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Rocío Prieto Valdivia

Mi punto de risa

Lecturas

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Con el inicio de esta prolongada cuarentena a la que llamamos en un principio “distanciamiento social voluntario”, muchas personas vimos una gran oportunidad de dedicar todo este tiempo de aislamiento, desde nuestra posición privilegiada, a realizar actividades más personales, como retomar aquel libro o incrementar nuestros hábitos de lectura. Incluso pude ver en las redes sociales cómo se compartía el mensaje de que si no salías de la pandemia con al menos un libro leído, entonces no habías aprendido nada.

Bueno, puede ser, pero también tenemos que reconocer que hay personas que nunca han tenido un acercamiento a la lectura de una manera adecuada, así que ni con mil pandemias van a dedicar un tiempo a leer.

Al principio, seleccioné varios libros, unos de cuentos, novelas y poesía, para avanzar en mis lecturas al doble de lo que normalmente leo. Después de unos días de avances, también pude darme cuenta de que no era tanto por el hábito, sino que empezaba a dejar de ser algo reconfortante para mí ya que las lecturas no ; cumplían una de las funciones por las que empecé a leer, distraerme del mundo. En estos días de retiro ya no tan voluntario, la evasión , del mundo se está dando como algo normal y cotidiano, por lo que, para mí, leer está dejando de tener el sentido distractor.

Sin embargo, sigo disfrutando de las lecturas, sobre todo cuando volví a leer el que fue mi primer libro como un lector adulto o consciente: El Perfume , de Patrick Süskind, “ ” que se lanzó a la venta cuando tenía apenas diez

años y que leí a los quince. Aún recuerdo el viaje que significó para mí esa lectura.

A esa edad, con una incipiente capacidad de lectura, terminar este libro fue como abrir una puerta a un universo que hasta ese momento no conocía. No hablo de un desconocimiento de que existen infinidad de universos en las novelas y los cuentos, sino que no había sido capaz de entender la genialidad de la maldad en los personajes. Jean-Baptiste Grenouille se convirtió en una especie de héroe y antihéroe a la vez, mientras sentía fascinación y repudio al mismo tiempo.

Desde mi manera de ver las cosas y apreciar el arte, primero tenemos que dejar de lado cualquier sesgo moral para entregarnos al goce estético de cualquier obra, tal como Grenouille cuando se entregaba a los olores, gozando sin importar el origen del mismo.

En este sentido, disfrutar del personaje principal de la obra, supone olvidar que su búsqueda lo lleva a cometer una serie de asesinatos atroces.

La parte final de la novela, ha sido el más poético de todo lo que he leído en la vida. La entrega final, el sacrificio, el clímax

del goce, la obra maestra de Jean-Baptiste termina de manera sublime su vida y la novela misma, no dejando duda de que el genio lo acompañó hasta sus últimos momentos.

Una novela en la que se lee más allá de las líneas, ya que es una crítica que hasta nuestros días suele seguir vigente; una sociedad en la que, no tener olor puede ser catastrófico.

Pasa lo mismo con nuestra sociedad vigente, de manera consciente o inconsciente, solemos discriminar a quien represente una minoría y luego nos espantamos cuando quienes sufren de discriminación reaccionan de manera radical.

“ ”El Perfume es una novela que suele dejar una inquietud en el alma que, en lo personal, me sigue acompañando después de tantos años de haberla leído por primera vez.

Cuando salió una versión en el cine, tuve mis reservas al asistir a verla. He de confesar que fui esperando una sola escena y no me decepcionó la manera en que trataron es cuando llevan a Grenouille la ; al patíbulo y logra salvar el pellejo (irónicamente) utilizando la pócima que había preparado.

Sin duda, en resumen, sta es una de las que no deben faltar en é cualquier biblioteca personal y debe ser leída más de una vez para , asimilar las ideas con mayor consciencia como lectores.

“ ”El Perfume fue, es y será, por mucho, una de mis novelas favoritas de todos los tiempos, algo que en estos días de aislamiento vuelvo a confirmar que seguirá siendo por mucho tiempo. Sobre todo, ahora que las personas empiezan a dejar de tener olor, ya que nuestro contacto a través de una pantalla se vuelve lo cotidiano.

No sé si Jean-Baptiste hubiera soportado tratar a las personas por video llamada y no sentir sus aromas. En todo caso, prefiero pensar que ya habría inventado algo para solucionarlo.

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