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Recordando desde Uruguay

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Punto final

Punto final

RECORDANDO A IPARRAGUIRRE DESDE URUGUAY

Revisando una serie de documentación que conservo de mi abuelo Juan José Belaustegui, encuentro un recorte de prensa de “El Baluarte de Galicia” en el que se menciona a Iparraguirre y su Gernikako Arbola. Corresponde a un escrito titulado “La antigua Vasconia. Impresiones de viaje” firmado por Dr. Reguera Montero y reproducido del rotativo “La España” de Montevideo de fecha 4 de diciembre de 1892.

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Considero de interés dejar constancia de algunos de sus párrafos que aluden al inmortal bardo. Así se apunta “Hélo aquí, José Maria Iparraguirre y Valerdi, el bohemio del arte y del sentimiento, el David vascuence que con su guitarra llevaba al alma del expatriado consuelos y caricias suaves como las brisas de los prados. El gran arlote, bardo callejero de intuitiva inspiración, indolente y despreocupado, libre y sin ruta fija en su accidentada vida, siempre fiado al vacilante acaso y jamás atento a un sistema, huraño y errante como los nibelungos que en las umbrosidades sajonas cantaban, inconscientes, a la naturaleza. ¡Todo en Iparraguirre era excéntrico, todo genial!”

Más adelante se lee: “ Iparraguirre, el hijo del pueblo, al pueblo ha dedicado su numen y por el pueblo es adorado. Le he nombrado excéntrico y en esta particularidad dio lecciones a los mismos ingleses. En Londres, a donde su destino le llevara, entró, cierta noche, en un cafetín en el cual un pobre diablo vomitaba groseras y deslucidas coplas. El público impasible, apenas le socorriera con unos cuantos peniques; el hombre lloraba y al verle nuestro vascuence, templa su guitarra, yérguese con soberbia de león, sacude sus revueltas crenchas y canta, canta con flexible y portentosa voz, el Guernikako Arbola, y su continente fiero electriza a los espectadores, los conmueve y frenéticos le aplauden, repite su canción, entona otras, y luego de agotado su filarmónico repertorio, circula su boina que se llena de monedas y que vacía por completo en el sombrero del mendigo albionense. Aquella noche Iparraguirre no cenó y durmió a la intemperie. ¿Cabe más piadosa excentricidad?.”

Después Reguera Montero afirma: “El Arbol de de Guernica es un himno meramente popular, no incita a la Rebelión como el Himno de Riego, no enerva como La Marsellesa batiendo con sus cadencias bélicas y con sus ciliceas frases el cerebro de los patriotas, no; el Guernikako Arbola es una especie de salmo que reclama paz, unión, concordia, y aconseja prudencia, tolerancia y dignidad, todo ello compatible con el patriotismo. En sus estrofas impera la nota que proclama la libertad; pero descuella de un modo simpático y melodiada con arpegios de célica resonancia.”

También en el artículo periodístico se hace alusión al pueblo natal de Iparraguirre: “Villa Real de Urrechu ha cumplido un deber al elevar un monumento al ídolo del pueblo, al cantor de sus glorias, al mantenedor de sus fueros, al bardo modesto que supo abrirse paso por entre las vulgaridades y conquistar preferente sitial en el nimbo de los inmortales. ¡Loor a Iparraguirre y a la Región Euskara!.”

Con este agradecimiento concluye su trabajo Reguera Montero: “No daré fin a estos apuntes, sin consignar mi reconocimiento a los señores don Jerónimo Navarro, secretario del Ayuntamiento de Villa Real de Urrechu y don Juan José Velaustegui, profesor de música del colegio de los PP. Jesuitas de La Guardia, provincia de Pontevedra, a cuyos señores noticias curiosísimas que se han servido suministrarme; pues, hijos dignísimos de Villa Real de Urrechu, sienten justificado entusiasmo por su pueblo natal y adoración por el esclarecido paisano suyo que en vida llevó el nombre de José Maria Iparraguirre y Valerdi.”

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