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BAUTISTA
IV CEMENTERIO ANTIGUO DE LA IGLESIA CATEDRAL DE SAN JUAN BAUTISTA
Para 1577, el Obispo Diego de Salamanca, según documentó Calderín, construyó de su peculio las gradas exteriores. Estableció y bendijo el cementerio anexo que era propiedad de la Catedral. Luego se volvió a reconstruir terminando en 1587, cuando el Obispo Diego de Salamanca se retiraba de su cargo. Durante el establecimiento del primer asentamiento, en el siglo XVI, el cementerio se ubicó al lado este de la fachada de la Catedral San Juan Bautista. En ese momento, sirvió como atrio, una función inmemorial
cristiana. Desde este siglo hasta la primera parte del siglo XIX, la zona continuó sirviendo como cementerio, conocido como Güiriguvi. Se encontraba en el mismo bloque que ocupaba la Catedral de San Juan Bautista, en el lado sureste. Desde el siglo XVI hasta el siglo XIX, sirvió como cementerio.
La Iglesia tenía pleno control de las prácticas de enterramientos sobre sus cementerios desde 1539, cuando en España se aprobó la primera ley para estos propósitos, en los monasterios y/o las Iglesias. Cerca del altar se enterraba a miembros del clero, dirigentes políticos, militares de alto rango y ciudadanos adinerados, mientras que el resto de la población en lugares menos destacados o en el camposanto, cercano a la Iglesia. En San Juan, por ejemplo, se enterraron miles de ciudadanos en la Iglesia San José y en el solar que ocupa la plaza del mismo nombre. Lo mismo sucedió en la Catedral, cuyos cementerios estuvieron en el estacionamiento actual y en el solar que ocupa la antigua Diputación Provincial.
Según las referencias del Departamento del Interior, una práctica popular de los tiempos era levantar la cámara del ataúd sobre un podio bajo. Esto se hizo principalmente por razones compositivas, pero una razón práctica era proteger el ataúd. Es difícil analizar muchas de estas tumbas hoy debido a su hundimiento por debajo del nivel del suelo. Algunos de ellos se han hundido tanto que es incluso difícil leer la inscripción. El cementerio es una parte importante de nuestro patrimonio. El plan maestro desarrollado en Puerto Rico para sus cementerios fue diseñado en forma de jardines públicos. El sitio para el cementerio era generalmente un rectángulo que se intersecó de norte a sur y de este a oeste, por dos ejes. Los dos ejes crearon cuatro espacios con igual dimensión. Un círculo con un pozo destapado fue creado en el centro para ser utilizado como el osario. Los
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cementerios son representaciones auténticas de los diferentes movimientos que han tomado planes en la arquitectura puertorriqueña a lo largo del transcurso de la historia. El centro de la composición del plan se acentúa con elementos arquitectónicos de gran valor (tumba, cruz, capilla, etc.). El osario situado en el punto circular en el centro de los cementerios ha sido sustituido, a lo largo de los años, por una importante tumba o capilla.
Continúa indicando que todo en los cementerios puertorriqueños se organiza a lo largo de un eje importante. Desde el siglo XIX, las tumbas de los ricos han sido diseñadas por arquitectos y escultores. Símbolos de muerte y luto, como columnas rotas, figuras llorando, y urnas comenzaron a aparecer en los cementerios.
Los nichos en el cementerio eran bóvedas de pared construidas por la administración del cementerio para alquiler o venta. Por lo general tenían una doble función: la de las cámaras funerarias y también servía como recinto del cementerio. Fueron construidos generalmente de piedra, usando el ladrillo para las bóvedas, la pared interior, y el techo. Podrían tener columnas en la esquina, el podio y el frente. Los nichos son muy comunes y todavía se pueden encontrar en su forma original en la mayoría de los cementerios en Puerto Rico.
Prosigue informando que la sepultura subterránea era la otra forma importante de tumba. La lápida en muchos casos tomó la forma de columnas, obeliscos, cruces o estatuas. La costumbre de enterrar los muertos en los templos o sus alrededores comenzó a desaparecer gradualmente durante el siglo XVIII y continuó así hasta principio del siglo XIX. La demanda de cementerios en Puerto Rico ocurrió en respuesta al aumento de las muertes colectivas causadas por las epidemias y por el aumento de la población. La construcción de estos cementerios era sufragada con los presupuestos de la Iglesia y otras donaciones del gobierno local y privadas. No se podían construir otros cementerios privados que no fueran autorizados por la Iglesia. Hacia el último tercio del siglo XVIII, cobró mayor fuerza en Europa, la creencia de que las enfermedades epidémicas eran transmitidas por los vapores que emanaban de los cuerpos en descomposición.
Por otra parte, esta referencia nos informa que uno de los monumentos más comúnmente utilizados para la familia o la sociedad eran los mausoleos en Puerto Rico. Fueron estructuras modeladas después de los templos clásicos romanos. En algunas ciudades se enterraron tantas personas dentro y alrededor de los templos que el hedor era
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insoportable. A consecuencia, el Rey de España emitió una Real Cédula en 1789, prohibiendo los entierros en los templos y ordenando la construcción de cementerios fuera del núcleo urbano. La oposición del Clero y la población hizo que se ignorara esta orden y la próxima, una segunda ley.
Antes del siglo XIX, en Puerto Rico la Iglesia y sus cementerios eran el centro de la vida social. La segunda ley aprobada por el rey Carlos IV, que aumentó la demanda de cementerios en Puerto Rico, fue el decreto real del 15 de mayo de 1804. El mismo ordenaba el cumplimiento de otro decreto de 1789, de acuerdo con un plan maestro enviado a todas las colonias. Los entierros dentro de las iglesias fueron prohibidos sin excepción. A medida que el siglo progresaba y las ciudades crecían, los maestros albañiles adquirieron más importancia en la ciudad y se encararon del diseño de cementerios. Los cementerios fueron planeados y diseñados acorde a la tradición católica de acercar la vida más a los muertos. Ya en el plan maestro de 1804 no era requerido materiales específicos para ser usados en la construcción de cementerios. Hubo otros tres factores que determinaban el carácter de los cementerios en Puerto Rico. Los factores eran la disponibilidad de materiales, los tipos utilizados y la capacidad que el albañil local había adquirido para trabajar con ellos. Otros factores afectaron lo que se hizo con los materiales disponibles. Algunos de ellos eran la riqueza de la ciudad particular, las influencias artísticas del exterior, y las influencias religiosas en el caso de los muebles funerarios.
El material tradicional usado en Puerto Rico para construir cementerios fue el ladrillo. Esto fue probablemente debido a la falta de piedra de cantera en la Isla. La práctica era construir en ladrillo, yeso y pintar más tarde para que pareciera de piedra. El uso de la piedra arenisca ordinaria tomada de las canteras locales se limitó a las fundaciones de las paredes. En las ciudades pobres se utilizó madera porque era abundante y fácilmente disponible. Pronto, sin embargo, esta práctica se suspendió porque el clima de la Isla lo hizo un material poco práctico para las cercas. Cuando el uso del acero se extendió en Puerto Rico fue sustituido por la madera rápidamente, ya que no era tan costoso como la mampostería.
Los nuevos cementerios fueron establecidos siempre fuera de los límites de ciudad, generalmente a más de 50 yardas de la periferia de la ciudad. Hoy en día, en la mayoría de los casos, los cementerios han sido absorbidos por la ciudad, pero en algunos casos todavía están aislados. Los esclavos e indigentes del siglo XIX se enterraban, a menudo, en fosas
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comunes. Los menos pobres se sepultaban en fosas terreras individuales marcadas con una simple cruz o en un nicho alquilado por cinco años, luego los removían y los huesos se colocaban en un depósito común llamado osario. El uso de osarios abiertos escandalizó a los estadounidenses y fue prohibido a principios del siglo XX. Para esta época, ya la Iglesia se encontraba en crisis. Todas las tipologías mencionadas varían de acuerdo con los gustos y capricho del propietario. Los estilos más populares fueron el Renacimiento gótico y barroco. Un estilo popularizado a la vuelta del siglo para la arquitectura funeraria fueron los movimientos egipcios, especialmente en el estilo Art Déco. Las tumbas de ladrillo no eran siempre como aparecen hoy en día. Fueron enyesados, originalmente, para tener una apariencia muy sólida y permanente. Uno de los materiales favoritos para las tumbas fue el mármol. Las tumbas fueron construidas de ladrillo simulando la construcción de mármol. Finalmente, sólo las losas de inscripción y los adornos se hicieron en mármol. Los memoriales, mausoleos y cementerios a la española en el Puerto Rico del siglo XIX son un homenaje a la raza de las personas que vivieron en esta Isla desde principios del siglo XVI.
En 1823 sale el primer plano para la construcción del cementerio que nos ocupa. Según Tapia y Rivera, para el año de 1826, ya no se enterraba en ese cementerio. El mismo, quedó abandonado como corral cerrado, al que llamaban Güiriguvi. Esta sección colindaba por el norte con la Catedral, por el sur con la calle San Francisco, por el este con la de San José y por el oeste con la del Santo Cristo de la Salud. Finalmente, en 1849, el área que ocupaba este cementerio fue vendida en subasta pública a la Casa de Beneficencia y se destinó a Mercado, la mitad izquierda hacia la calle del Cristo y la otra mitad pendiente de asignar. En 1850 estaba la Real Intendencia. En 1851, la otra mitad hacia atrás, la Diputación Provincial. En 1863 se tiene la construcción del otro cementerio, el de Santa María Magdalena de Pazzis. 1 En 1866, estuvo el Instituto y Biblioteca de Enseñanza en la mitad y en la otra mitad una cárcel.
El proyecto para el nuevo cementerio fue presentado mediante un mapa con fecha de 1806, realizado por Tomás Sedeño, con imagen disponible en el Archivo General de Puerto Rico (mapa 1, Gav,4, #557, San Juan). Posteriormente, un plano de localización, en 1814, fue presentado por Ignacio Mascaró, existe una imagen (Santo Domingo 2416)
1 Aunque el cementerio fue denominado Santa María Magdalena de Pazzis, para referirse al apellido de la persona que fue la monja, lo correcto en italiano es Pazzi, sin la s al final. Nació en Florencia, Italia, como Caterina de Pazzi, hija de Camillo di Geri de’Pazzi y de Maria Lorenzo Buondelmonti, una de las familias reconocidas en Italia, para ese entonces, por sus políticos y militares.
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