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Reconocimiento al Arq. Agustín Hernández
RECONOCIMIENTO
AL ARQUITECTO AGUSTÍN HERNÁNDEZ
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Por: Dr. en Arq. J. Martín Andrade Muñoz
ue en 1975 cuando Alfonso Nápoles, nuestro maestro de Taller de Arquitectura, nos consiguió una entrevista con Agustín Hernández en su despacho, Agustín y González Rul eran unos de los arquitectos más favorecidos en el régimen de Luis Echeverría al estar diseñando el proyecto sexenal del Heroico Colegio Militar. Agustín entonces de mediana edad, nos mostró cordialmente los avances del proyecto, dejándonos la impresión de ser una persona de comunicación sencilla, franca y abierta. El proyecto del Colegio Militar de fuerte inspiración prehispánica nos dejó sorprendidos por la libertad formal con la que estaba resuelto y en más de alguno de nosotros dejó una impronta en los proyectos que realizábamos en ese tiempo.
Pasó más de una década y la fuerza de su propuesta prehispánica siguió reflejándose en varios proyectos, como el caso del INEGI en Aguascalientes, obra de Andrés Caso Lombardo. Quien por cierto en 1988 invitó a un grupo de la Academia Mexicana de Arquitectura a visitar su obra; entre ellos venia Agustín Hernández y otras prominentes personalidades como Enrique Yáñez, Luis Noelle y Estefanía Chávez de Ortega. En esta segunda ocasión tuve la oportunidad de convivir más estrechamente con Agustín, puesto que yo fungía como Secretario del Colegio de Arquitectos y me tocó entenderlo personalmente.
Seis años después Agustín regresó a Aguascalientes al congreso de la FECARM y nuevamente fui su anfitrión, entonces construía la famosa casa volada de la Lomas de Chapultepec (imagen 5) y me invitó a llevar a mis alumnos a conocerla, visita que realizamos el mes siguiente. Llegamos con el grupo a su conocido despacho, el arquitecto no se encontraba ahí, pero había dejado la indicación de que nos esperaba en la obra de la casa Hernández en construcción. Nuevamente, como quince años atrás, se comportó igual de afable que la primera vez, subimos y bajamos por toda la casa que se encontraba en la etapa final. Y como dato curioso noté que en las paredes enlucidas había innumerables dibujos del arquitecto con sus indicaciones de cómo resolver algún detalle. En esa ocasión tuvo un trato especialmente deferente para conmigo, de ahí llamó a Abraham Zabludovsky recomendándole que nos reuniéramos en Aguascalientes. Dicha reunión dio como resultado los encuentros periódicos que tuvimos Abraham y yo en Aguascalientes a partir de la recomendación de Agustín.
El año siguiente en el Cuzco en Perú, Agustín y yo volvimos a coincidir nuevamente. Al abordar un autobús rumbo a Sacsayhuamán nos reconocimos, nos dio mucho gusto y nos abrazamos. Esa noche nos invitó a cenar a un restaurante que tenía un balcón, y desde ahí disfrutamos la vista de la plaza principal y la catedral iluminada de Cuzco saboreando un delicioso pescado a la mantequilla acompañado de una copa de vino blanco. Los días siguientes no nos separamos, con nuestras parejas viajamos a Machu Picchu en un trenecito a lo largo del río Urubamba, a lo largo de 80 kilómetros pasamos por todos los climas, llegamos a un poblado llamado Aguascalientes, homónimo de nuestra tierra; y de ahí subimos a la montaña de Machu Picchu para ver la Ciudad Sagrada, con el Huayna Pu al fondo. Fue un día inolvidable, comimos juntos y luego regresamos a Lima, donde él y yo participaríamos como conferencistas, claro él como figura principal y la gran estrella del encuentro. Su presentación fue espectacular y dejó sorprendidos los miles de estudiantes de toda Latinoamérica.
Los días siguientes también turisteamos un poco, en donde por cierto compró el cubrecama de perlo de llama para la casa Hernández y que vi publicado posteriormente. Una noche en Lima volvimos a cenar juntos y al calor de la charla dibujó para mí algunos bocetos de la obra que estaba desarrollando entonces en Santa Fe, el famoso edificio de Calakmul mejor conocido como “la lavadora”, entusiasmado me mostraba los efectos y reflejos que buscaba a través de los enormes círculos perforados del cubo que conformaba el edificio. Celosamente guardo dichos dibujos por lo que significan para mí. No solo del recuerdo de Perú sino de la sencillez y generosidad con la que me distinguió.
Agustín es uno de los grandes de la arquitectura mexicana del último tercio del siglo XX, su obra sumamente original es inimitable, y se ha convertido en un clásico. Agustín Hernández ha sido merecedor del Premio Nacional del Arte en 1999. Premio Bellas Artes 2019. Ya desde sus primeras obras como fue la Escuela del Ballet Folclórico (1968), o el hospital del IMSS de 1976 ya muestra su inclinación hacia lo formal, especialmente de inspiración prehispánica. Su obra cercana al “metabolismo arquitectónico” japonés de los años 60´s. Recientemente Agustín Hernández a sus 97 años ha sido nuevamente galardonado, valga este artículo como un sencillo homenaje a uno de los grades de la arquitectura mexicana, yo lo admiro por su extraordinaria creatividad y siempre le estaré agradecido por la manera tan afable con que me trató. ¡Mil felicidades maestro!