Maria Petra, quechquémitl Tepehua

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María Petra Cresencio Santiago Tapun: Quechquémitl tepehua

Premio Estatal de Artes y Tradiciones Populares de Hidalgo 2014 Categoría Promoción y difusion de la Cultura y el Arte popular i


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GOBIERNO DEL ESTADO DE HIDALGO JOSÉ FRANCISCO OLVERA RUIZ Gobernador Constitucional SECRETARÍA DE TURISMO Y CULTURA Alfredo Bejos Nicolás Secretario CONSEJO ESTATAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES JOSÉ VERGARA VERGARA Director General CONSUELO CORTEZ ARREOLA Directora de Patrimonio Cultural CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES RAFAEL TOVAR Y DE TERESA Presidente ANTONIO CRESTANI Director General de Vinculación Cultural



Presentación

Este documento es un testimonio de vida de María Petra Cresencio Santiago, bordadora y tejedora de ochenta años, nacida en el municipio de Huehuetla , quien se hizo merecedora al Premio Estatal de Artes y Tradiciones Populares de Hidalgo 2014, en la categoría de Promoción y difusión de la Cultura y Arte Popular, por transmitir sus conocimientos para elaborar el quechquemitl tepehua, mediante la impartición de talleres para el manejo del “telar de cintura”, tecnología de práctico transporte y rápido ensamble, no así el uso que requiere verdadera destreza manual y mental, habilidades de sobra presentes en nuestra galardonada. El Premio Estatal de Artes y Tradiciones Populares de Hidalgo es un reconocimiento que otorga el Gobierno del Estado con el apoyo del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes a los creadores populares que se han distinguido por su trayectoria de vida y por su contribución a la continuidad cultural de sus pueblos y regiones. En el caso de María Petra Cresencio, recién hace dos años, se refería como la única depositaria del conocimiento para producir el quechquemitl de algodón, estampado al calor del comal. Ahora por sus enseñanzas existen nuevas depositarias del conocimiento y esperamos que sus alumnas y nietas se conviertan en dignas sucesoras de María Petra y sean portadoras del legado de la cultura tepehua.

Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo



Huehuetla, telar e historia En las montañas de la Sierra Madre Oriental, se encuentra una pequeña ciudad de muy antigua fundación. Huehuetla es su nombre, que significa en lengua náhuatl Lugar de ancianos. Ubicada a orillas del río Pantepec, actúa como residencia de los poderes municipales, dando cobertura administrativa a múltiples comunidades asentadas hacia el norte de ella, destacando centenarios pueblos como San Antonio el Grande, San Gregorio, San Ambrosio, San Esteban y San Lorenzo Achiotepec. En esta cabecera municipal del estado de Hidalgo, sobre las faldas húmedas y arboladas de la montaña, tiene su humilde morada doña María Petra Crescencio Santiago, bordadora y tejedora de elegantes prendas femeninas, cuyos diseños se identifican con una larga tradición propia de la cultura tepehua. María Petra es descendiente directa de un grupo que pobló las elevaciones y cañadas serranas hace unos mil doscientos años, quienes abarcaron con su presencia un amplio territorio, ubicado en los actuales estados de Veracruz, Hidalgo y Foto: Jonathan Villamil Tirado

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Puebla, esto es, desde Ilamatlán hasta Pahuatlán. La irrupción otomí hacia el siglo XIII, decidiría la dispersión y reubicación tepehua, dejando, en cierto modo aislado, al grupo asentado en Huehuetla, Hidalgo; no obstante, este conjunto de familias comparten hasta ahora ciertos rasgos culturales con sus paisanos de Pisaflores, Veracruz, destacando la elaboración del quechquemitl, prenda característica de las antiguas sociedades indígenas del Golfo de México. Si no necesariamente idénticas, estas prendas acusan una estructura general compartida, empezando por sus pequeñas dimensiones, además de las figuras geométricas en hilo rojo sobre el cuerpo principal del tejido, y ciertas figuras bordadas con lana de colores –donde el rojo es sustancial- colocadas en la parte baja de la prenda. El desteñido y a su vez manchado de la tela en el comal puede ser opcional, aunque se contempla como un rasgo característico del quechquemitl tepehua en ambos grupos señalados. Así como hay cierta compatibilidad en la vida sociocultural de los tepehuas distribuidos en Veracruz, Hidalgo y Puebla, también se muestran rasgos propios en cada caso, y por lo 8



que toca a la lengua, cada zona guarda características que la convierten en una versión del idioma tepehua. Tales condiciones han generado cierta confusión en vecinos huehuetlenses que tratan con mujeres comerciantes de San Pedro Tziltzacuapan, Veracruz (asentamiento histórico de habla tepehua) quienes consideran esta variante como lengua totonaca. Tal cosa es un equívoco, aun cuando se tenga precisado que la lengua tepehua está emparentada sin duda con el totonaco y algunas grupos vivan en entornos compartidos. Más allá de la confusión lingüística, las posibilidades de una experiencia cultural compartida entre Pisaflores, San Pedro Tzitzacuapan y Huehuetla no dejan lugar a dudas, es el caso de las fajas obscuras y los estampados de las blusas de las mujeres de Huehuetla y Pisaflores con sorprendente similitud de rasgos en las figuras que bordan en los hombros de las camisas femeninas, y esta vez, por lo que toca a Huehuetla, mediante máquinas de costura. Estas figuras señaladas evocan flores estilizadas de largos pétalos, que semejan por momentos meros trazos caligráficos en simetría. Los colores van del anaranjado al rojo, pasando por el verde, amarillo o azul. 10

Foto: Gustavo Quintanar Rojas



Telar de cintura, conocimiento ancestral

La entusiasta María Petra Crescencio, como muchos otros practicantes del “telar de cintura”, hacen uso de una antigua inventiva indígena, que por causas estratégicas de orden económico ha llegado hasta nosotros, aunque ahora con fines distintos a sus antiguos designios. Esta técnica y sus productos han mutado hacia lo que se considera una práctica tradicional de alcances comerciales, dejando atrás, por tanto, su eminente carácter social y cultural, encaminada en aquel entonces a la satisfacción de las necesidades familiares y vecinales. En este sentido, se considera hoy día y de manera usual, una “artesanía”, esto es, un saber que alcanza apenas la noción de arte menor; una práctica de cierta complejidad tecno-estética, aunque sin llegar a constituirse en verdadero arte. En este caso, en realidad, el “telar de cintura”, es producto del ingenio o la habilidad cognitiva para interconectar elementos físicos y crear procesos mecánicos entre el cuerpo humano y aquellos objetos, es decir, la energía consciente 12

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de la acción humana: el trabajo. Desde el momento en que el trabajo humano interviene en el entorno, la madera deja de ser madera para convertirse en “espada”, “machete” o “bobina”: herramientas. Otro tanto sucede con las pencas fibrosas, el capullo del algodón o la lana del borrego, convertidos entonces en hilos: materia prima. Actualmente, el cuadro completo para la elaboración de lienzos a través del “telar de cintura” se encuentra trunco entre los representantes de la cultura tepehua asentada en territorio hidalguense. Esto es cierto por cuanto ya no se hila o se forman los hilos; se recurre ahora a la compra de los cordeles producidos en talleres o fábricas. La producción artesanal de hilos no considera, entonces, la siembra de las especies que ofrecen fibras naturales, por ejemplo, algodón. De la misma manera no se encargan del procesamiento de la fibra, es decir, la eliminación de impurezas, clasificación, lavado y agrupación en hebras o hilado. Tampoco se lleva a cabo el cardado, devanado y el teñido.

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El mismo panorama se presenta en la región Huasteca y Valle del Mezquital. Condición negativa para la continuidad del bordado tradicional en todas las regiones señaladas. De cualquier forma las bordadoras y tejedoras experimentadas, cuidan la calidad de su trabajo, empezando por la selección del material con el cual realizan sus labores. Están al tanto de la resistencia, color y textura de los hilos a usar. Tejer y bordar requieren de paciencia, gusto, habilidad, maestría, los casos documentados sobre el particular señalan la edad temprana y lo precoz del aprendiz; algunas veces su persistencia; como María Petra, quien con apenas seis años de edad, se plantaba frente a su madre para solicitar la enseñanza del bordado que tanto le maravillaba. Quería saber cómo surgían imágenes coloridas en la tela. Otro tanto pasó con el tejido y su ingenioso instrumento. Aquí una anciana vecina fue la instructora, y según explica ahora María Petra, en la interpretación de los hechos que envuelven su vida, ella debía ser tejedora e identifica su curiosidad, aprendizaje, habilidad lograda y finalmente pasión por el bor16

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dado y el tejido, a un don de Dios, por lo tanto, un ejercicio que debe llevarse a cabo con gusto y de manera cotidiana; un destino inequĂ­voco marcado desde lo trascendental.

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María Petra Crescencio, una vida como tejedora Hace ochenta años (1934), Joaquín Crescencio Castillo y su esposa Cristina Quirino Martínez vieron nacer a María Petra, segunda hija de un total de seis. María Petra, cuenta que sus primeras prácticas fueron las puntadas del “pepenado”, logrando en poco tiempo su dominio. Más tarde se habilitó en el bordado de “cuadrillé”. Considera que el bordado de “pepenado” es una técnica de muy difícil manejo, y que requiere especial destreza. Se siente orgullosa de haberlo aprendido y transmitido a sus hijas. Pero el bordado no mantendría satisfecha su curiosidad y habilidades manuales. En poco tiempo se interesó en el trabajo de tejido, solicitando permiso para visitar a una vecina inmediata, y aprender los secretos del “telar de cintura”; permiso que le fue negado dado su corta edad (ocho años). A pesar de las negativas y el argumento que se lastimaría la cintura y dañaría sus riñones, María Petra se impuso y pronto se le vio, ensimismada, seguir las manos de la tejedora, de quien aprendió primero a manejar la “urdimbre” y la “trama”, JVT

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y finalmente a preparar la “trenza” (“urdimbre”), a separar los hilos impares, y especialmente, a plasmar las imágenes que su mentora conocía desde hacía muchos años. Para esta época, Huehuetla contaba con muchas tejedoras, ocupadas por lo general en la elaboración del quechquemitl. Prenda habitual entre la población femenina, por cuanto vestuario para cubrirse del frío. En aquellos tiempos (década de los años cuarenta del siglo XX), el sueter no figuraba en la vida del pueblo, de tal modo que se aprovechaban los conocimientos transmitidos de madres a hijas para hacer frente a estas necesidades. El quechuquemitl que se tejía en la época señalada era de mayor tamaño, y fue doña María Petra la iniciadora en la reducción de talla, cosa que daría a la prenda un giro en sus características e impondría un estilo local (a la fecha sus dimensiones son de ochenta centímetros de largo por treinta centímetros de ancho). El costo de un quechquemitl hacia 1940 era de dos pesos. En un contexto profundamente rural, para María Petra la educación institucional no fue parte de su vida, como tampoco 22

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de sus hermanas, familiares y vecinos, esto, por el simple hecho de que no había escuelas, ni personal docente que atendiera al vecindario, por tanto ella participaba en las labores familiares. Su madre atendía las necesidades de la casa y bordaba, mientras su padre partía a la milpa, al cafetal y reunía leña para alimentar el fuego del hogar. María Petra participó también en el traslado de madera, pues en este lugar la leña ocupa, hasta ahora, un lugar importante en la vida doméstica, refiere que podía cargar unos treinta kilos de troncos y ramaje. Tarea que pudo lograr sin que ello afectara su salud, según explica, gracias al uso habitual de la faja, igual que en la manipulación cotidiana del “telar de cintura”. Amistosa, cordial, platica sin regateos su historia. Evoca la vida con su esposo, un agricultor y comerciante de maíz, café y frijol. Campesino cuyas tareas eran realizadas sin el apoyo de la fuerza animal. Recuerda a sus hermanas Mónica y Luz, quienes también aprendieron a bordar, ya no viven. De sus seis hijos; hace especial alusión a Quirino, recién fallecido, reconoce en Esteban su actual apoyo material y emocional. Las hijas Cristina, Ignacia y Maricela aprendieron con ella a 24



bordar, en particular “pepenado”; más tarde se dedicarían al “cuadrillé”, olvidando el primero. Realizaron por su cuenta productos distintos, pues elaboran “sobrefundas”. Doña María Petra siempre ha tejido y bordado para ayudar a la economía familiar. Actualmente vende sus productos entre las mujeres maduras y jóvenes de Huehuetla, especialmente las blusas y “toallas” elaboradas con hilo grueso de algodón, prendas que guardan suficiente demanda local como para continuar con su elaboración. El quechquemitl sólo es solicitado por mujeres de edad avanzada, y en rara ocasión por mujeres maduras. Esta artesana tepehua tiende a manifestar con frecuencia el orgullo de ser tejedora de quechquemitl. La única, refiere, con esta actividad en el pueblo que la vio nacer, pero se siente sola, se sabe sola. Lo que la anima es el gusto por la cuenta de los hilos y su “entramado”. Con ello recobra la alegría y confianza. Espera, que alguna de las mujeres a quienes enseñó durante el taller, le teja el quechquemitl que ha de portar el día de su muerte, según la costumbre en este pueblo a propósito de las tejedoras. 26


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El telar de cintura

El “telar de cintura” debe su nombre a la forma en que el tejedor fija o ajusta el artefacto a su cintura por un extremo mediante un ceñidor, el cual puede ser de tela, ixtle, piel o plástico; en lengua náhuatl el ceñidor era denominado “mecapal”. El otro extremo del telar puede sujetarse a un objeto firme o fijo, con el fin de tensar los hilos y suele estar constituido de los siguientes elementos: a) En los extremos de los hilos tensados se colocan dos piezas redondas de madera de unos 4 0 5 centímetros de diámetro y 50 0 60 centímetros de largo llamados “rodillos”. b) Para realizar el tejido, se utilizan 4 piezas más de madera, del mismo largo que los “rodillos”. c) Una de estas piezas, también redonda, un poco menos gruesa que el “rodillo”, se identifica como “varilla de paso”.

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d) Semejante a la “varilla de paso” está la “varilla de lizo”. e) En seguida se cuenta con una pieza de forma plana y ancha con puntas en sus esquinas denominado “machete” o “espada”; también se le conoce como “tzontzopaxtli”. f) Por fin, al grupo de los elementos descritos, se suma una pieza destacada de madera con punta en un extremo llamada “lanzadera” o “bobina”, cuya característica es estar envuelta por hilo. En este sentido, la estructura general de un telar de cintura responde a un tendido de hilos en orden longitudinal denominado “urdimbre”, cuerpo de hilos que se entrecruza con otro conjunto de ellos colocados esta vez en ángulo recto y señalados como “trama”; acto que se logra mediante la “lanzadera” o “chochopaxtle”. El tejido se compacta mediante el “machete”, jalando hacia abajo y con fuerza sobre los hilos. Las imágenes plasmadas en los lienzos producidos por la tejedora, dependen de la posición de la “urdimbre” y “trama”. 30

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La longitud del tejido dependerá de la distancia entre la tejedora y el punto donde se fija un extremo de los hilos mediante el “rodillo”. Por su cuenta, el ancho del tejido se logra mediante la cantidad de hilos de la “urdimbre” que haya en el telar, es decir, que a mayor cantidad de hilos tensados, más extensión a los lados tendrá el lienzo. Por otra parte, las imágenes impresas en los lienzos que se tejen, responden, en mucho, a la imaginación de la tejedora; como también a la imaginación de las generaciones anteriores a ella. Estas ideas pasadas se permiten actuar como una impronta o tradición, que logra dar visos de identidad entre el grupo al cual pertenece la tejedora.

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De la mente a la tela a través de los hilos

La formación de la “urdimbre” De acuerdo a estas anteriores condiciones u orden en que se “confabulan” los elementos materiales de un “telar de cintura”, doña María Petra se dispone a tejer por enésima vez un quechquemitl, elaborando los lienzos que le componen. Para ello, comienza por fijar el hilo de una gruesa madeja a una base de madera con pequeños postes redondos distribuidos a lo largo de la superficie. Base de madera de unos cuarenta centímetros de ancho por setenta de extensión; aunque esta acción bien puede realizarse, también, colocando los postes clavados al piso. Experta, ata la punta de la madeja en la parte baja del poste localizado en el extremo de la base. A partir de aquí irá acordonando los postes, acomodando la hebra en nivel ascendente sin empalmar la secuencia; apretando con la mano, de vez en vez el conjunto de hilos para dar uniformidad al cuerpo en formación. 34

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Terminada esta labor, merced el agotamiento del hilo, nuestra tejedora procede a colocar, por dentro y en las partes altas de este cuerpo de hilos, un par de piezas de madera o “rodillos” con el fin de configurar la “urdimbre” o franjas ordenadas de hilos, evitado con ello su mezcla o entreverado. Las piezas del “telar” y el tejido Asegurada la “urdimbre”, María Petra coloca en la parte media dos piezas alargadas conocidas como “varas de lizo” por las que pasa un hilo dando varias vueltas, no sin antes atar una hebra al extremo izquierdo de la vara. Con esta operación se permite la integración de la “vara de lizo” a la “urdimbre”. Este paso en el armado del “telar”, requiere de una buena dosis de concentración y habilidad, en tanto se deben seleccionar las hebras impares de la “urdimbre”, evitando su duplicidad. Prepara entonces la “lanzadera” o “tramero”, vara afilada en su punta y con una muesca en el extremo contrario, y que de acuerdo a esta característica permitirá establecer una secuencia de hilos dispuestos sobre su larga estructura; la “lanzadera” adquiere, por tanto, la forma de un JVT

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ovillo alargado. Las condiciones que determinan la estructura de la “lanzadera”, facilitan su operación sobre la “urdimbre”. Bajo esta premisa, María Petra cruza la “lanzadera” y el hilo dispuesto en una punta en ángulo recto a la “urdimbre. La dicha “lanzadera” actuará en este caso como una gran aguja que se intercala en los hilos de la “urdimbre”, considerando la posibilidad de usar un par de “lanzaderas” según sean los tonos de hilo deseados. El momento en que María Petra cruza la “lanzadera” sobre la “urdimbre” es propiamente al acto de tejer. Este paso se identifica como “trama”, y el resultado responde a intercalar una “línea”. Cada paso de la “lanzadera” sobre la “urdimbre” que doña María Petra realiza es ajustado por la “espada” y la “vara de lizo”. La “espada” suele moverse dentro de la “urdimbre” en su forma vertical y horizontal. Esta segunda posición es la correspondiente para la compactación del tejido, utilizando las dos manos colocadas en los extremos de la “espada”; la otra condición de esta pieza de madera tiene por objeto permitir el paso de la “lanzadera” por entre la “urdimbre” de de38

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recha a izquierda y viceversa. El tejido emprendido por María Petra, y que forma el lienzo, se produce en orden ascendente, y conforme se va integrando la tela, se enrolla en la parte baja, sobre las piernas. Terminada la tela deseada, se tiene un lienzo que en su parte superior se encuentra formado por un bloque de seis líneas o hiladas que siguen el siguiente orden: una hilada compactada seguida por otra hilada calada; dicha secuencia se extiende hasta completar la media docena. A partir de estas primeras hiladas inician figuras geométricas con hilo de lana de color rojo intenso, a cuyo término continúan nuevamente quince líneas de hilo blanco, alternando compactado y calado. Aparece entonces otro bloque entretejido de hilo rojo con el cual se replican las figuras geométricas superiores. Por fin se teje un amplio espacio con hilo blanco, figurando en este, sólo dos líneas de tejido calado. En la parte baja de este último tramo, se bordan figuras que representan vegetales o según el criterio local, flores. Los colores más recurrentes de estas imágenes responden al café, negro, rosa, rojo y azul.

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Armado y terminado El quechquemitl se forma por dos lienzos rectangulares, los rectĂĄngulos se unen en escuadra, mediante costura de un listĂłn ancho cuyo color puede variar segĂşn el gusto del artesano. De esta manera, el lado angosto de un rectĂĄngulo queda unido al lado largo del otro. El proceso se completa uniendo en sentido inverso los lienzos. La parte del cuello se adorna con hilo de lana negro, que sigue, mediante un hilvanado, el contorno de las puntas.

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Coordinación de la edición Texto Fotografía

Consuelo Cortez Arreola Artemio Arroyo Mosqueda Jonathan Villamil Tirado, Gustavo Quintanar Rojas y ADS

Cuidado editorial, formación y diseño Impresor Pre-prensa Jefe de Prensa

Antonio Díaz Salim Felipe Sánchez Gutierrez René León Zárate Santiago Meza Altamirano

Tipografía: Gotham Sustrato: Magno Mat 150 gr María Petra Crescencio © CECULTAH 2014. Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Hidalgo Dirección de Patrimonio Cultural. Río de las Avenidas 200, Col. Periodistas, Pachuca de Soto, Hidalgo. C.P.42060 Tels: (771) 719-34-78 y 107-20-88 cecultah@hotmail.com

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