Timonel 01

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Contenido 3

Editorial

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Un día en Tijuana | M a r c i a R a mo s L o z oya

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Mis fondos van a la fonda | J ua n E s me r io

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La gloria de el Moni | Jav ie r Va l de z

8 Nostalgia de locos… | E l i z a bet h Va lde z C a ro 10

Fiesta Brava | G a b r iel a Mel i n a L e c on a H a ro

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El miedo | Món ic a In a r i

Cinco minificciones | H i r a m Or l a n d o Se p ú lv e da 13

Manos llenas | Hil da C a s t ro

Abrazo Best seller | F r ee d S o to Gu i ll é n 14 Pollo | E v el i a Z a z ueta De ausencias | M a rt i S a l a z a r Cuatro minificciones | Di n a G r ija lva Mon te v e r de 15 Norma Bazúa, El juego de las palabras en el arte del nombrar | E r n e s t i n a Y épiz 18

La loca de los treintaitrés perros | F E L IPE M E NDOZA

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Tres poemas | E r i k a Va ldé s

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La caligrafía en la ceniza | F r a n k Me z a

22 Cuaderna Vía. El fascinante «madrigal por medusa» | Víc tor L u n a 24

Qué leer

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«En verdad os digo» | Ro s y Pa l au

28 Veinticinco limones | H é c tor C h áv e z 30

Triángulo dorado | Élme r Me n d o z a

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Un género especular: teatro de calle | J ua n Me n d o z a

34 Sopa vieja | Da n iel G a r c í a L ópe z

Las imágenes que ilustran este primer número son parte de la obra del artista Carlos Maciel / KIJANO


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Editorial

C

uando los suplementos culturales han pasado de moda y publicarlos es ir casi en contra de la corriente, sin más pretensión que la de crear un espacio para la escritura, el ejercicio y la expresión de las ideas literarias y culturales, es que nos atrevemos a publicar Timonel, un medio que se oferta a la comunidad de escritores, poetas, cronistas, pintores, fotógrafos y en general a todas aquellas personas relacionadas con el arte y la promoción cultural. Gracias a todos los que han colaborado en este proyecto y bienvenidos quienes quieran sumarse. Las puertas están abiertas para todos. En este primer número publicamos: “Un día en Tijuana” de Marcia Ramos Lozoya. Una crónica que nos dibuja de cuerpo entero los avatares de un transeúnte por la ciudad de los excesos y de las cantinas. Enseguida viene “Mis fondos van a la fonda” una crónica de Juan Esmerio Navarro, en la que nos cuenta sus visitas al mercado Garmendia. Para luego dar lugar a “La gloria del Moni”, donde el agudo cronista Javier Valdez, nos relata lo que pasó un domingo de pascua a un connotado personaje del submundo culichi y esta sección la cierra Elizabeth Valdez, quien con “Nostalgia de locos”, se muestra como lo que es: una maestra en el arte del contar. Y la crónica da paso al cuento con: “Fiesta Brava”, de la veinteañera escritora Melina Lecona Haro, quien nos dibuja, rasgo a rasgo, un combate en el que dos (toro y torero) libran un enfrentamiento a muerte. Luego vienen los jóvenes integrantes del taller de micro-ficción que coordina Dina Grijalva en la Escuela de Filosofía y Letras de la UAS, quienes ahora publican

María Luisa Miranda

Juan Esmerio Navarro

Directora general del ISIC

Editor

Judith Valenzuela

Wendy Félix

Directora de difusión

Redacción

Ernestina Yépiz Jefa del dpto. editorial

Diseño

sus primeros trabajos en las páginas de Timonel. El cuento cede su lugar a la expresión poética e inauguramos esta sección con un comentario y una muestra de la poesía de Norma Bazúa, poeta sinaloense, a quien recientemente se le ha rendido un homenaje nacional por sus más de catorce libros publicados y sus ochenta y tres años de edad. También en este apartado publicamos un poema de Felipe Mendoza y cerramos con tres más de Erika Alejandra Valdés. Sin embargo, Timonel no estaría completo si no incluyéramos el ensayo de Francisco Meza sobre el libro: Palabras en sepia de Alfonso Orejel y el de Víctor Luna titulado: El fascinante Madrigal por Medusa, en el que nos ofrece un acercamiento al connotado poema del mítico poeta sinaloense Gilberto Owen. Y en este apartado contamos también con una reseña-invitación de Rubén Rivera a la lectura de Noches de Amor y Alegría de Henry Miller. Y Timonel cierra las última páginas de este primer número, con un artículo del reconocido escritor Élmer Mendoza, quien hace gala de su maestría en el arte del narrar y nos explica el por qué, en toda novela o relato, son importantes los porqués. Por su parte, Rossy Palau, escribe sobre Juan José Arreola, quien no deja de sorprender a sus lectores. El maestro Héctor Chávez narra los orígenes y el devenir del Festival Internacional de Danza José Limón. El dramaturgo Juan Mendoza nos ofrece un brillante y magistral ensayo sobre el teatro callejero. El punto final lo pone Daniel García López, cronista de la ciudad de Guasave, quien nos lleva a los colores, los sabores y la textura de un plato guasavense llamado “sopa vieja”.

Timonel es una publicación trimestral del Instituto Sinaloense de Cultura y del gobierno del Estado de Sinaloa. Es de distribución gratuita y los contenidos que aquí se publican son responsabilidad de sus autores. Todos los derechos reservados y ninguna parte de esta publicación deberá reproducirse total o parcialmente sin citar la fuente. Culiacán, Sinaloa, mayo del 2011


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Un día en Tijuana Marcia Ramos Lozoya Cua n d o v e í a mo s a a lgu i e n ac tua n d o fue r a de l o « n or m a l » mi m a m á s iem pr e me de c í a pa l a b r a s lle n a s de e s c e p t ic i s mo y n eg at i v i da d c omo : — ¡ N o l o mi r e s p orque s e p ue de s e n t i r m a l ! ¡ N o

Las noches del trópico siempre. Aguafuerte sobre metal. K ija no.

vaya s a volte a r ! , ¡ Tá pate l o s oj o s ! , etc é te r a . Nu n c a me di j o l o que yo que r í a e s c uc h a r , ¿ p or qué ?

El día viernes a las 2:40 de la tarde, me volví a preguntar ese ¿por qué? El tráfico de la 5 y 10 más que estresante por tanto quitar y poner cemento ya me era aceptable, ya no me sentía con fuerzas de reclamar o enfurecerme por las ocurrencias del gobierno. El calor sofocaba, a pesar de que iba pegada a la ventana del taxi, el aire no me llegaba a mí. Escuchaba las pláticas de los estudiantes de los asientos de atrás sobre la escuela, la injusticia de sus maestros, algunos quejándose de que el taxi ahora costaba once pesos ante la mirada del conductor maliciosa y ofendida cuando les reclamaba que les faltaba un peso. Ya íbamos por la cervecería Tecate que irónicamente está cerca de la preparatoria COBACH, un poco más adelante estaba estacionada una patrulla que miraba a los lados como para ver qué pescaba, cuando el taxista frenó

y me obligó a situar la mirada en un punto ya no tan cercano de mis pensamientos, vi a un hombre de entre 28 y 35 años, alto, despeinado, con el pelo seco como una machaca desparramada de muchos días, su rostro repleto de tierra y mugre negra que ocultaba un rostro que antes era blanco y quizás limpio, una sudadera anaranjada como revolcada en mierda y lodo de talla XXLL demasiado grande para ese cuerpo de aspecto mal comido y débil, un pantalón de mezclilla gigante cubría sus piernas, le llegaba más abajo de la cintura y por último unos zapatos deportivos rotos y sucios. Miraba a ese hombre repleta de curiosidad, sabiendo que nadie me lo impedía, qué podía hacerlo a mis anchas, yo no veía en qué podía ofenderlo, porque él no tenía mirada. El hombre sostenía entre sus manos una servilleta blanca que él leía aunque no tenía letras y después con gran coraje la rompía como si ese papel lo hubiera lastimado de alguna forma y en pedazos muy pequeños lo arrojaba hacia la calle. Cuando las personas dentro de los carros veían que el hombre se acercaba, apurados ponían el seguro y subían los vidrios hasta arriba. El hombre parecía no darse cuenta de que


5 no era bien recibido en Tijuana, pero a él poco le importaba y mientras mis pensamientos más se instalaban en su ser, él buscaba más papel que romper. Ya íbamos pasando frente al motel San Luis cuando se agachó por un papel que había encontrado y sus pantalones se bajaron dejando ver sus nalgas. Al momento, como si hu­biera sido atrapada en mi propia indiscreción, me tapé los ojos y cuando los abrí ya no miraba con ellos. El hombre ya no era un hombre, era un señor que rompía ese papel con gran dolor y repetía una y otra vez la misma acción. Yo lo situaba en diferentes escenarios porque quería saber qué decía esa hoja en donde él encontraba palabras donde yo no las percibía, entonces suponía que una amante se había despedido de él por medio de una carta y lo había trastornado hasta el punto de que ese momento se había vuelto eterno para él. Después yo, en mis reflexiones pensaba que era una idea muy romántica y satisfactoria para mí, quizá la hoja era una bestia o un animal y él no leía nada, solamente no lo podía comprender por eso la rompía. Todo lo anterior ocurrió en unos segundos y regresé a la realidad. Unos adolescentes sin pensar se reían entre sí al mirar al señor, les causaba una gran gracia y una señora tomando de la mano a su hijo al mirarlo caminó más rápido de lo que le permitían sus tacones, como si él fuera una gran amenaza. La patrulla continuaba estacionada, ellos tampoco miraban. El taxi avanzó y el señor desapareció de mi vista, yo regresé cinco años atrás, cuando iba en la secundaria cerca de La Mesa. Una mujer joven de treinta años vagaba por mi escuela, un día a la salida mis compañeros y yo no, fuimos a la nieve, hacia calor, y nos la encontramos con su pelo largo negro enredado, su piel quemada por el sol, sus ojos desviados, sus labios apretados, tenía puesto un vestido floreado. Entonces como si alguien se lo hubiera pedido se alzaba el vestido de la cintura para arriba, no traía calzones, enseñaba su vagina con alegría, todos se voltearon y se fueron. Yo me quedé como estatua, atrapada por el pudor y la sangre que golpeaba mis venas, la mujer con una risa burlesca continuó su camino. No fui la única que percibiría ese acontecimiento, en los próximos años otros jóvenes lo verían. Seguía haciendo calor dentro del taxi, ya no sabía de qué venían hablando y poco me importaba, dos semanas había escuchado sobre el temblor. ¿Dónde y Cómo? habían recibido la llegada de una oleada sobre la tierra decían que habían salido de su casa con histeria y miedo, a mí me hubiera gustado darles una cátedra de cómo se la pasan en el Twitter, Facebook, Myspace, contaminado el planeta, dejando sucios los salones, etc pero más valía quedarme callada antes de que uno más inteligente que yo, descubriera mis manías. Por fin me bajé en la Modatelas, caminé muy rápido porque todos iban caminando como si se fueran cagando y llegué a la parada del camión, ahí me paré con chamarra en mano y ocho pesos

para la calafia. Traía mucha sed, llegó la de mi destino y un hombre que entre que cerraba y abría los ojos como drogado o borracho se subió antes que yo, ante esto mi madre hubiera dicho: —Éste hombre viene mal. Por lo tanto me esperé a ver si pasaba otra, pero no pasó, así que me subí y no volteé a verlo. Otra vez centraba mi atención en mis pensamientos cotidianos. Casualmente apareció el señor del papel, y como un viejo conocido, lo observé de arriba abajo: estaba igual, esta vez no tenía papel en mano y se dirigía a otros choferes. Nadie le ponía atención, nadie tiene tiempo hoy en día y menos para un loco. La calafia en la que iba arrancó y al ver pasar al señor, el chofer con agresividad jaló el aparato para cerrar sus puertas como si hubiera adivinado el pensamiento de que éste tenía intenciones de subirse. En la radio sonaba what is your love, who is your daddy, el señor se había marchado y mi memoria volvía a viajar a otay por la central, pero esta vez no iba de vuelta a la escuela sino a aquella mujer que bailaba al ritmo de unos audífonos que yo no podía escuchar, pero me imaginaba su música como cumbia o salsa por su forma de menear sus caderas con su pelo atado y pantaloncillos cortos a mitad de la calle, alegre y de fiesta. Al principio pensaba que bailaba sólo por el placer de hacerlo, tristemente descubrí que era su momento eterno. Lo que daría ahora porque mi madre me hubiera respondido con toda la honestidad que sale de una primera impresión el ¿por qué? ¿por qué esas personas eran así? Hasta el día de hoy, ninguna respuesta médica me la ha respondido, como muchas preguntas ¿Por qué los americanos tiran a sus «enfermos» en Tijuana? ¿Por que es la tía de la imperfección?, ¿el sabor de lo prohibido o el infierno?, no, ¿es su contenedor?, no, es porque la realidad les azota en la cara con sus guerras, su dinero y su petróleo, es porque no hay nada más incomodo que tener que lidiar con la muchedumbre de nuestras propias acciones. ¿Qué es la locura? La indiferencia ante la verdad, taparse los ojos, ver matar, secuestrar, drogar, destruir lo que hemos creado con nuestras propias manos o mostrar nuestro sexo, romper un papel, bailar. ¿Por que le tenemos más miedo a un loco qué a una persona «normal»? Sabemos que el loco no vive en la realidad, en cambio, el resto de los normales sabemos de la carencia, del hambre, del odio, de la desigualdad y sobre todo de la maldad. Terminé mi recorrido a las 4:00 p.m. en una parada con el frío del sudor recorriendo mi espalda. Ya sabía que me acercaba a mi destino, entre las calles con baches y topes que aquí en Tijuana abundan tanto, más que nuestra gente y los burros disfrazados de cebras sin distinguir que burros se quedan, que entre locos andamos y muchos sustos nos hemos llevado. No olviden que Tijuana es un travesti vestido por muchas culturas y es la madre que adopta a sus paisanos y a sus semejantes. Va.


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Mis fondos van a la fonda Juan E s me r i o Me gu s ta c ome r e n c a s a . Pe ro de u n t i emp o a e s ta pa rte l o h ag o fue r a . U n o de l o s lug a r e s d on de a r mo el de s ay u n o e s u n a l on c h e r í a del i n te r ior del me r c a d o G a r me n di a . H ay o t r a s e n l o s a lr e de d or e s d on de ta m b i é n me he a s om a d o. Pe ro l a que a mí me gu s ta e s l a m á s peque ñ a ( a pe n a s m i de u n met ro y me dio c ua dr a d o ) , n o t i e n e n om b r e y e n u n c a rtón e n l a pa r e d del f r e n te e s tá e s c r i to : « Se v e n de c om i da » y «Se s ol ic i ta n muc h ac h a s » . La originalidad del servicio reside en que le cocinan al cliente lo que este lleve, desde nopales con huevo hasta pescado frito (sea de cuerpo entero o filete). Los puestos de los alrededores proveen de productos frescos que la señora Ramona, dueña del lugar y única cocinera, echa en sus cazuelas. Si el cliente lleva camarones, una de las tres chicas que le ayudan puede pelarlos; aunque yo he visto hacerlo a los clientes. Hoy traje un kilo de tilapia que la señora me sirve — cortesía de la casa— con frijol, salsa y tortillas. Pone la mitad en un plato, soy de buen colmillo, y la otra mitad en un contenedor. Sólo vende refrescos pero una de las muchachas se ofrece a traerme un jugo de naranja. Apenas caben un par de bancos pero se come rico (las mojarritas las pedí a punto de chicharrón) entre la algarabía de dos pericos que la señora trae al puesto para no dejarlos solos en su casa, donde los tenía, por cierto, para que hubiera alguien que la recibiera al regresar del trabajo. Los pericos empiezan con ánimo hablantín la mañana pero dos horas después sucumben a los coros intermitentes del mercado. La señora, de voz ronca, aficionada al tabaco y a la gaseosa, está de buen humor siempre, aunque rara vez

conversa porque siempre está atareada con sus cazuelas. Muchos locatarios y sus dependientes comen aquí, y en ocasiones hay verdaderas colas para que lo que uno lleva pase por los fogones de llama alta que la señora echa andar desde las siete de la mañana. El tiempo para que te sirvan varía; se recomienda llegar digamos media hora antes. Ese tiempo yo lo aprovecho para leer o para investigar si en los puestos de pescado hay mero, hueva o alguna otra rareza culinaria. Las muchachas, de miradas tímidas pero que se hablan a gritos con los chicos que atienden los puestos contiguos, van y vienen con nuevos pedidos, o llevan los que están a punto. Al entrar o salir de la lonchería dan pasitos apretados porque dentro apenas se puede navegar entre el fogón, la señora Ramona y el lavabo, donde los trastes se apilan y que ellas lavan a una orden de la patrona. Comer solo, si es que eso es posible aquí, no me desagrada. De pronto, mientras rocío limón sobre los filetes y me llevo una rodaja de aguacate a la boca, recuerdo a un amigo músico, al que Afrodita roza con su cabellera con frecuencia, que me contó de sus amores con una japonesa y de los lugares donde la llevaba a comer. Juanito, me dijo, esta mujer ha comido en los mejores restauranes del mundo. Su padre es un ingeniero que trabaja en una compañía petrolera poderosa. ¿Tú crees que yo la impresione si la llevo al lugar más exclusivo de la ciudad? La llevé a un mercado. Luego de dar la primera cucharada a una sopa marinera, me dijo, con ese sentido del ritual tan marcado en los japoneses: —Qué delicia. Estos sabores no se dan en mi país. El amigo que me la presentó, que se hizo novia de su amiga, ambas estudiantes de español en la unam, se gastó un año de su sueldo como profesor y al final ella terminó de viaje, sola, en Los Cabos. Gonzalo bien podría traer a su amiga, aficionada al arte floral y a la meditación, a este lugar. A propósito de orientales, en el mercado me tocó ver a unos asiáticos maravillados con los alimentos que se podían conseguir. Eran traductores de una compañía de textiles que operó en Costa Rica un tiempo. No se explicaban por qué veían gente en las calles comiendo comida chatarra. A quienes también veo son a mis amigos del Instituto. Pero ellos vienen después de las doce, hora de la comida, y prefieren las loncherías de la entrada. Otro de los rasgos de la señora Martina es su puntualidad de constructor egipcio. Por eso sólo cocina desayunos hasta las once de la mañana. El servicio se reanuda hasta la una de la tarde con la comida corrida. A ella yo la he visto al concluir su trabajo y me ha sorprendido el tranco de su paso, como si se acabara de despertar. Termino y pago treinta pesos, agradecido de que haya lugares así, donde uno elija desde antes su propio menú. La propina se la doy a la muchacha que me partió el aguacate, pues intuyo que la dueña es muy respetuosa en ese sentido. Echo a andar por un pasillo estrecho que deseo desemboque en otra estación de mi vida. No olvido el contenedor, que llevo a María, Laurita o Edi, que quizá no hayan desayunado y a quienes estas lonjas de tilapia, pescadas esta mañana en la presa Sanalona, les harán un día feliz —como a mí.


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La gloria de el Moni J av i e r Va l d e z D om ing o de pa s cua . E l Mon i e s p orta d or de va r i a s c e r v ez a s e n l a pa n z a . E l f r ío l í qu i d o que be b ió de l o s b o te s bl a nc o s de a lumi n io ya a n i d ó e n s u s v e na s , s u be y b a ja , ac or r a l ó el c e r e bro, y expropió e s o s ojo s s a lta r i n e s y e s a vo z fi b ro s a . Su s le n te s o c upa n l a mi ta d de s u c a r a : ojo s r a s g a d o s , mor e n o, pel o l ac io, b a jo de e s tatur a y r á pi d o e n mov i mi e n to s pé lv ic o s . Guiña el ojo cuando viaja con sus canciones. El blues se le da. El blues es él. El blues dice presente en la lista de asistentes al bar el Mesón. Y esa voz suya al entonar lo inunda todo: las cavidades óticas se chorrean de esa guitarra, ese violín, esas gruesas cuerdas del bajo, los teclados, tambores, platillos y contratiempo de la batería. En ese placentero ruido es posible nadar, flotar. Viajar. Canta esa pieza. La cadencia en su voz, en ese abrir y estirar de piernas. Ya se le quiebran, se le recomponen, flexiona una y la otra parece pieza de compás. El Moni salta abierto, pleno, entregado, al vacío de esos casi veinte centímetros que separa el templete del piso del bar. Llegó temprano a este recinto de ex comunión y autodestrucción, a buscarle el fondo a las botellas. Estaba perdido entre los feligreses, vaciando botes, cuartitos y medias. Ningún fondo de botella es igual. La búsqueda de lo que hay del otro lado de ese río etílico es siempre un misterio. Y en ese hurgar la tarde se detiene y los segunderos se atoran en el retén de este, uno de los últimos reductos de la bohemia culichi. Domingo de pascua y este bar es como el bálsamo para las heridas de quienes decidieron seguir habitando la ciudad en lugar de atestar las playas y contemplar el bullicioso mar. El mar que ataranta, que doblega, que nos mayoritea: uno empequeñece: no inundan las olas, sino la soledad. Mejor b que m: bar en lugar de mar. Domingo en la noche, veinte horas cumple el día. El «Oye cómo va», de Santana, me atrapó. Yo estaba sobre la Rodolfo G. Robles, estacionado. Me bajo o no me bajo. Momento dubitativo e infructuoso. Las preguntas a estas horas, en domingo, en la noche, son para cobardes. Me bajo. Entro y me recibe la estela del humo y un ligero viento frío como de playa, pero asfáltico. Un poco

a meados, a cigarro, a mariscos secos y sudor. Otra de Santana. Tequila doble, hornitos. Cacahuates salados para que la cirrosis no nos espere doblando la esquina, sino más allá. Poquito más allá. «Hotel California» está sonando ahora. No puede ser. Es que no puede ser, diría el Serguei. El tipo de la guitarra, a quien apodan Zedillo —de lentes, medio pelón y con esa sonrisa presidencial— se la rifa y ni se inmuta. Lo disfruta pero disimula. Parece no esforzarse. Y esa soberbia interpretación se desparrama. Lo desparrama a él en el escenario pero sigue disimulando. Tal vez es su forma de sentir y sufrir el placer de tocar una rola. Una buena rola. Y se pone de pie. Las de Santana hacen que su entrepierna salude al viento. Sus pies apenas se mueven. Hay un discreto orgasmo en sus dedos sobre el diapasón, los trastes, las cuerdas. Un discreto y desbordante orgasmo con efecto multiplicador entre los asistentes. Trompas de Eustaquio con el vertedor roto. La raza le aplaude. Nadie se aguanta. Las palmas suenan más de la cuenta. No se debe aplaudir tanto en un bar: se corre el riesgo de frivolizarlo. Aquí, en estos templos, debe bastar con mover los pies, bailar con la cabeza, asentir con la mirada. Chorrearse por dentro, discretamente tal vez, a lo mejor en cada meada. Y es entonces cuando salta el Moni. Su voz trae el vestido rasposo del rock y del blues. Sube y baja con los tonos: su voz se mueve, tiene vida, salta y se deja caer, tiene matices, se tropieza deliciosamente, luego es gruesa y después tersa. Una mañanaaa-a-a-a-a. Canta y llora «Sommer Time». Y el Moni vuelve a abrir las piernas. Las flexiona, las estira y las afloja como trapo, y esta vez asemeja un compás quebrado. Parece estar en medio de un duelo, doloroso, como pariendo, y al mismo tiempo disfrutable. Le sonríe a alguien. Le guiña el ojo a alguien más. Pero porta esa mirada perdida entre las mesas. Brinca los obstáculos de los tonos y va montado en esa canción, viajando sobre una alfombra mágica de los sonidos y la historia que cuenta ese blues. Baila como chamaco de secundaria. Y alcanza los trozos que la felicidad alguna vez le negó. Y pellizco, abonos del paraíso postergado. Él es él, ahí, en medio de la guitarra, el bajo, la batería y los teclados. Ahí está su realización. Su principio y su final. Y lo sabe saborear con su segunda y última rola: «Gloria». Cómo te llamas tú. Y ella me contestó: g-al-ou… ella se llama Gloooriiiaa. Gloooriiiaaa. Y muchas veces gloria. La gloria entre nosotros y el señor sea con todos ustedes. La gloria que nos trajo el Moni. El regalazo con que nos despidió, en un flachazo, un retrato para siempre: relámpagos interiores y lluvias y estertores afuera. Domingo de pascua, que en realidad fue de gloria. La gloria de el Moni.


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Nostalgia de locos… E l i z a b et h Va l d e z C a r o E l smo g em pi e z a a a sf i xi a r a l s a l i r de l a of ic i n a . ¿ O s e r á el e n c i e r ro de m á s de s i ete hor a s e n u n mu s e o que n o pe r mi te que l o s oj o s rue de n h ac i a el exte r ior ? Y l a c a lle a fue r a e s pe r a n d o pa r a olfate a r l a .

Urge pisar la banqueta de este edificio histórico, apenas ex cárcel; la vida fluye. Los carros estridentes en velocidad y ruidos de potentes motores anuncian su presencia. ¿Dónde está la calle de los locos? Alrededor de la plazuela y el mercado siempre están. Es mucho mejor ver a los más ausentes. El que da vueltas a un poste de alumbrado, no el que refunfuña el motor con corridos extraños que incitan a la muerte. Estos, los otros, siempre parecen seguir las pisadas de seres fantasmales, o de personajes que tatuaron la ciudad con sus huellas. Andan extraviándose de sí mismos, sin audífonos ni minúsculos apoyos digitales. Verlos es un desahogo. ¿La lluvia los pondrá tristes? Parece que no. El hombre que vive en un cuadro de un metro por metro se ríe, da vueltas sobre su eje; brinca hacia la calle, sin despertar sospechas, para ofrecer en un gran acto de generosidad: la dentadura perfecta a pesar de tantos años de abandono. Refresca el alma. El tipo de la cadena de la santa muerte, rey de la Lombardo, con su gafete en el pecho que lleva el registro de sus generales ya se fumó los cigarros del día en cuclillas

esperando que lo roce Antonio el del acordeón, el de los ojos blancos. Gaudencio sólo le pide una pieza, la del estribo. Y a perderse por la tarde, ya sea para mirar a la pelona de los pechos desnudos, o a la maquillada que le da por retocarse en los espejos de todas las esquinas zapateras de la ciudad. La calle huele a sangre. Viene de las carnicerías y se va hacia las alcantarillas, como la que derramaba Monalisa en sus días tristes al salir huyendo tras un pleito con su barbón. Era un pasaje de cine ver a esos amantes extraviados jalarse todo: cabellos, ropas, y restos de comida para terminar en un fuerte encuentro carnal, a un lado del río cuando los árboles y ramajes eran cómplices de sus delirios. Fue un despertar a otro mundo, cuando a Monalisa le llegó la hora de la cordura, la que le dieron en el albergue «Madre Teresa de Calcuta», donde fue la primera pieza del experimento: volverlos a la normalidad: ¿Y su «otra normalidad» quién la devuelve a cada rincón de estas calles que todavía devuelven sus imágenes? El Barbón parece que huyó de los avances de la ciencia, y prefirió como por cosa del destino tener un fin más acorde a su personaje de hombre duro y acabó incendiado por los juniors de la ciudad, que no encontraron otra afición en la cual entretener sus ratos libres de borrachera nocturna. La Monalisa lo lloró al no encontrarlo en los botes de basura de espaldas de Catedral, ahora ya recuperada y digna, racional pues. Había cambiado sus hábitos de aventura, sus largos ropajes blancos y manchados —de película de brujas de la Santa Inquisición, adornados bajo el baño verde de sus ojos y boca de Monalisa—, por el vestuario de una sirvienta pueblerina, con un rictus de sufrimiento que antes no tenía. No, no era la misma.


9 ¡Pero si hasta los poetas iban a ser quemados!, se escuchó decir. ¡Por las barbas de Zeus! ¡Van a quemar a un poeta bellacos! —dijo alguien bajo el puente luego de una intensa alcoholización combinada con metanfetaminas que terminó en seco cuando el escritor se sintió en las puertas de la Santa Inquisición, acusado de indigencia y locura, por los ahora jóvenes verdugos. Sólo unas mechas encendidas y humeantes dieron testimonio. A salvo, prometió recuperarse de ese hundimiento, no sin antes subirse al escenario de un concierto sinfónico en el que galanteó a la violinista en plena ejecución. Final menos áspero tuvo Ray-o-Vac para los amigos, el más cuerdo de todos, si de filosofar se trataba. Su existencia, ausente de hambruna, gracias a su poder de convencer al resto de que no estaba loco, para luego volver a las andadas. Un aplastón y ya. Ahí quedó la lúcida mirada del que traía siempre un libro viejo y destruido bajo el brazo, jurando que podía leer con los ojos cerrados. Eran historias contadas sólo para los amigos, así como su lema: Ray-o-bac para los amigos. Emerson para los lejanos. Chacho no tuvo tiempo de despedirse de este viejo compañero de aventuras que le competía disputándose las calles, y las mujeres de todos los puestos comerciales de las que Ray se enamoraba encendido al rojo pasional, al punto de ofrecerles placeres carnales a doquier que Chacho en su tartamudez no podía siquiera mencionar, aunque sí dibujar. El Chacho padecía por los amores edípicos con la Chacha, mujer veinte años mayor que él, oriunda de Oaxaca, tez morena y chaparrita, acompañada siempre de una muñeca gris, pero eso no lo alejaba de las galanuras. Toma mujer mis ahorros Tinta sobre papel. 1984. K i ja n o.

Con la Teresa perdió los sesos, el aliento; chica de escasa cintura, roles largos y negros que lo volvieron aún más loco, entre los compañeros de cuarto del Calcuta. Ella lo enseñó a mentir, a buscar ganarse la vida fuera del albergue. A esconderse de los asistentes de este centro en el que le pedían llegar a las cinco en punto porque de lo contrario, se cerraba la puerta y no habría ni cama ni comida caliente. A Chacho se le hizo costumbre llegar tarde y también a Teresa, quien después en un azote de desespero se cortó la melena. Con el cabello corto, como una de la milicia, haría la Teresa una de sus mejores hazañas en las que Chacho hubiera querido participar pero no pudo seguirle el paso. Al día siguiente se conformó con lanzar suspiros al ver la nota en la que describían la heroica acción de Teresa: «Loca intenta robar camión de bomberos», «Minutos antes intenta asaltar cajero». Chacho miraba y miraba la foto del camión de bomberos que perseguía su Teresa recortándolo con mucho cuidado y amor, dando pequeños descansos para ponerse chinito: «Ay…Chachilla». Hoy está triste. Mueve sus ojos señalando el sitio donde perdió a su Chacha, otra donde se le extravió la Teresa. Los carros hacen ruidos. Los cláxon aparecen. Obligado a estar a las cinco en punto en la Teresa de Calcuta señala desesperado el reloj y se va. El suspiro de las 9 a.m. del día siguiente es largo. La ex cárcel. Llegada a la oficina. Una sola imagen: la cara desencajada de el Chacho, el loco libre de la Burócrata, que hoy tiene también su horario para merodear.


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Fiesta Brava

G a b r i el a M el i n a Lecona Haro Él l o s a b í a , e r a i n e v i ta b le y n o h a b í a n a da p or h ac e r ; s u de s t i n o e s ta b a t r a z a d o y n o c a b í a d u da de que s u v i da te r m i n a r í a i r r eme di a b leme n te e n e se lug a r a l a m a ñ a n a s igu i e n te . P or m á s que bu s c a b a y r e b u s c a b a , s ól o p odí a de c i r s e a s í m i s mo que l o mejor e r a ac e p ta r l o c on el m ayor hon or p o s i b le , c omo tod o b ue n guer r e ro del rue d o ; c omo l o h ic i e ron va r io s de s u s a n te c e s or e s : s u pa dr e , s u s a buel o s y o t ro s ta n to s m á s . A s í pue s , n o h a b í a n a da m á s que h ac e r o que pe n s a r , p or l o ta n to, l o mejor s e r í a t r ata r de d or m i r pa r a i n te n ta r m i t ig a r un p o c o el d ol or de s u a lm a .

A la mañana siguiente, el día amaneció espectacular y sumamente propicio para la faena que estaba por realizarse en la magnífica plaza de toros. Todos los habitantes de la ciudad asistieron engalanados con sus mejores trajes, propios para la ocasión; lentamente la multitud ingresó al recinto, sentándose donde hubiese un lugar disponible y alegrando el ambiente con las risas y la charla sobre la fiesta brava. Sin embargo, entre todo el vocerío y la vivacidad llenando la plaza hasta el tope, había alguien que no estaba feliz; un alma triste y oprimida que no entendía por qué debía salir a matar o ser muerto, sólo por pertenecer a una estirpe que había sido partícipe de esa absurda tradición desde hacía tantos años. Esperó pues para salir al ruedo, meditando cuidadosamente sobre lo que debía hacer si no quería que fuese la primera, y última vez, que sus ojos vieran esa plaza abarrotada de gente, vitoreándolo o clamando furiosamente por su cabeza. Entonces su puerta se abrió y él salió lentamente, entrecerrando sus bellos ojos oscuros, de largas pestañas rizadas, a causa del deslumbrante brillo del sol que caía sobre ellos; sintió el suelo firme bajo sus pies calzados de negro y disfrutó de la variedad de aromas que flotaban en el aire de la plaza. Paseó durante unos instantes por el ruedo, escuchando alegremente los gritos, silbidos y aplausos de los presentes; inclusive se dejó llevar por su vanidad al oír que los asistentes de las barreras se admiraban de su complexión, su porte, su bravura, la ferocidad que demostraba su rostro y el brillo de sus ojos. Por un instante olvidó dónde estaba, hasta que escuchó la voz del anunciador, haciendo lo que mejor sabía y presentando al que sería su rival y verdugo aquel día;


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El hombre que escuchó a la luna. Fragmento. Aguafuerte sobre metal. K i ja no.

entonces esa bestia salió al ruedo, al igual que muchos se impactaron por el porte del que salió primero, también se impresionaron al salir este otro ser de la penumbra, caminando con paso firme y atravesando la arena. Entonces pudo apreciarlo en todo su esplendor, con su pelaje brillando al sol; observó sus patas bien torneadas y lo recorrió con la mirada de pies a cabeza. Por último, su mirada se fijó en el rostro de esa criatura tan diferente pero bella y majestuosa, que por designios del destino, se había convertido en un rival de una batalla absurda y sin sentido; producto de la insensatez de esos trogloditas sedientos de sangre que esperan ser divertidos en ese circo de crueldad llamado plaza de toros. Mirando ese rostro animalesco, pensaba y pensaba; no comprendía ni encontraba motivos para algo tan absurdo como matar o morir simplemente para divertir a alguien más; pero ahí estaba él en esa plaza de toros, donde son los toros quienes se llevan la peor parte. Nada podía hacer para salir de aquella situación, y mientras continuaba observando a ese otro tan diferente a él, detuvo su vista en los ojos de la bestia y pudo ver lástima, compasión e incluso bondad en ellos; pero al igual que él, esa bestia tenía un destino que cumplir como un ser más en la sucesión de hechos de la vida: el torero a matar y el toro… a morir. Así pues, el instante en que sus ojos se cruzaron: tan ínfimo para los asistentes al ruedo pero tan largo para los contendientes, fue el equivalente a la petición del perdón por parte de uno y la aceptación del destino y la muerte por parte del otro. Lo último que vio antes de comenzar la contienda (y que atrajo sumamente su atención), fue la curiosa cornamenta de su contrincante: esa curiosa, muy «curiosa» cornamenta. Entonces dio comienzo la faena, con sus clamores, gritos y vítores; con el aliento contenido en los instantes de mayor tensión para el torero y las voces de la gente gritando al unísono el famoso: ¡ole! Pero por más que se esforzaba, él seguía sintiéndose torpe en sus movimientos: lento, pesado y sin gracia; por más que trataba de herir a su enemigo del ruedo no lo conseguía; este por su parte, seguía esquivando todos sus ataques y

sus golpes. Detestaba escuchar el ¡ole! de la gente cada vez que conseguía esquivar un ataque pero no herir a esa bestia tan imponente. Finalmente, sucedió lo que él tanto temía y de lo cual, sin embargo, se sabía sin escapatoria alguna: agotado por el cansancio sucumbió ante su enemigo, quien le asestó el terrible golpe mortal sin que él se percatara siquiera de lo que sucedía; sin darse cuenta de que moría. Todo sucedió sumamente rápido: él corrió hacia la bestia con su «arma» preparada para atacar como mejor sabía y sin saber cómo, repentinamente notó que ese animal había incrustado su extraño cuerno justo en su corazón. Sintió el dolor más intenso que cualquiera pudiera experimentar, mientras la sangre corría por su piel y se derramaba en la arena del ruedo; todo pareció desaparecer por un instante, pero inmediatamente los gritos frenéticos de la multitud lo trajeron de vuelta a la cruda realidad: el espectáculo de su propia muerte. Y así, tendido en esa fría arena, se vio a sí mismo muriendo desangrado; pues para su mala suerte no hubo quién lo auxiliara, no a él en todo caso; vio también al que fuera su verdugo: una bestia fría, sin compasión ni respeto por la vida de otro ser. Lo vio ahí parado, observándolo morir sin un ápice de remordimiento por su acción; casi podría decirse que se regodeaba con los gritos de la multitud. Entonces lo entendió todo, lo vio incluso más claramente que la noche anterior; así mientras la vida se ausentaba de su cuerpo, dejando inmóviles sus miembros, pudo ver que «así debía ser»… ese era «su destino», había nacido para combatir en el ruedo como un valiente guerrero: orgulloso de su estirpe hasta la muerte. Al igual que su padre, el padre de éste y muchos otros, era su inevitable destino morir luchando en esa batalla sin sentido, en ese circo de crueldad prefabricado: teatro de la barbarie para la diversión de masas con mentes obtusas. Todo era tan simple ahora, tan sencillo de ver para él, cuyos ojos quedaban cada vez más en penumbra; esa era la ley de la vida, era la ley de SU vida: el torero a matar y el toro… Él, un toro: a morir. Y todo por la triste suerte de haber nacido siendo un animal.


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El miedo

Mónica Inari Camino tranquila, sin rumbo fijo, por tan solo reflejo, de pronto me encuentro frente a un parque y me adentro en él, aspiro el tenue aroma a césped y flores, es entonces cuando escucho pasos detrás, me inquieto y todo parece tornarse gris, intento gritar, pero es en vano, no logro articular ni una sola palabra, empiezo a percibir una mala vibra, la angustia se apodera de mí: ¡Estoy atrapada!, acelero mi caminar, mi corazón parece querer salir de mi pecho, escucho los pasos más cerca, más cerca, más cerca; una mano fría me toca el hombro, antes de voltear opto por mi última salida: despertar.

Cinco minificciones *

Hiram Orl ando Se p ú l v e d a Bestimonio La historia de horror comenzó después del final feliz. El castillo no se limpiaba solo, los pájaros y demás animales que en otro tiempo habían ayudado tanto ahora apestaban, el porta velas y la vajilla se oxidaron demasiado rápido, y hasta las flores, antaño mágicas, lucían marchitas y secas. Él, por su parte, buscaba consuelo en sus riquezas, en el placer del juego, acampando en la montaña por largas temporadas, bebiendo en cualquier cantina, llegando a altas horas de la noche apestando a leña de otros hogares, seduciendo a las campesinas, a la servidumbre y, finalmente, tratando de reencontrar su lado más salvaje, al cazador. Ella inventó el dolor de cabeza, vivió la depresión post parto, las «cosas de mujeres», exageró la «monstruación», gritó que deseaba su cuento de hadas de regreso, pensó en el divorcio y en el suicidio y anheló no vivir de apariencias, hasta que sintió los milenios de sumisión sobre sus hombros y se rindió. El paso de los años sobre su matrimonio había sido peor que la primera maldición. Con la falta de comunicación la bella resultó ser toda una bestia y la bestia descubrió ser toda una bella.

En defensa de Bovary Por eso las maté. En esta ciudad, específicamente en el parque abandonado que está cerca del río, hay una estatua en honor de Emma Bovary, personaje que le adjudican a Flaubert; pero ella en realidad existió y su autor sólo fue un biógrafo machista. Yo soy como ella, como Emma, sacrifiqué por un hombre la vida entera y mire lo que he obtenido. Amé y me rechazaron, he deseado y sólo he obtenido dolor, soñé durante mucho tiempo y me despertaron cruelmente. Por eso quiero que sepa, señor oficial, que si quiere puede hacerme suya, ser mi León y, si así lo desea, el mendigo que pide limosna afuera será mi Charles. ¿Verdad que no puede criticar a Emma? Gustave tuvo que hacerla una mala madre, de lo contrario sabía que todas la admiraríamos o ¿le ve usted algún defecto? Por eso las maté. Por eso maté a mis hijas, sin ellas ya nadie me va a criticar o volver a menospreciar. Vengo a defender ante todos a Madame Bovary en el nombre de las mujeres y le aseguro que, como ella, demostraré que tomando arsénico también puedo tener el final que decido.

Pedagogía sinaloense Ser educadora en Sinaloa es una actividad de alto riesgo. No sólo hay problemas con los sindicatos, las huelgas, el bajo salario, la marginación, la falta de respeto, y el constante desgaste físico y emocional; también, y debo decir, lo peor de todo: la falta de apreciación por parte de los alumnos. Los educandos, al ser los que reciben el mayor de los beneficios de esta actividad deberían ser los que más la valoran pero no es así. Si supieran (y es probable que lo sepan) todo lo que llegan a inventar para no recibir clases, se sorprenderían. Que mi perro se comió la tarea, que mi abuela se murió por quinta vez en el mes, lo cual seguramente despierta la envidia de Jesucristo, y que hay problemas en mi familia disfuncional, son sólo ejemplos de lo que por necesidad llegan a inventar. Lo último con lo que me he encontrado fue a Felizardo, uno de mis alumnos más complicados, yaciendo en el suelo desangrándose. Y no sólo me estorbaba en el camino hacia mi escritorio sino que había llegado al extremo de recibir cuatro balazos con tal de no entregarme el trabajo final del semestre. Sé lo que están pensando: qué gran farsante. Obviamente sólo quería llamar la atención, encontrar una excusa para no recibir todo mi conocimiento. Hasta fingía convulsionar el muy pícaro. Supongo que pretendía que con esa acción iba a discul-


13 parlo, que por estar entre la vida y la muerte lo exentaría. Mi consejo para mis queridos colegas educadores: «mano de hierro y guante de seda».

Histórica anacronía En peculiar batalla se conocieron una reina egipcia y un emperador romano. Él, encantado con su belleza, la invitó a salir y ella, ilusionada, aceptó agregando estos números en un papiro: VI VI VII II XVII II II V IV Pero cuando el ambicioso romano se atrevió a llamar por cobrar, la reina decepcionada decidió acabar con el juego y con su vida, comprendiendo que si así era en el principio de los tiempos, no le gustaría lo que vendría para las mujeres siglos después.

Sinaloa 2020 Recibiendo la música de los maestros Armando Manzanero y Silvio Rodríguez abordé el autobús. Tan tranquilo como siempre, me senté, y entonces el muchacho puso sobre mí la cabeza de mi último enemigo junto a dos chocolates y una paleta de limón. —Ya ve—dijo— : le dije que eran tres por cinco pesos y entrega personalizada. Sonreí. A este paso no habrá más maestros que me reprueben este semestre ni enemigos que gracias a los pequeños sicarios no pueda eliminar. Y el niño se alejó entregando una cabeza y algunos dulces en cada asiento, todo por cinco pesos. *Minificciones del taller literario de Dina Grijalva Monteverde, en la Facultad de Filosofía y Letras de la uas.

Manos llenas

Hilda Castro 9999 es un número cualquiera, pero pide a gritos, espera impaciente una respuesta. La respuesta es más grande, depende del dolor de los gritos. Llega de noche y así se va. Pero se va con sus gritos de dolor y las manos llenas. Sin embargo, siempre amenaza regresar.

F r ee d S o t o G u i ll é n

Abrazo Era una visión increíble, su cabello castaño caía grácil sobre sus finos hombros, sus ojos claros titilando en ese fondo claro que es su rostro. Mi mente enloquecía por el deseo de abrazarla y ella, como si escuchara mis pensamientos, me abrazó, me abrazó fuerte como nunca antes lo había hecho. Era la emoción, la excitación o algo más lo que me impedía escuchar el sórdido tumulto de sicarios a mis espaldas, mi mente no percibía nada excepto su cuerpo oprimiendo el mío y su cálido aliento rosando mi cuello. Un calor que nació en el pecho embargó nuestros cuerpos y se extendió en todas direcciones y después del mismo punto nació un frío que congeló nuestra sangre. Ella siempre ha sabido de mis sentimientos, nunca necesité expresarlos con palabras, aunque siempre quise hacerlo y ahora ya no lo haré, no mientras descanse, no la molestaré, no mientras nada en ese lago carmesí, no la quiero interrumpir.

Best seller Un joven camina hacia la cafetería con su mochila al hombro, un libro en la mano y dibujada en el rostro la mirada de alguien que está a punto de hacer algo muy estúpido. Al día siguiente otro joven atraviesa el umbral de la puerta del aula cuando una de sus compañeras le dirige la palabra: —Hola, ¿por qué no viniste ayer? —Mmm, cosas que pasan, ¿no has visto a Juan?, hace como una semana le presté un libro y no me lo ha devuelto. —¿No te has enterado? —¿De qué? —Juan falleció ayer, lo velarán esta noche. —¡¿Qué?! ¿Cómo pasó? —¡Ay! Fue algo trágico, lo encontraron leyendo un bestseller en la cafetería de Filosofía y Letras. Si hubiera utilizado una cuerda sería menos escandaloso.


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Pollo

Cuatro minificciones

Mientras espero el cambio de semáforo, veo pasar gente y carros, veo el rojo de los avisos viales y entro en trance. Escucho la señal de pase, y oigo el pío, pío, Y pienso en la tortura urbana. ¿Qué pasará dentro de la señal peatonal? Imagino una máquina de tortura antigua, descargando watts al pobre animal. Imagino que los cambian cada otro mes. 15, 14, 13, 12… apuro mi paso y pienso que esta tarde comeré pollo.

Dina G r i j a lva M o n te v e r d e

E v el i a Z a z uet a

De ausencias

Marti Sal azar El aire fresco de invierno acariciaba sus rostros. Sus pies, vestidos cómodamente, iban veloces por el camino entre árboles, flores y pasto. Unos pasos detrás también veloces, como cada mañana. Ella pensaba en lo difícil que era vivir sufriendo la ausencia; en sus sueños, el ausente la miró apesadumbrado, sabía que el sueño no llegaba a ella sin sufrir por él. Ella, ensimismada, pasaba los días y las noches, los meses, buscando respuestas. Ella iba a la oficina, hacía su trabajo diligentemente, acababan de ascenderla. No salía con sus amigas porque tendría que decirles que estaba bien, que todo iba bien; no podía ir al cine con su pequeña porque en la sala recordaría al ausente y las lágrimas le delatarían. No hablaba con él. Se dormía rápido, pensaba él. Cómo besarlo, cómo acariciarlo, como si el ausente ya no le importara. Cuando eran pequeños, ella, la mayor –sólo dos años–, lo levantaba en las mañanas para ir a la escuela, lavaba la ropa, hacía la comida, aseaba la casa, incluso a veces ella no iba a la escuela, pero su maestra Yolanda iba por ella y la convencía de no dejarla, de lo importante que era estudiar. Iba al lugar donde le vio la ultima vez, donde desapareció, donde lo levantaron; se preguntaba: si ella hubiera ido con él ¿se lo habrían llevado? Pero no encontró respuestas. Esa mañana decidió que ya era hora de vivir con esa ausencia, convivir con amigas, ir al cine con su hija y amarlo a él, quizás tener un hijo, por qué no, aún podía hacerlo, y seguir buscando respuestas. Él iba feliz, su gran amor por fin estaba aquí, con ellos. Él también sufría por el ausente, convivió poco con él, aun así llegó a apreciarlo profundamente. Un lujoso carro no alcanzó a frenar, venía a más de cien, los mató a los dos, comentaron. El ausente los abrazó y sonrió aún apesadumbrado. Ella encontró respuestas…

De México a Bs As y viceversa o De la tinga al tango y todo lo demás Viajó a Buenos Aires y acompasó allí su corazón (y todo lo demás) al latir de un bello rubio. Con él conoció ciudad, paraíso e infierno. Al regresar a su país, extravió su maleta, le robaron su bolso y del dichoso rubio ni sus luces. Ahora llora sin tango, sin tinga y sin tanga.

Instrucciones para escribir un cuento virtual Título: «Viviendo en Virtualandia». El espacio es el ciberespacio (faltaba más). El personaje protagónico es el cibernauta. El personaje oponente es el internauta. Las acciones son: chatear, mensajear, guglear, clikear, sembrar en la granja (virtual, of course). Clímax: los personajes hacen el amor digitalmente. Desenlace: un irreversible daño del software los separa para siempre.

Réquiem Leyó que la escritura es un salto al vacío, sin saber a ciencia cierta qué nos espera abajo. El consejo era lanzarse. Después de días, meses y años decidió: se lanzaría a la aventura literaria. Tomó impulso, saltó, cayó en un manantial de aguas profundas. No sabía nadar.

Desafío a la geometría Realizaron el experimento sobre una cama que era un perfecto paralelepípedo rectángulo. Se colocaron de manera horizontal y paralela y demostraron que dos paralelas pueden encontrarse a través de una perpendicular (¡qué palabra!) que no sólo las une.


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Norma Bazúa, El juego de las palabras en el arte del nombrar Ernestina Yépiz Una ta r de- n o c he del me s de ju n io, de u n a ñ o que n o l o g ro pr e c i s a r , e n l a c a s a de l a c ultu r a C on r a d o E s pi n o z a , a l pi e del c e r ro de l a Memor i a , e n l a va poro s a y a v e c e s a leta rg a da c iu da d de L o s Mo c h i s , d on de du r a n te el v e r a no l a s m a ne c i ll a s de l o s r el oje s se que da n qu ieta s y l a hor a e s s i em pr e l a mi sm a , tu v e mi pr i me r e n cue n t ro c on l a p oeta N or m a B a z úa , qui e n e s ta b a a hí pa r a r e c ibir

un modesto homenaje que a iniciativa del entonces promotor cultural, don Manuel Beltrán, el ayuntamiento de Ahome le había organizado. Sin mayores preámbulos, creo que el presidente municipal brilló por su ausencia e incluso tampoco recuerdo si estuvo ahí el director o la directora de cultura u otra autoridad de status gubernamental. En fin, dicha situación a la homenajeada no pareció afectarle demasiado, muy pronto se adueñó de la escena y acompañada de familiares y amigos, habló de lo grato que le resultaba estar en Los Mochis, donde había nacido un 17 de mayo de 1928. Habló y habló de tal manera que las palabras parecían salírsele por todos los poros de la piel y leyó, leyó hasta el cansancio (más de alguno debió de haberse sentido fastidiado). Nadie podía hacerla callar, era su noche y ella terminó por apropiársela. La velada, que había empezado a las 7 de la tarde, duró hasta casi las 10 de la noche y ninguno de los asistentes tuvo el atrevimiento de levantarse de su silla. Al término del encuentro, un grupo de señoras invitó a cenar a la poeta y alguien tuvo la gentileza de invitarme también. Ahí me regaló uno de sus libros: A manera de pretexto el mar, después de leerlo, pude explicarme por qué la autora era tan excesiva en sus palabras; como el anuncio de una tormenta,

Djin Tinta china sobre papel K i ja n o

como bien reza en uno de sus poemas, en que se refiere a su infancia: «Cuando niña quise ser marinero/ pero no había mar navegable entonces para mí/ no había mar gobernable/ sólo un escarceo desmedido con la inundación de mis por qué…» Líneas más adelante, en el mismo poema: «Y me sumergía a veces en un elocuente silencio/ calma chicha/ o en un desbordamiento del decir/ hablando hasta por los codos/ por los ojos/ por las manos/ hasta por los pies/todo un estruendo que nadie comprendía… Fue cuando empecé a bailar/ como una manera de ser mar sin provocar escándalo». Desde esa noche y después de haberme quedado con su: A manera de pretexto el mar, durante alrededor de cinco años no volví a saber de la poeta, hasta que una tarde la encontré de nuevo leyendo poemas en un pequeño café de la colonia Condesa, en la ciudad de México, y de nuevo, al terminar la lectura, conversamos un poco y me regaló otro de sus libros: Tengo miedo de sacudirle la raíz al sueño, que abre con un epílogo de Edgar Allan Poe: «Todo lo que vemos o creemos ver no es sino el sueño dentro de otro sueño…» Y con un poema titulado: «Algo sobre el sueño», que terminó por convencerme de que estaba frente a una excelsa y magnífica poeta. Cito las primeras líneas del poema al

Del mundo de las servilletas y mantelitos 1977 Moscú


16 que aludo: «En cada amuleto/ ojo de lince para sortear el infinito/ he puesto lo mejor del sortilegio/ para que no me fallen los augurios: / este sueño entre ceja y ceja/ bajo membrana hilada por la oruga/ ha de sacarme al otro lado del espejo…» Líneas de connotado barroquismo, musicalidad y riqueza de imágenes. Desde entonces, estoy convencida de que Norma Bazúa, es una mujer hecha de palabras y la habita el lenguaje y la locura de lo poético. Sólo los desquiciados, los enfermos de poesía, pueden escribir como ella lo hace. Sin proponérmelo, la encontré por tercera vez y la encontraría, no una ni dos sino muchas veces más, supuse entonces que Norma Bazúa y yo pertenecíamos a un mismo mundo. Que el artífice de nuestros encuentros no era otro sino el destino vestido con los ropajes de la poesía. Ninguna de las dos quiso resistirse más y terminamos por hacernos amigas. La última vez que estuve con ella,

De A mane r a de p r ete x t o el ma r

VI Cuando niña quise ser marinero pero no había mar navegable para mí no había mar gobernable sólo un escarceo desmedido con la inundación de mis por qué sobre todos los que me rodeaban Me aficioné a las caracolas al brillo de las arenas igual que a las palabras las supe de oro molido tuve que aprender a caminar su aridez litoral su aridez literal distinguir sus metales… En ellas hay mar de fondo reflejándome me decía y me sumergía a veces en un elocuente silencio calma chicha o en un desbordamiento del decir hablando hasta por los codos por los ojos por las manos hasta por los pies todo un estruendo que nadie comprendía Fue cuando empecé a bailar como una manera de ser mar sin provocar escándalo.

fue hace dos años, me habló de mil proyectos y algunos otros libros recientemente publicados, entre ellos: Con lazarillo sobre páginas blancas y Varo entre remedios caseros. El primero una antología poética y el segundo una colección de poemas en honor a la pintora surrealista Remedios Varo. Los dos vienen a sumarse a la ya larga lista de la obra bazuniana. Entre ellos (sumo a los ya citados), los siguientes: De ser, amor y muerte (1962). Momentos (1986). Como dibujando las distancias (1986). Flor simultánea al fruto (1988) Boceto para un palabrario (1989). Poundianas para la escena (1992), y dos o tres títulos más. Sin embargo, aun con tantos libros publicados, Norma Bazúa (quien el próximo 17 de mayo cumplirá 83 años y sin duda festejará con mariachis y marimba), en Sinaloa es casi una desconocida. El presente muestrario de su obra poética es sólo un pequeño esfuerzo para que la conozcamos un poco.

P o em a s c o r t o s d e A mane r a de p r ete x t o el ma r , d el a p a r t a d o « L a al f o r j a de s al » No recuerdo ninguna de tus palabras pero cuando te leo me arrastras a tus profundidades Sé entonces que algo sabes de mar.

Porque amo la pasión del iniciado en mares la frescura con brisa del oleaje rechazo a gritos la mudez en sombra del viejo acantilado que resiste la ira diaria de las olas.

Olvidando su condición de animal de agua salta retando a las gaviotas pierde pie en el aire se borra su intención de vuelo Alcanza uno más alto – el de la muerte – Llevando por esas otras alas.

Del l i b r o B o c et o pa r a u n palab r a r i o 1 Decidirte palabra es oficio de lengua desde la sangre empezar desde el origen a recabar tu esencia para que nadie diga Todo fue de pronto un artificio de malabar destreza con el que te diviertes y diviertes a otros

Djin. Tinta china sobre papel. K ija no.


17 Me declaro culpable traje la sangre apalabrada y ahora comparezco pongo las manos al fuego acuso de recibo a la palabra desde mi nacimiento.

Como acaso tirando redes al tiempo para atraparlo durante el descuido del descanso

8 Voy prendiendo las luces a mi paso Toda la luz enciendo para que hasta mí no lleguen las sombras y el pensamiento se me llene de luces alma adentro.

Mientras tú sólo lees y escribes escribes y lees por tu incapacidad de no saber irte al no sé adonde cuando la selva se mete hasta tu casa enraíza en las paredes paralizando el refugio rodante sobre un claro en el bosque sin más techo que la intemperie

18 Cuando murió mi padre no tuve palabras a la mano para llorarlo Sólo después mucho después cuando quise contar las minucias de una infancia graneada en su ternura se me derramaron los milagros

Él sólo mirando horizontes sin darse cuenta de que existes decidido a llegar hasta donde dejó su séquito a la suerte de sus capacidades lacayos donde dejó asegurada su memoria

Aunque la vida sigue sobre ruedas me preocupa tu suerte ¿Qué harás cuando él detenga todo este nomadismo? Y decida poner los pies sobre la tierra para dejar que se hundan sus raíces Donde tus ríos no cuentan.

Va g a b u n d o Eran tantos… No tuve palabras a la mano para detener el llanto.

De Va r o ent r e r emed i o s c a s e r o s Inmigrantes CUANDO TODO SE VA LLENANDO DE MALEZA árboles que devoran paredes mientras sólo escribes y lees lees y escribes aunque la vida siga sobre ruedas me preocupa tu suerte Te miro empequeñecida solitaria dependiendo de su presencia regando sus macetas Él totalmente ausente abstraído sobre las ruedas de su esperanza diseñando el mundo en que vivirán sus allegados los curados de espanto uncidos al principio de esperarlo esperar su único recurso

Del mundo de las servilletas y mantelitos. 1977 (Moscú).

CUANDO DECIDA IRME con todas las implicaciones de esa decisión me haré un traje como el tuyo abrigo capote casa nómada Pondré el gato a mis pies sobre rueda del centro Retrato de mi madre junto a libros de poemas y el hilo de bordar cacerolas a mi izquierda entre notas de remedios caseros Y allí en la ventana la maceta con rosas tardías Con bastón direccional herencia de mi padre regiré rehiletes recogeré el viento no importará camino sino propósito Iré saliendo entre los árboles con todas sus implicaciones.


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La loca de los treintaitrés perros F E L IP E M E NDOZA La vida nos ladra de frente, nos muerde, a veces es dolor, El dulce sentido del vivir conmueve a un árbol y abre la piedra, Cada cicatriz emprende su propia historia: abre páginas y dicta: Adela no era loca, sus ojos verdes, su mirar distraído y su suerte Emprendieron un viaje para encontrar en el disturbio de la ciudad En la puta enrabiada locura de sus calles ese andar incansable. Esta es una historia real, hay una casa, una mujer y un hombre, Hubo hijos y desagravios, días que señalan un final y costumbre, Nadie quiso proclamar el triunfo de un milagro, no creyeron, Cerraron con aldabas la puerta, tiraron a la calle el insulto, y rabió, Ahora es la loca, tiene prisa de todo, el tiempo se desgaja, Su caminar no señala algún rumbo, es sólo ir a donde, sin donde. Prisa y calle, andar, andar, de una esquina a la otra, sin regreso ni fin… Un día pudo entenderse, supo que la vida era una perra malsana y habló con ella, Lidió con la desgracia, comió basura y compartió su dicha con los perros, Ahora ladra junto a ellos, recorre la ciudad y ocupa estas calles donde nosotros, Los que miramos a la Loca de los Treintaitrés perros, deseamos algún día seguirla… Esta es una historia real, locos y envilecidos ladramos al infortunio que se apresta, Somos la calle, el insulto indecente que jinetea la supuesta razón o su locura, Adela no está loca, el perro que persigue el final de esta historia es el destino, Adentro y afuera de una casa se extravían los rumbos y siempre van al basurero.

Carta amorosa. Fragmento. Tinta sobre papel. 1983. K ija no.


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Tres poemas

E r i k a Va l d é s Borrar. Huellas borrar.

Alfombras Persas

Estás a tres pasos. A pocos retorcidos pasos. A truculentos pasos de mí. Uno a uno mis dedos. Se retuercen todos ellos. Quieren tocarte mis dedos. Un respiro, dos. Llena mis pulmones el viento. Mis pulmones de suspiros llenos. Te pienso… a veces. Mentira, todo el tiempo. Te siento, te adoro en silencio. Sombra soy, eres. Me diluyo, me convierto. Me olvidas, lo sé, lo presiento. Bórrame. Pronto. En tu olvido muero. Existir en ti duele, bórrame te ruego.

Era una isla de muslos. Solitaria flotando en un mar de alfombras persas. Una isla de muslos envuelta en la violenta marea. Sus palmeras largas, esbeltas, se aferran a tierra. Pero danzaban, danzaban elevadas ellas. Era una isla de muslos solitaria. Entre mis tejidos persas luchaba. Mi viento furioso la dominaba. Un instinto animal la buscaba. Era la naturaleza embravecida, reclamándola suya, esclavizándola. Era una isla de muslos. Sumergida, inundada, insalvable. Una isla de muslos náufraga, arrasada, revuelta y conquistada. Por mí conquistada.

Coleccionista de pantorrillas Coleccionista de pantorrillas las coleccionas todas ellas. Pantorrillas bailarinas, pantorrillas cantarinas. Pantorrillas que sueñan contigo, pantorrillas que no te olvidan. Les escribes, les cantas, les enamoras, les traicionas. Tenerte y no tenerte todas ellas comparten. Cada una para ti única y especial, al igual que el resto. Vaya ironía. De mis pantorrillas te confieso, ellas coleccionan coleccionistas.

Serie: Del mundo de las servilletas y mantelitos. Fragmento. Tinta china sobre papel. 1977 (Moscú). K i ja no.


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Algo de abstracción para regocijar el espíritu conservador y chocarrero de Kijano. Fragmento. Aguafuerte sobre metal. K i ja n o.

La caligrafía en la ceniza

Frank Meza La evocación es ajuste de cuentas con los sucesos del pasado y, a su vez, reconstrucción de dicho tiempo. Palabras en sepia, libro de poemas de Alfonso Orejel, es precisamente, un ajuste de cuentas con las figuras y los muertos de una infancia a la cual se le rinde una lealtad adulta,

cocinada con el tiempo. Sin embargo, no estamos frente a la versión de un paraíso perdido, ni de un infierno soñado, aunque, es necesario decirlo, los recuerdos se fraguan entre lo edénico y lo infernal. Si no frente a una escritura que con su fuerza y honestidad, limpia, escampa, en el


21 cementerio familiar para dejar en las lápidas, a razón de la fuerza de la voz, los epitafios que en su conjunto forman la versión de una temporada recuperada. La casa de Orejel, la casa en sepia, se encuentra llena de fantasmas, no sólo de los que han abandonado esta vida sino también los otros, es decir, los niños que ya no son, los seres que el tiempo ha transformado en otros individuos. ¿Pero de qué manera construye su yo poético Orejel? Pongámonos un poco sesudos. Dentro de la enunciación poética existe el constructo de un yo quien es el que habla dentro del poema. Ese yo, llevará los poderes de la enunciación en su propio núcleo. En palabras en sepia, escuchamos la voz de un hombre que ve de frente al infante. Sin embargo, queda en claro, que ese hombre es la consecuencia de la imaginación de aquel niño, tan es así, que la puesta en escena de referencias de un época concreta: Kaliman, Ben Hur Ilustrado, Cisco Kid, Serrat por mencionar algunas, son los indicios textuales de una primera educación sentimental. Dicha educación, será una constante subterránea en los ya mencionados poderes del enunciador. Existen a su vez, expresiones muy personales como apodos y modismos que nutrirán ese mundo recuperado a través de la palabra. No es propiamente una escritura conversacional, sino, una escritura confesional. Es como si Orejel hubiese enfrentado la página con la actitud de quien entra a un confesionario o se recuesta en un diván. Este libro podría, por qué no, verse dentro de la corriente de la poesía de la experiencia, hoy tan en boga en España. Aunque, finalmente, toda poesía es experiencia y experimentación. Quienes conocemos la obra de Alfonso dentro del género de cuento, no nos sorprende que Palabras en sepia, sea un libro de poemas con absoluta voluntad narrativa. Son poemas que cuentan historias y, que en su conjunto, forman un universo de correspondencias, reclamos, nostalgias y dolores. Sin embargo, el cambio tonal y estructural de este libro frente a los libros de juventud como Inscripciones en el vaho del espejo, es abismal. En sus primeras publicaciones, Orejel ejercía su oficio con una gran influencia y lealtad a la poética paciana. Aunque intentaba expresar un mundo interior, esta expresión terminó por ser sepultada, ante la otra. Por ello, es que uno de los grandes méritos del título que nos ocupa, es el abandono a aquella lealtad y la búsqueda frontal por la cimentación de una voz propia. De tal manera, resulta mucho más sencillo, encontrar similitudes discursivas entre Palabras en sepia y la cuentistica actual de Orejel, que entre sus primeros libros de poemas. Habrá que recordar que Borges, en su «Arte poética», se cuestiona el porqué la lírica actual, en la mayoría de sus casos, ha separado los oficios del cantar y del contar si en la antigüedad estuvieron juntos. Hace menos de un mes, tuve la suerte de hacer un viaje. Hábito de juventud o snob literario, tengo la costumbre de acompañar la carretera con un libro, aunque

regularmente este es relegado por algún churro hollywoodense. En esa ocasión tomé el libro de Orejel. La anécdota es pertinente por lo siguiente: si bien es cierto que el libro no me resultaba extraño también es cierto que nunca lo había leído de un tiro. En fin, lo había abordado segmentariamente. Ahora después de las dos lecturas, puedo apostar, que la primera, es la que más conviene para poder recrear las atmosferas que el autor brinda: infancia que practica su caligrafía en la ceniza. Otra coincidencia, fue cuando le mencioné esto al autor y recordé, porque así son los rumbos de la memoria siempre generando puentes lejanos, La antología de River Spoon de Edgar Lee Master; la sorpresa es que un poeta de altos vuelos le había escrito a Orejel para comentarle lo mismo. Bueno, no debería sorprender tanto, ambos libros son censo y diálogo de fantasma; ambos generan una atmósfera mortuoria, en ambos existe el reclamo como cuña permanente entre sus habitantes y la arquitectura de una época y mundo particular. Ahora me pregunto, ¿la muerte es el tema principal en Palabras en sepia? A manera de oximorón, puedo asegurar que es la presencia más viva. Sin embargo, con temor a equivocarme, considero que el dolor de la ausencia, como las ausencias presentes en Rulfo, sería la vena emocional con mayor presencia. Lo que sí me resulta totalmente claro es que la excursión, el viaje a adentro, es entre tumbas. Infancia es destino, reza un refrán, quizá sería más puntual decir: infancia es presente. Este libro es precisamente el itinerario del infante por los abatimientos de la parca, una hoz constante va apuntalando la serie de poemas. Pero aún en sus mayores momentos litúrgicos Orejel recuerda, a razón de la carcajada de un espectro, que esta vida vale la pena vivirla. La pesantez que se enuncia es una cartografía para regresar a nuestras primeras lealtades. Vale mencionar, discursivamente hablando, que de pronto el verso de Orejel tiende a hacer consecuencia de una suerte de fragmentación de la prosa. Sobre todo al momento de la descripción, por ello, me atrevo a pensar, que la utilización de la rima sirve para darle cohesión musical a sus poemas. De pronto, dicha rima funciona como un murmullo. Un acierto, es cuando Orejel más allá de describir los paisaje domésticos e incluso urbanos, tiende a la descripción de los rostros de ese álbum de estirpe, es decir, a los gestos, a las miradas, al tip del rencor o a los movimientos de la tristeza en una espalda que se inclina. Allí es donde lo descriptivo encuentra su mayor profundidad, su mayor singularidad para esos seres que pueblan estas páginas con naturaleza. Desde mi lectura, no estamos frente al canto de un sepulturero sino frente al de un hombre que voltea a sus tumbas y decide los epitafios que no les han sido concedidos, frente al canto del infante que se dice, cuando está solo y nadie lo ve, «Aun siendo polvo, se sueña».


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Cuaderna Vía. El fascinante «madrigal por medusa»

Víctor Luna U n o de l o s p oem a s e n e s pa ñ ol que m á s

Mas si piedra he de ser, de mármol sea O diáspero me vuelva o de diamante, Que del ávaro vulgo es tan tenido; Porque algún tiempo al menos yo me vea De pena libre, y vuelto como Atlante Después que de Medusa el rostro vido.

El rostro de la amada, el bello rostro que petrifica como hemos dicho, de allí que Góngora escriba también en un soneto:

dific ulta de s h a n pr e s e n ta d o a l a c r í t ic a , pa r a s u a n á l i s i s , e s el h e r m é t ic o y bell o «M a dr ig a l p or Me d u s a » de G i l be rto Owe n .

El Madrigal es el preludio del libro de poemas Perseo vencido, libro escrito con una rigurosa arquitectura poética por su autor y dividido en tres partes: «Sindbad el varado», «Tres versiones superfluas» y la hermosa versión oweniana del «Libro de Ruth». Madrigal por Medusa es un poema de amor, es la súplica del amante a la fascinadora, pero ante todo es la súplica y la acusación de un amante despechado ante el objeto amado: el bello monstruo que lo rechaza. Medusa representa a la mujer amada que vence al que quiere conquistarla, porque posee el don de la fascinación y puede convertir en piedra a todo aquel que la vea con amor y sea visto por ella. La metáfora de la petrificación del amante por la mirada que fascina, por esa Medusa que representa a la mujer inaccesible, ya la habían utilizado Petrarca y Góngora; sabemos de la influencia que Góngora ejerció sobre Owen, pero de Petrarca no sabemos si tuvo influencia en Gilberto; por eso resulta tan interesante comparar el poema de Petrarca con el de Owen, veamos primero el del italiano: Muy poco hubo de a mis ojos llegarse La lumbre que los priva de sentido, Que bien como Tesalia antes la vido, Ansí estuvo mi forma por mudarse. Y aunque no pudo en ella transformarse Ya más de lo que está del concebido Temor, estar en peña convertido Pudiera facilmente imaginarse.

Con diferencia tal, con gracia tanta Aquel ruiseñor llora, que sospecho Que tiene otros cien mil dentro del pecho Que alternan su dolor por su garganta; Y aun creo que el espíritu levanta —Cómo en información de su derecho— A escribir del cuñado el atroz hecho En las hojas de aquella verde planta. Ponga, pues, fin a las querellas que usa, Pues ni quejarse, ni mudar estanza Por pico ni por pluma se le veda Y llore sólo aquel que su medusa En piedra convirtió, porque no pueda Ni publicar su mal, ni hacer mudanza.

El Madrigal prosigue esta línea aunque parezca no hacerlo; la cabeza de Medusa representa en la más hermética de sus acepciones: «lo que no puede o no debe representarse», según Tobin Siebers, y agrega: «La cabeza de Medusa con frecuencia simboliza aquellos aspectos de la filosofía que son inconcebiblemente perversos o simplemente impensables». Esta capacidad de la cabeza de Medusa de representar lo que no puede o debe representarse, ya la encontramos en Dante; incluso es debido al uso ambiguo del símbolo de la gorgona que Dante hace, que da vida a la utilización de Medusa como un símbolo eminentemente hermético; no sé si Owen estaba al tanto del uso simbólico que Dante le da a Medusa, veamos los versos del florentino: Date la vuelta y cierra bien los ojos; Si viniera Gorgona y la mirases Nunca podrías regresar arriba


23 Así dijo el maestro, y en persona Me volvió, sin fiarse de mis manos, Que con las suyas aún no me tapase. Vosotros que teneís la mente sana Observad la doctrina que se esconde Bajo el velo de versos enigmáticos.

Reitero: no sé si Owen estaba al tanto de la tradición hermética que hace de Medusa el símbolo más poderoso y prohibitivo para el hombre, pero de lo que sí puedo estar seguro es de que Owen piensa en Medusa desde el punto de vista de una economía de la superstición, que hace de ciertos seres, terribles fascinadores; y en el caso de Owen, podemos muy bien identificar a Medusa como la metáfora de la belleza que raya en lo monstruoso y que petrifica al que se enamora de ella. El amante siente que ha sucumbido ante la mirada envenenada de la hermosa, se siente herido de muerte y lo que es peor: sabe que el único antídoto para su mal es precisamente el mismo veneno del monstruo que le ha petrificado: No me sueltes los ojos astillados, Se me dispersarían sin la cárcel De hallar tu mano al rehuir tu frente, Dispersos en la prisa de salvarme.

Este Madrigal es en verdad una poema extraño, oscuro, pero si lo leemos a la luz de la metáfora central: Medusa como la mujer que amamos y nos rechaza, entonces se va aclarando; Perseo es el amante despechado al que la bella le ha hecho «mal de ojo», es decir: lo ha fascinado; dice Tobin Siebers: «El mal y el remedio se fusionan en la cabeza de Medusa y en su lenguaje correspondiente» y más adelante aclara: «Sin embargo, la máscara de Medusa tiene también una función apotropaica, al igual que todas las máscaras, ya que protege al portador contra la fascinación». El monstruo está a salvo de sí mismo porque su belleza es una máscara. El poema continúa en el mismo tono de súplica y agonía; el amante se da cuenta que ha sido fascinado y que la petrificación es inminente: Embelesado el pulso, como noche Feliz cuyos minutos no contamos, Que es noche nada más, amor dormido, Dolor bisiesto emparedado en años.

Aparece aquí la referencia a lo doble, al doble en ese dolor bisiesto del que habla el poeta; el tema del doble pertenece a la tradición de la fascinación vía el mito de Narciso. El poeta en este cuarteto, hace referencia a la tradición de la fascinación, mediante el uso de adjetivos y expresiones poéticas que nos sitúan ante la petrificación inminente, expresiones poéticas como: Embelesado el pulso/ amor dormido/ dolor bisiesto emparedado en años, nos recuerdan que el amante sufre un proceso de petrificación ante la mirada de la amada. Todo lo crea la imaginación del poeta para recordarnos el fatal destino del amante que se enfrentará al infierno de la inmovilidad. Owen juega con una metáfora impía: la amada es Me-

dusa. Y en este caso, el amante despechado se enfrenta al mounstruo a quien suplica. Continuando con las referencias a la tradición de la fascinación el poeta dice en el siguiente cuarteto: Cante el pez sitibundo, preso en redes De algas en tus cabellos serpentinos, Pero su voz se hiele en tu garganta Y no rompa mi muerte con su grito. Pero ¿a qué pez se refiere Owen?, veamos qué dice Tobin Siebers: «Un grupo de seres misteriosos circunda a Narciso en su soledad. El pavo real, miembro de la familia del faisán, despliega su plumaje y observa con los cien ojos de Argos. El narciso despide su fulgor desde la orilla del agua. Narciso observa y es observado. Repentinamente, el torpedo se asoma a la superficie y rompe el episodio especular». La mirada del torpedo es hipnótica; proyecta la fuerza del mal de ojo. Los antiguos comentaristas situaban al pez en el séquito de animales tan fascinadores como el catoblepo, la serpiente y el basilisco. Plinio el joven y Lucano describen su pavorosa influencia de modo detallado: «el paralizante veneno del pez se extiende supuestamente a través de los palos, hierbas y la arena del mar con objeto de herir a un hombre y dejarlo inmóvil. No importa cuán fuerte o veloz pueda ser, sus miembros quedarán petrificados al contacto con el veneno». Más adelante Siebers agrega: «Finalmente, el torpedo presenta un rostro petrificante y esgrime una espada de doble filo que despide una carga eléctrica, poseyendo además mortificantes manchas oculares». Este es el pez sediento del que habla Owen en el Madrigal para poblar ese poema de seres que recuerdan la derrota en la inmovilidad del amante despechado, sujeto a la perniciosa fascinación. Es muy probable que Owen haya leido a Plinio el joven, de ser así es de Plinio de donde tomó el símbolo de este curioso pez llamado torpedo. El Madrigal por Medusa se resuelve en una súplica final del amante que pretende eternizar su gesto huraño ante el desprecio de la mujer amada y por dignidad, mínima dignidad dice casi en un susurro doloroso: Déjame así, de estatua de mí mismo, la cabeza que no corté, en la mano, la espada sin honor, perdido todo lo que gané, menos el gesto huraño.

No hay súplica más triste que la de este amante que se sabe vencido totalmente, por ese terrible ángel que de tan bello resulta monstruoso. Madrigal por Medusa es la continuación que Owen hace de la tradición de la fascinación como metáfora del encuentro amoroso, pero un encuentro erótico en el que el amante pierde hasta su propia vida. Las circunstancias en las que fue escrito el poema no las sabemos, pero el origen del Madrigal pudo haber sido la truncada e imposible historia de amor entre Gilberto Owen y Clementina Otero, cuyo rostro y mirada, para quien ha visto las fotos que se conservan de ella, fácilmente pudieron haber petrificado a cualquier hombre.


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qué leer

La Tinta del Calamar J ua n E sme r io

Quiero recomendar a mis amigos filatelistas una novela. Se llama El sello que naufragó, de Robert Graves. Es la historia de dos hermanos que de niños comparten un álbum de timbres postales. Oliver aceptó a regañadientes compartir esa delicada posesión con Janet y, ya de adultos, uno de los sellos se iba a convertir en un dolor de cabeza de varios años que amenazó con estropear la vida de ambos. Incluso hubo más de un pleito en los puntillosos tribunales de Inglaterra. Graves fue un autor que dio la espalda a las vanguardias, lo mismo cuando escribía narrativa que poesía. Así pues, aunque me suene a blasfemia, habrá algún lector que considere que le sobran un buen número de páginas. Y más de un escritor quizá juzgue que la novela requería otra estructura.

Igual disfrutémosla. Pues por momentos la trama hace pensar más en un juego de ajedrez que en la dilatada paciencia de un filatelista. En sus páginas aparece, en un grabado por supuesto, el santo patrono de los coleccionistas de sellos: Sir Rowen Hill. Yo la leí en un ejemplar usado. Pero quizá se consiga en Edhasa, donde la tradujeron con el sugestivo título de El sello de Antigua, que casi la hace parecer como una historia más remota en el tiempo. Si no la consiguen en una librería pueden escribir a la editorial en España. Son editores que saben de su oficio: contestan de inmediato con orientaciones de sentido común. Anoto la dirección: www.edhasa.es Pueden escribir también a los libreros de viejo en Donceles, tan atentos y conocedores de su oficio como aquellos. Con el añadido de que los libreros de viejo buscan robustecer su lista de clientes, son consentidores y se les puede hacer encargos (algunas veces tardan pero cumplen). Va: www.edicionesraraslibrerosdeocasion.com clientes@eltomosuelto.com.mx Les doy el título original en inglés, que a mí no me dice nada: Antigua, penique, pardo. Antigua es el nombre de una colonia inglesa en las Antillas. Dudé en escribir esta nota. ¿Tiene sentido recomendar una novela sobre esta pasión en un tiempo donde el correo sólo lo usan, por lo menos aquí, la gente sin mucho acceso a internet? ¿Cuando los hologramas de mensajería expedita han desplazado el sello como un distintivo? La respuesta me la dio un cable de la agencia Efe, fechado precisamente en Inglaterra, donde hace un mes se vendió una tira de 14 centímetros en un millón y medio de libras esterlinas. Justo era una serie postal contemporánea al sello de la historia de Graves. Y el complemento a dicha respuesta llegó, por supuesto, de la literatura: en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? la enigmática Pris/Rachel colecciona sellos alentada por un humano. Si un andrillo hacía eso en Marte entonces escribo mi nota, me dije. Y aquí la tienen.

Muy al inicio fue el verbo, luego fueron los sueños. Fragmento. Tinta sobre papel. K ija no.


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Noches de amor y alegría, de Henry Miller Rubé n R i v e r a

Buenos Aires, Argentina, Rueda editores, 1965, 167 pp. Las nubes son más blancas que ayer, las risas de los niños pasan cerca de mí y me saludan. Hoy terminé de leer estos bellos relatos y en este momento me dirijo a la cantina La Gaviota para alegrar mi corazón con unas cervezas bien heladas. El chocar de las botellas me entusiasma, desempolva mis ojos. Mesera, tráigame una cerveza. Noches de amor y alegría se forma de seis relatos: «El veterano alcohólico con el cráneo de tabla de lavar», Vía Dieppe-Newhaven, «Fricassé astrológico», «El puente de Brooklyn, Mademoiselle Claude» y «El puerto de Poros». El vagabundo que transita por estas narraciones es el mismo autor. Miller ha dicho muchas veces que él es el centro y médula de todos sus personajes, pero principalmente del que habla en primera persona, ese ser curioso que camina en dirección contraria por la vida, oponiendo su rebeldía donde vaya. Miller es autor de muchas obras, pero las que lo han señalado con sello de fuego en las letras universales son dos libros capitales: Trópico de Cáncer y Trópico de Capricornio, dos gritos ásperos de un hombre que quiere romper con los convencionalismos, la hipocresía y la derrota que el mundo cibernético quiere imponer a los hombres. Dos putas se besan y un manco las observa. Sus ojos se vuelven humo. Mesera, tráigame otra cerveza. En todos estos relatos encuentras monólogos repulsivos, irritantes, de una conciencia alerta y desesperante. Te lleva a un mundo que prefieres no ver, pero que es un espejo encarnado donde te reflejas. Él vive ese mundo, lo ve y lo describe sin miedo. Es una prosa fresca donde arde la rabia, el desprecio y el sarcasmo. La rocola no deja de tocar y un joto baila sobre la mesa. Mesera, otra cerveza. Sólo puedo escribir música cuando estoy borracho. El alcohol borra todo dolor. Aún tengo un corazón, un corazón muy grande. Mi mundo es un mundo de recuerdos.

Hombre durangueño acosado por terribles alacranes. Fragmento. Tinta china sobre papel. K i ja no.

Pocos días después, tomó un periódico y leyó que su amigo había muerto de frío. De su mujer no se decía nada. En realidad no había sabido lo que fue de ella desde entonces, poco después de aquel incidente tuvo una bronca con un hombre en un bar, y le partió el cráneo con una botella. No pago impuestos ni pago alquiler, no tengo jefe ni responsabilidades. No voto ni me importa quien va a ser presidente. No quiero ganar dinero, ni busco el éxito o la fama. ¿Qué me pueden ofrecer que no tenga? Soy un hombre libre… ¿Lo son ustedes? Y feliz. Soy feliz porque no me importa lo que ocurre. Todo lo que quiero es mi cuartillo diario de Whisky; una botella de olvido. La vida no es más que un viaje, viaje dentro del viaje, y que la muerte no es el último viaje, sino el comienzo de un viaje nuevo que nadie sabe por qué ni a dónde, pero igualmente ¡bon voyage! Las botellas no dejar de sonar. Y ante este paisaje, te invito a que leas Noches de amor y alegría. Te hará un hombre con más entusiasmo.


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«En verdad os digo» Rosy Pa l au « Toda s l a s pe r s on a s i n te r e s a da s e n que el c a mell o pa s e p or el oj o de u n a aguja , de be n i n s c r i b i r s u n om b r e e n l a l i s ta de pat ro c i n a d or e s del expe r ime n to N i k l au s . » J ua n J o s é A r r eol a . La mirada se abre ante lo inesperado. Juan José Arreola, escritor mexicano, nacido en Zapotlán el Grande, hoy Ciudad Guzmán, Jalisco (1918), autor de los libros Varia invención, Confabulario (al que pertenece este cuento), y La feria, entre otros, no deja de sorprender a los lectores con su prosa rica y diversa. Impregnada de fantasía, humor e ironía, logra la aspiración de todo escritor: la palabra justa. Hombre de memoria prodigiosa, ajedrecista, amante del teatro, que ya desde 1930 había ejercido varios oficios, desde vendedor ambulante hasta mozo de cuerda, coincide con los grupos que renovaron la literatura mexicana y se coloca junto a otro gran escritor del silencio, Juan Rulfo. Aunque en sus temas sobre la vida provinciana adopta un estilo realista, sus textos más importantes son mayormente fantásticos. Cuentos que provocan desde la extrañeza el encuentro con un ser que se asoma


27 hacia su verdadera identidad. Si en Rulfo nos absorbe la atmósfera mágica del Llano en llamas, la frustración de un México rural ante el fracaso de una revolución, en Arreola es notoria la búsqueda de un humanismo que reconcilie al hombre consigo mismo. «De hoy en adelante me propongo ser un escritor asequible, y no sólo por el bajo precio que ahora tengo en el mercado, sino por el profundo cambio que se opera en mi espíritu y en mi voluntad estilística... Vivo rodeado de sombras clásicas y benévolas que protegen mi sueño de escritor», palabras que confirman su posición ante el drama de ser y estar en el mundo. Desde entonces, nos alumbra con la luz de su prosa alucinante. En él lo irreal fluye con naturalidad y los personajes son ellos mismos objetos fantásticos. Se ampara en lo que dijera André Gide. «Yo sólo fui capaz de crear una forma bella, para que una idea más bella viniera a habitarla». «En verdad os digo». Cuento construido a partir de la sentencia de Jesucristo, nos provoca ya desde el inicio el sobresalto, el desafío a la razón. Si bien el lector conoce la enseñanza, se queda absorto ante la posibilidad de que un camello logre pasar por el ojo de una aguja. Arreola juega con nuestras dudas, nos abre la puerta y provoca el deseo de asomarse, somos una de las piezas del tablero de su imaginación, del tablero de las elucubraciones de ese «sabio mortífero», el Dr. Niklaus, «que manipula el uranio, el cobalto y el hidrógeno». Su fin, la salvación del alma de los ricos. El lector de pronto se detiene, piensa que en un mundo donde ya casi todo es posible gracias a la tecnología, el plan no resulta tan descabellado, pero muy pronto comprende. No se trata de la argucia de la imagen en una computadora, ni de la mera disolución del animal que permita volverlo líquido y pasarlo fácilmente, sino de la pretensión de un hecho real. Sí, es posible «disolver al camello en una solución de ácido sulfúrico y destilarla por el ojo de la aguja mediante una clepsidra de vapor» como lo han hecho ya aquellos que el Dr. Niklaus llama estafadores, pero la aventura va más allá: no basta que el camello pase por un chorro de electrones sino de organizar los electrones en átomos, los átomos en moléculas y las moléculas en células, reconstruyendo inmediatamente el camello en su forma original.

«El hombre caza y lucha. La mujer intriga y sueña, es la madre de los dioses y la fantasía, posee la tercera visión, alas que le permiten volar al infinito de la imaginación y los sueños. El hombre a semejanza de los dioses, nace y muere sobre el pecho de una mujer.» J u l e s M ic h e l e t Aguafuerte. K i ja n o.

Hasta aquí la duda se alarga y el autor, imagino, se ríe de nosotros, cuando aclara: La única dificultad del Dr. Niklaus, es la carencia de una planta atómica propia y extensa como ciudad y en la hora presente, ironiza, el comité sólo cuenta con el camello y la aguja. La aguja, hecha de portentoso metal inclasificable y una gran caravana de camellos que los protectores de animales han donado convencidos del proyecto inofensivo, además de un fantástico dromedario blanco. ¿Hacia dónde nos arrastra? ¿Hacia qué nueva sentencia moral? «El Dr. Niklaus se niega a trabajar con un presupuesto que no sea elástico», por lo tanto los suscriptores deben cumplir con paciencia sus cuotas para el pago de un proyecto cuyo plazo puede extenderse durante varias generaciones. Lo que antes fue asombro, luego duda, ahora nos acerca lentamente a un final, mientras la metáfora se mantiene. La salida es genial. «Niklaus ofrece dos probables resultados, el fracaso y el éxito» y los dos convergen en el mismo destino. La salvación. Si se logra tener éxito, el Doctor convertirá a los empresarios en accionistas millonarios de una empresa de transportes. Los hombres del mañana viajarán en un instante y sin peligro en ráfagas electrónicas. «La posibilidad de un fracaso es más halagadora. Los ricos empobrecidos por sus agotadoras inversiones entrarán fácilmente en el reino de los cielos aunque el camello no pase». Profundo moralista, Arreola profetisa en este cuento el peligro de una humanidad inmersa en los progresos de la ciencia. Para leerlo hay que estar preparados para descubrir la realidad bajo las capas de apariencia muchas veces absurda. Observador de la naturaleza humana, sus textos son sin lugar a dudas una fusión entre el espíritu y la pasión estética que logra muchas veces la perfección. Cuarto hijo de unos padres que tuvieron catorce, autodidacta, aunque a los doce años ya leía a Baudelaire, a Whitman y a los que él nombra fundadores de su estilo: Papini y Marcel Schwob. Autor amante de textos breves (él mismo ha dicho «prefiero los gérmenes a los desarrollos voluminosos»), hacedor de un lenguaje profundo que trasciende con su estilo impecable y exacto, Arreola nos cuenta en sus obras lo que él dice aprendió en las pocas horas que su boca estuvo gobernada por el otro.


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Veinticinco limones Héctor C háv ez El inicio Hace alrededor de 9 mil 125 días se inició un nuevo ciclo en la danza escénica en Sinaloa. Hace 25 años la maestra Waldeen, pionera de la danza moderna en México, sugirió el nombre de José Limón para el Encuentro de Danza y Expresión Corporal del Noroeste, que se realizó para conmemorar el CXIII Aniversario de la Fundación de la UAS. Hubo dudas al principio por la magnitud de la propuesta, pero a la distancia reconozco la profunda visión de Waldeen; el espíritu de este artista universal nacido en Culiacán ha estado presente en cada edición del Festival Internacional de Danza José Limón; y actualmente me atrevo a decir, que este festival ha llegado a ser el foro de danza más importante y longevo en el noroeste y en su género el segundo con mayor tradición en el país. En aquella primera edición que se realizó del 11 al 15 de mayo de 1986, una heterogénea programación incluía ocho grupos de los cuales dos eran de folclor: Grupo de Proyección Folklórica de la UAS y Ballet Folklórico Yoreme al Leiya del instituto Tecnológico de Sonora, dos de pantomima: Teatro Corporal Agua Viva de Gustavo Enríquez y Grupo de Pantomima de la UAS de Mariano Meza, uno de artes marciales: Dragón Rojo de Alberto Sanz, un taller de teatro y expresión corporal de la Escuela de Arquitectura de la UAS: Arquifarsa, dirigido por el arquitecto Alejandro Ochoa y este servidor, y dos colectivos de danza contemporánea: el grupo Sinalodanza bajo mi dirección, y la compañía de Rosa Romero y Jorge Domínguez. Por su parte Sinalodanza presentó Herejías, una farsa coreográfica que inauguró su producción de obras de formato medio (60 minutos de duración). Fue memorable la obra Siete serpiente que presentaron Rosa y Jorge, que ha sido catalogada como una de las mejores producciones coreográficas mexicanas del siglo XX. En el devenir del festival ellos, por separado, han presentado en Sinaloa sus mejores obras, ¿Cómo olvidar los solos De Profundiso Alebrijede Romero, o Camino de Santiago y Modelo para armar de Domínguez?, ésta última obra didáctica ingeniosa y plena de humor. Así también, han sido numerosas las ocasiones que Domínguez ha asistido al festival, ya sea como maestro o como funcionario del INBA.

Retrato del hombre angustiado Aguafuerte sobre metal (1977). K ija no.

En ese inicio, es histórico el taller ofrecido por la maestra Waldeen a veinticinco creadores de Culiacán, entre los que estuvieron: Elsie Cota, Mayra Amézcua, Adrián Rivera, Luz del Carmen Castro, Rafael Borbolla, Juan Carlos Uribe, Ascanio Pérez Pinedo, Blanca Emma Carrillo, Xóchitl Pinto, Jesús Alberto Félix el Pollo, y Jorge Trujillo. La exhibición de los trabajos coreográficos se realizó en el teatro Pedro Calderón de la Barca (hoy Pablo de Villavicencio). En esa ocasión, los funcionarios de cultura de la UAS entregaron un diploma a la maestra Waldeen, en la Casa de Cultura (la casa de la familia Almada recién adquirida) como reconocimiento a su labor por la danza de México; allí mismo los danzantes indígenas de San Miguel Zapotitlán ofrecieron sus danzas a la maestra. Otro participante en esta edición fue el fotógrafo especializado en danza, Roberto Aguilar, quien expuso sus mejores fotografías de compañías mexicanas y extranjeras de su extenso archivo, y que en varias ediciones siguientes ha venido a apoyar el festival. El legado artístico de José Limón Durante el festival se han realizado desde la primera edición actividades paralelas con las diferentes temáticas de la danza, dirigidas a los bailarines y a la formación de público, tales como cursos, talleres, conferencias, presentaciones de libros, exposiciones fotografías, exhibición de videos, pláticas y coloquios; y es a partir de la III edición


29 en 1988 hasta la actual que han sido parte fundamental de la programación las actividades para difundir la imagen y el legado artístico de José Limón, de lo que se han encargado personalidades que fueron alumnas directas o cercanas a su concepto artístico como Carla Maxwell, Ann Vachon, Sarah Stackhouse, Valentina Castro, Rosa Reyna, Anadel Lynton, Ana González, y la propia Limón Dance Company. La primera década Desde la segunda edición en 1987, DIFOCUR empezó a financiar las actividades del Festival Nacional de Danza José Limón; le tocó a la doctora María Teresa Uriarte, su directora en ese entonces, anunciar en la inauguración del evento la institución del Premio Nacional de Danza José Limón INBA-Sinaloa (actualmente Premio Nacional de Danza Contemporánea José Limón). Esta presea a la trayectoria en la danza se entregó por primera ocasión a la maestra Waldeen en 1988, posteriormente a la maestra Guillermina Bravo, y así hasta completar actualmente una lista de 29 personalidades entre bailarines, maestros, investigadores y gestores de la danza contemporánea mexicana. Con un mayor apoyo financiero la programación creció en calidad y cantidad, así en las subsiguientes ediciones las principales compañías de danza contemporánea mexicanas trajeron sus obras a Sinaloa: Barro Rojo de Arturo Garrido, Cuerpo Mutable de Lydia Romero, Paralelo 32 de Carmen Bojórquez, Neuma de dirección colectiva (este grupo dio su primera función en el festival José Limón, al año siguiente regresarían al festival con el nombre de Antares, bajo la dirección de Adriana Castaños), Ballet Provincial de San Luis Potosí de Lila López, Grupo Valentina Castro, Ux- Onodanza de Raúl Parrao (curiosamente en su elenco vendrían Alicia Sánchez y Claudia Lavista, quienes posteriormente regresarían al Festival con sus respectivas compañías), Ballet Impulso de Sunny Savoy, Truzka de Beatriz Juvera, Ballet de Cámara de la Frontera de Ricardo Peralta y Rafael Oceguera, Módulo de Alejandro Schwartz, y Espiral de Diana Romero, entre otras. En 1994 el Festival Nacional de Danza José Limón toma el nombre de Festival Internacional de Danza José Limón. La VIII edición se realizó solamente en el municipio de Ahome, esta vez el INBA ofreció financiamiento y se creó la Red de Festivales de Danza del Noroeste, todo esto facilita programar compañías oficiales y del extranjero, y permite pagar honorarios a los profesionales de la danza, como Ballet Independiente dirigido por Magnolia Flores, fundado por Raúl Flores Canelo, Issacs McCaleb and Dancers de Jean Issacs y Nancy Mc Caleb, Asalto Diario de Miguel Díaz, Momemtum Dance Company de Delma Iles, Arte Móvil Danza Clan de Ruby Gámez, Compañía Alicia Sánchez, Maureen Fleming (impresionante solista de danza butoh), entre otros. Para festejar la X edición del festival en 1996, se impone el nombre de Calzada José Limón a la salida norte de Culiacán, y entre otras compañías viene desde Cuba la solista Marianela Boan, con una propuesta estética contestataria hacia el régimen de su país, 14 años después regresa a Sinaloa como residente de Estados Unidos, con

una compañía integrada por bailarinas estadounidenses y con una estética formalista y multidisciplinaria que ella denomina «danza contaminada». Otra compañía que se presenta en esa misma edición es Delfos, que regresa el siguiente año, y que cambia su residencia del DF a Mazatlán definitivamente en 1998. El Premio Culiacán de Coreografía Para fomentar la creación coreográfica de los creadores de Sinaloa se funda e incluye este concurso en la programación del festival en 1999, financiado por el H. Ayuntamiento de Culiacán. Buscaba fomentar la investigación de la cultura sinaloense y que se plasmara en escena con un lenguaje dancístico contemporáneo, universal, original e inédito. Durante ocho ediciones los coreógrafos sinaloenses de danza contemporánea, ballet, proyección escénica de folclore y danza jazz convirtieron este concurso en un semillero de la danza nueva sinaloense. Con jurados de primer nivel como Patricia Aulestia, Anadel Lynton, Valentina Castro, Rafael Zamarripa, Serge Sandor, Roberto Aguilar, Alicia Montaño, Emma Cecilia Delgado, Rodolfo Arriaga, César Delgado, Adrian Rivera, Reyna Elena López, Omar Meza, Josué Valderrama, Ana González, Elsie Cota, Luz del Carmen Castro, Lourdes Gaspar; resultaron ganadores: Henry Torres, César Romero, Karemia del Rey, Talya Sato, Gabriel Uriarte, Omar Carrum, Georgina Montaño, Roxana Ramírez, Ana María Chávez, Milagros Carrillo, Rocío Inzunza, Zoila Teresa Fernández, Agustín Martínez, Javier Basurto, Karina López, Fernando Bustos, Gregorio Corrales y Álvaro Valdez, entre otros. El Ensamble José Limón Siguiendo la tradición de festejar los XV años, en el 2001 se incluye en su formato el Ensamble José Limón, que es una producción que conjunta a coreógrafos invitados en residencia con bailarines, músicos y artistas visuales sinaloenses que crean un espectáculo que se estrena en el marco del festival. Dando como resultado coreografías que amalgaman el ímpetu y el color de Sinaloa, en un lenguaje universal que puede ser interpretado en cualquier escenario del mundo. Así, en sus 9 ediciones se han visto la reposición de Exiles de José Limón, y estrenos de Víctor Ruiz, Miguel Mancillas, Jorge Domínguez, Dominick Borucki, Álvaro Valdez, Héctor Chávez, César Romero, Gabriela Medina y Mauricio Nava. El X Ensamble José Limón estará dedicado a la escritora sinaloense Inés Arredondo. En 25 ediciones del festival han visitado Sinaloa compañías de danza contemporánea de primer nivel de América, Europa, Asia y Sudáfrica; el festival ha sido testigo de cambios en la sociedad, en las instituciones culturales, en las compañías de danza, en los artistas de la danza, en los espectadores; y el propio festival ha cambiado algunos aspectos de su organización, formato y realización, pero ha sostenido una trayectoria congruente con su esencia, misión y principios por los que fue creado: Difundir el legado artístico de José Limón, promover la danza contemporánea mundial, fomentar y reconocer la creación coreográfica contemporánea y formar nuevos públicos y ampliar el existente. ¡Viva la danza!


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Triángulo dorado

Élme r M e n d o z a*

¿Por qué? Tener alguna idea de por qué debe ocurrir un evento en una novela facilita el trabajo. ¿Por qué murió?, ¿por qué no se besaron?, ¿por qué llegó a esa hora? Son guías efectivas en la mayoría de las historias y por lo general son preguntas que un lector avezado se formula antes de entrar al siguiente capítulo. Los porqués siempre son asuntos humanos de apariencia casual, casi inofensivos, sin embargo de gran importancia en la creación; dependen de la habilidad del narrador a la hora de crear las apariencias y proyectar los mundos paralelos tan necesarios en el arte de narrar. En la novela de crimen, el porqué es el eje de la perturbación. Cada vez que una línea narrativa se agota y se advierte la falsa pista, la pregunta surge de inmediato: ¿Qué porqué me funcionará enseguida? Por lo general, es peligroso confiar en el instinto, que a veces tiene como fuente la lógica del discurso; reflexionar sobre una mejor manera de establecer una nueva línea narrativa, considerando la propuesta del instinto y algún elemento novedoso, de ruptura, quizá da mejores resultados. Hay autores que privilegiaron el instinto: Cervantes que vivió con urgencias de todo, Balzac, que según Warren, escribía directamente para el impresor, o García Márquez que escribió Cien años de soledad en 18 meses. Otros apostaron a la ultracorrección, como Flaubert o Rulfo, o Chandler, que también ocupan casilleros de inmortales. Lo policiaco es tan humano que se hace necesario seguir ambos caminos, cuando menos, es una de las características de la novelística de principios del siglo XXI. James Ellroy se encierra a piedra y lodo hasta que consigue lo que busca, Henning Mankell lo hace en la soledad del frío sueco y Rubem Fonseca en la calidez de Leblón, la playa vecina a Ipanema donde vive, desde luego, atascada de garotas en bikini y cabelleras doradas. Contar las debilidades, la podredumbre, la animalidad que las personas no siempre pueden controlar y el efecto psicológico en los grupos sociales, parece ser uno de los puntos de los que se ocupa la narrativa policiaca contemporánea. La angustia, la desesperación, los desequilibrios emocionales, el sentimiento de pérdida, son elementos valiosos en la novelística actual. La mayoría de los autores trabajan desde una férrea voluntad de estilo, y esto se nota no sólo en el juego na-

La bañista. Punta seca sobre metal. K ija n o.

rrativo que ofrecen, sino en el lenguaje, el tratamiento de los espacios, de épocas y las múltiples manifestaciones de los personajes que dinamizan el discurso. Autores como John Connolly, Toby Lit, Petros Markaris, Fred Vargas, Anne Holt, Francisco González Ledesma, Ferrez, Roberto Ampuero, Giancarlo de Cataldo, Mario Mendoza, Ramón Díaz, Jorge Franco, Santiago Roncagliolo, F.G. Hagenbeck, Raúl Argemí, Leonardo Padura y catorce más dan testimonio feraz de esta postura frente al hecho creativo. Su estética es ajena a las leyes del mercado que tanto subyuga a algunos autores, pero no a la problemática social de nuestro tiempo. Paco Ignacio Taibo II es también un aguerrido luchador social. Importa contar los hechos, pero también la forma en que se cuentan, ambas ideas son irremplazables en la intención del autor, ese eje subjetivo y a veces no tanto que respalda un discurso literario sobre violencia y su influencia en los comportamientos individuales y sociales. La novela de crimen tiene una comprometida vocación de representatividad social. Lo que cuenta se parece a lo que pasó, está pasando o va a pasar. Y es aquí donde un narrador interesado en lograr algo más que contar una historia, muestra sus conocimientos sobre los intersticios del género. Al final, cada porqué es una de las partes imprescindibles para hacer de la novela un género al que la televisión no podrá vencer. Los millones de lectores lo aseguran. * Novelista, miembro de El Colegio de Sinaloa y del snca. Su novela más reciente: La prueba del ácido.


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Un género especular: teatro de calle Juan Mendoza L a imposibilidad de a sir el concepto «te atro», en r el ación a su form a de hacer o re alización, debido a l a t r an si tor iedad y c aducidad de l a s form a s de abordar los análi si s ( Villeg a s , 1996) nos lleva a in ten tar di scernir l a s part icul aridade s , en e sta époc a , de cómo en tender l a s m anife stacione s e scénico-te at r ale s a part ir de e spacialidad, en tendida como lug ar r epr e sen tate y de r epre sen tación.

Cuando hablamos de teatro fuera de los espacios cerrados y/o recintos específicos, uno de los problemas fundamentales es cómo llamar a esta forma o género o manera de hacer teatro. Si nos apegamos a la idea de Castagnino (1967), no tendríamos que delimitar el objeto «teatro» con un complemento «de calle» o «en la calle» (Gil Zamora, 2004) o adjetivarlo como «callejero», o bien ampliar el término como los franceses a «artes de calle» (Crespin, 2004), sino que todo sería teatro. Así, llanamente. Pero esto realmente no sucede. El afán clasificador del hombre, de nombrar los objetos que lo rodean, lo lleva a referirse a las formas de expresión artística teatral que suceden en espacios abiertos, plazas o calles, como «teatro de calle», claro está, para diferenciarlo de otras formas de expresión teatral o bien, tajantemente, de aquella que se realiza en espacios cerrados nombrada «teatro de sala». La directora del grupo Teatro Núcleo de Ferrara Cora Herrendorf ha mencionado que todas las manifestaciones culturales deberían volver a las calles, «la cultura es hoy de élite y de especialistas, esto ha pasado en todo el mundo y tenemos que volver a abrirlas no sólo nosotros, sino los gobiernos, entender que de otro modo se pierde la posibilidad de que la gente siga creciendo y amando su propia cultura y la de los demás» (Sánchez,

2002). Volver a estar en contacto, y cercanía con el ser humano. Con aquello que le es fuente, materia y destino: el ser humano. El término popular «teatro de calle» engloba desde las representaciones de payasos callejeros, cómicos de la esquina, estatuas humanas en las plazas, hasta espectáculos de pequeño y gran formato (Gil Zamora, 2004). Todo lo que se hace en la calle tiene cabida en ese término. A esto debemos sumarle que lo llamado «teatro de calle» es visto como un arte menor; por más moda que se encuentre y que sea anterior al que se realiza en los recintos cerrados (García Barrientos J. L., Teatro fuera de sí, 2009), es visto como un atraso (Gil Zamora, 2004), algo folklórico, de teatreros sin talento para el «teatro dramático», acontecimiento parateatral o suceso espectacular simplemente, sin más fin que su efímera existencia. Pero más allá de la aceptación o no de esta forma, estilo o procedimiento de trabajo, lo que nos interesa es determinar cuáles son los puntos significativos y preponderantes que determinan y delimitan el concepto «teatro de calle». En primer lugar delimitaremos el concepto teatro, no en referencia al lugar arquitectónico, sino como clase de espectáculo. García Barrientos (2007) menciona dos criterios para determinar el concepto: «la situación

Hombre pasmado. Fragmento. Tinta sobre papel. K ija no.


32 comunicativa y la convención representativa» (pág. 29). La situación comunicativa «viene determinada por el hecho de considerarlo el espectáculo de actuación por excelencia y se centra en la atribución del estatuto de sujeto, en plenitud y con exclusividad, a los actores y al público, efectiva y necesariamente presentes en el espacio y en el tiempo del intercambio especular» (pág. 29). Más adelante menciona que la «convención representativa que diferencia al teatro de otros espectáculos actuados consiste en una forma de imitación (re)presentativa (que, a la vez, representa o reproduce y presenta o produce) basada en la ‘suposición de alteridad’ (simulación del actor y denegación del público) que deben compartir los sujetos teatrales y que desdobla cada elemento representante en ‘otro’ representado» (pág. 29). En relación a estos dos criterios comenzamos a delimitar el objeto teatro «de calle» y dejamos de lado todas aquellas expresiones artísticas musicales, pictóricas o de «habilidades» (Crespin, 2004) que se suceden en la calle pero que no establecen la condición de opuestos y el «supuesto de alteridad» en un presente de la presencia. Por «de calle» se entiende aquel suceso teatral que tiene lugar fuera de un edificio arquitectónico destinado para esta manifestación, y que parte de una voluntad de abandonar ese recinto para «contactar con un público que no suele ir al teatro, de ejercer una acción sociopolítica directa, de aliar la animación cultural con la manifestación social, y de inscribirse en un espacio urbano a medio camino entre la provocación y la convivencia» (Pavis, 1998, pág. 444). Los puntos planteados generan los comentarios que los artistas de calle realizan comúnmente sobre el «teatro de calle»: símbolo de libertad en las artes, avance que ha generado nuevas posibilidades (Gil Zamora, 2004), forma de reivindicación del espacio público de la ciudad (Sastre, 2004), teatro democrático al alcance de todos. Por teatro de calle podemos atender a aquellas manifestaciones que se suceden en un espacio abierto, (principalmente urbano con lo que conlleva,1 de representación a partir de la implantación de la convención y la concepción de la pareja actor/personaje–público o es1. Roberto DeMatta (2002) caracteriza la oposición calle y casa, menciona «la categoría calle indica básicamente el mundo, con sus imprevistos, accidentes y pasiones, mientras que casa remite a un universo controlado, donde las cosas están en su debido lugar […] Así, los grupos sociales que ocupan la casa son radicalmente diferentes de los de la calle». Pág. 100. Es de nuestro interés por las características de un espacio y otro, así como por la diferenciación que se hace hacia los seres que componen un espacio y otro, que si bien son los mismos el espacio los afecta.

Retratos de cuatro señorones sin pelo en el pecho. Fragmento. Aguafuerte sobre metal. K i ja no.

pectador. En nuestra idea de teatro de calle la posibilidad de encontrar nuevos públicos, así como nuevos espacios, es una búsqueda constante de los creadores escénicos de teatro. Es por ello que al intentar definirla debemos platearnos o ceñirnos lo más posible a los principios estéticos, metodológicos y/o técnicos factibles en los espacios urbanos.

Cultura y a la tradición Del 1 al 2 de noviembre en la comunidad de Los Ángeles del Triunfo, Guasave, Sinaloa, México, la población indígena yoreme-mayo2 celebra el día de la llegada de los fieles difuntos, el día de muertos, celebración que ha comenzado quince días antes, pues los muertos siempre andan por allí y lo único que no podemos negar es la muerte. Los festejos deben iniciar con la instalación de la enramada, los altares, así como la preparación de los alimentos –guakavaki, wikirimbaki o totorimbaki, todos estos cocidos que se preparan con diferentes verduras y carne de res, iguana o rata silvestre– que para los vivos ayudará a esperar y acompañar a los muertos. Al ritmo de coyolis, tambores de agua y tenábaris los danzantes bailan toda la noche. La disposición espacial debajo de la enramada es la siguiente: los músicos se ponen en un lateral; frente a ellos y hacia ellos los danzantes están y bailarán unos la danza de los pascolas y otro u otros la danza del venado. La historia es muy sencilla: el venado anda entre los cerros saltando, corriendo libremente, de cuando en cuando levanta su cabeza como escuchando algo, el silencio. El danzante sale del lugar de la enramada y éste es ocupado por un grupo de pascolas que traen unas sonajas que asemejarían un palo o un machete con el cual dar caza al venado; ellos entran entre los cerros para perseguir al venado; el siguiente cuadro es la aparición del venado cuando los pascolas han dejado el lugar; es entonces cuando el venado baja a abrevar agua, de cuando en cuando levanta ahora su cabeza y serpenteando su espalda mira hacia un lado y otro; los pascolas 2. La población mayo conforma la comunidad indígena más numerosa que existe en el estado de Sinaloa; distribuida en los municipios de El Fuerte, Choix, Guasave, Sinaloa de Leyva y Ahome. La comunidad indígena mayo o yoreme, la última de las grandes naciones indígenas del estado de Sinaloa, heredera de una cultura ancestral, poco conocida y comprendida en nuestra época, durante el siglo XX tuvo que enfrentarse de forma ineludible, a los procesos sociales y económicos que transformaron el norte del estado de Sinaloa, cuyos efectos negativos, pusieron en riesgo la integración de su cultura y su propia supervivencia.


33 aparecen al momento que el venado sale; éstos identifican dónde tomó agua el venado y comienzan a seguirlo; ellos salen y el venado comienza a correr, de cuando en cuando alza su cabeza a la par que el danzante hace sonar su falda hecha de pequeños trozos de madera, se yergue sobre la punta de sus pies y mira hacia los lados, baja y continúa corriendo; los pascolas aparecen, lo cercan y lo matan, danzan alrededor de él; posteriormente, cuando los pascolas abandonan el espacio del ritual, el venado resucita y el ciclo de la vida reinicia. Algunos danzantes ven al venado como Cristo, pero lo que podemos ver claramente es el rito de vida y muerte, el ciclo eterno. Al despuntar el alba todos los participantes del ritual abandonan la enramada y a un lado de ésta tiran cohetes, fuegos pirotécnicos, que dicen con sus tronidos espantan a los malos espíritus pues es muy fácil que uno de estos se quiera llevar el alma de uno de los fieles. Esta danza sucede en el espacio cerrado del ritual, con la disposición espacial configurada por el tiempo y la tradición. En 1996, durante el Quinto Festival Cultural Sinaloa, se invitó a que los yoremes fueran a la ciudad de Culiacán para realizar su ritual del día de muertos. Cuando estos arribaron la enramada no estaba lista, el lugar que les habían asignado, la isla de Oraba3, se había inundado. Así que tuvieron que cambiar de espacio nuevamente. El lugar en el que terminaron fue el edificio de cultura del estado. Allí se guarecieron de las lluvias que ese día azotaron la ciudad debajo de un techo de cemento, entre una escalera y la sala de cine. En ese lugar colocaron sus instrumentos, sobre uno de los escalones la cazuela y en vez de golpear los danzantes el suelo de tierra muerta al que estaban acostumbrados querían hacer sonar el cemento de la civilización moderna. Este ritual no tuvo nada que ver con el que pude presenciar años después en Los Ángeles del Triunfo, del que hablamos al principio. Al perder el espacio el ritual se había afectado, lo que se vio fue algo más folklórico, una tradición acondicionada no de manera natural y orgánica a su tiempo. Durante los años 2009 y 2010, se cierra la calle Rosales de la ciudad de Culiacán el último domingo de cada mes para que una serie de eventos culturales, gastronómicos y educativos tengan lugar. La idea es que el transeúnte recupere la ciudad. En una de las calles de este evento organizado por el ayuntamiento, se coloca un danzante de venado. Su vestimenta es aquella que se puede reconocer como propia, pero no está la enramada, ni los músicos, ni los pascolas y, en su lugar, el danzante mues3. Cuenta la historia que en ella se celebró una batalla entre los nativos de la tierra y los conquistadores.

tra solamente los tres primeros momentos de la danza, sin la muerte final. Una grabadora suple a los músicos, y el chapopote la tierra bajo la enramada. Como telón de fondo, las casas, del siglo XIX. Se puede reconocer la estructura de la danza, se puede reconocer al danzante que es uno de los que ha bailado en los otros dos comentarios. Pero aquí resulta extraño, el ritual ha cambiado, es ahora la estructura que sostiene la presentación, ya no existe un campo ritual sino uno escénico, ya no baila para los músicos, sino hacia el público que se reúne a su alrededor, la enramada no marca el territorio de la danza y por ello el espacio en vez de ser cuadrado se torna circular,4 la participación del colectivo necesario para la realización del ritual (Merino, 1972, pág. 9), ya no es obligatorio. El danzante ya no intenta establecer a través de su danza un tiempo ritual distinto al de la comunidad, convirtiéndose en el puente entre lo místico divino y la tierra, ahora su intención es mostrar su danza, difundir su cultura, realizar una exhibición; pero a la par conlleva un pacto de convención entre el danzante venado y el público partícipe de un evento escénico que en su base es una celebración ritual, aunque la convención escénica no se logra de forma continua. Se puede decir para el último caso que se ha asistido a una representación que como «esencia tiene la teatralidad», y no a un ritual «que como esencia tiene la ritualidad» (Toriz, 2001). La disposición espacial orgánica en la calle o en la plaza será el espacio circular. Con dos posibilidades, la primera y más usual es la del público envolvente, y la segunda es la de representación envolvente. Volveremos a él más adelante. 4. Jesús G. Maestro (1996) hace mención de la disposición de los espacios dramáticos, menciona primeramente a Breyer, G.A. (1968) quien señala una serie de disposiciones espaciales entre la sala y escenario, hace referencia a estas como ámbito en T, U, O, L, H, F, X lo cual establece diversas formas de relación con el espectador. Posteriormente para cerrar el capítulo cita a la Bobes Naves (1987: 252) quien dice que «todas estas variantes pueden reducirse a dos situaciones: la de enfrentamiento y la de envolvimiento. La de enfrentamiento sitúa el escenario en oposición a la sala: a una sala, a dos en ángulo, a dos paralelas, con mayor o menor extensión en el escenario (T y F); la situación de envolvimiento encuentra su forma canónica en el ámbito en O e invierte las relaciones en el ámbito en X. Como ámbito intermedio se situaría el U, que pasa del enfrentamiento a un casi envolvimiento». El doctor García Barrientos (2007) en Cómo se comenta una obra de teatro menciona que las dos posibilidades de relación espacial son cerrada y abierta, y de esta disposición se desprenden todas las posibilidades, (pág. 65-68).

Retratos de cuatro señorones sin pelo en el pecho. Fragmento. Punta seca sobre metal. K i ja n o.


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Sopa vieja

D a n i el García López De s de que te ng o u s o de r a z ón me h a gu s ta l a c o c i n a , s u s ol or e s , s u s c ol or e s , s u textur a , pe ro s ob r e tod o s u s a b or .

A mi abuela paterna le aprendí a disfrutar de la comida con la boca, nos obligaba a comer hasta el último bocado de los platos, que no estaban mal servidos y siempre variados, ¿será por eso que nunca he podido ser delgado?, por eso nunca me pareció fastidioso comerme las cosas sin decir no me gusta, no lo he probado. También aprendí a disfrutarla con los ojos, siempre era un verdadero placer ver los procesos tan complicados de elaboración, en los que no estaban permitidos ningún alimento enlatado o comprado, como el consomé, que ella misma hacía poniendo a hervir grandes ollas de caldo con hueso blanco oreado, huacales de pollo, retazos de carne que hervían y hervían hasta obtener el caldo para hacer las sopas, aprendí a disfrutar de los olores; el de la masa con levadura cuando esperaba a que doblara su volumen para hacer el pan de huevo, la disfruté con el paladar, con el tacto pero sobre todo con el corazón. De ella y de mi madre aprendí su sazón, queriendo a veces rescatar de su memoria casi intacta desde hace cien años, cuáles eran las recetas que se elaboran en nuestra región, cuando el siglo xx estaba en sus inicios. De mi abuela he aprendido cuáles eran los procesos, los sabores, los menús que se servían sobre aquellas mesas de madera de cedro torneadas, de aquellas mesas que en uno de sus costados tenían una gaveta para guardar los cubiertos, que salían para colocarse sobre los manteles de lino almidonados y acompañar los platones de porcelana, de cerámica o barro. Uno de esos platillos que en otros tiempos era la de-

licia de las grandes festividades como navidad, bodas o reuniones de importancia, plato que por fortuna aún se sigue elaborando, es la sopa vieja, pero que en otros tiempos era llamada simplemente sopa o sopa catrina, ya que como dije antes era hecha para acompañar los platos principales de las grandes festividades. Es un platillo que refleja claramente la vida de la población sinaloense durante los albores del siglo xx, donde los elementos aportados por la cultura española eran amalgamados con elementos propios, creando con ellos platos que sabían claramente a una identidad propia donde cada uno de sus componentes era muestra clara de su forma de vivir. Para esta sopa se elaboraba la pasta con harina, huevo, sal y agua hirviendo, se amasaba y se hacían tortillas que se ponían a orear para poder rayarla y hacer el tallarín, mismos que después se hervían con sal y ajo. Este proceso actualmente está ya simplificado, adquiriendo un paquete con la pasta ya lista para cocerse. Aparte se pone en una sartén a freír en manteca chorizo de puerco, mismo chorizo que siempre se elaboraba en casa, en la mía se sigue elaborando, receta que fue traída desde España y que sigue vigente sólo en algunas partes como una hermosa postal de los tiempos idos. Ya que el chorizo está frito, se agrega un caldillo de tomate y chile de árbol para que la sopa no quede muy seca, a esto se le incorpora la pasta cocida y da inicio el proceso de armado. En un platón se pone una tanda de sopa, se le pone plátano en rebanadas, pasas, queso fresco rayado, chiles en escabeche en rajas, otra tanda de sopa, de los demás ingredientes hasta terminar con huevo cocido en rebanadas. Este plato era hecho para acompañar a la gallina frita, al lomo relleno o al guajolote en adobo, menú que era el propio para las fiestas de alta prosapia donde la música de orquesta perfumaba el aire de los viejos portales y zaguanes donde se llevaban a cabo las bodas después de tomar chocolate con bizcotelas. Olores, sabores, colores, nostalgias, todo reunido en un sólo plato, historia y tradición que se asoman por una ventana donde aún sigue vivo el gusto de un pueblo alegre, sincero y colorido como Guasave.


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El sue単o de la petenera. Tinta sobre papel. K i ja n o.


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