Carta al amor Quizá no sea el momento más oportuno para escribir, pero siento un vacío desde tu partida, y por alguna extraña razón, siempre me he abstenido de compartirte mi sentir. Esta vez quisiera decir tantas cosas, no todas buenas como las que siempre te hice escuchar. Claro que siento ese cariño tan profundo que sólo contigo experimenté, pero dentro de ello, se guarda un cierto rencor y reclamo. Siempre te interesaste más por ti, que por nosotros en conjunto. Sé que eso es lo correcto, pero mi prioridad eras tú, y esperaba serlo también para ti. Sin embargo, las cosas no siempre suceden como se piensa, y creo que fue ese instante la abertura de dos caminos totalmente distintos, intentando ser uno. Te admiro por ello, pues yo fui demasiado dependiente de tu persona, a pesar de saber el riesgo de inestabilidad que tus palabras escondían. Pero hablar de todo esto resulta tonto, a estas alturas. Tú te encuentras lejos de mí, con tu mente llena de ideas, tantas que la melancolía de una tarde nublada, no tiene lugar; en mi caso, el hastío de una vida superflua, impregnada de una patética rutina, me ha hecho enloquecer, y cargar con tus recuerdos día y noche. No puedo odiarte, tampoco amarte; hoy sólo eres momentos y nostalgia, razonamientos vanos y reclamos hacia mí. Para ti, dudo ser algo, al menos por ahora que pruebas el fruto de tu afortunado talento, me siento orgulloso por ti. ¿Recuerdas cuando platicábamos de todo aquello? Ahora nuestras metas se han visto cumplidas. Pienso en lo que vendrá, un futuro donde no estés; conoceremos nuevas personas, saldremos con ellas, y probablemente, iniciemos algo distinto a lo que un día fue sólo nuestro; distinto a nuestras tardes, distintito a nuestras charlas, distinto a ese juego de palabras que sólo tú y yo comprendíamos. Me duele aceptar esta idea, y sinceramente siento celos al pensar que alguien más será el receptor de aquellos besos, de aquellas caricias, de aquel cuerpo desnudo que solía acobijarme las noches de sudor y oscuridad en el apartamento 102. Éramos ese par de jóvenes deseando unificar sus mundos en cuerpo y alma; sin embargo, los fantasmas del pasado te siguieron a tal punto de verlos reflejados en mí, provocando el desvío de sensualidad, hacia un mar de pensamientos confusos. Jamás pude tenerte de aquella forma, pero los momentos vividos y aquellas risas, producto de inocentes perversiones, fueron más placenteras que cualquier encuentro con otras chicas, demostrándome la diferencia entre amor y sexo. Tú eres amor, y tu nombre siempre significará eso para mí. Siempre serás un resumen de juventud, de ilusiones y fracasos; serás ejemplo a seguir, serás esas noches de desvelo, preguntándole a la noche sobre ti; serás las calles y sus recuerdos, canciones y tu voz melodiosa en el viento; serás aquel recuerdo del primer momento en que te vi, en que te escuché, en que te amé. Todo termina aquí, ahora, quizá por nuestro bien, o por la insistencia humana de tomar caminos equivocados. Sé que tropezaré en mi intento de huir de ti, de superarte, de querer encontrarte en otros brazos; sé que tu historia estará persiguiéndome, siendo preso de una realidad que no es; viéndote en las parejas tomadas de la mano, en palabras dichas por otras personas, en humo y letras que nacen al momento de pensarte.
A pesar de resultar enfermizo, tu olvido alimenta a este corazón pesimista, quien se aferra a contar la mejor historia de amor que ha conocido. Hoy sé que el cariño vence, y los recuerdos son lo único que están contigo hasta el final. Por eso me encuentras aquí, recordándote, pensando en la persona que fuiste y en la persona en quien me convertiste; tal vez aprehenda demasiado a tu recuerdo, pero sólo así evito caer en el engaño del olvido. No dudes jamás de cuánto te amé, guárdame en tus silencios, en tus lágrimas, en los días grises donde ellos no estén; guárdame en tu esencia, e imagínate en mis brazos cuando lo que necesites es ser escuchada. Será mejor decir adiós, para siempre. Ya no podemos estar juntos, la vivacidad en nuestro amor ha terminado. Te deseo lo mejor.
-Marco A. Velázquez