Tzopantli

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AEROLETRAS REUNIÓN EN EL

Noviembre, 2016

Número 10, año 2

Tzompantli


DIRECTORIO grupo editorial Andrea Domínguez Saucedo Mariana Escoto Maldonado

diseno Andrea Domínguez Saucedo Aideé Núñez González

correccion Kenia Samantha Chávez Ochoa


Carta editorial Tzompantli era un altar que construían algunas culturas precolombinas del antiguo México, con la base decorada con cráneos tallados en piedra y estacas en la zona superior para ensartar la cabeza de los sacrificados. Posteriormente, se actualizó su significado, dando por ejemplo paso a la representación célebre de la muerte a través de los altares, más bien festivos. El décimo número de la Revista Aeroletras, convoca justamente a esta reunión entre la celebración y la barbarie, para entender a través de la escritura las representaciones de la muerte. Más en estos días, como expresa Cristina Rivera Garza en “Los muertos indóciles”, donde la muerte “que para muchos es una metáfora iluminadora y terrorífica, se ha convertido para otros, sin embargo en una realidad cotidiana […] ¿Qué significa escribir hoy en este contexto? ¿Qué tipo de retos enfrenta el ejercicio de la escritura en un medio donde la precariedad del trabajo y a muerte horrísona constituyen la materia de todos los días? ¿Cuáles son los diálogos estéticos y éticos a los que nos avienta el hecho de escribir, literalmente rodeados de muertos?”

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indice José Salvador Barrera López El muerto.........................................................................................................................4 Esther Eben-ezer Gil Hernández A dónde iré......................................................................................................................9 Andrés Paniagua Ratas................................................................................................................................11 Janis Jacobo Esconder y encontrar.......................................................................................................13 Renata Castillo Loop................................................................................................................................15 Alfredo Olmos Siete por dos....................................................................................................................19 Monserrat Acuña Tres ejercicios para el frío ede primavera.......................................................................25 Rowan Freitas Sin título..........................................................................................................................28 Paul Peña Un cáncer gélido.............................................................................................................30 Xun Betán El nacimiento de la muerte..............................................................................................32 2


indice de ilustradores Portada: Hileras Valeria Mandujano.........................................................................................................0 Serie: El muerto Martín Aguilar.................................................................................................................5, 7, 8 Serie: ¿A dónde iré? Eduardo Saucedo.............................................................................................................9, 10 Serie: Rey de ratas Eduardo Saucedo............................................................................................................11, 12 Esconder y encontrar María G. R. .....................................................................................................................13 Todavía no Nanzy Meh......................................................................................................................16. Siete por dos Eduardo Saucedo............................................................................................................20, 21 Tres ejercios para el frío de primavera Mariana Escoto...............................................................................................................26, 27 Between me and you Nanzy Meh.....................................................................................................................31 Serie: Hileras Valeria Mandujano.........................................................................................................36

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El muerto José Salvador Barrera López A Karla Galván Es noviembre. Apenas ayer empezó el mes y sé que aunque es un país que le rinde tributo a la muerte el miedo que se le tiene está vivo. Lo tengo bien claro porque hace un par de meses mi familia me celebró mi funeral. Yo ni quería pero insistieron; hasta me llevaron flores. Dijeron que a mi edad es normal; que debo de acostumbrarme a estas cosas, que no pasa nada y no es para tanto; que debo entender, pero no lo entiendo. Y es que ya son treinta años trabajando aquí y para evitarme problemas no he dicho nada. Estoy bien cómodo, aunque cada vez hay más moscas en la oficina; y no quiero que nadie se dé cuenta del funeral porque no falta el que se lo tome en serio y los que empiecen a tratarme como a un difunto. Si ya me ha pasado que cuando voy al archivo muerto a tomar un expediente para revisar un dato que no recuerdo, o al acercarme a la copiadora para duplicar un documento que se perdió, mis compañeros se llevan la mano al rostro para cubrirse la nariz y la boca. Ayer mientras fotocopiaba un acta para cerrar un expediente, Gutiérrez me habló por la espalda y me dijo el jefe quiere verte, pero cálmate, te pusiste bien pálido, hasta parece que viste un muerto. Lupita se ríe en silencio y Archundia y Gómez se codean como para hacerse saber entre ellos de qué se ríen. De rato toco la puerta de la oficina del jefe y le pregunto que si puedo entrar. Me pide que tome asiento y me doy cuenta que hasta en su oficina hay moscas. Lo escucho y nada más me le quedo viendo como le da vueltas al asunto. Y no sé por qué pero como que hay algo que no me gusta en lo que dice, hay algo que huele mal. Igual y por eso hay tantas moscas. Luego me dice que lo lamenta mucho, que es una pena que un empleado como yo se encuentre en esta situación tan, como decirlo, complicada, en la que no le queda otra cosa que hacer que desearme mucha suerte. Sus palabras me calaron hasta los huesos. Salí en silencio. No dije nada; permanecí callado como una tumba. Tomé las cosas de mi escritorio y salí por la puerta seguro de que no volvería a cruzarla. 4


De rato me compré un mezcal. Me lo bebí esperando que el gusano se comiera la carne que aún me quedaba. Hoy quería irme a dormir seguro de que había muerto; con la idea de que era un cadáver. Pero no tenía a donde ir, así que llegada la noche pensé en irme con los muertos de hambre de una colonia pobre que estaba a unos cuantos kilómetros que recorrí rápidamente; pero no fui bien recibido. Entendí que hasta entre los muertos hay clases. Entonces hice lo más lógico; fui a un cementerio. Ahí también vi como desalojaban a un par de muertos. Uno por no haber pagado su permanencia; otro el mantenimiento. Así que mejor ni me pasé porque no tenía ni en qué caerme muerto. Luego supe que para no pagar muchos se hacían los occisos y la mayoría se quedaba en los alrededores del cementerio.

Ilustración Martín Aguilar

Ya pasaron un par de semanas y como en la oficina, las moscas aún vuelan por todos lados. Se alimentan con mi carne y hasta dejan sus huevecillos en los pedazos más podridos. Me quedé en casa porque no sabía qué hacer, quizá porque nunca piensas en la vida que te espera después de la muerte hasta que te llega. Al principio no salía, y es que dejaba unas manchotas por donde iba pasando de todo lo que chorreaban mis vísceras; no salía por pena, una pena extraña y recurrente, era pena de muerte. Necesitaba conseguir un empleo. Hay como pude me levanté y salí a buscarlo pero a unas cuantas cuadras de la casa, me encontré con Arturo, a quien no veía desde el colegio. Me dio pena que me viera así. Dijo que acababa de comprar una casa cerca y que había salido a pasear a sus perros para conocer el vecindario. Después me preguntó sobre mí; no supe qué decir. Se me cayó la cara de vergüenza y los perros se la comieron del suelo. Preferí volver a la soledad de mi casa. De regreso me encontré con que todas mis cosas estaban afuera. Me dijeron que mi testamento justificaba el desalojo y la pérdida de todas mis cosas.

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En la entrada no se veía otra cosa que cadáveres. Había uno muerto de risa que miré en silencio, preguntándome la causa de sus carcajadas. Luego luego Volteó. Acercó su cráneo y me devolvió una mirada vacía que penetró en mis ojos. Acomodándose la mandíbula me preguntó la causa y la forma de mi muerte. Contesté pronunciando mi nombre. Entonces me dijo que los muertos ya no tenemos; los olvidamos, y que hasta el mío pasaría a formar parte del silencio. Me dijo que si te detienes a ver de dónde vienen los muertos sabrás a donde van y se volvió a reír. Y de cierto modo tenía razón porque los que habían muerto colgados tenían las deudas hasta el cuello; a los que se les fue la vida pensando demasiado las cosas, perdieron la cabeza; los que estaban avergonzados de su vida querían que se los tragara la tierra y los holgazanes habían preferido el sueño eterno, y todavía a los niños muertos se les engañaba con el cuento de la cruz y la resurrección. No quise hacerle caso y para convencerme de que no era cierto todo lo que me había dicho me senté afuera del cementerio repitiendo mi nombre en silencio. Al paso de las horas, tomé de la basura un periódico que leí para distraer el hambre que aún me quedaba con la esperanza de que desapareciera con los retazos de vísceras ennegrecidas que aún me quedaban. Luego me di cuenta que en este país se puede matar todo; menos el hambre. Nunca me había fijado en lo repetitivo que es el periódico: Tiroteo deja tantos muertos. Fueron encontrados muertos. El saldo fue de tantos muertos. Los encabezados del periódico hablaban de nosotros. ¿Si éramos tan importantes por qué nos habían olvidado? Al día siguiente lo volví a leer y encontré un anuncio. Aún quería conseguir un trabajo. Al día siguiente fui a una entrevista de cuerpo presente. Éramos tantos que uno estiró la pata para ser el primero, pero ni eso le sirvió porque luego luego hicieron una fila en la que duramos varios meses. Cuando llegó mi turno me espanté las moscas, me acomodé las costillas y me enderecé las vértebras, pero la entrevista no duró ni cinco minutos. Fue rutinaria e indiferente. Aquello mató mis esperanzas. Estaba claro que alguien como yo difícilmente conseguiría empleo. Agoté el día y las posibilidades y de tanto caminar terminé muerto, así que decidí ir a quedar afuera del cementerio. Estaba tan cansado que aunque dormí en la calle cobijado con un periódico descansé en paz.

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Ilustración Martín Aguilar

Luego traté de llevar mi situación a términos legales, pero el trámite es tan complicado, que juicio tras juicio, uno permanece indefinidamente esperando el juicio final. Me las he visto bien duras. No hay ni para mortajas, menos para coronas de flores, por eso entre los pobres se han popularizado las coronas de espinas. Estaba tan desesperado que buscando trabajo terminé en ninguna parte, y es que vivimos en país tan grande que estamos perdidos en él. Una vez iba pasando por una manifestación y me agarraron como a uno del montón. Nos metieron a una fosa común por un buen rato. Ahí escuché a muchos decir que preferían estar guardados que afuera; allá era peor, las opiniones coincidían en una sola: era la muerte estar en las calles. Después me uní a los disturbios. Hubo linchamientos y saqueos a manos llenas y todavía nos querían cobrar por daños y perjuicios al alumbrado público porque colgamos a uno con los cables de la luz. Apenas en julio elegimos homicidas locales y asesinos federales y la intolerancia nunca había sido tan prolongada y violenta. La semana pasada un amigo con el que comparto la acera, me invitó a un funeral para distraerme, pero fue un desastre porque el difunto nunca llegó. Como estudiaba fuera pensaron que venía retrasado, después dijeron que andaba perdido con varios compañeros. Aun así nos quedamos. Así fue como fiesta tras fiesta, descubrí que el sueño desaparece y que cualquier motivo es causa de festejo, y sobre todo que la desgracia es el mejor de los motivos. 7


Ilustración Martín Aguilar

Por eso ya dejé de buscar empleo. Y para matar el tiempo me pongo a ver quién pasa frente al cementerio, mientras me recupero para la próxima fiesta. Aún leo los periódicos y me sorprende que las notas de muertos nunca aburren; quizá porque siempre nos divertimos. Una vez vi pasar a un moribundo por aquí y ah como le fue. Me recordó cuando aún no se me veían los huesos. Y es que la vida es muy dura; la muerte no. A mí por ejemplo, me falta estómago para soportar todo lo que veo; a otros ojos. Muchos no tienen corazón y se aprovechan de quien se descuida. Pero aun así, todo es fiesta. Cuando la noche agoniza todos los muertos caminan por las calles con paso vacilante a su sepulcro. Vivir aquí es vivir en un valle de lágrimas para muchos, porque este es el país de los muertos. Pero aquí las tradiciones para rendirle culto a la muerte, para su festejo y hasta celebrarla, están más vivas que nunca.

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¿A donde ire? Esther Eben-ezer Gil Hernández Deambulamos a tientas los senderos de la vida

Ilustración Eduardo Saucedo Mendoza

Ella nos acompaña desde el principio Solo el tiempo es testigo de la hora aquella No hay lugar seguro ni talismán ni guarida ¿A dónde iré? si mi suerte fue echada El peligro acecha a media cuadra respira, late, cohabita en la ciudad/el barrio/ la plaza

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No debería ser/no debería ser/no debería ser…

¿A dónde iras a llorarme madre mía? ¿de qué color es la cruz de una tumba vacía? No habrá ni golosina, ni cempasúchil Ni grito, ni marcha Que honre mi nombre Solo la luz de la justicia Solo la luz de la justicia Solo la luz de la justicia

Ilustración Eduardo Saucedo Mendoza 10


Rey de las ratas [fragmento] Andrés Paniagua

Ilustración Eduardo Saucedo Mendoza

Inhalo como si el ritmo de mi voz supiera holgarse

tomar la forma de una llaga que se evapora dejando una estela amarillenta a modo de sueño:

en sus manos una navaja de resorte atraviesa la tela sin embargo no es la presencia anatómica del deseo aquello que se presenta tendido cubierto de tierra boca abajo sino su orificio

el adolescente con la apariencia del agujero que le da forma. 11


***

Las costillas hacia adentro son un signo de dolor un acto reflejo acuĂąado por el ritmo y la pĂĄlida resistencia del tejido intestinal. Me limito a reconocer la densidad de nuestros movimientos. Esa es mi angustia. Pensar en el tiempo.

IlustraciĂłn Eduardo Saucedo Mendoza

Quedar atrapado en algo. Esa es mi angustia.

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ESCONDER Y ENCONTRAR Si tienes bañera, una casa sola y el tedio suficiente para hacer cualquier cosa, a las tres de la mañana, de un día cualquiera, sigue leyendo, van a gustarte mis palabras, únicamente debes tener en cuenta un par de cosas: la muerte es inminente la muerte es inesperada la muerte es la nada. Seguramente entre tus ridículos enseres cuentas con algún muñeco de peluche de preferencia procura que sea un oso de tamaño mediano o pequeño, según tu preferencia, no te dejes llevar por sentimientos, no prestes atención a su procedencia que no importe si fue regalo de la abuela o símbolo de reconciliación de una pelea, comienza a apuñalarlo,

Janis Jacobo toma un cuchillo de cocina, cúter, navaja, lo que tengas, pero ¡Córtalo! atraviesa su cuerpo pachoncito, desquita las frustraciones que contengas deja el arma blanca en su interior o cerca; Dirígete hacia el baño, abre la llave de la tina deja que el agua corra que se llene un poco la bañera, e introduce a tu felpudo amigo apuñalado en el agua fría, vierte una taza de sal, y de preferencia observa que el agua no cubra su cabeza.

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Ahora deja que la oscuridad lo abarque todo, la habitación de tus padres, el comedor, el patio, tu habitación; quizás todo comenzará a ponerse raro no hay problema si te asustas es normal, así somos los humanos, gritarás ¡Es tu turno! saldrás corriendo hacia lo oscuro, hasta encontrar un lugar donde esconderte aguardarás, y esperarás y esperarás, hasta que el fin llegue. Olvidé decirte que si la expectación es demasiada, habrás de gritar ¡Yo gano! antes que te encuentre, pues de lo contrario no habrá marcha atrás. Ilustración Maria G. R. 14


Loop Renata Castillo —Ya, por favor, están arriban… —Todas las viejas son una putas, tú también aunque te hagas la mustia… igual que tus hermanas y que tu mamá… Nada más para eso sirves… Después, hubo silencio. Yo estaba en el segundo piso, Ana y yo nos encerramos en la habitación del fondo. Escuchamos que había regresado. Cuando mamá bajó a recibirlo, yo subí el volumen de la televisión (una pantalla plana enorme que calentaba todo el cuarto) y traté de distraer a mi hermana a la que le llevo 10 años. Se siguieron escuchando los gritos, ahora incomprensibles gracias al sonido de los dibujos animados. Sentí un hueco en el pecho, apretaba con los dedos de mis pies la alfombra verde de la habitación. Sabía que pasarían por mí en cinco minutos para ir al cine y me preocupaba que la pelea continuara cuando mis amigos llegaran a mi casa. Un riesgo de vivir con violencia es comenzar a encontrarla cotidiana. Vives veinte o quince años con situaciones que se repiten una y otra vez y piensas: así es la vida. Soy incapaz de salir de mi propia experiencia, porque siento, existo y soy en tanto que yo. Mi propia existencia me enajena. El medio, el estándar, el más común de los humanos soy yo. Y, por supuesto, asumo que todos viven lo que yo vivo. Es completamente normal que mi padre llegue en este estado, que se digan las cosas que se dicen, que ocurra lo de siempre. Es normal este asco y esta inquietud que a los minutos se transforma en un tedio que me permite ponerme los zapatos para salir a la calle y que hace que mi principal preocupación sea el carro que arriba a mi casa. 15


Antes de irme le ordené a mi hermanita no abandonar la habitación. No sé cuántas veces he esperado que no entienda qué sucede. Bajé las escaleras. Escuché otro golpe y fui hasta el recibidor.

Ilustración Nanzy Meh

La imagen no está muy clara en mi cabeza, cuando la evoco aparece suspendida, como en cámara lenta. Mi papá tiene un rasguño en el mentón. No lleva la camisa, sólo está en bermudas. Contra la pared está mi mamá, en pijama, las dos manos de él la asfixian mientras ella intenta rasguñar los brazos para zafarse. Tiene rojo el rostro. Me quedé un par de segundos asimilando. Lo siguiente que hice fue en un estado de inconsciencia. Intenté separarlos, recuerdo mis manos apretando uno de sus hombros, algunos rasguños en su espalda, el lunar en la parte de atrás del cuello que heredó Ana. La pared era blanca y eso no parecía correcto. Él giró y me dio un golpe seco en la cara. No me dolió, estaba fuera de mí. Lo miré a los ojos.

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Ese semblante es conocido, pero no es de él. Siempre aparece en medio de esas explosiones de violencia. Antes lo explicaba diciéndome que se disocia, que quien hace lo que hace no es él, sino un otro influenciado por el alcohol y esa enfermedad del ánimo que le hace perder los estribos. Recuerdo todas las otras ocasiones: peleas, golpes, discusiones, objetos rotos, acciones absurdas que a la mañana siguiente se olvidan con un saludo y que pasan a formar parte de los recuerdos opacos, las hojas arrancadas del álbum familiar. Lo que no se dice en el día del padre, la comida del domingo o la celebración de cumpleaños. —Ya… —; me interpuse, él intentó sacarme del camino, yo extendí mis brazos, la sentía a ella detrás de mí. Él no dijo nada, el rostro desencajado, la mirada perdida. —Súbete —; me ordenó ella. Cree que tiene control de algo de lo que sucede y lo ejerce sobre mí. Es pequeña: metro y medio y cuarenta y cinco kilos. Él es un pez ebrio y obeso que salpica las paredes y arremete contra todo lo que hay a su alrededor. —Ya… ya —;las palabras se me atoraban en la boca, como en una lengua ajena, todas las ideas de mi mente, los argumentos “Esto es un delito que se persigue de oficio”, “no está bien, nos haces daño”, se materializaron en un balbuceo. —Ya, ya, para, ya. Me dedicó una última mirada. Sentí terror y confusión, pero no me quité de en medio. Mi teléfono vibraba, cuando pude revisarlo, tenía 5 llamadas perdidas y varios mensajes de “llegamos”. Él se fue a la cocina y salió por la puerta al patio trasero, encendió un cigarro. --Ya vete, te están esperando afuera. No regreses muy tarde--; me dijo ella, ya empezando la simulación: nada había sucedido.

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Durante un minuto tuve una crisis nerviosa en el umbral de la cochera. Me jalé el cabello, sentí ganas de llorar y gritar. Devolví el estómago cerca de alguna maceta. Regresé a la casa en automático: me limpié la boca, acomodé mi peinado y tomé algo de dinero. Cuando salí de la casa estaban mis dos amigos esperándome. Me subí en la parte de atrás. —Perdón, no me dejaban salir porque estaba ayudando con unas cosas. —No hay bronca… Alcanzamos a pasar al oxxo para ahorrarnos lo de la botana. Recuerdo que vimos una película en la que Jaime Camil se enamora de una cónsul gringa. Amor a primera visa o algún otro juego de palabras anodino. Camil es el mariachi más lastimoso de la historia, además no me dieron risa los chistes, pero recuerdo esos 90 minutos como agradables. Después fuimos por tacos, mi memoria también los conmemora gloriosamente Llegué a mi casa a la medianoche, no me regañaron. Mi madre regaba las plantas. En la sala estaba él hecho un ovillo, ahogado en alcohol y autocompasión, llorando mientras balbuceaba. —Dame mi pistola, vieja, que quiero matar a un cabrón… Me siento mal… Como cada noche, subí hasta mi cuarto, cerré con seguro y me dormí. Al día siguiente tenía que ir a la escuela. Hay cosas en la vida que no cambian. Heráclito se equivocó. Y yo me baño siempre en el mismo río.

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siete por dos Alfredo Olmos Hernández _Aún recuerdo aquella noche, es como si el frío helado de noviembre me calara hasta los huesos a pesar de los años; aquel suceso sigue repitiéndose en mis ojos. Basta con cerrar los ojos para darme cuenta que las pesadillas no son simples sueños. _Veamos, de acuerdo a su informe llegó aquí hace dos días, le han visto 3 psiquiatras y a todos les contó la misma basura y no cambia nada, señ… _Llámame Roberto._El psiquiatra no pudo continuar, pues su paciente lo interrumpió abruptamente.Y créame doctor que ésta historia no se la he contado a nadie. El psiquiatra era un hombre maduro de unos 50 años, sobresalía por su amplia frente, su piel arrugada mostraba una mayor edad para ese hombre, al cual, sus colegas calificaban como un verdadero genio. Sus grandes gafas ocultaban unos grandes y curiosos ojos, mismos que, se abrieron aún más al escuchar que diría lo que nunca se ha contado. El paciente era un hombre de unos 30 años aproximadamente, media 1.80 m. de piel blanca y complexión robusta. Aún con la camisa de fuerza podía notarse su musculatura; el psiquiatra pensó en inclinarse un poco hacia al frente, para así, escuchar mejor a aquel hombre, pero en ese momento recordó su historial de violencia y optó por continuar en la misma posición. _Bueno señor Roberto comience. _La tormenta estaba presente en aquella noche maldita, había acudido con mis padres al teatro, pero el mago se reportó enfermo y salimos temprano. Recuerdo que mi padre me tapó con su chamarra para ocultarme del creciente aguacero. Al ver que la lluvia no cesaba y la oscuridad era total, mi madre le recordó a mi padre que cerca existía un callejón con techumbre y que podría servirnos de atajo y como refugio. Así que los tres corrimos hacia aquel lugar ubicado a dos cuadras del teatro. _Supongo que fue allí en donde sucedió su tragedia.

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Roberto siguió hablando, mientras miraba al vació y, con una expresión como si hablara para él mismo y no con su interlocutor. _Aún recuerdo el camino al callejón; aquel momento lo veo al cerrar los ojos en cámara lenta. _Eso es común en personas que han tenido una experiencia traumática como la suya. _El callejón estaba más oscuro que la calle, recuerdo que tropecé con el disfraz de algún niño que había ido a pedir su calaverita. De igual modo mi madre comentó que aún había en el basurero restos de algún altar de muertos; seguimos caminando hasta que después de unos 10 metros apareció esa sombra. _Descríbame a la sombra. _Era un gigante, mi padre se veía pequeño al lado esa sombra; estaba completamente encapuchado, no se le podía ver una forma humana, más bien parecía una especie de nube. _Necesito que piense bien en aquel hombre, por el bien de tu tratamiento. _Cada vez que cierro los ojos veo aquella sombra, era como si no estuviera nadie frente a nosotros, más bien parecía la sombra de un ente en otro plano. Sí, era la sombra únicamente, la que se encontraba suspendida en el aire frente a nosotros. Aquella sombra: ¡no tenía piernas! ¡Se encontraba flotando en el aire! Parecía una nube cubierta por una capucha. ¡No tenía cuerpo! Roberto comenzó a alterarse, pronto jaloneo la camisa de fuerza y comenzó a azotarse en la cama, aun estando amarrado, a los enfermeros les costó trabajo contenerlo. El director le sugirió al psiquiatra abandonar la sesión, pero éste se negó, pues al parecer había llegado a un tema central en la enfermedad de Roberto.

Ilustración Eduardo Saucedo Mendoza 20


_Escúcheme bien Roberto, aquello que describes no fue así; fue un hombre el que asesinó a tus padres aquella noche, tu misma enfermedad es la que hace que lo recuerdes como un monstruo, pero no, era un hombre. Aquellas palabras, lograron calmar a Roberto, quien miró fijamente al psiquiatra; por primera vez poniéndole atención. _No era un hombre, lo que yo miraba era su alma. _¿Por qué dice que era el alma del asesino? _Años después lo supe. _¿Cómo se enteró? _De las mangas de la sombra salió un cuchillo que asestó golpes mortales a mis padres. Mi padre quiso pelear con aquel ente, pero las puñaladas lo derribaron, mi madre se colocó frente a mí para que no me pasara nada. Ambos fueron asesinados frente a mí. Al terminar su labor aquella cosa puso su cuchillo frente a mis ojos, embarro mi frente con la sangre de mis padres y después se marchó. _No contestó a mi pregunta. _Recuerdo verme derribado en el suelo, llorando al ver el fin de las únicas dos personas que he querido en el mundo. Ahora que lo pienso me da consuelo el saber que ellos murieron juntos. Tome las manos de cada uno, me derribe al suelo en medio de ellos y con sus manos me cobijé en el último abrazo que me tendría de ellos. Después de una hora me senté de rodillas, con el charco de sangre bajo mis pies, mi rostro y mis manos goteaban una mezcla de lágrimas y sangre. Llevé mis manos a mi cabeza y me arranqué unos mechones de cabello al tiempo que juraba que algún día evitaría que esta tragedia sucediera. _¿Se da cuenta de lo que acaba de decir? “Evitaría que esta tragedia sucediera” ¿Cómo rayos puede evitar que suceda algo que ya sucedió? ¿Le parece lógico esto?

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_Cuando las personas me encontraron al día siguiente, algo había cambiado en mí, ya no existía el niño lindo. Había nacido alguien más, algo más. _Eso es todo, ¿justifica sus actos con la muerte de sus padres? _Pasaron los días o meses quizás años, ya no estoy seguro; las personas no entendieron (ni aún entienden) lo que había (hay) dentro de mí. Lo ciert… _¿Sabe qué Director? Está en lo correcto, no se puede hablar con este hombre_. Por primera vez el psiquiatra interrumpió y no mostró interés en seguir escuchando. _Está bien, iré al punto. Aquellas palabras, del psiquiatra parecieron surtir el efecto buscado, así que todos volvieron a su posición. _Responderé todas sus preguntas Dr. Sólo es cuestión de que llegue a todas ellas en mi historia. _Tiene cinco minutos, si continua divagando con sus sucesos macabros me marcharé. _Pasé años de orfanato en orfanato, siempre solo, viviendo y ocultándome en la oscuridad y la soledad. Al cumplir la mayoría de edad, me convertí en lo que las personas definirían como un hombre trastornado. Salí a las calles, y opté por convertirme en un justiciero, robé un auto, utilicé un almacén abandonado como mi guarida secreta, y salí a combatir el crimen con un pasamontañas; incluso conseguí una novia. Por un tiempo creí que mi vida se había arreglado. _¿Qué hacía con los criminales? Dijo que respondería mis preguntas. _Los asesinaba, después de torturarlos. _¿Ve? No es más que un psicópata, lo que usted hacía no es justicia ¡es venganza! _¡Venganza, es lo que yo quería! _Y si lo tenía todo ¿por qué carajos pasó de vigilante a asesino? Aunque técnicamente ya lo era. _Sucedió en noviembre, en el aniversario de la muerte de mis padres, regresé a casa, y miré a un hombre que intentaba violar a mi novia; no me resistí y saqué mi arma y comencé a dispararle. Para sorpresa mía ni una bala lo hirió ¡ni siquiera disparos a la cabeza! _Eso que dice no es posible. _Lo mismo pensé, el sujeto se rió y se aproximó a mí, y en susurros me dijo “si quieres te ayudo” puso mi arma en su frente y el mismo jalo el gatillo. La bala aplastada cayó al suelo, en medio de mis piernas. Me desplome en el suelo de la impotencia. El sujeto se rió para someter a mi novia; la torturó, violó y asesinó frente a mis ojos. 22


_¿No hizo nada? _ Estuve sentado, tirado mirando la bala y escuchando los gritos de ayuda. _A parte de asesino, es un cobarde. _Entendí que en el mundo existen fuerzas que no comprendemos y, que era lo que yo estaba buscando, cómo evitar la muerte de mis padres. Le pregunte aquel sujeto ¿Cómo lo hizo? _¿Qué le respondió? _Me dijo que del 31 de octubre al 2 de noviembre, si honras adecuadamente a la muerte, puedes convencerla que te deje estar durante un año acompañado de los muertos, estar con ellos, protegido por ellos. _Eso es una tontería. _Quería pensar eso, pero ante lo que había visto, podía creer lo que fuera. Le conté lo de la sombra y él me respondió que conoció a un hombre que hizo el trato de poder convertirse en un ente incorpóreo y amorfo; para lograrlo, le entrego a la muerte algunas almas nobles, mis padres fueron asesinados para buscar el segundo año con aquel poder. Y efectivamente era una sombra, la que asesinó a mis padres. La sombra de aquel que quería el poder. _¿Se da cuenta? Su mente, inconscientemente, le dio forma de sombra al asesino de sus padres, después de que habló con alguien más demente que usted. _Yo sé lo que vi. _Bueno, ¿qué hizo después? _Seguí sus instrucciones, aproveché que era día de muertos, puse un altar en una mesa redonda, clave siete estacas; pues el sujeto me dijo que dado que mis padres eran buenas personas y habían sido material de sacrificio, necesitaba 7 almas para poder regresar a ese momento y evitar que los asesinarán (para que vea, sí es posible regresar a ese momento). _¿Y se volvió un asesino (aun peor de lo que ya era), sólo porque se lo aconsejó un maniaco con trucos baratos? _Salí a matar, maté delincuentes y personas a mi alrededor, corte sus cabezas, retiré la carne de su cráneo; saqué sus ojos y sus cerebro y clavé cada uno de los cráneos en las estacas de mi altar, pronto vi que ya no caminaba solo en las calles; cada uno que mataba era un nuevo compañero en mi viaje, al fin supe lo que era caminar entre los muertos y estar protegido por ellos. Maté a más de siete y puse hileras de cráneos en cada estaca, con ellos nunca volví a estar solo, pero ni así volvieron mis padres. 23


_¿Y eso funcionó? ¿La muerte le contestó? _Las luces se apagaron, fuera de la casa estaba una lluvia maldita, similar a la que ocasionó todo. La oscuridad era total, del altar emergió la sombra, aquella que ocasionó todo. La encaré le grité: _ ¿Por qué te los había llevado? ¿Por qué no me los regresas?_ Recuerdo desplomarme bajo ella sumido en el llanto. Por primera vez se volvió corpórea, una mano de huesos emergió de su manga, se aproximó a mí la nube que se escondía bajo su capucha y con un aliento gélido me dijo: “has asesinado para caminar con los muertos, vivir entre ellos y protegerte. Para recuperar a tus padres, necesitas “7 almas nobles”. Las luces se encendieron y la lluvia cesó, todo tenía sentido. Mis padres eran buenas personas. _¿Cómo ve directo? Roberto está diciendo que sus alucinaciones le ordenaron matar. _Salí a la calle, acompañado de mis muertos, busqué a las almas nobles para asesinarlas una a una. Recuerdo que maté a un bebé, un niño, una niña, una monja, un padre, un policía y un bombero. Después de eso me arrestaron y me trajeron aquí. _Voy a decirle algo crucial, que derrumbara su historia y le traerá de regreso a la realidad. _Dígame Dr. _Hoy es 2 de noviembre, mató a esas 6 personas el 31 de octubre. Dice que salió de casa acompañado y protegido por esos fantasmas, que la muerte es su amiga y le protege ante lo que sea. De acuerdo. _Así es. _Entonces ¿Por qué su protectora dejo que lo arrestaran? ¿Por qué permitió que llegara hasta aquí? _Por la misma razón que mis muertos, evitaron el juicio y me mandaron directamente aquí, por la misma razón que me negué a hablar abiertamente con los otros 3 psiquiatras. Le diré Dr. Mis muertos me protegen, están ahora aquí, conmigo, ellos fueron los que me dijeron que si quería recuperar a mis padres, mi séptima víctima debía de ser alguien a quien los demás calificaran como un verdadero genio.

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Tres ejercicios para el frío de primavera Monserrat Acuña I. El gris crispa mi boca, enmudece mis vellos, yo quiero contarte una historia, afuera hace frío es abril y las promesas de primavera son cómo nombrarte en este poema: azul, iris, cuidado. Alto, interrumpes, deja tus trucos solemnes teme a los juramentos yo para darte gusto te conté el cuento del héroe ciego cómo termina: todos los finales son la muerte y qué es la muerte sino una mirada larga yo te mostré la garganta seca, esto es la muerte he ahí el primer ejercicio.

II. Apenas amanece, lo sé porqué abriste los ojos tengo frío me dices es absurdo este frío de primavera tan absurdo que en otro país no sería nunca entendí de geografías dibujé el mapa de un río con tus venas no podía encontrar el cauce no es un río es un estuario te pregunté dónde está el mar arrancaste nuestra camisa, esto es el mar.

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III. cuando sea joven quiero ser viajera cuando sea viejo quiero decirle que no a Heráclito y bañarme diario en el mismo río. voy a perseguir siempre el sol para que nunca venga el invierno. Mejor quiero ser gaviota pero hay fresco también en abril, interrumpes qué no ves cuánto hace hoy entonces quiero ser contarte un cuento llevarte una taza de café para que te bebas el calor y transite todo tu río / tu estuario y así no tirites nunca vas a ser lo que tú quieras yo quise ser mar y fui segundo ejercicio. IV. Por qué tienen que ser tres ejercicios para el frío porque han pasado dos y no se ha esfumado abril envejece y sigo con este temblar que pausa el lenguaje cancela los sonidos y los nombres sólo silencio he olvidado las palabras la humedad con tus dedos dice una cuantas: sal, cauce, viaje yo las aplasto. un parpadeo es sí dos significa que te pregunto qué es un poema pero tú contestas nada. 26


V. Otra vez quise mostrarte la muerte tu olor salado inundaba el dormitorio pensé que agua era origen y caí en un pozo bebí las voces era ese el tercer ejercicio pero el hielo no cede y el estremecimiento de sábanas sigue hasta que te marchas la noche apesta a cadáver yo sin estuario ni mapa, naúfrago doméstico al final de tu cuento pienso que aún hace demasiado frío para ser primavera.

Ilustración Mariana Escoto

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sin tÍtulo Rowan Tara de Freitas desde el principio me clavas los ojos de la ventana del taxi como si fuera un cartel anunciando algo que te interesa como si no fuera mas que carne rosa una mirada corta más, te saca más que un cuchillo sentir de verdad es desintegrarse flotando en un mundo de polvo y moretones No puedo respirar por mi nariz y cada respiración suena como un estertor pero yo soy palabras y formas y acciones futuras Soy mas que masa y así era ella cuando terminó mataste mas que un cuerpo con ella se fueron miles de visiones no escritas y tu mismo te convertiste en óxido

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miro alrededor dentro de mi universo online y offline de malas noticias y semi-remedios y me siento con suerte pero no me siento segura y si leo otra linea condensada en cientos-cuarenta caracteres hash tag ‘ella se lo buscó' me arrastraré adentro de mi mismo y solo emergeré para gritar trayendo sangre y manos sucias y todas las cosas que parafraseaste porque no querias ver han pasado mas de 20 años querida, toda una vida. vidas. cortitas. terminado en charcos de ira, inevitables desde el principio.

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Un cancer gelido Paul Peña Hace casi tres días, o tal vez dos, que comencé este viaje con una aguja insertada en mi brazo. Mientras la sustancia fría entraba en mi cuerpo podía ver a lo lejos la cara sombría de mi familia. Nadie debería ver a su hijo así: siendo desgarrado desde dentro por esta corriente que incendiaba todo el torrente sanguíneo. No tarde mucho en perder la noción del tiempo y de lugar donde estaba ¿Dónde estaba? Hasta la sensación del cuerpo se me iba; ¿Eran segundos o minutos? ¿Qué tan grande era la habitación? El aire se me escapaba mientras sentía nostalgia por la vida, por aquellos momentos mejores. Era necesario que me dejase llevar, dijo el doctor, que la sustancia haría lo que el cuerpo no pudo. Un cáncer, alojado en el lóbulo frontal, había pasado desapercibido hasta que un choque automovilístico lo sacó a relucir mientras se complicaba todo: gastos imprevistos, incapacidades, un jefe exigente, un banco que llamaba diario para cobrar la deuda, una esposa preocupada (su cara al verme era lo que más me dolía). Me deje llevar como dijo el oncólogo. Los químicos se apoderaron de mí, de este cuerpo viejo y roído por los años; y en este irme, el frío se apoderó totalmente de mí, ni el zumbido constante de la máquina, ni los electrochoques en el pecho, ni las inyecciones del doctor apartaron lo gélido de mi cuerpo. Lo gélido se hizo silencioso. Ayer o tal vez anteayer, me sentí más helado. Las cajas de madera no son cómodas ni abrigadoras, y peor aún, ni aislantes al ruido, todos hablaban y lloraban; y yo solo sentía el invierno en mi piel, recorriéndome como un suspiro desde el polo norte. 30


- Déjate llevar, pesas mucho – gritaban mis hermanos afuera. Poco después me dejaron caer, sentí un golpe seco en mi cabeza: un calor extraño, mi esposa me agitaba y decía – Juan ponte esta cobija encima, estás temblando–, abrí los ojos y ahí estaba su mirada atormentada. Los doctores corrían, había muerto el tipo de que estaba a lado.

Ilustración Nanzy Meh

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El nacimiento y muerte de la semilla Xun Betan Cuando una persona se muere, solo descansa su cuerpo. El espíritu se queda con nosotros para cuidarnos. Después de algún tiempo, desaparece y vuelve en forma de algún ser vivo, ya sea animal, planta, persona u otro elemento natural. La vida es como las semillas, solo cuando muere le brota una hermosa planta. Esta era la percepción que mis abuelos tenían de la muerte, pero para que eso sucediera, tenía mucho que ver con las formas en que las personas se mueren. Entre esas diversas formas de muertes, hay clasificaciones que los abuelos nos van compartiendo, ya que eso se refleja en la forma de ver el mundo y de entender la muerte. Así, mis abuelos pudieron clasificar una diversidad de formas que provocaban la muerte, por ejemplo, las muertes por enfermedad: de tristeza, de espanto, de mal de ojo, de mal echado. Están también las muertes en un parto, por la vejez o morir ahogado o por accidente, entre algunas otras, que son consideradas como muertes naturales, y que muchas veces tienen un vínculo directo con la Madre Tierra. Recuerdo muy bien lo que sucedía cuando alguien del pueblo se moría: casi de inmediato se anunciaba en el altoparlante para convocar a las personas. En un rato, los vecinos corrían al lugar donde se encontraba el difunto para dejar sus veladoras, flores o alguna despensa para los familiares, para luego buscar en qué ocuparse y apoyar en la casa de estos. Hay momentos que solo se les veía entrar y salir de la casa llevando, sacando, cargando y acomodando cosas. Algunos se ocupaban en barrer, acomodar las flores y las velas o veladoras. Otros iban por el pan o ponían el maíz, fríjol o las hojas de maíz para luego hacer los tamales y otros bocadillos con la intención de apoyar a los familiares del muerto. Los hombres, se organizaban en grupos para ir por la leña o fuera de la casa se ponían a arreglar una galera provisional de palma o una carpa. De la misma forma acomodaban bancas y sillas donde los visitantes podrían descansar y esperar la velación. 32


Entre los asistentes, también se formaban otros grupos que serían los encargados de ir al panteón, quienes abrirían la fosa y dejarla arreglada hasta el entierro. En la casa, entre muchas personas terminaban de arreglar y preparar las comidas y lo que se necesitaría para esperar que entrara la noche e iniciar con la velación. Mientras tanto, los niños, desde que se enteraban de este suceso, poco a poco se juntaban y formaban pequeños grupos para jugar cerca de la casa del difunto. Muy atentos se ponían para no perder la oportunidad de ver el desfile de canastos y ollas, que llenos de bocadillos salían para ofrecer a los asistentes a la velación. Por eso, en algunas ocasiones cuando nos enterábamos de algún muerto, los niños corríamos por las calles gritando ¡café con pan! ¡café con pan! ¡tamaliza segura! ¡muerto seguro, tamaliza segura! Así, nos juntábamos, porque además era un momento de encuentro entre nosotros, para vernos con otros niños y para jugar, reír, cantar, llorar, y muchas cosas más que inventábamos para distraernos durante toda la noche de velación. El sentido de la muerte cambia cuando se presenta de otra forma. Tal es el caso de los asesinatos, como sucedió en mi pueblo, en Carranza, cuando el 6 de octubre de 1986 masacraron a nueve personas: una muerte que causó mucho pánico, confusión e indignación. Estas muertes, según los habitantes del lugar, fueron realizadas por un grupo de paramilitares que trabajan en complicidad con los caciques y el gobierno, y además, según nos dicen, forman parte de una cadena de asesinatos que hubo desde años atrás. En fecha más reciente hubo otra masacre de ocho campesino en el 2001. Estas muertes, por la forma y el modo en que fueron realizadas, según las ancianas, quedarán sembradas en el corazón de las personas, porque serán recordadas siempre. Y recordarlas en los rituales se transforma en resistencia y manifestación. Mis abuelos dicen también que no se le puede privar de la vida a nadie, ni quitarse uno mismo la vida. En las muertes hechas con odio y rabia, el nombre de los asesinos, se queda como un mal recuerdo en la memoria de las personas. Ellos tampoco morirán, pero vivirán condenados. 33


En la actualidad, el sentido de la muerte se va cambiando, se le pierde la sacralidad y el respeto que debería existir por ella. Ahora, la muerte se comercializa, desde las imágenes que venden los periódicos amarillista o como publicidad. El modelo neoliberal quiere naturalizar las muertes, para que cuando sucedan casos como los de tantos migrantes muertos no se le de importancia o quedarse callados ante tantas mujeres asesinadas, o por las muertes por homofobia realizadas con hazaña en todo el mundo. O como las muertes de los estudiantes de Ayotzinapa y los 43 desaparecidos, o como la masacre en Acteal, Chiapas que sigue impune, y de tantos más que cada vez las vemos sin asombro. Así el modelo neoliberal quiere esos actos de violencia para que pueda sobrevivir, y cuando nos toque a nosotros, nadie se de cuenta ni pueda alzar la voz. Ante estos embates del sistema, los diversos pueblos de Mesoamérica, celebramos el día de los muertos como símbolo de reencarnación y resistencia frente a la pérdida de la memoria histórica. Esta celebración es un ritual que nos vincula con nuestros ancestros, nuestros abuelos, con los sabios y sabias de las comunidades. En las casas se ponen las velas y veladoras, frutas y comidas, como ofrenda porque ese día las almas estarán con nosotros para compartir con ellos la cosecha, los frutos y los productos de la Madre Tierra, que es la que nos cobija, la que nos protege en esta vida, porque de ella nacemos y morimos toda la vida. Y los niños, en los días de muertos van gritando por las calles: ¡calabacita tía! Una y otra vez, tocan una puerta, tocan otra. Si les dan gritan: ¡que viva el tío, que viva la tía! y si no, ellos no pierden la oportunidad para gritar: ¡que muera el tío, que muera la tía! Así, en cada casa también salen los ricos aromas del copal y del incienso que perfuma las calles e invitan a entrar en cada casa para compartir con los vivos la calabaza que llena el alma, y que nos hacen entonar…

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Calabazas para la libertad ¡Calabacita tía! ¡Calabacita tía! La tía va a la milpa, va a la montaña Ora por la justicia, ora por la dignidad Prende su vela, prende su copal de la vida. Por su calabacita va la tía por el mundo Desde el infinito va tocando puertas Va tocando almas, va buscando apenada Recuperar la memoria de su pueblo robada. Calabacita tía, calabacita tía La historia va llenando su canasto Recuerdos de migrantes, recuerdos de mujeres De hombres y estudiantes, de los muertos. Con su calabacita la tía va cantando por el mundo Entonando la justicia, clamando la libertad. La tía va exigiendo amor Va sembrando la unidad por la vida.

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Ilustraciรณn Valeria Mandujano


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