voces a
40
_
anos
Sumario Prólogo [Organización Política Hombre Nuevo] Del golpe de ayer a las tareas de hoy [Susana Ancarola] 40 años de diferencia entre una dictadura y otra [Carlos Aznárez] El terrorismo estatal fue el salvataje del capitalismo [Abel Bohoslavsky] ¿Qué procuró contrarrestar la dictadura militar en 1976? Lucha inter-burguesa y guerra civil y en la Argentina [Pablo Augusto Bonavena] El derecho a la revolución [Sergio “Cherco” Smietniansky] Dictadura Contrarrevolucionaria [Daniel De Santis] Crónica de un golpe anunciado [Manuel Justo Gaggero] El golpe de estado del 24 de marzo de 1976, hoy [Nicolás Iñigo Carrera] 40 Años de impunidad de los crímenes de estado [HIJOS La PLata] 24 de marzo de 1976 [Jorge Perez] 40 años después, sin perdonar ni poner la otra mejilla [Néstor Kohan] La razón ocultada: la violencia de masas, obrera y revolucionaria en la “década corta” (1969-1976) y el Golpe de Estado Cívico Militar en la Argentina de marzo de 1976. [Héctor Löbbe] El pasado que no pasa [Eduardo Lucita] A 40 años [Margarita Cruz] Seguimos creyendo en las utopías [Nora Ferreyra] ¿Quién ganó la democracia? La disputa sobre la Resistencia Obrera a la Dictadura [Pablo A. Pozzi] Reflexiones [Marcelo “Pajarito” Ramos] Ayer y hoy, ahora y siempre [Vanesa Orieta] La tarea pendiente es seguir luchando para cambiar el mundo [María del Carmen Verdú] Dolor del ayer, dolor de hoy... [Vicente Zito Lema]
4 6 8 11 14 16 17 19 20 24 26 28 31 34 37 39 41 44 45 46 48
contacto@hombre-nuevo.org organizacionhn 3
Prólogo por Organización Política Hombre Nuevo
S
on muchas las palabras que circularán ahora que se cumplen 40 años del inicio de la última dictadura, y es importante comprender qué discurso conforman, pues no son casuales ni ingenuos los posicionamientos que se expresan. No hay neutralidad posible en esta larga lucha entre opresores y oprimidos. No es azar que se programe coincidentemente para el 24 de marzo la visita de Barack Obama al país. Por el contrario, es todo un simbolismo, un mensaje. El presidente de la potencia imperialista más intervencionista de nuestra historia, el primer mandatario de un Estado militarista, causante y culpable de millones de muertes, de destrucción, exilio forzado y degradación del ser humano, el representante político de una nación que se sostiene a base de expoliación, guerra y saqueo, y cuya participación en el golpe del ´76 abarcó desde la preparación hasta la financiación, llega para dar un espaldarazo a la reversión neoliberal que promueven los bancos, el agronegocio y el capital transnacional a través de su gobierno del PRO. La visita a la Argentina busca además convertir a nuestro país en cabeza de playa para redefinir Nuestra América a la medida de sus necesidades. El amo imperial viene “a marcar la cancha” y recuperar el protagonismo que, tras las rebeliones de inicios de milenio y el despertar de proyectos antiimperialistas, se había visto atemperado. La pretensión de Obama de visitar los que fueron Centros Clandestinos de Detención, o de acercarse al Parque de la Memoria, debe ser repudiada sin miramientos, pues allí está el testimonio del destino de miles de compañeros y compañeras que lucharon por un mundo diametralmente opuesto al que la burguesía y el imperialismo representan. Con palabras claras lo decimos. Honrar la memoria de nuestros 30.000 es no “lavar” el sentido y convencimiento de su accionar. Ellos/as luchaban por la revolución y el socialismo, no por mudar de tiranos. Y por eso quisieron silenciarlos, callarlos. Buscaron confundir su palabra, tergiversaron su mensaje. Porque el terror de la burguesía es tanto un pueblo en armas como un pueblo con conciencia de clase, pues con esto se plantea aquello. Cataratas de tinta y montañas de reflexiones se acumularán (como cada 24 de marzo, como cada fecha
4
en que se disputa el sentido histórico) para hacer llamados a la cordura, valorar las instituciones, reivindicar la democracia, promover la confraternidad, la “concordia” o la “memoria completa”.
el mismo ritmo que en el resto del continente. Los grandes “ganadores” han atravesado este inicio de siglo con holgadas y abultadas ganancias, gobierne quien gobierne. Las disputas al interior de la clase en el poder pueden resultar en mejores o peores condiciones para dar la pelea, pero mediante el “opcionismo” entre unos y otros siempre ajenos no hay verdadera emancipación ni palabra propia.
Fue siempre el pueblo, nuestro pueblo, el pueblo pobre, el pueblo trabajador, el pueblo que no tiene fronteras, el que ha arriesgado la bolsa y la vida para conquistar sus derechos. El 2001 no fue “el caos” que nos proponen (y En esa búsqueda por el rearme de viejos–nuevos promachacan) recordar. Fue el yectos es que invitamos a pueblo en la calle diciendo compañeros y compañeras Convencidos de que la revolución no, diciendo basta, diciena escribir, en la convices necesaria y posible, seguros de do chau, en un hermoso ción de recuperar nuestra que ninguna clase dominante ejercicio de democracia historia, de analizarla, de popular y acción directa. comprenderla, de traerla se suicida, asumiendo que el Fue el nuevo despertar de al presente y proyectar un enemigo está dispuesto a robarnos los pueblos que intentan futuro. Se trata de coma nuestros muertos, a despojarlos escribir su propia histopañeros y compañeras de sus proyectos, nos planteamos ria. En este inicio de siglo, con diferentes historias la militancia hoy, aquí y ahora. Y incipientemente apenas, y recorridos personales, pues no ha sido fácil la taen distintos ámbitos de en el constante ejercicio del decir rea de reconstrucción de la militancia, y de diversas y el hacer es que pensamos la etapa que nos toca. corrientes. Pero todos/as importancia de esta publicación. ellos/as ejerciendo contraPara esa reconstruchegemonía a través de sus ción necesitamos volver sobre el significado de la última escritos, con la palabra motivando a la comprensión y a dictadura cívico–militar y traspasar la barrera de terror la acción, y dejándose insinuar entre sus líneas la convicque los dueños de todo erigieron aniquilando a una ge- ción y necesidad de estudiar nuestro pasado, comprender neración, expropiándonos a los y las mejores de noso- nuestros errores, organizar nuestro odio y nuestra rebeltros/as, quitándonos a quienes representaban el camino día para transitar el camino hacia nuestra segunda y defihacia un futuro con verdadero poder en manos del pueblo nitiva independencia, que sólo vendrá de la mano de una trabajador. Este es el tabú de la memoria congelada, del revolución socialista. reformismo en todas sus variantes y colores. A comienzos Convencidos de que la revolución es necesaria y pode los setenta, en consonancia con procesos similares en nuestro continente y el mundo, los explotados y los humi- sible, seguros de que ninguna clase dominante se suicillados habíamos logrado poner en pie un proyecto revolu- da, asumiendo que el enemigo está dispuesto a robarnos cionario. Reconocer esto, es para quienes peleamos hoy, a nuestros muertos, a despojarlos de sus proyectos, nos la bocanada de aire que permite salir del ahogo de lo que planteamos la militancia hoy, aquí y ahora. Y en el consse nos plantea como único mundo posible. tante ejercicio del decir y el hacer es que pensamos la importancia de esta publicación. El golpe de Estado de 1976 fue un golpe contrarrevolucionario. Estratégicamente, se buscó que depusiéraDe un período en que el socialismo, la revolución, la mos nuestro objetivo estratégico. Para ello, se abocaron lucha por el poder también fueron desaparecidos, la voz a liquidar a la vanguardia revolucionaria, desapareciendo y la palabra que las evoca y reconstruye, son parte del a sus cuadros, destruyendo sus organizaciones. Y como rearme ideológico que como pueblo necesitamos, y paresas organizaciones político–militares eran la expresión te de la múltiple tarea que como Organización Política más elevada de un amplio y profundo proceso de radi- asumimos, disputando y luchando en cada frente que sea calización popular, también se ocuparon los genocidas necesario. de destruir hasta el último atisbo de resistencia, de callar Por nuestros/as queridos/as 30.000 cualquier grito, de silenciar la razón. compañeros detenidos desaparecidos. ¡Hasta la victoria, siempre! Con ese objetivo, la dictadura avanzó a sangre y fuego, y allanó el camino a “la reconstrucción” nacional. ¡AVOMPLA! Desde entonces, la matriz productiva de la Argentina no ha sido modificada, y más allá de concesiones en lo cívico y social, el camino del Capital –en promedio– sigue 5
Del golpe de ayer a las tareas de hoy por Susana Ancarola Dirigente de ATE Sur, miembro de la Corriente Político Sindical Rompiendo Cadenas y del MULCS (Movimiento por la Unidad Latinoamericana y Cambio Social).
A
nte todo, necesitamos situar la dictadura que comenzó en 1976 –el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”– en un marco más amplio, internacional e histórico, porque este proceso no comienza el 24 de marzo ni ocurre sólo en nuestro país, sino que, con similares características, se reproduce en esos años en casi toda América Latina. Los sectores de las clases dominantes que promueven y preparan este Golpe, así como la “Fusiladora” en 1955 y la iniciada en 1966 con el “Onganiato” son los más directamente ligados (como representantes o socios) al imperialismo yanqui, a las empresas transnacionales, monopólicas. Entonces, la “necesidad” de las clases dominantes era a la vez asumida como parte de la consolidación de su poder asociado al capital financiero internacional en expansión. En disputa y limitado por la URSS y China para extender su hegemonía, derrotado política y militarmente en Vietnam por un pueblo desarrapado y tenaz, con procesos de liberación nacional extendiéndose en Asia y África, EEUU necesitaba consolidar su dominio en su “patio trasero”, donde llevaba ya más de una década la Revolución Cubana alzándose en rebeldía en las propias narices del Imperio, nacionalizando empresas yanquis, construyendo socialismo, con un pueblo en armas y en dignidad, iluminando otros procesos populares de resistencia. Escuela de las Américas, Plan Cóndor, doctrina de Seguridad Nacional fueron los instrumentos diseñados por la CIA y el Pentágono para hacer de las fuerzas armadas y servicios de inteligencia de los países latinoamericanos verdaderas fuerzas de ocupación en sus territorios, para imponer los planes económicos diseñados por las transnacionales y sus socios nativos. Argentina era por entonces el único país industrializado de Sudamérica, con grandes concentraciones obreras en las principales ciudades y una historia casi centenaria de luchas que, conjugando el bagaje ideológico y las experiencias políticas, atesorados en la memoria colectiva en experiencias concretas de unidad, solidaridad y organi-
6
zación, activaban todos los métodos de lucha cada vez que avanzaban políticas de entrega o mayor explotación y opresión. En ese camino, aún sin asumir mayoritariamente un proyecto político independiente de sectores burgueses, la clase obrera había sido durante años “el hecho maldito” para la oligarquía cipaya y entreguista. La Dictadura se propuso poner de rodillas a la clase trabajadora, al pueblo, y a las organizaciones populares, que no sólo resistían, sino que encarnaban proyectos revolucionarios de liberación nacional y social, orientados a la construcción de una sociedad diferente, con perspectivas socialistas. Desde antes del ´73 preparaban las transnacionales la ofensiva posterior al obligado retroceso o retraso en sus planes. Ellos nunca abandonaron el poder ni esperaron al ´76 para avanzar contra la organización obrera y política de la clase, como en 1975, en Villa Constitución. Con asesoramiento de la CIA, connivencia de los burócratas sindicales, con policía y patotas, con fuerzas parapoliciales amparadas desde el Estado, actuaron contra delegados y activistas sindicales y prepararon las listas con las que en la misma noche del 24 de marzo del ´76 fueron secuestrados cuerpos de delegados enteros. Se proponían exterminar toda organización de los trabajadores que pudiera sostener la resistencia a los planes de concentración monopólica y superexplotación que los grupos económicos venían intentando imponer durante el gobierno de Isabel Perón, rechazados con multitudinarios paros y movilizaciones populares organizadas desde los cordones industriales, que pusieron en retirada a los ministros del Rodrigazo. Como sostenemos en los Juicios a los represores, se llevó a cabo un verdadero genocidio con blanco en el grupo que podría oponer resistencia a su plan de “reorganización nacional”, una verdadera restructuración de la economía hacia mayor concentración y dependencia, de endeudamiento, desindustrialización, desmantelamiento del Estado de bienestar, y de los lazos sociales. Las organizaciones revolucionarias ya habían sido duramente golpeadas durante la avanzada represiva y fascista del gobierno de Isabel Perón y las 3 A, con el objetivo de reducirlas y aislarlas. Sin embargo,
a pesar de la represión y el silencio, a la intervención/ colaboracionismo en los sindicatos –y aunque pocas veces se visibilizara con la contundencia de los paros ferroviarios–, nunca pudieron aplastar totalmente la lucha obrera que aún sin representación gremial reconocida se sostuvo resistiendo a pie de máquina en las fábricas el aumento de los ritmos de producción o la reducción de puestos de trabajo, mediante medidas organizadas en los baños, juntadas hogareñas o partidos de fútbol. En verdad, esta reestructuración de la economía y la sociedad que se inició en la Dictadura recién pudo ser completada durante el gobierno de Menem, junto con el desmantelamiento del aparato productivo, el cierre de ferrocarriles, la primarización de la economía, la enorme reducción de la clase obrera industrial, tal como la conocíamos. Con una desocupación galopante se avanzó sobre conquistas históricas, imponiendo la precarización de las condiciones de trabajo, aumentando explotación y miseria. “A 40 años del Golpe y 200 de la Declaración de la Independencia, nuestro país sigue en manos de los enemigos de la clase trabajadora y el pueblo”. Sobre esta base, desde el MULCS (Movimiento por la Unidad Latinoamericana y el Cambio Social), junto a otras organizaciones, estamos lanzando una Campaña entendiendo que en medio del desafío de las duras luchas por delante, es imprescindible comprender la relación entre Dictadura y Dependencia: ambas son parte del proyecto de las clases dominantes. Las luchas de los pueblos de Nuestra América conquistaron la independencia política formal hace 200 años, pero tras duras luchas las clases más vinculadas al Imperio Británico lograron imponer un modelo dependiente a esa potencia, y luego de los EEUU. La gran burguesía agropecuaria, industrial, financiera y monopólica, estrechamente asociada al imperialismo, ha jugado un rol central en el sostenimiento de esa dependencia que ha limitado nuestro desarrollo nacional y social. Por eso, a pocos meses del bicentenario de aquel 9 de julio de 1816, afirmamos que Nuestra Argentina es, sin duda, un país cada vez más dependiente y desigual. En este 24 de marzo, Obama, el presidente de los EEUU responsable de invasiones que causaron miles de muertos, llega al país en simultáneo al escandaloso acuerdo con los Fondos Buitre impulsado por el gobierno de Macri y su gabinete de gerentes de empresas transnacionales y monopolios y partícipes de la dictadura, promotoras y beneficiarias de la estafa que significó la estatización de su deuda privada, involucradas en lavado y fuga de dinero. Su visita es, a la vez, provocación al campo popular y reafirmación de la nefasta continuidad histórica de los objetivos de la Dictadura que hoy pretenden. Sus primeras medidas (eliminación de impuestos a los agro-exportadores, liberación del tipo de cambio y la importación, que alimentó una estampida de precios,
ajuste y despidos masivos en el Estado, aval a los despidos en las empresas y chantaje para que optemos entre salario o empleo) son un ataque directo con el que nos arrebataron en días miles de millones de pesos. En el marco de la actual crisis mundial y el estancamiento local, su plan requiere limitar las paritarias, bajar el “gasto público”, reducir puestos de trabajo; avanzando sobre el derecho de huelga y reprimiendo la protesta. Heredaron para eso la enorme precarización laboral de los últimos 10 años, más la multiplicación de las fuerzas represivas y la Ley Antiterrorista impuesta por el GAFI (Grupo de Ayuda Financiera Internacional), a la que sumaron el “Protocolo” antiprotesta. Como hemos visto en nuestra historia reciente, no hay fracción de la burguesía que pueda encabezar consecuentemente la lucha contra estos enemigos. Necesitamos comprender masivamente la estrecha relación entre la Dictadura Genocida y la Dependencia como parte inseparable del proyecto de las clases dominantes, frente al proyecto de emancipación económica política, social y cultural que necesitamos construir desde nuestro pueblo. Las y los trabajadoras/es no nos someteremos mansamente a los planes de miseria. Una vasta experiencia de organización y lucha histórica y reciente ya aflora en múltiples acciones contra los despidos en el estado, en defensa del salario, de cooperativas y planes de empleo. Son nuestras las luchas y los métodos que pusieron en fuga a De La Rua, junto con su ajuste y corralito, así como a Duhalde después de la masacre de Puente
Necesitamos comprender masivamente la estrecha relación entre la Dictadura Genocida y la Dependencia, como parte inseparable del proyecto de las clases dominantes, frente al proyecto de emancipación económica política, social y cultural que necesitamos construir desde nuestro pueblo. Pueyrredón, arrancando concesiones y ganando las calles toda vez que intentaron que la represión sea la respuesta a nuestros legítimos reclamos. Al calor de la resistencia unitaria y masiva que sin duda daremos al ajuste, necesitamos construir una alternativa política de las y los de abajo, construyendo el poder capaz de acabar con la impunidad, los privilegios y la dependencia, que sólo puede ser encabezado por miles y miles de trabajadores y trabajadoras, de la mano de todos los sectores explotados y oprimidos de Nuestra Argentina y Nuestra América. 7
40 años de diferencia entre una dictadura y otra por Carlos Aznárez Periodista, director del periódico Resumen Latinoamericano. Ex-militante de Montoneros
E
l golpe cívico-militar-empresarial-religioso-mediático gestado por la oligarquía, con importante apoyo de los Estados Unidos fue coronado en marzo de 1976 pero venía siendo gestado desde mucho tiempo atrás, en función de los desvaríos y las complicidades del gobierno de Isabel Perón y José López Rega en primera instancia, y luego de la estrecha relación entre la viuda de Perón y sus secuaces (Italo Lúder, por ejemplo) con los sectores más reaccionarios de la cúpula militar. En realidad, todo se había hecho mal desde que Perón decidió dar por terminada –brutalmente para los sectores más combativos del peronismo– la llamada “primavera camporista” que sólo duró un par de meses, y que despertó esperanzas para quienes durante 17 años habían aguantado a pie de calle, de cárcel, de tortura y hasta de desaparición (recordar al obrero metalúrgico Felipe Vallese), lo que se dio en llamar la “primera resistencia”, y posteriormente “la segunda” con fecha inicial en la gesta del Aramburazo. Perón rompió un pacto no firmado entre sus jóvenes más leales y revolucionarios, a los que en su momento denominó la “juventud maravillosa”, o en el plano de la resistencia armada a la dictadura del general Lanusse, caracterizó como las “formaciones especiales”. El viejo general, acostumbrado a manejar pendularmente, de derecha a izquierda y viceversa, las pasiones y pensamientos políticos de su Movimiento, no pudo soportar que le disputaran el espacio del poder y mucho menos que en esa “aventura” estuvieran embarcados esos jóvenes militantes que habían crecido con el “Perón o Muerte” entre los labios, pero que ahora sentían que para ser coherentes había que seguir avanzando hacia la concreción de una Patria Socialista. Lo que vino después es más o menos conocido: el frus-
8
trado reencuentro del líder con su pueblo en Ezeiza, donde las bandas fascistas incluidas en el peronismo asesinaron a cientos de luchadores y luchadoras, el posterior discurso de Perón acusando a las víctimas de victimarios, la conformación desde el gobierno, bajo la coordinación de López Rega pero con el indudable visto bueno del General, de ese engendro criminal que fue la Triple A. Párrafo aparte, la ruptura entre los militantes de la Tendencia Revolucionaria y Perón, sintetizada en ese doloroso acto de Plaza de Mayo, en el que el General insultó no sólo a quienes tanto habían luchado para que él volviera, sino que quebró definitivamente la posibilidad de que el peronismo avanzara por una senda revolucionaria hacia el socialismo. Perón, eligió, como tantas veces a los burócratas sindicales y políticos, sabiendo que muchos de ellos eran parte del equipo de sostén y apoyo logístico (además de participar concretamente en asesinatos de militantes) de los mercenarios de la Triple A. Después de ese suicidio político, Perón murió y con él se fue el último gran referente de un momento que pudo ser glorioso para las clases populares, pero que no pudo ser por limitaciones ideológicas que cíclicamente se repiten en algunos movimientos de características progresistas. A la hora de romper con el molde capitalista, por más avanzadas que estén los sectores de base ligados a esas experiencias de poder, siempre aparece un freno (ideológico) y comienza una rápida involución.
El derrumbe del péndulo Tras la muerte de Perón, la puerta abierta al enfrentamiento entre peronistas de izquierda y elementos fascistoides de un Movimiento que siempre los contó en sus filas, se hicieron insoportables para la sociedad, que día a día se despertaba contando muertos y más muertos. A partir de ese momento, y con todos estos antecedentes a su favor –auge, descomposición y caída de un peronismo que abandonará la posibilidad de disputar poder a la
oligarquía y a sus patrones imperialistas– es que aparece Todo para imponer un plan económico al uso del FMI, el con mayor claridad una foto de cómo se había ido gestando Banco Mundial y las trasnacionales más voraces. Resultaa la sombra la idea intervencionista de los sectores más do: mayor endeudamiento, destrucción de los beneficios gorilas de las Fuerzas Armadas. Aprovechando el desqui- sociales adquiridos durante años de lucha, ilegalización cio del gobierno de Isabel y sus consecuencias “caóticas y de entidades gremiales y partidos políticos de izquierda. anarquizantes” (dos palabrejas que los militares y grupos Para ejecutar esas políticas hambreadoras, se necesitaba de derecha suelen usar siempre que desean dar uno de sus una represión sin antecedentes, a fuerza de desapariciones tradicionales zarpazos) sólo bastaba agregar un poco más (30 mil no es una cifra inventada sino un dato objetivo de de leña al fuego para que la caída se precipite. La proclama lo que fue esa barbarie), campos de concentración, encargolpista del general Videla a fines de 1975 en Tucumán, celamientos masivos y cientos de miles de desterrados indonde los combatientes del ERP mantenían con tremendo voluntarios. sacrificio una experiencia de guerrilla rural, dejaba en claro Aún en ese marco letal hubo resistencias de todo tipo. que a muy corto plazo, ese desgobierno “peronista” sería Desde conflictos de trabajadores que desafiaron al poder cosa del pasado. militar con huelgas y trabajo a desgano hasta acciones arA diferencia de otras épocas, donde el poder militar madas de organizaciones que a pesar de haber sido diezmaintervenía en las situaciones derivadas del accionar guber- das por la represión no dejaban de intentar recrear climas namental, en todos esos últimos meses habían preferido de hostigamiento a semejante enemigo. mantenerse como observadores frente al poder político y sus derivaciones, más allá de su activa y criminal partici- Resistir es vencer pación en la lucha anti-guerrillera. Preparaban así el clima para lo que pronto se convertiría en una de las dictaduras De esas insurgencias organizadas o silvestres era difícil militares más siniestras del continente. Ese poder militar enterarse debido a la gran censura informativa, pero exishabía advertido mejor que nadie que antes, durante y pos- tieron numerosos ejemplos de luchas, que analizadas desde teriormente al regreso de Perón, decenas de miles de jó- este presente adquieren una importancia mayor por haber venes con armas o sin ellas, en barrios, fábricas, colegios, sido practicadas en momentos de durísima represión. Prouniversidades y cuanto rincón del país así lo exigiera, ha- tagonizaban estas últimas, decenas de militantes juveniles bían ocupado un espacio de construcción de poder popular, orgánicos o desenganchados de las estructuras formales de contaban con una formación política de gran profundidad, los nucleamientos político-militares, o de los agrupamieneran austeros y rechazaban el consumo capitalista, imagi- tos de base, que por razones de seguridad o porque simnando para su generación y las futuras, la idea de vivir para plemente perdían los contactos, seguían la lucha según sus siempre en una nueva sociedad sin explotadores ni explo- propios criterios de autodefensa. tados. No sólo arañaban la También, y hay que destacarlo ahora que la derecha posibilidad de hacerse con Para ejecutar esas políticas intenta imponer una nueel gobierno a mediano plahambreadoras, se necesitaba va modalidad de discurso zo sino que estaban convenúnico, desde el peronismo cidos de que tomarían los una represión sin antecedentes, revolucionario y también cielos por asalto. Esa pera fuerza de desapariciones (30 desde organizaciones marcepción caló hondo también mil no es una cifra inventada xistas se pudieron armar en el enemigo más directo, sino un dato objetivo de lo que estructuras contrainformarepresentado por uniformafue esa barbarie), campos de tivas, tan útiles en tiempos dos que, renunciando a los de apagón total. Por haber principios de los ejércitos concentración, encarcelamientos formado parte de una de sanmartinianos, preferían masivos y cientos de miles de ellas, destaco el trabajo en adorar un tótem envuelto en desterrados involuntarios. ese sentido impulsado por la bandera de barras y estreRodolfo Walsh y quienes lo llas y en función de ello, y el odio visceral a todo lo que significara peronismo revo- acompañamos en la experiencia de la Agencia de Noticias lucionario o marxismo, es que decidieron emprender una Clandestinas (ANCLA). El tema de ANCLA era de una gran trascendencia: hanueva Cruzada. bía que transformar un espacio de clandestinidad en una Un “proceso” a la medida de Washington fuente contra-informativa y de denuncia sobre los desmanes, atropellos, violaciones de los derechos humanos Entre marzo de 1976 y abril de 1982 las tres fuerzas ar- (torturas, asesinatos, campos de concentración) y demás madas aplicaron todas las enseñanzas de la Escuela de las fechorías que estaban cometiendo los militares de las tres Américas y la estrategia de aniquilamiento de la Escuela armas, y el grupo importante de civiles que les acompañaFrancesa utilizada en Argelia y en otros países de África. ban en el genocidio. Además, se hacía fundamental eludir 9
la censura para dar a conocer las numerosas acciones que el aspecto laboral, descargando una oleada de despidos la resistencia popular (no solamente la armada) estuviera que afectan al ámbito estatal y privado. generando día a día en cada rincón del país. La experienEl país vive otra dictadura, esta vez “democrática”, lecia duró poco más de un año, pero como decíamos en ese gitimada por los votos, de la misma manera que la del 76 lo entonces, se logró demostrar que “se puede hacer buen fue por las armas y el beneplácito de franjas reaccionarias periodismo en tiempos muy difíciles”. Y obtener victorias de la población. La sociedad, por lo menos esa parte que perdurables, como fue la Carta a la Junta Militar que es- votó al macrismo, se está fascistizando rápidamente, tanto cribiera Walsh, poco antes de caer asesinado en combate. como el lanzamiento de decretos involucionistas por parte Después de la rendición humillante de Malvinas, la del gobierno. El revanchismo impera en todos los órdenes dictadura comenzó a preparar su retirada, en la medida que de la embestida derechista y se están recorriendo caminos los sectores populares –algunos de los cuales erróneamente que van a terminar en más ataques a los derechos humanos habían apoyado esa aventura convocada por Galtieri– re- y a la voluntad de un amplio sector del pueblo de defendernovaban con más bríos su rechazo al modelo autoritario los y profundizarlos. impuesto por la fuerza de las armas. De hecho, no hubo Se vive un clima de policialización de la sociedad. Unicaída estruendosa sino traspaso de un modelo que ampa- formados de distintas procedencia –muchos ya existían en raba el Terrorismo de Estado a otro representado por una el anterior gobierno– se hacen fuertes en las calles y tratan seguidilla de gobiernos que abrevaban en la democracia de interferir en contra de la organización popular. A esto burguesa y representativa. Democracias rigurosamente hay que sumarle la aparición de núcleos paramilitares que vigiladas por Washington, que envió cíclicamente contin- operan en barrios humildes y suman de esta manera más gentes de multinacionales y especialistas en megaminería, terror a un panorama de por sí muy delicado. agronegocios y devastación territorial. Frente a estas situaciones, la resistencia es casi una Párrafo aparte exige la lucha de los organismos de obligación de quien se sienta militante por la vida. De derechos humanos, sobre todo Madres y Abuelas, que la misma manera que en tiempos de la dictadura miliestuvieron al frente de la lucha por los 30.000 deteni- tar siempre hubo hombres y mujeres que no se callaron dos-desaparecidos en plena época dictatorial y redobla- frente a la injusticia, o trabajadores que desafiaron auron la exigencia en la batalla contra las leyes de im- mentos, despidos y la presencia militar en las fábricas, punidad (Obediencia Debida, Punto Final y el nefasto hoy se hace necesario recordar los motivos, las ganas indulto menemista). Todas y el coraje de nuestros 30 estas instancias fueron mil hermanos y hermanas La resistencia es casi una obligación contestadas en la calle y que desafiaron todas las de quien se sienta militante por ese esfuerzo fue el ariete adversidades y despuntaprincipal que una vez lleron una lucha por el sola vida. De la misma manera que gado el Kirchnerismo al cialismo hasta las últimas en tiempos de la dictadura militar gobierno, le permitió imconsecuencias. Si no lo hisiempre hubo hombres y mujeres pulsar la revisión de todo ciéramos, si apostáramos a que no se callaron frente a la lo actuado anteriormente esperar “a ver qué pasa”, injusticia, o trabajadores que y dar vía libre a juicios de si nos equivocáramos sublesa humanidad que lograestimando al enemigo que desafiaron aumentos, despidos y la ron meter en la cárcel a nuhoy enfrentamos, pensanpresencia militar en las fábricas, merosos genocidas. do en retornos a más de lo hoy se hace necesario recordar mismo, o miráramos a un los motivos, las ganas y el coraje Este oscuro presente costado por cobardía, la de nuestros 30 mil hermanos y derecha imperialista verá Ahora, a 40 años de allanado el camino para hermanas que desafiaron todas las aquellos años de plomo, es quedarse varios años en el adversidades y despuntaron una indudable que el panorama gobierno. lucha por el socialismo hasta las local y regional ha camEn memoria de Rodolúltimas consecuencias. biado superlativamente. fo Walsh y Haroldo Conti, Por lo menos, en la recién de Santucho y Pujadas, del inaugurada experiencia macrista comienzan a visibili- Carlón Pereyra Rossi y de Silvio Frondizi, del Padre zarse actitudes, gestos e iniciativas ligadas a fragmen- Carlos Mujica y Rodolfo Ortega Peña, no nos podemos tos del discurso autoritario de la dictadura. Tanto en lo permitir más fragmentaciones, y sí debemos tratar de económico, donde se avanza nuevamente hacia la im- iluminar la unidad en la acción, buscando saldar uno de posición de un plan neoliberal, que como en el caso del los grandes temas pendientes en el campo de la izquierimplantado por José Martínez de Hoz en 1976, necesita da popular y revolucionaria. Si lo logramos, lo demás de la represión para facilitar su predominio, como en vendrá solo. 10
El terrorismo estatal fue el salvataje del capitalismo por Abel Bohoslavsky Médico. Militante del PRT-ERP en frentes sindicales, sanitarios, de propaganda e internacionales. Trabajó también como periodista en diversos medios de Argentina, México y Nicaragua, país donde fue internacionalista en los años ochenta. Es autor de Biografías y relatos insurgentes, publicado en Sísifo nro. 1, nov. de 2011 y Los Cheguevaristas, del cordobazo a la Revolución Sandinista, Imago Mundi 2016. Es integrante de la Corriente Político-Sindical Rompiendo Cadenas.
L
a intervención de las Fuerzas Armadas en la política es consustancial con la historia argentina desde las guerras civiles del siglo XIX y el proceso de Organización Nacional que dio origen al Estado. Con esto queremos adelantar dos conceptos:
1) que estas FFAA no tienen su origen en los ejércitos y guerrillas independentistas que tuvieron sus primeros escarceos en la Resistencia a las invasiones inglesas y culminaron con el fin de las guerras de la Independencia a mediados de la década de 1820 2) que las FFAA fueron protagonistas del desarrollo de las clases capitalistas en la economía, la política, la cultura y en la construcción de las historias oficiales. Dos ejemplos son elocuentes al respecto: la “conquista del desierto” –el exterminio de los pueblos aborígenes, primer gran genocidio de Nuestra Historia– fue la base para el desarrollo del capitalismo agrario y la formación de la clase terrateniente a partir de un hecho bélico en el siglo XIX. El nacimiento del principal movimiento político del siglo XX –el peronismo– a partir de un golpe militar y la inserción de esas FFAA con un movimiento de masas de base obrera y con un caudillo militar convertido en su jefe político. Tras medio siglo de predominio del anarquismo, el socialismo y el comunismo –originalmente antimilitaristas, ya que en sus raíces eran genuinamente proletarios– el peronismo logró crear un imaginario en el ideal de “la unión del pueblo con las Fuerzas Armadas”. La democratización que el peronismo realizó en las relaciones económico-laborales resultó intolerable para el capitalismo y eso generó las causas del golpe militar de 1955, en que esas mismas FFAA retornaron a políticas
de guerra para recomponer el orden del sistema. Desde bombardeos a ciudad abierta con aviones con la insignia “Cristo Vence”, hasta la militarización de fábricas y servicios (frigoríficos, ferrocarriles, bancos) fueron políticas bélicas complementadas con las clásicas represiones policiales. El entrelazamiento de cúpulas empresariales y mandos militares reprodujo en ese período lo ocurrido el siglo anterior con los Mitre, los Roca y la naciente clase terrateniente. Desde el TIAR de 1947, la alianza subordinada de las FFAA con la potencia imperialista norteamericana (desplazando a la declinante Gran Bretaña), consolidó el alineamiento de Argentina al “occidente cristiano”. No se puede entender el golpe de 1976 sin aquel del ’55 y sin el de 1966. Con el Onganiato, los gerentes de la Unión Industrial y la Sociedad Rural pretendieron terminar con la inestabilidad política derivada de la proscripción del peronismo, las crisis económicas resultantes de los ciclos de expansión/recesión y de los embates reivindicativos de la clase obrera sindicalmente organizada. Si el golpe del ‘55 forzó el ingreso del FMI al dominio económico, el del ‘66 fue parte de la estrategia contrainsurgente continental puesta en marcha por EE.UU. tras el rápido fracaso de la Alianza para el Progreso, como estrategia para enfrentar los auges de masas insurgentes estimulados por el ejemplo de la Revolución Cubana a partir de 1959. No olvidar: la jura de Onganía fue acompañada por los máximos directivos de las 62 Organizaciones gremiales peronistas (Vandor y Alonso) y bendecida por el jefe de la Iglesia Católica, el cardenal Caggiano. El exiliado general Perón ordenó a su amplia base popular: “Desensillar hasta que aclare”. Como ironía y cachetazo histórico, el 29 de mayo de 11
19691, la clase obrera irrumpió con fuerza inusitada con síntomas de la antesala de una situación revolucionauna huelga antidictatorial que se convirtió en una suble- ria. En pleno régimen constitucional, derrocamientos vación de masas (no una insurrección, más allá de su si- de gobiernos provinciales, operativos militares en gran militud, porque no tenía planteado la toma del poder). El escala (“Independencia” en Tucumán, “Serpiente roja” Cordobazo abrió un período histórico que hizo florecer en Villa Constitución), asesinatos selectivos y en masa dos fenómenos incubados en 14 años de resistencia: el y miles de presos políticos, mostraron el componente sindicalismo clasista y la insurgencia armada. Rosaria- bélico desde el Estado para enfrentar la crisis. Las jorzos, Cipolettazos, Choconazos, Tucumanazos, Mendoza- nadas de junio/julio 75 fueron las movilizaciones de zos, expandidos por toda la geografía y nacientes fuer- masas más grandes de Nuestra Historia. Las Coordinazas irregulares, pusieron en jaque doble a la dictadura, doras Interfabriles, nacidas en fábricas y sindicatos al la cual, de sus prácticas incipientes de terrorismo estatal margen y en contra de las burocracias, enfrentaron el (fusilamientos, desapariciones, ilegalización de partidos plan ultraliberal de un gobierno nacido como democráy sindicatos), tuvo que retroceder. El peligro era la inci- tico y popular, que en menos de dos años se convirtió piente fusión del ideario socialista en los movimientos en un régimen fascistoide. Y su “oposición”, en boca de masas. El caudillo militar general Lanusse (ícono del del jefe de la UCR Ricardo Balbín, estigmatizaba a las “gorilismo” de la gran burpróximas víctimas como guesía) tuvo que recurrir “la guerrilla industrial”. Los militares instruidos por al “Gran Acuerdo” con su Esa crisis no tuvo un desla Escuela de Guerra francesa archienemigo Perón para enlace revolucionario. pactar una salida electoral. Las FFAA se enfilaron a planearon el exterminio físico y Acuerdo y trampa. Perón sustituir un gobierno que las gerencias de las empresas y las supo apoyarse en el auge se derrumbaba por la inburocracias estatales dispusieron y con su prestigio, sorteó capacidad de los partidos las “listas” de las futuras víctimas. las trampas y el peronismo tradicionales de enfrentar La Iglesia Católica conformó el proscripto 17 años retornó al movimiento obrero en al gobierno. “¡Se van, se rebeldía y a las fuerzas apoyo “espiritual” para que los van / y nunca volverán!” insurgentes, cuya militanjefes y sus fuerzas de tareas se entusiasmaban las movicia influía decisivamente pudiesen sostenerse anímicamente lizaciones del 25 de mayo dentro de las Coordinaen la ejecución del genocidio de 1973. En menos de un doras. El general Videla, planificado. mes, la ilusión popular se ungido jefe del Ejército, encontraría con un nuevo anticipó en la Conferencia baño de sangre en plena democracia restaurada: el 20 de de Ejércitos Americanos (noviembre 1975) que “tenjunio, la masacre de Ezeiza pondría la política armada drán que morir todos los argentinos que sea necesario” esta vez en lo que sería el gobierno popular. Debutaron y en esa Navidad anunció desde los campos de concenallí sus fuerzas parapoliciales/paramilitares. Nada mejor tración ya instalados en Tucumán, que se harían cargo para caracterizar todo ese período, que el propio Perón al del gobierno en tres meses. día siguiente de la masacre: En esos momentos vertiginosos, las FFAA nece“Los peronistas tenemos que retornar a la conduc- sitaban que el tiempo y la brutal represión desgastación de nuestro movimiento, ponernos en marcha y neu- sen al movimiento de masas que empezaba a declinar, tralizar a los que pretenden deformarlo desde abajo y entre otras causas, porque las fuerzas revolucionarias desde arriba (…) Por eso deseo advertir a los que se tra- no supimos alcanzar la unidad política necesaria para tan de infiltrar en los estamentos populares o estatales constituir una alternativa de poder. Los militares insque por ese camino van mal…Conozco perfectamente lo truidos por la Escuela de Guerra francesa planearon el que está ocurriendo en el país. Los que crean lo contra- exterminio físico y las gerencias de las empresas y las rio se equivocan. Estamos viviendo las consecuencias de burocracias estatales dispusieron las “listas” de las fuuna postguerra civil que, aunque desarrollada emboza- turas víctimas. La Iglesia Católica conformó el apoyo damente no por eso ha dejado de existir”. “espiritual” para que los jefes y sus fuerzas de tareas Por las condiciones en que le tocó reasumir la conduc- pudiesen sostenerse anímicamente en la ejecución del ción de su movimiento y del Estado, el veterano general genocidio planificado. Así se llegó al 24 de marzo de no dudó en decidir que la “postguerra civil” requería una 1976 que abrió el período del triunfo de la contrarreestrategia y una metodología de guerra civil. volución armada. “Como los nazis, como en Vietnam”, El fracaso del Pacto Social con el que las cúpulas tituló acertadamente el periodista y militante riojano empresarias y los caciques sindicales intentaron con- Alipio Paoeltti para graficar la época. tener las luchas sociales y la muerte prematura del Es muy pérfido que un tal Lopérfido –funcionario presidente Perón, precipitaron una crisis que dio los del gobierno de la Alianza UCR-Frepaso y ahora del 12
gobierno PRO-UCR– pretenda suavizar la magnitud del genocidio cuestionando las cifras de víctimas del terrorismo estatal. Las FFAA argentinas, fieles alumnas de sus instructores yanquis y franceses –y de profesores de la Escuela de Guerra como Mariano Grondona–, aprendieron de las experiencias de las dificultades de las dictaduras vecinas socias en el Plan Cóndor para afrontar los “costos políticos” del genocidio. Los campos de concentración y los desaparecidos fueron la impronta argentina de una escalada contrainsurgente continental. El capitalismo argentino fue así “salvado” de su inminente debacle: la Revolución en ciernes, requería de una contrarrevolución armada. Y reconfiguró sus características económicas cuyas secuelas llegan al día de hoy. La clase obrera perdió conquistas materiales y retrocedió muchos escalones en sus condiciones de vida. La inicial impunidad de los criminales del terrorismo de Estado tuvo su origen en los acuerdos que al final de la dictadura sellaron las FFAA con las direcciones de los partidos políticos que se harían cargo en lo sucesivo de los gobiernos constitucionales. Esos acuerdos fueron posibles porque el desplazamiento de la dictadura no fue un derrocamiento revolucionario y porque no se estaba en presencia de un auge de masas. El movimiento obrero había sido descabezado a sangre y fuego. Su resistencia desordenada a partir de los paros de octubre del ‘77, de la huelga de abril del ‘79 y con mayor fuerza, la del 30 de marzo del ‘82, no pudo recomponer una organización como la que había madurado en las Coordinadoras de Gremios en Lucha en el ‘75. Las organizaciones revolucionarias estaban diezmadas, sin influencia alguna en los movimientos de masas. El enjuiciamiento simultáneo de tres de las Juntas Militares (exceptuando al último dictador) y a los estigmatizados “jefes de la subversión”, fue la expresión de la “teoría de los dos demonios” que hoy se intenta reflotar. Pero los juicios a las Juntas tuvieron una repercusión que traspasó la censura televisiva de los mismos impuesta bajo el gobierno de Alfonsín. El inicio de nuevos juicios a mandos intermedios desató asonadas militares que fueron exitosas al obtener las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. El primer gobierno de la restauración constitucional fue derribado por un “golpe de mercado”, porque las FFAA, al quedar al desnudo, perdieron la eficacia que requieren los capitalistas. El terror militar fue sustituido por el terror del telegrama de despido y la hiperinflación. El gobierno de Menem, que lo sucedió, vino a imponer la continuidad y la escalada del plan ultraliberal aplicado por las FFAA en el gobierno. Y consagró con el indulto a los genocidas condenados en 1990 la promesa del justicialismo en 1983 de amnistiar a los militares. Pero la rebelión popular que estalló cuando el presidente De la Rúa impuso el Estado de Sitio lo puso en fuga en diciembre de 2001. Una rebelión democrá-
tica contra la institucionalidad democrática. Se abrió un nuevo período durante el cual, entre muchísimas demandas, el mismo Congreso que había sancionado leyes de impunidad se vio forzado a anularlas. Los juicios por crímenes de lesa humanidad fueron una victoria de la consecuencia de las luchas de los organismos humanitarios que ningún partido político del sistema jamás adoptó como programa, pero que el gobierno de Kirchner le dio curso, para recomponer la institucionalidad destrozada. Fue parte de la tarea de reconstruir “un capitalismo en serio”, objetivo que efectivamente alcanzó, ya que como admitiera reiteradamente la presidenta Cristina Fernández, en la misma larga década, los propietarios del país “se la llevaron en pala”. Por eso, el revanchismo gorila reinstalado tras el fracaso del “progrepopulismo” con la alianza Cambiemos (cambio marcha atrás) busca las formas pérfidas de revertir y/o detener las muchísimas causas judiciales pendientes. Esta lucha política está planteada. Dejemos en claro una cosa. La verdad histórica no es una “verdad judicial” surgida de los estrados de un Poder del propio Estado cuestionado. Pero esto no significa rechazar los planteos de continuidad de juicio y castigo a los genocidas. Respaldarlos activamente es muy importante, porque toda acción que ponga de relieve a la luz los hechos criminales y desnude una y otra vez la impunidad que aún gozan los genocidas civiles y militares debe ser alentada. Pero una vez más insistimos que no debe confundirse la verdad histórica con el esclarecimiento judicial. Sobran testimonios y documentos que prueban la participación directa de militares, policías y empresarios en detenciones, secuestros, torturas, violaciones, desapariciones y asesinatos. Si la burguesía durante cuatro décadas intentó la protección de los represores directos (personal de las FFAA y de Seguridad), sus mandantes (los ejecutivos de las empresas de larga lista), los que dieron cobertura “espiritual” (Iglesia Católica) y los que fueron sus cronistas de guerra (dueños de muchos medios de comunicación) y hoy intenta revertir esa conquista histórica, es un imperativo moral y político dar esa batalla en todos los terrenos. Reconstruir la memoria histórica en el presente es algo más que una intensa labor de historiadores consustanciados con las luchas históricas de emancipación nacional y social, es parte de la lucha ideológica en la construcción de un futuro sin impunidad ni opresión. Es nuestro compromiso a 40 años del terrorismo de Estado.
1. Para un análisis más pormenorizado de este período histórico, ver Abel Bohoslavsky, Biografías y relatos Insurgentes, Edición CESS-SITOSPLAD, 2011 y Los Cheguevaristas, del cordobazo a la Revolución Sandinista, ImagoMundi, 2016
13
¿Qué procuró contrarrestar la dictadura militar en 1976?
Lucha inter-burguesa y guerra civil en la Argentina por Pablo Augusto Bonavena
Licenciado y Profesor en sociología en la carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y del Departamento de Sociología de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Investigador del Instituto Gino Germani de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.
A
ún en nuestra actualidad, a 40 años del inicio del llamado Proceso de Reorganización Nacional, persisten los obstáculos epistemológicos para caracterizar el período que lo precedió. La dictadura instalada en 1976 suturó, a sangre y fuego, el alto nivel de confrontación social violenta que vivió nuestro país durante el siglo XX. Cerró la etapa donde las burguesías locales dirimieron militarmente sus posturas a favor de distintos modelos de acumulación, imponiendo la hegemonía de la gran burguesía finan¬ciera1. No casualmente, con anterioridad al golpe del 24 de marzo, las principales expresiones políticas de la burguesía habían sido diferentes fracciones de las fuerzas armadas estatales, que desplazaron con gran frecuencia la vigencia de sus partidos políticos orgánicos: el sistema político una y otra vez se vio relegado como alternativa a favor de una sucesión de golpes de Estado y golpes de mano. El bombardeo a la Plaza de Mayo en 1955 es un símbolo del carácter militar de las disputas interburguesas; los levantamientos de los genera¬les Juan José Valle y Miguel Ángel Iñiguez muestran esta propensión desde el peronismo, fuerza política que justamente se estructuró desde un sector del Ejército a través de un golpe de Estado; el combate entre “Azules” y “Colorados”, a comienzos de la década del ´60, es otro ejemplo irrecusable de la tendencia señalada. La violencia material directa fue combinada con restricciones de las libertades políticas y proscripciones. El avasallamiento de la Constitución Nacional y los estados de excepción signaron la lucha política durante décadas. Estos enfrentamientos entre fuerzas burguesas generaron, en algunas circunstancias, las condiciones para que la clase obrera consolide su ciudadanización política y social; también para que se independizara, al menos en algún grado, de sus tutelas. El avance hacia la autonomía obrera que se registró fi-
14
nalizando la década del sesenta fue el correlato de la lucha armada entre fracciones de la burguesía. Para encontrar los antecedentes de la cuestión que nos interesa aquí, debemos retrotraernos a la confrontación entre peronismo y antiperonismo, forma que adquirió la dominación y explotación sobre la clase obrera durante varios años. La ruptura de este eje de contradicción, luego de la asonada militar que terminó con el gobierno peronista en 1955, abrió un proceso ascendente hacia la unificación y autonomía de la clase, circunstancia que ya se observaba incipientemente desde el agotamiento del modelo económico peronista a finales de la década del ’40. La rápida disolución del gobierno y partido peronista con los golpes del ´55, más la ofensiva de la “Revolución Libertadora” sobre las conquistas de los trabajadores, obviamente junto a otros factores en el marco general de la mencionada guerra entre facciones burguesas, favorecieron la profundización de la autonomía obrera y las posibilidades de establecerse como un “partido político” que actuara según sus propios intereses2. Frente al fracaso de la “Revolución Argentina” instalada a finales de junio de 1966 —que tenía como objetivo acaudillar al conjunto de la burguesía, disciplinar a los sindicatos y cerrar las puertas al “comunismo”—, se inició a partir del año 1968 un avance de la clase obrera en sentido ascendente, que tuvo una de sus máximas expresiones en los sucesos nucleados en torno al llamado Cordobazo en mayo de 1969, que contaban con el proletariado industrial y el movimiento estudiantil como protagonistas principales3. Un tiempo después, en marzo del 1971, el Viborazo confirmaría la disposición del proletariado para librar sus luchas, articulado con fuerzas políticas de izquierda. Estos hechos unificaron a la burguesía en un diagnóstico que confirmaba sus peores vaticinios: había llegado la “subversión” a la Argentina. Coincidían en que el temido enemigo había iniciado sus acciones en nuestro territorio. En estas circunstancias, los sectores más poderosos de la burguesía se dividieron en dos grandes orientaciones que mostraban distintas maneras de enfrentar la amenaza, visiones que tenían como correlato, asimismo, dos modelos de acumulación. Simplificando, una articulaba la porción
del capital preponderantemente financiero; y la otra, expresaba fundamentalmente al gran capital industrial; también disentían sobre la articulación con el capital transnacional. La primera de estas fracciones postulaba el aniquilamiento militar directo y contundente de la fuerza insurgente que, aún en proceso de constitución, había demostrado una alta capacidad de rebasar los dispositivos represivos en la lucha callejera. Tuvo que esperar hasta el año 1975 para retomar su iniciativa. La segunda, en cambio, proponía una salida institucional a la crisis, subordinando la intervención militar a la rehabilitación del sistema político. Ante la acción autónoma de la clase obrera y la incipiente constitución, por su impulso, de una fuerza de carácter revolucionario, la guerra entre burgueses devino en guerra contra la “subversión”4. Como sabemos, se impuso esta última opción en condiciones de una tregua entre grupos de la clase propietaria. Esta línea avanzó a partir de la caída del general Juan Carlos Onganía y su manifestación política fue el Gran Acuerdo Nacional (GAN). Su mentor, el general Alejandro Agustín Lanusse, planteaba la necesidad poner en funcionamiento el sistema político de partidos para superar un importante obstáculo que desaconsejaba, según su análisis, la táctica de la otra fracción: “La lucha frontal contra lo que, para nosotros, era ya el enemigo subversivo, se hacía especialmente difícil en lo relativo al aislamiento en que nos encontrábamos”5. Evaluaba que la insistencia en la represión sistemática favorecía al oponente “subversivo”. Visto desde la perspectiva político-militar, el GAN suponía un repliegue de las fuerzas armadas del ejercicio del gobierno con el fin de romper un cerco, limitando la acción armada contra lo que declaraba su enemigo. A diferencia de la otra fracción, apostaban a la política por sobre una guerra frontal. También sus componentes mayoritarios impulsaban un programa que afectaba los intereses del gran capital financiero. Por eso, el llamado “Pacto Social” impulsado por el gobierno del FREJULI fue cuestionado inmediatamente por “derecha” y por “izquierda”. Ante su rápido agotamiento, reaparecieron las pretensiones hegemónicas de la fracción del capital que se encontraba a la espera de su oportunidad. La vigencia del sistema político desde mayo de 1973 no resolvió la crisis. La represión legal e ilegal del gobierno justicialista, con recursos como la Triple A, no resolvió el problema. El avance de la autonomía de la clase obrera, no sin idas y venidas, mantuvo permanencia y la llamada “subversión” conservó su carácter de amenaza. Los litigios entre bandos burgueses, asimismo, tampoco aminoraron. Un nuevo golpe de estado contra la fuerza expresada en el maltrecho gobierno y contra la acción de la fuerza popular se hacía cada día más inminente. Más allá de las diferencias entre fracciones burguesas acerca del desarrollo capitalista, como vemos, todas postulaban la necesidad de una estrategia político-militar frente a la emergencia del “enemigo subversivo”. Se com¬por¬taban con la convicción de que la situación era de guerra, y la falta de coincidencias tácticas obedecía a diferentes maneras de articular la acción política y militar en esas condiciones.
La burguesía siempre mantiene una política armada y cuando considera amena¬zada su existencia como clase busca el aniquilamiento de la fuerza social que le disputa el poder. De esta manera, nuestro país transitó una situación de guerra civil que fue resuelta de manera sangrienta contra los intereses populares, configurando la sociedad que hoy vivimos6. No hay amenazas a la dominación burguesa por estos días, ni pugna por los modelos de acumulación como lo atestiguó la segunda vuelta electoral entre Mauricio Macri y Daniel Scioli en los últimos comicios nacionales. Los últimos intentos de revivir el litigio se apagaron sin estridencias. Entender el carácter de aquellas confrontaciones y su desenlace es vital para pensar otro modelo de sociedad sin los grandes padecimientos que sufre una enorme porción de la población. También para cambiarla con radicalidad, tarea que hace indispensable pensar la guerra.
1. Asborno, Martín (1993); La moderna aristocracia financiera. Argentina 1930/1992. Buenos Aires: El Bloque Editorial. 2. Hablo de la clase obrera como partido político en el sentido que le asigna Marx. Véase al respecto, Zofío Vidal, Ricardo (1994): Revolución burguesa y desarrollo del proletariado como clase partido en El 18 Bruma¬rio de Luis Bonaparte de Carlos Marx, Luján. Documento de Trabajo. Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Luján. 3. Me refiero a un conjunto de levantamientos de masas, aunque no todas tenían el mismo contenido social y político: 1) Primer Jujeñazo de junio de 1968 en San Salvador de Jujuy; 2) Primer Platazo de septiembre de 1968 en la ciudad de La Plata; 3) Quinterazo de marzo de 1969 en Villa Quinteros, Tucumán; 4) Ocampazo de abril de 1969 en Villa Ocampo, Santa Fe; 5) Correntinazo de mayo de 1969 en Corrientes capital; 6) Chacazo de mayo de 1969 en Resistencia, Chaco; 7) Primer Rosariazo de mayo de 1969 en Rosario; 8) Cordobazo de mayo de 1969 en Córdoba capital, 9) Primer Tucumanazo de mayo de 1969 en San Miguel de Tucumán; 10) Cañadazo de junio de 1969 en Cañada de Gómez, Santa Fe; 11) Cipolletazo en septiembre de 1969 en Cipolleti, Rio Negro, 12) Segundo Rosariazo de septiembre de 1969 en Rosario; 13) Choconazo de febrero de 1970 en Río Limay, Neuquén (conflicto iniciado a finales del ´69). Fuente: Fernández, Juan Manuel; Iglesias, Lautaro; Seia, Guadalupe; Tate, Paula; Weisbrot, Victoria, Yep, Alejandro (2013); “Aportes para el estudio de los levantamientos de masas en Argentina entre 1968 y 1974”; ponencia presentada en las VII Jornadas de Jóvenes Investigadores del Instituto de Investigaciones Gino Germani. Espacio de Jóvenes Investigadores (Bonavena, Pablo director) auspiciado por la Agrupación Prisma (UBA). 4. Con toda claridad, por ejemplo, las organizaciones armadas revolucionarias proliferaron y expandieron sus alcances luego del Cordobazo. 5. Lanusse, Alejandro A. (1977); Mi testimonio. Buenos Aires: Lasserre 1977; página 133. 6. Cierta peculiaridad en la forma que asumió la guerra civil en la Argentina de los setenta enturbia esta conceptualización. Esta circunstancia generó algunos intentos de caracterizar las confrontaciones que son muy interesantes: “guerra civil sin batallas” o “guerra civil de baja intensidad” son dos nociones muy heurísticas para analizar el tema. Ver al respecto, Moyano, María José (1999); “Argentina: guerra civil sin batallas”, en Waldmannn, Peter y Reinares,Fernando compiladores; Sociedades en Guerra Civil. Barcelona: Paidós. Werner, Ruth y Aguirre, Facundo (2007); Insurgencia obrera en Argentina (1969-1976). Clasismo, Coordinadoras Interfabriles y estrategias de la izquierda. Buenos Aires: Ediciones del Instituto del Pensamiento Socialista “Karl Marx”. Para otro abordaje, es recomendable de Izaguirre, Inés (1995); “Pensar la guerra. Obstáculos para la reflexión sobre los enfrentamientos en la Argentina de los 70”; en Antognazzi, Irma y Ferrer, Rosa compiladoras; Del Rosariazo a la democracia del 83. Edición de la Escuela de Historia. Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario.
15
El derecho a la revolución por Sergio “Cherco” Smietniansky Militante Movimiento Anti-represivo y por los Derechos Humanos
T
al como lo señaló Rodolfo Walsh en su Carta Abierta a la Junta Militar, el 24 de Marzo de 1976 los militares derrocaron a un Gobierno del cual ya formaban parte. Es decir que esa fecha no es el comienzo sino la continuidad y profundización de las políticas represivas del Estado (las cuales son inherentes al sistema capitalista, por ser herramientas coercitivas del Estado burgués). Utilizando la Doctrina de la Seguridad Nacional como sostén ideológico y siguiendo el mandato estadounidense en plena guerra fría, las Fuerzas Armadas desplegaron su capacidad represiva contra un enemigo interno, que no era ni más ni menos que el pueblo y mas específicamente sus organizaciones políticas revolucionarias –que desde diferentes visiones y metodologías luchaban por la liberación y el socialismo–, recurriendo a los más atroces métodos de exterminio que configuraron el Genocidio. Ese Genocidio perpetrado por el Estado Terrorista argentino mediante la Dictadura Cívico-Militar, no fue un hecho aislado en la región. Todo lo contrario. Con diferencias de tiempo y de matices, los países latinoamericanos fueron sufriendo diversos Golpes de Estado perpetrados en lo material por sus Fuerzas Armadas, pero siempre con la participación y complicidad de la clase dominante. Hay que señalar que todas esas Fuerzas Armadas serviles a los intereses imperiales habían sido entrenadas y moldeadas previamente por los propios “yankees” en la Escuela de las Américas, y fueron utilizadas como pieza fundamental en su estrategia regional norteamericana de instaurar a sangre y fuego sus planes político-económico-sociales. En el caso puntual de Argentina, se implementaron dos niveles de ejecución y participación; por un lado el plan económico conocido como “Plan de Martinez de Hoz”, y a los fines de sostenerlo las Fuerzas Armadas aplicaron un Plan de acción de exterminio genocida de todo aquello que pretendiera oponérsele. Así fue como se implementó el terror a través de la persecución, el hostigamiento, la tortura, el asesinato, la desaparición forzada de 30.000 compañeros, la apropiación, el encarcelamiento y el exilio forzoso de miles de personas. La caída del Gobierno Cívico-Militar no fue por casualidad. La resistencia del pueblo a principios del ‘82 hacía temblar las estructuras de gobernabilidad de la dictadura, y fue esa circunstancia la que los llevó –y no ningún sentimiento anticolonial– a encarar la Guerra de Malvinas como un salvoconducto. La derrota militar en Malvinas –donde toda la cobardía de las jerarquías militares se contrapuso a la dignidad de los jóvenes soldados– terminó de acelerar la caída del régimen Cívico-Militar. Sin embargo, desde el 10 de diciembre de 1983, que es cuando comienza el período que denominamos “institucional”, la política
16
represiva del Estado ha tenido una clara continuidad, aunque reformulando el concepto de la Doctrina de la Seguridad Nacional por un concepto de Doctrina de la Seguridad Social. A partir de esa fecha, el rol de control social y preservación de las bases del sistema se va a desplazar desde las fuerzas armadas hacia las fuerzas policiales. Durante el período institucional, la represión de las fuerzas policiales se efectuó en un primer momento fundamentalmente sobre los pobres en general y sobre los jóvenes y los sectores en lucha en particular. Se explica ese cambio de enemigo interno, ya que se pasa del “enemigo real” de la década del 70’, al “enemigo potencial” de estos tiempos, debido a que los pobres y los jóvenes tienen sobrados motivos para rebelarse y para darle sentido político a ese levantamiento. Además, al comenzar a gestarse la resistencia más organizada políticamente de los sectores en lucha, el Estado aplicó de manera brutal toda su fuerza para perseguir, encarcelar y asesinar a los luchadores. Teresa Rodríguez, Víctor Choque, Aníbal Verón, Darío Santillán, Maximiliano Kosteki, Carlos “Petete” Almirón, Carlos Fuentealba, entre otros asesinados por las fuerzas estatales; la existencia de diversos presos políticos durante cada uno de los diferentes gobiernos que se fueron sucediendo en el poder desde el ‘83 hasta hoy; la violencia ejercida contra las diversas “minorías”; miles de causas penales contra militantes; la persecución y represión contra los trabajadores en lucha y particularmente contra las corrientes clasistas del sindicalismo; han sido el resultado más visible de esa política. Desde 1983 a la fecha se profundizó la mano dura. A los fusilamientos de la policía se los llama “enfrentamientos”; a los ocupantes de tierras o viviendas, “usurpadores”; a los extranjeros pobres, “indocumentados”; a los niños “delincuentes infanto-juveniles”; a los luchadores populares “delincuentes”; a los presos políticos “presos a secas”; y a las organizaciones populares se las continúa catalogando de “terroristas”, pero ahora con Ley y todo. Párrafo aparte merecen el asesinato en manos de la burocracia sindical del compañero Mariano Ferreyra y muy especialmente la segunda desaparición forzada del compañero Jorge Julio Lopez como un claro mensaje genocida para todos aquellos que seguimos peleando por Memoria, Verdad y Justicia. Sin lugar a dudas el Gobierno de Macri implica la profundización de las políticas de represión e impunidad y de dependencia colonial de nuestro país a las políticas del imperialismo “yankee” y los grupos económicos de poder. Nuestro gran desafío como pueblo, sigue siendo generar Poder Popular, desde cada lugar donde nos toque estar: fábricas, escuelas, barrios y especialmente en las calles. Armar la resistencia en base a la unidad, la organización y la lucha, recuperando el concepto de fraternidad indispensable que deben tener los revolucionarios, ese que implica tener siempre para el enemigo el puño cerrado y para el compañero/a la mano extendida. Teniendo en cuenta que la represión institucional es una herramienta indispensable del Estado burgués, nuestra lucha entonces tiene un profundo contenido ideológico, ya que sólo tiene sentido enmarcada en la gran batalla del objetivo estratégico: la derrota del capitalismo. En ese sentido y como militante del movimiento anti-represivo y de derechos humanos, entiendo que hoy más que nunca tiene real vigencia lo que alguna vez dijo el compañero León “Toto” Zimerman respecto a que “Los derechos humanos son los derechos que tiene el pueblo de hacer la revolución”.
Dictadura Contrarrevolucionaria por Daniel De Santis Docente y obrero en la construcción y trabajador siderúrgico. Integrante del Comité Central del PRT en 1975. Coordinador de la Cátedra Che Guevara (La Plata). Miembro fundador de la Juventud Guevarista "En la noche del 23 al 24 de marzo las Fuerzas Armadas contrarrevolucionarias derribaron al gobierno peronista para instaurar otra dictadura militar (...) El programa levantado por la Junta Militar poco después de asumir y las primeras medidas de gobierno no dejan ninguna duda respecto al carácter profundamente antiobrero, antipopular y antinacional de la Dictadura."1
C
on estas precisas palabras iniciaba Mario Roberto Santucho su análisis de la Dictadura. Han transcurrido 40 años y no hemos leído una caracterización más certera. En contraposición, se ha dicho que “la Dictadura se instaló para aplicar un plan económico favorable a las grandes empresas capitalistas, para que estas aumenten sus ganancias”. Mientras exista el capitalismo, esa es una verdad del mismo valor que decir que el Sol sale por el este y se pone por el oeste. Siempre la burguesía lucha por elevar la tasa de ganancia del capital. Lo valioso es indicar la forma política que adquiere y los medios de que se vale la clase de los capitalistas para lograr ese objetivo y por qué. Unas veces lo hace utilizando la democracia parlamentaria y otras por medio de una dictadura militar u otros regímenes de fuerza. Nos aclara preguntarnos, ¿por qué el programa antiobrero y antipopular del Gobierno de Menem no requirió de una dictadura terrorista y genocida como la de Videla? Por la sencilla razón que en 1989 no había una situación revolucionaria con fuerzas obreras y populares, políticas y militares que le disputaban el poder a la clase dominante como en 1976. Continuaba Santucho: “El régimen que se acaba de establecer (…) es el tipo de gobierno definitivo que se dan las fuerzas burguesas-imperialistas para luchar contra las fuerzas revolucionarias argentinas. Llenos de pánico por el poderoso desarrollo revolucionario de la clase obrera y del pueblo argentino, por el crecimiento constante y acelerado de las organizaciones de vanguardia, por la amenaza real que ello representa para el régimen capitalista, el Partido Militar, como representante principal de los más grandes capitales extranjeros y nacionales, se ha decidido por la guerra total”. Pero es necesario establecer el motivo principal de la disputa acerca de la caracterización de la Dictadura. Entendemos nosotros que ello se debe a que hay un interés manifiesto por parte de los comunicadores de la clase dominante, de gran parte de la academia universitaria y de los intelectuales de la mayoría de los partidos de izquierda, en ocultar la única situación revolucionaria que se desenvolvió en nuestro país y el papel
dirigente que en ella jugaron los partidos y organizaciones revolucionarias. Los primeros lo hacen para que las clases subalternas no aprenden de su propia historia, de su mejor experiencia; los segundos, además de una distorsionada aplicación de la teoría del conocimiento, porque tienen que hacer carrera profesional en las instituciones del sistema y deben responder a sus requerimientos; y los últimos porque deberían explicar a los militantes de sus propias organizaciones por qué no fueron ellos, y sus estrategias espontaneístas, los que estuvieron al frente de las luchas en esas instancias decisivas. Por el contrario, ese papel lo jugaron las organizaciones guevaristas, entre las que el Partido Revolucionario de los Trabajadores, junto a Montoneros, tuvieron el rol protagónico en los años de auge de las luchas obreras y populares que van desde el “Cordobazo” hasta el Golpe del 24 de marzo de 1976.
Situación revolucionaria A mediados de 1974 el PRT caracterizó que la política argentina entraba en los inicios de una situación revolucionaria: ello era así porque los trabajadores y el pueblo habían tomado la iniciativa política en 1969, habían logrado un extraordinario triunfo al derrotar a la Dictadura de Onganía-Lanusse, obligando a la gran burguesía a apelar a Perón y al peronismo burgués y burocrático en su intento por frenar el auge revolucionario. En lugar de ello, se había acentuado la disputa por el control de la calle con creciente presencia obrera y popular, se disputaba exitosamente no solo el salario y las condiciones de trabajo, sino que ya se estaba disputando a las patronales el control de los ritmos de producción, a lo que se agregaba que la clase dominante había perdido el monopolio de la fuerza armada, ya que el proletariado revolucionario, por medio de sus fuerzas político-militares, se lo disputaba crecientemente. A todo esto hay que agregar el sostenido crecimiento de la conciencia de la clase obrera que estaba en tránsito del peronismo a una conciencia socialista. Así lo resumía Santucho en su trabajo emblemático Poder Burgués y Poder Revolucionario: “Este fenómeno [la muerte de Perón], un notable impulso del auge de las masas, y un fortalecimiento acelerado de las fuerzas revolucionarias, políticas y militares, se combinan para configurar el inicio de una etapa de grandes choques de clases, antesala de la apertura de una situación revoluciona17
ria en nuestra Patria. En otras palabras, entramos en un período de grandes luchas a partir del cual comienza a plantearse en la Argentina la posibilidad del triunfo de la revolución nacional y social, la posibilidad de disputar victoriosamente el poder a la burguesía y al imperialismo”.
Las causas de la derrota No tenemos espacio aquí para desarrollar esas causas, solamente apuntamos que ellas están muy lejos de las valoradas por las visiones reformistas o burguesas. No fue por falta de trabajo de masas ni porque no hubo una correcta política de construcción en el movimiento obrero, por el contrario, eso se hizo muy bien, aplicando una consecuente línea leninista. Ni tampoco es correcta la opinión que la atribuye a haber enfrentado con las armas al fascistoide Gobierno peronista, porque quienes lo apoyaron corrieron nuestra misma suerte. Tampoco encuentra su respuesta en cuestiones sociológicas, psicológicas, ni en no haber leído unos libros más de marxismo, sino que se dio estrictamente en el plano de la lucha política, que incluye a la inteligencia militar. El error principal consistió en no haber previsto el reflujo en el movimiento de masas en caso de producirse el Golpe contrarrevolucionario, ni haberlo visto cuando este se produjo. Ese “error de apreciación táctica” como lo llamó Santucho, en junio de 1976, “nos debilitó en lo ideológico y en lo orgánico”. En lo ideológico porque no nos preparamos conscientemente para un esfuerzo de guerra prolongada, y en lo orgánico porque “no nos orientamos con máxima energía a simplificar el aparato”, es decir que no realizamos la necesaria reorganización de las estructuras en correspondencia con la nueva etapa de reflujo de las masas. Y convengamos que este fue el error generalizado de todas las fuerzas revolucionarias. En el caso del PRT, no pudieron aplicarse las medidas de corrección propuestas por Santucho porque la represión cayó sobre él y el resto de su dirección 40 días después, y porque la mayoría de la nueva dirección no comprendió la importancia de la táctica del repliegue, facilitando el accionar de las fuerzas represivas. La Dictadura contrarrevolucionaria en nuestro país fue parte de un retroceso general de la lucha revolucionaria continental, con excepciones como el triunfo sandinista en Nicaragua y la ofensiva general revolucionaria en El Salvador y Guatemala, en los finales de la década del ‘70 y comienzos de la del ‘80. Esta situación se generalizó con la caída del Muro de Berlín en 1989 y la desintegración de la Unión Soviética en 1991. Estos hechos fueron la culminación de ese retroceso y abrieron una etapa francamente contrarrevolucionaria, por primera vez de esa magnitud, desde la fundación del marxismo.
En la actualidad El mundo unipolar y la hegemonía imperialista tuvieron sus primeros cimbronazos con el levantamiento popular del 4 de febrero de 1992 en Venezuela, la crisis del Tequila en México (1994), el mismo año en que se produjo el levantamiento zapatista en Chiapas, la crisis de los llamados “tigres asiáticos” y la crisis financiera en Rusia, en 1997 y 1998 respectivamente. Estos hechos nos muestran que la historia no es homogénea, ya 18
que una etapa contrarrevolucionaria no excluye la aparición de movimientos populares que vayan en la dirección opuesta y crisis económicas que no reparan en hegemonías. La Rebelión de diciembre 2001 significó, para nuestro pueblo, el fin de la etapa abiertamente contrarrevolucionaria y el inicio de un lento proceso de recuperación de las fuerzas populares. Ella se manifiesta que en el terreno de las concepciones teóricas, se superó el basismo y el apoliticismo; dentro de la difusa nueva izquierda se deslindaron los campos con el movimientismo y el nacionalismo; mientras que el izquierdismo, por infantilismo y debido a la influencia del trotskismo, está en retroceso; y se han dado pasos para salir del abstencionismo electoral. En la actualidad varios grupos se referencian en la experiencia del PRT y otros, que no lo hacen o lo hacen parcialmente, inscriben su identidad en otras tradiciones revolucionarias argentinas y mundiales. Esto ha permitido que se realicen constructivos debates tanto de coyuntura como estratégicos. Hemos visto como se intercambian conceptos acerca de programas revolucionarios, las bases para estrategias de poder. En la práctica política aparece con fuerza la necesidad de inscribir estas ideas teóricas en el pueblo y fundirlas con la vanguardia de la clase obrera. En las elecciones de fines de 2015 se manifestó una fuerte polarización hacia los partidos de la burguesía. Este dato, contundente, tiene que ser matizado con el hecho que tradicionalmente las votaciones a los partidos de izquierda reúnen bajos porcentajes pero, en aparente contradicción, el movimiento de masas y sindical se mantiene activo y por momentos se expresan picos de combatividad. El Gobierno derechista de Macri presenta un desafío a las nóveles fuerzas revolucionarias, en el comienzo de una nueva etapa de acumulación. En esta dirección, algunas de las tareas que nos parecen hay que considerar son: Intentar organizar a esa amplia franja de nuestro pueblo que se ha conmovido y movilizado por la irrupción de la derecha, sin caer en concesiones al populismo. Impulsar la lucha contra el ajuste en los lugares que estamos presentes, y estar atentos para apoyar y/o solidarizarnos con aquellos compañeros que salen a la pelea. Debatir entre los sectores del espacio anti capitalista la viabilidad de formar juntas internas o comisiones de base representativas contra el ajuste del Gobierno y la burocracia sindical. Comienzan a madurar las condiciones para que, no sin esfuerzo, podamos avanzar hacia la construcción de un partido revolucionario de la clase obrera, lo cual no puede ser contradictorio con la tarea de trabajar sin descanso por una amplia unidad de las corrientes guevaristas, y algunas muy afines, porque entendemos que puede jugar un rol protagónico en el necesario y estratégico frente de liberación nacional y social. A 40 años del Golpe contrarrevolucionario, avancemos: ¡Hacia la unidad de las fuerzas revolucionarias! ¡En la construcción del frente de liberación nacional y social!
1. Santucho, Mario Roberto. Argentinos: ¡A las Armas! El Combatiente Nº 210, del 31 de marzo de 1976.
CRÓNICA DE UN GOLPE ANUNCIADO por Manuel Justo Gaggero
Abogado. Ex Director del Diario “El Mundo” y de las revistas “Nuevo Hombre” y “Diciembre 20”.
E
l golpe del 24 de marzo de 1976, hace 40 años, no fue una asonada militar como las anteriores de los años ´30, ´55 y ´66. Tuvo, para las clases dominantes y el partido militar, un sentido estratégico. El mismo formó parte de una contraofensiva contrarrevolucionaria de los Estados Unidos dirigida a asegurarse su “patio trasero”, que era el Continente Americano. Comienza en 1964 en Brasil, con el desplazamiento del gobierno de Joao Goulart, líder del Partido Trabalhista, que había tenido la “osadía” de iniciar una reforma agraria y de proponer una ley que regulara la transferencia de divisas al exterior de las empresas extranjeras. Prosigue con el golpe militar que derroca en Chile al presidente Salvador Allende que se planteaba llegar a una sociedad socialista por la vía pacífica. En ese mismo año, en Uruguay, el presidente Juan María Bordaberry, con el respaldo de las Fuerzas Amadas, disuelve el Parlamento y conforma un gobierno “cívico militar”. Al mismo tiempo, se termina en Perú la experiencia de militares “nacionalistas”, en Colombia se lanza una ofensiva contra la guerrilla de las FARC y del ELN, en Centroamérica se profundiza la represión al movimiento revolucionario con decenas de miles de “desaparecidos” en Guatemala y en El Salvador, y contemporáneamente se ratifica el apoyo a las dictaduras de Somoza y Trujillo en Nicaragua y la República dominicana, respectivamente. Cabría preguntarse: ¿A que obedecía esta política de Washington? Al nuevo escenario que planteaba el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 y al surgimiento de organizaciones revolucionarias en toda América Latina que recuperaban el Mensaje del Che a la Tricontinental y se proponían lograr la liberación y el surgimiento de una sociedad socialista.
Haciendo memoria En nuestro país este proceso impactó fuertemente en núcleos del peronismo revolucionario y de una nueva izquierda, no reformista. Por otro lado, en el movimiento obrero surgieron corrientes antiburocráticas que cuestionaban a la dirigencia anquilosada en los sindicatos, que confluyeron en 1967 en la C.G.T. de los Argentinos que, en el Programa
del 1° de Mayo, recuperaba lo propuesto en “La Falda” y “Huerta Grande”, y planteaba la Independencia Nacional y la construcción de una sociedad más fraterna y humana. Por su lado, las clases dominantes intentaban elaborar un nuevo diseño de país, acorde con la división internacional del trabajo y con los dictados del llamado “Consenso de Washington”. Para ello era preciso reducir el rol del Estado en la economía, liquidar una industria no competitiva y centrarse en la conformación de una nación con un desarrollo agro-industrial y grandes franjas de la población condenadas a la pobreza. La dictadura implantada en 1966 intentó llevar adelante este modelo, pero el proceso fue abortado por la resistencia obrera y popular y el surgimiento de organizaciones armadas revolucionarias peronistas y de la izquierda guevarista que plantearon una interpelación al poder dominante; el primero en la historia argentina del siglo XX. El “Cordobazo”, el “Rosariazo”, el “Viborazo” e infinidad de pequeñas insurrecciones en las ciudades impidieron la consumación de aquel programa del gobierno militar, que tuvo que llamar a elecciones. Frente al crecimiento de las organizaciones revolucionarias y a la simpatía que despertaban entre los trabajadores, el partido militar -la fuerza política de las clases dominantes- llegó a la conclusión de que debía acordar con el General Juan Domingo Perón su regreso al país y su retorno a la Presidencia de la República para frenar este proceso. El “Líder” regresó, y luego de 40 días, dio por finalizada la “primavera camporista”, y sugirió la conformación de una organización similar al “Somaten” de la derecha española, para secuestrar y asesinar a los luchadores populares. Esta se denominó “Alianza Anticomunista Argentina” y tenía como objetivo detener el “avance de los marxistas en el Movimiento”. La “triple A” asesinó, entre 1973 y 1976, a más de 1500 luchadores populares y fue la última construcción del que fuera “un grande hombre”, en ese momento transformado en un peón de las clases dominantes. La muerte de Perón en 1974 echó por tierra este proyecto y llevó a que la cúpula militar, con el respaldo de los grupos económicos más concentrados y del Departamento de Estado norteamericano, decidiera hacerse con el gobierno el 24 de marzo de ese año de “noche y niebla”. La idea de imponer el terror desde el Estado garanti19
zaba el aniquilamiento de la oposición obrera y popular y, al mismo tiempo, disciplinaba a la sociedad mediante el temor. Miles de desaparecidos, asesinados u obligados a abandonar el país fue el saldo de este proceso “necesario” para el nuevo diseño elaborado por el “arquitecto” del modelo: José Alfredo Martínez de Hoz.
Conclusion El esquema económico, cultural y social impuesto no ha sufrido mayores alteraciones en estos treinta y tres años de una democracia “encarcelada y limitada”. Por el contrario, se ha agravado con la minería contaminante a cielo
abierto, la destrucción de bosques, el uso de pesticidas, de semillas transgénicas y la “sojización”. Todo ello en el marco de una presencia dominante de las trasnacionales y de un empobrecimiento de grandes franjas de nuestra población que subsisten con planes asistenciales que les aseguran una “clientela cautiva” a los partidos del sistema, escenario que se complica aún más con la presencia de la narco-política que se infiltra en las policías nacionales y provinciales e influencia a jueces y dirigentes políticos. ¿Qué hacer frente a este panorama? Este es el dilema que requiere de un gran debate, en el que apostemos a la unidad en la diversidad y al respeto de las diferencias.
El golpe de estado del 24 de marzo de 1976, hoy por Nicolás Iñigo Carrera Historiador. Investigador del CONICET y director del PIMSA (Programa de Investigación sobre el Movimiento de la Sociedad Argentina). Autor de “La estrategia de la clase obrera. 1936”, y “Agustín Tosco La clase revolucionaria”, junto a M. I. Grau y A. Martí.
E
ntre las múltiples perspectivas desde las cuáles se puede analizar el golpe de estado del 24 de marzo de 1976 privilegiamos la que lo localiza en el movimiento orgánico de la sociedad argentina, es decir en relación con el desarrollo capitalista en el país. Esta perspectiva de larga duración echa luz sobre su actualidad.
La década de 1970 fue el punto de llegada de un largo proceso histórico, en que el capitalismo argentino, precoz si se lo compara con otros países latinoamericanos, terminó de romper las trabas a su desarrollo observables desde los años ’50. La expansión del capitalismo argentino predominantemente en extensión desde el último tercio del siglo XIX hasta la década de 1950, incorporó al dominio de la relación capital-trabajo asalariado a crecientes masas de población y tuvo su correlato, en el campo de las relaciones políticas, en el proceso de ciudadanización de los trabajadores que culminó con el peronismo. Pero aproximadamente en la década de 1950 el desarrollo del capitalismo argentino en extensión estaba agotado y el desarrollo de las fuerzas productivas requería, necesariamente, su desarrollo en profundidad, sobre territorios sociales donde ya predominaban las relaciones capitalistas, con los 20
consiguientes procesos de expropiación que recorrieron a toda la sociedad durante las décadas del sesenta y setenta. Es el cambio en la dirección predominante del movimiento orgánico en el desarrollo del capitalismo lo que subyace al proceso de formación de tres fuerzas sociales, con sus distintas metas y en diferentes grados de constitución, que se fueron desarrollando en las décadasdel ‘50 y 60 y dirimieron en los setenta cómo sería la sociedad argentina a partir de allí. Esas tres fuerzas sociales, que expresaban los intereses contrapuestos de las clases sociales fundamentales en la Argentina de ese período histórico, bregaban por imponerlos al conjunto de la sociedad, postulando tres formas distintas de organización social. La burguesía personificación del capital más concentrado, devenida oligarquía financiera1, entrelazada con el capital concentrado a nivel internacional, acaudillaba a una parte de la pequeña burguesía y de la burguesía agraria, y su programa expresaba y propugnaba el desarrollo del capitalismo, rompiendo las trabas que se le oponían; ese programa formaba parte de la ofensiva capitalista desarrollada en todo el mundo desde comienzos de la década del setenta para contrarrestar la caída de la tasa de ganancia y el avance de las luchas obreras, populares y de liberación nacional en la década anterior; esa ofensiva buscaba imponer la economía de mercado, la apertura al mercado mundial y el libre juego
de la competencia que refuerza el poder monopólico del capital más concentrado2. Este programa chocaba con el interés de la burguesía menos concentrada y su defensa del mercado interno, y se proponía reemplazar el andamiaje de subsidios y protecciones que desde el aparato estatal le permitían a ésta subsistir, para dirigirlo en favor de la propia oligarquía financiera3. La segunda fuerza, que detentaba el gobierno nacional desde 1973, soñaba, al menos en su discurso, con un retorno a la Argentina de 1945–1955 y se presentaba, en las nuevas condiciones del desarrollo capitalista argentino, como continuidad de la alianza social que había tomado la forma política de peronismo, con sus banderas de “patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”; estaba conformada por la burguesía personificación de capitales menos concentrados, aunque también tenía lazos con capitales transnacionales, y la parte mayoritaria dela clase obrera organizada sindicalmente y de sus capas más pobres, que constituían su base, aunque hubiera en el movimiento sindical quienes buscaban ya un lugar en la Argentina del capital financiero; su programa era una defensa relativa de su territorio productivo y, fundamentalmente, el pacto social entre el movimiento sindical y las organizaciones empresarias. La tercera fuerza, que propugnaba la superación del capitalismo y planteaba como meta el socialismo, tenía su base en una parte de la clase obrera y el pueblo, incluyendo fracciones de la pequeña burguesía. Las tres fuerzas contaban con cuadros sindicales y políticos y, dado el estadio por el que transcurría la lucha, militares: como en la mayoría de los procesos históricos en que se define la naturaleza de una sociedad, cuando se pone en juego el lugar, y aun la existencia misma, de clases y fracciones sociales, cuando se define la forma de organización social que ha de regir por un período más o menos largo, las fuerzas sociales en pugna utilizan todos sus recursos y la situación se define mediante el uso de la fuerza material. La confrontación armada pasó a ocupar un lugar central en las relaciones de fuerzas en Argentina, que transitaban su momento militar. De allí el proceso de guerra civil, más o menos asumida, más o menos evidente, según los momentos, que se desarrolló en esos años. Ese proceso de enfrentamientos entre tres fuerzas sociales dio lugar a diversos entrelazamientos entre ellas. Hubo momentos de transitoria alianza de la segunda y la tercera contra la primera, en las postrimerías de la autodenominada Revolución Argentina y también en junio de1975, durante el gobierno de Isabel Perón, cuando la oligarquía financiera realizó, por medio de sus cuadros políticos, un intento por imponer la política afín a sus intereses con el llamado Rodrigazo, anulado por una masiva movilización obrera, en la que coincidieron en la acción tanto quienes tenían como meta el pacto social como los que postulaban el socialismo. Pero la tendencia conducía a que la lucha se dirimiera entre dos grandes bandos: el
que defendía lo fundamental de la forma de organización social capitalista, donde confluían tanto las personificaciones del capital industrial como del capital financiero, y el que pretendía una transformación radical de la forma de organización social, una sociedad socialista. Finalmente la fuerza conducida por la oligarquía financiera se impuso sobre las otras dos, desplazando a una del gobierno y aniquilando a la otra. En marzo de 1976 los cuadros militares de la fuerza social acaudillada por la oligarquía financiera tomaron el gobierno para imponer lo que el ministro José Martínez de Hoz denominó las “bases para una Argentina moderna”, lo que más tarde fue llamado el modelo neoliberal, cuyo proceso de génesis y formación se remonta en Argentina al golpe de estado de 1955. Impuesta esa forma de organización por la fuerza de las armas, los siguientes veinticinco años, hasta los comienzos del nuevo siglo, contemplaron su desarrollo y el intento por construir el necesario consenso, en buena medida, sobre la base del miedo. Cuando, a partir de diciembre de 1983, los cuadros militares en función política fueron reemplazados en el gobierno por los cuadros políticos, se desarrolló el dominio de la oligarquía financiera hasta llegar a hacerse hegemónica después de las hiperinflaciones de 1989 y 1990. La construcción de esa hegemonía tuvo sus hitos en la manera en que se resolvió la guerra por las Malvinas, el acuerdo con los partidos políticos que permitió la salida del gobierno militar y las ya citadas hiperinflaciones. Esa hegemonía quedó afectada con los hechos que culminaron en la insurrección espontánea de diciembre de 2001, y se modificó la alianza social en el gobierno. Pero hoy asistimos al intento de recomposición de esa hegemonía. El cuadragésimo aniversario del golpe de estado de 1976 encuentra al país gobernado por la misma alianza social que impuso su modelo de organización hace cuarenta años, aunque las condiciones generales, incluyendo la recomposición del movimiento popular a partir del proceso de luchas que culminó en la insurrección de diciembre de 2001, sean diferentes. Si se compara la situación de la clase obrera y el conjunto de la masa trabajadora y explotada al comenzar el siglo XXI con la existente un cuarto de siglo atrás, los resultados del desarrollo del capitalismo pueden sintetizarse en máxima jornada de trabajo con mínimo salario y pérdida de condiciones de trabajo y de vida históricamente conquistadas. A lo largo de esos veinticinco años se desarrolló un proceso de proletarización y pauperización de la mayoría de la población, que se correspondió con un incremento de la riqueza de que se apropió la personificación del capital más concentrado y una parte de la pequeña burguesía acomodada. Además de las huelgas generales en la década de 1980, la resistencia del pueblo fue recorriendo en la década siguiente un camino de enfrentamientos sociales –motín de Santiago del Estero en 1993, lucha de barricadas en Jujuy, Cutral-Co, Mosconi, etc.– entre 1996 y 2001. 21
Se desarrolló un proceso de rebelión contra las políticas tasa máxima de desocupación abierta entre 1964 y 1987 neoliberales, en el que se fue conformando un movimien- apenas superó el 6%, y rondó, generalmente el 3 ó 4% de to popular, democrático y nacional o antiimperialista (se- la Población Económicamente Activa. En 1988 rompió gún de quién se tratara), que culminó en la insurrección ese techo histórico y nunca volvió a sus niveles anterioespontánea de diciembre de 2001. res. Después de un breve intervalo en que rondó entre el Esos procesos de lucha, en los que los asalariados 7% y el 9%, volvió a crecer hasta alcanzar el 18,4% en ocuparon el primer lugar, fueron el sustento sobre el que 1995, triplicando así su máximo histórico. Cuando bajó comenzó a revertirse en cierta medida el avance del ca- levemente al 13,2% en 1998, lo que fue presentado como pital sobre la condiciones de trabajo y salario de los tra- un gran triunfo por el gobierno, la tasa de desocupación bajadores. Varias de las metas del movimiento popular abierta más que duplicaba el máximo histórico. Desde fueron asumidas por el gobierno electo en abril de 2003, entonces volvió a subir hasta alcanzar un nuevo máxique abandonó las políticas neoliberales y se declaró en- mo oficial, en mayo de 2002, de 21,5%; pero el gobierno frentado al neoliberalismo, a pesar de lo cual muchas de reconoció, a comienzos del año siguiente, que la tasa de las innovaciones de la fase capitalista –precarización del desocupación abierta alcanzaba a casi una cuarta parte de empleo, flexibilización laboral, convenios por empresa, la población económicamente activa. Después descendió: centralización de la riquesegún las cifras oficiales, za, extranjerización de la en el segundo trimestre de El cuadragésimo aniversario propiedad– perduraron. La 2005 era de 12,1%, aunque del golpe de estado de 1976 oligarquía financiera toleró debe tenerse presente que la encuentra al país gobernado la situación en la medida tasa oficial considera ocuen que se reconstituía el pados a quienes recibían el por la misma alianza social que sistema institucional afecsubsidio para Jefas y Jefes impuso su modelo de organización tado por la insurrección de de Hogar desocupados; si hace cuarenta años, aunque las 2001. se los considerara desocucondiciones generales, incluyendo A la crisis siguió un pados, la tasa alcanzaba al la recomposición del movimiento momento de crecimiento 15,7% de la PEA. Desde y auge del ciclo económientonces siguió descenpopular a partir del proceso co que se prolongó hasta diendo hasta llegaren 2015 de luchas que culminó en la 2009. Entre el anuncio de al 6% de la PEA, según los insurrección de diciembre de 2001, elecciones (2002) y abril índices oficiales. Es decir sean diferentes. de 2009 hubo un largo moque el mínimo alcanzado mento de alta unidad de los hoy es más o menos igual a cuadros sindicales, paradójicamente expresado en la au- lo que fue el máximo histórico, anterior a 1987. sencia de huelgas generales contra el gobierno nacional; La evolución de las tasas de desocupación y subocutodos ellos formaron parte de la alianza social y política pación, siguió las alternativas del ciclo económico: los en el gobierno, en cuya conducción no tuvieron un lugar momentos pico de la desocupación corresponden a morelevante, hasta que la nueva fase de estancamiento que mentos de estancamiento y crisis económica (1989/90, se inició en 2009 dio lugar poco después, en 2010/12, a 1995, 1998/2003, 2012/13). Sin embargo, si se observa la ruptura parcial de la alianza. Mientras tanto, el movi- el movimiento general, se advierte que la tendencia es a miento social que se había manifestado a lo largo de los la consolidación de una desocupación abierta: desde fines ‘90 por fuera o en contra del sistema institucional perdió de la década del ochenta, en los momentos en que llega a visibilidad. su mínimo (1998, 2007, 2015) la proporción de población Las políticas gubernamentales aplicadas por la nue- desocupada supera o, en el mejor de los casos, iguala a va alianza social en el gobierno desde 2003, redujeron la los máximos del momento anterior; y cuando llega a su desocupación y contuvieron la pauperización, en buena máximo (1995, 2002) los triplica o cuadruplica. medida mediante subsidios a personas y empresas. Sin Pero incluso estos datos se vuelven irrelevantes cuanembargo, tales políticas no pueden revertir la tendencia do nos referimos a la magnitud de la población sobrante del capitalismo en su fase actual, a generar una creciente para el capital: si en la década del setenta y primera misuperpoblación relativa. Es decir, que esas políticas, aun- tad de la del ochenta una parte de esa población quedó que necesarias, son sólo paliativos que no resuelven el encubierta bajo diferentes formas, entre ellas el empleo problema: las principales tendencias del movimiento del estatal, y en la década del noventa se mostró abiertamencapital continuaron desarrollándose. te desocupada y subocupada, después la principal forma Porque el rasgo principal del capitalismo argentino en bajo la que apareció fue como población subsidiada. la fase que se impuso hace cuarenta años lo constituye Debe recordarse que los subsidios, con distintos nombres la tendencia a la expansión de una creciente población (Caja PAN, Plan Trabajar, Plan Jefas y Jefes de Hogar, sobrante para el capital. Según la información oficial, la Plan Familias, Manos a la obra, Programas Nacionales 22
de Empleo –PEC, y muchos otros) se sucedieron desde la década de 1980, mostrando que una importante proporción de la población argentina, expropiada de sus condiciones materiales de existencia, tampoco puede obtener sus medios de vida bajo la forma del salario. Es decir, que no puede reproducir su vida en las relaciones sociales propias del sistema capitalista y constituye esa capa que, sumida en el pauperismo y subsidiada, es constituida como “pauperismo oficial”. Y lo mismo puede decirse sobre los subsidios recibidos por empresas a condición de mantener los puestos de trabajo y del crecimiento del empleo estatal. Esto no significa que las políticas de gobierno aplicadas en los últimos 12 años, sólo posibles gracias al proceso de luchas de los ’90, fueran irrelevantes: la generación de empleo mediante la protección de actividades que no pueden competir internacionalmente, el fomento del consumo, el mejoramiento de los salarios (aunque sin retorno a las condiciones anteriores a 1976), los subsidios a la población que conforma las capas pobres del proletariado fueron paliativos frente a la tendencia dominante del capital, a la vez que significaron la recuperación de espacios sociales para el pueblo. Y, a la vez, impidieron que buena parte de la clase obrera se hundiera en la bestialidad de la miseria absoluta y de la derrota de su fuerza moral. Pero eso no resuelve el problema que para la existencia misma de buena parte de la clase obrera y de la masa trabajadora y explotada plantea la tendencia a la repulsión de población que caracteriza al capitalismo en su fase actual. Para el proyecto de país del capital más concentrado, y así lo plantean sus ideólogos, son población sobrante. Recuérdense, a título de ejemplo, algunas de las estimaciones realizadas por cuadros políticos e intelectuales del capital más concentrado: además de la frase atribuida a Ricardo Zinn, colaborador de Martínez de Hoz, en el sentido de que la economía argentina sólo podía dar cabida a algo más de diez millones de habitantes, pueden verse trabajos como el de Livio Kühl, que en 1980 estimó el “empleo redundante”, incluyendo en él a una parte de los empleados públicos, que estimaba sobrante en un 22,8%, y al pequeño comercio ambulante; veinte años después, en 2001, entre las propuestas para resolver la recesión de la economía argentina, estuvieron la de despedir cien mil empleados públicos, que hizo durante su meteórico paso por el ministerio de Economía, Ricardo López Murphy; y la del presidente del FMI, Hoerst Koehler, que reclamó despedir a 450.000. Hoy, menos elegantemente, el ministro de Economía se refiere al “empleo redundante” como “grasa” y “ñoquis”. La existencia de esa población sobrante para el capital constituye un rasgo del capitalismo argentino que señala que ha sufrido un cambio estructural. Una estimación gruesa (y provisoria) de la proporción de ese volumen de población sobrante para el capital más concentrado podría alcanzar a las 2/3 partes de la población de Argentina. Es por eso que debemos concluir que la expansión
del capitalismo argentino impulsada hace cuarenta años a partir del uso de la fuerza material, cuando se impuso la fuerza social acaudillada por el capital más concentrado, es una expansión en condiciones de descomposición, claramente manifiesta en el crecimiento de una población sobrante para las necesidades del capital. Descomposición que no es sinónimo de desaparición ni de caída sino que remite a la dificultad de una forma de organización social para reproducirse en las relaciones que le son propias. Esa descomposición en el plano social toma la forma de una guerra de todos contra todos que se superpone y obstaculiza la confrontación entre las fuerzas sociales. En diciembre de 2001 el movimiento democrático popular que emergió en las luchas desarrolladas en la década anterior –que abarca más y menos que el después llamado kirchnerismo– logró frenar a la fuerza del capital financiero y generó las condiciones para la aplicación de paliativos para algunas de las situaciones creadas por las políticas del capital más concentrado, a la vez que se recuperaban espacios sociales perdidos. Pero hoy la fuerza del capital financiero se ha recompuesto, ha logrado recobrar el gobierno y se propone nuevamente romper esos paliativos, trabas al pleno desarrollo del capitalismo en esta fase. Sólo la consolidación de una fuerza social que recoja la experiencia del movimiento popular democrático conformado en los ’90 y que se proponga ir más allá de los paliativos, permitirá resolver la contradicción capitalista creada por la innovación técnica en condiciones de apropiación privada del producto del trabajo.
1. Oligarquía financiera en el sentido de personificación del capital más concentrado, fusión en condiciones monopólicas del capital industrial (relación capital – trabajo asalariado, cualquiera sea el ramo productivo en que opere) y el capital bancario. 2. En el campo intelectual esa ofensiva se desplegó utilizando el discurso de la desaparición o al menos de la pérdida de centralidad de la clase obrera, en los procesos de luchas económicas y políticas, dirigido a debilitar y aislar las luchas de los trabajadores. 3. El programa de la oligarquía financiera que se presentó con el discurso de “desregulación de la economía” y “achicar el estado para agrandar la nación” no fue más que un cambio en la forma en que la economía estaba regulada. La nueva regulación se realizó por medio de un plan que asignó espacios económicos a determinados capitales en detrimento de otros, fijó el tipo de cambio y la política impositiva con sus consiguientes efectos sobre la distribución y apropiación entre las fracciones burguesas de la riqueza producida, disminuyó el salario real y lo sujetó al incremento de la productividad y modificó las condiciones de trabajo en detrimento de los asalariados. Discursos y políticas de regulación que tuvieron su continuidad en los años noventa, cuando la oligarquía financiera logró la hegemonía, y que retornan hoy. 4. El gobierno militar redujo la desocupación “ya que cada desocupado era un guerrillero en potencia”, como explicó en 1996 Juan Alemann, que fue el segundo de Martínez de Hoz en el ministerio de Economía. 5. Kühl, Livio y otros; Una política industrial para la Argentina; Buenos Aires, Centro de Estudios, 1983.Kühl fue ministro de Industria del gobierno del ex general Viola (1981) y, durante muchos años, integrante de la dirección de la Unión Industrial Argentina.
23
40 AÑOS DE IMPUNIDAD DE LOS CRÍMENES DE ESTADO por HIJOS La Plata
D
urante todo el siglo XX, en nuestro país los golpes de Estado han significado una profunda recomposición de la estructura económica, política y social dirigida por las clases dominantes hacia el disciplinamiento de los sectores populares. La última dictadura fue la expresión más drástica y definitiva de la represión planificada, racional y organizada del exterminio. El “Plan Sistemático” que aplicaron las Fuerzas Armadas y de Seguridad, que se ha probado judicialmente como un Genocidio, tuvo un objetivo claro: aniquilar a las organizaciones político-militares, pero también a las sindicales combativas y sociales con trabajo territorial transformador. Al cumplirse 40 años de la implantación abierta del Terrorismo de Estado, con sus antecedentes directos en la Masacre de Trelew, las bandas fascistas de Perón y López Rega y el Operativo Independencia, los crímenes cometidos desde el aparato represivo de Estado continúan en su mayoría impunes y se han reconvertido en una extendida dinámica de Control Social para mantener el esquema de grandes negocios instaurado con el Genocidio. Tras los juicios en las causas 13 y 44, popularmente llamado “Juicio a las Juntas”, la actitud del Estado frente a aquellos graves delitos fue de sostenimiento pactado de la impunidad por 16 años. El proceso de reapertura de las causas a los genocidas, que comenzó en 2003 con la anulación de las leyes de impunidad por la lucha del pueblo pero no se consolidó jurídicamente hasta 2005, recién arrancó su marcha en 2006 con los juicios a Miguel Etchecolatz en La Plata y Julio Simón en CABA. Desde entonces a esta parte, el Estado argentino sólo efectivizó 155 juicios orales con sentencia en todo el país. En esos 155 juicios hubo 895 procesamientos, y como resultado se dictaron 806 condenas sobre 650 represores, 77 absueltos y 9 muertos impunes mientras duraba el proceso y 3 apartados durante el juicio, por un universo de 4.040 víctimas. Esto quiere decir que en 13 años alrededor del 42% del total de los 2.100 procesados desde 2003 fue llevado a juicio, y un 31% de aquel número de procesados fue condenado. Es interesante aquí plantear que habiendo llegado a juicio casi la mitad de los procesamientos en 13 años, resulta claro, sobre todo por razones biológicas de los imputados, que la otra mitad no podrá esperar otros 15 años para ser
24
juzgados y quedará impune (como los 250 procesados que fallecieron en este lapso) si no se acelera el proceso. Pero resulta que en lugar de acelerarse, el proceso viene decreciendo año a año. Además, si seguimos tomando como referencia los 600 Centros Clandestinos de Detención que funcionaron en todo el país durante la dictadura, los 650 condenados siguen representando, a más de una década de anuladas las leyes de impunidad, un poco más de 1 represor condenado por cada CCD. Para completar el cuadro, el 40% de los procesados y condenados goza del beneficio de la detención domiciliaria, y hay menos de 150 represores con condena firme, es decir confirmada por los tribunales superiores del país, siendo que en muchos casos eso define si se los aloja en cárcel común o en sus casas. Esto marca claramente que la pretensión punitiva de estos procesos sobre delitos gravísimos está muy cerca de representar una mera formalidad, que contrasta con el sistema de crueldad que significa la cárcel para los presos comunes. Si tomamos los últimos 5 años veremos que lejos de crecer exponencialmente, el proceso anual de juzgamiento tuvo un pico en 2012 y desde entonces viene decreciendo tanto en cantidad de juicios como de condenas anuales. No se ha podido mantener aquel tope de dos decenas y media de juicios con un centenar y medio de condenas cada año. Ni siquiera se ha cumplido el prometido “salto cualitativo” de los juicios respecto a la cantidad de represores juzgados en cada debate: en los últimos 4 años el 45% de los procesos se han hecho contra 1 a 3 represores. Poco se ha avanzado también en lo que respecta al período represivo previo al golpe, a las complicidades civiles (empresariales, eclesiásticas y de la burocracia sindical) y a los juicios por la apropiación de los hijos de los compañeros desaparecidos, mientras quedan casi 400 casos de restitución de identidad por resolver. Y si bien se ha comenzado a desandar años de impunidad, en la comisión de delitos sexuales como parte del plan represivo, los jueces se siguen resistiendo a concebirlos como un delito autónomo al de tormentos y falta mucho para lograr imponer un criterio amplio de violencia sexual, que no se reduzca solo a las violaciones o abusos, sino también la exposición a la desnudez, los insultos y todo lo que implicaba ser objeto de cosificación dentro del CCD. Este balance impone una mirada menos auspiciosa que lo pretendido desde los sectores oficiales como una “política
de Estado” basada en “Memoria, Verdad y Justicia”. Desde diciembre de 1983 a esta parte ninguno de los gobiernos constitucionales de turno efectivizó el desmantelamiento del aparato represivo, y en todo caso se dedicaron a maquillarlo con un barniz democrático, reequiparlo y reconvertirlo en agente de control social: para buscar la impunidad del Genocidio en los ’80, contra el movimiento fogonero-piquetero de Menem a Duhalde y contra toda la militancia organizada durante los Kirchner. La experiencia de César Milani al frente del Ejército en la “década ganada”, la duplicación de efectivos de la Policía bonaerense en la gestión Scioli y de la compleja madeja de complicidades políticas, militares, policiales y penitenciarias en la segunda desaparición forzada de Jorge Julio Lopez son sólo muestras emergentes de lo que señalamos. No es temerario afirmar que la vieja Doctrina de Seguridad Nacional del Terrorismo de Estado ha mutado a una política de Control Social, o “terrorismo impuro” en conceptos del compañero Alfredo Grande. En todo caso lo desafiante de la idea exige un esfuerzo intelectual: el mismo que llevó superar la teoría de los “excesos”, de los “resabios de la dictadura” y del “autogobierno” policial. En este sentido, la política represiva de la gestión que se ha denominado el “gobierno de los Derechos Humanos” representa más del 60% de los casi 5 mil casos de personas asesinadas por el aparato represivo de Estado en los últimos 32 años de gobiernos constitucionales. Las modalidades de detenciones arbitrarias, el gatillo fácil, la tortura en sede policial y penitenciaria, la desaparición forzada de personas, la existencia de presos políticos, el espionaje y la represión en movilizaciones han sido moneda corriente y creciente en la autodenominada “década ganada”. Esto porque pese a los reiterados discursos referidos a una “mayor inclusión”, subsiste una construcción de poder que no cuestiona en lo más mínimo las crudas cotidianeidades de la democracia representativa y la economía capitalista, y en cambio se sirve de sus propios límites para profundizar las políticas de Control Social: saturar los barrios pobres de policías, llenar las cárceles de pobres con prisión preventiva como pena anticipada, vaciar las políticas sociales en salud y educación, pretender bajar la edad de imputabilidad como un fetiche del discurso de “inseguridad” y un largo etcétera. Ante este panorama, y con la experiencia de una década marcada por la cooptación, la obsecuencia y la institucionalización de las luchas, el desafío de las organizaciones de Derechos Humanos, y de todos aquellos que se suman a la lucha contra la impunidad de ayer y de hoy, sigue girando en torno a mantener la independencia política y económica del estado y los gobiernos para continuar denunciando. Sumado a ello se impone el desarrollo de un profundo trabajo de base en los territorios donde la represión golpea. A su vez se hace necesaria un proceso de debate y clarificación de la significancia de la represión como política de Estado, para poder dar proyección política a nuestros reclamos. La puesta en la balanza de estos 13 años de juicios a los genocidas ha tenido tantos vaivenes como los alineamientos
políticos de la última década. Muchas voces que destacan el abandono de aquel rol de garante de impunidad y olvido que por una década y media había mantenido el Poder Ejecutivo nacional, basan su convicción de la continuidad de los juicios en que la mayoría de la sociedad los apoya. Para nosotros, que no dejamos nunca de estar en las calles denunciando los crímenes de Estado de ayer y de hoy, estos nuevos 12 años están marcados por la segunda desaparición forzada de Lopez y el asesinato de Silvia Suppo, hechos sobre los que seguimos sin obtener respuesta y que cubrió con un manto de impunidad ese pretendido proceso de justicia. Pero esta puesta en perspectiva histórica del Genocidio, y de las consecuencias de la tardanza de 30 años del Estado en iniciar el juzgamiento de aquellos crímenes, parece ser poca cosa frente a nuevas incertidumbres que se abren con la gestión de la derecha macrista, que ha dado sobradas muestras de que posee más apego por el emprolijamiento de la gestión para los grandes negocios que por los procesos de Memoria. A ello se suma la nueva avanzada de los voceros mediáticos pidiendo reconciliación impune y cuestionando los juicios como una revancha. En general, y siempre comparando lo que se ha avanzado con la dimensión histórica real de participación de agentes militares, policiales y civiles en la represión, es necesario completar esta tarea sin concesiones ni titubeos. Eso se logrará sólo con un mayor impulso político general del proceso juzgador, que debemos imponer
Desde diciembre de 1983 a esta parte ninguno de los gobiernos constitucionales de turno efectivizó el desmantelamiento del aparato represivo, y en todo caso se dedicaron a maquillarlo con un barniz democrático, reequiparlo y reconvertirlo en agente de control social en la agenda al nuevo gobierno, sumando a este reclamo todas las luchas contra la impunidad de los crímenes de Estado en democracia. Lo único claro es que todas aquellas organizaciones de Derechos Humanos independientes del Estado y los gobiernos, que luchamos tantos años por reabrir estos procesos y nos sumamos a la lucha antirrepresiva del presente, no cejaremos en el reclamo a partir del nuevo escenario político nacional. Debemos redoblar la presencia en las calles y avanzar con mayor claridad en nuestros planteos políticos sobre la impunidad de la represión de ayer y de hoy. La primera prueba de ello será el 24 de marzo, cuando se estén cumpliendo 40 años del inicio de la dictadura. Y un primer balance lo tendremos en septiembre próximo, al cumplirse 10 años del segundo secuestro de Lopez. 30.000 COMPAÑEROS DETENIDOSDESAPARECIDOS ¡¡¡PRESENTES!!! ¡¡¡AHORA Y SIEMPRE!!! 25
24 de marzo de 1976 por Jorge Perez Militante de la OP La Caldera. Activista docente de la Lista Verde de Alte. Brown (Encuentro Colectivo Docente)
G
olpe cívico-militar-clerical en nuestro país. Ya había habido otros en América Latina. Fue una ola de dictaduras.
Y ahora la ola progresista populista ya en su crepúsculo que tuvo que ver con gobiernos que al socaire de las altas cotizaciones de las materias primas, implementaron regímenes bonapartistas, y quizás no sea una coincidencia que en esta época varios presidentes vinieron de las filas de los luchadores populares. Vemos a Dilma Roussef, una ex guerrillera, a Lula, un ex dirigente obrero de origen trotskista, a los tupamaros arrepentidos, a la señora Bachelet, hija de un general asesinado por Pinochet, a Ortega en Nicaragua, todos ellos en la cúspide contribuyendo por su pasado a sembrar el desconcierto entre los trabajadores y el pueblo. Y para colmo los yanquis exhiben un presidente mulato. Y en Argentina, para no desentonar, los Kirchner decían tener un incomprobable pasado cuasi guerrillero. En Venezuela, Chávez también creyó que una materia prima, el petróleo, iba a financiar in eternum todos los egresos. Tampoco, como los otros gobiernos, atacó con decisión las bases económicas de los sectores más reaccionarios que, agazapados esperaban el momento oportuno. Pero debemos señalar que ante los asesinatos en Caracas en 1992 tomó las armas en defensa de la pueblada. Que años después resistió el golpe pro norteamericano, y que siempre estimuló la organización popular. No fue anticapitalista ni estuvo acertado en denominar socialismo del siglo XXI el proceso bolivariano. Pero fue el más duro con el imperialismo, el más solidario con la hoy exhausta Cuba y que el origen de su fuerza no estuvo ligada a pactos acomodaticios y espurios sino a su coraje y compromiso. Fraternal crítica a los compañeros que creyeron a pie juntillas en esos procesos. El Che ya había advertido “revolución socialista o caricatura de revolución”. También una opinión admonitoria “política de principios la mejor política”.
Apuntes sobre estrategia I La dictadura militar en su inicio posee una temible fortaleza. Unanimidad en las fuerzas armadas, apoyo de la burguesía, de las patronales del campo, de los partidos políticos, de la iglesia, (sin exceptuar al actual santo padre), apoyo exterior, con las organizaciones guerrilleras 26
y las fuerzas populares duramente golpeadas. Y cansancio y desanimo popular ante nuestros errores y los 1500 asesinados por las AAA, estructura creada por Perón e instrumentada por López Rega e Isabel. Y ante lo precedentemente mencionado un grave, gravísimo error estratégico que previó el filosofo chino Sun Tzu 400 años antes de Cristo “si el enemigo está unido, con alta moral, con decisión de lucha, repliégate”. Nosotros, los integrantes de las organizaciones político-militares, con distintos ritmos, con desigual intensidad seguimos atacando, que era precisamente los que los militares deseaban. Y así nos fue. La posición más absurda provino de heroicos e inquebrantables compañeros. El PRT-ERP lanzó la consigna “argentinos a las armas”. Y una reflexión. Todas las organizaciones creadas en los 60s y 70s fueron aniquiladas o reducidas a la impotencia. Pero esto es frecuente en nuestro país. La resistencia peronista en los 50s y 60s fue masiva y temible. Cambió la etapa y se extinguió. En los 80 el MAS llegó a su apogeo, se modifica la situación y llega un fraccionamiento indetenible. Y el mismo panorama en Latinoamérica. La pregunta lógica que marca una estrategia correcta ¿Cómo crear organizaciones revolucionarias que resistan al cambio de etapa?
Apuntes de estrategia II Coincido con Cibelli, mi compañero de FAL en los años 60: “fuimos unos giles. Al final todos trabajamos para Perón”. Cooke acuñó la frase: “el peronismo es el hecho maldito del país burgués”. La estrategia de Perón consistió en tratar por todos los medios que el país fuera ingobernable para que los militares y burgueses “gorilas” se convencieran de que el peronismo era en realidad “el hecho bendito del país burgués”. Y vaya si los es. La mayoría de los trabajadores siguen creyendo en la conciliación de clases. Encuestas del año 1973 afirmaban que la simpatía hacia la lucha armada llegaba al 50% de la población. Y también que la mayoría pensaba que Perón era la solución para los tremendos problemas argentinos luego de 18 años de ausencia forzada.
Nosotros seguimos adelante con todo a pesar de que a mediados de 1975 era dable observar un retroceso en los sectores más combativos de la clase obrera y todo eso aderezado por el “cóctel explosivo” que era unir al Che y a Evita en la misma concepción. El “cóctel explosivo” detonó en las narices de quienes lo pregonaban y fomentó la confusión. Eva Perón representó el ala más dura y más plebeya de un gobierno cuyo leit motif era la conciliación de clases, mientras el Che era uno de los más radicalizados exponentes de la lucha de clases. Y mientras Eva Perón llamaba desde las alturas, el Che renunció a ellas y fue a combatir al Congo y a Bolivia. O se está a favor de la explotación de hombre por el hombre o en contra de ella. Una aclaración pertinente: soy profundamente autocrítico de lo hecho en esos años, pero no estoy en modo alguno arrepentido, por el contrario estoy orgulloso y si llega a darse una situación que amerite empuñar otra vez las armas no voy a estar como estuve antes entre los primeros, (estoy un poco viejo) pero tampoco voy a estar entre los últimos. Surge de los conceptos vertidos en estos párrafos la pregunta: ¿Cómo construir una organización revolucionaria que sepa medir la temperatura política de las masas para avanzar y retroceder cuando sea necesario, para no seguir de largo y perecer?
Apuntes de estrategia III Ahora, una tentativa de responder a las dos preguntas que he formulado sobre estrategia. En principio, es insoslayable una formación teórico-práctica que tenga el clasismo como piedra angular. Debemos tomar el ejemplo de nuestros enemigos. Los burgueses cambian ante los fracasos una y mil veces de estrategia, pero siempre en defensa de la explotación. Se preguntan acaso “¿y si probamos con el socialismo?”. Si los escuchamos no formaremos revolucionarios anti capitalistas anti imperialistas y anti patriarcales. Una anécdota para ir al hueso. En 1995, converso con personas de humilde condición con los que tenía una muy buena relación. Me preguntan a quién voy a votar, qué pienso. Les dije que iba a contestar si ellos también me
expresaban sus opiniones. ¿Qué me dijeron? Que nosotros, los zurdos, no le ganábamos a nadie, que prevalecíamos en todas las discusiones, pero los milicos nos habían barrido, siempre sacábamos pocos votos y los cubanos huían en balsas. Señalé “pero para manejar el dinero y hablar con las autoridades nos eligen a los que ustedes llaman zurdos”. Contestaron “sí, porque si ponemos a uno del palo, por ahí se afana todo o se acomoda”. Nosotros tenemos la tendencia de escuchar a los más comprometidos y no reparamos en otros puntos de vista para medir la “temperatura política de las masas”. Y yendo a la segunda pregunta, evoco que en la proto FAL en los 60s formamos una dirección que disponía de las armas, del dinero expropiado, de la documentación, de los contactos, que llevaba las relaciones políticas, que podía disponer a qué célula iba cada militante, crecíamos a pasos agigantados, pero no el resto de los compañeros. Se naturalizó que era lógico lo que sucedía y luego comenzó entre nosotros y en otras organizaciones, idealizaciones sobre compañeros que en algunos casos lindaban con el famoso culto a la personalidad. En esta época, que renuncia un Papa (Benedicto XVI), que abdica un rey (Juan Carlos I de España), existen organizaciones y partidos que tienen el dirigente máximo vitalicio. En mi opinión debe haber rotación en las direcciones, DEMOCRACIA interna y propiciar la auto-organización de las capas populares, propender al crecimiento de la mayor cantidad de compañeros, y anudar alianzas a los efectos de luchar contra el enemigo y no buscar el pensamiento único. En los 60s y 70s y ahora también, un enfoque no antagónico puede ser motivo de expulsión. Y militar con entusiasmo y alegría, como plantea el filósofo esloveno Slavoj Zizek en su trabajo “A propósito de Lenin”. “La revolución no puede experimentarse como una privación presente que tenemos que soportar por la libertad y felicidad de las generaciones futuras, sino como la urgencia actual sobre la cual esta felicidad y libertad futuras ya han proyectado su sombra. Allí ya somos libres mientras luchamos por la libertad, ya somos felices al luchar por la felicidad, no importa cuán difíciles sean las circunstancias”.
27
40 años después, sin perdonar ni poner la otra mejilla por Néstor Kohan
Cátedra Che Guevara de Argentina. A la memoria de Aníbal (Oscar Antinori), Jefe de mi padre, combatiente de varias guerras. Obrero, tenía tercer grado de primaria. Gracias Aníbal por regalarme tus libros de Lenin.
L
as marcas mugrientas de esta fecha emblemática las llevamos en el cuerpo y en el corazón. No hay jabón ni detergente que pueda borrarlas. No hay esponja que las deteriore. En el cuerpo, en el corazón y en la memoria, sí. Por lo que hemos leído, por lo que hemos visto en películas, por lo que nos contaron, por lo que estudiamos. Pero también por las marcas personales de nuestra pequeña infancia. En la memoria de mi padre huyendo de su casa amenazado de muerte, escondido, sin ver a sus dos hijos pequeños (uno bebé). En mi escuela, frente al fanatismo delirante y militarista que nos inculcaban las maestras (que personalmente no eran malas, sino simplemente parte de un andamiaje que las excedía y no controlaban). En esos recuerdos nauseabundos y bizarros de mi niñez marchando como un soldado por las calles de mi barrio de la periferia de la provincia de Buenos Aires junto con mis compañeritos, en una edad donde deberíamos haber estado jugando con figuritas y no marchando como si fuéramos militares. En mi adolescencia trunca, mochada, frustrante, que todavía hoy, varias décadas después, me sigue generando angustia en la garganta y ahogo en el pecho de tan solo rememorarla. En el recuerdo de escuchar a mi padre, sin que él se diera cuenta ni lo registrara, contar a sus amigos las torturas militares, las violaciones, el arrojar viva a la gente desde los aviones. ¿Quién dijo que “nadie sabía nada”? Si yo lo escuché muy clarito en mi casa y en la casa de los amigos de mi padre cuando todavía se me caían los mocos de la nariz y tenía las rodillas lastimadas de jugar a la pelota. Si todo mi barrio sabía que la hija de la directora de mi escuela primaria, pública y estatal, con paredes de madera y calle de tierra, estaba desaparecida. ¡Todo el barrio lo sabía! Hasta el más tonto, hasta el más “gil”, hasta el más distraído. Cuarenta años después… y con tanta agua bajo el puente, ¡cuantos mitos debemos todavía remover!
28
- “Estados Unidos sabía que se gestaba el golpe”, tituló hace unos años una conocida periodista de medios masivos, ex militante (renegada) del PRT-ERP. ¿EEUU “sabía”? ¡No! Por favor. No seamos hipócritas. ¡EEUU dirigía! El imperialismo no “sabía” ni “estaba enterado”. ¡Organizaban, financiaban y decidían! Dirigían el golpe, dirigían la campaña de terror previa que lo posibilitó y lo preparó. Dirigían y enseñaban la tortura. Y dirigían la internacionalización de las dictaduras, principalmente de la argentina y la chilena, por lo menos hasta la guerra de Malvinas (1982), cuando las Fuerzas Armadas (con escarapela argentina pero netamente internacionalistas) dejaron de participar en las torturas y los entrenamientos de la contrarrevolución centroamericana destinada a derrotar la revolución sandinista1. - “Fue sólo un golpe militar, de tres generales borrachos y cuatro sargentos violadores”. No señor, no señora. Según un informe que el diario La Nación, vocero orgánico de la dictadura y de todo extremismo de derecha hasta el día de hoy, publica en aquella época nefasta, basado en un estudio de la propia inteligencia militar de la SIDE de 1978, en el cual se informa que los 23 gobernadores militares de la dictadura militar contaban con un 35% de intendentes de la Unión Cívica Radical [UCR] (310 intendentes); 20% del Partido Justicialista [PJ] (169 intendentes); 12% del Partido Demócrata Progresista [PDP] (109 intendentes); 10% del MID, liderado por Frondizi y Frigerio (94 intendentes); 9% de Fuerza Federalista Popular, liderado por Manrique (78 intendentes); Partidos Conservadores provinciales 8% (72 intendentes); Neoperonistas 3% (23 intendentes); Demócrata Cristianos [DC, fuerza dirigida por el Vaticano] 2% (16 intendentes); Partido Intransigente de Oscar Alende 0.5% (4 intendentes)2. Si a eso le sumamos la activa participación de la burocracia sindical (todavía hoy con juicios pendientes por complicidad en los secuestros de comisiones internas, como en la empresa Mercedez Benz o Ford) y el apoyo de las altas jerarquías eclesiásticas a la dictadura… el golpe está arma-
do desde una estrategia político-militar, pero acompañada de Y los mitos siguen y siguen. Imposible abordarlos todos un apoyo y sustento también financiero, civil, mediático y en tan pocas líneas. eclesiástico. Su finalidad fue reordenar de raíz el capitalismo En este pequeño espacio quisiera dejar sentado al menos argentino. dos preocupaciones, de ayer y de hoy. - “La revista Humor [de signo político radical] encabeUna es la dificultad que tenemos quienes pertenecemos a zó la resistencia cultural en medio de la oscuridad”. No es la izquierda roja en aceptar que las confrontaciones sociales cierto. El periódico judío de izquierda, Nueva Presencia, di- se dan, como nos enseñara Lenin, no entre un pueblo virgen, rigido por Herman Schiller, loco de la guerra que en plena bondadoso y puro (el 99% de la población) versus el 1% dictadura publicaba a las madres de plaza de mayo, al PRT, malo, vendido y perverso. Todo simple y sencillo, sin grises, a los Montoneros y a cuanto militante revolucionario andu- contradicciones ni matices, como en los cuentos infantiles. viera sobreviviente por allí, fue muchísimo más opositor y No. La lucha de clases en sus niveles más altos de confronjugado en el campo cultural que la revista Humor. ¿Hasta tación se produce entre dos partes del pueblo. Del otro lado cuándo vamos a seguir repitiendo el mito de los radicales y de la barricada y la pólvora (o las herramientas técnicas que la autoapología de la clase media —hoy macrista— “paladín sean) también habrá pueblo, lamentablemente poniendo el de los derechos humanos”? ¿Ernesto Sábato y Magdalena pecho a favor de un proyecto ajeno. Así fue en España, así Ruiz Guiñazú encabezaron la resistencia? Aflojemos con el fue en El Salvador, así es en Colombia. Así fue, es y será en humor. No le quitemos el empleo a Capusotto. Argentina. - “La culpa del golpe y los desaparecidos corresponde a Hasta que no aprendamos y no aceptemos, incluso de la ultraizquierda, a los foquistas, a los guerrilleros”. Patéti- mala gana, que un segmento de nuestro pueblo está largaco análisis repetido ya no sólo por los más derechosos y apo- mente trabajado por la ideología, la cultura y las tradiciones logistas de la dictadura, sino incluso por algunos segmentos sedimentadas del enemigo, patinaremos en el pasto, en la de la izquierda institucional. ¡Todavía hoy! Ese diagnóstico nieve, en el barro, incluso en el asfalto. Dar una batalla por unilateral “se olvida” de dos libros fundamentales que con- disputar y dividir ese campo es fundamental. La “indepenfirman aquel viejo refrán de abogado “A confesión de parte, dencia de clase”, solita y bonita, no alcanza. Tener al mismo relevo de pruebas”. tiempo y en el mismo espacio (o sea en la misma situación Uno de ellos, escrito por el principal o uno de los prin- histórica) un proyecto de hegemonía es imprescindible. Pero cipales estrategas de las Fuerzas Armadas, el general Osiris para tenerlo hay que comprender algo previo. La hegemoG. Villegas. Cuando ni el PRT ni los Montoneros habían nía se ejerce también sobre gente que no comparte el 100% nacido, este general proponía matar y asesinar en masa, re- de nuestras ideas. Quien no pelee ni dispute en ese campo, vivir la inquisición y las cruzadas (sic), a través de la guerra perdió de antemano. Tiene un rey caído y un jaque mate asecontrarrevolucionaria, siguiendo el ejemplo de Francia y sus gurado antes de mover un simple peón. campos de tortura en Argelia y Estados Unidos en Vietnam. El otro punto pendiente es la estrategia. El golpe de 1976 Había que aplastar al comunismo y comenzar por la cultura3. vino porque se había conformado (por lo menos desde 1969) una fuerza social que unía La otra prueba contundiversas fracciones de clase dente fue redactada por el La lucha de clases en sus niveles hegemonizada por la clase padre ideológico del proyecmás altos de confrontación se trabajadora dispuestas al ento socio económico y cultufrentamiento con la burgueral de Macri, Menem y Caproduce entre dos partes del pueblo. sía y sus instituciones, y que vallo: el capitán-ingeniero y Del otro lado de la barricada y la en términos generales, más aprendiz de economista neopólvora (o las herramientas técnicas allá de sus matices, comparclásico, Álvaro Alsogaray. que sean) también habrá pueblo, tía una estrategia de toma del Este espécimen integrante lamentablemente poniendo el pecho a poder mediante el ejercicio del género porcino, ya en favor de un proyecto ajeno. Así fue en de la fuerza material y por el 1962 (no existían ni MonEspaña, así fue en El Salvador, así es en socialismo. Para aniquilarla toneros ni PRT-ERP) le reColombia. Así fue, es y será en Argentina. se preparó y realizó el golpe, comendaba a su hermano el no nos confundamos, intengeneral Julio Alsogaray, subsecretario de guerra, comprar armas para la guerra interna, tando reordenar las relaciones sociales capitalistas. Sacarle pues lo que se venía en Argentina era la guerra insurgente y el agua al pez y atacar su base social. Ni generales borracomunista y había que matar y asesinar en masa para frenar chos, ni “autoritarismo” ni “falta de republicanismo”. Todo eso es verso y de la peor calaña. Verso, no poesía, verso, en a la “subversión”4. Después de las confesiones anticipadas de Osiris Ville- el sentido específicamente argentino que tiene esta expregas (corazón de la estrategia político-militar) y Alsogaray sión peyorativa del argot popular. (cerebro del capital financiero, incluso antes que Martínez En términos de estrategia: ¿Por qué fue tan débil la rede Hoz) ¿cómo seguir repitiendo semejante disparate contra sistencia? La pregunta del millón. Quizás porque el marxisla insurgencia? mo revolucionario estuvo pensado siempre, en la inmensa 29
narias se deben hacer a largo plazo, si pretenden triunfar. La palabra “popular” y el término “prolongada” deberían ser tomados juntos y en serio. No como consignas de ocasión ni para decorar el salón, el volante o el periódico. Quizás allí reside una de nuestras principales falencias. Que no opaca ni medio milímetro el heroísmo de nuestros entrañables compañeros y compañeras que lo dieron todo por la causa del pueblo, por la revolución, por mayoría de sus clási- la patria grande y el socialismo. Por eso los queremos, los cos —sean de la tribu que fueran— para períodos llevamos en la piel y jamás los vamos a olvidar. El desafío es a largo plazo, con paciencia, con tenacidad de ofensiva. Nos resulta muy difícil plantarnos en tiempos de reflujo. Nos descoloca. No sabemos para donde enfilar. y con el pueblo. Sin poner jamás la otra mejilla... Sin olvidar, Nos dispersamos, nos dividimos, nos enfrentamos entre no- sin renegar, sin perdonar. Estoy absolutamente convencido sotros. Porque nuestro mismo cuerpo teórico nos impulsa que ninguna lucha fue en vano. Alguna vez hasta el más mía la ofensiva, pero todavía falta mucho por masticar sobre nimo gesto de resistencia, hoy “olvidado”, denostado, insulel “¿qué hacer?” en tiempos de reflujo (Gramsci algo apor- tado, recobrará su sentido y recién allí nos reencontraremos tó al respecto pero falta mucho por pensar todavía). Quizás con nuestros muertos, nuestros caídos, nuestros torturados Rodolfo Walsh —más allá del folclore mediático y la ma- y torturadas, nuestros desaparecidos. Simplemente me desnipulación que se pretendió pido con un deseo, tonto, hacer sobre su figura eminfantil, insignificante y peEl golpe de 1976 vino porque se había blemática— dio en el clavo queño, pero irrenunciable conformado (por lo menos desde 1969) cuando intentó que la direcporque seguimos amando la una fuerza social que unía diversas ción guerrillera se refugiara vida: quisiera estar vivo para fracciones de clase hegemonizada por y replegara hacia el pueblo verlo. O alguna vez tener hila clase trabajadora dispuestas al para organizar la resistencia. jos para que ellos o ellas lo enfrentamiento con la burguesía y Aparato versus aparavean. sus instituciones, y que en términos to, perdemos, al menos por ahora y así ha sido durante el generales, más allá de sus matices, último medio siglo o quizás compartía una estrategia de toma 1. Véase Ariel C. Armony: La Argentina, los Estados Unidos y durante todo el siglo. Guedel poder mediante el ejercicio de la la cruzada anticomunista en Amérra revolucionaria que no fuerza material y por el socialismo. rica Central, 1977-1984. Buenos está llevada adelante por el Aires, Universidad Nacional de Para aniquilarla se preparó y realizó el pueblo como protagonista Quilmes, 1999. golpe, no nos confundamos, intentando 2. Véase Diario La Nación, 25 de central, cae inexorablemente reordenar las relaciones sociales marzo de 1979, sección “Semana derrotada (lo escribió Giap, política”, titulada “La participacapitalistas. Sacarle el agua al pez y lo subrayó el Che, lo deción Civil”. atacar su base social. Ni generales mostró la historia). Cuando 3. Véase General Osiris G. Viborrachos, ni “autoritarismo” ni “falta de llegas: Guerra revolucionaria se limitan a la confrontacomunista (1962 Biblioteca del ción exclusiva dos aparatos, republicanismo”. oficial), Buenos Aires, Pleamar, esas derrotas populares in1963. volucran centralmente a las instituciones de inteligencia y 4. Véase Álvaro Alsogaray: Experiencias de 50 años de política y ecocontrainteligencia, donde el estado burgués suele ser más nomía argentina. Buenos Aires, Planeta, 1993. p.117. poderoso porque además cuenta con el asesoramiento del 5. Véase Capitán (r) Héctor Vergez: Yo fui Vargas. El antiterrorismo por dentro. Buenos Aires, edición del autor, 1995. p.210. Libro no apto imperialismo, yanqui, israelí, de donde sea5. para quienes tienen problemas digestivos o debilidades con el vómito. Ese tipo de confrontaciones con aspiraciones revolucio30
La razón ocul tada: la violencia de masas, obrera y revolucionaria en la “década corta” (1969-1976) y el Golpe de Estado Cívico Militar en la Argentina de marzo de 1976. por Héctor Löbbe
Docente. Licenciado en Historia, Universidad Nacional de Luján. Autor del libro La guerrilla fabril. Clase Obrera e Izquierda en la Coordinadora de Zona Norte del Gran Buenos Aires (1975-1976), Ediciones ryr, Buenos Aires, Argentina. 1ª edición, agosto de 2006 [2ª edición, marzo de 2009].
A
l analizar las causas del Golpe de Estado Cívico Militar de marzo de 1976 en la Argentina y de la Dictadura Reaccionaria y Contrarrevolucionaria más represiva, antipopular y regresiva de nuestra historia, se oculta una razón de importancia central en la década de 1970, que fue en el pasado y sigue siendo en nuestros días, una amenaza estratégica para el dominio de la burguesía y el imperialismo. Esa razón ocultada es la violencia de masas, obrera y revolucionaria, ejercida con la clara intención de derrocar a la burguesía como clase y arrebatarle el poder de control sobre la principal herramienta de dominación ayer, hoy y siempre: el Estado. El 29 de mayo de 1969, el Cordobazo inauguró simbólicamente una “década corta” (1969-1976), el período más intenso e importante de la historia de la lucha de clases en la Argentina de la segunda mitad del siglo XX. Como se había insinuado unos días antes en el primer Rosariazo y sería luego acompañado por otros tantos estallidos de rebelión obrera y popular, el Cordobazo instaló en el escenario político un proceso, más o menos abierto y evidente, que se venía gestando desde años atrás. Este proceso, que tiñó toda la “década corta”, puso de manifiesto la existencia de dos tendencias subversivas del orden burgués, emergentes casi de manera simultánea, que se entrelazaron y potenciaron, dando como resultado el desafío más serio y perturbador que enfrentó el capitalismo argentino, dependiente, desigual, deformado –y hoy como ayer– inviable: 1) la activación, politización, radicalización y movilización de numerosos sectores estratégicos de la clase obrera (por su joven conformación, su localización geográfica y su importancia dentro del aparato productivo y económico), que como vanguardia traccionaron hacia adelante a la mayor parte de la clase, en abierta confrontación contra los efectos sociales y económicos de las políticas del Estado. Además, y al mismo tiempo, a esta tendencia y colectivo social se sumaron significativas capas y fracciones de la pequeña burguesía empobrecida (estudiantes, docentes, profesionales, intelectuales, artis-
tas, pequeños y medianos comerciantes y propietarios industriales y agrarios, tanto urbanos como rurales). 2) la formación de incipientes destacamentos político-revolucionarios, que inspirados en el pensamiento y en la acción de Ernesto Che Guevara (que se extendía con fuerza por toda América Latina), revalorizaban el marxismo como herramienta teórica pero también práctica, para llevar adelante un proceso de liberación nacional y social. Esta reconfiguración política dentro de la izquierda, partió aguas en nuestro país: en un campo, los sectores reformistas y “bienpensantes”, pero también, quienes se proclamaban (sólo de palabra) como “revolucionarios” e “insurreccionalistas”. Y en el otro campo, aquellos que, por el contrario, decididos y coherentes, dejaban de lado los gestos y los discursos y se sumergían en las tareas organizativas y la puesta en marcha de las fuerzas materiales, para el cercano e inevitable momento militar de confrontación social anticapitalista. En la Argentina, desde fines del siglo XIX, las dos tendencias más arriba mencionadas –si bien bajo formas político-ideológicas diferentes y magnitudes e importancias cuantitativas y cualitativas más acotadas– ya se venían haciendo presente. Pero lo novedoso y decisivo, al comienzo de la “década corta” iniciada con el Cordobazo, es que ambas tendencias convergieron, trenzándose de manera creciente, en un momento de aguda crisis económica y social, manteniéndose más allá de 1973. La resultante de los factores que venimos describiendo y de su convergencia, fue un proceso de armado ideológico y material de importantes sectores populares, que se expresará en una original construcción de una violencia de masas (por los numerosos sectores que la ejercían), obrera (por el protagonismo central en la misma de la vanguardia de la clase) y revolucionaria (por su programa y objetivos), como herramienta de intervención política. Las manifestaciones de violencia –expresadas de una manera primaria pero significativa– fueron la señal y el síntoma que impulsaron el proceso que venimos comentando. “Piquetes”, barricadas, “tomas” de fábricas y establecimientos (con rehenes) y barrios. Hondas, bulones, recortes de chapa, clavos “miguelitos”, “caños”, bombas incendiarias y armas cortas, fueron la recuperación de 31
prácticas y el “armamento” elemental, antes de 1973 y conjunto de la clase. lo siguieron siendo, después. En ese contexto, surgieron La prueba de fuego de toda esta experiencia “en organizaciones político-militares que buscaban guiar y construcción”, fueron sin duda, los 3 años de gobierno conducir a esta violencia de masas de nuevo tipo, conver- peronista (1973-1976), que intentó maniatar y abortar el tida en el ariete de la lucha de clases y resignificada por proceso revolucionario incipiente y en curso, desviando su programa socialista. el eje de la lucha y tratando de lograr la “conciliación La “izquierda peronista” (en especial, la Organización de clases” (vía el “Pacto Social”), con el doble objetivo Montoneros) transitó originalmente ese camino, hasta de aislar a los sectores más movilizados y desarticular su 1973. Pero al subordinarse dócilmente por cuestionables programa de transformación social y económica. En ese razones estratégicas a la conducción burguesa del pero- breve período, la tendencia no sólo no revirtió sino que nismo hasta mediados de 1974, produjo un retraso en el –progresivamente– se incrementó. proceso de ruptura de los sectores populares con ese proAl calor de las luchas contra el “Pacto Social”, las Oryecto reformista burgués nacionalista. Esto derivó en un ganizaciones revolucionarias marxistas mencionadas no desvío parcial del curso ascendente de la lucha de clases se limitaron a accionar militarmente contra los enemigos en esta etapa, a pesar de las prácticas combativas de la históricos y permanentes de la clase obrera (la burguesía mayor parte de sus bases y frentes de masas, en particular, y sus cuerpos represivos) sino que pusieron en pie frentes los sindicales. de masas político-sindicales, para disputarle la conducEn el campo de la izquierda marxista, las dos fuerzas ción de la clase en su conjunto a las dirigencias corrommás importantes, actuantes pidas, conciliadores y buen la “década corta” –por rocráticas del peronismo de La resultante de los factores que orden de aparición y desaderecha y gobernante. venimos describiendo y de su rrollo–, fueron el Partido Así, aún en forma convergencia, fue un proceso de armado Revolucionario de los Traembrionaria, constituyeideológico y material de importantes bajadores (PRT, fundado en ron primero –en especial sect ores populares, que se expresará 1965) y su brazo armado, y principalmente, bajo en una original construcción de una el Ejército Revolucionario el auspicio y empuje del del Pueblo (ERP, creado en PRT-ERP– el Movimiento violencia de masas (por los numerosos 1970). Y, más tarde, la OrSindical de Bases (MSB) sectores que la ejercían), obrera ganización Comunista Poen julio de1973 y un poco (por el protagonismo central en la der Obrero (OCPO, surgida más tarde, el aún más ammisma de la vanguardia de la clase) entre 1973 y 1975). plio Movimiento Sindical y revolucionaria (por su programa Se fueron construyendo Combativo (MSC), que y objetivos), como herramienta de así, de manera gradual pero se proyectaron con mayor intervención política. aceleradamente, instancias fuerza e incidencia, hasta y estructuras para canalizar fines de 1975. Ambas esesa violencia de masas. Grupos de autodefensa reales, tructuras –creadas para tener presencia y actuación en concretos y efectivos (no los tantas veces “declamados” todo el país–, alcanzaron su mayor extensión y protaen teoría por otros, pero nunca organizados); “pique- gonismo en la estratégica provincia de Córdoba, bustes” obreros armados y la formación de destacamentos cando formar un polo político-sindical que reagrupara semi-regulares que apoyaran, encausaran, protegieran y a las corrientes socialistas más críticas, que militaban potenciaran las formas más básicas que asumía la violen- dentro de la clase obrera. cia de masas. Presencia que se hizo sentir en asambleas; Hacia 1975, las construcciones organizativas nomactos y “tomas” de fábrica; marchas y concentraciones y bradas; las Agrupaciones de base (y aún con sus vaciatentados con explosivos. De manera excepcional y en si- laciones y contradicciones, también la Juventud Tratuaciones gravísimas, numéricamente minoritarias, en el bajadora Peronista, JTP-Montoneros) y el activismo amedrentamiento, captura, secuestro o eliminación física en su conjunto; las “Listas” opositoras y combativas de represores y sus cómplices (civiles, policías o milita- en los Sindicatos; los Cuerpos de Delegados y Comires) y patrones. siones Internas por establecimiento y aún las pocas No se trataron de acciones, “sustitucionistas” o “des- Direcciones Seccionales de Sindicatos recuperadas y colgadas” de la voluntad y estado de ánimo combativo “paralelas”, habían entretejido una red de conducción del amplio colectivo social en ese período. Contra la crí- sindical alternativa, efectiva y eficiente, que disputaba tica de la burguesía y de muchos autoproclamados “re- con éxito creciente la dirección de la vanguardia obrevolucionarios” (de ayer y de hoy), esa presencia, acom- ra y amplios sectores del resto de la clase. pañamiento y potenciación no fue objeto de condena y Para el enemigo de clase –y nunca mejor bautizada– rechazo, ni por la vanguardia obrera (por definición, el se trataba de “la guerrilla fabril”. sector más consciente y politizado) ni tampoco por el La Mesa de Gremios en Lucha, en Córdoba, y las 32
Coordinadoras Interfabriles de Capital Federal, Gran Buenos Aires y otros enclaves industriales, se pusieron así –en junio de 1975– al frente de la movilización de los trabajadores contra el plan económico de ajuste ultraliberal del ministro Rodrigo. Un plan desesperado del gobierno peronista agonizante y volcado cada vez más hacia una salida fascistizante, como lo demostraba el terror paraestatal y paramilitar ejercido por la Alianza Anticomunista Argentina (la Triple A) y la intervención abierta de las Fuerzas Armadas en la “lucha antisubversiva”. En esas movilizaciones obreras estuvo igualmente presente la actitud y voluntad confrontativa y el alistamiento para el enfrentamiento militar, expresión de la violencia de masas que venimos describiendo. La masividad de estas expresiones de lucha organizada y lo que eso implicaba; el temor de la burguesía a escalar en un combate concreto, sin definición asegurada y que incentivara réplicas más fuertes y contundentes, evitó que se pasara de la amenaza latente al choque directo. Las Jornadas de junio y julio de 1975, en donde jugó un papel decisivo el proceso de asambleas por establecimiento y marchas de trabajadores por calles y rutas hacia la sedes del poder burgués, puso freno transitorio a un proyecto no sólo económico (con sus regresivas secuelas sociales para la clase obrera y las mayorías populares) sino también político. Proyecto integral que debió postergarse, por unos meses, para ser aplicado a través de un Golpe de Estado y de una Dictadura Cívico-Militar, contrarrevolucionaria y fascista, conjunta y representativa de la burguesía local y el imperialismo. Se trataba, imperiosamente, de ahogar en sangre y disciplinar estratégicamente y por varias décadas a la clase obrera y a su vanguardia sindical y política, infligiéndole una derrota escarmentadora. No se podía permitir que los trabajadores hicieran “política” institucional, disputándole a la burguesía ese terreno o el campo de las ideas. Menos aún y más grave, que se “atrevieran” a desafiar el uso monopólico y “legítimo” de la violencia “legal”, tomando en sus manos obreras, las armas materiales. En síntesis, lecciones históricas que nos vienen desde el ayer, de una derrota –temporal– pero que nos debe servir para seguir en la pelea, corrigiendo y haciendo bien lo que no se pudo hacer mejor en el pasado. Sin alentar falsas expectativas en las instituciones “representativas” burguesas, en los cambios graduales e indoloros, en la toma del poder por la vía electoral y menos que menos, en la transformación pacífica del sistema capitalista. Identificando, hoy como ayer, a aliados (verdaderos) y enemigos. Con unidad en la acción y buscando la síntesis en la teoría, el programa y la práctica. Luchando siempre por el Socialismo, dentro de la clase obrera y conquistando a su vanguardia más consciente. 33
El pasado que no pasa por Eduardo Lucita Militante de la izquierda revolucionaria de los años 1960 y 1970 y de la Cuarta Internacional-SU. Trabajador ferroviario durante más de dos décadas. Durante 20 años dirigió la revista Cuadernos del Sur. Es autor de La Patria en el riel. Un siglo de lucha de los trabajadores ferroviarios. Actualmente es columnista permanente del diario La Arena de Santa Rosa (La Pampa) y conductor de los programas Miserias de la Economía y De Razones y Pasiones, que se emiten por la televisora comunitaria Barricada TV. Colabora con numerosas publicaciones del país y del exterior.
L
a invitación que me hicieran llegar los ami- para alcanzarlo. gos de HN para participar en este dossier Claro está que pocas veces como entonces las neceimplica un doble desafío. Porque no es un sidades de la burguesía estuvieron tan íntimamente reaño más: son cuatro décadas del golpe y dos lacionadas con los cambios y modificaciones a escala del EMVyJ, pero también es el año en que se planetaria. Así, el cierre de la institucionalidad burguesa intenta imponer un protocolo que encorsete las fue funcional al cambio que se verificaba en la situación protestas sociales y en el que el presidente de económica mundial: crisis del Estado del Bienestar y esEEUU vendrá al país justo para el 24 de marzo. trangulamiento del modelo de sustitución de importacioEl desafío es entonces no sólo precisar las ca- nes en América latina. racterísticas y objetivos del golpe, sino también El golpe militar del ’76 fue, dadas las particulares aportar a forjar una amplia movilización en de- condiciones del país, la precondición necesaria para inifensa de los DDHH de ayer y de hoy y rechazar ciar un proceso de larga duración que, emparentado con la presencia imperialista en el país. Una movili- lo que sucedía en otras geografías, sentó las bases para la zación unitaria es hoy una responsabilidad in- brutal modificación de la estructura económica y social. eludible. Cambio estructural que aún hoy padecemos. Cuatro décadas atrás la dictadura militar con el apoLa ofensiva generalizada sobre el conjunto de las yo de las fracciones de las clases dominantes que dieron conquistas obreras, que los trabajadores, generación tras sustento a su programa, se apoderó del Estado para im- generación, habían levantado frente a la voracidad del pulsar lo que llamaron “proceso de reorganización na- capital, resultó un momento previo para la implantación cional”. del nuevo modelo de acumulación. Modelo que concluAquel fatídico 24 de marzo de 1976 confluyeron cua- yó imponiendo una relación de fuerzas absolutamente tro tendencias claramente definidas: a) crisis mundial de favorable al capital en detrimento de los trabajadores y los primeros años ’70 y la respuesta de reestructuración las clases subalternas, sumiendo en el aislamiento y la del capital a su propia crisis; b) elevación del nivel de la impotencia a las corrientes revolucionarias y al movilucha de clases en el país como nunca antes habíamos miento social todo, que sufrió el abandono de sus direcconocido; c) posibilidad cierta de que los trabajadores ciones burocráticas. y el conjunto de las clases subalternas avanzaran hacia Pero no fueron solo transformaciones en las bases su autonomía social y la inmateriales de la sociedad y dependencia política de los en la estructura de clases. … las organizaciones revolucionarias (…) partidos tradicionales; d) Pesó mucho lo ideológico. habían logrado romper con la lógica agotamiento del modelo de La idealización del mercapolítica de ideologismo / sindicalismo y acumulación basado en la do y la acumulación de riponer en el centro de sus proposiciones expansión del mercado inqueza y su ostentación –que la cuestión del poder y las vías para terno, el distribucionismo y llegó a su máximo en la déalcanzarlo. la intervención del Estado. cada del ’90– fueron símLa contrapartida de esbolo privilegiado de éxito tas tendencias confluentes no era otra que la necesidad Nunca antes un modelo económico de corte liberal de las clases dominantes de poner fin a ese ciclo de la resultó tan acompañado por el individualismo, el consulucha de clases y eliminar política y físicamente a las mismo, el sexismo, la xenofobia… como en el período organizaciones revolucionarias. Estas, luego de recorrer que se inaugurara aquel 24 de marzo y que, visto desde un largo camino, habían logrado romper con la lógica este ángulo, se proyecta, con alteraciones pero sin solupolítica de ideologismo / sindicalismo y poner en el cen- ción de continuidad hasta nuestros días. tro de sus proposiciones la cuestión del poder y las vías El tejido de solidaridades fue destruido, la hetero-
34
geneidad y la fragmentación se instaló en el interior de los sujetos sociales. Estos dejaron de ser sujetos para ser “actores” que “interactúan” en un “escenario” acotado y juegan determinados “roles”, aunque sin transgredir ciertos límites claros y precisos. Los grandes relatos historiográficos, aquellos que vinculaban los acontecimientos del pasado con el presente, que intentaban proyectar un futuro, superar el campo de lo posible e instalar un utopismo concreto, transformador, fueron abandonados, descalificados, reemplazados por el minimalismo de lo cotidiano, de las individualidades agregadas. Por el coyunturalismo que solo vive el presente sin expectativas ni esperanzas. No otra cosa era la ideología del “pensamiento débil” que rechaza toda visión histórica global, que vincule pasado y futuro, mediado por el presente. Se trataba de lo que el historiador Eric Hobsbawm en su comentada “Historia del Siglo XX” señalaba como “La destrucción del pasado, o mejor dicho de los lazos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores…”1 Una vez que Eduardo Grüner publicara su formidable ensayo “Fin de las pequeñas historias”2, aquellas que nos quisieron imponer como resultado del “fin de la historia”, se nos abrió el camino para recordar el espíritu de aquella época previa al golpe. El aire de esos tiempos, tan distinto al de las últimas décadas y que la dictadura militar vino a cortar de cuajo. Para nosotros aquellos años fueron de luchas, de solidaridades y esperanzas colectivas, de cuestionar las bases mismas del poder, tanto material como simbólico. Los acontecimientos mundiales que se sucedían: el Mayo francés, el Otoño Caliente italiano, la Primavera de Praga, el movimiento estudiantil en Japón y México, en Berkeley y en Columbia, y en otros campus universitarios estadounidenses, no eran sino partes indisolubles de un continuum que culminaría en la revolución mundial. El Cordobazo resultó el eje articulador, con la seguidilla de acontecimientos que reivindicando las libertades públicas, el antiimperialismo y en muchos casos las banderas de la transformación social y el socialismo, recorrieron el mundo todo. Las luchas sociales crecieron y con ellas los movimientos que desde distintas vertientes impugnaban el orden capitalista en abierta ruptura con los reformismos socialdemócrata y estalinista. La amplitud de esta onda expansiva alcanzó también al movimiento sindical que como en otros países logró conquistas que significaban avances sobre el reino del capital. El “proceso de reorganización nacional” vino a cercenar este estado de cosas. La represión, las persecuciones, los exilios, las muertes y desapariciones, no hicieron otra cosa que bloquear toda posibilidad de un debate crítico que nos permitiera resolver las insuficiencias teóricas, ideológicas, políticas, para mejor comprender la etapa que el capital estaba inaugurando.
Nadie ingresa a los procesos revolucionarios sabiendo cual será el destino final de ellos, a dónde finalmente conducirán. Nosotros tampoco. Sin embargo hoy es válido preguntarse: ¿Aquel ciclo de alza de la lucha de clases fue el máximo que el movimiento obrero y la vanguardia revolucionaria podían alcanzar? ¿Se estaba en presencia de la apertura de un nuevo ciclo que el golpe se anticipó a cerrar? ¿Con la relación de fuerzas sociales de ese entonces, y con el herramental teórico/político disponible se estaba en condiciones de resolver favorablemente la confrontación o era esperable un repliegue ordenado? ¿Se caracterizó bien el proceso político que se abría con el triunfo electoral del peronismo en 1973? ¿La caracterización que se hiciera del golpe contemplaba el nuevo ciclo abierto por el capital a escala mundial y que
Los trabajadores, los militantes populares, los estudiantes, los revolucionarios, no fuimos perseguidos, torturados, encarcelados desaparecidos, muertos, exiliados… por nuestros errores que seguramente fueron muchos, sino por los aciertos, que tal vez fueran muy pocos. O al menos uno: que la crisis del capital en nuestro país -desarrollo tecnológico y depredación de la naturaleza incluida- conducía a la barbarie. este imponía nuevas condiciones para el desarrollo de la lucha de clases? ¿Se tuvo en cuenta el nuevo escenario abierto en el Cono Sur con el golpe de Estado contra la Unidad Popular en Chile? Cuatro décadas después parecen obvias algunas respuestas. El filósofo alemán Walter Benjamin ha sido el portador de una nueva concepción de la historia, que rompe con el evolucionismo y la linealidad del progreso, por el contrario pregonaba que la historia fuera escrita desde el punto de vista de los vencidos, ya no como un continuum sino como disrupción. Revisitadas las preguntas a la luz del sentido y la pasión de quienes protagonizamos aquellos años, tal vez convenga volver a Benjamin en sus Tesis sobre la historia: “Marx dice que las revoluciones son la locomotora de la historia. Pero tal vez se trate de algo por completo diferente. Tal vez las revoluciones son el manotazo hacia el freno de emergencia que da el género humano que viaja en ese tren”, “Es la revolución proletaria la que puede parar el curso mesiánico del mundo”3 Los trabajadores, los militantes populares, los es35
tudiantes, los revolucionarios, no fuimos perseguidos, el plano local la reorganización de la economía bajo la torturados, encarcelados desaparecidos, muertos, exilia- hegemonía del modelo neoliberal dejó como secuela la dos… por nuestros errores que seguramente fueron mu- exclusión de la producción y del consumo de importanchos, sino por los aciertos, que tal vez fueran muy pocos. tes masas de trabajadores, la precariedad laboral, los bajo O al menos uno: que la crisis del capital en nuestro país salarios. En suma, el incremento de las desigualdades. -desarrollo tecnológico y depredación de la naturaleza Desigualdades que en todos estos años, a pesar de los incluida- conducía a la barbarie. avances logrados, no se ha revertido. Las tensiones soSe fracasó al tirar del ciales y políticas acumulafreno de emergencia. La lodas en los ‘90 estallaron en Nada es fatal ni definitivo en la comotora se desbocó, perlas jornadas del 19 y 20D. historia. El fin de la guerra fría y del dió el control y finalmente La revuelta plebeya, bautienfrentamiento entre bloques dejó al la barbarie se instaló ese 24 zada como El Argentinazo, de marzo de 1976… dejó al desnudo la crisis de descubierto el verdadero antagonismo Aquellas insuficiencias representatividad política y social: explotadores y explotados, que no alcanzábamos a perel vaciamiento de las insoprimidos y opresores. cibir entonces aflorarían tituciones de la democracon toda su intensidad una cia burguesa, abriendo un vez retirada la dictadura militar, reinstalada la democra- nuevo ciclo de luchas, pero al mismo tiempo se creó un cia representativa y recuperado el ejercicio de las liber- vacío que no se pudo o se supo ocupar, que fue aprovetades públicas. De esta forma la ofensiva del capital en chado por la burguesía para reponer la voz de orden y los años ’80 y particularmente en los ’90 resultó aún más mando del Estado y relanzar el proceso de acumulación gravosa. La crisis del Este, agudizada por la caída del de capitales que, luego de una década larga deja al desMuro de Berlín (1989) y el colapso de la Unión Sovié- cubierto una vez más los límites del capitalismo nacional tica (1991), contribuyeron a desvalorizar todo proyecto y de las burguesías locales. de cambio con orientación socialista, dando así nuevo En estos días una vez más un ciclo expansivo de la impulso al neoliberalismo, que recuperó para el capital economía termina inevitablemente en una política de los grandes mercados de los países del socialismo buro- ajuste, mientras queda patentizada la impotencia de las crático de Estado. fracciones políticas que se asumen como la representaLa fuga del pensamiento crítico, el pasaje en masa de ción de una burguesía nacional prácticamente inexistenlos intelectuales hacia posiciones de administración de la te. crisis y a nadar a favor de la corriente, completaron el 40 años después esta mirada retrospectiva encuentra cuadro en el cual el liberalismo se mostraba victorioso. sentido si ayuda a recuperar la esperanza, la razón de Política e ideológicamente. ser de aquellos hombres y mujeres, luchadores íntegros, Pero también en esos largos y tenebrosos años hubo decididos y valerosos como pocos que protagonizando quienes no se sumaron a los cambios ni se abroquela- aquellos años dejaron girones de su propia vida y cuando ron detrás del dogma y las verdades reveladas. Quienes muchos aún hoy estimulan las luchas del presente, sin las cuestionamos y ejercitamos nuestra capacidad crítica, cuales no hay utopía ni esperanza posible. buscando la renovación sin abandonar las esencias, sin Como Benjamin explicara “…la lucha de clases es desconocer los cambios, por el contrario tratando de una lucha por las cosas ásperas y materiales sin las que comprenderlos para operar políticamente sobre ellos. no existen las finas y espirituales. A pesar de ello estas Tributarios de un cuerpo de ideas orientado a la trans- últimas están presentes… como confianza, como coraformación socialista buscamos denodadamente instalar je, como humor, como astucia, como denuedo, y actúan la reflexión y el debate democrático por fuera de los cír- retrospectivamente en la lejanía de los tiempos. Acaban culos áulicos, en el seno mismo de la intervención social por poner en cuestión toda nueva victoria que logren los y política de los sujetos históricos y los movimientos que dominan”4. En eso hemos estado estos cuarenta años. socio/político/culturales. Confiados en la capacidad removedora de las ideas y en la vitalidad del marxismo como crítica radical de todo lo existente, ejercitamos con denuedo esa conquista histórica de la humanidad que es 1. Hobsbawm, Eric: Historia del Siglo XX, Edic. Crítica, Grijalel pensamiento crítico. Y si el socialismo alguna vez ha bo-Mondadori, Barcelona 1995. de serlo, será crítico del sistema del capital, pero también 2. Grüner, Eduardo: El fin de las pequeñas historias - De los hechos culturales al retorno “imposible” de lo trágico. Edic. Paidós-Colecde nuestros actos y consecuencias. ción Espacios del Saber, Buen Aires, 2002. Nada es fatal ni definitivo en la historia. El fin de 3. Benjamin, Walter: Sobre el concepto de historia y Tesis sobre histola guerra fría y del enfrentamiento entre bloques dejó al ria y otros fragmentos, Edic. Contrahistorias, Mexico D.F., 2005 (tesis descubierto el verdadero antagonismo social: explotado- XVII) 4. Sobre el concepto de historia, tesis IV. res y explotados, oprimidos y opresores. En tanto que en 36
A 40 años por Margarita Cruz Miembro de la Aedd, sobreviviente de “La Escuelita” de Famaillá.
E
n nuestro país los procesos históricos fueron marcados por hechos determinantes en la lucha de clases. Las clases dominantes se abroquelan toda vez que necesitan defender sus posiciones de privilegio, reacomodarse o aliarse a grupos trasnacionales. Las Fuerzas Armadas fueron un eslabón necesario de estos intereses, por ello destituyeron gobiernos constitucionales mediante golpes de Estado, facilitando con represión y disciplinamiento social la imposición de políticas económicas de sectores de las clases dominantes. La resistencia obrera a estas políticas, sumó a la lucha de los trabajadores a otros sectores medios, como el movimiento estudiantil y otras capas progresistas del campo popular, como sectores del campo y de la mediana industria. Hasta el golpe genocida de 1976 nuestro pueblo tuvo en vilo la hegemonía de las clases dominantes. En los años 60 y 70 se advirtió en toda América latina, la emergencia de nuevas estrategias por parte de los sectores dominantes en el ejercicio del poder económico y político, con la finalidad de reformular un régimen de dominación que estaba cada vez más amenazado por los grandes movimientos y resistencias populares. Este proceso, que comienza con el gobierno encabezado por Onganía, permite la asignación de recursos para el área moderna y transnacional de la economía con la supuesta idea de producir un salto cualitativo y cuantitativo en el país. La concentración económica y política del régimen privilegió a las grandes industrias y las inversiones extranjeras en detrimento del comercio y la pequeña industria. A diferencia de golpes militares anteriores que se centraron en el asesinato selectivo de líderes y cuadros, éste se caracterizó por asesinar a decenas de miles de activistas y líderes populares de opinión, que unían a millones de trabajadores a las grandes luchas y debates públicos. El campo popular sufrió una derrota histórica, un cambio a gran escala y a largo plazo en la correlación de fuerzas. El vasto proceso de reestructuración social, llevado a cabo por la última dictadura militar, tendió a fortalecer las bases de la dominación de los grandes sectores propietarios, homogeneizando su situación social y fragmentando las bases sociales de las clases populares, destruyendo los lazos de solidaridad y cooperación que habían construido a lo largo de 20 años de lucha, y que formaban parte de la cultura obrera y popular. El Operativo Independencia supone una ruptura en relación a ésta política represiva, tanto en su metodología como en el carácter de la fuerza represora. La metodología comienza a estar basada fundamentalmente en la práctica
de secuestro y desaparición forzada, cuyo dispositivo fundamental es el campo de concentración. Rodolfo Walsh, en su carta a la Junta Militar escribió: “en la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada. En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales. Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9% y prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos”. La dramática magnitud de la represión registrada entre 1976 y 1983 sólo puede explicarse en el contexto del desarrollo de las luchas sociales registradas en Argentina en las décadas anteriores. Fueron años de luchas importantísimas, basadas en las organizaciones sindicales, populares, barriales, de base, que constituían un entramado social denso y solidario. En este marco, la implantación de un nuevo modelo económico y social tenía como requisito imprescindible la drástica alteración de la correlación de fuerzas entre capital y trabajo y el disciplinamiento represivo de los sectores populares mediante el terrorismo de Estado. La expresión más acabada de esta estrategia represiva ejecutada a partir de 1976 ─con el antecedente del Operativo Independencia en Tucumán─ son los treinta mil desaparecidos, los más de seiscientos centros clandestinos de detención y exterminio, la complicidad empresarial en la represión en los lugares de trabajo (Acíndar, Astarsa, Dálmine Siderca, Ford, Ledesma, Mercedes Benz, etc.), la participación de importantes funcionarios de muchas de las principales firmas del país en ámbitos estratégicos del aparato estatal, la intervención de los sindicatos y el cercenamiento de las conquistas laborales históricas. En ese marco, el rol de los organismos de los derechos humanos consistió en la lucha por la aparición con vida de los compañeros desaparecidos y el accionar represivo de la dictadura. Las rondas de la Madres, las denuncias a nivel internacional y la asistencia a los familiares fueron roles importantes que cumplieron los organismos que nuclearon la resistencia y despertaron la simpatía de grandes sectores de la sociedad. Algunos existían desde antes, como la Liga Argentina 37
por los Derechos del Hombre, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos o el Servicio Paz Y Justicia. Durante la dictadura surgieron Madres de Plaza de Mayo y Abuelas. Posteriormente, a partir de 1984, la AEDD (Asociación de ex detenidos desaparecidos) tuvo su rol histórico, que fue su lucha para sacar a luz lo ocurrido en los centros clandestinos de detención, su existencia. Testimonio y denuncia de nuestra permanencia en ellos y de los miles de compañeros que fueron desaparecidos, señalando a los genocidas. Hacer conocer la historia y la verdad de por qué luchaban y dieron su vida los 30 mil compañeros, y toda esa generación que por mandato de las clases dominantes tenía que exterminarse. En 1995 apareció H.I.J.O.S. Los procesos históricos no son lineales, ni de fácil conformación, ni mucho menos de interpretación. Mientras exista la lucha de clase siempre hay contradicciones, conquistas y derechos que el pueblo va resolviendo. Estamos convencidos de que es necesario saldar ese quiebre histórico que implicó la implantación a sangre y fuego de un modelo económico, político, social y cultural, con Memoria, Verdad y Justicia, para que las generaciones que hacen la vida de nuestro presente como las futuras sepan realmente lo que son capaces de hacer con el pueblo las clases dominantes que perpetuaron el genocidio. Las tareas pendientes, de plena vigencia de los DDHH en la actualidad, son todas en el día a día, así lo entendemos nosotros y por eso nuestro compromiso es con todas las luchas que este sistema capitalista, deshumanizante, continúa imponiendo. Por eso, seguimos sosteniendo que los organismos de derechos humanos que nacieron en la lucha por la aparición con vida de los 30mil compañeros deben ser siempre independientes de todos los gobiernos. Allí radica el compromiso de la AEDD. La lucha contra la impunidad es una tarea que sigue pendiente no solo por los crímenes cometidos durante el Operativo independencia y la dictadura genocida, sino que en todos estos años se sucedieron otros hechos que aun se mantienen impunes, ejemplo de ello es la desaparición de Julio Lopez, el asesinato de Silvia Suppo, así como también los centenares de chicos que, estigmatizados por la pobreza, fueron desaparecidos por el aparato
38
policial del Estado. Luciano Arruga es un claro ejemplo de ello. Creemos que las continuidades no solo se dan en lo económico, sino en otras formas de dominación: la trata de personas, el padecimiento y la tortura en las cárceles, la impunidad en la entrega del patrimonio nacional, como la mega-minería, etc., o la muerte silenciosa de pobladores por las fumigaciones, la destrucción del medio ambiente, etc. La reivindicación de la generación de militantes de los 60 y 70 en particular y de las luchas populares es ya una constante en muchos sectores de nuestra sociedad. Hoy, grandes sectores de nuestro pueblo siguen luchando por los 30 mil compañeros, exigiendo juicio y castigo a los genocidas, sin dejar de lado la construcción de una memoria colectiva que destruya la teoría de los dos demonios y las consecuencias psicosociales como el individualismo, el “no te metas”, el miedo, etc. Nuestro pueblo lucha contra todas las impunidades, bastan los ejemplos de la AMIA, de Cromañón, la tragedia de Once, por la aparición con vida de Julio López y el castigo de todos los responsables. Seguir luchando y oponiéndose a las políticas de ajuste, hambre y represión. Políticas que se expresan no sólo en la represión física de las luchas, sino también en la judicialización de la protesta (hoy con más de 4000 luchadores sociales procesados) y en la criminalización de la pobreza. Seguimos creyendo en la resistencia de los pueblos, por eso estamos donde estamos. El genocidio que se perpetró en nuestro país produjo un quiebre histórico, como así también la ruptura del tejido social en vastos sectores de nuestro pueblo que se evidencia en la violencia entre pobres, la violencia de género, el machismo… por eso nuestra tarea es unir la lucha de los 30mil con todas las luchas de este presente, porque es la única manera de poder entramar la ruptura del tejido social que la dictadura vino a romper. Nuevas generaciones interpretarán el pasado reciente. Nuestro deber como sobrevivientes es mantener viva la lucha de los desaparecidos que fue ni más ni menos que lograr una sociedad mucho más justa y más humana, que tenía que ver con la lucha por el socialismo hoy.
Seguimos creyendo en las utopías por Nora Ferreyra Militante del PRT-ERP Contextualizaré el por qué se hizo necesario a las clases dominantes apelar a las Fuerzas Armadas. Los despidos, la entrega de tierras y las concesiones a capitales extranjeros, la intervención en los sindicatos, y Centros de estudiantes, la suba de los alimentos, el congelamiento del salario, en la dictadura de Onganía, hizo que el pueblo se pusiera de pie contra la opresión burguesa. Esto hace que aparezcan brotes de insubordinación en importantes ciudades del país (el Cordobazo, Tucumanazo, Rosariazo, etc.). Se abre entonces una etapa de sincretismo de corrientes de muy distintos orígenes que apuntaban a un profundo cambio social y político, como así también pone a la luz el movimiento guerrillero. Otra de las incorporaciones es el estudiantado universitario. Puede deberse a que el mismo venía de una ardua batalla, haciendo una gran resistencia al aparato represivo. La muerte de Santiago Pampillon, la puso en evidencia. Comienza una clara y fuerte organización de las masas. La clase trabajadora, motorizada por el potencial ideológico y el compromiso de sus dirigentes, marcaba una firme unión en sus objetivos, “la patria socialista”, contra los desastrosos jerarcas del sindicalismo nacional que acompañaban, apoyaban y al final proclamaron la “filosofía participacionista”. Por aquel entonces las clases dominantes comenzaron a reagruparse, y con la habilidad que la caracteriza, recurre a una de sus planificadas metodologías para no perder el poder. La crisis económica y social que seguíamos atravesando, hace que la burguesía por el año 1973, recurra al parlamentarismo (momentáneamente), para suavizar con paños fríos al campo popular. La masacre de Ezeiza para muchos revolucionarios dejó en evidencia los objetivos de la burguesía. En 1974 las clases dominantes comienzan a realizar sus fuertes ensayos represivos hacia los revolucionarios. La creación de la triple A, y luego el decreto de aniquilación a la subversión, genera en el pueblo una especie de búmeran –no un despertar–, porque era una sociedad muy politizada. Algunos hechos ocurridos que hicieron de marco en jornadas inolvidables de lucha popular: - En Córdoba, en 1974 el jefe de la Policía Navarro, cumplió las órdenes del golpe ordenado por Perón mediante un decreto que culpaba a los gobernantes cordobeses a fomentar situaciones conflictivas y eran cómplices con la “acción subversiva”, proyectada desde Córdoba para todo
el país. Así fue la destitución a Obregón Cano y Atilio López (dirigente gremialista de UTA, quien también era uno de los que había liderado el Cordobazo), y que fuera asesinado por la Triple A el 16/9/74. Se produce el Navarrazo. - Algo similar sucedió en Salta con el gobernador Miguel Ragone, único gobernador desaparecido en la dictadura de 1976. - En Tucumán los represores, con Vilas a la cabeza, realizaban numerosos asesinatos de obreros y campesinos, sometiéndolos a toda clase de torturas en extremo crueles, violaciones y vejaciones. - El Ministro Ivanissevich, llevó a las Universidades Nacionales a una profunda crisis, dejó cesantes a más de 20.000 docentes, bajó el nivel académico, cierran librerías de los Centros de Estudiantes, imposición del tríptico… Ya existía la represión civil y uniformada, hacia la comunidad universitaria, había decenas de presos, torturados y desaparecidos o asesinados en todo el país. - El Rodrigazo. Esto implicó una fuerte regresión de los ingresos salariales y una ofensiva contra los derechos de los trabajadores. La resistencia obrera y popular hacia impracticable la táctica burguesa. Las vías legales se habían agotado, los enfrentamientos eran inevitables, la resistencia armada del pueblo era un hecho, era una justa violencia popular al salvajismo de las clases dominantes. La burguesía se ve acorralada con peligro de muerte, redoblan su ferocidad. Con esa situación política y social, las clases dominantes, no podemos decir que recurren a las fuerzas armadas, porque ya venían operando con ellas, sino que se sacan la careta “democrática” y muestran su verdadero rostro represivo, para contrarrestar el auge de las luchas populares y organizaciones revolucionarias e imponer y establecer las bases de un sistema neoliberal. La Dictadura en las cárceles realizaba un trato inhumano. Los métodos utilizados, como las vejaciones o el aislamiento, cumplían un propósito, una determinada función: neutralizar la combatividad, fomentar el individualismo, generar el terror, reducir al prisionero, exterminarlo psíquicamente, convertirlo en un objeto. En los Centros Clandestinos de Detención, al mejor estilo nazi, los prisioneros vivían el día a día con el terror, el aturdimiento, el desconcierto, la destrucción psicológica y moral. 39
Las metodologías de las clases dominantes son las mismas y pueden ser utilizadas por la fuerza o no. Pero cuando tenemos claro al enemigo y observamos el movimiento, tenemos que pensar cuál es su propósito. Y este podrá ser el eje que nos sirva para planificar las acciones a tomar en nuestra lucha. Hay muchas cosas que reparar, y que resarcir, pero debemos continuar haciendo Memoria, logrando una sociedad de pie contra el opresor, que no calle, no oculte, no niegue la historia, para reconstruir su tejido social. Las organizaciones de Derechos Humanos cumplieron un rol muy importante en la Dictadura, ellas realizaban presentaciones de Habeas Corpus, denuncias en Ministerios nacionales, y Organismos Internacionales, iban más allá que un simple hecho denunciativo, era un claro mensaje: nosotras vamos a resistir hasta saber la verdad. Sin lugar a dudas la mayor relevancia en la Dictadura era la clase obrera, que tenía una clara línea revolucionaria, que en los años de lucha ésta orientó su resistencia y engrosó las filas de la lucha armada. Las organizaciones revolucionarias político-militares venían desde varios años antes realizando innumerables acciones. Jugaron un papel de vanguardia en los duros años de lucha antidictatorial, combatían constantemente entregando hasta sus vidas en pos de la Revolución Socialista. Si hacemos un balance de lo realizado, tenemos que decir que en democracia los sobrevivientes, y más aun los que habíamos pertenecidos a organizaciones Político-Militares, fuimos estigmatizados, no sólo por amigos, conocidos, sino también por Madres, familiares (lo que es lógico)… hasta nosotros mismos nos preguntamos ¿por qué quedamos vivos?, y fue parte del plan macabro de la dictadura. Nuestra existencia fue durísima, recién salimos a la luz cuando los Organismos de Derechos Humanos empezaron a tener otra mirada y comenzaron a escribir las memorias, y quienes teníamos la data éramos los sobrevivientes. A partir de allí nuestra militancia comenzó a ser más política. Quizás tardía. Porque en esto del balance me entran las contradicciones: ¿o no supimos? Hacer docencia sobre el poder popular, las prácticas de la burguesía, el imperialismo; ¿o no pudimos? transmitir a quienes no estaban dispuesto a escuchar. O el capitalismo avanzó más rápidamente, o nosotros quisimos avanzar con pasos más firmes, o quizás nos hemos quedado en el pasado y la formación de las bases socialista hoy no provenga por la clase obrera, o el estudiantado, y quizás venga de la tecnología o de los medios alternativos de comunicación, que tienen más llegada a las masas. Lo que sí creo, es que del 2001 hasta el 2014 hemos perdido un tiempo, preciso y oportuno para que los grupos de izquierda avanzáramos. En la época Kirchnerista, debido a algunas medidas progresistas que debemos de reconocer, y que venían siendo peleadas y reclamas por varios sectores, se generó un divisionismo en el campo popular, de tal manera que no 40
se pudo cristalizar ni siquiera un movimiento progresista, menos uno revolucionario. Lo cierto es, que como sociedad hemos dado un giro en “U”. Debemos continuar con una gran carga social, que va desde la desmovilización de varios sectores, a una sociedad dividida en clases antagónicas, una clase obrera sin conciencia de clase (la prueba está en que siguen apostando a una burocracia sindical, y si un dirigente llega a conducir un sindicato, éste trabaja para algún sector partidario o político de turno y no para sus asociados, sino al contrario negocia y acuerda a sus espalda). Y a sabiendas que cualquier modificación económica los que pagan los platos rotos son los obreros. También debemos enfrentarnos con un estudiantado súper dividido, pequeños burgueses que no son capaces de conformar un espacio de debate que retroalimente el diálogo con estudiantes (de diferentes ideologías), donde puedan expresar sus inquietudes políticas y sociales sobre “qué” es lo que quieren construir. Sino muy por el contrario, vemos kiosquitos, que callan, aceptan o acuerdan con los claustros universitarios en reproducir ciudadanas/ os listas/os para servir a las clases dominantes. El vínculo que existe entre 1976 y 2016, es el mismo. Mientras existan las clases dominantes, opresión, colonización, nuestra lucha y tarea es histórica. El enemigo es el mismo “El capitalismo” que se esconde, se disfraza, se recicla. Pero tenemos un mal mayor, una sociedad que aparte de fragmentada, legitimó al capitalismo y que no avizora el camino espinoso que debe transitar. Digamos que el Capitalismo y la Burguesía, hoy por hoy gozan de muy buena salud, o lo que es peor tenemos a la Argentina gobernada por sus propios dueños, locales y extranjeros. La crisis del 2001, despertó y movilizó a los sectores sociales, y éstos comienzan a organizarse. Este ciclo piquetero del pueblo que se resistió al neoliberalismo y sin mucha claridad en construir algo alternativo, impuso sin lugar a duda nuevas condiciones a la burguesía. El neoliberalismo, para no exhibir su fracaso sigue aferrado al parlamentarismo, la burguesía juega suavemente sus cartas, para no alterar a esos sectores organizados y se les ocurra tomar un rol revolucionario. Las Clases dominantes toman aire y apuestan más fuerte, esto quedó demostrado en las elecciones 2015 donde los candidatos que competían para cargos presidenciales son elegidos por distintos sectores de la burguesía. Nos enfrentamos, con la recesión como decisión política, a los despidos masivos, la precarización laboral, el ajuste, la liberación del impuesto a la minería, la quita de retenciones de los productos agrícola, el tarifazo, los códigos contravencionales, la criminalización de la protesta, el protocolo anti protesta (al que la ley antiterrorista dejó la puerta abierta)… Todo esto nos demuestra que las clases dominantes dejaron de tener miedo a las masas y no están dispuesta a ceder, ni a conceder ninguna concesión. He escuchado, decir que esto es una dictadura. “Guar-
da”, a no confundir. Aunque la metodología sea similar, o se parezca mucho, no es lo mismo, ya que en éste caso, el pueblo le dio su respaldo. Si no tenemos bien en claro esta cuestión, cualquier plan de lucha, fracasará. Con esta realidad, vemos que hay mucha tarea pendiente y en base a ellas debemos planificar nuestras acciones, ya no se puede postergar. Existe una esperanza y esta viene de varios grupos sociales con un fuerte y amplio trabajo en el campo popular, pero estos huyen de lo partidario (lo que es lógico) pero no deben huir de lo político. Estos grupos van conformando una Nueva Izquierda a la que le cabe luchar enérgicamente en la constitución y fortalecimiento de la unidad obrera-estudiantil, y construir un frente social y político, antiimperialista, anticapitalista, anti patriarcal y americanista. No nos hemos quedados quietos... quizás un poco atrasaditos, pero sigue nuestro sueño, de construir con los
Hijos/as de toda una generación de soñadores, de compañeros/as que sabían sobre luchas, sobre resistencias, sobre voluntades, sobre la entrega por el otro, por esa Patria Grande Socialista; por ese Mundo Nuevo. Los Hijos/as de quienes nunca pudieron matar. Y los Nietos/as de quienes nunca podrán callar. Tenemos que seguir luchando por esa Patria, por la que dieron muchos/as su vida y que no es solo una Utopía. Que es un objetivo todavía vigente en la retina de toda una generación que muchos la pensaron vencida, que la creyeron “desaparecida”. Pero aquí estamos y desde aquí vamos a decir y gritar hasta el hartazgo: ¡¡¡Seguimos creyendo en las Utopías!!! ¡¡¡Seguimos creyendo en estos jóvenes que hoy militan en esa nueva izquierda y que hoy luchan, que son hijos/as de esa sangre de resistencia. Son los Hijos/as de esa lucha, son hijos/as de esa generación que los parió!!!
¿Quién ganó la democracia?
La disputa sobre la Resistencia Obrera a la Dictadura por Pablo A. Pozzi Docente. Historiador e Investigador. PhD en Historia (SUNY at Stony Brook, 1989) y profesor Titular Regular de la Cátedra de Historia de los Estados Unidos de América, en el Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (República Argentina). Entre sus publicaciones se destacan Luchas sociales y crisis en Estados Unidos, 1845-1993 (El Bloque Editorial), Huellas Imperiales. Estados Unidos de la crisis de acumulación a la globalización capitalista (Editorial Imago Mundi) y Trabajadores y conciencia de clase en Estados Unidos (Editorial Cántaro).
E
l proyecto de reorganización nacional de la Argentina no se inició el 24 de marzo de 1976 sino muchos meses antes con la aparición de la Triple A, el Operativo Independencia y el plan económico del ministro de Economía, Celestino Rodrigo. Sin embargo, este proyecto se efectivizó a partir del momento en que las Fuerzas Armadas tomaron el poder y lo detentaron exclusivamente, sin frenos institucionales. A partir de ese momento se desató una represión sin precedentes sobre el activismo obrero. El mismo 24 de marzo de 1976, ante un conflicto laboral en la planta IKA Renault de Córdoba, el Ejército acudió a la fábrica donde fue resueltamente enfrentado por los obreros, que lo obligaron a retirarse. En las semanas siguientes las
fuerzas represivas se dedicaron a secuestrar y asesinar a distintos delegados y obreros combativos de la fábrica. A principios de abril en la fábrica General Motors de Barracas (Capital Federal) entró en conflicto la sección pintura, siendo la misma ocupada por fuerzas represivas que arrestaron a tres de los huelguistas. Inmediatamente toda la fábrica entró en huelga, obligando al régimen a liberar a los tres compañeros detenidos. Se calcula que en los primeros días del golpe en el Gran Buenos Aires hubo más de 1.200 secuestros por fuerzas de seguridad. El día 26 de marzo la fábrica Peugeot fue invadida por carros blindados, los obreros fueron concentrados en el patio central y los documentos fueron revisados uno por uno. Idénticas operaciones se rea41
lizaron en Chrysler donde se llevaron a diez delegados. Seis más fueron detenidos en la fábrica de Alpargatas y en la siderúrgica Gurmendi se llevaron a otros veinte. Más de 200 obreros fueron secuestrados en Villa Constitución sin que ninguna fuerza de seguridad reconociera haberlos detenido. En la misma zona, el gobierno militar estableció una fuerza provincial de seguridad conocida como “Los Pumas”, cuyos efectivos se alojaban en forma permanente en la planta de Acindar2. Decenas de cadáveres aparecían a través del país mutilados bárbaramente. A mediados de 1977 la Organización Internacional del Trabajo (OIT) denunció la existencia en la Argentina de 18.000 desaparecidos y 6.000 presos políticos, entre ellos 400 sindicalistas. Dada la magnitud de la represión y sus características, es evidente que el régimen debe haber contado con el apoyo decidido de los empresarios a través de los encargados de personal, los cuales podían facilitar la infiltración de un lugar de trabajo al igual que señalar a los activistas. Una fuente calcula que el 53,7% de todas las desapariciones en la Argentina, entre 1976 y 1983, corresponden al movimiento obrero2. Otros cálculos son más altos. El primero de diciembre de 1977, el Senador Edward Kennedy incluyó en las Actas del Senado de los Estados Unidos una estadística sobre la represión en la Argentina. Kennedy calculó en ese entonces que el 31,3% de la población carcelaria argentina se encontraba detenida por actividades como dirigentes sindicales o activistas3. ¿Por qué tanto salvajismo contra los trabajadores? La respuesta debería ser evidente: porque fue la clase obrera la que el mismo 24 de marzo de 1976 se enfrentó a la dictadura. Lo notable de esto es que la gran mayoría de las historias cuentan a los trabajadores como víctimas, nunca como luchadores anti dictatoriales. Y sin embargo, sin esa decisión obrera no habría habido apertura electoral en 1983. Es común hoy en día leer y escuchar, ambos explícita e implícitamente, la noción de que la Junta Militar argentina tuvo que ceder el retorno a la democracia, en 1983, “como resultado de la Guerra de las Malvinas” y porque “no podían arreglar la bancarrota del país”. En ambos conceptos está implícita la idea de que los militares concedieron la democracia y que se retiraron del poder por su propia incompetencia. De hecho, dirían estos analistas que la clase obrera y el pueblo fueron derrotados y que si fuera por éstos todavía estaría la dictadura en el poder. En todos los casos hacen alusión a los ejemplos de Chile y Uruguay para demostrar pueblos que si lucharon contra sus dictaduras. Disentir de esta hipótesis no es tarea fácil, no sólo por que la han sustentado distintos y muy brillantes exponentes que la han difundido y defendido como funcional a la reconstrucción de una democracia burguesa, sino porque (como toda idea hegemónica) encierra elementos de verdad que dificultan visualizar la realidad. Es correcto que el antecedente directo que llevó a la retirada de los 42
militares fue la derrota de las Malvinas. Asimismo, es cierto que la lucha de la clase obrera argentina no tuvo la intensidad y organización de las de otros pueblos. Pero pienso que la realidad ha sido muchísimo más compleja. La posición política que minimiza, o descarta, el papel de la clase obrera en la caída de la dictadura tiene su base en un profundo derrotismo y desprecio de todas las luchas que se desarrollaron, en condiciones sumamente difíciles, durante la dictadura. Al mismo tiempo apuntan a desarmar a la clase obrera y a negarle la posibilidad de ser, una vez más, un protagonista central en el desarrollo histórico argentino. En síntesis, es una posición que, escondida tras un falso democratismo, encierra la profunda convicción que la clase obrera y el pueblo no tienen futuro porque han retrocedido en conciencia gracias a la derrota. Por ende, hay que aceptar lo inevitable y en vez de reivindicar un mundo mejor y más humano, sin explotadores ni explotados, nos plantean que lo único posible es este capitalismo: malo pero lo mejor de lo posible. Son muchos los factores que se conjugaron para lograr el retorno a la democracia electoral en 1983. La crisis mundial del capitalismo fue uno de los aspectos más importantes, puesto que dificultó el acceso masivo a capitales de inversión productiva que requería el ministro de economía de la Dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz y al mismo tiempo favoreció la especulación cortoplacista y endeudadora. La solidaridad internacional fue importantísima para desgastar moralmente a la Dictadura y bloquearle ciertos recursos; como por ejemplo, se logró que se cortara la ayuda militar de los Estados Unidos. Más importante aun fueron las expresiones de resistencia del conjunto del pueblo argentino a pesar del terrorismo de estado: los asalariados realizaron numerosas huelgas y sabotajes; hubo toma de municipalidades, como el Lanusazo en 1982; los productores del Alto Valle de Río Negro realizaron varias movilizaciones; las expresiones culturales subterráneas sirvieron para gestar y mantener un espíritu opositor; y hubo una denodada resistencia política que abarcó desde las Madres de la Plaza de Mayo, hasta el activismo de izquierda y algunos, muy contados políticos como Vicente Saadi, Luis León u Oscar Alende. Pero lo fundamental en todo esto fue el papel que jugó la clase obrera que se relacionó con todos los otros factores y constituyó la base material de los mismos. De hecho, existe un estudio realizado por la corporación japonesa Mitsubishi, a fines de 1977, sobre la posibilidad de realizar inversiones productivas en Argentina. El estudio concluía que no era indicado invertir porque la Junta no podía garantizar la estabilidad laboral a largo plazo. Como resultado, las inversiones que se realizaron fueron dirigidas ya sea a la especulación o a comprar empresas económicamente sanas, y no a crear otras nuevas. Asimismo, las corporaciones Gulf Oil, IBM, Exxon consideraban, en la reunión de LASA de abril 1979 realizada en Pittsburgh, EEUU, que el plan económico de Martínez de Hoz había fracasado; lo que no les impidió aprovecharse de la
famosa tablita para realizar pingües negocios. Por último, las mismas contradicciones entre los militares argentinos tenían como base material el problema obrero. El general Bussi, represor de Tucumán, se opuso a despidos masivos y cierres de fábricas, como requería la “eficientización” de Martínez de Hoz, por miedo a que esto aumentase los números de la “guerrilla industrial”. Distintos análisis han apuntado que ya a fines de 1975 existía un reflujo en la clase obrera argentina, con el objetivo de no brindar blancos fáciles a la represión; esto a pesar de que la vanguardia –el clasismo y las organizaciones revolucionarias—seguía una política de enfrentamiento con la represión. Al darse el golpe de estado, el movimiento obrero en su amplia mayoría, ya estaba realizando el duro proceso de aprendizaje que redituaría el desarrollo de otros métodos de lucha y de organización, aprendiendo de los errores que se realizaban durante la época. Así, por ejemplo, tenemos las huelgas automotrices de julio, agosto y septiembre de 1976 que fueron brutalmente reprimidas con desapariciones, detenciones, asesinatos y ocupaciones de fábricas por parte de las FFAA. Lo mismo ocurre con otros sectores obreros: metalúrgicos (marzo 1976), los portuarios (noviembre 1976) y los trabajadores de Luz y Fuerza (noviembre 1976 a marzo 1977). El gran valor de estas luchas es que en ellas se fueron ensayando nuevos métodos y desempolvando viejos, para llegar a las mejores formas de oponerse al régimen: no dar blancos fáciles al enemigo y por eso recurrir a todas las medidas que no lleven a un enfrentamiento abierto ni señalen con facilidad a los dirigentes. Así, en base a la experiencia y al ejemplo, se concretaron a través de 1976 y 1977 una serie de formas de lucha que se ajustaban a una correlación de fuerzas desfavorable y a la represión salvaje: “trabajo a tristeza”, “trabajo a reglamento”, quite de colaboración y sabotaje. Los resultados se hicieron sentir: a fines de 1976 Renault anunció que su producción había bajado 85%; en la siderúrgica Dalmine el 30% de las chapas estaban fisuradas; el 25% de los autos que producía General Motors salían dañados. Sin olvidar la inventiva de los obreros, por ejemplo los de Mercedes Benz, los cuales recurrieron al Himno Nacional para frenar la ocupación de la fábrica por el Ejército durante una medida de fuerza. En octubre de 1977 ocurrió una oleada de huelgas al margen de las direcciones sindicales que resultaron en la renuncia del Ministro de Planeamiento, General Díaz Bessone, y frenaron el ritmo del plan militar. Un año más tarde la revista Mercado registraba 1.300 conflictos y medidas de fuerza durante el mes de octubre de 1978 en la provincia de Buenos Aires solamente. La revista señalaba que la mayoría de los conflictos no trascendían a la prensa y al mismo tiempo eran en general pequeños y de corta duración. En enero de 1979 ocurrió la primera toma de fábrica desde fines de 1976, cuando el día 27 entraron en conflicto los obreros de Aceros Ohler. Durante los primeros diez meses de 1979 los cálculos basados en medidas
de fuerza reportadas en la prensa (necesariamente muy por debajo de la realidad) dejaban un saldo de más de 500.000 días/hombre de paros. Es así como se dio la Jornada Nacional de Protesta, llamada por un sector de la burocracia sindical el 27 de abril de 1979. La extensión del paro llamado por la Comisión de los 25 se calculó en un 40% de la fuerza laboral, pero su importancia no fue el nivel de adhesión sino el hecho de que la medida fuera llamada por un sector de la burocracia, demostrando en concreto la presión que ésta sentía para tomar medidas más combativas respecto del régimen. En 1980 se continuó con la toma de fábricas (Deutz, La Cantábrica, Sevel, Merex), con paros coordinando la comunidad con los obreros (Tafí Viejo, Ingenio Ñuñorco), coordinadoras gremiales clandestinas (subterráneos, marítimos), legales (gremios del estado, transportes), y movilizaciones (Deutz, La Cantábrica). A esto se agregó el “paro sorpresivo”, cuyas características eran: corta duración, total sorpresa, niveles de organización muy altos que permiten conseguir desde la base altos niveles de efectividad. Otra huelga general en 1981 más la continuación de los conflictos apuntados anteriormente se conforma como la base material para las movilizaciones que ya van abarcando otros sectores, hasta desembocar el 30 de marzo de 1982 en una masiva movilización que fue salvajemente reprimida. Es cierto que por sí sola, toda esta actividad no fue la única razón de la caída de la dictadura. Es cierto, además, que la derrota de las Malvinas aceleró el proceso hacia la apertura electoral. Pero también es cierto que hubo una resistencia obrera golpeada y con problemas organizativos, que dificultó la aplicación del plan económico y se presentó como un tremendo escollo al éxito de la Dictadura. Que esta actividad no fue generalizada en la sociedad argentina y que no logró fusionarse con la de otros sectores sociales y transformarse en un sostenido auge de masas es indiscutible tantos años más tarde. Para que esto hubiera ocurrido hacía falta que la izquierda hubiera sobrevivido a la dictadura con capacidad organizativa, con inserción obrera y con una política de construcción revolucionaria. La resistencia obrera careció de un proyecto político propio y tuvo un carácter anárquico y espontáneo, pero fue fundamental para el fracaso del régimen. Esta resistencia le restó legitimidad a la Junta y puso límites a su libertad para aplicar en profundidad su proyecto. Sólo así se puede comprender el fracaso del plan económico de la dictadura y su necesidad de una “fuga hacia delante” a través de la guerra de Malvinas.
1. Agencia de Noticias Clandestinas (ANCLA) 11 ago. 1976. 2. Estadística del Comité para la Defensa de los Derechos Humanos del Cono Sur (CLAMOR), San Pablo, Brasil. 3. Véase Denuncia, febrero 1978, p. 5.
43
Reflexiones por Marcelo “Pajarito” Ramos Militante del PRT-ERP
C
44
omo militante de una de las organizaciones fuerzas armadas para frenar y liquidar una organización más comprometidas con la lucha armada y –también armada– que estaba plasmando su hegemonía la necesidad de hacer en todos los frentes dentro del pueblo como su verdadera vanguardia. De tosociales la revolución por una sociedad socialista, dos los sectores de la sociedad se incorporaron militantes. pienso y sostengo que, desde siempre, la burgue- Más aun de la clase trabajadora, del surco, de los grandes sía argentina, pro-imperialista, tuvo como brazo centros fabriles y de los estudiantes. armado todas las fuerzas policiales, militares y Hoy nos enfrentamos a la continuidad del neoliberaciviles, incluida la iglesia católica, siempre que le lismo, sólo que esta vez a cara descubierta y dispuesto a fuera necesario para frenar los procesos de lucha todo: un gobierno comprometido con las transnacionales, revolucionaria y el avance de la clase trabajadora con los agroexportadores, con la política del FMI, no hará en la toma de consciencia y la lucha de clases. otra cosa que volver a usar necesariamente a las FuerLa dictadura militar, de todos los golpes que hubo en zas Armadas para reprimir las luchas de los trabajadores la historia de nuestro pueblo, siempre tuvo como propó- y el pueblo; un gobierno que avanza en corto plazo con sito frenar el avance de las luchas de clase y, sobre todo, Decretos de Necesidad y Urgencia no dudará en reprimir del crecimiento de sus vanguardias. Ya en 1973 el Gran las luchas de los trabajadores. Tiene en sus manos la ley Acuerdo Nacional (GAN) de Perón con la dictadura de antiterrorista y la aplicará a rajatabla, criminalizando las Lanusse fue un claro propósito de LIQUIDAR –en todo luchas y el derecho a reclamar. sentido– a la vanguardia revolucionaria y sobre todo a la Desde 1976 a la fecha, el vínculo político fue marorganización más firme, como fue el PRT (Partido Revo- cado por los sucesivos gobiernos elegidos democráticalucionario de los Trabajadores) y su brazo armado el ERP mente. En todo este proceso no existió una política de (Ejército Revolucionario del Pueblo). El mismo Perón se “desvincularse” del poder económico en favor de los inencargó de que eso se consolidara. tereses de las grandes mayorías. Sólo en el período del Algunas de las más relevantes acciones de masa fue- gobierno Kirchnerista hemos avanzado en recuperar muron el Cordobazo, Rosariazo, y sucesivos “azos” en otras chas cosas, como condenar a los genocidas, recuperar la provincias, con un pueblo organizado y dispuesto a dar memoria histórica haciendo de los DDHH una bandera la lucha en las calles y en todos los sectores. Esto acre- de lucha, reconocer, por parte del gobierno, los derechos centó la necesidad de las organizaciones revolucionarias de los más necesitados a una asignación y protección de de crecer cualitativamente y la niñez desde su concepcuantitativamente. Muchos ción... El rol protagónico En todas las luchas siempre el pueblo dirigentes surgieron en esa en la defensa de los DDHH pone sus mártires, y el Capitalismo instancia: Tosco en Córdoque siempre tuvieron las pone sus verdugos. Muchos escriben ba, encabezando la lucha MADRES Y ABUELAS diciendo que lo del PRT-ERP fue una obrera; Jaime en el frente desde la dictadura de La“aventura militarista” cuando en realidad, nusse hasta la fecha, no se de un sindicato combativo y revolucionario en el norte; conoce en ninguna parte del en plena democracia, el gobierno de Santucho en la organización mundo. Aun enfrentadas a turno tuvo que acudir a todas esas político-militar del PRT y los mismos dictadores, nos fuerzas armadas para frenar y liquidar del ERP… cumplieron un demostró que, organizados, una organización -también armadarol importantísimo en la podíamos avanzar más en que estaba plasmando su hegemonía historia de lucha de nuestro todos los frentes. dentro del pueblo como su verdadera pueblo aun vigente. Pero el eje principal, el vanguardia. Hoy podemos decir que poder económico y político, todo lo realizado en todos aun no se ha desmantelado los frentes de lucha en que nuestro pueblo fue protagó- y hoy está más radicalizado, siendo cada día más grande nico, fue positivo. En todas las luchas siempre el pueblo la brecha entre pobres y ricos. Esa es la tarea más imporpone sus mártires, y el Capitalismo pone sus verdugos. tante que debemos enfrentar. Sólo se logrará con la UNIMuchos escriben diciendo que lo del PRT-ERP fue una DAD DE LOS QUE LUCHAN y con la organización de “aventura militarista” cuando en realidad, en plena demo- una vanguardia revolucionaria que sea capaz de dirigir un cracia, el gobierno de turno tuvo que acudir a todas esas verdadero proceso de cambio.
Ayer y hoy, ahora y siempre por Vanesa Orieta Hermana de Luciano Arruga La Dictadura Militar en Argentina, como en muchos países de Latinoamérica, vino a implantar un plan económico, político y social; pero para lograrlo debía enfrentarse a la lucha organizada de un pueblo que no estaba dispuesto a entregar su dignidad sin antes defender las ideas revolucionarias de cambio, de un cambio que contemplara a toda la sociedad en su conjunto pero especialmente a los sectores históricamente oprimidos. Los militares fueron por estos focos revolucionarios, subversivos; según ellos ese era el germen de todo el mal. Hacia ellos, nuestros hermanos y hermanas, debía dirigirse el terror y la violencia. 30.000 fueron los que nos desaparecieron. El genocidio ha dejado marcas en nuestra sociedad que aún hoy, si problematizamos y tomamos conciencia sobre ello, podemos distinguir; solo tenemos que ejercitar la memoria para vislumbrar que existen lógicas que aún hoy persisten, y si bien en democracia ha cambiado el actor social a controlar y reprimir, generan el mismo daño y dolor. En democracia se tortura, mata y desaparece. La dictadura persiguió selectivamente a militantes con fuertes convicciones, la democracia controla y reprime a los sectores vulnerables, especialmente a los jóvenes; y es también en la pérdida de estas vidas donde el Estado a través de sus instituciones tiene serias responsabilidades, que lejos de asumir invisibilizan generando una impunidad crónica que debilita aún más dichas instituciones y la democracia misma. En la cuenta seguramente carguemos con más saldos negativos, ya que no sólo han podido implementar y mantener un sistema injusto y perverso, sino que además han eliminado una generación humanamente luchadora e ideológicamente fuerte. Pero así como ellos pudieron extender a lo largo del tiempo sus políticas de odio, las ma-
dres y abuelas, los hijos y hermanos y muchos más, cientos de miles más nos han enseñado como pueblo a mantener viva la memoria para comprender de qué o de quiénes se nutren los asesinos entreguistas, los genocidas malnacidos; la valentía y dignidad con la que se enfrentaron en difíciles momentos a la dictadura militar se ha convertido en ejemplo de organización y lucha para muchos de los que en democracia gritamos “Justicia” o “Aparición con vida”. Sus palabras se han convertido en la herramienta que sostiene nuestras denuncias e ilumina nuestro camino. Sin duda han sembrado vida entre tanto espanto. Hoy, a 40 años del golpe genocida, nos toca asumir con responsabilidad la difícil tarea de visibilizar situaciones de violencia que vienen siendo naturalizadas por gran parte del conjunto social. Debemos concientizarnos como pueblo ya que la violación de los derechos humanos se ha convertido en la herramienta esencial para mantener la desigualdad, sostenida por los poderes judiciales y políticos que operan para mantener un Estado de persecución que sustentan con medidas que criminalizan y discriminan a nuestro empobrecido pueblo. Las voces de quienes no están con vida siguen escuchándose, son sus familiares y amigos quienes nos relatan las luchas de ellos y las suyas propias, y son en definitiva los que nos interpelan para no olvidar ni perdonar el daño profundo que nos han ocasionado. Hoy todos nuestros compañeros siguen vivos en nuestra memoria y por ellos levantamos las banderas que quisieron derribar, las ideas que quisieron acallar. Seguimos su camino con el afán de subvertir el orden que nos quieren imponer y vamos a seguir gritando mil veces más ¡¡¡30.000 compañeros y compañeras detenidos desaparecidos presentes, ahora y siempre!!!
45
La tarea pendiente es seguir luchando para cambiar el mundo por María del Carmen Verdú militante de Izquierda Revolucionaria y CORREPI.
E
l proyecto del autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”, es decir, la dictadura cívico-militar impuesta en Argentina a partir del 24 de marzo de 1976, no era matar, secuestrar, sustraer menores, torturar y violar como fin en sí mismo, sólo porque fueran seres deleznables. La represión es una de las herramientas que utiliza el Estado, administrada por el gobierno de turno, para perpetuar la explotación, y adquiere distintas formas según la coyuntura. Los intereses hegemónicos del gran capital eligen muy bien, en cada momento, qué raza de perro de presa necesitan para asegurar y profundizar todo lo posible sus privilegios. El 24 de marzo marcó el inicio de una etapa en la que era necesario, para la clase dominante, agudizar la represión, debido al gran nivel de organización y lucha que el pueblo trabajador había alcanzado. El golpe militar vino a terminar de poner freno a la importante lucha que estaban llevando adelante muchos sectores de trabajadores y el pueblo organizado por mejorar sus condiciones de vida y, muchos de ellos, por una transformación social con el horizonte del socialismo. Un fuerte movimiento obrero clasista, en alianza con un combativo movimiento estudiantil, con la presencia de organizaciones revolucionarias, incluso armadas, se venía desarrollando en un marco de auge de masas que había
La represión es una de las herramientas que utiliza el Estado, administrada por el gobierno de turno, para perpetuar la explotación, y adquiere distintas formas según la coyuntura. Los intereses hegemónicos del gran capital eligen muy bien, en cada momento, qué raza de perro de presa necesitan para asegurar y profundizar todo lo posible sus privilegios. empezado a amenazar la gobernabilidad del sistema. Así llegó el golpe, con el objetivo de aniquilar una generación comprometida con un cambio social que revirtiera el orden vigente, y con la manda imperial expresa de establecer 46
las bases para garantizar el normal desenvolvimiento del nuevo modelo de acumulación capitalista. La herramienta elegida fue el terrorismo de estado, con su saldo de 30.000 desaparecidos, sus hijos secuestrados, tortura y asesinatos, no sólo para los militantes, sino contra el conjunto del pueblo trabajador. Era imprescindible, para la recomposición y consolidación del sistema, que se había visto jaqueado por el incipiente movimiento revolucionario, eliminar todo el movimiento social (gremialistas clasistas, militantes barriales, cristianos de base, alfabetizadores, dirigentes estudiantiles, etc.); separar a esos referentes del conjunto de pueblo y disciplinar con el miedo a los militantes de partidos burgueses con alguna posibilidad de radicalizarse a medida que la lucha creciera. De la mano con el aspecto militar de su guerra de clases, también se abocaron a instalar las premisas de una cultura diferente, individualista, de consumo, que habría de aumentar en calidad con el tiempo, muy especialmente en los ‘90. Siete años después, sus fines concretos estaban cumplidos, con la baja del salario real, la disminución de la participación de los trabajadores en la renta nacional, el disciplinamiento del aparato sindical con el monopolio de burócratas que no ponían en peligro las bases económicas del modelo, y el aniquilamiento físico y moral de las organizaciones revolucionarias y armadas. Completaba el escenario la deslegitimación de todas las organizaciones y personas que pretendieran poner en discusión el sistema. La aplicación del terrorismo de estado se propuso que las futuras generaciones aprendieran que podían, eventualmente y en el marco democrático, reclamar alguna reivindicación puntual, pero Nunca Más plantear un verdadero cambio de las relaciones sociales en Argentina. “Reorganizados” el capital y el trabajo, sólo quedaba pendiente el problema de la legitimidad. El siguiente paso era instaurar un gobierno “legítimo”, que proclamara el respeto a las leyes, la seguridad jurídica, el fortalecimiento de las instituciones y la defensa de la propiedad privada, para llevar adelante la segunda etapa de los objetivos diseñados por el Departamento de Estado de EEUU. Neutralizado todo proyecto de cambio en las relaciones sociales existentes, había llegado el momento de instrumentar la “institucionalidad” a través de la transición “democrática”, que continuara y profundizara el modelo de dominación, sobre la base de la “paz social” lograda a sangre y fuego. En diciembre de 1983, volvió la democracia, que, para
entonces, ya emergía como la nueva política de gerenciamiento internacional del capitalismo. La realidad continental y nacional demostraba que, logrados los fines principales con el gobierno militar, otros objetivos serían mejor cumplidos por los gobiernos democráticos. Ya no hacían falta las dictaduras, ni el Plan Cóndor. Las políticas económicas que la dictadura no había llegado a profundizar, serían implementadas desde gobiernos constitucionales “presentables”, legitimados en su origen electoral, sobre el terreno yermo dejado por el aniquilamiento físico de la resistencia y el terror impuesto a la sociedad en su conjunto. Desde el imperio se imponía en todo el continente la línea de la defensa de la “gobernabilidad democrática” y el fortalecimiento de sus instituciones. La represión explícita de la dictadura, cumplida su función de exterminio y “limpieza contrainsurgente”, cedía el paso a más sutiles métodos orientados al control social. En este escenario, se empezaron a hacer visibles otras formas represivas, dirigidas a disciplinar y controlar de manera difusa, invisibilizada y naturalizada, que tardaron en ser reconocidas como parte de una política de estado por el movimiento tradicional de DDHH, centrado en la más inmediata y pesada herencia de la dictadura, la lucha contra la impunidad que resultó de las leyes de obediencia debida y punto final, y los indultos. Por eso, mientras, para muchos, las únicas tareas pendientes eran el reclamo del juicio y castigo a los represores y la pelea por la libertad de los presos políticos “residuales”, desde abajo y a la izquierda se fue forjando, desde finales de los ’80, un nuevo movimiento antirrepresivo, centrado en la organización y lucha contra la represión en democracia. La masacre de Budge, el asesinato del militante cristiano de base Agustín Ramírez en Solano y la detención, tortura y muerte de Walter Bulacio en la ciudad de Buenos Aires, fueron los principales hechos, aunque no los únicos, que empezaron a poner sobre el tapete el gatillo fácil, las detenciones arbitrarias, la aplicación sistemática de la tortura en lugares de detención, las muertes en cárceles y comisarías, y la desaparición de personas, naturalmente mucho menos sistemática que en la década de plomo, con particular incidencia sobre jóvenes previamente hostigados por la policía. Más de 30 años después, es evidente la incidencia de estas modalidades represivas, que encuentran su origen en la necesidad del estado capitalista –gobierne quien gobierne– de garantizar la opresión a través del control y el disciplinamiento social, y que se dirige de manera preponderante a los sectores más vulnerables de la sociedad, a los más pobres, y entre ellos, a los más jóvenes, que son además su mayoría. A la par, y a medida que la clase trabajadora fue recomponiendo sus lazos, y comenzaron a emerger formas organizativas antiburocráticas que retomaron las herramientas históricas de la lucha obrera, del paro al piquete, los gobiernos recrudecieron también la aplicación de una represión selectivamente dirigida a esos sectores organizados, encarnados en delegados de base, comisiones internas y sindicatos recuperados. Si a mediados de los ’90 era una novedad
usar la expresión “criminalización de la protesta”, hoy está firmemente arraigada en el conjunto del pueblo trabajador, y forma parte del núcleo de consignas centrales que enarbola el Encuentro Memoria Verdad y Justicia, que hace 20 años convoca a marchar el 24 de marzo tras la bandera de la lucha contra la represión y la impunidad “de ayer y de hoy”. Cerramos diciembre de 2015 con un balance que muestra más de 4.700 asesinados por el aparato represivo estatal desde el mismo mes de 1983; 70 asesinados en la represión a marchas y movilizaciones desde 1995; más de 200 desaparecidos; un 20% del total de femicidios cometidos por integrantes de las fuerzas de seguridad; miles de luchadores sometidos a procesos penales con riesgo de prisión, y hasta una condena a prisión perpetua, como en el caso de los trabajadores petroleros de Las Heras. El avance notable de la militarización de los barrios, con multiplicación de fuerzas y
De la mano con el aspecto militar de su guerra de clases, también se abocaron a instalar las premisas de una cultura diferente, individualista, de consumo, que habría de aumentar en calidad con el tiempo, muy especialmente en los ‘90. efectivos, y las reformas legislativas que incluyen las leyes antiterroristas dictadas por cuenta y orden del imperialismo, completan el panorama de la represión estatal, ahora administrada por el gobierno de CAMBIEMOS. En los escasos tres meses de la nueva gestión, se acumulan los aprestos y avances represivos, nuevamente indispensables frente al plan de ajuste que ya cobró decenas de miles de despedidos, de la mano de tarifazos, devaluación, paritarias a la baja, nuevo endeudamiento externo, y otra serie de medidas antipopulares. El fortalecimiento de las facultades policiales para detener personas arbitrariamente, con la bendición judicial del Tribunal Superior de la CABA; la declaración de emergencia nacional en seguridad, que permite el discrecional uso de la caja para destinarlo al aparato represivo; el dictado del protocolo antipiquete por el gobierno nacional, con adhesión de muchas provincias, para disolver por la fuerza cualquier movilización; el énfasis en el reclutamiento de nuevos efectivos; la fusión de la PFA con la Metropolitana y el sostenimiento y ampliación de las policías locales en las provincias, y las reiteradas represiones sufridas por trabajadores, son sólo algunas señales de la etapa que viene. Una etapa que pondrá a prueba nuestra capacidad para organizarnos y resistir, y que requiere ampliar las formas de coordinación y unidad de acción frente al ajuste y la represión, mientras seguimos trabajando hacia la construcción de una fuerza social revolucionaria. Sólo así lograremos que las urgencias del pueblo trabajador frenen y se impongan sobre las del poder, sólo así cambiaremos el mundo y haremos realidad nuestros sueños de libertad e igualdad, en el socialismo. 47
Dolor del ayer, dolor de hoy... por Vicente Zito Lema Poeta y dramaturgo. Periodista. Abogado de Derechos Humanos. Docente universitario. Nació en Buenos Aires en 1939. Durante la dictadura militar estuvo exiliado en Holanda. Es autor de más de 20 libros. Dirigió revistas de cultura como Crisis, Fin de Siglo y La Maga. Fundó la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo y la Universidad de los Trabajadores en la fábrica recuperada IMPA.
1.
De tal devastación casi infinita la nueva vida tiene que surgir…
Memorar el horror es justo y necesario. El horror existió. Muchos que lo padecieron están vivos. Y la negación también existe. La negación crece. Como una flor maldita. Como hongo pestilente, crece. Corroe la realidad. Pudre las raíces. Desmadra con veneno las humildes mieles del duelo. La postrer posibilidad redentora de que la vida sea soberana en su continuidad. Aún a caballo del dolor. Un dolor que será rebelde y limpio. Un dolor con memoria. Porque la mañana todavía espera, ante el olvido que humilla. Y el sentido del recuerdo es provocar la belleza de la vida. Aunque la noche amenace eterna. 2.
Ese hombre / esa mujer / cualquiera de nosotros ni vivos ni muertos ni cielo ni tierra ni siquiera oasis… Apenas la precariedad del recuerdo… Ese hombre / esa mujer esperan…
Memorar el horror debe ser un acto de amor para los muertos, que están solos en la soledad de la muerte. Y esa memoria debe surgir ardiente en su demanda. Así ese amor será pasión No una siniestra y vacía parodia de aquello que no es. Esa memoria, esa pasión, saben que hubo responsables del horror. Los que de una manera y de otra manera y de mil maneras, mataron, torturaron, violaron y profanaron la vida. Hasta profanaron la muerte con la desaparición de los cuerpos. Pobres cuerpos que nunca terminaron de ser profanados… Pobres muertos que miran la muerte con sus ojos bien secos… En la noche sin estrellas… En la mañana con olvidos…
48
3.
Hay épocas en que la poesía no se encuentra en los libros Habrá que buscarla pálida / ensangrentada en noticias policiales
Fue una gran pesadilla. Podemos decir más: se trató de una realidad organizada. No hubo aquí horror por el horror, ni por error. Sí hubo aquí horror para precisos fines. Verdugos, para uno a uno cumplir los fines. Hablamos de los verdugos y hablamos de quienes arrimaron la soga a los verdugos. Y arrojaron los pobrecitos cuerpos de los sacrificados a las manos de los verdugos. Hablamos de esos fines: sostener un sistema de reproducción material de la existencia basado en la perfección de la antropofagia. Cuerpos que devoran a otros cuerpos más débiles con usura. Y que destruyen la naturaleza también con usura. Hablamos de un poder político, de un poder económico, de un poder cultural. Del poder de una iglesia que sacrificó la vida porque pensó existir sólo en la muerte. Hablamos de unos fines: defender, profundizar, perpetuar ese poder… Que se sentía amenazado. Y que estaba amenazado. Miles y miles de hombres y mujeres, muchos de ellos muy jóvenes. O sea pensaban que la vida era eterna. Muchos de ellos amaneciendo. Lanzados al mundo con el ardor de sus frentes celestes. Decididos a construir el reino de los cielos, aquí, en la tierra. Sobre cada pliego de la realidad que nos devora. Que nos arrastra por las ceremonias de la muerte. 4.
Pagarán con sus almas hasta el último centavo la culpa de estar vivos cuando nadie los llamó… ¡Oh Dios, hay un cuchillo en esos ojos!
Esos cuerpos del dolor de ayer supieron. Como siempre saben los cuerpos. En el dolor social de hoy también se sabe. La letra con sangre entra… Que no hay ternura con pobreza. No hay belleza, con pobreza. No hay justicia, en la manchada y desgraciada voracidad de nuestros días de pobreza. Todo hiede. Todo se vuelve llaga. Los cuerpos son fantasmas de las lágrimas, con pobreza. La cara más terrible de la pobreza. La huella del espanto en cada cuerpo. Allí mismo donde yace la angustia de la finitud, que como sombra golpea. Es el hambre de la pobreza. La tristísima materialidad del espíritu masacrado por la riqueza. (¡Bien se ve / lo que hay detrás de tí, monstruo…!) La desgracia, de la que habla el alma herida, es el hambre. 49
Y más desgracia, más dolor, y más humillación de la vida. Galopando sobre la muerte más muerte. Pisoteando cada nube o cielo. Es la negación de su existencia que sufren los niños. Condenados desde antes de nacer. En un tiempo y un espacio atroz. Sin amor para ellos. 5.
Toda la vida se reduce cuando alguien en la noche grita Mientras otro cierra la ventana…
¿Se preguntan todavía, por qué una generación que cargó la historia sobre sus hombros, sintió como propio el dolor del otro, y se alzó contra la muerte al precio de su vida…? Sí, hay memoria del horror. Porque hubo gloria para defender lo humano. Conciencia para decir basta. En un tiempo en que sólo nombrar la vida era convocar la muerte. Habrá que decirlo: el horror siempre alerta retorna… Cuando se entierran por miedo los recuerdos del horror… El olvido no sirve para la vida. El olvido es apenas triste olvido. La historia sigue abierta… 6.
El dolor de ayer es el dolor de hoy…
Memorar el horror del Terror del Estado… Es seguir alzando el corazón y la palabra frente a la cruz de la pobreza… Frente al poder de la riqueza que niega con violencia la vida de todos. Allí está el sentido del dolor del ayer, si la búsqueda es honesta. Y ahí está la legitimidad del dolor de hoy… Si nos mueve la verdad de navegar en el mismo río de la historia. 7.
¿Qué hay entre tú y mí? Que la violencia de tanto poder no ciegue nuestros ojos. Ni el pavor de lo padecido clausure la conciencia. Que la voluntad de ternura jamás nos abandone. Y que la paz crezca en nuestros cuerpos. Cuando lo justo y necesario sea el bien de todos. Y reine la belleza que honrará la vida.
50
52