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MUERTE DE UN PIANISTA

Aleteó el alma del pianista y sintió la herida de la nostalgia. Tenía él, un sitio seguro junto a la clave de Salinas, allí donde el aire se serena viste de hermosura y luz no usada, en el cielo platónico de Fray Luis. Pero, mientras ascendía en la pureza de aquel aire, sabía que nada sería lo mismo sin su pianoforte; que sin aquella madera y todos los armónicos de aquellas cuerdas vibradas, nada de su querido mundo alcanzaría existencia. Por eso, dos lágrimas se le escaparon de sus pupilas mientras decía adiós. Y el piano desató todas las disonancias de la desesperación.

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