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Sociedades Bíblicas Unidas es una fraternidad mundial de Sociedades Bíblicas nacionales que sirven en más de 200 países. Su propósito es poner al alcance de cada persona la Biblia completa o parte de ella, en el idioma que puede leer y entender y a un precio que pueda pagar. Lo invitamos a participar en este ministerio con sus oraciones y ofrendas. La Sociedad Bíblica de su país, le proporcionará con agrado más información acerca de sus actividades. Reservados todos los derechos de ley. Ninguna parte de este material puede ser reproducida, almacenada, transmitida o utilizada en forma alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación y cualquier otro sistema de almacenamiento y recuperación de información, sin autorización escrita de la casa editora. Texto © Sociedades Bíblicas Unidas, 2011 Ilustraciones © Sociedades Bíblicas Unidas, 2011 Texto bíblico Traducción en Lenguaje Actual © Sociedades Bíblicas Unidas, 2004

Impreso en Argentina


¡HO­LA!, nos en­con­tra­mos otra vez. ¿Leís­te las his­to­rias an­te­rio­res? En es­te li­bri­to en­con­tra­rás las pa­la­ bras de Je­sús to­ma­das del Evan­ge­lio se­gún san Ma­teo. Un día se reu­nió mu­cha gen­te en un mon­te y Je­sús les en­se­ñó có­mo de­bían vi­vir las per­so­nas que amaban a Dios. ¿Es­tás lis­to pa­ra co­men­zar a leer?



Luego Jesús salió de la sinagoga y se fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés. Cuando entró en la casa, le dijeron que la suegra de Simón estaba enferma y con fiebre. Jesús fue a verla, la tomó de la mano y la levantó. En ese mismo instante la fiebre se le fue, y la suegra de Simón les sirvió de comer. Marcos 1.29-31




Al anochecer, la gente le llevó a Jesús todos los enfermos y todos los que tenían demonios. Todo el pueblo se reunió a la entrada de la casa de Simón. Allí Jesús sanó a mucha gente que tenía diferentes enfermedades, y también expulsó a muchos demonios. Pero no dejaba hablar a esos demonios, porque ellos lo conocían. Marcos 1.32-34



En la madrugada, Jesús se levantó y fue a un lugar solitario para orar. Más tarde, Simón y sus compañeros salieron a buscarlo. Cuando lo encontraron, le dijeron: —Todos te andan buscando. Pero Jesús les dijo: —Vamos a otros pueblos cercanos. También allí debo anunciar estas buenas noticias, pues para eso vine al mundo. Jesús recorrió toda la región de Galilea anunciando las buenas noticias en las sinagogas de cada pueblo, y expulsando a los demonios. Un hombre que tenía la piel enferma se acercó a Jesús, se arrodilló ante él y le dijo: —Señor, yo sé que tú puedes sanarme. ¿Quieres hacerlo? Jesús tuvo compasión del enfermo, extendió la mano, lo tocó y le dijo: —¡Quiero hacerlo! ¡Ya estás sano! De inmediato, aquel hombre quedó completamente sano; pero Jesús lo despidió con una seria advertencia: —No le digas a nadie lo que te sucedió. Sólo ve con el sacerdote para que te examine, y lleva la ofrenda que Moisés ordenó. Así los sacerdotes verán que ya no tienes esa enfermedad. Pero el hombre empezó a contarles a todos cómo había sido sanado. Por eso Jesús no podía entrar libremente en los pueblos, sino que tenía que quedarse en las afueras, donde no había gente. De todos modos, la gente iba a verlo. Marcos 1.35-45



Jesús volvió a entrar en la sinagoga. Allí había un hombre que tenía una mano tullida. Los fariseos estaban vigilando a Jesús para ver si sanaba a ese hombre en día sábado, y poder así acusarlo de trabajar en ese día de descanso. Jesús le dijo al enfermo: “Levántate y ponte en medio de todos”. Luego, les preguntó a los que estaban allí: “¿Qué es correcto hacer en sábado: el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla?” Pero nadie le contestó. Jesús miró con enojo a los que lo rodeaban y, al ver que eran muy tercos y no tenían amor, se puso muy triste. Entonces le dijo al enfermo: “Extiende la mano”. El hombre extendió la mano, y la mano le quedó sana. Los fariseos salieron de la sinagoga y enseguida se reunieron con los partidarios del rey Herodes; y juntos comenzaron a hacer planes para matar a Jesús. Marcos 3.1-6



Ese mismo día, cuando llegó la noche, Jesús les dijo a sus discípulos: “Vamos al otro lado del lago”. Entonces dejaron a la gente y atravesaron el lago en una barca. Algunos fueron también en otras barcas. De pronto se desató una tormenta. El viento soplaba tan fuerte que las olas se metían en la barca, y esta empezó a llenarse de agua. Entre tanto, Jesús se había quedado dormido en la parte de atrás de la barca, recostado sobre una almohada. Los discípulos lo despertaron y le gritaron: —Maestro, ¿no te importa que nos estemos hundiendo? Jesús se levantó y ordenó al viento y al mar que se calmaran. Enseguida el viento se calmó, y todo quedó completamente tranquilo. Entonces Jesús dijo a sus discípulos: —¿Por qué estaban tan asustados? ¿Todavía no confían en mí? Pero ellos estaban muy asombrados, y se decían unos a otros: “¿Quién es este hombre, que hasta el viento y el mar lo obedecen?” Marcos 4.35-41



Después Jesús ordenó a sus discípulos que subieran a la barca y cruzaran el lago, en dirección al pueblo de Betsaida, pero él se quedó en la orilla para despedir a toda la gente. Luego de despedirla, se fue a un cerro a orar. Cuando llegó la noche, la barca ya estaba en medio del lago, pero Jesús aún permanecía en tierra. Desde allí pudo ver que los discípulos remaban con mucha dificultad, pues navegaban contra el viento. Poco antes del amanecer, Jesús fue hacia ellos caminando sobre el agua. Cuando ya estaba cerca, hizo como que pasaría de largo. Al verlo caminar sobre el agua, los discípulos creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar. Estaban muy asustados, pero enseguida Jesús les dijo: “Tranquilos, no tengan miedo. Soy yo”. Entonces Jesús se subió a la barca, y el viento se calmó. Los discípulos estaban muy asombrados. Marcos 6.45-51



Después de cruzar el lago, llegaron al pueblo de Genesaret y ataron la barca en la orilla. Tan pronto salieron, la gente reconoció a Jesús y corrió por toda aquella región para llevarle enfermos. Cuando oían que Jesús estaba en un lugar, ponían a los enfermos en camillas y los llevaban ante él. A dondequiera que iba Jesús, ya fuera por aldeas, pueblos o campos, la gente ponía a los enfermos en las calles. Y cuando él pasaba, le rogaban que dejara que los enfermos tocaran, por lo menos, el borde de su ropa. Y todos los que lo tocaban quedaban sanos. Marcos 6.53-56


Después, Jesús salió de allí y fue hasta la región de la ciudad de Tiro. En ese lugar, se quedó unos días en una casa, y no quería que nadie supiera dónde estaba. Pero no pudo esconderse. Una mujer supo que Jesús estaba en el lugar, y fue a buscarlo, pues su hija tenía un espíritu malo. Esta mujer no era judía; era de la región de Fenicia, que está en Siria. Cuando encontró a Jesús, se arrodilló delante de él y le rogó que librara del espíritu malo a su hija. Pero Jesús le dijo: —Deja que primero coman los hijos, pues no está bien quitarles la comida para echársela a los perros. Y ella le contestó: —¡Señor, eso es cierto! Pero aun los perros comen las sobras que se les caen a los hijos debajo de la mesa. Jesús le dijo: —¡Mujer, es muy cierto lo que dices! Vete tranquila a tu casa, pues el demonio ya salió de tu hija. La mujer regresó a su casa y, cuando llegó, encontró a su hija acostada en la cama. El demonio ya había salido de ella. Marcos 7.24-30



Un día, mucha gente volvió a reunirse junto a Jesús, y como no tenían nada para comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: —Siento compasión de toda esta gente. Ya han estado conmigo tres días y no tienen nada que comer. Algunos han venido desde muy lejos; si los mando a sus casas sin comer, pueden desmayarse en el camino. Sus discípulos le respondieron: —Pero en este lugar no vive nadie. ¿Dónde vamos a conseguir comida para tanta gente?


Jesús les preguntó: —¿Cuántos panes tienen? —Siete —contestaron los discípulos. Jesús le ordenó a la gente que se sentara en el suelo. Luego tomó los siete panes y dio gracias a Dios. Partió los panes en pedazos y se los entregó a sus discípulos, para que ellos los repartieran entre la gente. Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado. Como también tenían unos cuantos pescaditos, Jesús dio gracias y mandó que los repartieran. Todos los que estaban allí comieron hasta quedar satisfechos, y con los pedazos que sobraron llenaron siete canastas. Los que comieron eran como cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió, subió a la barca y se fue con sus discípulos a la región de Dalmanuta. Marcos 8.1-10


¿Te gustó saber cómo nació Jesús? Su vida y todo lo que él hizo es maravilloso y nos permite conocer más a Dios y ser sus amigos. ¡Hasta la próxima!



¿Te gustaría co­no­cer más de lo que di­ce la Bi­blia acer­ca de Je­sús? Te in­vi­to a leer otros li­bri­tos de his­to­rias bí­bli­cas.




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