En camino septiembre 2015

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Hna. M. Bárbara Mujeres maravillosas

P. Alberto Eronti En el templo, al amanecer

Dra. Virginia Parodi-2da. parte Vivir la vida como don de sí

Dra. M. Fernanda Arduino Los jóvenes y las adicciones

Autoeducación Tiempo para amar

Educar es entregar el corazón


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Editorial

Educar es entregar el corazón

A lo largo de este año, la portada de nuestra revista ha querido reflejar distintas facetas de la mujer. Este mes, elegimos la imagen de una maestra. Tradicionalmente, ha sido una profesión elegida y ejercida mayoritariamente por mujeres. También para mí, la educación ha sido mi vocación y Schoenstatt ha contribuido en gran medida a enriquecer y dar fecundidad a mi tarea, haciéndola más plena. Ser maestro no es lo mismo que ser educador. Se pueden enseñar un montón de cosas, ejercitar distintas habilidades, pero si a la vez, no transmite valores, si no despierta y contribuye a desplegar lo mejor de cada ser, si no está atento a sus necesidades vitales y sabe encausarlas y darles orientación, no será nunca un educador. Enseñar es una tarea que depende de conocimientos y técnicas metodológicas, educar es una misión que necesita de convicciones, confianza, paciencia y mucho, mucho amor. No siempre el docente ejerce también el rol de educador. Y en tiempos en que muchos padres, que son los principales educadores, confundidos por las corrientes de moda se han vuelto débiles, inseguros, sin autoridad, el rol educador del maestro se ha vuelto fundamental. Recuerdo como ejemplo que, hace algo más de un siglo, un joven profesor de latín y alemán se presentaba ante sus alumnos. Desde el momento de su nombramiento, había considerado no sólo ser profesor, sino también educador. Encontró en su designación para esa tarea, la oportunidad de realizar lo que consideraba su misión: formar el hombre nuevo, que no depende de influencias externas, capaz de decidirse por sí mismo, que elige su camino, libre de toda imposición forzada. En un tiempo en que la distancia entre el profesor y sus alumnos era marcada y las clases eran muy estructuradas, él les habló de esta manera:

“Queremos, entonces, trabajar juntos. Yo voy a exigirles mucho. Pero ustedes pueden exigir de mí el máximo. De esta manera llegaremos a ser buenos amigos a lo largo del año.” A través de sus palabras iniciales, los alumnos percibieron un profesor diferente, alguien que irradiaba una convicción profunda, animado por un gran ideal. Alguien con verdadera autoridad, no para ahogar la vida, sino para despertarla , encauzarla, desarrollarla. Por medio del diálogo y permitiendo una participación activa, los fue educando para la autonomía en el pensar y el actuar. Sabía que dicha autonomía dependía del desarrollo de una responsabilidad personal que se ejercita cuando se deposita confianza en el educando y se le brinda un trato respetuoso. “Me pongo por lo tanto, enteramente a su disposición con todo lo que soy y tengo, con mi saber e ignorancia, con mi poder y mi impotencia, pero por sobre todo, les pertenece mi corazón.” - les dijo sinceramente el Padre Kentenich y así, conquistó el de ellos. Hoy, más que nunca, necesitamos educadores como él, que formen nuevas generaciones de jóvenes que luchen por encarnar los verdaderos valores y ante los desafíos de nuestro tiempo, lideren la construcción de una sociedad mejor. Al cumplirse un nuevo aniversario de la partida al Cielo de nuestro Padre Fundador, pidámosle su intercesión para que nuestra Madre y Reina nos colme, en su Santuario, de abundantes gracias de transformación interior, para educarnos y aprender a educar con la sabiduría del amor. Y como padres, no temamos ser protagonistas de la educación de nuestros hijos, ejerciendo nuestro rol en plenitud y confiando en que María nos acompaña y guía en todo momento. Ella es la gran Educadora. Graciela Greco

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Mensaje

Mujeres maravillosas

¡Queridas Madres! A menudo pasa que, sin quererlo conscientemente o formularlo expresamente albergamos en nuestro interior la expectativa de ser, o llegar a ser, “la mujer maravilla”. Nada errado hay en este deseo, al contrario, puede ser uno de los tantos signos de que aspiramos sacar del interior lo mejor de nosotras mismas. Por otro lado, que el resultado sea precisamente extraer de allí lo mejor, depende del sentido que le demos a la expresión. María fue una mujer maravilla. Maravillosa en su porte y en su trato. Maravillosa en su lucha y en su triunfo. Fue y se dio así, sencillamente, porque apostó todo y siempre a una chance: realizar lo ordinario de manera extraordinaria.

Hacerlo así es posible y está al alcance de cualquier persona. No requiere ser un ser “especial”, con más virtudes que defectos o “bendecida” con la oportunidad de llevar una vida ordenada y sin sobresaltos o con un temperamento sosegado y tranquilo. Pide concentración, tomarse tiempo, prepararse para enfrentar las cosas normales que nos pasan día a día, una buena cuota de optimismo y el anhelo de mostrar allí nuestro mejor y más auténtico yo. En buena medida, depende de la perspectiva desde la que abordamos la vida cotidiana. De un testimonio, podríamos entresacar algunas herramientas para llegar a ser mujeres extraordinarias en lo ordinario. Simplemente, aplicando algunos recursos que ayudan a que se dé un cambio en la perspectiva.

Alguien escribe lo siguiente: “Por mi manera de ser, enojarse parece inevitable. Hay ciertas situaciones que hacen que me suba rápidamente la adrenalina: los que al conducir no cumplen con las

reglas de tránsito, o ciertos clientes, colegas y miembros de la familia que trasgreden ligeramente lo que previamente habíamos pautado; pero también, si mancho la ropa, o aumento de peso o no me queda bien el peinado… rápidamente se transforma en mí y a mi alrededor en una verdadera catástrofe. Pero si más tarde vuelvo a pensar tranquilamente en lo ocurrido, sólo puedo girar la cabeza y decirme: ¡Qué lástima que malgasté tanta energía! ¡Podrías haberla utilizado mucho mejor en otro lado! ¡Enojarse tanto por semejantes pequeñeces!

Creo que me enojo tan fácilmente, porque quiero cumplir con todo y ayudar en todos lados. “Querer abarcar y dominar demasiado, crea inseguridad”. Si estoy estresada, siento dolores y descontento interior, me falta el equilibro. Lucho conmigo misma, soy injusta y pierdo mi centro interior. Entonces también estoy súper sensible y me ofendo por cosas que hicieron y dijeron otros sin mala intención. Ése es el momento para ‘descomprimir mi carga’. ¿Cómo? Por ejemplo, cerrando los ojos y rezando una jaculatoria predilecta – tomando una taza de mi café preferido – escuchando un poco de buena música, aunque no hay una receta perfecta. (Continúa en la pág. 4)

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(Continuación de la pág. 3)

También me ayuda si puedo prepararme a ciertas situaciones difíciles, a una conversación complicada, a un cliente exigente… También si tomo como ‘natural’ una situación difícil: haber dormido poco en la noche, que los semáforos a veces pueden estar en rojos… Y –que todo esto- puede transformarse en una ocasión para relajarme un momento y saludar a la Mater… “ Me es de gran ayuda, abrirme a descubrir y recibir ‘pequeñas alegrías’. El otro día encontré una postal donde se veía, en una playa, una silla un poco mojada por el agua del mar. Era como una invitación a tomar asiento. Abajo aparecía la frase: “El día más lindo no ocurre en otro momento ni está en otro lugar. Es ahora y es aquí”. La frase era justo para mí. Reconozco que la situación que más se repitió en mi vida fue elegir, por regla general, las tareas que menos me gustaba hacer; pero viví esto casi siempre con un sentimiento de fracaso. No me permitía relajarme. Si pensaba, por fin, llega ahora lo que me atrae y me da alegría, ya se adelantaba otro ‘deber’. Esa postal me ‘despertó’. Empecé a permitirme pequeñas pausas: escapar de mi escritorio por un ratito, ir al jardín o al balcón y gozar del sol, ese regalo de Dios…

El día más lindo no ocurre en otro momento ni está en otro lugar.

En la ciudad vivimos muy amontonados y rodeados de mucho ruido, de tanto tráfico. A veces las construcciones no nos permiten mirar al cielo. Ni siquiera en las plazas hay espacio o silencio, en todos lados, tantas personas. Descubrí en un cementerio antiguo un oasis de tranquilidad. Debajo de los árboles altos y frondosos, en medio de antiguas sepulturas me puedo relajar, seguir tranquila mis pensamientos y prepararme bien para responder correctamente a los desafíos ordinarios de ese día. Allí encuentro la cercanía de Dios y recupero mi ritmo normal, algo que hoy, ¡parece extraordinario! Tengo siempre presente algunas frases que me suelen ayudar y acompañar: ‘Todas nuestras obras se hacen fecundas si las hacemos con un corazón tranquilo y contento´.

´ ¿En qué consiste lo extraordinario y dónde está el ‘secreto´ en lo ordinario de la vida? En vivir en Alianza de Amor´. ´Observa tus sentimientos porque influyen en tus pensamientos. Observa tus pensamientos, porque se expresan en tus palabras. Cuida tus palabras, porque se transforman en actos y en costumbres. Las costumbres influyen en tu carácter y el carácter decide tu suerte´. El llamado es llegar a ser mujeres extraordinarias en lo ordinario. No es preciso agregar algo más.

Hna. Ma. Bárbara

¡Es ahora y es aquí!

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Dios esperaba a la mujer

El relato comienza de esta manera: “Al amane-

cer (Jesús) se presentó de nuevo en el templo; acudió el pueblo en masa; él se sentó y se puso a enseñarles”.

Otro punto que hemos de aclarar es el sentido de la afirmación del texto “le preguntaban esto con mala idea, para tener de qué acusarlo”.

Otra vez, como junto al pozo de Jacob, Jesús se sentó, Dios se sentó. Donde se sienta Dios está su trono y su cátedra. Es de importancia señalar el dato que estaba rodeado por la gente que acudió “en masa”. ¿Por qué la gente en tamaña cantidad?, porque querían oír a Jesús. Su persona, sus palabras, sus gestos, todo tocaba el corazón de hombres y mujeres. Así fue en aquella mañana, en el Templo. Es en este contexto que se oyen gritos y un grupo de hombres irrumpen arrojando a una mujer ante Jesús. La mujer ha sido arrastrada, posiblemente recibió algunos golpes, está aterrada. Ella había sido sorprendida en flagrante adulterio, es decir: había testigos del hecho. Los letrados y fariseos explican lo sucedido a Jesús y agregan que, “la ley de Moisés nos man-

da apedrear a las adúlteras; tú ¿qué dices?”. Aquí hemos de explicar la ley a la que los letrados hacen referencia. El adulterio se consideraba tal, cuando un varón tenía relaciones sexuales con una mujer casada o prometida en matrimonio. La fidelidad conyugal absoluta sólo pesaba sobre la mujer, ya que en virtud del contrato matrimonial o en virtud de estar prometida, pasaba a ser propiedad del esposo o del novio. Por lo tanto, el precepto tendía a proteger el derecho del esposo a la propiedad exclusiva de su mujer, por esto sobre el adulterio de la esposa o prometida pesaba la pena de muerte.

Llama la atención la reacción de Jesús: no responde nada y se inclina poniéndose a hacer dibujos en la arena. Como los maestros de la ley insistían en la pregunta, Jesús se levanta, es Dios

que se levanta, los miró y les dijo: “A ver, el que

no tenga pecado, que le tire ya la primera piedra”. Estas palabras de Jesús son de una importancia inimaginable, para los hombres de todos los tiempos. Se trata de una sentencia insuperable en lo tocante al amor y el conocimiento de Dios. La invitación a tirar “la primera piedra”, se debe a que, según la tradición judía, los primeros testigos o los testigos oculares tenían ese derecho, por decirlo así. ¡Tirar la primera pedrada! Pero, esta responsabilidad -de tirar la piedra primero- sólo podía asumirla aquel que se reconozca como totalmente inocente y libre de toda culpa. Pero ¿quién es por completo inocente? San Pablo escribirá más tarde a la Iglesia de Roma estas palabras: “Todos han pecado y necesi-

tan el perdón de Dios”. (Rm 3, 23) (Continúa en la pág. 6)

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(Continuación de la pág. 5)

Lo que Jesús dice de manera tan lapidaria es que nadie está libre de pecado, por lo que antes de juzgar al otro ha de mirar su propio pecado. Luego se sienta, se inclina y vuelve a trazar líneas en la arena. Mientras Jesús hace eso, la palabra que ha pronunciado va haciendo efecto en lo más profundo de los corazones: los acusadores van desapareciendo uno tras otro, comenzando por los de más edad. Quizás, justamente, los más necesitados de perdón y por eso del amor misericordioso de Dios. Quedan solos en el círculo, rodeado de la multitud, Jesús y la mujer. Como bien escribe San Agustín, “sólo dos han quedado: lo miserable y la misericordia”; es decir: la mujer y Jesús. Es ahora, cuando Jesús y la mujer se encuentran realmente. La mira a la cara y le pregunta: “¿Ninguno

te ha condenado?” Ella había escapado al veredicto de muerte de sus “jueces”, ahora se encuentra frente a frente con su pobre humanidad, su culpa y su vergüenza. ¿Qué hace Jesús?, la saca del aprieto no planteando el tema de la culpabilidad ni pronunciando contra la mujer ninguna palabra de acusación, sino refiriéndose sólo a la conducta de los acusadores.

En la respuesta de la mujer se percibe en cierto modo alivio y liberación: “Ninguno, Señor”. Las palabras que Jesús pronuncia a continuación, resuelven en sentido positivo la situación problemática de la mujer: “Pues tampoco yo te

condeno; vete, y de ahora en adelante ve de no caer en pecado”. Se trata de palabras que conceden el pleno perdón del pecado de la mujer. Jesús no quiere condenar sino liberar. Con su decisión asegura la vida de la mujer, le da una nueva oportunidad, la futuriza. Jesús no hace referencia al pecado de la mujer, que en palabras de Juan Pablo II pagaría una por el mal de dos. Lo que de verdad importa es el nuevo comienzo que le ofrece a la mujer. ¡Volver a empezar! Es como haber recuperado la inocencia perdida y poder anhelar ser buena, siempre buena. No es de extrañar, por lo tanto, que esta escena pertenezca a las cumbres más altas del Evangelio. Como dice el Salmo “Dios no quiere la muerte

del pecador, sino que viva”. Veamos de sacar las conclusiones de este texto y de comprender la inmensidad del gesto de Jesús. Desde sus comienzos el cristianismo se presentó como una religión del perdón de los pecados y de la conversión. La conversión era la actitud requerida para que los hombres pudieran escapar del juicio punitivo de Dios. Ya en Juan el Bautista, la conversión comportaba un cambio radical de manera de pensar y de conducta práctica. (Continúa en la pág. 7)

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(Continuación de la pág. 6)

Para Jesús las cosas eran algo distintas. Es real que su mensaje de la proximidad del Reino de Dios introducía el tema del cambio, de la conversión de vida. ¿Dónde está el “pero”? El “pero” está en el mensaje de Juan el Bautista como en el de los profetas anteriores y luego en la propia Iglesia, la salvación era otorgada por Dios a condición que el hombre convirtiera primero su modo de vivir. En esta concepción de perdón, el mismo dependía del hombre, Dios perdonaba siempre y cuando antes el hombre se convirtiera. La manera de actuar de Jesús sugiere algo diferente. Jesús va al encuentro de los hombres necesitados y los acoge con su autoridad personal. Los acoge en el ámbito de su amor y los perdona sin que los hombres se comprometan primero a cambiar su modo de vivir. ¿Por qué actúa Jesús de esta manera? Porque espera y confía que su amor y su perdón toquen lo íntimo del hombre, lo aliente a un cambio.

Este nuevo orden consiste, en que Dios a través del actuar de su Hijo, Jesús, se manifiesta a los hombres como el Dios del amor incondicional; lo cual se ve en el perdón incondicional de los pecados a la mujer adúltera. ¿Qué experimentó aquella mañana esta mujer condenada a morir? Fue un nuevo encontrarse consigo misma mediante la inmensa sorpresa de experimentarse amada incondicionalmente. Esto lo vive como un canto a la vida, como una liberación de todos sus miedos. Con el perdón otorgado Jesús no busca ya la obediencia a la ley, lo que busca es algo más radical: la capacidad de reacción del corazón de la mujer y por ende de todo corazón, también del nuestro. Lo que busca Jesús es la reacción del amor de la mujer. Es decir, que por ser amada y por ello liberada, la mujer renazca al amor más noble y más pleno.

Lo digo de esta otra manera para que no queden dudas: el perdón de los pecados que Jesús otorga es lo que provoca la conversión. La conversión es la consecuencia del perdón otorgado y no su condición previa. (Recordemos lo que aprendimos en el catecismo bajo el título “Condiciones de una buena confesión”: Examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de enmienda, confesar al sacerdote todos los pecados y cumplir la penitencia impuesta por el confesor”.) Pero hay más, en el actuar de Jesús con la mujer adúltera, Jesús está revelando un nuevo orden de salvación: el reino de Dios es el don del amor del Padre ofrecido a todos los hombres sin excepción.

Es lo que significan las palabras: “Pues tampoco

yo te condeno, ahora vete, y ve de no caer en el pecado”. Dicho sencillamente: al amor que Dios le da, el hombre es invitado a responder con su propio amor. P. Alberto Eronti

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Mujer e Iglesia (Segunda parte) Cuando la mujer comunica con honestidad, no dice algo, se da a sí misma en lo que anuncia. Lo ha dicho el Santo Padre hablando de la Resurrección de Jesús: "Las mujeres están impulsadas por el amor y aceptan este anuncio con fe: creen, e inmediatamente lo cuentan, no se lo guardan para ellas. ... Las mujeres son los primeros testigos de la Resurrección. .... Es, de alguna manera, la misión de las mujeres. ... Este dato nos lleva también a reflexionar sobre cómo las mujeres en la Iglesia y en el camino de la fe, han tenido y tienen hoy un papel especial para abrir las puertas al Señor, para seguirlo y comunicar su rostro, porque los ojos de la fe siempre necesitan los ojos sencillos y profundos del amor.”1 De ahí que el don de sí se exprese también en la capacidad, inherente a nuestra especificidad, de ver más allá de lo que perciben los ojos.

Más allá de lo que perciben los ojos En el marco del anuncio, hay otro potencial implícito en nuestra naturaleza: el genio femenino nos habilita para ver –como escuchamos en la frase del Papa– con los ojos sencillos y profundos del amor, que es una forma original de valorar al otro, una llave para abrir su corazón. La mujer, facilitadora de relaciones, no sólo tiene una cualidad comunicativa verbal, sino también una visión integradora, que puede dimensionar las cosas en su conjunto –incluyendo los detalles– y que, por eso, es capaz de descubrir lo originario, lo prístino debajo de lo circunstancial. Una habilidad propia de la intuición femenina. La mujer puede ver en lo profundo, más allá de aquello que se percibe a simple vista sin que ello signifique una exclusión de la razón. Ver con el corazón no suprime la lógica ni la justicia, pero las hace verdaderamente humanas. Ver todo, disimular mucho, corregir poco, recuerda Francisco aludiendo a Juan XXIII. 2 1

Audiencia General del 3 de abril de 2013. Entrevista otorgada al P. Antonio Spadaro, SJ., publicada el 19 de septiembre de 2013. 2

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Una forma de ver que se educa, que se entrena. Una forma de ver la vida que alcanza un punto cumbre en María. Las bodas de Cana nos recuerdan que, más allá de la mirada meramente racional, hay una forma de ver que integra toda la realidad del ser humano: “no tienen más vino”. Profecía de la mujer en la Iglesia. Profecía de una Iglesia-María. Esa capacidad es un potencial que Dios derramó en nuestra naturaleza cuando nos confió al ser humano. Tal vez porque sabía que cuando lo juzgamos sólo a partir de aquello que vemos a simple vista, lo estamos considerando por debajo de su dignidad. La expresión más sublime de esta forma de ver, de captar las realidades, se da en el perdón. Una palabra que, no en vano, tiene su raíz en el don de sí gratuito y misericordioso. El testimonio concreto de las mujeres santas

”[Que Dios] no permita a la Iglesia errar en un asunto de tanta importancia...” Con estas palabras el Papa responde a la segunda petición que se le propone durante el rito de una canonización e introduce, con ellas, la invocación al Espíritu Santo previa a la elevación de un beato al nivel de santo de la Iglesia universal. Se podría argumentar que no es una cuestión “de tanta importancia” ya que, aun equivocándose la Iglesia en su juicio, si no se trata de una persona santa será, por lo menos, una buena persona. Pero la Iglesia nunca interpretó la santidad como un grado superlativo del ser bueno. La santidad incluye la bondad, pero no se determina por ella, sino por la donación que una persona hace de sí misma en el amor.

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Es la profunda comunión con Dios y con los hermanos lo que otorga a la Iglesia la certeza moral de que una persona ha vivido santamente. La bondad es, ciertamente, una característica que forma parte de esa comunión, pero la comunión es más que bondad: es don de sí como expresión de un rebalse de amor a lo largo de la vida, o bien en el heroísmo de la muerte martirial, por amor a Jesucristo. La importancia que da la Iglesia a la santidad de vida así como al martirio pone de manifiesto su sublime valor testimonial.3 Esta realidad nos plantea, como mujeres, el desafío de capitalizar aún más la vida y muerte de las figuras femeninas que la Iglesia reconoce santas y beatas. Mulieris Dignitatem nos dice al respecto: “El testimonio y las obras de mujeres cristianas han incidido significativamente tanto en la vida de la Iglesia como en la sociedad. También ante graves discriminaciones sociales las mujeres santas han actuado «con libertad», fortalecidas por su unión con Cristo. Una unión y libertad radicada así en Dios explica, por ejemplo, la gran obra de Santa Catalina de Siena en la vida de la Iglesia, y de Santa Teresa de Jesús en la vida monástica. (…) También en nuestros días la Iglesia no cesa de enriquecerse con el testimonio de tantas mujeres que realizan su vocación a la santidad. ... Las mujeres santas son una encarnación del ideal femenino, pero son también un modelo para todos los cristianos, un modelo de la «sequela Christi» — seguimiento de Cristo—, un ejemplo de cómo la Esposa ha de responder con amor al amor del Esposo.” 4

“Las mujeres santas son una encarnación del ideal femenino” y, por eso mismo, nos ofrecen una chance pastoral para mostrar en forma atractiva su genio específico, más allá del carisma o misión de cada una. La experiencia mística y el legado espiritual de Hildegarda de Bingen, proclamada Doctora de la Iglesia el 7 de octubre de 2012, por nombrar sólo un ejemplo, nos ofrecen una valiosa llave pastoral para explicar vitalmente el genio femenino en su carácter de puente, no sólo entre el Creador y la creatura, sino también entre el ser humano y la creación: su amor a la naturaleza y el potencial sanativo que descubre en ella, lo ejemplifican concretamente. Mujer, profeta de una Iglesia-María Educar a la mujer al don de sí es ayudar a la Iglesia a vivir su identidad. "El papel de la mujer en la Iglesia es ser como el icono de la Virgen, Nuestra Señora; aquella que ayuda a crecer a la Iglesia”,5 nos dice Francisco. Ayudarla a crecer siendo profetas del don de sí, yendo a la vanguardia de la Iglesia en su tarea de "caldear el corazón de las personas, de caminar con ellas en la noche, de saber dialogar e incluso descender a su noche y su oscuridad sin perderse” 6 como lo expresa el Santo Padre.

Virginia Parodi, Doctora en Teología, pertenece al Instituto de las Hnas. de María de Schoenstatt. En la actualidad, se encuentra en el Vaticano, designada Oficial de la Congregación para las Causas de los Santos.

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Durante el pontificado de Benedicto XVI (2005-2013) fueron beatificadas 158 mujeres, 18 fueron declaradas santas y una, Hildegarda de Bingen, fue proclamada solemnemente Doctora de la Iglesia. 4 Mulieris Dignitatem 28. 5 Entrevista otorgada a los periodistas, en el avión de regreso de JMJ 2013, 28 de julio de 2013. 6 Entrevista otorgada al P. Antonio Spadaro, SJ., publicado el 19 de septiembre de 2013.

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Educación Cuenta Ángel, “Un día entré a desayunar a las siete a un bar en pleno centro de Mar del Plata, antes de ir a trabajar, y me encuentro acodado a un hombre de unos cincuenta años frente a un cortado y a un vaso de agua mediano. El mozo me mira y dice "Pobre, no es agua, es ginebra". El hombre ya estaba tomado. Me saludó, y yo le dije "Anoche estuve conversando con una persona que te conoce desde que eras muy chiquito, me dijo que te quiere con locura, porque Ella sabe lo que vales y lo bueno que eres. Que siempre sabe de ti y que se entera de todo lo que haces. Me pidió que te diga que te ama, que si supieras cuanto te ama, llorarías de alegría". Me miraba con los ojos grandes, muy sorprendido. "¿Quién es?” -dijo y contesté- “Me dejó una foto para ti, la tengo en el auto”. Salí, entré, le di un fuerte abrazo y le entregué una imagen de la Virgen. Di media vuelta y me fui.

La sociedad actual, que nos invita a no enfrentar muchas veces nuestros problemas de comunicación y de vínculos con las demás personas, es un terreno fértil para desarrollar adicciones. Se requiere de fortaleza interior para no ceder a las presiones del medio de hacernos caer en determinadas conductas, las cuales son ajenas a nuestro ser más íntimo y a nuestros valores más profundos.

A los tres días volví al café y el mozo me preguntó qué le había dicho, porque cuando yo me fui, se derrumbó sobre una mesa y estuvo llorando con sollozos casi una hora, se levantó, no tomó la ginebra, se fue y no volvió más. Unos tres años después, en el mismo lugar, alguien que no reconocí me abrazó , callado se abrió el saco y me mostró la imagen plastificada, me presentó a una mujer y se fue con los ojos llorosos”. Las adicciones son un grave proceso de destrucción de la estima personal, que nos hace buscar afuera lo que de fortaleza le falta a nuestra alma. El núcleo de la fortaleza está en sentirse amado.1

Usar un placer para el bien de la persona permite disfrutar de algo momentáneamente y ayuda a disfrutar de la vida misma un poco más. El abuso de un placer va empobreciendo la vida y hace que ya no interese la vida, sino sólo ese particular placer. O sea que el placer ya no es un ingrediente agradable de la plenitud de la vida, sino un refugio para escapar de la vida, para esconderse de ella.2 Cabe destacar la diferencia entre disfrutar de un buen programa en televisión y mirar televisión como única actividad diaria y nocturna.

Adicciones ¿qué son? Las adicciones son una forma de escapismo de la realidad que nos abruma, desconcierta y a la cual no podemos manejar. Hay muchas formas de adicción, como ser: la televisión, Internet, la preocupación excesiva por la apariencia física e imagen, trastornos alimentarios, necesidad imperiosa de figurar y aparentar, poder, dinero, éxito, consumismo, diversión descontrolada, videojuegos, trabajo, experimentación sexual precoz, alcohol y droga, entre otros.

Si miramos nuestro interior con sinceridad, nos puede sorprender que, aunque pensemos que no, somos proclives a alguna adicción. 1 2

Las adicciones comienzan con un momento de placer, alivio, y gratificación a corto plazo, pero a largo plazo, generan dolor, desolación, incapacidad de establecer relaciones afectivas estables y de desarrollar proyectos vitales, y además, serios trastornos de salud, entre otros. En los jóvenes, los trastornos relacionados con adicciones suelen ser causados por una serie de componentes, como ser: vulnerabilidades genéticas, presiones sociales, problemas psiquiátricos y ambientales y características propias de la persona.

Frente a un joven que sufre de adicciones, la familia debe realizar un acopio de fortaleza personal y familiar, para superar la vergüenza, la rabia y la culpa. Puede acontecer que un joven caiga en el flagelo de la adicción por una serie de motivos, y es necesario que la familia permanezca unida y firme en su amor y dolor, sin castigarse a sí misma, sino todo lo contrario, amparándose en la ternura misericordiosa del vínculo familiar. El joven tiene que saber del amor incondicional a su persona que siente su familia por él. Aún frente a este doloroso estado, la familia es capaz de luchar con él, y por él, y cada miembro de la familia es capaz de modificar conductas junto con la persona que sufre de adicciones. Simplemente porque lo ama y busca su bien. (Continúa en la pág. 11)

Ledesma Mendez, Angel (2015). En Relación a Las Adicciones. Asociación Argentina de Orientadores Familiares Luis Abel Sánchez. Adicciones. Escuela Provincial de Educación Técnica No 7, Jardín América, Misiones

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Trabajar en la Prevención Si bien hay una serie de factores que la familia no puede manejar, y por lo mismo, nadie está exento del flagelo de la adicción, se puede colaborar a crear un ambiente saludable y amoroso. De especial importancia es la formación en la templanza, una de las cuatro virtudes cardinales, la cual se refiere a la moderación de los apetitos y de la atracción que ejercen los placeres a partir de la razón. La templanza se refiere a la armonía en lo relacionado a la vida sensible. La vida familiar y el compartir los bienes ayudan a una vida austera.

Los padres pueden guiar a cultivar la templanza en los hijos al no satisfacer los caprichos y pretensiones superficiales y al marcar pautas de conducta claras y firmes. El compartir la comida familiar es un buen momento de aprender a aguardar a que todos estén sentados para comenzar a comer, bendecir la mesa, el colaborar a servir el agua y pasar la sal y los condimentos. Todos estos hábitos sencillos de la comida familiar de manera conjunta con el diálogo y el saber aguardar el momento para hablar y para escuchar al otro son un ejemplo de siembra de la semilla de la templanza. Relacionadas a la templanza, se encuentra la virtud de la austeridad que se refiere a la moderación de los deseos y de los bienes materiales; la virtud de la sobriedad que se refiere a la medida justa de las bebidas, en especial las alcohólicas;

la virtud de la castidad que se refiere a que las experiencias sexuales se manifiesten en la capacidad de don al otro, habiendo una castidad propia a cada estado de vida, y finalmente, la virtud del pudor que sabe proteger la castidad al preservar la intimidad propia y ajena.3 El Padre Kentenich proponía a los jóvenes forjar personalidades firmes, libres y sacerdotales.4 Hoy más que nunca es vital formar a nuestros hijos a que desarrollen personalidades con fortaleza interior para no tener miedo al rechazo y saber decir no. Asimismo, es esencial formar a los hijos en la cultura del esfuerzo para desarrollar una voluntad firme. Las presiones de los pares, en especial durante la adolescencia, pueden ser muy difíciles de manejar, y requieren a los padres estar muy atentos desde un ángulo diferente a cuando eran pequeños. Es bueno encontrar áreas en las cuales los hijos sientan que pueden ya decidir, y otras en las cuales los padres deciden y los protegen de daños mayores. Recibir a nuestros hijos luego de una salida, percibir su estado, el hogar siempre abierto y cálido, que haya comida luego de practicar un deporte, una sonrisa en el rostro, un oído atento y corazón dispuesto, un abrazo sanador y una palabra dicha a tiempo. Luego se corrige lo que se deba corregir, pero el hogar recibe siempre. En conclusión, todos tenemos alguna vulnerabilidad a alguna adicción. Muchas veces buscamos en un placer el evadirnos de enfrentar un problema o simplemente evitar el silencio por miedo a lo que podemos encontrar. Sin embargo, vale la pena el esfuerzo por caminar por la vida de frente a uno mismo, a los demás, y en profunda actitud filial hacia Dios, recordando siempre que la persona humana es libre para elegir recomenzar una vida plena.  La autora agradece la lectura atenta y el consejo sabio de una filial, amorosa y fuerte madre de un hijo adicto, y honra den ella, a todas las madres, las cuales, como Santa Mónica, ofrecen sus lágrimas por la recuperación de sus hijos.

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Delbosco, P. (2012). Seminario: Persona y Familia: La Riqueza de la Sexualidad. ICF, Universidad Austral 4 Kentenich, P.J. Acta de Prefundación. 27 Octubre 1912

Ma. Fernanda Arduino Doctora en Educación Revista de la Rama de Madres


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Autoeducación Una maravillosa experiencia del tiempo

Vivimos en una peculiar contradicción: aunque constantemente la tecnología avanza cada vez más para ahorrarnos tiempo en todos los ámbitos de la vida – microondas, trenes de alta velocidad, Internet - la mayoría de las personas sufren por la falta de tiempo. “No tengo tiempo”, es una frase muy escuchada. Ninguna persona realmente creativa “tiene” tiempo. Sin embargo, para las cosas que amamos nos tomamos tiempo. Más aún, de verdad nos olvidamos del tiempo cuando estamos con personas queridas o realizando actividades que nos dan placer. En esos momentos, experimentamos que “el tiempo descansa en la eternidad” como dice una canción. Cuando nos olvidamos del tiempo, es porque lo vivimos intensamente - no es simplemente un tiempo colmado o saturado, sino pleno de satisfacción. Entonces nos damos cuenta de que en un solo encuentro, una palabra o una mirada, tiene tanta fuerza que vuelve más prolongado ese instante. Cuanto más intenso es un momento, tanto más rico y vasto se nos presenta en el recuerdo. Cuando la persona ama, vuelve a ser otra vez niño. Los niños miden el tiempo según la intensidad, no según los minutos. Por lo tanto, vemos claramente que sólo el control del tiempo no puede solucionar el verdadero problema que plantea el tiempo. Naturalmente, es valioso buscar métodos que nos permitan trabajar en un sano desaceleramiento. Pero esas técnicas son solamente medios de ayuda para buscar lo verdadero. Y lo verdadero es el amor. Quien ama, tiene tiempo En un encuentro de mujeres, una conocida publicista hizo una interesante observación: “No necesitamos nuevas disposiciones o indicaciones salvadoras…tales como una ‘autoridad maternal’ que nos advierta no perder el tiempo o no correr tanto, esperar por ahora o también, no dejar que todos los demás esperen. ¿Cuál es la situación actual, qué es razonable para aprovechar bien nuestro tiempo?” AÑO 7 - Nº 71

Una madre que ama a su hijo lo ayuda, a través de su amor, a aprender la correcta medida del tiempo. Todo tiene su tiempo: a la mañana cuando tiene que ir al colegio llama, el demorarse o perder el tiempo dando vueltas puede ocurrir, pero el ómnibus no espera. Hay horarios que deben ser cumplidos y trabajos que no deben ser dejados de lado. Pero no resulta fácil el “funcionar” sin dificultades en “la máquina del tiempo de la sociedad”. Tiene mucho que ver con el sentido de lo que aquí y ahora es correcto y bueno, es decir, valorar la vida. En la manera como una madre se relaciona con su hijo, ella puede transmitirle esto. Mi mamá tiene tiempo para mí cuando yo lo necesito, no cuando ella “tiene” tiempo”- dice un niño de 11 años de edad. ¿No necesitamos hoy también nosotros una madre así, en cuya cercanía se arregle / se mejore nuestro molesto / irritable sentimiento del tiempo? Es hermoso poder considerar a la Alianza de Amor una vez más como una ayuda para valorar nuestro tiempo. Una ayuda para valorar el tiempo del amor Donde está María entra en juego otra realidad. Una mujer describe el día en el cual la Madre de Dios llegó a ella a través de una imagen peregrina: “Fue como si María hubiera dicho: Tomate un poco de tiempo, no sólo trabajes todo el día, hay otras cosas importantes.” Quien sella la Alianza de Amor, convierte al amor en la medida del tiempo de su vida. El Padre Kentenich explica así el contenido de esta Alianza: “El ser humano es la ocupación predilecta de Dios y debería transformar a Dios en su ocupación predilecta.” La experiencia de ser personalmente amado por Dios cambia el sentido de la vida. “Estoy tan agradecida de haber conocido la Alianza de Amor”, dice una mujer. “Ser importante para Dios, saber que soy valiosa para Él, es para mí una novedad que ha cambiado mi fe y mi vida.” (Continúa en la pág. 13)


Página 13 (Continuación de la pág. 12)

Soy la ocupación predilecta de Dios Así Dios, con su amor hacia mí, debería convertirse más y más en mi ocupación predilecta. El P. Kentenich explica cómo esto se hace concreto: “Debería ser nuestra ocupación preferida colocarnos bajo su mirada. Él me ama…Tratemos a menudo de seguir el rastro de Dios misericordioso en nuestra vida…Cómo me ha ayudado, amado personalmente…Al parecer pequeños acontecimientos se convierten en grandes transformaciones. ¿No puede ser también éste el caso con nosotros?” Cuando nos entregamos a una ocupación preferida cambia nuestro sentido del tiempo. Todo se vuelve más intenso. El Padre señala la Alianza de Amor como un estilo de vida que, durante todo el día, lleva grabado en el pensamiento: Yo soy la ocupación predilecta de Dios. Esta afirmación, debería motivarnos en todo momento. Puedo despertar para reencender el amor Cada día está ante mí como un paisaje vasto y abierto, también cuando el tiempo simplemente pasa volando y las citas y acontecimientos se precipitan. Si mi verdadera “agenda” es el amor, todo saldrá bien. La calidad de mi día no depende de cómo transcurre externamente, sino cómo lo vivo interiormente, en esto, el amor es decisivo. Cuando durante el día me examino, si me siento desvalorizada o sobre exigida, debo pensar en el inmutable sí de la Madre de Dios hacia mí. “Es un sí personal hacia mi persona, así como yo soy… Ella me conoce muy bien como persona; no

soy un número para Ella…Ella me acepta así como soy; Ella me dice que sí de un modo completamente personal. Reflexionen alguna vez, cuántos ruegan y rezan para ser amados, tener ‘hogar’ en una persona amada…Nosotros tenemos un hogar totalmente personal en el corazón de la querida Madre de Dios.” (P. Kentenich) Cuanto más vivamos como personal y predilecta ocupación de Dios, tanto más se convertirá Dios en nuestra ocupación preferida. Esto le da a nuestra vida diaria un enorme “para qué”. Alguien le escribe al Padre Fundador acerca de la Alianza: “Finalmente mi vida alcanzó un inequívoco y claro objetivo” Y el Padre responde: “Tenemos a diario muchos planes y preocupaciones. Pero, en realidad, buscamos algo totalmente diferente. Desearíamos tener ante los ojos un objetivo que al mismo tiempo nos cierre en ambos aspectos: lo eterno y lo temporal.” La Alianza de Amor nos muestra un objetivo que llega hasta la eternidad: Yo vivo para amar. Mi amor decide también mi felicidad eterna. El Padre dice: “Por lo tanto, se menciona con gusto el tiempo material del cual se teje la eternidad. ¡Cómo me esforzaré como una persona profundamente espiritual para aprovechar cada segundo!” ¿Se trata entonces de aprovechar hasta el último segundo? Sí, pero no en el sentido de actividad sin alma, sino como un permanente llamado a amar y dejarnos amar.

Taller 1. ¿Qué desafíos nos plantea la utilización del tiempo? Dar ejemplos. 2. ¿Qué significa ser “la ocupación predilecta de Dios? ¿Por qué es importante para mí? 3. ¿Qué actitud necesitamos cultivar para aprovechar al máximo cada segundo de nuestro tiempo?

Propósito para el mes:

Revista de la Rama de Madres


PAPA FRANCISCO

El milagro de una vida más comunitaria RAMA DE MADRES DEL MOVIMIENTO APOSTÓLICO DE SCHOENSTATT ASESORA NACIONAL HNA. MA. BÁRBARA ASESOR NACIONAL P. ALBERTO ERONTI ramademadresarg@gmail.com

Equipo Editor Editora responsable: M. Graciela Greco Asesores colaboradores: Hna. Ma. Bárbara P. Alberto Eronti Colaboradoras: Ma. Cristina Simonini y equipo. Traducciones: Hna. Ma. Christvera Ma. Rita Pacheco

Diagramación: Ma. Graciela Greco

Quiero centrar hoy nuestra atención en el vínculo entre la familia y la comunidad cristiana. Es un vínculo, por decirlo así, «natural», porque la Iglesia es una familia espiritual y la familia es una pequeña Iglesia. (cf. Lumen gentium, 9) La comunidad cristiana es la casa de quienes creen en Jesús como fuente de la fraternidad entre todos los hombres. La Iglesia camina en medio de los pueblos, en la historia de los hombres y las mujeres, de los padres y las madres, de los hijos y las hijas: ésta es la historia que cuenta para el Señor. Los grandes acontecimientos de las potencias mundanas se escriben en los libros de historia, y ahí quedan. Pero la historia de los afectos humanos se escribe directamente en el corazón de Dios y es la historia que permanece para la eternidad. Es éste el lugar de la vida y de la fe. La familia es el ámbito de nuestra iniciación — insustituible, indeleble— en esta historia. Una historia de vida plena, que terminará en la contemplación de Dios por toda la eternidad en el cielo, pero comienza en la familia. Éste es el motivo por el cual es tan importante la familia. El Hijo de Dios aprendió la historia humana por esta vía, y la recorrió hasta el final (cf. Hb 2, 18; 5, 8). Es hermoso volver a contemplar a Jesús y los signos de este vínculo. Él nació en una familia y allí «conoció el mundo»: un taller, cuatro casas, un pueblito de nada. De este modo, viviendo durante treinta años esta experiencia, Jesús asimiló la condición humana, acogiéndola en su comunión con el Padre y en su misma misión apostólica. Luego, cuando dejó Nazaret y comenzó la vida pública, Jesús formó en torno a sí una comunidad, una «asamblea», es decir una convocación de personas. Éste es el significado de la palabra «iglesia». En los Evangelios, la asamblea de Jesús tiene la forma de una familia y de una familia acogedora, no de una secta exclusiva, cerrada: en ella encontramos a Pedro y a Juan, pero también a quien tiene hambre y sed, al extranjero y al perseguido, la pecadora y el publicano, los fariseos y las multitudes. Y Jesús no deja de acoger y hablar con todos, también con quien ya no espera encontrar a Dios en su vida. Es una lección fuerte para la Iglesia. Los discípulos mismos fueron elegidos para hacerse cargo de esta asamblea, de esta familia de los huéspedes de Dios. Para que esta realidad de la asamblea de Jesús esté viva en el hoy, es indispensable reavivar la alianza entre la familia y la comunidad cristiana. Podríamos decir que la familia y la parroquia son los dos lugares en los que se realiza esa comunión de amor que encuentra su fuente última en Dios mismo. Una Iglesia de verdad, según el Evangelio, no puede más que tener la forma de una casa acogedora, con las puertas abiertas, siempre. Las iglesias, las parroquias, las instituciones, con las puertas cerradas no se deben llamar iglesias, se deben llamar museos. (…) Reforzar el vínculo entre familia y comunidad cristiana es hoy indispensable y urgente. Cierto, se necesita una fe generosa para volver a encontrar la inteligencia y la valentía para renovar esta alianza. Sin la gracia de Dios, no podremos hacer nada. Todo nos viene dado, gratuitamente dado. Y el Señor nunca llega a una nueva familia sin hacer algún milagro. Recordemos lo que hizo en las bodas de Caná. Sí, el Señor, si nos ponemos en sus manos, nos hace hacer milagros ¡pero esos milagros de todos los días!- cuando está el Señor, allí, en esa familia. (…)Todos tenemos que ser conscientes de que la fe cristiana se juega en el campo abierto de la vida compartida con todos; la familia y la parroquia tienen que hacer el milagro de una vida más comunitaria para toda la sociedad. En Caná, estaba la Madre de Jesús, la «madre del buen consejo». Escuchemos sus palabras: «Haced lo que Él os diga» (cf. Jn 2, 5). Queridas familias, queridas comunidades parroquiales, dejémonos inspirar por esta Madre, hagamos todo lo que Jesús nos diga y nos encontraremos ante el milagro, el milagro de cada día. Roguemos al Señor, por intercesión de María, Madre del Buen Consejo, que renueve y fortifique con su gracia el vínculo entre la familia y la comunidad cristiana, para que sigan ofreciendo esperanza y alegría a nuestra sociedad actual, que a menudo no les da el valor suficiente. Vaticano – Audiencia General del 9 - 9 - 2015


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