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Colección Poesía del Mundo Serie Contemporáneos
Teatro imposible
Caracas - Venezuela 2007
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Floriano Martins
Teatro imposible Traducci贸n de Marta Spagnuolo
Ministerio del Poder Popular para la Cultura Fundaci贸n Editorial el perro y la rana
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© Fundación Editorial el perro y la rana, 2007 © Floriano Martins © Traducción: Marta Spagnuolo Av. Panteón, Foro Libertador, Edif. Archivo General de la Nación, planta baja, Caracas 1010 Tels.: (58-212) 564 24 69 / 808 44 92 / 808 49 86 / 808 41 65 Telefax: (58-212) 564 14 11 Correos electrónicos: elperroylaranaediciones@gmail.com comunicaciones@elperroylarana.gob.ve editorial@elperroylarana.gob.ve Hecho el depósito de Ley Depósito legal: lf40220078002397 ISBN: 980-376-319-9 (Colección) ISBN: 978-980-396-576-1(Título) Diseño y diagramación de colección: Fundación Editorial el perro y la rana, 2007 Portada: Clementina Cortés Rediseño de portada: Fundación Editorial el perro y la rana Edición al cuidado de: Paola Yánez Diagramación: Raylú Rangel Corrección: Marjori Lacenere Gema Medina Impreso en Venezuela
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Presentación Poesía del Mundo, de todas las naciones, de todas las lenguas, de todas las épocas: he aquí un proyecto editorial sin precedentes cuya finalidad es dar a nuestro pueblo las muestras más preciadas de la poesía universal en ediciones populares a un precio accesible. Es aspiración del Ministerio del Poder Popular para la Cultura crear una colección capaz de ofrecer una visión global del proceso poético de la humanidad a lo largo de su historia, de modo que nuestros lectores, poetas, escritores, estudiosos, etc., puedan acceder a un material de primera mano de lo que ha sido su desarrollo, sus hallazgos, descubrimientos y revelaciones y del aporte invalorable que ha significado para la cultura humana. Palabra destilada, la poesía nos mejora, nos humaniza y, por eso mismo, nos hermana, haciéndonos reconocer los unos a los otros en el milagro que es toda la vida. Por la solidaridad entre los hombres y mujeres de nuestro planeta, vaya esta contribución de toda la Poesía del Mundo.
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Aclaratoria Este libro reúne poemas editados e inéditos, desde 1991 hasta hoy. No se trata, sin embargo, de poesía reunida o antología, sino de una nueva formulación de libro, montado a partir de una perspectiva que abarca tanto lo poético como lo plástico. Se encuentran tejidos aquí tres paneles a la manera de una trama pictórica. Cada uno de ellos, a su vez, remite a otro tríptico, de modo tal que no se cierran en sí mismos sino que se expanden, como pequeños actos o piezas que van pasando de una forma a otra en su prolongación. Un joven personaje de una obra teatral de García Lorca nos dice dónde reside el equívoco de la representación, que, según él, es la razón por la cual el teatro agoniza: “El público no debe atravesar las sedas y los cartones que el poeta levanta en su dormitorio. Romeo puede ser un ave y Julieta puede ser una piedra. Romeo puede ser un grano de sal y Julieta ser un mapa.” En la misma pieza (El Público, 1933) otra voz lo confirma: “Es una cuestión de forma, de máscara. Un gato puede ser una rana, y la luna de invierno puede ser muy bien un haz de leña cubierto de gusanos ateridos. El público se ha de dormir en la palabra, y no ha de ver a través de la columna las ovejas que balan y las nubes que van por el cielo.” De acuerdo con este punto de vista, monté este Teatro Imposible, en que la configuración tripartita sugiere infinitas conexiones y encajes, y lo poético se enlaza al enredo escénico, de manera que la imagen se represente a sí misma y sea también ese personaje de múltiples formas, de insondables máscaras. Las tres partes del primer panel, Campos quemados, fueron originalmente publicadas en libros individuales, IX
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en portugués: Cenizas del sol y Sabias arenas (ambos en 1991), y Tumultúmulos (1994). El título Cenizas del sol me fue sugerido por un pasaje de Arcane 17, de André Breton. Tumultúmulos fue reescrito por completo gracias a mis intensos diálogos con el poeta Sérgio Campos. Posteriormente los tres libritos fueron agrupados, en forma de tríptico, y constituyeron un capítulo de un volumen titulado Alma en llamas (1998), también en portugués. No obstante, Cenizas del sol se publicó antes en inglés (Ashes of the sun, incluido en un volumen colectivo, The myth of the world, Inglaterra, 1994), en traducción de Margaret Jull Costa. Tuvo también una edición trilingüe, acompañada por las esculturas de Edgar Zúñiga (Costa Rica, 2001), cuya traducción en español fue de Benjamín Valdivia. El segundo panel, Estudios para un amor loco, contiene piezas de origen distinto: Extravío de noches se publicó de manera aislada en 2001. Los tormentos miserables del lenguaje y las seducciones del infierno en los instantes trágicos del amor de Barbus y Lozna fue incluido como capítulo del mencionado Alma en llamas. Cabe destacar que este largo poema fue escrito originalmente en español, aunque su primera publicación fue en portugués. La tercera pieza, Dos mentiras, que estaba inédita, se reúne luego con las dos anteriores, y, juntas, bajo el título de Tres estudios para un amor loco, se publican en español (México, 2006), en traducción de Marta Spagnuolo. Del tercero y último panel, Teatro imposible, sólo se publicó una pieza: La noche impresa en tu piel (Venezuela, 2006), también traducida al español por Marta Spagnuolo. Las otras dos, Autobiografía de un truco y Escenas tomadas de un teatro imposible, son del todo inéditas en libro. X
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Aun considerando las piezas anteriormente publicadas, el presente montaje es fruto de una revisión minuciosa de todos los poemas, y de una valiosa colaboración por parte de la traductora, Marta Spagnuolo. Posteriormente, fueron una vez más decisivas las lecturas de otros dos poetas, María Baranda y Susana Giraudo, que me llevaron a nuevos cambios de versos e imágenes. Gracias especialmente a Susana Giraudo me fue posible limpiar los excesos de lenguaje. Teatro imposible cuenta, con un postfacio-entrevista de Ana Marques Gastão. Aunque el diálogo, sostenido en 2004, trata más específicamente de otro libro, creo que permitirá al lector una aproximación a los trucos, tormentos y extravíos de este poeta convencido de que la realidad se expresa de manera más viva y desgarradora cuando más le permitimos multiplicarse en infinitas y desbordantes máscaras. Floriano Martins Fortaleza, enero de 2007
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Campos quemados
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1. Cenizas del sol Me hablan del Dios o me hablan de la Historia. Me río de ir a buscar tan lejos la explicación del hambre que me devora, el hambre de vivir como el sol en la gracia del aire, eternamente. Gonzalo Rojas A Lilia 1. A SOLAS CON LILIA Me descubro mi propia enemiga, cuanto más toco mi intimidad. Estas son las últimas señales que he recibido: lectura de Georges. Toda aquella risa rasgando las tinieblas de mi alma. El pavor de quedarme sola. No tener la sombra de un solo arbusto donde reposar la soledad. A solas entre mis sombras me siento abrumada. Me protejo desconociéndome. Sin embargo las palabras de Georges me atontan. Quieren que me satisfaga con mi fracaso. Que me agote de tanto ser mientras me destruyo. Tengo miedo de este juego que anuncia la noche como una náusea infinita. Soy mi propio final. Me lleno de dolor. 2. LÁZARO Salgo de ti, el desorden instalado en tu cuerpo. Un único gesto evoca la declinación de tu existencia. Los tiempos están poseídos de torpor. Mi única chance es realmente acabar contigo. Cruzo las calles entre bombas. El planeta 3
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tiene mil guetos que lo masacran. Ridículo decir que del polvo de tu sangre resurgiré. Vivimos esperando otra cosa de la vida. Un poco más de fundamento tal vez en la propia debilidad de los días. Tanta resignación me asusta. Entre un disparo y otro me embriago. En secreto, todo conocimiento se revela angustiado. Salgo de ti: flecha disparada al azar. 3. LIBRO DE ÁNGELA Acuestas tu cuerpo sobre el mío: fragmentos del infinito. La copa de brandy mientras releo anotaciones de nuestros días juntos. Garabateo algo. Siento frío ante el silencio. El desafío de la creación nos reduce a lo inevitable. Nuestras vidas están repletas de pequeños desastres. Tengo conciencia de tu muerte a cada temblor de tu cuerpo. El gozo me hurta la llave de nuevos sufrimientos. Soy tu consagración. Tu lenguaje que desaparece a cada palabra que escribo. También la noche suprime la simplicidad de los cuerpos que buscan refugio en su arca. Si concuerdas conmigo es el fin. 4. EVOCACIONES DE ANTÓNIO Jamás abandones el interrogatorio. Indagar sobre el vacío. ¿Hasta qué punto el espíritu retiene en sí lo esencial? ¿Qué otra verdad el hombre opone a Dios? Libre de sus brazos puedo ordenar el destino conforme a mi deseo. Las evidencias ciegan. ¿A qué aspira tal posición? Cuanto más provisoria la lucidez, más advierte contra la vanidad de la existencia. Las ideas tornan la razón inaccesible. El recurso al orden ¿es ingenuo? Duplicar significados es aislar la 4
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conciencia. El deseo es carnal. Su fuente, la superación de los sentidos. ¿Qué desafío lo llevaría a la renuncia de sus dones? La negación es la condición del ser. Soy un observador. 5. GABRIEL RIÉNDOSE DE SÍ MISMO Toqué una a una las fallas de mi suplicio. El punto de desequilibrio que no pude exaltar. Mis límites me llevan a la ruina. Me precipito en un desierto que me hiere. Que requiere de mí defectos más allá a mi pobre rigor. Todo entra en mí como una muerte que me quema. Como las palabras en brasas de David. La fuerza ciega de los elementos sujetos a la caída eterna. Imágenes de mi suplicio se fragmentan mudas ante mí. Éxtasis risible. Soy conducido por las visiones del espanto que me sacrifica. Nada responde a la sorda catástrofe de mis días. Apenas la salvaje beatitud que me arrasa. 6. PESADILLAS DE DIANA La inmensidad de mi angustia me hizo tocar tu piel. Desamparada entre cenizas mal contuve la sucesión violenta de mis actos. Tu grito asustado como una loba herida en plena oscuridad. Jugaré con tal susto hasta el abismo de tu gozo. La lengua en tu sangre. La loba recuperando sus ojos hipnóticos. Dos hembras entregadas al furor de la suerte. Desfallecida embriaguez de nuestros destinos. Muerdo los dedos de tu mano. Me ayudas a quedarme sola, olvidando quién soy. Entre sollozos la vida prosigue en las heridas que 5
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te hago. Intento no imaginar nada. Hasta que tu grito me encharca. Loba rondando en la noche de mi angustia. 7. ESCULTOR Un constante error humano: creer en la conclusión de sus caprichos. Los devaneos son la medida de nuestra verdad inalcanzable. El secreto de las cosas es el vacío de las fórmulas que las resguardan. Miguel esculpía piedras. Delirantes granitos de su vanidad. Un animalito de Dios comía de su mano. Al sentirse poseído por lo oscuro exponía su corazón de arcilla. El peligro era el peso de las piedras desplomándose sobre sus manos. Las divinidades de piedra que su sacrificio exaltaba. Entregado al absoluto, Miguel parecía un imbécil. Hay un punto en que toda catástrofe es natural. 8. CARBONES DE EDUARDO Contemplo la máscara de sus acciones. La inconcebible faz en que sus muertos denuncian las líneas de un artificio fugaz. Los rostros siempre hablan de más. Un único trazo y sus planes se revelan. La locura clava espejos en el desierto. Me espantan los medios. Nuestra estrategia de permanencia en el útero del caos. Nada me aterroriza tanto como la miseria de nuestro trabajo en la tierra. Indeseable como todo empleo. Nunca sabremos la moral de tantos rostros. Reconocemos con todo el cuerpo los lugares donde estuvimos. Toda esencia sangra. Como heridas del absurdo. Traemos en el rostro la marca de los accidentes. La mortuoria máscara que exige de nosotros la belleza elemental. 6
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9. CARTAS DE ADRIANO Recibí tus cartas. Transformamos la vida de encanto a engaño. La relativa alegría del mundo es pura impotencia. Ando por las calles como si ardiese en una eterna hoguera. Tus palabras resuenan en mi espíritu. Eras bella y en ti yo respiraba la dulzura del abismo. Recuerdo lo mucho que nos amábamos sin tormento. La caída de los cuerpos ha ocupado nuestras vidas en recoger restos. Agotamos nuestras fuerzas en esta tarea. No hay límites para la muerte cuando dejamos de reír. Mi cuerpo no ve nada. Sigo como arrastrado por la memoria. Sin respuestas. Como tus cartas. 10. AGONÍA DE DAVID Esta noche rehice las últimas páginas. La mano de Hécate sobre el libro abierto. Así, tan desnuda, la oscuridad me enfurecía. Desnudez capaz de matar a un dios. A su alrededor la arquitectura gloriosa de los desastres que forjan la base de toda existencia humana. La sangrienta alma del mundo. La mirada de Hécate me indica el abismo donde debo agotarme. Ávido vacío donde pasión y horror procrean sus criaturas cargadas de odio. Fui releyendo cada página de su cuerpo satisfecho. Su desnudez confundía juego e inocencia. Tuve que gritar. Con el fulgor de un abismo que se rehace a sí mismo: un único hilo de ciega luz y el libro un vasto expolio de mentiras tan esenciales para la vida como el amor.
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11. FLOR EN LOS CABELLOS DE LILIA Hay un tiempo en que no nos queda más que ceder a los caprichos de nuestra naturaleza. Amamos de otra manera. El deseo se disfraza de total abandono. Es posible tocar el rostro del abismo. Tiemblo cuando pienso en el inconfundible cariño de este momento. La luz de un candil en el cuarto. La muerte es la caída de un sueño. Le grito al abismo que no soy quien soy. Sus besos me dejan desnuda. Jamás creerá en mí. Me niega como en vida lo hicieran los hijos. Su pasión por mí es mi ruina. Ya no busco sino acariciar la flor en mi cabello. 12. UNA CRIADA DE ERZÉBET Su rostro de piedra despertaba la lujuria de una diosa. Repetía su nombre entre hierbas y la sangre de otras jóvenes en su copa. Soy su incidencia más eventual. Amo el vértigo de esta extraña mujer que nos mata una a una. En el baño, Amy escucha a la señora: estos animalitos que sangro me vacían como un cielo perdiendo sus estrellas. La piel abriéndose como una risa. La fiebre de una mujer que no se contiene. Amy disimulada entre la crueldad excesiva de Erzébet. La evidencia es la miseria de los seres. Le sirvo la copa escarlata todas las mañanas antes del baño. 13. UNA ÚLTIMA COPA CON LILIA El cuerpo seducido por la embriagadora inercia. No hay cómo no pensar a qué especie de mundo pertenezco. El 8
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abuso de utopías todo lo desfigura. Dios es un libro que ya no puedo leer. Toda verdad me parece hoy postiza. Alguien suspirando en la oscuridad. Un inmenso lagarto con su lengua voluptuosa por detrás de todo orgullo. Algo me dice que la inmortalidad es monstruosa. La dialéctica de todo crimen reside en la risa lanzada sobre la víctima. Pinté mis cabellos durante toda la vejez. Creí poder suprimir la muerte. Mi cabeza apoyada en el cielo es mi afirmación final de la comicidad de nuestras vidas. Solamente Dios adoraría su propia muerte.
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2. Sabias arenas La tua parola cosi stenta e imprudente resta la sola di cui mi appago Eugenio Montale A la memoria de Consuelo, mi madre 1. En tus visiones recupero el texto perdido, el lamento en los labios de Ágave: soy tu bacante en delirio. Hembra terrible, tus tormentos me fascinan. Ángel coronado de estrellas, busco la fuente que se inflame al menor toque. Piedra de fuego que te haga danzar. Abajo, abajo de la tierra de donde Sabasius resurge siempre con la antorcha que enciende tus visiones: toda forma nace de su propio ser. Tú eres el dolor del fuego. El dolor de la luz coronando mi espíritu con las palabras de un texto perdido. Tus lágrimas, Ágave, danzas que me queman. Óleos en la concha del ser. Tu forma, Madre. 2. Encima de tu furor, el infierno. Sopla el amor su melodía, el inesperado canto de tantas manías. Delincuente amante entre sus dolores: 11
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sus manos se esparcen por mi carne. Tú, la salvaje forma que me destruye. Triunfo de la mirada, licor de diamantes. Tu cuerpo, un último cáliz esta noche. El mapa de los desvaríos. Cuando me tocas, sopla el amor: bajo el velo de mis pestañas canta una antigua canción. Esbozas un alma que me arrebata. La ruina de las formas que me habían creado. Sabia ahondas conmigo en el pozo, en el espejo del fuego. Ondulas. Ruges en sombras. Soy yo que canto. Olvida que soy tu presa. 3. Tu belleza, el rayo con que me consagras. La flor de luz de tus días, cuidados por mis sudores. Silencio con sus fósforos en una canción que se escucha lejos. Pez donándose mar. Dolor leyendo sus versos en la noche oscura. Tu belleza, raíz arrancada a cada metáfora de abandono. Conviene al espíritu inflamarse hasta que cese su apetito. Sobre nosotros atruena tu belleza, el ballet nocturno, llamado incesante de la soledad en el teatro del mundo, esta noche. ¿Quién habrá visto lo que yo? ¿Quién me lee esta noche? Tu belleza devora cada golpe de una forma tan extraña que osa salvarnos.
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4. He ahí el catre de los extravíos, donde la Gran Rueda rechina su canción, diosa del acaso, y leemos la muerte en tantos huesos. Ideograma de tu voz: reino. Caída de los cuerpos en su acuerdo fatal ¿Qué mirar anda perdido en mi sueño iluminando cada gesto errante? Sigilo de inquietante forma. Oscura desnudez del abismo. Siento rechinar el espíritu convulso: mi centro intangible tocas, en el relámpago de toda posesión. El delirio, un crimen que restaura. Piénsame como tu fuente de provocaciones, lecho de grietas, el tiempo, raíz de tu errancia en los acordes de la Gran Rueda, tejedora impiedosa de nuestros gozos: vendrás siempre a mi encuentro. 5. Despedirse de toda forma, donde las aguas ciegan. Tu cuerpo abriéndose, árbol a través del oscuro espejo del alma. Olas del deseo: desciende de las alturas, muéstrame tus dones. Tu desnudez restituye toda esencia. Buceo en la llaga que canta e ilumina el cielo: soytuyo/soytuya. Cristales que la carne arroja, una noche en tu copa inaccesible. Ishtaritu y su luna profundamente oculta en cada forma acogida, ama inalcanzable a quien el tiempo jamás destruye. Tu cuerpo lanzado al río mil veces. Sala de devociones y azotes, las formas son tuyas. 13
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Agua abisal que nos conduce más allá de los siete velos Suma del declinar a cada toque en la piel. Alma lacerada. Los cristales se disuelven: nudisforme. 6. El fuego en tus manos. Desciendo al sacrum, donde comienza tu carne. Trance de sombras, la mía satura su fuente. Es riesgo del abismo guardarse el fuego. Afluencia de la sangre en los ríos de la noche. Desciendo al plato centelleante de tantos vértigos: si te pones a temblar estás perdido. En camino hacia la imagen que nos disimula, el adagio tejido por tus manos mientras desciendo (¿subo?) al bosque ardiente, esclavo del silencio. Hembra errante, por mí toma el abismo con tu cuerpo sobre un dios acostado: el fuego nos tiene por sus puntos de vida. Alma penetrada en todas las venas. Blanco de ardides, la sombra aún quemando tu caída, fibra y furia del dolor en mí. 7. Serpientes tejen una tela de proverbios, ¿Qué manos tocan las cenizas de la memoria, revelando los vicios de la santa que levita en el desierto? Destellos de su cuerpo, arenas que desnudan el ser, granos de toda locura abandonada al sol. El ojo, la flor del abismo, loto negro del deseo: el dolor ama en silencio. ¿Era tu cuerpo el espejo o 14
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su ilusión mi destierro? Palabras sinuosas invadiendo un bulto arrodillado: que yo me repita sin cesar y que otros vivan en mí lo que no pude. El gran torrente del ser. Tu cuerpo florece en el abismo. Furia de la belleza disipada en sus páginas. Nuestros cuerpos recogidos, visiones del horror, sílabas rescatadas del infierno. 8. Mi cuerpo yendo a tu encuentro: repito las palabras que el corazón oculta en láminas. Ofreces trigo a mi espíritu. Partes de ti vuelan sobre mí. La noche, un elixir a todos nosotros consagrado. Sus dones me rozan la piel. Consagración de la voz, todo en mí se repite. Tiemblan las figuras suaves que me destruyen. En tu casa me resguardo, mientras dure la repetición. Altar en ruinas, tu desnudez conserva el fuego en cada encuentro, hembra profunda que galopa con mi espíritu por los aires. Serpiente ignota. Tus formas derramadas sobre mí. Baños de sangre. La noche, un polvo de ecos. 9. Graves, nuestras señales al infinito, tu cuerpo contra el mío, abismo transfigurado por sus venenos, péndulo extraviado entre mares: devuélveme 15
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tu desastre pleno, la puerta trabada, la asfixia de todo el ser. Torre sumergida (¿el amor es la ley?), debo reír en tu cena de heces, mascar (sang/song) los manuscritos del amor, el beso dado en ninguna parte. Crecerá tierra en nosotros. El alma que se apodera del tiempo. Eres perversa. Un bulto que me burla, sombras que me iluminan el ego: ¿todavía me ves? El dolor me conduce a tu reino. Graves los designios de nuestra conducta. Riesgo que la piedra sin color sea triturada por el vacío. Tu cuerpo contra el mío: tótem desfigurado: en llamas. 10. En tu abrazo comienza el mundo, dorso abisal mientras persigo esbozos. Falda de hojas, tu electricidad oculta en súbito portal del abismo. Cortina de fuego antes que te alcance el nombre. Sol de sílabas, los senos desnudos, quemantes. El brillo con que me pintas cada dolor secreto. Ah dulce vida anterior que retorna: sueño con tu sexo destrozando mis sentidos. Santuario de tinieblas, haces de mí tu víctima tenebrosa. Un esbozo: la tempestad de tu sangre. En ti, todo lo rige la misma pasión. Me aplastan los recuerdos arrastrándome hacia tus ruinas, hacia el pozo de huesos de tu imagen insomne. Allí donde nace el hombre, tus formas improvisan un libro de sueños.
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11. Me entrego al jugoso desvarío de tu árbol, al incienso astuto de la sangre. A lo lejos, el viento que configura tu cuerpo entregado al mío: tabla de letras, tus lágrimas yendo al encuentro de la locura. Lenguas de fuego tocándote la horquilla, senos abriéndose, labios de la tierra, ¿qué más devoran? Su luz disuelta sobre mí: tienes protección, si ocultas tu cuerpo en el mío. Sabias arenas por todos los libros. Inmóvil, tu espíritu me busca. Páginas del Cielo y de la Tierra, la palabra perdida. Un aroma mezclado al de las hierbas que bañan las noches, el zumo de las leyes. Bajo la mirada de tantos muertos tu río me busca, la risa quemando las figuras sagradas del amor, en los bosques de la luna. 12. Un velo de llamas, los signos del agua, la danza de las piedras. Oh redondez del alma que encierra en ti sus ciclos mortales. Tú eres la fibra del fuego, la voluptuosidad del agua apoderándose de mi cuerpo: todo en nosotros acabará siempre de modo salvaje. Tu cuerpo reclinado en la piedra, una antorcha. Agujas en tu lengua encendida, crepitante. Bajo el estruendo de los senos danza el tiempo, danza, un loco robando eco a las cavernas de la noche. En mí se esconde tal sueño, plena selva, agua en llamas, deseo que se cree elocuente: 17
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¿en cuál de los labios del río renace tu cuerpo? Lágrimas de la luna, copa de Eros, bóveda ilusa el abismo que despierta la perla de tu muerte. 13. Me junto a tus raíces, hembra visible, amante sigilosa. Tu imagen se alimenta de mi cuerpo, alaba-a-dios amantísimo. El golpe de tu amor me encierra en oscuro destino: crimen lírico. Astutas, tus formas me evocan, y en sus oraciones mil veces camino hacia la muerte, esclavo de los vicios más secretos. Ruina lenta que se yergue ante cada verso con que intento develar tu origen. Espejo de almas anónimas sobre la tierra. Cuerpos perdidos. Tumbas revueltas de tu loco amor. Me uno a los fragmentos de un bosque remoto. Fallas de la memoria: diosa en sobresaltos. Me encierras en un desierto que crece muy adentro de ti. 14. Vienes a depositar en mi ser tus escrituras rebeldes, emanaciones de un mundo en trance –si me juzgas jamás llegarás a mí–, las sombras ardientes de tus rituales. Alma alarmada por la crueldad de los dioses: ¿qué oscuras razones me llevaron a vivir de tu amor? Sobresalto de algunas palabras 18
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extraviadas, mantras que sólo revelan un fracaso perenne, trapecio de voces que dan forma a nuestro desencuentro. La luz de Clov muriendo siempre en nuestro pecho: soy tu madre perdida en el dolor de la noche. Vienes a enterrar los cuerpos agitados de mi propia muerte. 15. Minas de fiebre, el dolor del viento fustiga el cuerpo que es tuyo, iluminada farsa de la risa. Vacío interior de labios recogiendo un ramo de voces ajenas. Llanuras del amor creado fuera de sí, un brote de tinieblas, escaleras falsas. Actriz profunda, desciendo a un cielo de tramas. Me refugio allí, en un escenario de tinieblas, sangrado por tu desnudez voraz. Allí, en sus aguas filtro mi espíritu. Pabilo de Misterios, tus virtudes fecundan las formas que sacralizan nuestra unión a través de las noches: dame tu ser, si no, muero. Fuente abisal de todo cuanto amo. Leyes improvisadas en la carne. Risa de fuego de tus visiones. Sagrada farsa. Tales escenas laceran todo amor, hembra absoluta. 16. Tu rostro resurge de entre el fuego, de infinitos seres arrancados al espejo de la locura. De mares tan singlados, la sal 19
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de tu memoria. Sus treinta y tres sombras, todas las letras de tu nombre. Los vestigios más remotos del abismo que te engendra. Ignorada meta de encantos: prepárate para un próximo cuerpo. A la vera de ocultas sombras, trémulo tótem, desfallece el mundo: teatro de nieblas, vacío petrificado, telar de arenas que recogen tus pasos. Detrás de infinitas puertas, todas las cosas cantan. El fuego disuelve el metal de tantas llaves. Oh peregrina, resurges de tal dolor. 17. Forjas tu belleza en el fuego de mis heridas. Furia de metales ocultos en el dolor. Invado tu casa de abismos, suave corazón que tiembla regando las cenizas de la presencia perdida. Ardor voraz que brota en silencio. El peso de tanta dulzura nos azota. Crepitar de huesos. La luz quema las sombras rebeladas. Tu cuerpo viene a esconderse en mi vientre llagado, avecilla con sus plumas devoradas por el sol, disoluto dolor cuyo vagar por las noches enciende sus carnes, mundana plenitud, drama de cenizas del amor, muriendo al chupar el polen de la memoria. Alma entregada al deleite de una copa de zozobras: uno de nosotros rogará al fuego su herida renovada.
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18. Señales dejadas en tu alma. He ahí lo que eres: el peligro de tantos enigmas, delírica cena ardiendo cuerpo adentro, un chafariz de aguas corrosivas. Mis versos desean el crimen de tus entrañas, las torturantes nubes de tantas sombras. He ahí lo que eres: canciones del espíritu, máquinas de virtudes voraces. Tu dolor nos excita, con sus cristales que rompen la noche. Carne del mundo, carne del amor. Tus formas caen en el torbellino de una luz que nos flagela. Máscaras del sol, flores de la luna. Todo quema en ti. He ahí lo que eres: dios poseyendo nuestro cuerpo, a bordo del alma incinerada. Tú: quién: yo. 19. Almita, árbol de dones a ti confiados. Celda desnuda que me recibe, los velos del viento preparando la danza, veneras la flor abierta, adoras la imagen que nace en cada gesto. Mi caja de ecos, tus mil ojos a la hora de ser en todas las formas. Sentidos retenidos. Copa de los misterios que tu sed requiere. Un dios en cada vértebra. Líquido desmayo de los vestigios. Flor de espectros. En vestes frías la soledad me cuida las heridas. Madre guardada en mí que me visita. Sirvo a tus sombras. 21
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Soy tu bailarín. Todas las noches me dicen que nunca más la veré, avecilla que pica mi tristeza. Lo que queda en mí del amor. 20. Tu plato de fuego vacío reluce. Estás aquí una vez más. Allí donde resurges, la niebla inventa sus ruinas. Creo en las formas que no puedo alterar. No me ves, sin embargo tu mirar me recrea. Propio rostro del abismo, figura mortal que sorbe un caldo de tinieblas. En su íntimo caos nos encontramos. Cena de nuestros temores ignorados. Diosa oculta en deseos. Libro trémulo que guarda tu muerte. Oro de la mirada. Resides en todas las sombras. Noble terror de máscaras en el refugio de tu refulgente caída. Luz de la celda vacía. ¿Dónde estamos? Cuando tu fuego se deshace, te multiplicas en tres nombres – la ignota perfección del fin. 21. Encerrado en el esplendor de tus entrañas –con mi dolor tomo tu dolor–, tragado por tu aliento misterioso, naufragio de rayos en tu ser, ando sobre el hilo de tu belleza. Tienes tu aterradora flor en mis dientes. Secreta eucaristía de tu caída: las presencias furtivas del fuego en tu alma muestras. Sigilo de furias 22
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en la disolución de todo origen. Amarga vía de tu deseo, a mi copa puedo unir ahora tu desnudez. ¿Qué libro vuelve a tejer nuestra liana de encantos? Húmeda arena donde el dolor renace, me dejo abrazar por tus sombras. El calor de tu tumba enroscándose en mí, oh hija del fuego. Quema tu nombre un ramo de espectros. 22. Íntimo nido de retornos. Flor inquieta en el desmayo de sus pétalos. Recojo tus formas extraviadas. Los violados velos de tu disfraz: pequeños principios rehacen el mundo. Una ciudad sitiada por sus vagabundos. Dicen las heridas que nuestra vida es un crimen común. Luz de declinaciones. Alma interrogada por sus éxtasis. Mimesis coronada en cada pérdida: escucho tus pasos donde las sombras se esconden. Furtivas llaves. Desierto custodiado en soledad. Cárcel de viento de tus delirios. Pasión que regurgita muerte. Tus pétalos caídos. Señas en el altar de la noche: tus pasos… 23. En su lecho de fuego el canto. Tu cuerpo enlazado por serpientes. Madre serena de los relámpagos. Indecible noche. Soy tu siervo 23
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pleno, desnuda destrucción de sonidos. Mudez salvaje de escenas reconociendo el propio dolor. Temblor sagrado de la presa bajo el arco indecible de la muerte. Alma destrozada camino de la tempestad. Foco de abismos. Árboles de cenizas. Qué antiguos son. ¿Quién osa descifrar el bosque de sus rumores? Tú eres la Caída. Oh qué oscura es esta noche. Qué extraño lamento tejen tus lágrimas. Fuego de loto. ¿Aún te acordarás de mí? Aquí están, Madre, los versos que despiertan tu voz. 24. Tus sombras imitan los pesados espejos de la noche. Grito: – soy tu hijo. Las imágenes danzan. La memoria destruye todo alrededor, brasero famélico. Tu mirada me hace leer en las arenas del verbo algunos nombres del abismo. Figuras negras me conducen a tu presencia insondable. Desnudez llameante. Algo en tu ser me exilia para siempre en el mundo. Oh vía estrecha de fugas, ¿qué alimento somos de la vida? Alma roída por pequeños delitos. Madre de todas las noches: vertiginoso telar de mis sueños, furtivo refugio de tus iconos. En los brazos de tantas sombras, grito: – soy tu hijo. En las aguas de tantos espejos derivo.
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25. Bajo las arenas descubro las vocales ocultas de tu nombre. Cenizas caen (caen) por toda la noche. Tus sueños me traen de vuelta a la tierra. Lloro sobre un túmulo vacío. Ríes, cuando el libro se cierra: Santa Santa Santa. Estoy leyendo allí todas las palabras de tu vida: qué más puede sacudir tu ser. Agujas se alimentan de tu cuerpo petrificado. Me arrastras ojo adentro. Al foso de tus imágenes sombrías, nómada fatal. Allí estoy, nuevamente ungido por tus placeres, vagando entre tus ruinas: abre toda la casa, deja que el libro tome su curso. En silencio, el alma se expande. 26. Sigo tropezando en tus árboles. Tus altares destruidos vid vac vak ide cant kánte civu cio vide: otra voz no te alcanza, a no ser la mía. Quemas el dolor que me aparta de ti. Círculo de huesos en torno al fuego. Tus mujeres quemadas. Tu alma erosionada resuena dentro de mí. En mil sombras, tu imagen, astro negro. Luntis, fuente de óleos. Temblor de nuestros días devorados por infame soledad. Arenas goteantes de tu vientre. Retornas a cada 25
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cuerpo, Madre, por las treinta y tres puertas de este desierto místico: usa tu lengua como llave. Jamás olvido tu danza. 27. Una vez más dentro del fuego, donde me veo todo cubierto por tus sombras: he ahí el golpe de enlaces de nuestra vida. Descendí tanto para encontrar tu fin. Tres noches un cuerpo abriéndome las urnas del éxtasis. Abismo sobre nosotros suspendido, siempre irónicos los disfraces de la agonía. Caen sobre mí las llamas de tu alma, invisible árbol cuyas raíces son mis versos. La savia, un sexo disuelto en mis manos. Belleza dulcemente dejada en el espejo. Las palabras que me queman. Por tantos ruidos custodiada, rehace la muerte sus perfiles de sal. Madre perdiendo a los hijos: deja siempre el libro con una página marcada. 28. Tu nombre es ausencia, vértigo de la memoria, flecha de oro cuyo recorrido revela su furtiva utopía. Ascensión al infierno, contigo en las emanaciones del vacío. Vapores del caos rumorean que tu muerte es mi asilo primordial. Uno a uno los fantasmas vendrán a deponer: recojo las cenizas de tu refugio 26
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en mi cuerpo. Extraño mar de sentidos: tu imagen paciente, oh Increado, tela que nos vuelve una tribu de vicios. Temblor de visiones de aquella que guarda la llave en su lecho. Materiales de riesgo. Hoguera de sueños. Sentencias aisladas en la torre de los delirios. Madre infundada. Éste es el cuerpo. 29. Continúas cayendo, tu cuerpo al mío amarrado, ojos perforados, cósmica ilusión: pretendía caminar contigo por toda la noche. Extraña casa de temblores. Libro que me recoge en sus páginas. Confieso mi cansancio. Noche pesada sobre todo lo que hablamos. En su lago recibe, inmóvil, algo que cae, ya no sé qué es (espejo, diosa, insecto). Las formas que tomé en ti: fallas, grietas, horror, vacío de tantas sombras. Refugio de la caída: escurres tu dolor en el estuario de mi muerte. Pobre loca hermana de mis tormentos. Sangras en mí. Grieta de tus raíces. Continúas. 30. Almavagaba más allá de los cortes por el cuerpo. Es tu llama envuelta por la noche que amo, la piel del cielo guardándote los dolores, 27
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imagen inmersa en todo lo que escribo: toma mi espíritu. Tu rostro súbito diseñado en hojas secas. Gema de vértigos. El sol reflejado en el mirar petrificado. Árbol abrasado. Ante ella, arrodillado, lloro. Lloro: ¿en qué lecho oscuro resurgirá tu ser? Un hombre y otro y otro. El mismo nido de declinaciones. Túnel de muchas muertes: el nombre, la casa, el amor. Desvarío de cenizas. La piedra con sus caídas escritas. Mímica de mí. Abandono tu cuerpo: nos falta la ofrenda. 31. Porque no podemos errar entre guetos. Noche de dagas ciegas. Orden perversa del desapego, entrevista en antiguos relatos. Porque no podemos buscar abrigo en el abismo. La piel no ama su imagen. Junto a lo que me duele, el desamparo vela un huerto de odas. Hemos sido sólo caída y oscuridad corriente. Un mar de salmos. Porque no podemos con la áspera desnudez de los lamentos. Tu carne reconoce su propia erosión. He ahí la ofrenda. Poco más allá de la agonía individual, el silencio despierta el sabor de la ausencia, pobre hija del presente, en cuyo cuerpo no hay nada (la verdad) más que una sátira de escrúpulos.
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32. Tu vida en el calor de los soles. Camino sobre tu vientre. Tres veces en silencio repito las vocales de tu nombre. Enigma sereno de las sombras. Conservas el perfume. Soy tu hombre del fuego, vagabundo perenne por las calles de tantos versos. Dolor de arenas masticando senos labios tendones. Restos del árbol de tu ser. Espejos disecados. Madre de la tribu, de nuestras palabras enterradas en los basurales del tiempo. Calmo camino sobre las tablas escritas por tu cuerpo. No hay otra tierra. Santuario de vértigos. Una misma herida repercute en el abismo de la eternidad. Letanías del fuego. Huesos de una misma piedra. El viento El verbo El amor. 33. Allí donde encontramos siempre una niebla de gritos derramados. Eterno ardid de la serpiente. Copa en que el poema disuelve sus sílabas. Allí donde la estética nos dice: deslizamos por las ruinas que construimos. Escombros de tantas palabras escritas en el cielo. Allí donde agotamos el cuerpo de este libro, loco esfuerzo de lucidez, improbable sin el furor de sus arenas. Tus formas también se disuelven, osadas todavía. Se arrastra la noche. Allí donde tus lenguas me tocan el alma, toda ausencia 29
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pregunta quĂŠ celebra la muerte: tu palabra fatigada e imprudente es todavĂa la Ăşnica que me contenta. Pobre trapo. Pierdo tu nombre.
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3. Tumultúmulos Yo dejo en tus manos mi tiempo Jaime Sáenz Todo poema, con el tiempo, es una elegía Jorge Luis Borges A la memoria del viejo Floriano, mi padre
I. SALAS DE RECONOCIMIENTO 1. Soy yo: el nombre, las letras en que te arrastras, las preguntas que inician la travesía de tu dolor. Noche inquieta bajo escombros. Delicado tambor de las tormentas. Tu sombra viene llegando al nido de mis sílabas errantes. Tu sombra erguida. Intimidad de cenizas donde el dolor el labio toca. Formas resurgidas del caos. Prolongas tu ser en todo lo que me falta.
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Noche sumergida en temblores. Esplendor de infiernos violados. Posa tu mano en la esfera crepitante de mis sentidos. Una prueba: el libro que conduce al templo. Misal de cenizas. Tu cuerpo soplado mil veces, quemando más y más lejos de ti. 2. Soy yo: la muerte, las ruinas de tu historia, lugar donde nadie más te escucha, donde las piedras de fuego son pulidas. Tu sombra erguida, oculto fósforo en el desmayo de los sentidos. Los delicados juegos de la muerte. Así excavas bajo los pilares del tiempo. La tiniebla en ti alcanzará la fuente de otra caída. Tumulto que alza tu vida por encima de toda ruina. Noche ceremonial del abismo. Tus ruinas respiran en mi canto. Mil nombres murmura el aire, al cruzar las entradas invisibles. Aquí anduve, entre las criaturas dementes del mundo. Peregrino dentro de un cuadro. Escrituras hojeando el viento. 32
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3. Soy yo: el libro, las voces de tu memoria que agitan los secretos del silencio, tus carnes devoradas por el tiempo. Resurges en mí. Ávida sentencia de mis días en las tinieblas. Alma inacabada riéndose de las formas que engendro como puertas al absoluto. Una prueba: las últimas llamas evocadas. Brasero que confirma la piel de tus días, soportando las figuras del vacío. Noche naciendo en otra noche. Tras las columnas circulares, el fuego protege al libro del invisible llanto de sus cenizas. Aquí anduve. Fuimos uno y todos. Mascar el tiempo es rito de alucinados. Los episodios vendrán a parar a esta oscura sala.
II. COLUMNAS CIRCULARES 1. Tu cuerpo se confunde con el aire. La voz tiene origen en las entrañas de un sueño. Sombras proyectan en el cuerpo 33
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un denso misterio. La sala entera se deja poseer por ese mundo de savias y manantiales de la inquietud. Una música de nieblas nos invade. Recorremos las galerías de tu muerte, padre mío. Como el propio verbo, retornamos siempre de un abismo. 2. Y aquí estoy, disforme y desnudo, abismado con la inmensidad de las sombras. Las mil formas del vacío quieren gozar de mi intimidad. El silencio que me atraviesa es la prueba absoluta del amor. ¿Pero cuántos seremos? ¿Cuántas veces nos tocamos unos a los otros? El desconocido enmascara sus rostros y a través de ellos busco tu espíritu imaginario. Refugio adonde la noche entra y sale. En la llama de ese abismo silencioso arderán los velos de nuestros secretos nombres. Centro del lenguaje que se inaugura más allá de todo espesor. Allí donde esparzo las cenizas de nuestro entendimiento. 3. Camino sobre los huesos de la tierra. ¿A quién creen incriminar los tribunales de la miseria? ¿Qué furiosas tinieblas se ramifican en la tez de los condenados? Camino sobre navajas ciegas. Revuelo de espermas contamina todo ardor. ¿En qué palacio de odio se guarda la luna negra para el amor? Camino sobre la herrumbre de los viejos hornos del infierno. ¿Cuántas furias sangrientas nos amaron sin medida? Es una locura imaginar que todo esto nos haya 34
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pasado. Camino sobre trapos de sentidos. Tierra ignota donde el horror multiplica sus rostros. Camino sobre las dilatadas pupilas del vacío. ¿Serán libros o días los que dejo atrás? 4. Desapareciste de la tierra días antes de que naciera mi hija. Desde entonces pude invocar tu nombre como el de un insinuante misterio que me quema los vestidos del tiempo. Siervo de una indescifrable historia, me arriesgo a invadir tu imagen, develar tu alma oculta en el cenáculo de los sacrificios. Dejo que la vida me impregne de sobresaltos, que el trueno de las horas garabatee líneas tensas en mis hábitos. Al mismo tiempo mi hija crece. Me asaltan arenas me asaltan y tu memoria amenaza delicadamente transfigurar mis quimeras. Juzgo que somos el mismo. Escenario oscuro de siluetas de estatuas: nos atrevemos encontrarnos, en medio de las tristes inmóviles formas que tomaron tantos queridos en nuestra morada común. 5. Un pescador arriesgó tu nombre, un tanto incrédulo ante el mito que había acabado de pescar. ¿En qué tierras más insólitas el acaso desova sus crías? – me imagino que se habrá preguntado. Soberano de lo inhóspito, recogí su perla marcada por la eternidad, tu nombre guardado en su intimidad. Tela de vestigios de nuestro paso por la tierra, tu nombre viniendo del mar. Un Preto, un Proteo, un Adán. O 35
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incluso un Minias, un Megareo, un Yaco. Las letras ondulan y mi inocencia les da trajes indebidos. Sombras asumen la forma del infierno. Los residuos de tu existencia son cenizas, invisibles sus entradas. Así las letras se transfiguraron y el pescador renegó de su ventura. El dominio, el clamor, la derrota – todo esto los nombres traen en su ley. Medito entonces sobre las leyes de tu piedra. Nuestros nombres son uno solo: ¿qué puedo romper en mí que no sea esencia de una dilaceración de tus ansias? 6. Tiempo lento, agua oscura. Los cuerpos se tocan en su murmullo. Un juego de letras invoca nuestra perplejidad. Tú, que te ocultas en las distancias. Yo, que recorro el fulgor de las contradicciones. Agua lenta, tiempo oscuro. Tus bultos son de cera. Una túnica siniestra me quiere listo para tales fantasmas. Los lamentos tocan un oscuro instrumento. En disforme sonoridad me interpretan, tu espíritu avanzando en desigual tumulto. Tiempo y agua, lenta oscuridad. La soledad cumple sus rituales de espera. Padre, padre mío. Oigo estallar tus murmullos. Me confiesan la casa herida, espirales de turbio aniquilamiento. Un juego de letras apenas insinúa remisión: verbo y elemento nos arrastran por salas de reconocimiento. 7. Fui un mago y la magia sorprendía en mí sus flores de cenizas. Ceremoniosos anillos de humo, círculos concéntricos 36
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de la pólvora, el gesto vulgar de las ilusiones. Parte de mí, invisible, sopla en tus entrañas, dando vida a tantos muertos. Los nidos deshechos de tus visiones contrastan con la inmovilidad de nuestros cuerpos. Los laberintos son un tributo a la resurrección. Un sabio susurra: la realidad es una erudición. Fui un mago impotente frente al fuego. Mi cuerpo pasando a través del anillo. La plástica del abismo provocando risas. Frente a ti, rompe el dique mi torbellino secreto. Fui un mago, un halcón, un andarín. El movimiento ahora es nuestra ruina. Permanecemos muertos. 8. Una astucia semejante a Dios toca tu nombre. Las verdades son un tumulto sagaz. Un loco grita fuego y las llamas toman la forma de los desasosiegos. Un libro de deleites en la simulada edad de los oráculos. El oro labrado del alma contagiada de divinidades. Vibra en iras el viento: demonios hacen que tu cuerpo dure más que el infierno. Las leyes de la vida son una escala de evidencias. Me dejo envolver por mi propio soplo. Mi horror se confunde con la verdad de las sombras. ¿Qué misterios predicamos para que la vida se rinda ante la custodia del barro? ¿Qué infamia entenderá más de nosotros que la propia carne del abismo que amamos todos los días? Un palimpsesto declara nuestra edad sobre la tierra. Estamos en la leyendarchivestante de nuestra sagrada miseria: somos el espectro del hombre.
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9. Hace bien estarnos aquí, el tiempo ladera arriba. Los días serán siempre propicios a las cenizas. Un poeta tiene que vencer ese temblor de islas, ser un habitante de sus vértigos. Ir con las joyas del absurdo, como discípulo del azar. La piedra arde y nos dice tierra. El agua luz y nos revela llamas. La poesía instaura un corazón en el vacío. Los huesos del día son tocados por el absurdo. Un árbol muy alto preanuncia nuestro ocaso: regresamos a la edad de la luz que ilumina. Hace bien sembrar silencio mientras se habla. 10. Las llaves me fueron entregadas. Cada recóndita sombra que vaga por el mundo debería pasar por aquí. Hagan silencio. El lenguaje busca un coro de insinuaciones. Los ardides del arbitrio llenan al hombre de desiertos: el sagrario de las tormentas, el tablado de las visiones, el verbo de tus costillas, padre, la chimenea de las ansias, la casa y sus puertas entrañadas en cada gesto. Moramos en el abismo, rodeado de reptiles y sombras aladas. Todos los dioses deberían pasar por aquí. 11. Con todo, ahora tengo que morir. El relámpago engañoso del ser nos honrará con la suma de sus ilusiones. Páginas donde las sombras se deslizan como animales poseídos de fervor estelar. Las almas insidiosas recorren la vastedad 38
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carnal de los tejados. La plegaria de huesos del abismo. ¿Será el viento nuestro único y gran escriba? Algunas últimas llamas nos conducen siempre a una ciudad ajena. Así se escriben los libros. 12. Una vez tus pasos me cercan, otra tu silencio anida en mis palabras. Las entradas se mantienen invisibles. Algunas cicatrices olvidadas ríen maliciosas. El tiempo exhala algún horror, al distorsionar las visiones en que fuimos entretejidos. Siniestras, las máscaras desvían los detalles de sus formas. Frente a ti, padre mío, percibo cuánto somos de sombra y memoria. También nuestros espíritus se desfiguran: un lenguaje de cenizas acuna a los hombres. 13. ¿Qué hacemos? Los invisibles seres de la poesía quieren salvar el mundo. Aun así, mi padre me pregunta si hay en el mundo algo que salvar. Las heridas son la mejor página de las provocaciones. Las desgracias inundan el alma de firmezas. Nuestras metáforas están impregnadas de vértigo, igual que vagas nociones del absurdo. Arenas, por sobre las cuales seguimos en busca de torpes mitos, un día acaban por tragarnos. Igualmente, padre, deshojamos lo oscuro en cada gesto: el eco de nuestra sed de risas y asombros no nos abandona. Puedo ser tu sombra, Dios, víbora, lector. El mundo es constantemente salvado por esas terribles contradicciones. 39
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14. No tengo práctica en morir, suspiró la sombra recostada en una de las columnas circulares. Sofoqué el grito, al reconocer en ella mi propia voz. Hemos soñado con esto durante toda nuestra vida. ¿Por qué me ahuyenta ahora este pequeño fuego encendido en mi asombro? Me crecen alas deformes. Durante libros la vida espera en mí su mejor momento: la sombra que viene a recoger sus fragmentos, las páginas marcadas de encanto y discordia. Y ahora tan sólo oigo el rechinar de los dientes del infortunio ¿Qué loca faena nos reviste de lamentos? Jamás estamos libres de nuestras verdades. 15. Nos deshacemos del mundo a cada instante. Las pérdidas se inician en nosotros mucho antes de su presencia. Los cuerpos despojados de su caída no son más que un acuario de la existencia humana. El destierro esencial de las formas es lo que vuelve a la poesía el más errante de los síntomas del ser. Estamos solos, padre mío. El dolor quema y mueve nuestro amor. Cuanto más creamos, más nos disolvemos. Ninguno de nosotros está completo. 16. Tu imagen deshecha, busco ahora otra sombra, la misma, desdoblada en mil muertes. Reino de vértigos de la memoria, el cuerpo pide por su padre entre huesos y nombres. Selva 40
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de signos desgarrados del sentido, pide por una iluminada grieta entre dos mundos. Todavía presiento la misma catástrofe en tu sonrisa, la misma celda de aflicciones y sombras en ruinas, el mismo estancado curso de un río imaginario. Abierto el follaje de la noche, puedo tocar tu imagen deshecha. Un mendigo, un ladrón, un poeta. Padre mío, arrastra tu alma por la tierra sangrienta, hasta que los dolores se exilien de tu memoria. 17. La misma voz siempre pregunta si todo está escrito. Un ruido extendido hasta tu puerta. Otro foco de chispas insiste en saber cuántas son las columnas circulares. Surgen rumores de la tierra, se alzan abismos por toda la noche. Una furiosa atracción por estruendos nos atormenta. ¡Oh, viejo murmullo, vieja ley de escombros! ¿Qué me dirá el padre desconocido anunciando la copa de sus enigmas? Las raíces se pierden en puertas carcomidas por resurrecciones. El alma se multiplica en vermes que celebran su destierro. A veces el hombre se siente feliz de no ser nada. Ignoro lugar e instante en que me encuentro contigo, lo que sigue al son de nuestro imposible diálogo. Escuchemos lo que dice la muerte. Abre el talismán de tus lamentos. Muestra en tu pecho dónde está escrito que todo se repetirá. Oigo el golpe seco del tiempo en nuestras vértebras. La última palabra nos hará a todos mendigos.
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18. Hay huesos por toda la tierra. Me inunda este asilo de huesos. La flauta de rumores de tu estirpe. Me atrevo a recorrer los limos de tu dolor. Espíritus se divierten en crear ilusiones. Un asno se multiplica en sabios. Una esfinge confiesa sus artificios. El rostro salvaje de tu pobre estirpe. La raíz ensangrentada de tus delirios. Padre mío, tu árbol se extiende sobre el vacío. Cesa el poderío de tu caída llameante. El mundo se desdobla en tragedias y enigmas. Las blancas ruinas de tu estirpe. Somos los inmortales aislados en tu memoria. Que dure la eternidad clavada en el seno de tus formas. La piedra pálida de tu reino rehecha en misterios sagaces. Un pueblo sostenido en martirios. El dominio de cenizas de tu miserable estirpe. Padre mío, ¿cómo apoderarnos del fuego, de la consagración de los elementos?, la lengua arrastrándose por tempestades, ¿testimonia de los diálogos entre vida y muerte? Los inmortales te odian, dementes que mastican la flor de los mortales. Los huesos amontonados de tantos hombres no aplacan la ira de las cenizas. Hablas del hijo y sellas el abismo de tu voz. Aquí estoy y los seres preguntan por mí antes de morir. Entramos en ti por el portal de los destierros. Las negras formas de la tierra sufren por tu nombre. Somos tu estirpe corroída. Padre mío, los fugitivos de Dios también te odian. Temo igualmente desaparecer bajo la tierra.
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19. Los muertos caen de la nada. Sus cuerpos son restos de sombras. Una piel de cenizas se desdobla en apariciones. Los muertos duelen en palabras. Una dama espantosa nos inicia en máscaras y heridas. Todo se nos trastorna. Tenemos las entrañas azotadas por la sangre de nuestras palabras. A borbotones, los sueños se revelan emisarios de nuestros destinos. Las voces nadan en ansiedades. ¿Qué oscuro lodo nos rememora? ¿Qué intangible surtidor de lamentos orienta nuestros despojos? El fundamento del ser es su máscara. Caímos de tantas evidencias. Un cadáver es una escultura de la ausencia. Tengo el dolor en mi cuerpo. Tengo mi propio canto. Nada duele más que la memoria disidente. Los muertos están por llegar. 20. Padre, los vagabundos describen los dolores del firmamento con su propia carne. Se pudren invisibles. A los dioses les encanta el infierno. Nuestra memoria de la tierra se entrega a sacrificios. Queremos el libro que nos describa anteriores al tiempo. Estamos muriendo. Represento tu fin. Representas mi gloria. El fin resuena en temblores. La gloria mendiga entre tumbas. Rastreamos entre escombros. ¿Cómo explicar esto en versos consagrados a la eternidad?
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21. Éste es un viejo libro que escribe el llanto. Todo hombre quiere saber en qué se distingue del padre. Presiente las pisadas del pasado, las inundaciones del alma, las decadencias sutiles de la memoria, el lento desfigurarse de las imágenes. Un libro se divierte en cruzar los canales del olvido. Un libro prolonga los temblores de la plenitud. Somos los sombríos escribas. Los que buscan reencontrar en el vacío un instante de cariño con la carne de sus límites. Necesitamos de un cielo, de huesos, de estados mortales. Todo esto estará dispuesto en libro, en sangrienta descendencia de presagios. La palabra es el único medio de tocar el espíritu, cuando la llaga se instala en nuestras entrañas. Éste es un viejo libro escrito muchas veces. El dolor disimula su llanto, no su conjuro.
III. ENTRADAS INVISIBLES 1. Una noche para ti, padre mío. El abismo describe sus mitos. Piedras y plumas causan igual daño al amor. Un encanto debe cuidarte el alma de la caída. Sólo una noche, padre mío. El sumergido reino de tus días se refleja en mi frente. La lengua deshila sus palabras secretas. Un hombre leyendo un libro y encendiendo 44
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los jardines del sol, haciendo estallar las voces febriles y el tierno son de las miradas y el enigmático encuentro con la muerte. El abismo unido a tu cuerpo. Pájaros de fuego deletreando el equilibrio de tu ausencia. Una noche, padre, y tu sombra guardada por un rayo. 2. Un ancho estruendo y el cuerpo se deshace. Los rigores del sonido devoran mito y ruinas. La propia esencia del olvido se desvanece en ecos. El hombre no resiste a la tiniebla de la memoria. Dura en él sólo lo que no puede destruir: la caída, el fuego semejante a la inaccesible noche, las voces reconocidas sólo a la distancia. Heces de luces, el lamento de tu sangre. El relámpago abre su puerta, invade el ciego destino que irradia el hombre sumergido en su dolor. Se deshace el tiempo. La tierra es removida de cada cuerpo. Todo es propicio a un hambre de huesos. El hombre sólo cae. 3. Siento el peso de tu corazón. Dioses respiran en todas las puertas de mi ser. Me resguardo en el cuerpo de cada uno, donde resuenan las palabras del fuego: Aclamado por el silencio 45
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me torné un dios. Ahora, hijo mío, vago por entre las tablas de un misterio sin fin. ¡Fulgor de tinieblas! Por detrás de esas columnas circulares cada uno de nosotros arrastra su pesada urna lacrada en agonía. El hombre se alimenta de los lazos fatales de sus delirios, ¡oh viajante de las llamas eternas! Por entre las vértebras agitadas de la noche, un hombre sigue los pasos de su propia sombra. Un hombre y su copa de intemperies. 4. La sombra es un secreto orgullo del sol. Todo hombre acusa a la suya de conspiración. Un rostro voraz revela un ángel furioso. Padre mío, vagas glorificado y ciego. Oye el rumor de los vértigos: estamos cercados de sombras aficionadas al puro aceite de nuestras reliquias. Los blancos despojos del vacío circundan las raíces del muerto. La tierra profiere sus presagios: El padre está guardado en ti. Otra la tiniebla de tus dones. Recojo el ramo de su voz, el espíritu poseído por una fiebre de vidrios. ¿Qué dioses amar si no los perdidos? El tiempo se gasta en ofrendas. Los mitos no superan jamás sus alucinaciones.
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5. Mi padre envejecido frente al fuego, árbol ya no oculto en temblores. Oh dulce tiniebla, ¿tu edad se extingue para siempre? ¿Qué oscuro cántico aparta al hombre del júbilo de su muerte? Tierra y hombre frente al fuego, niebla la voz de las cenizas. La lengua no puede contener su imagen derramada en cal. Mi padre, con su pesado cuerpo ajeno al tiempo, parece haber desnudado el infierno, aprendido las palabras que hacen que el abismo se descarne. Rodeado de ávida quietud, el fuego, eterno súbdito de impiedades, rige la mirada del muerto.
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CODA Cruzamos aquí la tórrida zona de la memoria, áspera e impura en su degeneración, arrastrados por una antigua noción del tiempo. Tribu errante de solitarios fantasmas. Vuelve a tu mundo imperfecto, padre. Debemos odiar la moral de tu caída. El futuro que inventas, pero que te niegas a habitar. Rehúso ser tu intolerable referencia. Frente a la muerte, debo abrazar el golpe de mi propio infortunio. Tú eres tan sólo los escombros de una vieja catedral. Reina el silencio cuando resuena el misterio de tu nombre. ¿Se conserva todavía el misterio de tales sílabas? Ruinas del movimiento, de tus ideas sangrando en mi cuerpo. Somos una tribu agónica en el llameante curso de la historia. Todo está apenas comenzando.
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Estudios para un amor loco
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4. Extravío de noches En el espacio inmenso lo que no está por azar está por error Cruzeiro Seixas 1. Medito sobre tu cuerpo mientras se extingue una única vela encendida. Medito con Píndaro: “Sueño de una sombra el hombre”. Vestigios de mi cuerpo dentro del tuyo: ballet de sombras imposibles que se confunden en escena y se penetran mutuamente. 2. Labios de seda, un plantío dentro de la piel. Aun si me amordazaras, oirías el salmo de mis ansias. Pequeños labios del mundo, algazara insepulta de hablas que son láminas, falos y abismos: un lenguaje de muslos, trapecio amueblado por el deseo. 51
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Labios perversos que no se niegan jamás. Sábana que asombra los movimientos del sigilo que encubre. Linterna de labios labrando la escena por escribirse. A veces el infierno no sabe dónde caer: ¿será desierto como en el principio o evocado por débiles ratas corrompidas en la vida eterna de un laboratorio? Maleficio entrañado en cada sílaba, lo que dicen el mismo rezo, preludio gastado sobretodo del azar, sombrillas investigadas por falta de uso. Me tocas, labios en la pelvis en la savia que buscas: ¿Qué habrá más visionario que el temor? Susurro en tus labios mayores que ningún castigo conseguirá que me arrepienta de tocarlos. ¿Luctuosa armonía de cuántos besos? Azotes que planean mechas en devaneos de las formas que se mezclan entre sí: el imposible labio único intransitivo que nadie lo culpe por haber actuado solo. 3. ¿Cómo te mueves dentro de mí? Me arrastro en tu dirección y danzas y te desdoblas en sombras que son la propia noche cubierta por el deseo. Todos nos dejamos intimidar por un roce de voces dentro de ellas, 52
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un arte de emboscada, oro de enigmas. ¿Cuál el argumento de tu voluptuosidad? Lo que me escribes en el cuerpo ¿acaso no exagera tu figura? ¿Dónde estará el centro de esa orgía que presentamos al público cada noche? ¿Qué importa? Danzo con tus sombras y me entrego a ellas diferente de mí. 4. El canto del espejo garabatea tu imagen: un seno atrevido sobre la página del libro que te di: la magia del espejo roto es un larguísimo viaje sin regreso. El verso de Cruzeiro Seixas parece haber sido escrito por mi deseo de que estuvieras allí. Tan sinuosamente desnuda que me dejo engañar por el juego de atajos de tu cuerpo. El espejo me descifra un sombreado de vértigos. La mirada provocando adivinanzas: ¿dónde la posarás, dónde? Déjame leer otro verso ante tus gemidos: en el espacio inmenso lo que no está por azar está por error. El espejo todavía allí, mientras gozamos. Sudores emanan de las páginas de un libro leído al revés en la piel del espejo. A veces no sabemos si estamos llegando o saliendo. El abismo no tiene fin. Hasta el descanso de escena es un completo desatino. 5. ¿Todos los sueños son interesantes? Lo que ocurre entre dos realidades es tanto un infierno cuanto un regocijo. 53
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La vida cae pesadamente sobre quien recuerda o no sus sueños y allí en ese torbellino de amarguras y desencantos entre minucias de éxtasis con o sin consecuencias no hay brevedad entre un abismo y otro y se está volviendo siempre a una trampa infranqueable de abandonos y decepciones el paisaje fortuito viciado que ya ningún sueño reivindica.
¿Quién está ahí? (Según Louis Aragon, tendría que ser el infinito: ¿quién más tocaría a la puerta del poeta?) ¿El disfraz acaso me cree consciente de esas acciones? ¿El misterio es una afirmación estética? 6. Te vuelves hacia mí en dos tiempos. Curvas el cuerpo de tal forma que ano y ojos me encaran como si yo fuese un manjar codiciado. Una risa derramada sobre el rostro y la seda mínima que te cubre manuscribe fibras del encanto. Te ríes. La mano sobre un hombro desnudo. Hice varias fotos y me pregunto: ¿por dónde comienzo a corresponder a tu mirada? ¿Por la insinuación de que tiempo y espacio se distorsionan ante el deseo o porque tus ojos no concederían la escena vislumbrada? Pero todo se da en dos tiempos.
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Entonces la memoria no es nada si no vuelve a concretizarse. Río contigo y beso tu culo deslumbrante. 7. ¿Dónde estás, mi amor? ¿En la náusea de caídas?, ¿En el dolor de una máscara sin rostro?, ¿En el dilema de espejos al borde de la ceguera? ¿Dónde estás? La rectitud del ser no corresponde a la sinuosidad del dilema. Lo que descubro en ti es parte de lo que pierdo de mí: cena de fantasmas, la memoria sirviendo sus mejores platos. Ya no vive nadie en esta casa. Ya no somos parte de nada. Reúno acciones en busca de algo perdido. ¿Dónde estás, mi amor? 8. Cómprala para tu placer, me dijo el padre, deseoso de librarse de una viuda, aunque fuera su hija. Y lo hice sin dudar. Aquí me tienes a tus pies, señor, me dijo la hija, dispuesta a servir a la siega de aflicciones que me cubrían el cuerpo. La dulce mujer parecía apegada a su destino. Mantenía los ojos vivaces siempre muy abiertos en busca de algo. Al bañarse, en el antipasto, entre aceites y vinos, la misma dulzura. Y se fue sirviendo de todo alrededor, ella 55
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misma la sierva incomparable de la aquilatada condición. Los ojos saltarines, a veces distantes, descendentes. Pronto comprendí: no era sólo caída o seductora suavidad. Buscaban una brecha por donde volver a ser la infatigable dama del abismo. 9. Porque hoy como siempre te amo hasta la fiebre, contempla conmigo tu nombre sobre las tormentas Julia Otxoa El cuerpo está cubierto de velos que son cortes profundos en la piel y son trofeos de un desastre en el bosque de tus sueños: el cuerpo foliado con sus recortes de gozo y estampas laminadas que son garabatos en la piedra esbozada en tu vientre y vellos de fuego como árboles que se exhiben ante un derrame de voces: el cuerpo donde estabas cuando la noche entonaba vendavales y un ojo al descubierto engullía todo el paisaje imaginado: el cuerpo en ruinas que se estrechan recomponiendo vértigos que son nombres inscritos en aves rocosas que se llaman muslos y un tropel de figuras al correr de páginas de tu cuerpo: 56
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por las noches te llamo mascando nombres como un dilema febril confundiendo imágenes como credenciales evocando rasgos que anuncian la tormenta de la restauración: el cuerpo rehaciéndose a cada anuncio del fin. 10. Actuamos con palabras, y caemos en una trampa cuando no las apreciamos por encima de todo. No importa que sea la palabra empeñada en un juego de cartas o sobre el cuerpo de una puta. Que esté escrita en versos o en discursos de asunción, nada la diferencia. La palabra dada antecede a cualquier acción, ya lo dijo un caballo por boca de Tolstoi. Construya o destruya, todo en el hombre se define por su palabra. Concibe a Dios y se pone por sobre él, porque así está escrito. Y escrito está lo que a veces se modifica. Sin embargo inamovible parece quedar un principio: la palabra no valdrá nada si no vale el hombre. 11. Medito sobre tu cuerpo mientras se extingue una única vela encendida.
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La sombra de versos cayendo sobre nosotros, hordas de angustia y dilemas, tus piernas alucinadas diseñan un lema por donde comenzar a derruir toda la medida del mundo, sopa de preámbulos, té de reservas, piernas multiplicadas en enlaces y desenlaces, un clan de cicatrices proyectando sombras quemantes, erupciones de fálicos tormentos, zona de incidentes vulgares, hablas entrecortadas, actores con dificultades en relación con la trama ensayada, un pianista borracho y la enamorada encharcada de polvo desentonando con la voluntad de algunos de dar por cierto el valor de aquel montaje, el teatro desplomándose como una casa abandonada, caídas sangrantes, unas preguntándose dónde caeremos si ya no hay nadie en ninguna parte, y otras queriendo oír la misma canción, vicio de viaje, yerma travesía de una parte a otra, el mundo sin sentido, los propios versos ahora derrumbándose, nuestros cuerpos un único altar, todas las figuras de un sacrificio representadas por nosotros mismos, tú y yo, sólo tú y yo, me meto en ti, la vela ya del todo extinta, y gimes revoloteante ante el abismo que rediseñamos, caemos, caemos, los cuerpos no vislumbran nada más allá de la caída y sólo así te creas dentro de mí así únicamente me descubro en ti, los vestigios somos nosotros, las sombras somos nosotros, el amor que sentimos uno por el otro, el mundo se resume 58
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en una declaración de amor, no hay duda, desde que la palabra es el altar sagrado de los gestos, de la afirmación de todo cuanto sentimos, y en todo lo que deseamos hay un vértigo de extravíos, ingenioso dilema, mientras tu rostro descansa en mis muslos indago sobre lo que nos lleva a escribir, la palabra gastada, si acaso no deberíamos buscar otra forma de expresión, ríes y gozas y lloras y te pones a imaginar extrañas figuras que nos visitan mientras juego con tu cuerpo, en medio de todo esto sabemos que: nada, no sabemos más nada. El futuro es sólo una caída de imagen. Todo entre nosotros no pasa de un susto. Las sombras se agotan en sí. Estamos cayendo de la nada. Cada minucia de caída está toda ella en su apogeo. ¿Habrá una noche? ¿Algo con que se pueda contar cuando el extravío fuera todo? ¿Una noche que se precipite ahora sobre nosotros confundiéndose con párpados pesados y molinos de cuerpos, un absurdo cálculo de la intuición que nos hace sentir 59
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dolor y se pone a rasgar páginas y páginas de un libro que creíamos escrito? ¿Habrá la ventana narrativa de los sueños o el labio seductor de unas palabras escapadas en silencio, algo que se anuncie con aquel estupor del aire del que hablaba René Char? A lo que parece, los caminos se abren a toque de pérdidas, descubrirse es un ritmo vertiginoso de disoluciones, así te amo, así me amas. Medito sobre tu cuerpo mientras se extingue una única vela encendida. La noche se baña a través de los signos que la martirizan: que se haga la noche, en oculta piel de palabras descubiertas, cáliz de revelaciones, ecos danzarines de pliegues irreconocibles de cuerpos sorbidos por la veneración, viaje excéntrico del éxtasis que son débiles figuras delante del espejo de caras que caminan entre gemidos y estremecen el vértice de códigos y mensajes más simples que la muerte que nunca es la misma en ninguna parte. ¿Un amor así?, indagaría el poeta recluido en su abandono. Sí, poeta, un amor así, no un amor aproximativo, un amor con aspecto igual a la quemazón de sus vísceras. Para que la noche caiga en sus vislumbres infernales. Los rostros no se hacen oír del todo, y se queman irritados.
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Tanto entusiasmo para retener cosas y ninguno para equilibrar tal daño. Voces gastadas en elogio, precaria despedida del ser. Unas cuantas sílabas trémulas era toda la herencia de la noche concentrada en deshacerse de sí. Medito sobre tu cuerpo mientras se extingue una única vela encendida.
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5. Los tormentos miserables del lenguaje y las seducciones del infierno en los instantes trágicos del amor de Barbus y Lozna PRIMERAS VOCES Donde crece el árbol de nuestro amor esfera sembrada de sol y viento y mar sus brazos tiemblan como versos del aire respiración del fuego entre las ramas donde crece el amor sobre el mundo toda la edad perdida queda en tus ojos la mujer acariciada por el olvido cuyo cuerpo se acuesta sobre el dolor del tiempo y nudos de espejos silenciosamente caen de sus sombras en el secreto del paisaje Yo tengo un sueño oculto en mi pasado en las ruinas de la memoria reconozco las señales del amor, los sudores de mi ser mientras desconoce el tiempo por qué sangran los dolores que crecen en tu piel el misterio de nalgas danzando en la expresión invisible de unas tristezas huyendo de tu risa y unas sonrisas volando camino de tu tristeza Donde muere la noche flota una canción el nombre de la puerta frondosa que se abre 62
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en el centro de cenizas de nuestro sueño tu fulgurante tronco de senos y presencia labrada los elementos viejos de la realidad el coro quemante de tus deseos y sus llamas invisibles– palabra que inventa los nuevos asuntos y una secreta aventura de besos por toda la noche –es el tributo del temblor y es la sed del universo La música de tu carne oh amor las rocas de tu ser que me hablan de la imagen desnuda del abismo esta cadencia de caídas que descalza la memoria las manos abiertas de la oscuridad en sus vientos mojados resbalan los sueños oh amor en el compás redondo de la agonía –un agua espantada– rota corriente –la misma música que crece dentro del tiempo y vuela dispersa entre nuestros sudores de tierra y espejos es tu nuevo misterio el dolor que vamos a buscar 1. Tu nombre es muerte. Hacia el principio caminan todas las cosas de mi vida. Lo que hay entre tu mirada y la mía es la pasión con que se tocan. ¿Qué es la ausencia? Una sombra sin límites. Un fulgor de tinieblas cae dentro de tu inmensidad. Me adentraré en tu espíritu por la calle de sus órbitas vacías, por el gozo de tumbas que crece en la transparencia de sus senderos. Sé que eres la muerta, el escenario de cenizas que me arranca del mundo. La suavidad temblorosa de la 63
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soledad es lo que guía mis pasos. Eres la maldita tierra que adivina mi infortunio. Mucho desearía otra caída, otra náusea en el desastre vacío de nuestra existencia. Hacia el principio caminan todas las muertes. Eres el infierno de las transfiguraciones, un abismo de huesos abierto en tu desnudez de cortafuegos. Tu nombre es Lozna. 2. Nombre de muerta: Innumerable: por alguna razón he dejado caer en mi destino ese funeral, el misterio granítico de tu ausencia y Tánatos, una sombra mortal que rasga mis versos. Por alguna razón una torre de silencios avanza hasta la asfixia proverbial de mi soledad. Quieres retirarme de circulación, profanado amor, con tu nombre de cenizas y los papeles muertos. Sólo por ti los sobresaltos, por nadie más, las perfectas diferencias del haber perdido los pasos, el reino de los alientos simulados, sus gestos impotentes ante el amor terrible, sólo por ti. Después de todo: Innumerable: ¿qué lugar ocupas entre las víctimas de esta lámpara de tinieblas? 3. ¿La razón de este libro? ¿Dónde está tu voz? ¿No te parece que es el silencio un gran sacrificio? Su piedra mortal es de un tipo que no perdona. Sus dibujos pavorosos nadie puede borrarlos. 64
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Hay un secreto que sólo los poetas conocen: tú y yo no somos más que palabras, me dijo alguna vez Enrique Lihn, tú y yo, nuestro sentido. No olvides que soy el término de tu ausencia, la evidencia feroz de que es el mundo el que cae. Donde no estás, soy yo la presencia tuya, el libro, las citas del corazón y la identidad de tu muerte. Todo el mundo reconoce tus ojos: Innumerable: los puntos idos de tu vida, las calles del tiempo. Sólo el silencio, Lozna, no más, ha muerto para ti. 4. Los amores exponen su desnudez bajo la luz del tiempo, afilan sus páginas con un indestructible ardor, nadie puede juzgar o condenar el amor, la higuera sagrada de sus rituales, el latido salvaje del universo, los laureles del absoluto, nadie puede tramar contra la piel del amor, la asombrosa claridad de sus despliegues y desposeimientos, incluso en la vastedad de sus ruinas hay un sentido de larga intemperie, una diferencia ante la muerte, un brillo que fija la astucia del azar, donde el esplendor del tiempo es un vértigo pero no la caída absoluta, donde la memoria es una transparencia del futuro, donde el misterio es un descifrar oscuridades, un éxtasis de sus propios ecos, la imagen de unos ojos reflejada en el mismo instante de su desvanecimiento, los amantes van cubriendo el torbellino de sus desastres pasionales, los desarraigos de visiones y el arrebato del olvido, mientras sólo el viento sopla y el amor persiste:
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5. ¿Dónde persiste el amor? En el blanco, en los dibujos del desconocido, en las cicatrices de la ausencia, en los extravíos de páginas, en las ondulaciones de las calendas, en el húmedo fulgor de su propio florecimiento. Trama siempre el amor su retorno, el vértigo de sus transparencias, el reflejo de sus fuegos, los cuerpos para su voracidad. Todo en Lozna descansa en la caligrafía de mi ser. Vaciar el sentido del verbo, su pretérita sensación, no es sino gastarlo hasta el hueco de su fundación. Las inflexiones del amor no están fuera de lo que escribe en nuestra carne. Una palabra es su destino. Su destino son todas las palabras. Pasión de las contradicciones. El amor de un árbol por un pájaro. El movimiento del tiempo es una estación temblorosa de inquietudes, cuya verdadera distancia del principio hasta la perplejidad de sus ramificaciones no se extiende más allá de su propio revés. ¿Dónde persiste el amor? ¿No llegaremos nunca a amistar con sus impulsos? Los devastados en el tiempo sin memoria, ¿nosotros acaso desconocemos nuestra sed de errancias? 6. Laberintos deshechos Unos fantasmas visibles exploran mi encuentro con el vacío. Juego de sombras, lo que convierte el deseo en una caída sin fin: el espacio lleno de palabras arraigadas a su tumba, 66
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unas nociones precarias de futuro las deliberaciones de la historia, los átomos, el parpadeo del azar. Los encuentros con la muerte toman al hombre por el centro, lo que no debiera ser posible. Un fantasma bajo el sol es un teatro muy singular pero despreciable. La muerte es otra. Mi amor es el centro de todo el mundo, es la única claridad posible, la inminente sencillez del sueño y la más grave condición de recuperación del ser. Lozna es a la vez una pérdida y un rescate: el mar que hace falta a los dibujos del río y la presencia de cenizas en el alma de todo árbol que crece. La historia es un desprendimiento. Ya no puedo olvidar jamás una lectura de Roberto Juarroz: la piel es un viento sólido que comunica por adentro y afuera con la piel. Lo imprevisible es también el nombre del amor.
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7. Una primera idea verdadera de la muerte: montaje de las resignaciones, una película de martirios. Los escenarios incomprendidos: ¿monólogo sobre las caídas? ¿De qué hablamos? ¿Monumentos de fantasmas? ¿Sombras de glorias? La voz de otro tiempo es una inmensa gruta despreciada por la dulzura satírica del presente. Las imágenes del sueño son la razón de mi propio dolor, su luz desgarrada de todas las cosas. Me ocupo del aire rabioso, de los campos abandonados y de la nostalgia del espanto. Soy la voz anónima que guarda mi corazón. Todo es hambriento en nuestro destino. ¿Una sonrisa? La certeza existencial del hombre es su máscara. Es una historia que no tiene fin. Nuestro mundo cultiva la edad de la indiferencia. El dolor de la muerte luego ha de ser el mismo que el de su propia vida. ¿Qué me está sucediendo, mi amor? Los fonemas sucios de tu cuerpo, una obsesión insular, nacida allá arriba, en los mundos de las turbias apariencias, ¿todo eso es la carne de mis días? La condición de mi ser: Innumerable: es la herida resplandeciente de tu indiferencia. Tu silencio me arrastra con rigurosa imprecisión. 8. ¿Cuánto queda aún de nuestro cuerpo? El viento lo ha perdido todo, el fulgor de los espejos terribles, lo desconocido que se hace sangre en la memoria. Todo lo ha perdido el alma violenta, 68
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en sus heridas de luz y soledad, pozo sin fin donde lo profundo se agota, en su pleno gozo, desesperada vitalidad. ¿Quién es suficiente para alejarse de todo, de sus lágrimas amorosas y de sí mismo? ¡Que se haga absoluta la tormenta del amor! ¿Qué hay en la otra margen del rito, que salta sobre nosotros golpeando el alma? ¡Que se haga aliento tal orden de erosiones! 9. Palabras que hacen el mundo con su paso: Hemos pasado por todo, mi amor, pero hay que vivir. Sólo es posible arrancar aliento de la existencia. La muerte no comprende la voz del vacío, no puede desfigurar su rostro. El horror ha perdido todos los dones, los encantos de su propia pasión. La suavidad es la más profunda quemadura. Es el enigma del gran incendio que alimenta la historia de nuestra caída. Es la lengua sobre el fuego, las canciones de cenizas con peces derramados. Bajo la cáscara de tanto aniquilamiento, los amantes se suponen también en su fin.
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La poesía apuntaba sus pesadillas, entraba en los cielos de tanto delirio, en el fondo de Dios, donde detenía el amor sus olvidos secretos. Hemos salido del fuego de las evidencias, pasado la línea de fosforescencias del tiempo. ¡Tú eres la mujer más bella! Tristeza y alegría son la magia para abrir los mismos labios: Estoy terriblemente sola, Barbus, donde sale el tiempo para caer de nuevo en el tiempo. Es un mundo sin reflejo. La noche es noche. Poco ha empezado a llegar de las imágenes silenciosas de nuestro deseo. No olvides, mi amor, hasta para los muertos la muerte es un infierno. ¿Quién ha liberado el sortilegio en sus llamas? Las palabras del poeta también carecen de un poco de amor, del encuentro en su jardín de ilusiones, donde el beso absoluto es un beso y otro y otro beso y otro más hasta el éxtasis vomitar sus tenebrosos ángeles y sus caídas. 10. Lozna es una herida que no cicatriza: son palabras con que el tiempo quiere despedirse de nosotros. La lengua tocando la sal en su primer día de olvido, la oscuridad tomando el 70
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pulso de un alma sin regocijos. ¿Todo fue: Innumerable: inútil? Bajo la lluvia, el peso de nuestra inflamada alegría. Estuvimos en los libros más apartados del mundo. Barbus y Lozna. En el amor las locuras todas son blancas, hasta el fondo de su alma misma, el alma de la locura en sí. Llegué a pensar en purificación, alumbramientos, ascensión… Mientras el día caía en mi ojo. La serenidad de los tormentos recobró el sentido único de tu muerte: la preciosa joya de la poesía. Nada más es capaz de quebrantar el ánimo del árbol de las resurrecciones. Al recorrer el alfabeto de tu ausencia, Lozna, arranco de mí unos extraños vicios, los espectros de la múltiple mirada del uno. El amor es también una balanza de in-significados. A su derecha, las tensiones del paraíso; a la izquierda, los sorbos del infierno. ¿Qué son los crímenes pasionales? ¿Un intercambio de luces en medio de lo oscuro de cada estación? ¿Una envidia de conocimientos? ¿Es el amor sólo para uso de los ángeles? Creo que el deseo se adhiere al ser, que es un acto sagrado, que extingue el olvido y todas las letras del tiempo. ¿Qué ha sucedido con nosotros? Danzábamos mientras el mundo culminaba en desastres, mientras el hombre no esperaba nada del hombre, mientras el asombro quedaba solo. 11. Gracias a una lectura de Enrique Gómez-Correa: Los espejos piadosos siguen retocando las imágenes, pero los espejos malignos continúan distorsionándolas hasta los huesos mismos. Mucho de nuestra moral no comprende la diferencia posible entre los espejos. Las imágenes perdidas a menudo 71
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pertenecen al mundo de los espejos piadosos. El recuerdo es un bien en sí mismo. Los caminos tortuosos no tendrán salvación. ¿Es una acción de espejos? Las ideas pasan por nosotros como murmullos inquebrantables del abismo. El amor gotea sus paisajes de fuego. La muerte de un sueño es un dado que afiebra lo insólito. Todo es muy familiar. El temblor se renueva con las enfermedades. Conocimos los contrastes, el lenguaje muriendo de sí mismo, los gozos volcánicos de la soledad, las voces de piedra de la serpiente. Mi amor, me diste las reverberaciones. 12 y 13. BARBUS – Sólo al tocar tu ausencia: Innumerable: la noche engendra su inextinguible resplandor, sol de los santos, raíz del fuego. La destrucción de sus cuerpos siembra en la memoria una ciudad de imágenes indescifrables. LOZNA – Sin la perfección de tu olvido nada en mí ha podido morir bastante. Tu memoria es una violación de mis residuos más secretos. Una oscura trama del tiempo para que no se vaya del todo la materia de sus letras. BARBUS – La penumbra acoge la marea en fuga de los cuerpos, es una expansión del eterno laberinto. Desvarío de signos andariegos, reflejo hacia donde los arcanos perpetúan nuestro abismo. LOZNA – Yo no estoy de regreso, mi querido. No es la muerte un refugio temporario. No hay plenitud redentora 72
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ni convulsión de los tormentos. ¿Qué caos puede librarse de sí olvidando su origen? Divinidad de escombros, el dios de la muerte. Hay una frescura rompiente de enveses y fracturas en todo cuanto toca la muerte. No alcanza nuestro amor otra firmeza. BARBUS – ¿Dónde ahondan las formas fieles a la superficie? ¿Dónde el azar de la vacía acuidad de los sentidos? En la posesión del vivir, ¿qué se escapa de la dispersión de la conciencia? ¿Qué es un abismo tangible? ¿De qué extremos necesita la respiración de la inocencia? LOZNA – Hasta el olvido improvisa sus límites, hacia el origen inhabitable. Hacia la dimensión propicia a los extremos. ¿Qué mueve a decir que uno se desespera? Es la cosa visible la morada del amor, su obstinada conjetura. Barbus, es inútil decir el silencio sin la vertiginosa confluencia de sus ruidos. No quiero ser un balbuceo de tus inquietudes. 14. ¿Qué será de la palabra sin que nadie la provoque? Los diarios de muerte son algo increíbles, trueno de caídas bajo inciertas inscripciones de las miserias. No hay mala fe en la muerte, pero este gran fantasma necesita ir más lejos en sus aspectos lamentables de soledad y desesperación. ¿Cuáles los verdaderos excesos del alma? ¿Cuántas veces necesito amar hasta caer en la asfixia de las pérdidas? ¿Muero 73
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de mi amor o de la espantosa tragedia de su curso? Algunas palabras ocultan su significado. Así ocurre con el amor, el sueño, el fuego y los materiales que esmaltan el escenario de la existencia humana. La mismísima flor del mundo es siempre nada, no hay pausa, solamente una palabra decepcionada. 15. ¿De dónde viene el dolor? Nuestras acciones están viciadas en tal orden de quejumbres que la felicidad es una desesperación. Cada uno habla de sí mismo, en nombre de su amor. Condenados por el tiempo, reímos del dulce Gautama, la miseria de Juno, la ceguera de Borges. Reímos de nuestro propio amanecer, sin saber acerca de los argumentos de los salvoconductos de la especie. Todo es probable. Entre nosotros necesita la muerte de carácter. Egos y gusanos enferman de la misma gravedad humana. Todo es un aliento de palabras, los términos de la prensa o los regocijos del papa. La muerte es un cáncer. Tenemos aquí las limitaciones crueles del lenguaje. 16. Sangras de mí, conjurada memoria de un asombro más del mundo. Soy la tormenta que escribe sus estallidos en tu piel, que escribe lo que dictan sus estridencias. ¿Quién va a escribirte, milenaria herejía, sin el bosque 74
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en llamas de la poesía, sin el asalto al infierno donde al fin estaba escrito casi todo? Nuestra creencia no es la misma. No tiene el hombre cómo volver de las páginas de sus viejos diarios de tanta injusticia. La muerte empieza con la verdad de cada cosa, con sus vuelos dentro del ser y las eléctricas asfixias que traspasan las habitaciones y abrazos de la especie. Errante y Barbus, mi amor baja hacia el vacío, ¿pero qué es lo suyo en ese viaje redondo? Lo que fuimos ya no somos. ¿Qué es lo mío sino la nada, lo ilusorio? 17. Contra el dolor prosiguen los amantes. El dolor de la muerte y sus archivos de silencio. ¿Debe el amor ser tan tembloroso, una locura centelleante de espectros? ¿Cuáles sus marcas no fatales? Reconstruimos en versos los espejos de otros tiempos, una ópera de sierpes, la ciudad perdida de las alucinaciones, el último día de la inocencia. No puede, sin embargo, reconstruir el poema una muerte sin dolor. Los amantes viven en la eterna oscuridad, en la noche infinita. Su esplendor de raíces no es sino un salto en el vacío, en los jardines invisibles de sus apuestas. ¡Salud, Barbus! ¡Salud, Lozna! ¿Qué dolor puede haber en la caída de un amor tan despreciado? Sólo las omisiones son inmortales. La forma gobierna el amor. Cambia la identidad de las contradicciones. Los muertos siguen siendo los mismos. Barbus y Lozna se acarician en la oscuridad de sus desposeimientos. ¿Cómo pudo caer el amor sin el amor? Nuestras páginas arrojan oxígeno en el gran pantano de la caída del amor. 75
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18. ¿Qué habrá sido de Lozna contra los días de su inquietud? Lo dividido por la tempestad hace nuestra desnudez ante el sol. Un beso es una marea de deseos, estrella arrancada al enigma de la intimidad con la roca de los sueños. Madre de los delirios, una mujer es la posesión implacable del desamparo y el furor del ser. Nadie supo descifrar a la mujer. La poesía es nuestro aliento posible. El mundo empezó a morir cuando la sabiduría ya no tocaba más las piernas de la mujer. Tú llorarás a pantanos, dijo el tiempo al hombre quedado sin su revés. El mundo sin la presencia de la mujer es la conocida parábola de una ciudad en su plena destrucción. Los espejos de la frivolidad son la virtud de esta ciudad. No hay drama. Los placeres ilusorios son la corriente de llagas, los placeres míos, tuyos. Lozna es la actriz buscada por las cenizas de todo un imperio. ¿Y entonces, amor, qué drama? ¿Sus hermanas veloces devoradas por fantasmas? ¿El fulgor de la sangre 76
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en sus carnes tan jóvenes y la tempestad confluente de las calles? Algo más que los dientes del horror. Sus cuerpos hambrientos han comido la muerte, niñas de orgasmos sin fin, pétalos de Dios y sus besos siempre fuera del mundo. El dolor de Lozna es una aventura convertida en cadáver. ¿Reflejos? Ya no hay olvido en la mordedura de su alma. Los espejos son la fortuna de los regocijos. Los dioses encomiendan estrellas a la caída de un cuerpo. Sin tu llama, mi amor, el mundo no tendrá su forma: no puede la noche con tanto abismo. Todo cuanto existe he tocado, es mi sangre su ausencia. ¿Qué habrá sido de su enigma terrestre? No hay clausura. Nada de lágrimas. Los muertos conocen la gracia de la pasión recíproca. La muerte permite respirar a gusto. ¿Qué más te rompiera por dentro, poesía, roca del frescor de mi inmensidad, piernas del vértigo? Lozna es una parte de nosotros llena de sombras y su corriente cambiante, gema del aire, siempre desnuda.
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19. ¿Volverá su amor a sentarse entre sus ramas, sus imágenes y fiebres? La muerte no es culpable de las cosas perdidas en labios de amantes. No quiere Lozna que Barbus haga tantas preguntas. Para ella no hay más éxitos o fracasos. Todas las miserias han cambiado de curso. Es posible que Dios haya muerto de su hambre infinita. Barbus es una fuente provocativa. Su dicción recuerda unas palabras alardeantes de Picabia: la muerte es un caminito para todo el mundo. Es la vida toda. ¿Qué podría hacer para tocar a su amada inaccesible? ¿Cómo abrir las puertas de ese enigma arborescente? ¿Acaso no es una tarea como sacar de la noche el molde de la oquedad? No hay insulto, sino espanto. El silencio estremecido que Barbus quiere descubrir en el rostro modelado del cadáver de su amante es el mismo cenit de su propia existencia. Los elementos esenciales que firman el carácter de las pasiones. Es una idea fija. Nuestros queridos tienen su propia noción de los nacimientos y sus arrabales. Uno: ¿Es tan sólo una costumbre el morir? Otro: ¿Cómo hablar de belleza cuando ya no había nadie en tu memoria? El tiempo gira loco en el conocimiento de cada uno. No hay le gran jour des morts. No hay el terror ni la claridad inútil. No es solamente una desilusión de René Daumal.
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Ante la ausencia de quien se ama, hasta la belleza tiene que ser una terrible desesperación. Siempre son fatales los caminos trazados. No hay en esto, mi querido René, nada trágico. No hay demonio ni fuerza ilimitada. El deseo perfora la carne de sus ardores. Los amantes son los perfectos esbozos del azar. Barbus y Lozna se apoderan del centro de nuestros sueños. Es una tempestad que se alarga bajo las búsquedas de sombras. Los amantes imponen al tiempo sus miserias más secretas y también sus bellezas más interiores. No hay calle más desnuda que la de la gracia indescriptible de las destrucciones del amor. 20. Es la lengua una marea de reflujos. No hay retorno del poema si la sangre no ha sido derramada con provecho. ¿Quién podrá decir que el amor ha pasado hace tanto tiempo que no cabe más su herencia sobre la tierra? Donde termina el hombre empieza el infierno de su memoria. Es una llave sin fin. No es tarde. ¿Es la memoria un río desgraciado? ¿Acaso los sepulcros, monedas del tiempo, sus huevos andariegos, no son mejor considerados? ¿Quién persigue mis deseos, sino el dolor de un hombre envejecido en mi sueño? ¿Cuántas veces girar la lengua en la boca? 79
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21. Sílabas agotadas en la noche. Un teatro de caídas multicolores, donde la paz del crimen es un fantasma irónico. No hay tumbas para tantos muertos. También los amantes quedarán sin poemas. Las ilusiones se reducen a nada: golpe de las pérdidas, los techos abandonados y las cenizas de cristal de sus desamparos. No hay cómo reconocer el rostro de mi semejante en el bosque de los espejos. ¿Quién es mi amor? Ya que duermes, ¡que no me venga más su constelación de sobresaltos! Es un placer resplandeciente del vértigo, de su ritmo mágico de rompimientos. Sílabas de los insultos traicionados, desvíos de sus direcciones. Blancura inhumana, nuestro encuentro con la ensangrentada alucinación de los extremos. Tragedia inaudita: ya no habrá nunca más un amor siguiente. No es un calendario cuya fatiga haga descarrilar el tiempo. Para vivir mejor tengo que matar la ausencia de Lozna. Su sombra es mi rastro. Los duelos de su silencio son mi propia voz. Resuena en mis entrañas la herencia de sus placeres. Lozna es un tipo indivisible de grito. 80
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La muerte es algo herméticamente abierto, gracias a los traslados insólitos de la poesía de Ghèrasim Luca. Es el vientre de la mujer que no tocamos jamás. ¿Quién es mi amor? La estación subterránea de mis horrores, la vivienda de mis delirios, los hoteles de mis oscuridades. No sabe el terror de dónde viene el viento. Las gravitaciones del puente son el deslumbramiento de sus entrañas, los perfectos conflictos de sus fulgores. El poema, conviene leerlo todo en sus palabras: nunca la vida retendrá el amor en sus casillas de olvido. 22. Tú vas desnuda: Innumerable: hasta la desolación final. El rigor de morir mueve tus pasos. ¿Cómo podría saber los límites de los escombros, los juramentos secretos del destierro? El amor no ha regresado jamás del reino indeleble de sus sacrificios. ¡Oh, tiempo, he tratado de ocupar los abismos de mi corazón! Todo es tan grave. Lozna, eres mi mujer. Voy a tu encuentro, sin que sorprenda la muerte mi presencia, bien lejos de su emboscada de relámpagos. No hay refugio, sino en el manantial de la imaginación. ¿Sabrás aún captar, mi amor, los rumores y asomos de mi cuerpo camino del tuyo? Hasta la humedad más profunda 81
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del silencio buscaré la desterrada unidad del verbo, bajo el limo de las asfixias, bajo la dimensión del exilio. 23. La soledad quebranta el alma, devora sus residuos, Diosa de la ira, hazte llama, hazte la resurrección de las palabras. Sabrás así por qué nos amamos, Barbus y Lozna. Sabrás por qué sufren por nosotros los vientos de la tierra, por qué sufren los hombres y no se sostienen las tormentas sin nuestro amor. ¿Quién canta entre los yermos del tiempo? ¿Quién descifra las confidencias del vacío, de la nada, los puntos frágiles del alma humana? ¿Cómo se quema el corazón si acaso no está presente el amor? ¿Quién sabrá la incontenible sabiduría del silencio? ¿Qué seremos nosotros cuando el mundo se quede sin temblores? Diosa de la ira, hazte el clamor del fuego, hazte la resurrección del amor y la poesía. 24. Hay que leer en tus labios las últimas palabras de amor. El poema dirá todo lo que decías, lo que ibas a buscar con tu voz. ¿No se cansa la muerte de morir en mis brazos? Hasta en el fondo de la noche los muertos llaman sin que la anciana terrible responda. ¿Hay que adorar la muerte, hermanos? ¿Es posible vernos a nosotros junto a Dios? El amor es un árbol que anda y canta y danza. Cada fruto es una puerta inmensa. El tatuaje de fuego en la piel de la 82
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eternidad. ¿Cómo sostenernos al borde de tanta luz y sus visiones ardientes? Es la tarea de los amantes en la tierra. ¿Dónde el centro de nuestra errancia? En el vacío donde se apoyan los significados de las cosas. No hay lugar para morir. Toda palabra debe salir de un vacío pleno y su cuerpo haber caminado entre la luz y la sombra. Es la única forma de conocer lo sagrado. Nadie puede llegar hasta ese punto sin que lo haya quemado el amor. Los enigmas flotantes, nómades, están hechos de la verdad de los mundos atados a sus erráticas creencias. Una imagen convertida en fuente de sí misma. La belleza contradictoria de las escrituras. Sus fragmentos son como un terreno baldío. Los gestos absurdos cuelgan de la insistencia de sus sentidos. El poema es un desbordamiento de la mirada y sus combinaciones con el azar. ¿Habrá en sus dominios indivisibles algo que desvele la misma vibración de su revés? Es como indagar si hay también una sola vida. Los huecos de la razón son la perpetuidad de los mitos. ¿Hasta cuándo durarán los innumerables cuerpos del árbol de nuestros sueños? Hasta cuando la muerte se canse de morir en mis brazos. 25 y 26. Mi amor, estoy simplemente muerta. No hay un centro ilimitado de las cosas, ni equidistancia posible entre la vida y la muerte. No se resuelve la historia en su repertorio de agonías. El Calvario no es el centro de nada. Descarnar las descripciones no conduce al lugar de su acción. 83
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No existe el milagro prescripto por el lenguaje. Recuerdo unas palabras de Enrique Lihn: La vida necesita muy poco del lenguaje / esta es una de las causales más poderosas del Ego / de la muerte. Este, su Diario de Muerte es una prueba muy rigurosa de la gravedad desentonada de la poesía. La exactitud de sus palabras cambia la noción que tenemos de irrealidad y sus relaciones con la muerte y la memoria. Es una especie de otra identidad la que tiene el enfermo con la vida. Sus temores del vacío quedan solos y abren otras conexiones con las intuiciones renegadas. No hay el dominio de los sentimientos ni fundamentos en las sensaciones. Los deseos de una vida son los huesos acariciados por los gusanos. Es lo mismo con el trabajo de los poetas. No hay cómo hacer tuyas las manos que son mías, querido Barbus. El laberinto de la historia no duda de la condición de mi muerte. Me gustaría aceptar tus versiones de la muerte, pero tus versos hablan de un paraíso perdido que es un emblema del horror que vivimos. No hay la podredumbre del cuerpo ni una trayectoria de ángeles. Los que piensan en la vida deben entender que el dolor es parte de la misma alegría, que no hay una tumba de turno ni felicidad prometida. El centro del hombre es lo que hacemos de nosotros.
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27. ¿Dónde desemboca la ausencia de la mujer amada? No hay manera de aceptar los designios de una fuente de juegos, los acertijos de las horas del martirio, las esponjas fulgurantes del delirio de los estorbos. Lozna ha muerto ante la perplejidad desmesurada de Barbus. No hubo fruición de los metales de su muerte. No hubo elegancia de la creación en el retablo de su retirada. No sangraba como sus hermanas. Su cuerpo no era la sacristía de una violencia carnal. La muerte solamente sonreía desde el pedestal vacío de su propia idea. No fue el nacimiento de un nuevo círculo de abismos. No hubo las certeras lanzas clavadas de la ironía ni la opulenta constelación de caídas. ¿Qué pasa con la muerte de Lozna? ¿Qué cuerpo el lenguaje recibe ahora? ¿Qué hacer de los proverbios ante los deslizamientos de la carne? Barbus atraviesa su desierto como si fuera un enigma sin configuraciones. No hay a qué recurrir cuando la noche no se deja tocar. 28. ¿Quién habla conmigo en las colinas febriles del vacío? ¿Qué es la respiración del infierno entre las llamas del mismo infierno? Mi ascensión a las vertientes encantadas de las tinieblas es una lámpara perdida en sus imágenes. ¿Dónde está la caída que es mía? ¿Dónde su oscuridad petrificada? ¿Qué espacios traspasar ante las tempestades suspendidas del vivir? ¿Qué puedo tocar en el vacío? 85
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¿Es posible reconocer la muerte bajo su propia sombra? Los ruidos de las visiones quieren ser el fuego de Orfeo. ¿Qué fuego es ese? ¿Quién habla conmigo? Detrás de todo los dioses con sus linternas invisibles. Verlos pasar es comprender que ellos no me verán jamás. Todo en mí es un rompimiento de lazos. Todo en la vida se aleja de sí mismo. ¿Cómo reconocer mi muerte en el vacío? 29. Las marcas de tu muerte: Innumerable: sus trayectorias de regiones abandonadas y jeroglíficos, ¿sobre qué cuerpo se apoya tanta ganancia del tiempo? Dejaste en cada poema algunos versos apócrifos, en cada tumba los orígenes perdidos de tu vasto ser. Recoger tus formas anteriores es un destino que aún no sé como tejer: la materia de cenizas de tus vuelos, los troncos ocultos de tu bosque, los pájaros más viejos del mundo… ¿Es realmente la muerte un destino? No lo creo. No es la vida solamente una tierra de sombras, ni el hambre una fuente de heridas y huesos. Lo que muere en mí al fin muere en todos. ¿Dónde empiezan los muertos de cada uno? Llévame de la mano al infierno de tu lengua, a quemar las heridas del tiempo. 30. Un hombre repitiendo el nombre de su amada hasta la vastedad de su vértigo es una forma sinuosa de los extravíos. Las raíces de un hombre así hacen ondular las ceremonias 86
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del vacío hasta que sus voces hayan deshojado los enjambres de asombros que atestiguan la presencia del deseo. Nada más transcurre sin que este hombre llegue a su desierto más perfecto. Es un torrente de centellas y sus escamas, una baranda ardiente de desastres. No hay cómo transformar en palabras los tentáculos de su silencio, ni tampoco en lenguas de luz las llagas implacables de la oscuridad. Un hombre así no se convierte en nada, hasta que toque el dulcísimo rumor florecido de sus tempestuosas aflicciones. 31. Una mujer caminando sobre los vestigios ignorados de su propio lenguaje es como un versículo detenido para averiguaciones de sus verdades más interiores. No hay juego de palabras que no reconozca las chispas de su exilio, las interrogaciones temblorosas del carbón de su cautiva caminata. Lo que pasa en su forma intangible es implacable. Una mujer así es una cadena de pétalos de lo inexplicable acercándose desde las fibras de los tambores de la tierra. Su fiebre es un estruendo de milagros y también una lluvia de médulas. Nada más transcurre en sus senderos sin que lo convierta en nuevo enigma. Una mujer así es el propio cuerpo del sueño. 32. Hay que olvidar todo sin volverse loco. Hay un punto extremo en nuestros actos, un horror insondable de adentrarse en el territorio sombrío de la voluntad criminal. 87
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Es una expresión huidiza de nuestra vanidad. Todo sucede en su punto extremo, en su punto de transfusión. La muerte es una elaboración necesaria de la vida. No hay otro sentido en la separación de nuestros cuerpos. El rigor de las pérdidas es el mismo del reconocimiento primordial del ser. No hay duda acerca de las aberraciones de la razón. ¿Es cómica la tragedia del amor? ¿Son obscenos los dominios sagrados de su romanticismo? Sea cual sea el límite del dolor, no hay sacrificio posible ni exceso para sus esfuerzos. Quiero volver a tus brazos, mi amor, pero no hay disimulación posible de mi condición que no sea la evocación de tu angustia. No es demasiado tu desnudez de sentidos. No importa la locura de los olvidos. Este libro es el único método de nuestro reencuentro. 33. ¿Qué es la claridad de los desamparos? ¿Una llaga sabrosa? Hay una secreta fatiga desatada que pasa como el dolor que va entrando en la carne y va con sus comentarios hondos y una violencia que solloza y hace pensar que duermen los días difíciles en nuestros corazones. ¿Es una bondad del dolor? ¿Hacia dónde vamos? Gozo de gusanos en los huesitos de la memoria, vida nueva de caídas en todas partes por donde caminamos. Conocidas palabras de los mismos exilios. Golpear suavidades, pelear con ternura, que la luz escondida en el abismo es nuestra aún, es nuestra siempre… Sólo la muerte no cae en desuso. Paciencia con las altas ramas de la Parca. Sucede que el amor es un árbol castigado por el tiempo. 88
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34. ¡Cómo pasa el tiempo! Anduve por la noche prodigiosa de los artificios, por la otra mitad del alma, los cantos cómicos de la opresión. La poesía es una caravana cuya belleza es terrible y es la agonía una joya calcinada. Hay lugar para el desdichado de Gérard de Nerval y el martillo de Carl Sandburg. Hay unos fantasmas que llenan nuestro mundo de felicidad y otros que cierran la puerta a nuestros proyectos futuros. Es un misterio lo que hace que ciertos poetas transvasen su visión de un tiempo a otro. Malcolm Lowry dijo que es un desastre el éxito. A su vez, piensa Edward Dorn que sólo lo abandonado tiene vida hecha de noche eterna, insuperable. ¿Es la poesía una catástrofe compartida? Es hora de aceptar que podríamos ser otra cosa. La caída irreprimible hace del hombre un aventurero de la tontería, un paria de la tierra de la alegoría. ¿Te acuerdas, poeta, cómo nos burlamos siempre de nuestras sombras? Una mañana en Delfos, una noche en el cuerpo invisible del prosaísmo, los peligros de la escritura, ¿la palabra es la muerte?, etcétera. ¿Nos hemos desviado? No lo creo. La apuesta de la poesía es de algún modo la felicidad. 89
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Una de las rubayatas pide que jamás renunciemos a las canciones de amor. Escribe Horacio en una de sus odas: acepta con paciencia lo que venga. La resignación ante la muerte es un tipo de alimento sagrado de la poesía, un tipo de glorificación del horror. ¿Acaso no hay una retórica de los sobrevivientes? Hay un poema de Günter Kunert que advierte que el poeta muerto al fin ha alcanzado todo y que ya nada le alcanza. No puedo con el amor en su losa sepulcral. No sé qué hago fuera de la dulzura del mundo. Es la vida un resplandor. ¿La poesía, el amor, la libertad? – unas variedades particulares de ese mismo resplandor. No se trata del ímpetu de las estaciones. Quisieran los poetas leer en la tumba de Lozna que gracias a la poesía ella no caerá en el olvido. ¿Qué fragmentos de nosotros son la tumba de cada quién que se va, de los queridos dejados en las cuerdas del tiempo? Una vez más, ¿nos hemos desviado? La poesía es una escritura de desventuras, un tipo de alarde que vuelve la palabra contra quien la escribe. Es un árbol que sólo regresa gracias a la caída de sus hojas preciosas. No puedo con el cadáver de mi amada en las visiones de la poesía. Cierro mis ojos y la agonía vuelve a ser libre. No hay rumores de crónicas, hablas comunes, falsos testimonios, teatro de sombras. Para regresar a las propiedades extrañas de la vida no es 90
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posible repetir el mismo juego de alucinaciones de sus días. ¿Es la poesía una forma posible de la vida o de la muerte? Mi amor cayó en mis brazos y no me dijo adiós. ¿Es su silencio al fin un resplandor, el verdadero enigma de toda una vida? ¿Acaso su dolorosa desaparición es la fuente de algún misterio azteca al que todos regresaremos? No hay suavidad en el padecer. ¿Te acuerdas, poeta? Volar alrededor del dolor no limpia el alma ni transforma su sequedad en nueva lámpara tormentosa. Hablemos del fuego y de la oscuridad sigilosa que habrá de ser el método reconocido por Lozna. 35. ¿Quién existe en mí? Un amor que hace encarnar el tiempo en su materia visible, una dulce antorcha que penetra los sueños y hace renacer las tablas de sus atributos extasiados. La brevedad de la eternidad es una de las sombras dolientes de nuestra escritura. ¿Cómo apartar al amor de la pérdida terrible del tiempo? ¿Una longitud de caídas, el logro de las formas atroces de las reminiscencias? ¿Qué pasa con la memoria del amor? ¿Dónde los sudores malditos de la carne? ¿Dónde la luz de tu cuerpo a los pies de mi gozo? ¿Una creciente piel de golpes a cada firmamento de tus besos? 91
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¿La orgullosa rama de tus vértigos dentro de mí? ¿Quién más? ¿Barbus y Lozna? No es una sagrada revelación, sino la prueba del amor reconocida por Hölderlin. 36. Tan cerca de mí la mujer de fuego y sus cenizas inconclusas. Estoy besando sus labios y unas palabras entran en mi alma con su fuerza de sombras. Despiertan entonces un abismo sucesivo con las voces desgarradas del vientre llameante de la mujer. Es mi corazón insondable creyéndose celebrado. La noche pasa por dentro de su asombro. No hay caminos descifrados a la caída del ángel. Algunos vuelos terribles y la mirada devoradora de su presencia. Tan cerca de mí la verdad sangrienta de su infierno, la muerte visible de su mito. El dolor arrastra consigo el pesado tronco del árbol de Orfeo. Estoy con la memoria en su ruina de sigilos. 37 y 38. No hay sueño: Innumerable: sino la emanación de los tormentos de tu ausencia. La poesía no es un simulacro de los instantes en que hablamos de amor. Nadie envejece si no sabe sentir el temblor de la muerte. Es una imagen abrasada de extinción, un tipo de veneno proverbial. No conozco a los escribas de nuestra aventura, pero maldigo sus repetidas historias acerca del amor: los escándalos desesperados, el teatro de crímenes, unas estúpidas narraciones de la soledad sin sombras, 92
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las películas de recuerdos del Paraíso perdido… No cabe el amor en su propia verdad. Las voces de ese drama indetenible llegan a sus laberintos y quedan sin saber qué hacer. No hay argumento y la película prosigue sin el pavor de su culminación. ¿Quién es el suplicante? ¿Barbus? ¿Lozna? ¿El poeta? En todos estos casos, ¿puede el amor con la ruta de las transgresiones? La eternidad es una palabra sola. No hay copias de sus descuidos ni hace diferencia que Eros haya sido atormentado hasta la eclosión de sus últimos suspiros. Es un despreciable cambio de escena. Todas las putas de directores reconocen en sus muslos triunfantes las horas de desplazamientos de la realidad, la trama que revela una sediciosa catástrofe en todo amor. Una mujer tenida en mis brazos y luego ausente de todo. Una palabra despierta en sus labios y luego el silencio. No es una cuestión de súplica sino que ya no es perfecta la inocencia. 39. ¿Tu vida pudo contemplar los desarreglos de todos los sentidos? ¿Qué es una línea y otra línea y sus desenlaces en la humedad perdida de tus muslos? Soy todo lo que toco, 93
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página perfecta de las pruebas del mundo. No hay Paraíso, poeta, ni tampoco un tiempo cierto para los acontecimientos. ¿Dónde queda su imagen? No hay cuerpo de Dios agitándose bajo la piel de los escombros. No hay curación para las heridas del deseo. No es tu cuerpo una metáfora absoluta, poeta. Es verdad que tu poema es un ritmo de fulgores, un orgasmo con sus nociones de ruinas, una estructura apropiada a los deslizamientos, pero ¿qué hacemos de tus versos? Caminamos de la mano con toda la violencia del mundo. No es una cuestión de belleza. Tu cuerpo es un alarido, una máquina perceptible de inquietudes, una de esas últimas flores prohibidas abriéndose a la desesperación de los sentidos. No hay castidad posible ante tu sabiduría. Es una violencia constante su inevitable presencia. No se entra en tus versos como en las calles terribles del infierno. Hay mucho, mucho más peligro. Los movimientos están desnudos, han desaparecido las fronteras del lenguaje, los estremecimientos son más bien frenéticos… Cuando encuentro tu cuerpo, dulce amor, es la vida toda una maldición, es como ausentarse de su drama común, de su mercado de sentidos, de su sistema único de caídas. Nadie podrá descifrar lo que siento, el enigma de las horas pasadas dentro de ti: Innumerable: recorriendo ramas y ramas de tu vastedad gozosa. No hay 94
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locura más perfecta que el dibujo de tu árbol. ¿El tiempo? Consiste en negarlo el trabajo del arte. No puedo sin tu sonrisa, confieso. Las cosas que no se ajustan a tu reino desgraciadamente no han desaparecido. Los signos trazados a fuego en la carne ahora responden al impacto de las pérdidas. También las páginas de la poesía han de recoger sus imposibilidades. No hay imperfección suficiente ni pesadilla tan funesta que haga desaparecer por completo la fuente de los desequilibrios. No hiere el amor como un dolor que florece sino como el gruñido del desconocido en el centro de la noche. No hay el mundo culpable ante los muslos abiertos del amor. ¿Qué vas a escribir, poeta, acerca del osario de las pérdidas del lenguaje? ¿Quién sino Lozna podría amarme contra la supuesta riqueza de los sentidos? Solamente en la poesía es posible encontrar algo de nosotros, algunos trazos estéticos comunes: el enjambre de las representaciones, unas casillas negras de montaje, los retorcimientos violentos de la verdad interior, el océano de las contradicciones, poco más. ¿Qué máquina produce el amor? Hay un proceso en el mundo acelerado de las pérdidas y ganancias, un salto secreto que atiende a la demanda de un sello grave: el paraíso del eterno olvido. El amor ha sido tratado aún como una metáfora delicada que brota de unos labios angelicales. Los espejos persisten: es la nostalgia una máscara, en lo que están ciertos. Mi dolor no es una contingencia de palabras. No hay la palabra verdadera. La muerte de Lozna es la perfección que no pudo jamás alcanzar. ¿Máquinas de correcciones? Lo tempestuoso consiste en la repercusión incontenible de su 95
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tempestuosidad. ¿El centro del problema? No hay palabra misteriosa al punto de ser el centro de una exposición total, una que diga: soy el sentido último de las cosas. Es una abundancia, un dispendio del alma humana, un secreto teorema de la aniquilación. No hay poema perfecto a tal punto. La enunciación de la irrealidad ha sido la colérica maquinaria que organiza la permanencia de sus términos. ¿Hacia dónde se dirige el futuro? ¿Qué vimos? Nuestro apego a la vida acaso es estúpido. Nada permanece sin aventurarse fuera de sí. Hay un libro que indica: el amor es una atribución del infierno. Desnuda como estás: Innumerable: ¿qué puedo alcanzar sin el peregrinaje de la conciencia perdida? No hay riqueza en los signos, en los pinceles de unos labios y unos dioses. No hay sueño común ni verdad compartida. No hay nada que probar, ni siquiera el camino de vuelta. Tiene la poesía que descubrir otra fuente en que poner las manos. No se trata de sobrevivir a su oficio sino de no olvidar que lo desconocido no es una máscara de los destrozos futuros. Es la poesía una muerte al natural. Lozna en mis brazos. 40. Hay un cuerpo inmejorable y vacío en mis brazos, un largo aposento de sombras silenciosas y los papiros hermosos de tan lejana devoción. 96
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Bajo los arcos un caminante dibuja las visiones. Es un deseo suyo alimentar al amor con el corazón. En la continuidad de la palabra, sus labios y el verbo iluminado por la oscuridad sagrada. ¿Qué otras lenguas encuentro en la vastedad de tu ausencia: Innumerable: en los párrafos quemantes de la nada, en su escritura errante? Tu alma ha entrado en una nueva estación, en una geografía de abismos invisibles y en las páginas nubladas de otra caligrafía. Tu alma camina sin la traducción de sus días. No es una biografía de las pérdidas ni oculto drama de sus fronteras barridas por la tempestad del mito. En su mundo interior no puede el caminante volver a sus recuerdos, no hay cómo dejar: Innumerable: el corazón en la piel de los senderos. ¿Cómo adentrarse en el paso del vacío y respirar el aire de su movimiento de limos y silencios? ¿Cómo vivir del aire de la oscuridad, de su enigma tembloroso? ¿Cómo no sufrir la caída de las cosas ni sacar más recuerdos de cada palabra pronunciada? Hay diversos rostros en la ausencia del amor, una escritura minuciosa que no perdona la certidumbre. No es la muerte una quietud de página deshecha, sino la entrada en el cuerpo desposeído de la letra, 97
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en una grafía de sombras y cenizas. La muerte del amor se abre como labios de bultos indeclinables. El lenguaje es un equilibrio de asombros. Lo que pasa con la poesía es que debe el poeta conocer, como recuerda José Ángel Valente, la sumaria ley del círculo. También son demoníacos los dioses y su esfera de gozos. ¿Cómo entrar en tu nueva casa: Innumerable: y vivir la eterna desposesión de tu alma? ¿Cómo puedo hacer el amor siendo yo un hombre sobre la tierra y tú una mujer desnuda en las sendas de una oración? ¿Cómo salir de ti si eres la impenetrable ausencia? No tiene recurso el caminante sino aceptar los designios de sus tormentos miserables. No puede volver a su dolor, tampoco vivir sin tu amor. ¿Cómo hacer entonces del alma un cuerpo? ¿Quiere el lenguaje sólo caer? La vida es una celebración de enigmas, una estación de presagios, una indiferencia gozosa que ilumina los desiertos del aventurero. No hay meditación sin los huesos de la caída, sin el verme de sus ruinas. Hay un cuerpo demasiado vacío en mis brazos. Una amenaza fatal del silencio que alcanza la altura de mi ser. El caminante es el huésped del infortunio. ¿Dónde los emisarios? ¿Dónde los despojos de las víctimas del lenguaje? ¿Cuáles las parcelas innominadas 98
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del dolor majestuoso del caminante en su aventura por el frondoso abismo de la muerte de su querida Lozna? No he soñado con la belleza flamante, con una faz de lamentos o la interrupción de los vértigos. Una vez más los papiros hermosos de tu devoción. ¿Cómo hacer de ti la perfecta ausencia? No es el amor triunfante, ni hay ofrenda posible ante su caída. ¿Cómo hacer de las nuevas formas del asombro la casa del peregrino? ¿Cuáles las páginas verdaderas de la invención? Todo es movedizo en el deseo. No hay perfección posible en el gozo. ¿Cómo hacer que un amor vuelva a su tienda en la tierra? Es una senda de inquietudes, abiertas las puertas de toda incertidumbre. ¿Es tu cuerpo, Lozna? ¿Es tu ruina severa el romance que busco entre las paredes intangibles de la fatalidad? No hay prodigio en la sangre. Los vestigios del tiempo no pueden más con la melancolía y la sepultura del deseo. No pueden contener los poemas solamente los indicios de las cicatrices. Ante los dibujos de la agonía hace la tempestad sus proporciones saludables. ¿Qué es la catástrofe? ¿El peregrinaje de Barbus bajo los arcos de la muerte de su amor? ¿Debo escribir un libro solamente por la caída de un amor? ¿Por la sangre anónima de la escritura? Las pérdidas
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y su vastedad crematoria hacen de la palabra un demonio sustantivo. Todo es real en su delirio, en sus formas proverbiales. Estamos en la misma caída de adjetivos, un trámite idéntico de vocablos corroídos. Sufren el amor y el poema de una misma falsificación de su follaje: ¿Por dónde irá la sangre de su confesa violencia? ¿Cuándo cerrar la cortina azotada por las luces en su fiesta de sudores y proezas verbales? Recuerdo unos versos escritos junto a Lozna: mi corazón quedará en tus manos como un poema agotado por sus imágenes. ¿Quién habrá de leerlos como una pieza de riesgos de su tiempo? ¿Acaso no es todo una cuestión de desvíos? Una vez más la oración ante la puerta del vacío. Lo que pasa, mi amor, es el triunfo blanco de lo desconocido, las sierpes del tintero, los nombres todos del infierno y las profecías con sus esmaltes crueles: todo es un regreso de funerales. Las excavaciones del verbo original, la nobleza de un cuerpo que ha dado origen a todo y luego se ha perdido en los pliegues de sus dones. ¿Cómo salir de los sacrificios de la fecundidad? ¿Cómo han superado la muerte los dioses, los espejos, el paisaje? Unos hijos
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han sido enviados a los archivos del fuego, los bastardos de la belleza, los epónimos de la gloria. La destrucción del mito es la verdad, el mensajero divino, ante la influencia sacerdotal de lo encomendable del cuerpo por la letra. No hay leyenda apacible, la eternidad es un tormento. Es innegable cierta semejanza del peregrino con los perfiles de las sombras y los caminos hasta la oscura memoria de una tragedia del cuerpo. Su dolor es la poderosa llama que mueve el mundo. No fueron vanas las otras muertes y los versos que han reinado en el silencio húmedo de las tumbas. La caída del amor es el sobresalto de la materia. 41. Sin otras puertas: la notte sta morendo en la perfección terrible de un amor en su caída. He cruzado su inevitable inmovilidad, tecleado su máquina rota de ensueños. No es el absurdo todavía una partitura de ballet. Poesía obstruida por la fatiga: los cuartos húmedos de nuestros encuentros. Barbus y Lozna. ¿Qué podemos hacer con la memoria despreciable, con el mundo en llamas desaparecido de sus visiones? Toda la muerte pertenece a nosotros. Primer encuentro: ¿te parece tan delicada esta noche? Mi cuerpo mascando lo tuyo, su pasto, una creación de piernas despiertas. Recuerdo 101
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tus anotaciones en el escenario transgredido de mi piel: la fragilidad de los equilibrios morales ha sido el tema preferido de los poetas en su tarea maldita de limpiar los huesos destrozados de su propia humanidad. ¿Tumultuosa vanidad? Por toda la noche la canción atruena sus voces: la notte sta morendo. Nada te pertenece, mi querido. Las palabras de Lozna salían de sus labios con una precisión para mí desconocida. No es esta una técnica aprendida en los talleres poéticos, en esas oficinas de sudores sublimados. Es tu cuerpo una tregua del infierno. Una mujer con sus carnes poderosas y sonrientes, una ronda por los manuscritos afiebrados del gozo. ¿Cuándo habremos de lograr, sin embargo, una expresión que no sea dolorosa? Respiras el estremecimiento del lenguaje, los estragos del tiempo en la memoria delicada y desnuda de los abrazos. Es el amor mucho más que su alfabeto. Su sistema de caídas contempla la multiplicación de los vacíos, la mecánica demoníaca de los verbos y los pronombres coléricos del orgasmo. Toda la noche amablemente sueña el poeta con su propia desolación. Cuerpos y cuerpos inagotables en sus pérdidas, en sus viciadas metáforas de escombros y obras poseídas por la inmortal hipocresía. La canción no muere: la notte sta morendo. ¿Qué quiere decir tu amor, dime, qué quiere? Estas perdurables letras sacadas de un arbusto de tu piel, húmedas aún en su descarga de enigmas, confluyen tranquilas hasta la oscuridad posible que especula la poesía. Es una canción 102
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de Lucio Dalla, una prefiguración de tus argumentos ante la caída fugaz del espíritu del amor. ¿Adónde vamos? ¿Qué sentido hay entre ruinas? ¿Qué significa vivir sin tocar tu cuerpo? No puedo ofrecerte al vacío enfurecido del dolor. No puedo, Lozna, con los calígrafos de tu ausencia. Todo en el amor es una destrucción de su propio lenguaje, un tipo de sangradura gramatical que escribe la tensión de los bosques y la perfección de los procesos finales de tus muslos. Nada en el amor es como danzar un tango. No es un florecimiento de espejos ni la elegante armonía de unos devaneos. Es tu cuerpo el último crimen posible. ¿Acaso es tu muerte: Innumerable: la primavera del amor? Una vez más la canción: la notte sta morendo. 42. Uno de los fragmentos de Heráclito: las mayores muertes alcanzan las mayores suertes. ¿Quiénes somos, en el momento en que agotamos nuestra humanidad? ¿Morimos por la belleza? ¿Elige el amor su propia pena? Barbus creyó ver en su corazón un descenso hacia las parábolas huidizas de la pasión. ¿Quién podría indicarle cada minuto de su brutal fragilidad? He visto todo el misterio del alma. Andábamos por las calles y este hombre luminoso y mío, salido de los versos de Artaud –la vida sin límites persiste no obstante en ser– preparaba con bullicioso rigor cada aventura de nuestros días. 103
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Mi cuerpo y el suyo se deslizaban por las ramas del tiempo, sus criaturas de fuego dentro de mí. Reíamos de las nuevas versiones del dolor, de la nada. Tiene el sufrimiento: Innumerable: una piel muy fina. ¿Dónde me ves? Mira que voy a estar aquí en todos los sorbos de nuestra existencia. Barbus ha sido un hombre embriagado por la invencibilidad. Por unas incontables veces éramos nosotros los amantes submarinos de los versos de Murilo Mendes. En sus escritos y besos toda la miseria del mundo decaía. Mi amor y el trueno de la dulzura. Pero ¿qué hacer hoy de los despojos de la memoria? Siempre habrán de decir los amantes desgarrados: no tuvimos tiempo para llamar la atención de los vacíos infernales que han rondado nuestra intimidad. Ahora hay unas palabras de Cesare Pavese que iluminan las entrañas del infierno: vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Por las noches de inquietud y ofrendas carnales Barbus me decía todo el poema. ¿Dónde vamos? Por la mixtura de la sangre, por las vísceras del aire, ¿qué será de los amantes que fuimos? Nuestros desórdenes amorosos ilustrados por los vicios, por el gozo doloroso de los temores. Todo en la inmortalidad, mi querido, es sarcástico.
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Son banales los estudios del vértigo. ¿Y qué será del amor, si no puede quedarse entre nosotros, entre nuestra carne compartida? El lenguaje putrefacto de la memoria de sus viejas imágenes. ¿Qué pueden escribir los poetas acerca de la desesperación fatal de las palabras en libertad? Es vergonzante el servicio que presta el hombre a su propio abismo. Los infiernos se arrastran a sí mismos con calcinado rigor. ¿Qué dirán los poetas? ¿Con qué indignada inteligencia encerrar la aventura de la mediocridad? ¿Por cuáles nuevas páginas andará la máquina de hacer excesos y hacer posible las relaciones improbables? La muerta soy yo. Por eso estoy en los tajos del vacío. Y estoy todavía con Gonzalo Rojas: Dios no me sirve. Yo no soy el espejo de nadie, ni prestigio de sombras o la pureza de los huecos. No puedo ser, Barbus, tu ideograma preferible de la muerte. ¿Qué pueden los poetas frente a la velocidad de nuestra inercia? ¿Qué tenemos entre las manos, sino unas miserables elegías? Llora el hombre en su perfecta agonía. Es un negocio de cuerpos y sollozos, vicios y tumbas. No es una cuestión de justicia. Duerme, mi querido. La muerta soy yo. 105
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43 hasta 46. La violación de nuestro amor, gracias a unos versos inolvidables, ¿por qué no? Una sombra que consiste en las luces que hacen tangible su fugaz existencia. ¿En qué se parecen el amor y la muerte? No han faltado versiones respecto a Lozna. Unos poetas a veces nos hacen creer que el amor está condenado al arte. Hay una cierta amenaza en el aire: ¿qué pueden hacer los amantes ante el crimen perfecto de unos pocos versos? Entre ellos la visión de un nombre muy controvertido: quisiera desmorir de tanto amor, de sus lamentos terribles (fueron estas sus palabras) y peligrosos recuerdos. Todo escándalo es una forma de desaparición, un golpe de la escritura ante los equívocos encendidos por el dolor. La muerte requiere una imposible repetición. No es otro el caso del amor y de la poesía, donde hay que inventar un otro abismo (verbal, es posible) que garantice el regreso del lenguaje, una senda insólita desvinculada de los fracasos de raíz y sus vigilias secretas. Hay que considerar otra versión, más tradicional: una que insiste en que es la hora 106
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de fundar un mundo nuevo. No se trata de escándalo sino de una cuestión de destino. Todo en el poema es a un tiempo heroico y patético. No hay que olvidar, sin embargo, la palabra mágica: límite. Los desprendimientos de un amor como este de Barbus y Lozna han sido convertidos en una despreciable novela de las imprecaciones y rencores, por cierto, un primoroso azar de la escritura. ¿Qué pueden significar los cementerios de palabras? Tiene que haber un cierto tumulto de tumbas, un diálogo de heridas y demonios, un tipo incomparable de fulgor que sea la negación de uno mismo, unos pedacitos de todo cuanto hemos sido ante los desastres del amor y de la poesía. ¿Quién nombra la sombra sino los artificios del lenguaje y sus crepitaciones en busca de la palabra original? No hay cartas abiertas sino en la retórica de los lamentos. ¿Un fuego común? ¿Tu cuerpo cubierto de fuego? Yo también hago películas. Los poemas (hombres) están acostumbrados a la miseria de la soledad (multitud). No hay cómo repartir el alma por el mundo. El movimiento 107
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perpetuo es un efecto de los desplazamientos de la emoción, un tipo curioso de caída ocular de las imágenes del mundo. Ninguna muerte está en el lugar de su sortilegio. Barbus y Lozna, ¿una coincidencia de todos los lugares, verbos y caídas? No hay camino hacia la materia deshecha. Lo que hay: una colección de ruinas en todo amor.
OTRAS VOCES Árbol misterioso de la vastedad, nuestro amor No hay vértigo deshabitado en sus escrituras ni habrá revelación sin el frescor de la desposesión El amor es una partija que acaricia los cuerpos en su perplejidad de esplendores una ciudad desnuda de regresos, una ráfaga de las cicatrices de la palabra No es el amor (nuestro) semejante a la materia radiante de su caligrafía de transparencias ni siquiera al ruido de la letra en la fidelidad prefigurada por el silencio y el tropel innumerable de sus libracos ni siquiera al sacramento de las disciplinas del rapto y el marco inabarcable del lenguaje y sus enigmas y volutas que nada ocultan
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No es este libro un reflejo dichoso de la mirada (mía) ni el regreso de un paréntesis a otro en el desamparo del mundo Todo en nosotros fue firmando sus sentidos en una rotación humeante de intemperies y su oscura crónica de nostalgias Solamente los destrozos desvelan la noche inolvidable No es un dibujo injusto de los tormentos y sus seducciones No se trata de decir: es la poesía una escisión de manantiales Hemos pasado por todo en el follaje de nuestro amor –la curva de los accidentes – las ascuas extrañas de unas canciones – sus frutos en llamas – bosque quemante – llaga estridente Es como indaga un poema de Oscar Hahn: ¿Y qué haremos con tanta ceniza? No hay tiempo para que la poesía recoja todos los dolores ¿Por qué cantar entonces a la muerte del amor? El mundo cae de las horas, las cosas han cambiado de sitio como los muebles del espíritu, una piedra abierta es a su tiempo el tiempo de gozar y sufrir, los héroes caídos del muro y sus cicatrices de diamantes, la vastedad del infierno en unos ojos que simplemente recogen las configuraciones de la mañana, los meteoros del sueño
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¿Cuál es la materia real del humano? ¿Cuál es la forma de los gusanos del lenguaje? Los poetas hablan de vigilia y sueño y alquimia y libertad y una caída seca ha celebrado sus nacimientos y naufragios No hay pruebas del amor, todo es risible en los argumentos
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6. Dos mentiras el mundo continúa siendo un breve colapso luego que los párpados bajan & mi amor por ti una profanación consciente de eternas estrellas de rapiña Roberto Piva
Lejos de la blasfemia, ningún dios resiste. 1. Mi desnudez de bruces derramada en el sofá daba acogida a las caricias de su mano. Tal vez se espantara al tocarme entre los muslos, pues aquellos dedos esbozaban alguna sorpresa antes de sumergirse en mi humedad. Después me abría toda, con las dos manos, como si el hambre mayor viniese de sus ojos. Y allí, admirándome, sólo arriesgaba un beso, hasta que le rogara enterrarse de una vez. Con violencia sufrible entonces me atendía, sudando todo el peso de su cuerpo en el mío. Parecía rasgarme, pero nadie jamás lo hiciera tan bien como aquel muchacho. No hay duda: matarlo me dejó un poco sin mí.
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2. Anoche le dije que sería su niña, invocaría las fuerzas que harían de él un maestro en afinarme toda en cada toque. Fue delicado al atarme mientras repetía lo que le era susurrado por mí. Mis pezones quemaban. Él los mordía cociéndome en saliva como si fuera aceite. Yo le pedía que no dejara un solo santo al desnudo. Le sorbí todo cuanto cupo en mi boca. Sabía bien qué hacer mientras atizaba mis labios, incitándome a morderlo. Y lo hice, hasta que sangrara un poco. No obstante aquella noche algo le espantó el gozo. Me dejó presa al suelo y se fue. Jamás lo pude entender, fuera quién fuera que allí haya estado. 3. ¿Desde cuándo me visitas, delirio llameante, mientras duermo y ni siquiera sueño contigo? No sé cómo me exploras, sin embargo sabrás cuánto me encanta ese quemante látigo que deja sus marcas en mis entrañas. Todas las noches me enrosco en mi deseo a la espera de que vengas a consumirme como un rito. Presa fácil de tus virtudes o perversiones, nada de esto importa. Lo que me intriga, ángel o demonio, es que al final me evites despierta, que no me quieras mientras no adormezco. 112
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¿Adónde me llevas, desfallecida y sin memoria, sin dejarme un vestigio más que el fuego que al despertar me inunda la carne entera? 4. Escenas sacadas de un corte, aún en sangre, tan invisibles como cicatrices. Agudeza de gestos imprevistos. Quiero probar tu cuerpo ahora, mientras lo extraigo del mío, deliciosa habilidad de hacer que salgas de mí empapado de gozos. Retorna un poco más, mi brujo arisco. Despedázame lo que reste. Soy tu loba exasperada hasta que me ciegues de tanto placer. Reímos de las escenas que saltan de tus mordidas y arañazos. Mi dolor también te desea, garimpeiro disoluto. Cuando me sangras bailan fuegos fatuos, y un teruteru despunta en los charcos de mi alma. Solamente, diablo de hombre. 5. Nunca pude encontrarlo, residente incierto en todos los lugares. Descreía del rigor de las formas, se entretenía en crear recetas con fragmentos de cuerpos humanos, y en mis brazos revivía los amores que tuviera con su madre. También yo tenía hambre y sed de la sangre de su alma, y nada en mi cuerpo lo acusaba de herético. 113
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Dosaba saliva en mí hasta enloquecerme. Lo dejaba morderme la nuca como si grabara allí, un testimonio imborrable de su visita. Pero el desgraciado se iba siempre, siempre, dejando mi intimidad escurriendo por toda la casa. Me atormenta la imagen de tener que matarlo para disponer de su morada cuando se me antojara. 6. Duerme conmigo esta noche. Tal vez invente un nombre para ti. Sé que hay quien desconoce cómo puede ser llamado, o quien prefiere no pronunciar jamás su propio nombre. Te toco, toco tu astilla en desuso mientras duermes, habitante feliz entre vellos, sosegada por la inocencia o por el amor que no puedo creer sea algo más que la imagen de mi preciso deseo. Si lo extirpo para que no ame a otras jamás, también me privo de él, demasiado para mí. ¿Cómo arrastrar para adentro de sí a un hombre sin que le falte todo lo que le es propio en vida? Acaricio por debajo y beso el glande dormido, mientras las lágrimas buscan otro modo de ser. 7. Antes no era así. Estábamos en el poema, elementos sobrevolando por toda la fiesta –baile de herejes y corruptos–, estábamos allí, entre 114
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ángeles borrachos imputando culpa a quien sea. Yo te buscaba ajeno a las máscaras, mi reino independiente, imaginativo. Hombre o mujer, tú eras siempre único. No te daría un nombre bíblico. Te rehaces de tus ilusiones como jamás imaginé que alguien pudiera. No quiero una mirada piadosa en mí. Tengo que matarte y no sé si algo un día explique este impulso. El dilema será siempre el medio, el recurso para desatar tu existencia de la mía. Un cáncer molestando mi amor y queriendo que te mate, sólo eso. 8. Hubo un momento en que quedé a solas contigo. Todos se habían ido y hasta reíamos, sin saber en verdad quiénes éramos: uno frente al otro. Tú eras sólo bromas, con herejías y artimañas. Imágenes se camuflaban en quimeras portátiles, bolsas de serpientes malignas. Yo sabía que no eras aquello, que había una ilusión adulterada frente a mí, no eras, no eras, no eras nada de aquello, pero era exactamente así como estabas frente a mí. ¿Cómo discutir con la vida cuando ella no muestra lo que es? ¿A quién importa la conversión, sino a los desesperados? El mundo también está infectado de mí. Somos tan extraños entre nosotros, que todos queremos un mal aislado, una fatalidad distinta.
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9. Una grieta de claridad que nunca supimos si venía de los ojos en la escena que se entreveía insultante o de la over the rainbow que el piano de Keith Jarrett afirmaba que era real. Era así: era así: mil veces buscar el mismo punto en el mismo punto. Andábamos repitiendo acordes dispersos de la existencia, afectos a las buenas simientes, creyendo en la justicia, en el poder guardado en salmos, a disposición de sellos agudos. No era sólo cómo me penetrabas. Eran plazas, la manera como el viento me tocaba el rostro y la señora que vendía esencias ya lo reconocía. Un atracadero sabía con exactitud el nombre que nunca nos dijimos. Ando por todas aquellas calles, inquieta, sin que nada explique por qué no pude dejar de matarlo. 10. Disecados allí sobre la mesa: el rostro y la máscara. Dilema minucioso de interferencias de espectros cuyo juicio no cabe siquiera a ellos mismos. Aunque el Diablo se integre a los procesos sangrientos de la Iglesia, toda la repulsa vendrá de Dios, por la presunción de que podría salvar a todos. Las opiniones sospechosas son hijas de la vanidad y no hay prueba en contra. Oíamos a Shakti, nuestros cuerpos retorciéndose en la alfombra de la sala, el vino de su saliva embriagando mis pezones. ¿De cuál obra tratábamos sino de la amplitud de esos versos, del carácter de la espátula en los colores que les revelaban 116
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los más secretos dones? No hay destino o mérito, y todo juicio deriva siempre de una frustración. 11. Tocaba mi cuerpo de oído, ninguna partitura del acaso me despertaría mejores gozos. Olor de anca, rodilla mostrándose tímida, solecismo de intervalos indecisos, flancos irónicos, reíamos de todo con él vendado y vidente de mis frescos y retablos. Y me identificaba el fondo de la aguja como si fuese su creador. Me aireaba el culo lamiéndomelo todo, rumoreando: ni Pollock o Bandeira captarían la abstracción rugosa de este pequeño centro del mundo. Y detallaba ciudades enteras con la punta de la lengua, imágenes que mi suplicio gozoso pronto deshacía en su avidez de restaurar el mundo a cada hora. ¿Cómo recrearlas ahora, deshecha la semejanza? 12. ¿Quién fue? El Diablo no lo dice. Dios no se encuentra. La vida reduce el trabajo de la prensa a un mismo lugar común. Aunque yo declare mi culpa no habrá pruebas. No hay móvil, no se localiza el arma del crimen. Estás simplemente muerto, un conflicto menos en las relaciones diplomáticas. Si hubiéramos planeado esto, no sería preciso asestarte un golpe fatal. Ocultaría tu cuerpo 117
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por algún tiempo y luego me volverías a coger, mi ángel, como ningún otro hombre jamás jamás. ¿Cuánto en nosotros consumimos amañando lo imposible? ¿Qué horrores justifican que el amor se ausente de sí? ¿Cuántas veces entonces tendré que matarlo, diablito, hasta que me identifiquen y pueda decir quién es? 13. En la bañera nos sacude la risa y ni pensamos en carnes trémulas o restos humanos empujándose unos a otros en el matadero de las calles. No estamos en el mayo del 68 o tal vez nunca hayamos salido de allí. La conspiración es hija de los puntos de intereses. Pregoneros como Dennis Arcand o Bernardo Bertolucci, comprenden la acción del puñal en la bañera de maneras distintas. Dennis vacía sus películas de los formidables tontos que todavía creen en la inocencia. Bernardo se siente atravesando una nebulosa, e impone a sus personajes una visión que al final les resulta prematuro conquistar. Cuando mi amor me mordisqueaba los dedos de los pies, en la bañera, nos acordábamos de Peter Weis, de la alucinación de la realidad representada en un hospicio, locos actores que indagaban “¿qué ciudad es ésta en la cual la carne está desnuda en las calles?” Mientras escuchábamos a Joss Stone y tomábamos un Quinta do Côtto nos observábamos: ¿cuántos soportarán todo antes de vengarse? Mi amor pulsaba mi concha sumergida y no teníamos ningún puñal en nuestras manos. “Largo redoblar de tambores”, decía él. Yo reía y llena de admiración confesaba que el dedo gordo de su pie dentro de mí era lo máximo. 118
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14. ¿En qué ciudad te encuentras? Siempre que me tocaba yo lo instigaba riendo. ¿Ya decidiste cuántos quieres ser en mí? ¿Sabes cuánto soporto, mi ángel? Tus privaciones se multiplican y casi todas son fruto de una falsa idea de justicia en el mundo. Pon tu mano justo aquí. No te finjo la humedad. Te quiero bien mimoso en la confesión, y que lamas mis escamas más desconformes. Los raros diseños de los platos de mis gozos son tuyos. Sólo no me insultes con la anatomía de lo irreversible. Todo ya se fue o aguarda su oportunidad. No hay crisis o quejas, inspiración o agonía. A los indecisos no les sobra ni siquiera un ruego, una hora marcada en la jaula en que se encierran. Yo nos veo. 15. Adoro cuando me fotografías desnuda, inaugurando ángulos insospechados. Ver mi cuerpo así doblado en elegancias y desvaríos, riendo con la desaparición súbita de ciertos conceptos, como si no más tumultos y silbidos nos arrastrasen a revolución alguna, percibir cómo escribes travieso sólo por un segundo, que no quieres construir nada, que esto cabrá un día a tu escritura o a tus lectores, por eso eres tan libre para soterrar bellezas y poner en duda el fanatismo disfrazado de armonía… ¿De qué otro modo yo leería un manuscrito tuyo al lado de la cámara digital?
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Yo siempre supe de nuestra imposibilidad, pero quise llevarla hasta el límite porque te amo demasiado. Con todo, indago si éste no es un pastiche del cine francés que tanto detestamos. ¿Por qué ahora descarnar la lucidez en busca de un palimpsesto de la miseria intelectual ya comprendida y refutada? A ningún hombre entregué mi desnudez tan sin obstáculo. Ensayábamos juntos mi deleite cuando me tomabas. ¿Tú me amas demasiado? ¿Insuficientemente de menos? ¿Y no cuenta cuánto te amo yo? ¿Quieres que repita con todo mi ser cuánto me amas y hasta sueñe con eso? ¿Y cuándo me darás tu amor? Te empujo con el pie y retuerzo tu nariz casi hasta dejarte sin aliento. Yo no quiero tener razón, pero sí que te deshagas de tus migajas de presunción. Somos sólo lo que en este instante somos. Si no comprendes esto, poeta, no tendré ningún remordimiento de matarlo. 16. Nos acostábamos hacia la película y nos colocábamos más allá de ella. Cuando estaba bien una Emma Thompson o un Sean Penn, el vino se enriquecía y las manos acariciaban nuestros pelos bajo el edredón como si fuésemos nosotros la mejor representación de cada escena. Ante una mala actuación, las manos no se contenían y rehacíamos el enredo, fuese contra los cátaros o la excomunión de algún dualismo no revelado. El amor no tiene ningún aprecio por la historia. No hay ley divina que escriba tan bien sus postulados como el chorro 120
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picante del esperma de mi hombre dentro de mí. Enmienda tus doctrinas unas en las otras de tal forma que no tengas, como precio, que ilustrar mi mundo. Sólo tu herejía apacigua y me quema las dádivas. 17. Los cuerpos [ellos] danzaban, como si expulsaran los espíritus corruptos. Desnudos con alas, ilustrados como una parábola insoslayable, cuya escritura los evitase por temor. ¿Cuántos lazos eclesiásticos fueron rotos por taras, en plumas mitigadas por la autoridad subversiva del esplendor a cualquier costo? ¿Cuál doctrina puede basarse en el descreimiento absoluto? ¿Cuántas almas constituyen un rebaño en términos de mercado? ¿Qué le cabe todavía a Dios entender antes que se sienta del todo inutilizado? Puse una sábana sobre el cuerpo inerte de mi amor y lo seguí tocando como si quisiera reavivarlo. Sólo no escondió de mí su memoria, fracciones donde el descarado dice que me espera en otra cama. 18. ¿Por dónde quieren que caiga la caída? ¿Por el puñal oculto bajo el lienzo o por el disparo de origen no atendido? ¿Por dónde matamos el amor de una forma reglamentada por la ley? El amor acaba por confundirse con todo y puede ser 121
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el serpentín de una matanza estúpida. ¿A quién me aproximo? ¿Con quién hablo? ¿Cuántas veces no actúa la fatalidad en vez de la coincidencia? Como dos amigas que cambiaran de turno en el plantón de un hospital. ¿A manos de quién exactamente muere el amor? Imaginemos un mundo tan soterrado de respuestas como de preguntas. ¿Sería más fácil amar y escribir libros menos conflictivos? De repente se me ocurre aquí que la vida nos lleva siempre a matarla. Si fuera sólo una novela y por todo lo que allí hubiera de mí, ¿qué sería derrotado sino el propio lenguaje? Este hombre que tanto amé, cuyo temblor aún siento silabeando un despeñadero lánguido por todo el ser, ¿todo él es sólo lenguaje que desbarato al final de un libro? Y si otros amores me ocurren, ¿salgo a confundir sus clamores hundiéndome en la purísima arena mística de la semejanza de páginas entre todos los libros? 122
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¿Entonces qué buscamos en tales papiros sino una perla impura de lo que de hecho somos? ¿Contaminación, sordidez, lascivia? ¿Disfraz de lo que al cabo más tememos encontrar en nosotros? ¿Un libro como un punto de fuga, semblanza secreta, ficcional al tornarse más fácil negarla? Por esto dormimos todos pudriéndonos en nuestra propia muerte. Si rebusco entre muebles, seguramente encontraré clavículas o rótulas de ese monstruo de piedra ígnea que me sacudió la existencia. Me deshacía con ungüentos de su dulzura armonizada en mis poros. Ágrafo capaz de revelarme escritos sumergidos. Si no pensé en rehacer la caída, en dejar de lado el libro, en salir a buscar sus pedazos a ver si lo recomponía como un ser redivivo, es porque desconozco cómo los despojos comulgan entre sí, si son incondicionalmente reacios, qué ideas considera cada una de sus partes acerca del prodigio de la rearticulación. Sólo ahora me pregunto si no hay ley que reglamente la muerte del amor, ¿sobre qué base restablecerlo? Sin caernos en golpes de lenguaje ¿cómo tratar de entrañas sin prevenirlas de que salen 123
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gotas de sangre de mármol y papel? ¿Y de qué sirve todo esto? Entramos en un reino oculto de lenguas que rozan nuestra piel y nos atormentan con su fuego de alusiones. Los remos llegan forjados y no desconfiamos que vamos sólo a remar, sólo, sólo a remar. Entonces ¿por dónde matamos ese amor, tapando con trapos la hemorragia con que lo destrozamos cuando ya no se podía recurrir a la difamación? ¿Representamos la caída, la grácil similitud entre lo trágico y lo cómico, el uso del puñal y la reglamentación de la ley tan sobrecargada de lagrimosos orígenes y acepciones indecisas? No hay ley para nada. En esto nos prolongamos. 19. No se alza nunca el telón. Los detalles sangrientos no pasan de improvisaciones. Unas pocas imágenes había querido retocar, pero el muerto ya estaba allí, desangrándose y sin recursos para nuevos argumentos. No me servían los vestuarios de sombras en terracota, y sus voces se escurrieron todas por el escenario. Nunca se sabe ciertamente con qué muerto se puede contar en un teatro en ruinas, cuando el oficial de justicia 124
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es a veces el único espectador. Más allá de nosotros, las víctimas más abyectas de todo lo que escribimos. ¿Seremos semejantes al rostro estriado de un demonio que no acostumbra a develarnos todo lo que somos? O mal reconocemos nuestro espíritu, o cambiamos para que no venga a dominar lo que tenemos. 20. ¿Qué planeas? El tonto ataba nudos en una correa, sentado junto al armario. Venía entonces a apretarme los senos con aquellos lazos y era tanta la dulzura que mis quejidos desafiaban la música que nos acompañaba. Y exprimía cerezas en mi pecho, sorbiéndolas como si leyese la más espléndida belleza tatuada en el abismo inminente. El aire está tan rosado en la tarde y no sabía cómo amarlo todavía más si acaso me lo hubiera pedido. ¿Quién nos toca a la puerta? ¿Qué desea? ¿Quién piensa que mora en nosotros? El amor es para ser dicho de una sola vez y aun así no voy a decirlo. 21. Cuando me senté aquí para escribir este libro, tu ausencia aún me dolía. No pude contar a nadie que te maté, ni lo que hice con tu cuerpo. El asunto es fácil de resolver, mejor que la seducción de compartir con alguien nuestras migajas de existencia. Cuando se pierde un hijo hasta se puede llevar una amiga al cementerio o decir del radio inútil, que fue simplemente tirado a la basura. Pero cuando se mata al 125
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hombre que se ama, escondiendo su cuerpo, ¿qué declarar ante quien sea? ¿Y cuando tenemos dudas de dónde está el cuerpo? ¿Y cuando no se sabe si realmente está muerto? Me dueles tanto que ya no sé con certeza qué hice de ti. 22. Los muertos se esconden por todas partes en nosotros. Reptan cuando el asunto es terreno y aprontan sus alas cuando el viento les es favorable. Al fin ya están muertos y de nada pueden servir. Que obren así los vivos ya es otra doctrina, tornada la imaginación un disturbio y la creencia una escenificación desprovista de originalidad. En una noche así tu cuerpo desciende sobre el mío y mi desnudez es tanta que la tienes entera. Es tan bueno que me penetres, que tus árboles sean pájaros y tus taperas nubes, y la flor de tu sexo sea afable en el mío y los muertos no quepan en escena ni siquiera en la memoria, pues yo verdaderamente te amo, y te quiero bien vivo. 23. ¿Eras así, mi ángel de cuántas alas? Toda la música que me tocabas, ¿era así? Bagres lascivos en sus branquias con entradas secretas, exuberancia disoluta por donde se entreveía un baño de quimeras, malicia de falos levitando en peñascos… 126
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¿Era éste tu libro? Pinturas de naufragio, relicario de árboles caídos como cuerpos celestes o un derrumbe de amantes mutiladas por los pies… Toda la fuerza humana molida por un cáncer en la imaginación, las innúmeras formas descritas deformes… ¿Estás realmente escribiendo este libro? Y todavía me quieres tu puta de mediana edad, tú con tu matanza humana disfrazada de versos, tu deplorable enredo romántico: ¿cuántas veces apenas miraste en dirección a tus pies? Y ya ni me acuerdo con certeza dónde te enterré: 24. No veo ningún policía. Nadie advirtió tu falta. La duda mayor quedó conmigo: no hay quien me haga recordar qué hice con tu cuerpo. Uno de nosotros no es más que un lapso de memoria. No es que queramos esquivarnos el uno al otro, simplemente no sé qué hice de ti. Nos bañábamos todo el cuerpo con vino, esperma, cereza, y a veces sangrábamos un poco, entre risas. Un flagelo poético que la música ayudaba a disipar. ¿Pero dónde estás ahora? No quiero con esto proponerte una ausencia erudita. Así acabarás matándome. ¿Dónde estás, demonio? ¿Dónde puse la porquería de tu cuerpo muerto? El mal de tu ausencia me sofoca. No eres más que un despreciable amante desaparecido, sórdida criatura que se niega a aceptar la muerte. Muéstrate, fealdad corroída por tu desamor… 127
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25. Tú eras todo: ¡cómo me tocabas bien adentro, en carne y en espíritu, sin separarlos jamás! La vida de nadie está preparada para el amor. La poesía, la libertad y el amor en verdad son fraudes más patéticos que la cortesía que a veces los convierte en rehenes. Coartada o simulacro, de hecho hay un programa de recuperación de herejes. Proscripta o prescripta: la tinta será siempre un riesgo. No sé si tuve un amante, si viví un loco amor y lo maté. Despierto dando gritos ajenos, como si viviese un verso de Díaz-Casanueva. Dedicarme a estas memorias, hace que me identifique con rostros iluminados por una imagen que se repite: nada sé de mí: no recuerdo con certeza lo que fui.
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7. La noche impresa en tu piel El esqueleto del viento es la vida toda Malcolm de Chazal
MAÑANA comienzo a separarme de ti. Cinco noches rotas dentro del pozo. Cinco fulgores con la cabeza colgada. El anuncio atormenta el espíritu derrumbado sobre la piedra. Oímos las voces recurriendo a las ráfagas de silencio. Ya vimos lo fácil que es viciar motivos. Tenemos que embrollar la noche impresa en tu piel. No dejemos que el dolor toque profundidad alguna, pues aún hay muchos toneles de espanto por recoger.
MAÑANA digo que no pasarás de aquí. Sabemos que no todas las evidencias son útiles. No hay quien despierte el tedio de su resaca. No llores en el meollo del infierno. No vociferes en el alborozo de salas de la penumbra. El poema a cada instante te engaña. Las metáforas conocen todos los hechizos. Tus imágenes desfallecerán por exceso de nombres.
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MAÑANA soy tu metafísica confusa. La fría sopa de tinieblas servida con arvejas y las manchas de esperma en el mantel. Tu negro corazón se parte, vaciado de su fulgor. Placeres ahumados en tu piel. Todo invisible como piedra y límite de la arena en nuestra mirada. Desierto vítreo que nos devora la carne en tormentos solares. Ninguna ley nos queda por infringir.
MAÑANA agoto tus formas sin perdón. Un rapto anunciado dentro de la espuma de las risas. Todo en ti extenuándose mientras me gozas. Las posiciones que ocupan en mi cuerpo tus esferas secretas. Someter cada forma a su vergüenza extrema. Ser bueno con la caída que se desnuda. Adoptar por principio la delicadeza en los dormitorios y otros medios de transporte. Un libro se está escribiendo mientras se descarnan ruido y silencio. Nada en ti debe codiciar la eternidad.
MAÑANA comienzo a deshacerte de mí. No me vuelvas a escribir ningún poema. Tenemos que embrollar la noche impresa en tu piel. Ninguno de nosotros se desvanece dentro del gozo. 132
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Hay desastres previstos para cada instante. Sortilegios que se confunden con la mirada decaída de un pájaro. Víctimas no se reúnen para redactar imprecaciones. Muertos jamás fueron más que muertos. Todo lo que transita entre nosotros es sólo una llaga dentro de su aparente ausencia de todo. No rezo por ti esta noche. No muero por ti. No vivo por ti. Nos alimentamos uno del otro mientras todos los cadáveres bailan.
MAÑANA tomo el testimonio de tus muertos. El sol no te adora. El día no está a tu disposición. Tus dioses no quieren sino salir en los telediarios. No somos primitivos. Somos deprimentes. Ya nadie sabe qué pasa con un esqueleto al desatar el nudo de sus creencias. Muchos ríen e indagan si la muerte será apenas esto. La vida de muchos es menos todavía y en nada tal hecho incomoda.
MAÑANA recorro tu vértigo anunciado. Porque estoy dentro de la noche y la noche requiere extravagancia. 133
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En tu mirada el pequeño pétalo distraído del destino. Amores fajados de deltas, veredas sanguinarias, indiferencias confiadas en el propio suplicio. Quiero tu susurro en mi espalda, tu insomnio en mi ansia de matarte, tus pezones recostados en mi pecho, girando, todo girando, como si aceptáramos el extravío del equilibrio que se agita dentro de nosotros. En un único verso el amor describe que sólo es el espectro de la disipación.
MAÑANA estreno la sangre de tantas muertes. No hay cómo evitar la risa ante la reacción del público. El enredo se pone a reír como una colección deshecha de enigmas. No sé cómo este secreto vino a parar a mí. No me confieses nada que no puedas recordar. Este vértigo me es del todo desconocido. Y no solamente senos, omóplatos, miradas: no había límites para lo que se pretende fuera de lugar. El valor intrínseco de cada cosa desapareció. Entre bastidores los personajes remiendan a los modelos. El teatro sabe que no puede parar. El público se recrea con un enigma estupefacto en las manos.
MAÑANA caigo de tu boca cerrada. No hay acuerdo o silencio advertido.
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Simplemente caigo, sin que facción alguna asuma el hecho. Declives en la vida del ojo, cadáveres encerrados en el gozo, efectos ordinarios. Ronquidos del insomnio, lenguajes trotando en busca de una imagen deshecha, tatuajes boyando en el fuego. Un pequeño vacío se dilata. Que el viento no me venga con su reseña de espantos. Tu silencio requiere más que un meneo de espinas.
MAÑANA huyo de tus previsiones. Es ingenuo pensar que los ojos del verdugo se henchirán de lágrimas. Los dioses no conocen otros soles que aquellos que les dedicamos. Los verdugos no tienen ojos. La vida no nos rinde homenaje. Yo planeé todo para estar aquí a las tres de la tarde, pero un rumor, la droga de un rumor que se derramaba por el engranaje de mis salmos, no me permitió alcanzar edad suficiente para perderme en ti.
MAÑANA trato de disipar tus suspiros. Los vicios nos tornaron tan pensativos. ¿Reparaste en que hay partes tuyas que jamás se moverán en mí? Yo no estoy aquí.
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Yo no vigilo el monstruo que mantenemos a orillas del fulgor. Tú me destierras con tu amor. Tu belleza es un descubrimiento mío. Ahora no sé qué hacer contigo, y me enfurezco por no saber cómo echarte de aquí.
MAÑANA comienzo a desaprenderte. No es mucho para quien ni siquiera sabe tu verdadero nombre. El paisaje se torna opresivo con tantas piernas que no saben cuándo deben ser crueles. Hay atraso previsto hasta en el compás de la perversión. Si hay una verdad, hay que evitarla. Tenemos que embrollar la noche impresa en tu piel. Los ojos nos llevan de un piso a otro. Contamos entre los vivos cuantos tornaron posible la tragedia que nos atemoriza. Y los perseguimos como si no hubiera espejos en el mundo. Estamos ahora en un piso secreto donde no podemos ser identificados. Tu muerte no cabe en mis brazos.
MAÑANA decoro tu ausencia. Tú eres mi belleza rehecha en cenizas. Yo soy la caída rutilante de todo cuanto había en mí de tu amor. 136
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Y ahora nos entregamos a este aire pensativo con que denunciamos todo lo que despreciamos en el otro. ¿Por dónde cae la piel? Aún estamos aquí, sin embargo. Escucho el batuque de las ropas deshaciéndose de su morada. Un poema puede salvar la imagen decadente del amor. Nunca nos movemos por debajo de la neblina de tales absurdos. Un suspiro alimentando otro sin que ninguno buscase significado siquiera para sí mismo. ¿Cómo saber cuál de nosotros insiste en esto por creer en algo? Somos llevados por rumores. Es el gran ritual que alimenta las vísceras de toda metáfora. Ruidos, murmullos, cuchicheos. La vida no es más que esto.
MAÑANA reparto las carnes extraviadas de tu desamparo. Ya no estarás aquí y las ruinas apenas se distinguen entre rostros ausentes. Debes recordar cuándo aprendimos a desconcertar golpes. Es como salir a petrificar nubes por donde se pasa. Aquí no pasará nada. Conocemos los atroces enigmas incapaces de denunciarnos. Tu propia risa se manifiesta demasiado antigua. Fuimos perdiendo la noche dentro de archivos citados. Ni siquiera el infortunio mantuvo el color original. 137
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MAÑANA salgo de aquí con algunos trazos ocultos. Convulsiones desmenuzadas dentro de la estación cerrada. No me tienes bajo tu ropa, pero sabemos que las circunstancias nos convierten en idiotas. Seguro habrá un espejo en que me puedas matar. Cortar los pies de la imagen para que tengas descanso. Sustituir la esperanza por escalas más bajas. Las víctimas se delatan por su palidez. Reducen la vida a una lista de imperativos. Los violines no pudieron venir para la cena. Asimismo morirás.
MAÑANA deletreo el misterio de tus flores. No se sabe cómo esta vigilia pasó a creer demasiado en sus méritos. Muchos crímenes se confunden, en sus inconexos motivos. El cuerpo permanece muerto. Las pistas tornan la supervivencia atractiva. Vestigios se deleitan en trazar planes de fuga. Tenemos que embrollar la noche impresa en tu piel.
MAÑANA trato de que regresen a sus lares los fantasmas de todas esas noches. Muchos sueños ya no saben qué hacer de sí. Imágenes se atropellan en busca de soluciones artísticas para su abandono. Un libro así jamás quedará listo. Tienes un mal poema dentro de tu alma. 138
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Ahora que no sabes nada de mí, puedo confundirte para toda la vida. Solamente se ahogan los profetas que saben nadar. Los conceptos se sirven en una misma pasta de agujas. No estarás aquí en tu día más solemne. Y todos tus recuerdos serán viscosos y maldecidos. Yo me inundo de ti, de donde extraigo los sonidos que me ilusionan con ser tu propia sombra.
MAÑANA hago las reparaciones en la inundación de tu ser. El dolor tiene que saber que duele. La ilusión, que hace germinar un jardín de gavetas. Dondequiera que surjas, habrá siempre un reloj diciendo: espero. Por cualquiera sea la víscera que el mundo se extinga: espero. Tu muerte contemplada mil veces dentro del ojo de un fósforo: espero. Por infinitas horas la tempestad agónica de la misma tecla. El libro ya se fue, nadie lo pudo leer. No nace nada aquí. Tenemos que embrollar la noche impresa en tu piel.
MAÑANA tengo que cumplir mis promesas. No nos vamos a pasar toda la vida así. Creaste un secreto conmigo y esto me atormenta. La realidad no es una abstracción tan peligrosa como creen 139
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los poetas. Entrenar parricidios delante del espejo. Descreer de abismos dispuestos a todo. También Dios envía billetes anónimos. La fe no trampea menos que los relojes silenciosos del enemigo. Todos nosotros somos enemigos. No se puede concluir un poema así. La tierra gira. La inocencia se alimenta de sí misma. El engaño la fortalece. La inacción domina todos los escenarios. El hombre no cree sino en el mañana. A cada instante repite: mañana. Mañana:
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8. Autobiografía de un truco Esta es la muerte. Pero, ¿desde cuándo la vivo? Doug Moench 1. La ciudad se mezcla por dentro con todos sus vestigios. Es de noche y somos sus fuegos tentaculares. No hay salvación en la bonanza, se oye a lo lejos. Entonces, no hay salvación en parte alguna. Ni tiene sentido esperar que pase la tempestad para sentirse a salvo. Este sentimiento no es más que una estratagema para mantenernos apegados a la vida. Es como embarcar esperanzado en un último tren hacia Lost Paradise, dondequiera que esté tal destino. Poco a poco nos fuimos expulsando de nosotros mismos, barriendo lo que nos queda, cenizas para un destierro de la memoria. Frecuentamos extrañas ciudades: el empleo, el sexo, la mecánica social en sus latitudes inconexas. Es preciso un grito de sufrimiento para renovar las tinieblas. 2. ¿De qué se resiente la realidad, si el hombre la alimenta tan bien? Le da una ración diaria de ilusión en cuotas que superan sus reales necesidades. Es cierto que demasiado cuidado en proteger la realidad puede ocasionarle disturbios de personalidad, una suerte de baile inestable en 141
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los rasgos típicos. Pero el hombre no cree en esto, y ni de lejos desconfía que la realidad ya no está a su disposición. Ninguno de nosotros sabría afianzar tal vuelco, aunque unos pocos perciben que algo de la realidad anda por ahí en desacuerdo con lo que se espera de ella. Tal desarreglo se estimula en libros de aforismos que se reproducen a tal grado de extenuación que en seguida se vuelven patrimonio del buen orden de la realidad. En medio del torbellino de esas máximas una pasó por completo inadvertida: no hay nada más insoportable para la realidad que ser tratada como tal. 3. El cuerpo de la escritura se deshace en mis manos. ¿Arte es descomposición? ¿Qué creencias tiene el artista en nuestros días? ¿Qué idea se hace de sí, mientras crea como si devolviese algo a su dueño? Cuerpos cercenados del lenguaje que provee los temores de primer orden: poder, poder, poder –en copias siniestras de un miedo clásico: perder la razón. Mas si ya se deshizo del motivo, de la ciencia, del argumento, ¿qué clase de razón aún cree conservar en sus entrañas? ¿El principio de ese arte no sería más que un marco, en que lo real es deformado para caber en su medida? Claro que no. Así le estaríamos devolviendo causa, enredo, juicio –todo lo que más teme el arte.
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4. De noche busco refugio en tus ojos. No recuerdo si pasan las horas. Es siempre difícil encontrarte, porque ya no estás donde la noche anterior. ¿Por qué son huidizos los abrigos? Tus ojos me protegen del mundo, hasta cuando me miras como una muerta silenciosa. Todos los riesgos danzan y no se puede morir sino cantando. Pero cuando te busco ya no estás. ¿Qué amparo pretendes, si encontrarte es tan delicado como morir? Siento tus dedos descifrando la muerte en mi cuerpo. No protegí el refugio como debía. Hay una nueva noche encantadora y distante de ti. Mi mirada atenta al toque de tus dedos. Ya no busco sólo placer en el espejo. Me recorro indefinidamente, por donde andes. No importa la distancia: nos escribimos, uno en el otro. 5. Hay un reflejo móvil que te expone en ángulos diversos, siempre que te busco, como si no fueras sino una destreza del arte. Uno de esos síncopes de la imagen llega a sugerir que somos permanentemente recreados por lo que hay de más vulgar en nosotros. Y otro se distrae en recordar la infancia, cuando era el centro de toda la tormenta creativa. El cuerpo se desploma por abismos desiguales. Por más que nos ocurran otras vidas, nos asusta la crueldad con que el hombre se deshace de sí. La memoria sangra las imágenes mientras ellas se afligen por tantas ansias. Lo que antes era apenas movimiento ahora es una agitación despedazada. En una ojeada, se amotina un aluvión de vértebras. Al pasar las 143
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páginas del mismo espejo, ya me veo en trapos embrionarios. ¿Seré sólo reflejo o en algún momento tocaré la materia de eso en lo que me deshago? Ah pero cuántos quieres de mí ahora…, parece preguntar el milenario fantasma manifiesto. El huérfano no soy yo. No necesito esconderme detrás de la memoria. El patio está repleto de niños que juegan con pedazos del arte que se cree la suma de todo aquello con que nos destrozamos. Que alguien venga a alimentar este espejo. 6. Recoger el arte abandonado, y darle cuidados mínimos, aun fuera del tiempo. ¿La realidad enloquece al arte? Frente a un crimen pasional –esa perla del falso amor– ¿cómo reacciona un poema, un film, una escultura? ¿Con cuál arte me siento preparado para enfrentar el pasado? Aturdido, hambriento, avergonzado, el artista deambula por recintos de su espíritu donde no tiene cabida la ley de las proporciones. Se disocia de sí sin comprender lo que está en el otro extremo del ser. Adicto al petitorio, vegeta sin la caridad institucional. En busca de su cuota de esplendor. ¿Cuántos conocemos: músicos, poetas, pintores? ¿Qué oblicua relación con la realidad ellos evitan? ¿Habrá un asilo para los que abandonan el mundo? ¿Darles guarida? Entonces ¿de qué está hecho el arte, si no de un duro conocimiento de las escarpas más dilacerantes de la existencia? ¿Prestar asistencia a los que se dejaron enloquecer por la realidad? Farsantes, ególatras, disolventes, ¿serán todos recogidos bajo el amparo del Estado? ¿Una maniobra insospechada? No, un gran ojo. El arte no va en verdad a ninguna parte, solo. 144
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7. Hay un momento en que el crimen es traicionado por la víctima. No por inesperada perfidia o por el creciente deseo de saberse más allá. Cuando menos se piensa, la víctima desiste de su personaje. Se trata de un muerto sin convicción alguna. No puedo morir en su lugar, representarle la trama final. Puedo dar crédito al hecho, fardo o mito: pido sólo un muerto más convincente. ¿De qué voy a morir en esta muerte, al final? Con tantas pérdidas esparcidas por la vida –ilusorio escenario donde actúa la verdad– ¿por qué me aferraría a una tan débil? ¿Quieren una víctima de la muerte anunciada? Pues que me den un buen motivo, un precio por el que estén matando con convicción, y entenderé cuánto valía y castigo se confunden. No diré jamás: fui solamente un actor. Todos sabemos la realidad de esa ficción. 8. ¿La lujuria de la escritura reside en su falsificación? La memoria es una notable instructora de falsarios. ¿Cuántas señales traigo en mi rostro de aquel que realmente soy? Todos nos vemos en el espejo como un oponente. La idea del otro está ligada a la adversidad. ¿Quién trataría de imitarse a sí mismo? ¿Entonces no soy más que una falsa 145
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interpretación de todo cuanto deseo? Las emociones sacan punta al lápiz y dejan escribir. ¿O será la razón quien aleja de sí su verdadero sentido? No siempre es fácil saber qué es el desamparo. La escritura se debate entre lo que sufre en sí y lo que sufre de sí. Bien mirado, espejos no son más que frescos. En muchos casos no designan sino dilemas impropios. ¿Qué clase de rostro alguien imagina tener antes de mirarse en uno? ¿Videncia o evidencia? ¿Uno u otro? ¿Cuál duda dar por cierta? Hacer análisis, amar al prójimo, tratar la vida como un epílogo sin fin, son trucos influyentes, cuyo enredo alimenta la poca distinción que hacemos de nosotros. ¿Cuántos autorretratos no son más que un espejo empañado? ¿Quién se talla tan bien a sí mismo al punto de permanecer en lo que es? Tal vez un serial killer de toda la ilusión de ser. La vida nunca fue realmente un lugar indicado para hombres comunes. La escritura sofoca, pervierte, molesta, su resultado es pavoroso e inconcluso. Sin embargo sin su lascivia el hombre jamás consigue comprender las capas de maquillaje que le vuelven el rostro más compacto. Un fantasma que danza y se castiga por amalgamas no reparadas. Nadie sabe dónde está. Los espejos miran siempre en dirección contraria. La escritura es sólo una costumbre. 9. Excavar por todo el arte. En busca de las víctimas de la prestidigitación y del azar. Dilatar el paisaje de los cuerpos hasta que se tenga la medida más impropia de los desastres. ¿Cuántas son las muertes que se repiten en cada túmulo violado? Objetos devorados por la ausencia de sombras, 146
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deshechos en sí mismos sin reparación. Voces encalladas en las vísceras del tiempo, sangrando señales que mal leídas resultan en una retórica de dilemas. Si el mundo camina a largos pasos descuidados, cuidar entonces que no le falte tierra bajo los pies. Afrontar el orgullo tosco del vacío y decirle cómo la dispersión lo está matando con sólo un jarrón de gritos mal escritos. Buscar un sentido en el otro, en los demás. Lo planees o no, todo tu ser se arrastra dentro de ti. Evolucionamos por galicismo. 10. Las escaleras se desmayan sueltas como si no se dieran cuenta de la caída que representan, se esculpen el perfil de una nueva vorágine o simplemente embarazan la memoria de quien no sabe cómo esbozar una falta. Las escaleras son poseídas por una inclinación natural cualquiera y tienen pesadillas con tumbos famélicos. Se despiertan en mitad de la noche con el viento dilacerando sus costillas. No dan un paso sin confundir cielo y tierra. ¿Cuántas veces no nos desilusionamos ante el mapa perdido de lo que suponemos que jamás nos encontrará? Dispuestas horizontalmente las escaleras degustan una entrada de brújulas. No distinguen entre fruto y hurto. Somos furtivos en los mínimos detalles. Y nuestra gran invención es la indiferencia. 11. La llave del sexo no es lo que se escucha en las brechas del deseo. La llave del sexo es un torbellino que encrespa toda el alma. La llave del sexo no es la grieta donde suponemos 147
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caber. La llave del sexo es lo que no se abre y cierra. Nunca se sabe cuándo ella dirá en un susurro: yo sé cuánto tu cuerpo cabe en la noche. La llave del sexo no es una partitura, ni se vislumbra en mercados. La llave del sexo en nada se asemeja a una quemazón de hábitos. Mi corazón se agota a la menor señal de tu deseo. La llave del sexo no escribe billetes de amor. La llave del sexo está al alcance de cualquiera. He ahí su imposibilidad. 12. ¿La inclinación es una declinación? ¿Un enfermo de caídas acaso es alguien que anda sufriendo una sobrecarga de deseos? La vida camina por dentro de nosotros de innúmeras maneras. Hace frío este mes, hay guerra en aquel país, una feria del libro, una escuela cerrada por falta de profesores, la muerte de una novia, la caída de un gobierno, el niño encadenado encontrado en un túnel –muchas cosas no salen en la prensa. Toda realidad es periférica, y con ella nuestra visión del mundo. La inclinación es una falacia intelectual. Ningún poeta quiere ir a dar clases a una escuela primaria en el interior de la Amazonia, pero todos critican la política educacional del gobierno, cualquier gobierno. Por su parte la declinación es una falacia institucional. El Estado, cualquier Estado, trata a sus artistas como muñecos de feria. Parece fácil decirlo así. Ha de haber una tercera cara en esta moneda. El dilema es que ninguna de las partes toca en el asunto, lo que nos lleva a pensar que la declinación es una inclinación o al contrario…
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13. ¿Qué lleva a un hombre a esconder algo de sí para que un día él mismo venga a encontrarlo? ¿Y qué lo lleva a pensar que aquello que esconde de sí es lo que de mejor tiene? Si no, ¿por qué entonces ocultarlo, preparando la gloria de revelarse un día delante de todos? ¿Qué lleva a un hombre a dilacerarse para llegar a ser el único que lo rescate en otra ocasión? ¿Qué especie de crimen merece indulgencia cuando el ejecutante lo constituye en una anulación transitoria de sí mismo? ¿Qué vuelve el cuerpo de un hombre inhabitable para sí mismo? Una noche de lluvia, la ciudad recogida en sí misma, un hombre dejando que lo funesto se instale, conduciendo el auto hasta un barrio apartado, allí excavando la tierra y depositando fracciones del cuerpo. Un hombre con una pala y deshaciéndose de sí, guardándose para que algún otro día, ya de sol y ya no a las escondidas, sea escenario del reencuentro sorprendente con los pedazos extraviados. ¿Qué era una noche de ésas? ¿Qué llevaría a un hombre a buscar una afirmación de carácter basada en la negación del mismo? ¿La misma pregunta siempre? ¿Hasta qué punto nos engañamos creyendo que son distintas? Un hombre arrancándose un brazo, un hígado, una idea, ¿es posible que esté dispuesto a todo, al punto de abandonar la noción de la propia existencia? ¿Qué hace que a un hombre le importe la vida a punto de flagelarse para probar algo? De aquella 149
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noche, ¿lo que leímos fue una nota en la prensa, la noticia de un arqueólogo japonés que fue sorprendido ocultando piezas que luego serían excavadas y descubiertas por él mismo? ¿Qué lleva a un hombre a desesperar de su autoconfianza? ¿Cuál rueca me hila aquí adentro mientras improviso cantos del dolor humano? ¿Cuál desfallecimiento nos agarra con tanto ahínco? ¿Será él un asesino de sí mismo? ¿Por dónde estamos dejando de ser? ¿Qué chances todavía? 14. ¿Habrá un verbo dentro de otro que lo contradiga? ¿Una locución de engaños que acuñe monedas de una sola cara? ¿El vestigio del dolor acaso no será dolor suficiente? ¿Por dónde nos deshacemos de la astucia de la memoria que porfía en doler? Voces grabadas bajo tortura no son enigmáticas: son sólo dolor, el dolor más sangriento y dilacerante que se pueda imaginar. No están dichas en otro idioma o de atrás para adelante, como si fuesen registros demoníacos candidatos a exorcismo. ¿Cuál será la tercera orden menor de la desesperación de quien sangra bajo tortura? Para nosotros que asistimos a todo impasiblemente ante el telediario, ¿cuánto exactamente duele la memoria disipada a cada nueva edición diaria? 150
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Si tortura es sólo lo que se siente, estamos dispensados del dolor. Que la memoria se calle. Nada nos duele. No necesitamos saber nada. Dios se instala en el más absoluto vacío y el Diablo vive sólo en la choza de la memoria. Traten de no acordarse de nada, y todo estará bien. 15. Cuando un penitente embiste contra sí mismo no es exactamente para librarse de una tentación externa, sino del infierno que hay en su íntimo. El hombre es fruto de lo que crea en su mente. En la realidad, el mundo es muy simple. La exploración del deseo es lo que da oportunidad a esos monstruos tan hábiles. Y a nuestra idea de catástrofe le encanta ver el eje dislocado, de un día para el otro, en un telediario cualquiera. Víctimas aquí o allá, pero siempre víctimas. Las víctimas no son reales. Sólo el telediario es real. 16. Ni bien la carretera vacía nos interpela: – ¿No hay nada por detrás de lo que ves? ¿Con qué explicas tu ausencia de ti? ¿Cuál es la forma de tu abandono, si no comprendes el revés del mundo? Peces que también son agua y noches silenciosas de la pesca como describen sus vísceras… ¿Cuántas almas 151
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perdidas están presentes en tu vida protegida por lo visible? Alguien cercado por los santos no es un bendito sino un ciego. Sin la ferocidad de la duda no encontramos paz en aquello que somos. ¿A qué clase de infierno condenamos a los enemigos si no creemos en esto? No hay una carretera vacía. Lo que vemos aún no despertó de su ausencia. 17. Tu figura me escapa, como un labio asustado por el toque, un tendedero de sueños cuya apariencia no se deja imprimir. De un momento para otro la memoria improvisa su ruina, y tu figura me huye. No sé adónde me lleva y dudo que llegue a saberlo. Te busco en toda mi piel, me toco en lugares vacilantes y un lapso de dolor me dice que ya no estás. Es una rara manera de percibir la ausencia del amor. Por impreciso que sea el tiempo, algo me dice que estabas aquí ahora. Sin embargo tu figura me huye. Hace poco toqué tus pelos en un regocijo desbordante y reímos de tu desnudez vagando por los límites de nuestra mirada. Sabíamos que el amor fue excluido, por todas partes, extensos corredores de naufragios y desamparos. Ya no se puede hablar de amor. E incompatibles con el propio tiempo reíamos dentro de 152
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una desnudez que era el propio descubrimiento del salto, del abismo, de lo inesperado. Sin embargo ahora tu figura me huye. Sin que ya nada en mi vida se interrumpa. 18. El cuerpo es siempre un cuerpo del delito. Donde esté, inerte o actuante, evoca el encanto de los siete velos: avaricia, gula, envidia, ira, lujuria, orgullo y pereza. No hay pecado sin cuerpo. No hay seducción sin crimen. ¿El arte es un pecado de la experiencia o un crimen de la inocencia? Tornar a Adán un seductor no despoja al cuerpo de su crudeza. El arte es la arena de la muerte, de la transfiguración, de la resurrección. Anfiteatro donde vaticinan los señores de la simulación y sus máscaras: soborno, traición, peculado, populismo, prostitución, celos y tortura. ¿A qué puede ser condenado un arte desnudo y arrojado al piso? Desde el principio más remoto, millares se dedican a componer el mismo escenario: el cuerpo del delito en busca del semejante. El hombre jamás quiso ser diferente. El arte –casi siempre el peor arte– es lo que nos iguala. 19. No sé dónde guardo tu cuerpo. La mímica turbulenta de sus conflictos me llama la atención con el rechazo a permanecer donde está. Extrañas figuras irrumpen de sus bolsillos, espejos transfigurados que deletrean mi asombro. Me inclino a buscar un disfraz, para que no perciban las palabras 153
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a las que induzco a que me encuentren algún otro refugio para tu cuerpo. Pero todo ocurre muy lentamente. E incluso espejos así tan jóvenes saben captar dudas y ansiedades. Me hacen entonces prisionero de una pantomima, y releen mis reflejos en la penumbra de la tarde. Destacan las obsesiones y algunos comprenden que todo no es más que una secreta afinidad mía con tu cuerpo. Discuten entre sí, mientras me siento envilecido por la tregua. Según parece el mundo es un extraño lugar para espejos indecisos. 20. ¿Cuántas noches llueven sobre tu piel? ¿Cuántas pérdidas aplazó el azar para que estés aquí una vez más? Tus manos tiñen con avidez los rumores en mi pecho. ¿Cuántas noches la escritura es la lluvia que pesca sus acordes en nuestro abrazo? Transpiras una melodía de árboles en cúmulos que son el principio de tu entrada en mi ser. ¿A qué me conduces, cuanto más alta la caída de tus aguas? ¿Cuántos idiomas pernoctan en la caligrafía del abismo? ¿Cuántas voces describen la noche como la vestimenta torrencial con que me desvistes? Ah el esplendor de tus labios líquidos que se mezclan con el habla de todos los ríos. Es el crujido más lúbrico del silencio. ¿Por quién hablas? ¿A quién me sobrevives? El amor es desconcertante como una puerta destrabada en medio de la noche. ¿Pero cuántas llaves llevas contigo en el enigma de peces con que transitas por mi bonanza volcánica? ¿Cuántos míos tu piel destapa? ¿Cuántas veces amar el amor antes que el amor resurja? Esto no tiene fin. No puedo quejarme. 154
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21. Fui atrapado por tus fulgores. La noche pulía sus huesos para el gran estreno. Fetiches descarnados anunciaban la entrada en el delirio. Estabas vestida con una piel inagotable en sus caídas. Un clímax de ruinas que hacían de ti el despojo más codiciado del ritual. Y tu voz en la celebración de las imágenes, gravitación de enigmas voraces, la mirada concentrada de todos en tus palabras, representación convertida en sombras de los sentidos que buscabas reproducir en tu lectura. Oírte así, mi amor, me transformó en un trotamundos de ti, el teatro repleto de tu voz, copa vaciada del silencio a tu espera. Sin embargo el escenario repleto de vicios, los crímenes litúrgicos, las víctimas disecadas, el explícito canibalismo… ¿Cómo pude amarte tanto, en un segundo apenas, y de inmediato ser devorado por el terror de tu presencia? La trasgresión es fascinante también para aquellos que tienen por profesión evitarla. ¿Quién se atreve a separar en el arte lo que es clemencia de lo que es bestialidad? Distinguir dulzura y salvajismo en tu voz, ¿de qué sirve? Cuido de todo con discreción. Espero que todos vacíen el camarín y ruego por tu confianza, que me dispenses de las esposas. Sin embargo camino de la delegación de policía todavía me pregunto –no a ti, no a ti– qué diablos hicimos para volver esto posible. Y parece que a nadie más en el mundo le importa.
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22. ¿Cómo expresar lo que se piensa en medio de un desánimo tan organizado? No es lo que pasa ahora, en una u otra parte. Sino la manera como creamos falsas ilusiones. ¿Por dónde detenerlas? ¿Cómo aficionarse a ellas? ¿Qué nos quieren decir? Por más que se lo niegue, la realidad está basada en hechos reales. No es la humanidad lo que me duele, sino su circunstancia. Un hecho aislado es toda la vida, sin embargo no creemos en hechos aislados. Una carnicería, sí, ya comienza a despertar interés. Pero hay que esperar mucho hasta que la vida se confunda con la humanidad. Estamos siempre a la espera de una prueba, por grande que sea la indignación. 23. La realidad despertó muy temprano, decidida a irse a alguna parte. Todavía a medio vestir, desamparada como materia viva, buscaba un espejo donde reconocerse después de una noche de golpes ocasionales. Los reflejos se embarullaban todos y una súbita vacuidad se apoderó de ella. Toda la creación giraba a su alrededor, con las sombras felpudas, las pérdidas irreparables, el azar abandonado, amores traicionados, lacres de ganancia, homenajes fortuitos, pare-cía que nada había salido bien en sus planes. ¿Habría sido un truco? Sí, mi reflejo no pasa de un truco, una frotación de trucos. ¿No te sientes bien así? ¿Cómo prefieres?
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24. Rumores de tu cuerpo: un laberinto de santos que recibo mientras me besas. Naipe de asombros en la lujuria con que me visitan: la devoción de tus senos. ¿El misterio se inclina como flores anónimas o confidencias sitiadas? Una voz me dice que los vicios carecen de mapas: ángel fingiendo amarme en tus labios. Simulas otras entidades al compás de mis dedos en tu piel: todo un teatro de proverbios. Un poema que arranque los ojos del tiempo [me pides]. Del otro lado del éxtasis la miseria de la palabra. El fuego se extiende, violado por lugares comunes. El desorden de los santos nos sorprende en pleno gozo: me embreño en ti, no nos importa quiénes somos. De espaldas al mundo, no le damos la menor importancia al juguete que somos. 25. Una lámpara enciende tus senos dentro de la noche. Nunca sabemos a qué hora un alma desconocida se deja iluminar. Tocar la noche entera nos puede llevar de vuelta a casa sin un pájaro, un fuego fatuo, un abuso del azar. Pero quiero morder estos senos mientras la música me acaricia por saberla tocar y me dice: no es la música, es la noche que me despiertas en cada acorde. ¿Habrá una identidad que no sea arbitraria? La noche se encarga de todas las imágenes del deseo. No hay caricia bajo la luz del sol. Aunque sumerjas tu desnudez en líquidos papiros ellos serán siempre nocturnos. En pleno apogeo solar el amor será siempre nocturno. ¿Pongo tu mano en mi sexo y me preguntas de qué quiero convencerme? Tus 157
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sueños no se reflejan tan bien. Tal vez debas tocarme con mejor anhelo. Las hablas son irreconocibles. Tanto solfeé esta música que ya no existe. Tropezamos en los destinos más errantes. Tal vez tengamos la misma imagen amorosa en suspenso: la música que tocamos en el cuerpo de nuestros amores. Pero ya no estás conmigo. Tus fantasmas saben de ti mejor que yo. Es bueno que las voces se confundan, que la noche se deje congestionar de sombras. De otra manera no me buscarías en una lámpara, reminiscencia de un poema, en la punta de tu lengua en mi seno. 26. ¿Por qué lo inesperado llega siempre por el otro lado? Crece en nosotros la floración de lo visible. Un vicio de números como el anuncio de un parto. Dirás ahora el estímulo planeado. La espera disgrega despacio tu ecuación existencial. A duras penas reparas en que la circulación de ansiedad ya no descifra el simple efecto físico de la sombra. Ya no sientes nada íntimo en ti. Sólo un dardo del azar explora el cansancio en tus venas. Refluyes hacia donde no hay más escritura, tal vez movida por la creencia de que el mundo es una cosa mental. Esta metafísica de fácil combustión emperró el deseo, que ahora se niega a corporizar cualquier idea. Grafitis se desparraman por las calles: infinito es lo que no puede ser escrito. Ya no llegas a ti por ningún lado.
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27. No había nada dentro de la noche: túmulo, éxtasis, sexo mordido, luz esquiva, pasión emboscada, un triste suspiro fuera de órbita. Ciertas noches se multiplican de pie sobre la extensión de sus propias formas y no nos dejan entrar sin que vaciemos los bolsillos de la ilusión. Por más que vaguemos por allí no hay nada: memoria molida, desengaño, lujuria ahogada, dolor, una tensión mínima que ligue un desastre a otro, al menos que asuste sin motivo alguno, ningún disfraz de límite. ¿Cómo soportar algo que no va más allá de sí mismo? ¿Pero cuántos hemos ido? Tallar sombras es una frustración del arte. No se desnuda lo otro, nada se disloca, de caída en caída, silencio en silencio, vacío en vacío. No veo nada de mí en mi tiempo, dice el tallador, al toser y victimarse por dentro. El arte nunca acepta la propia avería. Sabemos que hay fantasmas suficientes para que ninguna noche se sienta sola. Para muchos el espejo no es más que un muro.
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28. ¿Dónde van a parar las patas caídas de una vieja mesa? ¿Habrá un otoño para las flores de plástico? ¿Dónde invernan los animales rellenos de paja? ¿En cuántos tropiezos el hombre explica lo que pretende de sí? Por una única razón estamos cada vez más distantes de esas respuestas: no tenemos que responderlas. Se trata de una subversión en la mecánica de la duda. Y una obsesión por escudriñar el misterio. Sí, aunque muy confusamente: ¿por qué indagamos sobre todo? Veríamos entonces que no, que estamos viciados por media docena de inquietudes. ¿Cuáles son los recursos estilísticos del centinela? Las aflicciones aumentan a medida que la esperanza nos distancia de lo que somos. ¿Qué pregunto? ¿Qué respondo? La locura se divierte con esas confidencias aturdidas. La moral y la justicia se basan en ese juego. Nada más irrestricto en el hombre que la ignorancia. 29. La casa calle abajo en su tránsito de esquinas, imagen adentro de la caída. Por dónde la calle la lleve, en su levedad de asombro caído, la casa me lleva consigo o me confunde en su levitar. Pero también allí muy dentro de mí la tengo, en las entrepiernas de la morada soñada, anzuelo de búsquedas que no se desprenden de sí mismas. La casa en su montón de caprichos únicamente persigue el itinerario dentro de nosotros que lo trazamos como un plan de fuga. ¿Nómada sofocado por la revelación de la tierra perdida o aventurero saltando de casa en casa sin percibir que siempre 160
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es la misma? ¿Quién habita esa traslación? ¿Quién es el transporte, quién el victimado? ¿Habrá un lado de afuera? 30. La muerte es una estatua Francis Picabia Hacia donde vamos nada tiene principio. Una mínima noche se agota en sí misma. Toda historia se desvanece con el poniente. Caminamos por las calles de un desierto donde el silencio no se enfurece con la ausencia de memoria de la inmensidad que se ocupa de nuestros gestos más fugaces. Tú no estás aquí para decir que siempre me amaste. No hay nada más desconcertante en el olvido que los rumores de otra existencia. ¿Cuánto de lo que jamás fuimos cargamos dentro de nosotros como una señal de indiferencia? Apenas pronunciamos los vislumbres de la identidad. Hacia donde vamos ninguna imagen nos reconoce. La neutralidad absoluta en todos los idiomas. No me esperes para romper el lacre de tus inquietudes. El infortunio transita como una ofrenda insospechada. Todos somos las piedras marcadas de un juego que no se completa. La morbidez ama sus luces decaídas. Leemos complacientes las crónicas que nos encharcan de verosimilitud. 161
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La realidad no tiene la menor idea del papel que desempeña en nuestras vidas. Seguimos camino a un lugar donde el caos se rehace considerando la averiguación de los hechos. No me revelarás nada que yo no tenga claro. Libre de los destrozos sentimentales. Libre de los pronombres personales. Nos alejamos de la clandestinidad ciudadana en que la ficción nos vició. No hay lugar para lo que no sea la blanda arena de la escritura de los misales ante el bostezo del mar. Lo que hay de lícito en la belleza no depende de su edad. Mi angustia quiere estremecerse en tus manos. Corta el cerco. Rasga el bloqueo. No tienes que estar aquí. No puedes amarme de esta manera. Hacia donde vamos nada será demasiado. Soportarás el mundo absolutamente correcto en descripciones de caminos que no se repiten y ansias al fin concretadas de no volver jamás a tocar cualquier asunto. El amor estará muerto cuando deje de repetirse. No recordamos un engaño cometido ahora. Ni sabemos lo que es cierto. Es posible que un día un poeta haya escrito que la muerte es una estatua. La ficción se convirtió en la única convicción de que la realidad no puede ser molestada en sus caminos sin ningún principio. 162
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No me amaste hasta aquí sólo para escribir un libro. No tenemos ninguna idea precisa de lo que somos. 31. Hay un modo de caer que el abismo recrimina: cuando la caída se inscribe en un torneo. Como si el infortunio cobrase agio por su desaliento asistido. El hombre ya no soporta ninguna clase de padecimiento propio. Que toda la agonía sea ajena y las entradas facilitadas para evitar colas y el apretujón de alguna infelicidad fuera de curso. ¿A quién más le importa si la verdad le falta, si hay un precio de ocasión para todo? El abismo entonces que se adapte a nuestro nuevo medio de vida, con altísimas promociones en el negocio de las caídas. 32. La imagen presa en el baño. La puerta trabada de una residencia solitaria. El azar no deja testimonios. Si hubiera una ventana alguna demencia podría lidiar con el tirador a la espera. Hay situaciones en que la paranoia no sabe cómo actuar. Simplemente no había ventana. ¿Cómo inventar una víctima en tales casos? La aflicción tiene sus mechas listas. ¿Por dónde escapará la imagen? El pánico suspende todos los artificios de la imaginación. Mejor cerrar los ojos antes que el aliento pierda el pabilo. En lo oscuro no hay baño. No hay razón para grito o lágrimas. La desesperación al menos solloza cuando se percibe inútil. Calmarse. Pensar. ¿Quién visitaría la imagen? Por ahora, nada le ocurre. Días 163
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allí entrampada, susurra la mínima previsión en los sentidos, todos ya desalentados por la imagen. El tiempo quedando agotado de sí. Nada en curso. Nada. 33. Tu cuerpo fluctúa como una lámpara, dentro de la cual un rosal despierta sus tintas a las imágenes más sospechosas. Juntos despejamos los párpados de fuegos fatuos que parecían bailar enloquecidos dentro del sueño. Somos ventrílocuos uno del otro, simulando confidencias desaparecidas. Todo en tu cuerpo me dice ya estuve aquí, en los confines de la materia, donde senos de piedra inmersos en lágrimas gorjean nuevos rumores de un amor loco. Ya estuve aquí me dicen tus muslos en el húmedo batuque de sus lavas espolvoreando el descubrimiento de nuevos versos. Que no se sepa quién habla, ya no tiene importancia. La divinidad está en el verbo y no en el protagonista. Un ruido súbito: la lámpara se enciende sola. El atormentado siempre tantea en lo oscuro, por más que lo azote la claridad exterior. Susurramos un gesto improbable. En seguida reímos. Vándalos fuegos fatuos entonan en broma: la verdad está perdida. ¿Cómo? Si no paran de desenterrar viejas confidencias…
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9. Escenas tomadas de un teatro imposible Todo es posible, sólo yo imposible Carlos Drummond de Andrade 1. El reflejo en el vestido elige el asombro con el que se hace notar. Por instantes piensa en quien se deja seducir, en miradas inestables que adoran a la envidia, en risas de agasajo. Hay una elegancia fuera de lo común en el ardid que concilia. Ondula como si promulgase la inquietud. Sin embargo, a los ojos de quien lo ve, es todo menos un mecanismo planeado. A veces el reflejo cae dentro del cuerpo en que prefigura sus juegos sensuales. Y eriza enredos distintos en cada labio que se inclina a cotejarlos. El reflejo es un corte perfecto de un tratado de encantos imprevisibles. Avanza como un compañero del abismo. ¿Habrá humanidad suficiente para este baile de sombras? Si uno de nosotros se pusiera a rastrear en busca de un ángulo por donde deshilar el milagro de tal escena, es posible que algo cómico se produzca. Debe de haber alguien dentro de esa esfera enigmática que nos resume. Hay una orquesta en el tablado que cambia el ritmo de la música siempre que comenzamos a danzar. El reflejo se pone a reír, lo que lo vuelve aún más seductor. Y en seguida reímos todos, llevados por la conjetura de que aquellos cuerpos dentro del reflejo evocan la pantomima de un gran amor. Cuando las sombras ensangrentadas se desgarran de la escena, entrevemos las 165
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marionetas que corren de un lado a otro, como cascadas sin peso, temiendo que el destino se deshile por completo. El enredo entreteje las sospechas fatigadas. Podemos fingir de varias maneras lo que vimos. El reflejo sigue en su trabajo, despertando un asombro inusitado en cada uno de nosotros. Las escenas observan a los espectadores. Las luces no necesitan disfrazarse de fieras domadas. El reflejo vuelve a configurar sus meneos. Y por donde escaparon unos labios aturdidos con la excitación defraudada, nuevos hilitos de sombras rojizas esbozan cierta excitación en la platea. No había una música prevista para quien contrariase el programa. El silencio oprimió los sentidos. Por un segundo fuimos mundanos al punto de no saber quiénes somos. Fuimos de un horror sublime. El reflejo se tornó sangre derramada del vestido de donde pendían las imágenes de una fascinación incomparable. ¿Cómo recurrir a un artificio tan consciente de sus males? ¿El teatro entonces no es más que un mueble con pequeños brazos donde colgamos el reflejo de nuestras contradicciones más terribles? Y ahora se desencadena toda una onda de preguntas. El vestido no se desgasta por el exceso de sombras. Para algunos residentes, el infierno no es más que una ropa apretada. Tal vez alguien sepa la medida cierta de su abismo. Pero no se puede exigir esto del vestido. Menos aún de su reflejo en una percha.
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2. Al retirar la cómoda unos días retenidos cayeron por detrás como fulgores que fuesen reencontrados. Lámparas deformes deletreaban bosques por todas las ranuras de sus cuerpos desconocidos. Ramaje de objetos acariciados por el olvido. Por donde cae una imagen de nuestra angustia, los fuegos fatuos se constriñen. Dejamos escapar algunos secretos de la rivalidad entre esos monstruos que se confunden con lo eterno. A veces lo visible no es más que unos senos arbitrarios tallados en una madera podrida. Éste es el traje con que bendecimos el carbón orgulloso de la existencia. No vestimos sino una combinación de naufragios. Y el mobiliario se ríe de la manera como lo utilizamos para disfrazar la ineptitud para el abismo. Piezas inestables, que a cada instante requieren un reflejo distinto de su utilidad, ensayan efectos sonoros, simulaciones de tinieblas, hilan sombras que puedan proyectar al menos una interrogación presumible. Unos pocos objetos rezongan, no aceptando que la realidad se conforme con el entendimiento. Los muebles entonces comienzan a retirarse de las paredes. La casa entera entreabre sus labios para un nuevo sobresalto. Revisan las gavetas del tiempo. Ya no quieren soñar con nosotros. Rechazan el misterio que les impusimos. Por entre unos trapos inseguros de sueños y el baile desacompasado de fantasmas, las mismas fugas ensayadas. Estos son los primeros velos que el tiempo se lleva. Cuando me tocas, 167
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no pienso en lo que me puede estar pasando. Si tu piel descubre el fuego en contacto con la mía, no te amo más por esa comprensión. El mobiliario no festeja las llamas de la casa como si un nuevo cuadrante fuese instaurado en su visión del mundo. ¿No hay magia sin la conciencia de sus ingredientes? ¿Cuánto cuesta soñar contigo? Hago los cálculos entre suspiros, devaneos, vómitos, desarmonías, masturbaciones. Es fácil llevar un texto a recurrir a su equipo de incendio. Presumimos una salida de emergencia para todo, considerando la existencia de una caída conjunta. Los muebles ensayaron repetidas veces el mismo procedimiento. ¿Para el caso de quien desista de sí? Tratemos de prever las dislocaciones improbables del pasado. No caben argumentos en favor de la transparencia. Las películas a las que sometemos nuestro tráfico entre visible e invisible denuncian que somos infractores de la sustancialidad. Mis sentidos son tan confiables como los tuyos. Toda realidad se evapora en la medida en que es considerada. 3. Un espejo camina por las calles, atormentado por imágenes que insisten en acusarlo de demasiada pasividad. Las sombras proyectadas sobre su angustia tejen un manto de lujuriosas figuras en trance. Nada comparte la metafísica frustrada de esa realidad deshecha en síncopes aparentes. El espejo sabe que recae sobre sí el desconcierto de estampas que fluctúan en el sentido pendiente de sus representaciones. 168
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¿Cómo explicar ahora el tráfico intenso de inversiones? Vacila en su caminar. Los pasos comienzan a chorrear un torrente de bultos que se dispersan asustados. Saltan del resto del cuerpo emblemas, fotocopias, figuraciones agónicas. Incontables rostros salpican desde la mirada aturdida. A esta altura el poema no piensa sino en una manera de retirar de escena la ruinosa aparición del espejo en su escritura automática. ¿El escenario tendrá que ser rehecho en destrozos? El arte se evapora en aposentos vulgares rendido por una trascendencia que lo torna ausente de sí. El espejo ya no rehúsa la desigualdad de sus modelos. Las imágenes son inconstantes, es su naturaleza, confiesa cabizbajo sin retener aunque sea una imitación de lo que anduvo resonando. Delante de todos insiste en que no alarga escenas, que a la platea le encanta el cuadro real que el espejo configura. Y mientras lo asevera, facsímiles se agitan como si garantizasen la permanencia de la realidad. Ya no mira a ninguna parte. Refleja un vacío aún más carente de sentido. Frente a todo, ¿cuál es la extensión de nuestra reacción elemental? Y ya de tal manera decaído en la conmoción de sombras descompuestas, el espejo se retrae, y toda forma se calla. La platea vocifera, inadaptada. Cualquiera que sea la manera con que el espejo pruebe su humanidad, jamás será aceptado si se niega a espejarla. La ilusión no tendría otra dieta más favorable a su gula.
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4. Viscosa simetría de deleites en brazos innúmeros que saltan por el proscenio de un cuerpo a otro, labios líricos que se bañan en tintas desconcertantes, un discurso de gozos se esfuma en la labia frenética de piernas que apenas se tocan expanden toda conjunción posible. Irradiar a la deriva de tu beso en el mío en el otro en alguno más. Los surcos de la escena se rehacen. Somos animados por una utilería fanática: vestíbulos fantasistas, abanicos automáticos, peines facciosos, una pleamar de desiertos oblongos, greña de conceptos, gemidos que son un regazo entre dolores sordos. ¿Quién nos dice una palabra impura esta noche? ¿Quién teme a la propia piel? A veces el orden es el desperdicio. Un bullicio de ansiedad, tu pene pasa sobre mí y abro las salas para el descenso diverso de la ilusión. Pequeñas muertes con fondo falso, pantomimas labradas en partituras: un poema todo así, partiendo al medio la esperanza. Dame aquí tu pluma mojadita. Rodamos unos sobre otros, audaces en la confusión, bañados en muslos, codos, barbillas, estimulados por el anonimato. ¿Este labio es tuyo? ¿De quién la pelvis revoloteante? Esta pelusa barroca, ¿a quién pertenece? Hay un teatro del palabrerío, del cual toda la escena se resguarda, mi nombre, tu piel, la memoria del otro. Juerga de denuncias de lugares donde nunca estuve. Tú eres mi cuándo dónde. Avideces del momento en que nunca estás. Dame tu caída desenfrenada, el lenguaje apasionado 170
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por sí mismo, peculado de orgasmos. Busca una rodilla cualquiera, zigzagueante, una espalda experta en caídas, una vestal… No hay representación sin falla. Esto el poema nos enseña a cada instante, cuando lo leemos y le confiamos nuestra vida. Por detrás de tus muslos pasa un verbo, por detrás del script el sueño que nunca se aplica. Estar donde la propia caída se desvanece, cadáver exquisito a cada instante consultando manuales de a bordo. ¿El reverso es lo que de hecho se escribe? 5. Fricciones entre cuatro paredes. Tu inmensidad desnuda al lado de los vasos momentáneamente olvidados, transparentes como la pintura aplicada de la realidad sobre nuestra piel esquiva. Gozos descascarados como quien se desembaraza de cierto moho de ideas que nos persiguen hasta este punto capital en que nos ahogamos en la más plena libertad. Después, abrir la llave esmaltada del paraíso y dejar que el agua consuma al menos una parte de la calentura que nos llevó a aquel hotel. Estar allí nos deleitaba, en medio de la insuficiencia de todo acto humano. Describías en tragos de un tinto seco los paisajes recorridos dentro de mí mientras la música arañaba la piel del tiempo y nos provocaba: –¿cuál tiempo?– y aceptabas la provocación repetida como una travesura: –¿en qué parte del mundo estamos? – me arañabas la espalda en busca de la localización de nuestro desatino. Una extraña ciudad tallada en lo escarpado de una montaña 171
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que nos recibió con el batuque de un temporal. El campo clavado en la mirada del guía que nos llevó por laberintos solares cuyo recurso hambriento era darse un nuevo nombre a cada paso. La curva bien diseñada de tus caderas al escalar la aspiración de que todo retornase allí… Siempre tú, mi amor ya sin nombre, la última hambre de la tierra, ya no dar nombre a nada más, ¿me aceptas así? Lo sagrado no sabe de sí sin descarnarse. Hay un doble por detrás de la piel de todo amor. No necesariamente una réplica, un tratado de la desilusión o una latitud indescifrable. Un poco más de vino y jugabas conmigo: –Loco, sabes dónde va a terminar esto…– Mantén el agua caliente, tienes la llave. No hay realidad suficiente para el amor, reímos. Por más que excavemos en el deseo, él no se muestra, no es real, no cabe en un plato. El amor es representación de sí, cuya persuasión le es atributo fatal. No vive en parte alguna. No hay atlas que lo convenza de hospedarse en una coordenada, ni aun a la deriva. –Está fría el agua, bandida linda.– Muerde aquí. –Dame más vino. Sínglame. Aun así– ¿el amor es sumersión? –poco [muy poco] se revela entre cuatro paredes que pueda ser aplicado a la pintura de la realidad.– No estamos, amor, en ninguna parte, no existe este hotel, menos todavía bañera y vino, no somos la detonación de ningún misterio, ni del más tonto, o el más infantil de los misterios. Aunque sea un segundo, tus piernas [ellas] amarradas a mi cuerpo, mientras sientes la locura más plena, y sola. El infinito no sueña consigo mismo. Todo el mundo parece tener una aversión natural a la representación como si fuera un hecho real. ¿Cuándo dejamos de ser lo que somos? ¿Cuándo 172
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dejamos de ser lo que aparentamos ser? 6. Los pasos corren de un lado al otro del escenario a preparar las sombras para un próximo acto. Se confunden en la marcación y las cortinas se ponen a reír. Oigo tu cuerpo por toda la noche, inventariando los modos como nos despegaremos unos de los otros. La memoria postergada por el baile sibilante de la sangre arrebatando la belleza de las manos de los cordeles que prendían una víctima a otra. ¿Cómo seguir la ruta de sus huecos? ¿Cómo abrir cuevas en el alargamiento de tus caídas? ¿Qué hicieron del adiós que no daremos a todos nuestros vicios? Las voces iban llegando al ensayo. Las cortinas vigilaban las improvisaciones con una mirada hechizada. Las grietas se ponían inmóviles. Las sombras se engranaban en círculos, repeticiones que se vuelven pegajosas en medio de una sentencia: el texto no te salva. Pequeños fraudes de enumeración. Ruidos girando en sentidos confusos. Cuerpos entreverados con las sombras que representan. Mis dedos fueron deglutidos por tus senos como un metal que se licuara en nombre del deseo. Tu felicidad se disfraza de pez en el vestíbulo de mis sueños. Una misma llama viola nuestro tormento. ¿Dónde fueron a recoger esas frases? Las cortinas apenas disfrazan la duda de que ese abuso se desborde. El escenario todavía no se puso la ropa debida. Hay un exceso de sangre en relación con la porción de cuerpos de que pueden valerse los actos. Son bocados de dramas desencontrados. No se sabe si hubo 173
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crimen o fiesta. Los hábitos son capaces de todo. Mi cuerpo no sabe vivir sin tus participios. Es testimonio de todo cuanto me sangras. Las cortinas confabulan lo imaginario. Ríen porque saben que son fantoches que pueden ser retiradas de sí. Todo es mucho más fácil en el balcón de los hechizos. Unas sombras rasgadas, símbolos con aire fatal de enigmas insolubles, testimonios improbables. Todo en nuestra vida se repite de manera tan aburrida que nos cerramos a la intromisión de lo encantador. Los cordeles ataban a los fantoches en una combinación de elementos palpitantes en el encaje. La muerte aprisionada por sus razones de ser. Hasta el cuerpo roto de la escena todavía suspiraba. Había lugar para todo. Las heridas se habían viciado en recursos fáciles. Una orgía de fantoches, una matanza de títeres. Se hace cada vez más difícil abrir una brecha en la moral del hombre contemporáneo donde podamos afirmar sus limitaciones. Los pasos corren de un lado a otro del escenario a preparar las sombras para un próximo acto. 7. El mundo se olvida dentro de ti como una revelación traviesa que se oculta. Es como un enigma que pendiese de los bosques de lo visible, apenas lo suficiente para que nadie se sintiera solo durante la caída. Todos tenemos derecho a las tinieblas, he ahí lo que leíamos en una carta mientras hacías resonar tu inocultable ausencia entre nosotros. Las cartas confiesan lo que hay de irreconocible en el deseo. A través de 174
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ellas no sabemos siquiera cómo regresar a lo desconocido. Nuestras lágrimas desterradas o fugitivas localizadas en vagones poblados de ansiedad. No hay mejor manera de adorar al olvido: desaparecer. Huir de la proeza de los refugios. Dejar atrás las noches decoradas por el extravío. Ocultarse de sí. Las cartas se disfrazan de embarques relámpagos y susurran caricias sombrías. A muchos de nosotros nos hacen creer que no son más que un instante de indiferencia. Yo sumerjo sin ceremonia mi fragilidad dentro de ti. Tu cuerpo me acepta como a un diluvio y deja escapar mis manos por sus escarpas criminales. Solamente él me atraviesa el infortunio de la semejanza y apenas identifica en los escombros una verdad que no se llame retratos de familia. Tu cuerpo no dice a los vestidos del silencio cómo zurcir el pasado y mucho menos expande las raíces hasta que se convierte en el ruido legítimo de la esperanza. Gime, transita, naufraga, viaja, muerde mis temblores, me arrastra de una lámpara a otra del abismo. He ahí por donde los subterfugios pierden el lacre y a través de ellos el tiempo sigue repasando sacrificios como si fueran rutas irrepetibles. He ahí la naturaleza humana: reproducirse. Sólo tu cuerpo se deshace de los cerrojos de la piedad. No hay lugar para nosotros donde el sosiego acampa con sus ojeras previsibles y el refrán de amores perdidos. Las cartas deletrean atavíos por toda la textura del viaje. La experiencia vive un romance secreto con la denuncia y juntas tejen la heráldica de la necesidad. ¿Cómo esperar que nos quedemos quietos lo suficiente para componer una escena? 175
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No pude dormir con el espejo de tus vestigios impalpables. La noche se fue satisfaciendo con la sospecha de abandono. La realidad del crimen se confunde con unos dolores mal vestidos. Tu cuerpo es ágil en la tormenta de mis placeres. Las cartas se fingen inmóviles mientras gozamos. Las imágenes poéticas se fueron. No sobró casi nada para garantizar la memoria de nuestro amor. ¿Decir que te busqué la vida entera? ¿Que de otra manera jamás te habría encontrado? ¿Alguien está grabando todo esto? Tu cuerpo duerme dentro del mío sin una última palabra. El mundo –ese escaparate del inconfundible sarcasmo– es más mañoso de lo que imaginamos. Jamás moriría por nosotros. 8. La noche desfigurándose mientras, en silencio, Gabriela mondaba sus ojos hambrientos y mascaba triángulos veloces que se despedían de todos, una alegoría de nervios fuera de lugar, todo semejante a resplandores ahogados para quien no conociese el idioma de los sueños. Ella desdoblaba sus formas y la piel tan afectuosa entretenía las sombras convulsas diseñando interrogaciones por toda la noche. Roía los pequeños paisajes que no conseguían escapar de su hambre. La escritura indulgente de los sueños. Un osario de lámparas que apenas dejaba entrever el enredo de sus delicados pies, incompletos. Gabriela opacada por un clamor de vapores disfrazados de una lógica atrevida: no toque jamás sus labios o el juego entero recomienza. ¿Con qué provecho arrancar la vida a la propia vida? La noche desbaratada en naipes de vidrio con dos caras, baraja 176
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saqueada por maniquíes que a cada instante trampeaban. Yo traje tu amor al centro del laberinto. Allí lo derramé por el espinazo de los agotamientos. Una selva de rumores enamorándose de todo cuanto oliese a subterráneo. Gabriela enseñándome a desmoronar los colores indecisos de la noche. Improvisaciones ocultas bajo la lengua. Besos que cuestionan la legitimidad del amor. Evitamos los paisajes con cuerpos enterrados por la polvareda de las lágrimas. Nos sonreímos uno al otro antes que la transparencia mude de ropa. Es tan fácil deslustrar la lucidez. Sentarse a tomar un café mientras la carne cae. Tu piel tatuada de incestos del lenguaje. Temblores míticos modificados para atender a viejos planes de fuga. Gabriela poniendo la centrifugadora en el último punto, para triturar las estatuas del deseo. Muchos fragmentos no admiten la farsa. También los sueños son contagiosos. Hace mucho que no abrimos la puerta al fuego fértil de la memoria. No dormimos bien la última noche. No conquistamos los abismos más simples. Gabriela todavía me tenía entre los dientes, justamente sabiendo que anduve escapando de mí. Escapamos. Nos fuimos de allí. No había otra manera de ser. El desierto no sirve para entretener. Tanteamos una última imagen, juntos. Ella se reía mucho, diciendo que el amor lleva algún tiempo hasta deshacerse. 9. Salimos a comprar relámpagos. La luz sollozando en sus rincones más imprevisibles. Dejamos los cuerpos arrastrándose por entre las nervaduras del escenario, la blancura 177
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de la piel desatando rutas en variaciones que revientan de sudor. Tu belleza insiste en retocar imágenes con el pico de los relámpagos. El trazo se desnuda si es hecho con punta abrasadora. Comienzas a garabatear una serie de caprichos. No recuerdo por dónde recortas el deseo, cómo perforas las noches falsas, las puertas sin reposo, huesos amantes de la desesperación… Tus ojos ya no salen de aquí, y absuelven cuerpos apenas entrados en el infierno, fantasmas espléndidos que aún no se dieron por muertos, una fantasía de dioses bañados de excitación. Descendemos al fondo de nuestras manos, donde ellas deletrean un fuego de tramas. La claridad estaba por ser presa de figuras laceradas. En vano buscamos los utensilios de esas estampas libertinas, curiosos por saber cómo ellas se pulen y renuevan y se deshacen. Esbozas todo un fondo de locura que irás rompiendo con el propio terror descifrado en los tipos excéntricos que enmiendas. Así reposas en mi cuerpo, mientras el escenario se encharca de alegorías que se arrastran por un basural de delicias. No me dejas caer de ti, y nos disfrazamos con los labios rozando el límite de todo. A veces voy solo a comprar más relámpagos. Al regresar te encuentro atizando la vileza de nuevos cuerpos apilados sobre la escena. No me llevas escrito a ninguna parte. Tus ojos apenas sospechan de mí. Yo casi diría que te amo, al verte así deshecha en amor, aceptada por una horda de sombras encarnizadas. Son tus aspectos, emblemas, figuraciones. Procuro estar con todos y los trato como criaturas humanas. Veo cómo recortas las terminaciones nerviosas de estatuas, intercalas vuelos en alas de cera o destacas un delito en abismos ingenuos. Tus personajes desconocen la distinción entre ternura y peligro. 178
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Practican un tumulto de escena, lugar del ojo devastado por la acumulación. Somos todos deshechos en el tablado. No nos queda una desilusión que nos dilacere en el camarín o camino a casa. Todos tus cuerpos se acumulan en igual ambiente, desnudado por la misma punta abrasadora con que me tocas el cuerpo mientras reposas dentro de mí. Todo está allí. Arruinado o no. Los trazos se mueven en el diseño, animación vertiginosa en un desorden de sospechas, montón de argumentos delirantes. Todas las figuras describen el mismo vértigo: un poco más de infierno en el rastreo de cada víctima. Tan dulce, te recuestas sobre mí. Salgo una vez más, siempre a comprar relámpagos. 10. Nuestros fantoches se aman. Rearman el escenario que les dedicamos. Diseñan nuevas salas en el subterráneo. Apagan todos los puntos de fuga. La mirada de él la socorre con la más dulce furia: mi ángel, el hombre ya no nos controla. Y entre besos ni siquiera desconfían que éste sea el ardid de toda creación. Abrir los ojos mudos al despuntar la realidad y en ellos derramar la sangre de nuevas expectativas. Perderse en el laberinto de formas inconexas de las llaves licuadas. La memoria renueva su estoque de despojos. Hasta donde me acuerdo, nuestros fantoches se aman. Abordan los espejos interminables de sus virtudes. Desactivan los sistemas de angustia y de venganza. Y se despiden 179
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desconociendo los vestigios de todo cuanto dejan atrás. Pero saben en qué se prolonga la mentira más bella. Rever la mecánica de las escenas para que nada sea seguro en toda la jornada. Convertir lo imponderable en el más altivo de los farsantes. Con indisimulable excitación, alguien deducirá en la platea: nuestros fantoches se aman. Y para tanto habrá contribuido el acto en que los dos acarician las costuras deshechas de los cuerpos después de la unión eléctrica de sus hilos. Un collar de rugidos y vértigos entrelazados. Luces insistentes en el estómago de las lámparas quemadas. La creación es una hipótesis incompleta. Los personajes se mixturan poniendo en duda los argumentos de la farsa. Siluetas desmontan el escenario. El lenguaje fuma sus puros impresionantes y apresura el paso cuando las contradicciones se agitan en las calles. Por donde transito mi ojo perfora una nueva geometría sin salida. Se presume que la representación confunda los turnos de ensayo. Un absurdo despojado de sus audacias, un épico desmemoriado, un experimental marcado y regido por apuntadores. No hay pantomima más espléndida que la vanidad. Un nuevo proscenio para cada ilusión. ¿Qué pasa después? El orgullo se ensancha, la infamia no piensa dos veces, las virtudes no se reconocen. Ésta es la casa que construimos para todos y donde nos extrañamos de que los fantoches se amen. Los dioses, en el esplendor de los subterfugios, se ríen tanto, desgraciados, que casi no hallamos pretexto para degollarlos. Reímos con ellos, evasivos. Y si nos sentamos a producir algo, seguro que no dudaríamos en trampear al lenguaje. 180
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Nunca se sabe por qué insistimos tanto en representar la propia vida. Somos sólo la mitad de algo. No importa cómo un fantoche se desnuda delante de otro, cómo se pone a reír a cada hilo de sí que deshilacha. No importa cómo una representación nos asombra ante su entrega, cómo se vuelve innumerable a cada escama extraviada. No importa cómo nos creemos tan reales al punto de que no entramos en escena sin maquillaje. Rigurosamente no importa nada. Algo en la creación salió mal y ya no nos importa nada. El teatro está abierto: mismos días, iguales sesiones programadas hace tiempo. Alguna que otra vez un visitante se arriesga a mirar para los lados a la salida. Este gesto minúsculo no sabe del todo si busca aniquilar el entendimiento del otro o unirse a él.
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CAE EL TELÓN Ellos se fueron. Aquí sólo los escombros de sus obras. Personas pasan por ellas y no se perturban. Recuerdan las palabras de Blake sobre la tarea de abrir los mundos eternos. Frente a mí este museo en llamas. En la caja negra las instrucciones sobre cómo proceder durante la caída. Microfilms de las visiones de los antiguos sabios. Única luz posible en el interior del paisaje dilacerado. Ellos ya no están aquí. Las formas futuras de todas las cosas derivan del impulso de recoger los escombros de sus obras. Unas no absorben a las otras. Personas alrededor. Palabras queman por dentro. Casi una llave. Reconciliación con el caos en el curso interrumpido de las labores humanas. Las máscaras se guardan la terrible verdad sobre nuestras vidas. Las contradicciones son disfraces de aquello a que no nos atrevemos sino en sigilo. Noche en mí que el infierno atraviesa, desciende la corriente sombría y en ella recomienza – he ahí lo que me diría un emisario de San Juan de la Cruz–. Criaturas gravitando en la órbita de sus ansias. Mis versos, un reconocimiento de demonios que hablan por mí. La verdad es siempre teatral. Raskolnikov y Willy Loman jamás se conocieron. Ambos descendieron al infierno. Allí recomenzaran nuestras vidas. Por detrás de sus máscaras la gente estuvo a punto de salvarse. Lágrimas atizan el fuego del pasado. Los elementos allí preservados exigen el cuidado de un dios que todo lo ve. Los que encontraron su ley se fueron. Árboles no son hombres. 182
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Fantasmas escorados con un mensaje cuyo significado ya nadie descifra. La lectura de un libro abre los portones del infierno que llevamos en nuestras entrañas. Las furiosas revueltas de nuestra miserable condición. ¿Cuántas veces ante el espejo sombrío del pasado nos preguntamos qué somos? Frente al Retablo de los eremitas aflicción mayor nos castiga. ¿En qué serpiente de marfil nos transformamos? También Hieronymus creó con fuego los destinos de su alma. Ningún hombre es capaz de hacerse algún bien a sí mismo. Las víctimas siniestras de la esperanza aguardan todas en la otra orilla del espejo ser reconocidas un día por su abominable apego a la vida. Antonio Francisco Lisboa masticó sus propias manos en una cena implacable. Por todo el mundo personas levantan con sus propios cuerpos un laberinto vacío. Máscaras en agonía. Ópera voraz de nuestra siembra de huesos por la tierra. Leda sollozando al reunir las minúsculas criaturas de piedra que antes bailaban en sus visiones. La experiencia es una falla en la espalda de nuestro tiempo. Mansamente el hombre posa la mano en su propio fin. Aquel que ama las letras devela el argumento de las tinieblas con serenidad. Asevera una sentencia árabe que el hombre se disimula atrás de su lengua. Moisés no encontró sino en Aarón las palabras con que transmitir a su pueblo las aspiraciones de una unión total con Dios. Schönberg murió sin concluir Moses und Aron. ¿Qué luz tan severa suprime el paisaje a nuestra vuelta? ¿Qué dibuk penetra en nuestra 183
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alma afligida y con un escándalo la arrebata? El definitivo río que fluye en los tejidos del lenguaje conduce al hombre a un abismo sin fin. Aquel que ama las letras supera la obsesión de revelarlas. Las innumerables formas del asombro reciben la poesía en sus límites hechos de nada. Luz y sombra. Residuo de las destrucciones que sostienen el mundo. Inacabable sinfonía, la muerte nos recuerda cuánto la vida nos devora en nombre del amor y la oscura sombra del deseo. ¿Qué voz escucho diciéndose destino cuando mueren los padres? ¿Quién la diosa audaz que silba por los corredores de la Biblioteca? La que rehace con fuego y lágrimas las diezmadas rutas de una alegoría surgida en el seno de la madre. Cenizas… Cenizas… La tierra… Goya penetró en los abismos ruidosos de su sordera, donde residían alucinadas sus pinturas negras. A los ojos de Dios la rectitud es insoportable. La Biblioteca está en llamas. Ellos se fueron, por encima del fuego. Lo que queda al final es lo indecible. Cuerpo en reposo. Como en los versos de Lezama Lima, aquí estamos hablando de los vencimientos de la muerte universal y la calidad tranquila de la luz. Lejos de las palabras, ¿quién nos reconocerá? Criaturas deformes pegando fuego al cuerpo de la historia. Cuerpos escritos en la noche. Fragmentos de un mismo dios que no se conocerá a sí mismo muy bien. Ellos ya no están aquí. El supliciado adiós al mundo de Violetta Valéry. Las veredas terribles de la muerte por donde Trakl se fuera. Una pequeña multitud de rostros se identifica con el vacío. Fuego… Fuego… Luces… 184
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Apéndice
“Somos lo que buscamos” Ana Marques Gastão El poeta moderno se siente perplejo porque se volvió crítico, más allá de ser un artífice de la lengua. No siempre escribe sólo poemas; se diría, a veces, una figura, cuyo estatuto varía. Floriano Martins (Fortaleza, 1957) es esa figura, nombre que firma una obra y que la obra construye, más que el hombre que simplemente la fabrica. Autodidacta, iconoclasta, desconcertante, resistente, polifacético, el autor de Alma en llamas (Alma em Chamas, Letra y Música, 1998) ejerce también funciones de ensayista, editor, traductor, de Lorca hasta Cabrera Infante. Estudioso de la literatura hispanoamericana, en el campo de la poesía, especialista en surrealismo, sobre todo de América Latina, dirige, con Claudio Willer, la revista Agulha, coordinando el proyecto Banda Hispánica. Floriano Martins es además, y ante todo, poeta. Poeta perplejo frente al estremecimiento del mundo, en cuya escritura se funden los géneros. Consciente de la importancia crítica de la cultura en tanto comprensión distanciada y, no obstante, accesible, el escritor de Estudios de piel (Estudos de Pele, Lamparina, 2004) viste la piel de la astucia ensayística en su camino de palabras que trata como a seres vivos. Sabe que en ellas hay una fuerza no domesticada, maldita, privilegiando, en el diálogo entre tinieblas y luz, 185
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las relaciones de vecindad, próximas o desemejantes, con el arte de los otros. El autor de Sabias arenas (Sábias Areias, Mundo Manual, 1991) proclama la máxima surrealista: “Quiero que se callen cuando dejen de sentir”, sabiendo que el lenguaje anuncia el mundo. Pensar el poema significa, pues, procurar que la memoria se trascienda en un juego entre imaginación y entendimiento. [AMG] AMG– Estudios de piel es su libro más reciente de poesía. Piel del cuerpo, piel de la página. Texto del cuerpo, cuerpo del texto, de la creación. ¿Se podría decir que es también una obra sobre la escritura, sobre el lenguaje, e, incluso, sobre la memoria? FM– Un libro mestizo. En toda creación no damos un paso sin la memoria y el lenguaje. Son aspectos intrínsecos, indisociables. En cuanto a la piel, a pesar de que nos recubre, pensamos en ella sólo como exterioridad. No la vemos como un conjunto de tejidos, y menos aún sospechamos qué le pasa por dentro. Esto porque caemos en la trampa de percibir el mundo de manera fragmentada, ajenos a las infinitas conexiones existentes entre los fragmentos. El libro se vuelve hacia ese conocimiento, la identificación del todo por medio de la convivencia con sus partes, la búsqueda de ellos entre ellas. AMG– Estamos ante un libro polifónico que actúa en la reconstrucción de un mundo. ¿Su contenido es el imaginario poético encontrado entre lo real referencial y el discurso de lo fabuloso, de lo fantástico, de lo onírico, hasta de lo maldito? 186
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FM– El mundo que busca reconstruir es justamente el de esa unidad perdida, aunque sin nostalgia de ninguna clase. En este caso la polifonía es indispensable, tanto como la presencia de todos esos discursos. El imaginario, aun en su connotación de ilusorio, es real. No hago esa distinción entre una cosa y otra. Somos también lo que soñamos y deseamos. Y dentro de esa mezcla no cabría esquivar lo maldito. La perversión nos define, sobre todo en las maneras menos percibidas como tales. Basta pensar en las fábulas y en las cantigas de ronda, por ejemplo. Es una extraña relación la que el hombre mantiene, tan íntima, con las tinieblas. AMG– En su obra, entrelaza delirio y lucidez, cuerpo y espíritu. Cuando le preguntaron a Max Ernest qué pensaba de Kant, respondió: “La desnudez de la mujer es más sabia que las enseñanzas del filósofo.” ¿Podría haber dado una respuesta tan desconcertante como ésta, o no? FM– El desconcierto es un don, sí, aunque hoy causa un efecto retórico, en el sentido de que hay una hipocresía reinante que busca en él sólo un divertimento, la figura circense, graciosa, previsiblemente “desconcertante”. Era otro el escenario en que actuó el surrealismo dentro de tus referencias. ¿Equivalencias? Tendríamos que pensar en la manera violenta como la privacidad ha sido convertida en una mercancía. Y en lo que han hecho al respecto la filosofía y el arte. AMG– Me refería también al diálogo que encuentro en su obra entre el pensar y el sentir, entre lo ensayístico y lo 187
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poético, teniendo en cuenta esa desnudez a la que se refiere Ernst… FM– Son vasos comunicantes que establecen una íntima relación entre arte y vida, desde que no se comportan como si el pensar y el sentir estuvieran desligados. Tampoco lo hago por pura moda de ruptura de barreras entre géneros. Hay mucho empastelamiento anodino sobre ese artificio. AMG– ¿Puede entenderse Estudios de piel como un enredo ficcional, que viaja entre diversos géneros literarios (poema en verso o en prosa, drama, ensayo…), en que las voces de las mujeres nos cuentan cómo el mundo las abandonó y nos hablan de la posesión? FM– Fue pensado exactamente así, en lo que hace al primer aspecto de tu abordaje, o sea, un enredo ficcional, no lineal, que mezcla géneros y técnicas, e incluso que se apropia, aunque raramente, de algunas anónimas sutilezas ajenas. Con todo, no se trata de un libro atento sólo a las “voces de las mujeres”, sino esencialmente ligado a la expresión de lo femenino, a la sensibilidad –esa mitad arrancada de todos nosotros. AMG– ¿Pero hay una intensidad que se refleje más, a su modo de ver, en el mundo femenino? FM– La gran violencia resultante de este aspecto se refleja en la mujer, ya que ella es quien la sufre de manera más intensa. El libro presta a los personajes femeninos 188
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una especial atención –incluso porque de ellas viene una herencia de sensibilidad que tal vez se conserve justamente por la conciencia del padecimiento. Esas mujeres, sin embargo, desconocen la raíz del sufrimiento. Difieren, en este aspecto, de los personajes femeninos de un libro que está por salir, Dos mentiras, donde notamos la presencia no sólo de la perplejidad frente a tópicos como el crimen, la violencia, el dolor, la sujeción, sino también entonaciones de sarcasmo, manipulación, escarnio… Si observamos bien, en Estudios de piel, las figuras masculinas, anónimas en buena parte del libro, pero identificadas en algunos pasajes (Alfredo, D. Leopoldo, el muchacho del capítulo “Rastros de un caracol”), son plenamente activas, mientras las mujeres representan la parte pasiva. AMG– ¿Atraviesa este libro toda una herencia de la historia femenina, en la opresión y en la astucia que desarrolló? ¿O no? FM– Yo diría que hay menos señales de la astucia que de la opresión. Los capítulos que abren y cierran el libro (“Sombras raptadas” y “Modelos vivos”) reúnen los mismos personajes bíblicos: Esther, Magdalena, María, Marta, Raquel, Ruth y Sara. Esto da una falsa idea de circularidad, intencional, donde barajo los conceptos de opresión y astucia, como sugieres. Tomemos un caso, el de Magdalena. En la primera parte el personaje es demasiado ingenuo al mostrarse por entero. En cierto momento le pregunta a Dios: “¿Qué fui, sino tu prisionera, bastarda e incestuosa, creyente pusilánime de que el placer reanima 189
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la fe?” Ella retorna en la parte final con un alto voltaje de astucia, confundiéndose en el poema dos voces femeninas. O sea, ¿quién es la verdadera Magdalena que resurge en “Flagrantes da fe” (“Flagrantes de la fe”)? ¿La que se asemeja al personaje histórico Erzsébet Báthory, la condesa sangrienta tan bien retratada por Alejandra Pizarnik, o la anónima esposa de Gustavo, que narra la historia y deja escapar que hay más énfasis en la mirada de su marido cuando ella lo hace cautivo? Creo que esencialmente atraviesa el libro el componente opresivo, a través del cual la astucia se prepara para el momento siguiente, en que es sugerida como una consecuencia, sin que se haga tan presente como la opresión. AMG– Erzsébet Báthory que Valentine Penrose, tan cara a los surrealistas, trató de forma espléndida en su libro dedicado a la condesa sanguinaria, especie de Gilles de Rais femenino… De hecho, Estudios de piel tiene ese costado de novela gótica, esa luminosidad terrorífica con aroma a azafrán húmedo y a sangre. Ambos tratan el mal con brillo… FM– La propia Alejandra Pizarnik escribió su bellísimo La condesa sangrienta a partir del libro de Valentine Penrose, claro. Y tocas aquí algo que no se percibió todavía en la lectura del libro: su intimidad con la novela gótica, el entrelazamiento de lo erótico, lo místico, lo criminal, recursos sombríos, las cartas de prisión, la crónica policial que describe escenas y estilos de crimen, hechicerías, raptos, confesiones, todo eso que se encuentra también en Sade, cuya lectura en la adolescencia fue fundamental para mí. 190
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AMG– Tal vez por eso se percibe un erotismo tan poderoso en Estudio de piel, como también en su restante obra: “Extinguida la vida de los sentidos, sólo nos queda en el espíritu”, como dice Aquinauta, que usted cita en su Alma en llamas. FM– Toda escritura es resbaladiza. Nada tiene sentido más allá de lo escurridizo. El hombre está siempre huyendo de sí, y hay algo de erótico en ese juego de máscaras. Pero el efecto del crimen ha absuelto a innumerables asesinos. El erotismo en Estudios de piel está usado de varias maneras, incluyendo la lascivia, un tipo discreto de soborno, el encantamiento mágico. Evidente que ya en Alma en llamas Aquinauta comprendía que el sentido extrapola el juicio y el objetivo. De ahí que lo aproximes tan bien a lo erótico. Pero recordemos que Aquinauta no se refería a un sentido encontrado, sino a un sentido buscado. He ahí lo que somos, inclusive eróticamente: lo que buscamos. AMG– Yo diría que somos más lo que deseamos que lo que buscamos. ¿No es ésta una civilización del deseo? FM– En una sociedad pautada por la conquista, la rivalidad, la ganancia, etc., no se puede hablar de deseo. El propio término civilización ya no tiene cabida en las sociedades contemporáneas, más habituadas a la barbarie. En rigor, no sería correcto hablar de búsqueda, porque somos inducidos a un sistema de rivalidades. AMG– Hay exceso de realidad, de racionalidad. ¿Por eso el poeta se busca fuera de sí mismo? 191
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FM– La crónica policial es nuestro libro sagrado. Si hoy tratáramos de un Nuevo Testamento, estaría formado por una colección de nuestra crónica policial. Vivimos en una sociedad criminal, repleta de secuestros, sobornos, testigos falsos, prevaricaciones, terrorismo y crímenes pasionales –sí, todavía se mata por esa falsa idea del amor. ¿Podemos llamar a esto exceso de realidad? Los viejos monstruos de la razón, sí. AMG– Y cuando el poeta se busca, ¿lo hace dentro de otras voces, como las de este libro colmado de intertextualidad (de la Biblia a la crónica policial)? FM– La intertextualidad, esa, no me interesa como un recurso de la modernidad, un ejercicio de afectación intelectual, pero sí como una afirmación de diálogo, de la búsqueda de complicidad con la voz que me es ajena, pero que intento incorporar no propiamente a mi discurso, sino más que nada a mi vida, que es –se acepte o no– la de todos. Juego de tal forma con ese aspecto de la intertextualidad que llego a crear un personaje ficticio sólo para citarlo. La cita no es sólo transcripción o intimación judicial. Se trata también de una confesión, la de que no me quiero solo en el mundo. Pensada como una mera transgresión o un mero recurso técnico, la cita refleja el carácter, como cualquier otra actitud. AMG– Entonces, ¿cómo relaciona autobiografía con ficción?
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FM– Como un recurso para poner en jaque la vida del lector, que es invariablemente una prolongación de la escritura. La ficción como un crisol de realidades y viceversa. Bien sé que todo esto se volvió complejo porque la ficción novelesca ya hace mucho que fue atropellada por la voracidad de los medios por fabricar realidades. En este caso, lo autobiográfico emerge como un rescate de la esencia del ser. Aunque también puede ser sólo una trampa más para la anulación de esta misma esencia. Esto requiere mayor atención por parte del lector y responsabilidad todavía mayor por parte del escritor. AMG– ¿La escritura como prolongación de un Yo, o la vida como prolongación de la escritura? ¿Qué viene primero? FM– La duda impera siempre, la inquietud, el malestar, la curiosidad, estos son los principales motores de esa compleja relación entre vida y escritura. En rigor, ninguno de los dos personajes se siente menos protagonista que el otro. Si se tratara de un film –y de cierta forma no es más que eso– ninguno de los dos querría el papel de villano. AMG– ¿Es suyo un discurso de los orígenes y del origen del discurso que se materializa en una poética del desciframiento, a semejanza de su “padre” Blake? FM– Traducción, premeditación, comprensión, lectura –todo esto es descifrar los orígenes. No tengo la menor idea de lo que puede motivar a las personas a escribir ni quiero 193
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abordar aquella idea del sujeto que se siente feliz siendo un artista, solamente cuando esa condición coincide con la gloria… A toda hora nos atiborramos de experiencias, el encuentro casual en la calle, un film, el sonido de algún objeto que nos remite a un recuerdo, una frustración, todo. Para mí, todas esas sensaciones forman una gran malla de conexión con lo que soy. AMG– ¿Y entonces cómo se ve? FM– La respuesta está siempre en la pregunta, en lo que se indaga. Me veo de muchas maneras, pero eso le pasa a toda la gente. Hay una existencia común, vulgar, trivial, cuyo origen compartimos inconscientemente. William Blake tenía esta percepción, aunque acentuada en un aspecto místico. No fue mi primera lectura, pero sí el primer impacto dentro de este ámbito de una polifonía de voces. Tenemos que probar del otro para tocar lo que somos. Tengo que mezclarme con el mundo para identificarme. No busco un origen común, pero sí enterarme de lo que es Floriano Martins lo suficiente para garantizar un diálogo honesto con el otro. AMG– No deja de haber un trabajo de collage en Estudios de piel, que curiosamente, se relaciona con otra faceta suya, la de artista plástico. ¿Cómo se funden palabra e imagen? FM– A ejemplo de lo que pasó con Alma en llamas (1998), Estudio de piel tenía en la tapa un collage mío, que daba continuidad a un entrelazamiento de géneros 194
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y técnicas, lo que acabó no siendo posible por falta de sensibilidad de la editora. Un raro aspecto negativo. El libro está escrito, y esto importa más allá de su publicación. Toda mi generación creció bajo el influjo del cine. El cine es esencialmente collage. El cine pone en jaque un arte purista, en el sentido de un arte que se origina en una sola materia. Es evidente que puede seguir siendo realizado por alguien aisladamente, pero la idea de fuente, los orígenes, esto el cine ayudó a cuestionar tanto como la máxima de Lautréamont de que la poesía debe ser hecha por todos. Y esto sólo funciona si cada uno de nosotros hace de todo. Si nos libramos de la idea estancada de las propiedades sin comunicación entre sí. AMG– ¿Sus collages son, de alguna forma, especies de diarios, de anotaciones, memorias, teatro de imágenes? ¿Son poemas? FM– Sí. Son esencialmente poemas, un tipo de caligrama que ya no se limita a la disposición tipográfica. La imagen continúa siendo una representación de la escritura. Vivimos en una sociedad oprimida por la imagen, pero en gran parte esa condición opresiva viene de nuestra relación mal digerida con la escritura. En rigor, estamos sofocados por la ignorancia. En cuanto a las anotaciones, es todo lo que hacemos. Por más que estéticamente esté establecido como arte, todo no es más que anotación. AMG– Hay un lado visceral y aparentemente torrencial en su escritura poética, aliado a un fulgor ensayístico. ¿Se ligan, por lo tanto, imaginación transformadora, locura y razón? 195
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FM– Entendiste bien la cuestión, lo prueba la mención de lo “aparentemente torrencial”. Sé de los riesgos de confundir la intensidad de un discurso con su entonación verborrágica. Mucho de lo que hoy alardea de postmoderno o neobarroco no es más que eso. No sólo la imaginación es transformadora; también lo son la locura y la razón. Y todas pueden ser apenas deformadoras. AMG– En el fondo, ¿vive dentro de los propósitos de la acción surrealista, rechazando el naturalismo y la expresión únicamente interpretativa de lo real? FM– Breton decía que los naturalistas eran demasiado optimistas. Yo me considero un pesimista productivo, pero tengo cierto rechazo a esa terminología que resulta excluyente. De un lado o de otro. Breton proponía un riesgo tan intenso, que no daba para dejar afuera a quien no acatase su verticalidad. Ni él mismo lo hizo, y el principio era incluso otro. Es inaceptable la forma grosera con que se ha buscado reproducir lo real. Es un tipo de naturalismo falso, hoy orquestado por una industria que lo anula justamente por la manera como lo evidencia. AMG– ¿De alguna forma hay un lugar de la infancia que asalta sus textos? FM– Nunca estamos lejos de la infancia. Hay quien prefiere decirlo de otra manera: jamás nos libramos de la infancia. El psicoanálisis adora esta mala comprensión nuestra del asunto. Hay todo un capítulo en Estudios de piel, 196
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“Rastros de un caracol”, en que tenemos a un muchacho a las vueltas con lo que le fue determinante para el resto de la vida. Pero a cada instante los personajes de este libro están volviendo a la infancia. AMG– O sea, ¿es el mismo libro el que ha venido escribiendo, igualmente oriundo de ese lugar del niño, siempre uniendo drama y lirismo? FM– Siempre estamos en esta lucha interminable con nuestros fantasmas. Hay autores en que la variedad estilística denuncia, más que una voracidad, cierta inestabilidad emocional. Pero hay también riesgo de retórica, de dilución, en ese repetirse hasta el cansancio. Me interesa sobremanera expresar conjuntamente drama y lirismo porque ésta es nuestra existencia, no extraemos de nosotros oro puro sino una piedra mestiza que nos devuelve la vida justamente por la mezcla. AMG– ¿“Todo lo que somos está fuera de su lugar,/ festín de simulaciones,/ sistema sin principio”? ¿Por eso escribe? FM– Es un conjunto de acciones y reacciones, no simplifiquemos. Por más que yo intente esclarecer el motivo por el que escribo, habrá siempre algo en mí que escribe por otra razón. Sólo escribo. AMG– ¿Y dónde persiste el amor, como pregunta uno de sus poemas? 197
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FM– En todas partes, es uno de los más obstinados y crédulos de los sentimientos, ha resistido a todo en toda la historia de la humanidad. En nombre de la Iglesia, de la política, sobre todo de la duda. Creo que es más lo que hemos dudado del amor, que lo que lo hemos afirmado. Convertido en veneración, negociación, nostalgia, anduvo por todas partes y actualmente es sólo cinematográfico, aunque la crónica policial esté llena de crímenes pasionales. Leyendo la poesía que se publica hoy es muy posible que algún cronista futuro enunciara que los poetas estaban mucho más acá del amor. AMG– Amor, libertad y poesía juntos en la definición del amor de Breton, citado en su prefacio a El Comienzo de la búsqueda –El Surrealismo en la poesía de América Latina (O Começo da Busca– O Surrelismo na poesia da América Latina, 2001), que invierte el título de la obra de Octavio Paz, La Búsqueda del comienzo. Se trata de una antología de poetas acompañada de un estudio, una historia de la práctica del surrealismo en la América de lengua portuguesa y castellana, que incluye un conjunto de entrevistas. Esa búsqueda de la que habla, ¿apenas comenzó? FM– Éste es un libro aislado si hiciéramos un mapa editorial brasileño y buscáramos sus relaciones con la América latina. El abismo entre las dos culturas –si las definimos sólo desde un punto de vista idiomático– constituye ya un vicio histórico, un tipo de droga legalizada. Yo puedo publicar diez libros iguales a éste y nada cambia. Lo que pasa es que la cultura brasileña no puede proponer 198
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diálogo con otra cultura mientras no exista por sí misma, y no existirá mientras no comprenda sus raíces y luche por ellas. No importa cuánta excepción se produzca aquí, seguimos siendo colonizables. No nos libramos de ese estigma. AMG– La presencia del surrealismo en el Brasil (con poca penetración, a su juicio, por causa de la tradición positivista) ¿no sólo es desconocida sino también ocultada (y a veces negada) por la crítica y por el poder cultural? FM– Se trata de la relación de intimidad que el surrealismo proponía entre vida y obra. Esto es un infierno para la intelectualidad brasileña, que jamás vio en la creación una razón de ser. Antes al menos había una reacción por parte del catolicismo aquí imperante, pero hoy es sólo ignorancia, repetición acrítica de un modelo prejuicioso. AMG– En tanto estudioso del surrealismo, ¿ha procurado, de alguna forma evitar lo que usted llama “falsificación de la historia”? FM– [risas] Yo he reclamado eso a cada instante, inclusive de mí. La memoria es sobornable. Más aún: es una gran madama. La historia está en las manos de esta Señora. Ahora. No nos olvidemos de que la historia tiene un narrador: el hombre. AMG– ¿Considera que los brasileños han sido negligentes con respecto a la cultura de sus vecinos? Y en Portugal, cuya poesía ha seguido de cerca, ¿qué hicieron con la herencia surrealista? 199
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FM– Leyendo las cartas de António Maria Lisboa se percibe lo mucho que él insistía sobre los riesgos de la ortodoxia. Éste siempre fue el gran dilema de la recepción del surrealismo en otras culturas, evitar la tentación de ser más papista que el papa. Los dos nombres fundamentales del surrealismo en Portugal están todavía vivos: Mario Cesariny y Cruzeiro Seixas. El desdoblamiento propuesto por ambos, distinto en cada uno de ellos, fue bastante constructivo y evidente. Lo que sorprende es que un estudioso como Perfecto Cuadrado trate del asunto como de un capítulo cerrado de la historia portuguesa. AMG– Molina dijo, en una entrevista, que “ningún poeta puede dejar de querer el surrealismo”. Entendida como referencia histórica, y en la acepción de un humanismo poético, la afirmación tiene sentido, ¿pero no será excesiva? FM– ¿Pero qué no es exceso en el surrealismo? Considerando los innumerables ejemplos de una poesía hispanoamericana que hoy cayó en la trampa de un nuevo formalismo, como es el caso del neobarroco, que hace retroceder esta poesía a los primores modernistas –lo que equivale, en términos brasileños, al parnasianismo–, yo creo que Molina estaba acertado al afirmar eso, pensando no exactamente en una receta surrealista, sino en el espíritu de libertad que penetraba el surrealismo. En fin, que el poeta, cualquiera, no sería poeta si no defendiera aquellos principios, que en ninguna circunstancia se pretendían escolásticos.
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AMG– La dimensión política del arte ha sido motivo de reflexión suya. Usted ha hecho una crítica feroz a la poesía que se viene practicando en el Brasil desde hace algunas décadas. ¿Una vez más solitario? FM– Es que los poetas creen que brotan de los árboles o que compran jueguitos de construcción poética en librerías. Gente sobrenatural, tal vez. ¿Alienados o cínicos? Es irritante el hecho de que nadie se comprometa con nada en este país. Vivimos en un estado de letargo de la indignación. Lo gracioso es que, a cada momento, un tonto se autoproclama la antena de la raza. El poeta no tiene idea de hasta qué punto es cómplice del crimen que nos deforma. AMG– Poeta, ensayista, traductor, editor, periodista, director, con Claudio Willer, de la revista Agulha, coordinador del proyecto editorial Banda Hispánica… ¿Cuál es la faceta que prima en todas sus actividades? ¿La de poeta? FM– Sin ninguna duda. Todo eso son consecuencias del poeta. No tengo formación académica. Soy el francotirador, el autodidacta. Esta postura se refleja en todo lo que hago, donde la versión oficial es la primera en ser puesta en cuestión, pero en ningún momento destacando al underground sólo por su condición marginal. AMG– Como escribió André Breton, ¿“la poesía se hace en la cama como el amor”? O sea, ¿es en ese estado de “belleza convulsiva” que se escribe para “salvar” la vida?
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FM– Yo no diría “salvar”, término ya melodramáticamente incorporado por Hollywood. Pero es evidente que la poesía se hace en la cama como el amor. Ella se hace presente en nosotros no sólo en el verso, sino en la manera como nos identificamos con cada cosa en nuestra vida, una canción, aquella imagen de repente recordada de una exposición, caminar por la calle con un amigo, un sueño, nostalgia, esta entrevista… ¿Dónde está la intensidad de lo que haces? Jugando con los hijos, investigando sobre cualquier tema, abriendo un vino, recordando la escena conmovedora de un film… ¿Por dónde la vida se vuelve convulsiva? La poesía no responde. La poesía es la gran fuente de inquietudes. Se trata de vivir, no de vivirla. Nadie consigue vivir la poesía. Pero qué delicia es que cada uno trate de vivirse a sí mismo…
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Índice Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Aclaratoria. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Campos quemados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 / Cenizas del sol . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. A solas con Lilia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. Lázaro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Libro de Ángela. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. Evocaciones de António . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5. Gabriel riéndose de sí mismo . . . . . . . . . . . . . . 6. Pesadillas de Diana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7. Escultor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8. Carbones de Eduardo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9. Cartas de Adriano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10. Agonía de David . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11. Flor en los cabellos de Lilia. . . . . . . . . . . . . . . 12. Una criada de Erzébet. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13. Una última copa con Lilia. . . . . . . . . . . . . . . . 2 / Sabias arenas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. En tus visiones recupero el texto perdido. . . . . 2. Encima de tu furor, el infierno. . . . . . . . . . . . . . 3. Tu belleza, el rayo con que me consagras. . . . . 4. He ahí el catre de los extravíos. . . . . . . . . . . . . 5. Despedirse de toda forma . . . . . . . . . . . . . . . . . 6. El fuego en tus manos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7. Serpientes tejen una tela de proverbios. . . . . . . 8. Mi cuerpo yendo a tu encuentro . . . . . . . . . . . . 9. Graves, nuestras señales al infinito. . . . . . . . . . 10. En tu abrazo comienza el mundo. . . . . . . . . . .
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VII IX 1 3 3 3 4 4 5 5 6 6 7 7 8 8 8 11 11 11 12 13 13 14 14 15 15 16
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11. Me entrego al jugoso y al desvarío de tu árbol. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12. Un velo de llamas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13. Me junto a tus raíces. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14. Vienes a depositar en mi ser tus escrituras. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15. Minas de fiebre. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16. Tu rostro resurge de entre el fuego. . . . . . . . . 17. Forjas tu belleza en el fuego de mis heridas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18. Señales dejadas en tu alma. . . . . . . . . . . . . . . 19. Almita, árbol de dones a ti confiados. . . . . . . 20. Tu plato de fuego vacío reluce. . . . . . . . . . . . 21. Encerrado en el esplendor de tus entrañas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22. Íntimo nido de retornos . . . . . . . . . . . . . . . . . 23. En su lecho de fuego el canto. . . . . . . . . . . . . 24. Tus sombras imitan los pesados espejos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25. Bajo las arenas descubro las vocales ocultas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26. Sigo tropezando en tus árboles. . . . . . . . . . . . 27. Una vez más dentro del fuego . . . . . . . . . . . . 28. Tu nombre es ausencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . 29. Continúas cayendo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30. Almavagaba más allá de los cortes. . . . . . . . . 31. Porque no podemos errar entre guetos. . . . . . 32. Tu vida en el calor de los soles. . . . . . . . . . . . 33. Allí donde encontramos siempre una niebla. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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3 / Tumultúmulos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . I. Salas de reconocimiento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Soy yo: el nombre, las letras. . . . . . . . . . . . . . . 2. Soy yo: la muerte, las ruinas. . . . . . . . . . . . . . . 3. Soy yo: el libro, las voces. . . . . . . . . . . . . . . . . II. Columnas circulares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1. Tu cuerpo se confunde con el aire. . . . . . . . . . . 2. Y aquí estoy, disforme y desnudo. . . . . . . . . . . 3. Camino sobre los huesos de la tierra. . . . . . . . . 4. Desapareciste de la tierra. . . . . . . . . . . . . . . . . . 5. Un pescador arriesgó tu nombre. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6. Tiempo lento, agua oscura. . . . . . . . . . . . . . . . . 7. Fui un mago y la magia sorprendía. . . . . . . . . . 8. Una astucia semejante a Dios toca tu nombre. . 9. Hace bien estarnos aquí. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10. Las llaves me fueron entregadas. . . . . . . . . . . 11. Con todo, ahora tengo que morir. . . . . . . . . . . 12. Una vez tus pasos me cercan. . . . . . . . . . . . . . 13. ¿Qué hacemos?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14. No tengo práctica en morir . . . . . . . . . . . . . . . 15. Nos deshacemos del mundo a cada instante. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16. Tu imagen deshecha . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17. La misma voz siempre pregunta. . . . . . . . . . . 18. Hay huesos por toda la tierra. . . . . . . . . . . . . . 19. Los muertos caen de la nada. . . . . . . . . . . . . . 20. Padre, los vagabundos describen los dolores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21. Éste es un viejo libro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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III. Entradas invisibles. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44 1. Una noche para ti, padre mío. . . . . . . . . . . . . . . 44 2. Un ancho estruendo y el cuerpo se deshace. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 3. Siento el peso de tu corazón . . . . . . . . . . . . . . . 45 4. La sombra es un secreto orgullo del sol . . . . . . 46 5. Mi padre envejecido frente al fuego. . . . . . . . . 47 Coda. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48 Estudios para un amor loco. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49 4 / Extravío de noches . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51 1. Medito sobre tu cuerpo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51 2. Labios de seda. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51 3. ¿Cómo te mueves dentro de mí?. . . . . . . . . . . . 52 4. El canto del espejo garabatea tu imagen. . . . . . 53 5. ¿Todos los sueños son interesantes?. . . . . . . . . 53 6. Te vuelves hacia mí en dos tiempos . . . . . . . . . 54 7. ¿Dónde estás, mi amor?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 8. Cómprala para tu placer, me dijo el padre. . . . . 55 9. El cuerpo está cubierto de velos . . . . . . . . . . . . 56 10. Actuamos con palabras . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57 11. Medito sobre tu cuerpo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57 5 / Los tormentos miserables del lenguaje y las seducciones del infierno en los instantes trágicos del amor de Barbus y Lozna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62 Primeras voces. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62 1. Tu nombre es muerte. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63 2. Nombre de muerta. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64 3. ¿La razón de este libro?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64 4. Los amores exponen su desnudez. . . . . . . . . . . 65 5. ¿Dónde persiste el amor?. . . . . . . . . . . . . . . . . . 66 6. Laberintos deshechos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
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7. Una primera idea verdadera de la muerte. . . . . 68 8. ¿Cuánto queda aún de nuestro cuerpo?. . . . . . . 68 9. Palabras que hacen el mundo con su paso. . . . . 69 10. Lozna es una herida que no cicatriza. . . . . . . 70 11. Gracias a una lectura de Enrique Gómez-Correa . . . . . . . . . . . . . . . . . 71 12 y 13.Barbus– Sólo al tocar tu ausencia. . . . . . . 72 14. ¿Qué será de la palabra sin que nadie la provoque?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73 15. ¿De dónde viene el dolor?. . . . . . . . . . . . . . . . 74 16. Sangras de mí, conjurada memoria. . . . . . . . 74 17. Contra el dolor prosiguen los amantes . . . . . . 75 18. ¿Qué habrá sido de Lozna contra los días de su inquietud?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76 19. ¿Volverá su amor a sentarse entre sus ramas, sus imágenes y fiebres? . . . . . . . . . . . . . . 78 20. Es la lengua una marea de reflujos . . . . . . . . . 79 21. Sílabas agotadas en la noche. . . . . . . . . . . . . . 80 22. Tú vas desnuda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81 23. La soledad quebranta el alma . . . . . . . . . . . . . 82 24. Hay que leer en tus labios las últimas palabras de amor. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82 25 y 26. Mi amor, estoy simplemente muerta. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83 27. ¿Dónde desemboca la ausencia de la mujer amada?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85 28. ¿Quién habla conmigo en las colinas febriles del vacío?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85 29. Las marcas de tu muerte . . . . . . . . . . . . . . . . . 86
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30. Un hombre repitiendo el nombre de su amada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86 31. Una mujer caminando sobre los vestigios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87 32. Hay que olvidar todo sin volverse loco. . . . . . 87 33. ¿Qué es la claridad de los desamparos? . . . . . 88 34. ¡Cómo pasa el tiempo!. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89 35. ¿Quién existe en mí?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91 36. Tan cerca de mí la mujer de fuego. . . . . . . . . . 92 37 y 38. No hay sueño. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 92 39. ¿Tu vida pudo contemplar los desarreglos de todos los sentidos?. . . . . . . . . . . . . . . . 93 40. Hay un cuerpo inmejorable y vacío en mis brazos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96 41. Sin otras puertas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101 42. Uno de los fragmentos de Heráclito. . . . . . . . 103 43 hasta 46. La violación de nuestro amor . . . . . . 106 Otras voces. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108 6 / Dos mentiras. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111 1. Mi desnudez de bruces derramadada en el sofá. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111 2. Anoche le dije que sería su niña . . . . . . . . . . . . 112 3. ¿Desde cuándo me visitas… . . . . . . . . . . . . . . . 112 4. Escenas sacadas de un corte . . . . . . . . . . . . . . . 113 5. Nunca pude encontrarlo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113 6. Duerme conmigo esta noche. . . . . . . . . . . . . . . 114 7. Antes no era así. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 114 8. Hubo un momento en que quedé a solas contigo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
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9. Una grieta de claridad que nunca supimos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 116 10. Disecados allí sobre la mesa. . . . . . . . . . . . . . 116 11. Tocaba mi cuerpo de oído. . . . . . . . . . . . . . . . 117 12. ¿Quién fue?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117 13. En la bañera nos sacude la risa . . . . . . . . . . . . 118 14. ¿En qué ciudad te encuentras?. . . . . . . . . . . . . 119 15. Adoro cuando me fotografías desnuda . . . . . . 119 16. Nos acostábamos hacia la película . . . . . . . . . 120 17. Todos los cuerpos [ellos] danzaban. . . . . . . . . 121 18. ¿Por dónde quieren que caiga la caída?. . . . . . 121 19. No se alza nunca el telón. . . . . . . . . . . . . . . . . 124 20. ¿Qué planeas?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 21. Cuando me senté aquí para escribir este libro .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 22. Los muertos se esconden por todas partes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 126 23. ¿Eras así, mi ángel de cuántas alas? . . . . . . . . 126 24. No veo ningún policía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127 25. Tú eras todo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 128 Teatro imposible. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129 7 / La noche impresa en tu piel . . . . . . . . . . . . . . . . . 131 Mañana comienzo a separarme de ti. . . . . . . . . . . 131 Mañana digo que no pasarás de aquí. . . . . . . . . . . 131 Mañana soy tu metafísica confusa. . . . . . . . . . . . . 132 Mañana agoto tus formas sin perdón. . . . . . . . . . . 132 Mañana comienzo a deshacerte de mí. . . . . . . . . . 132 Mañana tomo el testimonio de tus muertos. . . . . . 133 Mañana recorro tu vértigo anunciado. . . . . . . . . . 133 Mañana estreno la sangre de tantas muertes. . . . . 134
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Mañana caigo de tu boca cerrada . . . . . . . . . . . . . 134 Mañana huyo de tus previsiones. . . . . . . . . . . . . . 135 Mañana trato de disipar tus suspiros. . . . . . . . . . . 135 Mañana comienzo a desaprenderte. . . . . . . . . . . . 136 Mañana decoro tu ausencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . 136 Mañana reparto las carnes extraviadas de tu desamparo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137 Mañana salgo de aquí con algunos trazos ocultos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 138 Mañana deletreo el misterio de tus flores . . . . . . . 138 Mañana trato de que regresen a sus lares los fantasmas de todas esas noches. . . . . . . . . . . . . . . 138 Mañana hago las reparaciones en la inundación de tu ser . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139 Mañana tengo que cumplir mis promesas. . . . . . . 139 8 / Autobiografía de un truco. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141 1. La ciudad se mezcla por dentro con todos sus vestigios. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141 2. ¿De qué se resiente la realidad, si el hombre la alimenta tan bien?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141 3. El cuerpo de la escritura se deshace en mis manos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142 4. De noche busco refugio en tus ojos. . . . . . . . . . 143 5. Hay un reflejo móvil que te expone en ángulos diversos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143 6. Recoger el arte abandonado. . . . . . . . . . . . . . . . 144 7. Hay un momento en que el crimen es traicionado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145 8. ¿La lujuria de la escritura reside en su falsificación?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145
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9. Excavar por todo el arte. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146 10. Las escaleras se desmayan sueltas. . . . . . . . . . 147 11. La llave del sexo no es lo que se escucha. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147 12. ¿La inclinación es una declinación? . . . . . . . . 148 13. ¿Qué lleva a un hombre a esconder algo de sí para que un día él mismo venga a encontrarlo?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149 14. ¿Habrá un verbo dentro de otro que lo contradiga?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 150 15. Cuando un penitente embiste contra sí mismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151 16. Ni bien la carretera vacía nos interpela. . . . . . 151 17. Tu figura me escapa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152 18. El cuerpo es siempre un cuerpo del delito. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153 19. No sé dónde guardo tu cuerpo. . . . . . . . . . . . . 153 20. ¿Cuántas noches llueven sobre tu piel?. . . . . . 154 21. Fui atrapado por tus fulgores. . . . . . . . . . . . . . 155 22. ¿Cómo expresar lo que se piensa en medio de un desánimo tan organizado? . . . . . . . 156 23. La realidad despertó muy temprano . . . . . . . . 156 24. Rumores de tu cuerpo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157 25. Una lámpara enciende tus senos. . . . . . . . . . . 157 26. ¿Por qué lo inesperado llega siempre por el otro lado?. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158 27. No había nada dentro de la noche. . . . . . . . . . 159 28. ¿Dónde van a parar la patas caídas de una vieja mesa?. . . . . . . . . . . . . . . . . . 160
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29. La casa calle abajo en su tránsito de esquinas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160 30. Hacia donde vamos nada tiene principio. . . . . 161 31. Hay un modo de caer que el abismo recrimina. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163 32. La imagen presa en el baño. . . . . . . . . . . . . . . 163 33. Tu cuerpo fluctúa como una lámpara. . . . . . . . 164 9 / Escenas tomadas de un teatro imposible. . . . . . . . 165 1. El reflejo en el vestido. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165 2. Al retirar la cómoda. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167 3. Un espejo camina por las calles. . . . . . . . . . . . . 168 4. Viscosa simetría de deleites. . . . . . . . . . . . . . . . 170 5. Fricciones entre cuatro paredes. . . . . . . . . . . . . 171 6. Los pasos corren de un lado al otro. . . . . . . . . . 173 7. El mundo se olvida dentro de ti. . . . . . . . . . . . . 174 8. La noche desfigurándose mientras. . . . . . . . . . . 176 9. Salimos a comprar relámpagos. . . . . . . . . . . . . 177 10. Nuestros fantoches se aman. . . . . . . . . . . . . . . 179 Cae el telón. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 182 Apéndice. “Somos lo que buscamos” [entrevista]. Ana Marques Gastão. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
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