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En paz
CUÁNDO HABLAR Y CUÁNDO CALLAR:
8 PREGUNTAS PRÁCTICAS
Las palabras que emitimos tienen mucho poder para construir buenas relaciones... o para destruirlas.
Mira lo que dicen estas tres frases: “Cuánto más hable, mayor será el riesgo de decir alguna tontería” (Robert Greene y Joost Elffers). “En el mundo hay muchas clases de personas diferentes, y usted no puede suponer que todos reaccionarán de la misma manera frente a sus estrategias” (Robert Greene y Joost Elffers).
“Que su conversación sea siempre amena y de buen gusto. Así sabrán cómo responder a cada uno” (Colosenses 4:6, NVI).
Las dos primeras frases son de un libro que se llama Las 48 leyes del poder (aunque no estoy de acuerdo plenamente con lo que dice ese libro). La tercera es un versículo de la Biblia. ¿Qué tienen en común? En primer lugar, la prudencia, seguida por la capacidad de pensar antes de emitir palabras. También, tener en cuenta a quién me estoy dirigiendo, reconociendo que todos somos diferentes. Por último, la audacia para entablar un diálogo amable.
Ha comenzado un nuevo año. El anterior —con sus particularidades, con la pandemia, con la cuarentena y con el trabajo y el estudio online— nos obligó a convivir de una manera que quizá no teníamos presente o a la que no estábamos acostumbrados. Lo cierto es que, creo que a todos, nos ha ayudado en alguna medida a convivir mejor. Sin embargo, lejos de
habernos graduado en la escuela de “la paz”, seguimos en camino. Una de las cosas más difíciles de aprender es cuándo hablar y cuándo callar, cuándo decir todo lo que sabemos y cuándo no; y sobre todo, cómo decirlo. El sabio Salomón dice que hay tiempo para todo, y seguramente deberíamos escucharlo.
Alguna vez, o varias, he cometido el error de decir algo verdadero sin tomar en cuenta si era el momento, el lugar, la persona o, simplemente, si era yo quien tenía que decirlo (por ejemplo: el tema de papá Noel o los “reyes magos”, que no voy a aclarar aquí... quien no sepa de qué hablo pregunte a sus mayores).
Es cierto que debemos ser sinceros siempre y no deberíamos ir por la vida mintiendo. Nunca la mentira es una buena idea. Sin embargo, deberíamos preguntarnos si somos llamados a decir “esas verdades” a cualquier costo. ¿Escuchaste hablar de la “comunicación afectiva”, es decir, aquella que tiene en cuenta los gestos, las emociones, las vivencias, el tono de voz y el momento? Sí. No solo las palabras importan. Hay otros elementos en juego que deben ser tenidos en cuenta antes de dar un mensaje: la manera, las acciones que acompañan mis palabras, mis gestos, el momento en que se encuentra mi interlocutor o en el que me encuentro yo.
LAS OCHO PREGUNTAS
Comunicarse no es tarea sencilla. Creo que todos, como dije, seguimos aprendiendo. Por eso te dejo ocho preguntas para que te hagas antes de comunicar algo. Si a todas respondes que sí, entonces seguramente vas por buen camino. ¡Alerta, spoiler! Cuidado: no te confíes. Verás que cada una de las preguntas está acompañada por algunos textos bíblicos, porque el más interesado en que nuestras relaciones sean saludables es Dios. 1. ¿Oraste para hablar? (Sal. 37:23; Prov. 16:9). 2. ¿Es el momento adecuado? (Ecl. 3:7). 3. ¿Es el medio y la forma para decirlo? (Prov. 25:11). 4. ¿Es la persona a la que debo decírselo? (Mat. 18:15). 5. ¿Ayudará a la otra persona? (Sant. 3:1-5). 6. ¿Soy yo quien debe dar el mensaje? (2 Sam. 18:19-21). 7. Mis emociones ¿están estables? (Jer. 17:9). 8. ¿Evalué todas las posibles consecuencias? (Prov. 16:23; 15:28; 12:18). ¡Cuántos malentendidos, cuántas lágrimas, cuántas relaciones rotas se evitarían si tan solo siguiéramos los consejos de Dios!
Siempre debemos decir la verdad. Siempre. Desde luego, siguiendo los consejos y el ejemplo del Señor: “Jesús no suprimía una palabra de la verdad, pero siempre la expresaba con amor. En su trato con la gente, hablaba con el mayor tacto, cuidado y misericordiosa atención. Nunca fue áspero ni pronunció innecesariamente una palabra severa, ni ocasionó a un alma sensible una pena inútil. No censuraba la debilidad humana. Decía la verdad, pero siempre con amor” (Elena de White, El camino a Cristo, p. 12).
Por Jimena Valenzuela, Magíster en Resolución de Conflictos y capellana en el Instituto Adventista de Morón, Bs. As., Argentina.