Alandar 326 marzo 2016

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www.alandar.org | revista de información social y religiosa | año XXXI | número 326 | marzo 2016 | 3,50 €

Tres años del papa Francisco

El lento avance de las mujeres

P. Enmanuel: al encuentro del otro

Dominicos, Jubileo de 800 años

Páginas 6 y 7

Página 12

Páginas 22

Especial páginas 15-18

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El buen morir, aspiración y tarea Casi 400.000 personas mueren cada año en España, algo más de la mitad de ellas en hospitales y el 98% por causas naturales. Acompañar a los enfermos en sus últimos momentos no es una tarea sólo médica de la que podamos desentendernos: exige que todo el entorno del enfermo ponga a prueba su humanidad con sensibilidad, amor, valentía y aceptación de la propia caducidad. Porque el buen morir es tanto una aspiración como una tarea. Página 2

EDITORIAL

Un deseo universal No hay aspiración más universal que la de tener una buena muerte: llegar al final de nuestros días en paz y despedirnos de este mundo con el menor sufrimiento posible es algo que todos deseamos para nosotros mismos y para los nuestros. Y hoy el buen morir significa hablar de dos cosas: de cuidados paliativos y de acompañamiento afectivo y espiritual. Los paliativos han ido mejorando al hilo de la mejor capacitación técnica y de la mayor demando social, aunque, por exceso o por defecto , en los hospitales todavía hay malas prácticas en el final de la vida del enfermo. Se puede mejorar la legislación –seis comunidades han incorporado la suya propia a la nacional-, pero la ley nunca sustituirá la sensibilidad y conciencia de médicos y enfermeras. Los hospitales deben de favorecer su preparación en ese delicada materia que es ayudar al enfermo en los últimos días de su vida. Y ahí, la tarea no es sólo del personal sanitario, sino de todo el entorno del enfermo. Los psicólogos saben que los paliativos no son suficientes porque pueden calmar el dolor, que tiene una causa fisiológica, pero no siempre alivian el sufrimiento, que se asienta en la psicología y la biografía personales. Acompañar al enfermo terminal exige un enfoque integral y tomar en consideración su necesidad de saber qué sucede para poder procesarlo y aceptarlo. En ese marco, la Sociedad española de paliativos reconoce el valor de la espiritualidad: “el acompañamiento espiritual es la práctica de reconocer, acoger y dar espacio al diálogo interior de aquel que sufre, para que él mismo pueda dar voz a sus preguntas y dar vida a sus respuestas”. En todas las tradiciones de sabiduría o religiones, recuerdan, la muerte no es un final sino un nuevo principio, y por ello ocasión de nuevas profundidades, de nuevos estados de conciencia y de humanidad. Claro está que acompañar a un moribundo exige que el acompañante se haya enfrentado él mismo a la tarea de prepararse para el misterio de la muerte.


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