Primeros vínculos afectivos El ser humano al nacer, es incapaz de sobrevivir por sí solo ya que depende totalmente de los cuidados del adulto. Las primeras experiencias de satisfacción del bebé (ligadas a sus funciones vitales), son proporcionadas por la madre o por quien desempeñe la función materna. Estas quedan registradas en su mente como sensaciones placenteras que serán buscadas en el transcurso de su vida. Paulatinamente, el niño deberá incorporar a su “estructura mental” un nuevo concepto: comprender que existe una realidad que se impone; no basta simplemente con desear algo para conseguirlo. Existen determinadas circunstancias que harán factible o no poder obtener satisfacción por algo que se desea. Cuando esto no ocurre, se genera una nueva experiencia: la capacidad para poder aceptar la frustración, quedando dicha capacidad también registrada en el psiquismo. (Esta dificultad en asumir el fracaso, se puede observar en adultos inmaduros que no toleran las frustraciones o en adolescentes que buscan la satisfacción a cualquier precio). Para el Psicoanálisis, todas estas experiencias (tanto las positivas como las negativas), van tomando forma en la mente del niño consolidando su personalidad. La sexualidad infantil presente desde el inicio de la vida, determinará la calidad de las relaciones establecidas así como las elecciones de amor que se forjarán a lo largo de la vida. Sexualidad según la entendía Freud, es un concepto que no se restringe únicamente a la esfera de la genitalidad según es comprendida por los adultos, sino que abarca un concepto mucho más amplio. Implica todas aquellas sensaciones que se producen en el cuerpo erógeno por ser susceptible de sentir placer ante el contacto físico proporcionado por el adulto que cuida, amamanta, higieniza. Cada una de estas zonas unidas a otras sensaciones como pueden ser la voz de la madre al darle el pecho al bebé, el sabor y la temperatura de la leche unido a su olor, confieren al cuerpo del bebé la propiedad de sentir placer. Esta capacidad que no todos tienen por igual ya que depende de la relación que se ha establecido con los primeros vínculos, será la base para que una persona se quiera, se guste y sepa elegir las personas adecuadas que le hagan feliz. La sexualidad como la entiende el Psicoanálisis va pasando por diferentes etapas evolutivas: oral, anal, fálica y genital. En la etapa oral, el contacto con el pecho materno es la primera fuente de sensación placentera en el bebé. Todavía no puede distinguir dónde se encuentra el límite entre su boca y el pecho materno, puesto que le resulta imposible no sentirse parte del otro. El máximo placer consiste en llevarse todo a la boca, porque las sensaciones más placenteras se encuentran en esa zona.
Si el niño durante esta etapa ha sentido mucho placer, quedarán fijadas estas sensaciones en su aparato mental e intentará repetir esa misma satisfacción en diferentes acciones que realice a lo largo de su vida. Por ejemplo, necesitará siempre llevarse algo a los labios, de adulto podrá ser fumador o bebedor, en definitiva, buscará el placer que le produzca el contacto con esa zona. También puede ocurrir que justamente por haber sentido la frustración de no haber tenido satisfechos sus requerimientos, los busque igualmente. En la elección de pareja, influirán estas primeras experiencias. Por ejemplo, alguien fijado en esta etapa buscará el modelo de relación de aquella época, el de madre nutricia. En las relaciones podrá ser muy dependiente de la pareja y presentará seguramente una avidez difícil de colmar. Suelen ser personas muy exigentes que buscan una dedicación exclusiva de la pareja, pero que nunca están satisfechas totalmente. La Etapa llamada anal, es la comprendida entre el primer y tercer año de vida. Esta zona es la destacada en ese momento pero sin desaparecer la anterior. Durante esta etapa el bebé va adquiriendo mayor independencia, empezando a reconocer a la madre como alguien diferente de él. Como en este período es cuando se va llevando a cabo el control de esfínteres (quitar los pañales), las sensaciones de placer están más centradas en orinar y defecar; reforzadas además por el interés que despierta en los padres que se lleven a cabo estas funciones. Según sean estas reacciones, el bebé dará a sus excrementos el valor de verdaderos regalos para contentarles. El niño/a puede reaccionar a la situación que se genera en la familia (si se presiona demasiado con este tema o se vive con naturalidad), aceptando la educación esfinteriana por amor a sus padres, obedeciendo las reglas por ellos impuestas o se opondrá en actitud de rebeldía. Es común presenciar verdaderas batallas en relación a este tema, adoptando una actitud distinta en cada familia, según cómo han atravesado esta fase el padre y la madre. Muchos emplean todo tipo de estrategias, utilizan supositorios, etc y aún así se encuentran con la oposición del niño/a. A medida que el niño/a crece, la educación recibida irá modificando el placer que siente al contacto de sus propios excrementos; por presión de los adultos, esta sensación agradable se transformará en repugnancia. Realizará entonces un cambio aceptado socialmente, pero que inconcientemente para el niño tiene el mismo significado, realizando un desplazamiento del juego con sus heces al juego con tierra, arena y agua. Estos serán verdaderos sustitutos de sus excrementos. Las personas con características anales, tienden a ser sobrias, trabajadoras, sienten placer cumpliendo con las exigencias. Son obedientes como lo fueron de niños, pudiendo incluso llegar a ser tan meticulosos que constituyen verdaderos rasgos obsesivos. También el interés por las materias fecales puede transformarse en el placer obtenido con la pintura, la escultura, la colección de objetos, etc. Por otro lado están los obstinados, malhumorados, aquellos que se sienten felices provocando reacciones por su desaliño, suciedad o indisciplina. Caracteriza además a las personas posesivas y mezquinas.
En cuanto a la dinámica establecida en las relaciones de pareja, la esencia de la relación está centrada en controlar o ser controlado. Durante la etapa fálica (aproximadamente de los 4 a los 6 años), las experiencias placenteras pasan por la exploración del cuerpo y las sensaciones obtenidas en el pene y el clítoris. Aparecen con mayor intensidad los deseos de investigación y la curiosidad sexual. Curiosidad por los propios genitales y la de los padres. Los niño/as se interrogan sobre el origen de los bebés. En esta etapa se organiza el Complejo de Edipo, en el que el niño dice que ama profundamente a la madre, quiere casarse con ella, sintiendo al padre como un rival. La niña, tendrá como objeto de amor al padre y como rival a la madre. Elaborar positivamente esta fase, significa que deberán salir de ella, aceptando la unión de los padres, (ellos ya tienen su pareja consolidada), pero fundamentalmente poder aceptar que están excluidos de esa relación. Sólo de esta manera, es que podrán escoger en la vida adulta alguien que sustituya a esas primeras figuras de amor. El complejo de Edipo no superado, impide muchas veces la constitución de una relación de pareja. Según cómo se resuelva esta etapa se hará la elección del objeto amoroso, de ahí su importancia. La etapa genital es la propia de la vida adulta. Comprende la unión de todas las anteriores ya que en la sexualidad del adulto se busca experimentar todas las sensaciones proporcionadas por las diferentes zonas que fueron fuente de tanto placer durante la infancia. La diferencia radica en que ahora ya no se tiene una zona determinada como única meta de la sexualidad sino la suma de todas ellas, dentro una dinámica establecida entre los miembros de la pareja con el objetivo de obtener el máximo placer para ambos.
Identidad Femenina Generalmente entre los 14 y los 18 meses de edad se va adquiriendo la identidad de género: la convicción de ser varón o mujer. En el caso de la niña, la madre suele experimentar una sensación de unión muy fuerte con ella porque es vivida como una prolongación de sí misma. Pero a la vez, esta relación que podría ser vista como “idílica” puede llegar a generar grandes tensiones entre ambas, cuando por ejemplo la madre exige (la mayoría de las veces inconscientemente) que su hija cumpla con aquellos deseos y ambiciones que ella no pudo satisfacer en su momento. El problema de la identidad sexual eclosiona en la adolescencia con unos factores añadidos que según como sean utilizados podrán constituirse en verdaderos problemas en la vida del adolescente: la tendencia para actuar impulsivamente y su capacidad reproductora. Es bastante común que ser adolescente hoy choque con el “modelo de mujer” transmitido por las madres. Generalmente éstas encajan dentro de un ideal femenino más convencional, que se enfrenta continuamente con lo ofrecido por el modelo cultural imperante, expresado a través de los diferentes medios de comunicación. Estos exponen modelos de adolescentes que llevan la iniciativa sexual, que practican una sexualidad más libre, que consiguen ser exitosas en los estudios, y no siempre estos modelos son comprendidos y tolerados por los adultos que pasaron por experiencias juveniles muy diferentes a estas.
El trabajo de la adolescente consiste en diferenciarse de la madre en la medida en que pueda ir matizando las semejanzas y diferencias con ella. La relación madre – hija hoy, se ve condicionada por los importantes cambios sociales de las últimas décadas y lo escasamente preparadas que se encuentran las madres para hacer frente a las necesidades actuales de sus hijas. Muchas veces se sienten fracasadas cuando ven que escogen caminos y opciones muy diferentes a los suyos; pudiendo en ocasiones llevarlas a un cierto derrumbe emocional cuando se sienten incapaces de comprender estas diferencias; sobre todo ocurre en aquellas mujeres que han tenido ellas mismas mucha dificultad para asumir una identidad propia. Son estas mujeres las que suelen presentar más inconvenientes en tolerar que sus hijas adopten un modelo de mujer diferente del suyo, vivido como distanciamiento o conflicto, cuando en verdad no lo es. Es bastante común por otro lado que las madres estimulen a sus hijas a obtener logros en lo referente a los estudios o el trabajo, pero les resulta muy difícil evitar controlar otros aspectos de sus vidas sobre todo aquellos que tengan relación con sus cuerpos y con su sexualidad. Estos asuntos que aparentemente están ya en apariencia muy aceptados socialmente, lamentablemente se resisten bastante a ser tratados con la naturalidad esperada. Los años vividos sin libertad en estos temas, han dejado una marca muy importante en la mayoría de las personas por lo que resulta comprensible la dificultad existente en plantearlos a los hijos y más específicamente a las hijas mujeres. La comprensión de estos aspectos será de utilidad para entender muchas de las dificultades que tienen las mujeres en asumir sus cuerpos con naturalidad y gozar de una sexualidad plena. Cuando esto no ocurre pueden aparecer diferentes patologías como aquellas en las que se producen distorsiones en la percepción del esquema corporal (trastornos de la alimentación) así como también diferentes patologías relacionadas con la sexualidad entre otras.
Cuándo plantearse un tratamiento psicoterapéutico Es bastante común escuchar a la gente opinar si los demás deben visitar a un psicólogo o no. Coloquialmente y de una manera hasta cruel, suele disfrazarse como broma el decir de alguien que “está yendo al loquero”, cuando esa persona está asistiendo a la consulta de un psicólogo/a. Afortunadamente esta apreciación despectiva está siendo superada, la mayoría de la gente comienza a aceptar que el malestar psicológico es equiparable al malestar físico. Muchas veces puede ser más incapacitante aún; tanto es así que inclusive puede llevar a la muerte, como ocurre con aquellas personas que atravesando una profunda depresión, les resulta imposible vislumbrar una salida a tanto sufrimiento. Es importante aclarar que no se debe llegar a estos extremos para buscar la ayuda de un profesional. Las personas pueden sufrir por múltiples razones de las que no siempre conocen su origen. Muchas veces se padece y no se sabe bien porqué; ya que en ocasiones, se piensa que se tiene todo para ser feliz. Este argumento inclusive llega a angustiar aún más, porque la persona se siente culpable de ser tan “egoísta”, incapaz de valorar lo que posee.
El malestar o sufrimiento interno de cada uno no siempre es comprendido por quienes le rodean, ni siquiera por aquellos que más le aprecian. De ahí que muchas veces se opina que: “fulano/a no hace nada por salir de la situación en que está”, “en realidad es un vago”, etc. Para quien no ha vivenciado situaciones angustiantes provocadas por trastornos emocionales, resulta muy difícil ponerse en la piel del otro. Es bastante común minimizar el malestar del otro; la opinión general es: “¿Para qué buscar ayuda de un profesional, si se tiene la suerte de contar con amigos o familia que escucharán sus problemas?”. ¿Será que un tratamiento únicamente en ser escuchado?
psicológico
consiste
La escucha es un elemento imprescindible en todo tratamiento psicológico, pero no es una escucha cualquiera; es estar atento de una manera muy particular, libre de subjetividades (imposible cuando se intenta ayudar a un ser querido). Pero la diferencia fundamental es el soporte teórico del profesional, su licenciatura y experiencia le capacita para comprender el problema y aplicar la terapia adecuada a cada persona. Sabemos que en medicina las enfermedades están clasificadas para investigar y especificar su tratamiento; en el terreno psicológico la mayoría de los trastornos también han sido convenientemente estudiados, el objetivo será ahora descubrir el origen de la dolencia dentro de las vivencias de cada persona. Todos somos producto de las relaciones que hemos establecido a lo largo de nuestra vida que determinaron nuestra manera de ser y de enfermar. Se suele cometer el error de postergar la visita al psicólogo/a pensando que “ya pasará”, esto no ocurre cuando por ejemplo se tiene una infección de cualquier índole. Si no se trata, indudablemente el problema se irá agudizando pudiendo convertirse en una patología grave, lo mismo ocurre con los problemas psicológicos que pueden desembocar en un colapso o en la pérdida de la capacidad de ser feliz. Puede haber cierta mejoría pasajera debida a muchísimos factores; pero cuando un problema no es tratado desde la raíz, el taparlo/disimularlo o cerrar los ojos haciendo de cuenta que tal problema no existe, no lo elimina. No está superficialmente pero internamente va haciendo estragos. Estos ciclos de caída y recuperación se sustentan en pilares de todo tipo: afectivos, profesionales, etc. que inexorablemente serán desgastados por el creciente sufrimiento. Cada vez más fuerte se manifestarán sus síntomas: somatizaciones, trastornos de pánico, depresiones, etc. Por esta razón, ante un malestar de tipo psicológico, lo más conveniente es acudir al profesional que valorará la situación y realizará el diagnóstico adecuado, determinando la conveniencia de realizar o no un tratamiento psicoterapéutico.
Silvia Ariel http://psycologiablog.blogspot.com