araña. —¿Qué es un poema? —Es una organización especial del lenguaje: la tela de la araña. —¿Y qué es la poesía? —Es la araña. La poesía, acaso, es eso de lo que se tiene certeza, como lo hace, a veces como en un laboratorio de experimentación, Myriam Moscona (Ciudad de México, 1955): Toco las grietas de tu cuerpo en el jardín violáceo de la nieve. La luz se esparce entre mis manos. María puede conducirme. Entre el piolet en las primeras sangres de la nieve. En ningún lugar, amada, llegará a haber mundo sino adentro.


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“Toco las grietas de tu cuerpo / en el jardín violáceo de la nieve” No sé si estábamos en una gruta Y la veracruzana Silvia Tomasa Rivera (1955) cómo dice las cosas, con qué delicadeza —la figura acaso perfectamente coincidente que posee, sólo que, señera, en el discurso narrativo, Malú Huacuja del Toro (Ciudad de México, 1961)—, con qué sucinta belleza, con qué desparpajo (me parece que fue, en su momento, la versión femenina del descarado jalisciense Ricardo Castillo): Estamos pasando la noche a 2 300 m sobre el nivel del mar. Y ustedes, ¿no extrañan las gaviotas? ¿Qué extrañan, la selva, un río, la carretera? ¿Por qué están tranquilos como si hubieran nacido ayer? ¿Y cómo contar lo doloroso si no con versos que cimbran en lo más hondo del cuerpo? Kyra Galván (Ciudad de México, 1956) escribió Artificio del duelo (Ediciones del Ermitaño / El Juglar, 2013) para constatar el amor hacia su madre perdida pero también para sacudirse el peso de los pesares: Entre lo grotesco y lo amoroso te busco apenas en una relación fracasada desde el comienzo. Miro tus intimidades con turbación, con asco y con reverencia arcaica. Ahora eres mi niña y tu cuidado agobia el movimiento alado de mis manos. Tu aliento fatigoso al andar me consume y antepongo una barrera tras otra para no dejar pasar lo correoso, para no entregarle las riendas a la muerte, que demora en llegar. El olor de los desechos humanos, ostentoso, se parodia en mi nariz, me provoca náusea, pero también me alienta a expiar los pecados que aún no cometí. Sin embargo, nadie como la mujer para los arrebatos de la pasión. Dice Ethel Krauze (Ciudad de México, 1954): No sé si estábamos en una gruta o yo era la gruta. Me penetraste una y otra vez como quien rema en un espacio sin sombra y sin límites. Te penetré una y otra vez como quien entra en un espacio de olas y de luces. Raspa con las uñas la pared El poeta es el que nos descubre las definiciones cuando no tenemos las piezas para armarlas nosotros. El potosino Margarito Cuéllar (re-

giomontano por adopción, 1956) halla las palabras correctas: El soltero es la máscara de todo el egoísmo resistencia a la cárcel del minuto medalla de oro en amores de un rato. Una muchacha los espera en cada hotel y no falta quien se quite la vida contra su indiferencia. Víctor Manuel Mendiola (Ciudad de México, 1954) es certero en sus líneas: Viajé toda la noche en la velocidad inmóvil de tu coche. Probablemente sea Víctor Manuel Mendiola el poeta contemporáneo que más poemas tenga memorizados en su cabeza (ajenos y suyos). Los suelta como si fueran días feriados. Su “Telescopio” dice así: “En el doble cristal / de mis anteojos / me concentré / en el pequeño / país sinuoso / de tus dos pies”. O José María Espinasa (Ciudad de México, 1957), poeta de exactitudes milimétricas, de arrebatos desairados: Raspa con las uñas la pared, araña en el aire una ausencia. En los dedos quedan huellas de su gesto inútil en el muro, cicatrices en la piel son testimonio de una ausencia más cruel y de un silencio que se vuelve distancia. Y realizan proezas, los poetas. Como la efectuada por Dionicio Morales (Tabasco, 1943) en su libro Tres poemas (Ediciones del Ermitaño / Fundación Anjor, 2012), en el cual, en su tercer capítulo (“El último canto del cisne”), escribe veinte versos sin utilizar la letra “y” ni la palabra “que”: “La nada es ahora la línea divisoria entre los dos alientos vencidos. En el espacio airea el abandonado bamboleo frío de los cuerpos deshabitados, inmersos en la opacidad de la noche eterna soterrada por la carnalidad del amanecer detenido en la marea negra del quebranto. Se ramifican sus desnudeces por sobre los entresijos del velado aroma rancio de la sensualidad, prostituida en el manoseo ciego de los fantasmas descalabrados con la turbia alegoría de los últimos pedazos de vida”. ¿Dó vas, Blas? Incansables, que no dejan jamás de escribir, los verdaderos poetas. ¿Cuántos años picó la piedra poética, por ejemplo, don Raúl Renán (Mérida, Yucatán, 1928-2017), lo mismo tradicional que experimentalista? Dos sonetos exhiben su arduo trabajo: ¡Alerta! Los círculos infernales provienen de alguna simple piedra


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“Ahora eres mi niña / y tu cuidado agobia el movimiento alado de mis manos” que arrojó tu imprevisión —la hiedra por testigo— al agua. Los invernales aluviones te sitian, eternales acosantes. Perseguida octaedra gozas de ocho fugas, igual que Fedra al socavar los túneles versales. Salta las ondas cortantes, vaivén voluto. Aférrate al lacustre andén donde zarpara, silbante vapor, la travesía. ¡Capitán Azor, la sirena está con la boca lista y las ondas no te pierden de vista! Y uno más, bisilábico y heterodoxo: ¿Dó vas, Blas, dó? No das más, no. Res sos vos. ¿Ves? Res sos. Pero también nos cuentan los amores inusuales, los que no pueden ser explicados a cabalidad, los que matan a la humanidad lentamente, como canta Eduardo Villegas Guevara (Palmillas, Tamaulipas, 1962) con plenitud a su adorada Gatatumba: La sabana tomó el papel de nube. La flor preguntó por su esencia y le contestó el manantial de luz. Una cascada inundó su mente y por la comisura de sus labios escurrió una parvada de gaviotas. Los relámpagos no siempre anuncian desgracias. Esta noche, bajo nubes de ansiedad, escribiremos una misiva al cielo para que la lluvia calme nuestros sentidos. Nadie molestará tu epidermis de arco iris aunque los nubarrones vengan con la oscuridad de siempre. Será una lluvia lejana, de esas que acrecientan la nostalgia, pero tus valles aprovecharán las caricias del arroyo y tus trigales germinarán un poco más tarde.

Caso Krauze

Proyecciones psíquicas Federico Arana

A

pesar de mi amplia experiencia e irritante trato con ese hatajo de tartufientos enrolados en la izquierda McDonalds, el riusismo y el martajarnequerismo, me quedé patidifuso al leer “¿López Obrador liberal?”, artículo publicado en El País por Enrique Krauze (17-II-18), ejemplo inmejorable de cuanto los estudiosos de la mente llaman proyección psíquica. Empezaré por decir que escandalizarse ante la anexión electoral del impresentable partido Encuentro Social parecería normal, mas no para un hombre enchapopotado por la ignominia intelectual de asociarse con Televisa, empresa que no sólo es un peligro para México sino que por la desinformación y estupidización de los “jodidos” (el Tigre dixit) ha causado al país daños irrevocables. Por otra parte, señalar con índice flamígero a conservadores e intolerantes también puede estar bien, excepto cuando te has pasado la vida enchufado a las prebendas oficiales y suscrito a la doctrina del admírame y no me toques. Pregunten a cualquier escritor o periodista ajeno a su cercado grupo qué tienen de Libres las Letras de don Enrique y responderán que lo mismo que la República de Honecker tenía de Democrática. Para no extenderme demasiado pondré otra muestra de las martingalas firmadas por don Enrique: “¿Puede ser liberal un político que denigra y amenaza a la Suprema Corte de Justicia…?” Pues sí, señor, por lo que se desprende de tus críticas al chavismo, convendrás en que los opositores del dictador Maduro no pueden ser tachados de conservadores por mandar al diablo sus instituciones: el Consejo Nacional Electoral, la Asamblea Nacional Constituyente y al Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela.


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Como si tu sangre fuera mía Foto de Norma Patiño.

... es como si una parte de mí se quedara atrapada en ti y como si tu sangre fuera mía, brotando de una vena que nos perteneciera a ambos. Jerzy Kosinski


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Narrativas Maricarmen Elizalde (Ciudad de México, 1972) nos sumerge en un mundo enteramente femenino de difícil entramado donde la perversión es incomprensiblemente aceptada por el enamoramiento capaz de romper cualquier aparente encadenamiento. Por su parte, el poeta Roberto López Moreno (Chiapas, 1942), autor de Yo se lo dije al presidente, nos entrega un relato de misterio cuya consecuencia es hilarantemente inesperada logrando fusionar a la perfección el complejo arte del buen humor con la brillante narración. Y Manjarrez (Ciudad de México, 1968), el connotado muralista del rock, nos autoriza la reproducción de uno de sus cuentos de delicado delirio incluido en su libro Amor a quemarropa que contiene, también, varios dibujos suyos eróticos.

La saliva de Rubén

Maricarmen Elizalde

L

a saliva de Rubén era tan amarga que cuando lo besaba me hacía llorar. Toda mi adolescencia viví enamorada de él. Rubén amaba jugar con ese sentimiento asqueroso que llaman amor. Diario teníamos cita con él y mientras nos sermoneaba, yo no podía dejar de mirar sus ojos: eran negros, y se volvían inhumanos cuando hablaba de los sentimientos. Yo estaba enojada con mi madre y con el mundo, de manera que decidí napoleónicamente cortarme el cabello. Quería ser niño para poder treparme a los árboles y jugar hasta la medianoche con la pandilla de la calle. Me corté las hermosas trenzas, hice que la abuela me comprara unos pantalones de mezclilla y me presenté desafiante con mi madre. Después de que casi me arrancara las orejas y de arrojarme el libro de autoayuda que leía devotamente, me encerró. El único que la desafió fue Rubén, quien, como buen poeta, tenía el don de palabra. La convenció de que lo dejara verme, así que entró a mi cuarto. Yo estaba redactando la famosa carta de despedida: había decidido irme de mi casa, y

lo único que encontrarían de mí serían las trenzas; las demás pertenencias las destruiría. Siempre fui radical y absurda por naturaleza. Rubén entró y le enseñé mi carta. Luego de criticar mi nefanda escritura y mi pésima sintaxis, me dijo que me veía hermosísima de cabello corto, que de cabello largo me veía horrorosa y estúpida. Se acercó a mí y me besó, y fue como sucedió lo que yo siempre había querido: poseer un beso de mi héroe, y mientras saboreaba ese beso profundamente, los ojos se me llenaron de lágrimas. Todos los fines de semana me formaba con los niños de la pandilla en la tienda, Rubén nos compraba dulces. Cuando nos los entregaba, a la vez nos daba un beso. Cada sábado esperaba ser besada por Rubén, pero en cuanto llegaba mi turno el beso me lo daba en la frente. A diferencia de todos los demás, yo sí quería un beso. Pero todos, menos yo, habían probado ya la saliva de Rubén. Yo siempre imaginé que todos lloraban del placer de ser besados por nuestro gurú, nuestro William Blake, nuestro poeta azteca,

y fue justo cuando me besó que me di cuenta de que el posible llanto no era de placer sino por lo amargo de su saliva. Si hubiera sabido que Rubén lo que quería era que yo fuera niño para poder besarme, me hubiese ahorrado los insomnios y la ópera de “la canción de los niños muertos” que utilizaba para despertar todos los días a las buenas conciencias de mi familia y comunicarles que estaba triste, lo cual nunca sucedió. Mi familia estaba empeñada en decir que la tristeza, el dolor y las lágrimas eran cuestión de débiles mentales, así que a diario, al hacer acto de presencia en la cocina, me llenaban de vitaminas mi cereal. Los rígidos no entienden el amor. Mi locura se llamaba Rubén. Como no quería comer, y mis mejillas rojas desaparecían con los días, mi abuela, asustada, me llevó con su mejor amigo, un hombre ciego que curaba todo con unas hojas de eucalipto. Aún recuerdo su nombre: don Juan. Había llegado una noche sin Luna. Venía huyendo del desierto, de las fronteras y del silencio. Don Juan se volvió el médico oficial del barrio. Nunca descansaba: había


15 filas y filas de personas esperando ser curadas. El ciego tenía que frotar las milagrosas hierbas por todo el cuerpo de las mujeres y de las niñas. Después de la consulta me enfermé más. No podía creer que mi madre y mi abuela fueran más ciegas que el propio don Juan y que hubieran permitido que ese hombre con olor a amoniaco me tocara y, todavía, le tuvieran que pagar y besar la mano santa. En el fondo siempre entendí a mi madre y a mi abuela buscando, todo el tiempo, hombres iluminados: mi madre nunca pudo ver a los ojos a mi padre y la abuela había perdido a su marido. Cuando finalmente se enteraron de que don Juan había embarazado a varias de las adolescentes que acudían a su consulta, mi abuela se volvió curandera y mi madre una devota de las iglesias y de los libros de superación personal. Después de que Rubén me besó, inmediatamente recobré el color canela y rojo de mi cuerpo. Mi poeta me rogó que le ayudara, pues quería dejar de hacer llorar a la gente. Al despedirse con otro largo beso, quedó de pasar por mí al colegio todos los días. En una ocasión, un día que llovía despiadadamente, se había demorado unos segundos, Foto de Alejandro Zenker.

y como las tormentas me asustaban mucho me desvanecí por un instante. Lo único que recuerdo fue lo bien que me sentí al despertar en los brazos de Rubén cargándome bajo el torrencial aguacero. La fiebre, motivada por alguna turbia situación, duró días, y como a mí no me importaban los príncipes y los cuentos de hadas me aburrían, yo quería a Rubén, aunque fuera viejo y alcohólico, estaba acostumbrada a su maravillosa doble personalidad. Él podía cargarme y curarme, permanecer días conmigo, como un lacayo celoso de su trabajo, pero también podía olvidarme por días, e irse de la mano con los chicos de la pandilla. Como niña enamorada quería lo mejor para Rubén. “Te haré un pastel y te quitaré el sabor a viejo, ese odio y ese sarcasmo que traes contigo”, yo me decía, pero no funcionó. Unos días después estaba segura de que le quitaría la saliva amarga con la bebida de Dios. Le robé una copita de mezcal a mi abuela, ella dejaba la botella en su altar de santos, y todas las noches, mientras cenábamos, nos decía que quien tocara el licor del Señor estaría maldito para siempre. La única autorizada a beber de la botella era ella y Dios. Yo siempre pensé que la botella de la abuela era mágica, veía

llegar a las vecinas, llorando con ella, y mi abuela salía de la cocina diciéndoles: “Esperen, traeré la bebida del Señor y todo pasará”. Y, efectivamente, aún no terminaba yo de estudiar y las amigas de mi abuela reían y bailaban. Más tarde Rubén y yo nos alcoholizamos. Rubén tenía veintiséis años y yo era una niña gordita de doce años, de cabello alborotado, de ropa estrafalaria y de mejillas más rojas que las manzanas. Al siguiente día busqué a Rubén. Por primera vez estaba solo, me miró y dijo: “María, tu ayuda es inútil; mi saliva es aun más amarga, así que he decidido irme, partir, vagar por el mundo, envenenar y hacer llorar a todos los estúpidos que, como tú, se enamoran”. Y, en lugar de decir adiós, se volvió duro y frío. Antes de desaparecer para siempre, me dijo: “Cuando te enamores o te engañes queriendo creer que estás enamorada, primero tienes que besar, y si la saliva es amarga, será mejor que te largues de ahí”, y mientras literalmente me sacaba de su casa, antes de cerrar su puerta para siempre, nuevamente me besó en la frente diciéndome: “Recuerda, María, que no sólo somos alma sino también cuerpo”.


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Senositis

Roberto López Moreno

S

uena el teléfono. Por el auricular se escucha la voz de la Güera Ivette matizada con un cierto tono de preocupación. —Flor —dice la voz, le está hablando a su amiga Flor Méndez—. Me siento bastante preocupada por algo que me está pasando desde hace algunos días y a lo que no encuentro explicación. Flor Méndez, siempre dispuesta a ayudar, siempre tan solidaria, le pregunta qué le sucede. La Güera Ivette no puede más y suelta un torrente imparable que llena y rebalsa la oreja de su escucha. —Es algo en lo que se mezcla el sueño y la realidad —explica con tono de alma embrollada en asunto incomprensible—. Me está sucediendo una y otra vez, y quisiera entender el significado, ¿es un mensaje?, ¿una premonición?, ¿qué tipo de amenaza del destino?, ¿o alguna oferta de ese mismo destino?, ¿qué está pasando?, ¿qué es lo que tengo que entender después de todo esto? —A ver, con calma. Explícame qué te está sucediendo —responde Flor, quien siempre está interesada en resolver los problemas de sus amigos. La Güera Ivette le relata que ya van varias semanas en que al salir de su trabajo siente que la persigue una sombra mientras ella cruza un bosquecito que se encuentra en la colonia Álamos. Es un lugar al que a esa hora de la aún temprana noche tiene que cruzar forzosamente para acceder al sitio en donde deja el coche estacionado. —¿Qué ha sucedido: alguna frase inoportuna, alguna insinuación? —Nada, solamente la sensación de que la sombra de un hombre se escurre entre las sombras de los árboles y cada vez la siento más cerca, más cerca, pero cuando volteo la sombra desaparece.

—¿Y dices que está sucediendo frecuentemente? —Todos los días. —¿No has puesto alguna denuncia en la delegación? —¡Para qué! Ya sabes que el ciudadano siempre está solo, abandonado a su suerte; además, correría el riesgo de que nada más se burlaran de mí y hasta me señalaran como “la loca de la Álamos”, porque seguro que eso sucedería. —Sí, amiga, eso sucedería. —Pero esa es la primera parte de la historia —continúa la Güera Ivette imparable. —A ver, sigue contando —le responde la Méndez ya con mayor interés en el caso. —Cuando llega la hora de acostarme entro a la otra etapa que me tiene aterrada. —¿…? —Empiezo a soñar y en el sueño vuelvo a cruzar el mismo parque y me vuelve a perseguir la misma sombra, pero aquí sí me alcanza… Flor Méndez, ahora sí, se siente más atraída por el relato. —¿Y qué sucede entonces? —Me introduce la mano en el vestido, me alcanza los senos y se queda con ellos entre las palmas. —¿Y gritas por el dolor, por ser la víctima de tan atroz acto? —Para nada, no siento ningún dolor. Sólo veo cómo el hombre toma mis senos y los lanza sobre los troncos de los árboles. —Dime: ¿qué pasa en ese momento? —pregunta Flor ya en estado de exaltación. —Nada, que mis senos se estrellan contra los árboles y se hacen varios; los recoge y los vuelve a lanzar y se multiplican más y se riegan por el pasto, y algunos se quedan colgados en las ra-

mas como si fueran hojas de los árboles. Entonces despierto asustada, sudando por la impresión. Y eso se repite cada noche. Te lo quería contar y pedirte tu opinión. Flor Méndez posee un instinto natural de investigadora y de inmediato se interesa en el caso. Propone un plan a la asustada Güera Ivette. —Amiga, mañana repórtate enferma, no vayas a la oficina. Yo voy a ir al parque de la Álamos, a la misma hora, y voy a cruzar el arbolado y te juro que algo he de sacar de este misterio que ayude a aliviar tus angustias. Pasan las horas. Flor Méndez ya está en el inicio del parque. Empieza a caer la noche. Es la hora en que la Güera Ivette cruza los álamos nocturnos para dirigirse al estacionamiento. Sabe, porque la ha acompañado en otras ocasiones, cuál es el recorrido que hace la Güera para acceder a su auto. Inicia la caminata. Todos sus sentidos permanecen alertas y se convierten en partes mismas de ese mínimo y vegetado paisaje urbano. Camina en la dirección prevista. Sigue caminando. Y al llegar al centro del parque, precisamente en el centro, percibe que una sombra la empieza a seguir. Deja que se acerque más, ya casi siente su aliento resoplando cerca de ella. De pronto se detiene, se vuelve bruscamente y se encuentra frente al rostro de un hombre sorprendido por la acción al parecer inesperada para él. —¿Usted quién es, qué desea, qué busca, qué pretende? —lo enfrenta decidida. El hombre, sorprendido, tembloroso, explica: es viudo reciente. Su mujer murió de una aguda enfermedad senotorial. Todos los días se le aparece como un alma en pena que no le permite a ella la paz ni el descanso. A él le duele mucho verla sufrir de esa manera, sin reposo para su alma. Ella le habla desde su más allá, le dice que sólo dejará de flotar en el éter el día en que él tenga el valor de agarrar los pechos de otra mujer, aunque sea por un momento breve y así, simbólicamente, dicho acto le restituirá a ella lo que perdió en el quirófano y podrá entonces, sí, alcanzar la paz eterna. El hombre, avergonzado, confiesa que lo ha intentado con una mujer rubia que a esa hora “sale de aquellas oficinas y cruza el parque, pero finalmente no


17 se atreve a hacer lo que le pide el alma en pena. Por eso su mujer sigue flotando en el espacio. —Ella, según me ha dicho, necesita unos segundos nada más de tal osadía para poder regresar a su más allá y encontrar por fin el reposo final. —¿Unos segundos nada más? —Unos segundos, nada más.

Ha despertado un nuevo día. Ahora es Flor Méndez la que marca el número telefónico de su amiga. —Güeris, te tengo una noticia que estoy segura te va a regresar la tranquilidad. Sí, sí, te tengo noticias sobre lo del parque. Resulta que ya se terminaron tus problemas, te lo aseguro. Fui ayer al bosquecillo de la Álamos y descubrí

El ojo Jorge Flores Manjarrez

M

i destino era flotar de muertito en ese vino negro y agonizarte en cada trago, Ofelia. Cuando el corazón de la dama que amas se convierte en sapo y su mirada ya es un cuarto frío y vacío, el adiós es lo mejor. Sus manos se evaporaron en mi cuerpo, su ausencia fue escupida a las nocturnas calles desnudas. Ella se había quedado tumbada con mi amor y sus muñecas abiertas. Caminé al alba que estallaba blanca como el orgasmo de un diésel, olor a asfalto mojado. Me ardía el frío en la nariz. De un vaso que traía conmigo me empujé el último trago de las rebabas del vino. A esas horas todo parece en blanco y negro, recuerdos. Sepias del pasado, descansen en paz. Estaba algo nostálgico y mareado —ya nadie se enamora en estos días—, el amor es una mariposa voluble y en verdad es una pena; las parejas de ahora se juntan por mero interés o por contrato con bienes estipulados a conveniencia de los interesados y mantienen el verdadero amor que seguramente llegó furtivo, en cierta ocasión, bien enterrado en una fosa común, muy en el fondo de sus corazones. Sí la cruda me pone de una nostalgia que da pena ajena, ¿y el placer?, ¿qué hay del placer? Ese diente de oro en la boca desdentada del amor, ese tipo de pensamiento que me zumbaba en la ca-

beza como moscas a un caballo. El Sol hería mis ojos, mis ciegos pasos me llevaron a un cruce, un eje, un periférico y dos avenidas y a algo diabólico —diría una canción de blues. Un destello en el lomo de un taxi me hizo detenerme y observar la confusión. Mi cabeza se deslumbró, así que le hice la parada a ese taxi, cubriéndome con la mano un poco los ojos por el brillo enceguecedor que reflejaba el Sol en el cofre. Subí y no sabía a dónde ir, así que, como en las películas, le dije al taxista: conduzca derecho por la avenida. Pero algo tenía ese conductor, porque vi un halo brilloso en su cabeza, como una especie de ángel que, al observarlo bien, resultó el mismo ojo que tienen los billetes verdes en la parte de atrás, en el centro de la pirámide, y ese ojo me cuestionaba el muy cabrón: ¿quién eres tú para juzgarme? —pensé—, ¿acaso no crees que tus sofismas son peores que los míos? Y ahí estaba ya dentro del taxi discutiendo profundamente con una quimera que flotaba en forma de ojo sobre la cabeza de un completo desconocido que conducía un taxi, al cual no sabía cómo diablos había llegado yo ahí. De pronto me sentí observado por el retrovisor y la nebulosa de su cabeza se dispersó como en un suspiro y miré y me miré en esos ojos: eran tan diáfanos y tranquilizantes que parecían sonreír, y

todo el entramado de este asunto. No volverás a tener esos sueños horrendos, te lo repito, te lo afirmo, reafirmo y confirmo. Vente a la casa para que te lo platique todo. ¡Ah!, y, aprovechando, pasa por alguna farmacia y compra un ungüento, una pomada, cualquier cosa de esas, porque traigo una hinchazón de chiches que para qué te cuento…

con esos ojos que parecían hablar, escuché con claridad: “Mi misión es salvar a los de corazón manso”. La neta, yo siempre pensé que mi corazón más bien era re-menso, porque siempre terminaba enamorándome de la mujer equivocada, ¡puras locas, pues! Lo observé un poco sobre su hombro y advertí que tenía una enorme barba blanca, sí, como esas de los viejos de los cuentos, y una mata que se torcía en su espalda como la de un hippie, su piel más pálida que una nube. ¿Dios?... Bueno, un dios muy terrenal que conduce un taxi; sin embargo, ya no me espanta ni me maravilla este acontecimiento en una ciudad donde lo surrealista existe desde los años cincuenta, hechos y costumbres, dirían los políticos más descarados. Que se aparezca Dios o el Diablo o la Virgen en cualquier cavidad de vez en cuando, qué más da. Hemos aprendido a vivir con ello y a aceptarlo como parte de nuestra piel, la flor más misteriosa del mundo ya no nos dice nada. Me quedé mirando el vaso que aún traía en la mano, ya sin vino y aún con la mancha del gloss del carmín de los labios de Ofelia tatuados en los bordes. De pronto Dios frenó bruscamente en un crucero para dejar pasar un corcel tan blanco como Él, el cual jineteaba una linda dama de delirantes piernas que iba de pie sobre el marmóreo lomo del caballo, que tenía el movimiento del agua, como en esos comerciales de shampoo, toda ella como en cámara lenta y en technicolor, enmarcada por el sepia de la ciudad. En verdad, no podía creer lo que veía.


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Luis García Montero, Premio Internacional López Velarde 2017

“Somos escritores porque antes hemos sido lectores” José David Cano

Su paso por México para recibir el galardón internacional que otorga el encuentro de poetas Ramón López Velarde en Zacatecas lo ha situado, en definitiva, en un escritor imprescindible en la escritura hispana contemporánea…

L

o primero que llama la atención en el español Luis García Montero es la cantidad de Luises que habitan en él. Está el personaje implicado en numerosas causas sociales, el novelista, el ensayista, el catedrático, el crítico, el articulista, el amigo, el esposo... Sin embargo, el Luis “poeta” es el que más ha salido a flote —el que mejor se ha adherido a él, y con el que más se ha identificado— a través de los años. Paradójicamente, lo segundo que llama la atención en Luis García Montero no es su poesía, sino su afabilidad. En serio. Es cuestión de verlo en acción. Hace unos meses, por ejemplo, en su paso por México, lo mismo leyó su poesía que firmó libros, platicó con lectores, dio discursos, atendió actos dedicados a su obra y persona, recibió felicitaciones y aplausos y besos —amistosos, que quede claro. Todo eso lo hizo con una enorme sonrisa dibujada en su rostro: muy correcto, muy amable, muy atento, muy diplomático, muy generoso. En Guadalajara, durante la pasada Feria Internacional de Libro, la de 2017, presentó Lecciones de poesía para niños y niñas inquietos, que publicó Visor Libros. También participó en una mesa literaria llamada “Poesía y prosa. Amor y matrimonio”; lo hizo junto a su esposa, la también escritora Almudena Grandes, la de los Aires difíciles. Ahí, Almudena y Luis, Luis y Almudena, mantuvieron un mano a mano sobre cómo era aquello de convivir con un escritor famoso todos los días. Al magnetismo señalado líneas arriba, habría que añadir la dificultad de atrapar al poeta español en un solo re-

gistro desde el cual tratarlo o desde el cual describirlo. Para empezar, no tiene maneras altivas o arrogantes de escritor, no al menos como suele entenderse por aquí esta figura. Cuando lo encontré paseando por las calles de Zacatecas, a finales del otoño pasado, casi lo confundo con el capitán de un barco: ante el frío inclemente en la ciudad, iba vestido con un enorme abrigo de marinero que lo hacía ver como si de un momento a otro fuera a izar velas y a embarcarse en alguna aventura. Eso sí: había llegado a Zacatecas — vía aérea, no por mar— para recoger el Premio del Festival Internacional de Poesía 2017 Ramón López Velarde. Coordinado desde su origen por el bardo bretoniano José de Jesús Sampedro, este encuentro literario —que cumplió 35 años de celebrarse a nivel nacional y diez en su etapa internacional— es uno de los más prestigiosos de México en estos momentos. El Consejo Consultivo Honorario del festival —integrado por los poetas y críticos Coral Bracho, Antonio Deltoro y Jorge Humberto Chávez— había decidido otorgar el premio al escritor granadino por ser “uno de los poetas más importantes de nuestra lengua”. Coral Bracho, a nombre de sus colegas y el

consejo, destacó el compromiso ético, personal y social con el que ha vivido Luis García Montero, siempre con una conciencia crítica “de sí mismo, de la historia, y del momento y el mundo en que le tocó vivir”. Y tienen razón. Como apuntaba recientemente Marisa Martínez Pérsico, a manera de estudio preliminar para la antología Luis García Montero: Un mundo navegable. Poesía escogida (1980-2016): “En el dominio hispanohablante contemporáneo es difícil identificar una lírica con la capacidad apelativa que tiene la obra de Luis García Montero. Su poesía es un acto performativo en el sentido de la lingüística agustiniana: no se queda en la descripción de un estado de cosas sino que desencadena actos domésticos y cívicos en la intimidad del receptor. Despierta adhesiones, afinidades, resistencias, toma de conciencia, la adopción de mitologías y rituales del cortejo amoroso, alineamientos ideológicos en el horizonte de recepción que se traducen en gestos empíricos más allá de un circuito endogámico de poetas. Sus libros vienen formando parte de la educación sentimental colectiva de las últimas generaciones con una popularidad creciente”. Algo que, por otra parte, también supo ver en su momento don Ángel

“Si algo sabemos, porque eso lo ha explicado la poesía desde hace mucho tiempo, es que todos los dioses y todos los poderosos fundan como verdad sus intereses”


19 González: “En la poesía de Luis García Montero realidad y deseo no se excluyen, se integran en la totalidad de la experiencia amorosa junto con los sueños y el tiempo, un tiempo que no es el de la eternidad sino el plazo más razonable de los días que al poeta le faltan por vivir, lo cual no es poca cosa […] Su gran acierto es haber conseguido desprenderse de la ganga idealista (a veces admirable) que arrastra la larga tradición de la lírica amatoria para atenerse a la verdad de su experiencia”. Una cosa es cierta: “Los temas y enfoques de la poesía de Luis García Montero, con el tiempo, y también gracias a una inteligencia sensitiva, autocrítica, naturalmente inclinada a la búsqueda, han ido modificándose, ampliándose, creciendo”, escribió una década atrás el poeta colombiano Darío Jaramillo Agudelo. Un crecimiento que, dicho sea de paso, también se ha hecho presente en el número de sus lectores. Incluso, algunos aseguran que sus libros son los más vendidos, hoy, en el país ibérico. Idea que él mismo se ha encargado de desmentir cada vez que puede...

Cierto o no, algo es innegable: la poesía de Luis García Montero —una poesía sustantiva y necesaria— enamora a todo mundo, incluidos los peregrinos provenientes desde la cultura pop; lo dice Joaquín Sabina: “No sólo es un maestro de poetas, sino además, y sobre todo, parece capaz de contarnos, y de qué manera, lo que habíamos olvidado que sabíamos de nosotros mismos”. Lo expresa también Joan Manuel Serrat: “No es el poeta que escribe pensando en expresarse sin importarle a quién manda el mensaje. A él le importa mucho ser entendido”. Quique González, por otro lado, le debe gran parte de lo que es: “A través de sus libros he encontrado herramientas para mis canciones”. Todos ellos hablan en el documental Aunque tú no lo sepas, dedicado precisamente a la figura de este gran poeta. Sin embargo, ha sido el propio Luis García Montero quien ha dado muchas pistas de sí mismo en su poesía. En Un invierno propio son frecuentes los poemas que indagan en el asunto de la

Luis García Montero. Foto Pascual Borzelli Iglesias.

identidad, desde los versos iniciales que son de antología y juguetones: Mi nombre es Luis, soy español, vivo en Madrid, en el número uno, calle Larra, me dice usted la hora, por favor, ¿dónde ha nacido usted y cuántos años tiene?, buenos días, amigo, buenos días, mi amor, te quiero mucho. Pero es en el último poema de A puerta cerrada, el más reciente de sus libros, donde Luis García Montero hace toda una declaración de intenciones sobre su vida, su libertad y su poesía; titulado “Epitafio”, dice así: Le han perdonado mucho sus libros muchas veces. Quizá también lo hagan sus hijos, sus amores. Y aquí sigue sin prisa, ante ningún altar, padre de mundos libres, poeta y perdonado.


20 Un mundo sagrado Apuntemos algunos datos biográficos: Luis García Montero nació en Granada, España, en 1958. Descendiente de una familia granadina muy presente en la vida local —hijo de Luis García López y Elisa Montero Peña—, cursó estudios en el colegio de los Escolapios y más tarde filosofía y letras en la Universidad de Granada, donde se licenció en 1980 y, un lustro más tarde, también se doctoró; lo hizo con una tesis sobre Rafael Alberti, a quien tomó como maestro y guía junto a Francisco Ayala y Ángel González. (Con los tres, de hecho, entablaría una larga y entrañable amistad.) En 1980 publicó Y ahora ya eres el dueño del puente de Brooklyn, su primer libro; era el típico universitario de la época: mucha novela negra, vanguardia, Lacan, Foucault y Althusser. Luego descubriría a Antonio Machado y su noción de “nueva sentimentalidad”, que defendía que los sentimientos no son eternos sino tienen una historia. Es decir, Machado sostenía —en plena época de las vanguardias más radicales— que los cambios en la cultura, y más específicamente en la poesía, no los provocaban los juegos o las rupturas formales, sino las transformaciones en la educación sentimental. Los seres humanos, a lo largo del tiempo, cambian su manera de pensar el amor, el modo de relacionarse con el sexo, la forma de vincularse con los otros. Aquello fue un punto de inflexión para él y varios de sus compañeros, pues esto se convertiría en el germen para “La otra sentimentalidad”, corriente que tomaría el nombre de un primer libro —publicado en 1983— en el que participarían los poetas Javier Egea, Álvaro Salvador y el propio Luis García Montero. Desde luego, este movimiento poético —llamado más tarde “Poesía de la experiencia” o “Nueva sentimentalidad”— no estuvo exento de polémica. Luis García Montero comienza así, no sin gracia, el texto que abre su libro Poemas: “Me acuso públicamente de ser un poeta de la experiencia. Conviene que me presente así, con esta confesión a verso descubierto, porque hace muchos años que ningún concepto provoca tantos insultos y descalificaciones en la literatura española contemporánea”. Ahora, 35 años después de haber germinado, esta corriente poética sigue

“Creo que la temperatura más fértil para la creación literaria es la admiración” irradiando luz a generaciones de poetas de habla hispana que la reinventan. Por otra parte, 40 años después, Luis García Montero ya es una figura destacada —para algunos fundamental— de la literatura española actual. Convertido ya en un poeta excepcional, un consagrado ensayista, y un incisivo columnista de opinión, todo eso no ha impedido que Luis siga reivindicando el derecho a la admiración que él profesa a sus guías. Lo dijo durante su paso por Zacatecas: ellos, sus maestros, están ahí siempre: Alberti, Gil de Biedma, Brines, Ángel González, Federico García Lorca, Cernuda... “Creo que la temperatura más fértil para la creación literaria es la admiración. Somos escritores porque antes hemos sido lectores, nos hemos deslumbrado con un libro en las manos”. Lo que nos lleva a hablar de los orígenes del propio Luis García Montero; en Zacatecas platicó un poco el tema al dar lectura a su discurso de aceptación del premio. Aquí dejo esa narración en primera persona. Dejo, también, en forma de reflexiones (sin la voz del periodista), una entrevista que concedió a Transgresiones, en la cual aborda diversos temas. Dice el poeta español: Dudar de la verdad Yo nací en Granada, una ciudad muy de provincias, abrazada por la vega al final de los años cincuenta. Soy el hermano mayor de una familia numerosa. Seis hijos, todos varones, criados en las alamedas del río Genil y en la vida callejera de un barrio sin coches en el que todo el mundo se conocía. Ni qué decir tiene que los niños traviesos son el mayor peligro de las sillas, las butacas, los cojines y las mesas de una casa. Como era costumbre en la época, mis padres reservaron una habitación para poder recibir con cierta decencia a los amigos y familiares que nos visitaban en casa. Le llamaban el Salón de las Visitas. Los muebles estaban allí a salvo de la barbarie infantil. Fue al final de mi infancia cuando entré con sigilo en el territorio sagrado, aprovechando un descuido de la vigi-

lancia materna. En el Salón de las Visitas estaba también la biblioteca familiar. En ella encontré un tomo de la editorial Aguilar que tenía aspecto de libro sagrado. Su encuadernación en piel, sus letras de oro en la cubierta y su papel biblia le concedían una hermosa solemnidad. Se trataba de las Obras completas de Federico García Lorca, un poeta nacido en mi ciudad y víctima de la Guerra Civil española. De eso me enteré después, algo después. El día del encuentro me limité a sumergirme para siempre en un mundo mágico en el que las cosas eran algo más de lo que parecían ser. La Luna significaba algo más que la Luna, los jinetes y los caminos parecían algo más que jinetes y caminos, la noche se llenaba de presentimientos y el agua se convertía en oro cuando una mano tiraba su limón en el río. Una verdad legitimaba su existencia. Fue un mundo sagrado, la poesía, dentro de un libro sagrado, Federico García Lorca, que custodiaba mi familia en la habitación sagrada de las visitas. Como no soy creyente ni me afectan las ideas religiosas, he encontrado en la poesía mi lugar de lo sagrado, el lugar en el que no puedo mentirme, un espacio de la verdad, del respeto a uno mismo, el esfuerzo por hacer que mi mundo interior se armonice con el exterior a través de las palabras. Un buen poema para mí da igual escribirlo que leerlo, le da una nueva oportunidad a la dignidad del ser humano y a la verdad de la vida. Para un poeta hay mucho de realidad en la famosa afirmación desmesurada con la que Walt Whitman definió sus Hojas de hierba: “Camarada, esto no es un libro; quien toca esto toca a un hombre”. Es la idea que Federico García Lorca recogió y radicalizó en Poeta en Nueva York para unir las palabras con las verdades últimas, las más profundas: “Porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja, pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado”. Jaime Sabines continuó este difícil diálogo con la verdad de la poesía cuando escribió sobre la muerte de su padre: “Me avergüenzo de mí hasta los pelos / por tratar de escribir estas cosas.


21 / ¡Maldito el que crea que esto es un poema!” La verdad no tiene que ver con la retórica, sino con el sentido y la escritura. La verdad no es un punto ingenuo de partida sino un lugar de llegada cuando alguien es capaz de hacerse dueño de su propia conciencia, sus sentimientos y sus opiniones. Porque algo está claro: existen poderosísimos medios de control de la conciencia que nos homologan en ideas repetidas, modas, pensamientos únicos y consignas de consumo. El poeta que busca la palabra precisa, el matiz de un adjetivo, la realidad de un sustantivo, y detiene el tiempo de las prisas para darle la palabra a la vieja lentitud de la escritura, representa al ser humano que quiere hacerse dueño de sí mismo, de su relato, la voz que se niega a repetir como un loro lo que flota en el ambiente dictado por el poder. Los temas de la poesía En ese sentido, se está escribiendo buena poesía, y, sobre todo, se está haciendo de la poesía una palabra contraria al ritmo de la historia. A nuestra época se le está denominando con el concepto de posverdad, la democracia se está degradando de manera fuerte, hay corrupción, hay mentiras, hay promesas incumplidas, manipulación, y existen poderosos medios de control de la conciencia para imponer pensamientos únicos. Bueno, los poetas están intentando recuperar la verdad... Si algo sabemos, porque eso lo ha explicado la poesía desde hace mucho tiempo, es que todos los dioses y todos los poderosos fundan como verdad sus intereses. Nosotros hemos aprendido a dudar de la verdad. De hecho, en este momento de degradación democrática, estamos diciendo que sí es posible un tipo de verdad que defienda los valores humanos y la dignidad más allá del mercantilismo y más allá de la manipulación de la conciencia, que vuelva a otorgarle al ser humano una memoria de lo que significa en realidad la dignidad humana frente al mundo que vivimos. Eso me lleva al siguiente punto. Decía Juarroz: la poesía os hará libres. Y es verdad. La poesía buena es propia de los seres libres. El poeta que está durante una hora, dos horas, buscando una palabra precisa representa para mí al ser humano que quiere hacerse dueño de sus opiniones. Hay mucha gente que

Foto de Gabriela Bautista.​


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“Juan de Mairena, el personaje de Antonio Machado, supo que la verdadera libertad no se juega sólo en el hecho de poder decir lo que se piensa. También es necesario poder pensar lo que se dice. Hoy vivimos en un mundo que nos impide con mucha frecuencia pensar lo que decimos con falsas informaciones, con prisas, con calumnias, con rumores, y todo eso se extiende por las redes sociales y multiplica lo que era el espacio de la comunicación anterior” piensa que por decir lo primero que se le ocurre está siendo sincero, espontáneo y original, y eso es mentira. Juan de Mairena, el personaje de Antonio Machado, supo que la verdadera libertad no se juega sólo en el hecho de poder decir lo que se piensa. También es necesario poder pensar lo que se dice. Hoy vivimos en un mundo que nos impide con mucha frecuencia pensar lo que decimos con falsas informaciones, con prisas, con calumnias, con rumores, y todo eso se extiende por las redes sociales y multiplica lo que era el espacio de la comunicación anterior. Así que yo creo que el poeta es aquel que piensa muy bien lo que dice, que se hace dueño de sus propias opiniones, y que representa a cualquier ser humano que quiere responder a su conciencia y no a una moda. Porque, insisto, cuando decimos lo primero que se nos ocurre, aunque pensemos en nuestra originalidad, no decimos la verdad sino que repetimos la moda, lo que los medios de control de las conciencias han colocado sobre nuestras cabezas. Por eso el arte que se piensa a sí mismo es siempre disidencia. Y por eso no conviene confundir la verdad con la espontaneidad, sino con el aprendizaje, con el diálogo esforzado de la propia conciencia en la ordenación y comprensión del mundo. Llegado a este punto, hablemos de los temas de la poesía. Soy de los que piensan que con ella se puede cantar todo, porque el tema de la poesía es el ser humano. Cuando uno piensa en la escritura está pensando en el medio que tenemos para meditar y cantar las cosas propias del ser humano. Hablo de esos cuatro o cinco valores fundamentales que tiene (y que son importantes para la vida de las personas): el amor, la

muerte, el paso del tiempo, el deseo de justicia… Entonces, esos son los temas fundamentales de la poesía. Ahora bien, los temas dependen siempre del tiempo histórico en el que se vive. ¿Qué quiero decir con esto? Cuando una mujer en el siglo XIX decía “yo soy mujer”, estaba diciendo una cosa muy distinta a lo que dice mi hija a principios del siglo XXI al pronunciar la misma frase: “Yo soy mujer”. Porque la idea que tiene hoy una mujer de lo que significa su libertad, sus relaciones privadas, su sexualidad, su vocación, su trabajo, no tiene nada que ver con la idea que tenía una en el siglo XVII o XIX. Lo mismo pasa cuando yo digo: “Soy hombre”; no tiene nada que ver con otra época histórica. Así que la poesía se pregunta sobre todo esto. Yo llego a mi casa, toco el timbre, me preguntan: “¿Quién es?”, y digo: “Soy yo”. Bueno, el poeta es aquel que en cada momento se pregunta: “¿Y qué decimos cuando digo soy yo?”. Porque los sentimientos son tan históricos como las batallas o las constituciones: se van transformando con la historia. La idea de la muerte que tenía un siervo medieval es muy distinta a la que tengo yo. A eso nos dedicamos los poetas: a preguntarnos qué decimos cuando decimos “soy yo”, o cuando decimos “te quiero”. En cuanto a la poesía y los jóvenes, a mí me parece que los poetas se equivocan cuando escriben sólo para poetas, y cuando inventan un lenguaje raro que sólo entienden sus grupos. Hay que dignificar la palabra de todos, el lenguaje de todos. En ese sentido, el poeta no puede aspirar a que la gente se preocupe por la poesía si ésta no se preocupa por la gente. Y eso afecta a los mayores y afecta a los jóvenes también. A mí me gusta una poesía que no re-

baje su calidad, que no pierda su rigor, pero que no renuncie a comunicarse con la gente, a conmover a la gente… Entonces, creo que las redes sociales están dando nuevas posibilidades. Una red social es un instrumento. Y éste se puede utilizar bien o mal. Un martillo puede servir para clavar un mueble que está roto o para pegarle en la cabeza a alguien. Con las redes sociales pasa lo mismo: hay mucha calumnia, mucha mentira, mucho rumor, mucha manipulación, mucha basura en ellas, y a mí me emociona que de pronto, entre la gente joven, para devolverle la dignidad a este diálogo de lo privado que se pone en público, esté acudiendo a la poesía, y que cuelguen sus poemas, y que hablen de ella, y que se esté poniendo de moda entre la juventud precisamente por esa necesidad de dignificar su diálogo entre lo privado y lo público. Yo leo poemas en Facebook, y veo referencias poéticas en Twitter, y a mí me parece que eso es un alegato de que hace falta más poesía en este mundo. Eso me lleva a un último punto: si está de moda o no entre los jóvenes, no lo puedo afirmar ni negar. De lo que sí estoy convencido es de que la poesía siempre ha estado del lado de la vida, nunca está encerrada en un armario de anticuario. Entonces, lo que tenga que venir de calidad, y con rigor, va a venir de ese nuevo mundo que hoy representan los jóvenes... Hay lectores para la poesía, sin duda. Porque la poesía es inseparable del ser humano. Mira, es muy útil tener una lavadora o tener un microondas, por ejemplo; pero si a ti te deja tu novia, o se te muere un amigo, de qué te sirven esos armatostes. Hay que dialogar en otra dimensión humana, y es ahí donde está la poesía esperando.


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La fauna de Alarcรณn


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Mariana Bernárdez miente

Poesía y

reflexión

Armando González Torres Mariana Bernárdez es una autora en la que se reúnen la inspiración lírica y la reflexión, la poesía y la filosofía. La confluencia de dos disciplinas y perspectivas, a ratos antagónicas, a ratos complementarias, la convierten en una presencia singular en la tradición de la poesía hispanoamericana contemporánea, mucho más orientada a los extremos del mero desahogo lírico o la experimentación formalista. Ser pensadora y, al mismo tiempo, poeta le ha enseñado a esta escritora que hay reflexiones que no pueden tener un corolario meramente racional, sino que requieren una resolución poética; que hay espacios de la poesía que pueden ser iluminados por el pensamiento filosófico, y que hay problemas y experiencias que ni la filosofía ni la poesía pueden expresar

cabalmente y ambos apenas atreven aproximaciones. Esto viene a cuento porque la lírica de Mariana Bernárdez abreva, por un lado, en el más depurado canto del idioma, pero también contiene una dosis profunda de reflexividad y, en su escritura, se advierte una profunda conciencia de la tensión entre las expectativas y las posibilidades del lenguaje. Su más reciente libro: Aliento (La Cabra Ediciones / Secretaría de Cultura, México), es una muestra de esta poesía que no por tener un rico sustrato intelectual deja de ser grata al oído y reveladora para el alma. El aliento es la voz de la respiración, pero también el hálito que infunde el creador en los seres vivos. Mariana Bernárdez busca este aliento vivificante en diversas exploraciones: el viaje, la indaga-

ción en el lenguaje, la celebración de la palabra poética y de la conversación con los difuntos, la exploración del cuerpo y el amor del otro y, por supuesto, el anhelo de amor divino. Todo ello lo realiza con un lenguaje elegante, cargado de símbolos, pues el símbolo constituye un vehículo mediante el cual la experiencia transitoria puede aspirar a lo eterno. A lo largo de las seis secciones de este libro: “Lo quemado”, “Del roce”, “Nudo primordial”, “Del viaje”, “Lo brotado” y “Del muro”, se organizan los distintos tipos de experiencia que comparte la autora: anécdotas, lecturas, estampas de viajes, paisajes imaginarios e intensos momentos amorosos (“No te desencuentres de mí / cuando la noche nos descobije / que sean tus labios mi retorno / mi convite / mi ensueño”). Así, en este libro conviven las experiencias más concretas con las más abstractas y espirituales. En particular, llama la atención la inquisición de la poeta sobre su propio instrumento de trabajo: la palabra. Para Bernárdez, el lenguaje no es un simple instrumento neutro y utilitario, orientado a “expresar”, sino un material complejo, con sus propias oscuri-

dades, trampas y limitaciones. Como dice la misma Mariana: “Sin lugar a dudas, la palabra poética es mucho más que un tiempo memorioso, como decía San Agustín, es un desdoblamiento muy sutil, esto es lo que me inquieta mucho. Así como las situaciones donde el lenguaje tiene una frontera de rebalse y va acotando a su propia insuficiencia”. Quizá, por eso, para hacer constatar la insuficiencia del lenguaje, en sus momentos de mayor intensidad, la poeta pone en vilo la sintaxis, fragmenta su discurso, crea neologismos y apela al sonido más que al sentido en busca de una expresión que trascienda las limitaciones del lenguaje y la poesía convencional. Por eso, el lenguaje de Mariana Bernárdez, siempre esplendente y melodioso, no teme al rapto, a la salida de sí, al habla en lenguas, que a veces es la única manera de perseguir una revelación en fuga. “¿Qué fue del tremor / que ardía / hasta astillar? / Del temblor a la hondura / el paso del arrebato / es ráfaga del ya morarse”. Vale la pena saludar y demorarse en este libro impecable y exigente que denota tanta concentración y oficio y que tanto retribuye la atención del lector.


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Recuento (breve) de 2018 José David Cano

M

ejor reconocer la derrota desde el principio: ha transcurrido la mitad del año, y las novedades discográficas —desde todos los frentes, desde los cuatro puntos cardinales— no cesan, no se detienen, no dan tregua. Hablamos de propuestas procedentes de todo el mundo, imposibles de abarcar, imposibles de seguir todas. Y es que, como nunca antes en la historia, el acceso a la música es casi ilimitado: basta darle un click a las diversas plataformas de streaming —YouTube, Spotify, Bandcamp y otros— para que uno pueda entrar a diferentes universos sonoros. En este sentido, querido lector, como usted estará leyendo estas líneas cuando hayan transcurrido los primeros seis meses de 2018, dejo una breve lista de novedades musicales. No me detengo en un solo género —¡qué aburrido!—; más bien, aquí hay de todo: algo de jazz, música de cámara o contemporánea, un poco de rock (clásico, alternativo, indie), hiphop y R&B, electrónica, y eso que llaman música del mundo. Como el espacio es breve —y aquí no queremos ser tacaños, cicateros, egoístas, apretados, sino todo lo contrario—, me limito sólo a escribir el autor y el título del disco, sobre todo para dar una vista panorámica más completa de la cosecha musical. Todos nos han gustado, y su calidad —se lo aseguro con una mano en el corazón— está fuera de toda duda. Veamos. Desde la música contemporánea nos han caído bellos discos. Podemos citar aquí Englabörn & Variations, de Jóhann Jóhannsson; After Bach, de Brad Mehldau; Arvo Pärt: The Symphonies, de la NFM Wrocław Philharmonic; Musica Nova - Harmonie des Nations 1500-1700, de Jordi Savall y Hespèrion XXI; Steve Reich: Drumming, del Colin Currie Group; y también Landfall, la primera colabora-

Transgresiones sonoras

ción entre Laurie Anderson y Kronos Quartet. Vibrantes y excitantes han sido, por otra parte, las novedades desde el jazz. Imperdible son la recopilación J-Jazz - Deep Modern Jazz from Japan 1969-1984; también The Influencing Machine, de Elliot Galvin; The Optimist, de Ryan Porter; Lala Belu, que ha significado el regreso del gran Hailu Mergia; o In-House Science (Live), de Arild Andersen. De igual forma, no se pierda los conciertos (hasta ahora inéditos) de Hank Jones, Hank Jones In Copenhagen – Live At Jazzhus Slukefter 1983, y el de Keith Jarrett con su famoso “the Standards trio” (Gary Peacock y Jack DeJohnette), llamado After the Fall. Un dato: el genial Van Morrison ha editado en el lapso de ocho meses tres discos, dos de ellos dedicados al jazz —Versatile (2017), y You’re Driving Me Crazy (2018), junto a Joey DeFrancesco—, y el tercero entregado al blues: el estupendo Roll with the Punches (2017). La electrónica, por su lado, se ha vuelto exquisita y con pretensiones de convertirse en música contemporánea. Contemplativos y profundos (digamos: ambient) son los álbumes de Alva Noto en colaboración con Ryuichi Sakamoto (Glass), Brian Eno (Music for Installations), y Gas (Rausch). Por otra parte, hermosos y expansivos son los discos de Nils Frahm (All Melody), Jon Hopkins (Singularity), Skee Mask (Compro) y DJ Healer (Nothing 2 Loose). En cuanto a los más tradicionales (que se mueven entre el techno oscuro y el house festivo), mencionemos el de Rival Consoles (Persona), DJ Koze (Knock Knock), Prime Minister of Doom (Mudshadow Propaganda), así como la recopilación que ha hecho Nicolas Jaar de uno de sus alias —Against All Logic—, titulada simplemente 2012 - 2017. Por supuesto, desde el universo del rock también nos han llegado muy magníficos trabajos. Se mueven por el rock clásico, y el folk, los discos del imparable Willie Nelson (Last Man Standing), el del genial músico de culto John Prine (The Tree of Forgiveness),

el del admirable David Byrne (American Utopia), el del activo Ry Cooder (The Prodigal Son), y del imbatible e infinito Neil Young (Roxy: Tonight’s the Night Live). Del indie y alternativo, la cosecha ha sido abundante y extraordinaria. Nombremos In A Poem Unlimited de U.S. Girls; Freedom’s Goblin de Ty Segall; The Horizon Just Laughed de Damien Jurado; Rebound de Eleanor Friedberger; Golden Hour de Kacey Musgraves; Snares Like a Haircut de No Age; y Songs of Praise de Shame. Especial atención merecen los brillantes discos de Beach House, 7; Car Seat Headrest, Twin Fantasy (Face to Face); Mount Eerie, Now Only; Iceage, Beyondless; y, claro, el de Amen Dunes, Freedom. Aunque no somos devotos del hiphop y R&B contemporáneo, reconozco que han aparecido álbumes muy llamativos: el atrevido Ephorize, de la también atrevida CupcakKe; el conceptual Dirty Computer, de Janelle Monáe; Isolation, de Kali Uchis; Cocoa Sugar de Young Fathers; Care For Me, de Saba. Finalmente, y no por ello menos importante, el apartado de la llamada música del mundo; recomendables son Black Times, de Seun Kuti & Egypt 80 —en efecto: es el hijo menor de Fela Kuti—; Bu Bir Ruya de Dirtmusic (rock electrónico turco); Deran, lo nuevo de Bombino (uno de los grandes representantes de la música tuareg); y Deus é Mulher, de la volcánica Elza Soares (figura mítica de la música brasileña). Un último detalle: también han visto la luz tres discos impresionantes de música cubana; uno lo conocíamos: es la reedición de la legendaria recopilación de Compay Segundo, que ahora aparece con cuatro temas inéditos y con el título Nueva antología | 20 aniversario. Otro es Dos Gigantes de Música Cubana de Eliades Ochoa y Alejandro Almenares. Y el tercero es de la Orquesta Akokán; bajo el mismo nombre, el álbum reúne a músicos cubanos y neoyorquinos. De ahí, en efecto, sale puro fuego...


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Poéticamente De su libro Aliento (La Cabra Ediciones / Secretaría de Cultura, México, 2017), Mariana Bernárdez (Ciudad de México, 1964) nos entrega parte de su nuevo trabajo poético que, como subraya Armando González Torres, se entreteje con la mirada (o mira) filosófica. A un año de su partida rendimos tributo a don Raúl Renán (Mérida, 1928-2017), cuyos poemas, inéditos, impresos en esta sección (los dos primeros) nos fueron proporcionados directamente por su hija Constanza. La prosa poética restante proviene del libro Humanidades que don Raúl Renán publicara en 2012 en la colección “La Furia del Pez” de Ediciones del Ermitaño. Cierra la trilogía el español Luis García Montero (Granada, 1958) con una trayectoria literaria de casi 40 años: tiene en su haber una treintena de libros publicados, lo que le ha hecho acreedor a una decena de reconocimientos, como el Premio Internacional Ramón López Velarde 2017 que le fuera entregado recientemente en Zacatecas.

Del viaje (fragmento) Mariana Bernárdez

Y si la encuentras pobre, no creas que Ítaca te ha engañado. Constantino Kavafis, “Ítaca”, Poesía completa, Traspié Encuentro Pausa Respirar Punto ciego Claro ¿Y de los ciruelos en flor? Las horas en fuga eximen su llovizna Me atrinchero para no vivir en el frente primero ni azuzar la esquirla de la serpiente ni comer los frutos de lo inhallado —En Florencia no viste “el Caravaggio” —¿Recuerdas el caballito de bronce etrusco? —Siena y sus llaves Tanto Tanto y lo vivido se ahueca y acusa este seguir siendo.

¿Te conté de los caballos galopando en el reflejo de los vidrios? No me atreví por aquello de que pensaras que la razón se me había liado en alguna esquina del pensamiento Lo cierto es que su esgrima poco puede ante la ausencia o cuando el sol está alto y calcina las paredes y su azar semeja un espejismo en el raudal del desierto La mirada se me pierde y anhelo contemplar Estambul su Mezquita Azul o el Gran Bazar ¿volverán mis pies a subir la cuesta de Delfos o serán acariciados por las olas de Larissa? ¿Ha de ser la brevedad la constante que rija los días? Extenso es tu latido amparado por mi mano y su retorno suaviza el relieve donde bien hallado está nuestro nombre


27 Albea Yaces junto a mí El Cuerno de Oro y sus puentes y su olor de especias son visitantes nocturnos el Bósforo y su calima ventisca y brisa alzando su soplo al derredor En lejanía la Mezquita de Süleyman brilla sobre el crepúsculo Desde esta ribera la vista no alcanza el Topkapi Hay una hermosura ríspida y aquietada que adormece los sentidos Sobre la mesa el pan y unas aceitunas aderezadas con anís La cabeza de la Medusa en la cisterna de Yerebatan Sarayi nos apresa con su demasía y sé de cierto que otros caminos han sido los andados aún de que su ocurrir haya sido un redoble en el claror del aguacero.

Sábado de Gloria Pisamos suelo antiguo y profanado Las exequias —dormidera de los tiempos— han sido mostradas sin recato La sin.razón ultraja en su poderío Las reliquias pierden su sentido y el suelo reverbera en sonido lejano Una fuente coronada por un pegaso batiendo alas enmarca la absurdidad siempre inimaginable franqueada por ahuehuetes y magnolias Merolicos arrollan el barullo de la calle Y su voz apocalíptica ofreciendo la oquedad se diluye en el pasar de la tarde Tú y yo como tantos deambulamos sin rumbo dioses inclementes arrojados de su púlpito pasean entre la gente sordidez que apenas roza la culpa y en un incipiente destello —menos que un fulgor— acometen con su estruendo de lluvia

Foto de Alejandro Zenker.


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Rostro sobre rostro… Raúl Renán

Variaciones de mí en dos medidas Un solo ojo cuida mi derredor, sin lugar fijo el paisaje cubre mi cuerpo —se oye. Ir diciendo palabra para el pasto de los pájaros, y en la punta de mi lápiz la estructura afilada del poema… se lee. Andar a dos manos los gestos al encontrarse en las maniobras opuestas de una escritura dialógica. Viene de ambos lados los parlamentos parlados a diestra y siniestra con sus propios acentos elocuentes: uno que trae tirando el decir contrario y otro que viene del pulso a derechas con certeza a modo de alejarse del otro. Los dos pueden ser continuidad: no contiguos, sí sintiguos no obstante.

Crepuscular El crepúsculo teje la mirada inaudita que el sol en sí descorre. Torre con los deslices del color que semeja una móvil alianza carnal. A tal juego tal condumio de las escaleras absorben las sombras andantes. Antes de las horas el fuego crepuscular no sabía siquiera de su arribo. Vivo el espanto de lo transcurrido que remonta en las venas. Apenas la aspereza frotaba el último suplicio del aire aún no respirado. Es tirado al desprecio el cielo amarillo porque el rojo desgaja la llama que despide el día. Vía de la locura desasosegada en la manzana rota: dos medios mundos quietos. Estos que antes cerraron la mano del saludo del sol con su oscuridad.

Humanidades (fragmento) El calcetín ya tieso, agujerado, lleva en sí la distancia del andar, como si así midiera el kilometraje de los pies; éstos hoy dejan ver sus lunares permitidos por el respirar de ese encierro, la luz posible. • Los pies de los lentes se sujetan en las orejas para no caer­se y poder darle clara visión al que los mueve, los inclina, quita y pone sin jamás limpiarles el vaho humano de la opa­cidad con que transcurre hoy el fin de su vida. • Habla, habla, habla de más para que ninguna palabra le quede en el descuido del sueño y el abandono de la muerte. • Ya ancianos vemos al niño que nos hace muecas al mismo tiempo que corre a denunciarnos a su madre con lágrimas que somos muy feos y provocamos miedo. • Desde el altar, el sacerdote toma prestado el mudrá de Cristo y siente que le pesa el brazo cuando lo alarga para arrojar la bendición; finalmente se le cae en un gesto que toma pres­tado a la feminidad de su hermana. • Escribe el poema a la primavera y por más que alarga el verso, éste se deprime exactamente en la brevedad de su epi­tafio. • Mece sus recuerdos en el sillón de su soledad para que la ventilación los disuelva, así lo hace diariamente a toda hora, pero no tiene medio de fuga, como él, sujeto al peso de sus pies. • Exactamente como El pensador, al que contempla en el museo, sus pensamientos no entienden ni un ápice su con­ dición de piedra humana. • Se baña para quitarse olor pero se quita vida por obra de la erosión del agua y el pulimento del jabón. • Nuestro rostro cambia continuamente, nadie da la misma cara con que nació a la muerte. • Rostro sobre rostro se va formando el rostro de nuestra muerte.


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Lluvia delgada de los sábados Luis García Montero

Madre Dentro de nada, cuando me den permiso las fieras de mi tiempo, cumpliré una palabra que nunca me pediste. Te llevaré a París. Porque tal vez, entonces, en los Campos Elíseos o en las aguas del Sena, con Notre Dame al fondo o con la Torre Eiffel, veré de nuevo el brillo más joven de tus ojos, la luz adolescente que baja del tranvía con bolsas y comercios y saludos y poco más de veinte años. Hoy te recuerdo así, como los días sin colegio, bandera hermosa de un país difícil, lluvia delgada de los sábados. Nunca guardaste mucho para ti. Ni siquiera una noche, una ciudad o un viaje. Tu tiempo se sentaba en nuestra mesa y había que partirlo como el pan, entre tus hijos y tu miedo. Seis veces el temor a que la enfermedad, el vicio o la desgracia se quisieran sentar en nuestra mesa. No vayas a salir, a dónde vas ahora, hay que tener cuidado con las mujeres y las carreteras, deja ya la política. Y sin embargo lo que no te atrevías a pedir duerme en el corazón de cada uno.

Porque el amor se hereda como un abrigo sin botones, y a mí me gustaría acompañarte por los pasillos del museo, más obediente y repeinado, para encontrar en la Gioconda el sueño y la sonrisa de un carné de familia numerosa. Te llevaré a París o a la ciudad que duerme en la taza de té de tus meriendas, con tu cristalería de familia burguesa y más aspiraciones que dinero, con tus dientes manchados de carmín, con tus estudios de Filosofía y Letras, je m’appelle Elisa, j’ai cherché la lune, la mer, la vie, la pluie, mon coeur, y todo se interrumpe. Sólo somos injustos de verdad cuando sabemos que el amor no pasará factura. Pero el río sin agua también puede llegar a desbordarse, y a tu lado me busca esta vieja nostalgia de ser bueno, de no ser yo, de conocer al hijo que mereces. Te llevaré a París. En mi recuerdo has aprendido algo de lo que te olvidaste en la vida: pedir por ti, andar por tus ciudades.


30 Canción de aniversario incómodos de no sentir el peso de los años Jaime Gil de Biedma

Son extrañamente hermosos todavía, estos labios de hace ahora tres años y pareciera inédito el gesto de tu beso, este llegar aquí cada vez más tranquilo, con la serenidad del que tiene por cómplice la vida y su rutina. Hoy sabemos que entonces, cuando tus veinte años y mi primer abrazo, empezamos por ser sobre todo indecisos: la tímida torpeza de la primera noche y la dificultad con que dejar las manos en el hábito infiel de nuestros vicios. Ahora extrañamente hermoso estar aquí, demasiado a menudo y decididos, incómodo de no sentir el peso de los años aprendiendo contigo la premeditación y escribiendo en tu piel mi alevosía. Porque suele haber bancos donde se espera siempre, aceras que prefieres por costumbre o líneas de autobús al mediodía. Y sin embargo tú reapareces inédita en tu gesto para decirme hoy que le conteste al tiempo y sus preguntas el práctico saber que tienes de mi cuerpo.

Poética Hay momentos también en que dejamos las palabras de amor y los silencios para hablar de poesía. Tú descansas la voz en el pasado y recuerdas el título de un libro, la historia de unos versos, la noche juvenil de algunos cantautores, la importancia que tienen poetas y banderas en tu vida. Yo te hablo de comas y mayúsculas, de imágenes que sobran o que faltan, de la necesidad de conseguir un ritmo que sujete la historia, igual que con las manos se sujetan la humedad y los muros de un castillo de arena. Y recuerdo también algunos versos en noches donde comas y mayúsculas, metáforas y ritmos, calentaron mi casa, me hicieron compañía, supieron convencerme con tu mismo poder de seducción. Ya sé que otros poetas se visten de poeta, van a las oficinas del silencio, administran los bancos del fulgor, calculan con esencias los saldos de sus fondos interiores, son antorcha de reyes y de dioses o son lengua de infierno. Será que tienen alma. Yo me conformo con tenerte a ti y con tener conciencia.

La primavera de la Esfinge Olvídate de mí si estás conmigo.

Día de primavera, 1836 Déjame, pensamiento, déjame, mañana seré tuyo, volveré a ser tu presa.

Podemos permitirnos este lujo de abandonar los nombres, porque el nombre es razón de los ausentes, y nosotros estamos en la luz, en el aire que corta las dulces siluetas, en el tiempo que ordena las palabras y en los escalofríos del jardín. Incluso en la memoria que quiso ser presente.

A la casa del frío regresaré mañana, cuando el tiempo exponga sus razones y el corazón pregunte lo que falta por ver, cuántos latidos pueden quedarle para detenerse.

Después vendrá el otoño y volverán los nombres a los labios.

Pero hoy, mientras la luz araña en los árboles y pide una oportunidad, quiero que me recoja la inútil primavera.

Apágame, viajero, la luz cuando te vayas. Recuérdame, lector, al doblar esta página.


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Cantos de amor

Teócrito

Felipe Sánchez Reyes

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as emociones y placeres no tienen edad, aunque van más unidos a la flor y el encanto de la juventud del eros homo u heterosexual; el amor y la pasión del adulto por el mancebo resulta similar al del adulto por las jóvenes. Henri Marrou afirma en su Historia de la educación en la antigüedad: “La antigua sociedad griega consideró como la forma más noble del amor la relación pasional entre los hombres, un adulto de más edad y un adolescente”. El eros homosexual ya aparece ensalzado en los poetas líricos del periodo arcaico griego (siglos VII-VI a.C.), quienes aman al hombre y a la mujer practican ambas relaciones sexuales y la sociedad lo acepta. El eros homosexual también se repite en textos de la Grecia clásica (siglos VI-IV a.C.): el Simposio de Platón; y en la época helenística (siglos IV-II a.C.), los Idilios de Teócrito, en donde el poeta siracusano lo exalta. Este poema, “Cantos de amor (2)”, se centra en la pasión del adulto con canas en las sienes por un joven hermoso de mejillas sonrosadas, por el cual se siente atraído desde hace dos meses, pero ayer lo miró, le guiñó el ojo y la pasión se adueñó de él. Lo novedoso de este poema es que aborda la autocensura o el diálogo del adulto con su alma o su otro yo. Él censura a su alma por enamorarse de un joven y no de un viejo como él; le exige que sea sensato y se comporte como un hombre viejo, porque el joven pronto lo abandonará por otro joven y lo dejará con un malestar terrible. Este idilio fue escrito en griego clásico, en hexámetros, por Teócrito, el creador de la poesía bucólica o pastoril y coetáneo de los poetas Calímaco y

Apolonio de Rodas, quienes rebosan erudición en la Biblioteca de Alejandría. Él nace entre el 310 y 300 a.C. en Siracusa; su vida transcurre en la isla de Cos durante el reinado de Tolomeo I, su auge literario en la ciudad de Alejandría atrae a poetas que disfrutan de los ingresos concedidos por Tolomeo II; muere en 260 a.C. en la isla de Cos. Para esta traducción me basé en el texto griego de A. S. F. Gow, Bucoli-

ci Graeci, Oxford, 1969, y traduje el poema en heptadecasílabos compuestos, ordenados en tres partes (17 sílabas por verso, como en el hexámetro) y con dos cesuras obligatorias, como sugiere Tomás Navarro en El arte del verso. Bueno, estimado lector, ya es hora de que te deje con el adulto enamorado del siglo III a.C., que entabla un diálogo con su alma acerca de la pasión y la edad para amar.

Idilio XXX: Cantos de amor (2) ¡Ay qué calamitosa y dolorosa es mi afección! Van dos meses que tengo una pasión como malaria por un joven muy bello. En cuanto él alza su pie del suelo es todo gracia y dulce es la sonrisa de sus mejillas. Hoy la afección me ataca por unos días y en otros cesa, 5 muy pronto no tendré reposo para conciliar sueño, pues ayer al pasar él me miró sobre las cejas. Por pudor de mirarme cubrió un rubor su tez hermosa, su pasión se adueñó más todavía de mi alma toda y retorné a mi casa con nueva herida en las entrañas. 10 Llamé molesto a mi alma y le hice largos reproches: “¿Por qué otra vez lo haces? ¿Cuál será la última de tus locuras? ¿Nunca te has percatado que tienes canas sobre tus sienes? Ya es la hora de que tengas juicio, tu aspecto no es el de un joven ni te comportas como quienes apenas prueban los años. 15 Tampoco ahora olvides: es adecuado que el hombre viejo rehúya los amores desgarradores de un muchacho. Para él la vida corre como las patas del raudo ciervo, luego izará las velas para marcharse a otro sitio y la flor de su dulce juventud vuelve con sus coetáneos. 20 Mas al otro el deseo por el ausente ya le devora la pasión hasta médula, con él delira durante noches y un año no le basta para extirpar su mal terrible”. Esto más otras frases le censuré al alma mía. Ella me contestó: “Cualquiera juzga que vencerá 25 a Eros el taimado, cree a la ligera que encontrará que existen nueve estrellas que están girando sobre nosotros. Si hoy lo quiera o no, debo alargar todo mi cuello para traer su yugo, porque esto, amigo, quiere el dios que hizo dudar la inteligencia de Zeus y diosa nacida en Chipre. 30 Pero a mí, hoja efímera que necesita ligera brisa, me levantó enseguida y me elevó con suave soplo”.


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Diaria escritura El enciclopedista Humberto Musacchio

Historia crítica del periodismo mexicano

Rossi Blengio

Historia crítica del periodismo mexicano (Luna Media Comunicación, colección “Kiosco”) es un trabajo que realizó a lo largo de tres décadas y media el enciclopedista Humberto Musacchio (Ciudad Obregón, Sonora 1943), libro que, a su vez, abre esta (única, sobresaliente) colección periodística que vio la luz en octubre de 2016, fundada y dirigida por este mismo avezado periodista. Humberto Musacchio. Foto de Pascual Borzelli Iglesias.

La simulación del echeverriato n conversación con el también autor del Diccionario enciclopédico de México, Humberto Musacchio expresa que la historia es siempre trágica. —Dice usted que todo Estado moderno cuenta con un periodismo que lo favorece, pero un Estado vigoroso necesita también de un periodismo crítico y plural, de una prensa que indague, revele, analice, juzgue y oriente. ¿Dónde encuentra su espacio la prensa crítica en México? —Durante muchas décadas del régimen priista se amordazó a los periodistas críticos. Sencillamente no se podía ejercer porque los dueños y directores de periódicos lo impedían, pues querían mantener buenas relaciones con el gobierno o con los anunciantes, según fuera el caso; pero eso empezó a caer con el Excélsior de Julio Scherer García, sobre todo en el sexenio de Luis Echeverría, cuando Scherer se empezó a dar libertades que no se tomaban otros periódicos. Entonces tú veías en Excélsior los grandes reportajes que mostraban la realidad mexicana y que no era aquella realidad idílica de la que nos hablaban los gobernantes. Estaba fresco todavía el crimen de Tlatelolco del 2 de octubre de 1968, cuando Echeverría, tratando de distraer la atención, mandó al grupo paramilitar los Halcones a matar estudiantes y acusó al jefe del Departamento del Distrito Federal, Alfon-

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33 so Martínez Domínguez. No lo dijo tal cual, pero quiso aparentar que así había sido. Esos hechos de represión tienen también un precio para los gobernantes que tuvieron que ir aflojando los mecanismos de control, no de censura, porque casi nunca la ha habido directa, sino más bien de autocensura por conveniencia. A partir de ese Excélsior comienza a producirse un movimiento, y Echeverría le da el golpe a este periódico; pero de ahí salen los periodistas que van a fundar la revista Proceso y el diario unomásuno. Posteriormente empezaron a surgir otros periódicos también independientes, como El Financiero, La Jornada o Reforma. Pero lo importante aquí es que la libertad de expresión es algo que se gana y no se gana de una vez y para siempre, sino que hay que estarla reafirmando todos los días. Habría que recordar, asimismo, el terremoto de 1985, por el cual comenzara a practicarse ese periodismo que desde la banqueta y el pavimento mandaba la información en directo. Cuando eso ocurre no hay censura que valga, además el gobierno mexicano estaba bastante acorralado por los acontecimientos y tampoco tenía la capacidad para reprimir esa información. Lo de 1985 fue un gran jalón en este trayecto hacia la libertad de expresión, pero donde creo que acabaron de romperse las ataduras fue en 1994 con el surgimiento del zapatismo, el asesinato de Colosio y el de Ruiz Massieu, la ciudadanización del IFE y otros fenómenos que contribuyeron a ampliar los marcos de la libertad de expresión. A partir de esos momentos dice Musacchio que “podemos” criticar “frontalmente” al presidente de la República. José Pagés Llergo decía que había tres temas tabú en el periodismo mexicano: el Primer Ejecutivo de la nación, el ejército y la Virgencita de Guadalupe.

—Bueno, hoy podemos criticar abiertamente al presidente de la República y al ejército; a la virgencita, no —sentencia Humberto Musacchio. Un brazo de la iglesia l periodismo engaña porque puede engañar, pero no puede hacerlo todo el tiempo ni con todas las personas”, escribe en el prólogo de su nuevo libro. En la historia de nuestro periodismo ha habido varias legislaciones en torno al oficio: en 1812 tocó a José Ruiz Costa publicar el decreto que implantaba la libertad de prensa consagrada por la Carta de Cádiz y en 1846 la Ley Lares fue reemplazada por el Reglamento Lafragua, el cual prohibía la censura, que pese a sus restricciones estaba inspirado en la idea de que sin una prensa libre el poder tendía a deslizarse hacia la tiranía. En 1848 Juan Álvarez puso en vigor la Ley Otero, según la cual sólo podía ser suprimido un periódico si incurría en el delito de la difamación. ¿Estos antecedentes siguen rigiendo o hay alguna novedad? —Lo que rige es el dinero. El principal anunciante de los diarios mexicanos es el gobierno, el sector público para ser más preciso, y lógicamente ningún periódico quiere enemistarse con esta franja privilegiada. Específicamente ni con el presidente de la República ni con el secretario de Gobernación, porque ellos tienen la capacidad de ahogar a un periódico, de quitarle toda la publicidad. El caso más lejano que tenemos de esto es el del Diario de México, que cito en el libro. Hay que decir que desde Lázaro Cárdenas hasta Salinas de Gortari, el gobierno tuvo el monopolio de la producción, importación y venta del papel periódico en México. El que se portaba mal no tenía papel, lo podía conseguir en el mercado negro pero muy caro. Hay el caso de la revista Política de los años sesenta de franca oposición que dirigía Manuel Marcué Pardiñas, quien tenía que comprar el papel en el mer-

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“Habría que recordar el terremoto de 1985, por el cual comenzara a practicarse ese periodismo que desde la banqueta y el pavimento mandaba la información en directo”

cado negro porque el gobierno le negó publicidad todo el tiempo mientras llenaba de dinero a los periódicos que le eran leales, o algo peor. ¿El resultado? La revista política de Marcué Pardiñas desapareció y durante el Movimiento del 68 fue detenido. Cuenta la leyenda negra que fue violado tumultuariamente por órdenes del presidente Díaz Ordaz. Porque, entre otras cosas, a fines de 1963 Marcué había publicado una portada en la que aparecía un retrato de Díaz Ordaz con un letrero en la cabeza que decía: “¡No será presidente!”. Pues bien, sí fue presidente y se vengó de la manera más vil. Porque esas eran las normas en contra del periodismo crítico mexicano. Y la Ley de Imprenta data de 1917, pero su promulgación es anterior a la de la Constitución; entonces es un ordenamiento que nunca ha tenido mayor vigencia, aunque de ahí se desprende la existencia de la Comisión Calificadora de Revistas, que depende de la Secretaría de Gobernación, y es el órgano de censura del gobierno, censura encaminada sobre todo a las revistas que publican desnudos o a las que hacen chistes a costa del gobierno. Los desnudos, empero, les preocupan mucho. Han de ser unos monjes los integrantes de dicha Comisión; de lo contrario no podría explicarse tal resquemor en esta época. Hubo una revista elegantísima en México, de gran refinamiento, llamada Eros, en la que colaboraban Nikito Nipongo, Renato Leduc, Heberto Castillo, en fin, gente de primerísima calidad, y la suprimieron porque publicaba desnudos, que eran de muy buen gusto… pero Gobernación es como si fuera un brazo de la Iglesia. —Durante el virreinato la imprenta siempre fue un instrumento bajo sospecha. —En la Colonia había censores que estaban en las redacciones de los periódicos por cuenta del gobierno. Hubo casos con las gacetas en que el mismísimo virrey las leía antes de autorizar su circulación. Ahora la censura es encargada a los dueños y directivos de periódicos. El anuncio de Proceso arco escribió sobre el falseamiento de las ideas que han obtenido la victoria:.“Las transacciones políticas se elaboran entre dos partidos contendientes, no entre vencedores y vencidos”. Una de las consignas periodísticas es la objetividad, ¿está usted de acuerdo?

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34 —Yo no creo en la objetividad, porque cada periodista ve el objeto desde su posición y de acuerdo con su formación, ideología y prejuicios. Entonces, hay muchas maneras de interpretar el objetivo periodístico, por lo que pedir objetividad es no pedir nada finalmente. Tú puedes pedir veracidad, que no diga yo mentiras. —En México, el crimen de Manuel Buendía en 1984 y la posterior e inacabable cadena de agresiones a los periodistas evidencian que el Estado mexicano es ya incapaz de garantizar el ejercicio de la libertad de expresión. ¿México no es merecedor de otro periodismo? —En México entiendo que sólo el 11 por ciento de la población lee periódicos: unos leen diarios, otros semanarios o periódicos mensuales, pero es sólo el 11 por ciento el que toma las grandes decisiones, sector que demanda un periodismo que informe. Te pongo un ejemplo: cuando el grupo fundador de La Jornada salió de unomásuno, convocamos a una reunión en el Hotel de México en la que la gente tuvo que pagar para entrar, no teníamos dinero para pagar el local. Yo fui a la revista Proceso a hablar con Scherer García para que nos diera a crédito la publicación de un anuncio para esa reunión. Asistieron más de cinco mil personas. ¿Y eso qué significa? Que la gente sí quiere buena información. La gente sabía que habíamos salido de unomásuno y pagaron la entrada para escucharnos, donde dijimos que queríamos hacer un nuevo periódico que se llamaría La Jornada con tales y cuales características. —¿Proceso cobró finalmente el anuncio? —Sí, porque era fiado. La reunión creo que fue un viernes y el lunes ya estaba yo en Proceso pagando el anuncio con el dinero que habíamos recabado, porque ahí, en esa reunión, empezamos a vender acciones. —En un estudio de 1985, Pablo Arredondo menciona que el medio preferido para informarse fue la televisión; sin embargo la campaña electoral de 1988 mostró las limitaciones como aparato ideológico del Estado. Ahora, acaso por cuestiones tecnológicamente masivas, se dice que el buen periodismo está destinado a las redes sociales. —¿Quién dice eso? Las redes sociales no son profesionales, ahí se procesa un periodismo poco confiable: nunca

“En las redes sociales puede haber verdades, medias verdades o mentiras completas. No son un medio confiable, la información tienes que confirmarla siempre” sabes quién te está mandando la información, o si es cierta o no. ¡Eso no es periodismo, para empezar, porque no son profesionales, ni siquiera conocen las normas elementales del periodismo! Puede haber verdades, medias verdades o mentiras completas. No es un medio confiable, tienes que confirmar siempre. Portafolios llenos de dinero —Las relaciones entre prensa y poder aún continúan enlazadas… —En el sexenio de Lázaro Cárdenas los directores y dueños de periódicos le pidieron que les garantizara el suministro de papel, porque la empresa que se los vendía cambiaba sus precios según el mercado internacional y según su conveniencia. Si a un jefe de Estado le dicen: “Oye, te queremos entregar un eficacísimo mecanismo de censura”, lo acepta de inmediato, y Lázaro Cárdenas lo aceptó. Porque al que se porte mal sencillamente no se le da el papel; pero, además, PIPSA [Productora e Importadora de Papel, la vieja empresa paraestatal] operó siempre de una manera bastante irregular. Vendía el papel a los periódicos y les daba plazos para pagar, les podía alargar aún más los plazos si se les dificultaba, y si de plano las cosas se ponían muy difíciles les condonaba la deuda. En cambio, a los que no eran confiables les cobraba el papel por adelantado. En el caso de La Jornada, el papel que nos vendían teníamos que pagarlo antes de que nos lo surtieran y con cheque certificado. Ese fue un mecanismo de censura. Pero Miguel Alemán, que fue un hombre de Estado, de derecha por supuesto, ladrón pero estadista, instituyó otras fórmulas tanto como secretario de Gobernación de Ávila Camacho y ya como presidente, para que ese control de la prensa fuera redondo. Por ejemplo, el embute o chayote es algo que ha existido desde el siglo XIX, yo cito varios testimonios, pero se institucionaliza y se convierte en una práctica generalizada e institu-

cional del gobierno a partir del sexenio de Ávila Camacho, cuando se empiezan a abrir oficinas de prensa en todas las secretarías de Estado. Las oficinas de prensa existen desde el siglo XIX, pero siempre fueron covachas, donde estaban uno o dos redactores y no había nada que hacer porque no tenían mayor función. Con Miguel Alemán Valdés, desde Gobernación y como presidente, las oficinas de prensa tienen la obligación de emitir boletines si no diario, por lo menos de manera muy frecuente, informar todo lo que estaba haciendo el gobierno en el área de su secretaría. Para garantizar que los reporteros le dieran espacio a esa información, se crearon nóminas y les pagaban como si fueran empleados de la oficina de prensa. Todavía existen algunas. Y como los salarios de los periodistas siempre han sido miserables, esta era una manera de equilibrar los presupuestos de las familias de los periodistas. ¿A quién le dan pan que llore?, dicen por ahí. Otra parte de ese mecanismo fue el boletín que unificaba y establecía una verdad oficial. Para garantizar que las cosas marcharan bien, la publicidad gubernamental empezó a ser algo pensado y dirigido para el control de los medios. Pero, además, había atenciones especiales de los jefes de prensa tanto con los reporteros como con los directores y dueños de periódicos. Por ejemplo: los fines de año los periódicos se llenaban de canastas que les enviaban a los jefes de prensa los propios líderes políticos o secretarios de Estado. Los llenaban de arcones de Navidad, entre otros regalos, y también mandaba como una atención personal, a seleccionados directivos, el señor presidente un portafolio lleno de dinero en pesos mexicanos o dólares, acciones que duraron hasta fines del sexenio de López Portillo. —El Diario de México fue el primer periódico mexicano en el que se estableció cierta división de trabajo. En su nómina figuraron José Joaquín Fernán-


35 dez de Lizardi y Andrés Quintana Roo; también fue el órgano de los poetas Manuel Martínez de Navarrete y otros integrantes de la Arcadia Mexicana, primer grupo o mafia cultural de México… —La literatura neoclásica fue un fenómeno tardío en México, mientras que en Europa ya tenía medio siglo de haberse abandonado. Aquí empezaron los poetas a hacer poesía neoclásica, se disfrazaban detrás de un alias o de seudónimos de la literatura pastoril y, bueno, ellos representan un momento de la literatura mexicana, pero no es lo mejor que hemos producido en letras. —La prensa cultural cada vez más se va difuminando de los medios de comunicación. ¿A qué se debe? —Durante muchos años los dueños y directores de periódicos decían que las páginas de cultura no tenían anunciantes y no eran negocio, por lo tanto eran prescindibles, pero hoy las páginas culturales tienen anunciantes de página completa, de media página, tanto gubernamentales como privados; anunciantes sí hay, ya no es pretexto; pero no les interesa a los directores, porque la cultura no influye de manera direcFoto de Alejandro Zenker.

ta en las decisiones de política. Por eso no le dan más vuelo. La prensa cultural tiene altibajos, en efecto; sin embargo, ha estado ahí desde que se estableció la imprenta en México. —Excepto esta colección bibliográfica que usted dirige, parece no importar mucho en nuestro país las teorías sobre la prensa, ¿a qué lo atribuye? —Tradicionalmente, la enseñanza del periodismo en las escuelas ha estado alimentada por textos de Estados Unidos. Son pocos los que se han escrito en México; está el del fascista Salvador Borrego: Periodismo trascendente, él era simpatizante y propagandista de Hitler; está el libro de Carlos Marín y Vicente Leñero, que ya nada más es del primero porque Leñero le cedió los derechos: Manual de periodismo. Son pocos los títulos porque, como suele ocurrir en tantas áreas de México, los maestros no investigan, entonces no pueden escribir libros porque no conocen la historia del periodismo. Incluso la materia de historia del periodismo no existe en la carrera, creo que de ninguna escuela. Como si no importara. Elaborar este libro me

llevó unos 35 años, más o menos, porque reunir toda esa información para ofrecerla de manera sintética, en pocas páginas, me llevó mucho tiempo en lecturas, averiguar, investigar, visitar mucho la hemeroteca, leer periódicos de otras épocas, ser un buen lector de periódicos contemporáneos, se dice pronto. A diario leo de dos a tres periódicos de cabo a rabo. Y los leo porque no sólo me sirve para escribir mis artículos, sino también porque de ahí tomo datos que me sirven para alimentar el Diccionario Enciclopédico de México, que es obra mía también. Me interesa saber quién murió, quién destaca en un ámbito o en otro y para eso tengo que hacer una lectura muy cuidadosa de los periódicos. Soy muy afortunado, porque me gano la vida en algo que me gusta mucho. Y ya estoy en otras cosas: debo terminar una historia de la Universidad en México de 1553 a 2003: ya escribí lo más complicado, que era todo lo de la Real y Pontificia Universidad. Y, por supuesto, espero publicar este libro en una editorial comercial porque si lo publica la Universidad, se va a la bodega.


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José Luis Cuevas: un año sin el pintor

“No ha aparecido en realidad otro artista que me haga sombra” Alejandro Alvarado

Nacido en la Ciudad de México en 1934, el artista plástico José Luis Cuevas falleció el 3 de julio de 2017 llevándose consigo un enorme baúl de polémicas pictóricas que sólo él podía eludir con suma inteligencia. Parte fundamental del cónclave cultural que se alzara victorioso en México en los sesenta para fundamentar y afianzar sus carreras artísticas hoy consolidadas, Cuevas expone, en esta entrevista, sus fortalecidas teorías del arte.

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intor controvertido, considerado uno de los grandes artistas de la plástica del siglo pasado, José Luis Cuevas concedió una entrevista en su casa de San Ángel, donde volvía a sumergirse en una de sus mayores obsesiones: la muerte. Su obra fue una reflexión sobre ella. Le surgió desde la infancia y lo acompañó siempre. Se acostumbró desde 1951 a retratarse a diario para llevar un registro del tiempo, pero desde que su esposa Bertha Riestra falleció en el año 2000, me dijo, ya no temió, nunca más, a la muerte ni deseó tomarse una sola fotografía más. Comenzó a contarme, entonces, de su enfrentamiento con los grandes pintores de la muralística mexicana. “Los tres grandes” —¿Cómo fue su ruptura con la escuela dominante en pintura mexicana al inicio de su carrera? —Mi ruptura con la escuela mexicanista surge a mediados de los cincuenta a través de un manifiesto que se publicó en el suplemento “México en la Cultura”, dirigido por Fernando Benítez, al que intituló “La Cortina del Nopal”. Incluso fue algo que se popularizó muchísimo en su tiempo. En Estados Unidos se publicó en una revista neoyorquina de vanguardia. De ahí se da la ruptura con la escuela mexicana y conmigo surge toda una generación que ya no sigue los lineamientos de la pintura nacionalista. Se buscan, entonces,

nuevos derroteros para el arte mexicano. Surge la llamada Generación de la Ruptura, de la que forman parte artistas como Manuel Felguérez o Vicente Rojo y los abstraccionistas, Gironella mismo, Enrique Echeverría, Lilia Carrillo, García Ponce. Fue una generación realmente muy brillante que buscó el cambio, lográndolo. —Pero también rompió usted con la corriente europea… —Dicha generación, en su búsqueda de libertades en su arte, recibió influencias de las vanguardias europeas, pero yo permanecí fiel dentro de una figuración, incluso reconociendo la influencia del arte antiguo mexicano, del arte anterior a la Conquista. Digo entonces que soy el renovador de un lenguaje figurativo.

—¿Me podría contar sobre sus polémicas con los muralistas?

—Desde luego. Mire, cuando hablo del manifiesto “La Cortina del Nopal” estoy hablando de la década de 1950,

y yo apenas estaba rebasando los veinte años. En esa época ya escribo una gran diversidad de artículos y empiezo a publicar con cierta periodicidad en el suplemento “México en la Cultura”. Diego Rivera vivía aún, aunque yo no tuve trato con él. Con el que sí trabé, ya años después, amistad, fue con David Alfaro Siqueiros, a quien combatí como combatí también a Diego Rivera; pero en Siqueiros siempre hubo una actitud un tanto benévola hacia mí, que era como una especie de simpatía. Le agradaba el hecho de que un joven se rebelara. Él había sido también un artista que se había rebelado contra muchas cosas, en lo político y en lo plástico. —Usted tuvo muchos enfrentamientos con él... —Mis debates con Siqueiros son historia antigua. A pesar de que muchas personas imaginan que éramos enemigos, no es así. David Alfaro me caía extraordinariamente bien y cultivamos una gran amistad. Los debates se dan

“Recuerdo, con mucha ternura, que cuando el maestro Siqueiros estaba ya muy enfermo, en una ocasión llegó a mi casa. Después de comer se sintió agotado. Entonces le ofrecí el sofá del estudio para que descansara, y lo utilizó un par de horas para dormitar y restablecerse”


37 no sólo con Siqueiros sino con todos los pintores de la Escuela Mexicanista. Pertenezco a la Generación de la Ruptura, la que buscaba un cambio en la plástica. Tengo una foto en la sala de mi casa en la que estamos los dos muy sonrientes. Recuerdo, con mucha ternura, que cuando el maestro estaba ya muy enfermo (yo siempre lo traté con respeto y le decía “maestro”), en una ocasión llegó a mi casa y, después de comer, se sintió agotado. Entonces le ofrecí el sofá del estudio para que descansara, y lo utilizó un par de horas para dormitar y restablecerse. —¿Cómo fue su relación con “los Tres Grandes”? —Orozco, Rivera y Siqueiros fueron artistas de una enorme importancia. Mis ataques a su obra fueron porque habían caído en un callejón sin salida y en una repetición de fórmulas dentro de la plástica, y de lo que se trataba era de encontrar nuevos rumbos para el arte nacional. Considero a Siqueiros uno de nuestros artistas más brillantes: desarrolló una gran originalidad. Probablemente es el más original de nuestros pintores. Al rastrear en la obra de Diego Rivera, incluso en la del mismo Orozco, descubrí sus influencias: las de Orozco son de los expresionistas alemanes; las de Diego son muchísimas, como resultado de la época en que vivió en Europa; en Siqueiros es más difícil descubrirlas: su obra es muy personal y tiene un sello propio. Frida, Tamayo, Morales, Toledo… —¿Y Frida Kahlo? —Frida Kahlo es un fenómeno verdaderamente extraordinario. Su fama surge, precisamente, cuando una escritora pocha (mexicana-norteamericana) escribió una biografía de ella en la que describe una serie de circunstancias que despertaron la curiosidad de la gente. En primer lugar, Frida fue víctima del machismo de Diego Rivera, además de su incapacidad física por la parálisis que padecía. Reunía otros elementos que provocaron un interés por ella en todo el mundo. Y empezó entonces a crecer su fama. Actualmente tiene mayor popularidad que Diego Rivera, a quien ahora se le reconoce más por ser el consorte de Frida que por el gran pintor que fue. Frida no es tan buena pintora como se dice. Más bien es un fenómeno

del mercado artístico, que alcanza precios verdaderamente fantásticos. —Cuénteme de su interés por la obra de Rufino Tamayo… —Con Rufino Tamayo me sucede algo verdaderamente extraño: habiendo sido un pintor extraordinario y creador del museo que lleva su nombre, cuando veo su obra ya no despierta en mí la emoción, el interés tan grande que sentí algún tiempo por su trabajo. En la época en que ataqué duramente el movimiento muralista, el único pintor que se salvaba de mis críticas era Tamayo. Alguna vez reconocí, en entrevista con la revista Time, que Tamayo era un artista disidente, un pintor mexicano que se había ganado mi respeto porque había sabido crear una obra propia y se

distanciaba de los dictados de la Escuela Mexicanista, la de contenido social. Sin embargo, su obra, actualmente para mí, ha perdido mucha de su magia. —Hábleme de Rodolfo Morales… —Es uno de los grandes pintores, no sólo de Oaxaca sino de México. En una comida en su casa, en Ocotlán de Morelos, se presentó la prensa y me entrevistó un periodista local. Aproveché la entrevista para sugerir al gobierno que modificara el nombre de la ciudad: en lugar de Ocotlán de Morelos, le pusiera Ocotlán de Morales. No me hicieron caso, por supuesto; no era una tarea fácil: Morelos es uno de nuestros grandes héroes; pero hay que reconocer que su nombre abunda en todas partes. Rodolfo Morales se esforzó por mejo-

José Luis Cuevas. Foto de Pascual Borzelli Iglesias.


38 rar Ocotlán y contribuyó con grandes aportaciones al arte de Oaxaca, sobre todo al lugar donde nació. La gente lo quería mucho. En la calle se acercaban a saludarlo. —¿Cómo es su relación con Francisco Toledo? —Francisco Toledo es mi amigo desde hace muchos años. Nuestro primer encuentro fue en París, en casa de Octavio Paz. En esa reunión vi por primera vez su obra. Después de esa entrevista lo dejé de ver mucho tiempo. En 2004 me invitó a exponer en su museo. En la exposición hubo una asistencia de público impresionante. Sin embargo, Toledo no se presentó. La tarde era muy calurosa y tuvimos que abandonar el lugar antes de que desalojaran las salas. Toledo nos esperaba en un restorán cercano al museo. Nos invitó a cenar. Se comportó extraordinariamente cordial. La cena resultó una gran experiencia. Creo que así como Rodolfo Morales, Francisco Toledo ha hecho también grandes cosas por el estado de Oaxaca. Es uno de los pintores vivos más importantes de México. Si no existiera yo, podría presumir que él es el mejor; pero como existo, le concedo un muy honroso segundo lugar. Ninguna palabra última Dice José Luis Cuevas que en las generaciones recientes, a partir de La Ruptura, él ha sido, sin duda, “la presencia más constante desde entonces”. —No ha aparecido en realidad otro artista que me haga sombra, lo digo honestamente —dice el pintor—. Eso no quiere decir que niegue el talento de los demás artistas.

“Francisco Toledo es uno de los pintores vivos más importantes de México. Si no existiera yo, podría presumir que él es el mejor; pero como existo, le concedo un muy honroso segundo lugar” —¿Qué se siente ser el mejor pintor mexicano actualmente? —No se siente nada. Lo que pasa es que los mejores ya murieron. —¿Quiénes eran los mejores? —Bueno, pues ya sabemos, Rivera, Orozco, Siqueiros, Frida Kahlo y otros que no pertenecían al movimiento pictórico pero eran grandes pintores, como Julio Castellanos. El siglo XX mexicano sí produjo artistas plásticos de primer orden, de manera que en estos tiempos de las vacas flacas dentro de la plástica mexicana ser el mejor no tendría que significar ser un gran artista. No quiere decir que en mi caso no lo sea, pero en este momento no hay tanto talento como para… es un campeonato en el que se está compitiendo no con pesos completos sino con pesos mosca. —¿Un artista debe estar en renovación constante? —En mi caso, todos los días escribo y pinto. Mi vitalidad se debe al trabajo. Todos los pintores, en la historia del arte, por lo general nunca se jubilan. De repente me encuentro con gente bastante desorientada que me pregunta: “¿Y sigues dibujando?” “No”, les digo, “ahora soy empleado de un banco”. Siempre hay quien dice tonterías. Recuerdo, por ejemplo, el caso de Picasso: en 1973 padecía una especie de

catarro y estaba en cama; posiblemente el catarro se le complicó con una neumonía. Lo encontraron muerto en su cama al amanecer. Estaba rodeado de varios dibujos que había estado trabajando en la noche. Fíjese qué cosa fantástica. Pensar en el momento en que llegue la muerte me angustia. Aunque ha sido un tema recurrente en mi obra, ahora que ya estoy en el inicio de la vejez la sensación que me provoca es diferente a la que me provocaba cuando era joven. Una idea que me angustia es fallecer durante el sueño, como le ocurrió a Picasso, y dejar una o dos obras inconclusas. —¿Qué opinión le merece la inmortalidad de los pintores, de su trascendencia por medio de la obra? —¿Pero para quién trasciende? Pongamos el ejemplo de Miguel Ángel, creador de la Capilla Sixtina. Su obra existe para los cientos de espectadores que visitan el Vaticano; pero ya no para Miguel Ángel, él ya no está en el mundo. Hay artistas que seleccionan las palabras que se inscribirán en su tumba. Epitafios con frases de gente famosa del pasado. Escogen las últimas palabras. —Y usted, ¿cuáles quiere que sean las suyas? — ¡No! ¡Yo no quiero que sean ningunas…!


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Así las cosas

Un sistema parlante nocivo Javier Gutiérrez Ruvalcaba

M

eses después de concedérsele la autonomía a la Universidad Nacional y a punto de arrancar el proyecto editorial de la Revista de la Universidad de México, para el último bimestre de 1929, el rector de la Máxima Casa de Estudios del país, en ese entonces el licenciado Ignacio García Téllez, envió misivas a los principales pensadores afincados en México de finales de los veinte para solicitar su opinión sobre el “vitáfono”, un sistema parlante que servía de apoyo a las películas silentes, siendo éste el primer sistema de cine sonoro en la industria cinematográfica. Uno de los que envió puntualmente su respuesta fue el jurista y académico Genaro Fernández McGregor, quien proponía, de inicio, que más bien debía llamársele biófono, aclarando que sus consideraciones serían contrarias a la introducción y uso de ese aparato por defraudar, en su manera de pensar, “los loables deseos que tienen las masas de divertirse”, ya que, apuntaba, no únicamente verían las imágenes como se daban en ese momento en la cinematografía, sino que ya con ese aparato el público contaría con la palabra de los personajes para entender lo que pasaba en la pantalla, con el inconveniente de que sería en inglés. Acentuaba que la masa del público mexicano no conocía ese idioma y

así se le defraudaría ese goce adicional que procuraba el “vitáfono” y que era motivo para que el productor y el exhibidor de películas elevasen considerablemente los precios. Quien fuera el vigésimo noveno rector universitario subrayaba su negativa a ese novedoso sistema, ya que, en su opinión, aun las personas que, como él, conocían bastante aquel idioma, perdían más del 50 por ciento de lo que se escuchaba en el “vitáfono”, y se preguntaba: “¿Qué será de la gran mayoría de nuestro público, que ignora en lo absoluto dicha lengua?” Otro pero que le veía era el inminente incremento de los precios por incorporar sonoridad a las cintas. “Si ahora, aprovechando esa necesidad, se exhiben a mayor precio películas ininteligibles, las masas tendrán que ir a ellas por falta de cosa mejor o más apropiada, y, en consecuencia, saldrán defraudadas de la satisfacción de su deseo de placer”. En claro rechazo a quienes aplaudían la llegada de este aparato, enfatizaba: “Los optimistas a ultranza dirán que en todo lo que acaece hay algo bueno, y que, en el caso que nos ocupa, al fin y al cabo la introducción en México del inglés, por medio del vitáfono, traerá el beneficio de que nuestro pueblo hable ese idioma. Este raciocinio miope puede combatirse

reduciendo al absurdo el sistema. ¿La anexión de México a Estados Unidos no traería muchos bienes materiales? Entonces, ¿esos optimistas propondrían la anexión?” Le preocupaba sobremanera que el pueblo pudiese perder identidad si se popularizaba el uso de ese novedoso sistema parlante. Recalcaba que en las clases populares había que reforzar y acentuar los caracteres nacionales, “a riesgo de verlas tornarse ‘levantinas’, incoloras, inertes, por mezcla y lucha de factores antagónicos”. En caso de la aceptación formal de ese uso sonoro, proponía que se gravara “fuertemente la entrada al país de cintas en inglés para hacer su explotación comercial imposible”. Es indudable que él hubiese optado por la prohibición de esas cintas para proteger la identidad nacional, basándose “en el inalienable derecho que tiene todo Estado de defenderse en el interior y en el exterior”. Finalizaba su postura ultranacionalista con una arenga: “¿Y qué hay más sagrado que defender que la misma alma nacional cuando un peligro la amenaza? Ninguna nación ha vacilado en dictar medidas drásticas en ese sentido, y, por ejemplo, Francia ha rehusado recibir el nuevo género de películas en inglés, ¡y eso que Francia tiene un carácter nacional perfectamente formado y fuerte desde hace siglos!” Por último, aclaraba que no le cegaba ningún chauvinismo; pero “en cuestiones fundamentales hay que adoptar una vía recta y firme”.


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Cuevas, mi amigo

El autorretrato y la mujer Marco Antonio Campos

Unos cuantos días después de la muerte de José Luis Cuevas, el poeta Marco Antonio Campos ofreció esta bella estampa que ahora reproducimos con la anuencia del escritor como homenaje al artista plástico a un año de su partida.

C

onocí a José Luis Cuevas, en mayo o junio de 1981, en casa del poeta Jorge Ruiz Dueñas. Jorge, quien era muy amigo de Cuevas desde los años sesenta, nos invitó a un grupo de escritores de la generación porque Cuevas quería conocer a nuevos escritores. Acompañaban a José Luis su esposa Bertha y su hija Mariana, quien parecía bellamente salida del cuadro de La joven del arete de Vermeer. Escribí en julio de aquel 1981 una nota en Proceso acerca de un libro con cartas de Cuevas a José María Tasende y poemas que habían escrito sobre sus dibujos y pinturas poetas de diversas nacionalidades: desde Octavio Paz, Eduardo Lizalde y José Carlos Becerra hasta Claude Esteban y Fernando Ferreira de Loanda. A los poemas los acompañaban dibujos de él: como en toda su obra, Cuevas rompía la geometría para crear una propia geometría. Un añadido: los amigos de José Luis en mucho mayor medida fueron escritores y poetas, y no pintores. En febrero de 1984 Armando Ponce y yo, para la sección cultura de Proceso, le hicimos una entrevista que buscó ser un autorretrato verbal de sus 50 años. Él mismo nos contestó que las dos obsesiones en su arte fueron el autorretrato y la mujer. A cada uno nos regaló y dedicó un melancólico autorretrato donde señalaba la fecha de la edad que empezaba a tocar la noche.

“Hace como dos semanas que no me entrevistan” Fue uno de mis grandes amigos, un amigo excepcionalmente generoso, y aun en broma, nos llamábamos hermanos en Piscis (ambos éramos de fines de

febrero: yo del 23, él del 26). El gran tema de José Luis en las conversaciones eran las mujeres y no he conocido a nadie tan hábil como él para seducirlas. Era un gusto ir a su casa a comidas, cenas, fiestas y reuniones por los grandes artistas y las mujeres bellas que invitaba. Bertha, su magnífica primera esposa, una anfitriona inigualable para todos los convidados. Cuevas conoció miles de gentes, pero sus amigos, como pasa en estos casos, eran unos cuantos. Siempre tuvo abiertas las puertas de su casa para estimular y apoyar a los jóvenes pintores. Desde muy joven Cuevas se preparó para la fama y supo llevarla mejor que nadie. Vivían y convivían naturalmente en él el hombre público y el hombre privado. Aun los pequeños detalles de la fama le divertían o preocupaban. Una vez, hacia la Navidad de 1984, los amigos lo encontramos afligido en el jardín. Le preguntamos por qué. “Hace como dos semanas que no me entrevistan”. Otra vez, estábamos en Tlaquepaque, Jalisco, en abril de 1985 (hay una foto que circula en internet), Bonifaz Nuño, Cuevas, Juan Bañuelos, René Avilés Fabila, Carlos Montemayor y yo. Íbamos a un homenaje a Bonifaz y a la presentación de un libro de poemas mío (Monólogos) con dibujos de él. Cuevas se levantó de la mesa y se puso a caminar. Al regreso, comentó satisfecho: “Me saludaron tres personas. Estaba in-

quieto porque en toda la mañana no me había reconocido nadie”. Si en público el ego de José Luis se engrandecía (la gente no se daba cuenta que en eso había algo o mucho de teatral), en petit comité era muy respetuoso del interlocutor, e incluso, aunque no se crea, podía parecer reservado o tímido. Sin embargo, si llegaba un periodista o un fotógrafo, o si daba una conferencia, o participaba en una mesa redonda, o lo entrevistaban en la televisión, se transformaba de inmediato, y el mundo parecía hecho para él. Fue una persona que se inventaba prodigiosamente en muchos personajes. Almas y grietas del cerebro Era amenísimo en la conversación y tenía un sentido del humor excepcional. A sus enemigos solía acuñarles frases de demolición. Contaba historias divertidísimas, donde no excluía la fabulación, y hacía extraordinarias imitaciones, incluyendo la de grandes amigos, entre las que sobresalían las de Fernando Benítez y Carlos Fuentes. Cuando en el segundo lustro de la década de los ochenta empezó a escribir sus Cuevarios en el suplemento del “Búho”, que dirigía René Avilés Fabila, los artículos versaban sobre cuestiones relacionadas con museos y arte. Estaban mal desarrollados y eran aburridos. Con la confianza de la amistad, le insistimos que por qué no escribía las

“Los amigos de José Luis en mucho mayor medida fueron escritores y poetas, y no pintores”


41 historias tan amenas que contaba en la vida diaria. Empezó a hacerlo y el círculo de amigos y numerosos lectores empezamos a asombrarnos de su talento. Al principio me permitía hacerle una serie de observaciones sobre defectos en los artículos: fallas en la sintaxis, rimas interiores, repeticiones fallidas de palabras, que no explicara del todo el asunto… Aprendía muy rápido. Cada domingo su relato o artículo era mejor. Por supuesto el tema central eran los relatos eróticos. Una vez me telefoneó Raquel Tibol y me dijo: “Dígale a su amigo Cuevas que no le creo nada de lo que dice”. Le repuse: “Mire, Raquel, no hay mentiras, sino trasposiciones. Las anécdotas y las situaciones son reales, pero se trata de mujeres a las que José Luis transforma y coloca, según el caso, en El Salvador, Argentina o México”. Eran muy divertidos los piques y pullas, las rupturas y reconciliaciones de Cuevas y la recordada Raquel Tibol. Era un cariño-odio en el que se imponía el cariño. Los dos primeros libros con estos relatos de aquellos años, con la venia de José Luis, los seleccioné y los publicó Fernando Tola en la editorial Premià: Historias del viajero (1987), del que también escribí el prólogo, e Historias para una exposición (1988). Cuando publicó el vastísimo Gato Macho en Foto de Alejandro Zenker.

“Hacía extraordinarias imitaciones, incluyendo la de grandes amigos, entre las que sobresalían las de Fernando Benítez y Carlos Fuentes” 1994 en el Fondo de Cultura Económica nos lo dedicó a Edmundo Valadés y a mí. A don Edmundo, porque le entusiasmaban los relatos eróticos, y se lo decía admirativamente a José Luis; a mí tal vez por haberle dado algo del impulso literario inicial. En aquel entonces don Edmundo, Monterroso y yo comentábamos que José Luis escribía mejor o mucho mejor que un buen número de nuestros narradores reconocidos. No dejo de sonreír cuando oigo la leyenda de que a Cuevas le escribían sus relatos. Falso. Tenía un talento nato para la narrativa oral y escrita. Lástima que en los años finales, en páginas de El Universal, escribiera a cuatro manos unas cursilerías irremisibles, de “mejor nos vemos a la próxima”. Heredero de Posada y José Clemente Orozco, Dios o los hados le dieron el toque del genio como dibujante. Una vez, en 1991, en Viena, comparándolo con un alma gemela, el pintor austriaco Egon Schiele, escribí: “Hay asombrosas

coincidencias entre ambos: el erotismo y la muerte uniéndose en el filo del grito, el egocentrismo casi absoluto que se manifiesta en las innumerables máscaras y caras del artista, el paso lento y angustioso en los bordes circulares del pozo de la locura, pero todo contrastado con una raíz infantil que no niega la inocencia y le da un fondo de ternura a una obra y a un mundo que se revelan a su imagen y semejanza. Las líneas de los dibujos y las pinturas de ambos dejan al espectador ver o, mejor, entrever las llagas del alma y las grietas del cerebro”. El gran amigo se ha ido. Quisiera, como tantos que lo trataron y admiraron, que su espléndida obra, en el futuro próximo y en el futuro lejano, tenga un manejo hábil y correcto a la altura del gran artista que fue. No es demasiado pedir. Con la muerte de Cuevas termina una época del arte mexicano. Un artista y una figura pública irrepetibles.


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Dos décadas de la muerte de Manuel Blanco

“A todos nos hace bien un poco de humildad” Víctor Roura

Tres años después de la muerte de Manuel Blanco, ocurrida el 6 de junio de 1998 en Mérida, se publicaba su segundo libro póstumo en el año 2000 (fueron finalmente editados tres volúmenes post mortem): Hojas de memoria periodística, que coeditaran la Fundación Manuel Buendía, la Unidad Obrera y Socialista y el Frente del Pueblo.

N

unca supo Manuel Blanco (nacido en octubre de 1943 en la colonia Doctores de la Ciudad de México), de dónde sacaban tantas energías los fotógrafos, ni cómo le hacían para llegar a tiempo a cualquier parte. “Dentro de las prisas, el reportero puede darse su tiempo, preguntar y meditar las cosas —dejó escrito Manuel Blanco—. El reportero gráfico, no. A él se le va la jugada en el fut, en el beis, en los toros. El personaje se le va y no le sirven de nada los discursos ni los boletines de prensa, ni el testimonio de los que sí estuvieron ahí. Así, los he visto correr como gamos tras el funcionario que ingresa a cualquier recinto. Saltando como liebres para que el carro del presidente no los rebase hasta llegar a Palacio o a San Lázaro el día de cualquier informe de gobierno. Y en plena madrugada los he visto saltar de la ambulancia o de cualquier auto para llegar al lugar del siniestro antes que lleguen las patrullas, antes aun de que los bomberos salten también de sus carros, escaleras o mangueras en mano. Cuántas veces atravesándose entre las patas de los caballos de la montada subiendo a marchas forzadas el Cerro de la Estrella en Viernes Santo. O lanzándose de bruces para captar el instante en que el deportista cruza el aro de fuego en algún desfile del 20 de noviembre”. Manuel Blanco sí entendía estas aceleraciones cotidianas, acaso debido a su circunstancia, como él mismo decía, “de reportero sin base ni fortuna por muchos años, jefe de una sección diaria al que le pagaban como colaborador y le publicaban cuando el volumen de publi-

cidad lo permitía y la inercia de los jefes podía confundirse con miserable compasión”. Probablemente “esa mustia desprotección”, en el fondo, fue lo que unió desde un principio a Manuel Blanco con todos ellos. Lo divertía mirarlos como gamos correr tras los personajes del momento. Quiero creer, si bien no lo aclara en su segundo libro póstumo, que Manuel Blanco se refiere a esos infatigables reporteros gráficos de la prensa diaria y no a los superficiales, fastidiosos, desagradables e innecesarios paparazzi (ya en su fellinesco nombre llevan la penitencia: molestos, entrometidos, impertinentes, como los mosquitos), que continúan alimentado, con bravura e ignorancia, las numerosas revistas editadas en México supuestamente especializadas en el chismorreo, el cotilleo o el ventaneo, que para el caso vienen siendo la misma abrumadora cosa. “La foto artística nunca fue para ellos —escribió Manuel Blanco—: la foto de estudio, la foto trabajada en el laboratorio, la foto meditada larga y detenidamente, la que calcula las medidas de la luz y sus contrastes; la que busca el equilibrio, la composición, la textura. El oficio reporteril siempre reclamó atravesarse a la mitad de los acontecimientos, en el ajetreo de todas las prisas, en la oportunidad que nunca se va a repetir”. Y resulta ahora que su esfuerzo sí es un trabajo calificado, “que sus fotos ganan las primeras planas de los diarios y se dan, a veces, el lujo de conquistar las ocho columnas de rigor. Y que de pronto, sin que nadie se lo espere, sus fotos empiezan a llenar las salas de exhibición, los museos, los sitios donde la gente antes iba nada más para admirar a los artistas. Será que ellos también lo son”.

De cuartillas y linotipístas Una tarde se asomó a su oficina un muchacho pálido a solicitarle trabajo. Manuel Blanco le advirtió que la única condición era que sus textos estuvieran bien escritos, luego de lo cual lo envió a cubrir de inmediato sus primeras informaciones. A los pocos días entregó unas cuantas cuartillas, a las que Manuel Blanco tuvo que meterle mano, según consigna, “en serio”. Trató de explicarle al joven que había normas mínimas para la presentación de originales, pero su respuesta lo dejó francamente helado: —Es que yo soy poeta, no periodista... “El poeta ya no volvió —narra Manuel Blanco—. Pero a lo largo de los años tuve la ocasión de ver a muchos otros personajes. Otro poeta, éste sí buen poeta, acostumbraba entregar sus cuartillas como si las hubiera estrujado con las manos antes de entregarlas en la redacción, o bien con notorios restos de comida salpicando las líneas de sus textos. ¿Cómo hacerles entender a otros que escribirlas con tinta roja significaba dictarles sentencia a los ojos de correctores y linotipistas? Otros más olvidaban dejar márgenes en la hoja o escribían a renglón seguido y no faltaban quienes tachonaban sus escritos hasta dejarlos como mapas luego de alguna cruenta batalla”. Por supuestio, el lenguaje de Manuel Blanco, hoy en día, ha desaparecido de los periódicos: ya no hay linotipistas, ni correctores, ni se entregan los textos escritos en máquina de escribir (quizás sólo Javier Marías sigue escribiendo de esta manera, aunque tal vez ya use también la computadora); pero todas estas lecciones del antiguo


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“La foto artística nunca fue para ellos: la foto de estudio, la foto trabajada en el laboratorio, la foto meditada larga y detenidamente, la que calcula las medidas de la luz y sus contrastes; la que busca el equilibrio, la composición, la textura. El oficio reporteril siempre reclamó atravesarse a la mitad de los acontecimientos, en el ajetreo de todas las prisas, en la oportunidad que nunca se va a repetir” periodismo no dejan de ser inquietantes si se las compara con los caprichos contemporáneos, donde ya ningún periodista, o casi nadie, quiere pararse en las redacciones tras enviar sus textos por internet. Ya no me imagino qué dirían si les aseguro que Manuel Blanco era el único jefe de una sección cultural (la del diario gubernamental El Nacional, ya desaparecido, cuyas instalaciones fueron adquiridas por el empresariado que controla Milenio), el único jefe de una sección cultural, digo, que despachaba en una cantina, el Salón Palacio, antes coto de periodistas, y que hoy, con esa cuestión de la equidad de géneros, las mujeres se rebelarían incluso con entrar a esos tugurios porque, como ahora he escuchado diversas denuncias, la mujer no puede permitirse asistir a reuniones de trabajo a deshoras ni, mucho menos, en centros considerados machistas. No sé qué pensaría Manuel Blanco, pero estoy seguro de que se enfrascaría conmigo en una larga discusión para tratar de dirimir el caso. Sin embargo, la historia del primer poeta no terminó ahí: “Muchos meses más tarde, y por casualidad, me empecé a encontrar su nombre firmando notas en algunos diarios de circulación nacional. Me dije: ¡vaya, este cuate ya aprendió a escribir! Pero no era cierto. Continuaba escribiendo con la misma prosa desaseada, aunque era evidente que los correctores le metían mano a sus escritos. La doble paradoja fue, primero, que en las andanzas cantineras me enteré de que el poeta, ufano, me había declarado su maestro y, segundo (esto fue años más tarde), que había obtenido un premio literario ‘internacional’. Lo primero me hizo ruborizar, pero lo segundo no me extrañó en lo más mínimo”. Y nos recuerda una patética anécdota: “Porque escribí una reseña sobre un libro de Agustín Yáñez que acababa de ser publicado, el maestro, que había sido secretario de Educación Pública y era en

ese momento presidente de la Academia Mexicana de la Lengua, había tenido la amabilidad de enviarme un brevísimo texto de unas seis u ocho líneas en las que agradecía mis conceptos y me invitaba a reunirnos y compartir los goces de la vida y el pensamiento metafísico. Sólo que el importante novelista había acumulado en tan pocas líneas media docena de errores gramaticales, al final de los cuales había estampado su firma”. Cosas de la vida literaria. También nos cuenta otra imponente anécdota: Macario Matus, entonces director de la Casa de Cultura de Juchitán, ofrecía una ponencia en Puebla cuando tropezó con alguna palabra. “Un periodista afamado, que ocupaba un asiento en las primeras filas, se tomó entonces la libertad de corregir a Matus en voz alta, interrumpiendo su discurso”. Matus ofreció una rápida disculpa al periodista afamado diciendo que, en efecto, la palabra estaba mal empleada y que en vez de ella pudo haber dicho alguna otra. “Enumeró Foto de Alejandro Zenker.

entonces, al vuelo, una lista de siete palabras sinónimas pero agregó: lo que sucede es que mi lengua materna no es el español, sino el zapoteco”. Acto seguido, continuó su discurso en esta lengua, “lo que le valió no únicamente el aplauso cerrado de aquella concurrencia, sino que Toxqui, el entonces gobernador poblano, aprovechara la ocasión para adornarse diciendo su discurso en riguroso náhuatl”. Porque no todos, ciertamente, “tienen por qué tener las agallas de un Ernest Hemingway, que siempre dijo haber aprendido sus mejores lecciones de escritura en las redacciones de los periódicos donde trabajó”. Así que si un mal poeta entrega un texto periodístico en cuartillas sucias o un periodista afamado interrumpe con pedantería a un modesto director de una Casa de Cultura, en realidad no importa mucho. Porque “todo esto, desde luego, no prueba nada —aseveraba Manuel Blanco—. Si acaso que a todos nos hace bien, así sea de cuando en cuando, un poco de humildad”.


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Fragmentario El fútbol

Entre la pasión y el negocio

Eduardo Galeano

En 1995 Eduardo Galeano (1940-2015) publicó uno de sus libros más famosos —dedicado a una de sus grandes pasiones—: El fútbol a sol y sombra. Sin embargo, antes y después produjo una cantidad enorme de textos que hablaban de este deporte, los cuales estaban repartidos en sus distintos volúmenes o dispersos en viejos diarios y revistas. Ahora, Siglo XXI Editores ha puesto en circulación Cerrado por fútbol, un libro en el que reúne todos estos artículos del escritor uruguayo —algunos prácticamente inhallables; otros, verdaderos hallazgos—. Para los lectores de Transgresiones, y con autorización de la editorial, publicamos —en estos días en que se realiza la contienda futbolística mundial en Rusia— un fragmento del discurso leído por Galeano en la apertura del Congreso de Deportes Play the Game, en Copenhague, Dinamarca, en 1997, hasta hoy inédito

E

n abril de 1997 cayeron acribillados los guerrilleros que ocupaban la embajada de Japón en la ciudad de Lima. Cuando los comandos irrumpieron, y en un relámpago ejecutaron su espectacular carnicería, los guerrilleros estaban jugando al fútbol. El jefe, Néstor Cerpa Cartolini, murió vistiendo los colores del Alianza, el club de sus amores. Al mismo tiempo, en la ciudad de Montevideo, el municipio ofreció 150 empleos para la recolección de basuras. Se presentaron 26 748 jóvenes. Para recibir a semejante multitud, no hubo más remedio que realizar el sorteo de los puestos en el mayor estadio de fútbol, el Centenario, donde Uruguay había ganado, en 1930, el primer campeonato del mundo. Un gentío de desempleados ocupó el escenario de aquella histórica alegría. En vez de marcar goles, el tablero electrónico señalaba los números de los escasos jóvenes que encontraron trabajo. Pocas cosas ocurren, en América Latina, que no tengan alguna relación, directa o indirecta, con el fútbol. El fútbol ocupa un lugar importante en la realidad, a veces el más importante de los

lugares, aunque lo ignoren los ideólogos que aman a la humanidad pero desprecian a la gente. Para los intelectuales de derecha, el fútbol suele no ser más que la prueba de que el pueblo piensa con los pies; y para los intelectuales de izquierda, el fútbol suele no ser más que el culpable de que el pueblo no piense. Pero a la realidad de carne y hueso, este desprecio ni le va ni le viene. Cuando arraigan en la gente y encarnan en la gente, las emociones colectivas se hacen fiesta compartida o compartido naufragio, y existen sin dar explicaciones ni pedir disculpas. Nos guste o no nos guste, para bien o para mal, en estos tiempos de tanta duda y desesperanza, los colores del club son, hoy por hoy, para muchos latinoamericanos, la única certeza digna de fe absoluta y la fuente del más alto júbilo o la tristeza más honda. “Racing, una pasión inexplicable”, leí en un muro de Buenos Aires. Y en un muro de Río de Janeiro, un hincha del Fluminense garabateó: “Mi querido veneno”. Alguna mano anónima, en estado de paroxismo, dejó su testimonio en un muro de Montevideo: “Peñarol, sos

como el sida. Te llevo en la sangre”. Lo leí, y me quedé dudando. ¿El amor a la camiseta es tan peligroso como el amor a una mujer? Los tangos no aclaran el punto. En todo caso, el pacto de amor del hincha parece ser más serio que cualquier contrato conyugal, porque la obligación de fidelidad no admite ni la sombra de la sospecha de la posibilidad de un desliz. Y no sólo en América Latina. Un amigo, Ángel Vázquez de la Cruz, me escribe desde Galicia: “Yo había sido siempre del Celta de Vigo. Ahora me he pasado a su peor enemigo, el Deportivo de La Coruña. Es sabido que uno puede, y quizá debe, cambiar de ciudad, de mujer, de trabajo o de partido político… pero jamás, jamás, puede uno cambiar de equipo. Soy un traidor, lo sé. Te pido que lo creas: lo hice por mis hijos. Mis hijos me convencieron. Traidor, pero padre ejemplar”. Para los fanáticos, que son los hinchas que viven siempre al borde de un ataque de nervios, el amor se realiza en el odio al adversario. Cuando el jugador argentino Ruggieri abandonó el equipo de Boca Juniors y se incorporó a las filas de su rival tradicional, el club


45 River Plate, los fanáticos le quemaron la casa. Los padres, que estaban adentro, se salvaron por milagro. En marzo del 97 cuatrocientos fanáticos de los clubes holandeses Ajax y Feyenoord se dieron cita, por teléfono y por internet, para pelear en un descampado cerca de Ámsterdam. El sangriento ritual dejó un muerto y numerosos heridos. La violencia ensucia el fútbol, como ensucia todo lo demás en este mundo de nuestro tiempo, donde, al decir del historiador Eric Hobsbawm, “la matanza, la tortura y el exilio masivo se han hecho experiencias cotidianas que ya no sorprenden a nadie”. Los medios de comunicación suelen irradiar voces de alarma contra los influjos maléficos del fútbol. ¿Se vuelve jauría sangrienta, por su causa, una población de mansas ovejas? A la vista está, para quien no se niegue a verlo: en los estadios estallan, a veces de mala manera, las tensiones acumuladas por la desesperanza y la soledad, que signan este fin de siglo al norte y Hugo Sánchez. Foto de Getty Imagesv.

al sur, al este y al oeste del mundo; y esas tensiones pueden estallar en los estadios, ni más ni menos que en cualquier otro espacio de la violenta vida de nuestros días. En Grecia, en tiempos de Pericles, había tres tribunales. Uno de ellos juzgaba las cosas: castigaba al cuchillo, pongamos por caso, que había sido instrumento de un crimen, y se dictaba sentencia rompiendo el cuchillo en pedazos o arrojándolo al fondo de las aguas. Hoy por hoy, ¿sería justo condenar a la pelota? ¿Tiene el fútbol la culpa de los crímenes que en su nombre se cometen? Quienes demonizan al fútbol, y lo confunden con el papá de Jack el Destripador, ejercen a veces un fanatismo tan irracional como el de los futboleros fanáticos. Y comparten el mismo equívoco de quienes creen que el fútbol no es más que un opio de los pueblos y un buen negocio de mercaderes y políticos: unos y otros hacen de cuen-

ta que los estadios son islas, y no los reconocen como espejos del mundo al que pertenecen y expresan. ¿O podría alguien mencionar una sola pasión humana que no sea usada como instrumento de alienación y como objeto de manipulación por los poderes que en el mundo mandan? El respeto por la realidad obligaría a reconocer que, a pesar de todos los pesares, la cancha de fútbol es bastante más que un escenario de violencia y una fuente de dinero, prestigio político y Valium colectivo. La cancha constituye también un espacio de expresión de destreza, y en ocasiones de belleza, un centro de encuentro y comunicación y uno de los pocos lugares donde los invisibles pueden todavía hacerse visibles, aunque sea por un rato, en tiempos donde esa hazaña resulta cada vez menos probable para los hombres pobres y los países débiles. Pagando tributo al prestigio de las evocaciones helénicas, mal no viene


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“¿El amor a la camiseta es tan peligroso como el amor a una mujer? Los tangos no aclaran el punto. En todo caso, el pacto de amor del hincha parece ser más serio que cualquier contrato conyugal, porque la obligación de fidelidad no admite ni la sombra de la sospecha de la posibilidad de un desliz” recordar los Juegos Olímpicos, dos mil quinientos años antes de la era de Juan Antonio Samaranch. En aquel entonces, cuando los atletas competían desnudos y sin ningún tatuaje publicitario en el cuerpo, la civilización griega formaba un mosaico de mil ciudades, cada cual con sus propias leyes y sus propios ejércitos. Los juegos que se celebraban en los estadios de Olimpia eran ceremonias religiosas de afirmación de la identidad nacional, una amalgama que juntaba a los dispersos y superaba sus contradicciones, una manera de decir: “Nosotros somos griegos”, como si haciendo deporte recitaran los versos de La Ilíada o La Odisea, los poemas de la fundación nacional. Quizás el fútbol cumpla, en nuestros días, una función parecida, en mayor medida que cualquier otro deporte. La industrialización del fútbol, que la televisión ha convertido en el más exitoso espectáculo de masas, uniforma los estilos de juego y borra sus perfiles propios; pero la diversidad, porfiadamente, milagrosamente, sobrevive y asombra. Quiérase o no, créase o no, el fútbol sigue siendo una de las más importantes expresiones de identidad cultural colectiva, de esas que en plena era de la globalización obligatoria nos recuerdan que lo mejor del mundo está en la cantidad de mundos que el mundo contiene. No abundan, por cierto, los espacios donde pueden afirmar su identidad los países del sur, condenados a la imitación de los modos de vida que hoy por hoy se imponen, como modelos de consumo obligatorio, en escala universal. Desaparecida la industria nacional, olvidados los proyectos de desarrollo autónomo, desmantelado el Estado, abolidos los símbolos que encarnaban

la soberanía, los países que integran los vastos suburbios del mundo tienen pocas oportunidades de ejercer el orgullo de existir y el derecho de ser. Y el derecho de ser suele estar en contradicción con la función de servidumbre que les atribuye la división internacional del trabajo y con el triste papel que los medios masivos de comunicación los obligan a representar. oOo Si el fútbol estuviera limitado a los países que más dinero pagan por él, no tendrían explicación los fervores que desata en el mundo entero. América del Sur, que poco paga y está condenada a suministrar jugadores a Europa, ha ganado y sigue ganando más campeonatos mundiales que Europa en selecciones nacionales y en torneos de clubes, por mucho que Europa pague. Y el fútbol africano, el más pobre del mundo, está entrando en escena de la más avasallante y jubilosa manera, y no hay quien lo pare. El fútbol profesional, lucrativa industria del espectáculo, maquinaria implacable, está organizado para que el dinero mande, pero no sería una pasión universal si no siguiera teniendo, como por milagro tiene, capacidad de sorpresa. Esta capacidad de sorpresa corre por cuenta de los olvidados de la tierra: Nigeria gana contra viento y marea la Olimpíada de fútbol del 96; el jugador más cotizado del mundo es un joven mulato llamado Ronaldo que creció en el cinturón de pobreza que rodea a la ciudad de Río de Janeiro, y que a los catorce años no pudo jugar en el club Flamengo porque no tenía dinero para el transporte. Y lo imprevisto ocurre a

pesar de la desigualdad de oportunidades que trágicamente caracteriza a este injusto fin de siglo, y que de antemano coloca en desventaja a los jugadores desnutridos y a los países exprimidos. En las eliminatorias para el Mundial del 94, la selección de Eritrea tenía pelota pero no tenía zapatos, y cuando los jugadores de Albania intercambiaron camisetas con los jugadores de Dinamarca, al fin del partido, se quedaron sin camisetas para el partido siguiente. La opulencia y la pobreza, el norte y el sur, jamás se miden en igualdad de condiciones, ni en el fútbol ni en nada, por muy democrático que el mundo diga ser. La verdad sea dicha, hay un solo lugar donde están parejos el norte y el sur: es la cancha de fútbol del pueblo de Fazendinha, en la costa amazónica de Brasil. La línea del Ecuador corta la cancha por la mitad, de modo que cada equipo juega un tiempo en el hemisferio sur y otro tiempo en el hemisferio norte. Pero sí. A pesar de todos los pesares, el fútbol es una pasión universal. El arte del pie capaz de hacer reír o llorar a la pelota habla un lenguaje común a los países más diversos y a las más diversas culturas, al norte y al sur, al este y al oeste. En los Estados Unidos de América, donde está recién empezando a atraer el entusiasmo público, el fútbol no es todavía una pasión popular, pero ya es, al menos, una pasión mercantil. Bien lo saben algunas grandes empresas, como Coca Cola, atada al fútbol internacional desde hace muchos años, o Nike, que recientemente se ha apoderado del mejor equipo del mundo, a cambio de 400 millones de dólares. La Confederación Brasileña de Fútbol ha cedido a Nike no sólo los derechos exclusivos para vestir a la selección de Brasil, sino también los derechos y venta de sus partidos. Cuando la selección jugó el amistoso contra México que ganó 4 a 0, en abril de este año [1997], Nike demostró que manda más que el director técnico. Zagalo no quería incluir a Romario en el equipo titular, pero la empresa lo impuso, para que Romario formara, con Ronaldo, la imbatible pareja de su fulgurante dream team. Por entonces, la prensa hablaba del posible pase de Ronaldo, estrella del Barcelona, al club Lazio de Roma. Se barajaban cifras de fábula, más de 90 millones de dólares, y el obstáculo princi-


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“El fútbol, como suele ocurrir con las demás fuentes de dinero y popularidad, rara vez tiene las manos limpias. Por regla general, los más poderosos clubes profesionales mienten sus balances, no cumplen con las leyes laborales ni pagan los aportes sociales, y tienen cierta tendencia a comprar a los rivales y a los árbitros” pal consistía en que Ronaldo está comprometido con Nike —en un acuerdo que firmó por siete millones— y el club Lazio tiene un contrato de exclusividad con Umbro, que es obligatorio para sus jugadores. La empresa Nike devora una tajada cada vez más gorda del mercado de zapatos deportivos en América Latina, un mercado de 1 500 millones de dólares por año, que crece a un ritmo de 20 por ciento anual. Y lo mismo ocurre con la ropa y las pelotas de fútbol: las alemanas Adidas y Puma, hijas de los hermanos Dassler, que hasta no hace mucho eran reinas del negocio, están siendo desplazadas por Nike y otras fábricas de un país que poco caso hace al fútbol. ¿Fábricas de un país? ¿O fábricas de un país que fabrica en varios países, por obra y gracia de eso que llaman globalización? Nike es la empresa que más denuncias ha sufrido por la explotación de mano de obra infantil en Asia. En febrero de este año [1997], Nike y otras multinacionales han jurado ante los altares de la Organización Internacional del Trabajo que harán lo posible para evitar que los niños trabajen para ellas, en condiciones de esclavitud, en Pakistán y otros lugares. La declaración resultó, involuntariamente, una confesión. Es un lugar común. Un tópico, como dicen los españoles. Se dice: “El fútbol es un negocio”. Y como suele ocurrir con los lugares comunes, tienen razón. Es como decir: “La política es un negocio”. Pero bien puede uno preguntarse: ¿existe algo que no sea un negocio en el mundo actual? ¿No es un negocio el sexo, que es el objeto preferido de la manipulación comercial? ¿Y acaso significa eso que el sexo no vale la pena? Según dicen los entendidos, sigue sien-

do de lo más gustoso. Si el sistema, que antes se llamaba capitalismo y ahora actúa bajo el nombre artístico de economía de mercado, es capaz de arrancar plusvalía a la memoria de sus peores enemigos, como el Che Guevara o Malcolm X, convertidos en mercancías de consumo masivo, ¿cómo no va a ser capaz de poner el deporte al servicio de la ganancia? Al fin y al cabo, la escala de valores de los tiempos que corren puede escucharse con claridad en cualquier discurso de cualesquiera de los muchos jefes de Estado que viajan por el mundo como si fueran vendedores a domicilio: ellos hablan en primer término de las inversiones, en segundo término del comercio y en tercer término de las relaciones fraternales que unen a nuestros pueblos, dicho sea esto último porque algún impuestito tiene que pagar el vicio a la virtud y porque la buena educación también puede ser rentable. Sí, el fútbol es un negocio, qué duda cabe. En los países donde resulta lucrativo, como Inglaterra, donde los clubes Manchester United y Tottenham Hotspur cotizan sus acciones en la Bolsa y donde el Newcastle y el Liverpool se proponen imitarlos, y también en los países donde recién empieza a organizarse, como la República Dominicana, donde el campeón del 96 se llama Bancredicard y sirve a la promoción del Banco de Crédito. Incluso cuando no da ganancias en términos de contabilidad, el fútbol es fuente de prestigio popular y rinde buenos réditos políticos, como bien lo saben Silvio Berlusconi, en Italia, o Fernando Collor, que antes de ser presidente de Brasil fue presidente del club de fútbol Alagoas, donde su carrera comenzó. Y el fútbol, como suele ocurrir con las demás fuentes de dinero

y popularidad, rara vez tiene las manos limpias. Por regla general, los más poderosos clubes profesionales mienten sus balances, no cumplen con las leyes laborales ni pagan los aportes sociales, y tienen cierta tendencia a comprar a los rivales y a los árbitros. En su edición de mayo del 97, la revista Latin Trade se quejaba de que en América Latina el fútbol es todavía un pasatiempo, más que un producto. “Si la emoción del fútbol”, suspiraba la revista, “pudiera embotellarse, cualquiera se haría billonario”. Y citaba el caso del club argentino Boca Juniors, que recibe nada más que 120 000 dólares por las transmisiones en televisión, mientras The Dallas Cowboys cobra, en los Estados Unidos, dos millones y medio. Este equipo de Dallas juega al fútbol americano, que según la definición de Horacio Tubio “consiste en la conquista violenta de territorios por medio de una práctica militar que se llama fútbol pero se ejecuta con las manos”. El fútbol americano mueve grandes sumas de dinero al norte de América, donde goza de mucha popularidad. Poco antes de leer la revista, yo había asistido a uno de los clásicos partidos de Boca contra River en Buenos Aires. Quilmes jugaba contra Quilmes. La empresa cervecera Quilmes está en el pecho de los jugadores de Boca Juniors por un contrato de dos millones de dólares, y también está en el pecho de los jugadores de River Plate por un millón ochocientos. El partido se disputaba por el campeonato argentino, que se llama Pepsi Cola. La revista Latin Trade puede tener razón, pero la verdad es que el sur de América está haciendo todo lo posible por parecerse al norte, aunque esté todavía lejos de sus méritos.


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Roquerías Las siete décadas de Nick Drake

“Voy a decir todo lo que puedo saber sobre la prohibición de sentirse libre”

versiones de Lillian van den Broeck

Nicolas Rodney Drake cumpliría 70 años este 19 de junio de no haber padecido una extraña depresión (extraña porque aún se desconoce el verdadero motivo de tal caída) que le quitó la vida —en una muerte desconcertante, acaso nunca suficientemente explicada, en un suicidio o en un descuido jamás tampoco aclarado— a sus 26 años, que los había cumplido cinco meses antes de que apareciera, en la casa de sus padres, sin vida, en 1974, tras haber ingerido una sobredosis de antidepresivos para conciliar, supuestamente, el sueño. El británico Nick Drake cursó literatura en la Universidad de Cambridge, estudios que abandonó para dedicarse a la música. Guitarrista y pianista, grabó sólo tres discos, consagrados luego de su muerte por la crítica especializada. Sus composiciones hoy resuenan con suma fortaleza. Hombre del río Betty llegó por su camino. Dijo que tenía algo que decir sobre cosas de hoy. Y las hojas caídas. Dijo no haber escuchado las noticias. No haber tenido tiempo de elegir. Una manera de perder, pero ella cree. Voy a ver al hombre del río. Voy a decirle todo acerca del plan del tiempo de las lilas si me dice todo lo que sabe sobre cómo fluye su río y se muestra toda la noche durante el verano. Betty dijo que hoy rezó para que al cielo se lo llevara el viento o que tal vez permaneciera, no estaba segura. Porque al pensar en la lluvia de verano y llamar de nuevo a su mente perdió el dolor y se quedó por más tiempo.

Voy a ver al hombre del río para decirle todo lo que puedo saber sobre la prohibición de sentirse libre si llega a decirme todo lo que sabe sobre la forma en que su río fluye. Supongo que no será para mí. ¡Oh, cómo llegan y se van!


49 Demasiado azul ¿No tienes una palabra que demuestre qué se puede hacer? ¿Nunca has oído una manera de encontrar el Sol? Dime todo lo que sabes. Muéstrame lo que tienes que mostrar. ¿Podrías venir a decir si conoces el camino hacia lo azul? ¿Has visto a la tierra viviendo por el viento? ¿Puedes entender una luz entre los árboles? Cuéntame todo lo que puedes saber. Muéstrame lo que tienes que mostrar. Cuéntanos todo hoy si conoces el camino hacia lo azul. Mira a través del tiempo y encuentra tu rima. Dinos lo que encuentres. Esperaremos ante tu portón esperanzados como ciegos. ¿Puedes recordar hoy todo lo que sabes? ¿No caerás cuando la luz se haya difuminado? Dime todo lo que sabes. Muéstrame lo que tienes que mostrar. ¿No vendrás a decir si ya conoces el camino hacia lo azul? Nick Drake. Foto de Tony Evans/Getty Images.

Perro de ojos negros Un perro de ojos negros llamó a mi puerta. El perro de ojos negros pidió más. Un perro de ojos negros que sabía mi nombre. Un perro de ojos negros. Estoy envejeciendo y quiero irme a casa. Estoy envejeciendo y no quiero saber nada. Un perro de ojos negros llamó a mi puerta. El perro de ojos negros pidió más. Canción del violonchelo Rostro extraño, con tus ojos tan pálidos y sinceros. En el fondo sabes bien que no tienes nada que temer por los sueños que te llegaron tan joven que contaban de una vida que brotó en primavera. Parecías tan frágil en el frío de la noche cuando los ejércitos de emociones salen a luchar, pero mientras la Tierra se hunde en su tumba tú navegas hacia el cielo en la cresta de una ola. Así que olvida este mundo cruel al que pertenezco. Me sentaré a esperar y cantaré mi canción. Y si algún día me ves entre la multitud dame una mano y elévame a tu lugar en la nube.


50 El camino Puedes decir que el Sol brilla si realmente lo quieres. Puedo ver la Luna aparentemente tan clara. Puedes tomar el camino que te lleva a las estrellas ahora. Puedo tomar un camino que me ayudará. Puedo tomar un camino que me ayudará a pasar.

Lugar donde estar Cuando era más joven, más joven que antes, nunca vi la verdad que colgaba de la puerta. Y ahora soy más viejo y la veo cara a cara. Y ahora soy más viejo, tengo que levantarme y limpiar el lugar. Y yo era verde, más verde que la loma, donde las flores crecían y el Sol brilla aún. Ahora soy más oscuro que el mar más profundo. Sólo déjame ir, dame un lugar para estar. Y yo era fuerte, fuerte en el Sol. Pensé que vería el día terminar. Ahora soy más débil que el azul más pálido. ¡Oh, tan débil en mi necesidad por ti!

Tres horas A tres horas de la puesta del Sol, Jeremy vuela. Espera evitar el Sol en sus ojos al este de la ciudad. Y va hasta la cueva en busca de un amo, en busca de un esclavo. A tres horas de Londres, Jácome es libre llevando sus pesares al fondo del mar. En busca de una vida para decir que está en casa. En busca de una historia desconocida. A tres horas de hablar, todos han volado. No quieren ser vistos, vistos solos. Se necesitan tres horas para alejarse de todos ellos. Tres horas para pensar y tres horas para caer.

Ropas de arena ¿Quién te ha vestido con extrañas ropas de arena? ¿Quién te ha llevado lejos de mi tierra? ¿Quién ha dicho que mis palabras estaban equivocadas? ¿Y quién dirá que me quedé demasiado tiempo? La ropa de arena ha cubierto tu rostro. Te ha dado un significado, pero tomó mi lugar. Entonces lleva tu camino hasta el mar. Algo te ha separado tanto de mí. Vale la pena ahora todo el color de los cielos para ver la tierra a través de ojos pintados, ver a través de ventanas sombreadas, ver las manchas de la hierba invernal. ¿Podrás regresar ahora de donde viniste? ¿Intentar quemar tu nombre cambiante? ¿O con cucharas de plata y luz de colores? ¿Adorarás Lunas en la noche invernal? Luna rosa Lo vi escrito y lo vi decir: la Luna rosa está en camino, y ninguno de ustedes está a esa altura. La Luna rosa los alcanzará a todos. Es una Luna rosa. Sí, una Luna rosa. Rosa, rosa, rosa, rosa. Luna rosada.

Cuando el día termina Cuando el día termina, en la tierra se hunde el Sol junto con todo lo que se perdió y ganó. Cuando el día termina. Espero que hayas corrido toda la carrera, pero te das cuenta de que te precipitaste. Tienes que regresar a donde comenzaste. Cuando termina el día, cuando la noche está fría, algunos sobreviven, pero algunos envejecen sólo para mostrar que la vida no está hecha de oro. Cuando la noche es fría, cuando el pájaro ha volado, no hay nadie que llames tuyo, no hay sitio que llames casa. Ahora el pájaro ha volado. Cuando el juego se ha jugado vuela el periódico a través de la cancha. Se perdió mucho antes de lo que hubieras pensado. Ahora el juego se ha jugado. Cuando la fiesta termina te parece muy triste. No hiciste las cosas que pretendías hacer. Ahora no hay tiempo para comenzar de nuevo. Y la fiesta se ha acabado.


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Me moría de ceros

Intenso amor Víctor Roura Una mujer dice amar a un hombre, aunque sabe que en el momento en que lo está diciendo su hombre puede estar teniendo una relación íntima con otra mujer; dice que lo ama, y conoce a una decena de las amantes de su hombre, aparte de su esposa, de quien no se puede separar por un sinnúmero de conflictos inexplicables; dice que lo ama aunque ha tenido con él repetidas discusiones, muchas de ellas envueltas en violencias insoportables; ella dice que ocasionalmente mantiene relaciones con algunos sujetos sólo para provocarle celos a su hombre, que voltea a mirarla y a mimarla de inmediato; dice que lo ama, aunque él quiera comprobar su propia hombría seductora con cualquier mujer que se le ponga enfrente; dice que lo ama en los cuerpos de otros hombres, que sólo le sirven para intensificar su amor; dice que lo ama sin remedio mientras beso su pecho desnudo y la escucho sorber algunas lágrimas que inesperadamente salen de sus hermosos ojos.

Foto de Alejandro Zenker.


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El helenista Carlos García Gual en la Real Academia Española

“La mitología más auténtica está en la literatura, no en los cómics”

Guadalupe Flores Liera

La Real Academia Española (RAE) está de plácemes. El 30 de noviembre de 2017 por fin se le hizo justicia a Carlos García Gual (Palma de Mallorca, España, 1943). El filólogo, helenista, traductor, ensayista, crítico, articulista, catedrático y estudioso de la mitología europea y de la antigüedad clásica grecorromana fue elegido para ocupar el sillón J, que dejó vacante a su muerte un año antes Francisco Nieva.

G

arcía Gual es conocido en México por su apasionante estudio Los orígenes de la novela, además del Diccionario de mitos y de Primeras novelas europeas; La muerte de los héroes; Mitos, viajes, héroes; La filosofía helenística; Historia, novela y tragedia; Viajes a la Luna: de la fantasía a la ciencia ficción, etcétera, y sus incontables traducciones de obras de la antigüedad clásica. En 1978 le fue otorgado el Premio de Traducción Fray Luis de León y en 2002 el Premio Nacional por el conjunto de su obra traducida. Entre 1998 y 2001 presidió el Fórum Hispano-Helénico, una entidad fundada con el apoyo de la Oficina de Prensa y Comunicación de la Embajada de Grecia en Madrid y las Universidades Panteion de Atenas, Complutense y Autónoma de Madrid, creada con el fin de abrir un espacio de discusión y análisis alternativo a las naftalinarias y poco eficientes asociaciones de clasicistas y que, al final, no logró sobrevivir a los embates de sus “correligionarios”. Fue promovido por el nonagenario académico y reconocido helenista Francisco Rodríguez Adrados, su profesor, quien ocupa el sillón D y tenía miedo de que la Academia se quedara sin helenistas. Amante de la épica, la literatura comparada, el medievo, el griego antiguo, las aventuras míticas y el lado fabuloso de las cosas, García Gual ha expresado con insistencia su preocupación “por el prejuicio funesto de la rentabilidad” que guía la selección

de carreras universitarias y que prevalece en la mentalidad de la generalidad de los gobiernos, que desprecian la educación. Lamenta el desdén por la cultura que hace parecer perdida la batalla de las humanidades y que coarta las capacidades imaginativas y críticas del ser humano. ¿Creían los griegos en sus mitos? —¿Los mitos de las culturas americanas de qué tipo de sociedad le hablan? ¿Cuál de esos personajes es su preferido? —Conozco mal los mitos americanos, aunque he leído el Popol Vuh y varias antologías sobre los mitos aztecas, mayas y quechuas. No tengo personajes preferidos, pero recuerdo las gestas de personajes como Quetzalcóatl o Viracocha, por mencionar dioses de varios mundos. Creo, en general, que los mitos americanos son muy distintos de los griegos e incluso de los de origen indoeuropeo: los griegos, romanos, celtas, etcétera, que tienen un fondo común. —¿Ha encontrado en las literaturas indígenas americanas personajes análogos a los clásicos grecorromanos?

—La fantasía de los americanos me parece más desbordada; las metamorfosis de sus dioses son mucho más variadas que las de los dioses griegos, tan humanizados desde el comienzo. Es algo parecido a lo que sucede con los paisajes. Los americanos, en conjunto más turbulentos, más mortíferos, terroríficos a menudo, corresponden a un mundo de selvas, volcanes, etcétera; los griegos al mundo mediterráneo, con sus paisajes de perfiles muy claros. Realmente los del Olimpo, hermosos y felices, en su palacio sobre las cumbres, son una familia de dioses muy semejante a la de una familia regia, con pasiones y gustos muy humanos. Tal vez puedan encontrarse similitudes entre esos dioses-héroes, como Quetzalcóatl, en su aspecto trágico, pero son muy limitadas, creo. Insisto: no soy un buen comparativista en este terreno que conozco mal. —¿Mito y mentira son sinónimos? —En mis estudios sobre los mitos parto de definirlos como “relatos memorables y de un tiempo lejano y prestigioso, que perviven en la memoria colectiva”, y dejo a un lado si funcionan o no como creencias, de modo que no

“Dejo a un lado si los mitos funcionan o no como creencias, de modo que no entro nunca a distinguir si la gente cree o deja de creer en ellos”


53 entro nunca a distinguir si la gente cree o deja de creer en ellos. Es evidente que otros hablan de los mitos como creencias, y ciertamente los religiosos funcionan como creencias. Pero prefiero dejar de lado esa cuestión bastante espinosa. Un mito puede aceptarse o calificarse como mentira o verdad, igualmente dejo a otros el tema de la creencia, la fe o la incredulidad. Es cierto que, dado el carácter fantástico y no realista de casi todas las narraciones míticas, a veces la frase “eso es un mito” quiere decir “eso es una mentira”. En ciertos contextos, puede calificarse una narración mítica como falsedad o ficción, opuesta a una demostración realista, por ejemplo. Yo no me paseo por ese terreno. ¿Creían los griegos en sus mitos?, es el título de un libro famoso de Paul Veyne. Uno podría preguntarse: ¿creen los cristianos en todos sus mitos? No es fácil dar una respuesta. —¿Haber dejado de creer en lo fantástico y en la magia no hace del mito algo obsoleto? —No sé quién puede dejar de creer en lo fantástico como un mundo de evasión y de enorme interés dramático. No hace falta confundir lo fantástico con lo real, y la fantasía no se ha extinguido, en sus ecos en la literatura al menos. Recordemos el éxito de una saga como El señor de los anillos, bien en los libros de Tolkien o en sus reflejos en el cine. Y cuánto de fantástico hay también en La guerra de la galaxias, aunque como narrativa sea más bien un tanto tópica. Para mí lo importante de los mitos es que sean hermosos relatos memorables, de dioses y de héroes, y vivan en la memoria colectiva, tanto si son mitos arcaicos como si son literarios, de uno u otro tiempo. La magia es ya otra cosa. Uno puede no creer en la magia, pero sentirse atado y fascinado por el espectáculo de los magos de circo. La magia no comunica directamente con el mito o los mitos, que son relatos y no trucos escénicos. Gobiernos desinteresados de la educación en la cultura personal —Si cada época debe crear sus propios mitos, ¿por qué se recurre constantemente a los de la antigüedad clásica? —Creo que los mitos griegos son los más memorables, los mejores que conozco. Muestran un inolvidable sentido dramático de la vida y del mundo

“Es cierto que la sociedad actual parece dar cancha a triunfadores mezquinos o malignos, y se celebra ese triunfo económico por encima de todo. Es verdad que ahora los modelos gloriosos parecen ser los futbolistas y los cocineros y los “famosos” de la televisión. Es la sociedad que nos ha tocado y no me ilusiona mucho lo que se puede esperar de ella” y albergan figuras de indudable prestancia. Tanto en el conjunto de los dioses y diosas como en el de héroes y heroínas. Como puede ver, soy un tanto parcial, como pertinaz helenista, ¿qué le voy a hacer? Por otra parte, son los más familiares para cualquier lector en la cultura occidental. —¿Qué esperar de una sociedad cuyos mitos son vulnerables y efímeros, cuando los niños se identifican con antihéroes o con personajes que obtienen su prestigio del éxito económico o mediático e, incluso, del crimen organizado? —La pregunta es difícil. No soy muy optimista respecto a esa sociedad desilusionada, con sus mitos de pacotilla. Por eso creo que la mitología más auténtica está en la literatura, no en los cómics. Esa literatura, como han dicho ya muchos, nos ayuda a evadirnos y a vivir más aventuras. Es cierto que la sociedad actual parece dar cancha a triunfadores mezquinos o malignos, y se celebra ese triunfo económico por encima de todo. Es verdad que ahora los modelos gloriosos parecen ser los futbolistas y los cocineros y los “famosos” de la televisión. Es la sociedad que nos ha tocado y no me ilusiona mucho lo que se puede esperar de ella. —¿La moda editorial que ha fabricado la denominada literatura infantil realmente puede atraer a los niños a la lectura aunque los aleje de lo extraordinario, lo espeluznante y lo intenso y más bien los prepare para la corrección política? —Hay ahora muy buenos libros de literatura infantil y es muy importante que los niños se vean atraídos a la lectura, y de hecho muchos lo hacen, con ilusión y también captados por los dibu-

jos y colores. Lo malo es que luego algunos se desenganchan y leen menos, dedicados a los teléfonos móviles y otras pantallas. Creo que cabe un defecto: a veces los dibujos dejan poco espacio a las palabras, que son lo esencial. —¿Los personajes de ficción modernos, que en ocasiones como Superman o Batman son sólo una versión degradada de los héroes antiguos, realmente ayudan a entender la complejidad del mundo o, más bien, entran en la esfera de lo que usted llama “manipulación perversa del mito”? —A los niños, al menos a los españoles que conozco, les suele encantar la mitología griega. Creo que los héroes de los cómics son héroes, pero un tanto de papel, superficiales, en comparación con los clásicos. Adecuados para ciertos lectores, sin duda. Lo de “manipulación perversa” me parece un tanto excesivo. Si lo dije alguna vez, lo debería haber matizado más. Por otra parte, son tantas las cosas manipuladas en la cultura actual que debo haberlo dicho alguna vez. —¿Cómo se explica que en un tiempo en que se desdeña a las humanidades proliferen las ediciones de los clásicos y éstas se vendan hasta en los kioscos? ¿No se deberá a la competencia entre editores, ya que finalmente los clásicos siempre están vigentes y no hay que pagar derechos intelectuales y no porque esos editores honestamente amen la cultura y el conocimiento? —Es verdad que en los kioscos proliferan, aunque, bueno, tal vez no tanto, pero aparecen libros clásicos en bolsillo o en otro formato. Creo que es una nota positiva dentro del ocaso de la enseñanza actual de los clásicos. Que estén traducidos y en ediciones asequi-


54 bles me parece muy positivo. Los clásicos, es decir los grandes libros de la literatura, no son para la escuela ni para la universidad, ni para pedantes de cualquier tipo. Son textos que hablan a la inteligencia y la sensibilidad por encima de la distancia de los tiempos. Unos son más fáciles de leer, otros más arduos; pero han perdurado porque aún tienen algo vivaz y claro que decir. —¿Cuáles diría usted que son hoy las necesidades de los hispanohablantes Foto de Alejandro Zenker.

y, en este sentido, cuál será su aportación a la Real Academia Española? —No sé cuáles son las necesidades de los hispanohablantes. Tampoco tengo una idea clara de qué puedo hacer yo en la Real Academia Española, pero estoy dispuesto a colaborar en las tareas convenientes. Como un filólogo más y un viejo e impenitente profesor de griego antiguo. He dicho alguna vez que creo que “la batalla de las humanidades está perdida”, pero ya se sabe que

muchas veces no vencen los mejores, sino los más. Vivimos en un mundo de masas y con gobiernos desinteresados de la educación en la cultura personal. Justamente por eso hay que luchar y defender la gran literatura y los clásicos y los textos antiguos; en fin, todo ese mundo fascinante siempre en peligro. Desde las barricadas y como se pueda, sin desánimo, con ilusión y coraje, cada uno. El premio es hermoso.


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Amuletos Pablo Fernández Christlieb

U

n amuleto es una cosa que se soba en momentos de tribulación, por lo común en público, pero a escondidas, como no queriendo la cosa, no vaya a ser que parezca que uno es supersticioso. Se supone que se usa para dar buena suerte, aunque en estos tiempos del capitalismo carnicero es suficiente buena suerte no tenerla mala, de modo que no es tanto para conseguir chamba como para que no lo corran; no para conseguir novia, sino que no lo manden a volar. Por regla general siempre es la misma cosa, porque es la que una vez le dio buen resultado, por lo que se entiende que deba ser portátil y chiquita, pues aunque en alguna ocasión le haya dado mucha suerte el refrigerador una vez que lo sobó, no puede andar con él a todas partes. Tradicionalmente era una pata de conejo, un diente de jabalí, un ojo de venado, pero desde que hay ONG que protegen a las especies en peligro de extinción, que según ellas son todas, ya los amuletos tienen que ser hechos en China, con las consecuencias que eso comporta (que no lo mandan a volar pero le ponen los cuernos, que no lo despiden del trabajo pero es uno de McDonald’s). Por eso los perros, que son portátiles, y se soban, no pueden ser amuletos; si acaso la bolsita —vacía o llena— que el dueño carga siempre. Cuando eran para dar buena suerte, al frotarlos se encendía una conexión con alguna fuerza, con un dios, con un ancestro, con un genio, como si fueran pilas, ya sea para invocar la lluvia o para encandilar personas, pero ahora, en tiempos de la ley de Mur-

phy, funcionan más bien como pararrayos y la conexión se hace con la tierra, con la base, con Houston como el Apolo 13, como si fueran un ancla, algo de dónde agarrarse para obtener alguna seguridad, y es que ahora que la vida de todos está hecha un papalote, el amuleto es como el hilo que le transmite ondas de tierra firme. Un náufrago, por definición, es un ser que perdió su amuleto, o su celular, porque a los que se les olvida cuando salen se les ve deambular a la deriva por la vida; y, de hecho, el celular es el amuleto más místico de todos, porque ahí la conexión se hace literalmente con el más allá, es decir con su Facebook. Hace muchos años se usaban de amuletos bastones, abanicos, leontinas, guardapelos, el tejido, pipas o rosarios que, como se ve, son artefactos medio inútiles por lo que su única utilidad ha de ser sobarlos, que es lo mismo que hace hoy la gente con su tarjeta de crédito cuando entra a un restaurante, que no es que tenga crédito, de la misma manera que el rosario no tiene la salvación, pero en ambos casos infunde presencia de ánimo, que es justo lo que de verdad se necesita. A los salvajes y a los niños todavía se les permite traer su amuleto sin pretextos, una cabellera de rostro pálido o un osito de peluche, que abiertamente sólo sirven de amuletos, pero a los demás que hacen como que ya son actuales, seguros y racionales, y hacen como que andan por el mundo entero como Pedro por su casa, los amuletos mejor los disfrazan de gadgets, como los audífonos (que se les nota que son amuletos porque tienen cables como los papalotes); por eso el celular se ha vuelto el gran amuleto del siglo XXI, porque es chiquito, se usa en público y es medio inútil, y la

El espíritu inútil

gente lo anda sobando hasta cuando lo tiene en la bolsa, y lo manosea aunque no tenga pila; lo único malo del celular es que atenta contra la diversidad cultural de los amuletos, ya que al lograr parecer tan práctico y necesario, sustituye a otros más folclóricos, como, por ejemplo, a la ficha del dominó con la que una vez cerró el juego y ganó por puntos. Ciertamente, lo que convierte a un colgajito cualquiera, una medallita, un muñequito en el cierre de la mochila, un pañuelo perfumado en un amuleto es el acto de acariciarlo, frotarlo, tentarlo, manosearlo, sobarlo cada vez que uno se encuentra en un trance delicado, como presentar un examen o entrar a la farmacia a pedir algo personal. Así, se ve por la calle a gente que tienta el llavero, el nudo de la corbata, la argolla de matrimonio, el piercing, la hebilla del pantalón, el reloj. Los guaruras acarician la pistola como si fuera osito de peluche, los teporochos su pachita; Rafa Nadal se soba la nariz y las orejas antes de cada saque. El novio le soba y soba, y suda, la mano de su novia, que ya está desesperada de tanto arrebato irracional. O sea que hay algo en esta sociedad que todavía no resulta muy civilizado (tal vez las fuerzas salvajes del mercado) y por eso todavía se necesitan remedios primitivos. Sería extraño que alguien no trajera amuleto, pero no existe nadie tan extraño. La gente más extraña posible es aquella a la que le tocó por amuleto alguna cosa incomún o difícil de sobar, como una lámpara (como le sucedió a Aladino o a Diógenes); o el piso (científicamente se les llama tourettianos), que, paradójicamente, es siempre portátil y el que mejor hace tierra. A los que cargan un libro la gente los ve verdaderamente con recelo.


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Circuito Interior Tijuana, Baja California

“Un brujo se esconde en los espejos...” Juan José Flores Nava

A veces se nos olvida que el arte de narrar, de contar historias, no sólo se halla en la palabra escrita; con frecuencia pasamos por alto que la voz humana ha dado forma a la imaginación, la fantasía y la realidad desde nuestros orígenes. La voz de Javier Bátiz nos devuelve a esos orígenes al narrar, en español, la cinta estadounidense Travesía musical (America’s Musical Journey, 2018). Bátiz, que el año pasado celebró en el Zócalo de la Ciudad de México 60 años de carrera, vuelve, con el estreno de esta cinta en nuestro país, a la pantalla grande. He aquí un lienzo —hecho de palabras— sobre el brujo tijuanense icono del rock en México.

L

a pequeña Ana Sofía y yo estamos desconcertados. A sus diez años se da cuenta de que hay algo extraño, de que hay algo que, como dice ella, no checa. Yo le digo que no estamos equivocados, que es la dirección correcta, que, aunque lo dude, aquí vive Javier Bátiz. Ana Sofía es mi hija. La conozco bien. Y adivino que en este momento me está lanzando una de sus típicas miradas de soslayo. Hemos caminado más de una hora, cruzando casi de punta a punta la Zona Centro de Tijuana, para llegar aquí. Supongo que esperaba encontrarse con una mansión, guardias de seguridad y piscina en el patio, algo más adecuado, según el tejido de sus coordenadas, para el padre del rock en México, quien tiene más de 60 años tocando, ha grabado decenas de discos, ha actuado en varias películas y ha sido maestro de varios de los más grandes guitarristas mexicanos de rock. Ahora, parados frente a una reja de malla metálica que resguarda una discreta casita de madera sobre la antigua Rampa Altamira (hoy Rampa Javier Bá-

tiz), asumo, nervioso, que es el lugar indicado, pero no hallamos siquiera el modo de anunciarnos. Antes de que la pequeña Ana Sofía arremeta contra mí, tengo la suerte de que Claudia Madrid abra la puerta de su casa y nos diga: “Pasen, la casa no tiene timbre”. Con una sonrisa atiborrada de dulce malicia contrarresto, por fin, aquella mirada abyecta. Ana Sofía comprende que, al menos por esta vez, yo he ganado. Un icono de la ciudad La cabellera de Javier Bátiz (Tijuana, 1944) sigue siendo larga y arremolinada, aunque menos frondosa y apretada de lo que alguna vez fue. La que sigue igual, inconfundible, es esa voz áspera y rugosa, cálida y con brillo, que le dio verdadera vida, en español, a La casa del Sol naciente, esa vieja pieza anónima del folk estadounidense que surcó el mundo en versiones de Joan Baez y The Animals en los años sesenta del siglo pasado: “The House of the Rising Sun”. Javier viste hoy todo de rojo: mocasines, mezclilla y una camiseta con su imagen y su firma estampadas. Nada

sabe aún de la discordia entre Ana Sofía y yo. Y me encargo de inmediato de ponerlo al tanto. Es peligroso, con cualquier mujer, dejar esas rencillas sin aclarar. Con la ternura de un padre o un abuelo amoroso, Javier le pregunta. —¿No te checa que siendo yo un artista famoso, con muchos discos, películas y premios viva en esta casa? Ana Sofía mueve la cabeza de un lado a otro. Javier le explica, entonces, con dulzura. —Es que, corazón, yo no soy ostentoso, pero tampoco soy mentiroso, ni envidioso, ni celoso, ni hablo mal de la gente, ni tengo malos pensamientos hacia otras personas. En esta casa nací, así que tiene más de 70 años. Es un icono de la ciudad. No sé si sepas quién es Carlos Santana, pero aquí aprendió a tocar con todo el grupo de demás muchachos a quienes yo les enseñé. Ayer mismo di clases. Y si hubieras estado aquí, te vuelves loca con lo que oyes porque chamaquitos de 10, 12 o 14 años, que están aprendiendo conmigo, tocan padrísimo. No eres la primera que se pregunta qué onda, por qué vivo


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“Además, aquí enfrente está mi calle [desde 2015 el Ayuntamiento de Tijuana decidió que la Rampa Altamira pasaría a ser Rampa Javier Bátiz]. ¡Vivo en mi propia calle! ¿Cuántos señores con mucho dinero tienen el privilegio que yo tengo? Y yo lo tengo porque soy artista de a de veras”

aquí. Pero, para mí, ésta es mi mansión, éste es mi castillo. Además, aquí enfrente está mi calle [desde 2015 el Ayuntamiento de Tijuana decidió que la Rampa Altamira pasaría a ser Rampa Javier Bátiz]. ¡Vivo en mi propia calle! ¿Cuántos señores con mucho dinero tienen el privilegio que yo tengo? Y yo lo tengo porque soy artista de a de veras. Un museo vivo La casa de Bátiz está en lo que parece el final de la Calle Cuarta, en la Zona Centro. Es blanca, de madera, del estilo que por acá llaman americano: techos inclinados a dos aguas, un pequeño porche como entrada y un terreno adyacente en el que hay una palmera, varios árboles y espacio suficiente para estacionar tres o cuatro automóviles. Data, al menos, de los años treinta del siglo pasado. Es una cómoda construcción de clase media. Se ha incendiado un par de veces. Sucedía cada vez que Javier Bátiz y Claudia Madrid se iban a casar. Y la boda se suspendía. Al final, lograron contraer nupcias el 14 de julio de 2015, el mismo día en que también se oficializó la calle Javier Bátiz. ¡Claro que hubo una tocada de rock para celebrar! Además, aquí enfrente está mi calle [desde 2015 el Ayuntamiento de Tijuana decidió que la Rampa Altamira pasaría a ser Rampa Javier Bátiz]. ¡Vivo en mi propia calle! ¿Cuántos señores con mucho dinero tienen el privilegio que yo tengo? Y yo lo tengo porque soy artista de a de veras. Merecido homenaje, pues, a un hombre que ha participado en 30 películas y cuenta con más de 25 discos grabados, el más reciente intitulado El laberinto del brujo, que contiene piezas como “Cuánto amor” y “La flor del Sans

Souci” (con esta última vuelve no sólo a los ritmos latinos, sino también a su adolescencia en la famosa Avenida Revolución de esta ciudad bajacaliforniana, para recordar a una bella bailarina que lo protegió a él y a Carlos Santana). Cuando Javier Bátiz, después de recorrer todo el país y vivir en la Ciudad de México, volvió a Tijuana, lo hizo para despedirse de su madre, en 1994, quien estaba a punto de fallecer. Entonces decidió quedarse en esta casa en la que estamos. Aunque sus hermanas querían venderla, él se opuso: les dijo que la casa es un icono. —Aquí nací yo —recuerda—, aquí nació mi hermana Baby, aquí aprendió a tocar Carlos Santana, Fito de la Parra, el Bayoye García, el Cali, el Arturo Granados... Incontables músicos que hoy son famosos. Así que no hay venta. Por suerte, ya el Ayuntamiento de Tijuana la adoptó y cuando yo ya no esté en el mundo, se va a convertir en un museo de Javier Bátiz y de los artistas roqueros de Tijuana. Mi esposa y mi hija serán puestas en una casa confortable y vivirán de lo que salga del museo. Genio musical y músico genial A dos cuadras de la casa de Bátiz se halla el simbólico parque Teniente Guerrero. Fue en su kiosco donde Javier, a finales de los años cincuenta del siglo XX, inició su camino hacia la música dando sus primeros conciertos. Ahí también fue donde la madre de Carlos Santana, quien vivía en la Calle Quinta, a un par de cuadras de los Bátiz, oyó tocar la guitarra al joven Javier y le pidió que le enseñara a su hijo. Más tarde Carlos y Javier se harían amigos. Hoy, el poderoso sonido de la guitarra de ambos forma las caras opuestas de la

misma moneda made in Tijuana. Carlos, sobrio, callado, afamado, inaccesible y reconocido internacionalmente es símbolo del lujo y el poder material y económico de Estados Unidos. Javier es amiguero, relajado, relajiento, un brujo al que le gusta vestir de blanco en el escenario y maestro, siempre maestro, de muchísimos guitarristas. Cada miércoles, de las 19 a las 21 horas, recibe a sus alumnos en casa. Javier es la sencillez material y humana del lado sur de la frontera. “Carlos es un genio musical y yo soy un músico genial. Ésa es la diferencia entre nosotros dos”, dijo alguna vez, con precisión milimétrica, Javier Bátiz. Para Santana, tampoco hay duda: “Javier me abrió la puerta a otro mundo”. Porque en esos primeros años en la música Carlos Santana andaba con un violín, y no con la guitarra, la senda del mariachi que le había impuesto su padre. Fue con Javier con quien aprendió que, si bien la guitarra podía servir para dar vida a piezas que entonaban entonces Jorge Negrete, Pedro Infante, Javier Solís, también, empleada de otro modo y conectada a un amplificador, podían brotar de ella himnos de dolor y alegría como los que apabullaban o solazaban a quienes oían, como Bátiz, las benditas cuerdas de genios como T-Bone Walker, Muddy Watters, B. B. King, Bobby Parker... —Siento que tengo una bendición de Dios y la comparto con mucha gente —me dice Javier Bátiz, pero también se lo dice a la pequeña Ana Sofía, a quien nunca dejará de incluir en la conversación—. Toda mi vida he sido así y es por eso que ha salido tanta gente de mi escenario. Por eso es Carlos Santana, por eso es Fito de la Parra, por eso es


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“Puro power. Queremos traer de vuelta a Tijuana la buena música: blues, jazz, soul, funk, rhythm and blues, buen rock and roll, pues” Marcos Mendoza, por eso es la Baby [Bátiz], Marilú Bano, Norma Valdez... Traer de vuelta la buena música Le propongo a Javier Bátiz rememorar y dice de inmediato que no. Pero muy pronto termina hablando de su llegada a la Ciudad de México en los sesenta. Recuerda su participación en las Caravanas Corona [al lado de artistas tan variados como Chelo Silva, Resortes, Los Alegres de Terán, Los Churumbeles de España, Ela Laboriel, Angélica María, Piporro, Imelda Miller], y no olvida mencionar su regreso a Tijuana, en 1994. Pero, lo dicho, Javier Bátiz da vuelta en “u” y toma entonces un DVD. Lo pone en un reproductor y de la enorme y anticuada pantalla que está en la sala de la casa brotan imágenes y sonidos del delicioso ritmo que armó, hace unos años, con los TJ Funk. —Puro power —dice—. Queremos traer de vuelta a Tijuana la buena música: blues, jazz, soul, funk, rhythm and blues, buen rock and roll, pues. Apresurado, en mi libreta anoto algunos fragmentos de la canción: “El DJ está tocando tecno...”, “un brujo se esconde en los espejos...”, “el blues y el jazz, arte en la calle, ritmo en la ciudad...”. Cuando llega el momento explosivo de la lira, a mi lado Javier imagina que tiene una guitarra en sus manos. Al otro costado, la pequeña Ana Sofía, de naturaleza tímida, ya trae ese sentimiento que le provoca el groove arremolinándose en la atmósfera, en su estómago. Y entonces se mueve, como un alegre metrónomo, de un lado a otro.

CronoGrafías

Self Portrait (Dylan) José de Jesús Sampedro Y había una esta época alrededor donde e ineludiblemente, y siempre estaba Bob Dylan, e ineludiblemente, y siempre estaba entonces alrededor la misma irreal y real Nueva York, y/o Woody Guthrie (“y Cisco y Sonny y Leadbelly”), y/o el céfiro aire que aúlla y que recuerda a una exenta novia que aún vive en la frontera norte, y/o el innumerable o el único fabricante de la soez guerra “que construye sólo para destruir”, y/o una lúgubre lluvia que caerá y que irá como aun la lluvia bíblica, y/o Davey Moore ya casi o ahora introduciéndose a la inicua superficie última de la inicua antecámara última de la inicua amorfia última, y/o el crítico que o aonio, cursi satiriza en balde puesto que “la rueda continúa girando” y sus remozados tiempos luego agitan la ventana y sacuden luego el muro de afuera, y/o la costumbrista idea de Dios implícita en la ruin Ley que espolia o que acredita, y/o un amplio grupo de hastiosos cuervos que llana y simplemente esperan a que improvise una diatriba en mutua contra de Utah el espantapájaros, y/o una acaso prototípica joven dama (quien dice de ella que busca a alguien que le prometa no irse y que cierre a nimia piedra su corazón a otras), y/o el subterráneo entre cuyo gemebundo humus coinciden Johnny y Maggie y el estrafalario personaje del gorro de casi una docena de crédulos “billetes de a dólar”, y/o la especie atroz de familia proclive y toda o a insuflarles sandias ranas a los zapatos o a personificarse de improviso en Bonaparte, y/o un Buick 6 que atrae

a escena a Bo Diddley y al neometeórico “ángel de una cloaca”, y/o una siniestra calle de la avenida Morgue en Juárez orientándose hacia la solferina sombra de un domingo de Pascua al mediodía, y/o el sepulturero que comprende justo que es culpable y que contagia de su inhumada culpa al ejecutante en jefe del organillo (desde el cual descodifica la frase ínfima que involucra a un bailarín y a una mucama), y/o la corva Luna y toda que o desaparece o que reaparece en Mobile y que trazuma apenas en Memphis, y/o un ladrón que afable escucha al bromista aquel expresarle que “de seguro y hay una manera de salir de aquí”, y/o una botella que secunde al obvio núbil en su obvio intento de instituirse en Cortejador Nocturno, y/o el a extremo o a dístico júbilo que suscita la perspectiva pura de una suculenta tarta de manzana, y/o Lucy Watson persiguiendo al retraído tipo de Jeannie Brown y de Nellie Johnson, y/o la marmota que bordea el arroyo y que elogia al estítico Caos porque posee la virtud de transmutarse (o arriba o abajo) en maravilla, y/o la maestra obra que el aprendiz de Botticelli pintará al óleo en cuanto la sobrina de Botticelli acepte darle una cita que lo instale en Roma o en Bruselas, y/o un austero sauce al que simple y llanamente le disgusta en serio humillarse y que convoca a cerrar los libros y a cortar las amarras, y/o Lily (y Rosemary y la hasta medio reverenciosa Sota de Hurto) en el cabaret debajo de la torva traza de una princesa, y/o de vuelta y vuelta a Bob Dylan.


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Manjarrock Javier Bรกtiz. Ilustraciรณn de Manjarrez.


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Almanaque de las letras Stephen Hawking (1942-2018) / Cecil Taylor (1929-2018)

La Academia Sueca, en problemas de credibilidad Rubén Martínez Cisneros / Rubí Mora Ojeda

Marzo 6

Será construido un teatro isabelino en el Museo Tamayo, informó Claudio Sodi, uno de los productores del proyecto que tendrá una capacidad para 500 personas con 22 metros de diámetro y 9 metros de altura: “Buscamos crear un foro efímero al aire libre en el que la gente pueda presenciar este modo de hacer, ver y asistir al teatro que existía en los tiempos isabelinos, cuando la gente tenía una relación distinta con este arte, más divertida, más dominguera, por así decirlo, y más disfrutable”, dijo Sodi.

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Próximo a la conmemoración del cincuentenario del Movimiento Estudiantil de 1968, fue creado un patronato que observará el manejo de 37 millones de pesos que la UNAM aportó para la organización de 11 actividades artísticas y académicas. Así mismo, fue inaugurada la librería Alfonso García Robles, que el Fondo de Cultura Económica abrió dentro del Centro Cultural Universitario en Tlatelolco como parte de las actividades conmemorativas.

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El científico inglés Stephen Hawking falleció a los 76 años de edad. Cuando contaba con 21 años le detectaron esclerosis lateral. Egresado y catedrático de Cambridge, escribió sobre los misterios del espacio, el tiempo y los agujeros negros, y los explicó tan claramente en sus obras, como Una breve historia del tiempo, que las volvió en éxitos de ventas a escala internacional, convirtiéndolo en una de las mayores celebridades del mundo científico desde Albert Einstein. “Nací el 8 de enero de 1942, exactamente trescientos años después de la muerte de Galileo. Calculo que aquel día nacieron unos doscientos mil niños más en el mundo, no sé si alguno de ellos más adelante se interesó por la astronomía”, se lee, en su libro Breve historia de mi vida.

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Este día comenzó a circular la colección “Clásicos para Hoy” en 900 puestos de periódicos de la zona metropolitana de la Ciudad de México, la iniciativa corrió a cargo de la Dirección General de Publicaciones dependiente de Educal. Cada quincena se pondrá a la venta un nuevo título hasta noviembre de este año. Entre los libros seleccionados se hallan El castillo de los Cárpatos de Julio Verne, La vida de María de Rainer María Rilke, Secuestrado de Robert Louis Stevenson, Nocturno Peregrino de Salvador Díaz Mirón, Tres libros de poesía de Ramón López Velarde y Aurelia / Las Quimeras de Gérard de Nerval. • El escritor Gerardo de la Torre, cumplió 80 años, por lo que fue merecedor de un homenaje en el INBA. El autor de Los muchachos locos de aquel verano y Morderán el polvo, entrevistado por Mario Alberto Medrano, del diario Excélsior, le contó: “Mis inicios como escritor fueron en la Escuela de Teatro donde Juan José Arreola impartía la clase de verso. De las primeras sesiones recuerdo que Arreola nos preguntó quién se sabía un poema. Para ese entonces yo ya era un lector de César Vallejo, sobre todo de los Heraldos negros. Me levanté, declamé como pude, pero Arreola me dijo: ‘El secreto para leer este poema es decirlo como un boxeador que se levanta de la lona’.”

El poeta David Huerta recibió el Premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco 2018 en el marco de la séptima edición de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán. Huerta dijo: “Los poetas podemos quejarnos de que tenemos pocos lectores, pero también podemos presumir de que los conocemos personalmente”. De acuerdo con la agencia Europa Press, la Real Academia Española modificó la quinta acepción de la palabra “fácil”, que aludía a la “mujer que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales”, para usar en su lugar el término “persona” al principio de la definición. De esta manera, la quinta acepción queda de esta manera: “Dicho de una persona: Que se presta sin problemas a mantener relaciones sexuales”.

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Marzo 16

A raíz de que el actor y director mexicano Gael García pronunciara un discurso en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU acerca de la impunidad en México y presentara el video En México queremos paz, Javier Lozano, vocero del candidato del PRI a la Presidencia de la República, respondió: “Y clases de canto”, lo que desató una andanada de tuits en contra de quien ha manifestado que si Meade llegara a la Presidencia, a él le gustaría ser secretario de Cultura.

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La comisionada presidenta del INAI, Ximena Puente de la Mora, renunció a su cargo para buscar una candidatura como diputada plurinominal por el PRI, aunque no es militante. El portal Animal Político cuestionó su postulación, ya que Puente votó resoluciones que favorecieron al gobierno federal. “Por ejemplo, en noviembre de 2017 votó a favor de mantener en secreto la información sobre la compra que hizo Emilio Lozoya, cuando era titular de Petróleos Mexicanos, de la planta Agro Nitrogenados por 275 millones de dólares. La Auditoría Superior de la Federación descubrió sobrecostos en la compra y dijo que 60% del complejo era chatarra”.

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Del informe anual elaborado por el organismo Artículo 19, denominado “Democracia simulada, nada que aplaudir”, se desprende, entre otros aspectos, que, al inicio de este sexenio, el 75% de los asesinatos de periodistas eran cometidos presuntamente por integrantes del crimen organizado. Y al cierre de la administración peñanietista “puede identificarse que 21.9% de los asesinatos fueron presuntamente cometidos por integrantes del crimen organizado y 19.5% por funcionarios públicos”.

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El novelista y cuentista David Toscana fue merecedor del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2017 por su novela Olegaroy (Alfaguara). El jurado estuvo integrado por Felipe Garrido, Silvia Molina y Vicente Quirarte.

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“El que haya 100 periodistas asesinados yo creo que es en gran parte por culpa de la libertad de prensa, que hoy día permite a los periodistas decir cosas que antes no se podían permitir”, dijo el Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, como respuesta a la periodista Carmen Aristegui después de que ella argumentara que en México no se puede hablar de libertad de expresión con más de 100 periodistas asesinados.

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Con motivo del centenario de la escritora Emma Godoy (1918-1989), el Fondo de Cultura Económica, como un homenaje a la autora de Que mis palabras te acompañen, abrió la librería que lleva su nombre en la ciudad de Irapuato, Guanajuato, ubicada dentro del Centro Regional de Expresión Artística, siendo, la librería, la número 16 de esta casa editorial en el interior del país.

Se abre la exposición Chucho Reyes, la fiesta del color, en Bellas Artes, integrada por 75 piezas, de 33 colecciones, en el marco del 40 aniversario de su fallecimiento. José de Jesús Benjamín Buenaventura Reyes Ferreira (1880-1977) era su nombre completo.

Documentos del divulgador de la ciencia Luis González de Alba (1944-2016), que se encuentran en el Archivo General de la Nación, fueron dados a conocer por la directora del organismo: Mercedes de la Vega. Entre los papeles que el propio autor de Los días y los años otorgó al AGN se halla el manuscrito del libro antes citado, así como una narración dirigida a Bertrand Russell y Jean Paul Sartre acerca de lo sucedido el 2 de octubre de 1968. El Centro Cultural Xavier Villaurrutia, ubicado en la Ciudad de México, reabrió sus puertas después de haber sido restaurado. Ahora el recinto cuenta con más de mil metros, que alberga una biblioteca híbrida, un libro club, una zona de talleres, laboratorio de fotografía, galería y foro teatral.

Fallece, a los 79 años de edad, el maestro venezolano José Antonio Abreu, creador del Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela. Fue reconocido con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes por el programa de música del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela.

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La Secretaría de Cultura informó que hasta el momento se han restaurado completamente 253 bienes culturales, de los cuales 194 son inmuebles históricos, nueve zonas arqueológicas y 50 bienes muebles con valor histórico, afectados por los sismos de septiembre de 2017.


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Abril 2

El presidente Enrique Peña Nieto entregó los Premios de Ciencia, Artes y Literatura 2017 a seis integrantes de la academia y la cultura en México. Los galardonados son María Elena Álvarez-Buylla Roces, en ciencias físicomatemáticas y naturales; Emilio Sacristán Rock, en tecnología, innovación y diseño; Mercedes de la Garza, en historia, ciencias sociales y filosofía; Francisco Barnett Astorga, en artes y tradiciones populares; Nicolás Echevarría Ortiz, en bellas artes, y Alberto Ruy Sánchez, en lingüística y literatura. En el evento, el mandatario afirmó “Estoy particularmente orgulloso de los avances que hemos tenido en el sector educativo”.

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El diario The New York Times y el semanario The New Yorker fueron merecedores del Premio Pulitzer por sus investigaciones acerca de los testimonios de cientos de víctimas de acoso sexual por parte del productor Harvey Weinstein. El galardón lo otorga la Universidad de Columbia. • Se cumplen 50 años del asesinato de Martin Luther King, Premio Nobel de la Paz en 1964. Líder y símbolo de la lucha por los derechos de la comunidad negra en Estados Unidos.

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El escritor uruguayo-cubano Daniel Chavarría falleció, a los 85 años de edad, en La Habana. Cultivó el género policiaco, entre sus obras sobresalen, La sexta isla y El ojo de Cibeles.

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Los antropólogos Jorge Durand, de la Universidad de Guadalajara, y Douglas Massey, de Princeton, fueron galardonados con el Premio Malinowski 2018 por sus estudios acerca de la migración México - Estados Unidos. El reconocimiento fue otorgado por la Sociedad para la Antropología Aplicada en Estados Unidos.

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El nobel turco Orhan Pamuk presentó en España su libro La mujer del pelo rojo, editada por Random House. Acerca de su obra, señaló: “Una novela política, pero a nivel antropológico, experimental, un juego con las ideas”.

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Muere el pianista y compositor Cecil Taylor en su casa de Brooklyn, Nueva York, a los 89 años. Javier Quirarte apuntó en Milenio: “Patrick Ambrose refiere que Taylor cimbró los fundamentos de la música moderna con lo que sería conocido como free jazz”.

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El escritor Gonzalo Celorio arribó a los 70 años de edad, por lo que fue motivo de un homenaje en el INBA. Los escritores que lo acompañaron fueron Eduardo Casar, Malena Mijares, Fernando Fernández y Juan Villoro. El festejado expresó: “La escritura es una herejía, sin ella nada sucedería”; más adelante señaló Celorio: “He de confesar, para decepción de todos ustedes, que no me gusta escribir”.

El presidente de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Raúl Padilla López, afirmó: “No tengo interés en ocupar ni la Secretaría de Cultura, ni otro cargo público. La invitación no conlleva ningún otro tipo de compromiso a futuro”, después de ser invitado por el candidato a la Presidencia de la República de la coalición Por México al Frente (PAN, PRD, MC), Ricardo Anaya, a ser el enlace con la comunidad cultural del país. • A partir de 2019, Guadalajara será sede del Premio Bienal Mario Vargas Llosa. Organizado por la Cátedra Mario Vargas Llosa en coordinación con la Fundación Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes y la Fundación Universidad de Guadalajara, el escritor Juan José Armas Marcelo puntualizó: “Al principio encontramos un gran entusiasmo, incluso entre ciertos empresarios que estuvieron dispuestos a patrocinar el premio, pero por razones que no son estrictamente políticas, sino sociales y culturales, se percibió cierto cansancio de esos empresarios y de la sociedad civil peruana”.

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Joe Laville, quien fuera esposa de Jorge Ibargüengoitia (1928-1983), falleció a los 93 años de edad en su casa de Cuernavaca, Morelos, después de sufrir un derrame cerebral. Nació en Inglaterra, pero fue naturalizada mexicana en 1986.

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La Secretaría de Cultura y la UNAM se conjuntaron para la entrega de la cuarta edición del Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en el Idioma Español. Silvia Lemus afirmó que el literato mexicano cumpliría 90 años de edad el próximo 11 de noviembre; “de ahí la importancia de esta edición del galardón”.

De acuerdo con la distribuidora de materiales digitales Libranda, México es el segundo consumidor de libros en español en este formato: “La posición de México responde a factores como el crecimiento de algunas plataformas internacionales (Amazon) con presencia local y a que cadenas de librerías con más presencia comercial han destinado recursos al desarrollo del mercado digital (Sanborns, Gandhi, Porrúa y Liverpool)”, señala el diario Excélsior.


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Abril 17

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La casa donde habitó Alejo Carpentier fue declarada Patrimonio de la Nación por las autoridades cubanas. La declaración protege el antiguo hogar del matrimonio, que guarda gran parte de los bienes del primer latinoamericano en recibir el Premio Cervantes (1977).

A los 72 años falleció la compositora Graciela Aguedo. En un comunicado, el INBA afirma que Aguedo y Munguía nació el 7 de diciembre de 1945 en la Ciudad de México, estudió composición con Héctor Quintanar y Mario Lavista en el Taller de Creación Musical del INBA, así como en el Conservatorio Nacional de Música.

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Comenzó la Fiesta del Libro y la Rosa, organizado por la UNAM; en esta ocasión se rindió homenaje a Juan José Arreola como un adelanto de los festejos por el centenario del autor de La feria, a conmemorarse el próximo septiembre. Asimismo, fue proyectado el documental Pita Amor, señora de la tinta americana como un homenaje por los cien años de la autora de Yo soy mi casa.

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Los cuerpos de los tres alumnos de la Universidad de Medios Audiovisuales de Guadalajara: Javier Salomón, Daniel Díaz y Marco Ávalos, desaparecidos el 19 de marzo pasado, fueron disueltos en ácido por Christian Omar Palma Gutiérrez, mejor conocido como el rapero QBA, quien estaba a las órdenes del Cártel de Jalisco Nueva Generación, que le pagó tres mil pesos por desparecer a los estudiantes. Más adelante se negaría este hecho, y luego se afirmaría, aunque la ciencia parece negar los sucesos. La información real aún no ha sido vertida, tal como en los acontecimientos críticos de Ayotzinapa.

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El escritor nicaragüense Sergio Ramírez recibió el Premio Cervantes 2017 de manos del rey Felipe VI de España por reflejar en su literatura “la viveza de la vida cotidiana, convirtiendo la realidad en una obra de arte”, coincidió el jurado.

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El Senado de la República aprobó la Ley de Comunicación, conocida como Ley Chayote; de acuerdo con organizaciones civiles y al portal Animal Político, “el proyecto está basado en ocho iniciativas presentadas por todos los grupos parlamentarios; pero no incluye las propuestas más importantes que garantizarían transparencia e imparcialidad en la asignación de contratos, la creación de organismos autónomos encargados de dichas contrataciones, así como de figuras que vigilarían y auditarían los recursos públicos destinados a gastos de comunicación social. El presidente Enrique Peña Nieto publicó, en el Diario Oficial de la Federación (11 de mayo), el decreto de la Ley General de Comunicación Social, que entra en vigor el 1 de enero de 2019 a pesar del rechazo de organismos civiles.

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El editor y escritor Jacobo Siruela recibió la Medalla al Mérito por la Universidad Veracruzana. Entrevistado por Juan Carlos Talavera, del diario Excélsior, afirmó: “Vivimos una era llena de artificios, donde sólo la poesía y la buena literatura podrían conectar a las personas con la belleza y la naturaleza”. • El antropólogo Fernando Nava López ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua como miembro de número para ocupar la silla XXIII. • El cineasta estadounidense Martin Scorsese obtuvo el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2018.

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El creador del logo del conejito de Playboy, Art Paul, murió a los 93 años de edad, víctima de neumonía, en un hospital de Chicago. Art Paul se ufanaba en que lo había dibujado, al conejo, “en unos minutos”, agregando: “De haber sabido lo famosa que se haría esa marca, le hubiera dedicado mucho más tiempo; y, muy probablemente, no me hubiera salido tan bien”.

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Se publica la novela “perdida” de Malcolm Lowry: Rumbo al mar blanco, “manuscrito que trabajó durante 13 años y que una tarde de 1944 vio arder entre las llamas mientras se incendiaba la cabaña donde vivía con su segunda esposa”, publicó el diario Excélsior.

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El Centro Cultural Universitario Tlatelolco, de la UNAM, se ha dado a la tarea de digitalizar los movimientos sociales, políticos y culturales más significativos, desde de 1968 hasta la actualidad, como parte del nuevo rostro del museo que sustituirá al Memorial del 68.

Un despacho de la agencia Notimex señala que Reino Unido es líder en exportaciones de libros con 17% del total, seguido de Estados Unidos (16), Alemania y China (10), informó la Asociación de Editoriales.


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Mayo 3

La Academia Sueca suspendió este año la entrega del Premio Nobel de Literatura 2018, decisión tomada por diversas dañinas filtraciones y envuelta en un escándalo por acusaciones de agresión sexual. De acuerdo con un despacho de la agencia Notimex, “el trabajo de los premios ha recorrido un largo camino y continúa durante el año como antes, pero es necesario que la Academia tenga tiempo para recuperar toda su fuerza, atraer a un mayor número de miembros activos y restaurar la confianza en sus actividades antes de que se elija el próximo ganador del premio literario”. Foto de Melissa Roura.


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La sombra de tus ojos Foto de Alejandro Zenker.


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Sergio Pitol (1933-2018)

“El instinto en el lenguaje lo es todo” Miguel Ángel Quemain

Crítico de nuestras tradiciones y costumbres, Sergio Pitol (Puebla, 1933) es uno de los narradores hispanoamericanos fundamentales por su originalidad, humor y diversidad. Su trabajo como ensayista y traductor ha sido importante para conocer y estrechar lazos con otras literaturas, principalmente las eslavas, a cuyo estudio se dedicó en los últimos veinte años. Falleció el pasado 12 de abril.

para Rafael Antúnez

R

etomo ahora que se va, que se fue, este diálogo con Sergio Pitol que en este espacio continuaré para ofrecer un testimonio de los últimos años de Sergio en esa especie de soledad acompañada que vivió en Xalapa. Parte de ese retrato se lo deberemos a Rafael Antúnez que antologó una espléndida serie de conversaciones con el autor que dan testimonio de Pitol como lector y crítico de su propia obra. El libro se editó en el Instituto Literario de Veracruz que dirige Antúnez, quien reunió y prologó los trabajos bajo el nombre de Sergio Pitol. Fundación de la infancia —El universo de la infancia está en permanente confrontación, desde la relación con su abuela hasta sus vivencias en Potrero, Veracruz, ¿esta recurrencia temática en sus obras más recientes se presenta como resultado de la reflexión o como memoria sensorial? —No hay escritor que no haya tratado de escapar de su infancia. No creo que exista un escritor que no haya encontrado una válvula de escape en la escritura para deshacerse de muchos de los misterios de la infancia. La infancia es una de las cosas que más pesa sobre todo ser humano. Y el escritor tiene la ventaja sobre otros de lograr canalizar, de lograr conducir esas ex-

periencias vividas, que han formado su yo. Todos mis primeros libros de cuentos giran en torno a la infancia, no sólo porque intervienen o participan muchos niños, a veces el niño es el narrador, el niño es el observador, el niño es el espía, el niño es la cámara que va fotografiando, espulgando la realidad que lo circunda. Aunque parezcan ser relatos de adultos, en mi caso fueron relatos que escuché, que conocí en la infancia. Esos primeros libros de cuentos, quizá hasta el momento en que salí de México, tienden a limpiarme de ese mundo. Me fui de México y pasé muchos años fuera. Venía al país de vacaciones, visitaba amigos, visitaba familia, visitaba mis lugares donde crecí, donde me crié, pero mi mundo había incorporado ya otra circunstancia. “Por eso digo que mi literatura, mi narrativa, es una especie como de autobiografía oblicua, en el sentido de que voy escribiendo sobre lo que se me va presentando. Los escenarios cambian y el común denominador en todos estos relatos es quizá esa permanencia en Potrero, en Córdoba, de la niñez que aflora algunas veces en ese juego de la memoria que siempre está trabajando. Después de mucho tiempo regresé a México y me costó mucho trabajo aterrizar en la ciudad, era una ciudad que ya no conocía, era una ciudad distinta a la que había dejado o a

la que quizá había magnificado en mis años de extranjería. Y ese periodo fue muy difícil para mí, un periodo de ubicación complicado. Entonces comencé a venir a Veracruz, a mi estado, a dar unos cursillos breves, algunas lecturas en Xalapa, en Córdoba y de pronto me di cuenta de que cada vez que venía aquí me sentía mucho mejor que en la Ciudad de México y que en esas breves estancias podía trabajar, podía sentir de nuevo el lenguaje de manera menos atrofiada que en México y me instalé en Xalapa. Al organizar mis papeles encontré notas de las que no tenía mayor recuerdo. Por ejemplo, un esbozo de novela anterior a todas mis novelas, que había trazado en la primera época de mi escritura y que sucedía en Córdoba en el año 1920, poco después de la muerte de Carranza. Tenía esbozados ciertos personajes, ciertas relaciones entre ellos, un niño, como en todos mis relatos de infancia, que observa ese mundo, que no lo entiende, que intuye cierto drama o ciertas pasiones sin saber de qué se trata exactamente. Y en esa primera instancia de instalación viajaba con mucha frecuencia a Córdoba, entraba a los pequeños poblados a ver su plaza, a recordar y de repente un día al llegar pensé que todos estos papeles que había yo dejado, que se me habían quedado rezagados en cajas viejas, volvían a tener vida.


67 “Se me ocurrió repasar y ver qué posibilidad había de retomar esa novela, ciertas cosas no habían envejecido. Entonces empecé a trabajar notas y en las primeras semanas sentía que el lenguaje de mis primeros relatos volvía a mí, que las circunstancias, las tramas, el tratamiento, la forma y la sustancia o el espíritu que alimentaba esa forma significaba una vuelta a treinta años atrás. Me parecía extraño, tenía ciertos temores al regreso, a pensar que también fuera un fenómeno de parálisis, un fenómeno que me impidiera seguir desarrollando las cosas con la misma naturalidad como se fueron dando mis libros o mi producción anterior. Uno sabe que estas regresiones pueden ser riesgosas, sin embargo insistí, he trabajado en esto. “Hasta que esta novela, esta casa, este espacio donde confluyen varios personajes se fue animando de otra manera. Y me dí cuenta de que lo que había escrito en los últimos años, todas estas farsas, todo este mundo paródico, se había introducido y que por fortuna esta novela no iba a quedarse en los moldes de la tragedia o de una severidad ática sino que estaban confluyendo dos fuerzas diferentes que en un momento se encontraban, dos corrientes diferentes que me habitaban: una la del pasado mediato y otra la del pasado inmediatísimo y que de alguna manera trabajaban al unísono, trabajaban en conjunción para formar esta novela. No sé qué vaya a resultar de ella, no sé qué vaya a pasar, pero todo esto lo hablo simplemente para volver

de nuevo a la fuerza que la infancia tiene en un escritor. Es una fuerza que quizá nunca se mitiga, nunca disminuye. Uno cree que ya desapareció y en verdad aparece con otras máscaras, con otros disfraces donde menos la espera”. De la oscuridad a la luz “Hace cosa de dos o tres años fui a Guadalajara porque me habían hablado de un joven psicólogo que hacía unas curas por hipnosis. Llevaba dos años en la Ciudad de México y sentía que las zonas donde se filtraba, donde se producía el lenguaje habían quedado paralizadas, estaban como cercadas y no llegaba a ellas. Quería escribir y lo que hacía era mera redacción, era como escribir con frases más o menos correctas pero sintiendo en todo momento que era lengua muerta que no era escritura. Había oído que Federico, el doctor al que acudí, había hecho algunas curas, algunos tratamientos, a personas y a escritores que habían tenido problemas de parálisis. Fui a verlo y la experiencia que tuve ahí ha sido, quizás, una de las más extraordinarias, si es que no la más importante que he tenido en la vida. Yo iba a curarme de una cosa casi instrumental, a tratar un problema que sentía en una parte todavía muy superficial de mi existencia y que no me atañía en profundidad. “Sin embargo al comenzar esta cura, este tratamiento, esta entrada en la fase hipnótica, comencé a ver imágenes. El método que él desarrolla es un tipo de hipnotismo en el que uno

“Se escribe sobre lo que se conoce, pero a veces se conoce bien, a veces se conoce del todo, a veces se conoce internamente, a veces el organismo conoce cosas que la razón, que nuestra voluntad, no conoce del todo pero que de alguna manera, a través de la escritura, algo dejan filtrar de esa desolación, de ese desasosiego, de esa sensación de vivir en la cuerda floja, de algo que parecía estable y que está a punto de desmoronarse”

es consciente todo el tiempo de lo que uno está pensando, viendo, imaginando, recordando. No es el hipnotismo de Charcot donde el paciente entraba en una zona profunda en la que podía hacer una serie de cosas y actividades extravagantes, como los paralíticos que caminaban y una vez que pasaba el análisis no recordaban absolutamente nada, de manera que ni siquiera tenía un efecto terapéutico, porque al no ser conscientes de eso los paralíticos volvían a su parálisis habitual. Una vez en la fase hipnótica, el doctor me iba orientando, guiando o conduciéndome hacia donde yo quería penetrar, hacia donde mi ser subconsciente o no consciente se lanzaba y comencé a ver, como si fueran fotografías que me pasaran frente a los ojos muy rápidamente, situaciones, escenas, personajes, cosas que habían ocurrido la semana anterior y saltaba yo a treinta años atrás, o dos años atrás. No había ningún flujo cronológico ordenado, pasaba yo del presente al pasado, a un pasado muy antiguo, al pasado inmediato, a un viaje de hace veinticinco años, a una comida de hace diez, de estar acostado fumando un cigarrillo en Varsovia para verme inmediatamente en la Facultad de Leyes, y era muy difícil interrumpir ese flujo de imágenes. “A veces quería yo visualizar mejor a ciertas personas que estaban en mi entorno y ya había pasado a otra imagen, y de repente llegué a una y se detuvo, y era el momento en que yo estaba en una terraza, en una casa de campo, en el último piso de la casa en una terraza, con mi hermano. Éramos niños, yo tenía cinco años, mi hermano ocho y yo le hacía preguntas y mi hermano no me contestaba o lloraba, y de pronto me di cuenta dónde estaba. Era la casa de unos amigos de la familia a donde nos habían trasladado inmediatamente después de la muerte de mi madre para que no viéramos el regreso de su cadáver. Mi madre había muerto ahogada, acabábamos de ver su extracción del agua, los ejercicios respiratorios que le daban, sin resultado. Y de ahí un amigo de la familia nos tomó en brazos y nos llevó a su casa, muy cerca del río, para que no viéramos el entierro, para que no estuviéramos cerca de mi abuela que estaba destrozada, y fue en ese momento de la hipnosis cuando supe dónde estaba


68 Sergio Pitol. Foto de Pascual Borzelli Iglesias.

y empecé a revivir un pánico, un terror sobrenatural. “Nosotros habíamos llegado días antes a pasar con mi madre unos días en casa de un tío mío y ahora mi madre estaba muerta. Mi padre había muerto hacía poco y nosotros estábamos en un lugar donde no conocíamos a nadie, no veíamos a nadie, más que a una sirvienta anciana que nos llamaba para comer, para acostarnos, y sentía ese terror animal, visceral, al no saber qué iba a ser de nosotros, por qué estábamos ahí, si nos habían regalado, por qué no teníamos ya padres, no sabíamos nada. Y esto no eran recuerdos sino que empecé a vivirlo en ese momento, al grado de sentirme muy mal. Salí del hipnotismo, le dije todo al doctor y me recomendó que me fuera caminando al hotel lentamente, respirando hondo, y que si llegaba al hotel y me sentía mal, le hablara, que no me preocupara. Me fui caminando anonadado porque de eso no recordaba yo absolutamente nada y nunca había vivido una cosa tan atroz conscientemente. Entonces me fui caminando y, a medida que me iba acercando al hotel, no solamente no me sentía mal sino que cada paso que daba era como un paso hacia algo mejor. “Estaba sorprendido de haber llevado durante cincuenta y cinco años esa herida viva y desconocida en mi interior, que yo desconocía, pero que tenía una fuerza en toda mi conducta, en todos mis actos, fuertísima. Llegué, dormí maravillosamente bien después de pensar, de recordar todo esto, muchas situaciones de mi vida que se habían condicionado, tal vez, por esta tragedia familiar. Al día siguiente tenía yo una segunda sesión por la tarde y en la mañana me fui a caminar por esas partes de Guadalajara, que van de principios de siglo a los años treinta. Me parecía que yo nunca había visto los árboles con un verdor tan espléndido, que nunca había conocido un cielo tan maravilloso como ese. “Al volver a escribir, la parálisis cedió. Comencé a trabajar y ya el mundo de la infancia, que en mis primeros relatos es tan luminoso, donde se está siempre en riesgo de algo que va a ocurrir o de algo que ha ocurrido y cuyos resultados finales no se pueden prever, había desaparecido. Creo que


69 quizá perdí una de las fuentes de mi creatividad pero, al mismo tiempo, gané otras al conocer este fenómeno, al ponerlo al lado y al situar ahora mi vista, mi mirada, en otro tipo de fenómeno de relaciones, de personajes, de hacer fluir el tiempo de otra manera”. —Me había dicho una vez que se escribe sobre lo que se conoce, pero con este relato muestra que durante muchos años escribió sobre “eso” que desconocía, que de algún modo intuía, que presentía en cada una de sus páginas... —Se escribe sobre lo que se conoce, pero a veces se conoce bien, a veces se conoce del todo, a veces se conoce internamente, a veces el organismo conoce cosas que la razón, que nuestra voluntad, no conoce del todo pero que de alguna manera, a través de la escritura, algo dejan filtrar de esa desolación, de ese desasosiego, de esa sensación de vivir en la cuerda floja, de algo que parecía estable y que está a punto de desmoronarse. Esa es una sensación que se repite mucho en mis personajes, no solamente en los niños y en los adolescentes sino en los adultos. Todo puede cambiar en un instante, todo puede transformarse en cualquier momento, la situación más placentera puede transformarse en un infierno. —Esa certeza columbra lo posible, esos giros inesperados de la vida a veces miran hacia el futuro, pero también son capaces de develar el pasado. —Creo que era un conocimiento oculto que no lograba expresar racionalmente. Estaba en el mundo de las sensaciones todavía, en el mundo del plasma primigenio, original. Creo que la literatura está hecha de eso, de muchas de estas cosas que llevamos, así como había ese ocultamiento seguramente habrá otros, a veces mucho menos graves, a veces insignificantes,

pero estamos cargados de energías contrarias que sólo la voluntad puede mantener unidas para evitar el caos, la disgregación, la locura, la caída en el mundo de la estupidez. Y es curioso, cuando uno escribe, cuando escribo, creo que a todos nos pasa lo mismo, hay unos momentos en que parece que escribimos por dictado, tenemos el esquema, tenemos previsto un final, tenemos previsto determinados episodios, pero hay momentos en que un personaje insignificante, en el bosquejo original, se desarrolla, se crece, invade el escenario, desplaza a los demás y actúa de una manera como no teníamos previsto y las palabras, el lenguaje, lo sigue, el lenguaje lo hace, el lenguaje se desencadena en su interior y va saltando, va venciendo las dificultades y va creando un mundo de ficción que nos parece tan real como el mundo cotidiano. “He descubierto, con un estupor inmenso, que cuando siento esa especie de posesión, esa especie de trance en que puedo trabajar horas y horas, casi sonambúlicamente y la novela va fluyendo, he podido encontrar el germen de algunas escenas de ficción, o una escena similar en libros inesperados, en libros que no tuvieron en mí ninguna influencia inmediata, en libros que, es más, me habían parecido detestables”. Historia y forma, una misma sustancia —¿Se puede trabajar una historia independientemente de la forma: qué llega primero? —Me interesa contar una historia. Recuerdo que uno de los libros que más me han subyugado, que me impresionó muchísimo en su momento, fue La teoría de la prosa, de Víctor Sclovski, uno de los grandes padres del formalismo ruso. Algunos de esos en-

“La literatura ha sido como un registro, como un testimonio de todas las etapas de mi vida y todas estas etapas, de cierta manera, han sido reguladas por el azar, por el destino, por el sino, como decían los románticos”

sayos están escritos entre 1910 y 1914, no sé cuándo se reunieron en libro. Él decía que así como en el principio fue el verbo, que es el más grande homenaje, quizá el primero que se haya hecho al lenguaje y está en el Génesis, así como en el principio fue el verbo y el lenguaje, la fuerza primera, la fuerza motricia, en el relato, es la forma, y forma y lenguaje son para él una misma sustancia que se mueve. Nunca me ha interesado una novela o un cuento que sea solamente el relato de una anécdota, que comience con el inicio de la anécdota, la desarrolle y la termine. El relato para mí siempre está ligado a una forma, a tener muy claramente definido cuál es el punto de mira: quién cuenta y a quién se cuenta una historia. Eso le permite los filtros necesarios para que sienta que mi historia tiene realidad literaria. Desde luego una misma historia puede ser contada por los distintos personajes que participan en ella, que la componen, pero la historia será diferente, esa historia será distinta, según vaya teniendo un narrador distinto. La profesión y la edad del narrador, sus costumbres, son fundamentales para que esa historia adquiera una vida literaria. Siempre me ha interesado que la anécdota sea pasada por distintos filtros, de manera que el relato se pueda leer como una anécdota amplia, digamos, pero a la vez vayan surgiendo luces y reflejos desde el interior, desde el lenguaje. —¿Poseer un proyecto narrativo significa poseer también un método de creación único? —Cada escritor va creando un espacio que conoce, que maneja, que le es estimulante. Si hay algo que sea casuístico en este mundo son las leyes de la creación. Uno lee los decálogos de cuentistas y novelistas donde marcan las cosas que se deben hacer y aquellas que deben evitarse necesariamente y esos decálogos o esos consejos que dan a amigos, o que son defensas de la obra que se le escriben a un editor en el que señalan por qué una novela o un relato debe ser de tal manera, nos permite entender mejor, nos da pistas para comprender la obra de ese autor. Pero no hay generalidades, o son muy pocas. Lo que puede estar bien para Onetti podría haber sido desastroso para Rulfo, tal vez. Las reglas las da el instinto. El instinto en el lenguaje lo es


70 todo, como lo es el lenguaje dentro del relato, dentro de la narración. —¿Temas y estructuras narrativas surgen al unísono? —El surgimiento de la trama y los temas forma parte de ese gran juego de azar que es la vida. Nunca he sabido bien a bien cómo surge el germen de una novela. Aparece una obsesión. Ahora me acosa una. Pienso en un relato que va a tener como eje dramático a una persona que recibe cartas anónimas. No sé ni qué persona es, ni qué cartas. Simplemente sé que alguien, en un cuento posible, va a ir perturbándose bajo la acción de una serie de cartas e invitaciones falsas que le van llegando. Si la obsesión dura, un día, como me ha sucedido en todas las novelas y cuentos, me sentaré a pensar quién es, para qué, en qué situación, si es una cosa política, si es una amenaza, si hay una confusión, como creo yo. La literatura ha sido como un registro, como un testimonio de todas las etapas de mi vida y todas estas etapas, de cierta manera, han sido reguladas por el azar, por el destino, por el sino, como decían los románticos. —¿Cómo distingue cuando será un cuento, una novela o “casi” una obra de teatro? —El teatro ha sido una de mis grandes pasiones, uno de mis grandes amores. Cuando intenté escribir teatro hacía yo un esbozo primero de cuál era la situación y lo que me resultaba al hacer ese esbozo era ya una forma narrativa, era una forma en que nada más tenía que eliminar dos o tres elementos, complementar con otro, y estaba el cuento hecho. Las únicas veces que traté de escribir teatro y no hice esbozos previos fueron un desastre absoluto, los resultados fueron atroces. Obras que escribí con gran pasión y que a los diez o doce días que las volvía a releer descubría que nada en ellas valía la pena, que todo era letra muerta. Sin embargo cuando hacía los esbozos previos fueron resultando estos cuentos de mi primera época; es más, aun en las últimas novelas utilizo formas teatrales. Ya que no puedo escribir teatro, hago novelas que utilizan muchos elementos teatrales. Domar a la divina garza, por ejemplo, es una obra que está hecha a la manera de una obra teatral, con un personaje ante un público, con efec-

tos, con diálogos entre ese público y el personaje narrador, que son los efectos manidísimos del género chico español: una pregunta para darle pies, para que se vaya contando la historia. El teatro está inmerso, desde el primer cuento que escribí hasta ahora, en mi trabajo literario. Leo mucho teatro. Presentimiento de la novela —En términos de sociología e historia de la literatura hay un aspecto siempre ambiguo, ¿qué tomar en consideración: la fecha de escritura de una novela o la de su publicación? Un libro como Juegos florales, por ejemplo, fue publicado mucho tiempo después de su escritura. —Escribí el primer esquema de Juegos florales en 1966, y allí estaba todo lo que iba a pasar. Acababa de llegar de un viaje de Papantla, venía como alucinado, con cierta sensación indefinible de contacto con el mundo mágico. Cuando llegué a Xalapa, a los dos días tenía ya toda la novela en la cabeza, todo lo que iba a ocurrir, desde el viaje, el tipo de personaje, que era Billy Upward, que en aquella época no era inglesa, la sirvienta bruja y el final, todo estaba claro. Escribí un esbozo, así capítulo tras capítulo, los siete capítulos clásicos y a los pocos días de eso me fui a Europa. Me fui a Yugoslavia donde viví un año. Los primeros meses traté de desarrollar el trabajo pero me resultaba mal todo, nada era creíble, todo era duro, el lenguaje no funcionaba, algo estaba echado a perder y la dejé un tiempo. En esa época empecé a escribir El tañido de una flauta y terminándola volví a leer lo que había escrito sobre Juegos florales y me pareció terriblemente mala, pero la idea me seguía funcionando, al grado de que durante años, a partir de entonces no podía yo escribir nada porque se me atravesaba el mundo de los personajes y de las situaciones de Juegos florales. Entonces lo volví a reescribir muchas veces, por lo menos en dos ocasiones rompí todo lo que tenía, destruí el manuscrito y las versiones que tenía, para no tener la tentación de corregir y poder olvidarla. “Sin embargo, aun así, seguía el efecto, durante años no pude escribir otra novela, más que un simple cuento. Hasta que en una ocasión por 1980 o 1979, estando en Moscú, me fui a pasar unos

días a Roma y todo lo vi, vi a una inglesa literata y sólo fue hablar con ella y ver el personaje y entonces todo se me reveló. Llegué a Moscú, trabajé y, en poquísimos días, ya no tenía ni borradores ni notas ni nada, estuvo hecha toda y es quizá la novela que más trabajo me ha costado. Las demás no, las demás las he rehecho pero no las rompí de esa manera. Tal vez por todo eso sea uno de mis libros más cercanos. Ahora, curiosamente, hay gente que la estudia porque en su momento se habló de que era una novela menor, como de un error después de El tañido de una flauta. Veinte años después, o no sé cuántos hayan pasado, varios estudiosos la consideran la mejor de mis novelas. Esta novela es mucho más difícil, más elusiva, no sé si realmente tiene valores o no, el hecho es que yo la siento muy próxima y sé que es la más experimental de todas mis novelas”. —Sus primeras obras no tuvieron eco en el panorama literario mexicano... —No, con El tañido de una flauta, en los diez o doce primeros años, creo que hubo sólo una nota positiva, y diez años después de publicado, la edición estaba casi completa en bodegas. Se habían vendido entre cincuenta y cien ejemplares, pasó absolutamente inadvertida. Pienso que si me hubiera quedado aquí y hubiera seguido escribiendo, igual le pasaría a mis otras obras. Pero lo que sucedió es que de pronto Jorge Herralde, en Anagrama, leyó Juegos florales, le gustó y la publicó. A partir de ese libro todos los otros míos, y uno de ellos tuvo el Premio Herralde. Cuando volví a México, venía como un autor publicado en España y con el Premio Herralde, pero yo había escrito mis novelas en la soledad absoluta y eso no me preocupaba. Fueron escritas por el mero placer, el interés, el goce de escribirlas, con una energía que tenía que canalizar de esa manera por el hecho de haber trabajado durante veinte años en el casi anonimato. Me parece muy risible cuando veo a escritores que escriben para tener puestos, para tener fama, es como algo muy insustancial. Claro, también depende del temperamento de cada persona, otros escritores pueden ser magníficos pero necesitan tener una manifestación externa, que está bien pero hay otro tipo de escritores que no.


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Anécdota periodística

El que graba en cámara ajena… José Sobrevilla

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os dichos son sabios. Hace muchos años, en una feria regional, llegó a tocar al teatro del pueblo un trío de huapangueros conocido en la zona norte del estado de Veracruz como Los Camalotes de Artemio Villeda. Como llegaron con mucho tiempo, antes de subir al estrado le digo a un compañero que no conocía pero traía una cámara de video. —Deberían entrevistar a don Artemio; es un señor con Foto de Alejandro Zenker.

mucha cancha en el asunto de los huapangos. —Pues tú mero —me responde. —¡Claro! —le digo. Don Artemio era un campesino del ejido Camalote. Su hijo, Temo, estudió con este tecleador en la primaria rural Vicente Guerrero de Los Manguitos, en Veracruz, y era compadre de Raymundo, mi hermano mayor. Los dos habíamos sido alumnos del profesor Cosme Álvarez Melo.

—Don Artemio, ¿nos podría dar una entrevista? —le dije. —¿Cuándo? —me responde. —Ahora mismo. Una vez que nos apartamos, habló ante la cámara de cómo se había hecho huapanguero, de sus giras a varias partes del mundo, de los músicos con los que inició; de cuando le tocó al rey de Marruecos, de sus viajes a España… —Un día —comentó— estaba yo rastreando cuando, en el terreno que preparaba para la siembra, aterriza un helicóptero del que bajaron unos tipos muy altos y bien vestidos. “Venimos de parte del comandante Fidel Castro, presidente de Cuba, para llevarlos a tocar”. De un chiflido llamó a uno de sus hijos y le dice:

—Ve por los muchachos y avísales que se vengan porque tenemos tocada. El chamaco agarra un caballo y a toda prisa se va por los integrantes del trío. Al poco rato, con sus guayaberas blancas y sus clásicos pantalones negros, botas, y sombrero, elegantes, los tres subían al helicóptero y volaban para Cuba. Todas estas anécdotas fueron registradas en una cámara de cuya grabación jamás supe. Busqué a Miguel Ángel Ávila, amigo de la infancia, porque me dijeron que el dueño de la cámara era su cuñado. Nunca recogí el material, pero quedó el recuerdo de aquella sabrosa plática con aquel huapanguero huasteco de todos los tiempos. El que nos cantó de chamacos.


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Los escenarios de Sergio Pitol

Un renacentista en el siglo XX

Alejandro Alvarado

Premio Cervantes 2005 y Nacional de Literatura 1983, Sergio Pitol, escritor y diplomático mexicano, autor entre otros libros de El arte de la fuga, Nocturno de Bujara, El desfile del amor, El tañido de una flauta y Domar a la divina garza, era un lector entregado a la lectura de William Faulkner, en quien, según declaró, encontró en sus novelas un mundo con el que se sentía identificado.

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ara explicarnos quién fue Sergio Pitol y ahondar en su obra, nadie mejor que seis escritores mexicanos, quienes nos dan su opinión acerca del también miembro de la Academia Mexicana de Lengua. Dionicio Morales Dionicio Morales describe a Sergio Pitol como uno de los escritores mexicanos más completo por la diversidad de géneros que abordó durante su carrera literaria, y “que se situó como un fuera de serie por la complejidad y la extraordinaria fuerza narrativa que marcaron el distintivo de su obra. Cuentista, novelista, traductor, ensayista memorioso, nos heredó una literatura, a veces no de fácil lectura, que podemos considerar sin titubeos como una de las más importantes del siglo XX, no sólo en México sino en la literatura castellana. Fue lo que podemos llamar un verdadero escritor, un intelectual, un hombre de su tiempo que, por medio de sus obras, nos adentra, no sólo en la complejidad de sus visiones memoriosas, que zarandea para bien el estricto rumbo de los sentidos, sino en historias a veces un poco extrañas, intensas pero siempre entrañables. Como traductor le debemos los descubrimientos de autores señeros de varias disciplinas, que nos señalaron un camino secreto y personal, viajes alrededor de ciertas cuestiones morales, escritas en un lenguaje elegante, a veces grandioso; que nos sorprendía por la rareza que lo alejaba de nuestra litera-

tura regional. En lo personal, el primer libro que leí de Sergio Pitol es Infierno de todos, y lo mismo me sorprende, me asombra en su narrativa y en sus ensayos. El tañido de una flauta y Domar a la divina garza, por mencionar algunas de sus obras, pasan a formar parte de mi memoria literaria”. Óscar de la Borbolla Óscar de la Borbolla comenta que conoció a Sergio Pitol hace mucho tiempo, cuando acostumbraba ir a la librería Gandhi: “Ambos nos encontramos entre los anaqueles y nos reconocimos. De Sergio Pitol, había leído El desfile del amor y algunas de sus traducciones. Lo saludé con gusto. Él se portó muy amable. Era un tipo generoso, cordial y afectuoso. Después de esta ocasión platicamos muchas veces, ya que a menudo coincidíamos en diferentes lugares culturales, bebíamos café y conversábamos de cualquier cosa. Las últimas veces que platicamos me afligía verlo, pues se encontraba en un estado deplorable. Se acordaba de mí, pero su memoria divagaba. La persona que venía con él se lo llevaba a otro lado del sitio en que estábamos, lo paseaba.

Sergio era de esos escritores que se dan a querer. Divertidísimo, El desfile del amor es un libro que me botaba de risa, y me identifica con Pitol por el humorismo de ambos”. Alberto Chimal Alberto Chimal considera que la de Sergio Pitol es una obra inusitada en la literatura mexicana. Eso, para él, significa también que es una obra, en cierta manera, representativa de una parte importante de la literatura mexicana. Explica: “Quiero decir que siempre hemos tenido una gran tradición de autores excéntricos, de autores que se apartan de las normas; probablemente, Pitol sea el más exitoso, el más reconocido de todos ellos. Su obra está siempre endulzada por intereses más personales, sus obsesiones más íntimas están ahí, para que todo mundo las vea. Esto quiere decir que traza su propio camino, que traza su propia ruta, la cual no tiene sentido más que para él. La obra de Pitol es inimitable porque es una expresión tan individual, tan idiosincrática, digamos, que nadie más podría haberla hecho y nadie podría platicarla. Los que más se acercan a Pitol son, no sus admirado-

Como novelista, me parece que no cuajaba mucho su formación personal; consideré siempre que era mejor como ensayista: David Martín del Campo


73 res, que tuvo muchos, sino aquellos que buscan replicar esa misma independencia a su propia manera. La influencia de Pitol va a encontrarse en autores que muchas veces se han opuesto a él en muchas formas, pero tienen la misma independencia. Cuando se muere un artista siempre lo lamentamos, aunque no lo hayamos conocido, como sucede en mi caso con Pitol; pero cuando se muere un artista como que nos queda un consuelo que no siempre vamos a obtener en otras circunstancias, simplemente nos queda la obra. Pensando en la figura de Pitol, ahora no nos queda más que recomendarla. Porque los lectores se pueden entusiasmar, asombrar, disfrutar la lectura de El desfile del amor o de Domar a la divina garza”. David Martín del Campo David Martín del Campo considera que Sergio Pitol es el escritor mexicano que más corrió mundo, y que esa experiencia alimentó su trabajo, el cual se forjó simultáneamente con su profesión como diplomático. En México hubo una especie de éxodo kafkiano, pues una cantidad de italianos llegaron a radicar a nuestro país y se fueron a vivir a la cuenca veracruzana compuesta por Córdoba, Orizaba, Perote y Xalapa. Estos italianos llegaban con tecnología en agricultura, digamos, y se iban a trabajar a Nueva York. A mí, Pitol me contó una vez que pasó mucho tiempo encerrado en una recámara a causa de una enfermedad, en la biblioteca de sus tíos, y ahí se dio su formación como escritor porque leyó hasta la saciedad. De Veracruz él migra a la Ciudad de México para estudiar derecho, pero se la pasaba muy a gusto en la Facultad de Filosofía y Letras. Se encanta con la ciudad. Se reunía con Carlos Monsiváis y Hugo Gutiérrez Vega. Acostumbraban ir a comer a un restaurante en la Zona Rosa; ahí se ponían a criticar la vida cultural mexicana. Parte de la obra de Pitol se desarrolla en Europa. Fue un ensayista de primer orden. Como novelista, me parece que no cuajaba mucho su formación personal; consideré siempre que era mejor como ensayista. Hernán Lavín Cerda A juicio de Hernán Lavín Cerda, Sergio Pitol era un hombre del Renacimiento educado en el siglo XX. Porque “se formó una visión interna de México, y

estaba en contacto permanente, constante, con las distintas culturas de los países tanto del pasado como del presente. Por eso lo considero un renacentista en ese aspecto; al mismo tiempo era muy audaz abriendo caminos, no temía arriesgarse; permanentemente se le veía dispuesto a buscar alternativas para la narrativa, para la novela breve, para el ensayo incluso. Creo que era un poeta en su narrativa, porque se puede ser poeta al escribir novela. Pienso, por ejemplo, en las memorias que escribió Pablo Neruda. Están escritas en prosa, pero por un poeta, y su narrativa es muy bella. En el caso de Pitol, es la misma historia. Gustaba de difundir a autores extranjeros; Sergio nos acercó a la literatura de Alberto Tabuki, un autor argentino, desconocido en México que había vivido no sólo en Italia sino también en Portugal, y disfrutaba la lectura de Fernando Pessoa y de sus poetas contemporáneos portugueses. Pitol abría siempre un camino nuevo para la narrativa y la poesía contemporánea. A muchos autores los conocimos gracias a la labor de Pitol. Fue un experto en literatura europea. Por eso lo considero un hombre renacentista, porque no se contentaba con desarrollar pura literatura sino daba a conocer a otros autores, literatura de otros países”. Foto de Alejandro Zenker.

Eve Gil Para Eve Gil, Sergio Pitol es uno de los escritores más influyentes en su formación literaria. Cree que el autor de Domar a la divina garza se caracterizó, entre muchas otras cosas, por las historias que llegó a plasmar. A ella, como narrador, no la entusiasmó tanto; “la faceta literaria de él que me gusta es la de ensayista. Yo considero que El arte de la fuga es uno de los mejores libros que se han escrito en México; por si fuera poco, me gustaría señalar que este libro me convenció de salir de Hermosillo. Me impactó tanto su lectura que después de leerlo me vine a vivir a la Ciudad de México. Por eso mismo, Pitol significa mucho para mí. Realmente lamento su fallecimiento. Como ser humano, Sergio fue una gran persona. Recuerdo que le narré la experiencia que viví después de leer El arte de la fuga, cuando me salí con mi hija pequeña de Hermosillo. Él me manifestó su sorpresa, se solidarizó conmigo y observó lo riesgosa que había sido mi decisión; yo le argumenté que ésta había sido muy importante para mi carrera: que un escritor debe cambiar de escenarios; y, en gran medida, Sergio Pitol, creo, fue un gran narrador por su gran variedad de experiencias, de escenarios en donde vivió durante toda su vida”.


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Fango y frivolidad

Adjetivaciones y carcajadas

Víctor Roura

Hay novelas que también pueden leerse con ojos que no son del circuito de quienes las escriben…

C

on el poblano Sergio Pitol, quien ha recibido todos los premios literarios posibles en castellano (incluido el máximo galardón en esta rama, el Cervantes, en 2005, aparte de haber sido elegido por el español Jorge Herralde para incluirlo en su editorial Anagrama y, por tanto, hacerse acreedor a uno de los premios que otorga este, sin duda, influyente editor por decisión suya acorde a sus particulares intereses mercadológicos), me sucede algo incómodo cuando lo leo. Por un lado, están sus cultos artículos que me remiten al hombre inmerso en la cultura universal; por otro lado está su pulcro y numeroso trabajo de traducción —Joseph Conrad, Witold Gombrowicz, Luigi Malerba, Kazimierz Brandys y Lu Hsun, entre otros, al grado de que en 2009 la Universidad Veracruzana se animó a fundar una (inconclusa) colección literaria con sus versiones al español, que suman alrededor de cuarenta, y que el Fondo de Cultura Económica empezaría a reeditar a partir de 2013— y, por último, sin olvidar por supuesto su larga labor oficial, desde 1960, al servicio del gobierno como diplomático (que le ha valido, hay que decirlo, las preseas obtenidas en el extranjero: ¿qué distinguido miembro del Servicio Exterior, si es escritor, no ha sido reconocido literariamente en las tierras distantes?), está su propia obra, sistemáticamente exaltada por los críticos, si bien hay que subrayar que esta faceta (la de no dejar pasar sin comentario crítico la bibliografía de ciero autor) es pertinaz e infatigable hacia los escritores pertenecientes a las cúpulas culturales, mecánica ejercida sistemáticamente a partir de la instalación de la

denominada “mafia” intelectual creada por Fernando Benítez, con mucho éxito para él y sus prosélitos, a partir de 1949, año en que empezara a fundar suplementos culturales para favorecer su gestión con los suyos. Y Pitol, sí, formaba parte de todo este andamiaje. Bruno Hernández Piché, por ejemplo, en Letras Libres de agosto de 1999, para hablar del Tríptico de carnaval (Anagrama, que se publicara justamente en ese año), que conjunta tres novelas de Pitol, recurre a los amigos del poblano para poder sopesar su opinión: cita a Carlos Monsiváis, cita a Antonio Tabucchi, cita a Juan Villoro… Y si la memoria no me falla, fue precisamente Monsiváis el primero en detectar el “contenido paródico y caricaturesco” en la obra de Sergio Pitol, cosa que le ha valido a Hernández Puché para declarar, entre otros asuntos, que sus libros —los de Pitol— mueven, de plano, a la “carcajada”. ¿Humorismo? Sin embargo, y pese a esta ya establecida definición (¡ahora resulta que, después de Jorge Ibargüengoitia, Sergio Pitol es el escritor más humorístico de México!), yo no le hallo ninguna gracia a sus novelas. “El desfile del amor”. “Domar a la divina garza” y “La vida conyugal” están reunidas en este Trípti-

co del carnaval, historias que, de no estar firmadas por quien las signa, seguramente estuvieran oscurecidas en las bodegas, sin haber recibido jamás ningún comentario en los periódicos, y tal vez, no sé, ni siquiera impresas en libros, ya no digamos congregadas en un grueso volumen, como éste, de cuatrocientas setenta páginas, editado en Barcelona... por cierto, con un sinfín de erratas, una cada dos páginas. ¿Por qué estas historias vulgares, frivolonas, inacabadas, simples (la primera trata de un chismerío a la garciaponce a partir de un crimen nunca resuelto, la segunda de nuevo un cotilleo de un personaje ocioso encargado de divulgar los secretos de una vieja enfadosa e impertinente y la tercera, con un final predecible y lamentable, la relación de una pareja que no se soporta pero se mantiene unida hasta el fin), forman parte, ya, del acervo literario de México? No lo sé, de ahí mi incomodidad. Y no se trata de afirmar que Sergio Pitol es un mal escritor, porque evidentemente no lo es. Sino subrayar el hecho, acaso, del fuerte peso que tiene aún en México, contra la opinión generalizada, aquella Mafia cultural que se instituyera como la poseedora de la Verdad literaria en el país. El prestigio de Sergio Pitol descansa en su pertenencia, ya lo dije, a esta cofradía. Tampo-

“Dante Ciriaco es cubierto de mierda por la zarigüeya y cuando narra su aventura inmunda, !el tal Ciriaco siempre se caga en su ropa!”


75 co me sorprenden los halagos, escasos ciertamente, y muy localizados, que recibe Pitol del extranjero, si tomamos en cuenta que, como diplomático en Europa, cultivó amistades importantes en el ámbito cultural. En “El desfile del amor”, tomado de la nota roja de un hecho real (un crimen cometido en el edificio Minerva en 1942), para aproximarnos al sospechoso principal, Sergio Pitol le endilga nada menos que la abundante cantidad de treinta y tres amarillistas adjetivos: bicho incoherente, zafio, servilista untuoso, pinacate, tipejo repugnante, mamarracho, chantajista, animal, mentecato, dientes sucios de caballo, loco, psicópata, especie de pistolero, chafa, chabacano, rey de la vulgaridad, reverendísimo pendejo, igualado, acomplejado, patán, galán de quinta, dientón, asqueroso, pico de oro, mustio, astuto, zorro, gallina, rata, escoria, cafre de la vida ligera, mequetrefe y reptil. ¿Cómo un hombre, si es que se le puede llamar así, no va a ser entonces un asesino consumado? Es decir, de no estar adjetivado de tal modo, nadie hubiese sospechado de los instintos criminales de ese pobre hombre, porque en la novela, de no ser por esta inagotable fuente de calificativos, no es notoria su “maldad”. Los personajes de Pitol, ante su propia incapacidad de hacer por sí mismos las cosas (ya sea un descubrimiento, una ardua investigación, un razonado archivo de la zoología humana), basan sus comportamientos, criterios y convicciones en los “dimes y diretes” de la gente cercana. “La divina garza”, que le ha traído tanto éxito literario a su autor, siempre me ha parecido la historia ordinaria de un hombre estúpido, Dante Ciriaco de la Estrella, que presta demasiada atención a una tal Marietta Karapetiz, una tonta señora que no hace sino vivir de manera regalada, chismeando aquí y allá. La novela está tan llena de superficialidades y de adjetivos gratuitos que el lector ya no sabe si en realidad está delante de un escritor serio —no importa si lo endilgan de humorista no siéndolo, eso es lo de menos— o de una parodia de escritor, que no escritor paródico. Cuando la señora llama Ciriaco a Ciriaco, Ciriaco se ofende, no sabe qué hacer: “¿Levantarme de

la mesa, tomar un taxi y dejar sola a Ramona junto a aquel venero permanente de provocaciones? ¿Qué hacer? ¡La pregunta eterna de los momentos álgidos! ¿Qué hacer? ¿Mandar a ambas mujeres al demonio o seguir aceptando como un reverendo pendejo toda clase de vejaciones?” Los personajes de Sergio Pitol se ofenden hasta por las cosas inofensivas, y arman un revuelo digno de telenovelas insulsas con el mote de “progresivas” a la manera de Argos. Por cualquier minucia, los personajes pitolianos encienden la casa con fuego, y en lugar de narrarnos el autor los motivos de estas reacciones a tamañas banalidades, se enfrasca en un juego de adjetivos calificativos para salir, supuestamente airoso, del paso. La tal “divina garza” se convierte, luego —a falta de una sóliFoto de Alejandro Zenker.

da descripción psicológica—, en tucán, en cuerpo gigantesco con la nariz prominente, en maciza caja de seguridad, y en cobra, pitón enfurecido, pobre mentecata, indigna, cuervo, zarigüeya, voraz osa hormiguera, charlatana incorregible, una hiena a su lado “hubiera parecido un animal muy dulce”, fraude viviente, repulsiva, sórdida, arpía, roñosa, rata de albañal, broza pura, etcétera. El relato, colmado de cultismo (¡ah, la arpía Karapetiz es una ferviente lectora de Gogol!), finaliza con previsibles escatologías: el tal Dante Ciriaco es cubierto de mierda por la zarigüeya y cuando narra su aventura inmunda, ¡el tal Ciriaco siempre se caga en su ropa!, cosa que regocija a los intelectuales amigos de Sergio Pitol pero que, literariamente, deja literalmente en el fango a sus desamparados lectores.


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Petronilo Amaya

Hermano en la distancia Eduardo Villegas Guevara A través de los años uno va recogiendo dichos que orientan la creencia en algún modo de vida. A veces acuden a mi boca algunos de ellos. Me gusta uno que dice: “En alguna parte del mundo está nuestra media naranja”. Esa posibilidad alegra un poco. El problema consiste en saber si los que somos chayotes tenemos también nuestra chayotita en algún sitio del universo. Cuestión de esperar, digo yo. Hay otro dicho en el que sí creo: “Todos tenemos un hermano fuera de la familia”. No reniego de mis hermanos de sangre, conste. Los quiero, los admiro y desde luego que los extraño ahora que cada uno de ellos ha tomado diferentes caminos y que rara vez coincidimos. Pero… ¿qué pasa con ese hermano que tengo fuera de la familia? Pues se llama Petronilo Amaya y es un poeta del estado de Durango. ¿Cómo es el hermano que existe fuera de mi familia…? Es norteño, desde luego; sincero, transparente. Nunca habla vociferando, sino acariciando a las personas con aquellas palabras que entregan su mensaje con claridad. Usa bigote y le vendría bien un sombrero texano, pero se inclina por uno estilo Panamá. Es incansable y se le admira en distintos puntos de su ciudad, porque tiene años escribiendo, publicando y recitando su poesía. Como promotor cul-

tural se ha ganado el mote de El Maestro Petronilo: los amigos le cantan, las amistades lo saludan con la mano en alto y con una voz que atesora un viento cálido. La gente del medio cultural asiste cordial y con gran admiración a los actos literarios que organiza y que son numerosos a lo largo del año. El maestro Amaya invierte en proyectos culturales que se convierten en grandes logros y, casi siempre, en pérdidas para sus bolsillos... Ha creado la Fundación Amaya y, a partir de ella, Cantaletras, una revista muy puntual que nos congrega en infinidad de actividades artísticas y que ahora, durante el pasado mayo, cumplió cinco años de existencia. Petronilo Amaya ha ido edificando un canto muy sonoro para expresarnos. La poesía se le desborda, ya sea en lecturas con recitales siempre muy concurridos, o se manifiesta en breves, pero intensos libros. Hay un poemario: Versiones de tierramarga (IMAC, 2013), donde dice “que hay palabras que marchitan miradas / que las sombras provocan depresiones”. O en su libro Di-Versiones (IMAC, 2016) donde apunta: “Me tientas-te tiento / nada podemos contra esa chispa liberada”. Poeta de extremos, va llenando los centros con posibilidades incendiarias.

Cierta noche, al término de una sesión bohemia (cubeta de cervezas y una larga procesión de canciones de protesta, románticas y las viejas baladas del rock), cuando se avecina y se siente la nostalgia que nos adelgaza la alegría, porque la separación se acerca, uno se esfuerza en tomarse el último trago y la despedida se agiganta punzante, porque uno quiere cualquier otra cosa menos la retirada; sin embargo, uno sale a la calle y se estrechan las manos de los resistentes parroquianos y, finalmente, se le dice hasta luego al maestro Petronilo. Uno quiere decir: “Gracias”: por la charla, el trago, las canciones, la poesía compartida, los bocadillos, el vino, la cerveza y tantas otras cosas que ya pasaron a mejorar nuestra existencia. La palabra “Gracias” revolotea en el pecho; porque ahí está una persona a la que podemos llamar “hermano”, porque es generoso y hace cosas admirables que otros nunca harían, aunque les pusieran en las manos altos presupuestos. El amanecer se acerca y el maestro Petronilo se retira con su compañera. Se acerca trastabillando y celebrando a la vida. Se detiene, porque el abrazo se hace necesario. Nos estruja la man y, en ese lance, soltó por un momento a su mujer. Y Amaya se queda viendo cómo —por confirmarme su amistad con

un abrazo— su mujer quedó desvalida. Luego, el trago y el viento frío de la madrugada la noquean sin compasión alguna. Ella cae, sin meter las manos y la hermandad tiene que romperse. El pómulo se le inflama, pero no se queja. Gajes del oficio por tener a un poeta de compañero que se despide de todo corazón de alguien con quien no comparte su sangre, pero al que quiere como si fuera parte de su familia. Durango no sólo debe verse como una tierra de bellos atardeceres, de verdad incomparables, o como la tierra de los alacranes, que se aparecen hasta en paletas. Tendremos que recordar la gran lista de periodistas, narradores y poetas que han brillado en el firmamento nacional; un José Revueltas, una María Elvira Bermúdez, por mencionar los nombres de mis autores favoritos. La lista es larga y desde luego que en ella tenemos que agregar a este poeta de variadas tonalidades, de quien les recomiendo sus poemas de corte sensual, hay algunos en YouTube. Si bien cuenta con otras posibilidades literarias, me fascina que sus versos se den el lujo de expresar diversas variantes léxicas y semánticas. Todo un gozo adentrarse en la poesía plena de Petronilo Amaya, a quien considero mi hermano en la distancia y en la poesía.


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El western y la narrativa criminal Vicente Francisco Torres

S

i la literatura ecuménica está sufriendo grandes cambios por la era digital en la que estamos inmersos, el relato criminal no podía mantenerse al margen. En México tenemos cuatro elementos que han modificado el relato criminal clásico —o de enigma—, e incluso la novela negra, con su carga de planteamientos sociales. El primer elemento es la nota roja, que incorpora algunos crímenes célebres en los argumentos, o francamente reescribe casos que fueron famosos, como el del Chalequero, que reescribió Bernardo Esquinca en su penúltima novela: Carne de ataúd (2016). El mismo Esquinca ha dado entrada en sus novelas a personajes de nota roja, como el fotógrafo Eugenio Casasola. J. M. Servín ha llevado su atracción por las revistas sangrientas al extremo de convertirse en un coleccionista enfebrecido que pudo montar una exposición de estas publicaciones en la ex penitenciaría de San Luis Potosí: las antiguas celdas albergaron ejemplares de publicaciones muy conocidas en otro tiempo —como por ejemplo Alarma y La Prensa— y otras francamente desconocidas hasta por personas que remontan el medio siglo de vida, como quien esto escribe. Servín incluso fundó una revista —Proyecto Gonzo. Periodismo policiaco retro (2014)— dedicada a la nota roja; allí rescató un reportaje que escribiera José Revueltas sobre Goyo Cárdenas, célebre estrangulador que también ejerció fascinación sobre el cronista y narrador Héctor de Mauleón. El segundo elemento, por demás fundamental, es la producción inspirada en la violencia generada por el narcotráfico en nuestro país. Cuentos y novelas protagonizados por sicarios, capos y buchones de todo tipo inundan las librerías y las mismas casas editoras estimulan la reunión de historias de este tipo. Precisamente buchones, o buchonas, es un neologismo nacido en la costumbre

—celebrada en los corridos, dicho sea de paso— que tienen las personas involucradas en este mundo de consumir whisky Buchanan’s, cantado también como la etiquetita roja. La violencia que impregna estos libros nacidos del narcotráfico hace que muchos lectores consideren que no son derivación de lo que tradicionalmente hemos considerado literatura policiaca. Y ya se ve que la literatura policiaca en América Latina no lleva este nombre porque destaque el trabajo de la policía, sino porque en ella interviene lo detectivesco (con detectives o detección), lo criminal y la falta de tiempos narrativos muertos, de donde nace el relato detectivesco, criminal o thriller. Ante un fenómeno como el mencionado corren los teóricos para proponer otro terminajo que les sirva como el mástil de los voladores de Papantla. Ya discuten en los seminarios la pertinencia del término pospolicial, como antes hicieron los sociólogos con la posverdad. Un tercer elemento novedoso en el género policial es la relación que se ha establecido entre literatura y expresión gráfica, espacio donde destaca Bernardo Fernández (Bef) porque dibuja historietas y escribe novelas; yo prefiero al novelista, dueño de una capacidad narrativa hipnótica. Otro hecho significativo en este campo fue la adaptación gráfica de El complot mongol, de Rafael Bernal. Los dibujos de Ricardo Peláez Goycochea interpretan excelentemente el mundo creado por Rafael Bernal pero el guión nunca va a igualar lo que dice la novela con sus refranes, coloquialismos, las minucias del argumento y su rápido tempo narrativo. Imagino mejor una edición ilustrada de la novela. Los aficionados al relato criminal invocan, como cuarto elemento, el narcowestern, que lanzaron al mercado —junto con una portada casi salida del Libro Vaquero— los editores de Chinola Kid (Alfaguara, 2012), de Hilario Peña. El autor sinaloense concibió un pequeño pueblo, Tecolote, que vive en el tiempo del narcotráfico pero no está sometido a él. Algunos personajes son sicarios y traficantes, pero el aislamiento del pueblo en la sierra sinaloense

Tentativas —rasgo imposible de cumplir en este tiempo de drones, e mails y teléfonos celulares— lo convierte en una especie de utopía, un sitio cuya existencia es verdaderamente inviable. Su comisario, especie de sheriff que cree en el honor, la justicia, la valentía y la caballerosidad (¡en un medio lleno de metralletas!), logra imponer el orden y la vida armónica. El comisario Rodrigo Barajas es religioso por influencia de su abuelo; defiende los valores morales y, cuando el autor habla de literatura, podemos identificar en Peña el magisterio de una gran novela Pop 1280, donde Jim Thompson menciona pistoleros, sheriffs e hijos buenos para nada nacidos de familias ruinosas; todo en un mundo rural como el que plantea la novela de Peña. Si entendemos que la literatura es una invención, podemos aceptar sin mayores trámites este mundo imaginario, pero la realidad es tan contundente que resulta casi imposible hacerla a un lado, y la razón le dice a la ficción: ¡eso es imposible! Pero si jugamos a la literatura debemos decir que el argumento está muy bien hilvanado y los personajes excelentemente caracterizados. Y podemos llegar a un acuerdo, como cuando Conan Doyle tuvo que resucitar a Sherlock Holmes después de haber narrado que fallecía. Si hubo aventuras que sucedieron antes de que Holmes muriera, en el caso mexicano podremos decir algo como: esta aventura es un experimento, un oasis en el tiempo de canallas que vivimos, que pudo concebir un hombre hastiado del narcotráfico y que consumó su sueño por unos días. En sus páginas finales la realidad se impone: el sheriff —sometido por una mujer sensual y de cascos ligeros—ante la imposibilidad de mantener el orden de ese “nuevo oeste”, se sube a la ola y acepta el papel de protector de las meseras de un bar. Y el comisario tiene plena conciencia de su papel en la vida; sabe que el camino de matón a chulo es consecuente con su vida. Como decía José Revueltas —perdón por la desmesura—, Rodrigo Barajas conoce la tendencia del realismo dialéctico de su vida, es decir su lado moridor.


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Manjarrez, nuevo secretario de la SCM

“El caricaturista no puede ni debe ser lacayo y adulador de un dirigente partidista” Víctor Roura

Nuevo secretario general de la Sociedad Mexicana de Caricaturistas, Jorge Flores Manjarrez (Ciudad de México, 1968) es un connotado artista plástico que incursiona en los asuntos periodísticos como cartonista e ilustrador. Sobresaliente muralista, sus retratos roqueros han sido incluso motivo de codicia para algunos observadores que han logrado salirse con la suya secuestrándolos de grandes museos. Su obra va de lo minúsculo, como un atractivo juego de pókar con figuras del rock, hasta lo monumental, como sus murales bastante visualizados en las estaciones de los metros Chabacano y Auditorio. También director del Museo de la Caricatura, ubicado en la calle de Donceles en el Centro Histórico de la Ciudad de México (actualmente en reparación y remoción, cuyas puertas al público serán reabiertas en este octubre), nadie sabe las sorpresas que le deparan a este recinto con un emprendedor tan creativo como Manjarrez. Referencias y vertientes uando se empieza a dibujar por lo general se tiene a uno o varios modelos a seguir, ¿es este su caso?, ¿quiénes son esos personajes que le deslumbraron en las artes plásticas? —Picasso. Cuando estuve en España tuve la oportunidad de ver sus réplicas de las meninas de Velázquez en versión cubista y todas de un mismo cuadro inspiracional y todos resultan tan diferentes y geniales. De Picasso me ha gustado, desde siempre, su capacidad para transformar todo en un estado casi amniótico, y eso me gusta: que el artista sirva de puente entre el inconsciente y el dar a luz esa magia llamada obra. De Gerald Scarfe me ha fascinado su ductilidad pasando por el trazo fuerte de su plumilla en el cartón político y luego creando escenografías fastuosas para obras de teatro y creación de imágenes memorablemente fuertes, como en la película The Wall. Francis Bacon y su taquigrafía de las sensaciones, plasmada en cada obra, me ha dejado estupefacto frente a más de un cuadro que he tenido la oportunidad de ver. Una vez me topé con el autorretrato de Lucian Freud que mide casi dos metros de alto en el Museo de Arte Moderno y me volví fan de sus pastosas pinceladas. Y, obvio, caricaturistas como Covarrubias, los mu-

—C

rales de Diego Rivera, los dibujos de Mort Drucker en la revista Mad, los retratos y caricaturas que se salen, de tan reales, del lugar en donde estén de Sebastian Kruger. Todos son influencias. Dicen que el artista plasma su realidad externa en correlación con sus mundos interiores; es decir, el artista devora todo lo que observa y que siente que le interesa y en esa digestión crea mundos propios. —El rock fue, en un inicio, el género que lo alimentara en el dibujo, cuyos retratos obtuvieron una gran difusión en el país. ¿Por qué el rock y por qué los retratos roqueros? —Sí, es curioso en mí: desde la infancia la música era inspiradora. The Beatles entraban por mi oído y germinaban en imágenes que tenía que desbordar en mi cuaderno. Me gusta esa forma de crear,

que algo exterior (ya sea un artista o el arte en general) estimule ese prurito por la creación. El rock nos acompaña a los rebeldes y nos aliviana en días difíciles. Comencé publicando allá por 1996 en el periódico Al Tiro de la Sociedad Mexicana de Caricaturistas que dirigía el excelente caricaturista Apebas: él me pidió un dibujo de espectáculos de rock en general y otro de cultura y uno más de política. Así comencé a plasmar mis caricaturas de roqueros. Luego, en la sección de cultura de El Financiero que dirigía mi ahora entrevistador Víctor Roura. Al principio eran dibujos de cultura y después me aboqué más a los personajes del rock. Luego en revistas como Lapiztola, Playboy, Rolling Stone, La Mosca en la Pared, o en periódicos como La Jornada… Hasta llegar a los murales del metro y Hard Rock.

“Dicen que el artista plasma su realidad externa en correlación con sus mundos interiores; es decir, el artista devora todo lo que observa y que siente que le interesa y en esa digestión crea mundos propios”


79 —En el mundo anglosajón diversos pintores participaron con bandas de rock, como Roger Dean con Yes. No ocurrió así en México. Sin embargo, sus murales tanto en el metro Auditorio como en el metro Chabacano han dejado una impronta, única, en el país… Siempre me ha gustado tomar diferentes vertientes en lo que hago, y pintar en gran formato fue un reto: la gente se encontró con una obra con la que podía dialogar el mismo idioma: el del rock, el del paisaje acariciante y confortable. Así lo han sentido algunos espectadores. Eso es un gran halago para cualquier artista. La pintura es también un manjar Lo asombroso de los personajes que dibuja Manjarrez es su exactitud no sólo en la definición física de cada uno de los autores que ha decidido pintar sino, acaso una problemática aún más compleja, en la certera contemplación del entorno cultural en que se mueven. Porque Manjarrez es un artista plástico enterado de lo que sucede intelectualmente a su alrededor. Primero se introdujo en las atmósferas roqueras produciendo simbólicos murales que ahora son, ya, una impronta citadina. Y sin querer, o tal vez queriendo, se convirtió en el pintor del rock por antonomasia en México. Y sus diversas exposiciones sobre el tema han ratificado su supremacía en este ámbito pictórico con monumentales cuadros vivos, como el de David Crosby, que nos mostraba a este insigne cantante como si estuviera realmente frente a nosotros cavilando los pormenores de su siguiente álbum. Ahora, que está por salir de la imprenta su primera novela gráfica (Amor a quemarropa) y luego de publicar sus dibujos en un libro infantil (Rinocerónteros), se sumerge pictóricamente en sus literatos consagrándolos según su propia y provechosa lectura: ¿alguno de nosotros había visto a Juan Rulfo montado en un caballo, que lo sitúa audazmente en su completud campirana? Bukowski, de haberse visto en esta milagrosa pintura de Manjarrez, sin duda lo habría invitado, sin mayores recovecos, a una patona de Bacardí. En su pesarosa oscuridad interior, Borges recibe la intacta luminosidad de los colores manjarreceanos. Después de mirar los portentosos retratos pictóricos, uno tiene que volver a la lectura de estas celebridades escriturales. Y eso ya es un logro ejemplarizante. La

“Acabándose la corrupción dentro de la cultura, en verdad emergerían los grandes artistas… pero eso no les interesa ni a los funcionarios ni a estos protagonistas de la cultura” lectura visual concebida por Manjarrez, ganas de hacer cosas y rehacer lo que en efecto, produce un apetito literario. vengo cocinando en proyectos personales. Hay pinturas que sin abordar temas culi—Ha sido nombrado director del Munarios son, ciertamente, un manjar… seo de la Caricatura por cuatro años, hasta 1922, ¿qué se puede hacer por la caricatuDignificar la caricatura ra en un momento en que ya no se solicita —Después de un amplio reconocimiento a los moneros en las publicaciones? como el señero retratista del rock ha dado —A la par de dirigir el Museo de la un giro en su obra, desde el apunte para Caricatura, también recientemente soy libros infantiles hasta la novela gráfica pa- el nuevo secretario general de la Sociesando por un juego de póker con roqueros dad Mexicana de Caricaturistas, cuyo y caricaturas en la prensa, ¿qué sigue lue- presidente ahora es Terrazas, junto con go de tanto abarcamiento plástico? esta nueva directiva que está forma—Comencé en 1996 ilustrando asun- da por Alarcón, Matvéi y Gabriel. Hay tos de cultura en general; luego, en ese mucha carencia en cuestión de trabajo, mismo año, incursioné en el cartón po- pero también en ganas de abordar cosas lítico e ilustrando cuestiones roqueras en y proyectos que beneficien a los colegas: revistas y periódicos: ese año en unomá- la sociedad ha tenido sus fallas con dirisuno, cartón político, y en El Financiero, gentes egoístas y que sólo veían su interés argumentos culturales. Pero desde chico particular. La sociedad no sirve para eso, hacia historieta en cuadernos que com- sino para generar cosas y proyectos. Hay praba, los personajes eran mis amigos del que dignificar la caricatura: esta nueva vecindario. Luego entré a La Jornada en directiva la ve con otros ojos. En la socie2000 haciendo apuntes de rock en vivo dad ha habido caricaturistas que no son en los conciertos, e ilustración de gente caricaturistas que se han aprovechado de del espectáculo y del rock. Luego hice las necesidades de los verdaderos caricacartón político en el periódico Reforma, turistas. Creo que aquéllos ya son muy en revistas como Playboy y posterior- evidentes y algunos incluso aún hoy lo mente Rolling Stone. Después llegaron siguen haciendo. Lo único que se puede los murales, el póker del rock que fue una hacer para borrar esa negra imagen es idea que ya venía madurando desde ha- trabajando dignamente y siendo mejores cía unos años atrás, un libro de apuntes cada día. Pero se tiene que empezar por y poesía erótica que presenté en La Pul- uno mismo para que se nos vea de otra quería de los Insurgentes el año pasado y manera, no sólo como moneros que van el cual se agotó en esa presentación, libro a comer para ver qué provecho personal que sigo madurando aún, y una novela sacan de los políticos. Eso ya cambió. No gráfica que continúo nutriendo. Colaboré se trata sólo de sacar unos miles de pesos, ilustrando el libro de cuentos inteligente- sino de crear proyectos que te apasionen y mente infantiles llamado Rinocerónte- generen algo que nutra creativamente. Y ros, de Víctor Roura, que bien sabes lo el caricaturista, hay que decirlo, no puede acaba de reeditar la Secretaría de Cultu- ser juez y parte en las contiendas electora federal. Ahora estoy haciendo apuntes rales, no es nada profesional ser lacayo y en los juicios orales, que era algo que ya adulador de un dirigente partidista. quería hacer desde que hacía los bocetos en conciertos de rock en La Jornada. Siempre dibujando También regresé al cartón político en El —Se sabe, y no es un asunto privado, de Heraldo y, bueno, en verdad nunca lo he los tejemanejes de diversos caricaturistas dejado pues he hecho cartón de política en el ámbito político, incluso de grandes aquí y allá en diversas revistas. La neta es personalidades del cartón perioidístico, que siempre estoy encontrándome con como bien dice usted. ¿Qué se puede


80 hacer para borrar esta negra imagen del caricaturista? —Sí hay gente que sólo está a la caza oportunista de proyectos que, aunque no sean generados por ellos, se los roban utilizando a personalidades de la cultura o la caricatura como un vehículo egoísta con tal de ordeñarle al erario cultural para sus beneficios particulares, razón por la cual esos proyectos culturales, si es que lo son, no funcionan. Ahí está la Plaza de la Caricatura, según un espacio ganado para la caricatura y ya está otra vez abandonada y llena de basura. Ya cobraron los que la propusieron… y ahora a lo que sigue. Acabándose la corrupción dentro de la cultura, en verdad emergerían los grandes artistas… pero eso no les interesa ni a los funcionarios ni a estos “protagonistas” de la cultura. —Ha coordinado congresos internacionales de caricaturistas en México, a veces siendo víctima del avorazamiento financiero de alguna gente entrometida en las actividades culturales, ¿cómo librarse de estas pesadillas al interior de la cultura mexicana? —Ángel Boligán, buen amigo y colega, me pidió hace unos años que dirigiera la agencia de moneros que reúne a los más prestigiados caricaturistas latinos, la Mural en proceso. Manjarrez

Cartonclub, donde estaba gente como Rius, Naranjo y otros más. Decidí que si iba a ser parte de esta agencia debíamos crear un congreso internacional cuya bandera fuera la libertad de expresión en los medios impresos, para lo cual invité a una persona para que nos ayudara con la logística. Esta persona se dedica a hacer eventos culturales y tiene una asociación civil con la que pide dinero a la Secretaría de Cultura para respaldar sus actividades. Nombramos al congreso FILO. Los contactos de Boligán hicieron que llegaran caricaturistas como Plantu, director del Cartooning For Peace, el cual dio un taller; Antonio Antunes, director del World Press Cartoon; por supuesto Rius y Naranjo; Ares, de Cuba; Bonil, de Ecuador; Rayma, de Venezuela, entre muchos otros. Pero nos dimos cuenta de que esta persona a la que había yo invitado para coordinar el congreso nos empezaba a echar a pelear entre nosotros. Y en una cuenta que él manejaba con un socio de su asociación civil llegó todo el dinero que solicitamos a la Secretaría de Cultura; él acabó manejando a su antojo el presupuesto. El congreso fue un éxito, pero al final, según él, estaba en números rojos: nos quedamos sin dinero para pagarnos a nosotros y a Cartoonclub.

Ya no volvimos a trabajar con este tipo. Yo creo que la única forma de librarse de estos oportunistas es dándonos cuenta de quiénes son y denunciarlos. Hay muchos en busca de proyectos llevándose su tajada sin importarles un gramo su aportación a la cultura. —Y, ya en un asunto más personal, ¿cuánto dibuja durante el día, cómo se aproximan los proyectos plásticos, cuántos de ellos pueden ser visibilizados en la práctica? — Yo siempre estoy dibujando. Tengo cuadernos de apuntes y aún sigo ensayando y practicando tanto formas nuevas como las ya clásicas del dibujo. Siempre que veo a un nuevo artista que me ha impresionado lo trato de desentrañar dibujando lo que me interesa de su arte. Me gusta pasar del dibujo de caballete más meticuloso al del cuaderno de apuntes rápidos, y de ahí a lo digital, y todos convergen mostrándome cosas que van nutriendo mi trabajo. Leo a muchos articulistas en periódicos y libros de literatura… sólo con medida, jaja. Muchos de los proyectos, la mayoría, llegan solos; pero hay de ellos un 30 o un 40 por ciento que voy gestando para luego vislumbrarlos en el papel o en donde quiera proyectarlos. Ahora tengo varios, pero no me gusta apresurarlos: salen cuando tienen que salir.


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Corolario visual

Los dibujos de Manjarrez

Clásico e imprescindible “H

ay que ser bien terco”, me dijo, hace ya unos 15 años, mientras hablábamos de lo difícil que había sido para él entrar a los medios periodísticos; de hecho, para ese momento, ya llevaba por lo menos un lustro de camino recorrido. Visto en perspectiva, y si las sumas no me fallan, ha pasado un poco más de dos décadas desde que comenzó a publicar monitos, y está claro que esa terquedad lo ha puesto en el lugar en el que ahora se encuentra: convertido, ya, en uno de los mejores caricaturistas de México. Desde luego —y es obvio, ¡por favor!— que no sólo su obstinación lo ha llevado tan lejos, también su talento. Su enorme talento, si me apresuran. Sé que rozo el lugar común, pero si algo ha quedado claro, a estas alturas de su trayectoria, es que tiene un trazo y un estilo únicos en el país. No hay nadie parecido en todo el territorio mexicano, ni nada parecido de lo que sale de su mano, de su mente y, sobre todo y ante todo, de su mirada. Por supuesto, sus influencias están ahí, a la vista, y él no las ha negado. Es más: basta echar un vistazo a esta galería que ahora presenta Transgresiones para notar presencias: desde el gran Ralph Steadman, pasando por los cubistas, los expresionistas, los surrealistas. Porque, al igual que todos ellos, a él le gusta experimentar con las formas, jugar con ellas, llevarlas al límite: a lo oscuro, a lo grotesco, a deformarlas. Al mirar esta galería —y en general toda su obra— uno no puede dejar pasar y relacionar las grandes obras del arte (de grandes maestros pictóricos) con estas obras de arte (de un gran maestro del trazo). Y no, no es una loa gratuita. Está claro que su persistencia, su constante búsqueda, su talento, y seguir sus impulsos creativos, lo han llevado a hallar ese trazo preciso, ese estilo inigualable. (Y aquí permítame abrir un paréntesis: incluso, es de los pocos caricaturistas —quizá el único en México— que puede presumir —si me permite el término— de que caricaturas suyas hayan sido robadas no sólo una, sino dos veces, en dos exposiciones distintas. Así de cotizadas están sus obras. Y no sólo eso: su trabajo ha sido publicado en casi una docena de medios periodísticos: Generación, El Financiero, unomásuno, La Jornada, Reforma, El Universal,

La Mosca en la Pared, Playboy, Rolling Stone, emeequis, Código Topo y La Digna Metáfora. Cerremos paréntesis.) Un detalle más: si hubiera nacido en los noventa, uno diría que es el clásico millennials-DIY (Do It Yourself). Pero no: nació en el agitado 1968. Apunto esto pensando en su hiperactividad o su búsqueda constante de llegar a más y más gente, y más y más lejos; no sólo hablo de su obra, sino de su gremio. Me explico: desde sus inicios, o por lo menos desde que lo conozco —hará ya unos 17 años—, él siempre ha buscado darle salida a su trabajo y ayudar en la medida de lo posible a su gremio, el de la caricatura. En cuanto a este último, en 2015 fue uno de los principales organizadores del Congreso Latinoamericano de Cartón Político, Ilustración y Dibujo; también, fue editor de la revista La Pistola Digital, publicada por la Sociedad Mexicana de Caricaturistas, de la que ahora es su secretario general, y actual director del Museo de la Caricatura. En cuanto a su obra, las cosas van más allá: lo mismo ha impreso playeras con sus caricaturas que calendarios. Tan sólo el año pasado puso en circulación el póker del rock (su propia baraja con ilustraciones de ilustres roqueros). Todo un éxito. Y no sólo eso: también ha buscado nuevas forma de expresión. Así, ya tuvo su primera exposición pictórica y va a incursionar en la novela gráfica. De igual forma, ya tiene en su haber un libro de poesía: Apuntes eróticos (Ediciones del Ermitaño), y tres enorme murales en tres puntos estratégico: Un viaje por el rock y Urbanistorias del rock mexicano (en las estaciones Auditorio y Chabacano del Metro de la Ciudad de México) y Woodstock (en el Hard Rock Hotel de Cancún). Además, ya ha ilustrado un libro para niños: Rinocerónteros, de Víctor Roura (¡una caricatura aparece en esta galería!). Como los grandes roqueros que ama —y a los que ha dedicado gran parte de su trabajo—, Jorge Flores Manjarrez —quien es del que hemos venido hablando— no sólo se ha consagrado... A estas alturas de su vida y trayectoria, se ha vuelto un clásico e imprescindible. Yeah! José David Cano


82 Peter Murphy.

Dibujo para el libro Rinocerรณnteros.

Dibujo incluido en el libro A quemarropa con cuentos del propio Manjarrez


83 Bob Dylan.


84

Mural en la estaciรณn del metro Auditorio.


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86 José Alfredo Jiménez..


87 Pancho Villa.

Roqueros en el ParaĂ­so.

Madonna.


88 The Rolling Stones cubistas.


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JU NIO 2018

CLÁSICO S EN PANTAL LA GRAN D E FINES DE SEMANA DE JUNIO

M U EST RA DE C I N E R UMA NO A PARTIR D EL 7 D E JUN IO

SEMAN A D E CINE BRAS ILEÑ O Cin et ec a N ac i o n al

Av. M éxic o - Coyo acán 389, colo nia Xo co, CDMX

A PARTIR DEL 14 DE JUNIO



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