Revista san nicolas

Page 1


ANUNCIO 01


Reverendo Jesús Menjívar s.d.b. Director Espiritual

Ronald Fernando Pérez Maldonado Presidente Comité Pro-festejos 125 Años de Advenimiento y 25 años de Consagración

¿Dónde estás? Hace tanto tiempo ya, te olvidaste de mí; No has venido a verme. Yo he estado contigo en todo momento, he visto tus triunfos, y he llorado tus derrotas. Mientras tú has criticado al hermano, has sembrado cizaña, te has olvidado de mí. Mis manos fueron traspasadas por ti, mis pies taladrados por tu vida, he dado mi vida por la tuya. ¿Qué no miras que de mis ojos caen lagrimas que llevan tu nombre? ¿Dónde estás? Prometiste estar conmigo, me ofreciste tu tiempo, yo he muerto en la cruz por ti. Cargue aquel madero, que llevaba tu historia, me dices rey y con tu olvido me coronas con espinas. Solo te pido que regreses a filas, que vuelvas a vestir de negro y que me acompañes, como tu abuelo, como tu padre, como tus hijos; no creas que yo no los conozco, ellos no se olvidan de ti… aún. Regresa a filas y con el incienso de esa tarde, platica conmigo y recuerda, estoy contigo y orgulloso de ti. ¿Dónde estás? Porque yo he estado en el mismo lugar, en el retablo de madera de San Nicolás. Por: Eleazar Adolfo Molina Muñoz

Manuel Guillermo Domínguez de León Presidente de la Hermandad Período Social 2016-2018

Adrian Mijangos Samayoa Cesar Benjamín Gonzalez Reyes Diseño y Diagramación CONSEJO EDITORIAL Jorge Mario Ramírez García Director General Eleazar Adolfo Molina Muñoz Redacción William Alcides Argueta Matheu Coordinación fotográfica Colaboradores Edgar Haroldo Cabnal Santa Cruz Saúl Alejandro López Siquibache Francisco Javier López Coloma Diego Ventura Puac Coyoy Wilson Antonio Villagrán Celada Francisco José Cajas Ovando Edvin Quisquinay Alcor Fotografías Luis Fernando Domínguez de León Brisa Pamela Domínguez García Dulce Marisol Domínguez García Lourdes Marisol García González María Isabel Prado José Fernando Aguilar Rivas Cesar Benjamín González Reyes Harry Díaz Diaiagramación, Diseño e Impresión. Print Center Tel: 7765-4234


INDICE


Es imposible entender la cuaresma quetzalteca y las celebraciones de Semana Santa en la ciudad altense sin la presencia de la parroquia de San Nicolás. A lo largo del tiempo, mientras la ciudad ha ido creciendo y mientras se ha ido reponiendo de desastres y calamidades, la parroquia de San Nicolás de Tolentino ha estado como testigo mudo del crecimiento y fortaleza de un pueblo. Guardado cual tesoro en su cofre, el Señor Sepultado de San Nicolás, permanece con su ternura y consuelo en el retablo de madera que guarda celosamente el misterio de pasión de la parroquia. Al reclinatorio acuden todos los días fieles devotos que llevan en sus almas y corazones las suplicas y gratitudes a los favores recibidos por el Sepultado de San Nicolás. Fue en febrero de 1873 cuando el párroco de la ciudad solicitó al ayuntamiento iniciar el trámite para que la ciudad fuese atendida por dos párrocos. El 23 de diciembre de 1874 se le comunica a la municipalidad la creación de una nueva parroquia, misma que se instala en la ermita de San Nicolás de Tolentino. El primer párroco de nuestra parroquia fue el presbítero Juan Toro, quien en su toma de posesión llegó a la iglesia procedente de la catedral altense en solemne procesión eucarística, instalando al Santísimo Sacramento en la parroquia. El devenir histórico y las numerosas leyendas dan cuenta de la necesidad que a base de fervor nació para la consecución de una imagen de Cristo Sepultado para la nueva parroquia. Fue hasta casi 20 años después en que nuestro Señor Sepultado aparece en el protagonismo de las leyendas y crónicas de nuestra parroquia y ciudad. El posterior terremoto de 1902 causa el traslado de la

parroquia con sus enseres e imágenes al oratorio de madera y posteriormente al hermoso templo neogótico de la zona 3. La razón de ser del templo de San Nicolás fue crear un espacio adecuado para la veneración de nuestro Señor Sepultado. Prueba de ello es que los socios fundadores de nuestra institución y los socios de la segunda y tercera ola generacional, trabajaron incansablemente en la construcción y finalización de tan hermosa joya de la arquitectura. El fervor que despierta el Sepultado de San Nicolás no puede medirse, prueba de ello fue la consagración de un pueblo a su Señor en julio de 1992. Consagración del alma y corazón altense a la bella imagen que nos recuerda el momento de la victoria del amor y la esperanza sobre la muerte. Festejamos 25 años de aquella memorable festividad, a puertas ya de festejar el centenario en el 2022 de una institución que se ha caracterizado por su orden, disciplina, fe y ante todo, trabajo de hombres en el nombre de Jesús. La dulce faz del Cristo de San Nicolás es el consuelo de una ciudad que acude a Él cada día a su retablo, que lo acompaña en filas de luto rigoroso en Semana Santa, pueblo que en noviembre lo proclama Rey. Causa de esperanza y fe, de lágrimas que con el paso de los años derramamos como ofrendas de amor ante la imposibilidad de expresarle al Señor de San Nicolás, un sentimiento que cabe en una sola palabra, gracias.


“La Palabra es un don. El otro es un don” Queridos hermanos y hermanas: La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar (cf. Homilía, 8 enero 2016). La Cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna. En la base de todo está la Palabra de Dios, que en este tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con mayor frecuencia. En concreto, quisiera centrarme aquí en la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (cf. Lc 16,19-31). Dejémonos guiar por este relato tan significativo, que nos da la clave para entender cómo hemos de comportarnos para alcanzar la verdadera felicidad y la vida eterna, exhortándonos a una sincera conversión. 1. El otro es un don La parábola comienza presentando a los dos personajes principales, pero el pobre es el que viene descrito con más detalle: él se encuentra en una situación desesperada y no tiene fuerza ni para levantarse, está echado a la puerta del rico y come las migajas que caen de su

mesa, tiene llagas por todo el cuerpo y los perros vienen a lamérselas (cf. vv. 20-21). El cuadro es sombrío, y el hombre degradado y humillado. La escena resulta aún más dramática si consideramos que el pobre se llama Lázaro: un nombre repleto de promesas, que significa literalmente «Dios ayuda». Este no es un personaje anónimo, tiene rasgos precisos y se presenta como alguien con una historia personal. Mientras que para el rico es como si fuera invisible, para nosotros es alguien conocido y casi familiar, tiene un rostro; y, como tal, es un don, un tesoro de valor incalculable, un ser querido, amado, recordado por Dios, aunque su condición concreta sea la de un desecho humano (cf. Homilía, 8 enero 2016). Lázaro nos enseña que el otro es un don. La justa relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida. La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido. La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada uno de nosotros los encontramos en nuestro camino. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil. Pero para hacer esto hay que tomar en serio también lo que el Evangelio nos revela acerca del hombre rico.


2. El pecado nos ciega La parábola es despiadada al mostrar las contradicciones en las que se encuentra el rico (cf. v. 19). Este personaje, al contrario que el pobre Lázaro, no tiene un nombre, se le califica sólo como «rico». Su opulencia se manifiesta en la ropa que viste, de un lujo exagerado. La púrpura, en efecto, era muy valiosa, más que la plata y el oro, y por eso estaba reservada a las divinidades (cf. Jr 10,9) y a los reyes (cf. Jc 8,26). La tela era de un lino especial que contribuía a dar al aspecto un carácter casi sagrado. Por tanto, la riqueza de este hombre es excesiva, también porque la exhibía de manera habitual todos los días: «Banqueteaba espléndidamente cada día» (v. 19). En él se vislumbra de forma patente la corrupción del pecado, que se realiza en tres momentos sucesivos: el amor al dinero, la vanidad y la soberbia (cf. Homilía, 20 septiembre 2013). El apóstol Pablo dice que «la codicia es la raíz de todos los males» (1 Tm 6,10). Esta es la causa principal de la corrupción y fuente de envidias, pleitos y recelos. El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico (cf. Exh. ap. Evangelii gaudium, 55). En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz. La parábola nos muestra cómo la codicia del rico lo hace vanidoso. Su personalidad se desarrolla en la apariencia, en hacer ver a los demás lo que él se puede permitir. Pero la apariencia esconde un vacío interior. Su vida está prisionera de la exterioridad, de la dimensión más superficial y efímera de la existencia (cf. ibíd., 62). El peldaño más bajo de esta decadencia moral es la soberbia. El hombre rico se viste como si fuera un rey, simula las maneras de un dios, olvidando que es simplemente un mortal. Para el hombre corrompido por el amor a las riquezas, no existe otra cosa que el propio yo, y por eso las personas que están a su alrededor no

merecen su atención. El fruto del apego al dinero es una especie de ceguera: el rico no ve al pobre hambriento, llagado y postrado en su humillación. Cuando miramos a este personaje, se entiende por qué el Evangelio condena con tanta claridad el amor al dinero: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24). 3. La Palabra es un don El Evangelio del rico y el pobre Lázaro nos ayuda a prepararnos bien para la Pascua que se acerca. La liturgia del Miércoles de Ceniza nos invita a vivir una experiencia semejante a la que el rico ha vivido de manera muy dramática. El sacerdote, mientras impone la ceniza en la cabeza, dice las siguientes palabras: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás». El rico y el pobre, en efecto, mueren, y la parte principal de la parábola se desarrolla en el más allá. Los dos personajes descubren de repente que «sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él» (1 Tm 6,7). También nuestra mirada se dirige al más allá, donde el rico mantiene un diálogo con Abraham, al que llama «padre» (Lc 16,24.27), demostrando que pertenece al pueblo de Dios. Este aspecto hace que su vida sea todavía más contradictoria, ya que hasta ahora no se había dicho nada de su relación con Dios. En efecto, en su vida no había lugar para Dios, siendo él mismo su único dios. El rico sólo reconoce a Lázaro en medio de los tormentos de la otra vida, y quiere que sea el pobre quien le alivie su sufrimiento con un poco de agua. Los gestos que se piden a Lázaro son semejantes a los que el rico hubiera tenido que hacer y nunca realizó. Abraham, sin embargo, le explica: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces» (v. 25). En el más allá se restablece una cierta equidad y los males de la vida se equilibran con los bienes.

La parábola se prolonga, y de esta manera su mensaje se dirige a todos los cristianos. En efecto, el rico, cuyos hermanos todavía viven, pide a Abraham que les envíe a Lázaro para advertirles; pero Abraham le responde: «Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen» (v. 29). Y, frente a la objeción del rico, añade: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto» (v. 31). De esta manera se descubre el verdadero problema del rico: la raíz de sus males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo. La Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios. Cerrar el corazón al don de Dios que habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano. Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma es el tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo. El Señor ―que en los cuarenta días que pasó en el desierto venció los engaños del Tentador― nos muestra el camino a seguir. Que el Espíritu Santo nos guíe a realizar un verdadero camino de conversión, para redescubrir el don de la Palabra de Dios, ser purificados del pecado que nos ciega y servir a Cristo presente en los hermanos necesitados. Animo a todos los fieles a que manifiesten también esta renovación espiritual participando en las campañas de Cuaresma que muchas organizaciones de la Iglesia promueven en distintas partes del mundo para que aumente la cultura del encuentro en la única familia humana. Oremos unos por otros para que, participando de la victoria de Cristo, sepamos abrir nuestras puertas a los débiles y a los pobres. Entonces viviremos y daremos un testimonio pleno de la alegría de la Pascua. Vaticano, 18 de octubre de 2016 Fiesta de san Lucas Evangelista.

Francisco


Esperar al Sepultado de San Nicolás en cualquier parte de su recorrido es un momento contemplativo. Evidentemente, el acto piadoso de asistir al cortejo, como penitente o como espectador, se deriva de una larga tradición de contemplación hacia la pasión del Señor, entendida como reflexión del sacrificio y como un tiempo de guarda para poder profundizar sobre los sagrados misterios. Dentro de toda la historia del arte universal, los diversos cultos y prácticas religiosas han utilizado las diversas expresiones artísticas como un medio eficiente y eficaz de transmitir los preceptos, las doctrinas y enseñanzas hacia los fieles. La Iglesia Católica, dentro de su larga tradición, posee un magisterio único, que garantiza la integridad de la doctrina de la fe. Y desde este magisterio, se ha normado y conceptualizado la función del arte, por medio de alegorías, metáforas apoyadas gracias a la iconografía tradicional y muy bien estudiada de los elementos que constituyen, el lenguaje visual de la enseñanza doctrinal católica. Dentro de este marco, podemos hablar de los elementos que, con la ayuda de las artes visuales, existen y le brindan identidad al cortejo procesional de San Nicolás. Hay símbolos poderosos en la parafernalia que siempre son visibles y que, de alguna manera, son sensibles a cierta edad más que a otra. Y que la sabiduría popular ha situado en un lugar privilegiado dentro del ideario colectivo (dentro del trato de la religión católica romana)

¿Cuántos de nosotros, tenemos nuestras vivencias procesionales más intensas, en la niñez? La tradición procesional en la mayoría de los casos es heredada. Y quienes nos han llevado al encuentro de los nazarenos y sepultados de nuestra devoción, nos han dado una inducción completa del tema procesional y su iconografía. ¿Por qué la Virgen lleva una daga? Y San Juan una copa. Este tipo de cuestionamientos que tienen explicaciones sencillas y que van, con el paso del tiempo, construyendo un acervo propio en torno a las enseñanzas bíblicas que contienen los cortejos de manera explícita. El Santo Entierro, por excelencia, muestra un gran despliegue de símbolos de la pasión, que exaltan el acontecimiento de la redención. Estos elementos propios del martirio de Cristo son conocidos como Armas Christi. Para explicar las Armas Christi, podemos acudir a muchísimas fuentes visuales, pero mencionaré algunas que distan mucho entre sí, por técnica, época y lugar, Primero, quisiera mencionar la cruz con el viacrucis que se encuentra en el templo de San Cristóbal Totonicapán. Eminentemente barroca-colonial, de líneas sevillanas, corte cuadrado y base muy fuerte, se pueden apreciar en ella 16 escenas en miniatura magistralmente pintadas al óleo. 14 de ellas del viacrucis y dos, con las Armas Christi. Luego, mencionaré las cruces populares o artesanales que se produjeron abundantemente durante la época republicana en el sur de México y que, se trajeron a Guatemala durante dicha temporada. De manera muy rudimentaria, estas cruces de altar, mostraban las armas alrededor.


Otro ejemplo que quisiera mencionar, son los ángeles llorones del cortejo procesional de la Escuela de Cristo, que es el cortejo con mayor número de elementos en el país. 24 pasos componen uno de sus cuerpos, más las 7 palabras, los santos varones, la cruz sevillana, el pabellón, el palio y luego, los ángeles llorones. El título oficial es ese, ángeles llorones, aunque en la realidad son los 7 arcángeles que portan los elementos del martirio de Cristo.

las yeserías de diversos lugares que muestran este tema de suma importancia.

Un ejemplo más, es una estampa de origen popular que se encuentra en los mercados, en las cererías y otros lugares “esotéricos”. Esta estampa, tiene al centro la cruz con las escaleras y las lanzas, rodeados luego por todos los demás elementos.

La cruz, la corona de espinas, los dados, la lanza que atravesó su costado, el cáliz, el gallo, los tres clavos, su túnica rasgada, el paño de la Verónica, la esponja con vinagre, entre otros. Es justo mencionar, que lo visual es lo predominante en el discurso catequético de estas expresiones de piedad popular. Cualquiera pensaría que es más fácil hacer carteles o rótulos con los nombres de los elementos, pero ciertamente lo visual y su convergencia en un en-

Para finalizar las referencias, quisiera mencionar los dibujos del medioevo en los miniados de los libros, grabados del renacimiento, la joyería clásica, los frescos y

Por último, mencionaré la fuente más obvia: los pasos de San Nicolás. En ellos se pueden apreciar casi todas las Armas Christi utilizadas por el mismo Jesucristo durante su pasión.

¿Cuáles son estos elementos?

torno tan intenso y poderoso como el cortejo del viernes santo, aportan el dramatismo necesario para causar un impacto a largo plazo en quien observa el cortejo. En el caso concreto de San Nicolás, sus pasos son un patrimonio vivo, que cumplen con su función primordial al ser procesionados en el cortejo mayor junto al amadísimo sepultado, situación que le brinda una identidad y una herencia cultural y religiosa sin comparación.

Diego Ventura Puac-Coyoy. Dirección Centro de Documentación Espacio CE Chichicastenango Gestión CulturalFundación Rozas Botrán


Jesús Sepultado de San Nicolás – César Augusto Arévalo Recinos. Hablar de las marchas de don César Arévalo, es hablar de historia con un notable estilo en sus composiciones, esta vez nos ha deleitado con una pieza muy particular y de gran potencial sonoro. Es de hacer notar, el invaluable aporte que realiza la hermandad de Jesús Nazareno de Escuintla, ya que estas piezas musicales por años han estado empolvadas y hoy por hoy, suenan; es a través de este recate histórico que se ha realizado desde hace dos años, una reestructuración de Marchas Fúnebres que han sido parte del pentagrama musical y de la historia. Cuando planificábamos la segunda producción en conjunto con Francisco Javier López Coloma, entre un listado de marchas a rescatar, nos llamó muchísimo la atención que una pieza contará con una dedicatoria muy particular, además de ver que la pieza se encontrará en los archivos de la hermandad del Nazareno de Escuintla, sin duda alguna se hizo el análisis de la pieza, ya que la instrumentalización no está completa y es de hacer mención que con el maestro Saúl Roberto Hernández decidimos re instrumentar la marcha. Tal fue la sorpresa al percatarnos que es una marcha con una estructura muy hermosa, para describirla haremos mención del arreglista de la misma que es el maestro Mariano de Jesús Díaz Buezo, autor de varias

marchas de gran popularidad entre los conocedores de la música sacra guatemalteca. La brillantez del maestro Díaz Buezo para lograr llevar al pentagrama la genialidad de don César Arévalo, hace honor al adagio popular “Hasta un incendio de grandes proporciones es provocado por una pequeña chispa”; la idea del maestro Arévalo Recinos fue plasmada por un prodigioso músico logrando llegar al corazón del devoto que escucha la pieza musical. La marcha está compuesta por una introducción en la cual el timbal entra de forma grandiosa y haciendo presencia del crescendo, para que suene fuerte, haciendo la marcha de un brillo notorio, para pasar a la primera parte de cálidos sonidos, en una tonalidad menor; los clarinetes llevando el paso cadencioso de la misma, como preámbulo a una segunda parte regía y de carácter fuerte, con un ritmo dramático llorón, característico de las piezas de Don César. Se resuelve la marcha con un trio estridente y con el clásico arrastradito de las notas que la hacen grandiosa. Esperamos y pueda sonar en la ciudad de Los Altos para ser parte del selecto repertorio dedicado, a la imagen milagrosa del Señor de San Nicolás. Saúl Alejandro López Siquibache. Compositor y Director de Bandas Procesionales


ANUNCIO 03


C

orría el mes de enero del año 2015, los vientos de inicio del año se hacen notar con la presencia del polvillo y el hollín de la caña de azúcar, característico de esta región. Como todo recién ingresado a la antañona Hermandad de Jesús Nazareno de la ciudad de Escuintla, ubicada en un antiguo inmueble que alberga el funcionamiento de la institución por 40 años; desde hace mucho tiempo me generaba mucha inquietud formar parte de sus filas. Un día a solicitud de la Licda. Leonor López, solicitaron que intentara ordenar algunas de las cosas que había en un viejo cuarto. En la sede el techo de machimbre estaba por ceder y se realizó un trabajo de remodelación de los ambientes principales. Tales como la capilla de nuestras veneradas imágenes, el cuarto de túnicas y los salones de la famosa “Nena” el anda del Patrón Jurado contra la violencia y el lugar donde recibimos las catequesis semanalmente. Ese día junto con otros muchachos iniciamos el ordenamiento de las cosas y nos llevamos una sorpresa, nadie sabía lo que estábamos por descubrir. Había un viejo baúl empolvado por el paso de los años, debía moverse pues una leve llovizna estaba por caer. Mi sorpresa al moverlo y abrirlo fue encontrar un listado de Marchas Fúnebres. En dicho listado no pude reconocer con mi oído de cucurucho, amante de este género, a marchas escuchadas con anterioridad. Tenían fechadas años en donde como toda institución ha caído en zozobra, consulte con personas de confianza y muy apegadas a la hermandad y todos coincidían: En la hermandad no hay marchas fúnebres. Mi corazón comenzaba a sentirse frustrado, pensé que podíamos haber encontrado algo tan valioso. Durante los próximos fines de semana me di a la tarea de seguir ordenando toda la papelería que encontraba, había cartas, listados, contratos, no cabía en mí el asombro por lo que mis ojos estaban observando. Llegando al fondo del baúl encontré unos libros de actas antiguos, no podía creer lo que mis manos tenían


en esos momentos, tenía las actas de la fundación de la hermandad. Corrí entonces a buscar a Jorge González, mi coordinador general. Yo no podía salir del asombro, así que lo busque y platicando me comentó como un grupo de devotos de Jesús tenían y habían logrado tener nuevamente credibilidad para que la hermandad de Jesús Nazareno nuevamente volviera a caminar, y que evidentemente cuando eso se logró la parte histórica no había sido tan necesaria, no por desinterés sino por falta de tiempo a dedicarse a cosas como por ejemplo: El rescate de la Semana Santa Escuintleca que para los años 80 agonizaba. De marchas él me hablo de una en especial de la cual el conoció a su autor y de la que me dijo: “….de lo que me platica le puedo asegurar acá hubieron marchas, lamentablemente yo no supe que pasó con ellas ojalá y se encontraran “Vía Crucis en Escuintla” obra de un devoto cargador de Jesús. Ese día, gratificante por escuchar lo que me contaba, volví a la sede con el pensamiento enfocado en el rescate histórico, busqué en todos los cajones sin contar con mayor suerte. Transcurrieron 8 días y decidí volver a buscar, llegue a un viejo ropero en donde se guardan túnicas, quise buscar en ese lugar pues ahí se guardaban unas copias de los viejos estatutos, luego los antiguos cuadros del vía crucis unos bellos cromos bastante deteriorados, la sorpresa fue al vaciar, encontrar unos folders empolvados

del que cayeron unas partituras. Si, habíamos encontrado el registro de 16 marchas inéditas y de las cuales muchas habían dejado de sonar por diferentes motivos. Y así emprendimos una búsqueda incansable, había obras del connotado maestro Arturo Barrera Minera, miembro de la famosa Marimba Maderas de mi Tierra; del suspicaz y brillante Raymundo Gerardo Bobadilla Franco y en especial de Gran devoto Escuintleco: Don Cesar Agusto Arevalo, quien compuso 3 marchas fúnebres, una merece mención especial y que es por la cual escribo estas cortas líneas, una Marcha Dedicada a Quetzaltenango en el año de 1972, a una imagen milagrosa que aunque no se sabe por qué motivo esta en nuestros archivos, es una verdadera joya, el tener estos papeles originales, con los compases dedicados al señor del Viernes Santo en Quetzaltenango “Jesús sepultado de San Nicolás”, la cual para su posteridad a decisión de junta directiva fue incluida en el Vol. I del “Disco de la Misericordia”, grabado en el mes de agosto del 2016, con el apoyo y dirección del Maestro Saul Alejandro López Siquibache. Francisco Javier López Coloma Presidente de Jesús Nazareno, Santísima Virgen de Dolores y Santo Cristo de los Portentos. Parroquia Nuestra Señora de Concepción, Escuintla





En América la mayoría de países estuvieron sometidos al imperio español lo que hizo que heredáramos costumbres que allá se practicaban; un ejemplo de eso son las celebraciones de Semana Santa y como parte de ellas las marchas fúnebres que las acompañan. Es así que encontramos ejemplos de este tipo de música en algunas ciudades de México (Morelia y Taxco); en El Salvador y Honduras donde se utilizan mayormente las marchas fúnebres guatemaltecas. Encontramos también en Nicaragua y Costa Rica, Venezuela, Colombia y Perú. En Guatemala, en 1871 y atendiendo a las modas procedentes de Europa, fue creada la Banda Marcial cuya fundación hizo que se requiriera de músicos suficientemente preparados. Al no existir ningún centro que lo hiciera, en 1872 fue creada la “Escuela de Substitutos” de la que han salido un gran número de compositores de marchas fúnebres. Dato curioso es que, de las más aceptadas por el pueblo, son obra de músicos militares y no de músicos sinfónicos o de maestros marimbistas, aunque hay sus excepciones. El porqué de lo anterior no ha sido investigado al momento. Ya en 1890 se comienzan a conocer algunas obras, de las pocas que han sobrevivido al paso de los años y que vienen

de esa época están “La Fosa” de Santiago Coronado Porras de la que se han ubicado partituras fechadas en 1888 y 1889; “Los Pasos” de Julián Paniagua Martínez que en algunas partituras se documenta que fue compuesta en 1895 y “El Nazareno” de Salvador Antonio Iriarte Morales de la que hay evidencias que ya se interpretaba en 1907, entre otras. Este género musical no sólo ha inspirado a varones; también la mujer guatemalteca ha jugado un papel importante y es así que encontramos compositoras como Romelia Guirola de Barraza de quien se ha documentado el estreno de una marcha fúnebre de su autoría en 1939; Haydée Moncrieff Ruiz, allá por los años 50 del siglo pasado; Eleonora Rodas Aranda, María Cristina Alburéz de De León, María Antonia Luna y por supuesto la más conocida de ellas, María Julia Quiñónez Ydígoras y su obra “Mater Dolorosa”. En Quetzaltenango, vivieron algunos de los más connotados compositores de marchas fúnebres, entre ellos Mariano de Jesús Moreno Díaz, autor de “Mujer ¿Por qué Lloras?”, Rafael García Reynolds de “La Oveja de Jesús de San Bartolo”, Pedro Donis Flores quien compuso “Señor Sepultado de San Nicolás” y José Dolores Fuentes Rojas de “Dios Mío”, de quien aún residen algunos descendientes en esta ciudad.

El Maestro Moreno Díaz dejó gran cantidad de marchas fúnebres y muchas de éstas se han encontrado en los poblados de los alrededores de Quetzaltenango. Un ejemplo es una antigua copia de la partitura de bombo de “En la Cruz” en la que con puño y letra de su autor se lee: “La Marcha En la Cruz fue estrenada el Viernesanto en San Nicolás en…(ilegible) y dedicada a dicha hermandad. el Compositor Mariano Moreno Díaz” (Se respetó la redacción original). Algunos connotados compositores de marchas fúnebres nacidos en estas tierras quetzaltecas son: El Maestro Roberto Isaac Arango Caballeros, que nació el 3 de junio de 1930 y falleció en el 2007. Compuso al menos 18 marchas fúnebres, entre ellas “Señor de San Nicolás”, “El Nazareno de San Juan de Dios”, “Señor Sepultado de San Bartolomé” y “Bodas de Oro Paz y Bien”. Víctor Manuel Guerrero Morales que nació el 23 de Marzo de 1927 y falleció el 12 de Julio de 1996 en la Ciudad Capital. Sus descendientes cuentan que dirigió las bandas procesionales del Señor Sepultado de San Nicolás y de Jesús Nazareno de San Juan de Dios, siendo socio por algunos años de la Hermandad de San Nicolás. Su mayor producción musical la constituyeron las marchas fúnebres, las que casi se han perdido en su totalidad, entre las que se encuen-

tran “El Manto del Señor”, “La Santa Corona”, “Calles del Sufrimiento” y “La Primera Caída de Jesús”, entre otras. El estreno de su marcha fúnebre más conocida, “San Nicolás”, se consigna en la programación de la procesión de Jesús Nazareno del Perdón de Antigua Guatemala, del Jueves Santo de 1960. José Aníbal Ovando Herrera, quien con su marcha fúnebre titulada “La Dolorosa de la Casa de Anguiano” dejó a la posteridad el recuerdo de tan tierna historia. Recientemente en la ciudad de Escuintla se ubicaron las partituras de la marcha fúnebre “Jesús Sepultado de San Nicolás” del compositor escuintleco César Augusto Arévalo Recinos; estrenada en 1971. Además también se pueden mencionar otros compositores de este género musical originarios de esta parte del país como Rubén Bethancourt Díaz, Juan Colop Hernández, Antonio Mul, Juan Alberto Tistoj Saquic, entre otros. Edgar Haroldo Cabnal Santa Cruz Legado Musical en la Semana Santa Guatemalteca


En tiempos memorables de la historia de Xelajú, en lo que hoy es el Centenario Instituto Nacional para Varones de Occidente, existió el convento de los Jesuitas, quienes construyeron las hermosas catacumbas que hoy día pueden ser admiradas en dicho lugar, así mismo se edificó una Iglesia estilo colonial obra de los Frailes Dominicos, quienes desde años de la Fundación de Quetzaltenango se encontraban Evangelizando en aquellos lugares en que se iban asentando los Españoles, donde ya se hallaban formadas las Villas de San Cristóbal Totonicapán y de Salcajá, por ello al serlo en nuestra querida ciudad vinieron y erigieron un hermoso templo, adyacente al grueso de edificaciones que habían construido los antiguos fundadores de la ciudad. Las celebraciones se concentraban únicamente a lo que es la Liturgia, pero manifestaciones externas el día Viernes Santo no había, ya que no se contaba con Imagen propia para recorrer procesionalmente la ciudad; fue una idea que a través de los años siempre se daba, la de tener una Imagen del Señor Sepultado, pero no se cristalizaba. Por esta razón al finalizar


la Semana Mayor de 1891, se pidió la contribución de aquellas personas que contaban con medios económicos bonancibles, para mandar a esculpir la imagen a la Ciudad Capital y respondieron aportando fuertes cantidades para que aquella idea largamente acariciada fuera una realidad. Las hermanas Luisa y Viviana Hurtado, fueron una de las más aportadoras y la segunda de las nombradas, fue comisionada para que se trasladara a la ciudad de Guatemala, donde encargó a un escultor cuyo nombre se ignora, ya que solamente ella lo sabía y nunca lo quiso decir a nadie, una Imagen de un Cristo Yacente con lo cual el nombre del artista que esculpió la bella imagen quedó en el anonimato. En 1892, marchó Doña Viviana a la capital de la Republica, permaneciendo en ella algún tiempo, pocos meses después dio el aviso de que la imagen ya había sido entregada, al tener conocimiento de ello el pueblo quezalteco montó en jubilo y cuentan las crónicas de aquellos tiempos, que varios cientos de ellos se ofrecieron voluntariamente para traerla en hombros, de ahí nace esa devoción y ese amor a la Venerada Imagen. En la Semana Santa de 1893, salió por vez primera la Imagen

del Señor Sepultado de San Nicolás, en su recorrido procesional por las calles y avenidas de Xelajú, siendo acompañada y llevada en hombros por numerosos cargadores, pertenecientes a las cofradías de la Parroquia. En el año 1894 ya la procesión era acompañada por gran cantidad de personas y la misma salió por vez primera con ángeles y unos niños que llevaban en las manos símbolos de la Pasión de Cristo. En 1895 se estrenaron los Ornamentos y Vestido para el Señor donados por Doña Anida Vda., de Huertas y traídos de Francia. La imagen del Señor Sepultado hacía su egreso del templo de San Nicolás, adyacente al I.N.V.O., en lo que hoy es el Parque dedicado a la Madre, del mismo salió hasta el año 1902, en que como consecuencia del fuerte sismo que azoto a nuestra ciudad el templo se destruyera, con lo cual ya la procesión no salió en el año 1903 del mencionado lugar sino que del Templo de madera que se encontraba atrás del Estadio Mario Camposeco de hoy, en aquel entonces era terrenos de siembra. De esa fecha en adelante la Venerada Imagen del Señor Sepultado quedo expuesta en la Iglesia de San Nicolás, donde año con año es elevada a la puerta de la mencionada Iglesia y llevada en hombros por los socios de la Hermandad en su recorrido procesional por las calles de Xelajú, derramando sus bendiciones tanto sobre los vecinos como sobre aquellos que visitan la ciudad en Semana Santa. Es impresionante ver la devoción que el Pueblo le guarda a la imagen, ya que el quinto viernes de cuaresma, se celebra la Romería en el Templo de San Nicolás, los fieles llegan en grandes cantidades a visitar al Señor y los Viernes Santos de cada año al paso de la Procesión se oyen las rogativas que le hacen los devotos. El Señor Sepultado de San Nicolás ha sido fuente de inspiración para poetas los maestros filarmónicos de música sacra. Es un vistazo por la historia del Señor sepultado de San Nicolás, Imagen propia de un artista desconocida y de fecha difícil de confirmar, con una admirable perfección en cada una de las líneas de su Divino Rostro, lástima que doña Viviana no quisiera revelar el secreto de la procedencia de la talla escultórica,. Datos resumidos y tomados de los documentos históricos internos de la Hermandad (memoria de Benny Suasnavar)


En los tiempos antiguos, pretéritos días del profeta Moisés; el Dios de la Zarza Ardiente le ordenó al “salvado de las aguas”, preparar artesanos israelitas dignos y diestros para la confección y construcción de todo lo necesario para el culto del templo. Es muy interesante ver como nuestro Dios ordena lo más selecto de los materiales: piedra, maderas preciosas, joyas, telas exquisitas, entre otros, pues un Ser Omnipotente, Omnipresente y Todopoderoso como solamente Él puede serlo; debe ser reverenciado en su culto por medio de los más finos elementos que como seres racionales podamos ofrecerle, pero ninguna ofrenda le agrada más que el corazón sincero y humanitario. Ya en tiempos más cercanos, la llegada de los colonos hispanos a estas tierras, trajo consigo diferentes artífices, dentro de los cuales, a lo largo de casi trescientos años destacó el arte de la escultura, que en esta parte de las Américas produjo obras admiradas tanto en Europa como en México y Suramérica. La amplia gama de técnicas aprendidas por los pueblos que arribaron, tuvo como uno de sus más grandes aportadores: la cultura romana, la cual a pesar de lo antiguo de sus orígenes, fue evolucionando a lo largo de la expansión cultural y religiosa del cristianismo. Es por ello, que las manifestaciones artísticas de la nueva religión, aunque nacen en oscuras catacumbas con arte el románico, crecen y florecen luego en palacios, templos y más recientemente en hogares con las corrientes barrocas, clásicas, neoclásicas, y otras Es con el Concilio de Trento , y replicando lo que en su momento ordenó el II Concilio de Nicea en momentos difíciles y duros que sacuden los pilares de la Iglesia Universal, que la misma utiliza las expresiones artísticas para reafirmar su poderío terrenal sobre los fieles como una reacción a la Reforma protestante iniciada por Lutero y Calvino; viniendo a reestructurar y fundamentar la tradición de la imaginería en el culto católico; dictando normas de carácter obligatorio para representar iconográficamente a Jesucristo, la Virgen María y los Santos.

De los decretos y enseñanzas de los Santos Padres convocados y reunidos en dicho concilio se extracta la siguiente enseñanza: “…se deben tener y conservar, principalmente en los templos, imágenes con Cristo, de la Virgen madre de Dios, y de otros santos, y que se les debe dar el correspondiente honor y veneración: no porque se crea que hay en ellas divinidad, o virtud alguna por la que merezcan culto, o que se les deba pedir alguna cosa, o que se haya de poner confianza en las imágenes, como hacían en otro tiempo los gentiles, que colocaban sus esperanzas en los ídolos; sino porque el honor que se les da a las imágenes se refiere a los originales representados en ellas; de suerte que adoremos a Cristo por medio de las imágenes que besamos, y en cuya presencia nos descubrimos y arrodillamos; y veneramos a los a los santos, cuya semejanza tienen: todo lo cual es lo que se halla establecido en los decretos de los concilios, y en especial en los del segundo Niceno contra los impugnadores de las imágenes. Enseñen con esmero los Obispos que por medio de las historias de nuestra redención, expresadas en pinturas y otras copias, se instruye y confirma al pueblo recordándole los artículos de la fe, y recapacitándole continuamente en ellos: además que saca mucho fruto de todas las sagradas imágenes, no solo porque recuerdan al pueblo los beneficios y dones que Cristo les ha concedido, sino también porque se les exponen a los ojos de los fieles saludables ejemplos de los santos así como para que se exciten a adorar y a amar a Dios, y practicar la piedad.” Como puede verse, la validez espiritual que las imágenes religiosas tienen para la fe católica, se ve fundamentada a lo largo de los siglos, y ya en Guatemala, y tal tradición se nutre con el sincretismo, puesto que desde antes de la época de la colonización española (s. XVI) los pueblos originarios contaban con técnicas escultóricas que fusionaron con las implementadas por los colonos y cuyos resultados fueron puestos al servicio de la Iglesia. Por ello, no es extraño que sea el cedro el material predilecto para la fábrica de la imaginería sacra en nuestro país, ya que dicho árbol era llamado


“teoxtle” y poseía características peculiares para el tallado, a eso debemos sumar el delicioso y fragante aroma que a la vez actúa como repelente a cierto tipo de plagas, el cual era usado por los pueblos originarios de éste continente para usos domésticos y sagrados. Por ello, con base en lo preceptuado en las cuatro finalidades que fundamentan los Estatutos de la Hermandad del Señor Sepultado del Templo del Sagrado Corazón de Jesús de la Parroquia de San Nicolás de Quetzaltenango ; el Consejo Directivo en conjunto con el Comité Sección Guatemala, inicia en el año de 1948 con la adquisición de una serie de conjuntos escultóricos que representan los momentos previos a la crucifixión de Nuestro Señor, y que comúnmente se les denomina: “Pasos del Viacrucis” o “Pasos de San Nicolás”, el objetivo de los mismos era resaltar la magnificencia del sagrado cortejo del Santo Entierro de San Nicolás, de tal suerte que los conjuntos adquiridos son: 1) “La oración en el Huerto de los Olivos”, número de piezas: 2, escultor y procedencia: Julio Dubois Gálvez, Guatemala, 1948; 2) “La Piedad”, número de piezas: 2, escultor y procedencia: Julio Dubois Gálvez, Guatemala, 1949; 3) “El Calvario”, número de piezas: 4, escultor y procedencia: Julio Dubois Gálvez, Guatemala, 1950; 4) “El Cirineo”, número de piezas: 2, escultor y procedencia: Julio Dubois Gálvez, Guatemala, 1951; 5) “La Sentencia”, número de piezas: 4, escultor y procedencia: Julio Dubois Gálvez, Guatemala, 1952; 6) “La Caída”, número de piezas: 3, escultor y procedencia: Julio Dubois Gálvez, Guatemala, 1952; 7) “Jesús encuentra a su Madre”, número de piezas: 4, escultor y procedencia: Julio Dubois Gálvez, Guatemala, 1953; 8) “La Verónica”, número de piezas: 3, escultor y procedencia: Julio Dubois Gálvez, Guatemala, 1953; 9) “Jesús despojado de sus vestiduras”, número de piezas: 3, escultor y procedencia: Jorge David Nichols, Guatemala, 1954; 10) “La Crucifixión”, número de piezas: 3, escultor y procedencia: Jorge David Nichols, Guatemala, 1954; 11) “El encuentro con las mujeres”, número de piezas: 4, escultor y procedencia: Ferdinand Stuflesser II, Italia, 1954; 12)

“La Imposición de la Cruz”, número de piezas: 3, escultor y procedencia: Julio Dubois Gálvez, Guatemala, 1956; y 13) “El Descendimiento”, número de piezas: 7, escultor y procedencia: José Casacuberta Prat, España, 1956; a los conjuntos ya descritos debemos sumar las siguientes piezas, que aunque no conforman estaciones o Pasos del Viacrucis, acompañan al Señor Sepultado en sus cortejos: a) “San Juan y Santa María Magdalena”, número de piezas: 2, escultor y procedencia: Julio Dubois Gálvez, Guatemala, 1926; b) “Ángeles de las Siete Palabras”, número de piezas: 7, escultor y procedencia: Julio Dubois Gálvez, 1926; c) “Ángel de la Fe” , número de piezas: 1, escultor y procedencia: Julio Dubois Gálvez, 1947; y d) “Los Santos Varones: San José de Arimatea y Nicodemo”, número de piezas: 2, escultor y procedencia: desconocido, año desconocido. De lo anterior inferimos que han sido cuatro los escultores que produjeron la amplia gama de piezas que integran la colección de imaginería sacra de los Pasos de San Nicolás de Quetzaltenango: Don Julio Dubois Gálvez, que a principios del siglo XX destacó con técnicas innovadoras y muy afamado en la Nueva Guatemala de la Asunción; Don Jorge David Nichols, del cual no hay mayor referencia y solamente se sabe que fue aprendiz en el taller del escultor Dubois; Don Ferdinand Stuflesser II, italiano, perteneciente a la quinta generación de los escultores Stuflesser, cuyo taller posee a la fecha 141 años ininterrumpidos de trabajo de altísima calidad, logrando que el Papa Pío X les haya conferido el título de “Proveedores Pontificios” de los Sagrados Palacios Apostólicos Vaticanos y de la Real Casa Italiana; y Don José Casacuberta Prat, originario de Olot, Gerona, España, cuya importancia a lo largo de la historia radica en haber sido el dueño del taller “El Santo Cristo”, cuyas obras son ampliamente admiradas por ser un exponente referencial de la escultura española de principios del siglo XX. Es sumamente importante destacar que la mayoría de las sagradas imágenes están realizadas en madera cedro con encarnado y peleteado , ojos de vidrio,

cabellera tallada, poseen articulaciones que permiten amplio movimiento en las extremidades superiores. Hay algunas que son de bastidor y otras de cuerpo completo, teniendo una altura promedio de un metro con sesenta centímetros. Otras en cambio están realizadas de tal forma que poseen técnicas innovadoras para la época, tales como la pasta de resina y el encolado. En las piezas españolas destaca la técnica del estofe. Tales imágenes forman parte de los bienes propiedad de la Hermandad, sin embargo su importancia trasciende al ser consideradas bienes muebles y estar dentro del ámbito de acción de la “Ley de para la Protección del Patrimonio Cultural de la Nación”, Decreto 26-97 del Congreso de la República de Guatemala, en su artículo 2, numeral romano I, inciso b) numeral 4. Con el correr de los años los “Pasos de San Nicolás” cobran más importancia, ya que sin número de generaciones han admirado tan bellas esculturas que fusionan en sí mismas distintos tipos de valores, a saber: religioso, patrimonial, artístico e histórico, y constituyen un exponente de la Semana Santa Quetzalteca al mundo, quedando siempre en el cofre de la memoria las tardes fervorosas de Viernes Santo con el solemne cortejo sacro del Sepultado y sus Pasos, al compás de marchas, matracas y oraciones fervorosas y con marco de olor a corozo e incienso, para suplicar que “…en esta tierra, que humilde te implora, abunde bendición y los frutos de mi credo en Ti Señor de San Nicolás!”

Br. Wilson Antonio Villagrán Celada Diplomado en Historia, Ciencia y Arte por la USAC.


en terrenos cercanos al hoy estadio Mario Camposeco. Posteriormente se mandó a construir el hermoso templo neogótico que hoy conocemos. Esta iglesia está inspirada en la catedral de Winchester, Inglaterra y fue inaugurada el quinto viernes de Cuaresma de 1946 por el entonces párroco Fernando Recinos.

En Guatemala existe una gran devoción en torno a las imágenes de Jesús sepultado. La conmemoración en torno a muerte de Cristo se remonta desde la Época Colonial, pues esta práctica la trajeron los españoles. La representación de la muerte del Redentor se componía de la crucifixión, lectura de las siete palabras, la muerte de Cristo en la cruz y su veneración, el descendimiento y la sepultura. En torno a ello se erigieron cofradías penitenciales para el culto de Cristo muerto, bajo el nombre del “Santo entierro”. Para tal función los cofrades utilizaban una imagen de un Cristo con brazos móviles para poder crucificarlo y desclavarlo de la cruz. Luego lo colocaban dentro de una urna de madera o sobre una pequeña anda. La primera cofradía dedicada al culto del Santo entierro de Cristo es de alrededor de la segunda mitad del siglo XVI y se fundó en la iglesia y convento de Santo Domingo en Santiago de Guatemala. En la zona 3 de Quetzaltenango se ubica el barrio de San Nicolás. Sus orígenes se remontan a la Época Colonial, pues con la fundación de la urbe altense, se edificó una ermita dedicada a San Nicolás de Tolentino en el lugar que se le conoció como “cantón San Nicolás”. Estuvo bajo administración religiosa de los frailes dominicos. Con el paso del tiempo se convirtió en uno de los barrios más emblemáticos de la ciudad. En 1875 la ermita fue elevada a parroquia. El 18 de abril de 1902 la ciudad de Quetzaltenango sufrió un terremoto conocido como de “San Perfecto”. La ermita se dañó considerablemente quedando en desuso. Para sustituir a la arruinada iglesia se construyó un templo provisional de madera,

En esta monumental iglesia es donde se venera a la consagrada imagen del Señor sepultado. Esta imagen de autor desconocido fue donada por las hermanas Luisa y Viviana Hurtado en 1892. Pero en torno a esta sagrada efigie hay muchas versiones de su origen. La más difundida entre los quetzaltecos es la donación de las hermanas Hurtado, cuando alrededor de 1891 ofrecen viajar a la ciudad de Guatemala en búsqueda de un escultor para elaborar la imagen. En mayo de 1892 estas devotas damas hacen el contrato con un escultor capitalino, que hasta el momento es desconocido, para la hechura de la imagen del Señor. En julio del mismo año reciben información indicando que el Señor ya había sido terminado. Es así que el 5 de julio del año mencionado, la feligresía del barrio de San Nicolás recibe la imagen del Señor Sepultado. La resguardaron dentro de una antigua urna de bronce francesa conocida como de “las palomitas”. Este nombre se le dio así por la decoración y acabados que poseía. Otra hipótesis sobre su origen cuenta que la imagen fue un Cristo Crucificado del siglo XVIII transformada y reformada en la centuria siguiente. El rostro del Sepultado de San Nicolás posee rasgos similares al del Cristo Yacente de El Calvario capitalino, lo cual es probable que el escultor sea del círculo de Pedro de la Rosa, autor del Yacente capitalino que fue reformado en el siglo XIX. Ambos rostros muestran paz y tranquilidad. El rostro del Señor Sepultado tiene una expresión de serenidad y dulzura, que aparenta estar dormido y posee una leve inclinación a la derecha. Destaca en ella finos hilos de sangre que brotan de la cabeza y se deslizan por las sienes y la frente. En el pómulo izquierdo muestra un golpe amoratado. Tiene cabello tallado con mechones


y bucles ensortijados, pero sobre su cabeza se colocan cabelleras de pelo natural. Sus ojos están completamente cerrados, de donde brotan tres lágrimas de vidrio en cada ojo. La nariz es recta y de muy fina factura. En las fosas nasales brota sangre que se deslizan sobre los bigotes. La barba y los bigotes tienen detalles muy finos de talla, que simulan hebras y mechones con ondulaciones muy profundas, hechas con finas gubias. Es importante mencionar que el rostro tiene detalles finos de peleteado, que son simulaciones de vellos faciales. Los labios están amoratados. La boca entreabierta muestra la dentadura superior. Sus brazos poseen detalles de tensión muscular. Las manos abiertas muestran las perforaciones de los clavos. Los pies perforados están sobrepuestos, mostrando en ella hilos de sangre. La imagen sale en procesión el Viernes Santo por la tarde, vestido ricamente con albas y túnicas bordadas en hilos de oro. En 1893 se organizó por primera vez la procesión del Señor Sepultado donde participaron ladinos e indígenas. El 30 de abril de 1922 se fundó la Asociación de ladinos o Hermandad del Señor Sepultado de San Nicolás, en la residencia del señor Francisco Rodríguez Rivera. En ella se eligió a los primeros directivos: Abel Oliva, Gregorio A. Santizo, Arcadio Domínguez, Serapio J. Cárdenas, José León Alonzo, Pedro Robles h., Maximino Arriola, Valentín Quiroa, Buenaventura Calderón, Manuel Reyes, Federico Zelada, Celestino Ocaña, To-

ribio Pereira, Juan Ángel Rivera y Máximo Pereira H. Al momento de fundarse la asociación, se inscribieron unos 200 hermanos como socios. Todos ellos se esforzaron con gran entusiasmo para organizar la procesión del año siguiente. Desde su fundación hasta 1928 los miembros de la asociación participaban en la procesión vestido con traje civil de riguroso luto. El señor Ramón Letona en calidad de presidente para ese año, dispuso que los socios vistieran una túnica negra y un tocado en la cabeza, con símbolos de la crucifixión en plata. Esto provocó el descontento entre los miembros en grueso número, que optaron por retirarse. Las filas fueron reduciéndose, pero con el paso de los años, se registró nueva afluencia de miembros que engrosaron las filas de la hermandad, que en la actualidad ha crecido y reúne a la sociedad quetzalteca. En 1924 se mandó a elaborar una nueva urna, que se caracteriza por tener vidrios de forma ovoidal. Estas piezas se mandaron a elaborar a Bélgica. La estructura metálica diseñada para tal efecto, se elaboró en los talleres Granados de la ciudad de Guatemala. En 1929 el cortejo procesional del Señor de San Nicolás contaba con las imágenes de San Juan Apóstol, María Magdalena y Nuestra Señora de los Dolores. Posteriormente, se mandaron a elaborar los pasos del Santo viacrucis a España. Complementa la procesión los ángeles, uno de ellos es el Ángel de la fe y los demás son portadores de las siete palabras de Cristo. La imagen del Señor fue solemnemente consagrada el 5 de julio de 1992, en conmemoración del primer centenario de su llegada a la iglesia parroquial. La eucaristía se celebró en el atrio de la iglesia de San Nicolás, con participación masiva de católicos quetzaltecos que se postraron a los pies del Señor. Este año 2017 será de mucha alegría para el pueblo católico de Quetzaltenango, pues en torno a la imagen se celebrarán dos acontecimientos especiales: los 125 años de llegada del Señor a la parroquia y las bodas de plata de consagración. Edvin Quisquinay Alcor


del templo se levantó un altar y un catafalco donde se colocó a la venerada imagen, la misa fue celebrada por el Arzobispo Víctor Hugo Martínez. El Señor fue trasladado en una colchoneta y llevado en hombros por hermanos directivos y de la Junta General, al concluir la misa de consagración se le trasladó a su urna procesional que descansaba sobre una réplica del Templo de San Nicolás, luego dio inicio la procesión que recorrió la 15 avenida hasta la 1 calle donde dobló y caminó hasta el tope de la 12 avenida, enfilándose por toda la Calle Real de San Nicolás hasta la Plaza Central, de aquí tomó la Calle Real del Calvario llegando a la 20 avenida donde dobló hasta encontrar la Calle Rodolfo Robles, cruzando nuevamente en busca de la Colonia Minerva, antigua San Cayetano, aquí se volcó el vecindario a recibirlo con algarabía, cohetillos, bombas, cantos y gritos de felicidad, de aquí tomó la Calzada Minerva, y ya entrada la noche, llegó a la 15 Avenida para ingresar al templo. Las cruces que tiene el Señor fueron consagradas por el hermano y Padre Fredy Alecio en ceremonia especial en el Salón de Sesiones de la Hermandad.

Quetzaltenango en sí, tiene como una de sus imágenes importantes al Señor Sepultado de San Nicolás en la que ha depositado su fe y su veneración. El siglo XX en todo su transcurrir fue la más amplia demostración de ello. Puede verse en el sentir de las familias quienes tienen una fotografía del Cristo Sepultado de San Nicolás presidiendo un lugar especial; para nuestros antepasados era el refugio de oración y esperanza. Una publicación familiar de los herederos de don Francisco Rodríguez Rivera, uno de los socios fundadores de la Hermandad, en uno de sus capítulos nos narra detalles importantes sobre su historia. Un amigo me proporcionó copia de ese capítulo y del mismo tomaremos datos interesantes. El Señor Sepultado llega a la ermita de San Nicolás en 1892, gracias a gestiones realizadas por las hermanas Hurtado. Dicho dato lo tomó como verídico la directiva de 1992, disponiendo hacer una celebración sobre un “Centenario de su venida” a Quetzaltenango. Al informarse a la Junta General de esta situación aprovechamos para sugerirles que el Señor fuese consagrado, la directiva aceptó la idea y se puso a trabajar sobre ella, así fue como se preparó la misa campal y la procesión extraordinaria en Julio de 1992. En el lado izquierdo

Tomaremos como fuente el TITULO DE PROPIEDAD DEL SEÑOR SEPULTADO de fecha 26 de enero de 1926. Como ya sabemos el Señor pasó a manos de Viviana Hurtado, a quien erróneamente se consideró la verdadera dueña. En dicho título aparece la señora María Salomé Arriaga quién lo tuvo en su poder, dicha señora menciona “tener en su poder un documento otorgado por la señora Filomena Hurtado, en la cual se donaba una imagen del Señor Sepultado y seis ángeles por la suma de DOS MIL QUINIENTOS PESOS, moneda nacional y hace constar que como no entregó el tal dinero no se considera con derecho sobre la imagen. Es aquí que formalmente la imagen del Señor pasa a poder de la Hermandad. Según el mencionado título fue en 1892, cuando Viviana Hurtado donó a la Ermita la imagen juntamente con algunos ángeles que siempre han estado en la iglesia de San Nicolás. Entre los que figuran en el documento estaba Jesús Hurtado Roldán, quién menciona que su tía falleció el 13 de enero de 1897. De alguna manera, a pesar de la donación la señalada Filomena Hurtado se creyó poseedora de la imagen y dispuso vendérsela a María Salomé Arriaga quién la depositó en manos de la Hermandad, a la señora Arriaga se le debe la fundación de la misma pues en otro documento se cita que estando en su poder el Señor la mantenía en el oratorio de madera. De aquí que a través del licenciado Filadelfo J.

Fuentes, reunió a los socios fundadores quienes en número de 200 acudieron el 30 de abril de 1922 a la casa de don Francisco Rodríguez Rivera donde se procedió a la fundación la hermandad. Según el Capítulo del libro de la familia de don Francisco Rodríguez Rivera al fallecer él, su hija y su esposo, el autor del libro retornan a Quetzaltenango, dice el autor que hallaron abandonadas muchas cosas que sirvieron a la Hermandad en sus primeros años, entre ellos el resplandor de plata que usó en el siglo XIX y principios del XX el Divino Señor. Los esposos se dedicaron a la tarea de buscar al presidente de la Hermandad y así fue que volvió como “tesoro de la hermandad” dicho resplandor. Según técnicos de Antropología e Historia, especialmente el doctor Jorge Carías, indicaron en 1997, cuando el que escribe formaba parte de la Junta Directiva que celebró las Bodas de Diamante de la Hermanad, que la imagen fue tallada en cedro fino, es barroca, su talla pudo ser entre 1650 y 1750, es perfectísima, de una belleza sin igual, no existiendo en la actualidad gubias que servían en aquel entonces para tallar los detalles de su barba, estos instrumentos ya eran escasos a finales del siglo XIX. Y finalmente que la sagrada imagen se encuentra en perfecto estado. Por muchas razones era necesaria la Consagración de tan Divino Señor, mi Señor, pues lo conozco desde que tengo uso de razón. Digo que crecí al alero de la Iglesia de San Nicolás, jugué y corrí con otros niños en los corredores de la Escuela San Juan Bosco, pues mi madre Lesbia Rosario Ovando Pinto trabajó en varias directivas de la Hermandad de la Virgen de Dolores y yo la acompañe cuando habían actividades, mi tío Gustavo Ovando Pinto fue miembro de la Hermandad, mi abuelo Marcelino Ovando su fiel devoto que me inculcó el amor a Él. Mi abuela Ernestina Pinto de Ovando me hizo cucurucho infantil y luego me ingresó a la grande el 14 de noviembre de 1966. Mi madre es la única sobreviviente de aquellos años cuarenta, cincuenta y sesenta, por ello fue homenajeada por la Directiva de la Hermandad de la Virgen de Dolores en el 2014. Hechas estas acotaciones y con la alegría de que la directiva presidida por Mario Alberto Pereira diera luz a mi moción, colaboré con ellos, siendo nombrado para ocupar en la misma el cargo de pro secretario. Previo a esta actividad fueron noches de mucha alegría y de gratos recuerdos.


ANUNCIO 05


ANUNCIO 06 Mensaje de felicitación a la Hernandad Del Señor Sepulta-

do De La Iglesia De San Nicolas, por arribar a sus 125 años de la llegada de la imagen a la ciudad a Quetzaltenango y 25 años de consagración. A lo largo del camino cristiano de la vida, nuestra misión es motivar y ayudar a nuestro prójimo, a superar sus problemas por medio de un acercamiento a Dios. Existen muchas actividades por realizar para lograr este fin, las organizaciones que pertenecen a la Iglesia, entre ellas: Pastorales, Grupos Juveniles, Hermandades, buscan trabajar en comunidad para hacer un bien común a la iglesia misma. Entiéndase Iglesia como grupo de personas fieles y creyentes de una misma fe, específicamente las Hermandades que se caracterizan como su nombre mismo indica “ser verdaderamente hermanos”, unidos en Cristo y luchadores por la Palabra de Dios, en este mundo en que existen muchas necesidades,

con el avance del tiempo las necesidades cambian, se hacen más fuertes, y ustedes le regalan a Guatemala y específicamente a Quetzaltenango, actividades propician reconciliación y un reencuentro con Dios. Son 125 años ya de existencia, pero falta aún mucho más trabajo por hacer, existen jóvenes que necesitan ser inducidos a hacer cosas buenas, existen familias que necesitan saber que hay una salida a sus problemas, ustedes por medio de la fe en su manifestación pública como son los Cortejos Procesionales, pueden lograr ese cambio en cada persona que sale a las calles esperando ver tan llamativas alegorías que ustedes preparan. Es importante recalcar que hoy en día la Fe Cristiana atraviesa por un gran momento de pruebas, los cambios que se dan en todo el mundo en beneficio de los sectores no creyentes, y todo esto llega a nuestra comunidad con gran rapidez por medio de las redes sociales, por eso mismo es un mayor mérito para ustedes el trabajo que realizan.

Los animo para seguir en este apostolado y luchar por acercar a cada uno de esos niños, jóvenes y familias a Jesús nuestro Señor, tal como lo escribe Mc 2,3 - 4. “Llevaron al encuentro de Jesús a su amigo por medio de un agujero en el techo”. Así mismo acercan ustedes a las personas a un encuentro con Él Señor sepultado. Para nosotros como comunidad creyente es de gran ejemplo el trabajo que ustedes realizan y debemos tomar para nosotros esa Fe que manifiesta cada integrante de su Hermandad. Que Jesús nuestro señor les bendiga abundantemente y nuevamente gracias por regalarle a Quetzaltenango una hermandad fiel y al servicio de Dios. Al pueblo de Guatemala en general, que esta semana mayor sea de reflexión y encuentro familiar, que Jesucristo sea el centro de la meditación, dada la situación social que nuestro país vive, especialmente los hermanos que no tienen acceso a los alimentos adecuados y la juventud que es rodeada por una serie de distractores que lo llevan a realizar acciones nada positivas.






Ronald Fernando Pérez Maldonado

Elmar Rodrigo Rodas Soto

Ervin Nicolás Quiroa Monzón

Walter Pereira Soto

Byron Adolfo Polanco Rivera

Hugo Adolfo de León Minera

Herbert Roberto Pérez Maldonado

Jorge Arturo Flores Anleu

Rolando Javier Morales Manzano

Sergio Antonio Mijangos Díaz

William Alcides Argueta Matheu

Sergio Feliciano Minera Tovar

Carlos Rafael Prado Arroyave

Jorge Mario Ramírez García

Herbeth Obdulio Lima Soto

Presidente

Vicepresidente

Secretario

Pro Secretario

Tesorero

Pro Tesorero

Vocal 1

Vocal 2

Vocal 3

Vocal 4

Vocal 5

Vocal 6

Vocal 7

Vocal 8

Vocal 9


Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la

hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

Juan 19, 25-27


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.