o adro número 14
Raízes
xullo 2015
EDITORIAL Neste número da revista O Adro queremos facer memoria fotográfica, recollendo o noso patrimonio fotográfico, o das nosas xentes, e dos nosos pobos… É hora de desempolvar os nosos vellos álbumes de fotos e rescatar para a historia e para a memoria colec va aquelas xoias fotográficas que temos a fortuna de poseer. É patrimonio de todos, forma parte da nosa historia colec va, e por iso dende a Asociación Cultural Bustavalle-Zorelle creamos o proxecto “Raízes” para a recuperación da memoria fotográfica de Bustavalle e Zorelle, coa intención de facer un tratamento respetuoso e con rigor, contribuíndo a conservación desas imaxes, nun intento de homenaxear aos nosos antepasados e recopilar, conservar e difundir un interesan simo material que pode ser único para as nosas xeracións futuras. Aínda que sabemos que mediante as redes sociais, especialmente o Facebook, xa se foron difundido algunhas destas imaxes, aínda que con pouca información, e unha calidade en xeral pésima, dende a Asociación Cultural Bustavalle-Zorelle pretendemos facer unha difusión con calidade e rigor mediante a publicación delas na nosa revista. Profundizar no pasado mergullándonos nos documentos fotográficos, tratar de estudar o máis mínimo detalle para poder aproximarnos a vida dos nosos antergos, os seus costumes, os seus desexos, a súa vida diaria… Queremos ir máis alá duns simples nomes, ir máis alá do rostro dalgunhas persoas que nos son queridas e rescatar a historia de toda unha colec vidade. Intención moi ambiciosa e inasumible, pero coma sempre dende a modes a da nosa Asociación só buscamos contribuir co noso gran de área a que xeracións futuras coñezan o seu pasado. Sempre ambiciosos non nos limitamos a reproducir os documentos fotográficos se non que quixemos reproducir a nosa mirada persoal, o que nós vemos, ou o que nos suxiren a contemplación deses tesouros, na maioría dos casos dende a distancia, temporal e afec va. Este pretende ser o primeiro número dunha longa serie, polo que seguimos esperando a colaboración de todo o mundo, e vos invitamos a que nos sigades facilitando as fotogra as que poidades rescatar.
Retratos de estudo Quiero rendir homenaje a estos primeros profesionales de la fotogra a que, haciendo de una pasión su oficio, retrataron a tantos personajes de lo rural, captando instantáneas que nos provocan hoy una fascinación enorme. Volver a observar el trabajo de estos fotógrafos demuestra que , aunque tal vez no fueran siempre conscientes de ello, estaban componiendo narra vas visuales con una carga emocional importan sima, y que contribuirían al legado visual de una historia, donde gentes y culturas ya pasadas, vuelven hoy a mirarnos de frente. Detrás de su principal herramienta de trabajo, la cámara, es fácil descubrir una clara expresión ar s ca, una inquietud por plasmar su oficio desde una óp ca personal , que más allá de lo formal de muchos retratos, consiguen revelar la personalidad no sólo del retratado sino la mirada par cular del que en segundo plano, observa y se recrea con la escena. Ninguna foto ene el mismo encuadre, la misma luz , fondos y composiciones diferentes en una premeditación estudiada nada azarosa ni ru naria, que respondía a la su l mirada de un oficio extraordinario. Un mundo interesante debió ser la ac vidad de estos fisonomistas, que imagino empezaban a estudiar o captar a los personajes nada más entrar por la puerta. Antes incluso de oírles hablar, de que formularan sus deseos, el fotógrafo ya comenzaba a estudiar el mo vo humano que sería luego objeto una composición compleja. Les imagino atendiendo a sus clientes centrándose en sus gestos, su mirada, su ac tud y en todo lo que de uno dice el aura que reflejamos. Toda una vida para aprender a descubrir algo tan esquivo y di cil de captar como es el alma humana. Es curioso que las miradas de muchos de los personajes, aun estando en grupo se dirigen a horizontes diferentes, tal vez intentando otorgar un mayor grado de individualidad a cada uno de los retratados o tal vez buscando en el ensimismamiento el mundo que se oculta detrás de las pupilas. Pienso también que ese enfoque visual esquivo servía para evitar la mirada clavada de tantos seres que al cabo de una vida de instantáneas podían pesar demasiado en el propio subconsciente del fotógrafo. Intuyo q eran seres con una enorme capacidad psicológica y me pregunto cuántas anécdotas tendrían que contar y en cuantas ocasiones el retratado no se sin ó iden ficado con lo que el fotógrafo vio de ellos. Descomponer la figura para realizar una composición de ellos mismos en escenarios irreales, neutros o muy bizarros, formulando un espejo de lo que eran o hubieran deseado ser. Y burlando irónicamente todo un atrezzo para descubrir la esencia de los protagonistas. Vi muchos de esos retratos en los salones de las casas de Bustavalle. Con sus marquitos y sus cristalitos, protegiendo un tesoro que tenía voluntad de perpetuarse en el empo. Inmortalizarse en una imagen está ca para poder vivir eternamente en esos retratos o en la mirada de los que los contemplarían. Decorar un sala con la imagen en papel de sus dueños, señores de ese universo que ves dos con sus mejores galas, ofrecían la mejor imagen de sí mismos para el presente y el enigmá co futuro. Creo que esos retratos de salón, herederos de la pintura retra sta y con los que comparten muchos elementos, cons tuyeron en su momento una moda que en realidad respondía y sigue respondiendo a una constante vital muy humana que es la ambición de mostrarse al mundo y de ser recordado.
Aristocratismo
Peregrina Segade Álvarez, Urbano Rodríguez Villarino, e tres das súas fillas; Ourense, 1921.
ARISTOCRATISMO A Familia: un matrimonio, ves dos de oscuro, e tres fillas, ves das anxelicalmente. A ar ficiosidade do fondo contaxiaos a eles tamén. A sensación de irrealidade é total. Todo está perfectamente ubicado. Parece un retrato pictórico na súa perfección. Todo detalle calculado. As diademas das nenas, os seus lazos, os complementos dos país, ela con fino paraugas, con medallón, el con fino bastón, con paxarita. Todo milimétricamente estudado. Unha familia de Bustavalle chea de aristocra smo nese fic cio salón palaciego: con columna rococó, grandes ventanais, elegantes cor nas, amplitude nos ventanais e na sala, con aromaá cas frores na Esquerda e exó ca planta no fondo. Todo casi perfecto: a concentración na mirada cara a súa esquerda, de todos eles, ía conseguir a seriedade que dota de poderío a imaxe, pero a nai deixa escapar un pequeno sorriso, a dita é inmensa, posar coa súa familia, sen r que van inmortalizar ese momento a enche de orgullo, e dunha felicidade que non logra ocultar, pese a esixencia do posado. A posición tamén estaba estudada, e todos eles debían amosar firmeza na súa posición, como así o evidencian os pais e a filla maior. Elas tres debían tocar suavemene ao pai en sinal de amor filial, pero a filla pequeña, no úlitmo momento, perde lixeiramente o equilibrio, pese a man da nai que a mantén en equilibrio, e move lixeiramente o brazo cara o peito do pai, aportando unha espontaneidade que racha coa perfección composi va. A outra irmá pequena parece ladearse, tamén, lixeiramente.
COMPROMISO Vilarellos. O Mouro. A terra e o sangue que se misturan. Amor de toponimia. A vida necesita de terra e nomes, polos que circula o sangue que se perpetúa. Amor de xuventude. Man firme que con seguridade reafirma un compromiso. Man garimosa que acaria ao seu amor. Fotogra a que o eterniza. Porque no principio foi o verbo. E logo a terra. E a terra vo nomes. Que se amaron. Xuventude divina que loita contra as adversidades. Elegancia como ac tude vital. Sangue que se une para orixinar máis sangue, porque o compromiso é coa sangue, e coa terra. Porque vimos dunha terra querida e dun sangue que para sempre será o noso. Eles te deron a vida. Ti, non esquezas o teu compromiso. Mans que cos seus aloumiños prenderon faíscas de vida.
Compromiso
Carmen Cid Romero e José Rodríguez Vázquez. Ourense, anos 30.
A Regata
Marรฌa Requejo Saรก e Germรกn Conde Castro.
María Requejo y Germán Conde. Mis abuelos Hace mucho empo una mujer mayor se asomaba por la galería de la casa de la Regata mientras gritaba a su nieta con desesperación. Desde allí arriba, la abuela veía con tristeza como una niña muy pequeña corría por la carretera en dirección al Penso, envuelta en un pánico atroz , mientras era perseguida por un enorme perro blanco que abultaba más que ella. La abuela me gritaba: Paaaaaraate neeeena !!! Paaaaaarate , paaaaaaarate neeeena !!! Y aquella niña, a pesar de su corta edad y de la confusión del momento, fue perfectamente capaz de escuchar y entender , mientras no dejaba de correr, el mensaje compasivo de su abuela: nena, la única ferocidad que te está haciendo huir no son los colmillos del animal, sino tu propio miedo, párate, enfréntate a él y deja de sufrir. Creo que es la primera escena relacionada con la regata que recuerdo y que en muchas ocasiones he rememorado, como si fuera una voz interior que resuena en mi cabeza. Quiero decirles abuelos, que ustedes y esa casa fueron para mí una escuela de coraje, llena de ese po de personalidades tan fuertes que a veces suelen pecar de excesivas, pero que pertenecen, sin duda alguna , a de ese po de personas que te gustaría tener cerca cuando el peligro apremia. Les veo, abuelo y abuela en esta foto que reconozco perfectamente y que estaba colgada en la sala de la casa de la Regata, y pienso que como desearía abrir esas cor nas que están detrás de ustedes para volver a encontrarles. Poder asomarme al lugar donde se esconden los que se marcharon, para descubrirles de nuevo en tantos escenarios como recuerdo: Volver a ver a la abuela sentada en la galería en su sillita de mimbre, con las manos en el regazo y moviendo en círculos con nuos sus pulgares, mientras rumiaba pensamientos y observaba ese horizonte que fue prác camente su único paisaje. Volver a ver al abuelo, digno y orgulloso, con ese don de gentes tan arrollador y discurriendo siempre chascarrillos y poemas diferentes para cada ocasión. Volver a verle a lomos de su Montessa en dirección a la feria, volver a sen r el orgullo de oírle sortear la virgen otro día quince más como sé que nadie volverá a hacerlo jamás, volver a ver aquella casa como lo que fue : un templo lleno de gente y de fiesta, donde todo era diversión, ruido y algarabía. Y si pudiera hasta volvería a ver a aquel perro blanco que me persiguió e intentaría reunir el valor para pararme y volver despacio sobre mis pasos. Aunque en realidad, repe ría la historia tal y como fue y volvería otra vez a la Regata, sin aliento y entre sollozos, cuando el perro se cansara de acosarme, para poder encontrarme de nuevo con la abuela que sé que me espera en la cocina con una la caliente y un abrazo de esos tan enormes y protectores que te hacen desaparecer a y a todas tus penas del mundo. Gracias abuelos. Gracias por la ternura, por el consuelo. Gracias por el consejo y la protección. Gracias porque siempre me sen querida. Porque en aquella casa los niños fuimos como Dioses adorados. Desde el fondo de mi corazón, Gracias. Dejaron de darme miedo los perros, sabéis? Os recuerdo y os quiero.
Matrimonio con tres fillas
Familia Belmonte Fariñas: Delfina e Demetrio, coas súas fillas: Conchi, Socorro e Asunción. Ourense, 1962. Estudos Schreck.
Inmortalizar a vida… un soño de todas as épocas que comezado o século XX está máis preto de todas as xentes, se non a vida, si polo menos ese intre de felicidade que se compar a cos seres máis queridos, coa familia. Momento de vodas, de comunións… Desplazarse a Ourense, a un dos poucos estudos de fotogra a que habería e alí inmortalizar ese intre irrepe ble, ese momento que perviviría, (e nalgúns casos perviviu como imos comprobar) durante moitos anos: en papel fotográfico, e coas millores galas, reter ese instante no que comprobar no día a día, e co paso do anos, como eramos hai tantos anos. Porque aínda que o fin úl mo era a inmortalización, o fin primeiro era decorar as paredes da casa, nalgúns casos a intención era que esa foto viaxase no espacio e que chegase aos familiares que quedaran lonxe. Pasados os anos, esas fotos, están cheas de maxia, son tan suxerentes, esconden tantas historias, e nalgúns casos ata son a orixe da nosa propia historia. Comprobar os peinados, a ves menta, a ar ficiosidade dos decorados… as miradas, din tanto esas miradas. .
Retratos de exterior O Paraugas
Bustavalle, diante da casa dos “Tenientes”. 1956. De esquerda á dereita, de pé: Eligio Rodríguez, Delfina Fariñas, Consuelo Rodríguez, Manuel Prol, Emilio Vidal, Encarnación Borrajo, Demetrio Belmonte; de esquerda á dereita na parte inferior: Socorro Belmonte, Agustina Núñez, María Rodríguez, Concepción Belmonte, Isabel Rodríguez, Isabel Rodríguez filla, Modesta Requejo, Paz Requejo, Asunción Belmonte, Alicia Parente e Mercedes Rodríguez.
Retratos de exterior. Celebrar un acontecemento importante indo a un estudo fotográfico coas mellores galas para que o fotográfo captase toda a esencia da nosa familia debeu ser un acontecemento importante, toda unha decisión que tomar con tempo, organizando, planificando, incluso aforrando. Pero chegou un día que unha cámara fotográfica apareceu por Bustavalle, e Zorelle, e todos os pobos da comarca, aínda que será millor dicir que chegou un fotógrafo cunha cámara. Un profesional, que xa a principios do século XX, recorrían os pobos buscando clientes. Por que só nas citas importantes?, pensaría algún. Entón os fotógrafos van a buscar as xentes, para tratar de sacar o millor dos seus rostros; pero desta, acabaron os fondos pomposos, as paisaxes ar ficiais… e todo mudouse pola realidade, como nesta caso, unha simple parede dunha casa, co seu acceso á cuadra aberto, coa porta principal deteriorada polo tempo, e os rascazos, talvez dibuxos de nenos, que se evindencian tamén na parede, ou simplemento o paso do tempo que a nada perdona. O caso é que unha vez asimilado que a fotogra a xa non admi a engaños as xentes foron decatándose de que era unha boa oportunidade de amosar o orgullo que sen an pola súa terra, e así comezarán a buscar fondos que reflexen a súa vida: paisaxes, palleiros, fontes… Pero neste caso chegou o fotógrafo, e todos se situaron no primeiro lugar que consideraron axeitado, talvez por unha cues ón técnica, vemos que o día era soleado, debía estar alto o sol, e a sabiduría do fotógrafo optou por esa ubicación. Iso que estaba cerca a fonte, e a capela… pero neste intre non era importante o fondo, o importante era reunirse o maior número posible de persoas para non desaproveitar a presencia do fotógrafo. Ata dezaoito persoas se aproximan ao obxec vo da inmortalidade. O contraste entre roupas brancas e negras é evidente, cada un como estaba nese intre, que con gorra, que con traxe de faena, que elegantemente ves do porque tocaba ir ou vir de Ourense ou Maceda. Que se o sol me molesta e hai que poñer a gorra. O importante era xuntarse para sacar unha foto, non a fotogra a en si. Aínda que máis importante era estar pendente da nena, e se non se mira para a cámara que lle imos facer. Xentes do lugar. E ise paraugas? Que fai ese paraugas un día de sol aí colocado? De quen será? Xa sei que moitos opinaredes que do home da dereita de todo; aínda que despois de darlle moitas voltas calquera deles podería ser sospeitoso de andar con paraugas un día coma ese, os nenos claramente son inocentes, eles levarían xoguetes, pero nunca un paraugas. Múl ples hipótesis, pero ninguha certeza, polo que mentras non teña probas defini vas non acusarei a ninguén de pousar o paraugas nese lugar. Chovería o día anterior, e aí quedou esperando un novo cambio de tempo? Mentras vós seguides a ler a revista eu seguirei coas miñas cavilacións porque non pensó parar de darlle a cachola até que atope a solución. Se alguén pode facilitar calquera proba será ben recompensado.
A Fonte
Fonte de Bustavalle. Rosendo Borrajo e Eliseo Belmonte. Entre 1956 e 1964.
Un xogo de miradas. Calquera espectador do século XXI que contemple esta fotogra a iden fica claramente o contorno da fonte de Bustavalle, aínda que algún poida sorprenderse pola presencia dun maxestuoso cabaceiro tras da fonte. Esa mesma mirada contempla dous homes xa maiores, ves dos dunha época pasada, coas manchas propias de quen non deixa de traballar nin a unha idade avanzada. A ves menta serviríanos para facer un estudo de época. A man dun deles parece suxeitar un caxato. Salvo o cabaceiro, o lugar é perfectamente recoñecible hoxe en día: até parecen seguir as mesmas silveiras sen cortar que hai hoxe en día. O chan está sen arranxar e un carro cargado percíbese ao fondo. Manchas nos traxes e o carro que avanza cara o seu des no sitúanos nun momento no que á vida do pobo é intensa, e todo o mundo anda a traballar. O murmurio dun día de faena vese conxelado nesta escena na que tres homes detéñense a contemplar. Agora son eles quen miran. No fondo, collendo auga nun bo jo, outro veciño máis novo, ves do de xeito similar non se sinte protagonista. El só contempla como un fotógrafo retrata a dous veciños. Ve as súas costas, e observa a cara e a cámara do retra sta. El síntese alleo á escena. Só observa, sen decatarse de que se converterá en protagonista central do retrato, e máximo observador. Eterniza un dos momentos emblemá cos de todo veciño e veciña deste pobo: ir buscar auga á fonte. A mirada do fotógrafo anónimo é perfecta. Encadra a escena cunha mestría sublime, retrata a tres homes do rural galego cunha composición equilibrada. Parécenos unha autén ca obra de arte. Finalmente está a mirada dos dous campesiños que ocupan o primeiro plano. Deteñámonos na súa mirada, no seu rostro, nos que, por certo, o sol pega de cheo. O da esquerda amosa seriedade, talvez, incredulidade; o da dereita, orgullo, sa sfación, cun sorriso que manifesta a alegría de ser retratado. Fíxanse na cámara e saben que están posando para o futuro, para as xeracións vindeiras. As súas miradas poderían contarnos o que estaban vendo máis ao fondo, as tarefas co ás; pero eses ollos tamén poderían amosarnos todo o que levan vendo ao longo das súas vidas: sacrificio e traballo das xentes do rural. Pero sobre todo, nos miran a nós, espectadores do século XXI, e de vindeiros séculos, e nos din: non nos esquezades, non esquezades as vosas xentes nin ao voso pobo, porque aquí, nesta fonte, onde nós antes es vemos, agora estades vós, e pronto estarán outros... todos a compar r a mesma auga e, talvez, as mesmas historias.
Por qué sonríe la pobreza ? De esta foto me sorprende la auten cidad, la falta de impostura, que normalmente estaba presente en todas las fotos de esa época. El espontáneo de la fuente que no estaba invitado a la escena , también evidencia ese momento de improvisacion que plasma una co dianeidad sugerente. Es di cil observar esa foto y no establecer comparaciones con la vida actual, un escenario que nos es tan reconocible y que se man ene prác camente igual, se acompaña de personajes que en usos y costumbres parecen tan diferentes. Ellos nos sonríen, pero la mirada estúpida y sesgada se dirige fascinada a esos trajes tan protagonistas en el retrato. Trajes que imagino que, además de evidentemente gastados, estarían también muy remendados, para luchar en pro de la escasez , contra el empo y el roce. Roces de vacas de casi 1000kg , de “feixes” pesados que cubrían completamente la figura hasta hacerla casi desaparecer, de “lameiros” donde cavar “regos” infinitos “cheos” de polvo y sudor, de corrales que impregnaban todo de una densidad pegajosa imposible de borrar. Parece increíble que tanto uso no haya hecho desaparecer los botones de la chaqueta ni del chaleco, pero siguen ahí o tal vez resiguen ahí y ya no son los mismos que en su día un sastre cosió con esmero. Y si pudiéramos mirar de verdad , si ese tejido nos mostrara su impronta, observaríamos el mundo que habita invisible en el aire denso de esa foto : Un ejército de pólenes, de seres microscópicos y no tan diminutos que habitaban un lugar donde personas, plantas y animales compar an ín mamente un territorio común.
Imagino al sastre que cortó esa tela y que con oficio cosió cada uno de sus patrones para después probárselos ceremoniosamente a esas gentes de aldea. La manga perfecta, el chaleco ceñido y la camisa inmaculada. Un oficio que fabricaba envases para resaltar la belleza y atraer miradas , pero que tal vez no eran demasiado funcionales para el uso que en un empo todos sabían que les darían , un uso que se alargaría más en el duro trabajo diario que en la ceremonia Una indumentaria que con esfuerzo fue adquirida para dignificar la presencia y que el empo relevó a tareas que serían una prueba muy exigente para cualquier tejido. Cuánto azote puede aguantar la vida ? Pues como un traje, más de lo que imaginamos, más de lo estamos dispuestos a imaginar. Hay algo tangible en esa foto reveladora y es la dureza de aquellos empos, aquel ambiente que sólo imaginamos y que en esa imagen se mas ca áspero pero a la vez ene un transfondo dulce. Me pregunto : si la pobreza es carencia, cuáles son las carencias de esos personajes y las que ahora vuelven a vivirse después de un empo de vino y rosas ? Úl mamente escucho que la sociedad actual no ene empaque ante la vida, que vivimos del deseo, de la formulación de deseos infinitos que nunca podrán cumplirse y eso genera una constante frustración , una tristeza endémica que es el mal de esta sociedad actual Creo q ellos también deseaban , si se imagina se desea , aun cuando en otro empo verbalizar fantasías no fuera tan polí camente correcto. También dicen que en aquel empo y en contraposición al actual, la gente tenía más empaque, más resistencia a la frustración. Puede ser. Sus trajes seguro. No se sí establecer comparaciones llega a explicar nada certero , pero sí creo q hay algo en la mirada de esos personajes que me cuenta algo acerca de su empo y es que poseían un atributo que siempre ha sido muy codiciable y que protege más del frío de la vida que un manto de visón o el deseo de poseerlo. Y es el abrigo de una tribu , la certeza de una pertenencia y el asiento de una cultura. Tal vez por eso si la pobreza no llega a ser emocional, si se posee esa riqueza que nadie puede comprar, siempre será más fácil esbozar una sonrisa sincera ante la adversidad. Veo pues en esa foto a una tribu , o parte significa va de sus miembros , un patriarca , su compadre que descreído accede burlón a la instantánea y el espontáneo que está en esa edad del ego y la arrogancia, del deseo de ver y ser visto. Veo dos de los símbolos más notables de mi aldea: la fuente de Bustavalle y el cabaceiro de la capilla , queriéndose del empo, todavía hoy nos miran como lo haría el obje vo de una cámara, retratando constantemente instantáneas de nuestras vidas. Monumentos que por acumular tantas improntas a lo largo del empo, conservan en su seno, en el corazón de sus piedras , el eco de éste y otros momentos , el pulso de tantas vidas que la eron otras épocas. A veces creo que volver a mirar y admirar esas construcciones es casi como escuchar su la do. Tic-tac, c-tac,
c-tac. En nuestras cabezas.
Palleiro, con sombreiro e bastón
Urbano Rodríguez Villarino. Bustavalle. Primeiras décadas do século XX.
“TEMPUS FUGIT”. O tempo pasa inexorablemente. Unhas manchas no papel fotográfico que amosan deterioro, enfermidade, decrepitude. Paso do tempo evidenciado no protagonista da foto, o seu branco cabelo, o rostro cur do polo traballo e o sol, e sobre todo o seu caxato, onde apoiar e deixar descansar tantos anos de fa ga nesta vida. Instantánea deteriorada que recolle décadas de vida. Unha vida retratada que traspasa o paso do tempo, soporta a loita contra a humidade en formato de papel e acada a eternidade en formato dixital. Un home orgulloso da súa vida, que posa ante un palleiro e un cabaceiro, exemplos do mundo rural no que se move, no que a man traballadora do home dispón de todo o necesario para vivir. Só unhas silveiras se resisten ao control humano da composición. Elegantemente ves do de negro (pantalón, chaqueta e chaleco) con camisa branca, consciente do momento re ra o sombreiro, tamén negro, e suxéitao con exquisita elegancia na man esquerda. Elegancia na pose e poderío no bastón inmortalizan un momento no que o home se iden ficaba plenamente co mundo rural e as súas tarefas. Mágoa que o paso do tempo todo o aniquile: a vida humana e a vida do campo. Escasean os palleiros, e os cabaceiros veñense abaixo.
Un palleiro é unha vida. Paja sobre paja se construye un monumento, una obra vital, un fractal de la naturaleza que se repite infinitamente en una escala mayor y menor . Infinitos palleiros que representan la vida , vidas plenas de paja , que son cada una de las nuestras. Rellenar el día a día con actos repe vos que van ocupando el empo y construyendo obras que pretendemos elegir pero que en realidad son ellas las que nos eligen a nosotros , coinciden con nuestra vida en un momento histórico y en una geogra a donde toca nacer y hacer para entretenerse. A ellos les tocó hacer palleiros. Un palleiro terminado era una plenitud , un sen do, un círculo infinito que giraba en torno a elementos fundamentales: una finca, un ganado, una labranza , las estaciones que programaban todos los actos y una familia para atesorar y cuidar con el espejismo de una libertad que apenas es una quimera. Un traje de ceremonia , un fotógrafo y la sombra de dos espectadores que contemplan una digna presencia. Pasar a la historia con el porte erguido( apenas se apoya en el bastón ) y con un sombrero en la mano como elemento poco habitual y dis nguido que rinde pleitesía al momento ceremonial y que recrea la construcción de una imagen que aquel hombre pretendía mostrar . Y es la imagen evidente de una edad avanzada que ha transitado por un empo de palleiros . El escenario premeditado de una foto siempre define la importancia del entorno, en este caso parece que el palleiro no es un fondo de paja sino que siento que es tan protagonista de la escena como el propio retratado , una con nuidad de su ser o el reflejo de su esencia, al fin. “Este son eu, esta é a miña construcción vital, que está feita de palla.” El fue niño y desde que aprendió a mirar observó fascinado esa montaña de hierba solemne , presidiendo la vida como un faro que guía el rumbo de la aldea. La cima del palleiro se observaba desde cualquier lugar del pueblo, y entendió que en su paisaje, ese monumento humano y natural tenía un significado potente. No nos damos cuenta a veces de cuanto influye en nosotros lo que observamos . Cuanto conforma la idea de belleza y que conexiones fabrica para recrear el placer o el dolor. Aprendió a caminar en “airas” que “cheas” de palla amor guaban las caídas infan les y jugó a su cobijo, como una madre erna y condescendiente con los tropiezos. Cada verano observaba fascinado la construcción de ese tótem como el "espectáculo total ". Todo el ambiente ritual y fascinador de la construcción de los palleiros ayudaba a concentrar la mirada de los más jóvenes en cada uno de los movimientos necesarios para erigirlo, a aprender con la emoción y el mime smo, lo que algún día estaban des nados a repe r. Creo q las airas repletas de palleiros invitaban a la trascendencia. Contemplarlos era vaciar la mente de paja y sen r la vida desde lo esencial. Todas las culturas poseen estos lugares y creo recordar que yo sen algo parecido. A su sombra y con la caricia de su roce soñó hembras y por eso el olor a hierba siempre le evocaría ese vaivén caluroso en la piel que por pleadas contrae músculos ocultos y crea un precipicio infinito en el vientre donde sumergirse borra cualquier angus a. Tal vez , ocultándose tras esa ladera ocre , también las amó, fur vamente. Y al fin y porque el empo pasa y hacemos lo que tenemos que hacer tuvo la suerte de con nuar con su círculo. De construir una casa, de poseer su ganado y sus erras, y sobre todo de hacer su propio palleiro. Infinitos palleiros ... Y esa mancha ocre que fagocita la escena es el recuerdo, a él aún le respeta, porque tal vez tuvo la suerte de ser amado, de provocar en los otros la emoción suficiente como para no diluirse en esa nube amarilla de olvido, pero el palleiro se emborrona. Lo que fue un universo palpable ahora se va englobando en un agujero ocre por el que algún día tendremos que asomarnos si queremos volver a sen r el olor “das airas”. El evocador olor de la hierba seca. Y a las personas que transitaron por un mundo de palleiros.
O avó, os netos e a cabra
Urbano Requejo Rodríguez, e os seus netosPilar e Adolfo Requejo Rodríguez. Bustavalle, 1945. Pura esté ca. Explosión ar s co-visual. Cun domininio total do tono oscuro, contrasta un ceo branco silueteando a serra do Rodicio, e, fundamentalmente, a claridade, a luminosidade, a bea tude dun rostro feminino, de case unha adolescente; o rostro e as pernas dunha pequena criatura; xunto a un bastón, un botón dun chaquetón e medio rostro cur do na vida, que prefire renunciar a luz da mañá; e xunto a eses rostros humanos, unha cabra branca, con manchas negras, que simboliza o orgullo dunha familia que vive no campo e do campo, da terra e dos animais. Según se vai observando a foto, a luz parece querer dominar cada vez máis o papel, se detemos os nosos ollos comezamos a ver sombras que evidencian a claridade, que como se do alba se tratase, parece ir iluminando cada vez máis a paisaxe: terras de labradío, monte baixo, e alá, ao fondo, a serra. Un avó e dous netos, coas súas roupas escuras, de abrigo, pero, especialmente, de faena. Porque veñen das faenas do campo, de alimentar a cabra. Pero agora presumen de presenza na vida, séntense felices co mundo que lles tocou vivir, non coñecen outro, pero tampouco o precisan. Os lazos familiares, e a presenza da natureza e dos animais, son tan intensas afec vamente, que reterían eses instante polos séculos dos séculos, amén. Esta fotogra a explícanos tan ben de onde vimos todos nós, que custa pensar que o esquezamos tan rapidamente. Vimos da terra, vimos dos animais, e só deles podemos vivir. Sen embargo que lonxe nos queda tan a miúdo ese mundo, con que facilidade o esquecemos pensando que podemos sobrevivir e con nuar a vida neste planeta de costas a natureza. Esa nena que se criou nesa terra, que despois marchou buscando mellores oportunidades, pero que sempre volveu a ela, puntualmente, porque sabía que nunca se pode esquecer as túas orixes, aínda que a vida te leve a descubrir novos camiños. O neno, feliz coa compaña que ten, e que atopou na relixiosidade o seu camiño.
O traballo A matanza
Paco Belmonte, Pepe Belmonte e o Sr. Martiño Pumar. De matanza en Zorelle. Anos 70. A todo porco lle chega o seu San Mar ño. Fermosa foto chea de lecturas. Unha imaxe tan repe da, tantas veces, tantos anos, tantas vidas. A matanza do porco. Animal capital na alimentacion das xentes dos nosos pobos, xunto a vaca. A par r desta imaxe poderiamos dar unha lección de gastronomia: xamons figado riles cachuchas lomo filloas touciño chourizos... unha chea de productos para cociñar, gran variedade de técnicas que aplicar. As nosas avoas alimentando a xeracions enteiras. Tamén poderiamos reparar na propia matanza. De feito, o gran protagonista só aparece nun lado, boca abaixo, recén morto (o fotografo obviou os detalles sangrientos) . So a limpeza do porco, das súas entrañas, fanse inevitables para evidenciar a tarefa na que se centran os protagonistas. Vaiamos con eles. Dúas xeracións están presentes na instantanea. Dous avos, con roupas oscuras, as apropiadas para enchelas de sangue, están centrados na súa labor. Matar un pouco non é cousa fácil, incluso para xente experimentada. E pese a que o animal xa non respira, e o momento mais delicado pasou, o traballo é o importante. Ata pode que estean a pensar, o fotografo, da familia, non estaría millor botando unha man antes que andar xogando co demo do apara ño (dígase camara fotográfica). Escena picamente rural. Pero un novo protagonista dalle un aire novo a fotogra a. O mozo novo, de camisa blanca, e gorra (en claro contraste coa boina doutros tempos) cheo de elegancia e atrac vo, está disposto a botar unha Man coa matanza (esa solidariedade no traballo, onde botar unha man é intrínseco as labouras rurais, xa sexan veciños ou familiares), pero non a perder as boas trazas. É tempo de amoríos, de mozas, de autoafirmación da propia imaxen. Sempre ben ves do. Aínda que a camisa poida acabar chea de restos porcinos. E a mirada, ese momento fotográfico.Que máis da que estemos limpando un porco, unha cámara me apunta, e eu debo amosar a miña cara máis atrac va, a miña mirada máis arrebatadora para posibles féminas que me vexan; con certo aire chulesco de quen se sinte seguro de atraer os encantos das mulleres máis fermosas dos arredores. Remangado se traballa, en manga longa blanca un está disposto a namorar, ata matando un porco.
Que vĂŠn o boi!!!
Jose Luis. E o boi do Sr. Pepe. Bustavalle. Principio dos anos 80.
QUE VEN O BOI !!! Preciosa foto, toda una estampa de lo que fue el Bustavalle de otros empos. Yo diría que si ya no lo es, el empo la conver rá en una foto mí ca. Vemos a José Luis que posa orgulloso con su magnífico ejemplar a un prudente metro de distancia y que el animal mira de soslayo a la cámara, como avisando de no estar dispuesto por mucho más empo a photo-cool , ni pamplina alguna. Bes as hermosas e impredecibles eran estos animales, de los que era más que prudente huir cuando se acercaban, y por supuesto de no cometer la torpeza de dejar ningún obstáculo en su camino, porque ellos eran capaces de embes r contra cualquier cosa que les entorpeciera el paso o simplemente les contrariara. No eran muy de respetar, más bien nada, así fuera el coche nuevo del que acababa de llegar de fuera y que había sido aparcado, así como quien no quiere la cosa, al lado del tanque con la evidente intención de que todo el pueblo se percatara del formidable bólido y .. Pues toma!!! Que alá foi o boi !!! a inspeccionarlo, como también podía ser una carre lla huérfana de carga esperando a su dueño, como un cesto “cheo” de cualquier cosa que el animal hacia volar por los aires desparramando por doquier: patatas, verzas o ropa recién lavada no “Batoco”. Los que tenían “boi”, ( que al final recuerdo que eran esta preciosidad de la Sra Concha y el que creo que era más clarito y grande da Sra Lola da Barreira, ) producían cierta admiración, porque siempre transitaban por ese filo de lo peligroso y tenían que tener una habilidad muy aprendida para intentar manejar a semejantes bes as. Pero me gusta pensar, que estos hermosísimos machos, que no parecieron nunca estar perfectamente integrados, llevaban una buena vida. Pasaban los días pastando de aquí para allá, buscando cada día “lameiros” verdes y diferentes donde pastar plácidamente durante horas, dormitaban al calor de corrales mullidos, acompañados de vaquiñas dulces y complacientes, y de vez en cuando también trabajaban, que es bueno para seguir haciendo músculo y demostrar un poderío sico sobrenatural. Arrastraban carros cargados hasta la bandera con aquel paso tan suyo, firme y sosegado, componiendo una estampa acús ca, que aún somos capaces de recordar. Pero ele ahí que también de cuando en vez y sin necesidad de roneos ni acudir a fiestas ni de dorarle la píldora a la vaca de turno y sobre todo sin necesidad de esos alardes de masculinidad tan paté cos y cansinos, sin nada de eso, estos machos tenían la suerte de que las vaquitas les llamaban a la puerta de casa y además sabían perfectamente a lo que venían , ahí es nada!!! Las vacas aparecían en Bustavalle guiadas por sus dueños, recorriendo a pie distancias considerables, y ya en la capilla y después de avisar de su llegada con un mugido coquetón, se ponían a esperar pacientemente debajo del muro a un macho, que desde el corral y sin éndolas, las saludaba entusiasmado. La rock and roll star siempre se hacía esperar y entre tanto, ambos managers negociaban las condiciones del contrato, para q por fin el ar sta entrara en escena de forma triunfal y tocara para todos la canción más deseada del universo. Estos espectáculos, si no recuerdo mal, solían producirse al caer la tarde, cuando el público, que andaba de charlas, de chismes y de juegos, se topaba de frente con dos animales en amoríos. Todos, desde arriba y cada uno a lo suyo, hacíamos que no veíamos sin perdernos detalle del concierto. Era di cil fingir que no te enterabas, porque aquello era tan aparatoso y volcánico, tan estruendoso que invadía el aire y podías sen rlo sin necesidad de mirar. Por aquellas no sabíamos que los “bois” de pueblo eran animales en periodo de ex nción y que en poco empo sólo servirían para criar entrecots en un culo enorme, y que muchos de sus descendientes, vivirían estabulados sin sen r nunca más la fina lluvia o el sol brillando en sus inquietantes pupilas, pero es que además, y gracias a los avances de la inseminación ar ficial, no volverían a rozar ni una sola hembra de su especie, creo que después de aquel empo, colgaron las guitarras y se resignaron a no volver a ser lo que fueron. Y sin más me despido de usted Sr Boi, a sus pies, fue un espectáculo conocerle y un placer saber, que a pesar de ese pircing macarra que luce usted tan estupendo en la nariz y con el que algunos pretendían dirigirle, yo en realidad , le sen CASI LIBRE . Rock and roll
A esfolla do millo
Paco Belmonte, Rosa Requejo, Paz Requejo, Clementina RodrĂguez, Marina Belmonte, Marina Requejo, Modesta, Lola e Alicia Parente. Bustavalle. Bustavalle, ďŹ nais dos anos
Verde mar de follas de millo. Oito mulleres e un home arredor. Traballan cheos de ledicia. Porque comparten amizade ao tempo que esfollan o millo. O home ensina a espiga de millo antes de introducila no cesto. Ese é todo o traballo. Traballo necesario, traballo laborioso, no que se comparten contos, cancións, faladurías… calquer cousa é boa para que o traballo sex amáis levadeiro. E canta máis xente, antes se remata. O millo sementábase en abril e maio, sachábase en xuño para sacarlle as malas herbase e en xullo rareábase. No mes de agosto, cando a espiga estaba ben lograda, sacábanselle os curutos e as canas sen espiga. Par anse coa man polo nó que hai enriba da espiga, acción que se chama “escotelar”. Para que non o comese o porco teixo había quen queimaba trapos a carón do millo pois o cheiro, ao parecer, espantaba a este animal. Tamén puñan espantallos para os paxaros. En setembro ou outubro recollíase e segábano polo pe cunha fouce. A espiga secábase e a cana dábaselle ao gando. As espigas gardábanse nun pendello e logo sacábanlles as follas e gardábanas nun hórreo para todo o ano. Se había algunha espiga par da ou danada, essas aproveitábanse para as galiñas ou o s p o r c o s . As follas do millo eran para botar na corte dos animais pero tamén se empregaban para facer xergóns para as camas. Facían unhas fundas de tea e enchíanas con follas de millo secas. Para facer un xergón precisábanse moitas follas. Dun ano para outro as follas gastábanse, de deitarse no xergón, e entón o que se facía, si se ñan dous xergóns, era encher os dous nun, ou xuntar a folla vella coa nova. O poder do femininio. As mulleres como cerebro e autén ca man de obra de toda a vida rural, xa fose nas tarefas agrícolas ou domés cas. Pañuelos e batas presentes en tantas xeracións, que xa forman parte da nosa historia colec va. Historia da ves menta galega do século XX.
A relixiosidade Dous anxos
Rosa González portando o estándarte. O resto sen identificar. Finais dos 60 / Principios dos 70.
LUCES Y SOMBRAS Luz de verano que impacta fulgurante sobre todo lo que ilumina. La tradición, como una afirmación de los valores del mundo, comunica sus no cias a los habitantes de la aldea. Hoy, dos niñas del pueblo, celebran en comunidad su primera comunión. Dos niñas que, aunque puedan vivir y educarse fuera de ese planeta , comulgan hoy con el universo que gira en torno a esa carretera. Y tal como la raíz que las sustenta , se unen a las ramificaciones de esas cintas blancas, anclando su percepción de la vida a ese estandarte erguido. La omnipresencia de lo religioso en las aldeas siempre ha sido mo vo de celebración y creo que arraigaba aún más a todos los que compar an imágenes como ésta. A la aldea hay que demostrarle que se la respeta, que se comparte con ella el dolor y el gozo y en momentos semejantes hay q dar lo mejor de mismo para enarbolar orgulloso una pertenencia. La esté ca de esta foto es brillante y aunque el término elegancia siempre es esquivo de entender , debe exis r, porque a veces se reconoce y en esta foto es palpable. Tal vez consista en un equilibrio visual donde cada percepción transmite coherencia , serenidad , protocolo u ortodoxia. Nada chirría en esa imagen , una composición armoniosa , donde dos ángeles blancos, exquisitamente ornamentados, bajan la mirada para evitar tropezar con las piedras y sin embargo parece que rindan reverencia al momento ceremonial. El protagonismo de su infancia parece vivido con sobrecogimiento , sabedoras ellas, que aunque todas las miradas se posen en sus magnífica presencia y en sus peinados imposibles, hoy es un día de trascendencia . Otras niñas que a unos pasos respetuosos conforman la comi va, parecen aprender de un escenario en el que algún día ellas también serán protagonistas. Una narra va visual que forma parte de nuestra cultura y que refleja una visión del mundo que se transmite a generaciones infan les, para que en el protagonismo de rituales simbólicos se sientan con nuadores de una forma de ser y de sen r. Luz de verano, agosto de reunión , mes de regreso y celebración , donde ser y demostrar mediante las formas y el cumplimiento de los ritos que aun estando lejos, tu aldea es tu faro y una referencia constante en tu pensamiento, porque un día te construyó de todas estas imágenes y estas hecho de ellas. Una madre que como baluarte de la tradición porta orgullosa el estandarte de unos valores que aprendió de su madre, y ella, a su vez, de su abuela y así generación tras generación. Tradiciones , que aún con las pequeñas o grandes modificaciones que los empos van otorgando a los ritos, se man enen, porque al fin definen lo que somos y son un asiento en todos esos momentos donde las luchas internas necesitan un ancla para posicionarte , un alivio ante la angus a y la incer dumbre que es en muchas ocasiones la vida. También creo ver lo que tal vez sea la sombra de la capilla de Bustavalle , se sienten sus puertas abiertas , esperando acogedoras a esas dos niñas y se escucha también la algarabía de un gen o que sigue y admira la procesión en lo alto de las escaleras. Espectadores necesarios en el anfiteatro de la capilla , que contemplan el espectáculo de luces y sombras que se refleja en esos trajes brillantes, el resplandor fulgurante de una virgen bella, y el porte elegante y sereno de una mujer que porta la tradición y la devoción de su aldea .
Santos de carne
De esquerda á dereita: Fernando, Manolo, José, Javier, Pepe, Toño, Toño e Pili. Capela de Bustavalle. Principios dos 80.
Así q esto es una foto an güa.? Que esos niños forman parte de un pasado ya lejano? Que somos unos viejunos, vamos. Pues noooo , que sepáis que yo aún veo perfectamente a esos niños en muchos de vosotros .Creo q los veré siempre . Es lo que ene compar r niñez, que te une una emoción dulce en la edad adulta, y aunque haga empo que no ves a esa persona, vuelves a ver al niño que fue cuando te reencuentras, y los miras con la ternura de estar observando otra vez a la Piliña, al Toñito, a Jose y a través de sus ojos, tú también te ves niña, y una extraña complicidad sería capaz de poneros a jugar de nuevo, porque el juego y la niñez crean un vínculo eterno. Una foto entrañable, en realidad le sobran adje vos , me emocionó mucho verla por primera vez y agradezco de nuevo a Toño que tuviera la generosidad de compar rla. Pero ahora, de tanto mirarla y quererla, me resulta muy familiar, casi co diana. Parece que ves diños de fiesta alguien os colocó debajo de la virgen para inmortalizaros un día quince de aquellos No dijisteis que no, claro, se accedía renqueante a las propuestas de los adultos, pero se accedía , y esa fue sin duda una buena idea detener el empo en esas cabezitas y mostrarnos hoy el reflejo de lo que un día fuimos. Pero que guapos, por favor. Con esa virgen nuestra de fondo, que alzando los brazos y mirando al cielo, parece que también rinda homenaje a la bendita infancia . Vaya personajes: en el centro de la foto el Javier, magnífico con su corba ta de cow boy y con ese aire de seguridad desafiante; el Manolito , guapo y rock and roll; el Toño Casa Grande, un gentelman, con esa nobleza en la mirada tan par cular; la Pili amiga entrañable , que de reojo mira a sus compis con esa dulzura tan suya; el Fernando , como un Zape revoltoso, mido en la pose pero con mirada de aguililla , de soñador; Toño con ese aire reservado atravesado por un mundo de emocionalidad; el Pepito, tan guapo y como protagonizando desde atrás un grupo que en ocasiones lideraba , y Jose con esa ac tud de venga va, pues ya puestos , vamos a disfrutar del momento. Os veo , os reconozco y recuerdo tantas cosas ... Pero la imaginación en realidad no para de llevarme a otros escenarios donde siempre os veo en movimiento y creo, que precisamente es el movimiento, lo que realmente os definía . De hecho en un rato todos habréis comido con la familia y estaréis deseando apartaros de ese mundo de adultos que nos constreñía, recobrar vuestra ropa de diario y volveros completamente invisibles para salir corriendo al reencuentro y jugar y jugar. Ganas infinitas de jugar A todos nos sobraba la impostura y la parafernalia de la ceremonia y sobre todo nos sobraba cualquiera que tuviera algunos años más que nosotros. Es curioso que ahora , y no quiero caer en eso de un empo pasado fue mejor y comparaciones y bla bla, pero caer caigo y digo que a aquellos niños nadie les organizaba el ocio, faltaría más, para jugar y trastear, para imaginar y hacer pasar el empo, sobraban los adultos. Nuestro mundo era un círculo casi secreto donde lo que ocurría, ni era tutelado, ni permi amos que se tutelara por los adultos . En el mundo de los niños mandaban los niños y la libertad era lo que se ganaba excluyendo a cualquiera que quisiera dirigir o juzgar. Decidíamos que hacer cada día por consenso, no había programa predeterminado y todos los días conseguían ser tan diferentes como intensos. Nunca recuerdo el aburrimiento. Bueno si, un poquillo a veces, pero tal vez hasta aburrirse en grupo era diver do. Daba que hablar ...vacilar, y del bla bla , el aburrimiento y el vacile: anda que no se aprendía, se aprendía a huir de él o incluso a disfrutarlo. El programa de fiestas era tan variado que se hacía casi imposible de cumplir. El verano transcurría entre excursiones por aquí , por allá : a Moura , a Lamas , a Carballosa ( que también , jaja) , construir cabañas , jugar al preso, a tres marinos, a huevo pico araña , las casitas, la cerilla, las bicis, la búsqueda de nidos, o los maravillosos planes para asaltar cas llos.
Los señores de los cas llos custodiaban ferozmente tesoros envueltos en forma de fruta de verano. Eso de la fruta y hacer de ladrones avezados, era lo más guay del mundo mundial. Cuanto más alto y custodiado fuera el muro a trepar, más emocionante sería el ataque. Si el tesoro o la captura eran abundantes o exquisitos, no era tan significa vo, lo importante era el juego de lo prohibido, la emoción del asalto. Y si teníamos la suerte de tener que salir por patas, antes de pillar nada, en una huida atropellada y de taquicardia, mientras la sra doña nos amenazaba muy convincentemente con palo en mano. Pues ya era la hos a. Porque habíamos saboreado lo más grande, la emoción !! Capítulo aparte merecerían las imnumerables palleiras , todas ellas y sus historias, sus escondites, sus juegos , sus escarceos y sobre todo su heno. El bendito olor del heno que de tanto enterrarnos en él, se nos me ó a todos tan profundo en de las fosas nasales que casi como la adicción a una droga, sen mos que nos posee al recordarlo. Y as camarotadas !! eso si que era un fes n. Montábamos la juerga alá o mais lonxe posible , viendo siempre en el juego de la ocultación y volviendo de aquellas comilonas de aceitunas , chicolate, galletas y mejillones, moi , moi de noite, recorriendo caminos sin gota de luz, con la barriga llena y alguna anécdota siempre para recordar. O marvilloso Barreiro, lugar mí co de encuentros, de juegos, de conversaciones y roneos. Las colecciones de insectos , si Pili ? Esas por las que daríamos hoy tanto por volver a ver, lás ma de foto de nuestras colecciones de bichos , cazados con botes de conserva a pleno mediodía y clavados agonizantes con alfileres en cartón piedra . Montones de diferentes bichitos, ordenaditos y brillantes, en un espectáculo de color y fascinación taxonómica. Cuanta variedad de animaliños se pueden estudiar en Bustavalle , muchísimos, toda una escuela de ciencias naturales . Pero además de estos juegos y algunos que no mencionaré siempre surgían desde el fondo de la imaginación juegos nuevos, temerarios y medio imposibles. El tarzanete, o esa cuerda que giraba de un lado a otro del cañón del Barreiro, donde nos rábamos al vacío sin red ni arneses. Lanzarse al confiado, que si otro no sea matao, tu tampoco Si ahora, alguna madre moderna viera a sus hijos columpiarse en semejante trapecio, berraría tanto que el pánico se sen ría en toda la parroquia. El béisbol. El juego de saltar desde lo alto de las ventanucos de las palleiras. Venga va metro y medio, guay , Dos metros , Tres? Tres metros de salto y a escarallarse contra el suelo sin ningún hueso roto , tomaaa yaaa , increíble señores!!! Todo eran alardes de valor y habilidad. Y yo como no era ni una cosa ni la otra, flipaba al veros. Aún recuerdo esa admiración. Debió ser esa virgen de la capilla, que detrás de vosotros posa complaciente, la que intercedió ante tanto reto peligroso. Ayyyy Infancia, y juego, eso es lo que me evoca esta foto. El juego como uno de los grandes placeres de la vida y una de las mejores escuelas de aprendizaje. Aprender a conoceros conociéndome, ensayando la vida y descubriendo en todos vosotros muchas de las emociones y las personalidades del mundo, que más tarde sería tan importante reconocer. Creo que algunos episodios de la infancia se convierten en escenas indisolubles, que al final habitan en tu mente con vida propia . Son de ese po de momentos que no necesitan de tu recuerdo para perpetuarse porque son ellos los que te recuerdan a . Así que cuando oigo lo de sí padel, tenis, piano , caballitos para montar con sillitas caras, o fiestas de cumpleaños con croissants y piscinitas llenas de niños que se ahogan en un sin fin de bolitas de colores cutres, pienso: Quén os dera nenos de hoxe un Bustavalle daquelas!! Un Bustavalle Coma o que viviron istes nenos , inolvidable!! Siempre un empo pasado ...
A mirada da Virxen
Bustavalle, década dos oitenta. 15 de agosto. Coma todos os anos: procesión. As millores galas para acompañar a Virxe da Asunción polo seu recorrido polo pobo. Antes de iniciar a ascensión polas escaleiras da capilla a xente aproxímase a ela. E o fotógrafo toma un punto de vista divino, celes al. Non lle interesa o rostro da Virxe. Prefire ver o que ela observa. A Virxe contemplando os rostros dos seus devotos e devotas. Os veciños fieis que como todo 15 de agosto manifestan a súa devoción, a ela… pero tamén as costumes, a tradición, aos rituais do sebu poo. Relixiosidade entendida como compromiso co propio. Non son rostros que amosen fe, porque non é o momento. A fe é algo ín mo que se manifesta en espacio interior, no silencio da capilla. Hoxe son rostros que contemplan as tradicións. Porque iso é o que quere ver ela. As súas xentes celebrando as súas festas: a procesión relixiosa, e o encontro familiar arredor dunha mesa. Porque o día 15 de agosto hai que estar con ela, en Bustavalle. Acompañala, a ela, e aos teus veciños e veciñas. Os rostros amosan variedade de sen mentos: dende extrañeza, curiosidade, sa sfacción... pero sobre todo atención, porque despois do paseo anual, toca preparar a ascensións da Virxe de novo ao seu fogar, ao seu lugar de repouso habitual. Toca subir as escaleiras e a concentración debe ser máxima para que ningún po de sorpresa poida estragar a nosa querida figura, que de xeración en xeración, une a nosa fe. Antes de descansar novamente xa só resta subastar as andillas... para comprobar a xenerosidade dos veciños, para porlle precio a unha devoción que non hai xeito de contabilizar. E ela, a Virxen, o sabe. E por iso, tamén ela, nos aprecia e axuda tanto.
Instantáneas fugaces En pleno século XXI a invasión das imaxes é constante. As redes sociais, as cámaras de videovixilancia, os móviles; o mundo está cheo de aparellos que convirten en imaxes os nosos rostros, as nosas accións. A cotidianeidade das imaxes é constante. Pero durante o século XX a extrañeza de verse retratado, a novidade de que unha cámara te retratase era a constante. O habitual era ver como as xentes amosaban a súa mellor cara ante o obxectivo, conscientes do valor dese momento que inmortalizaba os seus rostros. Por iso cando o fotógrafo roubaba instantes de vida, cando ninguén estaba preparado para mirar o obxectivo, a cámara recollía un anaco da vida real, do que sucedía no mundo desas xentes tal e como era. Por iso eses instantes que nós vimos en chamar “Instantáneas fugaces” son, tantos anos despois, auténticas leccións de historia, desde as cales podemos reconstruir, en moitos casos, un xeito de vida desaparecido.
A voda que non se ve
De esquerda a dereita: Mercedes de Paco da Barreira, Mª Carmen da Felisa con Toño da Casagrande; Conchita da Felisa con Carmiña da María; Marina Belmonte, Consuelo da Generosa, María de los Ángeles da Concha, Lola e Alcira. Bustavalle, 1969. “Rostros que miran… Todos eles femininos (só un bebé é a excepción). Mulleres de dis ntas idades, pero todas elas con algo en común: a sorrisa. A primeira vista podería facer pensar nunha foto que pertence ao grupo denominado “retratos de exterior”, case todas parecen estar posando, como nalgúns retratos que vimos con anterioridade. Pero ese sorriso tan sincero, eses rostros contempla vos cheos de ledicia nos levan a pensar en outro mo vo. Non están posando. Algo están vendo que lles provoca esa ilusión, ese goce. Apoiadas na parede dunha casa contemplan algo que pasa por diante delas, algún feito destacado, que vai acompañado dunha cámara fotográfica, e nun momento determinado, xira o seu obxec vo, e deixa de retratar o acontecemento central para fotografiar as veciñas que observan o paso... O paso dos namorados. Unha voda. Gran acontecemento. As veciñas saen á rúa a contemplar como se casa a súa veciña: algunhas, as máis pequenas, verán por primeira vez unha voda; outras, as novas, soñan con ser as próximas; as xa casadas, algunhas con fillos, rememoran a felicidade dese día, a voluptuosidade desa noite, e tamén sorrín. A cámara retén ese instante fugaz sen ningunha importancia (a súa tarefa era captar en toda a súa beleza os traxes e os rostros dos noivos) e nos indica que unha voda no pobo na década dos sesenta e dos setenta era todo un acontecemento que facía saír das súas casas as xentes para contemplar o cortexo nupcial. Unha vez máis a solidariedade veciñal, compar ndo a felicidade, como noutras ocasións é a tristeza onde toca estar. Pero hoxe é un día de felicidade, un día de festa para todas, aínda que moitas delas non asistan a voda. De feito, sospeitamos que das mulleres presentes nesta foto só asis rán ao convite as que se atopan diante da porta xa que o seu calzado e os seus ves dos evidencia unha elegancia que, aínda que non moito, contrastan coas roupas de faena das outras mulleres.”
4 xeracións e un 600
Marina Belmonte co seu fillo Alberto, o seu pai Paco e a súa avoa. Outeiro. Bustavalle, 1973. Catro xeracións unidas nun instante fugaz. O avó saúda ao seu neto recén chegado dende a cidade cando o pai da criatura usa a cámara fotográfica recén comprada. A nai, xa acostumada aos retratos maritais posiciónase rapidamente para amosar o seu rostro amable, maternal, cun sorriso enorme que reflexa a felicidade da visita á familia, a felicidade da recén estreada maternidade, compar da cos seus seres queridos: o seu pai e a súa avoa. O avó usa a cámara fotográfica como xoguete para chamar a atención do seu neto, el non ten ningún interese por saír na foto, e inmensamente máis feliz contemplando o rostro do seu neto e da súa filla, felices... aínda que asume con naturalidade a presenza das novas máquinas que o mundo moderno trae (a cámara, o coche) non lle atraen o máis mínimo, a el gústalle a terra e os rostros queridos. Como o do seu neto, que pese aos poucos meses de vida xa está familiarizado co novo xoguete familiar, xa sabe mirar cando hai que mirar, e sorrir, para que todos queden contentos. Avó, filla e neto comparten espacio, acortan distancias para rozarse no cariño e nese instante de felicidade... aínda que non son conscientes do momento tan significa vo que están a vivir: están retratando a catro xeracións da súa familia. A nai, avoa e bisavoa a un tempo das outras tres persoas, ves da de negro, como todas as mulleres maiores da aldea é allea ao instante de complicidade que comparten as outras tres persoas, parece que pasaba por alí, ela non entende moi ben estes novos inventos, non ten ningún interese por eles... Ela simplemente ía de paso cara unha nova tarefa, quen sabe se a rematar de facer o xantar para o resto da familia. Pero mirar non custa nada, e xa que todos miran... Ao fondo o seat 600, o coche de toda unha xeración, da modernidade de tanta xente que procedente da vida rural conseguiu atopar unha vida mellor, non tan sufrida como a dos seus pais e avós, chea de comodidades, como esta cámara que recolle este instante tan máxico.
Os veraneantes
Jaime, Fernando e Jorge. (Javier ou Alberto). Alto do Couso. Casa de Delfina e Demetrio. Principios dos anos 80. O lugar era indiferente, o importante era a intensidade vital dese mes vacacional... o tempo duraba o que duraba cada novo xogo. As bebidas que se perciben na parte inferior da foto son un pequeno sustento para con nuar a xornada de chapuzóns: os bañadores así o delatan, as cabeleiras aínda molladas... A instantánea conxela un momento, no que polo que se aprecia nos seus rostros, acaban de argallar unha nova ocupación, seguro que non exenta de perigos. O medo, a precaución, nunca formaron parte dos xogos infan s. Os rostros dos maiores resolven unha pequena dificultade, ou ben toman unha decisión, sen dúbida trascendental para o descorrir da tarde; mentras que o máis pequeno só se deixa levar polo diver mento, aínda non ten galóns para par cipar nas decisións, limitándose a disfrutar da tarde a tope e porlle carantoñas a seriedade e a responsabilidade. A vida só coñece a diversión e o cachondeo. Puido ter sucedido en calquera parte pero sucedeu en Bustavalle... E os xogos e as amizades infan s nunca se borran da memoria, acompáñante para sempre. “Bustavalle, lugar de vacacións. Eses torsos infan s desnudos ao sol, eses bañadores doutra época… poderían ser retratados durante calqueran verán en tantos lugares do planeta. Ese sol es val que acaricia os corpos bronceados duns rapaces con gañas de disfrutar das vacacións… Podería ser tantos si os Pero neste caso trátase de Bustavalle. Durante a década dos oitenta, e tamén dos noventa, cada vez menos coa entrada do novo século, Bustavalle era un lugar de referencia para pasar as vacacións veraniegas daqueles matrimonios que marcharan do seu pobo en busca dunha vida mellor. Os seus avós, os seus país, escaparon dunha vida que só na agricultura ña saída cara cidades de todo o mundo; e agora os seus fillos volven con eles a pasar o verán a casa da aldea, a recordar o seu pasado, a ver aos seus avós que aínda non morreron, e por suposto, o máis importante, a disfrutar das vacacións, a tomar o sol, a ir á piscina dos poucos veciños que a teñen, e a inxeniar falcatruadas, e a xogar a todo aquilo que nas urbes está prohibido: santa xus acia, tres marinos en el mar, ao fútbol entre raíces de carballos, a facer trampas para paxaros...
Paisaxes Km 1
Bustavalle visto dende O Carballiño. Data descoñecida. Probablemente finais dos setenta ou principios dos oitenta.
De aquí para alá. Unha estrada vella, estreita, de firme irregular, unha estrada de outra época. Un día de sol (as sombras na estrada), un día caluroso, onde ese ceo de bochorno, azul intenso sen dúbida na versión real, transmutase nun branco nebuloso na fotogra a incolora, como especie de néboa que parece flotar sobre os tellados das casas, sen atreverse a tomalas. Porque a gran protagonista é a estrada, co seu indicador de primeiro quilómetro na parte esquerda, coa súa limitación de velocidade (sempre hai que entrar sen presas neste pobo) e o seu xiro á esquerda, e finalmente a placa iden fica va de onde nos atopamos, ao fondo... Outra sinal do revés obsérvase na parte esquerda. Carballos, cas ñeiros, xestas na parte dereita; millo pronto para recollerse á esquerda; ao fondo.... Bustavalle. E no plano central, avanzando, a estrada pola que marchar na procura dunha vida mellor, a estrada que conduce as súas orixes aos que hai tempo que marcharon e por fin volven, a estrada pola que retornan os fillos de quen algún día marchou, estrada de paseos amigables e de primeiros amoríos... estrada, en fin, que nos trae e nos leva, de aquí para alá, de alá cara ...
Anacrónicas fotogra as dun tempo presente. Recentes follas de árbore arraigada no tempo e na terra. As raíces que aquí vimos seguen a alimentar futuras xeracións. Aquí vemos dous exemplos de úl ma xeración, recén chegada, que terán que enriquecerse con toda unha tradición. Nas follas anteriores hai rostros e v i d a s q u e o s p r e c e d e ro n ; e l e s s o n a con nuidade, e chegarán a ser o futuro, desas lonxevas raíces.
Aizan Belmonte López. Palma de Mallorca. 2015.
Ana Izquierdo Saco. Vigo, 2015.
Esa guitarra é un aposta evidente de que os novos tempos necesitarán novas ferramentas, hai que adaptarse aos tempos, renovar a tradición, pero nunca esquecer as nosas raíces. Reiventar o pasado para actualizar e modernizar o futuro. Longa e feliz vida a todos/as os nenos/as de Bustavalle e Zorelle nos úl mos anos. Aquí, dous exemplos, que a todos/as representan. Pasado e futuro unidos nunha mesma revista.