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VESTIGIOS ARQUEOASTRONÓMICOS EN EL NEVADO DE TOLUCA Y SU RELACIÓN CON TEOTENANGO
POR: TCHAIKOVSKY GARDUÑO BECERRIL
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Antecedentes
Es la cuarta montaña más alta de México (4,680 msnm), está ubicada a 23 km al suroeste de Toluca y a 80 km al suroeste de la CDMX.
A pesar de no presentar actividad volcánica perceptible, siempre ha llamado la atención por su imponente apariencia y morfología. En su cráter hay dos lagunas de agua dulce conocidas como la del Sol y la de la Luna.
Los nombres de la montaña
También se le conoce a esta montaña con el nombre de Xinantécatl, nombre de raíz náhuatl. Este nombre como toponimia ha causado problemas para determinar su origen y su significado desde el punto de vista etimológico, se ha pensado que tiene alguna derivación de Tzinacantécatl, gentilicio del poblado cercano Zinacantepec (“Cerro de los murciélagos”). Cabe mencionar que la terminación tecatl está asociada a nombre de montañas como Poyauhtécatl (un nombre antiguo del Pico de Orizaba), Tepoztécatl (el conocido “Tepozteco” del valle de Cuernavaca), entre otros.
Su nombre antiguo en lengua náhuatl es Chicnauhtécatl (“Habitante del Chicnauhtlan o habitante de los nueve”), es la voz más próxima que se conoce a lo que probablemente fue el topónimo náhuatl prehispánico del Nevado de Toluca.
Para entender esta toponimia es necesario mencionar que los antiguos mesoamericanos concebían el cosmos dividido en tres niveles; uno celeste, en donde moraban deidades de carácter solar e ígneo, con dominio de las fuerzas secas y calientes; el inframundo, donde se encontraban seres sagrados vinculados con la tierra y el agua y donde radicaban las fuerzas frías; la superficie esta visión el inframundo contaba con nueve lugares o niveles y estaba regido por Tláloc, dios del agua.
El Chicnauhtécatl, “el habitante de los nueve”, sería entonces una advocación del dios Tláloc, señor del ámbito acuático inframundano, pero personificado en el Nevado de Toluca,
Sitio de veneración prehispánica
El culto a los cerros, la tierra, la lluvia y el mar constituía un importante fundamento de la cosmovisión mesoamericana y su proyección en el paisaje. Se trata en la América Antigua de una tradición muy diferente a la actitud occidental hacía el ambiente natural y sus manifestaciones. En Mesoamérica “la naturaleza" fue interpretada en términos propios de esta tradición cultural, y una característica fundamental de esta última era que no separaba al hombre de su entorno natural. Mejor dicho, se establecía conceptualmente una profunda unión e integración del hombre para con la naturaleza.
Las lagunas del Sol y de la Luna son dos múltiples sitios con vestigios culturales sumergidos en aguas interiores con que cuenta México. Estas lagunas eran frecuentadas por los sacerdotes prehispánicos en peregrinaciones del culto a las montañas y de petición de lluvias.
El grupo étnico que habitó la región del Valle de Toluca fue el de los matlazincas, quienes se asentaron tanto en dicho valle como en parte de la zona tarasca de la Michoacán.
Entre los sitios ceremoniales más importantes para los matlazincas del Valle de Toluca estaban las lagunas del Sol y de la Luna, en las que hacían ofrendas a Tláloc, deidad de la lluvia. Estas ofrendas constaban principalmente de conos de copal, vasijas de cerámica (algunas con representaciones de la deidad), cuentas de piedra dura y rayos ceremoniales de madera.
Arqueoastronomía en el Nevado de Toluca
Cabe mencionar que en la actualidad los telescopios más potentes son instalados en las partes más altas de una región, dado que las montañas son un buen lugar para evitar distorsiones atmosféricas que afectan la visibilidad del cielo. Los astrónomos en el Valle de Toluca eligieron el Nevado de Toluca para instalarse, para observar los astros y fenómenos naturales. Como evidencia de estas actividades en el Nevado, en 1961 se descubrió en el cráter norte una estela sol.
Cabe mencionar que desde Teotenango, el Pico del Fraile (la cima mayor del Nevado de Toluca) coincide con la puesta del Sol durante el equinoccio y con la cima del cerro Putla en el atardecer solsticio de verano. Estas líneas vienen al caso, pues subrayan la relación entre la estela, Teotenango y la montaña donde la metáfora del declive cobra sentido con la muerte del Sol labrada en piedra. Dentro de la iconografía de la estela, la parte central no es una estrella, sino la representación del sol. En revisión con similitudes con algunos códices, la estela representaría al Sol cercano a la Tierra, la frontera entre la luz y las tinieblas, la puesta del durante el ocaso y como el uso de la propia montaña como un marcador de horizonte. Las estelas tenían funciones relacionadas con el calendario y la astronomía; se empleaban como marcadores o como puntos de observación y mantenían una memoria colectiva de una estructura de larga duración que, como una información pasiva, se reactivaba cuando entraba en relación con el paisaje circundante. Para el caso del Nevado de Toluca, cálculos astronómicos señalaron el alineamiento de El Mirador con los los Picos Heilprin y la ausencia de sombra lateral en la estela al mediodía (paso cenital). De esta manera, la estela funcionó no sólo como marcador, sino también como un gnomon.
Es de resaltar que el lugar la estela fue localizada en el borde interior del cráter. Por el estado en que se hallaba se ha deducido que primero fue quebrada y arrojada a la pendiente, separándola del punto original en donde se realizaba la observación. Con el hecho de no estar en su posición original desde tiempos remotos, sugiere que fue realizado premeditadamente debido a disputas locales o que quizás durante la Colonia, el celo religioso de los evangelizadores haya sido la causa de la destrucción de la estela.
Con los estudios recientes se ha propuesto que el lugar en donde originalmente estuvo la estela fue a 80 metros (99º45’14.7" W, 19º06’47.2’’ N, a 4335 msnm) del lugar en donde fue hallada, en este sitio los antiguos astrónomos lograron al articular dos sucesos para un mismo día: la salida del Sol entre
Se puede concluir que la elección de la construcción de Teotenango fue determinado por la orientación, misma que permitía computar el tiempo y fijar las fechas del ciclo agrícola anual tomando como referencia y marcadores de horizonte el Nevado de Toluca y el Cerro Putla.
Con la introducción del calendario cristiano después de la Conquista de México, los marcadores de horizonte perdieron su razón de ser. El observatorio solar en el majestuoso volcán fue olvidado, pero quedaron las pirámides mirando a la montaña.
Referencias:
Arqueología Mexicana. Arqueología subacuática en océanos, lagos y cenotes: Vol. XVIII. (Septiembre octubre 2010). Raíces
Arqueología Mexicana. El Valle de Toluca: Vol. VIII. (Mayo junio 2000). Raíces
Arqueología Mexicana. Los volcanes de México: Vol. XVI. (Enero febrero 2009). Raíces
Tchaikovsky Garduño Becerril
Ingeniero Civil. Constructor con enfoque sustentable mediante diseño bioclimático, uso de energía renovable y manejo integral del agua. Astrónomo aficionado y socio de la AAVAT.
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