Un camino de ida
H
acía algunos años que se escuchaba hablar de América: Tierras bastas, fértiles; praderas verdes eternas donde los animales crecían solos. La naturaleza era generosa, regalaba a los hombres espigas de trigo carnosas y animales rechonchos. Mirando desde el barco la costa que dejaban todos pensaban lo mismo: vamos camino hacia algo mejor: La esperanza y la ilusión de un futuro próspero, de una vida de abundancia; el final del miedo. El cese de la peste, el frío y el hambre ganaban en la balanza a la nostalgia; al extrañar y al amor a lo conocido.
con nada más que un baúl por familia, algunas monedas bien guardadas y para el fin de la primera semana estarían comiendo hasta saciarse por primera vez en años. Los viajeros se animaban unos a otros con estas historias, se reunían de a tres o cuatro y compartían cada uno lo que había escuchado de América. A medida que los días pasaban, los dialectos se contaminaban entre ellos y ya no era tan claro quien venía de qué pueblo. El viaje en barco iba derritiendo sus individualidades en la nueva identidad: todos eran ahora inmigrantes, expatriados. Todos renunciaron a lo conocido, a un futuro de escasez por una promesa. Durante el cruce del océano no había ya distinción: todos habían dejado todo a cambio del boleto para subir al barco, todo a cambio de esta oportunidad.
Nadie sabía con seguridad qué les esperaba, ¿estarían sus primos, esos que por carta los arengaron a vender todo subir al barco, esperándolos en el puerto? ¿Estaría el ejército enrolando recién llegados para ir a explorar aquellas tierras del sur que todavía eran desEra una apuesta segura decían. Se lo repeconocidas? tían unos a otros, se lo aseguraban a los parientes que dejaron atrás y se lo decían a solas Algunos habían oído decir que la nueva a ellos mismos. A fuerza de repetirlo como el patria era tan rica que los viajeros eran bienrosario, este mantra les iba calando adentro y venidos con mesas rebosantes de comida, que haciendo olvidar los miedos. había fiesta por cada barco que amarraba y que por las fuentes de la ciudad hacían correr vino A medida que los días a bordo pasaban, celebrando a los recién llegados. sin embargo, las esperanzas iban cayendo. Ya el hambre conocida no parecía tan mala ante La nueva tierra era tan generosa que habría el romántico recuerdo del olor de la casa o el una cama preparada para cada uno y habría familiar redoble de las campanas de la Iglesia baños donde refrescarse después de los meses del pueblo. América no parecía tan grandiosa, de navegación. Habría un sitio, una oportuy prometedora despuésés de todo. La incomonidad aguardando a cada uno. Para tener una didad de la vida en el mar, el mal de pueblo de gran vida allí, bastaba con pisar las costas y estar atrapado con los mismos pasajeros duponerse a trabajar en eso. Llegarían al puerto rante semanas iban aguando el contraste entre
lo que dejaban atrás y hacia a donde iban. Cuanto más luchaban por quitarse estos sentimientos de encima más volvían. Nadie quería admitirlo, entre ellos se repetían las historias que una vez los habían animado, pero todos comenzaban a tener dudas. Ahora todo sonaba a un cuento, la misma historia contada una y otra vez iba perdiendo su encanto. El viaje se alargaba y América no era tan anhelada.
El pasaje por el puerto y el hotel del inmigrante parecieron tan largos como el tiempo en altamar. El último día en su pueblo podría bien haber sucedido hacia años. Finalmente le indicaron una dirección en la que la recibirían y allí la esperaba una familia que iba a emplearla. Hizo ese último tramo del viaje a pie, arrastrando el baúl, jurándose que en cuanto ahorrara lo suficiente regresaría a su casa; a lo conocido, que tal vez el hambre y las guerras no eran tan malos, que uno se acostumbra.
La mitad del barco albergaba la esperanza de llegar, hacerse de una pequeña fortuna y poder regresar. La otra mitad quería quedarse, pero creía que solo conseguiría prosperar si Mientras se adentraba el paisaje cambió. la mayoría pegaba la vuelta al tocar el puerto. Lo primero que notó fue el aroma de la coci“No habrá suficiente para todos, y quien sabe na de su casa. A medida que caminaba por las cuántos barcos más vienen atrás”. ventanas empezó a escuchar un acento conocido. Cuando levanto la vista para ver de dónMuy pocos viajeros aislados tenían un don de venían vio el paisaje familiar de la ropa que especial, era un secreto que la vida les había colgaba como banderines de lado a lado de ido revelando de a poquito. No era nada maralas calles. Estas eran angostas y allí se erigían villoso pero sí potencialmente muy poderoso: edificios de muchos pisos y colores diferentes. ellos sabían que les deparara lo que les deparaAguzó el oído y pudo distinguir más y más vora el destino la Felicidad vivía dentro de ellos. ces, se sorprendió al darse cuenta que reconoEste era el caso de Carmela. Siempre había cía las palabras y expresiones. sabido llamarla para que la acompañe en las La esperanza que había hecho que suba al tareas más tediosas, en las tardes aburridas y barco en primer lugar se reencendió y adentro en los días más duros del invierno. La felicidad suyo oyó un bostezo. A continuación, sintió venía a su encuentro siempre que se tomara un un cosquilleo cerca del corazón. Cerró los ojos segundo para llamarla. Acudía a ella y juntas y se concentró. Vio cómo la felicidad se desatravesaban con una sonrisa cualquier tipo de perezaba en su interior, cómo se refregaba los experiencia. ojos y se ponía de pie. Aun con cara de dormiPero el viaje; el desembarque; el examen da de volvió hacia ella y le sonrió. médico; la confusión del puerto; los olores desconocidos y las lenguas extrañas la habían intimidado a tal punto que ya no podía sentirse feliz. Era como si no solo no pudiera acceder Cuento de una tarde de Cuarentena a ese canal, tampoco se acordará que existiera. Düsseldorf - Marzo 2020 El optimismo y el soñar despierta se bloquearon cuando tuvo que usar su atención para estar a salvo. Su mente le pedía que se concentre; que escuchara las órdenes; que entendiera el camino; que cuide su baúl; que no se pierda de sus conocidos; que no haga nada fuera de la norma; que no llame la atención.
Agueda María