October 2019 / Issue 10 / Volume 2
DESERTORES
LOS
DESERTORES Arthur Rimbaud es el desertor por excelencia: luego de haber escrito una obra maestro, abandonó la poesía a los 19 años para emprender un viaje a África y Europa. En vida, sus méritos literarios no fueron reconocidos pero, con el tiempo, se abrieron paso entre las nuevas generaciones. Fue crítico de la poesía romántica parnasiana y alababa la poesía de Charles Baudelaire, a quien calificó de “un dios, el rey de los poetas”. En las “Cartas del vidente”, expone su famosa teoría sobre la poesía bajo el lema “Yo es otro”. En ellas señala que el poeta debe hacerse vidente, y que la única forma de lograrlo es por un “largo, inmenso y racional desarreglo de todos los sentidos”. Según Rimbaud, el poeta debe vivirlo todo, sufrirlo todo, para así poder convertirse en un “alquimista” de las palabras y hallar la perfección máxima en la poesía.
La única que obra que publicó él mismo, Una temporada en el infierno, es una de las pioneras del simbolismo moderno; allí incluyó una descripción sobre su relación amorosa con Paul Verlaine. En 1875 abandonó la escritura y optó por una vida estable de trabajo, aburrido ya de su salvaje vida anterior.
DESERTORES JUAN RULFO Juan Rulfo fue un escritor, guionista fotógrafo mexicano. Su reputación radica en los dos libros que publicó en vida: El Llano en llamas, compuesto por 17 cuentos, y la novela Pedro Páramo, publicada en 1955. Es uno de los grandes escritores del siglo XX. En sus obras presenta una combinación de realidad y fantasía cuya acción se desarrolla en escenarios rurales posrevolucionarios de México. Su obra, en especial Pedro Páramo, es el “parteaguas” de la literatura mexicana que marca el fin de la novela revolucionaria. Esto permitió las experimentaciones narrativas tanto en México como en el resto de América Latina. Entre 1956 y 1958 escribió su segunda novela, El gallo de oro, que no fue publicada hasta 1980. Después de concluir las dos novelas, abandonó la escritura. En marzo de 1974, durante un conversatorio en la Universidad Central de Venezuela, explicó que dejó la literatura por la muerte de su tío Celerino, quien le “platicaba todo”. Con él Rulfo recorrió mucho pueblos y oyó sus historias.
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