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Aire fresco

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Esto que sé

Esto que sé

Eduardo Silva, profesor universitario de Historia, Libertador San Martín, Entre Ríos, Argentina.

Volar alto

La experiencia de viajar es fascinante, ya sea en auto, en ómnibus, en tren, en barco, en bicicleta, moto y... ¡ni hablar en avión!

Ver todo desde arriba, con una vista panorámica, agrandando nuestra visión, observando todo en un contexto que nos ayuda a entender mejor la realidad.

Por eso, sería bueno recordar estas “sensaciones de vuelo” a la hora de tomar decisiones, de evaluar situaciones, de pensar una solución o de analizar un problema.

Llovía intensamente aquel día, cuando partimos del aeropuerto de Santiago de Chile. Todo estaba gris y hacía frío. El avión salió a horario y, en pocos minutos y casi sin darme cuenta, pasamos de las nubes negras, del día lluvioso, a un cielo iluminado por el sol con un brillo intenso. La oscuridad se fue, había quedado atrás. Ahora, todo era distinto...

Pensé entonces en un problema que me estaba preocupando mucho. Traté de verlo desde otro ángulo, desde arriba, e intenté cambiar los parámetros con lo que había visto hasta el momento. Somos reacios a dejar el pensamiento establecido. Me había quedado con las nubes negras, con lo negativo... pero ahora pude ver todo con otra luminosidad. Así, aparecían nuevas alternativas, sorprendentes. Así, aparecía otra posible solución. Allí me di cuenta de que también en los momentos de preocupación y angustia debemos volar alto al pensar o tomar decisiones, con toda la amplitud y la altura racional y emocional que inciden en el pensamiento y en las acciones.

Dios nos ha dado capacidades que debemos desarrollar. Escribió Elena de White: “Cada ser humano, creado a la imagen de Dios, está dotado de una facultad […], la facultad de pensar y hacer. Los hombres en quienes se desarrolla esta facultad son los que llevan responsabilidades, los que dirigen empresas, los que influyen sobre el carácter”.

Volar alto implica ver el problema desde otras opciones mentales, con otra profundidad.

Volar alto me lleva a abandonar mis egos y esquemas mentales, y a explorar otros horizontes posibles.

Volar alto es pensar, es proyectar, es hacer lo mejor de mí en favor del otro, es ser generoso y dar el conocimiento y la riqueza interior que tengo.

Todo ser humano debe darse el lujo de volar alto. De esa forma, su vida tendrá la altura y la dimensión que heredó de Dios.

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