2 minute read
Esto que sé
Por Enio Amaral, Maringá, Brasil. Levantar pesas
Yo era un niño muy delgado y tenía el deseo de ser fuerte. Desde los catorce años comencé el entrenamiento en casa, con pesas de cemento, y luego comencé a participar de campeonatos regionales de halterofilismo. Luego, pasé a los estatales, a los nacionales y, finalmente, llegué a los mundiales.
Con entrenamiento y disciplina pude conquistar tres veces el título de Campeón Mundial de Levantamiento Supino de peso en la categoría de más de 125 kilos (en 2007, 2009 y 2016). En 2013 fui subcampeón mundial. Así, logré mi récord personal: levantar 302 kilos. Desde luego, esto no fue nada fácil. Te lo garantizo. Hay que tomarse en serio la actividad y entrenar mucho.
No obstante, hay algo que debes saber. Es un aspecto que no es posible dejar de lado (como sucede en la mayoría de los deportes): las lesiones. En más de 35 años de carrera, sufrí contusiones y enfrenté problemas como la diabetes, que me dejó fuera de las competencias por cinco años.
Para poder levantar una gran cantidad de peso, necesito ingerir muchos carbohidratos, de donde viene la energía. El carbohidrato se transforma en glucosa. Por eso mi entrenamiento es muy complicado, y tengo que cuidarme siempre. No existe actividad deportiva de nivel que no implique el cuidado de la salud. Más allá de lo que hagas, cuida tu salud. Siempre.
Gracias a Dios, en 2014, un alumno del gimnasio decidió ser adventista y me invitó a ir a la iglesia. Yo ya conocía la Iglesia Adventista. Cuando tenía cuatro años, en 1972, empecé a ir porque un tío me llevaba. Toda mi familia asistía. Luego, por muchos años, dejamos la iglesia. Si bien yo estudié en una escuela adventista, mi estilo de vida no era para nada acorde a lo que dice la Biblia.
Por eso, cuando me invitaron, acepté sin dudar. ¿Sabes por qué? Porque más allá de mis entrenamientos hubo otro factor que me permitió triunfar en el deporte: la oración. Yo no iba a la iglesia, pero oraba. En mis victorias y en mis competencias, yo siempre oré. Oraba antes de presentarme, cada vez. Oraba por mí y por mis competidores. Y siempre digo: mi mayor fuerza no está en mis músculos, está en mi fe.
Después de tomar los estudios bíblicos, me bauticé el 3 de diciembre de 2016 en la Iglesia Adventista de Guaiapós, en Maringá, Brasil. Ahora tengo la oportunidad de recomenzar. Hasta ahora yo ejercité el aspecto físico, los músculos, y ahora debo ejercitar mi fe.