Permiso para dibujar Metodo seguro de vaciado de vasijas
La facultad de arquitectura te da muchas cosas. Dentro de las más lindas está el permiso. No me refiero al título de arquitecto, que te permite ejercer la profesión. Te dan un vale. Hoy en día es una cartulina color rosa opaco con los bordecitos troquelados, porque imprimen planchas grandes y las cortan a mano. Se imprimen muchos permisos más que el número de arquitectos que se espera se gradúen. De un lado tiene información sobre la fecha de expedición y de la otra tiene un holograma de Mickey. Hubo una época en que cada universidad elegía un personaje, pero
a mediados de los setenta alguien uso el ratón, les pareció simpático a todos y lo adoptaron. Después se globalizó y ahora existe el temor que de usar otra figura el poder de este papelito se vea disminuido. Te lo dan un día en el cursillo de ingreso, el mismo día que se te acercan de las agrupaciones de estudiantes; de los centros de enseñanza particulares; y de los bares y los boliches para invitarte a las peñas universitarias. Todos te dan un montón de papelitos; folletos; revistitas y calcomanías, que el momento en que se te entrega este permiso, suele pasar desapercibido. Lo subestimamos, lo agregamos a
Colecciรณn de permisos a cargo de la facultad de arquitectura de Rosario. Ejemplares hallados entre pรกginas de libros en la biblioteca durante el inventario del 2009.
la pila y eventualmente lo perdemos. Pero es tan poderoso, que el simple hecho de serte entregado, te hace capaz de ejercer este poder el resto de la vida. Por los días en que se nos da, recibimos además mucha información. Eso sumado a lo que uno pretende absorber de las primeras clases hace
que lo pasemos por alto. Muy pocos se acuerden el momento en que lo recibieron. Las primeras veces que nos sentamos en frente de un profesor, uno no tiene todavía un criterio formado para decidir qué es importante realmente escuchar y en qué momento podemos poner la postura en automático y dejar a la imaginación ir de paseo por la cabeza.
Se estima que el 42% de los permisos terminan debajo de las heladeras de los estudiantes
Según tengo entendido hay cátedras en las que todavía se está explicando el poder del papelito, la importancia del permiso que nos da. Pero en la mayoría ni se menciona, porque los profesores mismos crecieron acostumbrados a llevarlo consigo, y ya no lo reconocen como algo extra. Lo tienen tan incorporado que se olvidan de que es excepcional.
Esta es parte más noble de este permiso: una vez que lo recibís, te lo permitís. Este permiso dice sencillamente: “la sociedad te da permiso para que dibujes”.
Otro lugar usual donde van a para los permisos son los lapiceros, comparten casa con los más inútiles de los útiles de estudio. Porque aquellos que realmente se usan están desparramados y normalmente destapados sobre la mesa.
Podés dibujar, porque es tu trabajo. Y como es tu trabajo, está bien que sigas dibujando aun cuando no estás trabajando. Porque eso hacen los adultos sensatos, aun cuando no están trabajando siguen con su trabajo. Eso es ser más responsable, eso está bien. Eso es lo correcto. Entonces es lo que uno hace, dibuja. Dibujamos cada vez que tenemos una lapicera cerca, un lápiz, una cerita; dibujamos con un palito en la tierra; dibujamos con los pies en la arena. Dibujamos porque es divertido, porque pudiendo dibujar, cómo vamos a no hacerlo. Bien o mal, dibujamos. Sea lindo o feo lo que salga, lo tenemos permitido. Es tan natural para mí, que me olvido que no todos lo hacen. Me sorprende que se sorprendan que lo estoy haciendo. Habiendo un pizarrón y una tiza en el pub para
anotar los puntos de los dardos, ¿cómo nos vamos a quedar con las ganas de hacer un paisaje en la esquinita que queda libre? Estudiando el vocabulario de una lengua nueva, ¿Cómo voy a escribir la palabra traducida en mi idioma, si tengo un cuaderno entero para dibujar zanahorias chiquititas, un hombrecito con tijeras, y una casa con un jardincito de dos por dos centímetros? Cuando hay un cuaderno cerca, una servilleta, un ticket, un sobre ya abierto arriba de la mesa. Explíquenme: ¿cómo voy a dejar de acompañar la charla que estamos teniendo con algún grafico alegórico?
Se ha visto a los beneficiarios del permiso pasar los viajes en tren dibujando el hecho que estรกn dibujando en vez de chequear redes sociales, ver una serie, o leer un libro.
Es que somos arquitectos, o pasamos por la facultad de arquitectura, no importa lo que hagamos para vivir. Se nos dio un permiso, la sociedad lo acepta y es esperable de nosotros. Podemos entonces, por la punta de nuestro lápiz, liberar un poco de carga de la cabeza. A veces siento que arriba de la cabeza llevamos una vasija llena de agua, hay que ir caminando derechito para que no se vuelque, haciendo equilibrio. Hay que caminar con los hombros en su lugar, sin correr, sin saltearse escalones, sin doblar demasiado cerrado las curvas, pasando con holgura entre los obstáculos, porque podemos salpicar. Entonces cuando dibujo le conecto una manguerita, tipo la del suero, que me recorre todo el brazo hasta la mano. Ahí se ramifica en cinco, y al asir un instrumento gráfico, puedo a través de este drenar un poco de toda la sopa
esa. Al dibujar, elegimos qué sacar pero hasta un cierto punto. Basta darle unos segundos, y las líneas empiezan a salir antes de que hayamos tenido tiempo de darnos cuenta de lo que hacemos. No hay que subestimar los beneficios de esta práctica para la salud mental y física. Nos baja unos cuantos dedos el nivel de llenado de la vasija. Esto hace que literalmente vaya uno más liviano, más tranquilo, sin miedo a chorrearse. Con ganas de seguir pensando, porque tiene cupo todavía en la cabeza. Todavía hay lugar para seguir flexionando esos músculos cerebrales. Esto que llena la vasija es el subproducto de del trabajo mental. Como el ácido láctico en el resto de los músculos después de entrenar, la sopa aguachenta cerebral se va acumulando en la vasija sobre nuestra cabeza.
Comparativa de capacidad y carga de las vasijas
Vasija llena capacidad ≈ 2.7 l peso propio ≈ 487 gr agua ≈ 2700 gr
Vasija con tapa rígida capacidad ≈ 2.7 l peso propio ≈ 487 gr agua ≈ 2700 gr peso de la tapa ≈ 43 gr
Vasija con tapa flexible capacidad ≈ 4.5 l peso propio ≈ 487 gr agua ≈ 4500 gr peso de la tapa ≈ 5 gr
peso total ≈ 3190 gr
peso total ≈ 3230 gr
peso total ≈ 5000 gr
Se estudió la posibilidad de ponerle tapas, para que nada se vuelque y poder seguir el camino sin mucho cuidado, pero pasaban dos cosas: 1. Al estar cubierto, se impedía el proceso natural de evaporación, y las tapas plásticas se resquebrajaban con el sol, y terminaban rompiéndose por la presión del agua acumulada. Esto resultaba en embarazosas chorreadas, y charcos por todos lados.
2. Con el peligro que por un charco ajeno, aún un caminante equilibrado y derechito; o un caminante espontaneo, de jarrón liviano podían tropezar y hacer su propio papelón.
La segunda versión fue una tapa de látex. La elasticidad del material, hacía además que uno tuviera más capacidad para retener el agua. Una vez que la vasija se llena permite otros tantos litros. Esta capacidad extra regala unos momentos más de especulación, permite andar con una seguridad prestada y la tranquilidad de que no se escapará ni una gota. Podríamos dedicarnos a vaciar o purgar la vasija, más adelante, cuando tengamos tiempo, cuando todo lo demás esté resuelto, cuando hayamos terminado lo importante. Es un gran recurso, porque no siempre es posible andar despacio y derechito para no volcar, y no siempre es posible tomarse el tiempo para andar vaciándonos de a chorritos. El problema es acostumbrarse a esta solución. Recordemos que cuando se inventó, en los primeros prospectos estaba escrito: “Precaución, su uso excesivo puede producir acos-
tumbramiento y adicción. Solo para emergencias”. Luego cambiaron el packaging y era más ecológico estampar un código QR que te llevara a leer el prospecto en internet. Resultó en que sólo unos pocos se tomaban este trabajo. Y quienes tenían la paciencia como para cuidar tanto de sí mismos al punto de leer los efectos secundarios de un producto así, no eran los usuarios típicos de las tapas. Cuando nos acostumbramos a llevar la vasija llena, los hombros se nos endurecen, porque se vuelven más fuertes para resistir el peso de más agua. Los músculos de la cintura para arriba se densifican. En eterna contracción buscan resistir los efectos de la gravedad. Con los hombros tan rígidos, ya no podemos ir con ese andar descuidado y liviano que pretendíamos. Es decir que el beneficio original, para el que fue diseñada la tapa elástica, ya no existe. La mayoría de los usuarios hoy lo elige simplemente
La carga que ejerce la vasija sobre la cabeza produce un esfuerzo de compresión en el cráneo y las vértebras cervicales. La carga viaja después por la clavicula y el trapecio que hacen las veces de arbotantes.
para contar con unos litros más capacidad encima de él. Ahora bien, si bien el material es elástico, estas tapas de látex tienen una capacidad finita. Cuanto más nos acercamos a este límite, más vulnerables somos a una explosión espontanea. Como una bombucha apoyada en el piso caliente del patio en verano, la tapa puede colapsar. Vemos que la consecuencia puede ser catastrófica porque la cantidad de líquido derramada es mayor. A diferencia de las tapas rígidas, que primero empiezan a gotear, acá el desastre sucede en una fracción de segundo, y el líquido derramado puede llegar a ser el doble de la capacidad original de la vasija. Se aconseja a los usuarios que lleven trapos secos de emergencia. Aún si resulta en una silueta poco elegante tener los bolsillos abultados. Y en los tiempos de frío, es incómodo no tener donde refugiar las manos.
Mercedes, veintiocho años: “Nunca salgo de casa sin asegurarme de llevar suficientes trapitos. En la epoca de estudiante me bastaba con un paquete de pañuelitos por alguna gota que me rebalsaba. Hoy soy consciente de que un charco mío puede hacer accidentar a cualquiera. Tenemos que pensar más en el otro.”
Cuánto distinto sería el mundo si este permiso no tuviera que ser entregado en las facultad de arquitectura y otras casas de altos estudios donde se expende habitualmente. Si no nos lo hubiéramos auto robado cuando pasamos la edad de llevar lápices de colores a la escuela, todos lo tendríamos incorporado. Todos lo llevaríamos puesto, e iríamos dibujando libremente por la vida. No tendríamos que anotarnos en un curso de pintura para tener la habilitación de regalarnos unas temperas. No tendríamos que justificar con lo productivo que uno se vuelve después de la práctica del Mindfulness, las ganas de colorear un librito de mandalas.
La conclusión de este escrito no es: 1. Que todo aquel que se inscribió en la carrera de arquitectura goza de una salud mental y física mayor respecto al que nunca piso dicha escuela. 2. Que quién no encuentra placer en el dibujo está condenado a vivir soportando un peso enorme en la cabeza. 3. Que todos llenen su vasija más rápido de lo que las condiciones higrotérmicas permiten evacuar a través del proceso de evaporación.
Individuos a punto de cruzar la calle De izquierda a derecha: 1. La acumulación de líquido se debe a que le escondieron los lápices por el resto de la tarde por encontrarla rayando la puerta del baño. 2. Se niega por “motivos ideológicos” a usar cualquier tipo de tapas. Asegura que con la nueva app de meditación que le recomendaron va a aprender a relajarse y que si todos nos tomaramos más tiempo para hacer yoga, a nadie le harían falta. Aún no descargó la app, tampoco se anotó en las clases de yoga, ni tuvo tiempo de tomarse el tiempo. 3. Usa la última tecnología en tapas elásticas de alta capacidad. Diseñadas en Alemania, producidas en China. 4. Se levantó sin alarma, y sin culpa de haberla desactivado la noche anterior. Cuando camina le gusta cantarse a si misma. Saluda perritos y bebés por la calle.
La conclusión es más bien una pregunta: Quién pudiera predecir los beneficios que traería a la humanidad si todos nos permitiéramos un rato al día, desagotar un poco el jarrón invisible que llevamos en equilibrio en la cabeza. A mí se me dio el permiso de dibujar, y me estoy regalando sin querer el de escribir. Pero en la facultad aprendí también algunas cosas del uso de la PC, y gracias a eso señor lector, puedo compartir mi permiso también con usted: Adelantándonos un poco en el tiempo y siendo coherentes con las preocupaciones ambientales contemporáneas le sugiero que no lo imprima, sólo con descargarlo en su teléfono; hacer una captura de esta pantalla; o sacarle una foto (si está leyendo la versión impresa), lo hace beneficiario desde ahora y para siempre del “permiso para dibujar”. ¡Que lo disfrute!
PERMISO PARA DIBUJAR. al portador
validez: siempre