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María Jesús Méndez

Demersales en A mayor

Vivir la muerte: sobre Pilar Aguirre y su libro, muertito y coleando

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La primera vez que escuché un poema en boca de Pilar Aguirre fue allá por el 2016, durante la primera sesión a la que asistí del Taller Experimental de Literatura coordinado por Flora Calderón.

Lo recuerdo perfectamente porque hablaba sobre las peras y a mí las peras siempre me han parecido una fruta por demás carismática.

El poema titulado “Del peral”, sería publicado ese mismo año junto con otros textos de su autoría, letra en puño, en: “El Experimento (Antología del Taller Experimental de Literatura”, Colección Voz de arena, ICBC, 2016). - Cuando las peras caen en las brasas, alucinan,

Se hacen dulces como postres.

A partir de entonces seguí la poesía de Pilar y, gracias a la vida y al tiempo en común, llegué a conocerla también a ella.

Quien ha platicado con Pilar sabe que está en presencia de un alma vigorosa y joven, llena de ingenio y perspicacia. Esto se ve reflejado a lo largo de toda su obra literaria, y en especial en su último libro publicado “Chiras pelas, calacas mueres: cuentos, poesías y anexas” (Pinos Alados, 2020).

El título es atinado y describe perfectamente la personalidad de su autora: juguetona y colorida. Es curioso que este libro comenzara a escribirse mucho antes de estos tiempos de pandemia en los que la única certidumbre es la incertidumbre de la muerte. De esta manera, su lectura abre el diálogo abierto con “la tilica y flaca” y nos permite echar un vistazo a aquellos momentos que la definen: lo último que hicieron los occisos que habitaron estas páginas antes de partir a otro plano.

El campo semántico y los recursos que utiliza Pilar son ricos en texturas. Van de lo popular a lo universal, de lo terrenal a lo onírico y hace uso magistral de su cámara poética para fotografíar el momento del deceso de sus personajes a manera de registro y homenaje. Este libro más allá de intentar descifrar la experiencia críptica de la muerte, habla de las variadas circunstancias que rodean al suceso haciendo honor a cada vivencia humana de la muerte. Así es, como se oye, vivir la muerte.

Deben saber (spoiler alert) que todos mueren en este libro, nadie se salva.

Al igual que para todos nosotros, un día se cerrará el telón, se apagarán las luces y todo será obscuridad como en un agujero negro, la gravedad será tal que no sentiremos el tiempo pasar y el espacio se estirará hasta doblarse sobre sí mismo. Estaremos detenidos.

Mientras tanto, abro hilo: ¿la experiencia de la muerte es la misma para todos? Muriel Barbery, en su libro “La elegancia del erizo” (Seix Barral, 2007) diría que lo importante es lo que estábamos haciendo antes de morir. Sin embargo, Pilar escribe sobre muertes repentinas, muertes sin aviso, muertes jóvenes, muertes por generación espontánea. Así, nos libera de la responsabilidad de ser héroes, justicieros, o grandes amantes a la hora de nuestra partida. Esa gloria se la dejaremos a los suicidas aunque por ahí se cuela alguno.

Pilar termina su libro con un “Manual del bien morir” del que me quedo con esto:

Relájate, esta muerte es tuya y de nadie más

En estos momentos de pandemia, en los que por primera vez estamos viviendo la proximidad de la muerte como una experiencia global y colectiva, apropiarse de ella tal vez sea la única manera de sobrevivir (por así decirlo) a la convulsión que debe ser el último respiro.

Inhala hondo, hazla tuya, al fin la estás viviendo, la gran incertidumbre se ha materializado.

Interés superior

Imagen y sentido

El primero de julio de 2020 supondría motivos de celebración, festejaríamos el inicio de una transformación en el quehacer político y social. Pero esa algarabía se ha visto opacada, no solo por la economía, la pandemia y la inseguridad, sino por un tuit.

Un hombre escribe un tuit para solicitar a la esposa del presidente López Obrador, que reciba personalmente a los padres de los niños y niñas con cáncer, quienes no cuentan con tratamiento, debido a que el gobierno no ha comprado medicamentos para quimioterapias. Ella, en un acto visceral y arrogante, le contesta: “yo no soy médico, a lo mejor usted sí, Ande, ayúdelos”.

Recordándonos y empeorando, el famoso “¿Y yo por qué?” del presidente Fox, en 2003, cuando respondió ante el conflicto suscitado entre dos canales televisivos. Pero ésta no es una opinión más contra los personajes que le dan vida a la 4T. Esta es una columna mensual en favor de aproximadamente 44,697,145 personas mexicanas entre 0 y 18 años, más las que se acumulen y más las que, por negligencia o dolo, han sido asesinadas.

Porque en el fondo de ese tuit, está el cáncer infantil, que en México, es la primer causa de muerte por enfermedad entre los 5 y 14 años de edad.

Si agregamos que más de la mitad de los menores mexicanos no cuentan con ningún tipo de seguridad social, resulta aún más preocupante; porque es una enfermedad costosa a nivel económico y de desgaste emocional para el paciente y la familia.

Esto lo reconoce el Centro Nacional para la Salud de la Infancia y la Adolescencia (CeNSIA), con su Programa de Cáncer, quienes habían estado haciendo esfuerzos elevando la supervivencia, de años anteriores, a un 56%. Nota, la tasa de supervivencia en países desarrollados es del 80%.

Para este fin, se cuenta con 64 Unidades Médicas Acreditadas, distribuidas en todo México. Sin embargo, en los últimos 2 años, todas las que dependen del gobierno han reportado, en mayor o menor medida, desabasto de medicamentos para tratar el cáncer, y tuvieron que despedir parte de su personal en aras de la austeridad republicana.

Tal es el caso del Hospital Infantil de México “Federico Gómez”, donde se tratan, más o menos, 800 niños, como Cristal Flores de 3 años diagnosticada con un tumor cancerígeno en el ojo, su padre y madre, dejaron trabajo y casa en Veracruz para mudarse a la CDMX, mientras dure el tratamiento y cirugía de la pequeña.

Desde hace 10 años se dan las quimioterapias sin costo, pero los padres tienen que pagar otros medicamentos e insumos, ahora eso no es tan seguro, están en la incertidumbre de si habrá el medicamento o no.

Aunque no tengan para los pasajes o un hotel donde pasar la noche, los pacientes y sus familiares acuden esperanzados. El papá de Cristal, un albañil de Veracruz, es uno de los que se manifestó en el aeropuerto a principios de este año, uno a los que no recibió ni el Secretario de Salud, ni el Presidente y uno de esos padres a los que hoy desdeña la mujer del presidente de México.

Al final del día en que su esposo celebraría el segundo aniversario de su victoria, la Sra. Beatriz Gutiérrez Müller, ofreció unas someras disculpas por el mismo medio, twitter, jactándose de ser profundamente humana.

Se imaginan que esta mujer fuera profundamente humanista, no hubiese ofrecido disculpas, en lugar de eso, habríamos visto un video de ella diciendo algo así: “Pondré todo de mi parte, incluso en no dejar dormir a mi marido y al secretario de salud, hasta que el gobierno mexicano garantice el tratamiento completo y de primera calidad para todas las niñas, niños y adolescentes aquejados por el cáncer que dependan de las instancias gubernamentales para cuidar su salud. Todo de acuerdo a los Derechos Humanos de niñas, niños y adolescentes que están previstos en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en los tratados internacionales y en las demás leyes aplicables, esencialmente el primer derecho que enuncia lo siguiente:

‘Derecho a la vida, a la supervivencia y al desarrollo’”.

Las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a que se proteja su vida, su supervivencia, su dignidad, y a que se garantice su desarrollo integral.

No pueden ser privados de la vida bajo ninguna circunstancia.

@Larableu

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