Revista 1unpretexto- 4ta edición

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Historias mรกs allรก del papel

www.1unpretexto.com

Comunicaciรณn Social / Universidad de Boyacรก



cr贸nicas cross media



Revista 1unpretexto Crónicas cross media cuarta edición

Editora General Libia Carolina Pinzón

Comunicación Social Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales Universidad de Boyacá 2013


B Editora General C.S. Carolina Pinzón Camargo Concepto Visual Colectivo 1unpretexto Fotografía Daniel Barrera Diagramación Juan Carlos Vargas - Karen Estupiñán Ilustraciones Hexá - Mauricio Muñoz Producción Audios Colectivo 1unpretexto Webmaster 1unpretexto.com Juan Carlos Franco Musicalización Melissa Vargas - Miguel A. Molina - Carolina Pinzón - Karen Estupiñán - Andrés Pachón - Tatiana Páez Asistentes Editoriales Karen Estupiñán - Juan Carlos Franco - Camilo Rojas - Linna Jiménez - Daniel Barrera - Tatiana Rojas - Cristian Rátiva - Juanita Zambrano - Michell Moreno - Tania Velandia - Carolina Herrera.

Rectora

Decana Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales

Dra. Rosita Cuervo Payeras

C.S. Ethna Yanira Romero Garzón

Vicerrector de Desarrollo Institucional

Directora Programa de Comunicación Social

Ing. Andrés Correal Cuervo

C.S. Yamile Blanco Acuña

Vicerrector Académico

Impresión

Ing. Rodrigo Correal Cuervo

Búhos Editores Ltda.

Vicerrectora de Investigación, Ciencia y Tecnología

Colectivo Redacción Básica, Periodística y Literaría Universidad de Boyacá Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales Programa de Comunicación Social ISSN: 2322-6218 www.1unpretexto.com

Ing. Patricia Quevedo Vargas

Vicerrectora de Educación Virtual

Ing. Carmenza Montañez Torres

UNIVERSIDAD DE BOYACÁ Campus Universitario Cra. 2a Este Núm. 64 - 169 Tunja - Boyacá / Tels.: 745 0000 -7452105 Fax: 7450044 www.uniboyaca.edu.co Tunja - Boyacá 2013


Editorial pág 7. Cuando mi voz se calle, mis libros gritarán por mí. Tatiana Rojas, Juanita Zambrano pág. 9 - Gastronomía y Cultura. Norma Tatiana Páez pág. 11 - Página en blanco. Victor Ramón Camargo pág. 21 - Caso ACC (Resetor - Casanare). Jaiver Camilo Rojas pág. 29 - Visionario y reveleado. Leydy Carolina Muñoz pág. 37 - En el Tour de Francia, todo es de afán... hasta la espera. Miguel Ángel Molina pág. 43 - La luz se apagó Angie Lorena Suárez pág. 49 - Si te hubiera dejado nacer. María Alejandra Ostos pág. 55 - Mauricio Muñoz Ilustrador invitado pág. 62.



Editorial Entre lo escrito y lo oral siempre han existido similitudes y diferencias, pero ello no ha impedido que se pueda desarrollar con satisfacción un intercambio de información. En estos tiempos de cambios en relación con las formas, y soportes del proceso de comunicación, puede terminar siendo anacrónico el pretender llegar por un solo canal de difusión a un público. Sin importar su nivel socio cultural, las audiencias cada vez son más exigentes en cuanto a la recepción de información. En muchas ocasiones, satisfacer esas necesidades por parte del medio, depende tanto del contenido, como de la forma. La revista 1Un Pretexto que desde la tercera edición ha apostado a la convergencia en la forma de entregar sus contenidos, presenta una nueva edición tanto en papel como en su formato web. Esta edición en papel con una diagramación sencilla y amable, cumple con el propósito de entregar historias de la región que a manera de crónica trasladan al lector a los

escenarios donde ocurren los hechos. Además invita a visitar los recursos extras de cada una de esas historias que están dispuestos en www.1unpretexto.com Al abrir las páginas de ésta, la edición número cuatro se puede evidenciar que el texto impreso en medios de comunicación, se perpetúa con géneros como la crónica, el reportaje o el perfil. Bien lo sentenció Alex Grijelmo: “La crónica salvará el periodismo impreso”, y bajo esa sentencia y las tendencias de consumo de medios, el programa de Comunicacón Social de la Universidad de Boyacá le seguirá apostando a contar historias “nuestras” superando el periodismo informativo y los formatos tradicionales. Además de la correlación entre el impreso y lo digital, el equipo editor de la revista ha visto como substancial y coherente invitar a un escritor para que como en los mejores momentos de la prensa, haga una tertulia sobre el arte de la escritura. Es satisfactorio contar en esta ocasión con la visita del maestro Fernando Soto Aparicio quien en sus aserciones deja ver muchos puntos en común con nuestros objetivos, confirmando que la revista presenta historias que van más allá del papel. Libia Carolina Pinzón C. Editora


Nuestra experiencia al conocer al Maestro Fernando Soto Aparicio, fue asombrosa, porque no sólo conocimos a un escritor, sino a una persona sencilla y humana, que nos dejó entrar no solo en su vida de escritor sino también nos dejó escudriñar en su vida íntima. Es un orgullo poder escribir sobre un personaje que no solo es reconocido en Colombia sino en el mundo entero, poder compartir momentos e historias inolvidables con el Maestro nos marcó la vida, no solo como estudiantes de Comunicación Social sino también como personas, para nosotras es un ejemplo de vida, es así como el Maestro Soto nos ha dejado enseñanzas para continuar en nuestra labor periodística Juanita Zambrano - Tatiana Rojas


CUANDO MI VOZ SE CALLE, MIS LIBROS GRITARÁN POR MÍ

Una de las grandes deudas que tiene la prensa y el periodismo en Boyacá, es contar la historia de las personas que han contribuido a fortalecer las vocaciones del departamento. Artesanos, músicos, escritores en fin, todos los cultores que han crecido en esta tierra de mantas. El texto de Tatiana y de Juanita, a manera de crónica de personaje, trae la imagen del escritor Fernando Soto Aparicio, un relato humano y sincero que recrea la vida de este hombre dedicado a las letras. Anécdotas en la voz de él y en la de algunas personas cercanas, hacen la historia vivencial y amena, transmitiéndole al lector esa sensación de amistad perenne con el personaje.


Como escritor no tengo ni idea, realmente eso lo determinarán los lectores, los críticos y el juicio

del paso del tiempo; como persona soy eminente pacifista, amo la paz, la tranquilidad, el sosiego, le tengo un miedo infinito al odio, jamás he podido odiar a nadie, me parece que el odio es un ácido cohesivo y terrible que mata el cuerpo y el alma, busco la felicidad, aunque no la encuentre, me gusta más un abrazo que una discusión”. Llegamos al edificio donde vive, el portero sabía para dónde y con quién íbamos a encontrarnos, comenzamos a buscar el ascensor cuando nos dimos cuenta que aquella puerta que parecía de nevera era aquel dichoso aparato que nos llevaría a tan anhelado encuentro. Subimos los cinco pisos,se abrió la puerta y un señor de cabello cano,con manos grandes pero a la vez suaves, nos estaba esperando en el pasillo de entrada, con su sonrisa y un abrazo nos dio paso para seguir no solo a su apartamento sino a su vida y poder conocer más a fondo su personalidad. Él era el Maestro Fernando Soto Aparicio. Un olor en particular llama la atención, el apartamento, ¡huele a libro!, por donde uno mire hay centenares de ellos: en el piso, en la biblioteca, en la cocina, sobre la mesa del comedor, sobre su escritorio, en su cama, encima de los sofás de la sala.“Como podrán ver este apartamento está lleno de libros, si me descuido me sacarán de aquí” dice el Maestro entre risas. Teníamos puestos los ojos en las paredes donde tiene colgado variedad de cuadros hechos por uno de sus hijos “Roberto Soto”. También hay una pared dedicada a las caricaturas que le han realizado, son algo graciosas pero muy llamativas. La visita fue en septiembre, pero


en el apartamento del maestro, durante todos los meses del año es navidad, así lo demuestra el árbol con guirnaldas y el pesebre que tiene armado junto a su computador.

Por su estilo narrativo de denuncia, y contar historias de la problemática social de Colombia ha sido víctima de la censura por esa razón han prohibido la publicación de algunas de sus obras como “La rebelión de las ratas” eso no le impidió seguir escribiendo “El escritor es el vocero de una sociedad muda, es el que grita por los que se callan, es el que se expone por los cobardes, es el que no tiene miedo que lo maten por decir la verdad, y entonces tiene que denunciar lo que ve. El escritor, no va a solucionar un problema, lo muestra, lo denuncia, lo pone a vivir en uno de sus libros”.

“Mi infancia huele a melcochas, dulces de miel, al humo que producen las hojas de eucalipto al quemarse, a arrayanes tostados y sobre todo huele a ternura, mi madre fue una mujer muy cariñosa e infinitamente tierna nos malcrió con su manera de amarnos, y huele a la casa de mis abuelos maternos que era una casa enorme y muy bella donde habían jardines, había una pajarera, más grande que un apartamento de los de ahora, con toda clase de pájaros traídos del llano por mi abuelo Jesús que era andariego y notario. Huele a la flor de la Cananga que había junto al aljibe de la casa, huele al asombro con el que empezaba a conocer el mundo”. Se remonta a esa época que transcurrió en un pequeño pueblo, Santa Rosa de Viterbo, donde creció y estudió; a su corta edad entra al mundo de la literatura cuando leyó a Víctor Hugo con su novela “Los miserables”, impulsándole el amor por la lectura y así convertirse en el escritor que hoy en día es. 13

“Por haber sido un lector precoz aprendí a escribir. En la época que yo era pequeño no existían guarderías, entonces mi madre me enseñó a leer en la casa y a los cinco años empecé a leer todo lo que caía en mis manos, fui leyendo cotidianamente, varias horas al día, fue mi entretención preferida, mi distracción particular y de eso empecé a pensar que si otra gente contaba mediante la utilización de palabras sus historias yo también podía hacer lo mismo y poder contar mis propios cuentos con mis propias palabras. El comienzo de todo esto fue la lectura”. Desde muy joven comienza a escribir, a sus once y doce años escribe sus primos libros La Aurora del amor, y El gran viaje. “Tenía muchas influencias, por ejemplo de Alejandro Dumas y Julio Verne, pero ya tenía muchísimas cosas particulares, personales, pero en algún momento de desesperanza, por ahí a los trece años, las quemé y es uno de los actos de los que más me he arrepentido en la vida porque eran un testimonio ya de un trabajo que estaba haciendo y que era un trabajo personal importante”.

Fernando Soto es muy disciplinado a la hora de escribir. Esté donde esté, sin importarle nada, se sienta y comienza a producir. No deja de lado la investigación es la base de sus libros porque para él la inspiración no existe, lo que existe es una investigación previa sobre el tema.“Todo libro necesita un proceso de investigación muy cuidadoso, sino el libro se cae en la mitad y se perdió”. Para Soto Aparicio existen dos formas de realizar la investigación, sobre el terreno y de escritorio.“Cuando trabajaba en el tribunal de Santa Rosa de Viterbo, pedí una licencia para ir a trabajar durante dos semanas en una mina de carbón de la Chapa en Paz del Río para escribir el libro “La rebelión de las ratas” y fue una investigación para oír a la gente: qué pedía, cómo era su cotidianidad,en qué se gastaban su poco salario, por qué no les permitían formar un sindicato, cómo los maltrataban los extranjeros y qué expectativas tenían ellos. Cuando escribí “Y el Hombre Creó a Dios” fue una investigación de escritorio durante más o menos dos años en los cuales investigué y leí todo lo que pude encontrar sobre la historia de las religiones, sobre la mitología y sobre las prácticas religiosas”. Para este escritor, poeta y guionista, leer es lo más importante en la vida, para poder conocer el mundo,“Leer y escribir son la cara y el sello de una misma moneda, una persona que no lea, nunca podrá escribir, no digamos que un libro, sino que ni siquiera una carta; la lectura es la que nos vuelve ciudadanos del mundo y esa lectura educa más que cualquier cosa, la lectura de lo literario enseña la materia de la vida”.


La vida del maestro Soto Aparicio se ha matizado de claros y oscuros. “Hay tantas historias, tantísimas a través de la vida, unas agradables, otras dolorosas. Una de esas fue en 1971 cuando yo estaba entrando al ayuntamiento de Murcia en España para recibir el premio por mi novela Viaje a la claridad y en el momento que entré al salón ya estaban las cámaras, los periodistas, las autoridades de Murcia, las autoridades de la Real Academia y en ese momento me llamó mi editor y me dice: llamaron de la Presidencia de Colombia para avisar que tu mamá acabó de morir, pues para mí fue una conmoción espantosa, terrible, terrible pero no había más remedio que afrontar las cosas, entrar y pronunciar un discurso, escuchar los otros discursos y conceder entrevistas por televisión. Fue una de las cosas más dolorosas que me ha pasado en mi vida”. Cuando se produjo el accidente de Avianca, en Mejorada del Campo en España, donde hubo tantísimos muertos en el año 1983.“En ese momento vivía en España y tenía una invitación del Presidente Betancourt para ir a un encuentro de escritores que había en Bogotá, he debido ir con Marta Traba, Manuel Scorza, con toda la gente de la literatura que se mató en ese accidente, solo que el día anterior yo viajé a Bogotá para arreglar unos problemas con unos guiones, cuando llegué a Colombia al día siguiente, porque como esos vuelos duran 12 horas, me enteré de tan espantoso accidente donde hubo 181 muertos; en ese avión debí haber viajado yo pero las circunstancias de la vida me impidieron viajar en el avión de la muerte” Cuando el maestro Soto habla de sus más de 56 libros escritos, se ve ese cariño por cada uno, no tiene preferencia por ninguno ya que cada libro le ha traído nuevas experiencias en el campo de la escritura “No tengo ninguna novela preferida todas son igualmente valiosas, todas han sido parte de mi vida de alguna manera, el esfuerzo de escribirlas, de crear los personajes, las situaciones, para mí todas tienen un significado espiritual muy hondo y todas merecen mi solidaridad y afecto”. Aunque ha recibido innumerables condecoraciones y reconocimientos, no solo en Colombia sino en todo el

mundo, como el Premio Casa de las Américas y el Premio Ciudad de Murcia, Fernando Soto, sigue siendo el mismo ser humano lleno de humildad que siempre lo ha caracterizado.“Para mí el único premio importante es la fidelidad de los lectores, el hecho de que casi setenta años después de las cosas que yo publiqué en mi época de adolescente, tenga unos lectores que siguen siendo fieles a mi trabajo, me vuelvo viejo porque eso no tiene remedio, pero mis libros son jóvenes, beligerantes, combatientes, siguen teniendo una actualidad inmensa, esa es una gran cualidad y eso es para mí lo más importante”.

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Su pasión, respeto y admiración por las mujeres lo ha demostrado en sus historias, convirtiéndolas así en esos grandes personajes que ha descrito en sus novelas. “Las mujeres son la gran mayoría de los personajes de mis libros, no sé a qué razón se debe, desde muy joven, desde recién salido de la adolescencia, he sido el destinatario de las confidencias de tantas mujeres que he conocido, las mujeres han empezado a contarme sus historias, lo que no le cuentan a su marido, ni a su amante, ni al psiquiatra, ni a su profesor, a nadie, me lo han contado a mí y eso ha creado mentalmente una galería de personajes femeninos impresionantes, fabulosos, de una infinita ternura como Liria la niña que pisa la mina quiebrapatas en Agonía de una flor y tan tenebrosas como Pastora Santos que es la matrona de Puerto Silencio y como Todos los amaneceres o Camino que anda”. “El escritor es el único voyerista que no es censurado por la sociedad, es el que puede mirar por el ojo de la chapa, el que oye lo que no quieren que oiga, entonces, el escritor es un ojo permanentemente vivo y una oreja permanentemente dispuesta” de allí se van formando los personajes que son de carne y hueso como de la vida real. Libia su exesposa, su “gato” como cariñosamente se dicen, señala. “Me enamoré de Soto Aparicio cuando tenía once años,desde que leí por primera vez “Mientras llueve”, me parecía maravilloso todo lo que escribía y nunca pensé que iba a conocerlo y menos a estar a su lado por tanto tiempo; a los diecinueve nueve años, cuando lo cono-


cí fue la sencillez, el alma tan bella y el excelente escritor lo que me enamoró de él, el gran ser humano que es, un ser maravilloso, limpio, transparente, consecuente con lo que piensa, habla y hace, es un ser en el que tú puedes confiar si temor a hacer maltratada, sin temor a ser engañada, sin temor a vivir algo diferente, a la alegría, al amor y a la paz”. Mientras recordaba su pasado, que la marcó dejando huellas no solo en su cuerpo sino en su vida, sus lágrimas comenzaron a caer cuando contaba esas enseñanzas que le ha dejado Fernando Soto.“Pienso que la historia de mi vida quedó plasmada en ese tiempo que estuvimos juntos, con él cerré los círculos que tenía que cerrar de mi niñez, de mi adolescencia, de la vida tan dura que me tocó, también a través de sus libros porque El quinto mandamiento, es la historia de esa violencia que viví y que él haya escrito esa historia me permitió exorcizar tantos fantasmas eso fue lo que llegó a hacer Soto Aparicio en mi vida; enseñarme el amor, que había mil posibilidades para amar y que uno es definitivamente un ser del amor y para el amor y que en él es que se debe crecer, afianzar mis creencias, afianzar mis pensamientos nunca habrá caminos iguales pero el camino con él definitivamente es único e irrepetible”. “Vivir con un escritor es terriblemente difícil, pero terriblemente bello, las horas de creación pueden ser a las dos o las cinco de la mañana, hay que tener mucho respeto por sus espacios, recuerdo las levantadas a las dos o tres de la mañana con su máquina de escribir, porque en ese tiempo no utilizaba el computador se negaba profundamente y estrictamente a utilizarlo, entonces solía despertarme a esa hora, me daba malgenio obviamente, pero también entendía que era su forma de crear y el tecleteo de la máquina de escribir me sigue retumbando en la cabeza” A lo largo de la escritura Soto Aparicio ha dejado en claro su pelea con la religión, con el Dios que la iglesia nos muestra, “en mi literatura la presencia de Dios o la ausencia de él son muy tangibles, como lo dejo ver en mis libros: Y el hombre creó a Dios, Camino que anda y Hermano hombre. Para mí Dios es mi amigo, mi compañero,

es mi papá, mi hermano, mi hijo; si Dios no es amor no tiene certificado de existencia, lo que justifica a Dios es su infinita capacidad de amar y dejarse amar por los seres humanos, y yo tengo por dentro a un Dios que es mío con el cual converso, le pido cosas, lo regaño, acepto que él me regañe, dejo que sea mi papá y mi hijo al tiempo, es una concepción muy particular de Dios; pero es mi manera de creer”. El Maestro tiene como objetivo derrotar el olvido con sus libros, que a través del tiempo se sigan leyendo sus novelas, y así poder trascender en la historia como un verdadero escritor. El más reciente libro de Soto Aparicio es El duende de la guarda que salió a mediados de octubre de este año, sus proyectos siguen siendo, entretener a sus lectores con sus obras; pero su proyecto más reciente es el museo “Fernando Soto Aparicio” que se inauguró el 12 de octubre de 2013, tiene todos sus premios, retratos y libros, éste con el fin de hacerle un homenaje por sus 80 años. 15

“Quiero que me recuerden por mis libros que forman un patrimonio, mi testimonio sobre esta tierra y eso es lo que yo dejo como una herencia, como una señal que estuve en este mundo, que pensé, que viví, que sufrí, que amé y que todo eso queda reflejado en los libros¨.


En la sencillez está el secreto de lo verdaderamente grande; Leer, escribir e indagar sobre la gastronomía de mi municipio, fue un exquisito reto, que me permitió desarrollar mis capacidades como redactora, y me facilitó divisar el mundo desde otra dimensión. Recordar es vivir y escribir, es el mejor paso para recordar. Mi hermoso pueblo Sutamarchán, es reconocido por la Longaniza, pero la preparación y la tradición, están llenas de gratos recuerdos y de anécdotas. Y así, entre líneas, lápiz y papel, entendí que “El recuerdo es el único paraíso del cual no podemos ser expulsados.” Jean Paul. Norma Tatiana Páez


GASTRONOMÍA Y CULTURA

Hablar de la gastronomía de Boyacá es como querer hacer una cartografía detallada de las costumbres y tradiciones de cada uno de los 123 municipios que componen este departamento, porque a cada uno lo identifica un plato tradicional. Lo que desconocemos muchos de los habitantes de esta tierra, es el origen y la conservación de esas fórmulas gastronómicas. Sutamarchán ha establecido su vocación gastronómica a partir de la conocida picada que tiene como protagonista la longaniza. Este relato refleja la herencia y la tradición de una actividad que durante años ha deleitado muchos paladares.


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e orejas puntudas, pezuñas, hocicos chatos, pieles rosadas y sin saber la cifra exacta, todos han muerto por la misma causa. “Hay que picar en pedacitos la carne y los ingredientes para darle sabor: comino, pimienta, orégano, laurel, perejil, cilantro, sal y uno que otro secretico. Se ponen todos los ingredientes a adobar, se revuelve bien, se saca, se escurre la carne, se embute en la tripa agarrándola de una punta para que no se salga, luego se cuelga y se deja secar” señala Rita, como quien instruye una clase de culinaria. Con letras grandes de color blanco y un fondo rojo, el letrero muestra lo que quiere anunciar “expendio de carnes Varsovia” la dueña es doña Rita, nieta del fallecido Timoteo Bohórquez, creador del famoso plato típico de Sutamarchán, “la longaniza”. Sutamarchán, un pueblo de tradición gastronómica, ubicado a cuarenta y cinco minutos de Tunja, la capital del departamento de Boyacá, fundado por españoles, el trigo, las hortalizas y las cebadas eran el principio económico; luego de que la experimentación con el embutido de carnes tuvo tanta acogida, los Bohórquez, oriundos del municipio, enseñaron la preparación del producto, y muchos de los aprendices montaron sus propios negocios. Se recuerda que en 1973 uno de sus ingredientes era un tomate redondo, en contextura parecido al cherry y con cierto grado de acidez que le daba un toque especial. “Para unas cuatro arrobas de carne, mi papá le echaba como dos coladores de ese tomate, eran unas matas especiales y chiquitas” cuenta Mercedes, mayor de 50 años y hermana de doña Rita.


El ingrediente no pudo volverse a utilizar; descontinuaron los cultivos porque solo lo compraban los productores de longaniza; por lo que decidieron remplazarlo por el tomate chonto que se cultiva a campo abierto, y que hoy se consigue en cualquier mercado.

“Yo he vivido de esto desde que nací, y no es por nada, pero por como me queda la longaniza uno conserva su clientela” afirma Rita y perpetúa en su memoria tiempos pasados, que siempre tendrán el valor sentimental de compartir y crecer con su familia. Cuando era pequeña, en compañía de sus hermanos traían chamizas de ayuelo para churruscar los marranos “Nosotros íbamos a Roa, una vereda cerca al pueblo a traer la leña para prender el fogón, cargábamos a la princesa y nos devolvíamos para la casa” dice entre risas recordando a la burrita que los acompañaba en sus labores.

Tres generaciones continuas de tradición y un lugar, dan testimonio de la herencia gastronómica, La casa esquinera a la entrada del pueblo en la vía Tunja- Chiquinquirá, donde vive Mercedes, quien sigue con la tradición. Media cuadra arriba se ubica el establecimiento de Rita en el que me encuentro con dos clientes, ellos parados en frente de un refrigerador que contiene bastante carne de cerdo y doña Rita alistando para ellos tres libras de longaniza crudas para despacharles. Mil quinientos gramos de embutido de carne, que impregnan el lugar de un olor fuerte y no muy agradable, una combinación de cebollas, especias y ese aroma indescriptible que caracteriza el producto; pero que uno soporta, por el hecho de imaginar comerla y degustar ese exquisito antojo al que frito le cambiará no sólo su olor, también su apariencia. Un alimento rico en calorías, vitaminas y minerales, y que se dice es bueno para la “memoria”. “Quien come un pedazo y eructa, todo el día recuerda que lo consumió”. “Es uno de los mejores productos que he probado, su olor y su sabor picoso, es un picante muy rico, y la recomendación es que entre más seco mucho mejor” Carlos Cardozo, un bogotano quien afirma pegarse la escapadita de su ciudad, para comer la longaniza en Sutamarchán. Ricardo Díaz, hijo menor de Rita y nieto de Encarnación y Roberto Bohórquez, recuerda que sus abuelos vendían la longaniza cruda en la tiendita esquinera, en la que actualmente queda el piqueteadero “Don Roberto”, y que ahora atiende su tía Mercedes. “Mis abuelos también vendían canastadas inmensas de rellenas y mogollas chicharronas, mi mamá también vendía las mogollitas pero hace como seis años que las dejó de vender”.

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Después de 1970 el Inderena, prohibió la tala de árboles “y ahí fue cuando mi papá Roberto Bohórquez comenzó a churruscar los marranos con gasolina, princesa ya no tenía que cargar leña, pero nosotros teníamos que buscar piedritas y refregar los marranos con jabón para quitarles el olor a gasolina, eran esos animales de pelo rojizo y tenían unas pintas negras en el cuero; a mi papá no le gustaba que quedaran manchados y nos tocaba refregarlos hasta dejarlos lisitos”, comenta Rita mientras desliza su dedo índice de derecha a izquierda sobre una hoja de cuaderno, recordando el procedimiento que hizo tantas veces sobre la epidermis de los cerdos. “Lo que pasa es que los tiempos han cambiado y uno todo lo tiene en las manos, que el gas, ahora es natural y está en la cocina y en esos tiempos qué gas, ni qué gas y tampoco había alcantarillado. Con las ganas de aprender a nadar, nos íbamos con mis hermanos para el rio y traíamos el agua para limpiar el desorden que quedaba de la arreglada del marrano. Mi papá de pequeños nunca nos dejó ver cómo mataban a los cerdos, nos mandaba a traer agua o a arreglar la casa, uno escuchaba como chillaban los marranitos pero uno ya estaba acostumbrado” A los cerdos los mataban en la tarde, como a las seis, y a esa hora Rita y sus hermanos tenían que llevar las tripas del animal para el río y lavarlas sobre una piedra. “Después mi papá hizo una zanja grandísima para meter el acueducto y desde entonces la envoltura de la longaniza se lavaba en la casa”.


Hace treinta años Rita montó su negocio; el segundo piqueteadero en la historia de Sutamarchán y sus hijos eran los encargados de ayudarle. Los tiempos han pasado y la forma de adquirir la materia prima ha cambiado. “Hubo un tiempo en el que los marranos los traían de Quípama o de Muzo” después mucha gente compró los animales en la región. Rita aprovechaba los viernes, días de mercado en Sutamarchán para comprar los cerdos “pero como mis hijos crecieron y se fueron de la casa y mi marido se murió hace 11 años, no tenía quién me colaborara y ahora me evito tanta cosa, yo llamo y hago mis pedidos de carne a Infriboy (empresa administradora de la planta de beneficio de ganado bovino y porcino del municipio de Sogamoso), lo bueno es que uno ya no se preocupa por si el marrano trae mucha manteca o no, a uno le entregan el número de libras de carne que pida y la preparación corre por mi cuenta”.

“la tripa de cerdo es la especial, en la tripa de res no se puede embutir la longaniza, porque queda deforme y no queda sabiendo igual, mientras que la tripa de cerdo es delgada y fácil de emplear” Rita. “yo recuerdo que mi mamá nos mandaba a lavar la ropa al rio, y apenas uno llegaba se metía y se pegaba sus chapusones, y el tiempo se nos pasaba muy rápido, después nos tocaba ponernos a lavar ligeritico, y lo feo, era cuando nos cogían las crecientes y ¡qué angustia! a veces se nos llevaba la ropa y desde la orillita nos tocaba coger con palos para recuperarla” afirma Mercedes. Por el negocio pasaban los que construían las vías, todos los conocían como los carreteranos, y los trabajadores de la empresa “Caminos Vecinales”, ellos paraban a comprar longaniza para llevar para sus casas y de paso algunas mogollas. “Los carreteranos le decían a Encarnación que les fritara una libra de Longaniza, y ella la preparaba y la pasaba a la mesa con un cuchillo y un tenedor, entre ellos se la repartían, era una estrategia de venta, porque al fritar el producto, también pedían mogollas y rellenas para quedar bien comidos. Las otras personas que estaban en el negocio al ver la bandeja con la libra de longaniza y de sentir su inconfundible olor, pedían que a ellos también les fritara una librita, fue ahí donde a mi mamita se le ocurrió vender la longaniza frita, y para acompañar el producto, lo ofrecía con porciones de papas criollas. Primero vendía un bulto en los tres días que atendía, pero su negocio fue tan próspero, que después vendía muchos más, de ahí nació la famosa picada, y no precisamente la que se produce cuando se come mucho ají”. “Mi mamá vendía los jueves, los viernes y los sábados; yo le colaboraba toda la semana en el trabajo, también en los oficios de la casa, y en recompensa, para hacerme unos pesitos, mi mamá me dejó trabajar los domingos, yo comencé a trabajar con un marranito y cada mes, con lo que me ganaba, compraba un viaje de arena o de algo para hacer mi casita” recuerda Rita.

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“Ya no tengo piqueteadero, lo que tengo es un expendio de carne cruda.” Rita quitó el piqueteadero en el 2006 y ahora, vende semanalmente trescientas libras de longaniza y trescientas morcillas, “algunas las vendo al por mayor, a señoras que trabajan en restaurantes en la plaza de mercado de Suta” y el resto las vende en el local de su casa, aquella casa que construyó con el producido que al paso de los años ha dejado su negocio y donde antes era el piqueteadero. “Mi mamita se enfermó mucho y no pudo seguir atendiendo el piqueteadero, ella me lo dejó a mí, yo llevo nueve años con el piqueteadero” afirma Mercedes, y cuenta que “el trabajito es rentable; entre semana, es como flojo, pero yo me defiendo con la tiendita, y los fines de semana y en especial los festivos, es muy bueno, y más si hay fiestas por aquí cerquita”. Mercedes conserva la casa esquinera de color blanco, y el letrero “piqueteadero Don Roberto” la tienda con un estante con muchas bebidas y el piqueteadero, que en otrora fueron de sus padres. Rita y dos hermanos más aún conservan la tradición, pero sus hijos han apostado hacia otros horizontes, ingenierías, licenciaturas y otras profesiones que descartan la posibilidad de seguir con el legado de bisabuelos, abuelos y


padres, “gracias a mi trabajito le he podido dar educación a mis hijos; yo sé que cada uno se va a desempeñar más adelante en lo que estudió, pero ellos también saben prepararla y ojalá no dejen perder la tradición”. Mientras tanto, Rita una mujer orgullosa de su profesión y de enseñar a sus hijos el legado que sus antepasados le han heredado sigue atendiendo a sus clientes. Mientras goce de salud, Rita espera seguir atendiendo el establecimiento Varsovia. “Le doy gracias a Dios porque mucha gente recomienda mi producto; que Dios les multiplique, por eso, muchos clientes sin conocerme me buscan hasta llegar al negocito” “Es una bonita tradición” afirma Mercedes, “así como muchos van a Ráquira por los tiestos, muchas personas vienen a Suta por la longaniza” y así, entre las tripas del cerdo, de orejas puntudas, pesuñas, hocicos chatos, pieles rosadas y sin saber la cifra exacta, todos han muerto por la misma causa. 21


Haber escrito sobre este personaje no sólo se convirtió en una experiencia profesional, también personal. La reportería para un tema como estos es complicada en el sentido de la confirmación de los datos, sin embargo haber encontrado la mayoría de la información de Fermín hace que esta crónica de personaje sea uno de los logros en la finalización de esta etapa académica. Víctor Ramón Camargo


PÁGINA EN BLANCO

No siempre los cánones impuestos por la familia, la religión o la sociedad para desarrollarnos como personas al interior de una comunidad son los mejores. Muchas generaciones hemos crecido pensando que son otros quienes imponen unas posturas o formas de vivir, sin embargo hay individuos y circunstancias que en ocasiones generan un rechazo a esos prototipos. La historia de Fermín revela cómo sin proponérselo la vida puede cambiar radicalmente para empezar de nuevo como en una hoja en blanco.


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evantar la cabeza y ver un cielo profundo de color azul, con las nubes vadeando, desequilibra el cuerpo, parece que todo se viene encima, pero verlo alejarse mientras se cae de un quinto piso es la ruta para un clímax perfecto, aún más cuando el viento roza la espalda y saber que en algún momento todo terminará en un fatal golpe. Pero qué es la muerte si ya no se recuerda la vida, si todo de repente se tiñe de olvido. Los hospitales en Medellín siempre han sido modernos, incluso en el 79 cuando Fermín López Hernández acababa de cumplir 25 años de vida. Despertó en una habitación blanca con personas extrañas, amarrado a una camilla con una proscribe máquina que pitaba cerca de su cabeza. El primer parpadeo fue desenfocado, el segundo parecía un sueño y el tercero le introdujo miedo. El escenario fue diferente para quienes lo vieron abrir los ojos y respirar agitado, ¿Dónde estoy?, ¿Quiénes son ustedes? Fueron sus primeras palabras y en ese momento iniciaba otra vida, en su mente no cabía lugar para el pasado. Una mujer que decía ser su madre lo calmaba, mientras un hombre de bata blanca le explicaba a quién parecía ser su padre que el golpe seguramente había afectado la memoria del joven Fermín. “Se me olvidaron las cosas… pero empecé a despreocuparme de la vida”, aunque no lograra entenderla, ahora lo único que Fermín tenía era su presente. Carlos Andrés Bedoya, médico neurocirujano de la Clínica Palermo de la ciudad de Bogotá, explica el Cuadro Clínico de Fermín: Cuando hay un trauma Craneoencefálico, si no es la muerte, por lo general hay pérdida motora y asincronías de las extremidades y los sentidos. Cuando el golpe es directo o compromete partes del cerebro en la mayoría de los casos hay cuadros de amnesia que según la gravedad, puede ser temporal o total. En el caso de él fue temporal a largo plazo. Los días pasaban desde la habitación de la casa de quienes aprendió a llamar padres, todo lo hacían por él. La ventana era su pantalla al exterior y la puerta era un umbral lejano y tentador. Sa-


bía que algún día caminó por la calle libremente y sintió el asfalto duro bajo sus pies. La perilla de la puerta estaba a su alcance, sólo era girarla y caminar sin mirar atrás aunque nadie nunca le dijo que no saliera, pero sentía que por alguna extraña razón eso estaba prohibido.

tar. “No era tan fácil, en donde estuviera la tentación estaba cerca, y siempre a mis manos llegaba una jeringa llena de algo que no preguntaba qué era, pero me brindaba placer”. Una jeringa que guardaba Fermín por al menos tres meses para utilizar cada que la pudiera llenar, mientras turnaba su adicción con bóxer, marihuana y en alguna ocasión alcohol etílico que calmaba su sed de un solo sorbo, también era el modo que encontraba para sobrellevar el hambre, el frío y sus episodios de depresión y descontrol.

Fermín entendía que ahora no era el único responsable de sus actos, esa misma libertad la que le permitía errar, era su excusa para retar al destino. Un día sin más, solo corrió desde su cama y cruzó el portal de su casa, corrió sin sentido y no pensó en mirar atrás. Corrió tanto que llegó el momento de parar, girar y descubrir que el camino de regreso era tan incierto como su mismo origen.

La Mano Negra En 1961 por primera vez un Presidente de la República se refirió a un grupo de extrema derecha que tenía como único fin el eliminar a quienes consideraban como la escoria de la sociedad. Fue Alfonso López Michelsen quien en la Convención Liberal Nacional de ese año expuso su preocupación ante la denominada “Mano Negra” que indiscriminadamente asesinaba prostitutas, homosexuales, adictos e indigentes.

Pasajero sin destino “Lo que tenía bien claro era que me gustaba caminar, sin importar a dónde llegaría. Vivir en la calle es duro, pero soy feliz en ella, y parte de mi vida está en los andenes de este país”. La ropa que Fermín llevaba cuando abandonó su familia, terminó por desgastarse, su cabello se enredó entre la mugre, su cara envejecía detrás de una larga barba, cosa que no le preocupaba, se estaba acostumbrando en su corta experiencia a estar sólo y a recorrer caminos sin entender en qué momento y bajo qué ligereza ya había probado cuanta sustancia se podía inyectar, inhalar o fumar en una larga ruta llena de alucinaciones. En su condición de indigente descubrió que la gente no era tan dura con él, después de todo era inofensivo y sólo pretendía mantenerse vivo. Pedir dinero era su única opción, además era la más cómoda para subsistir con algo de comida y droga, condición que años más tarde le avergonzaría. Conoció las calles de Colombia. Sin saberlo, eran lugares donde ya antes había estado, pero que por más presentimiento vago que le llegaba, no lograba recordar. “Las drogas en algunos días me consumían más que otros, siempre llegaba al punto en que tirado en un callejón veía extrañas luces en el cielo y experimentaba duras sensaciones en mi cuerpo, sentía que en algún lugar tenía a alguien que me buscaba, después me levantaba y consideraba ser un sobreviviente y quería reparar los daños que le causaba a mi cuerpo, a decir ¡no más a la droga!, hallarle un sentido o un motivo más que el de sólo desper-

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Para 1989, Fermín había llegado por segunda vez a Santander. Bucaramanga le parecía un buen lugar. En la calle, enfrente de una biblioteca bumanguesa sus amigos terminaron tirados en el piso hablando solos con gritos secos y escasos, algunos lloraban, otros reían y los más débiles temblaban en el suelo, el máximo punto a los que la droga los podía llevar. Fermín se sentó en las escaleras que daban paso a la entrada del edificio público. La debilitación de sus músculos y sobredosis, hicieron que tropezara y cayera entre arbustos. Frente a él, escondido entre ramas, iniciaba la escena más atroz de la que haya sido testigo. Los grupos de extrema derecha que auto proclamaban su misión de limpieza social, llegaron a los Santanderes en 1989, allí iniciaron por asesinar las prostitutas, las siguientes víctimas fueron los indigentes. La Mano Negra era un mal ineludible al cual temerle. Fermín creía que no eran más que un rumor, hasta ese día cuando vio cómo a sus ocho amigos asesinados con puñaladas y disparos. No sabía qué hacer, si creer a sus ojos o dejarse llevar por la excusa de la droga y voltear la mirada. “Esta vez la sobredosis del bazuco me salvó la vida porque no podía ni gritar ni correr… quedé congelado”. Así fue como Fermín se hizo invisible tras los arbustos. “Corrí hasta llegar a una calle llena de basura donde me senté a llorar y desde que tenía memoria, no lo había hecho, no


había tenido razón para hacerlo, era mi primer llanto y sentí tanto, tanto miedo que sin creer en Dios, le recé”. Su conciencia e intranquilidad acompañadas de un trago de alcohol etílico hicieron que a su mente llegaran recuerdos como un flash. Nombres que nunca habían escuchado, caras muy familiares e incluso palabras en un idioma hasta ahora desconocido para él.

Por años deseó un motivo para vivir y ahora lo tenía. Sin pensarlo, su nuevo rumbo lo llevó de vuelta a Belencito, Boyacá. Después de tres semanas de largo viaje entre caminatas, aventones y esconderse entre cargas, logró arribar a su destino. Su memoria recobró toda facultad, incluso cómo llegar a su viejo hogar, sólo que al pararse frente a una casa amarilla y de puertas café, dudó, él la recordaba de color blanco, puertas verdes y de balcones amplios. Tocó el timbre que en su tiempo era una campana. En seguida lo recibió una señora por la ventana advirtiéndole que no le daría dinero, que se fuera o llamaba la Policía.

Sus amigos recién asesinados saltaron al pasado en pocos minutos, su mente se ocupó de otras cosas. Comenzó a explorar su cuerpo, un cuerpo sucio y arrugado, con marcas de una vida difícil, un extraño olor llegó a su naríz, un olor a sudor y mugre generaron mil sensaciones de asco y odio contra él. La maqueta de mi vida Fermín López Hernández nació en 1954 en Bucaramanga, vivió en Belencito, Boyacá. Su madre Nora Hernández, ama de casa y su padre, Fermín López, ingeniero de Acerías Paz del Río. En 1963 cuando tenía 9 años viajó con sus padres y 4 hermanos a Alemania y recorrió el viejo continente. Tiempos más tarde regresó a Colombia para graduarse con honores de Ingeniero Civil en la Universidad La Gran Colombia. Inició su vida laboral en Cerro Matoso y Betania. En 1983 mientras revisaba la instalación de un electrodo en una torre en Córdoba, tropezó desde una altura aproximada de cinco pisos y cayó sobre su cabeza. Fue trasladado a un hospital de Medellín porque era el único que tenía los equipos médicos para salvarle la vida. Despertó 15 días después junto a su familia, pero sin recuerdos. Una mente vacía de nombres, lugares, caras, voces. “El caso es que Fermín, se olvidó de quiénes éramos, él no sabía ni cómo se llamaba en ese entonces”. Cuenta su hermana Aura López Hernández. Ahora tenía pasado. Los recuerdos de recorrer en bicicleta las calles de Essen, Alemania, se habían borrado, pero después de ver a sus amigos asesinados por la Mano Negra en Bucaramanga, comenzó a recordar los años que por mucho tiempo tuvo en blanco. Comprendió cómo sabía Física, Química, Matemáticas, Historia, Geografía, y qué esas palabras extrañas que rondaban en su mente eran en alemán, eran recuerdos de un hombre estudiado. Llegó el momento en que el calor de una familia parecía lejano y doloroso.

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Desconcertado caminó por las calles aledañas, estaba seguro que esa era la casa paterna, pero a la vez dudaba si esa que creía su vida era real. Minutos después escuchó que lo llamaban por su nombre y giró, no reconoció al hombre que pronunció su nombre pero este alegremente dijo que desde niño lo había visto crecer. El extraño preguntó por lo que le había pasado y cómo había llegado a ser un indigente. Sin respuesta alguna el hombre bajó la cabeza y le dijo que lamentaba lo que le había pasado a su madre. En ese instante que siguió, Fermín entendió que había llegado tarde, que su deseo de abrazar a su mamá era eclipsado por la muerte. La charla con su viejo vecino no duró mucho, el dolor lo ahogaba y sólo preguntó por el resto de su familia que por cosas de trabajo unos se fueron a vivir a Sogamoso y otros salieron a conquistar territorios extranjeros. “Llegué finalmente a Sogamoso e inicié mi búsqueda, entré al cementerio del municipio donde me dijeron que estaba descansando mi mamá. Busqué tumba por tumba hasta que en una lápida encontré el nombre de ella, nooooo, eso ni para que recordarlo, me da es…como escalofrío”. Justo faltaban unos días para que se cumpliera el primer aniversario de su deceso, le dolió llegar tarde para verla, pero fue más su destrucción al ver que junto a ella también descansaba su padre. “Con esa noticia, no le ví sentido buscar a mis hermanos, sentía que otra mala sorpresa me llevaría y preferí seguir mi camino por las calles”. “Una noche mientras descansaba en un andén del centro de Sogamoso, ya entrada la madrugada dos manes se me acercaron creyendo que yo dormía… se me votaron a robarme la ro-


pa...a desvestirme, y cuando me pude levantar me apuñalaron con un vidrio. Fermín herido y casi desnudo, sintió que ya era todo, que era el final de su historia, aunque no creía en Dios, pidió que existiera un lugar más allá de la muerte para reencontrarse con quienes había tenido y perdido”. El destino no lo dejaría ir tan fácil, de nuevo despertaba en un hospital sin saber cómo, pero esta vez recordaba cada instante vivído. Su hermana estaba junto a su cama y ahora sí la reconocía. “Ese día, recuerdo tanto que era un jueves y acababa de llegar a mi casa con mi hija del colegio, recibí una llamada como a las 5 de la tarde preguntando por los familiares de Fermín López, y que me habían ubicado a través de un directorio telefónico a petición de él. De inmediato nos presentamos, me angustié pero la esperanza de verlo otra vez después de casi 25 años, ¡y vivo!, fue la mejor noticia que escuché. La señorita que me llamó, comenzó a contarme que lo habían llevado al hospital unos policías, un día antes, el miércoles, a las 3 de la mañana. Que lo recibieron con 5 puñaladas y semidesnudo. Cuando me dijo que una puñalada era de gravedad porque le había perforado el pulmón derecho casi me desmayo. De inmediato salí para el hospital con mi esposo, mi hija era muy pequeña en ese entonces, y la dejé con la vecina, no dejé de llorar un sólo instante hasta que hablé con Fermín, al contrario de él, ese hombre no hacía más que reír, rezar y cogerme las manos. Duramos ese día hablando más de una hora hasta que un médico me sacó de la habitación porque Fermín necesitaba descansar, de inmediato me contacté con mis otros hermanos, mejor dicho… ese día le avisé a toda mi familia que Fermín había aparecido”. Su hermana Aura López Hernández recuerda este día como si hubiera sido ayer y lo relata con tanta seguridad que jamás se cansaría de repetirlo. La noticia más esperada había llegado a la familia aunque no haya sido la mejor. Días después comenzaron a llegar sus otros hermanos, sobrinos, amigos y tíos. Unos de Europa, otros de Estados Unidos, otros de lejanías colombianas, con el único objetivo de ayudarlo a recuperar no sólo un pasado ausente, ellos también recuperaban un familiar que buscaron por cielo y tierra durante más de dos décadas hasta que se resignaron e incluso lo dieron por muerto.

Tanta atención en ese momento no duró mucho, después que Fermín salió del hospital y estuvo bajo los cuidados de su hermana por más de 2 meses, él se rehusó a recobrar una vida cómoda y llena de lujos que le estaban ofreciendo. Su vida era la calle, donde dijo pertenecer y seguirá perteneciendo. sus familiares utilizaron todos los medios para sacarlo del estado de indigencia pero él se negó. Terminó en el barrio los Muiscas de la ciudad de Tunja, donde lo aceptaron no como un indigente sino como un amigo. Luis Castillo propietario del supermercado El cairo lo recibe como un compañero con un buen almuerzo. “Es un tipo que sabe de todo, anda actualizado, habla de política, noticias, fútbol, es tan inteligente que a veces ni le entiendo”.

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Viviendo de la caridad, lejos de la droga y cualquier otro vicio aparte de caminar por la ciudad, pasa los días junto a un pequeño radio de baterías que encontró en la basura, el maestro como lo llama, es el que cada día le enseña la realidad del mundo. Viste como un bohemio soñador, con boina, chaqueta de pana; botas y un viejo costal que lo delata ante la mirada de aquellos que lo escuchan cantar y filosofar, su cama es un andén que en ocasiones cambia por un viejo colchón que guarda entre los árboles cerca del barrio la Colina. Su casa es la ciudad. Ahora cada que cierra los ojos se ve caer de esa torre que borró por varios años su mente. Maldice aquel momento a la par que lo bendice. Pueda que ese instante le haya quitado su pasado y puesto de frente a la muerte, porque sin ella, jamás habría valorado la simpleza de tan sólo despertar.


El objetivo de la guerra no es aniquilar a los que la han provocado, sino hacerles que se enmienden, no destruir a los inocentes y a los culpables por igual, sino salvar a ambos. Al escribir sobre lo ocurrido ese 8 de febrero de 2003, las desastrosas desapariciones por las Autodefensas Campesinas del Casanare, exactamente en el Municipio de Recetor, evidencia que historias como la de Mateo y Andr茅s, dos relatos distintos se entrelazan en el mismo tiempo, ambiente y atm贸sfera. Sometidos por los mimos autores que dan a entender que el inocente siempre paga los platos rotos por los que en verdad han cometido tantos errores. Jaiver Camilo Rojas


CASO ACC

En la historia de Colombia no se puede señalar un documento que no hable de los episodios de violencia y crimen, por supuesto en algunos lugares más evidente que en otros. El departamento del Casanare ha aportado una cuota alta de muertes, intimidaciones y desplazamiento. La crónica de Jaiver devela un episodio más de esas escenas. El punto de encuentro entre la tragedia y la academia, está en los protagonistas quienes experimentaron el dolor, la desolación y tiempo después cuentan su historia como queriendo exorcizar su sufrimiento.


E

l periodista Javier Giraldo Moreno habla acerca del oscuro pasado del departamento de Casanare, en su libro “Casanare exhumado en el genocidio”, lamentablemente historias como la de Mateo y otras similares, no están allí. Existe un imaginario colectivo en la sociedad colombiana respecto a la región llanera. Cuando se mencionan los Llanos Orientales de Colombia, inmediatamente vienen a la mente del lector las extensas sabanas naturales con miles de cabezas de ganado, excelentes paisajes, esplendorosos atardeceres, música de arpa, cuatro y maracas y una sabrosa “mamona”. Otros recuerdan el Llano por los paseos a tierra caliente, los mosquitos, los inmensos ríos y espesa vegetación que abriga una enorme riqueza en biodiversidad. Pero todo esto tiene una contra cara, una imagen construida a través de los titulares de prensa, que habla del conflicto armado, los cultivos ilícitos, los desplazados, los escándalos de corrupción, las regalías petroleras y una que otra feria o reinado. Apuntes del libro Casanare exhumado en el genocidio. Mi relación con Mateo Reyes y John Días, se estableció en la universidad, los conocí en clase de deporte, en ese momento nos hicimos realmente amigos, pero


clase de matemáticas. “Me enteré en el momento de la cena, fue una de las noticias más nefastas para mí, porque escuché a mi madre que estaba diciendo que la madre de Mateo había llamado para confirmar si él estaba conmigo, ¡pero no! después de un momento, casi una hora vuelve a llamar la mamá de Mateo, diciendo que había sido secuestrado por los paras”. Recuerda John Días.

poco después estos dos caballeros me cuentan lo que sería esta crónica, un relato cruel que vivieron en los Llanos Orientales, en una época que no podían salir a la calle porque serían secuestrados o asesinados, esta historia ocurrió en el municipio de Recetor que está ubicado a 80 kilómetros de Yopal la capital de Casanare. “Mi amistad con Mateo Reyes se debe desde el colegio, vivimos juntos esa época donde no conocíamos un atardecer, porque teníamos que estar en casa desde las cinco de la tarde”, dice John Días. La experiencia de Mateo es dura, muy fuerte no solo por lo que experimentó su propio cuerpo, si no por las imágenes que tiene que guardar en sus ojos por el resto de la vida. “Esa fría oscuridad me llevó a pensar que iba a morir, mis pensamientos me enloquecían, pensaba que si no me mataban tenía que matar, estaba encerrado donde menos lo imaginaba. Allí tuve grandes experiencias con mis amigos, en este lugar conocí las letras por primera vez, allí aprendí a leer, y allí reconocí las siglas ACC. Ese espacio donde una vez nos decían por favor estudien, para que no termináramos donde yo terminé”. Recuerda Mateo Reyes. “Esa mañana hablé con Mateo, teníamos clase de matemáticas en la escuela de la vereda del Vegón, en el municipio de Recetor, ya era la última hora para terminar la jornada, en esa clase vi a Mateo introvertido, como extraño, como si nunca lo fuera a volver a ver, salimos de la escuela y Mateo se despidió de nosotros, él siempre se iba con apuros, vivía muy lejos, tenía que caminar entre trochas para llegar a la finca donde vivía. Esa época era muy dura si no habían caballos disponibles teníamos que andar entre caminos de herradura, exponiéndonos a que nos reclutaran para ser parte del comando de las ACC Autodefensas Campesinas del Casanare”. Ese día reclutaron a Mateo, siempre dicen que cuando uno tiene malos presentimientos se cumplen, eso era lo que sentía en

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Mateo Reyes fue reclutado por las Autodefensas, en el año 2003, él iba de camino hacia su casa la cual está ubicada a media hora de la escuela, tres hombres de civil lo paran a mitad de camino y le dicen ¿pelado qué anda haciendo por estos lados? “Les contesté que iba para mi casa, y me volvieron a preguntar ¿Cómo se llaman sus padres? y la respuesta que di, fue la que me llevó casi a la muerte, mis padres son José Antonio Reyes Buitrago y Edelfina Camargo. Recuerdo que un hombre de los que me había reclutado, alias 47 me dijo, es que su padre está involucrado con nosotros ¡es un informante! Nunca me dio pena decir que soy hijo de José y Edelfina, pero gracias a mi padre, por sus erros casi muero”. Recuerda Mateo. En el año 2003, 50 personas fueron retenidas por la ACC, entre ellos jóvenes, adultos y adultos mayores, este hecho sucedió en la vereda del Vegón, que está ubicada a 7 kilómetros de la zona urbana del municipio de Recetor. Este pueblo era considerado zona roja, el 45% de las personas estaban involucradas con las ACC, pero como dicen por ahí el poder y la ambición rompe el saco. Estos actores armados venían de Tauramena (Casanare), y la única entrada que tenían al pueblo de Recetor era por la veredad el Vegón, un testimonio diferente al reclutamiento de Mateo, fue el de el padre de John, Andrés Días, un profesor de informática del Colegio Fernando Rodríguez del municipio de Recetor quien fue citado el 8 de febrero de 2003, con el grupo de las 50 personas. “Cuando la brisa veranera secaba mi sudor, por la acción física al caminar bajo el día soleado; aque-


lla tranquilidad que se vivía entre las agrestes montañas de la cordillera oriental, degustando la fragancia que expele el campo en la vereda el Vegón, un saludo arrogante y prepotente interrumpe mi marcha en la finca el Gualanday propiedad de mi suegra, Carmen Salgado”. - “Señor buenos días, necesito que se dirija con migo, nosotros somos las Autodefensas Campesinas del Casanare. En ese momento el sudor aumentaba en mi rostro, pero era frío y como toda persona obediente me puse a disposición para ir a donde dijera ese tipo, eran las once de la mañana de aquel fatídico día donde el cerebro trataba de fundirse por tanta información cruzada asimilando mi pasado, presente y futuro, sin embargo entre paso y paso llegamos al lugar indicado y custodiado por una mujer y dos hombres sentado o recostado sobre una roca, observaba y presenciaba con frecuencia una cantidad de niños que cargaban escopetas terciadas y eran obligados a cargar agua a culatazos de fusil por aquellos vestidos de militar y brazalete de ACC. A la espera de hablar con el supuesto comandante alias Boris, eran las cinco de la tarde y empiezo a ver como el grupo de personas crece rápidamente”. - “¿Qué ocurre allá, quiénes son esas personas? – no, no es nada interesante, personas que vienen a hablar con mi comandante. De manera que mi intención era salir a correr hacia ese lugar y muy lentamente lo logré. Son las ocho de la noche, son mis conocidos del pueblo donde trabajo y también de veredas cercanas. Ya estamos aquí, pero lo que han hecho es seleccionar un poco de gente entre 15 y 30 años aproximadamente”. Recuerda Andrés Días. Andrés Días, estaba retenido en una finca que queda a una hora de la escuela de donde estaba Mateo, el amigo de su hijo, donde también estaba su suegro Ernesto Zambrano, las ACC habían realizado dos comandos, y pretendían reunirlos en la Veredad Guruvita cerca a Tauramena(Casanare).

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*** “Entre la oscuridad, reconocí al abuelo de John, Ernesto Zambrano, estaba colgado patas arriba, amarrado de una de las vigas que sostenía el salón de clases, me traté de acercar para que él me reconociera pero era imposible, yo estaba encadenado a una columna del salón, traté de mencionar su nombre pero no podíamos hablar, sinceramente no sabía qué iba a pasar con nosotros, habían muchachos entre los 18 años, adultos y adultos mayores, como en el caso del abuelo de John, también reconocí a otras personas, pasaron unas cinco horas aproximadamente, entra un tipo con bigote, y con el camuflado del Ejército Nacional de Colombia, pensé que nos habían salvado, pero no, me di cuenta que el tipo que había entrado era el comandante de ese frente “alias Boris” que pertenecía a las ACC eso era lo que decía en su brazo derecho, un listón con las siglas de las Autodefensas Campesinas del Casanare”. El comandante, da la orden de soltar a los más jóvenes, nos sacaron del salón y nos llevaron a un potrero, nos reunieron a todos, sin embargo yo al-


lómetros río abajo, entre Tauramena y Recetor donde desemboca el río Sunce y se une al río Cusiana.

canzaba a ver a través de una ventana lo que estaba sucediendo en el salón donde se quedaron los mayores, alcancé a ver entre la oscuridad y la neblina que estaban golpeando al abuelo de John, más tarde nos vuelven a entrar en el salón y lo más feo que jamás he visto, que siempre sueño con esa maricada, vi los restos de unos compañeros que estaban conmigo desde el principio, toda esa sangre, todos esos pedazos de extremidades de los cuerpos, ellos habían sido descuartizados. Cuando entré vi la cabeza del abuelo de John la estaban echando a una bolsa, me llené de miedo, sentí una rabia y un llanto, hasta creí que todo esto era un sueño, no sabía qué pensar, estaba traumatizado, solamente lloraba y gritaba ¡sáquenme da aquí,¡ por favor¡… chillaba con las lágrimas en mi voz, después nos volvieron a sacar del salón, esta vez nos llevaron por un camino de herradura, caminamos una hora, llegamos a un río ¡es el Sunce! Exclamé. En ese momento se me vino a la cabeza, ¿por qué no me escapo? duré con ese pensamiento un buen rato y vi que quienes nos cuidaban estaban por todas partes, la única era tirarme al río, ¿pero si me disparan? Era confiar en Dios para que todo saliera como me lo imaginaba. Mis compañeros que conmigo estaban asustados, esa noche reconocí a amigos de mis padres, estaban resignados a la que sería su muerte. Recuerdo que uno de los tipos que nos cuidaban tenía aspecto de indigente, olía mal, él mencionó por el radioteléfono que nos llevaban a la escuela de la vereda Guruvita para encontrarnos con otros retenidos. En ese momento los tres muchachos que nos estaban cuidando recibieron una llamada por el radio y se alejaron un poco, al ver que estaban distraídos decidí votarme al río, y me dispararon, pero afortunadamente ningún disparo dio conmigo, me lancé al agua, iba con mucha fuerza, lo único que pensaba era que no me ahogara, gracias a Dios salí varios ki-

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“En ese momento se me vino a la mente ¡estoy libre! pero todavía no estaba en mi casa, así que corrí todo maltratado, con raspaduras en todo mi cuerpo, corrí toda esa madrugada hasta que llegué a una carretera. Entre la poca oscuridad que quedaba reconocí ese camino, que conducía hacia mi pueblo natal Recetor, caminé una hora y llegué, en ese momento un amigo de mi madre me reconoce y me recoge, yo me desmayé, y a los 20 minutos me levanté en el centro de salud del pueblo, ahí estaban mi madre llorando y mi mejor amigo, que no sabía cómo decirle lo que vi”. Mateo Reyes. Con la llegada de las Fuerzas Militares, que cada día había un enfrentamiento, no se podía dormir por la angustia de morir, se escuchaban disparos, las balas cruzaban por encima del techo de la casa, era un infierno, pero poco después, en el año 2008 matan en Chámeza al comandante (Boris) del frente que dirigía los cerros de Casanare y parte de Boyacá.


paso se lo cargaron y sin consideración cuanto animal vacuno, ave de corral y cabalgar barrieron. En el lapso de cinco días desaparecieron 36 personas, algunas torturadas con valor lograron escapar. Seguir escribiendo esta barbarie vivida en carne propia produce pudor, dolor y soberbia en contra del mismo Estado por tanta oscuridad ocultando la verdad, por eso hasta acá llego. Doy gracias a dios por darme la oportunidad de seguir viviendo en el mismo lugar y estar al lado de mis dos hijos y esposa que tanto los amo. Concluye Andrés Días.

Andrés Días recuerda que sobre las diez de la noche una voz fuerte hizo eco en los oídos, invitando a comer un sancocho preparado por ellos. Qué injusticia, parecía que estuvieran celebrando un triunfo, dentro esa ironía, nos manejaban con la sutileza de no demostrar repudio hacia ellos, como queriendo mostrar el lado salvador del yugo que azotaba la región por esa década. Los paramilitares comenzaron a seleccionar algunas personas y la zozobra siguió, se empiezan a escuchar los llantos de mujeres con el corazón roto y el dolor porque era el hijo o familiar el que estaba en el juego peligroso de los seleccionados, era como la media noche, un tipo de esos se acerca al grupo y dice: -los hijos o familiares que Uds. reclaman llegarán en media hora a este lugar… -los ánimos se relajan y llega un poco de calma… El cansancio comienza hacer de las suyas, dominando tal cual que queda dormido, a las tres de la mañana llegó el grupo, pero incompleto faltaban tres personas. Un tipo menciona que dos de ellos murieron y un pelado de 13 años se cayó al río. La razón que traían, era que nos fuéramos para nuestras casas tranquilos que ellos ya sabían cuáles personas iban a ser parte de ellos y quiénes iban a morir en manos de las ACC. Sin preámbulo alguno a como se pudo salir de allí lo hicimos, en una volqueta apeñuscados para el retorno a nuestros aposentos desconcertados y más confundidos. La región se tornaba gris, cada tarde que pasaba la gente atemorizada por tanta información hasta distorsionada se empezaron a ver los desfiles desesperados y disputas por poder salir sin que nada se les quedara, caminos de herradura en veredas con caballos, mulas en fila como camellos cargados en el desierto sin el mejor horizonte. Al menos en tres días se desoló el municipio, pero como el que pesca en río revuelto se aposta a los mejores peces, y estos desgraciados en cuanto pez humano encontraron al

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Una noticia impactante sacudió al municipio de Recetor al saber que el ex alcalde “Flaminio Cocinero” estaba involucrado en la desaparición de 36 personas, esto era un golpe más a la corrupción no solamente de ex alcaldes de Casanare sino también ex comandantes del ejército colombiano.“La Fiscalía los llamó para que respondieran por crímenes de paramilitares de Martín Llanos, el ente acusador llamó a juicio al ex alcalde de Recetor y ex comandante del Batallón Ramón Pérez Nonato. De acuerdo con la investigación, el ex alcalde Flaminio Cocinero Castro ayudaba a las Autodefensas Campesinas de Casanare (ACC), del recién capturado Martín Llanos, a elaborar listados con nombres de campesinos que eran torturados y asesinados por ser señalados de colaborar con la guerrilla. La Fiscalía indicó que la mayoría de los crímenes ocurrieron entre el 2002 y 2003, cuando las ACC citaban a campesinos de municipios de Recetor y de Chámeza a supuestas reuniones y luego eran desaparecidos tras torturarlos y asesinarlos con tiros de gracia. El ente investigador señaló respecto al coronel (r.) Juan Carlos Castañeda Villamizar, entonces comandante del Batallón No.44 Ramón Pérez Nonato, “se encargaba de no realizar operativos por la zona donde se moverían los integrantes de esas Autodefensas”.


Por esas conductas, la Fiscalía dictó resolución de acusación contra el ex alcalde y el coronel (r.) para que respondan por los delitos de desaparición forzada agravada, tortura agravada, homicidio en persona protegida, desplazamiento forzado y concierto para delinquir agravado. Tomado del periódico El Tiempo 20 de Febrero del 2012. Mateo se fue con toda su familia para Venezuela por el temor de ser amenazado por las ACC. Andrés y su familia se fueron para Monterralo un corregimiento de Aguazul (Casanare) pero duraron solamente unos días y volvieron a Recetor. Mateo volvió después de dos años y retomó sus estudios en el colegio Fernando Rodríguez, se graduó en el año 2011, y hoy en día se encuentra estudiando Contaduría Pública en la Universidad de Boyacá. John Días siguió estudiando en el colegio de Recetor, se graduó en el 2012. Se encuentra estudiando Comunicación Social en la Universidad de Boyacá. *Nombres cambiados por seguridad de las fuentes. 35


Amo esta tierra rayos de sol y olor a guayaba, amo sus gentes y quienes la habitan. Escribir sobre la vida y obra de Don Jorge Ortiz es un honor teniendo en cuenta que estamos hablando de una persona con un invaluable saber social que se descubre como: histórico, cultural, festivo y agónico. Siempre se ha dicho que los barboseños son: amables, trabajadores, echaos pa´lante, buenos habladores y por supuesto: dicharacheros exagerados, fabuladores y de muy buen humor. Existen barboseños y Don Jorge Ortiz, un “apalabrado” más de La Imaginada. Leydy Carolina Muñoz


VISIONARIO Y REVELADO

Para conocer la historia de un pueblo por lo general se acude a los libros o reseñas que en algún período un historiador recopiló y publicó, pero no se puede desconocer que la historia también la construyen las personas, sus saberes y sus actividades. Este texto no sólo traslada al lector al municipio de Barbosa, a través del lente del fotógrafo más tradicional del lugar, el lector viaja por momentos y escenarios de la mano de don Jorge, quien a través de descripciones presenta como una pintura la evolución arquitectónica y cultural de un municipio muy cercano a Boyacá.


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n el lente de Barbosa Imaginada (Investigación sociolingüística sobre las hablas barboseñas), tenemos en esta oportunidad a Don Jorge Ortiz, un barboseño quien hizo de la fotografía un arte. A sus ochenta y tres años nos contó con sorprendente lucidez y alegría algunos detalles sobre su vida y la de esta tierra de rayos de sol llamada Barbosa, la cual denominaré de aquí en adelante La Imaginada. Al entrar a su estudio fotográfico el recuerdo agónico de un pasado inunda la mirada con fotografías exhibidas en las vitrinas, paredes y álbumes. Frente a nosotros un espejo de época que en su reflejo invita a detallar la imagen para “quedar bien en la foto”. Con agilidad de movimientos acomoda las luces y el fondo, trae otras lámparas y luego, sentado con sus brazos cruzados y mirando hacia la ventana, posa para esta fotografía en tres tomas. PRIMERA TOMA: mirando al frente por favor Don Jorge inicia su relato contando que aprendió este arte con el suegro, quien era el dueño de la conocida Fotografía Artística en el municipio de Vélez. Lo más importante es conocer el cuerpo de la cámara, la manera de hacer las tomas y la técnica del revelado. Aprendía rápidamente y era muy eficiente. Cuando se casó, Dorita su esposa tenía quince años y él veintiuno, eso fue el 21 de septiembre del año 1952. Un mes después inauguró su propia fotografía. Dice Don Jorge que: “la fotografía sirve para recordar el pasado, porque para la fiesta de una señorita se compra


el ponqué, el vestido, el ramo y se toma la foto, al cabo de unos años cuando ya no existe el vestido, se acabó el bizcocho y no hay nada más, sólo queda el recuerdo de la foto. La fotografía instalada en la memoria no nos da la sensación de estar allí en tiempo real, sino de haber estado, y de esa manera nos deja abrazados al pasado”. Él quería hacer una fotografía artística en la que se manejara la sombra, los efectos de las luces, nunca trabajó con automático, sino con la luz natural, porque la foto retocada hace ver a la persona más joven. Pero a la gente de esa época no les gustaba la foto artística, preferían la luz plena y para nuestro artista eso no tiene gracia. “Me tocó trabajar a mi disgusto”, dijo. Vistas las cosas de esta manera me atrevo a decir que en La Imaginada, la población desechó al artista y se quedó con el fotógrafo talentoso. Su trabajo fue reconocido no sólo en su municipio, sino en los aledaños y cuando los clientes no iban a su estudio fotográfico, él los buscaba en sus domicilios y disfrutaba salir a capturar realidades urbanas y sociales. Ni hablar de la cantidad e impresionante registro fotográfico que guarda de la época de la violencia a manos de bandoleros como Efraín González y el Ganso Ariza. Y aún seguimos pensando qué otras visiones del pasado guarda en esas cajas que no nos mostró. Fueron 46 años de trabajo fotográfico, su esposa le ayudaba a retocar los negativos y también se dedicaba a instruir jovencitas en las artes culinarias, modistería y otros quehaceres del hogar, para que fueran excelentes amas de casa. Nos contó que el retoque consistía en retirar la grasa del rostro, delinear los ojos y los labios; este procedimiento se hacía con minas HB, barniz y una bombilla. “Se debía tener cuidado porque un error por pequeño que fuera generaba deformidad en la persona”. Pienso que el trabajo que hacía Don Jorge es la fusión de dos grandes registros pictóricos: la fotografía como resultado de un proceso mecánico y el dibujo que es un acto manual. La señora Dorita murió de cáncer el mismo día que cumplían cuarenta y seis años de casados y él decidió cerrar la fotografía.

Según relató Don Jorge acostumbraba a leer la biblia diariamente. En una ocasión encontró un pasaje en el que decía: “No es bueno que el hombre esté solo” y después de siete años de soledad, decidió hacer manifiesto su gusto por Marinita Cárdenas con el temor de no volver a esa casa si era rechazado. Cuando finalmente se decide a expresarle sus sentimientos, ella le pide ocho días para pensarlo… al otro día de la declaración ya estaban planeando cómo iba a hacer la boda. El 29 de junio de este año cumplieron once años de casados. Después de tres operaciones al corazón y de abandonar el arte de la fotografía, Don Jorge Ortiz vive feliz con su segunda esposa, en una hermosa casa ubicada en el centro de La Imaginada. TOMA DOS: De perfil mientras enfocamos la ciudad. - ¿Y qué hay de la historia de este municipio? 39

Don Jorge enuncia que al trapiche de caña ubicado más abajo de La Casona llegaban gran cantidad de arrieros procedentes de diferentes poblaciones. La Casona y La Luisita eran dos casaquintas, propiedad de los Becaría, una numerosa familia con ascendencia italiana, quienes eran dueños de la mayoría de los terrenos en este municipio. Todo esto sucedió antes de la llegada del tren. Con picardía nuestro fotógrafo recuerda y entona esta copla: Cuando yo arriaba mis mulas Estas eran mis negociaciones Echar naguas de pa´rriba Y de pa´bajo calzones. Las carcajadas no se hicieron esperar y seguidamente Don Jorge un tanto ruborizado procedió a explicar la copla. “Es que esos arrieros eran de arriba de Vélez entonces ellos llevaban para la casa vestidos para la mujer y de bajada traían ropa interior para vender y claro ¡Esas eran las negociaciones!”


vestigador) cuando el asesino volteó las manos y se miró las palmas y de esa manera confirmó la sospecha y su culpabilidad en el crimen”.

La llegada del tren a La Imaginada, le trajo progreso y le dio un impulso comercial diferente al de los municipios de alrededor. Debido a la gran cantidad de visitantes se necesitaron hoteles, restaurante, cafés, y demás. Empezaron a llegar al pequeño caserío, gentes de otros lugares quienes invirtieron grandes capitales. En los comienzos de Barbosa la única calle que había era la novena aunque en esa época no se llamaba así y había pocas casas… “mire yo me acuerdo de la casa de los González allá en ese sitio llamado tres esquinas, luego la casa de los Moncada donde queda el hotel, las dos casonas de los Becaría, la de Urbecar, la de los Niño, también donde queda hoy en día el Dólar y Coomultrasan, el hotel Gales (primer hotel que tuvo Barbosa), la casa de los Escamilla, el hotel Bolívar y el Parque Gaitán” En esos primeros años de vida de La Imaginada el sitio más importante era el Parque Jorge Eliécer Gaitán, allí vendían toda clase de mercancías, especialmente ropa. Era un tablado levantado sobre unas bases de madera y estaba organizado como centro comercial con pequeños locales. Allí llegaban muchas personas, algunas de ellas eran participantes de las romerías con destino a Chiquinquirá.

Con alegría contó que años después de que el tren partió para no volver. Llegó a La Imaginada un comerciante antioqueño vendiendo cortes de tela de casa en casa, quien después compró un lote en el centro del municipio y montó el almacén Plazas, el más grande que hubo durante muchos años. Ante la necesidad de hacer unas fiestas que “movieran más el comercio”, Don Salvador Plazas en los años sesenta inventa los carnavales en el municipio y le da vida a un personaje llamado Facundo Moraita. Desde ese momento por primera vez se aunó en un mismo evento lo festivo y comercial. Cuentan que con las ganancias del primer Carnaval, que fueron dos mil pesos, se construyó la Escuela del Gaitán.

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“Mire aquí en esta foto a Don Salvador se vistió de campesino y a pie por las calles de Barbosa hizo el primer carnaval, luego se le vio a caballo como en esta otra foto y la última vez que salió a hacer el carnaval salió en un jeep, mírelo aquí”.

De la época del ferrocarril muchas historias quedaron en la memoria colectiva como la del cuerpo descuartizado de una mujer a quien la había matado su esposo y la remesó hacia Barbosa entre un baúl. Aunque en los diarios nacionales registraron que esta historia sucedió en otro lugar, los habitantes de La Imaginada dicen ser testigos y han contado la historia de generación en generación. Don Jorge también contó la historia de la maleta rosada y enunció puntualmente cómo hizo el investigador que llegó de la capital para interrogar al asesino.

Don Jorge muy amable sacó una caja con fotografías de la época y se evidencia allí las formas de ser de los habitantes entorno de la celebración, los disfraces, las carrozas, la fiesta, la alegría y un indescriptible sabor a nostalgia en sus ojos al recordar… “ah tiempos aquellos, eso era muy bonito y sano”

“El investigador se hizo echar allá y le dijo al asesino: a uno lo encierran aquí por nada y ¿usted qué hizo? Y respondió el asesino: No, a mí me encerraron acá disque porque maté a mi esposa, ¡Imagínese! Y el investigador disfrazado de ladrón le dijo: No qué va, si es que el que mató a la esposa tiene las manos todas cortadas… dicen que no había terminado de hablar el supuesto ladrón (in-

Esta conversación no podía terminar sin preguntarle a Don Jorge ¿Cómo imagina este municipio dentro de diez años?

TOMA TRES: De espalda a la cámara y de frente al futuro…

Él dice que lo que se ha logrado en esta ciudad hasta el momento es porque ha sido muy de buenas. Según él las administraciones no han hecho nada, sino que son las


personas de otros lugares quienes sienten la prosperidad del lugar e invierten grandes capitales en obras privadas y eso trae progreso… “Por ejemplo mire las calles, están dañadas. Esa universidad en la que ahora pueden estudiar los hijos del pueblo sin tener que irse a la ciudad, pero esa universidad no tiene una carretera decente, eso es un total abandono. Yo creo que Barbosa se seguirá formando sola con la ayuda de inversión de sus habitantes y de otros lados…” Aunque la conversación terminó ese jueves a las siete y treinta de la noche, duré dialogando algunos días más con los relatos y las imágenes allí construidas, y el resultado de esos encuentros, con el sabor de un buen tinto y para no dejar la hoja en blanco escribí: El génesis imaginario de esta población se quedó en un estudio anticipado a la época. Entre cajas y sobres con aroma del pasado guardas las miradas como visiones vigentes. Son nuestras memorias a blanco y negro. A estas generaciones la soledad del pasado nos llegó en un negativo retocado. Y el recuerdo de este pueblito es tan idéntico a ti… visionario y revelado.

Finalmente, apagamos la cámara y las luces. Gracias Don Jorge Ortiz fue realmente un honor tenerlo en el estudio de Barbosa Imaginada, ahora tenemos tres tomas más en este archivo de historias. Agradezco a mi equipo de trabajo María Gabriela Moreno Pereira y Cristian Danilo Ávila Abril, quienes con su colaboración hicieron posible este trabajo.

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El tour de Francia es la fiesta de gala del ciclismo mundial que acaba de cumplir 100 años. Ha sido inolvidable, por muchas razones, entre otras porque fue la primera vez que me encontré con un espectáculo de esa magnitud y segunda por la magistral actuación de Nairo Quintana, es una fiesta a la que se asiste en pantaloneta y camiseta, se aguanta hambre y sed, se olvida la impaciencia y todo se vuelve pasión. Son 21 etapas, algunas interminables y más de 3.800 kilómetros de recorrido, asisten los 210 mejores ciclistas del mundo y se aprecia un desfile de bicicletas de lujo. Una de ellas fácilmente puede costar 35 millones de pesos, cada día es una historia para contar, con anécdotas alegrías y tristezas. El tour es único. Miguel Ángel Molina


EN EL TOUR DE FRANCIA, TODO ES DE AFÁN... HASTA LA ESPERA

Para los boyacenses siempre ha sido un motivo de orgullo saber que los ciclistas de nuestro departamento han llegado a las competencias más significativas en esta disciplina no solo en Colombia, también en el mundo. Durante el 2013 los colombianos pudieron aplaudir y vivir el triunfo de Nairo Quintana quien a sus 23 años quedó segundo en la general y una victoria de etapa. También fue líder en la clasificación de la montaña y mejor joven. Este texto recrea la experiencia de un grupo de colombianos, entre ellos algunos boyacenses quienes acompañaron a Quintana durante su participación en Francia.


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efinitivamente la pinta es lo de menos. Pequeño, envuelto en una chaqueta beige, con jean y zapatos españoles, Nairo apareció de repente en la Universidad de Boyacá, ante estudiantes de Radio Básica. Venía a atender una invitación que le hice y a despedirse antes de viajar al tour de Francia. En su charla advirtió varias veces: “van a ocurrir cosas importantes”. Su personalidad definida, su carácter firme y su tono amable le permitieron disparar, con la misma contundencia con que ataca a sus rivales en las montañas, recomendaciones insustituibles a los futuros comunicadores. “Es importante saber a quién van a entrevistar, saber qué hace y tener claro qué van a preguntar”, expresó el sub campeón del Tour de Francia. Después de una hora de conversación, salió del aula de clase entre cámaras, autógrafos y aplausos, aunque pocos tenían claro que estaban ante un monstruo del ciclismo mundial, que se mostraba tímido y humilde antes de enfrentar el reto. Con su mirada repasaba una y otra vez el edificio, los estudiantes que subían y bajaban, la mezcla de sonidos que emanan los salones, pasillos y hasta de la cafetería del primer piso a la que fuimos a dar en medio del bullicio propio de ese espacio académico. Era un ambiente totalmente distinto al que habitualmente está acostumbrado a vivir éste astro del deporte mundial. “Algún día, cuando el trajín de las bicicletas me lo permita, quiero estudiar Comunicación Social, me gusta mucho y ya me imagino hablando de este deporte al que quiero con el alma, desde un micrófono”, dijo Quintana mientras pausado degustaba un café y hablaba de su sueño de apoyar escuelas de ciclismo. Un par de días después, Nairo Quintana emprendió su viaje al viejo continente, para fundirse con la élite del ciclismo mundial. Comenzaba la edición 100 del Tour


de Francia. Los recuerdos de esas jornadas, forman en la mente, un remolino que atrapa con furia las alegrías, las lágrimas, las emociones y hasta las horas de espera, para ver pasar a ese pequeño pero inmenso hombre y así evitar que la fragilidad de la memoria abra sus compuertas y deje correr a raudales los recuerdos, por el temor a que se pierdan en el tiempo. Al fin de cuentas 100 años se cumplen una sola vez en la vida.

Ninguno disimulaba la pinta de turista con gafas oscuras, pantaloneta y la infaltable camiseta con los colores de Colombia. Nada importaba, ni la madrugada, ni la sed, ni el calor. Varios minutos después estábamos en el punto de salida de los corredores que parecían desfilar sobre un tapete que tenía en la rampa de lanzamiento uno de los puntos de mayor tensión. Con afán tomábamos fotos, comprábamos los primeros detalles para el recuerdo, entre ellos las camisetas amarilla y blanca y una que otra caramañola. Todo fue a las carreras. Esas compras parecían un raponazo, solo que en estos se dejaban los pocos euros que llevábamos en el bolsillo. A unos metros de las ventas oficiales de recuerdos, uno a uno fueron desfilando los artistas de la carrera: Froome, Schleck, Evans, Sagan, Cavendish, Contador, pero la ansiedad tenía un solo nombre: Nairo.

Cómo olvidar ese primer contacto en vivo con el tour. Con ese mismo gran espectáculo deportivo que durante años, hemos contemplado con admiración a través de la televisión y que ocurre a 9.000 kilómetros de distancia de nuestra amada Tunja. Ese primer encuentro directo con el tour, fue en Embrum, una pequeña población francesa que se recuesta en las montañas de los Alpes, a 789 metros sobre el nivel del mar para bañar con las últimas gotas de calor a los visitantes, antes de ascender a las frías montañas y de donde partió la contra reloj individual de 32 kms. El bus, con placa española, conducido por José María Alcoba Lozano, un hombre cincuentón, serio, casi huraño que imponía sus propias reglas, dejó el grupo de 33 colombianos que llegábamos para animar a Nairo a unos 2 kilómetros de la rampa de salida. A través de un micrófono del equipo de sonido del bus, Henry Díaz coordinador del grupo, hombre trabajador y visionario anunció “Un momento mientras damos las instrucciones de nuestra estadía acá”. Eso fue lo último que le escuchamos, porque cuando Henry soltaba las siguientes sílabas, los que buscábamos el tour con prisa y ansiedad, salimos corriendo, como si ahí se acabara y no lo alcanzáramos a disfrutar. Era tanto el afán, que corrimos en la dirección contraria a donde estaba la línea de salida; nos percatamos del despiste, porque cada vez el número de personas era más reducido. “Por acá no puede ser, vamos para otro lado”, dijo José, un llanero que cabalga más en bicicleta que en caballo. De su mano iba Yolanda, su esposa, la más cumplida del grupo, mientras se movían apresurados para no quedarse del Tour.

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“Está durmiendo dentro del bus”, dijo en tono tajante uno de los asistentes del Movistar. Faltaban más de 4 horas para que Nairo partiera. Sí lo vimos, pero cinco horas después cuando pasó como una ráfaga a la que quisimos colgarle el grito: “Nairo, Tunja”. Finalmente, no supimos si el grito alcanzó a quedar colgado en la estela que iba dejando Nairo detrás de su casco aerodinámico. “Me pareció haberlos visto, escuché voces y vi banderas colombianas pero en esos instantes todo es tan fugaz”, apuntó a decir el corredor del equipo Movistar que en cada una de esas montañas recordaba los paisajes de Cómbita, Arcabuco y Tunja, las mismas que le formaron y le inspiraron tan rutilante carrera. Al día siguiente era el desquite: Alpe d´huez. Un plato especial servido para todos. “Tienen que dormir temprano porque madrugamos, por favor descansen que la jornada de mañana es dura”, indicó Luz Mery Rincón, la esposa de Henry, seria, dinámica y atenta a toda la parte logística. Habíamos regresado un poco después de las 10 de la noche a Grenoble, una ciudad al sureste de Francia que tiene una población similar a la de Tunja (150.000 mil habitantes), donde había quedado nuestro cuartel general. La población parecía de fantasmas, no había un alma en


hora cerraban la vía y ante las autoridades francesas no hay padrino que valga. La autoridad se respeta.

las calles, el comercio ya estaba cerrado y solo una leve brisa que bajaba de Los Alpes, se hacía escuchar en la esquina de los tejados. Lo demás era un silencio penetrante, una paz profunda y una oscuridad que opacaba los tenues bombillos que a esa hora permanecían encendidos en las alargadas e inclinadas calles de esa ciudad francesa. Con razón ese mismo lugar fue escenario hace varios lustros de los diálogos de paz entre la guerrilla y el gobierno colombiano. El ambiente es más que propicio. Temprano, apenas llega la noche, sus habitantes se recogen a descansar. Quizá por esa razón no encontramos restaurantes abiertos, aunque la noche era joven, pues oscurecía entre 9:30 y 10. Con hambre y arañando las últimas migajas de baguette, que quedaban en el canguro que colgaba de la cintura, pasamos al dormitorio. Tampoco importaba, porque la ansiedad mitigaba las necesidades físicas. Había que madrugar a como diera lugar. No fue difícil conciliar el sueño en medio del cansancio, el silencio y el olor a humedad que emanaba de los viejos tapetes que cubren el piso de las habitaciones y en los que el invierno deja sus huellas durante todo el año. A las 4 de la mañana todos comenzamos a despertar aturdidos por el bullicio y contagiándonos de la alegría del grupo de paisas que iban en la comitiva. Había desde ciclistas, comerciantes, técnicos, arquitectos y el médico urólogo Jaime Andrés Cárdenas, quien hablaba de ciclismo las 24 horas del día. Siempre ponía en el centro de discusión un tema polémico. “¿Quién ha sido el mejor ciclista colombiano de talla mundial?, preguntaba con sesgo ya que cada vez que soltaba la pregunta la antecedía con el comentario que respaldaba los logros de Santiago Botero y Rigoberto Urán. Cansados de discutir Luis Antonio Peña, Yesid Daza, Carlos Salinas y yo, defendimos lo hecho por Fabio Parra y Lucho Herrera, pero advertimos que para saber cuál era el mejor ciclista en la historia de este deporte colombiano debíamos esperar el final del tour. Algo en nuestro interior nos decía que estaba cerca la hazaña de Nairo Quintana, que sería la única para dar por finalizada la controversia. La salida del hotel era a las 5 de la madrugada porque había que estar en Bourg D´Osans, antes de las ocho. A esa

El tiempo estaba medido. Otra vez, corriendo. En esta bella población, inundada de restaurantes y negocios de bicicletas, comienzan las míticas y muy pronunciadas 21 curvas que 12.3 kms. más adelante nos ubicaría en la cima de Alpe d´ Huez, una travesía en zigzag, otra vez un baguette, agua, frutas y una que otra golosina, se colaron en el morral de cada uno para la larga espera. Eran las ocho pasadas y la carrera transitaría por allí la primera vez a las tres de la tarde y la segunda casi a las cinco. Eran nueve horas bajo un sol vehemente.

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Los colombianos cubiertos en el tricolor nacional y en la bandera de Tunja, fuimos subiendo. “Cuanto más arriba, mejor, aquí se va a armar un tremendo leñero y comenzarán a ubicarse los duros de la carrera y con Nairo tenemos gran posibilidad”, decía repetidamente Luis Antonio Peña, el compañero de aventura, cada vez que se detenía el grupo para tomar un aire y reponerse de la empinada cuesta. “Esto es muy duro para quienes vamos a pié. Esos ciclistas son unos berracos”, exclamaba Carlos Salinas rebosante de alegría y quien abrazaba a su esposa emocionado: “Esta fiesta era ahora o nunca mi amor. Los chinos están felices en Bogotá, acabé de hablar con ellos”, le susurraba al oído varias veces al día. El millón de personas que fue a la cuesta a vivir el Tour, admiró y aplaudió las banderas de Colombia y de Tunja. Al fin, el cansancio hizo que claudicáramos 3 kilómetros antes del premio de montaña. Era un sitio estratégico para el bullicio, para agitar las banderas, en la mitad de una recta de 200 metros con un alto porcentaje de dificultad y fue justo ahí donde Nairo atacó a Contador y Froome, como una forma de decirnos: aprecio su presencia. Le dimos fuerza. Los gritos hacían un marco espectacular a la escena. Las cámaras, las disparábamos en ráfaga a cualquier lado para hacer el registro fotográfico, pues la emoción nubló la visión y después repasando los recuerdos encontramos fotos de las copas de los árboles o del pavimento. Pero indelebles y nítidos quedaron en nuestras


mentes, las imágenes que queríamos guardar. En el fondo de la montaña, como puntos diminutos veíamos una masa de aficionados que no alcanzó a subir. “Ésta vez si los vi. Sentí mucha emoción y me dieron fuerzas para atacar”, nos dijo unos días después Nairo, quien siempre estuvo pendiente de saludar a los colombianos, pero en especial a su paisano. Al final de esa etapa fue segundo y de paso mostró sus pretensiones en el tour.

Las banderas seguían ondeando sin parar. De repente, ya sobre el final una voz femenina: ¿señor esa bandera que llevo apreciando durante varias horas es la de Tunja?. “Es de la hermosa ciudad de Tunja”, le dije con verdadero orgullo patrio. “Qué alegría, yo soy de allá”, exclamó con profunda emoción Caterin Suárez. Se la regalé y la abrazaba y la besaba, mientras las lágrimas enjugaban su rostro. Los cinco años que lleva sin pisar suelo tunjano, hicieron que ese fuera el mejor regalo. “Ondeará en mi casa en París en fechas especiales”, añadió Caterin emocionada, mientras su novio francés sonreía y movía la cabeza en expresión de asentimiento.

Otra vez a caminar de regreso a las calles de Bourg D´Osans y listos para el nuevo día, hasta cuando llegamos a Paris, a los Campos Elíseos, para la función gala. París estaba ante nuestros ojos, esa ciudad romántica y hermosa, con su arquitectura impecable y la imponencia de la Torre Eiffel, su Arco del Triunfo y una docena más de monumentos que son íconos del turismo mundial. Debíamos ubicarnos estratégicamente. Por eso llegamos a las nueve de la mañana y así tomar posesión del territorio desde el cual iríamos a animar a Nairo. Frente a nosotros estaba incólume uno de los símbolos de París: el Arco del Triunfo. Las banderas se agitaban por todo lado con la fuerza de un vendaval y obviamente la alegría colombiana se hizo sentir en los Campos Elíseos, cuando del otro lado de la avenida brotaban notas musicales de un acordeón y a su lado la cadera de una espigada mujer costeña enseñaba como era ese baile. La carrera llegó once horas después. Agotados, sacamos fuerzas de donde no había. Casi no resistíamos de pié, pero no olvidamos nuestra condición de colombianos y estábamos en primera fila, testigos de la edición 100 del Tour, viviendo una fecha histórica para el deporte nacional. Fueron ocho giros los que hicieron los corredores por el lugar y en cada uno de ellos las gargantas de los presentes gritaban, casi con rabia, hasta quedar apagadas mientras llegaba otro giro del paseo de la victoria. “Quintini, Quintini, Quintini”, decían con poderosa voz, varios hombres corpulentos, de raza negra probablemente africanos, que no pronunciaban una sola palabra en español que se declararon simpatizantes de Quintana. Cada paso de los ciclistas, parecía una pincelada multicolor con imágenes difusas.

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… Al final de la premiación del tour, poco antes de la media noche, nos desconectamos todos, porque intentamos cada uno por su lado, llegar cerca al lugar donde estaba Nairo, quien también nos buscaba. Desplazarnos era imposible. Los miles de seres humanos congregados allí apenas teníamos un par de centímetros para movernos. “Intenté saludarlos en los Campos Elíseos, pero fue imposible. Había una multitud. Me emocionó el cariño de la gente. Sentía que los franceses me querían, casi como los colombianos”, nos dijo Nairo unos días después. “Gracias por su compañía”, agregó mientras nosotros ya de regreso, repasábamos una y otra vez la grabación del último kilómetro de la penúltima etapa para gozar la narración de Georgina Sandoval en Espn y hacer que otra vez la piel se erizara y los ojos se pusieran llorosos. Ocurrieron muchas cosas importantes. Qué experiencia estar en el Tour, qué alegría. Gracias a Dios, ya fuimos y volvimos y por el resto de los días recordaremos una a una las imágenes indelebles grabadas en la mente, pero serán racionadas para que duren intactas mucho tiempo y aunque todo fue a las carreras, quedan muchos años para revivir ese afán. .


Esta experiencia me dio la oportunidad de conocer profundamente la vida de Elizabeth Merchán y Gabriel Acuña, aquella pareja que por circunstancias arduas su vida dio un giro total. Esta crónica me facilitó contar algunos detalles de esta historia que muchos hablan pero pocos conocen. Angie Lorena Suárez


LA LUZ SE APAGÓ A pesar de las constantes campañas en defensa y protección de la mujer y sus derechos, es evidente que todavía hay un alto porcentaje de episodios de violencia y agresiones, como el que registraran los medios en el mes de junio de 2013, donde el cantante Gabriel Acuña, decidió segar la vida de su esposa. El arrepentimiento y la pesadumbre por sus actos se reflejan en los versos que ha compuesto. Sin embargo la justicia boyacense no ha dado una condena definitiva al culpable. Si yo pudiera devolver el tiempo hasta aquel momento en el que sucedió esa madrugada la terrible historia que de alegre a triste mi vida cambió...


Hacia las 2:30 de la madrugada el 21 de junio del 2013, Gabriel Acuña, reconocido empresario boyacense, llegó a su vivienda ubicada en el barrio Cooservicios, Portal de Otoño al oriente de Tunja, y sostuvo una fuerte discusión con su esposa Elizabeth Merchán, al parecer el altercado se produjo por celos, hecho que llevó a la pareja agredirse física y verbalmente, de las palabras pasaron a los golpes, el hombre furioso tomó un arma y le disparó a su compañera en la parte baja del tórax”. (Tomado de RCN Radio). Así presentaron los medios locales y nacionales la información, sin embargo no se ha determinado las causas definitivas del trágico suceso. Lo que inició como una idílica relación acabó en tragedia. Cada una de las cosas y momentos compartidos por esta pareja de esposos era motivo de atención para las personas que los rodeaban ya que casi siempre se veían juntos por las calles, en los diferentes eventos, incluso en las redes sociales, donde para quien no conociera la familia de cerca, esta era una pareja envidiable. Elizabeth Merchán cursó sus estudios en el colegio Panamericano del Puente de Boyacá, donde forjaría amistades para toda su vida. “Nosotras desde chiquitas, como éramos vecinas, compartíamos la mayoría de nuestro tiempo, las tardes se llenaban de juego; nos íbamos para las plazoletas, siempre pintábamos casas en los árboles, jugábamos yermis, reuníamos una cantidad de tapas, formando una pequeña


torre y la tumbábamos con una bola de trapo, todos salíamos corriendo, eso fue de niñas… en nuestra juventud empezó el cuento de los novios, siempre nos contábamos todo, igual que en el colegio, siempre juntas, Elizabeth fue la líder del grupo en el sentido de organizar los equipos de trabajo y otras actividades”. Johana Bohórquez.

tor empírico en las emisoras Dorado Estéreo y la Cariñosa, se le facilitaba contactar a los cantantes. Por tantos detalles y atenciones que él tuvo con su novia, decidieron casarse a los cinco meses, el 17 de noviembre del año 2007. La fiesta de matrimonio se realizó en el Club del Comercio de Tunja, con mariachis, juegos pirotécnicos, grupo llanero y la presencia de artistas de música norteña.

Aurora Benavides la madre de Elizabeth, luchaba y se esforzaba por darle la oportunidad de estudiar, porque ella se lo merecía por su buen rendimiento académico, estaba segura que Elizabeth aprovecharía esa circunstancia. “Y así fue, ingresó a la Universidad de Boyacá a estudiar Contaduría Pública, eso sí como siempre juiciosa, pero constantemente empezaban nuestros problemas al finalizar los semestres por la cuestión del dinero, siempre le agradeceremos al decano de la carrera de esa época, Julio César González, por acompañarnos y apoyarnos en pedirle plazo a la rectora Rosita para poder reunir la plata. Él siempre nos acompañaba y estuvo con ella hasta después de su carrera por ser tan buena alumna y sobre todo buena persona” recuerda Aurora. Los últimos tres semestres decidió cambiar su horario y pasó a estudiar en la noche porque en el día estudiaba un técnico como auxiliar contable en el SENA, su carrera profesional la financió con un crédito en el Icetex. No se graduó en la fecha estipulada ya que se le dio la oportunidad de trabajar en Cali. En esa época, en medio de las visitas a su familia conoció a Gabriel Acuña, los presentaron Andrés Camargo y Daniela Bermúdez, amigos en común eso fue en unas fiestas en el Puente de Boyacá, donde en esa misma noche, después de unos tragos, se formó la relación como novios. Al comienzo la relación fue a distancia Elizabeth trabajaba en Cali como administradora de la empresa Samsung Serví, ella los fines de semana viajaba a Tunja para poder verse con su novio, quien siempre la sorprendía con sus comidas, mariachis, regalos y hasta cantantes reconocidos, pues gracias al trabajo que él tenía como locu-

Gabriel fue un buen esposo y papá, él cuando estaba con nosotros siempre hablaba de su hermosa familia, hasta Elizabeth y Valentina lo acompañaban cuando nos reuníamos todos los amigos. Afirma Andrés, amigo de Gabriel.

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La vida matrimonial de Elizabeth y Gabriel siempre fue envidiable ya que a pesar del paso del tiempo Gabriel nunca dejó a un lado los detalles y atenciones para con Elizabeth. Luego de dos años de casados ellos anhelaban dar vida a otro ser, lastimosamente no lo pudieron lograr, al momento de dar a luz, Sebastián como lo querían llamar, murió de deficiencia pulmonar. No obstante con esta terrible noticia, llegaron rumores a la vida de Elizabeth donde le contaban que quien era su esposo ejemplar a la vez estaba con otra mujer. Allí fue cuando empezaron todos los problemas porque Elizabeth no confiaba en Gabriel, él siempre le mentía, incluso cuando estaba en su trabajo, que requería una vida social agitada. Por lo general tres días de fiestas y luego llegar, en estado de embriaguez a su hogar. En medio de esta situación Elizabeth trataba de darle consejos a su esposo para cambiar esa costumbre de las fiestas y el alcohol, también los padres de Gabriel trataban de hacerlo reflexionar sobre lo mal que él estaba actuando, pero lo que ellos recibían era malos tratos. Sin importar los problemas Elizabeth siguió luchando con su esposo por su matrimonio, después de varios años de tristeza por la pérdida de su bebé, Dios le


dio la oportunidad de que llegara a su vida Danna Valentina. En el año 2011 llegó la “princesita” como ella solía decirle.

Nosotros los amigos a la final estábamos ayudándole a conseguir un apartamento donde vivir, pues él decía que su hija y Elizabeth debían quedarse en la casa. Comentó su amigo Andrés.

El nacimiento de Valentina fue un motivo más para seguir luchando, continuó sin importar las adversidades. Elizabeth siempre se destacó por su compromiso y trabajo con la comunidad. Trabajó en el acueducto Teatinos del Puente de Boyacá donde convenció al alcalde de Ventaquemada y a la junta para que dieran subsidio a los usuarios del acueducto, hecho que nunca se había visto en un sector rural. “Ella trabajaba en el acueducto de Teatinos como contadora, en el que hizo la propuesta a la junta administradora de un nuevo estudio de costos, donde presentó la gestión ante la alcaldía de Ventaquemada para que el acueducto fuera subsidiado en los estratos 1,2 y 3, afortunadamente con el profesionalismo que ella tenía se logró, el desempeño que ella tuvo en el año y medio aproximadamente que estuvimos trabajando fue excelente, dio una buena orientación y prácticamente el proyecto de subsidios fue debido a la gestión de la contadora” dijo la Tesorera del acueducto Teatinos Nidia Mancipe. Ya cansada de su situación porque no veía ningún cambio en su esposo Gabriel, decidió ponerle fin a su matrimonio. Contó Aurora. “Elizabeth le comentó a Gabriel Acuña que se quería separar y que lo mejor para los dos era vivir en casas diferentes, su esposo dijo que ella debía quedarse en la casa con su princesita y que él era quien se iba, al mismo tiempo la casa se encontraba en venta; días después aparece la señora Yamile Daza interesada en comprar la vivienda, Gabriel manifiesta que tiene un amigo que puede dar más dinero por la casa, Elizabeth no hizo negocio con la señora Yamile, creyendo que ese amigo de Gabriel la podría comprar, amigo que nunca apareció y que posiblemente no existía”. Tampoco cumplió con el querer irse de la casa, siempre encontraba alguna excusa para quedarse.” Recuerda Aurora Benavides.

Después de varios días de estar a la espera del divorcio, llegó en una de sus borracheras, al entrar a la casa no encontró a Elizabeth, lo que le dio motivo para seguir bebiendo. Él sabía que ella se encontraba trabajando en un diplomado con sus compañeros del ITBOY por un convenio entre la Gobernación y el Instituto de Tránsito, pero se extrañó de no encontrarla en casa. Recuerda Aurora la madre de Elizabeth.

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Nosotros ese día nos encontrábamos jugando fútbol como lo solíamos hacer todos los jueves en una cancha llamada el Shaka cerca al estadio, acostumbrábamos después de jugar tomarnos unas cerveza, pero ese día recuerdo tanto que Gabriel no quiso tomar porque prefería irse para su casa puesto que su esposa no estaba y la niña se encontraba sola con la muchacha del servicio. Recuerda Felipe, otro de sus amigos. Aún no se sabe lo que pasó realmente ese día en el momento que ella llegó a su casa. La muchacha del servicio se encontraba cuidando a la niña y dice no haber escuchado nada. Gabriel Acuña después de haberle disparado a su esposa, la llevó hasta el hospital San Rafael de Tunja a las dos de la madrugada del 21 de junio. Él decide llamar a Juan Carlos un familiar de Elizabeth, para informarle que había tenía un accidente, pues él no fue capaz de decirle que había llegado al hospital sin signos vitales. Juan Carlos vivía en la misma casa que la madre de Elizabeth, él le informa a ella sobre lo que estaba ocurriendo con su hija. Minutos después ellos llegan al hospital y se encontraron con la respuesta de que Elizabeth había muerto por un disparó en la parte baja del tórax.


Minutos después de que la Policía fue avisada por los vecinos del barrio donde ellos vivían, llega al hospital San Rafael y le pregunta a Gabriel Acuña qué había sucedido con su esposa y él responde que fue un forcejeo entre los dos donde se le había disparado el arma. Pero los policías lo notan un poco nervioso y continúan haciéndole preguntas, las cuales él no sabía cómo responder.

“Para poder darle apoyo a Gabriel, decidimos celebrar en la cárcel Distrital el 24 de septiembre el día de Nuestra Señora de la Mercedes, se realizaron varias actividades. Gabriel ese día miraba mucho esa manilla que lleva amarrada en su mano, ahí está el nombre de Valentina, yo creo que no deja de pensar en ella, pues desde que esta allá se la pasa en silencio, muy callado”. Dijo su amigo Andrés.

Después de darse cuenta que los Policías no le habían creído, él decide contarles que él le había disparado a su esposa y que el arma con la que lo había hecho, estaba en el carro en el que había llegado al hospital, vehículo que era de su esposa.

Ahora la realidad es otra, para Danna Valentina una niña de dos años y cuatro meses de edad, no ha llegado el momento de saber que aquel hombre que decía ser su padre, la privó de poder compartir con su mamá. Dentro de la ironía de la vida, Elizabeth había apartado la Iglesia del Puente de Boyacá para una misa el día 22 de septiembre del 2013, para recordar un año de fallecimiento de su padre Carlos Merchán, sin saber que ese mismo día se conmemorarían tres meses de su muerte.

Los Policías deciden llevarse a Gabriel Acuña para la URI (Unidad de Reacción Inmediata) para así poder saber por qué había matado a su esposa, además decidieron llevarse el carro para los patios y así poder revisarlo. El 16 de Agosto del 2013 en los Juzgados- Rama Judicial- Consejo Superior de la Judicatura se realizó la audiencia de legalización de captura contra Gabriel Acuña, quien desde ese día hasta el momento se encuentra en la Cárcel Distrital de Tunja. “La audiencia para la imputación de cargos contra Gabriel Acuña por el asesinato de su esposa en los juzgados de Tunja, se ha aplazado tres veces por el motivo de no tener suficientes fiscales para cubrir esos casos, por el momento solo se cuenta con dos”. Afirma Andrés amigo de Gabriel. “Nosotros como amigos sabemos el error que cometió Gabriel, aún no conocemos por qué lo hizo o qué lo llevó a ese punto, puesto que él aún no ha despertado o ha reaccionado de su mal proceder. Pero gracias a la amistad tan linda que tenemos todos sabemos que nuestro lema es apoyarlo hasta el día que salga de la cárcel, así sean muchos años. No estamos de acuerdo con lo que hizo pero estaremos ahí para lo que necesite”. Dijo su amigo Andrés.

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El placer de la lectura y la escritura, se degustan al pasar hoja por hoja, sintiendo la textura del papel, el sonido de cada página, pero el mayor deleite está cuando tienes la experiencia de leer lo que tú mismo has creado e investigado. Relatar sobre el caso de Julieta y su aborto fue gratificante, ya que al dar a conocer su experiencia, muchas adolescentes se sentirán identificadas y seguramente se cumplirá con el propósito de mi crónica, cambiar el pensamiento de la persona, respecto a un tema tan complejo, como lo es el aborto. María Alejandra Ostos


SI TE HUBIERA DEJADO NACER

La tragedia de un hombre, puede ser la tragedia de muchos hombres. Esta premisa del periodismo narrativo, hizo que la historia de Julieta Albarrac铆n tuviera un lugar en la presente edici贸n de la Revista 1un pretexto. El relato de Julieta puede ser el de muchas j贸venes que ignoran o no le dan la suficiente importancia a la vida sexual y ante un inconveniente se cae en una cadena de errores. Los resultados repercuten en la sociedad, en la familia y sobre todo en la salud f铆sica y mental de las mujeres que deciden acudir al aborto.


J

ulieta Albarracín, delgada de ojos café clarísimo, oriunda de la ciudad de Duitama, hoy es una mujer de 20 años de edad, estudiante de cuarto semestre de ingeniería civil, en la ciudad de Bogotá.

Recostada en su cama, sobre una colcha a cuadros de mil colores, Julieta decide contar los hechos. Después de 5 años, sus recuerdos están tan nítidos que parece como si acabaran de ocurrir. “El día está nublado, si lo vez, igualito aquel día, estoy algo nerviosa, hace mucho no hablo de mi noviazgo que en ese entonces terminó en tragedia. Era el año 2009, yo vivía en la ciudad de Duitama-Boyacá, tenía 15 años, estaba en mi pre adolescencia y todo quería vivirlo al mismo tiempo sin medir consecuencias, recuerdo que inicié a estudiar en un nuevo colegio, pues en el anterior me sacaron por indisciplina, así que cursé mi grado noveno en… no mejor no te digo, tengo malos recuerdos”. Julieta, agacha su mirada y suspira lentamente, se levanta de su cama, sale del cuarto con sus pantuflas de felpa y cuando regresa trae en su mano un computador.


Con el computador en la mano Julieta Albarracín, sigue viendo fotos de David Santiago y cada vez que su dedo pulsa “enter”, con un movimiento rudo golpea fuertemente el teclado de su laptop.

- ¿Para qué lo necesitas? “Ya te muestro una cosita. Bueno sigamos, entré al colegio, yo era alumna nueva y de hecho eso me gustaba porque relativamente fui el centro de atención, claro está que la dicha duró la primera semana. Hacia mediados de abril conocí al primo de un compañero, David Santiago Briceño, siempre me fijo en los chicos lindos, aunque éste ni lo había detallado, pues David estaba en grado octavo, y yo en ese entonces en noveno”, resalta Julieta.

Catalina, la hermana menor de Julieta dice “A mí me caía re bien, era todo buena gente y se vestía chévere, delgado, sí es churro, pero ja tú lo vez y dirás, hay qué niño tan amable, se ve que es solo juicio, pero pfff como dicen por ahí el que no rompe un plato, termina acabando con la vajilla completa”.

“Él me gustó desde la primera vez, así que siempre que lo veía lo saludaba de pico esquiniado, dirás que soy una pícara pero, como dice la frase, el fin justifica los medios”. Suelta una sonrisa inquietante y continúa “pero de haber sabido que todo terminaría mal, ni de chiste me le hubiera acercado a ese lampiño”. Ahora su mirada expresa una furia interna como si mil demonios desearan salir de su cuerpo, acaricia con mayor fuerza su cabello largo y castaño, como pretendiendo arrancarlo.

“Eso ya no viene al caso, no fue tan importante en comparación con lo que pasó después. Yo estuve con él, aunque las primeras veces con protección pero, ya luego no le dimos tanta importancia, pensábamos que eso no pasaba nada, así que dejamos de protegernos, y entonces a los 4 meses de novios, quedé embarazada”. 57

“Esta china sí que nos dio dolores de cabeza, le pedíamos el favor que se comportara, pero era como hablarle a un mueble”, cuenta Sandra madre de Julieta quien está parada en la puerta de la habitación.

“Yo me enteré que estaba embarazada 5 meses después, yo qué iba a pensar que eso me pasaría a mí, a mí, además ni siquiera tenía barriga, todo era normal”. Acentúa Julieta con su rostro estupefacto. Me enteré que estaba embarazada el 7 de diciembre, en velitas de 2009 y todo porque una amiga me preguntó que cuándo me llegaba, y yo le dije que era irregular, que eso no pasaba nada y pues que hace como 6 meses ni me llegaba”.

“A mí siempre mis papás me decían que estudiara, que saliera adelante, que por favor cambiara mi disciplina, que eso de novios, pa qué si me habían mandado era a estudiar, no andar de coqueta, ahora sé que los papás no dicen eso porque sí, la experiencia habla y la inocencia debe escuchar”.¿Quiéres ver al lampiño?

“Yo le pregunté qué había pasado con David y pues me dijo que habían terminado, eso entre charlas de chicas, se me dio por preguntarle si habían estado y Julieta me dice que sí, de una le pregunté su última fecha de menstruación y va y me responde que hace 6 meses”. Cuenta Linda, amiga de Julieta, estudiante de Psicología, 21 años.

Julieta muestra la foto que buscó rápidamente en un Facebook falso. “Ese zorrero, quisiera perdonarlo, pero mis ganas de joderlo me ganan”.

“De una salimos a comprar una prueba de embarazo en la droguería San José, cerca al colegio La Presentación y qué mierda cuando vi esas 2


dos en la sala y me dieron unas ganas insaciables de contarles, pero fui cobarde y no les dije nada, estaba asustada de la reacción que tomaría mi papi y mi mami, además se veían ese 10 de diciembre tan felices que no quería quitarles la sonrisa”.

líneas moradas, estaba embarazada y ya ni siquiera me hablaba con mi ex”. Luego interrumpe Linda acentuando. “Ay, la Julia lloró resto, pues cualquiera, 15 años y un bebé, eso sería adiós farras, adiós traguito, adiós permisos, lo primero que se nos ocurrió como solución fue que abortara”.

“Yo sí noté a Julieta algo rara esas dos últimas semanas, era como aislada, pero se lo juro, yo nunca me imaginé que mi segunda hija estaba embarazada”, cuenta Alberto Albarracín, el papá de Julieta, quién deja de lado una servilleta con unas migajas de arepa que comía la tarde en que su hija decide contar su relato.

El instituto Guttmacher de Nueva York, revela que de los 210 millones de embarazos mundiales anuales, 80 millones son no planeados, es decir dos de cada cinco embarazos, y en el caso de Colombia, se registran al año cifras superiores al promedio de Latinoamérica y el Caribe. “Yo sabía el caso de alguien que se había tomado unas pastas y ya, que le valieron como $60.000 y que fue re breve, que casi no sangró, que le dolía el vientre, pero que re normal y a mí se me hizo fácil”. Recuerda Julieta. Me levanté, miré por la ventana y la calle duitamense era escenario para la representación de un pueblo fantasma, en donde la única protagonista era Julieta y su relato. Ella continúa. “Ya era 10 de diciembre y esos días no podía dormir, no sabía qué hacer, así que llamé al celular de David, para decirle que nos viéramos y poderle contar, pero él no quiso verme, así que me tocó darle la noticia en ese instante por celu, yo re- ilusa pensando que él me daría un apoyo, me ayudaría, no sé, enfrentaría conmigo la situación, lo que hizo fue asustarme más”. “Me acuerdo tanto que me dijo que cómo se me ocurría embarazarme, que ni de chiste fuera a tener ese bebé, que por culpa mía, él no se iba a tirar su futuro, cuando colgué, sentí mil infartos al tiempo, sus palabras me dolieron. Ya en la noche de ese mismo día en mi casa, vi a mis papás senta-

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“Al otro día, después de haber hablado con David, me levanté directo a vomitar ya psicológica y físicamente mi embarazo se hacía evidente, yo me tocaba la panza y ya sentía esos latidos, estaba en la parte inferior de mi vientre, mis senos hinchados de la leche, esa semana viví un infierno, no dormía de la pensadera, solo comía porque tocaba para no levantar sospechas, lo único que quería hacer era dormir y llorar, así que ese día me encontré con el primo de David, quién me entregó plata para las pastas de abortar, pero no entendía por qué había ido él y no David”. “Llamé de inmediato a David para saber qué había pasado, y me dijo que ya iba en Bogotá, rumbo a Cali. El muy cobarde me dejó sola”. La voz de Julieta es más aguda, su mirada se llena de tristeza, la primera lágrima brota por sus mejillas, que luego limpia con la colcha a cuadros, es evidente que hablar de este tema le duele, y con un esfuerzo por recuperar el aliento, Julieta sigue. “Ya sentía la criatura en mí, así que decidí apresurarme a conseguir las dichosas pastas “cytotec” medicamento para la maduración del cuello cervical, se usa para la interrupción del embarazo ya que provoca la inducción del parto al promover


Me asusté porque me tocó dar el número de mis papás, para que se autorizara hacerle el legrado (método usado para extraer los restos del feto y la placenta en la matriz).

las contracciones uterinas y la preparación del cuello para el trabajo de parto. Las compré fácil, pensé que no me las darían, tenía 15 años, una culicagada, al de la droguería le conté que eran para mí y solo me dijo - espero que funcione niña.”

“No sigas más Carlos, por favor, déjame continuar. Cuando abrí los ojos tenía sangre y el dolor persistía cada nada, tenía esas chupas en el cuerpo, estaba inyectada y con una bata, cuando entra mi madre, pobrecita estaba con los ojos rojos de llorar, ahí caí en cuenta que ya sabía lo que había hecho”.

“Era 13 de diciembre, mis padres salieron a las 7 de la mañana como lo tenían previsto, yo desayuné, necesitaba comer bien, me tomé dos pastas y dos me las introduje en mi vagina, como a las 11 de la mañana comienza mi primera contracción, cada vez iban aumentando más, de pronto mis hermanos llegaron de sorpresa y me asusté cuando me preguntaron por qué estaba tan pálida”. “Todo el día, daba vueltas en esta cama, el dolor de esas contracciones era insoportable, a las 4 de la tarde, me levanté y sentí que de mis entrañas salía una gran cantidad de líquido transparente, comencé a vomitar tanto que ya el vómito era verde, como a eso de las 6 de la tarde, decidí contrale a mis hermanos lo que yo había hecho y parada en el comedor de mi casa se me reventó la fuente y caí inconsciente, ya no recuerdo nada.”

Revivir el relato, ha hecho que el rostro de Julieta se vea extenuado, los parpadeos son continuos, tratando de evitar que sus ojos dejen pasar de nuevo esas lágrimas que prometen bajar rodando por sus mejillas. Se recuesta en la almohada y abraza su muñeca de boina roja, diseñada por la misma Julieta Albarracín. 59

Julieta es la segunda de 3 hermanos, el mayor Carlos Eduardo, estudiante universitario y Catalina Albarracín su hermana menor, cursa grado 11 en la ciudad de Duitama, su padre un hombre trabajador, alto pelinegro y Sandra la madre, una mujer de tés blanca, contextura delgada y dedicada a su trabajo. Carlos Eduardo recuerda. “Cuando Julieta se desmayó, quedé en shock, lo único que hice fue llamar a un amigo que tenía carro para que me llevara a la clínica Boyacá, la cambié de ropa, la bajé alzada cuatro pisos, me acuerdo que ella deliraba en el camino y al llegar a la clínica, la enfermera me preguntó su edad y la mía, en ese entonces yo tenía 16.

“La verrionda china cuando tenía siete años cortó cuatro camisas del papá, disque para hacerle vestidos a sus muñecas y véala nunca ha descuidado sus muñequitas”. Luego acentúa Catalina “Sí mi hermana siempre ha sido más detallista con sus accesorios y esas jodas de mujeres, más fastidiosa.”


cido, tendría varias complicaciones”.

Con una bebida caliente que ha traído doña Sandra, Julieta continúa: “Luego, entró la enfermera para llevarme a hacer una radiografía, a ver si la beba se salvaba pero cuando me levantaron, Dios mío esa niña salió de mí, la sentí en el pañal que me habían puesto y grité porque sentía que de mi interior algo bajaba lentamente, cuando me revisaron, ¡nooooooooooo.!”

“Mira yo desperté de la anestesia a las 12:00, cuando me acordé de lo que pasaba quería volver a caer en un sueño profundo, tenía tristeza de ver a mi má y a mi pá, qué dirán de mí, mis hermanos, la familia; mi odisea aún no acababa pues duré un mes en cama con unas pastas llamadas. ¿Cómo era mami? “No, no me acuerdo, eran unas pequeñitas, ah no sé, el caso es que eran para secar la leche. Lo triste fue haber escuchado a mi papi llorar en las mañanas. Yo duré esos 30 días sin hablar con nadie, no quería ver a nadie, quería morirme y la imagen de María José estaba en mi cabeza. Sí, uno entraba a la pieza de Julieta y era callada, la mirada toda perdida, me daba hasta miedo” recalca Catalina.

“Era la beba, la pusieron en un recipiente en forma de bandeja, y mi madrecita y yo la vimos, era pequeña, tenía 5 meses, estaba en posición fetal con su dedito pulgar en la boca, tenía un color morado, como de un coágulo oscuro, que la doctora luego me explicó que era la placenta, vi su columna que resaltaba, no medía más de 25 cm”. Ahora sus párpados no pueden sostener esas gotas que desde hace rato pedían salir, las lágrimas se hacen incontrolables. Según los exámenes patológicos la beba ya tenía bazos, corazón, hígado, estaba casi completica. Fui anestesiada para que me practicaran un legrado, ya que tenía el útero dilatado 6 cm. por esas maricas pastas que me tomé, mi útero se estaba desprendiendo poco a poco”. Según Zulma Rivera, ginecóloga de la clínica Boyacá en la ciudad de Duitama. “Un bebé de 5 meses ya está formado completamente y los órganos ya están diferenciados, lo único que hace falta es maduración y crecimiento del feto. Las probabilidades que se salve un bebé en esta etapa de gestación son relativas, éstos nacen con un peso demasiado bajo, prácticamente requieren tratamiento con oxígeno, y asistencia respiratoria mecánica, son demasiado inmaduros para succionar y respirar al mismo tiempo. Por esta razón, se les debe alimentar por vía intravenosa, hasta que desarrollen las habilidades necesarias, de haber na-

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Hugo Alberto Villanueva Guevara psicólogo egresado de la Universidad San Buenaventura de Cartagena, especialista en salud ocupacional de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, dice “luego de practicarse un aborto en una mujer se puede presentar eventos traumáticos, episodios depresivos, estrés post traumático, ansiedad generalizada frente a relaciones sexuales o embarazos, ideaciones suicidas frente al hecho de haber quitado una vida, anorgasmia psicológica, es decir, la persona puede que ya no disfrute de su sexualidad”. La doctora Johana Bayona, médico cirujana egresada de la Universidad de Boyacá, revela “luego del aborto se dan complicaciones como endometritis, enfermedades pélvicas inflamatorias (infecciones dentro del útero), miometritis la mujer puede perder el útero, además de desgarros perianales, embarazos ectópicos y embarazos espontáneos”. Julieta, recoje su cabello con una cola de caballo, y prosigue su relato.“Me fui de la ciudad 3 años, para olvidar todo, pero ni la distancia me


quita ese día 13 de diciembre de 2009 de mi cabeza. Del cabrón que me abandonó cuando más lo necesitaba no volví a saber nada, pero qué más da, mi María José así le puse, así la llamo, siempre me gustó ese nombre está en mi mente, en mis recuerdos, ahora me pregunto qué hubiera sido de ella si yo la hubiera dejado nacer”. “Ya tendría 3 años y unos cuantos meses, haciendo cuentas habría nacido en abril de 2010. Estaría aquí acostada al lado mío, me acompañaría todas las noches, en especial, esas cuando me siento sola, le estaría probando mil peinandos, comprando su ropita pupi, llevándola al jardín, a la casa de mi tía a que juegue con mis primitos, pero no es así y eso me causa un dolor infinito”.

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Aquel tipo de extraños pensamientos, de pintura, sombrero y cuadrados en su cabeza, pecas en sus manos, trazo tembloroso e intermitente, ideas con seis sentidos, seis para todos. Seis es hexá, hexá para ti; aquel tipo, Mauricio Muñoz, Ilustrador y Diseñador Gráfico, adicto al dibujo, y con un perfil dirigido al dibujo literario, editorial, corporativo y publicitario, además con varios proyectos editoriales en curso y también de investigación en el campo del Diseño y la ciudad, con mucho agrado les presento a: Aquel tipo...






La lectura es un placer, nos hace libres y nos hace ciudadanos del mundo... Fernando Soto Aparicio.


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