BREVE HISTORIA DE MARÍA AUXILIADORA DE LA BASÍLICA DE TURÍN Es de sobra conocido por todos que la devoción a María Auxiliadora está presente en todo el mundo. La historia de este fervor se remonta a varios siglos atrás, en la Antigüedad, principalmente en Grecia y Egipto. Sin embargo, no sería hasta bien entrada la Edad Moderna, concretamente tras la famosa Batalla de Lepanto (1571) cuando este sentimiento fervoroso hacia María Auxiliadora cobró más fuerza. Hablar de esta legendaria batalla, implica hablar del enfrentamiento entre dos mundos: el cristiano, en su defensa del territorio europeo y el musulmán, decidido a expandir su influencia más allá de la desaparecida Constantinopla. Los combatientes cristianos, que momentos previos a la refriega habían participado en una misa encomendándose a la Virgen, obtuvieron la victoria sobre el enemigo, logrando mantenerlo a raya y de esta manera consiguieron alejar la amenaza de invasión musulmana a escala europea. Siglos más tarde la influencia de María Auxiliadora cobraría fuerza de nuevo y esta vez el empuje sería definitivo gracias al fundador de los Salesianos: San Juan Bosco. La vida y obra de Don Bosco estuvieron marcadas por las directrices de la Madre de Jesús. El propio santo reconoció que durante su infancia, cuando ayudaba a su familia en las tareas del campo, la Virgen se le aparecía en sueños y gracias a ellos decidió dedicar su vida a Dios y ayudar a los más desfavorecidos. Una vez consagrado como sacerdote y con la vista puesta en la creación de un oratorio y colegios para jóvenes humildes, Don Bosco decidió que María Auxiliadora debía tener su propia basílica. El lugar elegido para levantar el templo religioso fue el barrio de Valdocco, en Turín; pero las perspectivas no eran las deseadas por el fundador de la Familia Salesiana, pues se encontró con una importante escasez de dinero que hacía prácticamente imposible la construcción de la basílica. No obstante, tanto el sacerdote como los muchachos que colaboraban con él supieron gestionar la generosa donación recibida por parte de la población. La construcción del templo se llevó a cabo en tiempo récord, aspecto considerado a tener en cuenta ya que una tarea de este tipo puede incluso superar ampliamente lustros y décadas de ardua tarea. Una vez finalizada la construcción de la Basílica en 1868, Don Bosco encargó al pintor Tomás Lorenzone un cuadro dedicado a María Auxiliadora. Esta representación artística exalta el ideal del santo con respecto a la Virgen. La Madre de Jesús aparece representada como Reina y Madre de la Iglesia y el Niño Jesús, a quien sostiene en uno de sus brazos, es representado como el Rey. El cetro de la Virgen y los atuendos de ambos simbolizan las monarquías medievales europeas. Además, los dos aparecen rodeados de los Apóstoles, santos (quienes la aclaman como Auxiliadora de los Cristianos) y los ángeles del cielo; en el fondo inferior del cuadro se puede vislumbrar la Basílica de María Auxiliadora. El cuadro mide siete metros de alto y se ubica en el altar mayor del templo, lo que le confiere la fama de ser el elemento de culto más llamativo de la Basílica. El artista tardó aproximadamente tres años en realizar el cuadro y según los testimonios recogidos con declaraciones del propio autor, en algún momento de la realización sintió cómo alguien invisible guiaba la mano en la que sujetaba el pincel en el momento de elaborar el rostro de la Virgen.
Todo este proceso estuvo marcado por hechos que podrían catalogarse como milagros. Uno de ellos fue sin duda la donación del pueblo para llevar a cabo la construcción de la Basílica. Don Bosco siempre tuvo la certeza de que aquel acto se debió a la Providencia, impulsada por la caridad de la gente de Turín. Como había ocurrido en otras épocas (y seguirían ocurriendo algunos años más tarde), estos acontecimientos habrían pasado totalmente desapercibidos sino fuera por la intermediación de origen divino.
Cuadro de María Auxiliadora elaborado por Tomás Lorenzone.
Basílica de María Auxiliadora en Turín.
Antonio López Ramírez