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HACIENDAS MEXICANAS
UNA HISTORIA QUE SE VUELVE A ESCRIBIR
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La colonización de las vastas tierras que comprendían la Nueva España fue posible en gran medida gracias a la instauración de grandes complejos productivos y habitacionales a los cuales conocemos como haciendas.
Estos lugares controlaban los recursos naturales, la fuerza de trabajo y el comercio de la zona, prácticamente desde el siglo XVI hasta el porfiriato.
Algunas de las primeras haciendas estuvieron ubicadas principalmente en las zonas agrícolas del territorio central del virreinato, actualmente corresponde a los estados de Guerrero, Michoacán, Morelos, Puebla y Tlaxcala. Aunque en la zona bajío también se construyeron varias, principalmente en aquellos estados por donde pasaba la ruta de la plata.
También hay lugares así en aquellos puertos que recibieron a los españoles cuando arribaron a lo que hoy es México, principalmente en Veracruz, Tabasco y la península de Yucatán.
Por todo ello, fue realmente importante el rol que tuvieron las haciendas en la economía del país. La actividad a la que se dedicaban estaba determinada por su entorno natural; por ejemplo, hubo haciendas agrícolas, ganaderas, mineras, henequeneras, azucareras y pulqueras principalmente.
Con el paso de los años, unos pocos se hicieron de grandes cantidades de tierra, ya sea a través de la compra o de la unión de familias mediante el matrimonio. Esa fue una de las principales causas de la lucha de Revolución que estalló en 1910. Por ello se creó el artículo 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917, estableciendo las bases para la liquidación de las haciendas en el país.
Las haciendas se pueden estudiar desde distintos ángulos, su evolución, su importancia económica, sus usos y su arquitectura, por mencionar algunos. En este último aspecto destaca que, en cada una de ellas, existía una serie de edificios que se podían encontrar en las haciendas tales como la capilla, la casa del hacendado, los establos, la troje, las bodegas etc. La distribución de la arquitectura de las haciendas no es la misma para todas, ya que esta dependía del tipo de producción.
Todos estos edificios se encontraban interrelacionados en sus funciones, por lo que generalmente la disposición de los edificios estaba relacionada a un partido arquitectónico previo, con el cual se construían los otros inmuebles contemplando el vínculo que había con los otros espacios, además de los factores ambientales del lugar, con esto se obtenía un funcionamiento adecuado para las necesidades de cada hacienda.
La hacienda arquitectónicamente hablando está formada por varios edificios, que servían para realizar una serie de actividades, espacios designados para la producción, habitación, administración e instrucción, al conjunto de estos edificios se le conoce como casco. Hay aquellas en las que sus edificios forman una unidad, las que están construidas por formas dispersas y las conformadas por una o varias unidades arquitectónicas aisladas entre sí o de otras edificaciones.
Un espacio arquitectónico es representativo del modo de vivir de una época. Principalmente en el aspecto socioeconómico donde las circunstancias son muy diferentes. Por ello, las haciendas nos cuentan la historia de un México que se fue y no regresará.
Luego de la revolución mexicana la destrucción de esta infraestructura se había dado, generalmente de manera violenta. Las reformas constitucionales las dejaron en el abandono y el resentimiento social hacia estos edificios y lo que simbolizaban las mandó al olvido.
Fue hasta finales de los años 70´s cuando México comenzó a invertir en la generación de infraestructura turística que se vio la posibilidad de restaurar y volver a dar vida a estas impresionantes estructuras.
Principalmente fue el sector hotelero el que contempló la recuperación de estos conjuntos. En concreto, en los estados de Hidalgo, Morelos, Tlaxcala y Yucatán se generó un mercado amplísimo de plusvalía del producto ofreciéndolo, no sólo a las cadenas hoteleras extranjeras y nacionales, sino también a aquel que pudiera solventar obras de restauración, adecuación y uso privado-comercial de la zona.
En cambio, en otras zonas que corrieron con menos suerte se habilitaron fracciones de estos conjuntos para usos públicoculturales de los legados patrimoniales, pero contribuyeron al desmembramiento de los complejos arquitectónicos, lo cual propició la pérdida total o parcial de su valoración como monumentos nacionales.
Hoy, los edificios que albergaron las antiguas haciendas han comenzado a resurgir, en ellos se han instalado grandes hoteles y restaurantes, spas, viñedos, centros de convenciones y eventos. Otros, albergan museos, oficinas gubernamentales y los menos aun son habitacionales.
Más allá del uso que estos cascos reciben, su recuperación es motivo de orgullo y debe seguirse fomentando, en sus paredes se guardan historias que deben permanecer vivas.