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David Salomón Alba Ortiz

DAVID SALOMÓN ALBA ORTIZ (Bolivia)

Nació el 22 de enero de 1959, en Cochabamba, Bolivia. Profesor, artista plástico, abogado y poeta. Vive en Buenos Aires, Argentina. Obtuvo la doble nacionalidad, bolivianoargentino. Estudió primaria en las unidades educativas “6 de Junio” y “Sucre” y secundaria en el Colegio Nacional Calama, ambos en Quillacollo. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Políticas por la Universidad Mayor de San Simón de Cochabamba, Bolivia. Hizo curso de Bellas Artes en la Escuela Superior “Raúl G. Prada” de Cochabamba. Se tituló como profesor de Artes en Artes Visuales en el Instituto Universitario de Arte, el 2 de junio de 2005 en Buenos Aires, Argentina. Abogado del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (Área: Gerencia Operativa de Asuntos Jurídicos, Judiciales e Institucionales del Gobierno).

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AÑORANDO (poesía)

David Salomón Alba Ortiz

Estoy en Argentina, Buenos Aires.

No sé qué decir, pero aquí estoy, Bolivia solo a ti quiero, patria.

Fui de allí, ahora soy de aquí, celeste y blanco (Argentina), sin embargo, de tanto ser de aquí al menor descuido estoy allí, en Bolivia, mi patria inolvidable. Evoco vivencias de la infancia allá en esa región mágica llamada Bolivia, con sementeras y surcos, en ese pueblo de Quillacollo con calles de tierra donde se jugaba al trompo, al chorro morro, al arroz con leche, entre otros.

A los costados una casa aquí, otras más allá, algunos árboles de molle otro de eucalipto, muchos árboles frutales, donde se cuqueaba para comer entre amigos.

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Esas eran nuestras diversiones que hacíamos los chicos del pueblo para reunirnos en las esquinas, contar chistes, anécdotas... Quillacollo, en esa época, casi despoblada.

Todo eso como una acuarela donde el artista fundía los colores, de alegría: rojo, amarillo y verde que animaban ¡dichosa edad!

Trepábamos a los árboles, y nuestros corazones latían de dicha por la hazaña lograda, con los ojos de alegría mejillas sonrosadas, pero con las manos pequeñas aferradas al árbol.

Tardes largas con amigos largas conversaciones sin siesta.

Un camino tranquilo por calles perfumadas de chillijchi, duraznos y lodo, circulaban carretas arrastradas por caballos, ovejas, vacas y perros. Los pies hundidos en el barro, no obstante, vivíamos con un juego sencillo y divertido.

¿Y qué expresar del verano? El remolino dispersaba el polvo sediento de entrar al centro del remolino, envolvía nuestros sueños del mañana sin apuros, ni fronteras, solo juegos.

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He ahí toda esa genialidad inventada quedaba detenida por el sonido de la lejanía campana. ¿Era de la escuela Sucre? ¿Tañidos graves y agudos? Pedazo de riel colgado, golpeaba Margarita, la estimada portera.

Y que manifestar ¿La escuela 6 de Junio?, todos obedecían al sonido de la campana regresábamos todos a sus aulas, y cualquiera que sonara la campana su sonido nos decía ¡hay que volver a casa!, ¡hay que volver a jugar! Eso fue.

Fue 30 años de ausencia que deje mi tierra, Bolivia.

Esto ahora ¿Será que al volver podré encontrar a aquellos amigos de antes? ¿Será que podamos compartir, un vaso de chicha entre amigos? ¿Será que podamos darnos la mano?, ¿Será que ante el Covid subsistieron? ¡Podría ser!, tal vez si tal vez no es una posibilidad, dentro las variadas posibilidades, pero de una cosa estoy seguro me llama la llajta (la tierra) por mis sentidos, por los secretos más recónditos de mi conciencia.

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Ahí existo, ahí vivo, ahí deposito mi energía, y el corazón siente, palpita un sueño con un dulce amanecer rojo, amarillo y verde.

¿Y qué? aun anhelo mi patria, “Bolivia”.

Bolivia es territorio. Asimismo, es su gente. También su poder, de creencias y vivencias.

Añorando vivo. No sé qué decir, pero aquí estoy: “Bolivia”.

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