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I Centenario del Gernikako Arbola

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Punto final

Punto final

las galas de la música, adquieren cierto grado de elevación y originalidad. “Nere ongile maiteari”, “Nere izarra”, “Zugana Manuela” y “Frukariya”, he ahí cuatro lindas canciones poético musicales, que, respectivamente describen, ora el cordial agradecimiento de Iparraguirre hacia sus protectores de la República Argentina, ora la bella imagen de sus felices ensueños, ora la expresión viva y vehementísima del afecto pasional con que distinguió a su amada Manuelatxo, ora la desolación y miseria de una familia motivada por la carencia del sustento necesario para la vida. Estas composiciones impregnadas de ternura y apasionamiento, producen emociones puras y desinteresadas.

La poesía que encanta por su perfecta factura y delicadeza es la enviada desde América y dedicada a los hijos de su pueblo de Urrechua titulada “Amerikatik Urretxuko semiei”. Con razón se clasifica esta composición entre las más clásicas de la antología vasca. Todos los años, en el mes de agosto, se celebra en Anzuola, la célebre parodia de la batalla de Valdejunquera, batalla en la que los anzuolanos, después de derrotar a los moros y hecho prisionero a su rey, arrebataron la bandera de la media luna. A esta parodia dedicó el bardo una poesía, que si bien es algo prosaica y descuidada en la forma, revela el cariño y entusiasmo que le movió a escribirla. En el catálogo de las obras poéticas de Iparraguirre, figuran también las tituladas “Jaungoikoa eta arbola”, “Iparragirreren oldozmen da”, “Gure ametza”; “Nabarrako euzko bazkunari”, “Oroitza”, “Galdu genduan gure moraza”, “Obian”, “Okendori”, “Becero Bengoa, Arrese, Erran eta Manteliri”, “Elizondoko batzaria” y “Euskaldunen gauzik maitena”. Si aplicamos el escalpelo de la severa crítica a estas composiciones poéticas, seguramente que no hay una venza a la acción de la censura. Sin embargo ofrecen hasta cierto punto esa originalidad nacida de la fuerza del sentimiento, del raudal de la inspiración, y no de premeditadas y frías combinaciones que están al alcance de un escritor cualquiera y que sólo buscan con estudiado empeño los poetas vulgares. Iparraguirre amó a su país como puede amar el más entusiasta de las tradiciones vascas, y cantó sus proezas, sus glorias, sus anhelos, cautivando y seduciendo a las muchedumbres. Él continúa siendo el ídolo y el autor preferido del pueblo euskeldun, y sus poesías y cantos forman el repertorio selecto y predilecto de todos los amantes del País Vasco. Cantad, pues, con entusiasmo esas canciones de la perfumada flora vasca, porque su aroma es la gota de néctar que endulza el cáliz de la vida.”

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I CENTENARIO DEL GERNIKAKO ARBOLA

En el calendario de 1953 la fecha del 25 de julio nos conduce al recuerdo de una efeméride que se celebra en Urretxu con toda solemnidad. Se trata del I Centenario del Gernikako Arbola. Esta conmemoración se inscribe en el marco de una situación socio-política atenazada por la férrea dictadura franquista. Tal circunstancia queda reflejada en el desarrollo de los actos. Muestra de ello se aprecia en el tratamiento informativo. Un ejemplo lo tenemos en el rotativo bilbaino La Gaceta del Norte. En su narración de la jornada vivida en la villa natal de Iparraguirre incluye estos textos: “Los actos se han desarrollado en un ambiente de honda vibración patriótica, como corresponde a la auténtica tradición de los guipuzcoanos y el motivo de la celebración de esta fiesta, ya que Iparraguirre en su azarosa vida y en su continuo caminar por el mundo, cantó siempre el amor a España y el amor a su tierra, amores que no se contradicen, sino que proclaman la unidad inquebrantable de España.” Más ade-

lante se escribe: “Las casas se habían engalanado con colgaduras de los colores nacionales y por todas partes flameaban banderas españolas. El pueblo presentaba el aspecto de las grandes solemnidades. De la capital y de distintos pueblos de la provincia han sido muchos los que se han trasladado a Villarreal de Urrechua para expresar su simpatía a la figura de Iparraguirre. El ministro de Justicia llegó acompañado del subsecretario del Departamento don Ricardo Oreja y del director general de Prisiones señor Herreros de Tejada. Fueron recibidos por el gobernador civil, presidente de la Diputación con la Corporación Provincial en pleno, alcalde de San Sebastián y otras autoridades.”

Contextualizado el momento histórico que envuelve a esta cita que rememora el estreno hace cien años del Gernikako Arbola en el madrileño Café de San Luis nos hacemos eco de lo que dio de sí esta jornada conmemorativa. Comienza a primeras horas de la mañana con un pasacalle a cargo de la banda de música local. En el Ayuntamiento es recibido el ministro de Justicia Antonio Iturmendi al que acompañan el subsecretario del departamento y el director general de Prisiones. Son cumplimentados por el gobernador civil Tomás Garicano; el presidente de la Diputación Jose María Caballero con la Corporación Provincial en pleno y el alcalde Ignacio Arratibel encabezando a los corporativos municipales. Tras el acto protocolario autoridades e invitados acuden a la iglesia parroquial donde el párroco Nicolás Madinabeitia oficia una solemne misa mayor. Concluida la ceremonia religiosa, en la plaza de Iparraguirre, al pie de la estatua del bardo, el alcalde deposita una corona al tiempo que dirige unas palabras de salutación y bienvenida al ministro de Justicia y al resto de autoridades presentes. Pasa seguidamente a destacar la labor desarrollada en la organización de este homenaje a Iparraguirre.

Al mediodía, en el frontón Ederrena tiene lugar el acto central en honor del autor del Gernikako Arbola. Como puede advertirse queda patente en los discursos la ideología del Régimen político imperante. Abre el turno de intervenciones el presidente de la Diputación Jose María Caballero. Felicita al Ayuntamiento por la programación de estos actos y dedica palabras de admiración hacia Iparraguirre anotando de él que como “auténtico vasco y, por consiguiente, auténtico español, supo compaginar sus dos grandes amores, el de su tierra y el de la Madre Patria, España.” Por su parte el euskaltzale y destacado miembro del carlismo gipuzkoano Antonio Arrue, señala que “Si Iparraguirre había muerto, su canto y sus obras estaban vivas” y finaliza recitando la última estrofa del Gernikako Arbola. Unas palabras del subsecretario de Justicia, Ricardo Oreja, felicitando al Ayuntamiento por la organización de este evento y subrayando su entusiasmo por la figura de Iparraguirre, dan paso al discurso del ministro de Justicia que cierra el capítulo de intervenciones. Antonio Iturmendi, entre otros aspectos, afirma “Cien años de historia heterogénea, en la que ha habido de todo, éxitos y fracasos, victorias y derrotas, pero en los que a pesar de las adversidades, sobreviviendo milagrosamente al devastador paso del tiempo, el árbol de Guernica se ha mantenido clavado en el suelo con ahincada firme, y lo mismo que ese árbol de Guernica, se mantiene también, en lo mas íntimo, recio y entrañable de nosotros, la veneración por Jose María Iparraguirre, que no es solo un auténtico campeón del juglarismo vascongado, sino también el atleta que supo fundir en su corazón, inconmoviblemente cristiano, la ternura filial hacia la patria chica y el amor a la patria grande.” También arremete contra el liberalismo expresándose así: “No hubo contradicción como algunos han pretendido, en que el indómito cantor de la libertad que fue Iparraguirre diese el esfuerzo de

su brazo y la sangre de sus venas a una causa calumniosamente motejada de oscurantista y retrógrada. La Tradición nunca fue enemiga de la verdadera libertad. El liberalismo sí que lo fue, y en cambio, nunca fue liberal, en el sentido ortodoxo de la palabra, nunca amó la libertad, ni nunca la puso en práctica, contentándose con arropar al pueblo las absurdas migajas de unas libertades venenosas. Precisamente por amar aquella libertad y amarla como aspiración de su vida, por sentir la Tradición, no como un mero recuerdo del pasado, sino de modo vivo y operante, no se fue Iparraguirre a la filas liberales, sino que se marchó a las carlistas.”

“Cuanto mayor, más generosa y absoluta sea vuestra aportación a la empresa de engrandecer la Patria”, termina diciendo Iturmendi, “mayor será también la grandeza y la gloria de esta bendita tierra vasca donde crece el árbol de Guernica, el árbol de la fe, de la paz y de la esperanza, que con tanta inspiración cantó nuestro poeta, el último bardo, Jose María de Iparraguirre.”

Después de los discursos se procede a la entrega de premios a los autores galardonados en los certámenes literario y musical, finalizando el acto interpretándose por la banda de música el Gernikako Arbola e Himno Nacional.

El fallo del certamen literario quedó de la siguiente manera: Jurado: Presidente, Miguel Sagardia; Vocales, Rufino Mendiola, Julián Elorza, Antonio Arrue, Angel Irigaray e Ignacio Zumalde “Basarri”. Secretario, Fausto Arocena. En su Base Primera se presentaron once trabajos, acordándose declarar el primer premio desierto y en consecuencia otorgar tres nuevos segundos premios que unidos al anunciado hacen cuatro, adjudicándose sin discriminación de méritos entre sí a las composiciones presentadas bajo los lemas:

“Arlote Txiki”, de Fernando Artola.

“Eskillau txarri”, de Javier Azurmendi

“Errikoi”, de Nemesio Echaniz.

“Lizarreta”, de Fabian Loidi.

También se declara un tercer premio que se adjudica al trabajo presentado por Nemesio Echaniz bajo el lema “Aritza lege”. Por último, el jurado declara desiertas las bases segunda y tercera.

Respecto al fallo del certamen musical, el jurado lo integran: Presidente, Enrique Laborde; Vocales, P. Donosti, Jesús Guridi y Ramón Usandizaga. Secretario, Francisco Juaristi. En cuanto a los premiados, fueron los siguiente:

Base Primera (Poema sinfónico coral para coros y orquesta sobre temas populares u originales con texto en euskera): Francisco Escudero con la composición “Ne veties musicam”.

Base Segunda (Canciones vascas inéditas con texto castellano-euskera a una voz para tenor y soprano.) Primer premio: “Udazkena” de Tomás Garbizu. Segundo: “Arantzazu” de fray José María Arzuaga.

Base Tercera: Primer premio: “Erdoizta” de Juan María Ugarte. Segundo: “Negua (atso zarrak)” de Tomás Garbizu.

Base Cuarta: Primer premio: “Goiza” de Tomás Garbizu. Segundo: “Errota-zar” de Luis Aramburu.

Base Quinta (Obras para coro viriles). Primer premio: “Da zabaltzazu” de Juan Urteaga. Segundo: “Oitura zar zale” de Lucas Guridi.

Base Sexta: Primer premio: “Bost” de Juan Urteaga. Segundo: “Elurra” de Tomás Garbizu.

El acta de jurado hace contar que “Recibió con plena satisfacción las composiciones enviadas fuera de concurso por el eximio músico Don Norberto Almandoz y acuerda felicitar a dicho señor por el acierto que revelan sus composiciones.”

A Javier de Borbón-Parma no se le permite acudir a estos actos. Manuel Martorell, periodista y doctor en Historia, se refiere a este extremo haciendo referencia a una carta dirigida a Antonio Arrue por el pretendiente de la rama carlista al trono de España. Dice así: “En 1953 se dirige a Arrue por carta felicitándole por la celebración del centenario del Gernikako Arbola de Iparraguirre al que Don Javier define como “combatiente carlista y poeta”. En la misiva, que lleva fecha de 10 de junio, lamenta no poder asistir al homenaje en Villarreal de Urrechua porque no se lo permiten. Después, para resaltar la importancia que tenía este símbolo, le explica que Alfonso Carlos, el hermano de Carlos VII se llevó consigo al destierro una bellota del Árbol y la plantó en el patio de honor del castillo de Puchheim (Austria), donde le recordaba, a él y a sus amigos, la lejana y querida tierra vascongada. El rey Don Alfonso Carlos, explica en su carta, “duerme su último sueño, junto a a la reina María de las Nieves, en la capilla a la sombra del Arbol hijo de Guernica”.

Al hilo de lo expuesto nos parece oportuno señalar, en referencia a lo político, que en un momento de su vida Iparraguirre renuncia a su pasado carlista. Esto se desprende de lo apuntado en un escrito de Isidoro de Fagoaga publicado en “Euzko Deya” de México en febrero de 1963. El escritor hace mención a la intervención de José Maria Iparraguirre en el teatro Colón de Buenos Aires el 29 de julio de 1877 en la que lee la composición poética “Jaungoicoa eta Arbola”. Seguidamente se expresa de esta forma “Si, como tantas veces se ha afirmado, Iparraguirre fue carlista en su mocedad, estos versos prueban que más tarde, en su edad madura, se hallaba radicalmente arrepentido de ello. La tercera estrofa del poema lo prueba así. Es un duro apóstrofe contra el Pretendiente, que textualmente transcribimos:

Zuaz, Don Carlos zazpigarrena. Urrun baigure lurretic; Ez duzu utzi guretzat pena Eta tristura besteric;

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