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Para los empresarios inmobiliarios y los propietarios del suelo, las viviendas y los terrenos son mercancías que ellos venden para obtener ganancias. Está totalmente aceptado que las inmobiliarias venden casas-mercancías, quienes las pueden pagar las tienen, quienes no, no. Pero lo que no se está teniendo en cuenta es que esas “mercancías” no tendrían el valor que tienen si no estuvieran dentro de la ciudad a la que todxs producimos y dotamos de sentido. La propiedad privada posibilita que los terrenos y las viviendas se muestren como objetos-mercancías y se ofrezcan en el mercado como cosas sueltas, pero no nos dejemos engañar: los objetos fijados dentro de la ciudad no valen por sí mismos, valen por su localización en la ciudad y de ese valor se quieren aprovechar los propietarios privados. En cada venta de lotes o viviendas, los propietarios se están metiendo en el bolsillo el esfuerzo colectivo, es decir, del trabajo y del dinero que se reúne con los impuestos de toda la comunidad y es invertido en pavimento, caños de agua y cloacas, tendido eléctrico, parques, plazas, limpieza de calles y veredas... Algunas veces, el Estado ha invertido en la construcción de viviendas para los sectores que no tienen dinero para comprarlas en el mercado. Pero aunque las políticas habitacionales se presenten como acciones para mejorar la vida de las familias pobres, esconden un gran negocio para las empresas constructoras que, como pretenden sacar de esa actividad altas ganancias, construyen conjuntos o bloques de viviendas, pero no construyen barrios. A las empresas no les conviene que las familias intervengan en los procesos de producción de viviendas, no les interesa que opinen ni demanden cambios en las unidades que están construyendo, sacan más ganancia produciendo tiras de casas todas iguales, localizadas en tierras alejadas, sin equipamientos, etc. Las viviendas que se entregan sin tener en cuenta las necesidades y deseos de las familias que las van a habitar, no son verdaderas soluciones. El dinero de toda la comunidad se usa para que las empresas hagan sus negocios construyendo casas-mercancía ¡¡Pero nosotrxs queremos que se construya ciudad!! Queremos construir la ciudad que nos gusta y las viviendas que se adecuan a nuestras necesidades, nuestros gustos y actividades productivas y económicas. Cuando reclamamos nuestro derecho a la tierra y la vivienda, estamos reclamando el Derecho a la Ciudad, a disfrutar plenamente de la ciudad a la que contribuimos con nuestro esfuerzo cotidiano y que también forjaron las generaciones anteriores. Decimos sí a nuestro Derecho a una Ciudad plural, multicultural, rica en tradiciones, sabores, colores y expresiones culturales... una ciudad sobre la que queremos decidir, para que nos incluya a todos y a todas.

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