Atanor (Parque de atracciones poéticas)

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Óscar Ayala (Carpio de Tajo, Toledo, 1967).

Estudios de Filología Hispánica, Derecho y Humanidades. Su trabajo como investigador ha estado orientado hacia la vanguardia literaria española, si bien ha dedicado estudios y ediciones a otros autores de nuestra tradición literaria (El estudiante de Salamanca o El Buscón, por ejemplo). En los últimos años se ha convertido en autor de manuales de Lengua y Literatura para Enseñanza Secundaria, de la que es profesor titular en un instituto público madrileño, tras unos años dedicados profesionalmente a la gestión cultural y la labor editorial. En el terreno de la creación ha obtenido diversos premios literarios en poesía y cuento. Fundador y director de Fugaz/Ediciones, su primer poemario editado fue Atanor. Parque de atracciones poéticas (Germanía, 2001)


Atanor Parque de atracciones poĂŠticas


Alacena Roja, 2013 © Óscar Ayala, 1997 © Sean Mackaoui, 1997 © José María Parreño, 2001 © Emilio Sola, 2003


Óscar Ayala

ATANOR

Parque de atracciones poéticas

Prólogo de José María Parreño Ilustraciones de Sean Mackaoui Epílogo de Emilio Sola



PRÓLOGO Parque de Atracciones Poéticas. Lo llamativo del título nos distrae de percibir su redundancia. Porque la poesía es ya un parque de atracciones del lenguaje, además de serlo de la imaginación. Las palabras del poema funcionan como los mecanismos de la montaña rusa: sus engranajes sintácticos, su maquinaria lógica, se ponen ahí al servicio del vértigo y el grito. Dejan de producir sentido, que es para lo que un honrado ingeniero las diseñó. Panero decía que Derrida decía que un poema siempre corre el riesgo de carecer de sentido, pero no es nada sin ese riesgo. El poema dice algo que no dicen las palabras que lo arman. Óscar Ayala dice: “Tigre empollando un mundo / a punto de romper / sobre un nido de espinas”. Y yo creo que no sabe lo que dice. El poema sí. Entre otras cosas, porque Ayala nunca decidió

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escribir eso: nadie se sienta a escribir algo así. Le sobreviene cuando esta escribiendo. Con una naturalidad tan exquisitamente compleja como llueve la lluvia. Igual de intraducible. Sí, también dice Jacques Roubaud que la poesía no es parafraseable, o sea, que no se puede decir de otra manera que con las palabras con que ha sido dicha. Desde luego, la poesía necesita de palabras pero, como ya dije, no es las palabras. El título completo del libro de Óscar Ayala es Atanor. Parque de Atracciones Poéticas. Resulta difícil imaginar una metáfora más hortera que comparar los recipientes del proceso alquímico, donde se transforma el plomo en oro o —como quieren los gnósticos— la materia en espíritu, con un parque de atracciones. Aunque, tal vez, podemos pensar que los dispositivos del parque de atracciones trastornan gradualmente el normal funcionamiento del cuerpo favoreciendo así su espiritualidad. Vienen ahora menos al caso este tipo de ocurrencias que señalar cómo la diferencia de voltaje entre los términos del título separados por un punto crea un campo magnético que eriza el vello de la sensibilidad. Este es uno de los mecanismos recurrentes del libro: combinar un lengua-

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je culto, que alza metáforas centelleantes, que emplea vallejianamente los sustantivos como verbos, que se deleita en las palabras con una fruición digna de Lezama, con coloquialismos y giros impertinentes. Parque de atracciones del lenguaje, pues, u orgía: sintaxis travestida que se ayunta con canallitas de barrio. Ayala, una y otra vez, nos sobresalta. Cuando nuestra atención se estabiliza, pues creemos haber hecho ya pie en el nivel del texto, haber palpado el perímetro de su campo semántico, aparece un verso que nos obliga a reajustar todas las medidas. Esa lectura que nunca llega a ser relajada es probablemente la que pretendía imponernos el constructor de este artilugio. Y junto a tanta novedad vanguardista, Ayala no deja de hacer explícita su deuda con ciertos maestros. A estas alturas reconocer maestros —y más si son tan excéntricos— no es sino subrayar la vocación de solitario. Entre estas sombras tutelares, que aparecen más o menos cifradas, se menciona a Carlos Oroza, se menciona a Eduardo Scala y no se menciona, pero está, a Emilio Sola. Todos ellos creadores españoles notabilísimos que seguro no conocen muchos de los lectores de este prólogo, lo que indica que Ayala ha ido a buscar sus lecturas al margen del canon

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literario oficial. Que esa posibilidad exista puede parecer a más de uno bastante sorprendente y en ese caso, le animo a que siga estas pistas. Óscar Ayala lo hizo y, como resultado, este libro descoyuntado y fresco, difícil de sujetar entre las manos. Poesía de una pureza que puede resultarnos mortal, por lo poco acostumbrados que estamos ya a probarla.

José María PARREÑO

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Atanor Parque de atracciones poĂŠticas



A Carmen. SĂ­.



EXTREMA I. 1. Ella era malla o llama de incombustible lluvia donde gaudí las deliciosas curvas —y vacíos—. Ella era sí el acento, la llama de las íes sobre el culo de una imagen tibia. La llama llama amargamente amar gamente a mar es donde los ritmos rompen como belugas suicidas.

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Un metal. Un ruido (osea). Una indefensa muralla nervada consagrada a mí. Quietud desafecta a utilidad, oxidación del destripado y único puente, constitución vertebrada del espacio, incompetencia de la muerte, un círculo de luz cuyo centro es el centro de la nada, intermitente punto donde el muerto clava sus ojos con verde incontestable, emblemática lubricidad del cero.

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2. Consagra el movimiento al equilibrio como pez soberano que aboliendo corrientes siembra el universo de miradas opacas. ÂĄQuĂŠ monstruosa delicadeza de plata proyecta oscuramente el enemigo honesto! Por consiguiente, caridad el ombligo, habitad la palabra, embriagad al vampiro con olor de entrechocados pedernales. Verdad, partid, piedad en dos el sobresalto. Hallar un trozo de realidad desnuda frente al sĂĄtiro verso despiadado.

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Fue cuerpo antes que fugaz fulgor entre las falsas ramas del alma. (De tanto miedo el pez se fue matando con agujas de agua desordenadamente.) Abrió el futuro como una granada con enormes pestañas (su insólita mirada recorrerá mis páginas como una tailandesa enjabonada).

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3. Hallar un trozo de realidad desnuda frente al sátiro verso despiadado. Apretó el puño hasta clavar las uñas en la palma y luego preguntó dónde clava las uñas una hoguera en capullo, una flor abortada, estrella innecesaria tristemente. El sobresalto. Un imperio que descuidó su aspecto. Un signo que se conduce a la muerte con mimo. Un de profundis que hemos heredado como el sortilegio equívoco del vino.

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II. 1. Desde lejos envidio la naturaleza de las exhortaciones: Madrid la isla, fidelidad las calles con mĂşsica de nana, joya la luz, amĂŠrica el deseo, humedad y amistad sendas que eco francamente estremecido. Soledad el insecto con la amarga muralla salpicada de sangre de inocente, oscuridad la paz en torno a las cabezas y talladla con golpes de decidido viento cuando fiebre. Piedad piedad piedad piedad piedad.

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2. Incombustible mente la palabra se oroza con el aire se hace aire palabra que me sueĂąa palabra (que) abre puertas a la nada profunda que habito como un poema sediendo sobre el suelo sediento de cadĂĄveres de versos versos versos uni disformes l e n t o s disparados desordenadamente en apariencia ja.

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Jerusalén, jaén, Japón, retén en la memoria desiertos que toledo. Praga los ideogramas. Habitemos ciudades donde el silencio rompa los grandes edificios del invierno. Tributemos al aire que bélgica entre mano y mano. Permitidme jugar con las ciudades a verbos que ejecuto a voluntad. Voluntad las ciudades a un rincón de la boca, catapultad el aire y ved un universo de una nada más densa que la muerte. Yo fuego, él aire, él tierra, él agua y TÚ te huyes a través del desierto de los ojos.

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A través del desierto de los ojos baldíos la cabra masca hierba hasta obtener un gas azul y nauseabundo. Como el fuego, su propio contenido es continente hondo y fugaz y profético. No el mar. No el aire. En absoluto Extrema arde como la tierra prometida entre tantos misterios. La tristeza es un don don don de submentales campanas, un don como un minuto más de vida para gritar “asesino amado, dame algo más que un tiro entre los ojos”.

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Es el don de equívoco, la seducción tanática del arte, calavera que arrastra el caracol por el desierto de las revelaciones y la imagen inmaterial y justa proferida contra el odio feroz al ser inesperado y azul, y es el ciclo asimétrico del miedo al miedo, al verso doloroso, al beso decisivo de los ojos a los ojos de millones de copos, al poder afrodisíaco del verbo, a la punta de flecha que concede la A a mensajes en clave,

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a las violentas convulsiones del caos descomunal de una gota de rocío, al punto señalado con la x en el álgebra de la desposesión.

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3. Y tal mujer Extrema envuelta teme la hostilidad del sueño de otra mujer envuelta en sábanas de vidrio. Presencia inadvertida de hongos que digieren la sombra del ahorcado. Un lagarto que anida entre los tensos muelles del piano de cola. La extorsión del olvido vomitando aromáticos coágulos de esperanza. O tormenta que arranca como olfato violento las flores sospechosas. Sirenas defecando cerebros sobre limpias playas de salvamento.

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Muy cerca de mi tumba habrĂĄ un santo incorrupto pudriĂŠndose de envidia.

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VIBRÁTIL Qué tiembla está perdiendo la voz retorciendo su forma golpeándose la frente ocupando el espacio de la nada. Qué mío va cifrando sombras casi mitraicas círculos que alabastro categorías que cero. Qué desde el sur del lenguaje viene a desafiarme huele como un diamante intacta un arco enorme encima del torrente de silencio. ¡Oh, dios mío, mi poesía es ninfómana!

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SÍGNICO El hueco quebrado y cristalizada la araña, crescendos del silencio salivando para justificarse, clemencia el sufí el fruto irreconciliable del abismo, acosa a la belleza, cualquier camino es bueno si equivoca. Ecolo colocando un señuelo en la llama, enloqueciendo reclamando un hacha decapita, acorralando fosforando

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pequeĂąas explosiones del verso, masticando semillas que hubieran germinado como nuevos idiomas, endioseciendo refinando la mortal mordedura del azufre. Dos pĂĄjaros gemelos cascan su frente entonces. Solo los iniciados reconocen la bestia en el verso no escrito.

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VÍTRICO Desde desestimamos-vivir-eternamente y suple-la-falta-de-la-tierra-el-arte era una escala y era también una sustancia o círculo y desde aquel compré la magia del desierto en una lata que aún no he podido abrir, se puede entrar, y sí, pero ¿la puerta? Alguien que ha estado toda la vida suicidándose regresa a casa y ve cómo copulan dos cepillos de dientes en silencio. Entra cristal y ciega y grita y limpia será la extirpación de su maldita glándula poética. Cuenta que estuvo cerca de lo que fue que fue

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un automóvil blanco cortándose las venas [contra un escaparate. Solo a la causa aspira y reprueba el efecto en un jardín donde una rosa aclara su voz con la sangre de otra. ¿Dónde dejaste mi-silencio-ha-sido-una[flecha-temblando en el corazón de mi corazón? ¿Existen caminantes sin color como reptiles sin camino frente al lejos perfecto en las primeras horas de límite cautivo en unas manos agarrotadas, hondas, sin contrario?

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VÉRTICUS Embarcar memoria

in tacta mors versiva:

el movimiento in verso a la caĂ­da en el abismo del punto (.), y apenas luego hacerse asesinar vertiginosamente. El ritmo carambola y la palabra cadabra que amanece torna golpe de ser.

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Y de nuevo el abismo abre los brazos, dicta la amenaza del agua y se retira al final del poema como esperando algo, quizĂĄ, no sĂŠ, un regalo.

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TANTRA A Emilio, entre comillas.

Omnia amándome, amarga el verso germinal, el llanto capital del ángel mancillado la luz común al cielo al mar altar vacío, de fórmulas eróticas cargando otro revolver, la humildad de la imagen el tuétano del túnel de la muerte, “solo el bullir del moribundo mundo te trae a mí de nuevo”, la luz y la desdicha de la luz, vajrasatra orofilio son somniente en t-auromágica humanidad diabólica del no.

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TĂ“NICO Conservo varias fotografĂ­as de este verso.

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CRIMEN A Isla Correyero

Desabrochó un poema. Lo fijó a la pared. Los clavos hoy por fin echaron flores. Hada tenebra por su casa. Lirio en mano. Disparando a las piernas de los versos. ¿Fortalecer con gritos su equilibrio es cobardía? ¿Renunciar a la muerte por ritmo del poema es cobardía? ¿Mutilar la locura o ahogar las estridencias

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o asistir impasible a ese suicidio colectivo de burbujas desde el borde del grial es cobardĂ­a? Sin duda. Propia de un posmoderno.

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HAICU Que el caracol descubra el camino perdido jamรกs serรก un poema.

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BÉLICO Al otro lado, al otro fatídico de humo y sordo cavilar, fardos de viento y pulpas de campana no existe el otro lado, dicen, dicen. Conspiración, co-inspiración, revolución cerrada, irisación del gas pactado, y alboradas y ampollas de alborada en un lugar bien frío. Al otro lado el lodo ludó filo en el círculo donde el alma abre su plaza.

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El destino es la cola de un camino llamado amor y ven es el quejido de un yunque en el taller del sueño. Al otro lado un niño prensa los corazones de los dioses más viejos (tan solo es lamentable que a una edad tan temprana se manifieste alcohólico). Al otro lado ban dadas de ban deras van buscando un cuarto cuerpo para hacerle señal de su escondite. Y aquí al otro lado del al otro lado sin embargo nada táctico

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que hacer romper torcer resucitar sin durante el no dudoso milagro de la modulaci贸n estigmas del centuri贸n de ojos fugaces. Traer谩 un mensaje en el orzuelo.

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ASMÁTICO Para que el principio alquímico del divino [reojo reteje la guarida del monstruo, sí mons truo tres veces más tropical que el trueno formal baboso sanguinario, debe hollarse la vaina de la dulce renuncia. Y en el más dentro más, bajo ese pasmo [asmático que restituye la araña al bronquio, brota brama brahma dulce de carne de caverna y salta. Sincopándose el ciclo del Gran Sema propone la cornada mortal y solo comprensible en la tensión del hilo llega a la elipse, como llega la mueca de amor indescifrable,

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el alcohol que se quema en la huida del tábano, la luna que conserva la pausa en la blandura de la lengua. La araña señorea el todo, osa desde el interior del todo osar mirar el todo con desdén e irse. En tanto el monstruo tuerce la cabeza no hay movimiento alguno ni principio.

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ORIGO Porque he no muerto suficiente aún o no he ocupado aún todo mi espacio. Y claridad dichosa cerradísimas piernas. Lo posible. La seda del anfibio de metal. No se levanta oso catedral.

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Pero acecha la piedra. Fiel, felino, piel, palabra entre la seda del metal. Llenar nombrar tentar siempre nombrar tentar crear desde el abismo. Saltar. Y porque todo animal otorga su suerte al rumor. Imágenes imángeles de sádicos y víctimas

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de sรกdicos flotando en las natillas no ya no ya no hallar siempre escoger. Siempre nombrar tentar desde el metal la seda. Hasta que evidentemente gรกrgolas canten amor a las sirenas.

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MÓRFICO Verdaderamente estaba bello, tan callado el sapo del asombro. Él me soñaba al borde de mi sombra en el centro de un círculo de fuego. Pluma descalabrada contra un muro de cristal me soñaba al borde de mi sombra en el centro de un círculo de fuego. Al borde le soñaba de mi centro en el fuego de un círculo de sombra.

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El círculo cerraba bajo el llanto los ojos. Yo al sapo y él soñando con que mi sueño es él, al borde de ese círculo en el sueño del centro de mi fuego. Por último otro sueño podría despertarme. ¿O amplificar la explosión del punto a cien mil watios no es otro asombro abierto a la esperanza?

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HO-MENAGES Porque estando tendido, encaramado mentalmente, vaciándome sobre la hierba fresca o entre zozobra y párpado perdido o si roca en la lira no exento de quietud lo que padezco y lobo y hasta oscuro, y lo que moro o haro, lo que ory, lo que oroza entre sílabas de plomo, cualquier imperfección del pensamiento se apoya blandamente entre los pechos de la página, secciona con limpieza su entregada yugular y se esconde.

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Y buscando un eslogan socorre sola al regresar de sí, y está por fin en él esa respuesta que vi-llena de amor y de veneno: “Venecia es una fotografía reducida de tu [coño, Petrita”.

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GÉLIDO En alguna garganta se esconde esa entumida [palabra de metal. Ella y otro veneno ya no sueñan conmigo. He amado a dos mujeres que contrajeron sendos accidentes de tráfico. He esperado mi turno para llorar su muerte junto a buenos amigos. He comido sin ellas y he pedido la muerte con la cuenta. La lengua en el ombligo. La mano sobre el pecho. Olvidadas las piernas. (Que lo devuelva hinchado) el corazón al mar. Ella y otro veneno ya no sueñan conmigo.

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Rueda el agua en el agua para habitarme lleno posiblemente frĂ­a. Soy un pobre muestrario de pertenencia azul a lunas sucesivas. Ni ladridos con alas, sollozos caracol, escamas de pez-pausa sobre mis labios hay. Solo fugacidad. Irremplazable trozo de eternidad cogido por un brazo. HagĂĄmosme un contraste con yesca en un quejido si es posible bailable. Sabemos urdir trampas contra el ruido de un pelo al caer en la sopa. Y atar los cuatro vientos con estuco y anguilas como a una res rabiosa. Y he fabricado un ĂĄcido que reduce el amor a un gesto de los ojos: fijo sobre tus ojos encaja un miedo en otro.

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El miedo trae la vida hasta tus mismos pies y cuando la recoges lleva ya siglos muerta. Quiero que ese cadáver sean los últimos músculos del hijo que tendremos. Asesinémosle. Truenos privilegiados desfiguran la tierra. El silencio no tiene que estar recién cortado. Gana tu cuerpo a nado. Congelaré la orilla para esperarte allí. Y Dios es un fullero. Da maliciosamente formas que he de nombrar por no parecer loco. Asesinémosle. Asesinémosle. Dicen que vive y que quizás mañana venga a morir aquí. Da formas y se oculta.

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Lo mismo que las águilas van perdiendo las plumas y las tiran al suelo para echarse a morir. Lo mismo que el esclavo va perdiendo la sangre. A un ruido de disparo la estrella fulminada se posa fugazmente en el ombligo. Asesinémosle. Prolonga la caída hasta la oscura hostia de la boca del pozo. Y se deja mirar tronchar ahondar recomponer. Canta y no. Duerme tolera. Lleva blanco ataúd para intención urgente. Tiene en el lomo abiertas heridas como libros. Habrá quien lance voces como las de la piedra contra los desalmados. O alguien murmurará

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bajo los largos lobos que cómo hemos podido dejar de estremecernos. Mientras es desclavado el cielo por un ángulo, península el descenso. Rodeado de mí por todas partes menos por una que te une a la muerte. Tal vez quién sabe el vuelo de un colibrí de pena te parta el tronco en dos. Y las piernas vayan a los caminos en busca [de su pasto. Y luego que te inventas, a medida que sueñas cómo eres, te pareces a ti. Asesinémoste. Se me llenan los ojos como se llena un barco de agua antes de hundirse. Respiran como ostras para no desbordarse pero no lloraré.

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¿Has descendido al centro lejano de la lágrima? Allí sueñan caminan aterrizan fantasmas minerales y escuchan el delicado abrirse camino del cuchillo o el amarillo click de otro paro cardíaco. Nada tiene otra finalidad que hallar indicios claros de estar vivo. O dibujar en la página un tren donde tirarse. Se parece al terror que sienten los pianos antes de cada nuevo análisis de sangre: desarrollan su música con la delicadeza del que quema una rosa. Tiene blancos cerebros con destellos de lomo de pez que se suicida al sol entre tus manos. Tigre empollando un mundo a punto de romper sobre un nido de espinas.

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Me encantaría jugar a tener fiebre bajo el barro contigo y hablarte de los gritos de flor recién cortada, de la expresión del rostro que me hubiese gustado robarte para ahorcarme: un árbol de raíces hundidas en la noche, un ligero desmoronamiento facial, herido por el triste esqueleto de ese lápiz de [labios que enterró una mujer en mi bolsillo. Arrancaré la piel a la paciencia para hacerme un alfombra. En ella dormiré como un felino contigo por supuesto. Seremos vagabundos hasta el amanecer de un día cualquiera. Si es miércoles mejor. Y si es octubre aprieta el puño contra el aire: que no te lo arrebaten.

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Es nuestro y vertebrado y caja cineraria de iguanas de mudez. En un claro del bosque se adueña de la tarde el sollozo de un hongo. Con su lengua crujiente atrapa los silencios ocultos en las ramas. Nos es imprescindible para arrojar el grito un silencio profundo; y al bosque para abrir ese cero intensísimo. Ceros labios de cera longanizas de grito [aro del beso. Comando de un ejército de gorgojos del polvo a veinte mil aumentos sobre un trozo de piel de la memoria. Asesinémosme, dice, y su arenga se cierra como un ángulo.

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En el aire suspenso un terror georgetrakleano se amasa la barbilla. Los dioses hipodérmicos abren un laberinto valiéndose de uñas con sal fortalecidas. Abrázame. Abrázame es mi llanto estalactito el llanto deshueso para ti la flor del llanto. El ánimal más rígido, la más quieta marea, argumento formal de asesinémosme abrázame que un verso tiene la dicha aquí de no pertenecer a ningún hombre y el tamaño del infierno.

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ÁUREO Hay un momento. Bajo la sabia furia de la rosa, bajo la rosa furia de la sabia realidad invisible, hay un momento que es casi un hombre. El hombre-que-alimenta-brontosaurios[con-lágrimas. Ha reinventado el orden del desorden “de las formas de los colores de los gestos [de las palabras”. Y no. (¿No es mi no dulce es azul es inocente como la paja? Es tan hermoso. Frágil. Como un verso asesino. Si nervio de la lágrima, si árbol del [dulcísimo hielo, si pétalo calizo, a veces besa. Como un manzana llena de niebla.)

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Y tiene tantas, tan tiernas, tentaciones de no asistir a la prisiรณn-pasiรณn-y-muerte del poema. Tentaciones y tantas y tan tiernas. Mรกs que un momento parece un verso de Lezama. Mucho y sinceramente. Y ha llegado el momento de rodillas. Como llega la piedad al verso, avergonzรกndose. Una bestia en ayuno, amando a muerte en la evidente octava dimensiรณn de la pena, llora espigas de verdadero plomo si se le ayuda a verse en el espejo.

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Un cristo acentuando la cama de dos novios casi niños escupe sobre ellos y se cruza de brazos. Ya ves que está llegando qué llorando. Qué arde. Qué está muriendo en el interior de todas [las cosas. Quién ha puesto un huevo lleno de muerte bajo mi majestuoso culo. Dime. Dime. El momento de rota rotación cansada de esperar se eriza y rueda hasta tu mente enferma de esperar cansada de amar el mar-de-fauna-de-mirar-metálico. El mecanismo metálico de la transparencia [de la piedra profética. La flor smaragdina de la piedra profética, la piedra que se late y que se ave y que se [desvanece,

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la piedra que se levanta al espacio del asombro, el ave laberinto, el ave ciego, el ave acoso golpeando los aires y sembrando gritos [estremecedores, acoso llama enciende el mecanismo vegetal de la [piedra profĂŠtica, el atanor cautivo, solve et coagula, modula el cromatismo, la intensidad del fuego petrificado, el oro, el oro, el oro profĂŠtico, abomina el aliento animoso de este momento [alucinante y dĂŠjame sumido en las negras arenas de la noche donde el gavilĂĄn-de-hierro-que-ladra ladra y lastra otros latidos. Ambos, amor, ahogado y mar, regresan.

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ÁMBULO El cóncavo son ámbulo amplifica el cálido dolor de la sutil espina. Crece bajo las uñas y las otras formas de ocultar el pan son oro risa transparente. El pan sonoro espectro lentamente contra el vano volumen donde rompe el poema su hilación con la º [música. Lo que se sueña sueña para alcanzar el nombre que consuma el espanto del orden más profundo.

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Como las aves caos el más profundo cuatro que pronuncia el cálido dolor de la sutil espina, como las aves cuatro cuando preparo el húmedo islote de la frente para embestir el sueño y cuatro varias veces la diminuta tez del orden [transparente, imanes de colores con polos al azar y manos de colores afilados peinando pan y [espinas. Me siento desplazado por el espanto al llanto, amar o darle vida al origen oscuro clínicamente es cierto inexistente. Prefiero no saber que la clave es el ínfimo crujido de la nube de polvo y continuar clavando espinas en la carne para que grite a muerte confusión generosa.

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Y luego no sospechas, no recuerdos, solo la última voluntad del día. Entonces ese o ese otro equilibrio acierta a s.o.s. tener pechar egar layar un nombre que es el tuyo encendido para incidir la carne del sueño del poema del sueño. Himno calladamente y puerto orillas a limpias dentelladas para el barco que va de claro a claro desbrozándose. Al delirar, las larvas adormecidas muerden en perfecta cadena trazando rutas para el verso ciego.

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Las músicas batallas de amor campo celoso de bellos moradores se arrepienten de inconstantes aromas, de láminas violentas de lágrimas ya fósiles, de metálicos arcos de carne madrugada, o su torcido son engarza perlas de silencio mortal.

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ESFÉRICO Trinidad esta página vosotros. África en mí la soledad del verbo, dame, dadme la mano no florida y que septiembre el vago destello violentado. Calidad la dudosa paz en sombra: bella los pensamientos pero el olvido lenta. Soledad la belleza entre las manos y dadme, amor, por alimento esferas perfectas de silencio.

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EPÍLOGO … Constitución vertebrada del espacio, incompetencia de la muerte… un círculo de luz cuyo centro es el centro de la nada (Liaño) Emblemática lubricidad del cero (Scala) Piedad piedad piedad piedad piedad Imcombustible mente la palabra se oroza con el aire se hace aire palabra que me sueña…

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… a las violentas convulsiones del caos descomunal de una gota de rocío… y era también una sustancia o círculo se puede entrar, y sí, pero ¿la puerta? Al otro lado, al otro… No existe el otro lado, dicen, dicen. Al otro lado el lodo ludófilo en el círculo donde el alma abre su plaza. Llamado amor y ven. Al otro lado ban dadas de ban deras van…

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Y aquí al otro lado del al otro lado sin… dulce la carne de caverna y salta. no hay movimiento alguno ni principio. … o no he ocupado aún todo mi espacio. siempre nombrar tentar crear desde el abismo. Saltar. no ya no hallar siembre escoger. … no es otro asombro abierto a la esperanza? Emilio Sola, Lecturas activas (una antología parcial y azarosa).

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ÍNDICE

PRÓLOGO, por José María Parreño ATANOR

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18.

Extrema Vibrátil Sígnico Vítrico Vérticus Tantra Tónico Crimen Haicu Bélico Asmático Origo Morfico Ho-menages Gélido Áureo Ámbulo Esférico

EPÍLOGO, por Emilio Sola





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