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El efecto AGECO

Tres personas participantes de nuestros programas explican desde su experiencia los cambios en sus vidas.

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Por Redacción Buena Vida I Fotos AGECO

“¡Recuperé mi identidad!” Con esta contundente frase, doña Aitza Morales Chaves resume el efecto que ha tenido en su vida, ser parte del alumnado de AGECO en los cursos regulares de inglés y de ejercicios en piscina. Vecina de Tibás, esta educadora jubilada de 77 años, confiesa a Buena Vida que antes de llegar a nuestra sede en el 2015, ella era “la Niña” –por los largos años que fue educadora de primaria— o “doña Aitza”, por su trayectoria como directora de un centro privado de educación y sus labores para la comunidad; pero desde que conoció AGECO a través de su hija, asegura que ahora

es ella como ser autónomo, libre y pleno. “Cuando una trabaja, tiene poco tiempo para hacer las cosas que más le gustan, pero, aunque soy una persona muy sociable y que mantengo una proyección hacia mi comunidad, disfruto mucho de mis actividades en AGECO”, explica.

Para doña Aitza, AGECO representa amistad, solidaridad y una comunidad de la que se siente parte y muy a gusto porque en ella no debe ostentar las etiquetas sociales y profesionales que la han marcado toda su vida. “Aquí soy Aitza”.

Un trámite digital lo llevó a AGECO

Hace más de seis años, don Érick Blanco Olsen, joyero jubilado vecino de Santo Domingo de Heredia, tuvo que hacer una gestión personal en el Ministerio de Hacienda. Llegó a las oficinas en barrio Don Bosco, consultó al personal y el papel que ocupaba solo lo podía obtener usando

una computadora dispuesta para el público en general. Allí se acongojó, porque debió esperar un buen rato para poder encontrar que alguien le ayudara.

Una vez salido de ese apuro se dijo así mismo: “nunca más me volverá a pasar esto”. Consultó a unas amistades adónde podía llevar cursos de computación y le recomendaron AGECO.

“Han pasado seis años y la verdad, no me arrepiento, ahora soy feliz en mis clases de computación e inglés y a veces de baile” confiesa con una gran sonrisa.

Don Érick trabajó muy duro toda su vida como comerciante a cargo de sus propias joyerías, como taxista y dueño de una microbús, así que

cuando llegó su tiempo de jubilación se sumergió en esta nueva vida a plenitud y nuestra institución le ha posibilitado ampliar su círculo de amistades y actividades y sentirse más pleno.

Alumna destacada

Empezó llevando computación, continuó con internet y el uso de “la nube” y estaba haciendo repaso sobre el uso de teléfonos inteligentes. Doña Guiselle Ríos gusta de llevar un par de cursos por trimestre en el Instituto Gerontológico de Formación (IGEF), para mantenerse activa y al día.

Vecina de Moravia, con 73 años, esta sicóloga jubilada asiste con su esposo a clases, mientras combina una de las actividades que más disfruta, compartir con sus nietos e hijos y sus amistades.

Hasta julio pasado, doña Guiselle, Aitza y Érick fueron de las más de 4.500 personas mayores alumnas del Instituto Gerontológico de Formación que vieron interrumpidas sus clases habituales por la pandemia que afecta al mundo entero. Pero a pesar de la situación, encontraron otras actividades para seguir con una actitud alegre, confiada y esperanzadora.

Por eso les preguntamos qué le sugieren a AGECO para afrontar las nuevas condiciones del país con el fin de continuar con el proyecto de clases para personas mayores de 50 años.

Doña Aitza afirma que, aunque le encantaría regresar a clases presenciales, comprende las dificultades actuales del país; además, es del criterio que las personas mayores “debemos perderle el miedo al virus aprender a convivir con él y seguir los protocolos de distanciamiento y demás recomendaciones”.

Don Érick Blanco cree que AGECO cuenta con instalaciones y servicios apropiados, así como aulas grandes para disponer de la distancia requerida para impartir lecciones, siguiendo los protocolos del Ministerio de Salud. “Hay que hacer algo, el país no se puede paralizar. Hay que acomodarse, tal vez no impartir clases de baile u otras que sean de más contacto físico, pero sí continuar con otros cursos”, puntualiza don Érick.

Finalmente, doña Aitza asegura que le encantaría volver a recibir clases porque las disfruta mucho y espera que la organización pueda abrir próximamente.

“Si creo que lo virtual podría bajar un poco porque muchas personas mayores tienen poco acceso a Internet, por lo que convendría considerar una tarifa de internet subvencionada para personas mayores de 65 años y para las de la pensión del régimen no contributivo”, sugiere.

Estas tres personas mayores tienen una actitud optimista ante las circunstancias que les ha tocado vivir a como a todo el país y no cejan en su empeño de continuar viviendo el efecto AGECO de disfrutar de una vejez activa y gratificante. BV

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