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MANEJO DE CULTIVO Oportunidades y desafíos para la cadena del maíz

Gastón Fernández Palma. Presidente de MAIZAR. Asociación Maíz y Sorgo Argentino.

Oportunidades y desafíos para la cadena del maíz

La actividad más desafiante en la actualidad para promover el desarrollo de la cadena del maíz está en potenciar la comunicación y generar puntos de contacto e interacción, entre quienes compiten en un mismo eslabón y con el sector público.

Palabras Claves:

Maíz, Cadena De Valor, Biotecnología, MAIZAR, Estado.

En los últimos años el maíz pasó de ser un grano excedentario en el comercio mundial a ser el recurso renovable más valioso. Esto se dio como consecuencia del crecimiento que viene mostrando a nivel mundial la transformación de maíz por parte de las distintas industrias que separan sus componentes, como las moliendas húmeda y seca, el bioetanol y las industrias vinculadas con la nueva bioeconomía como el biogás.

Este contexto de gran demanda viene otorgando grandes posibilidades a los países en desarrollo como Argentina, que tienen como base a las cadenas agroindustriales. La sustitución de las fuentes de energías fósiles por renovables y la mejora en la dieta de los países más pobres, se organiza a nivel mundial a partir de la cadena del maíz, prioritaria en las estrategias de desarrollo de los países por su capacidad para generar empleo, inversión, desarrollo regional y por las innumerables oportunidades sostenibles de crecimiento que ofrece. La producción agroindustrial moderna tiene una gran capacidad para resolver ciertos problemas sociales como la falta de empleo, pero también ha evolucionado hacia un mejor cuidado del ambiente, disminuyendo las emisiones de gases de efecto invernadero o utilizando productos con menor impacto ambiental.

Sin embargo, cada oportunidad viene acompañada de una serie de amenazas que nos exigen estar correctamente preparados, capacitados y organizados. Los desafíos son cada vez mayores y para enfrentarlos necesitamos estar unidos hacia adentro, pero también desarrollar nuevas alianzas. Con este objetivo, en 2013 presentamos la Alianza Internacional de Maíz, MAIZALL, junto con nuestras contrapartes de Brasil (Abramilho) y Estados Unidos (US Grains Council y National Corn Growers Association). El trabajo que estamos desarrollando desde este espacio es muy importante dado que las barreras al comercio y los argumentos en contra del uso de la tecnología moderna para la producción de grano de maíz y los productos de su transformación, son cada vez más significativos y basados en justificaciones cada vez más complejas como el principio precautorio, la teoría del cambio en el uso de la tierra o el etiquetado, entre otras, que se intentan fundamentar con argumentos ambientalistas que en la mayoría de los casos no tienen sustento científico alguno.

Hacia adentro vemos que la economía argentina comienza a mostrar altos niveles de inflación, diferentes tipos de cambio o escasez de divisas en el mercado interno, elevada carga fiscal, barreras a las exportaciones, entre otras dificultades. Esto implica un gran desafío para nuestro sector y para nuestra cadena de valor, que tiene una gran capacidad para generar divisas, exportaciones y empleo, pero al mismo tiempo un gran reto para convencer, a quienes toman y ejecutan las decisiones y a nuestros conciudadanos, del valor que tienen las actividades que desarrollamos.

Hace algún tiempo comenzamos a ver un ataque coordinado desde distintos ángulos contra las cadenas de valor agroalimentarias. Las cadenas que producen, transforman y exportan la producción agropecuaria, generando un gran aporte al país y al mundo, están siendo difamadas por grupos, que si bien son minúsculos, cuentan con un apoyo nacional e internacional no menor. Están agrediendo los agronegocios, las buenas prácticas agrícolas, la siembra directa, el uso de fitosanitarios, la biotecnología, la seguridad jurídica de las agroempresas, etc. Pero, a no dudar, esto es solo la cara visible del ataque; en realidad se intenta derribar la institucionalidad, la Constitución, las libertades individuales, el sistema republicano y como objetivo final la propiedad privada en todos sus aspectos.

Evitar confrontar con estos grupos anti ciencia y adoptar una actitud pasiva y netamente defensiva frente a estos ataques es un error que la historia mostrará como grave e irrecuperable. La biotecnología y la agricultura moderna tienen una enorme cantidad de fortalezas que no estamos defendiendo adecuadamente. Para revertir esto es fundamental que desarrollemos un mensaje generalista, simple, llano y verdadero, para lo cual el esfuerzo conjunto resulta imprescindible. Esta batalla no se va a ganar jugando con la información entre nosotros, por técnica y precisa que fuera. Asumir una actitud mezquina o corporativa tampoco es la mejor estrategia. Cada uno de los sectores involucrados, de acuerdo a sus posibilidades, debería asumir su compromiso sin mirar lo que hace el resto. Estamos convencidos que es fundamental mejorar el diálogo y mostrar a toda la sociedad cómo fue, es y será posible proveer de alimentos, no solo a la ciudadanos de nuestro país, sino a gran parte de los habitantes del planeta, sin comprometer la sostenibilidad ambiental y a la vez generando empleo y desarrollo regional.

Cuando estos activistas traen sus ideologías desde otras partes del mundo, buscan atacar nuestra identidad y nuestro arraigo a las actividades que hacen prosperar y desarrollarse a nuestro país y a otros; a las bases de nuestro sistema educativo que albergó a tres premios Nobel en ciencias y a los cimientos de la actividad que nos une con nuestro pasado pre hispánico: la agricultura del maíz. Este conocimiento científico sigue avanzando y hoy tiene en la biotecnología uno de los caminos que nos une con el futuro. En los países que la han adoptado, la biotecnología impulsó el rendimiento y la calidad de los granos, redujo la intensidad de aplicación de sustancias químicas y fertilizantes, conservó la tierra, el contenido orgánico y la humedad, y mejoró los ingresos de los productores.

Desconocemos por qué estos activistas disponen de tantos recursos económicos y qué intereses buscan quienes los financian y los manipulan. Sin embargo, como argentinos debemos evitar caer en la trampa de creer que este tipo de ataques externos persigue nuestro bienestar. Estos ataques a nuestra forma de producir, de cuidar nuestros suelos y nuestras familias no traen ninguna solución a nuestros problemas ni tienen ninguna posibilidad de mejorar el futuro de nuestro país. Por el contrario, si las pocas actividades económicas de la Argentina que generan empleo, investigación científica y prosperidad son atacadas y destruidas, ¿qué haremos después?

Las denuncias de estos activistas intentan arraigarse en nuestra empatía y nuestros miedos, sin importarles el esfuerzo que hacemos la mayoría de los argentinos por tener un empleo mejor y poder progresar buscando alternativas mejores para producir lo que el mundo requiere. La cadena del maíz argentino es un ejemplo de cientos de miles de argentinos que buscan un camino mejor, desde los científicos que investigan la genética del maíz y la aplican a través de la biotecnología y otras tecnologías, hasta quienes venden un choclo, un bife o una gaseosa en un comercio. Pasando por los profesores y maestros que forman a los futuros profesionales y por los técnicos u operarios para ocupar cada uno de los puestos de trabajo que se podrían seguir creando.

Nuestro país carece de una política agropecuaria consensuada. El sector privado por razones varias (política de inversiones, dificultades cambiarias, falta de seguridad jurídica, medidas fiscales inconducentes

y contradictorias, entre otras), no está en condiciones de aportar capacidad creativa. A su vez, el sector público parece correr detrás de la mecánica de los mercados, urgido por necesidades presupuestarias que nada tienen que ver con las pautas técnicas que el mismo Gobierno, con la colaboración privada, esbozará al plantear el Plan Estratégico Agropecuario, que hoy parece lejano y ausente. Por lo tanto, resulta fundamental proseguir desarrollando estrategias y acciones, coordinadas y consensuadas entre ambos sectores, para superar las barreras que se interponen al desarrollo en todo su potencial de esta cadena de valor. Barreras internas y externas que aun existen para el corto, mediano y largo plazo y que necesitan de políticas activas y claras para potenciar nuestros cultivos.

La actividad más desafiante en la actualidad para promover el desarrollo de la cadena del maíz está en potenciar la comunicación y generar puntos de contacto e interacción, entre quienes compiten en un mismo eslabón, entre eslabones, y con el sector público. La capacidad de escuchar y expresar crea un espacio de negociación indispensable para el entendimiento de los intereses y las necesidades del otro y es fundamental para fomentar el espíritu emprendedor, la confianza y la búsqueda incesante de competitividad a través del aprendizaje continuo.

El desarrollo de las naciones tiene su base más firme en la inversión del sector agropecuario. Una economía sana, con una agricultura exitosa, establece siempre una interrelación entre desarrollo agrícola y desarrollo económico. Es obvio entonces que este desarrollo depende del diseño y la aplicación de una política de Estado que asuma como estratégica la inversión integral en la cadena del maíz, para que sus integrantes sean percibidos como lo que son: aportantes fundamentales a la riqueza y fortaleza del país.

El maíz, cultivo maravilloso, Carbono 4, que mejora la asimilación del CO2 atmosférico, que potenciado con la biotecnología y las buenas prácticas agrícolas es madre parturienta de suelos fértiles, conservados para las generaciones futuras, está pasando hoy por una crisis formidable. Es clave revisar la presión fiscal a nivel provincial y nacional a la que está sometida la producción de maíz. Además, el normal y transparente funcionamiento de los mercados, sin cupos ni limitaciones que afecten la competencia entre los distintos actores y la eliminación de los derechos de exportación aplicados al maíz y a todos los productos de la cadena, es fundamental para lograr la expansión del cultivo, aumentando sensiblemente la generación de valor agregado y riqueza en el interior del país, a través de su desarrollo en zonas de menor productividad. El combate contra la inflación es también un deber ineludible.

La cadena del maíz constituye un pilar fundamental para el progreso de Argentina por su contribución positiva a la actividad económica y las exportaciones, y por el significativo impacto que tiene sobre la generación de empleo, los ingresos fiscales y la sostenibilidad del sistema productivo. Según un estudio realizado por FADA, la cadena de valor del maíz es una de las que tienen un mejor índice de empleo/ superficie, con 11 puestos de empleo cada 100 hectáreas cultivadas. De esta manera, si se toman el empleo directo e indirecto generado en la cadena propia del maíz (semilla, cultivo, molienda, transporte, etc.) y el de la cadena derivada (cría de ganado, producción de leche, matanza, lácteos, etc.), la cadena completa del maíz genera el 2,8% del empleo nacional, equivalente a 450.000 personas. Al mismo tiempo genera el 1,6% del PIB, el 2,4% de la recaudación fiscal, el 6,1% de las exportaciones y representa una parte esencial de la sustentabilidad del sistema productivo agrícola. Más allá de estos indicadores, el cultivo cuenta con un gran potencial para incrementar sus aportes y, de esta manera, impulsar el desarrollo de Argentina.

Es así que la única manera de aumentar nuestra contribución a la sociedad es generando riqueza a partir del incremento en la producción de maíz y su creciente cantidad de subproductos alimentarios y energéticos, cuya demanda crece exponencialmente. Sin embargo, la concreción de tales objetivos es una tarea que requiere sinergia entre los actores del sector privado y de un Estado que actúe como motor de las iniciativas privadas, con políticas que incentiven la producción, desarrollen las industrias que utilizan nuestros insumos, ayuden a abrir mercados y estimulen la complementación agroindustrial.

MAIZAR tiene como objetivo primario la consolidación y unificación de todos los actores que integran la cadena del maíz y del sorgo, desde la tecnología del cultivo y su producción como grano, hasta su industrialización más tecnificada. Es clave contar con la dedicación y el compromiso de todos los sectores para fijar metas comunes que sean la base de nuestros planes de acción. Nuestra estrategia basada en relaciones nos permite alcanzar una visión unificada e integradora y accionar sobre la base de una perspectiva compartida por todos los actores comprometidos con el desarrollo. Este ejercicio de trabajo no es una gimnasia fácil, requiere mucho tiempo y esfuerzo armonizar los intereses de los diversos sectores. Pero vale la pena, porque es la única actitud que hace posible un desarrollo armónico. La propuesta implica acabar con la pequeña discusión de intereses sectoriales y mirar para y con el conjunto. Tenemos que fortalecer nuestras instituciones, volver a pensar en el largo plazo y continuar con el diálogo y la búsqueda de consensos, tanto entre los diferentes sectores de la economía como entre el sector privado y el público. Es hora de enfrentar la realidad y lograr en el presente las promesas del futuro.

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