El orgasmo de los ídolos. por:
Adán Echeverría.
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El orgasmo de los ídolos.
1a. Edición en Portable Document Format (PDF) en 2016. por Catarsis Literaria El Drenaje. Ensenada, Baja California, México. Cel. 9997 431334 Imagen de portada: Dentadura de Elí. D. R. © Adán Echeverría. D. R. © de la presente edición Catarsis Literaria El Drenaje.
Este libro no puede ser reproducido parcial o totalmente sin autorización escrita del titular del copyright. HECHO EN MÉXICO.
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El orgasmo de los ídolos.
por: Adán Echeverría
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PEQUEÑECES DE NIÑO ME ENTERRÉ un lápiz en la mano. A los dos meses aparecieron letras debajo de la piel. Las fui arrancando con la navaja de mi padre y las guardé bajo la cama. Fue hasta la secundaria cuando lograron extirparme la punta de carbón, y se me escapó el habla. Busqué en mi escondrijo, solo hallé los restos enmohecidos de las letras. Escribo para recuperarme de esta invalidez...
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Letrad(eros).
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LA MEJOR MUJER EN EL SEXO EN LA CONFIANZA y la decisión puede recuperarse la esencia del placer. Juana lo supo con Federico. Los 200 kilos del hombre no importaban; su creatividad la tenía entusiasmada. Había leído sin reparo muchos de sus cuentos, ensayos y algunos poemas, y esa admiración la condujo hasta su casa, la tarde que decidió conocerlo. Federico estaba sentado en la sala. Roberta, el ama de llaves, la recibió: Pase señorita, el maestro espera, deme su chamarra me haré cargo, ¿quiere café?
―Gracias Roberta, puedes retirarte.― La voz del maestro era el espacio de intimidad que Juana buscaba. La sala se abría para el olor a madera limpia de los libreros. Pudo sentir la presencia de mundos diversos que esperaban ser visitados, en los libros que cubrían las paredes. Al fondo, Federico rebosante y paciente. Los 200 kilos eran grotescos, pero la calidez de su voz, y esa mirada de vaca marina que bebe conciencias, fueron la trampa de luz que atrajo a Juana como un insecto. ― Vine―, dijo de manera estúpida la chica. ― Siéntate a mi lado.― Ella pudo imaginar la ridícula escena de su diminuto cuerpo, aun no cumplía los 20, a un costado de la mole del maestro. El reforzado sofá contuvo la respiración al sostenerlos.
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No fueron más de cinco minutos de plática para que Juana se dejara hurgar la entrepierna. Tomó con ambas manos la enorme cabeza del maestro y se dejó besar, o consumir que para el caso significaron lo mismo, y supo aprovechar tamaño y volumen. Escaló sus hombros y ofreció la vagina, hervidero de agujas, para que el maestro, con su lengua de probóscide, degustara y se arrastrara entre sus pliegues. La erección del monstruo era irreal. La grasa hacía imposible que Juana tuviera una visión completa del miembro endurecido; sin embargo, impulsiva, hundió sus brazos entre los enormes y pavorosos muslos de Federico para atraparle el miembro y, triunfante, lo consiguió. Pequeño, gordo y durísimo como un rubí. Sobó y sobó, mientras dejaba que la lengua entrara y saliera de ella, fornicándola... ―Señorita su chamarra.― La joven se arropó repasando el momento en larga exhalación; con la confianza que para ese entonces encerraba saberse dueña de sí. El maestro, el filósofo, lloraba emocionado; agradecido de que al fin los años de cultivar su mente y perder su cuerpo, fueran recompensados por la enorme voluntad de amor que Juana le dispensara.
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EL CARACOL NO VOLVERÁ JAMÁS NUNCA FUI lector prominente hasta que conocí a Diana. En la primera imagen que tengo de ella tiene once años y sostiene un libro de García Márquez sobre los muslos, en aquella banca de cemento, bajo el árbol de almendras. Una semana esperé a que la bibliotecaria me dijera de qué libro se trataba. ―Hoy lo devolvió. Ten. Ojalá lo leas tan rápido como ella― se burló la anciana. Cuando al mes siguiente la vi coger las obras completas de Sor Juana, me armé de valor para acercarme. Como el jugador de ajedrez que era (ella leía, yo jugaba ajedrez y a todos les ganaba), pensé bien la estrategia para quedarme con la reina. Tenía en la punta de la lengua aquellos versos: "En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?", pues me parecía que Diana ponía riquezas en su pensamiento; pero no me atreví y la llamaron a casa. Luego de aquel verano me mudé con mi familia a otra colonia, llevándome el silencio de Diana metido en la memoria. 14 años después he regresado al mismo barrio, caminé hacia la vieja casona donde daban los talleres de cultura y al entrar a la biblioteca, Diana estaba ahí, con ese rostro de intelectual que tanto recordaba. Ahora ella era la bibliotecaria, y amores más amores menos, me sentí preparado para abordarla. Tomé dos libros del estante, y caminé hacia el mostrador. Los puse frente a ella; miré de El orgasmo de los ídolos.
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cerca sus manos que me parecieron delicadas, como de cristal. ― Estos libros no salen a domicilio, porque son únicos; tendrá que leerlos acá.― Uno era de cálculo diferencial, y otro nano partículas para la nueva ciencia. Avergonzado caminé de regreso a los estantes a esconder mi estupidez. Yo era un lector más allá de lo ordinario. Siempre leí, pensado en Diana, cuanto libro cayó ante mis ojos; y no comprendía por qué no podía articular palabra frente a esta mujer. Me jactaba de ser dueño de mi confianza, pero ella me desbarataba. Salí de los estantes y decidido le hablé mientras me acercaba: Disculpa, quisiera platicar contigo, dije a tres metros del mostrador. Ella se puso un dedo en los labios y Shhh, indicó que me callara. Bajé la voz y repetí Me gustaría platicar… cuando una niña se me adelantó corriendo y de un brinco se subió al mostrador. ¡Mami! Diana se inclinó para besarla. Cogió su bolsa de mano: ¿Y papá, dónde lo dejaste?, para salir del mostrador. Al pasar frente a mí, sólo alcancé a encogerme de hombros.
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LAS TRAMPAS DE NI FU NI FA CUANDO TODO terminó con Rebeca, mi corazón se debilitó tanto que mis latidos se hicieron cada vez menos imperceptibles. Caí en un sueño tan profundo que fue la única forma en que mi cuerpo logró mantenerse vivo. Los doctores del hospital donde fui internado, se asombraron de mi período de latencia. Yo en cambio soñaba. Caminaba en sueños por las calles donde había conocido o creído conocer aquello que suelen llamar amor. Por cada uno de los rincones iba como un poseso; arañaba paredes, levantaba cajas vacías de cartón que lanzaba al aire o despedazaba; y noté que podía atravesar paredes y volar. Era maravilloso. Quién quiere despertar a un mundo donde tendrá que enfrentar la vida, tan perra y sin remordimientos, si ha logrado la capacidad del vuelo. Y volando llegué a la biblioteca. Podía meterme entre las páginas de los libros e interactuar con sus personajes. Aparecí justo antes de que la Karenina se lanzara a las vías del tren. Sentí una tristeza inmensa cuando Harry Haller destrozó la casa de su amigo, por aquella estúpida foto de Goethe, y me dio asco estar de pie frente a Grenouille y la falta de olor de su cuerpo. Cuando pasé a la sección de poesía mi esencia sucumbió. Los versos de Vallejo me sitiaban por todas partes, Neruda se me metía en el vientre, Enrique Molina taladraba mi cerebro, como un maldito pájaro carpintero que no cesaba y no cesaba, y entonces caí El orgasmo de los ídolos.
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en Paz. Desde los primeros versos de Piedra de sol, el equilibrio volvió. Fui sosegándome con prontitud, no pasa nada, callas, parpadeas, era el ángel que cruzaba el silencio del recinto, alguno de esos niños oxidados, el fusilado con su ramo de rosas en el pecho. Entonces desperté agitado, mi corazón era un tambor de hojalata que hacía escándalo. Mi corazón sonoro estallaba en mi pecho y los doctores y enfermeras corrían para callarlo. Tenía las venas hinchadas, hinchadas. Sentía el dolor de pecho por un corazón que se aporreaba en la carne y sobre los pulmones; un corazón cuyos latidos no parecían cesar, y la imagen de Rebeca regresó, para que todo se hiciera negro, y yo me desmayara. Desperté a las cinco horas, como un paciente normal, pidiendo de comer.
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EL OGRO FILARMÓNICO TODO COMENZÓ en el teatro. La orquesta interpretaría algunos valses de Strauss, el conocidísimo, hasta el aburrimiento, Cuatro estaciones de Vivaldi, y alguna rareza de Satie. Sin embargo el joven apenas pudo llegar a tiempo. Había lleno total y él aún no estaba lo suficientemente concentrado como para salir al escenario. Quiso cancelar, posponer o que un director suplente sacara el evento. Volvió a casa. Entró cauteloso, sin hacer ruido. La casa estaba deshecha. Vidrios, trastes, lodo en las paredes, sangre en el techo, rastros de una batalla, o como si un huracán hubiera decidido levantar la casa, sacudirla con violencia para dejarla caer. Entre el desorden descubrió las piernas de su compañero, con quien compartía la renta, separadas de su cuerpo, y la mancha de sangre cual estela. Los aparatos electrónicos saltaron sobre él, de la misma manera que lo habían hecho toda la mañana. Pequeños robots que se habían reproducido a sí mismos y no le permitían escapar. Corrió a su estudio, encendió el estéreo y apuntó los altavoces hacia ellos, los acordes de La Valquiria de Wagner inundaron el aire, y las máquinas se detuvieron, hipnotizadas. El joven director, se colgó un reproductor portátil en el pecho, dejó escuchar la misma obra y con premura y cuidado, fue pasando entre los robots hasta salir de casa. Regresó al teatro donde la oscuridad era tal que pareciera haber entrado a una caverna. Miró las butacas El orgasmo de los ídolos.
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abandonadas llenas del polvo que dejan los años. Volvió sobre sus pasos, hacia la luz para alcanzar la salida a la calle. Afuera se vio frente a un amplio paisaje de jardines que se extendían hacia el horizonte. Como a doscientos metros, calculando, observó una gran columna de roca maciza con escaleras alrededor para alcanzar la cima. Una sombra cruzó encima de él, levantó la vista y el cielo estaba cubierto de mujeres desnudas que volaban amaneradamente, como si nadaran en un estanque de aguas profundas. El joven sintió que le faltaba oxígeno, que levitaba, elevándose hacia el cielo, hacia las mujeres que lo llamaban ansiosas. Se descubrió nadando en un mar tempestuoso. Nadó hacia la columna de roca y cuando se sintió a salvo, el concierto terminó. El público aplaudió de pie, hilarante. El joven director temblaba frente a la orquesta. Dio la cara al público y agradeció. Saladas lágrimas le devolvieron la cordura.
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MONO Y TEÍSTA MUCHAS VECES INTENTÉ la educación formal, pero mi experiencia mejor, y la que más vivencias y emociones me ha dejado, ha sido la realización de performans. Soy perfomancera de oficio, y reconozco que siempre he sido monodidáctica, es decir, todo lo he aprendido por mi cuenta, sin más maestros que mis compañeros de profesión. Siempre vamos a los festivales culturales y a los callejeros, y cuando me desnudo frente al público, porque mi cuerpo es el instrumento de mi arte, la gente se lleva el mensaje que intentó transmitir. He hablado a favor y en contra del aborto; siempre he estado ahí para defender el feminismo y pisotear al machismo, claro, y con huevos, o con ovarios que es lo mismo. Odio a los religiosos. En una ocasión hice de una diosa. Me desnudé, como siempre, en público, y me metí a una tina, era entonces la diosa del agua. Con champú fui creando espuma que comenzó a resbalar por mi cuerpo haciéndome cosquillitas, pero como soy profesional, contuve la risa, y me puse de pie, y era Venus; ya sabes, Venus que sale de la espuma. Al final, salí de la tina, me puse la toalla encima, como si fuera un manto, dejando mis pechos y pubis descubiertos, orgullosa de mi sexualidad como siempre lo he estado, y entonces era algo así como la virgen María. Es que me enoja que los monoteístas quieran señalar como locos a los politeístas. Los polis, como yo les digo, El orgasmo de los ídolos.
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esos que les gusta Buda, o Krishna y que son vegetarianos, igual sienten. Son humanos también y merecen que los respetemos como nos respetamos los demás. No son animales. No es justo que porque unos son católicos y otros cristianos, los budistas sean los que sufran por ser pacifistas. Ellos saben kunfú, pero no lo aplican porque creen en el Dalai Lama. Yo siempre que hago un perfomans, me gusta que la gente se lleve algo, por eso improviso. A veces estoy en el súper, se me ocurre algo, o veo algo que me da una idea y es cuando me desnudo; la gente se acerca y aprecia mi trabajo de artista. Por eso quise compartir con ustedes esta plática. Quiero que ustedes sean libres como yo lo soy; antes no lo era pero ahora sí lo soy, y eso es lo que quería compartir. Marilizette se levantó y se quitó la ropa frente a los alumnos de secundaria. Se paró en la silla, levantó la mano izquierda como sosteniendo una antorcha, y la mano derecha la puso cubriéndose el pecho derecho, pero con la palma hacia el auditorio, como diciendo Alto. Estuvo así poco más de un minuto, quietecita. Se bajó de la silla, agradeció como lo hacen los actores, y salió del salón cargando ropa y zapatos entre los brazos.
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RODEAR EL BUDA NUNCA HE COMPRENDIDO eso de dejar la mente en blanco. Cada que alguien dice, en un curso, en terapia, en clase de yoga, o en un sitio de oración: Pon la mente en blanco, me la paso pensando en la palabra blanco, me imagino un conejo blanco como el de Alicia, o al conejo de la suerte de las caricaturas, o también se me ha dado por pensar en la fábula de la liebre y la tortuga, o en la otra fábula del cuervo, en algún poema de Edgar Allan Poe, en lo que dijeron sus críticos sobre que Poe es mejor en sus traducciones porque era ilegible en su propio idioma, pienso en los periódicos donde publicaba sus historias, en aquel amorío con su prima, y entonces pienso en mi prima Rilma, en esos labios, y sus pechos morenos de niña de trece, que me untaba en la boca cuando apenas yo cumplía los ocho años, y acabo con una erección. Eso de la mente en blanco no es lo mío, estoy seguro. Y por eso no se me antoja lo de la meditación, y me da por no creer en la acupuntura ni en la medicina tradicional china, y por eso no acudo a que me den masajes como el resto de mis compañeros de oficina. Sin embargo, cuando Rubí, esa morena chaparrita; pueblerina de labios cuarteados, pechos como manzanas y rabo pequeñito pero a leguas duro, comenzó a hablar sobre poner la mente en blanco, pensé en mi semen. En mi semen inundándole los labios, en mi semen embarrándole las nalgas, en sus pequeños pechos detenidos El orgasmo de los ídolos.
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en el calor de mi boca y en sus nalgas atrapadas entre mis manos mientras la penetro hasta el fondo. Por eso es que todas las historias de Buda, luego de esa clase, me parecen excitantes. Me excita eso de que su madre, y el bosque, y los árboles y las ramas y su nacimiento. Me excita aquello del príncipe que escapa hacia la pobreza dejándolo todo, porque lo imagino desnudo, corriendo fuera del palacio, y a esas mujeres de chichis al aire, presas de la hambruna, que se van lavando en el río Ganges. Imagino a Buda sentado en flor de loto, y delante de él soy ese gusano que va comiéndose la carne de los cadáveres. Me imagino rodeando esa figura de Buda, latiendo como carne desprendida, y entonces pienso de nuevo en Rubí, en sus manos delgadas que atrapan mi pene durísimo. Y es cuando alcanzó el orgasmo, y sí, todo el cuerpo me queda manchado de blanco.
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Los turbios femeninos.
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¿Y MIS RAÍCES? LUISA ACOSTUMBRABA todos los viernes pasar al bar a escuchar música viva, beber cerveza, liarse una plática interesante con cualquier tipo que tuviera el valor de enfrentar su hermoso rostro de trigueña mexica, y rebanarle la espalda con la idea de algún cambio en el porvenir más próximo. No era justo que este viernes la banda presente fuera una fusión de música prehispánica y ritmos house. ― Pero qué diantre están tocando,― escupió a sus vecinos en la barra del bar. ― No seas así, abre tu espíritu hacia todos los ritmos. ― ¿No escuchas?; es música de indios. ― No lo dices en serio, ¿verdad?, ―carraspeó Fidel, hippie pacifista que se apunta como defensor de cualquier causa, por más estúpida que fuera.― Deconstruir la música prehispánica hacia nuevas versiones tiene que ver con recuperar las raíces. ―¿Cuáles raíces?, tú, no te engañes. Esto es una ridiculez. ―Llamas ridícula ésta música. Habrías de medir tus palabras. Qué, muy europea la niña, ¿no? ―¿Tienen que vestirse con taparrabos y usar sintetizadores para ir adornando el ponchis ponchis? ¡Y lo del palo de lluvia!, es una mamada, neta. ¿Cuáles raíces?
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Aburrida pero sin decidir terminar la cerveza y largarse de una buena vez, acariciaba el cristal de la botella, ensimismada. Uno de los integrantes de la agrupación que daba el concierto se acercó a la barra, sediento; se quitó el penacho, y con la cabeza al rape enseñó un rostro y una figura que más que bien, a Luisa no pudo dejar de agradarle. La mañana siguiente Luisa abrió los ojos temprano. Se miró desnuda en los espejos del techo, y observó su cuerpo violentado, donde sobresalían marcas de dientes, signos de la enorme y deliciosa batalla de amor que había librado. ― Hay que volver a las raíces, ni hablar― y se mordía los labios mirando junto a ella, desnudo y en todo su esplendor, al músico del penacho.
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ESOS TUS RÍOS DE AGUA VIVA. RILMA MIRÓ la polea sola en el travesaño; soga y cubo habían caído al pozo. Tendría que meterse. Su padre le enseñó desde niña a no esperar que le resolvieran las cosas: Ayuda a tu madre, dijo antes de morir. Y se acostumbró a resolverlo todo. Miró los alrededores. Nadie. Se quitó el vestido de tela de algodón, quedando en ropa íntima, para bajar en busca del cubo. Descendió con cuidado las paredes mohosas; tres metros llenos de verdín que se le iba impregnando en las manos, manchándole el anillo que su padre le regaló al cumplir los quince. Tomó el cubo sin soltarse de unas rocas salientes de la pared, justo cuando unas sombras la cubrieron. Reconoció la voz de su primo Gerardo y uno de sus amigos. ― Vas a ir a entrenar. ― No sé. ― Todavía piensas en tu prima. ― Es mi prima y no puede gustarme. ― Se te pasará. ― el amigo hizo una pausa y se recargó en el brocal, dejando caer ese polvillo de roca vieja― ¿Se ha dado cuenta? ― Para nada, cuando nos vemos, digo o hago cualquier majadería para molestarla― Rilma sonrío mientras intentaba, untando la mano en la pared, limpiar el verdín que se había quedado en su anillo. Los últimos dos años, su 20
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primo Gerardo le resultaba atractivo. Iba a verlo meter goles en los partidos de fútbol. Era el ídolo del pueblo y todas sus amigas morían por él. ― Mejor no vengas a esta casa, para evitar las tentaciones. ― Vengo a ver a mi tía. Pero hoy no hay nadie. No vayas a ir con el chisme.― dijo golpeando en el muslo a su amigo. Las sombras se esparcieron. Rilma sonreía ruborizada. Subió distraída, llevaba los pezones endurecidos por el contacto con el agua fría. La lámina del cubo golpeaba las rocas mientras escalaba. El anillo salió de su dedo y al intentar cogerlo, resbaló, golpeándose la cabeza entre las rocas. Segundos después su cadáver apareció flotando. Tenía los cabellos en movimiento, como medusas negras buscando refugio entre las sombras.
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EVA EN EL REFRIGERADOR EL SOL ERA una roca hirviente que se había acercado tanto a la ciudad derritiendo los anuncios espectaculares, y a los transeúntes que como Agustín deambulaban por las calles llenas de basura. Con el ánimo por los suelos, jadeando incluso, llegó a casa. Rápido abrió el refrigerador para servirse un vaso de agua helada, y la vio. La mujer desnuda y sonriente dijo "Hola" al verlo. Agustín cerró de inmediato. ―¡Abre, abre!, es incómodo estar acá. Muero de frío.― Agustín abrió lento y con excesiva precaución. ― ¿Quién eres? ― Abre, que me congelo. Le tendió la mano para ayudarla a salir. La mujer con dificultad quiso ponerse de pie. ― Estoy entumida. Mis piernas no responden.― Se deslizó hacia afuera, recostándose en el piso mientras frotaba sus piernas y muslos, risueña. Agustín igual sonrió al ver la escena sin comprender por qué en su refri había una mujer escondida. ― Voy por algo para que puedas cubrirte. ― No, por favor, no me dejes. Sólo abrázame. ―Agustín dudó, pero se inclinó a abrazarla con delicadeza. Ella lo jaló, metiéndose al hueco de su pecho.― Tengo mucho, mucho frío. ―Agustín sudaba por el calor, y el contacto con el helado cuerpo de ella, lo hizo estremecerse. 22
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Comenzó a frotarle los brazos con sus manos; ella encogió las piernas y se arrellanó en el abrazo de quien la liberara.― Acaríciame que muero de frío ―la mujer temblaba. Él estiró los brazos para sentir los helados muslos, las piernas, pantorrillas, tobillos y pies, hasta meter los dedos de sus manos entre los dedos de los pies de ella. La mujer puso la barbilla en el pecho del joven, jaló su cabeza hacia abajo, y buscó sus labios. Agustín no se contuvo y el beso se hizo largo. Ella temblaba, y al muchacho las gotas de sudor le seguían escurriendo por la frente. Su camisa empapada fue escarchándose por la helada piel de la mujer, cuya lengua se introdujo a su boca y él, bajó más la mano derecha buscando la vagina. La mujer abrió las piernas, amplia, esperando los dedos hurgantes que caminaban sobre su vientre, y fueron enredándose a los erizados rizos del pubis. Los dedos se introdujeron con lentitud y ella emitió un pequeño jadeo que creció y se alejó aleteando por la habitación. La temperatura fue fundiéndose entre ambos cuerpos, rezumando la vida que afuera, continuaba derritiéndose.
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NOCHE DE BRUJAS EL TIPO GRITÓ pegado al barandal, desde la parte más alta de la repleta discoteca: ¡Maldita bruja! Las mujeres que poblaban la pista giraron la cabeza para mirarlo, una a otra, como fichas de dominó, despacito y en cadena, sin desarmar la sonrisa ni dejar de bailar. En ese instante, la que fuera su novia, abordaba el carro de otro hombre, con los ojos llenos de paz.
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¿POR QUÉ LAS MUJERES PREFIEREN A LOS FODONGOS? MARGARITA espera más de media hora a que pase la combi para llevar a su hija mayor a la primaria. Luego tendrá que caminar siete cuadras y dejar a la más pequeña en la guardería, aguardar que de la hora para que la acepten, desandar dos esquinas para tomar otro camión y llegar a su trabajo en la cocina económica. Después de medio día de picar, trozar, cocer y preparar tres comidas diferentes, se quita el delantal para ir por sus dos hijas a casa de una vecina, quien le hace el favor de recogerlas de la escuela, y volver con ellas a la cocina económica. Darles de comer, cambiar el pañal de la pequeña, mientras termina el día de trabajo para hacer el derrotero a casa. Una vez en ella, ver tareas, preparar la comida del esposo que llegará antes del anochecer, borracho las más de las veces, lidiar con él, midiendo y escogiendo cada palabra, el tono con que tiene que ser dicha para tratar de conseguir algunos pesos que la ayuden con el gasto. Dormir temprano a las niñas para enfrentar mañana un día similar a éste, y si el tipo lo desea, bajarse los calzones, tirarse en la cama, hacerle una mamada que lo haga bufar como endemoniado, dejarse penetrar con salvajismo, soportar que le estrujen los senos, la muerdan, lastimen, y embarren de semen. Cuando el tipo se duerma, levantarse y recoger el tiradero, lavar los trastos que quedaron de la cena, planchar la ropa de las niñas y del hombre, y como siempre, a media El orgasmo de los ídolos.
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noche, besar a sus hijas, acurrucarse a un lado de su hombre soportar el tufo de alcohol, eructos y gases con olor a botana podrida, esperando que el sueĂąo la arrope y le brinde ese poco de paz que su cuerpo necesita, para recuperar las fuerzas y con el primer rayo del sol, sentirse de nuevo viva.
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SI TODO CUBANO FUERA COMO NIURKA ¿Y QUÉ ES LA VERDAD?, preguntó Pilatos al Nazareno. Los años se acumularon en bibliotecas y archivos. Se descubrieron mundos, nuevas rutas a la civilización fueron trazadas; la sangre corrió para que la manoseada verdad fuera dictada por los vencedores, quienes escribieron la historia. Hoy pervive retorcida. Los avances tecnológicos dieron voz a los perdedores, para contar otras versiones de la verdad; al grado que una actriz de nombre Niurka sobre sus torneadas piernas, con ese trasero capaz de perder a los hombres y llevarlos a la locura, como las lamias, dijo, retadora y de frente, ¡Esa es Mi verdá! La cultura cubana se sintió ridícula. Los pasos perdidos de Carpentier perdieron ritmo, Paradiso y las novelas soñadoras de Reynaldo fueron tiradas a la basura, porque, la verdad se había alcanzado. El revuelo de la actriz fue tal que no pasó ni un sólo mes para que saliera el libro titulado Mi verdá, que tuviera revirada en cine casero, para desmentir posibles verdades, apoyado en otras versiones del caso; en el papel de la actriz, otra joven cubana enamorada de la sencillez de la primera, se encargó de decir una y otra vez hasta formar el mito, Esta es mi verdá. La isla abrió sus puertas a regañadientes, las torturas, el hambre, la persecución que se predica siempre contra uno de los últimos bastiones del fallido comunismo de América, que dejara ir a esta fenomenal actriz, en la adolescencia. La El orgasmo de los ídolos.
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prófuga, mártir del consumismo y el marketing, cuyos calendarios han brindado horas de felicidad a los mecánicos, sin olvidarnos que el mundo travesti, la ha elevado, en ocasiones, encima de figuras intelectuales como Gloria Trevi, ha hecho escuela internacional. Por eso la estudiamos en clase de Historia, porque justo es que ustedes sean las Niurkas del mañana. Capaces de luchar y salir avanti siempre avanti, de todo escándalo que se suscite en la farándula, que tanto han hecho por nuestras libertades. A partir de hoy, señoritas, justo es que practiquen la frase de Niurka. De pie, frente al espejo, mírense, y con mucha fuerza de voluntad piensen en todos los problemas que las aquejan, en los fallidos noviazgos, en todas las veces que las feministas sombrías se han burlado de ustedes, y con decisión griten: Y esta, esta es Mi Verdá.
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TODOS SOMOS YOGUIS LUEGO DE SU DIVORCIO Mercedes acudió a varios psicólogos para controlar su rencor. Una mañana se puso los jeans y fue al parque más cercano. Estaba lleno de practicantes de yoga. Quiso ignorarlos y caminó alrededor, pero no podía quitarles la vista de encima. Decidió sentarse y admirar sus evoluciones. Al terminar la clase un hombre que dijo ser el maestro, se acercó: Soy Humberto, veo que no tienes paz. Cuéntame. La plática se prolongo en un café. Humberto la escuchaba y tenía la palabra justa para hacerla sentir mejor: Mañana empezaremos, había dicho, buscaremos tu paz interior, sanar tu espíritu. La meditación te dará tranquilidad. Mercedes preguntó si quería almorzar en su casa, y hacía ahí se dirigieron. Horas más tarde, Mercedes no cabía en sí misma. Alcanzó ocho veces el orgasmo y Humberto no perdió la erección ni derramó gota de semen. ¿No te gustó?, preguntaba ella, pero él aclaró: He tenido multiorgasmos secos. La expulsión del semen es buscar placer en el exterior; guardar la energía hace que uno obtenga sensaciones que hoy no imaginas pero te enseñaré. La noche llegó, Mercedes rebosante de felicidad se quedó dormida. A la mañana siguiente fue al parque deseosa de comenzar la instrucción. Preguntó por Humberto pero nadie
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había escuchado de él. Al regresar a casa, vio que le habían robado la joyería.
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EL YING, EL YANG Y EL TANG EN EL INSTITUTO DE LA MUJER los dos únicos hombres son el intendente y el chofer de la directora; ahí solo trabajan mujeres en cualquier escala de poder. Está la secretaria, la abogada, las sicólogas, las jefas de departamento, las coordinadoras de enlace, trabajadoras sociales, jefas de grupo, asesoras y la directora. Cuando mi esposa me denunció por maltrato, vi las de Caín. Desde que ingresé al edificio sentí que me metía el pie la chica de recepción, una veinteañera de prominentes tetas y labios mamadores. Me entrevisté con la trabajadora social, de pequeños, redondos y respingados pechos, sin nalgas y con unos ojos que arrancaban el aliento, quien conversaba con la que fuera, hasta entonces, mi esposa, cuyo semblante se notaba demacrado, aún conservaba costras de la batalla en el labio. El ojo izquierdo lo llevaba morado, y raspones en frente y ambos brazos eran evidentes. Yo tampoco estaba limpio, mi esposa me había golpeado con una madera de dos pulgadas de ancho y medio metro de largo, tantas veces que perdí el sentido. La mano la tenía destrozada. La puse como escudo hasta que me dio en los genitales, y al doblarme, me pegó en la cabeza, quebrándola y haciendo que me desmayara. No supe cuánto tiempo me golpeó en el suelo ―estuve inconsciente― pero la madera, junto con los huesos de mi mano, se hicieron añicos. Al ver que no recobraba el sentido se asustó y huyó El orgasmo de los ídolos.
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de casa. Han pasado cinco días, llevo la mano enyesada y me cuesta trabajo limpiarme el culo. Me encanta aquello de la equidad que pregonan de un lado a otro. Siempre tienen algo que decir al respecto. Esa tarde, en medio de las miradas, reprimendas y acusaciones de la directora, la sicóloga, la trabajadora social y la abogada, acabé firmando todo lo que quisieron. Cedí la casa, firmé el divorcio y lo único que obtuve fue el carro, al cual ella le rompió el panorámico y el medallón a pedradas. Hay que saber llevarse. Luego de firmarlo todo, invité a mi ex a comer para platicar con tranquilidad. La he dejado, en la que ahora es su casa, luego de unas pasionales horas de hotel. Mañana veré a Rebeca, una de las trabajadoras sociales con quien tomamos asesoría por lo del divorcio. No es joven. Tiene una hija de ocho años y es divorciada desde hace tres. Me encanta verla usar tacones, las nalgas se le levantan de manera graciosa, y disfruto escucharla hablar.
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CON MEJORES OJOS ES QUE LAS PIERNAS de La China, sus ojos, y esa boca que te remonta a la selva, como una laguna a donde los animales quisiéramos bajar a abrevar. No logro concebir tanta delicadeza en su andar, la forma en que pone un pie frente al otro, las caderas subiendo y bajando, mientras avanza; el ademán de sus manos al hablar, su sonrisa de dientes intactos, perfectos, los hoyuelos que se marcan cuando usa la coquetería como arma. El barrio se quedaba perplejo al ver a la vendedora de empanadas, apodada La China; su bizquera la hacía entrecerrar los ojos, y era difícil tenerla enfrente sin cargarse de la risa. Cuando Fabián habló tantas sandeces sobre ella, supieron que el amor dejaba a los individuos incapaces de mirar la realidad, como tocados por algún mago o bruja, sumidos en el deseo. La noche que Fabián la llevó al altar, ellos contuvieron la furia en los puños. No podían entender que su amigo, el hombre que más triunfos había logrado para el equipo de futbol del poblado, sintiera tal arrebato por semejante esperpento. La China tenía una pierna más corta, por lo que caminaba cual barco asediado por el oleaje; sus tics nerviosos la hacían manotear al platicar, y uno tenía que esquivar los braceos y manazos que acostumbraba dar. Fabián era un iluso el imaginar cómo lindos hoyuelos las marcas que la varicela había dejado en sus mejillas. El orgasmo de los ídolos.
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Cuando por fin, regresaron de la luna de miel, Fabián se miraba extraviado; se pasaba el tiempo hablando de su mujer, y no tenía tiempo para los entrenamientos, tanto, que jamás quiso volver a saber del futbol, por más ruegos que le hiciera hasta el alcalde, quien acabó ofreciéndole un incentivo generoso para que solo se dedicara a lo que mejor sabía hacer, dejar el nombre del poblado en lo alto metiendo goles. En cambio Fabián era feliz manipulando la masa, friendo las empanadas, mientras La China, holgaba sus carnes, junto a la freidora, acariciando cada determinado tiempo, la cabeza de un Fabián domesticado, y dispuesto a cumplirle sus caprichos.
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PENSAR CAUSA FIEBRE TODAS LAS NOCHES Alejandra salía de su cuarto para meterse a bañar y pasaba cargando su ropa interior, con la toalla al hombro, frente a mi novia y yo que estábamos sentados en la sala. Cerraba la puerta del baño y tras unos minutos de espera la casa se llenaba del rumor de agua corriendo. Yo perdía la cordura y veía a mi novia sin escucharla. Mi mente se había colgado de la toalla, o de las pantorrillas de mi cuñada, y se había introducido al baño con ella. Mi novia intentaba besarme aprovechando que estábamos solos, y una enorme erección se dibujaba al pensar en cada gota que se deshacía sobre el cuerpo desnudo de Alejandra. ― Estás hirviendo. ― Hace mucho calor. ― ¿Te sientes mal?, parece que tienes fiebre, ¿quieres que te traiga algo? ― Agua, solo agua, por favor. Pero ningún líquido hubiera sido suficiente para la sed que me mordía. La tortura duraba apenas veinte minutos. Al abrirse de nuevo la puerta del baño, yo sacaba con rapidez mis dedos de la vagina de mi novia, ella se acomodaba la falda, y Alejandra salía vestida siempre con ropa ligera, y la toalla alrededor de la cabeza. Algunas gotas aun se apreciaban detenidas en su cuerpo, perlándole el cuello y el El orgasmo de los ídolos.
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escote. Yo quería, con la mirada, acariciar su fresca vagina limpia y olorosa a mango. Así pasaron los años. Mi novia se volvió mi esposa y Alejandra se embarazó de un tipo que nadie conoció jamás; pero ni el hecho de volverse madre, han logrado quitarme de la mente la imagen diaria de ella cruzando frente a mí para meterse a bañar. Quién quita si algún día… ahh, quién quita.
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UNA MUJER DE ENORMES OVARIOS LA CONVENCIÓN NACIONAL de pueblos originarios se anunció con bombo y platillo. Los carteles cubrían las capitales del país, y las comunidades como las asociaciones indigenistas ajustaban sus agendas, redactaban manifiestos y hurgaban en sus cajas de ahorro por los recursos necesarios que les permitiera enviar a los jóvenes más sobresalientes de sus comunidades. Nunca se les ocurrió que la escena sería la de un mundo globalizado. El listado de oradores para la inauguración incluía a varias figuras juveniles del mercado de la música y del arte que nada tenían que ver con los pueblos originarios. La convención parecía la asistencia a un concierto patrocinado por alguna firma comercial y los jóvenes interesados en hacer escuchar su voz, trazada desde las minorías, apenas eran el colofón folklorista que el gobierno pensaba presumir. Noemí Tuz, de raza maya, tuvo el uso de la palabra. Se había ganado la oportunidad al resultar galardonada el año anterior con el premio nacional de poesía indígena. Al subir al estrado obvió el discurso que había preparado, y reclamó que los hayan invitado a un evento disfrazado de convención de pueblos originarios, para ser testigo de la presentación de programas que en nada apoyaban la vida de las comunidades a las que representaba.
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Al terminar el discurso, las caras largas de las autoridades, representadas por el secretario de gobernación y cortesanos, en representación del presidente de la república, no se hicieron esperar. Noemí bajó del estrado, caminó con firmeza hacia la salida, se despidió tirando las hojas de su discurso al aire, y abandonó el recinto. La reprimenda de parte del gobierno no se hizo esperar. La prensa obvió el acto y días después la persecución contra las comunidades y agencias indigenistas comenzó. Los apoyos para el campo se vieron reducidos, las becas a los jóvenes se congelaron, las escuelas en lenguas originarias fueron cerradas, reportándose como en “reestructuración”. Noemí Tuz fue detenida, acusada de infanticidio, la prensa documentó la historia de un antiguo amante, usado para testificar que ella había recurrido al aborto, cuando el producto contaba 14 semanas de gestación. Los ríos continúan su derrotero de luz, agua y música. Los pájaros no cesan su trinar y las flores del campo asombran con su belleza. Pasos adelante, la ciudad se come las sociedades humanas, haciéndoles olvidar la naturaleza.
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EN EL RÍO AGUA TE APEDREÉ EL AGUA HABÍA CRECIDO como cada año. El poblado, la comarca toda, sufrió la inundación. Beto y Paula subieron al techo para sobrevivir la crecida, llevando consigo algunas de sus pertenencias, lo que pudieron encontrar de comida y, como los demás vecinos, "la roca final" que por décadas, consciente de las incontables inundaciones, fue adoptada por los lugareños. Los días pasaron y el imparable llanto de los niños que permanecían a resguardo en otros techos, los moscos, la humedad agobiante, los rayos del sol que aparecía tímido, así como el tufo de los cadáveres se hizo insoportable. Beto y Paula siempre supieron que hacer. Embarazada le era difícil moverse con rapidez. El alimento al fin se agotó junto con la esperanza de ser rescatados. Se pusieron en pie decididos. Abrazados se dieron un largo beso y ella se acostó en el techo, extendió las manos todo lo que pudo, tensando los músculos presa de terror, para que Beto dejara caer “la roca” sobre su cráneo. Luego Beto cogió la soga, amarró la misma piedra a sus dos piernas, sentado cerca de la orilla, se cercioró que los nudos no pudieran desatarse, y tiró la piedra al río. Vio la soga correr aprisa hasta hundirse y él mismo se arrojó a la crecida lodosa del Agua. .
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LOS MARCIANOS SE FUERON YA. NADA PUDIMOS contra la invasión de los marcianos que ocurrió la navidad pasada. Vinieron, nos llenaron de terror, hubo suicidios colectivos, se llevaron a las mujeres más hermosas de que tenían noticia, gracias a la televisión satelital: modelos, cantantes, actrices, y se fueron como llegaron. En cuestión de segundos habían llenado el cielo de puntos negros que hacían contraste con el azul profundo que, paradójicamente, esa mañana a todos tenía encantados. Contrario a las historias de ficción, los tipos a bordo de aquellas naves, eran similares a nosotros, más blancos y un poco más chaparritos. La idea que se nos quedó, después que con su superior tecnología amagaron a los ejércitos terrestres, fue la necesidad de mejorar su raza con las miles de hembras que secuestraron. El agua siempre vuelve a su nivel. Las compañías de espectáculos tenían al día siguiente larguísimas filas de interesadas en suplir a las desaparecidas. Sin importar que los marcianos regresaran y se llevaran más mujeres, habría otras dispuestas a ocupar sus lugares; y uno se pregunta, en qué momento nos acostumbraremos a una belleza menor a la mujer actual.
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SIENTO NO AGRADARTE... TÍA MAGDA SIEMPRE CREYÓ ser una mujer libre, locuaz y divertida, capaz de alegrar la fiesta, y tener la última palabra en toda discusión de la familia. Tomaba sus decisiones con firmeza, y uno tiene que reconocerle la confianza en sí misma, aunque la realidad sea que todos, yo incluida, la detestamos. Desde niños, cuando nos quedábamos a su cuidado, tía Magda nos gritaba para beneficiar a sus hijos; y eso que sus hijos nunca fueron un problema para mí; mis primos y yo nos queríamos lo suficiente como para saber que todo pleito de niños se olvida minutos después de iniciar otro juego. Pero ella lo hacía todo insoportable, a mí, a sus hijos, a todos. Nos reíamos de sus ocurrencias, pero no bastaba; continuaba molestando y chingando hasta que algún familiar se sentía humillado, y la fiesta terminaba en llanto. Cuando hizo abortar a su hija su mundo se cerró. Se fue quedando sola. Se jactaba de que su hija era un ejemplo de alumna, jovencita pura, de buenas maneras, y me restregaba lo mejor chica que era respecto de nosotras, las tontas mujeres de la familia. Mi prima sufrió la decisión que su madre había tomado, pero sus 16 años no le dieron el valor para enfrentarla. Sin dignidad, sobajada como una rapazuela inocua, terminó haciendo lo que su madre quiso. Aún hoy noto la tristeza en sus ojos. El orgasmo de los ídolos.
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Sobre todo en cuestiones de fe y amor la tía Magda manipulaba a sus hermanas, sobrinos y sobrinas. Presumía su sagrado matrimonio, su perfectísima familia. Pero ese castillo de ideales terminó por caer. Su esposo la dejó por una mujer veinte años más joven. Días después mi prima se largó con el señor que arreglaba el jardín, y su hermanito confesó ser homosexual. Abandonada por sus hijos, desesperada, busco refugio en sus hermanas, pero éstas, liberado el yugo, le cerraron la puerta en las narices. Uno tiene que ser firme en sus convicciones; sin embargo, la vida permite ir para atrás y para adelante las veces necesarias con el fin de entendernos a nosotros mismos y recomponer la ruta si lo deseamos. Odio a la tía Magda, la odio hasta el cinismo, y me causa alegría llevarle de comer a su casa, donde vive recluida en el abandono. Lo disfruto. Su semblante desorbitado es una delicia para mi pequeña venganza. Al verme, sonríe tierna. Carcajea y carraspeando grita: Pasa hija, pasa, la tarde es espantosa para que te quedes en la calle con este sol. Bebamos agua de jamaica para que te refresques… Y bien… cuéntame: cómo va todo. Yo le platico, con prestancia, hasta los detalles más insignificantes de sus hijos y de la familia. Ella es un cuervo detenido en el tiempo, al que es fácil arrancarle las plumas.
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Las diversidades.
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EL VENENO DE LA FLOR SI PASAS largo tiempo en un punto de la avenida puedes ver el cincuenta por ciento de los automóviles que hay en la ciudad. Kandaré tenía fijos los ojos en el monumento reluciente de un Justo Sierra que parecía irradiar bondad a los transeúntes. Las horas de ese día pasaban en el ruido de los carros. Las voces trepaban por los cables y le iban jalando los bajos del pantalón, pero él las ignoraba. La flor en su mano era excelsa. Una flor azul que había sacado del mercurio líquido de su laboratorio justo cuando habló por el teléfono portátil con él. Llegó puntual a la cita, y toda la tarde había visto el oleaje de automóviles erosionar el pavimento. Kandaré había pasado de la ilusión a la desesperación, al enojo y a la irremediable tristeza. Octavio se acercó, pasada la media noche. No había llamado por teléfono, y no quiso dar explicaciones. Tampoco tuvo el valor para acercarse antes e intentar el diálogo con Kandaré que esperaba resuelto. En cambio, Octavio se acercó cuando la avenida estuvo desolada. El recuerdo de su esposa y sus hijas lo atormentaban. Se detuvo frente a Kandaré, que seguía en el banco, envejecido, con las telarañas de la tristeza amordazando voz y labios. ― No tiene caso engañarnos, no tengo el valor.― Y se retiró con lentitud.
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Desde las cinco de la tarde, Kandaré vio pasar a Octavio en diversas ocasiones. Desde la primera vez que el carro se deslizó ante sus ojos sin detenerse, supo que el sueño no iba a cumplirse; y amordazó la sonrisa en el recuerdo como salvación. Todo alrededor se había congelado como la flor azul en el mercurio, y la inmovilidad fue mayor que su amor. No sabía qué pensamientos aleteaban en su mente. Octavio pasaba y pasaba entre los cientos de automóviles, aprisa, siempre aprisa. La noche parpadeaba su final. En la avenida, los rayos de un sol trasnochado comenzaban a esparcirse entre las hojas de los árboles. Kandaré tenía la flor en la mano. Se levantó y la dejó caer al suelo; se deshizo en miles de astillas de hielo. El amor es así, una flor detenida en el tiempo que siempre terminará por volverse polvo.
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SI NO ERES HONESTO CONTIGO TODA MI VIDA he tenido que esconderme o soportar, sin responder, los comentarios sobre los putos, las locas y los maricones. La noche que me casé, mi esposa hablaba mal de Joaquín. ―Me dio risa su mariconez ―decía― lloró más que mi mamá y tu mamá juntas. Por qué no se busca pareja y deja de sufrir. Joaquín era mi amigo desde la preparatoria. Habíamos participado juntos en equipos de fútbol y baloncesto, y conocíamos todo el uno sobre el otro. Fue la razón de escogerlo como padrino de bodas. El comentario de Mercedes logró calar muy dentro. No fue sino hasta el nacimiento de Rebequita que decidí enfrentar, con el recuerdo de Joaquín vibrando en mi cuerpo, a mi esposa. Cansado de escuchar su homofobia en las reuniones, de fingir un machismo que no corresponde a la pasión que siento por Joaquín, su trato y sensibilidad, su don de gente e inteligencia, y ese amor recientemente confesado, conseguí el valor de hablar con ella. Mercedes parloteaba sobre las leyes de convivencia aprobadas en la ciudad, dando manotazos a la mesa, horrorizada y estrujando los periódicos, casi arrancándose la ropa como en alguna cita bíblica.
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―En qué se ha convertido esta sociedad, llena de maricones y lesbianas que exigen puerta libre a sus bajezas. Por qué no hace algo la Iglesia. Los malditos gobernantes por votos son capaces de vender el alma al diablo o a los homosexuales. Son una aberración. No los tolero. Aproveché su momento de locura y enojo para plantarme frente de ella, sereno, en calma, y sin dejar de sonreír: ― Por eso te dejo. Estoy harto de vivir con una mujer llena de odios y rencores. Me iré con Joaquín. Tenemos una relación que no para de crecer. Fue un error fingir que te amaba. Me dio risa ver su rostro transformarse. Como si mi peso y el de la humanidad entera cayeran sobre sus hombros, sembrándola para siempre en el piso pulido y aséptico de casa. Horas después, con la cabeza recostada en el pecho sudoroso de Joaquín, reíamos de ella. Le acariciaba lentamente la entrepierna, él volvía a ponerse duro, y pensaba cálidamente en Rebequita, en su vestido de primera comunión que recién le había comprado.
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LÁZARO, LÁZARO NO TE ME MUERAS. FUE NECESARIO cerrar el antro y no dejar salir a nadie. Lázaro de Gortari estaba en el suelo, desnudo, con los ojos fijos en el techo, y la calva remojada en un charco de cerveza y sangre. La idea de que los hombres subieran a la tarima a liberar su homosexualidad, luego que las poderosas hembras habían acabado su espectáculo, no estuvo bien ejecutada. Lázaro había sido el segundo o tercero en desplazarse hacia el entarimado, se había despojado con premura de su ropa. Su pene colgaba flácido bajo la grasa de su vientre. Quería aprovechar, y no habría mejor oportunidad que esta. La farsa le caía de perlas. Se puso de rodillas delante de los hombres que balanceaban sus penes endurecidos, brillantes y lubricados. Unos a otros comenzaron a besarse, y Lázaro comenzó a succionarlos a todos en perfecta armonía. Muchos comensales pensaron que Lázaro era un genio en el arte de las mamadas. De los cinco hombres que había en la tarima, ninguno quedó sin ser ensalivado. Todo iba bien hasta que Lázaro abrió los ojos, feliz por los aplausos, y miró a su hijo mayor, de pie cerca de la entrada. Se detuvo. El pene que tenía en la boca saltó hacia fuera haciendo un sonido hueco: puc. Quiso levantarse y tropezó con las ropas, cayendo de espaldas al suelo y rompiéndose el cráneo.
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DEL AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS HASTA LADY GAGA LOS SERES HUMANOS, sobre todo los formados en la cultura occidental somos estúpidos para las relaciones sociales. Siempre inventamos algo nuevo para juzgar lo anterior. En los años ochenta y principios de los noventa, cuando la historia del Sida se suelta por los noticieros, los informes de salud, la ciencia, la escuela, el arte todo, se enfoca en un pretexto más para el odio a los homosexuales. Todo ha ido cambiando. Hoy si te declaras heterosexual o virgen, serás mal visto, juzgado socialmente y hallado culpable como retrógrada, derechista, y cualquier otro insulto que debilite tu moral. Cuando vi a Lady Gaga en vivo, me sorprendí de lo que fui capaz. Me acompañó mi novia Norma y entre la música, el humo de los cigarros, y la droga que te metías queriendo o sin querer, la orgía era multitudinaria. Yo me besaba con un bigotón hermoso mientras mi novia me iba mordiendo tiernamente el cuello, y el novio del bigotón se había puesto de rodillas, me había abierto la bragueta, me hacía una muy adecuada y limpia felación. Norma en cambio, estiraba la mano para masajear la picha del hombre del mostacho, mientras mis manos hurgaban su vagina. Apenas andábamos en la segunda canción del concierto, y los aplausos, el olor a sexo, inundaban todo. Fue cuando la diva del pop dijo gritando: ¡Qué razón tenía Cristo al pedir que nos amemos los unos a los otros, hoy, estaría orgulloso de todos ustedes! El orgasmo de los ídolos.
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LOS VESTIDOS DE CRISTO JESÚS DECIDIÓ IR VESTIDO de la virgen de Guadalupe. Fue muy criticada. Hubo quejas con los organizadores por permitir tal insulto. Jesús fue amonestado, pero dijo que no conocía mejor ejemplo de mujer que la madre de Cristo. Algunas interpretan a Niurka, Gloria Trevi, Lady Gaga, y ella iba a travestirse del mayor número de representaciones de la madre de dios. La tiraron a loca, la reprendieron, pero lloraba y decía que eso quería hacer. De pequeño no me dejaron usar vestido de primera comunión. La virgen representa la pureza perdida que quiere mirar en mujeres y hombres que la rodean. Fue tanta su insistencia que el dueño de un bar le dijo: ― Mira Chucho, te voy a dejar montar el show de tus 16 vírgenes, pero no quiero saber ni de qué trata, ni en qué consiste. No quiero verlo hasta el día del evento. Soy muy católico, y esto puede hundirnos a los dos. ― No lo haré quedar mal, lo prometo. Será hermoso. Nadie pudo ver el show, la mañana del día de la inauguración Jesús fue hallado muerto. Le habían desfigurado el rostro dejándolo irreconocible. Su carita angelical se había perdido para siempre, y lo habían castrado. Nadie supo el paradero de los trajes de la madre de Cristo. El móvil que la policía persiguió fue el robo, y un ataque pasional. Siempre es así. 50
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¿Y SI NOS CASAMOS? DESDE EL KÍNDER a Robertito le fascinaba festejar el día de la madre y del padre con sus dos papás. Esos días, la casa se transformaba toda en fiesta; se llenaba de amigos, globos, carnes, cerveza y diversión. Sus padres no tenían un minuto para ignorarlo, estaban dedicados a él, y Robertito se sentía feliz hasta el hartazgo. Lo mismo sucedía en su cumpleaños, así que creció en un ambiente de amor y tranquilidad. Fueron los padres de su novia los que lo hicieron dudar del cariño por sus padres. La tradicional pedida de mano era un evento difícil de encarar a los 24 años, con dos padres homosexuales. En los tres meses de noviazgo había buscado, bajo cualquier pretexto, no involucrar a su novia en su vida familiar; sabía que era adoptado, y que sus padres lo amaban, pero la sociedad aun le causaba problemas. No se perdonaba haber cometido la torpeza de embarazar a Graciela. El uso del condón no había servido de mucho. La pasión que entre ambos desbordó fue más poderosa que el látex, y quedaba enfrentarse a un matrimonio “para cubrir las apariencias”, había advertido Graciela. Roberto dijo que No podía ser que a estas alturas tengamos esos miramientos, Mis padres te matan y luego me encierran de por vida, Escapamos; Mi padre es diputado no creo que sea fácil. La pasión les empañaba el raciocinio, y les había impedido conocerse a fondo en los escasos tres meses que llevaban saliendo. El orgasmo de los ídolos.
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Graciela no pudo contener la risa cuando Roberto le contó de sus padres. ¿Te parece extraño?, Diferente, tan sólo es diferente, remató la chica, cubriéndose los labios con la palma de la mano. La noche que los padres de Graciela conocieron a los padres de Roberto, Troya ardió. Los insultos, bofetadas, el golpe de las puertas al cerrarse, todo fue parte del mismo drama. Por la madrugada el padre de Graciela se encerró en su estudio a llorar. Sostenía en la mano, la foto de uno de los padres de Roberto.
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EL BESO DE JUAN GABRIEL CUANDO JORGE DEJÓ la casa de su novia esa noche, estaba seguro que las palabras de su padre: Alguna vez serás un hombre que fundará una familia y perpetuará nuestro apellido, era una consigna a punto de cumplirse. Su novia había quedado satisfecha después que él removió sus prendas íntimas arrancando las furias contenidas en su vientre. Ella duerme mientras Jorge va con sus amigos al burdel de moda. Esa noche iban invitados por el jefe de oficina. ― Imposible negarse, amor, los negocios se hablan en la cantina, o el putero, eso quiere el jefe y él invita. Tengo que ir. Las mujeres desfilaron sus formas relucientes por la pista y luego dieron paso a los hombres. Jorge no evitaba mirar la escena, su hombría estaba a salvo en el olor a hembra permanente en la yema de sus dedos; los olisqueaba intentando ignorar los dorsos desnudos, las nalgas poderosas, las piernas endurecidas de los excelentes ejemplares masculinos que se divertían en el escenario. ―Bueno señores, lo prometido, escojan lo que quieran―, dijo el jefe. Cada uno de los compañeros ya había sentado en sus piernas a alguna de las bailarinas. Jorge se debatía en si esto sería registrado en su inconsciente como una infidelidad de su parte. El orgasmo de los ídolos.
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― ¿Jorgito, tú no escogerás?, ―el jefe también se encontraba sin pareja. Extendió la mano posándola en su hombro y le dijo en el oído― Traje a estos con el pretexto de traerte a ti, para platicar a gusto. ―Jorge no supo qué pensar. El jefe era un tipo muy seguro.― No me malinterpretes, te respeto; pero necesito ser honesto, me gustas, ―soltó a bocajarro. Jorge palideció. Había bebido poco y sus pensamientos eran lúcidos y no podía estar seguro de que los de su jefe fueran igualmente transparentes, "Lo que hace el alcohol pensó". ―Nos meteremos a ese privado con aquella negra.― Jorge obedeció. Luego de dos horas, aún late en su recuerdo las palabras de su jefe desnudo, de pie frente a él, con la mujer negra sentada en el sofá que les hacía una felación a los dos. Su jefe le decía, besándole la oreja. ―Qué sabes del amor si no has besado a Juan Gabriel.― Y el sabor de los labios de su jefe, su mano detenida en sus nalgas, siguen siendo una gran liberación.
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ACEPTARSE BIEN ACEPTARSE CASTOREL ERA UN TIPO de buena educación, apellido de renombre, y con los negocios heredados de su padre podría vivir tranquilamente hasta al menos tres de sus generaciones por venir. Pero le disgustaba la sociedad en que solía desenvolverse. Se había enamorado de su jardinero, un hombre áspero, siempre oloroso a tierra mojada, que pasaba los cincuenta, y de ascendencia y apellidos mayas, viudo, alcohólico y mujeriego pal caso. Nada había que intentar con un machito de esta naturaleza. Pero acostumbrado a tener todo lo que quería, decidió hacerse amigo de la hija del jardinero. Minerva era una chica simple. El pelo corto y los pantalones de mezclilla siempre una talla por encima, eran su preferencia y le marcaban la personalidad. Un machito en todo el sentido de la palabra, y Castorel supo ver en ella la oportunidad. Minerva era el hijo que el jardinero siempre quiso. ― Mi padre quería un varoncito, pero nací yo. Poco le importó, y cuando mi madre murió, yo era muy pequeña, me educó para ser como él. Me gustan las mujeres, patrón, y usted me cae de madres porque es bien alivianado.― levantó el vaso que Castorel había llenado a tope de cerveza. Castorel podía pasar horas enteras del día con Minerva de un lado para otro de la casa, en la piscina o la biblioteca, e incluso viajando al sitio que se les ocurriera. Cuando todo
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indicó la suficiente confianza, el patrón fue honesto: Me gusta tu padre. Minerva lo miró sin expresión. Sospechaba que usted era puto, pero ¿mi padre? ¿Cómo se le ocurre? Habiendo tanto hombre por ahí que puede usted ligarse ―y le dio un codazo en las costillas que a Castorel le arrancó la sonrisa―, ¿y viene a fijarse en un gañán como mi padre? Minerva formó parte de la trampa. Invitó al jardinero a beberse unas copas dentro de la casa, aprovechando que el patrón no estaba. Tengo su confianza, viejo, vamos a drinkear un rato en lo que vuelve. Cuando escuchemos que abre el portón, salimos por atrás pa que no nos vea. Cuando el jardinero se notaba entusiasmado hasta la algarabía, Minerva desapareció y el patrón se hizo presente. El jardinero se había puesto de pie de un brinco; no supo qué decir, las palabras se habían atorado en alguna parte de su cabeza y no hallaban camino hacia su lengua. Castorel caminó lento y se detuvo frente a él. Cogió una botella de vodka y le sirvió otra copa al jardinero, sin decir palabra. El jardinero, impávido, se dejó besar poco a poco por su patrón sin ofrecer resistencia. Cuando el patrón se puso de rodillas abriéndole la bragueta, supo que no podría negarse, y dio inicio una larga relación creada en el chantaje. Minerva disfruta y hace planes por saberse la única heredera.
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LA FE EN UN PODER SUPERIOR VERGONZOSO ES JUGAR con el dolor humano, Gustavo lo sabía, por eso cuando Reinier le contó sobre las conferencias de la gnosis, accedió a acompañarlo y olvidarse para siempre que había sido bautizado en el seno de la iglesia católica, sin su consentimiento, ¿cómo se atrevieron? Se conocían desde la secundaria, y para el bachillerato se sabían genios venidos a menos que podían aspirar a vivir como quisieran en una sociedad que aborrecían. La sociedad de los fantasmas ecuménicos, dijeron con algo más que desprecio. Juntos se matricularon en las carreras de ingeniería civil, química, biología, derecho, habían pasado los exámenes de admisión en varias universidades y con todo, decidieron abandonar los estudios; nada les llenaba el espíritu. ¡Parásitos del sistema!, decían a coro. La gnosis los atrapó. Fueron los libros de Samael Aun Weor, el maestro que había encarnado al Cristo; que podía viajar a otras dimensiones sensoriales, abandonar su cuerpo, bajar a los infiernos, revisar el conocimiento almacenado por la humanidad en archivos teosofales, ocultos por la miseria de una humanidad incapaz. Al fin se sintieron parte de algo. Reinier y Gustavo eran conscientes del desarrollo espiritual basado en el conocimiento; pero sus tesis y propuestas dejaban mucho que desear a los que los conocíamos. La familia sentía lástima por ellos, por los vagos eternamente inconformes hasta el aburrimiento.
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Coincidí con ellos en una fiesta, y juntos hablaban sobre el conocimiento y la forma en que la gnosis se encargaba de administrarlo. No sé ni cómo la plática había derivado en un primo homosexual que Gustavo y yo teníamos en común. Gustavo se lanzó en una apología que resultaba extrema, dejando a Reinier pensativo y escuchando con recelo. Los movimientos de Gustavo eran incluso violentos, buscando despedazar la imagen que teníamos de este familiar que había decidido abrazar la diversidad sexual y explorarla sin tapujos. ― Unos animales, no son más que una aberración. ― Es tu primo… ―solté avergonzado. ― Un homosexual está muerto para mí. Es un aborto de la naturaleza. Con el eco de la última letra pronunciada aun en el aire, Reinier se levantó y se alejó de la mesa. A punto de salir a la calle, Gustavo lo llamó extrañado de que se fuera sin despedirse. Reinier, sin voltear siquiera el rostro hacia los que permanecíamos en la mesa, dijo: Es un error, pero te amo, y salió a la calle. El silencio fue amplio y las palabras de Reinier viajaron con lentitud hacia la mesa donde departíamos. Un petrificado Gustavo apenas logró apretar los dientes.
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Los no despertares.
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EL PLACER ES BLOQUEADO POR LA CULPA. TOMEN DOS GLOBOS, llénenlos de agua. Cada quien sabrá dejar el tamaño suficiente. Intenten no romperlo. Frótense los testículos y el pene con ellos. Imaginen los senos de una mujer; piensen en alguna joven que conozcan y les parezca atractiva. ― ¿Puede ser Norma?― Gritó Fernando y la risa en el salón de clase, no se hizo esperar. ― Agarra tus cosas y vete a la dirección... Ya están grandes; aprendan a respetarse―. Norma se puso colorada, masticando su rabia. Desde esa mañana, la masturbación fue tema recurrente en cada conversación; donde hay dos personas reunidas, parecía decir, ahí estaré; el placer había hablado. Ulises siempre se quedaba solo en casa. Sus hermanos en la calle, los padres trabajando. Una mujer semidesnuda en una peli, le hizo pensar en la clase de biología. Cogió dos globos de la bolsa de dulces que había guardado de la fiesta de una de sus primas, y se metió al baño. Se desnudó y sentó en la pileta. Llenó los globos con agua, No mucho, no mucho, chin, me pasé, están disparejas. Mejor así, medianitas, como las tetas de I.., no tan grandes, que se vean duritas. ¿Así se sentirán los senos de verdad? Pensó en el rostro de la niña que le gustaba. Era de primer año y él de segundo. Ella estaba inscrita en el curso de taqui, y a él le 60
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encantaba pasearse por los talleres y mirarla presumir. Lo que más le gustaba eran sus piernas. Con la mirada intentaba levantarle la falda rosada de pliegues o bajarle los calcetines blancos hasta los tobillos, ¿comenzaba a picarle el amor? De pronto pensó en la maestra y se dio cuenta de su erección. Juntó los globos sobre su miembro y comenzó a frotar. Esto es una pendejada. Decidió tomar la barra de jabón, mojarla y untársela en los testículos. El frote con sus delgados vellos hacía crecer la espuma; se soltó la regadera encima, se sentía más y más excitado. Dijo el nombre de la chica como una plegaria y cerró los ojos. El rostro de la maestra vino a entrometerse; las sensaciones de las gotas golpeando sus testículos le agradaban. Pensó en las piernas de la maestra bajo el escritorio, imaginó sus tetas de hembra madura y su amarga boca tomándole el miembro mientras se deshacía en súplicas, y en ese instante, endureciendo nalgas y muslos, Ulises terminó. El semen le había embarrado el vientre, las manos y los mulsos. Junto a él uno de los globos había estallado, y el niño de secundaria comenzó a llorar. Esa noche tenía que servir en misa como acólito, y se dio cuenta que ya no podría comulgar.
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CORAZONCITOS DE LENTO APRENDIZAJE. ME DA RISA LA GENTE que dice: Tenía 40 y ella 13, no le dio opción; el maldito la sedujo y la obligó a tener relaciones con él, ella no pudo tener esas ideas en la cabeza. Mi esposa contrató a Julia para que se quedara a cuidar al niño. Esa noche tuvimos la estúpida idea de rescatar el matrimonio. Abrí la puerta y vi a Julia, vestía una blusa blanca que tenía bordadas unas flores azules y llevaba jeans deslavados, calcetas y tenis. No me pareció remotamente interesante. Yo tenía la esperanza de una noche brutalmente sexual con mi esposa, y a tres años del nacimiento de mi hijo, me fascinaba que aún le chorreara leche de las tetas con sólo succionarlas. Nada más alejado de la realidad eran mis pensamientos. Carmen terminó de arreglarse, dictó instrucciones a Julia, y me alcanzó en la puerta. Llevaba puesto un vestido blanco que apenas le cubría la mitad de los muslos. Era una hembra poderosa. Le dije que se veía fenomenal, que me encantaba la idea de salir de la monotonía, e intentar olvidarnos de los pleitos que nos iban consumiendo. Ella sonrío distraída y señaló el restaurante a donde quería que fuéramos. Una vez que habíamos escogido lo que íbamos a beber, Carmen pidió al mesero que nos dejara para escoger de la carta. Levantó la vista y me dijo en tono seco: No quiero escenas, por favor; te pedí salir para decirte de frente que esta noche te dejo. 62
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Dos horas después yo estaba en casa, bebiendo whisky a pequeños sorbos. Julia explicó que mi mujer le pidió se quedara durante una semana. Le había adelantado el dinero, en presencia de sus padres. "Me encargaré de todo, señor, no se preocupe, ni siquiera le daré molestias. Siento mucho esta situación". Fue cuando la descubrí tal cual. Vestía una camiseta larga de algodón a manera de bata de dormir, con un Mickey Mouse estampado que guardaba el equilibrio sobre una tabla de surf. Debajo se veía la sombra de su ropa interior infantil. Le pedí que se sentara un momento, le ofrecí refresco y palomitas hechas en el microondas. Lo demás, no pueden entenderlo. Nos amamos toda la noche, al día siguiente, y durante toda la semana. Y estoy seguro que ella, pegada a mi piel, suplicaba que la amara toda la vida; porque la escuché decir: ¿En verdad está pasando, dime que en verdad está pasando? ¿Cómo pueden llamarle a eso violación?
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PONLE LA SOTANA AL CURA. ERA MAYO, la tradición impuesta es llevar flores a la virgen al cumplir los tres. Rodrigo lo sabía, había mamado religión desde la cuna. Como padre de familia tenía la firme intención de entregar a su hijo esa vivencia. Los días detenidos en el templo, el ser iglesia y estar cada semana en la parroquia viviendo los ideales del evangelio, creyendo a todo pulmón las palabras del sacerdote en turno. Pero Rodrigo nunca imaginó el calvario por venir. Al cumplir su hijo los tres años, lo engalanó con el mejor ropón, cual niño de Atocha, y fue a dar gracias al señor por la alegre vida de su retoño. Se encaminó hacia ese encuentro con el santísimo, pensando en aquel Samuel que fue entregado al templo por su madre; miro que era bueno, y sonrió. Hoy Rodrigo, dos años después, espera en el juzgado la resolución que le permita encerrar al cura de la parroquia. Su hijo no será jamás él mismo niño que había querido crecer en la inocencia. Ese niño que representara la sagrada infancia de Jesús. Su hijo se debate ante la muerte en el hospital con el ano roto. El cura ha dejado la parroquia, ha sido removido en castigo por sus actos, esperando que el destierro y el divagar por poblados o ciudades, lo sanen de sus propios pecados. Rodrigo se hunde. Toma la mano de su hijo hospitalizado. El niño despierta y pregunta: ¿Por qué lloras papi? Mira a su hijo y logra escuchar cada una de las gotas 64
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del suero que cae dentro de la manguera hacia su tierno bracito. A través de la puerta escucha el rumor del hospital. Besa la mano de su hijo y sabe que mañana el día llegará como siempre, que el sol despertará a las aves, las personas saldrán de sus casas rumbo a la oficina o escuela, y que cada uno de los días por venir, serán como todos los demás de su vida. ― Pronto estaremos en casa, bebé.― el hijo aprieta los dedos de su padre y cierra los ojos para seguir durmiendo, tranquilo.
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¿QUIÉN ENCERRÓ AL MINOTAURO? EL DÍA DE MUERTOS la feria amaneció instalada en el parque sin que nadie escuchara los trabajos. Los más trasnochadores dijeron que se fueron a dormir, abandonando el parque, a las tres de la mañana y aún no había nada. Solo la mujer que acostumbraba alimentar a las gallinas de madrugada, vio pasar las camionetas, escuchó voces y algunos martillazos, pero nada tan escandaloso que previera el trabajo para levantar las atracciones. Ahí estaban los futbolitos, las sillas voladoras, la rueda de la fortuna, esas tablas para tirar canicas, y la zona de rifles de aire para cazar patos de aluminio. En el centro de la feria se encontraba la casa de los sustos y a un costado, la entrada al laberinto con la leyenda: ¿Quién encerró al Minotauro?, entre dibujos de cuernos, colas de reses, pezuñas, y el torso de un hombre corpulento con la cara de un buey. Al atardecer, los encargados de la feria vociferaban atrayendo a los clientes. La gente del pueblo salió de misa de difuntos y, contrario a las costumbres, quisieron gozar el esparcimiento, contra las indicaciones del párroco, de las señoras piadosas y de los hombres que apoyaban en la comunión. Desde la entrada al laberinto, un hombre gritaba: ―¡Llega a ustedes Eeel Laberintooo! ―Y abriendo los ojos como un poseso decía a los que se le acercaban: ―Acérquense y atrévanse a entrar― la gente sonreía y temblaba al mismo tiempo ante la desorbitada mirada del 66
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hombre; y el palurdo levantaba la vista y continuaba invitando con sus ademanes: ―¡Miren al monstruo: Mitad toro, mitad hombre! Las personas dudaban porque además, el párroco había bajado de la Iglesia para agredir verbalmente a los encargados de la feria, junto con los feligreses: ―Es noche de día de muertos. Vayan a sus casas. Hagan oración. Con todo y la confusión que se había armado, muchos se percataron que Raúl, uno de los acólitos de tan sólo 13 años decidió entrar al laberinto. No había oscurecido cuando el muchacho preguntó al encargado: ―¿Cuánto cuesta la entrada? ― Para ti es gratis. A las dos de la mañana cuando la gente decidió que era tiempo de refugiarse en casa, porque el frío comenzaba a picarles la piel, y los ojos les ardían por las ventiscas heladas que circulaban en el descampado, la feria comenzó a cerrar sus atracciones. Pero nadie vio salir a Raúl del laberinto. Sus padres quisieron hablar con los encargados de la feria pero ellos argumentaban: Es imposible que haya entrado solo, no se permite. Los niños tienen que entrar acompañados de un adulto. Los padres y muchas personas del pueblo, enfurecidas, despertaron al alcalde, quien con los policías, los que vieron El orgasmo de los ídolos.
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entrar al muchacho, y hasta el mismo sacerdote obligaron a los encargados a desmontar el laberinto. Estaba oscuro y una densa neblina había caído sobre el pueblo. Nada pudieron hallar entre los retorcidos fierros y láminas. Los hombres de la feria fueron llevados a la cárcel pública. Los policías recorrieron las calles, interrogaron a los amigos de Raúl, dieron rondines por las carreteras aledañas, las entradas y las salidas del pueblo, se internaron por el monte, sin encontrar nada. Cansados vieron salir el sol del amanecer, y ante la luz dulce de la mañana, con el terror en los ojos, se percataron que el parque se encontraba abandonado, limpio y silencioso: ningún juego mecánico ni carpa se encontraban instalados. Todas las atracciones que habían disfrutado por la noche, ante la luz brillante del sol ya no estaban; la feria había sido levantada y nadie supo cómo ni en qué momento. Corrieron hacia la cárcel pública a pedir explicación a los detenidos, pero no hallaron a nadie tras las rejas, sólo algunos huesos humanos y cráneos relucientes, pequeños, como de niños, cenizas, y las colillas de cigarros que presumían haber sido fumados hacía poco tiempo aun desprendía su picante aroma. Apareció entre ellos la mujer que solía alimentar a las gallinas muy de madrugada: ―A las tres de la mañana se fueron en sus camionetas.
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Violencias permitidas.
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NEGARLO TODO COMO PRINCIPIO NO ESTOY DE ACUERDO con la resurrección, después de la muerte seremos comida de gusanos, abono para las plantas de alrededor. No estoy conforme con el amor, es una ilusión pasajera en busca del poder y la dominación del otro basado en las capacidades o en el abuso. No creo en las revoluciones, la gente no merece que nadie luche por ellos, demasiado es luchar por sobrevivir el día, cada quien en sus posibilidades. No creo en la paz, es una subjetividad que indica la persecución de ideales obsoletos, la paz no es la antítesis de la guerra sino una calma chicha. No creo en la familia como núcleo de ninguna sociedad, somos individuos y por tanto debemos pensar solo en nosotros mismos. No creo en la educación formal, la observación y el vivir a diario nos llenará de experiencias. Julio César terminó sus apuntes y caminó hacia el mar. He acá mi pensamiento, dijo, mirando el sol hundirse cubierto por el oleaje. Los granos de arena golpeaban su piel, hiriéndolo. Fue arrancando las hojas de su libreta de apuntes e introduciendo cada una de ellas a su boca. Todo fue cosa de minutos, su dieta había sido consumida y se tendió en la arena. Cerró los ojos cuando la noche lo alcanzó, y se soltó a llorar. Lejos quedaba la imagen de la mujer que lo había abandonado la tarde anterior.
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ÉSTAS MIS FRONTERAS DE PÚAS CASI NUNCA PIERDO la calma. He vivido ensimismado por más de 20 años. Escribo y leo en mi cuarto y las publicaciones me permiten el dinero que paga la comida y los servicios necesarios. Por Internet envío mis columnas. Los periódicos y las revistas me depositan el pago por mi trabajo. Compro en línea y me traen a la puerta de la casa las cosas que requiero. Dejo pasar días sin que me bañe. A veces no me rasuro uno o dos años. Me quedo en pijamas si se me ocurre, y en muy contadas ocasiones recibo visitas, no tengo amistades porque no me gusta la compañía. Mis conversaciones, entrevistas y conferencias las dicto en línea, y he sido galardonado en innumerables ocasiones. Las únicas personas que entran a mi hogar son prostitutas. Es triste en lo que se han convertido. No hablo con ellas. El dinero por su servicio lo pago a su agencia vía depósitos en línea. Por ello, la noche que aquel niño golpeó a la puerta, mi ser huraño tuvo una sacudida innoble para alguien de mi talante. No sé si fueron sus rizos, sus ojos de caracol, su voz aflautada y llena de confianza, o quizá su olor, los que me hicieron jalarlo hacia dentro. Me percaté que no hubiera alguien cuidándolo. Cuando comenzaron a buscarlo y tocaron a mi puerta, llamé a la policía, me puse en contacto con mi editor, y vinieron a proteger mi soledad, mi estilo de vida. Les permití revisar la casa. No hallaron indicio de que el niño hubiera pasado por acá. Lo había escondido tan bien. El orgasmo de los ídolos.
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Después me divertí experimentando con el pequeño. Cerré su boca con hule espuma y cinta canela. Pude observar y redactar páginas enteras al dejarlo morir de hambre durante semanas. Se llenaba de valor y corría por los cuartos e intentaba esconderse. Pero con las manos atadas a la espalda y la boca clausurada, desistía. Suplicaba lloroso y se aporreaba en el suelo pidiéndome de la comida que consumía frente a él. Sus ojos iban del terror a la locura de manera intermitente y desencajada. Fue maravilloso, no podía creerlo. Han pasado más de cinco años. Jamás volvió a tocar otro niño la puerta, pero aun conservo la esperanza. El blanco luminoso de su osamenta sigue en mi memoria, y al recordar vuelven los olores de su cuerpo que deshice con ácido, y luego fui lanzando al excusado. Tuve que quemar incienso y rociar desodorante por los rincones para abatir los aromas. Quizá por eso comencé a fumar de nuevo. Espantoso hábito.
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CAZADORES DE RUBIOS NADIE SE VA A ENTERAR. Pasaran días para que los padres reporten su desaparición; créeme, mis padres son iguales. Escuché a Mario con atención. Transcurren semanas sin que yo vea a mis padres o ellos a mí, y vivimos en la misma casa. ¿Y la servidumbre, los choferes, los jardineros?, quise saber. Ellos no tienen autorizado hablar con sus patrones. Solo lo hacen si se les cuestiona o autoriza. Mi madre ha corrido muchachas porque se les ocurre decirle Buenos días, al verla pasar por la sala. Y nos decidimos. Las primeras fueron dos rubias de preparatoria. Las levantamos una noche cuando salían del cine. Nos divertimos rapándolas. Les tomamos fotos que hicimos circular por Internet, "Putitas skin―heads', donde se lamían la una a la otra. Nos deshicimos de los cadáveres, hundiéndolos en el drenaje. El siguiente golpe fue a un grupo de bañistas, siete niños ricos, todos rubios, que vimos en Playa Norte, tres mujeres y cuatro hombres. Fuimos muy violentos desde el inicio. Mario había tomado prestada, de la constructora de su padre, una camioneta, y al caer la noche, los encontramos junto a una fogata. Caminamos hacia ellos, agitando los bates como jugando béisbol golpeando algunas conchas. Al acercarnos las chicas fueron coquetas, y nos llamaron. Corrimos y golpeamos a los hombres con los bates. A ellas las cogimos de los cabellos, y las tiramos sobre las llamas de El orgasmo de los ídolos.
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la fogata. Era delicioso el olor a carne quemada, a vellos púbicos que se incendian. Intentaban salir pero con los bates y patadas no lo permitimos. Oh sus gritos y el olor. Subimos los cadáveres a la camioneta para llevarlos hasta una picadora que Mario había conseguido, todo fue muy fácil. En total matamos juntos a unos cincuenta chicos y chicas rubios. En varias ciudades de la península. Algunos conocidos nuestros siguen desaparecidos. Luego utilizamos turistas, que sacábamos de hoteles. La policía está tras nosotros. Mario fue un imbécil al usar la misma camioneta para más de un ataque. Tuve que deshacerme de él. También es niño rubio. Me fui ganado poco a poco la confianza de sus padres, y hasta me ofrecieron trabajo en la compañía. Para qué seguir jugando. La diversión tiene que parar alguna vez, para volvernos responsables.
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DESDE LA AZOTEA LAS HORMIGAS MIRAN ENFURECIDAS HABÍAN ESTADO trabajando durante días en la construcción de un ala extra para el edificio de oficinas donde trabajo. Subían por las rampas sus herramientas junto con maderas, cables, alambres y sogas para acomodar los andamios. Toda la semana los vi subir en fila india, como infatigables hormigas, uno tras otro, y me parecieron idénticos. Como si los albañiles de la ciudad, o del mundo, estuvieran cortados con la misma tijera. Pechos y brazos poderosos, espalda amplia. Mi novia me había llamado a medio día; fue cortés y directa, no quería que volviera a buscarla. No tuve que preguntar. Los amigos sabían que ella no deseaba seguir a mi lado. Sus quejas y su falta de interés en los aspectos más importantes de mi vida eran señales directas de que, en la relación, yo caía por el caño. Por eso subí a la azotea. Me paré en el barandal, y quise convencerme de saltar. Era tan fácil, apenas un paso, un pequeño movimiento y caería los 25 pisos rumbo al pavimento. Pero los albañiles, esas hormigas rojas, me enfurecían. Primero lancé escupitajos sobre ellos. Luego algunas piedritas, para acabar aventándoles todo lo que había en la azotea: pedazos de bloc, cubetas. Arranqué las láminas que recubrían las salidas de emergencia, y las aventé junto con letreros rotos, focos, lámparas; todo cuanto pude. Hasta
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que me detuvieron los que subieron corriendo por las escaleras de emergencia. Desde esta cama de hospital, estoy seguro que la golpiza sirviĂł para arrancarme el sentimiento de abandono en que me ahogaba.
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¿QUIÉN SE HA INHALADO MI LÍNEA? LUIS ERA servicial con sus invitados. Pero descubrir, al sentarse junto a ellos en el sofá de la sala, que en el espejo de la mesita de centro no quedaba ni una línea de coca, le inundó de sangre la mirada. Se levantó enfurecido, caminó hacia el cuarto. Cogió de su clóset un bate de béisbol y al regresar, sin previo aviso, golpeó a todo aquel que se topó en su camino. Tenía los ojos desorbitados con los párpados ennegrecidos por una sombra de odio. Mientras golpeaba espaldas, brazos, rostros, los dientes salían volando, y pringas de sangre alcanzaban los muebles, la ropa, y los vestidos de algunas mujeres. Los que pudieron se empujaron hacia la puerta para escapar. Luis no era un enclenque al que se pudiera enfrentar así como así, menos si blandía un bate de béisbol. Julia, quien hasta hace dos noches había sido su novia, tuvo la mala suerte de presentarse al departamento en ese instante. Regresaba por el resto de sus cosas cuando el bate de Luis le alcanzó perfecto en el rostro. El golpe seco, sobre boca y nariz, la empujó hacia atrás, y cayó de espaldas sin meter las manos. En el suelo su cara era una gran mancha de sangre con los dientes quebrados, la nariz despedazada. Astillas de hueso brillaban en el malva que chorreaba por su rostro. No podía gritar, ni tuvo tiempo para entender. Los invitados se habían detenido en la puerta del apartamento y miraban sin asombro. Luis colocó las piernas a uno y otro El orgasmo de los ídolos.
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lado del torso de Julia, levantó el bate y golpeó el cráneo de la mujer más de una vez. Nadie cerró los ojos. Sólo hubo algunos grititos ahogados de sorpresa y asco, que no impedían el morbo. Cansado, Luis se dejó caer en el sofá, tenía los bajos del pantalón y las mangas de su camisa rociadas con sangre. El bate guardaba la marca del cuero cabelludo y pedazos de hueso resplandecían ante la luz de las lámparas. Los invitados que vieron el asesinato entraron poco a poco y se sentaron en el piso, alrededor de la mesa de centro, sin hacer caso del cadáver. Uno de los invitados sacó de sus bolsillos algunas grapas de cocaína. Las abrió, vertió el contenido en el vidrio de la mesa y comenzó a formar las líneas. Nadie hablaba. Luis fue el primero en meterse de inmediato dos. Echó la cabeza para atrás, tragó saliva para limpiarse la garganta, se pasó los dedos de las manos entre el cabello y, recostado en el sofá, se quedó mirando el techo. Los demás se turnaron para inhalar su dosis, y poco a poco retomaron la plática.
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HORIZONTE DE CRUCES ELLA DESPERTÓ con el uniforme de la escuela desbaratado. Le dolía terriblemente el cuerpo, había dormido más de 13 horas en aquel paraje sombrío. Se incorporó como pudo, subió la cuesta arrastrándose; su boca retenía las manchas de sangre ya secas; llegó hasta arriba, y su visión se perdió entre las miles de tumbas que poblaban el desierto, miró hacia atrás, y sus captores venían hacia ella, cargaban una cruz de madera, y uno de ellos se abría los pantalones mientras sonreía.
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ESA ESPADA EN EL CORAZÓN NO SON TAN ALTAS las escaleras. En la habitación de arriba la puerta abierta le permite mirar a su padre en la hamaca, meciendo la borrachera. En la televisión el canal del clima reporta chubascos. La tarde se ha nublado; de la ventana filtran ventiscas heladas. El joven sube lento pero decidido; un escalón y la pausa reflexiva; el siguiente escalón tensa sus músculos. Mientras cortaba naranjas en la cocina llegó la idea: mataría a su padre. ¿Qué ha sido de aquel antiguo comunista? Tan vendido. Siente desprecio por su hijo. Y al encontrarlo por la casa, le grita y lo aparta como se apartan las moscas de la comida. Desde los dieciséis uno aprende que al jugar las cartas se tiene que ganar sin importar los parentescos. El tufo de la borrachera del padre se extiende por el techo y las paredes; se enreda a las piernas del joven que sube el siguiente escalón. El canal del clima habla de las temperaturas que descenderán para el fin de semana. Como descendió el rojo ideal de su padre con los años: Un vendido. Su padre baja de la hamaca el pie derecho para tocar el suelo y lograr que la habitación deje de girar. Se acomoda sin levantarse. Con el antebrazo se limpia la saliva que escurre por la barba. Percibe un tenue: Me tienes harto…, y mirando por la ventana hacia la lluvia, en la modorra, escucha pasos que suben con pausada lentitud.
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LOS PEQUEÑOS CAMBIOS UN DÍA, UN POLÍTICO cuyo nombre no debe ser pronunciado, se dio cuenta que era estúpido combatir a los narcos ―si a todos nos gusta drogarnos― y acabó reconociendo en la tranquilidad de su jacuzzi: "El negocio está en quitarlos del camino, apoderarse de sus fortunas y del mercado que han abierto". Al día siguiente organizó grupos de jóvenes militantes de su partido, deseosos siempre de ser útiles, y les encargó revisar en cada una de las cárceles, en las noticias, en los libros, en las calles, en el mayor número de barrios, para saber quién era considerado como el más grande y atrevido narcotraficante del país. Los informes fueron llegando, cada vez más abultados, a su escritorio, tesis venían, fotografías, estudios biográficos, pormenores de todo tipo, y todo apuntaba a un sólo nombre. El político intelectual de esta historia, armó una presentación y se la expuso a sus compañeros de bancada. Así, diputados, senadores, altos jerarcas del partido se reunieron en una fiesta para conocer los resultados de tan interesante investigación. Los datos y las conclusiones saltaban a la vista, el rostro brillante del auditorio hizo reconocer al político que había dado en el clavo. Era necesario trazar el plan a seguir, todo basado en una sola premisa: Se harían, tan solo, pequeños cambios. Seguiremos dictando la política nacional en contra de…, mientras se firman convenios, se El orgasmo de los ídolos.
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hacen las alianzas, se escoge las personas adecuadas que permitan liderar estas operaciones. ― ¿Ya hubo acercamiento con alguno de ellos? ― Las pláticas más adelantadas las tenemos con uno, uno solo. En estos días se anunciará su fuga de la prisión, detendremos a algunos custodios; y él nos ha prometido, retomar su negocio, quitando gente de en medio. Acá entramos nosotros, o bien, los grupos de seguridad. Nos haremos millonarios, con tan poquitos cambios de personajes. Cuenta la leyenda que después de aquella fiesta, la violencia fue creciendo como bola de nieve, y se perdió el liderazgo único. Es decir, nadie supo de donde venían los golpes bajos y las traiciones. Bien, niños, así es como se perdió el país; los que logramos sobrevivir, en estos refugios intentamos día a día, encontrar algún indicio de esperanza.
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TODOS SOMOS PEDRO INFANTE ADORÉ EL 15 DE ABRIL al salir a la calle y ver las camisas a rayas apretadas en los hombros, bigotitos estilizados deambulando sonrientes con el cabello corto y bien peinado. Los moto policías hacían evoluciones de circo y tuve la sensación de jamás ser olvidado. El primer trimestre del año había sido de continua tranquilidad con sus veintenas de cadáveres en las televisoras y la prensa. A todo se acostumbra uno; pero este 15 de abril era perfecto para reiterar nuestro mexicanísimo sentir bajo la imagen sagrada del ídolo inmortal. El gran Pedrito que a las mujeres agradaba y que todo hombre ve como ejemplo de conquistador, pervive a pesar de nuevos héroes que nublan las visiones amatorias de féminas, allende los océanos: yo quiero ser, un solo ser, un ser contigo. Ese 15 de abril había decidido inmolarme por mis ideales. Desde la noche de los granadazos en Morelia supe que alguien tenía que pagar. Pronto me fui haciendo notar con mis publicaciones sórdidas en algún periódico, y mis pasquines por acá y por ahí, retacando los correos de mis contactos, hasta que la llamada ocurrió. Me contactaron y fui entrenado sicológica e intelectualmente para este día. La misma mañana hermosa en que todos quieren ser la imitación del ídolo de México, mis maestros y yo, la decidimos perfecta para ir a explotarme a un teatro donde asistirá el secretario de gobernación para inaugurar el festival de la nueva canción mexicana. El orgasmo de los ídolos.
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HAY QUE SABER LLEVARSE ACOSTUMBRABA CONTARLE A MI NOVIA los relatos de mis experiencias sexuales con otra chica, y era capaz de decirle: ahora tú, cuéntame, cómo han sido tus relaciones. Ella entonces, se abrazó a mi cuerpo, recostó su cabeza en mi pecho, yo podía sentir la tibieza de sus redondos senos de nínfula que tanto me desquiciaban, y me dijo los ires y venires, con lujo de detalles, de cada uno de los amantes que había tenido. Incluso se mordía el labio, recordando, y con cada historia se inspiraba más y más, y cuando ya no soporté, la golpeé en el rostro, me tiré sobre ella para abofetearla; ella intentó arañarme el rostro, patalear y morder para soltarse y protegerse; me puse sobre ella, le abrí las piernas y alcancé a metérsela; ella cerró los ojos, insegura de lo que ocurría y yo tomé una almohada, la puse encima de su rostro, y apreté con todas mis fuerzas hasta que dejó de luchar.
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NI KURT COBAIN LO IMAGINÓ RODRIGO ORDÓÑEZ se había comprado una guitarra eléctrica al fin. Muchos meses de trabajar como mecánico en el taller del barrio, vivir miserablemente, apenas comiendo, le habían permitido ahorrar para darse el lujo. Ahora podía deleitar con su talento. Siempre supo que lo único que necesitaba era constancia, lo demás vendría luego. Confiaba en sus capacidades imaginativas, y en su virtud para la música. Todos sus conocidos lo sabían. Sus amigos siempre habían hecho hasta lo imposible por prestarle una guitarra para que participara en alguna banda de rock, o formara la propia. Rodrigo hablaba todo el tiempo de sus sueños, les mostraba versos, silbaba melodías, y siempre hacía la mímica con sus manos, demostrándoles que el instrumento era lo que hacía falta. Se negaba a tocar un instrumento que fuera prestado. Le enojaba al grado de tomar la decisión de retirarle su amistad a quien insistiera en el asunto. Por eso, la noche que compró la guitarra con sus ahorros, todo mundo se alegró, sabían que el talento de Rodrigo por fin podría escucharse. Serían partícipes de la historia musical que en el pueblo acabaría por gestarse, y para el mundo, decían los amigos más cercanos. Nadie imaginó que Rodrigo cogería la guitarra, se metería al jardín botánico que con esfuerzo había levantado la alcaldía, como atractivo para los visitantes, y una vez ahí, despedazaría la guitarra contra el macetero de una enorme El orgasmo de los ídolos.
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cícada, y acabaría colgándose de un árbol de almendro sin dejar explicación.
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HIMNO Ramona tenía siete años cuando las puertas de la primaria se abrieron para ella. La orden de la procuraduría para la protección de la familia había sido tajante. Resultaba gran esfuerzo que alguno de sus padres se levantara de sus cotidianos destrampes mentales para recordar que debía llevarla al colegio, y eso, con todo y las consabidas multas y persecuciones de la autoridad. Al medio día cuando Ramona regresó sola de la primaria al departamento que compartía con sus padres, éstos levantaron la cabeza fuera de los espejos y le preguntaron: ― Qué tal tu primer día, hija. ― Normal. ―Habrás aprendido algo, preguntó limpiándose la nariz con el antebrazo.
su
madre,
― Aunque sea el himno. ― Si, cántanos una estrofa al menos. Y ella se puso frente a ellos, los miro con ternura, les revolvió apenas el cabello de la cabeza y abriendo los labios despacito les cantó en un susurro: Mexicanos adictos y en guerra, el cigarro aprestad y el churrón…
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COMO EN LA ROMA IMPERIAL... Matamos a cualquier Alcalde, Gobernador, Diputado o Senador y decimos que fue el Narco... ¿Cómo no se me ocurrió antes? Acá termina la reunión, se anudó la corbata frente al espejo y salió del baño. Su sombra quedó atrapada en el tiempo. Luis Ignacio trepó las escaleras del edificio del partido hacia la sala de prensa. Lo esperaban los camaradas y los medios de comunicación. Entre aplausos se puso frente al micrófono. ― Se permitirá solo una pregunta por persona. ―Señor, de la prensa tal, quisiera preguntarle su postura ante los ataques que recibieron las oficinas de su partido en Aguascalientes. ―Estamos indignados ante la ola creciente de violencia que está sucediendo, sobre todo cuando los ataques van dirigidos hacia instalaciones o miembros de nuestro partido. Pero confiamos plenamente en el esfuerzo que el gobierno federal y el Presidente están realizando en esta guerra, y sabemos, así como confiamos en tener la entereza para nunca doblegarnos. El crimen organizado es una escoria social al que tiene que ponérsele freno, y las agencias de investigación están haciendo un correcto trabajo en detener a estos pocos, muy pocos, individuos que quieren y fomentan la desestabilización. ― ¿Nos atreveremos?
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― Claro que nos atreveremos. Al final, decimos que fue el Narco, y al ser ataques dirigidos en contra de nuestro partido, la oposición y los otros partidos son los principales sospechosos de tener nexos con los maleantes. ― Pero ¿valdrá el riesgo? ―Todo triunfo conlleva pérdidas. Necesario es mantener el espíritu de que nuestro partido y sus gobernantes son la única esperanza. Háganlo.– Luis Ignacio había sido tajante, entró luego al baño para lavarse el rostro, ajustarse la corbata y luego subir ante la prensa. La orden había sido dada y no había vuelta atrás. Justo al momento de terminar de hablar sobre “la desestabilización” un disparo corrió por encima de las cabezas de los periodistas que tenía atestada la sala de juntas. Luis Ignacio cayó, herido con precisión en el hombro derecho, y segundos después, tres detonaciones se hicieron presentes, inundando la sala completa de miedo. Los gritos y correrías crecieron unos sobre otras. ― Al final decimos que fue el Narco, y asunto arreglado. Tendremos semanas o meses entretenida a la opinión pública. Los costos de una guerra siempre son altos. Que la historia sea juez.
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CRUCES, CRUCES Y SOLO ALGUNOS LLOROS Tanto decir “esa es tu cruz, cárgala”, le tiene asqueado. Cada mañana Jorge da gracias por seguir vivo. Reza las fórmulas mágicas que le habían enseñado desde el seminario, y su fervor puede arrancarle lágrimas. Lee la prensa mientras toma un rico y nutriente desayuno, para acabar con el café sin azúcar. Su fe le reafirma lo correcto del camino elegido. No. Él no había elegido el camino, se sabía un instrumento. El párroco fue inteligente, piensa, la confesión es frente a frente con el sacerdote en una cabina de vidrio que no permite escapar los sonidos, las pláticas, la maraña de pecados, las culpas y las reprimendas. Los días siempre son diferentes, a veces atroces, a veces peor; desde que se pone la estola sabe que su fe tendrá que mantenerse poderosa para poder escuchar. No somos sicólogos, y todo lo que te dicen, lo tienes que tragar solo. Nunca se estará preparado para esto, no hay forma. Alguna niña no le contó a su madre que reprobó las materias. Alguien siempre le esculca los bolsillos a su esposo cuando está borracho, ¿es robo eso, padre? Aquella chica ha sido violada constantemente por su abuelo. El hermano de esa otra violó a una vecina con síndrome de Down y ella fue testigo. Ese niño odia a su madre, no soporta verla, ella se acuesta con cualquier tipo con tal de que le inviten un trago, tengo deseos de matarla. Me masturbé padre. Él dice que por el ano es mejor, y solo así hemos hecho el amor, soy una virgen que lleva casada tres años. Tuve que robar, padre, mis 90
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jefes me tenían ahorcado con las deudas y sus malos tratos, no fue mucho, apenas para pagar colegiaturas y deudas. Me gusta mucho el esposo de mi hermana. Creo que, borracha, hice el amor con mi primo, despertamos desnudos, pero no recuerdo nada. Odio a mi anciana madre, quisiera que ya muriera, es un estorbo, siento que lo es, me desespera. Otra vez engañé a mi esposa. Me gusta mucho mi sobrina, me excito cuando la veo y no logro evitarlo, estoy seguro que ella se viste para mí, para que yo la vea, ni siquiera es mayor de edad. Quiero quemar la iglesia, padre, tengo miedo, el diablo es quien me habla por las noches, se mete a mi cuerpo, creo que soy la esposa del diablo, pero tengo que ser varón como quieren mis padres. A las doce del día, despide a los que siguen en la fila, se quita la estola, lleno de reflexiones, y sube a la casa cural para tomar el almuerzo, mirar un poco la tele, esperar que la comida se enfríe, lavarse las manos, cambiarse los ornamentos, dar gracias por la comida, descorchar una botella de vino tinto, y trata de olvidarlo todo.
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Y LA TRINIDAD DE CINCO Tres dioses en un solo dios. Tres personas en un solo dios. Budas, cristos, krishnas. mahomas, luteros, shiva. Y siempre se descubren más. Desde Chac mándanos la lluvia, hasta Santa Muerte ayúdame a sobrevivir. Los ideales han estado vigentes en cada ser humano, alentando el temor, y así es como Saulo se sentía. Recorrer una y otra vez la penumbra, como si en esa oscuridad uno creyese encontrar vestigios de luz. No hay más luz que el brillo en sus ojos, y nadie acá habla de amores almendrados. No. Saulo sabe que luego de secuestrar a esas jovencitas de secundaria, su voluntad y misticismo, su oración y ayuno no tendrían reparo en desbaratarle la cordura. Ellas cinco se habían encargado desde hacía meses de robarle la concentración en la búsqueda de la paz interior. Desde el parque, donde acostumbra meditar, al colegio de señoritas no hay más que una calle. Y Saulo estuvo atrapado siempre en los olores a orina limpia que corrían por los baños. Tantas mujeres y mi dios que no puede doblegarme. Ya no ponen resistencia. Tres días de golpes, hambre y miedo han hecho efecto. Las vestirá con la ropa que él mismo confeccionó en la vetusta Singer que le heredara la abuela. Al final, todo sacrificio es extraño para quien no se siente en armonía.
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DIOS ES NEGRO Y OBAMA LO SABE La negritud había alcanzado el pináculo. Por eso decidieron ir cambiando los tonos de piel de las esculturas. Entonces la enorme estatua de Lincoln, amaneció un día con la tez morena, y las facciones afroamericanas. Atrás quedaba aquel sobrero de copa, cediendo ante uno tipo hongo. Pero cuando el fanatismo comenzó a permear en las religiones, en los templos, las viñetas de los libros de instrucción, los cuadros, vitrales, e imágenes, los latinos dijeron esto ya raya en el colmo. Y comenzaron las batallas callejeras. La raza, los ese, los mexicanos pues, levantaron y escondieron todas las imágenes de la virgen morena, pensando que en cualquier momento comenzarían a aparecerle rasgos negroides en su rostro de morenita amada. Pero los “hermanos”, los altaneros “bro”, allanaron los templos, con órdenes firmadas desde el Congreso, y la persecución de los latinos recrudeció. Los blancos preferían no meterse. Se quedaban encerrados en sus oficinas, abandonando los puestos de altos mandos, y bajando las escalas para ser nombrados minoría. Los asiáticos eran llevados a campos de concentración (no otra vez, no por favor, this never end). Y toda raza que no fuera la raza negra era tachada de ridícula. Los libros que exaltaban la superioridad de la raza negra fueron creciendo en las bibliotecas, y escritores como Toni Morrison, fueron elevados a héroes nacionales, sacando de la educación
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formal a Withman, Sallinger, Faulkner, Hemingway, Poe, Capote, y hasta Tennessee Williams entre muchos otros. Hubo quienes hablaron de reescribir la historia, pero no faltó quienes pensaran que era mejor hablar de una nueva Era, en la cual el Hombre de raza negra triunfaría al fin, dado sus enormes capacidades para el arte musical, para ser los triunfadores en todos los deportes, por las fantásticas hazañas que debían ser consideradas eventos nacionales. Los blancos fueron abandonando las ciudades y la negritud expandió sus raíces por toda la nación, intentando influir en los países vecinos del norte y sur. Fue en México donde estas ideas no crecieron. Y se planeó una nueva invasión. Sin embargo hubo quienes dijeron, pero si el Sur, y esas fronteras están llenas de latinos, y viven pegados a México contaminando la mente y el espíritu de nuestra raza. Mandemos a todos los blancos a Canadá y a todos los latinos a los estados de la frontera con México. Y cuando al fin todo quedó, perfectamente dividido, el mundo alcanzó la paz.
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El orgasmo de los ídolos. de Adán Echeverría.
Editado para su lectura en PDF en diciembre de 2016 en Ensenada, Baja California, bajo el cuidado de la Catarsis Literaria El Drenaje.
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“El amor es así, una flor detenida en el tiempo que siempre terminará por volverse polvo.” Paul Valery decía que la prosa es a la poesía, lo que andar a la danza. Ser poeta es definirse y persistir por seguir siéndolo. Mientras la poesía nombra y sublima, la prosa muestra el camino, es movimiento y tiempo. Adán Echeverría es un poeta que escribe prosa y en ella está el desarrollo de esa vocación poética. Se despoja por un momento de la mitología de su identidad lírica y generosamente evoca al otro, hace el retrato de ese ser de la vida diaria. Adán hace vivir a los personajes su propio acto poético, el clímax, un breve instante de belleza única que nos hace perder el sentido. El orgasmo de los ídolos es una prosa fogosa, compacta con personalidad definida. Es una colección de momentos climáticos en los que vemos la obsesión del escritor por conseguir nuestra reacción. Entre el humor negro, la observación y crítica, se asoma la crueldad, la rudeza, la crudeza. Adán relata sin espectáculo, sin morbo, confrontando al lector con sus hipocresías y miserias, es ético en el sentido que pretende una transformación del lector, aunque a veces tenga que agredirle para ello. Prosa cargada de imágenes, sensaciones y placer estético. El orgasmo de los ídolos de Adán Echeverría, es un sistema orgánico, la vida cotidiana abstraída en el clímax de un momento de esos ídolos impuestos: el amor, el matrimonio, la religión, las modas, la mujer y el hombre. Larissa Calderón. 96
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