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Guatemala, viernes 4 de mayo de 2018
Rodrigo R
Editorial Usualmente, el arte de la matemática se ha contrapuesto a, por ejemplo, el de la música, (arte de las musas), que sería un quehacer, como la poesía o la pintura, que se puede apreciar directamente, o que se puede entender sin haber recibido instrucción previa, como es sabido que la requieren los más elementales rudimentos matemáticos. Pero algunos de los conspicuos pensadores como Pitágoras, Aristóteles o Copérnico (a quien aludimos en estas páginas) han atisbado, más que un divorcio, una rica y fascinante relación entre las dos instancias cognitivas del cerebro humano: la razón y la intuición. Es conocida la afirmación del controvertido e incisivo filósofo Bertrand Russel de que “el verdadero espíritu del deleite, de exaltación, el sentido de ser más grande que el hombre, que es el criterio con el cual se mide la más alta excelencia, puede ser encontrado en la matemática tan seguramente como en la poesía”. Como muestra la historia, el amor por lo exacto ha llevado a muchos pensadores por los caminos de la infinitud, de lo indeterminado, de lo que no tiene principio ni fin. En ese sentido han sido documentadas las epifanías místicas de Pascal, Liebnitz, Newton y cómo no, Einstein. Algunos como Giordano Bruno o Hypatia supieron en carne propia que la matemática es, a veces, una hoguera exacta que reclama como ofrenda la propia vida.
Cárcel de n algún lugar de la selva de Petén se realiza un extraño experimento con seres humanos, consistente en un mecanismo capaz de controlar los sonidos que forman las palabras. Una de las víctimas encuentra por casualidad la manera de burlar dicho mecanismo, consigue recuperar algunos de sus vocablos y los escribe. Rodrigo Rey Rosa construye en Cárcel de árboles su propia maquinaria de lenguaje por medio de la cual introduce al lector en una intrigante historia donde las palabras van más allá de ser una simple herramienta y se convierten en un proceso de descubrimiento y apropiación de la realidad. Cárcel de árboles, publicada por primera vez en 1991, se suma a una amplia producción literaria de este notable escritor guatemalteco, quien trabaja con igual esmero el cuento, la novela y la traducción, géneros que lo hicieron merecedor del Premio Nacional de Literatura “Miguel Ángel Asturias” 2004. Francisco Morales Santos
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DIRECTORIO Director General: Pavel Arellano Arellano
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Subdirector General Técnico: Rodrigo Carrillo Edición: Otoniel Martínez Diseño Gráfico: Héctor Estrada Digitalización: Boris Molina
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Rey Rosa
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Semblanza
Ludwig Wittgenstein
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Médico pionero
José Felipe Flores nació en Ciudad Real de Chiapas, el 1 de mayo de 1751. Realizó invenciones en óptica y en navegación de buques de vapor. Estudió medicina en la Real y Pontificia Universidad de San Carlos Borromeo, y en 1781 llegó a ser médico en el Hospital San Juan de Dios y encargado de la Cátedra Prima en la Facultad de Medicina de la Universidad.
Este matemático, lingüista y filósofo austriaco, nacido como Ludwig Josef Johann Wittgenstein el 26 de abril de 1889 en Viena, fue el más joven de los ocho hijos de Karl y de Leopoldine Kalmus. Su progenitor, un industrial del hierro y acero en Austria, demandó mucho de sus hijos varones. Tres de los cuatro hermanos Wittgenstein se suicidaron. Se crió en el seno de una de las familias más ricas e ilustradas del Imperio austrohúngaro. Su casa fue visitada por Sigmund Freud, por los compositores Johannes Brahms y Gustav Mahler, y por el artista Gustav Klimt. Ludwig fue un joven sensible, con inteligencia extraordinaria y talentos musicales, pero sin ningún interés en el mundo de los negocios. Cursó estudios en Linz y Berlín, posteriormente viaja a Gran Bretaña para estudiar ingeniería en la Universidad de Manchester. Muy interesado por las matemáticas puras entra en el Trinity College (Cambridge) para estudiar con Bertrand Russell. Investigó principalmente dentro del ámbito de la lógica y la filosofía del lenguaje. Concibió la filosofía como un análisis conceptual o lingüístico. Sostenía que la “filosofía pretende la clarificación lógica de las ideas” y que el lenguaje se compone de proposiciones complejas que pueden ser analizadas en proposiciones más sencillas hasta llegar a una formulación simple o elemental. Entendía que las palabras son herramientas que sirven para diferentes funciones. El reconocimiento de la pluralidad lingüística lo llevó al concepto del juego del lenguaje. Al estallar la I Guerra Mundial, se alista en el ejército austrohúngaro como soldado raso. Fue capturado por los italianos en las semanas finales de la guerra, y pasó casi dos años en un campamento de prisioneros en Italia. En 1918 acaba su Tractatus logicus-philosophicus (1921). En 1919, tras fallecer su padre, renunció a su herencia, que se dividió entre sus hermanas Helene y Hermine y su hermano Paul. Solo publicó en vida un libro filosófico, el famoso Tractatus, y apenas un artículo y una recensión. Dio clases en un pueblo de Austria. Entre sus obras destacan: Observaciones sobre los fundamentos de las matemáticas (1956), Los cuadernos azul y marrón (1958), Apuntes 1914-1916 (1961) y Gramática filosófica (1969). Algunas de sus frases: “Una palabra nueva es como una semilla fresca que se arroja al terreno de la discusión”. “Lo que se deja expresar debe ser dicho de forma clara”. “Imaginar un lenguaje significa imaginar una forma de vida”. “¡No pienses, sino mira!”. “De lo que no se puede hablar hay que callar”. Ludwig Wittgenstein falleció en Cambridge el 29 de abril de 1951, tras negarse a recibir tratamiento contra el cáncer de próstata que padecía.
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Tramposos de la ciencia Archivo
Suicidios, humillaciones, fraudes, sabotajes y chantajes. Algunos investigadores han recurrido a todo tipo de mañas y mentiras para obtener el reconocimiento de sus colegas. La presión ha llevado a biólogos, paleontólogos y físicos a anteponer las malas prácticas por el supuesto bien del conocimiento. Adeline Marcos*
n los años 20, un grupo de sapos parteros —una especie que vive y se reproduce en tierra— fue obligado a vivir en el agua. Según el autor del experimento, las crías se acostumbraron al medio acuático, donde se aparearon. El resultado fue una tercera generación de estos anfibios que ya estaban empezando a desarrollar unas almohadillas negras en sus patas delanteras, un rasgo típico de especies acuáticas. Hasta aquí todo podría parecer un exitoso capítulo de la historia de la ciencia, si no fuera porque el artífice de los experimentos, el biólogo austriaco Paul Kammerer, fue acusado de falsear los resultados inyectando tinta negra a los sapos para simular las almohadillas. Incapaz de defender sus resultados, Kammerer se suicidó en septiembre de 1926. “Nunca pudo haber hecho los experimentos que afirmó haber hecho”, manifiesta Jacques van Alphen, profesor emérito de la Universidad de Ámsterdam y autor de varios estudios que refutan el renovado interés por la labor científica de Kammerer. Tras caer en descrédito, los hallazgos del biólogo, nacido en 1880 e hijo de un fabricante de instrumentos científicos, volvieron a ver la luz con un libro del periodista Arthur Koestler de 1971 en el que se sugería no solo que Kammerer fue víctima de una conspiración antisemita, sino que en realidad fue un científico adelantado a su tiempo. De hecho, el investigador de la Universidad de Chile Alexander Vargas le considera ahora el padre de epigenética, la ciencia que estudia cómo los cambios en el ambiente imprimen alteraciones en los individuos. “La evidencia del papel de la epigenética en la evolución es escasa o inexistente. Si Vargas tuviera razón, Kammerer también habría sido la primera persona en proporcionar esa evidencia”, dicen Alphen y Jan W. Arntzen, del Naturalis Biodiversity Center, en un
El biólogo austriaco Paul Kammerer fue un apasionado de la zoología.
Cortesía: Universidad de Chile
A la izquierda, Kammerer. A la derecha, arriba, los dedos de un sapo partero de agua. A la derecha, abajo, un esquema del animal tomado de una publicación de Kammerer.
estudio publicado recientemente en la revista Contributions to Zoology.
Resultados antes que evidencias
Kammerer, licenciado en biología en la Universidad de Viena, centró sus trabajos en alterar la reproducción y el desarrollo de lagartos, anfibios y otros animales. Fue contratado en su universidad siendo aún un estudiante. Eso pudo hacer que el joven se sintiera presionado para producir buena ciencia porque tanto sus directores como sus colegas de la Estación de Investigación Biológica, eran
científicos famosos. Hace un siglo, Kammerer, que abogada por el lamarckismo (teoría sobre la evolución adaptada al entorno defendida por Jean-Baptiste Lamarck), publicó sus primeros trabajos. Según él, en dos especies —la salamandra y el sapo partero—, los cambios parecían transmitirse de generación en generación. Hasta 1923, Kammerer trabajó en la institución austriaca y los últimos tres años se dedicó a dar charlas por Europa y Estados Unidos. En 1925 le propusieron una plaza en la Universidad Estatal de Moscú donde se le encomendó la tarea de construir un laboratorio para el departamento de biología.
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Cortesía: Othniel Charles Marsh
Ilustración realizada por Marsh en 1896 de los huesos de un estegosaurio, descrito y nombrado en 1877.
Pero nunca llegó a cumplir esa misión. Sus hallazgos empezaron a ser muy criticados. “Los resultados de sus experimentos invariablemente mostraban que los animales que él estudiaba en su comportamiento reproductivo, color o morfología, parecían de plástico al ser desafiados en ambientes distintos al natural”, señala Alphen en su último trabajo. El investigador revisó los estudios de Kammerer sobre las salamandras comunes y las ciegas, y concluyó que había cometido fraude también en estos estudios. En respuesta a Vargas, Alphen discutió todos los experimentos de Kammerer para evaluar si la epigenética podría explicar los resultados. No sería el único. Otros como Hannes Svardal, de la Universidad de Viena, o Sander Gliboff de la Universidad de Indiana (EE. UU.) también cuestionaron a Vargas y a Kammerer. En 1926, tras inspeccionar al microscopio el último sapo partero macho con almohadillas, el herpetólogo estadounidense Gladwyn Kingsley Noble demostró en Nature que las almohadillas del anfibio habían sido manipuladas con tinta negra, un hecho que el propio Kammerer confirmó a pesar de mantener su inocencia. Pero seis semanas después, el biólogo austriaco, sumido en una gran depresión, se pegó un tiro en un bosque cerca de Viena. “La razón del suicidio solo la conoce el propio Kammerer, pero creo que no le gustó la perspectiva de ir a Moscú y no tenía futuro científico en su propio país o en el resto de Europa”, revela Alphen.
Espionaje, errores y sabotajes
La obsesión de Kammerer por publicar a toda costa no es un caso aislado en la historia. La rivalidad entre equipos de investigación, el afán por los hallazgos y la obstinación por ser los primeros ha enfrentado a muchos científicos.
Un ejemplo fue la lucha que protagonizaron los paleontólogos estadounidenses Edward Drinker Cope y Othniel Charles Marsh en la conocida como Guerra de los Huesos en el siglo XIX. Calumnias, destrucción de yacimientos, hurtos, mentiras y un sinfín de barrabasadas enredaron la labor científica de los descubridores de especies de dinosaurios tan populares como el diplodocus, el alosauro, el estegosaurio o el triceratops. Su enemistad les empujó a describir entre los dos un total de 142 nuevas especies de animales extintos. “La rivalidad creció naturalmente a finales de la década de 1860, cuando ambos eran jóvenes científicos que buscaban formas de hacerse un nombre y de obtener financiación. Ambos eran ricos, aunque el dinero de Marsh provenía principalmente de su tío. La familia de Cope era rica y poseía una línea de buques mercantes”, cuenta Jane P. Davidson, profesora de Historia del Arte en la Universidad de Nevada (EE UU).
Con la cabeza en la cola
Sin duda, el incidente que desencadenó el odio fue en 1868 la restauración incorrecta por parte de Cope del fósil del plesiosaurio Elasmosaurus platyurus, una especie de reptil marino de 14 metros de longitud que vivió hace 80 millones de años. Aunque la principal característica de este animal era un cuello extremadamente largo, Cope, que tenía una idea preconcebida de cómo tenía que ser, situó la cabeza en el extremo equivocado: la cola. El paleontólogo intentó encubrir su error comprando todas las copias de la revista que había publicado su reconstrucción, pero su equivocación le persiguió el resto de su carrera. Y de hecho pudo cometer más deslices, según un estudio. “Marsh se burló de él por eso y desde entonces dejaron de ser amigos”, comenta Davidson. Pero Marsh tampoco fue infalible:
colocó un cráneo equivocado en un cuerpo de apatosaurio y lo describió como un nuevo género, el brontosaurio.
Ser el primero, cueste lo que cueste
A partir de ese momento, la búsqueda de fósiles se convirtió en un asunto personal en el que no faltaron humillaciones y ataques mutuos. Cada uno de los científicos hizo todo lo que pudo para arruinar la credibilidad del otro. “Lo peor que sucedió, aunque no fue totalmente ilegal, fue la destrucción de posibles yacimientos de fósiles por parte de los hombres de Marsh para que los hombres de Cope no pudieran visitarlos”, señala Davidson. El yacimiento al que se hace referencia es el de Como Bluff, que se descubrió con la construcción del Ferrocarril Transcontinental en una zona remota de Wyoming y de cuyo hallazgo fue informado primero Marsh. El investigador envió dinero a los cazadores de huesos para que le encontraran fósiles y se los hicieran llegar lo antes posible. Cuando Cope se enteró, envió ladrones de fósiles al yacimiento para robar muestras. Entre los dos acumularon tantos fósiles que incluso después de sus muertes se siguieron describiendo dinosaurios. De esos hallazgos surgieron el alosaurio, el diplodocus y el estegosaurio. Pero la recogida de huesos estuvo marcada por chantajes, sabotajes y espionaje. “Cuando su pelea llegó a los periódicos, dijeron cosas el uno del otro que hoy hubieran sido calumniosas. Sus amigos estaban bastante avergonzados”, detalla la experta de la Universidad de Nevada, autora del libro The Bone Sharp: The Life of Edward Drinker Cope. Durante 15 años, ambos paleontólogos, que financiaban sus propias expediciones, realizaron búsquedas frenéticas de especímenes
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Versión del Elasmosaurus platyurus reconstruido por Cope, con la cabeza al final de la cola.
Guatemala, viernes 4 de mayo de 2018 Cortesía: Edward Cope
de dinosaurios y otros vertebrados como peces, aves y mamíferos. “Algunas veces había incluso rivalidad por el derecho de nombrar un animal primero”, dice la investigadora. En realidad, a pesar de enviar los nuevos nombres de especies al este del país por telégrafo mientras seguían en el campo, los científicos estaban encontrando y nombrando los mismos animales a la vez. “Lo fundamental para ellos era reivindicar: Soy mejor en ciencia que él, y él es un tonto o algo peor, un plagiario”, subraya Davidson. Fue Marsh con 80 nuevas especies quien terminó ganando la guerra. Pero debido a la enemistad entre los dos, algunos de los errores en la descripción de nuevos dinosaurios que cometieron ambos perduraron durante décadas.
De la gloria al olvido
Casos como los de Kammerer, Cope o Marsh siguen produciéndose en la actualidad. En 2002 se desveló que uno de los científicos más prometedores del siglo, el físico alemán Jan Hendrik Schön, había inventado la mayoría de sus resultados. Con apenas 31 años, parecía el artífice de uno de los mayores descubrimientos en nanotecnología y física de la materia condensada. Gracias a su investigación se crearía un mundo diferente hacia la electrónica orgánica. “Lo más asombroso de Hendrik era que cada cosa que tocaba parecía funcionar”, decía
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Portada de la novela escrita por Jim Ottaviani e ilustrada por la compañía Big Time Attic en 2005.
Paul McEuen, de la Cornell University, en un documental que emitió la cadena británica BBC. Esto se tradujo en un prolífico número de publicaciones. El físico, que fue contratado en 2010 por los prestigiosos Laboratorios Bell en EE. UU., cuna de once premios Nobel, llegó a producir un estudio cada ocho días en promedio. Muchos de ellos se publicaron en revistas como Nature o Science. Dos de ellos tuvieron un importante impacto entre la comunidad científica, ya que se demostró la creación de transistores a partir de moléculas individuales. Fue aquí donde
empezaron las dudas. Cuando Lydia Sohn, ahora investigadora de Ingeniería Mecánica en la Universidad de California en Berkeley, los analizó con detención, notó que los resultados de los experimentos eran idénticos y pensó que Hendrik pudo cometer algún error. Al consultarlo con McEuen, los científicos encontraron un tercer experimento en el que se empleaban los mismos datos. Ya no podía tratarse de una equivocación. Sohn y McEuen, junto a otros científicos que se unieron a ellos, pronto hallaron más resultados duplicados. Tras una investigación de cuatro meses, se concluyó que el físico alemán usó de manera imprudente datos que había inventado deliberadamente. Además, ninguno de sus colegas había presenciado los experimentos y la información original para llegar a sus resultados había sido eliminada por Hendrik, según dijo, porque no contaba con suficiente memoria en su ordenador personal. El niño de oro de la física, cuyo nombre sonaba incluso para el Premio Nobel, fue despedido después de ser acusado de 16 cargos de mala conducta científica. Dos años más tarde, la Universidad de Constance (Alemania), donde se había doctorado, le retiró el título, a pesar de no haber encontrado indicios de haber manipulado su propia tesis. En octubre de 2002, la revista Science retiró ocho artículos escritos por Hendrik. Nature lo hizo en marzo de 2003 con otros siete. Fuera cual fuera la motivación de estos científicos para mentir, falsificar o engañar, no llegaron a alcanzar el prestigio que tanto anhelaban. En su lugar terminaron cayendo en descrédito. La integridad es la que ennoblece el trabajo, también en ciencia. *Sinc
Cortesía: John Ostrom/Peabody Museum
El paleontólogo Othniel Charles Marsh (en medio en la fila superior) posando junto a los hombres que excavaban los fósiles.
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Gavetas
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Hemeroteca del Diario de Centro América
Breviario del café
DCA, 16 de marzo de 1935.El nombre proviene del turco kahvé (bebida), que a su vez se deriva del árabe hahwa. Según otra opinión, fue la provincia Kaffa, en Abisinia, la que dio nombre a esta bebida. Se sabe que el primer lugar donde se cultivó extensamente fue en Yemen. El médico árabe Rhazes hace la primera referencia literaria conocida al grano y Ed-el-Khadir publicó un folleto sobre su preparación en 1587. En occidente, la revista inglesa Linshotea se refiere al café en 1598 y fue un sabio veneciano que visitó Constantinopla en 1673 quien lo llevó a Europa. En Suecia lo introdujo el rey Carlos XII luego de una larga permanencia en Turquía, mientras que a Francia llegó comercialmente mediante el enviado extraordinario turco Solimán Agaen en 1669. A Estados Unidos se estima que llegó alrededor de 1768, gracias a los colonos holandeses, aunque también se afirma que el capitán John Smith lo llevó desde Constantinopla. También se supone que el primer embarque a Europa se hizo en 1640, desde Arabia a Amsterdam. Por otra parte, los primeros locales especializados de los que se tiene noticia fueron abiertos en Constantinopla en 1565, en Venecia en 1745, en Londres en 1645 y en Oxford en 1650.
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Reporte en V
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Educación Ambiental:
una respuesta a la crisis Las relaciones entre educación y ambiente no son nuevas, sin embargo, la novedad que aporta la educación ambiental es que el ambiente, además de ser un campo educativo, contenido a estudiar o recurso didáctico, aparece con entidad suficiente como para constituírse en finalidad y objeto de la educación. Ecoportal esde siempre la especie humana ha interactuado con el medio y lo ha modificado. En ese sentido, los problemas ambientales no son nuevos. Sin embargo, lo que hace especialmente preocupante la situación actual es la aceleración de esas modificaciones, su carácter masivo y la universalidad de sus consecuencias. Los problemas ambientales ya no aparecen como independientes unos de otros sino que constituyen elementos que se relacionan entre sí configurando una realidad diferente a la simple acumulación de todos ellos. Por ello, hoy en día podemos hablar de algo más que de simples problemas ambientales, pues nos enfrentamos a una auténtica crisis ambiental y la gravedad de esta se manifiesta en su carácter global.
Una respuesta
Desde los 60, cuando se cuestionó el modelo de crecimiento establecido y se denunció el impacto que sobre el entorno producía, los diagnósticos realizados sobre la crisis ambiental han sido numerosos. Poco a poco, el ser humano empieza a realizar una nueva lectura del medio en el que está inmerso, y se abre paso una cosmovisión renovada y una más constructiva percepción de los vínculos entre el ser humano, la sociedad y el medio en que se desenvuelve. En no pocos de los informes y manifiestos que han aparecido a lo largo de estos años se plantea la necesidad de adoptar medidas educativas (entre otras) para frenar el creciente dete-
rioro del planeta. Si los vínculos entre educación y ambiente han sido estrechos desde siempre, la novedad que supone la educación ambiental es que el entorno en el que nos desenvolvemos, posee las características de una entidad que es, en sí misma, la finalidad y el objeto de la educación, como se destacó al principio. De esta forma, aunque sus raíces son antiguas, la educación ambiental, como la entendemos hoy en día, es un concepto relativamente nuevo que pasa a un primer plano a finales de los 60. Estos planteamientos alcanzan rápidamente un reconocimiento institucional. Así, por ejemplo, en el ámbito internacional, ha sido la Organización de las Naciones Unidas, a través de sus organismos (Unesco y Pnuma, fundamentalmente), la principal impulsora de estudios y programas relacionados con la educación ambiental. Sin embargo, no podemos reducir este proceso de desarrollo a su vertiente institucional. Es preciso reconocer el esfuerzo de innumerables entidades, organizaciones de carácter no gubernamental y educadores que han contribuido, a veces de forma anónima, no sólo a la conceptualización de la educación ambiental sino, sobre todo, a su puesta en práctica.
La contaminación del aire y las enfermedades neurodegenerativas han sido vinculadas en estudios científicos recientes.
Funciones
Un propósito fundamental de la educación ambiental es lograr que, tanto los individuos como las colectividades, comprendan la naturaleza compleja de lo ambiental (resultante de la interacción de sus diferentes aspectos: físicos, biológicos, sociales, culturales, económicos, etcétera) y adquieran los conocimientos, los valores y las habilidades prácticas para participar responsable y eficazmente en la prevención y solución de los problemas ambientales y en la gestión de la calidad ambiental. Esta educación resulta clave para comprender las relaciones existentes entre los sistemas naturales y sociales, así como para conseguir una percepción más clara de la importancia de los factores socioculturales en la génesis de los problemas ambientales. En esta línea, debe impulsar la adquisición de la conciencia, los valores y los comportamientos que favorezcan la participación efectiva de la población en el proceso de toma de decisiones. La educación ambiental así entendida puede y debe ser un factor estratégico que incida en el modelo de desarrollo establecido para reorientarlo hacia la sostenibilidad y la equidad. Por lo tanto, la educación ambiental, más que limitarse a un aspecto concreto del proceso educativo, debe convertirse en una base privilegiada para elaborar un nuevo estilo de vida. Ha de ser una práctica educativa abierta a la vida social para que los miembros de la sociedad
participen, según sus posibilidades, en la tarea compleja y solidaria de mejorar las relaciones entre la humanidad y su medio.
Objetivos de la educación ambiental
w Conciencia: Ayudar a las personas y a los grupos sociales a que adquieran mayor sensibilidad y conciencia del medio en general y de los problemas conexos. w Conocimientos: Ayudar a las personas y a los grupos sociales a adquirir una comprensión básica del ambiente en su totalidad, de los problemas conexos y de la presencia y función de la humanidad en él, lo que entraña una responsabilidad crítica.
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La contaminación de ríos y arroyos por químicos se han convertido en uno de los problemas ambientales más graves del siglo XX.
Los vertederos, arrastran los productos tóxicos, y contaminan las aguas subterráneas, que en ocasiones se utilizan para consumo humano y riego. Fotos: Archivo
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La deforestación arrasa bosques y selvas de forma masiva causando un inmenso daño a la calidad de los suelos.
La solidaridad ambiental significa creer que la Tierra no pertenece al ser humano, sino que este pertenece a la Tierra, por lo que debe cuidarla y respetarla.
La educación ambiental promueve valores que contribuyan al uso racional de los recursos naturales.
w Actitudes: Ayudar a las personas y a los
grupos sociales a adquirir valores y un profundo interés por el medio que los impulse a participar activamente en su protección y mejoramiento. w Aptitudes: Ayudar a las personas y a los grupos sociales a adquirir las aptitudes necesarias para resolver los problema ambientales. w Capacidad de evaluación: Ayudar a las personas y a los grupos sociales a evaluar las medidas y los programas de educación ambiental en función de los factores ecológicos, políticos, económicos, sociales, estéticos y educacionales. w Participación: Ayudar a las personas y a los grupos sociales a que desarrollen su sentido de
responsabilidad y a que tomen conciencia de la urgente necesidad de prestar atención a los problemas del medio ambiente, para asegurar que se adopten medidas adecuadas al respecto. (Definidos en el Seminario Internacional de Educación Ambiental de Belgrado. 1975).
Educación y gestión
Previamente ha quedado planteado el carácter estratégico que la educación ambiental tiene en el proceso hacia el desarrollo sostenible. Sin embargo, es evidente que la acción educativa, por sí sola, no es suficiente para responder al reto. “Para contribuir con eficacia a mejorar el ambiente, la acción de la educación debe vincularse con la legislación, las políticas,
las medidas de control y las decisiones que los gobiernos adopten en relación con el ambiente humano”(Unesco). La educación es, a la vez, producto social e instrumento de transformación de la sociedad donde se inserta. Por lo tanto, los sistemas educativos son, al mismo tiempo, agente y resultado de los procesos de cambio social. Ahora bien, si el resto de los agentes sociales no actúa en la dirección del cambio, es muy improbable que el sistema educativo transforme el complejo entramado en el que se asientan las estructuras socioeconómicas, las relaciones de producción e intercambio, las pautas de consumo y, en definitiva, el modelo de desarrollo establecido. Esto implica la necesidad de incluir los programas de educación ambiental en la planificación y en las políticas generales, elaboradas mediante la efectiva participación social. Demasiadas veces se cae en la tentación de realizar acciones atractivas, con una vistosa puesta en escena y grandes movimientos de masas, que no comprometen demasiado ni cuestionan la gestión que se realiza. La educación ambiental debe integrarse con la gestión (“la mejor educación es una buena gestión”) y no ser utilizada como justificación ante las posibles deficiencias de ésta. El reto que tenemos planteado hoy en día es el de favorecer la “transición” hacia la sostenibilidad y la equidad, siendo conscientes de que esta transición requiere profundos cambios económicos, tecnológicos, sociales, políticos, además de educativos. Así pues, aun reconociendo las enormes potencialidades de la Educación Ambiental, no podemos convertirla en una falsa tabla de salvación.
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Contando el tiempo
En 1543, un anciano yacía moribundo en su casa en lo alto de una colina, mirando hacia el desolado mar Báltico. Tenía en sus manos un libro que él mismo había escrito. Recién salido de la imprenta, lo acababa de recibir. Pero había sufrido un derrame cerebral y probablemente ya no podía leerlo. Sus palabras hablaban de revoluciones y una Revolución era lo que iban a desatar.
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Revolución copernicana
Fotos: Archivo
Monumento a Nicolás Copérnico, matemático y astrónomoque formuló la teoría heliocéntrica del sistema solar.
BBC* l título original del libro había sido simplemente De revolutionibus ( Las revoluciones). Pero el impresor alemán le había agregado dos palabras más de aclaración: orbium coelestium y así quedó titulado como Las revoluciones de las esferas celestes. El anciano tenía apenas 70 años, pero para los estándares del siglo XVI era bastante venerable. Era Nicolás Copérnico, un canónigo de la catedral de Frombork, que era —según sus propias palabras— “el rincón más remoto de la Tierra”, ubicado en lo que hoy es la costa polaca. Su interés de toda la vida había sido deducir cómo estaban dispuestos los cielos, el Sol, los planetas y las estrellas. Para ser honestos, no estamos seguros de que a Copérnico haya alcanzado a ver una copia de su libro antes de morir, aunque la leyenda cuenta que le llegó el mismo día de su muerte. Lo que sí sabemos es que su pasión era la astronomía y a eso se había dedicado en Frombork gracias a la seguridad financiera que le daba su trabajo: administrar las propiedades de la catedral. Leyó las obras estándar, especialmente las del antiguo erudito griego Claudio Ptolomeo, que decían que la Tierra estaba estática en el centro del universo, mientras que el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas giraban a su alrededor en varias órbitas complejas, algunos incluso desplazándose hacia adelante y hacia atrás. Eso era, por supuesto, justo lo que la experiencia mostraba: todos los días el Sol se levantaba en el este y viajaba hacia el oeste cruzando el cielo en su órbita celestial.
Copérnico sintió que había algo insatisfactorio
“Empecé a molestarme porque los filósofos no habían descubierto ningún esquema seguro para los movimientos de la maquinaria del mundo, creada para nuestro bien por el mejor y más sistemático Artista de todos”, escribió. Alrededor de 1514, esbozó una disposición diferente de los cielos en un folleto llamado Commentariolus o Pequeño comentario. Lo publicó de forma anónima y circuló sólo entre un pequeño círculo de amigos. Propuso que, en lugar de que la Tierra permanecía quieta mientras las esferas celestes giraban alrededor de ella: “Giramos alrededor del Sol, como cualquier otro planeta”. Esa no era una idea completamente nueva: en el siglo III a.C., el antiguo matemático
griego Aristarco había coqueteado con ella. Pero Copérnico podía respaldarla con cálculos geométricos y tablas de observaciones astronómicas detalladas. Así se habría quedado su hipótesis de no ser por un joven austriaco llamado Georg Joachim Rheticus, profesor de astronomía en la universidad de Wittenberg, quien se enteró de la hipótesis de Copérnico y viajó a Frombork en 1539.
El propósito del viaje de Rheticus era convencerlo de que publicara el gran trabajo que había estado escribiendo sobre un Universo centrado en el Sol o “heliocéntrico”. El libro hizo historia, fue un gran avance y transformó nuestro sentido de lugar en el cosmos. Sin embargo, la revolución que desató, que condujo a la era de la Razón, no fue exactamente ni esa, ni otras que aparentan serlo a primera vista.
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La Tierra tiene tres movimientos: la rotación diaria, la revolución anual, y la inclinación anual de su eje.
mos a Iliffe. “Lo que la Revolución Copernicana hizo fue cuestionar nuestra dependencia de los sentidos: no es suficiente ver que el Sol sale por la mañana y se oculta al atardecer para inferir que la Tierra está inmóvil, por ejemplo”, aclara. “Para astrónomos como Copérnico, Keppler e Isaac Newton, eso demostraba que había una necesidad de una élite de intérpretes racionales que le revelaran a la gente lo que sus sentidos no podían”. De alguna manera la verdadera revolución fue aceptar la intervención de especialistas, pero ¿cuáles? ¿Quién tiene el derecho de pronunciarse sobre el Universo... la Iglesia, los filósofos, los científicos? En el siglo XVI, la astronomía era el arte de predecir dónde aparecerían los pequeños puntos de luz en el cielo nocturno valiéndose de las matemáticas, pero los astrónomos no tenían derecho de decirles a los filósofos y teólogos cómo se construyó realmente el Universo o cuáles fueron sus mecanismos. “Había tres disciplinas en el corazón de la revolución, y todo el mundo era muy consciente de ello: matemáticas, filosofía natural y teología. La teología era de lejos la más importante y la más noble y las matemáticas, la menos importante”, señala Illife. Y agrega: “Copérnico, Kepler, Galileo y Newton —los héroes en esa revolución— estaban diciendo que la jerarquía se pondría de cabeza: las matemáticas serían más importantes que la filosofía natural y, a su vez, la filosofía natural lo sería más de lo que era, pues podría decirle a los encargados de lo divino que había partes de la Biblia que sólo los filósofos naturales podían interpretar. Esa fue una transformación fundamental y fenomenal en la jerarquía de las disciplinas”. Un universo que efectivamente cambió. Esa transformación de las jerarquías es evidente en nuestros días. “¿Quién tiene el derecho a decir cómo es el cosmos? Después de la revolución copernicana, los astrónomos... A ellos les debemos agradecer el saber que el Sol y los planetas son sólo un sistema estelar entre muchos, en una galaxia entre muchas, en un Universo que incluso podría ser uno entre muchos, expandiéndose a un ritmo cada vez mayor”. Si queremos saber sobre la realidad física, sobre las estrellas y los átomos, ahora recurrimos a los científicos, especialmente a los físicos.
¿Filosofía? ¿Para qué? ´ Nicolás Copérnico (en polaco: Mikolaj Kopernik), escribió De revolutionibus después de unos veinticinco años de trabajo.
Más que ciencia contra religión
La lucha entre el universo copernicano y el antiguo Universo ptolemaico no fue una simple cuestión de ciencia contra religión. Al principio ni siquiera fue realmente una pelea en absoluto. Su teoría no atrajo mucha condena religiosa en ese momento. Según todos los informes, De revolutionibus no le preocupaba demasiado a los teólogos ni a los clérigos. No fue puesto en el índice de libros prohibidos de la Inquisición hasta 1616, cuando el apoyo de Galileo Galilei a la teoría heliocéntrica lo hizo polémico. “La hipótesis heliocéntrica no
fue rechazada. En las décadas posteriores a su publicación, la enseñaban en algunas universidades aunque no como la verdad sobre cómo son los cielos. Los profesores podían escoger entre ésta y la geocéntrica, pues ninguna podía ser probada absolutamente”, señala Rob Iliffe, profesor de historia de la ciencia en Oxford. “La acumulación de mejores observaciones, argumentos más plausibles, vacíos encontrados en el cosmos geocéntrico, demostraciones de que el universo heliocéntrico no iba en contra de la Biblia terminó probando abrumadoramente la hipótesis heliocéntrica. Entonces, ¿en qué consistió la Revolución copernicana?, pregunta-
Hoy por hoy, muchos científicos están de acuerdo con Stephen Hawking quien declaró: “La filosofía está muerta”. Y sin embargo... Así como Copérnico exploró cuestiones que estaban en el límite de lo que cualquiera podía observar y probar confiablemente en el siglo XVI, hoy existen fronteras de la física y la cosmología donde la capacidad de poner las teorías a prueba experimental es limitada, o incluso inexistente. Y hay filósofos que argumentan que en esas fronteras,la filosofía todavía puede ayudarnosa descubrir qué ideas tomar en serio. ¿Porqué las leyes y las constantes de la física son como son? ¿Es el tiempo real o una ilusión? ¿Por qué hay algo en vez de nada? No hay manera de estar seguros de que la ciencia alguna vez responderá estas preguntas... y, entre tanto, ese seguirá siendo un universo del que los filósofos no han sido desplazados. *British Broadcasting Company
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Tragaluz
En una época como la nuestra, en la que se bombardea a los científicos con exigencias de rentabilidad, productividad y aplicabilidad, no puede chocar más la defensa de las matemáticas en virtud de su belleza y total inutilidad hecha en 1940 por Godfrey Harold Hardy en su obra Apología de un matemático.
Guatemala, viernes 4 de mayo de 2018
Matem elogio de la
Pablo Francescutti* esde su publicación en 1940, Apología de un matemático, del académico inglés Godfrey Harold Hardy, ha sido reeditado en distintas lenguas con el prefacio de C. P. Snow, conocido por alertar de la brecha entre la ciencia y la cultura humanística. A la edición española de 1999, con prólogo del matemático Miguel de Guzmán, se suma ahora la de la editora Capitán Swing, prologada por el historiador de la ciencia José Manuel Sánchez Ron. Ambas introducciones, que ocupan casi la mitad del libro, entretejen una semblanza del autor, del tiempo que le tocó vivir y de su aportación a la teoría de los números y el análisis matemático. Sánchez Ron glosa el esteticismo de Hardy desde un ángulo epistemológico y explica cómo, tras las complejas ecuaciones de Einstein, la “simplicidad” como marca de calidad matemática fue sustituida por la “belleza”. No olvida situarlo en su medio: el Cambridge de inicios del siglo XX, un cónclave de genios, muchos de ellos homosexuales como al parecer lo era Hardy.
Compañero de equipo
De trazar sus coordenadas individuales se encarga Snow. Pertrechado con el conocimiento que le daba su intimidad con Hardy, traza el vívido retrato de un excéntrico típicamente inglés, capaz de mover cielo y tierra contra la expulsión de Bertrand Russell de Oxford por pacifista, conocido por colgar una gran fotografía de Lenin en su cuarto, y poseído por una pasión por el criquet —deporte que practicaba con destreza— que le llevaba a tirarse horas en
disquisiciones sobre los mejores jugadores y jugadas (de hecho, esta afición común fue la base de su amistad). Snow se explaya sobre el don de Hardy para trabajar en tándem con otros colegas. Nos cuenta que la pareja más célebre de las matemáticas fue la que formó con John Littlewood (más de 100 papers a cuatro manos); una colaboración a la altura de la que mantuvo con el indio Srinivasa Ramanujan, a cuya carrera contribuyó decisivamente (de esa relación habla El hombre que conocía
el infinito, con Jeremy Irons en el papel del académico inglés). Y finaliza evocando sus últimos años, sumido en una creciente depresión insuflada por la inminencia de una nueva guerra, la muerte de amigos y la pérdida de su creatividad. Contra ese fondo crepuscular Hardy escribe su apología. Grosso modo, tres son sus argumentos a favor de las matemáticas puras: 1) Su inutilidad: a Hardy le aburren las matemáticas útiles, las que se aprenden en
iernes
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máticas: a inutilidad
sostiene la irracionalidad de la raíz cuadrada de dos.
Enigma le quitó la razón
De los tres, el primero es el que menos resistió la prueba de los hechos. El primer mentís se lo dio su propio país muy poco después de imprimir este opúsculo, cuando la teoría de los números primos contribuyó al descifrado del llamado código Enigma; hazaña que abrió el camino a las actuales aplicaciones en criptografía. Más recientemente, mecánica cuántica, igual de inútil para Hardy, acabó demostrando su valor práctico. Y, como bien apuntó Guzmán, la llamada ley de Hardy-Weinberg se ha vuelto indispensable para el estudio de múltiples trastornos genéticos. Los impresionantes logros derivados de las matemáticas mueven a preguntarse a santo de qué venía esta apología. Sí, ¿qué diantre empujaba a este profesor de Cambridge a romper semejante lanza por una especialidad que a la mirada actual no necesita justificación?
Gran conflagración
la escuela y se utilizan en ingeniería. Esta declaración no le impide hacer la paradójica afirmación de que las matemáticas puras tienen más contacto con la realidad que la física. 2) Su belleza, nacida de la combinación de un elevado imprevisto, inevitabilidad y economía (quien sepa apreciar la belleza de un problema de ajedrez tendrá un atisbo de lo que Hardy quería decir). Esta cualidad le lleva a equiparar la actividad de sus especialistas a la de un pintor o un poeta, pues, como afirma
categóricamente, “no hay lugar en el mundo para las matemáticas feas”. 3) Su inmortalidad: son las grandes creaciones matemáticas, como las ideadas por babilonios y griegos, las que permanecen inmutables en la memoria de la humanidad. Y para dejar claro qué entiende por un resultado matemático ejemplar, capaz de soportar el paso del tiempo sin la menor arruga, utiliza como pieza de demostración dos teoremas accesibles al lector lego: el que demuestra la infinitud de los números primos y el que
A buen seguro, en su resolución pesaban factores personales: tenía 62 años, el día de su jubilación se aproximaba y un ánimo depresivo, nutrido en parte por la certeza de que sus mejores años habían quedado atrás, le dictó la necesidad de justificar su vida ante los demás. También influiría la coyuntura: la inminencia de una nueva gran conflagración que, como en la Primera Guerra Mundial, enrolaría la ciencia y la técnica al servicio de la destrucción masiva. Contra este panorama, su atrincheramiento en la investigación básica (“más pura”, diría Hardy) se antoja una reacción defensiva. Una reacción perfectamente comprensible en estos tiempos mercantilistas, en los que las universidades y centros de investigación son presionados para que desechen las disciplinas y áreas “poco rentables” y se concentren en las pesquisas aplicadas. Bien escrita, distribuida en capítulos cortos de una expresión casi aforística, esta peculiar autobiografía fue considerada por Graham Greene “la mejor narración de lo que significa ser un artista creativo” junto con los cuadernos de Henry James. Una obra recomendable a todo quien desee seguir una carrera en matemáticas, y también a quien, sin tener una vocación por los números, sienta interés por asomarse a la mente de un egregio habitante de ese mundo de las formas puras, que con estas orgullosas palabras resumió su trayectoria: “Nunca he hecho nada útil”.
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Ventanas
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Un consorcio internacional de científicos quiere secuenciar, catalogar y analizar los genomas de todas las especies eucariotas conocidas de la Tierra; es decir, todos los animales y plantas salvo las bacterias y las arqueas. El Proyecto Earth BioGenoma tiene un objetivo: preservar la biodiversidad del planeta. Hasta ahora, los científicos han secuenciado menos de 15 mil especies, la mayoría de ellas microbios.
Catálogo gen
SINC os expertos estiman que en la Tierra hay entre 10 y 15 millones de especies eucariotas de plantas, animales y hongos, pero la mayoría son un misterio. Solo 2.3 millones de especies son realmente conocidas. Para saber más sobre la biodiversidad de la Tierra y fomentar la conservación de especies, un equipo internacional de científicos proponen en la revista PNAS una iniciativa masiva: el Proyecto Earth BioGenome. “Por primera vez en la historia es posible secuenciar de forma eficaz los genomas de todas las especies conocidas y utilizar la genómica para ayudar a descubrir el 80 o 90% restante de las especies que actualmente están ocultas a la ciencia”, dicen los autores, de más de 30 centros de investigación de todo el mundo. El proyecto pretende secuenciar, catalogar y analizar los genomas de todas las especies eucariotas (salvo bacterias y arqueas), una tarea que según los expertos se podrá completar en diez años con un presupuesto de 4 mil 700 millones de dólares americanos y que requerirá una capacidad de almacenamiento digital de 200 petabytes.
El ambicioso proyecto busca recabar la cuantiosa información genética con propósitps de preser
Garrapatas y dinosaurios Científicos de varios centros españoles, han analizado una pieza de ámbar hallada en Birmania que contenía un ejemplar de Cornupalpatum burmanicum, una especie ya extinta de garrapata que vivió hace 100 millones de años, durante el Cretácico, y plumas que pertenecían a dinosaurios terópodos. “Este descubrimiento es muy significativo porque es muy difícil encontrar fósiles de parásitos chupadores de sangre en asociación directa con los restos de su hospedador. Además, este espécimen de parásito hematófago es el más antiguo conocido hasta ahora y testimonia la relación de parasitismo entre artrópodos y vertebrados”, explica Xavier Delclòs, coautor del trabajo publicado en Nature Communications .
“Las garrapatas son parásitos que chupan la sangre, y pueden afectar la salud de los seres humanos, el ganado, los animales domésticos y la fauna silvestre”. Sin embargo, “hasta la actualidad no había evidencia científica sobre su papel a lo largo de la evolución”. Además, la corta vida de la compleja molécula de ADN ha hecho imposible recuperar el material genético del dinosaurio, lo que se lograría gracias a una sofisticada técnica que ha inspirado películas de éxito sobre el resurgimiento de los grandes protagonistas de la Era Secundaria en la Tierra. El descubrimiento de plumas en el registro fósil no es frecuente, pero se han encontrado restos bien identificados en yacimientos de todo el mundo. “El registro fósil nos dice que
las plumas como las que se han estudiado ya estaban presentes en una amplia gama de dinosaurios terópodos, un grupo que incluía desde formas terrestres sin capacidad de vuelo hasta dinosaurios parecidos a pájaros y capaces de volar”, señala Ricardo Pérez de la Fuente, científico en el Oxford University Museum of Natural History (Reino Unido). “A pesar de no poder saber con certeza a qué tipo de dinosaurio con plumas estaba parasitando la garrapata, la datación del ámbar birmano del Cretácico medio nos confirma que la pluma no pertenecía a las aves modernas, ya que estas aparecieron mucho más tarde en la evolución de los terópodos, de acuerdo con la evidencia fósil y molecular actual”, concluye Pérez de la Fuente.
Viernes
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Fotos: Archivo
“El Proyecto Earth BioGenome nos dará una idea de la historia y la diversidad de la vida y nos ayudará a comprender mejor cómo conservarla”, recalca Gene Robinson, líder de la iniciativa y profesor de entomología y director del Instituto Carl R. Woese de Biología Genómica en la Universidad de Illinois (EE. UU.). La propuesta, descrita en un documento en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias, exigirá la cooperación de gobiernos, científicos, ciudadanos y estudiantes de todo el mundo. Los autores la comparan con el Proyecto Genoma Humano, una iniciativa de investigación científica internacional que se desarrolló de 1990 a 2006, que implicó a 47 mil personas y que costó aproximadamente 4 mil 800 millones en dólares de hoy. También es similar el Proyecto Earth Microbiome, que ha contado con el apoyo de más de 500 científicos para secuenciar genomas de bacterias y arqueas en todo el mundo. “La genómica ha ayudado a desarrollar nuevos medicamentos y nuevas fuentes de energía renovable, alimentar a una población en crecimiento, proteger el ambiente y apoyar la supervivencia y el bienestar humanos”, apunta Robinson.
Una tecnología cada vez más accesible
Hasta ahora, los científicos han secuenciado de manera parcial o completa menos de 15 mil especies, la mayoría de ellas microbios, pero el costo de la secuenciación del genoma ha disminuido a alrededor de mil dólares para un genoma de vertebrados de tamaño medio y se espera que continúe reduciéndose. Además, cada vez se acelera más el proceso de recopilación y análisis de datos a través de diferentes iniciativas. “El Proyecto Earth BioGenome hará uso de los recursos e instituciones existentes cuya
misión es conservar la biodiversidad mundial”, subraya Robinson. Un ejemplo son las colecciones de jardines botánicos del planeta que contienen más de un tercio de todas las especies de plantas. El proyecto apoyará y promoverá además protocolos internacionales para el almacenamiento y el intercambio de datos. Un consejo de coordinación con miembros de África, Australia, Brasil, Canadá, China, la Unión Europea y EE. UU. encabezará una red mundial de colaboradores y contará con representantes de varios proyectos actuales de genómica a gran escala, como la Red Global de Biodiversidad del Genoma, la Alianza Mundial de Genética de Invertebrados, la Iniciativa i5K para la Secuencia de 5 mil Genomas de Artrópodos y el Proyecto Genoma 10K. “El legado más importante de este proyecto será una biblioteca de la vida digital y completa que guiará los descubrimientos para las generaciones futuras”, concluye el experto.
Las futuras generaciones podrán contar con una megabiblioteca que registre y documente las más diversas formas de vida del planeta.
Bacterias “pesadilla” Como “bacteria pesadilla” han bautizado los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos a las enterobacterias resistentes a los carbapenemas o ERC. Se trata de microbios que poseen una habilidad única de diseminarse y compartir con otras bacterias sanas su resistenciaa los antibióticos más potentes disponibles actualmente. Las bacterias resistentes a los antibióticos, que provocan infecciones que son muy difíciles de tratar, se han convertido ya en un problema común en la medicina. Según los CDC más de 2 millones de estadounidenses contraen infecciones resistentes a los antibióticos cada año y 23 mil mueren a causa de estas infecciones. Pero ahora, dentro de la familia de superbacterias resistentes
a antibióticos ha surgido un tipo de microbio que tiene particularmente preocupados a los científicos: las ERC o bacterias pesadilla. La preocupación es porque las ERC no sólo son resistentes a los carbapenemas, que son los antibióticos más potentes que están disponibles actualmente, sino también provocan infecciones altamente letales. En un reciente informe, los CDC indicaron que descubrieron más de 200 genes resistentes a antibióticos en muestras de “bacteria pesadilla” que analizaron en 2017. “Me sorprendieron los números que encontramos. Fueron más de lo que esperábamos”, declaró la doctora Anne Schuchat, subdirectora del organismo.“Y no es un problema de uno o dos estados” agregó. Explicó que estos genes “raros” fueron descubiertos en aislados bacterianos en 27
estados del país en muestras de infecciones que incluían neumonía, infecciones de la sangre y del tracto urinario. Los investigadores analizaron 5 mil 776 aislados de gérmenes resistentes a antibióticos en establecimientos como hospitales y asilos y encontraron que uno de cada cuatro de estos microbios tenía un gen que les permitía propagar su resistencia a otras bacterias sanas. Asimismo descubrieron que 221 de los aislados contenían un “gen de resistencia especialmente raro”. Durante un análisis de seguimiento encontraron que casi uno de cada 10 contactos del paciente también daba positivo. “Esto significa que la inusual resistencia se había propagado a otros pacientes y podía seguirse extendiendo si no se le hubiera detectado”, explicó Schuchat.