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MSc. RaÚl alEJaNdRO MaRTÍNEZ MEdiNa

DE ARTISTAS A PRODUCTORES DE SALUD

Por: MSC. ARCH. URB. AND URBAN DESIGNER RAÚL ALEJANDRO MARTÍNEZ MEDINA

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os arquitectos a veces nos perdemos en nuestra labor diaria dejando atrás aquello que es o debería ser importante, algunos entran en territorio desconocido argumentando que nuestra profesión significa saber la mayor parte de lo que sucede en el mundo, lamentablemente algunos se proclaman a sí mismos “todólogos” lo cual evidentemente no tiene sentido. Actualmente las ciencias y las profesiones han crecido exponencialmente hasta el punto en que cualquiera puede ser experto en una pequeña parte de algo sin ser expertos en lo que hacen otras personas. Los arquitectos deben reconocer que su principal recurso para trabajar es el “espacio”, tal es su importancia en nuestro quehacer que lo fabricamos y manipulamos para entregar “algo” que será habitado. Efectivamente está el tema de la escala, y de aquí empezamos la división de especialidades en nuestra profesión, los arquitectos pueden especializarse en vivienda colectiva, edificios culturales, centros de transporte, museos, restaurantes, hospitales, etc. Al igual que los médicos que se especializan en diferentes partes de nuestro cuerpo (neurólogo, cardiólogo, infectólogo, pediatra, etc) en México tenemos un dicho que en realidad es ineludible: “zapatero a sus zapatos”. Sin embargo, la historia no termina ahí, la arquitectura no debe ser

conocida como un artefacto aislado, o un objeto hermoso en el paisaje urbano como muchos de mis compañeros pueden pensar. La arquitectura es más que eso y nuestra responsabilidad hacia nuestra sociedad, actual y futura, debe ser parte de nuestra rutina diaria al crear nuevos proyectos. Nuestro contexto condiciona nuestra forma de hacer arquitectura, y los comportamientos sociales, económicos y culturales hacen que los arquitectos desarrollen patrones como tendencias. En México la arquitectura responde a estas tendencias de una manera de moda, empoderando a unos mientras otros son segregados.

Si los arquitectos son conscientes del impacto de su profesión, nuestros paisajes urbanos seguramente podrían verse diferentes.

Como se dijo antes, la arquitectura tiene muchas especialidades, y quiero enfatizar la importancia de aquellos que se especializaron en diseño urbano, planificación y creación de lugares que contribuirán a mejorar la salud de las ciudades y las personas. Hoy en día existe conocimiento basado en evidencia sobre cómo las estrategias y proyectos de placemaking y buen diseño urbano —en las calles de una comunidad, en parques y espacios abiertos, en proyectos de vivienda y en diversos espacios públicos— pueden contribuir a mejorar la salud mental, física y social de las personas.

Entonces, si estamos comprometidos con mejorar la salud y el bienestar de la población; reforzar estilos de vida y patrones de comportamiento saludables; reducir las disparidades de salud por raza y etnia, y buscar reducir los impulsores de enfermedades crónicas y la demanda prevenible de servicios (y los costos asociados) que pueden hacer que la atención médica sea más asequible: debemos involucrarnos en la creación de lugares saludables. Estos arquitectos especializados pueden crear entornos construidos y naturales que facilitan la conectividad humana y reducen el aislamiento, al tiempo que fomentan el acceso equitativo a los determinantes sociales y económicos de la salud que respaldan directamente el florecimiento humano (The case for healthy places, 2016). Pero, ¿es esa la única especialidad profesional de la arquitectura capaz de mejorar la salud de nuestras ciudades y de las personas?

La respuesta es no, cada intervención tiene un impacto en nuestro ecosistema, nuestro entorno urbano y, sobre todo, en nuestra vida cotidiana. Los arquitectos no somos “todologos” pero hay un hecho ineludible en nuestra realidad urbana actual; la arquitectura está en todas partes, y cada uno de los arquitectos que construyen, diseñan, producen o estudian, sin importar la escala de la intervención, deben saber que son “productores de salud”, es bajo su responsabilidad si hacen un proyecto bueno o malo, pero si los arquitectos son conscientes de su verdadero papel en la sociedad, las ciudades pueden empezar a cambiar para mejor.

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