Se ha roto un paisaje

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Se ha roto un paisaje. Sobre el Camí del Pouet. Por Miguel del Rey y Antonio Gallud Valencia 2016 Hace unos años en un semanal del País sobre arte y arquitectura, Luis Fernández Galiano escribía un artículo en el cual contraponía a la Ley del Suelo, a una necesaria Ley de la Tierra; “aquella que aporta la lógica del territorio, que se apoya en los valores que nos ofrece la tierra”, valores de muy diverso orden y que pueden englobar desde aspectos geográficos, a monumentales, históricos, plásticos, etc. La ley del Suelo, o como se llame en este momento, pues es una ley mutante, pertene a lo que entenderíamos como una de las leyes de la civilización, por contraposición con las leyes de la cultura, en un mundo global. El ámbito de la cultura incluye lo que es propio de un grupo, de una sociedad más o menos acotada, que en ocasiones puede volver la mirada hacia sus ancestros, hacia sus vínculos perdidos con la naturaleza. Tradición, lengua, cultura en todas sus facetas, son manifestaciones de este mundo de la patria chica. Lo rural en este caso es paradigma de la cultura, pues nos acerca a los orígenes, a los ancestros. Existe por supuesto un segundo ámbito, valido, pero que en ocasiones debe mantener un equilibrio con el anterior, lo constituye la civilización, vinculada al pensamiento de los pueblos y las relaciones entre sociedades, siendo su escenario la ciudad y su escala las naciones, los grandes territorios; propia de unos hombres cada vez más alejados de la tierra, pero cada vez la libres de su propio destino, donde la amnesia se transforma en una fuerza fecunda frente a la atadura inmovilista de la memoria o de la presión social. Un equilibrio entre ambos ámbitos es el necesario para las personas en nuestro momento histórico. Y ese es precisamente lo que se rompió de manera brutal en el proceso de urbanización del entorno del Camí del Pouet. La muerte del Pouet y las posteriores amputaciones del resto del patrimonio, son producto de batallas perdidas en una sociedad que vivia momentos de triunfo de lo urbano como antítesis de lo rural, como si ambos fueran necesariamente incapaces de una coexistencia, ya no solo en la urba, sinó, como es el caso, en lo metropolitano. Con el Pouet se perdió un trazado y un paisaje, unas arquitecturas y una sociedad que las habitaba. De aquello queda la memoria y unas pocas construcciones descontextualizadas. Sus trazas violentamente borradas por una concepción impropia de las ciudades de los países y las sociedades civilizadas, en las que es necesario asumir el proceso de transformación cuidando en no borrar las huellas que nos identifican con la historia como pueblo. Por qué nos interesaba aquel paisaje? Situado en el entorno de las acequias de Mestalla y Rascanya, al Suroeste de Campanar, el Camí del Pouet tomaba el nombre de un pozo de uso público situado en una de las dilataciones del conjunto de las casas del Racó del Pouet. El camino se formaba tras una bifurcación hacia el Sur del Camí del Cementeri que parte desde Campanar. Su entorno fue un lugar tradicional de implantación de arquitecturas desde tiempo inmemorial, como nos dan noticia tanto la cartografía histórica, como las propias construcciones, sus tipos y fábricas. Desde el siglo XIV tenemos datadas construcciones a lo largo del camino, de manera que lo hacían un lugar particularmente fértil para conocer el proceso de transformación de nuestra arquitectura, incluso el cómo habían ido cambiando conceptos como el de “alquería”, además de los tipos de casas que dieron cobijo a las distintas clases sociales a lo largo de la historia.


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