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alandar Revista de información social y religiosa · www.alandar.org
Año XXIX - Nº 286. Marzo 2012 - 2,50 euros
Para ser libres Día 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Un día que no debería ser necesario pero que, desgraciadamente, aún lo es. Porque las mujeres siguen siendo marginadas y excluidas. Lo dicen las estadísticas, las frías estadísticas: no reciben el mismo salario por el mismo trabajo, no reciben el mismo trato en la violencia de género -mueren más ellas-, ni siquiera reciben el mismo trato en el lenguaje. La situación varía de unos países a otros, pero hasta en los más desarrollados encontramos a mujeres que venden su cuerpo de múltiples maneras y, lo que es peor, a hombres que lo compran.
Foto. Vegware
Un tercio de la comida que se comercializa en Europa termina en la basura.
F
Comida a la basura
rente a lo que pudiera dictar el sentido común, el advenimiento de una etapa de crisis económica y escasez no presupone necesariamente el fin del despilfarro. alandar profundiza en el presente número en el derroche de alimentos. Más 6’5 millones de toneladas de comida se tiran a la basura en nuestro país, aquél (se acuerdan) que sacaba pecho ha-
do se sabe que, en nuestro país, más de un millón de seres humanos no tienen cubiertas sus necesidades alimenticias básicas. Ambas realidades facilitan que termine mezclándose el hambre con las ganas de comer. Así, los contenedores de basura que hay junto a los supermercados congregan cada vez a más gente necesitada que debe buscar su sustento diario entre lo que se
De cada uno de nosotros y nosotras depende que en nuestra casa no se tire comida. ce no tanto por ser la décima potencia mundial. Y que conste que no somos el país que más lo hace: en Europa hay otros cinco que nos superan en esta carrera macabra de despreciar lo que a millones de personas les permitiría sobrevivir. Constatar la existencia de este enorme despilfarro todavía resulta mucho más doloroso cuan-
tira. Una triste imagen que nos conecta con etapas que creíamos superadas, como la Gran Depresión americana de 1929 o el racionamiento y el hambre que se sufrió aquí tras la Guerra Civil. Si escarbáramos en las causas que provocan la generalización de este hábito instalado en una sociedad satisfecha, seguramente toparíamos en primer lu-
gar con la falta general de empatía con los que menos tienen. La educación en valores, esa que se defendía en los libros de la ya casi difunta Educación para la Ciudadanía, es una asignatura suspensa por gran parte de nuestra población. España se ha instalado en las últimas décadas en una forma de pensar que recuerda a la lógica por la que se rigen los nuevos ricos. Cuesta reconocer en el panorama actual un país cuya Constitución admite una serie de derechos fundamentales e inalienables que la práctica diaria convierte en papel mojado para la mayor parte de su población. No obstante siempre hay buena gente empeñada en buscar alternativas. También en este terreno. Así, por un lado, en el Parlamento Europeo se está trabajando para aprobar una directiva que modifique la forma de etiquetar los alimentos, una práctica que en este momento facilita
el despilfarro. También destaca la labor de los centros de distribución de alimentos en Cataluña; o del Banco de Alimentos, una ONG que recoge importantes donaciones de comida que, gracias a sus voluntarios y voluntarias, se hace llegar a miles de personas necesitadas en muchos lugares del país. También en el ámbito empresarial, tanto en el de la restauración como en el de las cadenas de supermercados, se empieza a ser sensible a lo que sucede y se abren posibilidades para aprovechar mejor los alimentos. Todos los esfuerzos son pocos. La denuncia de los casos flagrantes y el anuncio de alternativas deben unirse para acabar con esta lacra social que nos debería llenar de vergüenza. De cada uno de nosotros y nosotras depende que en nuestra casa no se tire comida. Ese es un buen principio, pero no es suficiente.
No es algo nuevo decir que en alandar nos posicionamos abiertamente defensores de la igualdad de las mujeres. Los artículos de este número de marzo (y de muchos otros números de la revista) denuncian esa desigualdad, tanto manifiesta como latente. En otras naciones y en la nuestra. En otras religiones y en nuestra querida Iglesia. Aunque Pablo lo decía bien claro en su carta a los Gálatas: “Para ser libres nos liberó el Señor” (5,1). Al proyecto cristiano, al proyecto de Jesús, le pertenece como parte irrenunciable de su esencia apoyar y promover la libertad y la dignidad de las personas. De todas las personas y de toda la persona. Nos tenemos que liberar de todas las ataduras: en la mente, en las manos, en el lenguaje, en el comportamiento, en las tradiciones, en las leyes… Para que todos los hijos e hijas de Dios podamos vivir en libertad, en igualdad, en justicia, con nuestra dignidad plenamente reconocida. Lo malo es que, en la Iglesia a la que pertenecemos por tradición e historia, la mujer no está reconocida al mismo nivel que el hombre. Los argumentos teológicos son ideológicos, porque no sirven más que para defender una situación de poder adquirida. El gobierno de la Iglesia, en prácticamente todos los niveles, está dominado por los hombres. No sabemos si sería mejor si en él hubiese tantas mujeres como hombres. Quizá sí o quizá no. Pero, ciertamente, sería mejor un reflejo del Reino que Jesús quería. Vamos a seguir trabajando por esa igualdad, por el reconocimiento de los derechos de las mujeres. Aquí y allá. En nuestra cultura y en las demás culturas. En nuestra Iglesia y en las demás iglesias y religiones. Sin pausa, pero también sin perder la esperanza. El sueño del Reino no fue fácil ni para Jesús. Luchar por él en defensa de las mujeres significa luchar contra siglos de tradición, contra una mentalidad pétrea, enraizada en lo más profundo de las personas y de las culturas. No hay que cejar en el empeño hasta que mujeres y hombres caminemos a la par, iguales en derechos y en responsabilidades.
En este número... Conversaciones en el Foro Gogoa con Jonan Fernández
Mujer y discapacidad
Página 14
Página 16
La teóloga estadounidense Phyllis Zagano reflexiona sobre la necesidad del diaconado femenino
Experiencia en Bolivia con Nicolás Castellanos
Entrevista a Inés Marcelina Shiguango
Páginas 6 y 7
Página 19
Página 24
Mujeres en el altar