Impar

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mar铆a g贸ngora


Impar era una herida mal cerrada.

Un golpe de pasado que volvía una y otra vez a mis versos. En una mudanza que parecía interminable me obligué a escribir este poemario porque sentí que era la única manera de suturar, de una vez por todas, esa herida. Reunir en un libro todos los poemas, con otros que iba escribiendo mientras me preparaba para el cambio, era despedirme de una parte de mí de la que ya me sentía muy distinta, pero no me dejaba marchar. El resultado es una cicatriz que me acompañará siempre.

maría góngora

costurasqueparecencicatrices.blogspot.com 2



Título: Impar Autor: MaríaGóngora http://costurasqueparecencicatrices.blogspot.com © MaríaGóngora 2012 Fotografías © María Góngora Edición eBook: Alacena Roja Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de este libro sin permiso previo por escrito del autor. Primera edición Diciembre 2012 –Ceutí-


impar mar铆a g贸ngora



A los dos, que me hicisteis caer tan alto.



Prefacio

El miedo precedĂ­a al encuentro. Ganar no estaba en mis planes.

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tres



Cuento el resultado de abrirme para llegar y al regresar, contarme. ValĂŠrie Tasso



Septiembre Volver. Aquel andén. Verla venir entre la niebla de los siete años. Paso apresurado y dulce; (re)conocerla. Quedar inmóvil, al pasar de largo ella. Otra vez. Sin voz alargar el índice: Es ella. Como entonces, no poder atraparla.

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Se peinaba a lo garçon Se vistió con la palabra adecuada, alta y orgullosa. Segura ya tras la fortaleza de su vientre. Le perdió el miedo, al fin, a los números impares. Colocándoles el acento perfecto. El peso equilibrado. Restó de su memoria la palabra única, mientras yo me empeñaba en borrar todos los malditos números que me había tatuado con los años.

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Umbral La luz, ciudad del norte. Acordes en el salón. Aroma de tormenta en los geranios. Cruje el parqué en el pasillo. Trastea en la cocina. Mi cuerpo en el umbral dibuja su nuca desnuda con los ojos. La mano no se atreve aún.

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Metacrilato I A Beatriz

Humo en el pulm贸n. Llen谩bamos la boca de cerezas y amargos. Y risa. No olvidar la risa. Y tormentas. No olvidar las tormentas.

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Metacrilato II Alguien tarareaba a voz en grito la banda de nuestros sueños sin estrenar. No sabíamos cómo empezar aquella letra. Mucho menos, que acabaríamos por ignorarla.

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(Im)pulso A Regina, por los dĂ­as impares: sus miĂŠrcoles y mis lunes. Se atreve la palabra. Se escribe sin lengua, sin voz, sin miedo muestra sus cartas. Bajo la manga, nada. Se expone hasta el miedo. Se clavan escarpias en las paredes. Se instala el rojo. Los nĂşmeros impares. 25



Sí Abraza este número las iniciales. Las hace palabra, símbolo. Imposible y real el orgullo tangible, poder gritar Sí. Hasta que se rompa.

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Correspondencia A Felipe ComĂ­amos distancia a golpe de palabra. Viajaban los cartones sellados: letra plegada cerrada con saliva. Calendario que iba volando los dĂ­as a carcajadas.

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Juego de niĂąos Invadimos el techo con sombras chinescas, como si asĂ­ pudiĂŠramos ganarle la guerra al resto del mundo y no. Eran sombras.

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Costura f. Labor que está cosiéndose y se halla sin acabar.

Medir, cuarta a cuarta, cada número que te componía. Anotar el jeroglífico en el cuaderno donde guardo las palabras.

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A lunares Enhebré agujas para bordarte los lunares. Prendí los sueños. Tendría que haber sido suficiente. Fue, sin embargo, demasiado.

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dos



Y la maleta abierta habla de fugas, pero aĂşn no puedes irte. Adrienne Rich



Cuatro letras El silencio de tu nombre en mis paredes. Todavía. Si no estuviera ahí, tampoco sabría qué hacer contigo.

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Fรกcil Fรกcil fue quererte a manos llenas, a lengua desbocada, a pie descalzo. Fรกcil, beberte amarga y de licores, comerte de tortilla y chocolate. Lo fรกcil, el insomnio de tus labios, dejar que me marcases la piel como a una yegua. Hacerme una burbuja en tus gemidos.

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Fรกcil, dejarnos ciegas, emprender el vuelo y caer tan alto. Lo fรกcil fue darte mi media vida, para que hicieras de ella solamente un tercio de la tuya.

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Sombras La espero, y no vuelve. Rebusco. Tan ebria de imágenes que no brotan palabras. Silencio. Frente a la puerta marcada con la R, tras los barrotes de esta vuelta anunciada, miro. Sé que hay sitios de los que no quisiera volver, si no sé fecha exacta 45


para encontrarnos ella y yo, cuerpo a cuerpo, como antes. La espero. Con las yemas de mis dedos en el pasado, entre unas piernas que no son mĂ­as, aunque pudieron serlo.

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Escarpia Pensé en descolgar tu vientre hueco cuando la cuenta se quedó en números rojos. Pero quién me va a dar un mordisco por un vacío o me va a pagar con huellas una ausencia. El final siempre acaba siendo amargo al fondo de la lengua, allí donde no llegan ni los dedos. 47


Mi calle está llena de escombros, zapatillas tiradas bajo un coche, un colchón usado junto a un árbol, el gato negro que sólo ve por un ojo con su alma llena de humo. Hay palabras que no entiendo, un reloj que no gira como debiera, la escarpia en la pared que te suspende y mis dedos manteniendo el equilibrio. A pesar de todo y nada sé que ni tan siquiera el dolor es capaz de durar eternamente.

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Todo m铆o Recupero la memoria del orgullo. Ahora me viste con coraza nueva que tu escasa lengua pretende traspasar. S贸lo lo pretende. En el fondo y desde el principio, sabe. No puede. Se afina el instinto. El olfato intuye cada pedrada. Mi cuerpo, clavado en el suelo, ve venir piedras. No me alcanzan. 49


Levanto la frente y no puedo evitarte una sonrisa. Qué fácil ahora cubrirme de escarcha. Qué vacío tan dulce en mi boca. Qué alta con el vestido frío, la nuca al aire, los labios rojos y el alma inundada del hueco de tu cuerpo, de la nada tuya. El todo mío.

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De vacíos Del vacío no brotan lágrimas, se acumulan. Goteo constante a ritmo de tacón de aguja en el baile de las horas. Desaparece el fondo. Todo blanco, se invierte. Había olvidado a qué huele esa voz.

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una



No es fĂĄcil ofrecer cobijo cuando se lleva a rastras una caja vacĂ­a. Chantal Maillard



Difícil A Paloma Difícil fue despertar con el humo del incendio. Las manos vacías. Lo difícil, cerrar a cal y canto las ventanas. Comer garabatos, atragantarme con nada. Difícil, la mudanza interminable de aquellas ruinas sin dirección donde enviártelas. Lo difícil, olvidarme 57


de tu olor en el cristal, acostumbrarme al vacío de tu risa. Difícil, la caja sin abrir bajo la cama. Los lienzos sobre mi cabeza. La piel de tu animal aún sobre mi piel durante el invierno. Lo más difícil fue rendirme a contratiempo. Aceptar que ya hacía mucho que ahí sólo quedaba yo.

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Por lo que más querías A Helena No se cambian las cortinas de mis ventanas de color -siguen- sangre entre mis dedos. No hay manual para el amor que pueda equilibrar aquella balanza. Ya sabemos que hay números que nunca hallarán el punto medio. Voy mudando poco a poco las palabras a otros rincones. Siempre habrá un lugar donde guardarlas. Como aquel corazón en mis propias manos, 59


como tantas agujas que se quedan clavadas en algún punto del camino al que ya ni se puede -ni se debe- volver. Yo le sigo susurrando al vacío a veces, cuando la nostalgia me pellizca, porque quiero tener memoria para no volver a tropezarme. Otras veces canto, pronuncio correctamente cada letra. Ya sabes, si es que aún no has olvidado, que nunca me gustaron los tarareos del final de aquella canción que cantábamos a medias.

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Volver al negro Verter colores, descolgarlos uno a uno con cuidado. Desnudar trapecios invisibles. Dejar al descubierto senos transparentes, clavĂ­culas de alambre y madera. Cuerpos inertes amontonados, sin piel con que arroparse. Plegar cada una de las partes que me componen. Deshacerme de mi propia anatomĂ­a. Embutidos en plĂĄsticos 61


como cadรกveres. Animales de costumbres desacostumbradas. Prensados, sin aire, sin ser.

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Números impares Ha nacido un eco en la habitación del fondo. Habrá sido al despegar tu trazo de las puertas del armario. Él dice que no: son las cajas apiladas sobre tanto lienzo inacabado. Quizá tenga razón y son los huecos vacíos y el cartón lleno. No. Es la falta de tu trazo en nuestros límites lo que hace crecer el eco de los últimos cinco años. Y si un trazo es capaz qué no hará tu cuerpo al descolgarlo al fin de mis paredes. 63



Las otras, las que estaban por abrir A Paola, por el ovillo.

Lo fĂĄcil hubiera sido seguir el movimiento autĂłmata: deshacer, abrir, volcar. Hacer otro nudo. Fin. Sin embargo desordeno a destiempo sobre la mesa, descarrilo dedos, rehago memoria buscando la esencia. Me oigo la voz: No puedo. Y sĂŠ que es mentira.

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Sí puedo. Elijo sin dudar solamente dos cosas. Envuelvo en maraña. Curioso recuerdo mayando en los dedos. Todo esto para descubrir, después de tanta nada, que el amor cabía en dos bolsas de basura.

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Ovillo Sentada al otro lado de la habitación, observo la pared ya vacía, el agujero donde estuvo la escarpia. Tan negro y pequeño en la superficie tan blanca, tan desnuda, llena de luz. Y sin embargo, es su oscuridad lo único que chirría. El único punto donde puedo mirar. Sé que pronto dejaré atrás esta casa desordenada, sus paredes heridas, llenas de eco, faltas de tu trazo.

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Aquí quedarán todas las palabras que no nos atrevimos a decir. Y yo sólo me llevaré nuestros nombres.

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Lienzo (I) Tú Trasteo entre cartones y ahí se rinde el cáncamo y cae. Reverso, mi dedo se recrea en el borde superior lleno de polvo, crecido por el tiempo. Cinco años y un rastro de tinta. (Título, autor, fecha) El trazo irregular de tu tijera. Cómo se amontona el vacío en la espalda de esa mujer que fuimos. La que no volveremos a ser.

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Lienzo (II) Parches No distingo las palabras. Ni las recuerdo. Lienzo roto por el golpe de tecla. Reversos con parches, no remiendan la piel. No es piel. S贸lo es tejido. S贸lo es. Trazo reconocible, huella de ti. Nada.

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Lienzo (III) Araña Un hilo cruza desde el techo hasta tu ángulo inferior izquierdo. Hilo de araña grueso y frágil, a la vez. Lleva meses ahí. La recuerdo, por la cuerda, una y otra vez. Jugar a funámbulos hubiera sido divertido. Sin embargo, no lo fue. 73


Reverso de lienzo. No hay ara単a, ni nido con larvas, ni mosca muerta.

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La casa sola Desde dentro del dolor, para que nada nos duela. Ernesto Pérez Vallejo

Duele la casa vacía y sucia. Grietas en las paredes recuerdan cicatrices. Siete metros cúbicos guardan en cartón la vida. Sólo quedo yo. Y el blanco. Sé que hay un lugar, un espacio sin relojes donde sobran, al fin, todas las palabras. 75



Epílogo La novia vino a darme con el revés de su mano fría, casi inerte ya. Esa que nunca fuiste, aunque nos empeñáramos en jugar a las muñecas con el labio pintado de rojo, descalzas sobre el suelo de aquel agosto. Escondidas tras el disfraz de la risa y la máscara de pestañas. Solas, la única vez que fuimos dos. “Apaga la luz” tu voz a bocajarro. Y a oscuras nos dejamos la piel, una sola vez.

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La penúltima.

Y vino la tormenta, como si el mundo supiera que romper el equilibrio de los números impares sólo nos traería la ruina de nuestros propios cuerpos.

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Ă­ndice


Prefacio tres

………………………………….

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Septiembre …………………………….. Se peinaba a lo garçon …………. Umbral ……………………………. Metacrilato I ……………………………. Metacrilato II …………………………… (Im)pulso …………………………… Sí …………………………………….. Correspondencia ………………….. Juego de niños ………………….. Costura …………………………… A lunares ……………………………

15 17 19 21 23 25 27 29 31 33 35

Cuatro letras …………………………… Fácil ……………………………………. Sombras …………………………… Escarpia …………………………… Todo mío …………………………… De vacíos ……………………………

41 43 45 47 49 51

Difícil …………………………………… Por lo que más querías ……….. Volver al negro …………………..

57 59 61

dos

una


Números impares ………………….. Las otras, las que estaban por abrir … Ovillo ………………………………..…. Lienzo (I) Tú ………………... Lienzo (II) Parches …………………. Lienzo (III) Araña …………………. La casa sola ………………….

Epílogo

………………………….…….

63 65 67 69 71 73 75

77



Este libro (e-book) se terminó de editar al cuidado de Alacena Roja ─ Edición Digital ─ en Ceutí, 29 de Diciembre de 2012





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